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LUTERO, EL PAPA Y EL DIABLOPRÓLOGO
EL
BUFÓN DEL DIABLO Y SU PACTO CON LA NACIÓN ALEMANA
EN la encrucijada de los siglos
XV y XVI la Alemania nacida de la Caída del Sacro Imperio Germánico fue una
multitud de principados independientes, bajo un cuerpo de príncipes electores
aún más independientes; en otras palabras, la Alemania Pre-Luterana fue la
nación más feudal y atrasada de las naciones europeas.
Espiritual y moralmente el
comportamiento de los alemanes de principios del siglo XVI en poco o en nada se
diferenciaba de los pueblos feudales de los siglos pasados. Mientras Francia,
España, Italia e Inglaterra habían experimentado un Renacimiento de sus
sociedades, particular a cada una de ellas, (no se debe comparar el
renacimiento de España bajo los Reyes Católicos al de Francia bajo su Corona),
la Alemania de Maximiliano I presentaba al mundo el rostro de un ciento de
ladrones principescos, dioses sobre sus territorios, en los que la ley era el
fuego y el hierro.
La demarcación por territorios
de aquella Alemania Pre-Luterana puede compararse a la de las mafias criminales
de nuestros días o a la de las bestias de todos los tiempos marcando
territorios. Cada territorio-Estado imponía su ley, y la ley era común a
todos, el robo y el saqueo de todo el que cruzase sus fronteras. No era
nueva esta ley. El propio Ricardo Corazón de León, de regreso de las Cruzadas,
fue secuestrado por un príncipe alemán, y sólo fue liberado mediante un rescate
a cargo de la corona inglesa. Este ejemplo lo dice todo sobre la calidad
espiritual y moral de la Alemania Pre-Luterana.
Desde sus orígenes, hablando en
plata, la Historia de los pueblos alemanes fue un rechazo absoluto a la
Civilización. Pueblos idólatras, adoradores de árboles, únicamente salían de
sus bosques, donde vivieron como bestias salvajes, cuando fueron presionados
por los invasores del Este.
La entrada de la Civilización
Romana fue combatida a muerte por los pueblos germanos, y únicamente cuando la
superioridad de las armas los obligó a ponerse de rodillas aceptaron la
existencia de esa cosa maldita que llamamos Civilización Cristiana.
Como aquí no se trata de la
Historia de Roma dejo a los historiadores las relaciones entre Germanos y
Romanos hasta la Caída del Imperio del César. Esta Caída produjo el regreso de
los Germanos a sus bosques sagrados.
Instalados de nuevo en su mundo
de libertad salvaje allí estuvieron aislados, rechazando todo trato con Dios y los
hombres hasta que Carlo Magno se decidió, por las malas, a traerlos a la
Civilización.
Por las buenas aquella especie
humana salvaje se mostró intratable. Asesinaron a cuantos Apóstoles se
atrevieron a derribar sus ídolos. Fue un pueblo salvaje que únicamente podía
ser tratado desde la victoria.
Carlo Magno hizo todo lo que
pudo por conquistarlos, y San Bonifacio por civilizarlos. Pero aquel pueblo
llevaba en su seno el odio a la Civilización, a Cristo y al Hombre.
La División del reino de Carlo Magno
en dos naciones, Francia y Alemania, no fue entendida por nadie. La lucha entre
los nuevos Caín y Abel, por lógica, tendría que sucederse.
Con el traspaso de la Corona
Imperial de Francia a Alemania el Caín que llevaba dentro el Alemán salió a
flote. Malvado por placer, el Alemán quiso hacer suya a la Esposa del Señor
Jesucristo, obligando a Éste a encender el Fuego del Celo de Dios en una Rama
que no se consumía nunca, Gregorio VII.
A males drásticos, medidas
drásticas. Que por supuesto los emperadores germanos combatieron a fuego y
espada, dejando sentir su Odio sobre las repúblicas italianas, a las que
devastaron sin misericordia, una vez tras otra. Milán es testigo. Mar de sangre
nacido en el genocidio de poblaciones enteras, en cuya sangre encontraron los
Alemanes el placer de los demonios, que ya les acompañaría a lo largo de todo
el Segundo Milenio.
La Decadencia del Sacro Imperio
Germano fue una liberación para Italia y una maldición para Europa. Sin Estado
Central que administrase la Ley entre las regiones, en unos tiempos en que se
luchaba a muerte por salir del Feudalismo, Alemania hizo del Feudalismo arte y
gloria. Los príncipes electores, tanto de la Curia como de la
Aristocracia, se convirtieron en grandes terratenientes, entre cuyas fronteras
pequeños señores feudales tenían la bendición de sus superiores para mantener a
raya a los pueblos: saqueando, matando, violando, y cometiendo todos los
crímenes que se les antojasen, sin responder delante de nadie.
Contra aquella Ley cuya cabeza
armada fue Enrique IV se alzó Gregorio VII. Libres del emperador, el salvaje sueño
del bárbaro alemán regresó de su tumba, para hacer la vida del campesino un
verdadero infierno.
España, Francia e Inglaterra se
habían dado Constituciones que defendían y protegían a sus pueblos. A la altura
del final de la Edad Medieval la España de los Reyes Católicos había emprendido
una Revolución Eclesiástica que independizó del sistema feudal a su Curia, y la
sometió al Papado: exclusivamente en las cosas que le pertenecen a Dios. “Al
César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
La debilidad de la Inglaterra
del Siglo XV no le permitió a su Corona emprender esta revolución Eclesiástica.
Francia la hizo a su manera.
El Clero Alemán de principios
del Siglo XVI fue Sacerdotal sólo de nombre. Pero no porque el Papado hubiera
impuesto aquel sistema. ¿Por qué iba el Papado a instalarlo en Alemania, y no
en Francia y en España? Fue la propia Aristocracia Alemana la que se otorgó a
sí misma aquel status social por el que, y en el que, el obispo no era ni
chicha ni chicharrón, ni demonio ni ángel, ni pagano ni cristiano; el invento
puede definirse como un pacto entre Cristo y el Diablo.
No que en la Italia del Siglo
XV se echase en falta aquel status degenerado en el que los obispos italianos y
sus socios hacían con sus conductas que el Nombre de Cristo fuese blasfemado.
Negar esta realidad sería sacarse los ojos. La Historia del Papado Pornócrata del Siglo XV está escrita. ¿Dónde está ése
que no conoce las hazañas de los Papas Borgias y
Médicis?
El caso del Clero Alemán se
tradujo en el perfeccionamiento de aquella inmoralidad curial contra la que
Europa entera pidió Reforma, perfeccionamiento llevado hasta el punto de
devenir un Pacto entre Cristo y el Diablo, por el que la Curia Alemana fue arrojada
a los pies de las grandes familias aristocráticas, abandono contra el que luchó
Gregorio VII, pero al que se rindieron los obispos alemanes en los siglos siguientes.
El grito de Reforma de la Curia
Católica no procedió jamás de Alemania; no fue nunca cosa de Alemania. Fueron
Italia, Inglaterra, Francia, Checoslovaquia… quienes escandalizadas por la
Inmoralidad de la Curia Pontificia, y su Ordeño Fiscal de los Rebaños de Cristo,
alzaron sus voces.
Sin ningún resultado. ¿O sí? La
Curia Alemana, propiedad de los hijos de la Aristocracia Imperial, bajo el
blindaje de aquel Pacto entre Cristo y el Diablo que ellos se habían sacado de
la manga, vivió encantada aquella Inmoralidad.
Si los Alemanes hubiesen
querido una Reforma Eclesiástica Verdadera ¿por qué no hicieron los Electores
Imperiales lo que los Reyes Católicos hicieron en España?
La respuesta está en la punta
de los labios. Porque la Aristocracia Alemana había conseguido, sin el famoso
Enrique IV lo que con toda su crueldad éste no pudo: apoderarse de la Iglesia.
Los príncipes se repartieron los obispados. Cuando el feudalismo estaba ya
desfasado, y toda Europa caminaba hacia el Mundo Moderno, los Obispos alemanes
se convirtieron en poderosos señores feudales.
El Emperador era un título
honorífico que los grandes terratenientes feudales germanos se compraban y se
vendían entre ellos con el fin de mantener la balanza del Poder interno en
equilibrio. El sueño de Maximiliano I, el abuelo de Carlos V de Alemania y
Primero de España, de unir a toda Alemania y ponerla a la cabeza de una Europa
Moderna, le ganó la burla de todos los electores, al punto de pasar a la
Historia como Maximiliano el Soñador.
El Colegio de los electores
unidos fue siempre superior en poder y fuerza al Emperador. En las disputas
entre aquellos terratenientes feudales, la importancia de los pequeños señores
de la guerra, hacía que la balanza se inclinase a favor o en contra de uno u otro
aspirante. Los príncipes alemanes cultivaban aquel huerto del crimen como se
cuida a una jauría de lobos siempre prestos a acudir a la voz de su amo.
La Rebelión contra aquel
sistema feudal de electores unidos, que le servía de blindaje a la Curia
Alemana, a su vez dependiente de aquel ejército de pequeños señores de la
guerra, sin moral de ninguna clase, cuyo negocio fue el saqueo y el crimen, nació
muerta. Entre los mismos Electores la envidia siempre estuvo presente, y
únicamente si veían que levantándose podían aumentar sus riquezas se dejaban
ganar para una causa concreta.
Lo que uno pierde, otros lo
ganan.
Romper aquella Unidad de
Intereses entre los Electores no sería sencillo; conseguir que los pequeños
señores de la Guerra se alzasen contra la iglesia de sus Señores Feudales Superiores,
sólo podría concebirse mediante un pacto de traspaso de todas las propiedades
de los Electores Eclesiásticos a sus manos. El pueblo no
contaba:
«Por ello deben arrojarlos,
estrangularlos, degollarlos secreta o públicamente a todo el que pueda, (le
decía Lutero a los señores de la guerra, grandes y pequeños, - un lenguaje
muy cristiano por cierto-), y recordar que nada puede haber más venenoso,
dañino y diabólico que un hombre rebelde, lo mismo que cuando se tiene que
matar a un perro rabioso, si tú no lo matas, él te matará a ti y a todo el país
contigo. Acuchíllenlos, mátenlos, estrangúlenlos a todos los que puedan. Y si
en ello pierdes la vida, dichoso tú; jamás podrás encontrar una muerte más
feliz. Pues mueres obedeciendo la palabra de Dios... y sirviendo a la caridad».
Palabra de Lutero.
Un hombre no habla así de su
prójimo de la noche a la mañana. No se va a la cama bendiciendo a diestra y
siniestra y se levanta maldiciendo por arte de magia.
Si se fue a la cama odiando,
natural que se levante maldiciendo.
Una Rebelión contra la iglesia
de los Obispos Imperiales, pilares de aquel sistema de corrupción degenerada
que había hecho del Feudalismo Alemán arte y gloria, tenía que contar con el
alzamiento en rebelión de esos cientos de pequeños señores de la guerra cuyo
medio de vida era el crimen, el saqueo, la violación. Una Rebelión de los
pequeños terratenientes feudales alemanes contra los grandes terratenientes
imperiales exigía una Guerra Santa, el premio de cuya victoria sería el reparto
de todos los bienes de los obispos que no se uniesen a la Rebelión.
Sin embargo esta Rebelión debía
contar también con el apoyo popular. Había que alejar a las masas de la Iglesia
y atraerlas a una Nueva Religión, y ésta, aunque establecida sobre la que se
demonizaba, tenía que ser de cuño alienante, y sobre todo ser fundada sobre el
Odio.
Lograrlo o no lograrlo sería
otra cuestión. Una cosa es que se te inspire esta Rebelión, y otra cosa es
poner manos a la obra.
Que había causa suficiente para
proceder a una Revolución Eclesial tipo Español, por supuesto.
El Clero Alemán Pre-Luterano
era una Ofensa Total y Absoluta contra la Fe que decían representar.
Sus vidas eran, desde el
Espíritu Cristiano Sacerdotal Apostólico, una miserable representación cristiana.
Su expulsión de la Iglesia era de necesidad. Y cierto, cuando los Pastores
conducen al Rebaño al precipicio es el Poder Secular, pues que es instaurado
por el propio Dios, el que debe arrestar a los Pastores y expulsarlos de la
Propiedad del Señor, porque si el Poder Eclesial tiene por misión sagrada el
bien de las almas, el Poder Secular tiene por suya el bien del cuerpo. Y si el
primero atenta contra el segundo, el choque sólo puede solucionarse mediante el
encarcelamiento de los pastores homicidas. Y viceversa, si el Secular se dedica
a la destrucción del alma es el Eclesial el que debe, para defender su Rebaño y
siguiendo la doctrina de Gregorio VII, levantar al pueblo contra ese Gobierno
que rompiendo la Ley: Al César las cosas del César, se levanta contra Dios.
Volviendo a Alemania. Que el
Clero Italiano encabezado por el Papado no estaba dispuesto a intervenir en un
Clero Nacional, que se le había escapado de las manos y actuaba fuera de
control del Jefe de los Pastores de los Rebaños del Señor, negar esta
realidad es ir contra la Historia del Papado del Siglo XV.
Permanecer con los brazos
cruzados viendo cómo el Clero Curial Italiano se abstenía de ejercer su
Jefatura Doctrinal Universal, y se dedicaba a engrandecer su República
superando en Maldad y Astucia a los reyes del Siglo, en verdad rebelaba. Y se
entiende. Pero no soy quien para celebrar un Juicio Final, ni a favor ni en
contra, sobre la Rebelión de Lutero y sus hermanos contra la Iglesia como
puente hacia la destrucción de las Naciones Cristianas sobre las que se
construyó Europa. Al Espíritu de la Inteligencia no le corresponde el Juicio,
sino la defensa de la Verdad. A sus Siervos indignos ya los juzgará su Señor.
Los gritos pidiendo
Aggiornamento de la relación entre las iglesias y una Adaptación de la Iglesia
Universal a la Edad Moderna habían sonado alto y claro. La muerte de Savonarola
fue el grito que anunció la victoria del caos y las tinieblas en una Hora en la
que el Diablo reunía todas sus fuerzas para lanzarlas contra su Enemigo, la
Europa Cristiana.
Encerrado en aquel convento,
adonde fue arrastrado, según su versión, por un rayo, en una Alemania donde los
latigazos del firmamento son el pan de cada día, el joven Lutero sufrió el
ataque de visiones de Reforma Eclesiástica lideradas por su persona, y que
elevaría la gloria de su Alemania al Papado; visiones que rumió lentamente,
primero rechazándolas como inspiradas por el Diablo, y finalmente aceptando su
impotencia para vencer la tentación: ser Papa, o desatar el Infierno contra la
Iglesia. El abogado frustrado metido a monje por una calaverada cometida a
diario en todas las poblaciones, acostarse con una viudita alegre, acabó
entregándose a su “dios oculto” con la promesa de ser adorado como un nuevo
Jesucristo.
Hablemos claro, la Rebelión de
Lutero no fue producto de una borrachera. Fue tejida durante aquéllos años de
shock entre las cuatro paredes de una prisión monástica, vida para la que no
había nacido, y contra la que fue incapaz de rebelarse una vez que comprendió
la naturaleza de la locura que había hecho, meterse a monje en penitencia por un
pecado, el más vulgar de todos, alimentar la carne de una viuda alegre.
No fue Martín Lutero el primer
estudiante de aquellos tiempos, cuando las guerras sin fin entre los príncipes
alemanes hicieron de la nación un criadero de viudas, que apenas casadas tenían
que enfundarse el velo, en ser seducido por una de ellas. Seducir a un tunante
de provincias, en la plenitud de su Juventud, 22 añitos, que vivía bajo su
techo, ¿dónde estaba el problema? ¿Quién era el guapo capaz de resistirse a
aquella generación de viuditas alegres locas por seguir siendo hembras?
En la conciencia de un
pueblerino, criado en la estricta moral de unos padres de su tiempo, caer en aquella
red de seducción urbanita, entre cuyas hebras alegres la araña de la pasión
devoraba a los tunantes universitarios del momento, alegremente atrapados
en los placeres de la carne, adquirió proporciones dantescas en respuesta a una
simple tormenta. ¡Señor! aquel mar de viudas devoraba la carne fresca que
alegremente se dejaba condimentar, y, bueno, el pecado estaba, y también el
confesionario para recoger la lagrimas nacidas de tanta pena. Y si la pena era
demasiado pesada, ahí, las indulgencias….
Tampoco era para meterse en un
convento.
¡El rayo de la culpa alcanzó al
estudiante de Derecho, Martín Lutero, de regreso a la casa de sus padres! Una
tormenta entre los dioses del infierno…sobre su cabeza. Lutero le vio los
cuernos al Diablo. Satanás venía a cobrarse la deuda … por pecador… Lutero
sintió pánico y no tuvo ocurrencia más infantil y estúpida que traficar con su
alma a cambio de su vida. ¡Meterse en un convento!
En unos tiempos en que los
Conquistadores Españoles y Portugueses se jugaban la vida uno contra mil, en
las Américas, este héroe alemán se caga por las patas abajo por un mea culpa
que ya lo hubiesen querido para ellos miles de jóvenes de su misma edad.
Encadenado a aquellas cuatro
paredes del convento, privado de la libertad que amaba, y del futuro para el
que vivió su adolescencia y primera juventud, ser abogado, Martín fue
carne de cañón para el Poder no Humano que le aceptó su contrato: su vida a
cambio de ser el receptáculo del Argumento Sagrado que habría de darle
legalidad a la Guerra Santa contra el Papado.
Pretender la Reforma
soñando con el Papado, y él lo sabía como buen teólogo, y mejor abogado, por
muy inspiradora que fuera la visión, no tenía futuro. La Curia Romana no estaba
para veleidades de un monje esquizofrénico que había transformado un pecado
venial en pura revelación paulina. Y que encontró la paz con el Diablo entre
las cuatro paredes cuando aceptó ser su brazo ejecutor, rendición que ocultó en
su famosa frase de haber encontrado la paz en la Fe sola.
¡Mentira de un esquizofrénico!
Lutero halló la paz cuando aceptó su Destino: atacar a muerte a la Iglesia
Católica.
Como Adolfo descubrió a
Hitler en la miseria, Martín descubrió a Lutero en la prisión, al que se
entregó en la creencia de ser él un San Jorge y la Iglesia el Dragón Maligno
que con la espada de fuego de su verbo sufriría su Condena, ser desterrada al
Infierno.
Lo dije y lo digo, nadie se va
a la cama con un corazón en paz y se levanta con ese mismo corazón en estado de
guerra sin cuartel, conjurado con su “dios oculto” a meterle fuego al
mundo entero en defensa de su causa.
A no ser que se tuviese un
sueño: ser Papa. Para proceder a aquella Reforma, que el Papado Romano se
negaba a bendecir, era necesario elevarse a la cabeza de la Curia, y desde
la altura de un dios proceder a expulsar del Templo a todos los traficantes de
Indulgencias.
El programa de elevación desde
la simple tonsura a la supremacía espiritual sería un camino largo. Pero él fue
un buen estudiante, y qué un brillante futuro de abogado por delante...
¡si el Diablo no se le hubiese cruzado por el camino...!
De todos modos el Sueño era
magnífico, él era joven, tenía tiempo. La estrategia a seguir ya la iría
desarrollando, y la iría descubriendo en los próximos años. La decadencia moral
en la que el Papado se encontraba, como cerdo en su charco de fango, sería su
llave hacia su transfiguración en el Nuevo Jesucristo. Si el Plan A no le
funcionaba echaría mano del Plan B: ganarse a la Nación Alemana con esta simple
proclama:
“La Iglesia no es necesaria,
una vez consumado su trabajo de haber salvado la Biblia de todas las
tempestades y terremotos que el Diablo levantó contra el Libro de Dios, la
Iglesia Católica debía abandonar su Misión y dejar a la Fe hacer su Trabajo”.
Esa doctrina seduciría al
Pueblo.
Pecar y pecar y pecar, y no ser
condenado nunca por la propia conciencia, ni por Dios… la NUEVA Buena Nueva que
bajaba del Cielo.
La Doctrina de Dios era que
quien peca y peca y peca acaba asesinando su propia Fe. Por esto le dice a la
Pecadora: “Vete y no peques más”. La Cuestión Luterana proponía juzgar quién es
más fuerte: si Cristo o el Diablo. ¿De quién es la Fuerza: de Dios o de la
Muerte? Si por un pecado entró la Muerte, ¿por muchos pecados cuántas muertes
entran?
El Pueblo Alemán no estaba para
este tipo de filo-ensoñaciones. Iletrado, analfabeto, reducido a la esclavitud
y a la miseria por sus obispos y príncipes, la NUEVA BUENA NUEVA: la “Fe Sola”
absuelve al hombre de todos sus crímenes, los cometidos y los por cometer, no
hay que pagar un centavo por la absolución sacerdotal, reventaría los goznes de
las puertas de la Iglesia y los atraería a todos al NUEVO EVANGELIO.
Una vez ganado el Pueblo,
condición indispensable para el triunfo de su Rebelión, Lutero tendría que
conquistar a los pequeños señores de la Guerra, alienarlos de sus amos
superiores. Al ladrón se le tienta con oro. A cambio de la Rebelión
les entregaría todas las propiedades de los Obispos
A la cuestión: ¿y qué ganas tú?
Lutero les respondía: Para
vosotros las tierras, para mí las almas.
La apariencia de santidad en
esta respuesta los convencería de ser su Cruzada Anti Católica la Voluntad de
Dios, quien, curiosamente, había decidido quitarle a la Iglesia Católica, por
el pecado de una generación de Obispos entregados a la prostitución, contra la
que el Señor se alzó y redujo a escombros el Templo Jerusalén, Mil Quinientos
Años de Trabajo, y entregarle el fruto de tanto esfuerzo a la Raza Superior
Alemana.
En su demencia el monje
agustino en su celda acarició esa imagen de NUEVO SAN PABLO expulsando a los
Nuevos Ladrones del Templo de Dios, destruyendo el Templo Católico y
Construyendo el NUEVO TEMPLO en el que él sería adorado como el NUEVO SALVADOR.
Pero esto no había que decirlo,
ni tampoco el Diablo iba a llamarle “Hijo mío”. El Dios Oculto no iba a
quitarse la máscara con la que se le presentó y le inspiró quellas visiones de Guerra Santa entre las naciones hermanas, visiones verdaderas, que
se harían realidad enseguida, y cruzando la puerta de la Guerra de los Treinta
Años sembraría aquel Odio entre Francia y Alemania que perduraría por las
generaciones hasta desembocar en la Primera Guerra Mundial.
Las 95 Tesis de Lutero
fue la toma de decisión final pasada a la acción. Su lucha interior contra
el fruto de su Guerra Santa había terminado. El Diablo lo había vencido. Ya no
habría marcha atrás. Siempre hubiera podido retractarse. Se le dio la oportunidad.
Que no lo hiciera demuestra que su Guerra Santa se coció en la celda de aquel
convento en la que el Diablo lo asedió hasta conquistar su alma.
La esperanza de victoria de
Lutero se basaba en el conocimiento de su siglo. Las guerras entre las naciones
y la participación del Papado en la guerra de las naciones le abría la ventana
por la que colarse, entrar y saquear la Iglesia.
Ignorante de la Gran Batalla
que la Muerte y Dios se aprestaban a combatir, la elevación de ambos Campeones,
Carlos V por parte del Rey de los Cielos, y Solimán el Magnífico por parte del
Príncipe del Infierno, en ese mismo año de 1520, no le hizo reflexionar a
Lutero sobre la verdadera identidad de su “Dios Oculto”. No era otro que el
Diablo, como se verá en la Respuesta a las grandes medidas con las que llamó a
su lado a los señores de la guerra alemanes.
En la presentación de este
Panfleto Lutero se hace el gracioso, y burlándose de los millones de seres
humanos que por su Rebelión serían degollados y cazados como perros durante las
guerras religiosas del Siglo XVI y XVII, le dice a la nobleza cristiana de la
nación alemana acerca del mejoramiento del estado cristiano, lo siguiente:
Dr. Martín Lutero
“¡Primeramente, gracia y paz de
Dios, reverendo, digno y amado señor y amigo! Pasó el tiempo de callar y ha
llegado el tiempo de hablar, como dice el Eclesiastés : Todo tiene su momento y
cuanto nace debajo del sol su tiempo.
Según nuestro propósito, hemos
reunido algunos fragmentos acerca de la reforma del estado cristiano para
proponerlos a la nobleza cristiana de la nación alemana, si acaso Dios quisiera
auxiliar a su iglesia mediante el estado laico, puesto que el estado eclesiástico,
al cual con más razón esto corresponde lo ha descuidado completamente. Lo
remito todo a Vuestra Reverencia para juzgarlo y, si fuere menester,
corregirlo. Me doy cuenta de que no dejarán de reprenderme por ser demasiado
temerario, si yo, hombre despreciado y retirado del mundo, me atrevo a
dirigirme a tan altos y magnos estados en tan graves e importantes asuntos,
como si no hubiera nadie más que el doctor Lutero en el mundo que se preocupara
del estado cristiano y aconsejara a personas tan extraordinariamente
inteligentes.
Omito disculparme, ¡que me
reprenda quien quiera!
Quizás, quede debiendo aún una
necedad a mi Dios y al mundo. Ahora me he propuesto, si lo logro, pagarla
debidamente y ser también alguna vez bufón. Si no tengo éxito, me queda por lo
menos una ventaja: nadie tendrá necesidad de comprarme un gorro, ni raparme la
testa. El asunto es quién le pone los cascabeles al otro.
Debo cumplir con el proverbio:
en todo lo que hace el mundo no debe faltar un monje, aunque sea necesario
pintarlo.
Varias veces un necio habló
sabiamente, y en muchas ocasiones, personas sabias hicieron el necio
groseramente, como manifiesta Pablo: “El que quiere ser sabio hágase necio”.
Además, puesto que no sólo soy necio —sino también doctor jurado en las
Sagradas Escrituras— estoy contento de que se me brinde la oportunidad de
responder a mi juramento de una manera necia.
Os ruego que me disculpéis ante
los moderadamente discretos, puesto que no sé merecer el favor y la gracia de
los extraordinariamente sensatos, aunque tantas veces con gran empeño lo haya
anhelado. Desde ahora en adelante ya no lo quiero tener ni apreciar. ¡Dios nos
ayude a que no busquemos nuestra honra, sino solamente la suya! Amén.
Dado en Wittemberg, en el
convento de los agustinos, en la víspera de San Juan Bautista del año 1520.”
Tras esta bufonada, en la que
el Hipócrita esconde su visión de sí mismo como el Nuevo Jesucristo, y se
glorifica a sí mismo rebajando el Poder del Campeón Divino, Carlos V, al que
amenaza incluso, y contra el que invoca no la Gracia y la Verdad, Sino la
Gracia y la Fuerza; es decir, lo amenaza con Guerra, con las siguientes
palabras:
“¡A la Serenísima, Poderosísima
Majestad Imperial y a la Nobleza: Cristiana de la Nación Alemana
Dr. Martín Lutero
¡Primero, gracia y fuerza de
Dios, Serenísimos, Clementísimos y Amados
Señores!”
Inmediatamente, una vez
expuesta la justicia, que según su cabeza avalaba su causa, el Bufón saltó a
exponer las líneas de su Guerra Santa contra las “tres murallas del Templo de
Cristo”, tras las cuales el Papado se había escondido y hacía imposible
cualquier revolución eclesiástica en la nación alemana. Gran Mentira como se ve
en la Revolución Eclesiástica de España. El enemigo verdadero de la Revolución
Eclesiástica Alemana eran los Alemanes.
Según su entendimiento de
abogado metido a teólogo esas tres murallas eran:
“1º: cuando uno quería
obligarlos por el poder secular, establecían y manifestaban que el poder
secular no tenía ningún derecho sobre ellos, sino, por el contrario, el poder
eclesiástico estaba por encima del secular.”
Sobre lo cual hay que decir que
Dios creó un Templo y un Castillo. Creó Iglesia y Estado. Y le dio al César lo
que es del César, el Poder Secular, y reservó para Sí lo que es de Dios, la
Iglesia, o Poder Espiritual desde el que la Doctrina del Conocimiento Verdadero
de la Divinidad es sostenida por el propio Dios.
Que el Poder Secular pretenda
meterse en lo que es de Dios es un delito tan grave como el que el Sacerdote
pretenda gobernar al Estado Secular creado por Dios para el Gobierno de las
Naciones acorde a las Leyes de su Reino. El Poder de perdonar el pecado le
corresponde a la Iglesia, pero el poder de la penitencia por el delito le
corresponde al Estado. El Perdón por el Pecado y la Pena por el Delito no se
abolen ni se contradicen. El Pecado-Delito es absuelto delante de Dios sólo
cuando la Justicia se ha cumplido; en este Periodo de cumplimiento el Alma se
reconcilia con su Creador. Hacer recaer sobre una misma persona ambos poderes
es criar a Satán en el patio de casa. En consecuencia, en lo que toca a la
Doctrina de la Iglesia, el poder secular comete Delito al querer inmiscuirse en
lo que Dios se ha reservado para su Espíritu, el Alma del Sacerdote.
Si nosotros dijésemos que esta
Muralla, a la que se refiere el rebelde, se refiere al Poder de la Justicia del
Rey para llamar a Juicio a sus siervos, y como Señor exigir responsabilidad por
actos criminales, que deben pagarse acorde a la ley que Dios ha establecido
para todo su Reino, que la Justicia Secular esté sobre el hombre y deviniendo
criminal un sacerdote le corresponda a la justicia actuar acorde a la Ley, nada
podría objetársele a este Bufón que se atreve a poner su pie sobre el cuello
del Emperador. Nos tememos que la pretensión del Rebelde no era ésta; la suya
era investir al Poder Secular del Poder de Dios : ser el Señor de la Iglesia.
Delito tremendo que sólo al Diablo podría interesarle y únicamente atreverse
este Bufón Esquizoide a materializarlo.
La Segunda Muralla según este
genio de la teología era la siguiente:
2º: “si uno quería censurarlos
mediante las Sagradas Escrituras, le objetaban que interpretar las Escrituras
no le correspondía a nadie, sino al Papa”
La Hipocresía de este Bufón
Rebelde se basaba en la Ignorancia salvaje del pueblo alemán de su tiempo, en
nada inferior a la de los señores de la guerra alemanes a los que desde este
panfleto llamó a Guerra Santa. El ejercicio de ladrones consumados, violadores
vocacionales y criminales expertos, la profesión de estos señores de la guerra
hacía que las letras les causasen espeluco. Más allá de sus espadas no conocían
otra cosa que la siguiente barriga en la que hundirían sus hierros.
Iletrados de nacimiento, brutos
de vocación, salvajes por profesión, el único argumento que podían entender y
entendían era el de: “¿cuánto, Martín, cuánto, y qué más voy a ganar yo
luchando por tu causa?”.
De haber tenido un dedo de
inteligencia hubiesen comprendido la falacia absurda que se les daba a
escuchar. ¿Las Sagradas Escrituras no habían sido interpretadas ya de la
A a la Z por los Padres de la Iglesia,
desde San Pablo a Santo Tomás, pasando por los Santos Agustín, Ambrosio,
Gregorio, etcétera?
El Papel del Papado frente a
las Sagradas Escrituras no es Interpretarlas, sino Preservar su Interpretación,
ya escrita por el Espíritu Santo, de reinterpretaciones anticristianas. La
Historia de la Iglesia está repleta de las interpretaciones heréticas contra
las que se hicieron los concilios.
En el terreno de la
Interpretación lo que le queda al Papado se refiere a su Relación como Jefe de
los Pastores con esos pastores de la Doctrina. Los concilios no nacieron para
quitar y poner Obispo de Roma. La misión de los concilios es espiritual. Y como
tal tienen por dirección la Preservación Dogmática de la Doctrina
Apostólica. Así que cuando el Bufón Alemán dice contra esa su tercera
muralla que:
3º: “cuando uno los amenazaba
con un concilio, inventaban que nadie puede convocar un concilio, sino el
Papa”.
Diciendo esto, está diciendo
una falsedad. El autor oculta su verdadero propósito. Es abogado. Conoce la
técnica de la ambigüedad y distorsión del discurso. ¿Qué es lo que pretendía al
solicitar un concilio, derribar al Papa o derribar la Doctrina de la Iglesia
Católica?
Un Concilio Universal debe
tener un Alma y ser invocado por el Espíritu. Derribar al Obispo de Roma no le
corresponde a nadie, sino al Señor; sólo Él tiene el Poder de quitarle a uno
para dárselo a otro.
Igualmente el Señor no puede
entrar en conflicto con Dios. No puede el Señor blindar a sus Siervos contra
Dios. Ni pueden los siervos crear este conflicto sin sufrir las consecuencias
de la malignidad satánica que este caso representa.
Todo siervo del Señor sigue
siendo hombre de Dios, y como tal sujeto a la Ley de todos los Ciudadanos de su
Reino. Si de lo que se trata es de perseguir el Crimen halle donde se halle el
Criminal, bienvenido. Es de Justicia. Si de lo que se trata es de derribar un
blindaje por el que el criminal en calidad de siervo del Señor pone de rodillas
a Dios, para impedir este Delito está el Poder Secular cuando falle el Poder
Espiritual.
Mas invocar un Concilio para
mediante el rechazo de la Doctrina Católica abolir el Papado como Jefatura
Pastoral no es cosa de Dios, es cosa de Satán.
La conclusión que el Rebelde
Lutero monta sobre estas tres paranoias suyas son atendidas por brutos de
inteligencias, de razón salvaje, para nada dotados de “razón clara”. Pues nada
excusa que el crimen de los siervos deba ser computado al honor de su Señor.
Máxime teniendo sobre la mesa quince siglos de Historia y muchas batallas para
su Señor ganadas.
Sin dejar en el tintero las
épocas de corrupción del Papado, Dios, siendo Omnipotente y Todopoderoso
para derribar lo que como Señor levantó, en lugar de hacerlo protegió a la
Esposa de su Hijo precisamente con esas tres murallas contra las que se levantaron
los reyes para hacer de la Iglesia su concubina. Delito inmundo que sólo a
Satán se le ocurriría acometer: acostarse con la Esposa del Señor. No lo hizo
Constantino, no lo hizo Teodosio, no lo hizo Carlo Magno. Mas en cuanto el
Imperio pasó a Alemania fue lo que primero que ambicionó aquella raza bárbara
enemiga de la Civilización, primero de Europa, y en este siglo XVI del propio
Cristo.
Tanto fue así que para echar
esas murallas abajo no se le ocurrió otra cosa a este Bufón de la Corte del
Diablo que abolir la Separación Estado-Iglesia que Dios creó. Según este
Salvador Redentor Alemán todo hombre es rey y sacerdote, todo hombre es obispo
y duque, todo hombre es oveja y pastor.
Leerlo para creerlo. La Obra
entera de la Creación debe ponerse de rodillas; y el primero el mismísimo Dios
de la Eternidad, Creador de esta Separación entre Estado e Iglesia.
Separó Dios para sí un grupo de
hombres en el que la Doctrina de la Divinidad tiene su Templo Vivo, y viene
este demente a decir que él da por abolida esta Creación y en adelante todo
hombre será ese Templo Vivo. En consecuencia, nadie debe responder de nada ante
nadie p,ues el mismo que absuelve se penaliza a
absolverse de todos los crímenes que cometa en su tragedia de arrastrar por
este calvario el cuerpo de un pecador.
“Si crees, dice el Bufón,
aunque violes a la Madre de Cristo estás libre de delito”.
El Bufón era el rey del circo.
Oyendo, porque leer no es de
creer que la inmensa mayoría de aquellos señores de la guerra supiesen escribir
la O con un canuto, debieron decirse:
“Está loco este majadero.
Pero París bien vale una misa. Las inmensas propiedades de la iglesia será
el botín, ¿quién se apunta? Repite, repite eso de la primera muralla: ”
Hablando sobre la Segunda
Muralla, de nuevo, la hipocresía del Rebelde se combate con una sola palabra:
“¿Quién decís que soy yo” le
preguntó Jesús a sus Discípulos.
Y Pedro saltó, “Tú eres el Hijo
de Dios Vivo”
A lo que Jesús respondió,
“sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”.
Ergo, el Papado y la Iglesia
sólo tienen una Doctrina, y en ella no cabe otra interpretación: “Jesús es el
Hijo del Dios Vivo”. Y No hay más. Ni hay menos. El designado para suceder a
Aquel Pedro puede ser más o menos, pero su Doctrina no es suya, es la Doctrina
del Espíritu Santo que vive en el Sacerdocio Cristiano, su Templo Vivo. Esta
Doctrina es eterna, inmutable, imperecedera, incorruptible, inmarcesible,
todopoderosa y maravillosa.
La oveja no puede ser pastor.
El pastor no es oveja. Unos somos hijos del Señor, otros son siervos del mismo
Señor, pero todos somos hijos de Dios. Y cada hijo de Dios tiene su lugar en su
Reino. Que el hijo se acueste con su madre es incesto. Y este delito satánico
es en definitiva el que pretendió legitimar y legitimó la llamada Reforma, que
los hijos de la Iglesia se acostasen con su propia Madre.
No quiso Dios sin embargo que
en su demencia el hijo del Diablo tocase a la Esposa de su Hijo. Y expulsando a
los Rebeldes de su Presencia cometieron incesto con las iglesias que se dieron
los unos a los otros. Ocultando su demencia el siervo del Diablo dejó escrito:
“La segunda muralla es aún más
débil e inservible. Ellos solos quieren ser maestros de las Escrituras. Aunque
durante toda su vida nada aprendan en ellas, se atribuyen a sí mismos la
autoridad, y nos hacen creer con palabras desvergonzadas que el Papa no puede
errar en la fe, ya sea malo o bueno, para lo cual no pueden aducir ni una letra
siquiera.”
Insisto, declararle la guerra
al Señor por culpa de los delitos de sus siervos es sanar el dolor cortando la
cabeza. Según este abogado, padre de un hijo del Infierno, la tercera muralla
caería sola una vez derrumbadas las dos primeras, y a partir de ahí sería el
brazo secular el que debiera recoger el martillo y demoler lo caído.
El hipócrita hace de nuevo de
bufón para ganarse aliados entre los salvajes que le daban oídos. Se pierde en
frases rimbombantes naturales a un abogado del Diablo que justifica la Traición
pero condena la Transgresión. Se ahoga con un mosquito y se traga un elefante
rollizo. Y las bestias alemanas se quedan con la boca abierta.
“Es obra de Dios”, se repetían,
¿Has visto eso? Increíble”.
Expuestas las tres causas que
lo han arrastrado a ser el Enemigo de la Obra de Dios y reclamar la destrucción
de la Separación: Iglesia-Estado, el Salvador Alemán se lanza directo al cuello
de su presa. Firma de su puño y letra las medidas que él cree deben hacer
felices a todo el mundo y hará llover sobre Alemania, no maná sino, perdices.
Como primera medida pide la
deposición inmediata del Papado. Y en su hipocresía dice que debiera el Papa
por su cuenta bajarse de la burra y entregarle a él la mitra. Pero como esto no
va a suceder no tarda en acusar al sucesor de San Pedro de ser el mismísimo
Anticristo.
Ahora bien, que sepamos los que
sabemos leer, y no sólo sabemos leer sino que leemos, el Anticristo es aquel
que viene a destruir la Obra de Cristo. La Iglesia Católica podía poner en
aquel 1.520 d.C. : 1,520 años de existencia, a comenzar con el Nacimiento de su
Sumo Pontífice Universal, Primer Sacerdote de Dios, Jesucristo, en quien Sí
Estado e Iglesia, Rey y Señor, son una misma Persona, un mismo Hecho, una misma
Realidad. Él es Dios Hijo Unigénito.
Diciendo este hipócrita
que todos somos reyes y sacerdotes dice que todos somos hijos unigénitos de
Dios. Analizar esta demencia es perder el tiempo.
En su Segunda Medida de
Felicidad Eterna para la Nación de los “Salvajes Alemanes” el Bufón de la Corte
del Diablo se quita la máscara y apunta que no sólo quiere la deposición del
Papa y un concilio para elegir uno nuevo, para presentarse él en persona al
Papado, posición desde la que podría reconducir la Historia de la cristiandad a
mejores pastos, tal vez más calentitos, aunque nunca tanto como los de las
Guerras Mundiales en la que sus descendientes tanto disfrutaron echando en la
hoguera a docenas de millones “de perros”.
El diablo con sotana pedía
acabar con todos los Cardenales y Obispos. Su intención era la destrucción de
la Iglesia Católica edificada por los Apóstoles en el Nombre de Jesucristo.
Pero esta no era una Obra Anticristiana. Destruir la Obra de Cristo no hace al
Anticristo.
En efecto, los alemanes se
ahogaban con un mosquito y se tragaban un elefante rollizo. En fin, todo por
Paris. Una misa, sólo eso, una misa.
Y para convencer a los
ignorantes de sus paisanos les pinta el Rebelde un cuadro de la Italia del
Renacimiento que más parece el infierno de Dante que la Italia de los Miguel
Ángel y Da Vinci; aquella Italia Renacentista gloria y orgullo de la Europa
Civilizada, por cuya causa se había dejado arrastrar al Paganismo los Papas de
la serie pornócratas…. Siervos indignos,
ciertamente, que a su tiempo responderán delante del Señor por su crimen: por
su culpa haber sido blasfemado su Nombre entre las naciones. Pero que no
justifica ni podía justificar que por un dedo enfermo fuese sentenciado el
cuerpo entero a la decapitación.
En la tercera medida por la
Felicidad de la Santísima Nación Alemana su Salvador propone la abolición de
todos los impuestos establecidos por el Papado Medieval sobre las naciones
cristianas.
Nada antinatural. España hizo
esto sin ocurrírsele la Destrucción de la Iglesia. La Nación Alemana era
tan bruta, tan salvaje, que incapaz de darse un Cuerpo Social Unido, no se
le ocurría otra cosa que acusar a los extranjeros de los males que ellos
habían cultivado con tanta pasión y esmero en los últimos siglos. Es la
respuesta clásica de los fanáticos cegados por el nacionalismo. Perfecto
conocedor de la pasión por el oro de su pueblo arroja el anzuelo, agarra al pez
por la boca, y lo hace babear imaginando el banquete de oro que se va a dar el
día después de la expulsión de la Iglesia Católica de Alemania.
Acababa de ser elegido Carlos,
nieto de Maximiliano I, Emperador del Imperio más grande que jamás ha conocido
la Tierra. La apuesta espiritual sin el cebo del oro no tendría fuerza. Por eso
dice desde el principio: “Señores, Gracia y ¡¡FUERZA!!”. Era la Hora de la
Guerra Santa. El emperador era el Rey de España. Y España era Católica. Creer
que iban a apoderarse de las propiedades de la Iglesia sin enfrentarse a muerte
con Carlos V… ¿Quién era el tonto? Lutero no, pero que para nada, pero haciéndoselo
confiesa:
“Aunque soy demasiado humilde
para hacer proposiciones útiles con el fin de subsanar semejante abuso
horrible, seguiré en mi rol de bufón y diré, en cuanto mi inteligencia alcance,
lo que puede y debe hacerse por parte del poder secular o de un concilio general”.
Enseguida, despellejada la
gallina de los huevos de oro de los impuestos eclesiásticos, revela su plan:
Que el Papa sea elegido por el pueblo. … ¿Y el elegido sea él? …. Veamos.
Primero pide que
sean rebajados a simples curas de parroquias todos los Cardenales,
Arzobispos, Obispos: los acusa de ser el mal.
Inmediatamente pide que las
causas que se lleven ante el Papa no sea una bagatela. Y recordando la Palabra:
“No es justo que nosotros dejemos la Palabra de Dios y sirvamos a las mesas.
Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra y
pongamos a otros en la obra” está proponiéndose él para ser el Papa elegido por
la Nación Alemana, con la promesa de que se dedicará exclusivamente a las cosas
de Dios.
“Y por Dios, que las cosas
entre pecadores mundanos las arreglen los poderes de este mundo. Que le
dejen a él las cosas espirituales y se queden ellos con el oro. ¿Qué es eso de
acudir a tribunales eclesiásticos con disputas por asuntos mundanos?”
En su manual de peticiones con
las que él cambiaría la religión si él fuese el Papa escribe todo un rosario de
medidas dedicadas a abolir impuestos, pero enseguida despista a todos diciendo:
“Deben abrogarse los graves y
horribles juramentos que el Papa obliga a prestar a los obispos sin derecho
alguno”.
Pide la abolición del Papado,
exige la deposición de toda la Curia, y de golpe y porrazo dice que si él fuera
Papa aboliría el juramento de obediencia a la Jefatura de San Pedro, fundada
por Dios Padre, contra cuya Voluntad ni el propio Dios Hijo soñó alzarse aun
cuando sus Tres Negaciones no dejaron precisamente muy alta la reputación del
Elegido de Dios. ¡La esquizofrenia de aquel Bufón fue tremenda!
En su rol de Bufón con
aspiraciones pontificias tienta a Carlos V con la promesa de no tener que
besarle los pies, ni llevarle de la brida la mula, invento del Diablo. Y es que
la imagen que tiene el Papa de sí mismo es indigna de Cristo. Cristo no necesita
de Vicario en el Cielo, y en la Tierra debe estar sometido en todas las cosas
temporales a su señor el emperador. Siendo su misión la de perdonarle y
absolverlo de todos sus pecados. Y Amén. Su más fiel servidor, quien en
cuanto Papa se dedicaría a las cosas de la oración, a los pobres. Y no a
soñar con resucitar el Imperio Romano para declararse él el Emperador de Roma.
Muy gracioso el Bufón.
“El Papa debe dejar de
entrometerse, ni pretender título alguno sobre el reino de Nápoles y Sicilia.
Tiene tanto derecho a él: como lo tengo yo. ¡Que predique y ore!”
Si él fuera Papa, cuántas cosas
barrería. No permitiría que nadie le besase las patitas. Ni que lo llevasen en
litera, o en carroza. Suprimiría las peregrinaciones a Roma. Y no sólo a Roma.
A Santiago de Compostela. A Jerusalén. Porque:
“De ahí provienen tantos
pordioseros que, sirviéndose de semejante peregrinaje, cometen incontables
villanías y aprenden a mendigar sin necesidad acostumbrándose a ello. De allí
resulta la vida licenciosa y otras miserias que ahora no quiero enumerar”.
¡Quita Dictador, que viene
Tirano! El Papable Alemán jura delante del Emperador que abolirá todas las
creaciones de órdenes, monasterios, todas cuevas donde habitan toda suerte de
maleficio y locura. De ésta última él sabía mucho.
“Debería prohibírsele al Papa
fundar o aprobar más órdenes de esa clase. Creo que este consejo será tenido
por muy atolondrado. Más no me importa por ahora”.
El Bufón lleva dentro una
serpiente. Se hace el loco para escupir con más Fuerza su veneno. No sólo pide
el cese de los monasterios y los conventos, excepto si están bajo un santo,
sino que se casen todos, como hacen los curas ortodoxos.
“Además, aconsejo lo siguiente:
el que en adelante se haga ordenar para ser cura o para otro oficio, en ningún
caso debe prometer al obispo que observará castidad, y debe objetarle que no
tiene autoridad para exigir tal promesa y que de exigirlo es una tiranía
diabólica”.
Olvida el Bufón Alemán que
quien se hace sacerdote lo hace libremente. Nadie obliga a nadie a hacerse
sacerdote. El que no quiera que no se meta, y el que se mete en la sotana si ve
que no puede soportar el Voto es libre para colgarla. Por tanto decir que:
“el Papa es responsable por
todos los pecados que se cometan en contra de esto; por todas las almas que se
pierden por eso”
es quitar al Señor y sentarse
él en el trono del Juicio Final.
Muy Alemán. Hay que
reconocerlo.
“No me olvidaré tampoco de los
pobres conventos. El espíritu malo, que ahora confunde a todos los estados
mediante leyes humanas y les hace insoportable la vida, se apoderó también de
algunos abades, abadesas y prelados que gobiernan a sus hermanos y hermanas de
tal manera que pronto irán al infierno”
El paso por el convento, vida
para la que no tuvo vocación ni fue preparado, arrastrado a la oscura celda del
silencio por el Diablo, pesaba sobre cada estrato de su subconsciente. Odiaba
aquella vida. Nadie debía pasar por esa experiencia. ¡Qué horror! La castidad,
el celibato, la tonsura del silencio, la soledad del claustro, el Diablo por
las paredes, el Diablo jugando con su conciencia.
Dios no lo amaba, Dios lo había
abandonado a su suerte. Horror, viene el Diablo. ¿No eres el nuevo Jesucristo?
Dile simplemente “Vade Retro”. ¿No te obedece? Sal corriendo del convento.
¿Dónde está el problema? Has despreciado a Dios y has amado al Diablo, tu
Fuerza. Te ha tentado y has sucumbido. Habrá un ante y un después. “Heil Lutero”. Te escuchamos.
“También sería necesario abolir
del todo los aniversarios, los funerales y las misas de réquiem”
También la excomunión. A su
majestad el emperador no le pasará lo que a sus predecesores, que fueron
excomulgados por estos siervos del Diablo. El Papa Martín Lutero sería el más
fiel perro servidor del trono de su Majestad Satánica. El Papa Lutero aboliría
el Derecho Canónico. ¡Quince siglos a la hoguera!
Y señores, Majestades, se
abolirán todas las fiestas. Sólo el Domingo será festivo. Los otros días del
año los esclavos que arrastren las cadenas. ¿Qué eso de amar a santos y
tenerlos en el pensamiento? Es un ofensa a Dios leer sus obras, recordar sus vidas,
seguir sus ejemplos, hacerle un rincón en los templos. Además que al esclavo no
trabajar... lo enferma.
“Además, fuera de ese menoscabo
espiritual, el hombre común sufre un daño doble material. Desatiende el trabajo
y aparte de eso, gasta más que en otros días. Hasta debilita su cuerpo y lo
hace inhábil, como lo vemos todos los días”.
Y ni Papa ni Dios tiene poder
para impedirle al poder secular la abolición de todos los días de fiesta.
“Toda comunidad, cabildo o
superioridad tiene potestad de abolir e impedir sin conocimiento y voluntad del
Papa o del obispo lo que es contra Dios y perjudicial para los hombres en
cuerpo y alma”.
¿Y quién es el Papa para
negarle a un primo casarse con su prima? Dejad que se casen.
Y los ayunos. Todos prohibidos.
¿Qué es eso de la libertad?
Las capillitas de los campos.
Todas al suelo. Son lugares de peregrinaje… “que el diablo promueve para
fomentar la avaricia, instituir falsas e imaginadas creencias, debilitar
iglesias parroquiales, aumentar las tabernas y la fornicación, perder dinero y
trabajo inútilmente”.
El Odio del Bufón contra los
santos es como baba que se le cae de los labios, quiere controlarla, pero le
supera.
Los compara a los ídolos que
apartaron de Dios al pueblo de Israel. Y reduce el amor a quienes nos
precedieron y con sus ejemplos mantuvieron viva la fe en medio
de acontecimientos fatales, a simple negocio. Para el Alemán todo es
negocio. ¡Hay oro, hay Dios! Y después de despacharse el Bufón su
esquizofrenia salvaje contra la corrupción pidiendo cortar la cabeza para
acabar con el dolor de cuello, sube su tono un peldaño más y sorprende a todos
diciendo:
“Una de las grandes necesidades
es la de abolir toda mendicidad en la cristiandad entera. Sería fácil
eliminarlos a todos. Quien quiere ser pobre no debe ser rico. Si quiere hacerse
acaudalado ha de poner la mano al arado y buscárselo él mismo de la tierra.
Basta con que los pobres tengan lo suficiente para no morirse de hambre y frío”
Y dado que los conventos eran
el criadero que atendiendo a los pobres los mantenían vivos, solución a la
pobreza de su tiempo era lógica:
“Suprimid los conventos y se mueran todos de
hambre y frío”.
La mortandad que causó la
confiscación y supresión de los conventos en Inglaterra por decreto del divino
Enrique VIII fue ocultada bajo las revueltas que sangrientamente cercenó su
majestad satánica. Lutero pedía contra los alemanes esta medida. Se entiende
que de haber sabido el pueblo leer otro gallo hubiera anunciado, no la Reforma,
sino la muerte de este Bufón. No tardarían en descubrir al Diablo tras las
vestimentas de su Bufón.
“Matadlos, degolladlos a todos,
como a perros rabiosos”.
Demasiado tarde. Corrieron tras
el flautista del Infierno y cayeron al precipicio.
Requiem in pacis.
De nuevo dando una de cal y
otra de arena, si con una mano pide el genocidio contra todos los pobres, con
la otra les llena los bolsillos a los ricos. Vuelve a pedir el fin de todos los
impuestos eclesiásticos. Es el lenguaje que mejor entendían aquellos señores de
la guerra. Y haciéndose el Profeta, el Bufón satiriza su demencia así:
“¡Oh Cristo, mi Señor, mira
hacia abajo! ¡Haz llegar tu día de juicio y destruye el nido del Papa en Roma!
Ahí está el hombre del cual Pablo dijo que se levantará por encima de ti y se
asentará en tu templo, haciéndose pasar por Dios, el hombre de pecado e hijo de
perdición. Si el Papa no es el anticristo, que otro me diga quién será”.
¡Pobre Bufón! El anticristo
eras tú. Viniste a destruir la Obra de Cristo. Y ese es el Anticristo, quien
destruye lo que Cristo creó: la Iglesia Católica. ¿Hablaste de Huss y sus Bohemios? ¿Quién te creíste ser para juzgar
a los muertos? Cambias de tema para despistar. Es la táctica de un buen abogado
del Diablo. Tirar la piedra, gritar “Un burro volando”, y volver al ataque
metiendo las manos en las almas.
“El amor vale más y es más
necesario que el papado de Roma que carece de amor”.
Del Bufón las bufonadas.
Increíble pensar que a estas bufonadas se les sacarificase cinco millones de
muertos en el campo de batalla. Aquellos Alemanes, como buenos padres de los
otros que en el Siglo XX aterrorizaron al mundo, adoraban arrojarse a la pira
de sus dioses. El remate es este que viene contra las Universidades.
“¿Qué son las universidades? En
ellas se lleva una vida disoluta. Yo aconsejaría abolir del todo los libros de
Aristóteles. Digo también que sería bueno extirpar radicalmente el derecho
canónico desde la primera letra hasta la última. Las universidades deberían
educar únicamente personas muy expertas en las Escrituras, las cuales podrían
llegar a ser obispos y párrocos y servir de conductores en la lucha contra los
herejes, el diablo y todo el mundo”.
Después de explayarse contra la
Universidad, el Bufón se salta a la torera su infalibilidad ex cathedra en
teología y derecho, y se mete a historiador dando una lección a un pueblo de
brutos sobre el sentido de la Historia de los últimos dos mil años.
“Como el Papa no pudo sujetar
según su arbitrio a los griegos y al emperador de Constantinopla, que era
emperador hereditario de Roma, ideó un ardid para privarlo del mismo reino y
título, y entregárselo a los alemanes, que en aquella época eran guerreros y
gozaban de muy buen renombre, para que se apoderasen del Imperio Romano y este
llegase a ser feudo de sus manos. Y así también sucedió que se le quitara al
emperador de Constantinopla, y a nosotros los alemanes nos transfirieran el
nombre y el título del mismo. Con ello nos convertimos en siervos del
Papa”.
Curioso es que los
historiadores alemanés de los siglos posteriores ninguno haya levantado la voz
para decir, “¿pero de qué estaba hablando ese majadero?”
De donde se entiende la
complicidad de las escuelas germanas con la falsificación de la Historia y su
bendición a la manipulación de sus mentes que acabara haciendo su dios: Adolfo
Hitler, de quien este Bufón fue su profeta. A tal profeta, tal dios.
“Con esto basta de hablar de
los males espirituales. Indicaremos también algunas calamidades
seculares. Primero: sería muy necesaria una orden general y decreto
de la nación alemana contra la excesiva opulencia y los gastos en el vestir,
con lo cual empobrecen tantos nobles y personas ricas. Sería
menester disminuir igualmente las especias que son también como uno de los
buques grandes que se llevan el dinero fuera de Alemania”.
¿Y cómo ese Bufón Puritano
proponía monjificar a toda la Aristocracia
Alemana?
….“infortunio más grande de la
nación alemana es por cierto el préstamo a interés”.
Aboliendo el Sistema sobre el
que estaba basado el Comercio Mundial de la época. Porque ….
“Lo ideó el diablo, y el Papa
perjudicó a todo el mundo confirmándolo”.
Arremete el Bufón enseguida
contra la glotonería y la ebriedad.
“Un vicio peculiar de los
alemanes”.
Vicio al que el Bufón del
Diablo hizo los honores. Su mesa de santos borrachos se haría más tarde famosa
por sus conversaciones alrededor de la cerveza alemana. La hipocresía del Bufón
no le cabía al barril en la barriga.
Y por último afirma que la
prostitución no existía en Israel. ¡Pero que para nada! El episodio de la
Ramera que se entregó a Judá y es famoso en la Biblia no parece que conste en
el Canon de la Biblia Alemana. Otro truco retórico del Abogado del Diablo para
despistar a los brutos que oirían su Panfleto. A la ignorancia no se la combate
con sabiduría, es una mina de la que extraer el oro de la fama y el poder.
Bufón sería, pero de tonto ni un pelo. ¿Su remedio? :
“Dejad a los jóvenes que hagan
el amor, que eviten la prostitución holgándose los unos con los otros”.
El Matrimonio no es un
Sacramento Divino. Es sólo un remedio contra la lascivia y el pecado.
Dios no bendijo la Unión del
hombre y la mujer en razón del Acto Procreador por el que Creación y Creador
devienen una sola cosa.
NOOOOOO.
Al contrario la prostitución
existe porque existe el Matrimonio. Si todos fuesen libres para entregarse
libremente a todos cuando todos sintiesen el pecado en sus carnes, no habría
pecado porque no habría freno a la tentación, y la tentación es el fruto del
pecado, de manera que si no hay tentación no hay pecado. La culpa de todos los
males del mundo es del Papa:
“Esta debería ser la
preocupación principal del Papa”.
¿Me comprendes bien, amada
Roma, lo que quiero decir?
Y de esta manera tan divertida
cerró su Declaración y Llamada a Guerra Santa contra la Iglesia y el Emperador
aquel Bufón del Diablo.
“Muchas veces ofrecí mis
escritos para su juicio y examen. Pero no me valió para nada. También sé
perfectamente que mi causa, si es justa, ha de ser condenada en la tierra y
sólo justificada por Cristo en el cielo. Toda la Escritura enseña que la causa
de los cristianos y de la cristiandad debe ser juzgada sólo por Dios. Jamás fue
justificada alguna causa por los hombres en la tierra, sino siempre hubo en
exceso una resistencia grande y fuerte. Siempre han sido mi preocupación mayor
y mi temor que mi causa quede sin condenación, puesto que en esto notaría por
cierto que aún no agrada a Dios. Por ello que procedan con desenvoltura el
Papa, los obispos, los curas, los monjes o los doctos. Son las personas
indicadas para perseguir la verdad, como siempre lo hicieron. ¡Que Dios nos dé
a todos un entendimiento cristiano y, especialmente a la nobleza cristiana de
la nación alemana, un modo de pensar recto y espiritual para hacer lo mejor en
beneficio de la pobre Iglesia!
Amén. Wittenberg, en el año
1520.”
La esquizofrenia de este Lutero
era maligna en alto grado. Su complejo de dios infalible dispuesto a meterle
fuego al mundo con tal de hacer valer su reclamo al Pontificado se cerró en
aquellos años de prisión conventual. El Calavera Martín Lutero, estudiante
festivo adorado por sus compañeros, y lujo para la pasión de la viudita, que lo
acogía en su casa de día y por la noche en su cama, salió totalmente
reconfigurado por aquel “dios oculto” que lo domó hasta mutar su mente en la de
un esquizofrénico con síndrome de salvador universal nacionalista cuya verdad
estaba más allá del juicio de las bestias humanas. Él y sólo él tenía la verdad
absoluta. La Iglesia Católica debía ser destruida hasta sus cimientos, y en su
lugar él iba a edificar una nueva, cuya Fe no se corrompería jamás.
Tarea difícil, ardua,
impensable su ejecución en otros tiempos.
En los que corría no sólo era
ejecutable su Nueva Buena Nueva, sino que el Papado se lo ponía a
breva. Los crímenes de los Papas de finales del XV y principios del XVI
fueron un escándalo a los ojos de Dios y de los hombres. Únicamente el Saqueo
de Roma por Carlos V les hizo comprender a todos los Cardenales y sus siervos
que habían pisado la línea roja entre el Cielo y el Infierno. Tenían que
recular y abrirse al Concilio Universal que llevaban las naciones reclamando
para la Reforma de la Curia Romana. Ahí era donde estaba el problema. Dios
había levantado su Bazo y descargaba su furia contra esa Roma perversa en la
que el Papado se había refugiado para cometer todos los crímenes por cuya causa
era blasfemado su Nombre en la Tierra.
Los historiadores se equivocan
al interpretar el Saqueo de Roma por Carlos V como un acto de malignidad
española. Error tremendo. Aquel golpe fue un acto de Justicia Divina. Sin
aquella Acción el Papado y su Curia no hubiesen jamás consentido en celebrar
el Concilio que puso fin a la Perversidad del sistema iniciado en la época de
la Cautividad de Babilonia.
En tiempos de locura, en
efecto, el Bufón es el rey.
DEBATE
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