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EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIAQUINTA PARTE
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO DE SAN JUAN
EL
EVANGELIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
El Evangelio de San Juan marcó, marca y marcará por la Eternidad la
Visión que el Ser Humano y la Creación entera tiene del Hijo de
Dios. San Juan se ciñe a los Hechos de Jesús en cuanto el hijo del Hombre, de
los que él fue Testigo Personal Vivo. Pero inmediatamente, desde el mismo
Prólogo de su Evangelio deja en claro que va a hablar del Hijo de
Dios, del Verbo hecho carne.
San Mateo y San Lucas centraron sus Evangelios en el Hijo de David e hijo
del Hombre. San Juan delimita desde el Principio el campo revolucionario sobre
el que el Pensamiento Cristiano se elevaría al Misterio y Dogma de la Santísima
Trinidad. Tanto en San Mateo como en San Lucas Jesús permanece en la órbita del
Mesías, hijo de David. Desde ellos se ve al Hijo de Dios pero no al Dios Hijo
Unigénito, “Increado, no creado, engendrado de la misma Naturaleza del Padre,
Dios Verdadero de Dios Verdadero”.
No que los Apóstoles no lo conocieran o que San Juan se inventase este
Misterio. En absoluto. San Pablo fue muy claro en este terreno cuando dijo que
entre ellos se hablaba una sabiduría apta sólo para los Perfectos, aquéllos
Testigos que Dios se había elegido para dar Testimonio de la Encarnación y
Resurrección de su Hijo.
En el seno de esa Sabiduría para los perfectos habiendo sido llamados por
Dios para dar Testimonio de lo que habían visto, tocado y oído, de cara al
exterior los Apóstoles se ciñeron a ser Testigos Fieles del Cumplimiento de las
Profecías que habían tenido en Jesucristo su Consumación. Entre Ellos y en
Ellos vivía el Conocimiento Verdadero y perfecto del Hijo de Dios,
que sólo más tarde en el Concilio de Nicea, se haría Universal en el Dogma de
la Santísima Trinidad.
Los Discursos de este Dios Hijo que descubre San Juan una vez
que todos sus Hermanos en Dios se habían ido revolucionaron toda la Imagen que
hasta entonces la Iglesia había recibido.
La Roca de los Primeros Cristianos tuvo en la Resurrección de Jesús
su Templo, su Castillo, su Fortaleza Imbatible. Ninguna Persecución, ningún
horror fue suficiente para robarles ese Testimonio que los Apóstoles les
transmitieron: “Al que cree en Jesús le nace en el Alma una fuente de vida
eterna”.
El Deseo de ser Inmortal fue superado por la Fuerza de esta Vida Eterna,
Vida Indestructible, que no conoce la Muerte de los que duermen, sino que
cerrando los ojos a este Mundo lo abrimos al Mundo de nuestro Rey y Dios.
“Locura” decían los Romanos. Pero una locura establecida sobre unos Hechos
Invencibles, en Confirmación de cuya Veracidad los Apóstoles y todos los que
vivieron el Acontecimiento de la Vida del Hijo de Dios en la Tierra rindieron
sus vidas.
Esto nos llega a decir que de no haber escrito San Juan su Evangelio los
fundamentos de la Santísima Trinidad no hubiesen podido ser alzados y, a falta
de estos Discurso, con toda garantía el Arrianismo hubiese triunfado y la
Historia del Jesús de los Evangelios de San Mateo y San Lucas hubiese quedado
reducido a la de un Hombre que, amado como ninguno por Dios, fue alzado hasta
la gloria más alta a que criatura alguna podía llegar, sentarse a Su Diestra
como Rey y Señor de su Creación, imagen literaria arriana que
recogería Mahoma.
Los Evangelistas y los Apóstoles ya habían pasado cuando San Juan se
sienta y escribe su Evangelio. Juan ya no es el muchacho adolescente al que
desde la Cruz le dice el Hijo de Dios, “hijo, he ahí a tu Madre”. El Juan que
se sienta a escribir el Evangelio es ya un Hombre criado y formado a la imagen
y semejanza de Aquel quien, llamando a sus Hermanos, no de esta Creación, como
dijera San Pablo, desde su Divinidad dijera: “Hagamos al Hombre a nuestra
Imagen y a nuestra Semejanza”. Pasado lo que pasó, Él mismo se hizo hombre para
decirnos a todos : “He aquí al Hombre”.
Y este Hombre a Imagen y Semejanza del Hijo de Dios es quien se sienta, y
siendo profeta, y Hermano de este Jesús, Primogénito de Dios, expone al Público
de los Siglos el Dogma de aquella Sabiduría hablada entre los perfectos, que
ninguno de los príncipes de aquel siglo conoció, porque de haberla conocido no
hubiesen tocado jamás al Hijo de Dios.
Hasta entonces la Voluntad de Dios había sido que sus hijos, de la Casa
de Abraham, se ciñesen a los Hechos determinados por los Profetas de Israel.
Cuando el tiempo llegase en su Sabiduría Él mismo cogería la pluma y escribiría
los Discursos que puso en palabras de su Hijo para ser escritos y sellados en
Testamento. Ese tiempo había llegado.
Este Juan había visto morir a todos sus Hermanos en Dios. Él era el
Último. A él le tocaba revelar el Dogma de la Santísima Trinidad contenido en
los Discursos de Jesucristo.
En lo que se refiere a los Hechos de Juan ya los he tocado en el Misterio
del Rostro de la Madre de Jesús. Resumiendo:
Desde el momento en que Juan fue designado por Jesús como Querubín con
espada de fuego con la misión de impedir que nadie se acercase a su Madre, Juan
desaparece de la escena pública. Esa es su Misión Sagrada. Dios ya había
elegido a Juan para ser ese Querubín todopoderoso protector de la
Madre cuando Jesús le dijo a Pedro: “Si yo quiero que éste permanezca, ¿a ti,
qué?”
Ya conocemos todos la Persecución que contra la Casa de la Madre tuvo
lugar al poco. No menos conocido es el Celo que Jesús sentía por la Madre. Bien
sabía Él que los Judíos buscarían a la Madre para matarla. Lapidándola por
adúltera mancharían su Virginidad y probarían ser el Mesías un Bastardo, por
esa adúltera tenido de alguien que no fue el José que estuvo a punto de
despedirla pero acabó casándose con su prometida María de Nazaret.
Dios no podía permitir ni permitió que un solo cabello de esa
Mujer fuese tocado por los enemigos de su Hijo.
Para protegerla de todo Mal, Dios le eligió a la Madre por
Protector alguien a quien Ella quería como a un hijo, y quien la amaba a Ella
como a una madre. Ése era Juan.
Juan, cual se ve en la Primera Misa, la Divina, es un adolescente
cruzando la línea de los Adultos. Es un hombre en flor. Tanto más fogoso por su
juventud, ese regalo del Cielo que en su Inocencia alberga la Fuerza más
colosal del Universo.
Juan es el Menor de los dos hijos del Trueno. Para acceder a
la Madre había que pegar en la Puerta, y esa Puerta era él. Para
tocarla había que pasar antes sobre su cadáver. Desde su nacimiento estaba
predestinado, creación de Dios personal, para mandar sobre
cielo y tierra en la protección de la Madre, ahora su propia Madre .
En la Última Cena, la Primera Misa, la
Divina, vemos a un chaval dejando atrás la línea de la adolescencia,
queridísimo por su primo Jesús, que lo ama como se ama a un hermano pequeño, a
quien conocía desde su nacimiento. La diferencia entre ambos no es tan enorme
por la Edad cuanto por el Espíritu de este Jesús quien siendo aquel Dios que
con su Palabra creó la Luz y todo lo que existe en la Tierra, recibía como
Creador un Amor de la parte de su Creación que supera a la Muerte y tan puro
como la Pureza de su Verbo.
Juan era joven, pero amadísimo. La Madre se quedaba sola en el mundo. ¿En
quién si no en alguien a quien ella amaba como a un hijo, de su sangre, podría
esa Mujer encontrar Consuelo y sentir su Corazón vivir como si su Hijo no se
hubiese ido nunca? ¿En quién dejaría Dios la Protección de esa Mujer sino en la
Mano de alguien que la amaba como a una Madre y por Ella sería capaz de
ordenarle a la tierra que abriese su boca y se tragase a cualquiera que se
acercase a Ella?
El Hecho de poner bajo la protección de este Joven, hijo del trueno, a
una Mujer que siendo su Hijo de 33 años, Ella debería estar en sus 60s, nos
revela firmemente el Misterio de su Rostro. Viéndola junto a Jesús nadie,
excepto quien conoció a la Virgen de Nazaret, la relacionó nunca con la Madre
del Nazareno. Viendo a aquella Mujer caminando junto a aquel muchacho nadie
podía poner en duda, por el Rostro de Ella y el de él, que eran madre e hijo.
Así pues, Desde Pentecostés, ambos, la Madre y el Discípulo Amado,
desaparecen de la Escena. Juan se hace llamar Marcos. Su Misión en este mundo
era proteger a la Madre. Los Judíos podían buscar a Juan, pero ¿quién lo
relacionaría con este Marcos?
En los Hechos vemos incluso a Marcos como secretario de Pedro. Pedro
camina con la Madre y Juan durante algún tiempo, pero la atención sobre Ella no
debe jamás superar un límite crítico, y Juan se va a Alejandría, donde la Madre
criara a su hijo Jesús y a los hijos de su hermano Cleofás. Hechos que ya he
relatado en la el Primer libro de la Historia Divina de Jesús. Santiago el
Justo, el Primer Obispo de Jerusalén, fue el mayor de esos hermanos
de Jesús, hijos de María de Cleofás, siendo este Cleofás el hermano pequeño de
la Madre.
Publicado el Evangelio de Mateo, Juan escribe, bajo el nombre de Marcos,
el suyo, a fin de que se cumpliera la Escritura, “sobre dos Testigos harás
juicio”. En su primer evangelio Juan “Marcos” se limita a afirmar como
verdadero todo lo que Mateo escribe. El hijo del Trueno mantiene un
perfil invisible. No quiere ni debe sobresalir. Tampoco puede ni
quiere mantenerse al margen. Lucas aún no había escrito el suyo. La necesidad
de alzarse como Testigo Ocular de todo lo que escribe San Mateo impulsa al
Joven Juan a escribir su Evangelio, posiblemente durante su estancia con Pedro.
Tengamos en cuenta que los enemigos de los Apóstoles hubiesen estados
encantados con un Judas que les delatase el paradero de la Madre del
“Resucitado”. La muerte del hermano de Juan, Santiago, y las persecuciones
judías pusieron en movimiento tanto a Pedro como a Juan. La Adoración de los
Apóstoles por la Madre era compartida al mil por ciento por todos Ellos. La
protegen rodeando su Existencia del más absoluto de los silencios. Tener acceso
a la Madre significaba para Ellos tanto como tener acceso al Altar de los
altares donde se adora al mismísimo Dios. Ya conocían Ellos el odio de aquéllos
judíos contra la Casa de Jesús, y siendo profetas sabían que tarde o temprano
se lanzarían, como Herodes lo hiciera al principio contra la casa de David de
Belén, contra la casa de David de Nazaret.
No se equivocaron. Dios nunca se equivoca. La matanza de los hijos de
David de Nazaret se hizo.
El Amor y el Deber quiso que el mejor lugar para ser mantenida la
Madre al margen de los acontecimientos fuese Alejandría del Nilo.
La Leyenda dice que protegiendo a la Madre la gravedad de las
circunstancias impulsó a Juan a traerse con él a la Madre a España. El deseo de
San Pablo de conectar sus viajes con una Venida a España y su no hacerlo puede
situarse en este contexto. No era conveniente que el Paradero de la Madre, tal
como estaban las cosas en la Galilea, fuese descubierto por un Apóstol que
perseguido a muerte, y cuyos pasos estaban seguidos muy de cerca por sus
enemigos, condujese a éstos a la Presa más codiciada por el Diablo. No
olvidemos que si para Nosotros los Cristianos Pablo es un Santo,
para los judíos Saulo era un traidor.
La Leyenda de la Ascensión de la Madre tienen su Origen en la Palabra
Divina. “No permitiré que tu carne vea la corrupción”, le dijo Dios
a su Hijo. No la conoció el Hijo, no la conocería la Madre.
Independientemente de Hechos que derivamos del Amor, tenemos que decir
que Aquel Siglo Primero, el Siglo de Cristo, ha sido historiado muy pobremente
por los historiadores del Cristianismo. Como quien no quiere recordar un trauma
sufrido, cuyas heridas las tienen delante de los ojos, los historiadores
cristianos parecen haber buscado más excusar a los Romanos de Genocidio contra los
Cristianos que glorificar a aquella Generación de Héroes que no vacilaron en
prestar Testimonio cuando el precio fue el de los tormentos más horribles.
Ciencia de las Torturas en la que el Pueblo Romano era experto. Nosotros
podemos imaginar cómo aquel Genocidio hubo de Afectarle a Juan, EL
ÚLTIMO HOMBRE en quien el Discurso de la Santísima Trinidad estaba vivo.
No es menos curioso que sus Discípulos no escribiesen su Vida, la de este
Juan. Desde el Conocimiento del Espíritu de Cristo lo entendemos sin embargo.
Quien era Importante y en quien se debía centrar todo era en Jesús. No era en
el Nombre de Ellos que la Salvación había sido Fundada. Todo el
sentido de la Existencia de los Apóstoles tenía por norte la Estrella del Hijo
de Dios. Jesús es el Héroe de los Evangelios, la estrella de su Historia, el
Rey de la Salvación, el Verbo hecho carne, Dios con Nosotros. ¿Ante esta Obra
Divina qué importancia tiene el hombre, sea Pablo, Pedro, o Juan? Toda Gloria,
todo Honor, todo Poder y todo Amor es debido al Hijo de Dios.
Y desde este Espíritu, Juan, ya hecho Hombre, que ha sido Testigo Vivo de
la Ascensión de la Madre, en la que la Encarnación se le manifiesta en toda su
Divinidad, abre su Evangelio diciendo:
Al Principio era Jesús,
y Jesús era Dios,
y Dios se hizo Hombre.
Todas las cosas fueron hechas por Jesús
Y sin Jesús no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
En Jesús está la Vida, en Jesús tiene la Vida el Hombre.
Este Hombre se dio a conocer al mundo, pero el mundo no lo amó.
Vino un hombre, enviado por Dios, de nombre Juan,
Vino a dar Testimonio de Jesús, para testificar, y todos creyeran en
Jesús,
Juan no era Jesús, sino que vino a dar Testimonio de Jesús,
Jesús es la Imagen Divina del Hombre que vino a este mundo para la
salvación de todos los hombres
Estuvo en el mundo, que por Jesús fue hecho, pero el mundo no lo creyó.
Vino a Israel, pero Israel tampoco creyó.
Pero a cuantos le ama les da el Poder de ser hijos de Dios, por la Fe en
su Nombre.
Porque no por la sangre y la carne son contados los hijos de Dios, sino
por Jesús.
Jesús “vivió con Nosotros”, y hemos visto su Gloria, la Gloria del
Unigénito de Dios, lleno de Amor y Sabiduría.
Juan dijo, “Este Jesús es de quien os dije : el que viene en pos de mí es
mayor que yo, porque estaba al principio de todas las cosas”
De Su Plenitud Divina recibimos todos dones sobre dones.
La Ley fue dada por Moisés, pero la Verdad y la Salvación vienen de
Jesús.
A Dios Padre nadie le ha visto jamás. Dios Hijo Unigénito nos lo ha dado
a conocer, porque en Jesús vive el Padre.
Esta es la Semilla que creció contra vientos y terremotos, persecuciones
y diluvios y haciéndose un árbol que en Promesa Divina ya extendía
sus ramas hasta los confines del mundo, entregó su Fruto Maravilloso en el
Concilio de Nicea, el 20 de Mayo del Año 325 de nuestra Era.
Como se recoge del Árbol de la Vida eterna el Divino Fruto y se reparte
gratuitamente a todas los hombres que quieren vivir eternamente, porque creen
que Dios es Amor, según hemos visto en su Hijo, la Fe Cristiana se ha expandido
por las Cinco Regiones de la Tierra.
Contra la Caída de la Estrella del Evangelio en la fosa natural a la
que Arrio la descendió escribió Juan su Evangelio de la Santísima
Trinidad.
Difícil de lectura, y por difícil su interpretación abierto al error de
los ignorantes y brutos que queriendo corregir al Jesús que en Nicea reunió a
su Cuerpo en la Tierra, y como Moisés recibió en Piedra el Decálogo, le dio a
su Iglesia esta Ley Divina de la Unidad en Dios escrita en una
Piedra que jamás se rompe porque ha sido extraída de la Cantera del Ser del
propio Dios Eterno e Indestructible.
Pues sabemos que la Piedra en la que se escribió el Diálogo siendo rota
por el propio Moisés, anunciaba en esa ruptura el fin de aquella Alianza
Temporal, a la vez que anunciaba una Nueva firmada por el propio Dios Hijo
Unigénito para ser eterna e Inviolable, que en el Concilio de Nicea
fue hablada en voz alta para que los siglos repitan por la Eternidad
el Dogma de la Unidad en Dios.
Pero ignorantes como aquel Arrio que quiso corregir a Dios, y
que saldrían del propio cristianismo, como Arrio vino, no habrían de
faltarle a las iglesias. Con el paso de los siglos se levantarían a resucitar
de la tumba a Arrio, su maestro. Atreverse a corregir a Dios, poniendo en
Duda la Palabra del Evangelio de la Santísima Trinidad recibido por la Iglesia
Católica Romana en Nicea, Unidad Divina reflejada para la Salvación de la
Plenitud las naciones en la Unidad de las iglesias cristianas esparcidas por
todo el mundo, fue el Delito de Rebelión cometido por la Reforma del
Protestantismo Europeo. El Muro que levantaron entre los Cristianos es Enemigo
de la Salvación de la Plenitud de las naciones del Género Humano. El enemigo de
esta Salvación en la Unidad de las iglesias, reflejo vivo de la Unidad en Dios,
es enemigo de Jesús.
Habiendo recibido de Dios su espíritu de inteligencia
para responderle a los discípulos de aquellos ignorantes y brutos
que se atrevieron a corregir a Dios y se alzaron contra sus sacerdotes en
Concilio Universal, me es grato abriros los ojos a este Evangelio de la
santísima Trinidad para desde la Palabra de Dios rebatáis por vosotros mismos
los argumentos que por su Interpretación Irracional se han transformado en un
mal para la Salvación del Género Humano, y levantando muros entre cristianos y
cristianos han neutralizado por su división el Poder Salvador del Señor, Rey y
Dios de todos los hombres, Jesucristo.
Pues todo lo que existe, existe por Él, y sin Él no se existiría nada de
cuanto existe, de manera que siendo su Padre Dios, ha querido este Padre que su
Hijo lo sea todo para todos los hombres: “nuestro Padre que está en los Cielos,
Rey y Señor de la Plenitud de las naciones, ante quien toda rodilla debe
doblarse y reconocer por Cabeza Suprema Universal de todo Poder Humano, quien
con su Espíritu de Sabiduría gobierna todas las cosas para el Bien de todos los
hombres”.
Cegados por quienes en su orgullo de brutos irracionales, emborrachados
por la sangre de sus hermanos, y enloquecidos por los
privilegios del Poder, interpretaron la Palabra de este Evangelio para hacer,
como aquellos judíos que mediante sus palabras anulaban la Palabra de Moisés,
anular la Palabra de Jesús, “Dios con Nosotros”, abrid este Evangelio desde el
Pensamiento de Cristo, que en Juan vivía.
Engañados por los Arrios de la Edad Moderna sin
quererlo pero haciéndolo os atrevéis a negar la Presencia de Dios en
la Iglesia de Nicea, en la cual vive Jesús, su Señor, desde el Principio y por
la Eternidad. Volved a leer este Evangelio poniendo Jesús donde está escrito el
Verbo.
Juan está hablando de Jesús, el Dios que dijo “Haya Luz”, “Haya
Firmamento en medio de las aguas que separen unas de otras”, “Brillen en los
Cielos estrellas para separar la luz de las tinieblas”, y luego “Hagamos al
Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza”, y por esto dice Juan : “El
verbo se ha hecho carne, Dios se ha hecho hombre”, y “en Jesús está la Vida del
Hombre”, porque el Hombre vivía en Dios y su Ser estaba en su Corazón y Mente
antes de ser creado. Por eso se hizo Hombre para decirnos “no sois
el hombre que Dios llamó a la Vida. He aquí al Hombre”. Pero los hombres
atrapados en las leyes de la Ciencia del bien y del Mal habían aprendido a
sobrevivir en el infierno, ya no podían creer en el Paraíso. Habían sido
cuatro largos milenios arrastrándose por los campos de la Guerra, sujetos al
imperio de la Muerte, entregados como corderos para engordar el banquete de los
reyes y sus dioses malignos, cuyas imágenes monstruosas y demoníacas habían
desplazado del corazón de las naciones el Dios que su Hijo vino a mostrarnos.
No fue fenómeno extraño que aquel Pueblo Europeo Latino en cuyo corazón
la imagen de un Dios era la de un hombre Divino, encontrase abierta la puerta,
y aunque hizo falta forzarla mediante el Martirio una vez abierta la Imagen de
Dios en Jesús encontró en el Pueblo Latino un Alma rendida a su Adoración.
No es tampoco un fenómeno extraño que en los pueblos en los que la imagen
de Dios es la de un monstruo de muchas cabezas, piernas, incluso la de dragones
inmundos, serpientes horrorosas, el Dios de Jesús, Ser en el que el Hombre
tiene su Seno Eterno, no encontrase, sino muy limitadamente la entrada.
En el caso del pueblo de Israel la Historia de su relación con ese Dios,
Padre de Jesús, aunque no tuviese imagen predefinida, sí que estaba
psicológicamente establecida. El Dios de
Jerusalén era un Juez que no perdonaba sino después de
masacrar al transgresor. En ese Juez el Dios Amor que Jesús llevaba dentro era
el producto de un loco. ¡Cómo creer que ese Dios es Padre y es Amor cuando por
una manzana, teniendo el Poder de sanar cuerpo y alma, condenó a todo el mundo
a vivir en el infierno! Después de cuatro mil años en este infierno
¡qué más natural que tener el corazón duro como una piedra! Si él era el Hijo
de David, el llamado desde el seno de Abraham para aplastarle la cabeza al
Diablo y recoger la corona universal de su padre Adán, ¿a qué
venía tanto “todo lo que necesitamos es Amor”? “Pues si Dios es Amor
y tú eres el Hijo de Adán, declárate Rey y en lugar de ser salvador de mendigos
y prostitutas vístete de Tal y danos el Imperio del Mundo”.
La Verdad estaba lejos de todos los hombres. De Judíos y Gentiles. La
Creación entera estaba en pie de Guerra. La Tierra era el campo de batalla.
Fuerzas que venían de la Eternidad y del Infinito libraban su Batalla Final; el
Hombre había sido atrapado en el campo de batalla. Pero hasta que no fuese
proclamado un Vencedor, o Dios o la Muerte, Cristo o el Diablo, el mundo
seguiría siendo ese cero a la izquierda que cae bajo las ruedas y nada ni nadie
podía evitar que esas fuerzas siguiesen su Lucha sin prestarle atención al
mundo de los hombres. Ya lo decía el propio Cristo “Si hablándoos de las cosas
terrenas no entendéis ¡cómo comprenderéis las cosas de los cielos!”.
Muchos siglos habrían de pasar hasta que los hombres pudiésemos
comprender las cosas de esta Batalla Final cuya Guerra remonta su Origen a la
Eternidad.
Sin Este Evangelio de la Santísima Trinidad la Luz que
nos conduce a esta Comprensión no sería posible. Y esta
Luz es la declaración del Nicea en la que Dios declaró a su Hijo de su Misma
Naturaleza, Dios Verdadero de Dios Verdadero, su Igual, su Familia: Tú-Dios,
Jesús, su Hijo Amado. Quien ama a este Hijo, ama a Dios; quien no lo ama, no ama
a Dios. Quien no dobla sus rodillas ante la Corona del Hijo de Dios, no entrará
en el Reino de Dios. Quien cree, tiene las Puertas de la Vida Eterna abiertas.
Al que no cree, le espera el Juicio.
En su Hijo tiene la vida su Padre. Y la Vida es Amor, Alegría, Felicidad,
Libertad, Creación.
Y en este Hijo tienen su vida todos los hijos de Dios, los de nuestro
Mundo como los de los demás Mundos creados antes del nuestro, y los que serán
creador durante la Eternidad de los Cielos.
Nada pide Dios de nadie excepto esta Verdad. No quiere teologías ni
quiere ciencias, ni razones ni obras. La Obra Divina que abre la Puerta del
Corazón de Dios es el Amor a esta Verdad. Jesús es Dios Verdadero de Dios
Verdadero. Delante de Dios todo lo demás es un absurdo. El Amor a su Hijo es su
Vida.
Tal es el espíritu del Evangelio de la Santísima Trinidad de este Juan.
En este simple resumen está contenida toda la esencia de las Palabras de Dios
que recoge Juan en su Evangelio. “Sed niños, amad como los niños. ¿Acaso se
preguntan los niños por qué aman a sus padres, o en lugar de amar y vivir se
dedican a radiografiar qué es ese amor, de donde viene, qué sentido tiene?”
Ni las grandes obras, ni las grandes razones, el Amor es la
Llave. Ni feo ni pequeño, el amor de un padre es incondicional, natural, no
necesita detenerse qué amor es ese, o por qué ama.
La locura, para los sabios y los genios. “Dios no se piensa, Dios se
ama”. Es el Grito de Victoria de Juan. Ese Amor se ha encarnado. Lo vemos, lo
tocamos, lo sentimos. Los sabios se pierden persiguiendo una sabiduría que les
da la espalda; los genios se hunden en la destrucción buscando la creación. La
criatura corre a los brazos de su padre, y su padre es Dios.
No hay División en Dios. Padre e Hijo tienen el mismo Espíritu. Son un mismo
Espíritu. Dos Personas, un único Espíritu Eterno. Este Espíritu se hizo Hombre
por Obra y Gracia de Dios en el seno de una Virgen para que pudiésemos tocarlo,
vivirlo, sentirlo, comprender por qué el Amor es Dios.
Dios es Amor, pero Dios es también Ley. “No tendrás más Rey que Dios, mi
Hijo. No le declararás la Guerra a tus hermanos. Cuidarás de tus
padres y los protegerás en su ancianidad como ellos te cuidaron y te
protegieron durante tu niñez. La verdad será la ley de tu alma y la amarás con
todas las fuerzas de tu ser. La Libertad es sagrada, no se la robarás a ningún
Ciudadano del Reino de Dios. Todo el oro y toda la plata, todos los recursos de
la Creación le pertenecen al Señor, tu Rey, y las distribuiréis entre vosotros
acorde a las necesidades de todos. No levantarás falso testimonio ni
corromperás a la Justicia levantándote contra la Ley de la Creación. En la
Palabra está el Hombre, el que ama la Mentira se declara enemigo del Hombre. No
busques el Poder por el Poder, porque la corrupción será tu aliado y la Muerte
tu recompensa. Sed santos, porque Dios, vuestro Creador, es Santo. Ama a tu
prójimo como a ti mismo, porque aquí vive la Santidad de Dios, a cuya Imagen y
semejanza habéis sido creados”.
Difícil lenguaje de entender para quien tiene un corazón de piedra y un
alma corrompida por el Poder que viene de la espada y del Oro. Pero este es
Dios y este es su Evangelio
INTRODUCCIÓN A SAN PABLO
EFESIOS: VIAJE AL CORAZÓN DEL ESPÍRITU SANTO
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