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EL CORAZÓN DE MARÍACAPÍTULO I:
“YO SOY EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO” HISTORIA DE LA SAGRADA FAMILIA
Segunda
Parte
EL NÓMADA
De todos los niños de Nazaret
a ninguno como al Cleofás le cayó tan bien José. Pero desde el mismo
día que José llegó a Nazaret. No es mentira que José hizo su entrada
en Nazaret espectacularmente. Su caballo íbero negro como la noche
y sus tres perros asirios cazadores de leones rompiendo genial la
monotonía. Luego estaba el jinete; gigante en su Bucéfalo, hijo
de Pegaso, el caballo de los superángeles; el pelo ni largo ni corto,
al cinto la mismísima espada de Goliat.
Aquél gigante era puro misterio.
Sus rasgos psicológicos y físicos no coincidían con la imagen popular
del nómada sin patria chica, siempre borracho, siempre pendenciero,
más bien flaco, los morros rojos vinateros, los sesos quemados por
los soles y los fríos. No señor, aquél nómada no era otro más. Los
nómadas iban en burros, en el mejor caso en yeguas viejas, chinches,
pulgas y chuchos por compañía. No señor, aquel José era puro misterio.
Desde fuera, para los de
fuera, Cleofás era el señorito del pueblo, el niño mimado de sus
hermanas las Vírgenes. Mientras todos los muchachos se dedicaban
a ayudar en el campo, el señorito Cleofás vivía a cuerpo de príncipe
sin saber lo que eran la hoz y la chapulina. Así que si se pasaba
el día en la Carpintería de José no era porque le hiciera falta
ganarse el pan. Para nada. Si se decidió a servirle de aprendiz
no fue porque el hermano de la Virgen tuviera que aprender un oficio.
Lo que de verdad le privaba a Cleofás era ascender de categoría
a los ojos del Carpintero, ganarse su confianza y recibir su permiso
para pegar el bote, subirse en lo alto de aquel caballo íbero y
darse el disfrute de ver el mundo a lomos de aquella criatura mágica.
Al cabo Cleofás subió de
monaguillo a fraile, y ya recorría el mundo de fiesta en fiesta
a lomos del maravilloso caballo de su jefe. A los vecinos del pueblo
les tenía mosca que el Carpintero le diera tanta cuerda al muchacho.
Un caballo de aquéllos no se prestaba, y menos, como quien dice,
a un niño.
La respuesta de José a las
suspicacias de sus nuevos vecinos fue prestarle a su aprendiz, además
de su caballo, dos de “sus cachorros”. Cada vez que enviaba a su
ayudante y aprendiz de carpintero a una aldea vecina, José le daba
por compañeros de viaje un par de sus cachorrillos, dos canes en
vías de extinción que le regalaron en su día sus padrinos babilonios.
Cleofás empezó llevando un
encargo a la aldea vecina, a caballo naturalmente. Y acabó por tener
el caballo de su patrón como propio cuando con ocasión de alguna
fiesta local, una fiesta de la vendimia, por ejemplo, sus hermanas
casadas reclamaban su presencia. Fue así cómo Cleofás conoció a
María de Canaán, la futura madre de sus hijos, los famosos hermanos
de Jesús.
Cleofás y señora se conocieron,
se casaron, y se instalaron en la casa de la Hija de Jacob, y tuvieron
sus hijos.
Digámoslo todo, la Carpintería
del Nómada no era una multinacional del mueble ni tenía vocación
de líder del sector, pero para Cleofás que José era el mejor. Enamorado
y padre de sus niños el taller de su jefe era todo lo que tenía,
y Cleofás estaba dispuesto a dejarse la piel antes de verlo hundirse.
De todos modos, su jefe era un hombre extraño. No le faltaba nunca
la plata. Vendiese o no vendiese siempre ganaba la casa. Tampoco
lo machacaba con sus problemas. Nunca. En realidad, José el único
problema que tenía era que no tenía señora. Ni se le conocía pretendiente.
No por falta de mujeres. No. Era él, José. No tenía mujer porque
no se la había dado Dios todavía. Y lo decía José con el misterio
de quien tiene un secreto inconfesable.
-Dios dará, hermano, Dios
dará…, le respondía José al muchacho.
Al poco de nacer su sobrino
José, segundo entre los hijos de Cleofás, la Virgen cerró el duelo
por la muerte de su padre.
La Virgen había vencido.
Hizo un Voto y lo había cumplido. Ahora era libre para casarse;
y casándose cumpliría el juramento que su padre le hizo al Señor
y no pudo cumplir porque la Muerte se le cruzó en el camino.
Ante testigos sagrados juró
en su día Jacob de Nazaret, sobre la cuna de su Primogénita María,
legítima heredera del rey Salomón, sobre su vida juró Jacob que
sólo le daría su hija por esposa al hijo de Helí, hijo de Resa,
hijo de Zorobabel, hijo de Natán, profeta, hijo de David, rey.
Al poco de nacer el segundo
de los hijos de Cleofás, José el Carpintero le pidió la mano de
la Virgen María a la Viuda. La Viuda aceptó la petición, y al otro
poco se firmaron los documentos del contrato de bodas entre María,
hija de Jacob, hija de Matán, hija de Abiud, hija de Zorobabel,
hija de Salomón, hija de David, rey, y José, hijo de Helí, hijo
de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Natán, hijo de David, profeta.
La noticia de la boda de
José el Carpintero y María la Virgen arrasó Nazaret.
-La Virgen se casa.
-Con el Carpintero. Lo sabía.
Un partido excepcional la
novia. Dueña de la casa de la colina, propietaria de las mejores
tierras de la comarca, fundadora del taller de sastre y costura
de Nazaret que vendía los vestidos de novia más buenos, bonitos
y baratos de la región.
¿Quién era el novio? Un don
nadie de Belén, un nómada a la aventura que había encontrado lo
que estaba buscando. ¡Quién se iba a pensar que donde fracasaran
tantos buenos partidos fuera a triunfar un forastero sin causa!
Así que, si por parte de
Madre nuestro Jesús era el heredero de Cleofás de Jerusalén, Doctor
de la Ley, su abuelo, y por parte de Madre también todas las propiedades
de su abuelo Jacob de Nazaret le pertenecían, estamos hablando entonces
de un joven rico llamado Jesús de Nazaret. ¿O acaso creéis que quien
le pidiera al joven rico dejarlo todo y seguirle no hizo El mismo
ese acto de renuncia y abandono de todas sus propiedades?
Hijo de sus padres, durante
su mandato nuestro Jesús levantó la economía de su familia a su
máximo esplendor de comodidad y prosperidad. Durante los días que
estuvo al frente de la Casa de su Madre las bodegas se llenaron
de excelentes vinos, los almacenes rebosaron de trigo, aceite, aceitunas
de mesa, higos, granadas, leche, carne, y peces que le traían desde
el mar de la Galilea a su casa, cuando no iba a buscarlo nuestro
Jesús personalmente. Los vinos de las viñas de Jesús de Nazaret
se vendieron en toda la Galilea; poco pero excelente, el mejor.
Te alegraba y jamás te ponía violento, el día después se levantaba
uno con la cabeza despejada, el corazón alegre. Vino de Jesús de
Nazaret, vino de Baco, decían los romanos de la guarnición de Séforis,
a dos horas de distancia.
Los titos abuelos de su Madre,
Isabel y Zacarías, le habían legado también propiedades en las afueras
de Jerusalén.
El heredero legítimo de Zacarías
e Isabel era Juan, como todo el mundo sabe. Antes de nacer Juan
el Bautista como ya no esperaban tener un hijo Isabel y Zacarías
legaron todo lo que tenían a la madre de María. Este testamento
no se revocó jamás debido a la muerte violenta de Zacarías y a la
desaparición de Isabel y Juan en las cuevas del Mar Muerto.
Así que en la Jerusalén de los dineros el Joven Nazareno fue conocido como se conoce un misterio. En realidad, nadie sabía quién era. En lo que todos parecían ponerse de acuerdo era en ser Jesús de Nazaret, el hijo de la Señora María, un joven de una prudencia y de una sabiduría superior a la talla normal en un hombre de su juventud. Manejaba dinero, pero no le interesaba el Poder. Estaba acostumbrado a mandar y ser servido, y sin embargo seguía aún soltero. Era culto, hablaba los idiomas del imperio, ¿creéis que le pusieron intérprete para hablar con Pilatos? Sabía escribir, tenía genio para los negocios. Su Madre era el punto débil del Joven Nazareno. ¿Pero a quién no se le perdona esto?
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