Cristo Raul "EL VENCEDOR EDICIONES"

 
 

Historia del

Próximo Oriente Antiguo

I

El Primer Periodo de Dominio Semita

Resumen de lo expuesto

De todo lo escrito y deducido del trabajo de los maestros en Historia del Próximo Oriente Antiguo, y sin entrar en los detalles propios del sabio, especialista de los detalles, y sólo desde el ojo del observador de las Memorias de la Civilización, se desprende que el Gran Periodo que va de Finales del Neolítico a los Orígenes de la Realeza en Kish, después del Diluvio, existe lo que podríamos llamar una pérdida de memoria, y que, siguiendo la comparación, estamos en nuestro derecho a emparentar su etiología con un trauma de propiedades universales.

Hemos visto en la sección anterior cómo las Ciudades del Periodo de Recuperación se lanzaron a la conquista del reino universal, se dedicaron a las guerras y en sus alardes de conquista pasaron por el fuego a sus enemigos. Enmenbaragesi de Nippur no se contentó con su trono sino que sacó su ejército fuera de las murallas de su Ciudad y arrasó el Elam y, se entiende, toda la región.

De donde comprendemos que la estructura de la mente monárquica posdiluviana no difiere en nada de la mente natural a las castas de sangre azul de todos los tiempos y lugares a la manera que una bestia de la misma especie no difiere en su comportamiento a causa de las distancias entre sus miembros, aunque sí se oberve una cierta adaptación al medio concreto. En el caso de la Guerra como medio de Dominio de la Humanidad, sea en su conjunto o en sus partes, la diferencia entre los milenios se sitúa a nivel de tecnología de destrucción y esclavización.

Enmenbaragesi, como Ciro o como Alejandro o como cualquier otro sujeto con vocación monárquica dinástica, hizo lo que el grito de su sangre le pidió en razon de su objetivo: roturar el campo, arrancar toda mala hierba y sembrar su simiente. Y lo que elevó su gloria sobre las de sus predecesores fue, sin duda, el número de muertos sobre el que fundó su dinastía. Con Enmenbaragesi el hombre que causara el Diluvio estaba de vuelta. La Raza Humana podía felicitarse.

Emmerkar, la Leyenda de Nimrod.

Los historiadores, o mejor dicho, los arqueólogos, hablan desde la Leyenda de los escritos sumerios diciendo que Emmerkar fue nieto de Utu, quien abandonó Mesopotamia y se lanzó a la Mar.

Analizando un poco de pasada la leyenda y si nos permitimos un desplazamiento de las posturas antibíblicas del siglo XX en favor de una toma de postura desde la que observar aquel mundo, y extendemos a sus días el conocimiento de la Navegación, es curioso ver cómo en ningún caso nuestros maestros han deducido de este conocimiento su uso, reduciendo ciencia tan estricta a la pesca en los ríos, donde, contradictoriamente, vete a saber para qué quiere conocer astronomía un pescador de ranas.

Pero si nosotros nos quitamos las lagañas y le devolvemos al Hombre Semita y Sumerio el Ser no sabemos por qué magia potagia aventureros de aquéllos días no fueran a emprender la ruta de los mares en busca de tierras desconocidas Es más, si nosotros cavilamos y relacionamos la extensión del Mito del Diluvio a toda la Geografía del Planeta es obligatorio concluir que fueron muchos los aventureros que se lanzaron a los mares, descubrieron tierras y llevaron con ellos el Recuerdo de la Leyenda del Mundo Perdido, y en algunos casos la Civilización, posible base de algunos imperios futuros, hoy perdidos.

Uno de aquéllos aventureros sería el abuelo de este Emmerkar, que durante su Principado fundó la que sería una Ciudad para la Historia, URUK, la de las altas murallas, la de las torres que se alzaban al cielo y desafiaban a los propios dioses. Uruk la Dorada, con sus casi seis kilómetros cuadrados de muro, la ciudad más grande del mundo.

De Uruk se dicen muchas cosas. Del estudio arqueológico de sus restos se desprende lo que ya se viene diciendo, de un sitio, que los antiguas ciudades vieron renacer sobre sus ruinas ciudades nuevas, construidas por los supervivientes del Diluvio: "Los restos más antiguos que se conservan de Uruk (niveles XVIII-XVI) están datados entre 5300 aC y 4574 aC y pertenecen, por las características de su cerámica, al periodo de El Obeid. Entre las fases XVI y IX (V milenio aC) se observa un periodo de transición cuya denominación no está fijada. Es a partir del nivel X (3800 adC) cuando se empiezan a encontrar rasgos claramente característicos de un nuevo período: el llamado periodo de Uruk. Algunas de sus características son: una cerámica de paredes finas y gruesos "labios" biselados; la difusión del sello cilíndrico: un rodillo de piedra con diseños grabados en su superficie que, al hacerla rodar sobre el material fresco, imprime las imágenes; y una monumental arquitectura".

Y del otro, que el mundo inmediato al Diluvio se había entregado tanto al placer sin moral ni ley, como a la guerra total: "Se tienen referencias de las prácticas sexuales habituales en la ciudad, la cual, al estar dedicada a la diosa Ishtar, parece que amparaba las prácticas homosexuales o transexuales y la promiscuidad. Así, en el poema babilonio de Erra se critica duramente la actitud de un rey de Uruk, que no trata con suficiente amabilidad a "prostitutas, cortesanas y busconas [...] a los chicos alegres que cambiaron su masculinidad por feminidad" ya que estos con sus actos veneran a la diosa. Parece que el hecho de que los jóvenes durmieran en sus propias camas era algo preocupante y la copulación en las calles era una práctica habitual".

En cuanto a la guerra total en que sorprendiera el Diluvio a todos los habitantes de la Antigua Mesopotamia la Universidad de Chicago afirma que: "Una inmensa batalla destruyó una de las ciudades más grandes del mundo en los años 3500 a.C., y dejó atrás, preservados tal cual, los instrumentos necesarios de la vida diaria -afirman la Universidad de Chicago y el Departamento de Antiguedades de Siria. La zona entera, objeto de la excavación, era una zona de guerra" confiesa Clemens Reichel, Investigador Asociado al Instituto Oriental de la Universidad de Chicago. Reichel es el co-director de la Expedición Arqueológica Sirio-Americana de Hamoukar y dirigió el equipo en la zona. Salam al-Quntar era el co-director por la parte del Departamento Sirio de Antiguedades. Hamoukar es ua ciudad antigua al noreste de Siria lindando con la frontera de Iraq. El descubrimiento sirve la evidencias más abigarradas sobre la guerra a gran escala a que se había entregado el mundo mesopotámico a la altura de la mitad del IV Milenio AC"... Es decir, justo antes del Diluvio.

Y que existe un Trauma dividiendo el mundo antiguo lo demuestra la forma en que se contradicen los arqueólogos a la hora de interpretar los estrados objetos de sus estudios. "No se conoce con certeza hasta que punto estaba jerarquizada la sociedad de Uruk. Se han propuesto varios modelos diferentes. Así, el arqueólogo checho Petr Charvát defiende que se trataba de una sociedad básicamente igualitaria lo cual se demostraría entre otras cosas en el carácter abierto de los edificios centrales de la ciudad, alejados de ser palacios cerrados y rodeados de plazas y foros, recordando al aspecto de las polis griegas posteriores. Otros autores, como Pollock, defienden que el gobierno de Uruk era básicamente autoritario y que la supremacía de ésta sobre el resto de regiones fue lograda mediante la fuerza". Interpretaciones que no tendrían que enfrenarse sino encontrarse si se partiera de los dos Periodos Básicos sobre los que estuvo determinada la evolución de la Zona desde el Neolítico al Diluvio. El estrato igualitario se corresponde al Periodo Neolìtico Presumerio y el estrato autoritario al Periodo Mesopotámico que abrió la Caída. Si esta división en razón del elemento Religioso parece no científica recuérdese qu ela Caída no fue más que la renuncia de la Civilización a la Paz com medio de Crecimiento en favor de la Guerra como instrumento acelerador de esa Expansión. Consecuencia de la cual fue el choque Caín-Abel y la exportación de esta Tragedia a todo el mundo, dando paso el estrato Igualitario al Autoritario y la evolución del estrato vencedor, el Autoritario, a la aniquilación del Ser en el Hombre y la Guerra a escala masiva que nos señalan los Arqueólogos. Que Dios sintiese náuseas ante un hombre sin el Ser no era, conociendo a Dios, más que solo natural. Y asi fue; se hizo el Diluvio.

La Dinastía de Uruk

Mas allá de la cuestión desfilando entre los genios, si Emmerkar fue Nimrod o se debe creer que Nimrod vino a ser Sargón, fundador de Akkad, el hecho es que nos hallamos a mitad del Tercer Milenio. Enmenbaragesi, el conquistador del Elam y el nuevo rey del mundo se vio sorprendido por la fuerza del rey de Uruk y su corona pasó a la nueva Ciudad del Momento. Y como le es solo natural a la sangre azul, Enmerkar extendió su gloria y dominio por todo el universo conocido. Tanto que -se dice- bajo su cetro los pueblos, convencidos de la necesidad, se plantearon la construcción de la Torre de Babel. Los críticos juran que no puede ser porque Babel es Babilonia. Será cuestión de gustos. Muchas veces las ciudades tienen nombres que significan cosas y existiendo Babel desde mucho que la Torre se llamase Babel no implica que su emplazamiento tuviese esa ciudad.

Lubalganda el Pastor

El pastor le quitó el Cayado a la casa de Enmerkar y se coronó rey en Uruk. La Lista dice que Enmerkar y su dinastía sentó su trasero en el trono por 745 años, pero esta cantidad debe entenderse dentro del globo en el que se marca la película la Lista. Nadie ha resuelto aún el misterio de la forma de medir el tiempo que tenían aquéllos antiguos y, si ya no lo han hecho, no creo que sea cuestión de perder el tiempo. El hecho es que Dinastía del fundador de Uruk la Dorada dio paso a una Nueva Dinastía, la de Lubalganda, que a su vez dejó paso o fue interrumpida por un breve tiempo por el intento de Dumuzid el Pescador de alzarse con la corona. Intento que no fructificó a causa de Gilgamés, el hijo y heredero de Lubalganda, bajo cuyo reinado Uruk pasó de la Leyenda al Mito y extendió su cetro sobre las Cuatro Regiones, si no efectivo al menos sí a la manera de Salomón, o sea, gobernando el mundo sin ser el emperador del universo.

Gilgamés, cuyo padre fue un fantasma, señor de Kulaba

En un momento se creyó que Gigames pertenecía al exclusivo reino de la fantasía, pero pruebas posteriores han confimado que su existencia es historia y su carácter semidivino debe enraizarse con la manía persecutoria de aquellos reyes y sus familias, para quienes proclamarse dios era el delirium tremens supremum, y así lo hacían. Su reinado, lo confirma su Epica, fue el típico de un déspota paranoico y esquizoide que se creyó de verdad que era un dios al estilo de los héroes bíblicos antiguos, cruce de una hembra humana con un ser de otra creación, los famosos hijos de Dios. Y por su forma de gobernar, a lo Herodes el Grande, pobre de aquél que no le reconociese su origen divino, hijo de una diosa y un mortal.

Terminando esta especie de viaje por la mitad del tercer milenio a.C., sobre el que desde el punto de vista de la historia puede decirse poco más, y en línea general aburrido, y sólo desde la Arqueología puede abrirse el tema a una sesión profundamente más soporífera, pero cachondamente instructiva sobre la estúpida perfidia en la que nuestro Género se ha movido desde el día que "los marcianos= hijos de Dios del Génesis", le tomaron gusto a nuestras mujeres y por una de ellas echaron a arder nuestro mundo, digamos que Gilgamés y Uruk sembraron el odio por todos sitios y al final le devolvieron de todos los sitios el fruto, pasando la corona de Uruk a Ur, cuyas puertas cruzaremos otro día.

Observemos que Dios creó al Hombre para "labrar la tierra", lo que traducido al cristiano quiere decir que Dios creó al Hombre para Cultivar el Arbol de la Civilización; y pensando en el Futuro "lo creó desnudo", lo que traduciendo al cristiano, de nuevo, quiere decir que la Primera Civilización Mesopotámica no conocía ni la Tecnologìa Armamentística ni la Ciencia de la Guerra. De acuerdo a la ideología imperialista del evolucionismo del XIX, no siendo el ser humano más que una bestia carnívora y caníbal, lo lógico hubiera sido encontrar en sus primeras ciudades grandes depósitos de huesos humanos y cuarteles repletos de instrumentos de guerra. Cual no sería la sorpresa cuando descubren que no sólo no existen tales depósitos ni cuarteles sino que las primeras ciudades mesopotámicas estaban construidas de acuerdo a una ley de paz social y justicia distributiva, basándose la economía de las primeras comunidades mesopotámicas en un reparto de los bienes de acuerdo a las necesidades familiares, cuyo gobierno estaba en manos del Templo.

Mas de pronto aquel estrato arqueológico da paso a nuevos estratos fundados en la ley de los dioses ... Y en nombre de sus dioses los pueblos se entregan a toda clase de crimenes: Parricidios, fratricidios, homicidios, incestos, pedofilia, pederastia, esclavitud, trata de blancas, sodomofilia, gomorronea y el espectro completo de delirios clásicos y obvios en un mundo sujeto a la Ley de la Ciencia del bien y del mal.

De manera que el Hombre creado por Dios, desnudo para la Guerra y formado para cultivar el árbol de la civilización mediante la Verdad, la Paz y la Justicia, de la noche a la mañana pega un cambio, revienta aquellos fundamentos, se viste de guerra hasta los dientes y siembra el odio por todas las regiones, cultivando en recompensa el odio a muerte de los supervivientes de sus guerras en honor de los dioses que desterraron de la Tierra a su Creador y la convirtieron a la Religión del Infierno.

Esta Ciencia de Cultivo de la Muerte a través de la semilla del Diablo, el Odio, había dado sus frutos antes del Diluvio y conducido a su sistema a la guerra total a que, Dios, no pudiendo ver aquella carnicería final, quiso ahorrarle a su Hijo el espectáculo mediante el Diluvio, apagando así Fuego con Agua.

La Uruk de los los Enmerkar, Labalganda y Gilgames no cambió en nada los métodos empleados por Kish a la hora de imponerse como medio de vida vivir a cuenta del sudor ajeno, que es, de todas las leyes de la Muerte y del Infierno, la más clásica y casi hasta el fundamento de todas las demás. Por muy fantástica que nuestros desenterradores de tumbas hallan pretendido vestirnos los esqueletos de aquellos tiempos, la verdad pura y dura es que ni Enmerkar ni Lubalganda ni Gilgames, mirados al espejo, se movieron por pasiones distintas bajo cuyos impulsos se movieran los Alejandro Magno, Julio César y Gengis Kan. Las magnitudes de las fuerzas en movimiento y del espacio de acción son las que marcan la diferencia, pero en el fondo el botón de control remoto estaba en las mismas manos, la Muerte, y el efecto era el mismo: La Guerra.

Siguiendo con esta lógica Uruk cultivó el odio y cuando el fruto estuvo maduro el odio puso en las manos de los reyes de Uruk su salario: ruina y destrucción.

 

GILGAMES,

cuyo padre fue un fantasma, señor de Kulaba....

 

En un momento se creyó que Gilgames pertenecía al exclusivo reino de la fantasía, pero pruebas posteriores han confirmado que su existencia es histórica y su carácter semidivino debe enraizarse en la manía persecutoria de aquéllos reyes y sus familias para quienes proclamarse dios era el delirium tremens supremum, y así lo hacían.

Su reinado - lo confirma su Epica - fue el típico de un déspota, paranoico y esquizoide que se creyó de verdad que era un dios al estilo de los héroes bíblicos antiguos, cruce de una hembra humana con un ser de otra creación, los famosos hijos de Dios. Y por su forma de gobernar, a lo Herodes el Grande, pobre de aquél que no le reconociese su origen divino, hijo de una diosa y un mortal. (Asunto este de la invocación de los reyes a la divinización de sus dinastías que nos pone delante de un recuerdo popular sobre el acontecimiento que la Biblia nos describe, cuando "los hijos de Dios se cruzaron con nuestras mujeres y les parieron los héroes de muy antiguo". Tengamos en cuenta que estamos hablando de un Mundo que se movía en el tiempo a velocidad mínima y que apenas si había superado el trauma del Diluvio, un acontecimiento traumático regional que seguiría impregnando la conciencia de los supervivientes casi mil años después. La prueba esta Leyenda de Gilgamés, rey de Uruk).

Asi pues, y terminando esta especie de viaje por la mitad del tercer milenio a.C. - sobre el que desde el punto de vista de la historia puede decirse poco más, y, en línea general, aburrido, y sólo desde la Arqueología puede abrirse el tema a una sesión profundamente más soporífera, pero cachondamente instructiva sobre la estúpida perfidia en la que nuestro Género se ha movido desde el día que "los marcianos = hijos de Dios del Génesis" le tomaron gusto a nuestras mujeres y por una de ellas echaron a arder nuestro mundo - digamos que Gilgamés y Uruk sembraron el odio por todos sitios y al final le devolvieron de todos los sitios el fruto, pasando la corona de Uruk a Ur, cuyas puertas cruzaremos otro día.

Observemos que Dios creó al Hombre para "labrar la tierra", lo que traducido al cristiano quiere decir que Dios creó al Hombre para Cultivar el Arbol de la Civilización, y pensando en el Futuro "lo creó desnudo", lo que traduciendo al cristiano, de nuevo, quiere decir que la Primera Civilización Mesopotámica no conocía Tecnología Armamentística ni Ciencia de la Guerra.

De acuerdo a la ideología imperialista del evolucionismo del XIX, no siendo el ser humano más que una bestia carnívora y caníbal, lo lógico hubiera sido encontrar en sus primeras ciudades grandes depósitos de huesos humanos y cuarteles repletos de instrumentos de guerra. Cual no sería la sorpresa cuando descubrieron que no sólo no existen tales depósitos ni cuarteles sino que las primeras ciudades mesopotámicas estaban construidas de acuerdo a una ley de paz social y justicia distributiva, basándose la economía de las primeras comunidades mesopotámicas en un reparto de los bienes de acuerdo a las necesidades familiares, cuyo gobierno estaba en manos del Templo.

Mas de pronto aquel estrato arqueológico da paso a nuevos estratos fundados en la ley de los dioses ... Y en nombre de sus dioses los pueblos se entregan a toda clase de crímenes: Parricidios, fratricidios, homicidios, incestos, pedofilia, pederastia, esclavitud, trata de blancas, sodomofilia, gomorronea y el espectro completo de delirios clásicos y obvios en un mundo sujeto a la Ley de la Ciencia del bien y del mal.

De manera que el Hombre creado por Dios, desnudo para la Guerra y formado para cultivar el árbol de la civilización mediante la Verdad, la Paz y la Justicia, de la noche a la mañana pega un cambio, revienta aquellos fundamentos, se viste de guerra hasta los dientes y siembra el odio por todas las regiones, cultivando en recompensa el odio a muerte de los supervivientes de sus guerras.

Esta Ciencia de Cultivo de la semilla del Diablo, el Odio, había dado sus frutos antes del Diluvio y conducido a su sistema a la guerra total a que, Dios, no pudiendo ver aquella carnicería final, quiso ahorrarle a su Hijo el espectáculo, mediante el Diluvio, apagando así Fuego con Agua.

La Uruk de los Enmerkar, Lubalganda y Gilgamés no cambió en nada los métodos empleados por Kish a la hora de imponerse como medio de vida a cuenta del sudor ajeno, que es, de todas las leyes de la Ciencia del Bien y del Mal, la más clásica y casi hasta el fundamento de todas las demás. Por muy fantásticos que nuestros desenterradores de tumbas hallan pretendido vestirnos los esqueletos de aquellos tiempos, la verdad pura y dura es que ni Enmerkar ni Lubalganda ni Gilgamés, mirados al espejo, se movieron por pasiones distintas bajo cuyos impulsos se movieron los Alejandro Magno, Julio César y Gengis Kan. Las magnitudes de las fuerzas en movimiento y del espacio de acción son las que marcan la diferencia, pero en el fondo el botón de control remoto estaba en las mismas manos: la Muerte, y el efecto era el mismo: La Guerra.

Siguiendo con esta lógica, Uruk cultivó el odio y cuando el fruto estuvo maduro el odio puso en las manos de los reyes de Uruk su salario: ruina y destrucción. Pero de aquéllos días de tinieblas y fuego quedó para nosotros, la posteridad, el recuerdo del héroe más grande de aquel casi Milenio que fuera desde el Diluvio a la Edad de Oro de Uruk: el rey Gilgamés.

Ahora, y ya a las puertas de Uruk la Festiva, antes del descubrimiento de la potencialidad poética y metafísica del ser humano en las civilizaciones anteriores a los griegos, que el Poema de Gilgamés representa, este cancionero rompe el estrecho círculo de traductores, se sale de su esfera de poder y nos abre aquéllos tiempos a la mente de sus actores. Si en el Paleolítico se supone la religión como una especie de magia silvestre-cazadora, el Neolítico Posdiluviano se abre el pecho y expone su corazón al futuro, negando el fundamento del mundo que nos ha correspondido vivir, ya se sabe: El Dinero mueve todas las cosas,  presentándonos como fundamento del Pasado: El Deseo de la Inmortalidad.

Deseo que superó una selva de terrores milenarios y alcanzó el Gólgota para desde la Resurrección iluminar el Ser con la Luz de la Inmortalidad realizada, elevada ahora a la categoría de Vida eterna. Victoria que, sin embargo, no explica, desde el punto de vista histórico, el origen de dicho Deseo, que, si analizado desde el Ateísmo Científico se resuelve en auténtica locura -Freud endulzaría la píldora llamando el fenómeno religioso una Neurosis Obsesiva-, y desde esta óptica Gilgamés sería un loco. Pero hay un problema añadido, no sólo Gilgamés, era el mundo de Gilgamés entero elque estaba loco, como se demuestra del estudio de las Religiones Comparadas, lo afirma la Arqueología y, sin querer, pero teniendo que asentir, lo firman la Paleontología, la Antropología, la Etnología, etcétera.

Haríais mal, pues, en leer este Poema o Leyenda siguiendo las pautas de la Poética o dejándoos conducir por la opinión de los sabios del siglo XX.

Si la Lista Real Sumeria prueba que en otros tiempos se medían las cosas desde otros parámetros, la Leyenda de Gilgamés demuestra que el Hombre es religioso por naturaleza desde que Dios le insuflara en el rostro aliento de vida a su imagen y semejanza, es decir, el Ser. Y es este Ser el que aspirando a la Inmortalidad y negándosele la satisfacción que Dios le legitimara se halla en la causa de la conducta de la Humanidad desde Caín a Judas, y desde San Pablo a Benedicto XVI.

Sin más, pasemos a la Leyenda pura y dura: