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SALA DE LECTURA B.T.M.

 

HISTORIA DEL PRÓXIMO ORIENTE ANTIGUO. HISTORIA DE SUMERIA Y AKKAD

RIMUSH Y MANITUSHU

(2279-2254 A.C.)

 

Los dos siguientes reyes de Akkad y sucesores del imperio de Sargón fueron sus dos hijos, Rimush y Manishtusu, que reinaron, según la lista de reyes, en orden inverso de edad, ya que esa autoridad asigna nueve años a Rimush, y después quince a Manishtusu, de quien se dice que era el hermano mayor de su predecesor; pero hay que añadir que existen variantes de la duración de los reinados. Ambos reyes parecen haber comenzado con campañas contra los rebeldes, que incluían expediciones a las tierras al este del Tigris y a Elam, pero es Manishtusu quien, en uno de sus monumentos, se refiere a “todas las tierras que dejó mi padre Sargón” como que “en enemistad se han rebelado contra mí”, dando a entender así que él era de hecho el sucesor inmediato de Sargón, como cabría esperar de su primogenitura. En la actualidad no parece haber pruebas capaces de zanjar esta cuestión, por lo que puede mantenerse provisionalmente el orden de la lista de reyes.

Rimush, en cualquier caso, se enfrentó claramente a su sucesión con una revuelta general. La cronología de sus medidas militares es tan poco determinable como las de su padre, pero en un lugar cuenta cómo en el tercer año después de que el dios Enlil le hubiera dado el reino llevó a cabo una invasión victoriosa de Elam, y relata el número de prisioneros y muertos. Sus primeros años estuvieron sin duda ocupados con la otra campaña descrita en sus inscripciones, una que precedería necesariamente a la re-subyugación de las provincias más lejanas del este. El país meridional de Babilonia propiamente dicho, la antigua “tierra” y las grandes ciudades sumerias, habían aprovechado la oportunidad de la muerte de Sargón para deshacerse de la dominación de los intrusos que, por mucho que hubieran llegado a parecerse e imitar culturalmente a los sumerios, debieron ser considerados por éstos con algunos de los mismos sentimientos que más tarde abrigarían contra los gutis o los amorreos; de hecho, los acadios fueron en éste como en otros aspectos precursores de los amorreos. Se ha observado que no encontramos ningún rastro de hostilidad en los registros entre sumerios y semitas: así planteado es cierto, pues no había ninguna distinción étnica que implicara estos términos, pero la oposición sale a relucir claramente en la campaña de Rimush que pudo tener lugar en su primer año. Afirma explícitamente que sus oponentes eran “las ciudades de Sumer”, y que las trató con una severidad ejemplar, pues tras su derrota sacó a 5.700 de sus soldados y (al parecer) los metió en prisiones. El líder de esta revuelta fue el rey de Ur; es llamado “rey” por su conquistador, y evidentemente ocupó, por algún tipo de reconocimiento general, la soberanía sobre la “tierra” que era la distinción registrada en la lista de reyes. Esto está, de hecho, debidamente registrado por esa autoridad, pues es posible insertar el nombre de este Kaku como último de la Segunda Dinastía de Ur, por lo demás desglosado de los documentos tal como los tenemos. Con ello se obtiene (si la restauración es correcta) un sincronismo entre los gobernantes nombrados en la lista de reyes, y también un ejemplo más de la debilidad característica de esa compilación, pues en ella las dinastías de Ur II y Akkad están divididas por no menos de otras seis dinastías y veintidós reyes.

Kaku, el líder de la revuelta sumeria, fue capturado junto con su ciudad, que quedó indefensa al ser desmantelada su muralla. La calamidad que cayó sobre Ur en ese momento quizá se refleje, aunque oscuramente, en el lamento atribuido a Enkheduanna, la primera titular (conocida por la historia) del célebre cargo de suma sacerdotisa del dios Luna en esa ciudad, que se convirtió tradicionalmente en la prerrogativa de hermanas e hijas del monarca reinante, y así continuó hasta los últimos años de los registros babilónicos. Enkheduanna ha dejado un monumento propio, y su nombre en algunos cilindros-sello pertenecientes a sus sirvientes. La lamentación la representa como la víctima de un desastre que había afligido a Ur: el dios Luna, enfadado, había dejado de ocuparse de su pueblo y había permitido que su sacerdotisa fuera conducida al exilio, impotente, según parece, para aplacar la ira de su propio hermano contra la ciudad rebelde.

Pero hubo más de un centro de la revuelta, ya que Rimush reunió a sus prisioneros de otras “ciudades de Sumeria”, y las inscripciones revelan los nombres de aquellos que, como buenos súbditos del “rey” nacional y como patriotas, tomaron parte en la batalla contra la dinastía extranjera. Dos de ellas eran las vecinas Lagash y Umma, antiguas rivales pero siempre susceptibles de estar bajo el mismo control al estar sometidas a las mismas necesidades. En esta ocasión estaban dirigidos por sus respectivos ensi; falta el nombre del jefe de Umma, el de Lagash está escrito con caracteres de lectura incierta. El jefe de Umma era probablemente el superior de estos dos, pues se le describe acompañado de su “precursor”, mientras que otros jefes locales cuentan con su “mensajero” o visir. Aliados notables, destinados igualmente a ser trofeos del victorioso acadio, fueron Meskigala, ensi de Adab, y Lugalushumgal, ensi de Zabalam. De todos estos lugares las inscripciones de Rimush cuentan largas historias de muertos y prisioneros.

Estando como resultado de esta campaña segura en su retaguardia, el rey pudo ahora dirigirse a la reconquista del este. Sus inscripciones no distinguen claramente entre las guerras en Sumer y en Elam, pero tienen al menos tendencia a relatar los acontecimientos en las dos regiones separadas, y cabe suponer que las operaciones se extendieron a lo largo de dos campañas en direcciones diferentes.

Los preliminares de la campaña elamita se prepararon al final de su sometimiento de las ciudades sumerias, pues en un lugar afirma claramente que, tras su victoria sobre Kaku y los aliados del sur, “a su regreso” asoló Kazallu, hizo prisionero a su ensi Asharid e infligió a la ciudad rebelde una enorme pérdida de muertos y cautivos. En otras partes de las inscripciones se asocia a Der con Umma en un desastre común, y no es probable que Umma pudiera enfrentarse de nuevo a Rimush en un segundo año.

Fuera como fuese, la expedición contra Elam, que se describe en un grupo de textos copiados en Nippur, iba a resultar el mayor triunfo del sucesor de Sargón. Aunque en general se nombra a Elam, el escenario de su principal victoria fue el distrito de Barakhshe, donde su padre, antes que él, había librado una de sus guerras más gloriosas.

Según las inscripciones de Rimush, los ejércitos de Elam y de una tierra llamada Zakhara se habían unido contra él. Su jefe era Abalgamash, rey de Barakhshe, que tenía consigo a Sidgau, llamado “gobernador” de Barakhshe. Al mando de la hueste de Zakhara estaba el gobernador de esa tierra. Sidgau, al menos, era un viejo oponente de Sargón, y su restauración fue sin duda un acto de desafío. La batalla tuvo lugar entre Awan y Susa, al parecer sobre un río nombrado en una oscura frase que parece hablar de verterlo sobre ellos (?). Sea como fuere, la victoria fue completa, y el rey contó más de 16.000 derrotados, tal vez muertos, y más de 4.000 prisioneros, así como un gran peso de oro y cobre parte del cual dedicó al dios Enlil en Nippur. El resultado de esta victoria fue no sólo la recuperación completa de Barajshé del control de los elamitas, sino la destrucción de algunas ciudades elamitas y el establecimiento de al menos una soberanía tributaria sobre el propio Elam: “Rimush, rey de Cis, era señor de Elam”. El rey termina con una afirmación rotunda de que su reino era ahora indiscutible, Enlil lo había revelado (?), y 'por los dioses Shamash y Aba lo juro; ¡sin mentiras, sino de verdad!'.

Rimush era ahora igual a su padre y declara que 'poseía para Enlil el mar superior e inferior y las montañas, todas ellas'. Su jactancia ha sido corroborada por el hallazgo generalizado de trofeos dedicados por él en todo su imperio, especialmente fragmentos de vasos de alabastro con inscripciones de su triunfo sobre Elam y Barakhshe, siendo ellos mismos parte de los innumerables botines traídos de allí. En el extremo norte de Mesopotamia se ha encontrado uno de estos fragmentos en el gran emplazamiento, aún sin nombre, de Tell Brak, y hasta allí, hasta la cabecera del Khabur, se extendió el dominio de Rimush. Sobre el resto de su reinado, nueve años en total, no hay información; es de suponer que disfrutó pacíficamente de su poder y de sus ingresos. Pero su reinado y su vida terminaron por una conspiración palaciega, en la que fue asesinado por algunos de sus cortesanos “con sus sellos”, o “tablillas selladas”, según relatan ciertos presagios, cualesquiera que sean las armas que esto indique. Otro presagio anuncia el presagio de Akkad, de Rimush y de Manishtusu: no consta lo que ocurrió en esta ocasión, pero posiblemente podría interpretarse como que Manishtusu tuvo algo que ver en el asesinato de su hermano, al que, inocente o culpable, sucedió.

Es posible que sus primeros años fueran pacíficos, pues existe una figura de piedra del rey, encontrada en Susa, en la que Eshpum, el ensi de esa ciudad, inscribió una dedicatoria a una diosa local en beneficio de su señor. Pero, más tarde o más temprano, la revuelta se renovó y las batallas de Sargón, tal vez de su sucesor, tuvieron que librarse de nuevo. Sin embargo, Manishtusu, cuando escribe que “todas las tierras. . que dejó mi padre Sargón se habían enemistado conmigo y ni una sola se mantuvo firme”, parece ignorar el reinado de su hermano, si es que éste había precedido.

Sus tareas contra los rebeldes eran las mismas a las que se habían enfrentado sus antepasados; tenía que someter tanto al sur como al este. En un lugar se da un detalle interesante sobre esta operación: dividió su ejército en dos partes, pero no relata cuáles eran los objetivos de estas dos divisiones. Una de ellas, al menos, se enfrentó a las fuerzas de dos tierras diferentes pero aliadas, y presumiblemente adyacentes, Anshan y Sherikhum, que fueron derrotadas y su rey (pues ambas parecen haber estado bajo un mismo gobernante) llevado en triunfo y conducido al templo del dios Sol en Sippar, acompañado de ricos regalos para el dios procedentes del botín capturado. La otra división fue quizá la fuerza que libró una guerra “al otro lado del mar” contra treinta y dos reyes de ciudades que se habían reunido para la batalla. Éstos fueron derrotados, sus ciudades sometidas, sus líderes asesinados y su país ocupado “hasta la mina de plata”. Manishtusu aprovechó la oportunidad para transportar piedra desde esta región hasta los muelles de Akkad, e hizo una estatua de sí mismo para colocarla ante el dios Enlil en Nippur. También transportó madera para la construcción de su templo en Sippar.

Los escasos relatos de esta campaña (no más que unas pocas frases repartidas entre dos inscripciones) sólo ofrecen una visión momentánea y desconcertante, pero de un mundo más amplio. Anshan, nombre célebre hasta los últimos días de la historia de Babilonia, era una de las principales provincias elamitas, generalmente unida a Susa, de la que toma precedencia en los títulos de los reyes elamitas. A pesar de esta frecuente aparición en muchas épocas y contextos diferentes, hay muy pocas pruebas de su posición geográfica, y las autoridades modernas han dudado si situarla al norte o al sur de Susa. Su reino hermano de Sherikhum, por el contrario, sólo es mencionado una vez por Sargón y en esta inscripción, lo que no hace más que indicar la probabilidad de que se trate de una región costera más allá de Anshan. Esta localización marítima se ve apoyada por una notable variante del texto del “monumento cruciforme”; en lugar de “Anshan y Sherikhum” (con el determinativo simple de “lugar”) la variante sustituye “Anshan y la ciudad de Meluhha”. Este último nombre ha proporcionado durante mucho tiempo uno de los enigmas de la geografía antigua, ya que, muy brevemente, los textos posteriores lo aplican sin duda a las lejanas tierras africanas de Nubia o Etiopía, mientras que en contextos anteriores (y algunos posteriores también) se aplica casi con la misma claridad a un país no sólo menos remoto, sino situado al este en lugar de al oeste. La ruta normal a Meluhha era por mar, y hay muchas referencias, desde el periodo Akkad en adelante, a importaciones por mar de madera, oro, piedras semipreciosas y marfil procedentes de Meluhha. Además, su nombre se asociaba regularmente con el de Magan, una tierra que ahora puede situarse con cierta seguridad a orillas del golfo de Omán, y que incluso puede corresponderse en parte con la Makran medieval y moderna. Puesto que siempre se da a entender que Meluhha está más distante que Magan, su aparición en lugar de Sherikhum, aunque aporta un argumento más a favor de la Meluhha "oriental", resulta sorprendente en su sugerencia de cercanía, ya que Sherikhum, cualquiera que fuera su verdadera ubicación, no estaba fuera del alcance de una expedición militar desde el sur de Irak, mientras que se ha pensado, con cierta plausibilidad, que Meluhha incluía al menos las florecientes ciudades río arriba del Indo, ahora famosas pero desconocidas hasta su reciente descubrimiento, con quizá también puertos por descubrir en el delta del gran río.

Existen pruebas materiales irrefutables de las relaciones entre las dos civilizaciones de Mesopotamia y de Sind, tanto en forma de productos naturales como de artefactos, y fue en el periodo de Akkad cuando dichas relaciones parecen haber alcanzado su apogeo. Sin embargo, es difícil imaginar cómo un ejército de Manishtusu puede haber penetrado en cualquier país incluso dentro del radio de Mohenjo Daro, o cómo tal extensión de territorio puede haber estado en manos de un solo gobernante, “rey de Anshan y Sherikhum (o, Meluhha)”, como las inscripciones lo llaman de diversas maneras.

Se plantearía una dificultad adicional si el siguiente pasaje del texto continuara relatando que el rey cruzó el Mar Inferior en barcos para hacer frente al otro cuerpo de sus enemigos. Pero aunque hay una referencia inequívoca a los barcos y a los treinta y dos reyes hostiles reunidos “al otro lado del mar”, la frase real que se supone describe la travesía es de significado dudoso, y apenas es necesario imaginar una invasión de la costa desértica de Arabia.

 

NARAM-SIN

(2254-2218)