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SALA DE LECTURA B.T.M.

 

HISTORIA DEL PRÓXIMO ORIENTE ANTIGUO

HISTORIA DE SUMERIA Y AKKAD

 

Creación de la primera ciudad

 

Eridu es el Edén mesopotámico, el lugar de la creación. Éste es el inicio de una historia que narra cómo el dios babilónico Marduk creó el mundo:

Una casa sagrada, una casa de los dioses en un lugar sagrado no se había construido, la caña no había aparecido, no se había creado un árbol,

No se había colocado un ladrillo, no se había construido un molde de ladrillo,

No se había construido una casa, no se había edificado una ciudad,

No se había edificado una ciudad, ninguna criatura viviente se había situado (en su interior).

(...) Todas las tierras eran mar.

El manantial del mar era un caño de agua.

Entonces se construyó Eridu, se edificó Esagila,

Esagila, cuyos cimientos Lugaldukuga situó en el Apsu. (...)

El creó a los dioses, a los Annunnaki, iguales.

La ciudad sagrada, la morada que deleita (sus) corazones, la llaman con solemnidad.

Marduk construyó un entramado de cañas en la superficie de las aguas.

Creó barro y lo vertió en el entramado de cañas.

Para instalar a los dioses en la morada de (sus) deleites,

Creó a la humanidad.

 

 Esta narración es un mito de los orígenes, de cómo el mundo, según lo conocía el pueblo de Mesopotamia, fue creado; establece la noción de ciudad como lugar sagrado y, al mismo tiempo, hace referencia a una ciudad en concreto, Eridu. El período anterior a la creación se describe como la ausencia de todos los rasgos característicos de la civilización, así como la entendían los mesopotámicos. En el mar primigenio, la primera ciudad, Eridu, y el gran templo de Marduk en Babilonia, Esagila, son «creados» o, con más propiedad, son concebidos mediante un acto de pensamiento divino que inicia el proceso de la verdadera creación. Como los habitantes de los pantanos de Irak, que siguen construyendo sus cabañas en islotes flotantes de caña, el dios vierte barro sobre un entramado de juncos para formar una plataforma. A partir de esta base primordial, ciertamente endeble, se inician las ciudades y los templos; a partir de entonces, los dioses residen en la tierra y viven en ciudades. Y puesto que la morada que «deleita los corazones» de los dioses está en las ciudades, las ciudades mesopotámicas son siempre sagradas.

Por tanto, el Edén mesopotámico no es un jardín, sino una ciudad, formada a partir de una porción de tierra rodeada por las aguas. La primera construcción es un templo. Así es cómo la tradición mesopotámica presentaba la evolución y la función de las ciudades, de las que Eridu proporciona el paradigma mítico. A diferencia del Edén bíblico, del cual el hombre fue expulsado para siempre después de la Caída, Eridu siguió siendo un lugar real, imbuido de un carácter sagrado, pero siempre accesible. El intenso carácter local de esta narración mítica, con sus referencias a las condiciones particulares de la región, es impresionante y sólo comprensible si se considera el emplazamiento de Eridu.

Eridu es el antiguo nombre de un lugar conocido en la actualidad como Abu Shahrein. La etimología de la palabra Eridu es desconocida; podría pertenecer a un substrato lingüístico de una temprana cultura presumeria. Los sumerios la escribían con el signo NUN, que se asemeja a un árbol o incluso a una caña. La situación geográfica de Eridu es singular. Es uno de los asentamientos más meridionales, está situada en el límite de la llanura aluvial y próxima a los pantanos: la zona de transición entre tierra y mar, con sus cauces cambiantes, islas y frondosos cañaverales. Asimismo, el desierto occidental, que se extiende cientos de kilómetros y sólo consiste en dunas de arena y yermos salpicados de rocas, está lo bastante cerca para amenazar el lugar y sepultarlo bajo la arena. Esta situación implicaba que la antigua Eridu tenía acceso inmediato a tres entornos físicos harto distintos (la llanura aluvial, el desierto y los pantanos) y, por tanto, a tres modelos diferentes de subsistencia: la agricultura, el pastoreo nómada y la pesca. Sin embargo, es aún más destacable que la ciudad dominase su propio ecosistema, pues se había construido sobre un altozano dentro de una depresión situada unos seis metros por debajo del terreno circundante, lo que permitía que se reunieran las aguas subterráneas. Este terreno pantanoso puede convertirse en un lago de tamaño considerable en los meses de subida de las aguas. Los primeros textos mesopotámicos, elaborados a inicios del tercer milenio, subrayan la importancia de este lago. En sumerio se conocía como el abzu (Apsu en acadio). En las regiones meridionales, donde apenas llueve, la manifestación más evidente y crucial del agua era el abzu. En Eridu, según los textos, rodeaba el centro religioso y se hizo sinónimo de éste. En concordancia con la noción mesopotámica del cosmos, la tierra era una extensión sólida, con forma de disco, que se hallaba dentro de una inmensa masa de agua. Debajo de la tierra se hallaba el abzu; por encima, el cielo formaba una bóveda más o menos impermeable que sostenía la parte superior de la masa de agua que, en ciertas épocas y lugares, caía en forma de lluvia por los agujeros del cielo. Eridu era el centro del culto al dios o la diosa del agua dulce.

El texto citado al principio del capítulo proviene de una tablilla cuneiforme escrita durante el período neobabilonio, en algún momento del siglo VI a.C. Hormuzd Rassam lo descubrió entre las ruinas de Sippar. Posiblemente pertenecía a la colección de un sacerdote instruido, ya que estaba escrito tanto en sumerio como en babilonio. El relato de la creación es la introducción a un encantamiento que debía recitarse para purificar el templo de Nabu en Borsippa. Aunque esta versión en concreto data de un período relativamente tardío (el primer milenio), la tradición que hace de Eridu la ciudad más antigua se remonta a los primeros textos escritos a finales del cuarto milenio; Eridu ya encabeza la lista de términos geográficos. La Lista real sumeria empieza como sigue: «Después de que la realeza descendiese del cielo, Eridu se convirtió en (la sede) de la realeza. Alulim gobernó 28.800 años como rey; Alalgar gobernó 36.000 años. Eridu fue abandonada, (y) la realeza se trasladó a Badtibira». La antigüedad de Eridu era un conocimiento tradicional, repetido tantas veces que acabó por convertirse en un hecho, o cliché, para los especialistas occidentales que leyeron estos textos mesopotámicos antes de que se descubriese el emplazamiento de la ciudad. La historia de la investigación arqueológica de Eridu muestra cómo la sabiduría recibida de las fuentes antiguas se vio refutada y confirmada al mismo tiempo.

 

MESILIM DE KISH

(2500 a.C.)

 

LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS EN SUMER; LOS ALBORES DE LA HISTORIA Y EL SURGIMIENTO DE LAGASH

En su origen, las grandes ciudades de Babilonia eran poco más que conjuntos de rudimentarias chozas construidas al principio con juncos cortados en los pantanos, y que poco a poco fueron dando paso a edificios bastante más sustanciosos de arcilla y ladrillo seco. Desde el principio parece que el santuario del dios local desempeñó un papel importante en la fundación y posterior desarrollo de cada núcleo de población. Del periodo prehistórico en Babilonia sabemos poco, pero cabe suponer que, ya en la época de la inmigración sumeria, se habían formado rudimentarios asentamientos en torno a los centros de culto de los dioses locales. Este era, en cualquier caso, el carácter de cada pueblo o ciudad de los propios sumerios durante los primeros periodos hasta los que podemos remontarnos en su historia. En Fara, el yacimiento sumerio más primitivo que se ha examinado hasta ahora, encontramos al dios Shurupak dando su propio nombre a la ciudad en torno a su santuario, y Ningirsu de Lagash domina y dirige a su pueblo desde el primer momento

Shuruppak fue conocida en la tradición mesopótamica posterior por haber sido hogar del héroe del Diluvio mesopotámico: Ziusudra Utnapishtim (en el poema de Gilgamesh) o Atrahasis (en la tradición babilónica). Según este mito Enlil, molesto por lo ruidoso de los humanos decide destruirlos. Enki, advertido de sus intenciones y sabiendo que los dioses necesitan los sacrificios que los hombres ofrecen, informa a Atrahasis de que construya una barca en la cual, una vez comienza la inundación, suben él y su esposa guardando semen de todos los animales. Cuando al fin se retiran las aguas, la pareja ofrece un sacrificio a los dioses que estos reciben hambrientos. Al final, los dioses crean nuevos seres humanos, reprenden a Enlil y otorgan la inmortalidad a Atrahasis y su esposa. En la versión sumeria de este mismo relato se menciona que Shurupak fue entregada al culto de Sud.

Otras ciudades-dioses, que más tarde se convirtieron en poderosas deidades del panteón babilónico, ya existen y han adquirido en diversos grados sus caracteres posteriores. Enki de Eridu es ya el dios de las profundidades, el santuario de Enzu o Nannar en la ciudad de Ur es un centro del culto a la luna, Babbar de Larsa aparece ya como un dios solar y el dispensador de la ley y la justicia, mientras que la diosa sumeria más poderosa, Ninni o Nana de Erech, tiene ya su santuario y adoradores en la ciudad de su elección.

Por qué pasos adquirieron las ciudades-dioses sus caracteres posteriores es imposible decirlo ahora, pero podemos suponer que el proceso fue gradual. En las primeras etapas de su historia, el carácter del dios local, como el de su ciudad, debió de ser mucho más simple y primitivo de lo que nos parece visto a la luz de su desarrollo posterior. La autoridad de cada dios no se extendía más allá de los límites del territorio de su propio pueblo. Cada ciudad se contentaba con librar batallas en su nombre, y la derrota de una era sinónimo de la caída de la otra. Con la amalgama gradual de las ciudades en estados más grandes, el dios de la ciudad predominante tomaría naturalmente precedencia sobre los de los pueblos conquistados o dependientes, y al subsiguiente proceso de ajuste probablemente podamos rastrear las relaciones entre las diferentes deidades y el crecimiento de un panteón. Que Enki hubiera sido el dios de las profundidades desde el principio es bastante natural en vista de la posición de Eridu en una extensión de agua conectada con el Golfo Pérsico. Pero cómo se produjo que Ur fuera el centro de un culto a la luna, o que Sippar, en el norte, y Larsa, en el sur, estuvieran peculiarmente asociadas con el culto al sol, son preguntas que aún no pueden responderse, aunque es probable que futuras excavaciones en sus emplazamientos puedan arrojar alguna luz sobre el tema.

En el caso de una ciudad, las excavaciones ya nos han permitido trazar el crecimiento gradual de su templo y de las viviendas circundantes durante una parte considerable de su historia. La ciudad de Nippur se encuentra en una relación peculiar con otras de Sumer y Akkad, por ser el santuario central de los dos países y la sede de Enlil, el jefe de los dioses. Niffer, o Nuffar, es el nombre por el que aún se conocen los montículos que marcan su emplazamiento. Llevan mucho tiempo desiertos y, al igual que los emplazamientos de muchas otras ciudades antiguas de Babilonia y Asiria, no hay ninguna ciudad o pueblo moderno construido sobre ellos o en su vecindad inmediata. La pequeña ciudad más cercana es Suk-el-Afej, a unas cuatro millas al sur, situada en el borde oriental de las marismas de Afej, que comienzan al sur de Niffer y se extienden hacia el oeste. La ciudad grande más cercana es Diwaniya, en la orilla izquierda del Éufrates a veinte millas al suroeste.

En verano, los pantanos cercanos a los montículos consisten en charcos de agua conectados por canales a través de los cañaverales, pero en primavera, cuando las nieves se han derretido en el Taurus y las montañas del Kurdistán, la crecida convierte los pantanos en una inmensa laguna, y todo lo que salta a la vista son palmeras datileras aisladas y algunas pequeñas aldeas construidas en lomas elevadas por encima del nivel del agua.

Aunque, durante las crecidas, Niffer queda a veces casi aislado, el agua nunca se acerca a una distancia considerable de los montículos propiamente dichos. Esto no se debe a ninguna configuración natural del suelo, sino al hecho de que alrededor de la ciudad interior, cuyo emplazamiento está marcado por los montículos, se construyó un anillo exterior de viviendas en un momento en que la ciudad cerrada de los periodos anteriores se quedó demasiado pequeña para contener a la creciente población. Las excavaciones americanas, que se han llevado a cabo en el lugar entre los años 1889 y 1900, han demostrado que la zona de habitación más antigua era mucho más restringida que los montículos que cubren la ciudad interior.

Las excavaciones en el emplazamiento de Nippur y su templo han ilustrado el aumento gradual del tamaño de una ciudad sumeria, y la forma en que el templo de la ciudad-dios conservó su posición como edificio central y más importante. Las excavaciones, sin embargo, han arrojado poca luz sobre la forma que asumió el templo durante periodos anteriores a la dinastía de Ur. De hecho, aún desconocemos la forma o disposición de un templo sumerio primitivo; pues en yacimientos tempranos como Fara, Surghul y Bismaya no se descubrieron los restos de ningún edificio importante, mientras que los escasos restos del templo de Ningirsu en Tello datan del periodo comparativamente tardío de Ur-Bau y Gudea. En este último emplazamiento, sin embargo, se han descubierto varias construcciones anteriores y, aunque no son de carácter puramente religioso, es muy posible que se emplearan en relación con el servicio del templo. Aparte de las viviendas privadas, son los únicos edificios de los primeros sumerios que se han recuperado hasta ahora, e ilustran de forma contundente el carácter primitivo de las ciudades de esta época.

Los registros escritos más antiguos de los sumerios que poseemos, aparte de los grabados en piedra y de carácter puramente votivo, se refieren a la venta y donación de tierras, y demuestran que ya estaban en boga ciertas costumbres con respecto a la transferencia de propiedades, que volvemos a encontrar en periodos históricos posteriores. En Lagash, en Tell K, y ligeramente por debajo del nivel del edificio de Ur-Nina, se hallaron unas cuantas tablillas de este tipo, de forma redondeada y fabricadas con arcilla sin quemar, por lo que pueden asignarse a un periodo anterior a su reinado. Otras de la misma forma redondeada, pero de arcilla cocida, se han encontrado en Shuruppak. Es un hecho significativo que varios de estos documentos, tras describir la cantidad de tierra vendida y registrar el precio principal que se pagó por ella, enumeren una serie de regalos suplementarios hechos por el comprador al vendedor y a sus asociados. Los regalos consisten en bueyes, aceite, lana y tela, y en el obelisco de Manishtusu se registran regalos precisamente similares. Así pues, parece que incluso en este período tan temprano ya estaba firmemente establecido el sistema de tenencia de la tierra que prevaleció tanto en Sumer como en Acad bajo los primeros gobernantes históricos.

De las tablillas de Shuruppak también aprendemos los nombres de varios de los primeros gobernantes o funcionarios de esa ciudad, en cuyos reinados o periodos de mandato se redactaron los documentos. Entre los nombres recuperados están los de Ur-Ninpa, Kanizi y Mash-Shuruppak, pero no se les da ningún título en las tablillas, y es imposible decir si su cargo precedió al de patesi, o si eran magistrados de la ciudad que estaban subordinados a un gobernante de rango superior. Otra de estas primeras escrituras de venta está inscrita, no en una tablilla, sino en el cuerpo de una estatuilla de piedra negra que se ha encontrado en Tello. Por el texto sabemos que el comprador de la propiedad era un tal Lupad, y la figura evidentemente pretende representarle. Aunque se encontró en el emplazamiento de Lagash, y el texto registra una compra de tierras en esa ciudad, es notable que Lupad sea descrito como un alto funcionario de la vecina ciudad de Umma, que fue la principal rival de Lagash durante la mayor parte de su historia. El carácter arcaico de la escultura y la forma primitiva de la escritura sobre ella sugieren una fecha no muy posterior a la de Ur-Nina, por lo que debemos suponer que la transacción tuvo lugar en un periodo en el que una de las dos ciudades rivales reconocía la soberanía de la otra. A diferencia de otras figuras sumerias que se han recuperado, la cabeza de Lupad tiene una ligera cresta sobre la frente y bajo los pómulos. Esto ha sido explicado por Heuzey como representación del pelo corto y la barba, pero más probablemente indica los límites de las partes de la cabeza y la cara que estaban afeitadas. Así pues, Lupad no presenta ninguna excepción al método general sumerio de tratar el cabello.

Para asignar una fecha a figuras como la de Lupad es necesario, a falta de otras pruebas, guiarse enteramente por el estilo de la escultura y el carácter de la escritura. Se han recuperado varias figuras de este tipo de tipo sumerio arcaico, y tres de ellas representan a reyes que gobernaron en diferentes ciudades en este periodo temprano. La más bella de ellas es una figura de pie de Esar, rey de Adab, que se encontró en el curso de las excavaciones americanas en Bismaya, y que ahora se conserva en el Museo Imperial Otomano de Constantinopla. Sus descubridores afirmaron que era el ejemplo más antiguo de escultura sumeria conocido, pero puede situarse aproximadamente en la época de la dinastía de Ur-Nina. Un segundo rey está representado por dos fragmentos de una estatuilla de Tello, inscrita en caracteres arcaicos con una dedicatoria de E-abzu, rey de Urama, mientras que la tercera es una figura sentada de un rey de la ciudad o distrito septentrional de Maer, o Mari, y se conserva en el Museo Británico. La misma incertidumbre se aplica a la fecha de Ur-Enlil, un patesi de Nippur, cuyo nombre se menciona en uno de los fragmentos de vasos votivos de esa ciudad que se encontraron juntos en el lado sureste de la torre del templo. Como en el caso de Esar, rey de Adab, sólo podemos asignar estos gobernantes aproximadamente al periodo de los anteriores gobernantes de Lagash.

Es en la ciudad de Lagash donde puede decirse que comienza nuestro conocimiento de la historia sumeria. La excavación del yacimiento ha proporcionado abundante material a partir del cual es posible ordenar cronológicamente a sus gobernantes durante largos periodos y reconstruir el papel que desempeñaron en los conflictos entre las primeras ciudades-estado. Es cierto que algunos de sus primeros reyes y patesis siguen siendo poco más que nombres para nosotros, pero con la ascensión de Ur-Nina entramos en un periodo en el que nuestro conocimiento de los acontecimientos es continuo, al menos en lo que respecta a las fortunas de la ciudad. Con el crecimiento de su poder también es posible rastrear con cierto detalle las relaciones que mantuvo con otras grandes ciudades del país.

En la época más temprana de la que tenemos registros históricos parece que la ciudad de Cis ejercía una soberanía sobre Sumer. Aquí gobernaba en esa época un rey llamado Mesilim, a quien Lagash, y probablemente otras grandes ciudades del sur, debían lealtad. Durante su reinado un tal Lugal-shag-engur fue patesi de Lagash, y tenemos constancia fehaciente de que reconoció la supremacía de Mesilim. Pues se ha encontrado en Tello una cabeza de maza votiva de tamaño colosal, que lleva una inscripción en la que se dice que fue dedicada a Ningirsu por Mesilim, que había restaurado su gran templo de Lagash durante el tiempo en que Lugal-shag-engur fue patesi de esa ciudad. El texto, cuya brevedad es característica de estas primeras inscripciones votivas, consta de unas pocas palabras y dice: “Mesilim, rey de Kish, el constructor del templo de Ningirsu, depositó esta cabeza de maza (para) Ningirsu (en la época en que) Lugal-shag-engur (era) patesi de Lagash”. A pesar de su brevedad, la importancia de la inscripción es considerable, ya que proporciona una sincronía entre dos primeros gobernantes de Sumeria y del Norte.

El arma en sí, sobre la que está grabada, también es digna de mención. Como puede deducirse de su tamaño colosal, la maza nunca estuvo destinada a un uso real en la batalla, sino que fue esculpida por orden de Mesilim con el objeto especial de ser dedicada en el templo del dios. Está decorada con figuras de leones rudamente talladas, que la rodean y forman una única composición en relieve. Los leones son seis y están representados persiguiéndose y atacándose unos a otros. Cada uno ha agarrado la pata trasera y la espalda del que le precede; forman así una cadena sin fin alrededor del objeto, y constituyen una forma de decoración de lo más eficaz. A diferencia de la mayoría de las cabezas de maza, la de Mesilim no está perforada de arriba abajo. El orificio para recibir el mango del arma, aunque profundo, no se continúa hasta la parte superior de la piedra, que está tallada en bajo relieve con la representación de un águila con cabeza de león con las alas desplegadas y las garras extendidas. Visto desde arriba, este animal fantástico aparece como una figura aislada, pero no debe separarse de los leones que recorren el lateral de la cabeza de maza. De hecho, podemos ver en toda la composición un desarrollo del símbolo que formaba las armas de la ciudad de Lagash, y que era el emblema peculiar de la ciudad-dios Ningirsu. En este último, el águila con cabeza de león agarra por el lomo a dos leones, y en la maza sagrada de Mesilim tenemos el mismo motivo de un águila con cabeza de león sobre leones. Era, en efecto, un exvoto peculiarmente apropiado para que lo hiciera un señor de Lagash. Como soberano de Lagash, Mesilim había reparado el templo de Ningirsu, la ciudad-dios; la colosal cabeza de maza, labrada con un diseño tomado del emblema de la ciudad y de su dios, era por tanto un objeto apropiado para su inscripción. Al depositarla en el templo de Ningirsu, no sólo pretendía asegurarse con su piedad el favor del dios local, sino que dejaba en su ciudad una constancia permanente de su propio dominio.

De Lugal-shag-engur no sabemos todavía nada más allá de su nombre y del hecho de que era patesi de Lagash en la época de Mesilim, pero este último gobernante ha dejado una huella más perdurable en la historia. Para un patesi posterior de Lagash, Entemena, al dar un resumen histórico de las relaciones que existían entre su propia ciudad y la ciudad vecina de Umma, comienza su relato con el periodo de Mesilim, y proporciona un testimonio adicional del papel que este primitivo rey de Cis desempeñó en los asuntos locales del sur de Babilonia. Por la propia inscripción de Mesilim en la cabeza de maza, ya hemos visto que se interesó por la reparación de templos y por fomentar los cultos locales de las ciudades del sur; por el registro de Entemena aprendemos que sus actividades también se extendieron al ajuste de las relaciones políticas entre los estados separados. La proximidad de Umma a Lagash llevó a las dos ciudades a una rivalidad constante y, aunque estaban separadas por el Shatt el-Hai, sus respectivos territorios no siempre estuvieron confinados a sus propios lados del torrente. Durante el reinado de Mesilim el antagonismo entre las ciudades llegó a un punto crítico y, para evitar el estallido de las hostilidades, Mesilim intervino como árbitro, posiblemente por invitación de los dos contendientes. El punto en litigio se refería a la línea fronteriza entre los territorios de Lagash y Umma, y Mesilim, como árbitro, redactó un tratado de delimitación.

La forma en que está redactado el acta del tratado reviste un interés peculiar, pues ilustra forzosamente el sentimiento teocrático de estos pueblos primitivos. De acuerdo con su punto de vista, no se nombra a los patesis reales de Lagash y Umma, y se considera que la disputa fue resuelta por los dioses. La deidad que presidió la conferencia, y a cuya invitación se afirma que se hizo el tratado, fue Enlil, “el rey de las tierras”. Debido a su posición única entre los dioses locales de Babilonia, su autoridad divina fue reconocida por las ciudades-dioses menores. Así, fue por orden suya que Ningirsu, el dios de Lagash, y la ciudad-dios de Umma fijaron la frontera. Es cierto que se menciona por su nombre a Mesilim, el rey de Kish, pero sólo actuaba por orden de su propia diosa Kadi, y sus funciones se limitaban a levantar acta del tratado que los propios dioses habían redactado. No podríamos tener un ejemplo más sorprendente de la forma en que los primitivos habitantes de Babilonia consideraban a las ciudades-dioses como los verdaderos reyes y gobernantes de sus ciudades. Los reyes y patesis humanos no eran más que ministros, o agentes, designados para llevar a cabo su voluntad. Así, cuando una ciudad hacía la guerra a otra, era porque sus dioses estaban enemistados; el territorio de la ciudad era propiedad de la ciudad-dios, y, cuando se proponía un tratado de delimitación, eran naturalmente los propios dioses quienes lo arreglaban y redactaban sus disposiciones.

EL TRATADO DE MESALIM (c. 2500 a.C.)

Por la palabra inmutable de Enlil, rey de las tierras, padre de los dioses, Ningirsu y Shara fijaron una frontera a sus tierras. Mesilim, rey de Kish, por orden de su deidad Kadi, levantó una estela [un mojón] en la plantación de ese campo. Ush, gobernante de Umma, formó un plan para apoderarse de ella. Rompió la estela en pedazos y avanzó hacia la llanura de Lagash. Ningirsu, el héroe de Enlil, por su justa orden, hizo la guerra a Umma. Por orden de Enlil, su gran red los atrapó. Erigió su túmulo en la llanura de ese lugar.

Eannatum, gobernante de Lagash, hermano del padre de Entemena [quien puso esta inscripción] … pues Enakalli, gobernante de Umma, puso la frontera a la tierra. Llevó un canal desde el gran río hasta Guedin. Abrió el campo de Ningirsu en su frontera por 210 vanos al poder de Umma. Ordenó que no se tomara el campo real. En el canal inscribió una estela. Devolvió la estela de Mesilim a su lugar. No invadió la llanura de Mesilim. En la línea fronteriza de Ningirsu, como estructura protectora, construyó el santuario de Enlil, el santuario de Ninkhursag... Al cosechar, los hombres de Umma se habían comido un almacén lleno del grano de Nina [diosa de los Oráculos], el grano de Ningirsu; él hizo que soportaran un castigo. Trajeron 144.000 gur, un gran almacén lleno, [como pago]. La toma de este grano no debía repetirse en el futuro.

Urlumma, gobernante de Umma, drenó el canal fronterizo de Ningirsu, el canal fronterizo de Nina; las estelas que arrojó al fuego, las hizo [pedazos]; destruyó los santuarios, las moradas de los dioses, los santuarios protectores, los edificios que se habían hecho. Se hinchó como las montañas; cruzó el canal fronterizo de Ningirsu. Enannatum, soberano de Lagash, entró en batalla en el campo de Ugigga, el campo irrigado de Ningirsu. Entemena, el hijo amado de Enannatum, lo derrotó completamente. Urlumma huyó. En medio de Entemena lo mató. Dejó atrás a 60 soldados de su fuerza [muertos] en la orilla del canal ‘Pradera-reconocida-como-santa-del-gran-puñal’. Dejó a estos hombres... sus huesos en la llanura. Amontonó túmulos para ellos en 5 lugares. Luego estableció a Ili, Sacerdote de Ininni de Esh en Girsu, como gobernante vasallo sobre Umma.

Ili tomó en sus manos al gobernante de Umma. Drenó el canal fronterizo de Ningirsu, una gran estructura protectora de Ningirsu, hasta la orilla del Tigris arriba desde las orillas de Girsu. Se apoderó del grano de Lagash, un almacén de 3600 gur. Entemena, gobernante de Lagash declaró hostilidades contra Ili, a quien había puesto por vasallo. Ili, gobernante de Umma, inundó perversamente el campo diqueado y regado; ordenó que se arruinara el canal fronterizo de Ningirsu; el canal fronterizo de Nina... Enlil y Ninkhursag no permitieron [que esto sucediera]. Entemena, gobernante de Lagash, cuyo nombre fue pronunciado por Ningirsu, restauró su canal a su lugar según la justa palabra de Enlil, según la justa palabra de Nina, su canal que él había construido desde el río Tigris hasta el gran río, la estructura protectora, sus cimientos los había hecho de piedra.

EL CONO DE ENTEMENA (2450-2375 A.C.)

"Para la diosa Inanna, para el dios Lord Emesh. Entemena, el gobernante de Lagash. El templo Emesh, amado por el pueblo, él lo construyó. Para él encargó estos clavos de arcilla. Entemena, el hombre que construyó el Emesh, su dios personal es el dios Shulutul. Entemena, el gobernante de Lagash y Lugal-kinishe-dudu, el gobernante de Uruk, hicieron un tratado de hermandad".

 

No podríamos tener un ejemplo más sorprendente de la forma en que los primeros habitantes de Babilonia consideraban a las ciudades-dioses como los reyes y gobernantes reales de sus ciudades. Los reyes y patesis humanos no eran más que ministros, o agentes, designados para llevar a cabo su voluntad. Así, cuando una ciudad hacía la guerra a otra, era porque sus dioses estaban enemistados; el territorio de la ciudad era propiedad de la ciudad-dios, y, cuando se proponía un tratado de delimitación, eran naturalmente los propios dioses quienes lo arreglaban y redactaban sus disposiciones.

Estamos capacitados para fijar aproximadamente el periodo de Mesilim por esta referencia a él en el cono de Entemena, pero no disponemos de medios semejantes para determinar la fecha de otro gobernante temprano de la ciudad de Kish, cuyo nombre se ha recuperado durante las excavaciones americanas en el yacimiento de Nippur. Allí se han encontrado tres fragmentos de una vasija de piedra arenisca marrón oscura, grabados con una inscripción de Utug, un temprano patesi de Kish. Se dice que se encontraron en los estratos bajo las cámaras del gran templo de Enlil, en el lado sureste del zigurat, o torre del templo. Sería precipitado formar cualquier teoría en cuanto a la fecha de la vasija únicamente a partir de la posición en la que se dice que se descubrieron los fragmentos, pero las formas extremadamente arcaicas de los caracteres de la inscripción sugieren que data del periodo más antiguo de la historia de Babilonia. Además, Utug es denominado en ella patesi, no rey, de Kish, lo que sugiere que gobernó en una época en la que Kish no tenía el poder y la influencia de que gozaba bajo Mesilim. La hegemonía en Sumer y Acad pasaba constantemente de una ciudad a otra, por lo que es posible que Utug se situara después de Mesilim, cuando el poder de Kish había declinado temporalmente. Pero como los caracteres de la inscripción de Utug son mucho más arcaicos que los de Mesilim, podemos situarlo provisionalmente en el periodo anterior a que Kish alcanzara el rango de reino en lugar de su patesiato. Pero no hay forma de saber cuánto tiempo separó a Utug de Mesilim.

Suponiendo que Utug gobernara en este período temprano, podemos ver en los fragmentos de su vaso de Nippur, pruebas de las luchas por las que la ciudad de Kish alcanzó la posición de supremacía que disfrutaba bajo Mesilim. Pues el jarrón de Utug no fue llevado a Nippur como botín de Kish, sino que fue depositado por el propio Utug en el templo de Enlil, en conmemoración de una victoria que había logrado sobre la tierra de Khamazi. Aprendemos aquí el nombre de uno de los enemigos con los que Kish tuvo que luchar en las primeras etapas de su existencia como ciudad-estado independiente, y podemos conjeturar que tuvieron que librarse y ganarse muchas más batallas de este tipo antes de que su influencia se dejara sentir más allá de los límites de Akkad por las ciudades sumerias del sur. El hecho de que tras su victoria Utug depositara el jarrón en Nippur como ofrenda de agradecimiento demuestra que en su época el santuario de Enlil ya era considerado el santuario central de Babilonia. Zamama, el dios de Kish, había logrado la victoria sobre Khamazi, pero Enlil, como señor supremo del mundo, tenía derecho a cierto reconocimiento y gratitud, y también probablemente a una parte del botín. De una línea de la inscripción que figura en el vaso de Utug quizá podamos deducir que el nombre de su padre era Bazuzu, pero, como a este nombre no le sigue ningún título, no se le puede considerar un patesi de Kish. Así pues, podemos concluir que Utug no sucedió a su padre en el trono. Si fue un usurpador o sucedió a algún otro pariente, y si siguió a sus éxitos militares fundando en Kish una poderosa dinastía a la que pudo pertenecer Mesilim, son algunas de las preguntas que quizá puedan responderse como resultado de futuras excavaciones en el norte de Babilonia.

Es probable que la primitiva supremacía de la que disfrutó Kish durante el reinado de Mesilim continuara durante algún tiempo después de su muerte. En cualquier caso, se conocen los nombres de otros dos primeros gobernantes de esa ciudad y, como ambos llevan el título de rey y no el de patesi, podemos concluir que vivieron durante un periodo de prosperidad o expansión de la ciudad. El nombre de uno de estos reyes, Urzage, figura en un jarrón roto de estalagmita de calcita blanca que se encontró en Nippur, aproximadamente en el mismo lugar que el jarrón del patesi Utug. La inscripción sobre el jarrón registra el hecho de que fue dedicado por Urzage a Enlil, “rey de las tierras”, y a su consorte Ninlil, “la señora del cielo y de la tierra”. Falta el final del texto, pero podemos conjeturar que, al igual que su antecesor Utug, el rey dedicó el jarrón en el templo de Enlil, en Nippur, en agradecimiento por alguna victoria sobre sus enemigos. Podemos ver así en la dedicación del jarrón una prueba más de la continua prosperidad de Kish, aunque está claro que sólo mantuvo su posición entre las otras grandes ciudades de la tierra por la fuerza de las armas. El nombre del otro rey primitivo de Kish, Lugaltarsi, nos es conocido por una breve inscripción en una pequeña tablilla de lapislázuli conservada en el Museo Británico. El texto registra la construcción del muro del recinto, o patio exterior, de un templo dedicado a Anu y a la diosa Ninni, pero, al desconocerse su procedencia, es imposible basarse en él para argumentar sobre el alcance de la influencia ejercida por Kish durante el reinado de Lugaltarsi. Tales son los pocos hechos que nos han llegado con respecto al período más temprano de la supremacía de Kish. Pero las fortunas de la ciudad estaban destinadas a sufrir un cambio completo, como consecuencia del aumento del poder de Lagash que tuvo lugar durante el reinado de Eannatum. Antes de describir la transferencia de poder del norte a Sumer, será necesario volver sobre nuestros pasos hasta el punto en que dejamos la historia de esa ciudad, durante la época en que Mesilim gobernaba en el norte.

Aún no se han recuperado los nombres de los sucesores de Lugal-shag-engur, contemporáneo de Mesilim, en el trono de Lagash, y no sabemos cuánto tiempo separó un intervalo su reinado del de Ur-Nina, el rey primitivo de Lagash, de cuya época se han recuperado tantas inscripciones y restos arqueológicos en Tello. Es posible que dentro de este periodo se sitúe otro gobernante de Lagash, llamado Badu, al que parece hacer referencia Eannatum en la famosa Estela de los Buitres. El pasaje aparece en el pequeño fragmento que se ha conservado de la primera columna del texto grabado en la estela, cuya línea siguiente contiene el título “Rey de Lagash”. No se conserva el contexto del pasaje, pero es posible que los signos que preceden al título deban tomarse como un nombre propio, y en ese caso darían el nombre de un antiguo gobernante de la ciudad. A favor de esta opinión podemos señalar que en el texto de una tablilla arcaica de arcilla encontrada bajo el nivel del edificio de Ur-Nina en Tello aparece el nombre Badu, y, aunque no se emplea allí como el de un rey o patesi, el pasaje puede tomarse como prueba del uso de Badu como nombre propio en esta época temprana.

Suponiendo que Badu represente un nombre real, puede deducirse de las pruebas internas proporcionadas por la inscripción de Eannatum que vivió y reinó en algún periodo anterior a Ur-Nina. Las columnas introductorias del texto de Eannatum parecen ofrecer un breve resumen histórico sobre las relaciones que se mantuvieron entre Lagash y la ciudad vecina de Urama en el periodo anterior al propio reinado de Eannatum. Ahora bien, la segunda columna del texto describe la actitud de Umma hacia Lagash en el reinado de Akurgal, hijo y sucesor de Ur-Nina; por tanto, es una inferencia natural que Badu fuera un gobernante aún anterior que reinó en todo caso antes que Ur-Nina. Si reinó también antes que Lugal-shag-engur, no hay datos para decidirlo. Se observará que Eannatum le llama “rey” de Lagash, no “patesi”, pero el uso de estos títulos por parte de Eannatum, aplicados a sus predecesores, no es coherente y, que describa a Badu como “rey”, no es prueba de que el propio Badu reclamara ese título. Pero es posible que lo hiciera, y podemos situarlo provisionalmente en el intervalo entre el patesi Lugal-shag-engur y Ur-Nina, quien en sus numerosos textos recuperados siempre reclama el título de “rey” en lugar de “patesi”, un hecho que sugiere un aumento del poder y la importancia de Lagash. A la misma época podemos asignar probablemente a Enkhegal, otro de los primeros reyes de Lagash, cuyo nombre se ha recuperado en una tablilla arcaica de piedra caliza.

Se ha sugerido que el título lugal, “rey”, no adquirió su significado posterior hasta la época de Sargón (Shar-Gani-sharri), sino que fue utilizado por gobernantes anteriores como equivalente del semítico belu, “señor”. Pero, a la vista del hecho de que Mesilim ostentaba el título, parece que en su época ya transmitía una pretensión de mayor autoridad que la inherente a la palabra patesi. Este último título era de origen puramente religioso; cuando lo llevaba un gobernante lo designaba como representante de su ciudad-dios, pero el título de “rey” era de carácter más secular y connotaba un dominio más amplio. Pero hay que admitir que algunas incoherencias en el uso de los títulos por parte de los miembros de la dinastía de Ur-Nina parecen sugerir que la distinción entre ellos no era tan marcada como en los periodos posteriores.

Es posible que el propio Ur-Nina, aunque no fuera un gran soldado, hiciera algo para asegurar, o al menos mantener, la independencia de su ciudad. En cualquier caso, sabemos que fue el fundador de su dinastía, pues ni a su padre Gunidu, ni a su abuelo Gursar, atribuye ningún rango titular. Podemos suponer que pertenecía a una poderosa familia sumeria de Lagash, pero, si obtuvo el trono por herencia de alguna rama colateral, o se lo aseguró como resultado de una revuelta dentro de la ciudad, no consta. Resulta extraño que en ninguna de sus numerosas inscripciones reivindique conquista o logro alguno en el campo de batalla. La mayoría de sus textos, es cierto, son de carácter dedicatorio, pero, a juzgar por los de otros gobernantes sumerios, este hecho no debería haberle impedido referirse a ellos, de haber tenido algún éxito de este tipo que relatar. Lo más cercano a un registro de carácter militar es que reconstruyó la muralla de Lagash. Por tanto, está claro que, aunque no se embarcara en una política agresiva, no descuidó la defensa de su propia ciudad. Pero ese parece haber sido el alcance de su ambición: mientras las fortificaciones de la ciudad estuvieran intactas, y los hombres armados a su disposición fueran suficientes para la defensa de la propia Lagash y su territorio periférico, no buscó aumentar su propio renombre o la riqueza de la ciudad mediante la conquista extranjera. El silencio de Entemena respecto a las relaciones de Lagash con Umma en este periodo no es una prueba concluyente de que el tratado de Mesilim siguiera en vigor o de que la paz que inauguró hubiera permanecido intacta. Pero el silencio de Entemena concuerda plenamente con el del propio Ur-Nina, y podemos deducir que, a pesar de sus pretensiones al título real, consiguió evitar cualquier disputa con el enemigo hereditario de su ciudad. La actitud de Ur-Nina hacia la ciudad-estado situada en sus fronteras inmediatas puede considerarse típica de su política en su conjunto. Es posible que el cuenco de ónice que dedicó a la diosa Bau formara parte de cierto botín ganado en batalla, pero su objetivo parece haber sido dedicar sus energías a la mejora de su tierra y al adorno de su ciudad. Por lo tanto, es natural que sus inscripciones consistieran en meros catálogos de los nombres de los templos y otros edificios erigidos durante su reinado, junto con listas de las estatuas que dedicó a sus dioses y de los canales que cortó para aumentar la riqueza material de su pueblo.

Pero, aunque la política de Ur-Nina parece haber sido principalmente de carácter doméstico, no dejó de mantener relaciones con otras ciudades en el ámbito de la observancia religiosa. Que hubiera continuado en comunicación activa con Nippur, como centro religioso de toda Babilonia, es lo que podríamos deducir de la práctica de la época, y probablemente podamos atribuir a este hecho su dedicación a Enlil de uno de los canales que se cortaron durante su reinado. Un ejemplo más llamativo de la deferencia de Ur-Nina hacia el dios de otra ciudad puede verse en sus relaciones con Enki, el prototipo sumerio del dios Ea. Cuando Ur- Nina planeó la reconstrucción del templo E-ninnu, parece que tomó precauciones para asegurar el éxito de su plan haciendo un llamamiento directo a Enki, la ciudad-dios de Eridu. En una placa de diorita que se ha encontrado en Tello deja constancia de la entrega de su plegaria a Enki, para que en su carácter de adivino principal utilizara su caña pura, la varita de su adivinación, para que la obra saliera bien y pronunciara un oráculo favorable. El templo de Enki en la ciudad de Eridu, cerca de la orilla del Golfo Pérsico, fue uno de los más antiguos y sagrados de los santuarios sumerios, y quizá podamos imaginarnos a Ur-Nina viajando hasta allí desde Lagash, para llevar su petición en persona a la presencia de su misterioso dios.

De las divinidades de Lagash a cuyo servicio parece haberse consagrado especialmente Ur-Nina, la diosa Nina, cuyo nombre llevaba dentro del suyo, era una de las más favorecidas. Pues una de las principales pretensiones de distinción que esgrime es que construyó su templo en Lagash; y aunque, a diferencia del posterior gran constructor Gudea, da en sus inscripciones pocos detalles de su obra, podemos concluir que prodigó sus recursos en ella. También se jacta de haber hecho una estatua de Nina, que sin duda colocó dentro de su templo, y uno de sus canales se lo dedicó a ella. No descuidó a su hija Ninmar, pues registra que también construyó su templo, y erigió un templo para Gatumdug, la intercesora de Nina, y le hizo una estatua. Otro grupo de edificios de Ur-Nina estaba relacionado con el culto a Ningirsu, la ciudad-dios de Lagash, cuyas reivindicaciones un gobernante, tan dedicado a los intereses de su propia ciudad como Ur-Nina, naturalmente no habría ignorado.

Un vistazo a sus textos mostrará que Ur-Nina más de una vez se describe a sí mismo como el constructor de “la Casa de Girsu”, título con el que se refiere a E-ninnu, el gran templo dedicado a Ningirsu, ya que se levantaba en el barrio de la ciudad que se llamaba Girsu y era con mucho su edificio más importante. También construyó E-pa, un santuario estrechamente relacionado con E-ninnu y el culto a Ningirsu. Este templo fue añadido en fecha posterior por Gudea, que instaló en él a su dios patrón, Ningishzida, y colocó en su santuario los regalos nupciales de Bau, la consorte de Ningirsu; es posible que el cuenco de ónice de Ur-Nina, que estaba dedicado a Bau, y los fragmentos de otros cuencos encontrados con él, meros depositados por Ur-Nina en el mismo templo. De otras deidades del entorno de Ningirsu, a las que Ur-Nina señaló para una veneración especial, pueden mencionarse Dunshagga, el hijo de Ningirsu, y Uri-zi, el dios cuyo deber era cuidar de los karim de Ningirsu. Entre los templos menores, o partes de templos, que fueron construidos o restaurados por él se encontraba el Tirash, donde el día de la aparición de la Luna Nueva era costumbre celebrar un festival en honor de Ningirsu; mientras que otro acto de piedad que registra Ur-Nina fue la fabricación de una estatua de Lugal-uru, el dios de cuyo festival tomó su nombre uno de los meses sumerios. A este respecto, cabe mencionar también al dios Dun..., a quien Ur-Nina describe como el “Dios-rey”, ya que se encontraba en una relación peculiar con Ur-Nina y su familia. Se convirtió en la deidad patrona de la dinastía que fundó Ur-Nina y, hasta el reinado de Enannatum II, fue el protector personal del rey reinante o patesi de Lagash.

Para la construcción de sus templos, Ur-Nina afirma que traía madera de las montañas, pero a diferencia de Gudea en una época posterior, no consta que trajera a sus artesanos del extranjero. Además de la construcción de templos, la otra actividad principal de Ur-Nina parece haberse centrado en el corte de canales; entre ellos se encontraba el canal llamado Asukhur, a orillas del cual su nieto Eannatum ganó una batalla. Que los cambios que introdujo en la canalización del país fueron todo un éxito puede deducirse de los numerosos almacenes y polvorines que, según consta, construyó en conexión con los diversos templos, y por su afirmación de que cuando amplió el templo de Ningirsu almacenó grandes cantidades de grano dentro de los graneros del templo. De hecho, por las inscripciones que nos ha legado, Ur-Nina aparece como un monarca pacífico dedicado al culto de los dioses de su ciudad y al bienestar de su propio pueblo. Sus ambiciones se hallaban dentro de sus propias fronteras y, cuando hubo asegurado su frontera, se contentó con practicar las artes de la paz. A esta política sabia y previsora se debió sin duda la gestión de los recursos de la ciudad, de modo que bajo su nieto más famoso pudo repeler el ataque de los enemigos y emprender una carrera de conquistas extranjeras. La fama póstuma de Ur-Nina evidencia que su reinado fue un periodo de paz y prosperidad para Lagash. Su bisnieto Entemena presume de ser su descendiente y le atribuye el título de rey de Lagash que no reclamó ni para sí ni para su padre Enannatum I, mientras que incluso en el reinado de Lugal-anda se siguieron haciendo ofrendas en relación con su estatua en Lagash.

Para conocer a Ur-Nina no dependemos únicamente de lo que podemos deducir de las propias inscripciones. Porque nos ha dejado representaciones esculpidas, no sólo de sí mismo, sino también de sus hijos y oficiales principales, a partir de las cuales podemos formarnos una imagen muy clara de las condiciones primitivas de vida que existían en Sumer en la época de este primitivo gobernante. Las esculturas adoptan la forma de placas de piedra caliza, toscamente talladas en bajo relieve con figuras de Ur-Nina rodeado de su familia y su corte. Las placas son de forma oblonga, con las esquinas ligeramente redondeadas, y en el centro de cada una hay perforado un agujero circular. Aunque es evidente que tienen carácter votivo, el objeto exacto al que están destinadas no está claro a primera vista. Se ha conjeturado, y de hecho se sigue conjeturando, que las placas se fijaban verticalmente a las paredes de los santuarios, pero esta explicación ha quedado desacreditada por el descubrimiento de la placa, o más bien bloque, de Dudu, el sacerdote de Ningirsu durante el reinado de Entemena. Por la forma de este último, cuyo reverso no es plano sino piramidal, y también por la inscripción que figura en él, deducimos que el objeto de estos bajorrelieves perforados era formar soportes horizontales para las cabezas de maza ceremoniales o emblemas sagrados, que se dedicaban como ofrendas votivas en los templos de los dioses. El gran valor de los de Ur- Nina consiste en las vívidas imágenes que nos ofrecen de personajes reales y altos funcionarios de esta temprana época.

La mayor de las placas está esculpida con dos escenas separadas, en cada una de las cuales se representa a Ur-Nina en una actitud diferente y con una ocupación distinta, mientras a su alrededor se sitúan sus hijos y ministros. En la escena superior el rey está de pie; está desnudo hasta la cintura y tiene los pies descalzos, mientras que alrededor de los lomos lleva la áspera vestimenta de lana de la época, y sobre la cabeza rapada sostiene una cesta que sostiene con la mano derecha. El texto grabado junto al rey, además de dar su nombre y genealogía, registra que ha construido el templo de Ningirsu, el abzu-banda que probablemente era una gran pila o cuenco destinado al servicio del templo, y el templo de Nina; y se ha sugerido que el rey está aquí retratado llevando una cesta de ofrendas para depositarlas ante su dios o diosa. Pero la cesta que lleva es exactamente similar a las que llevan los labradores para amontonar tierra sobre los muertos, como se representa en la Estela de los Buitres, y las cestas siempre han sido utilizadas en oriente por los labradores y constructores para transportar tierra y otros materiales de construcción. Por tanto, es más probable que el rey se revele aquí en el carácter de un jornalero portador de materiales para la construcción de los templos a los que se refiere el texto. La misma explicación se aplica a las figuras votivas de cobre de un periodo posterior que se representan portando cestas sobre la cabeza. Con un espíritu similar, Gudea nos ha dejado estatuas de sí mismo como arquitecto, sosteniendo una tabla y una regla; Ur-Nina se representa a sí mismo en el papel aún más humilde de un jornalero ocupado en el trabajo real de construir el templo para su dios. Detrás del rey hay una pequeña figura destinada a la copera real, Anita, y frente a él están cinco de sus hijos. Se suele sostener que la primera de estas figuras, que lleva el nombre de Lidda y está ataviada con un vestido más elaborado que las otras cuatro, está destinada al hijo mayor del rey. Pero además del vestido distintivo, esta figura se diferencia aún más de las otras por llevar el pelo largo en lugar de tener la cabeza rapada. En este aspecto guarda cierto parecido con una estatuilla arcaica, que parece ser la de una mujer; y el signo que acompaña al nombre de Lidda, grabado en la piedra, es posiblemente el de “hija”, no el de “hijo”. Por tanto, no es improbable que identifiquemos la figura con una hija de Ur-Nina. Las otras figuras de la fila son cuatro hijos del rey, llamados Akurgal, Lugal-ezen, Anikurra y Muninni-kurta. Un punto curioso que cabe señalar es que la altura de estas figuras aumenta a medida que se alejan del rey. Así, la primera de las figuras pequeñas, la de Akurgal, que sucedió a Ur-Nina en el trono, está representada como más pequeña que sus hermanos, y se ha sugerido en consecuencia que no era el hijo mayor del rey, un punto sobre el que volveremos más adelante. En la escena esculpida en la mitad inferior de la placa se representa al rey sentado en un trono y levantando en su mano derecha una copa de la que parece estar vertiendo una libación. Probablemente veamos en este grupo una imagen del rey dedicando el templo una vez terminada la tarea de construcción. La inscripción recoge el hecho de que había traído madera de las montañas, sin duda empleada en la construcción de los templos, un detalle que subraya las dificultades que había superado. El copero que está detrás del trono no es en esta escena Anita, sino Sagantug, mientras que la figura que está frente al rey es un alto funcionario llamado Dudu, y a la izquierda de Dudu hay otros tres hijos del rey llamados Anunpad, Menudgid y Addatur.

Una placa más pequeña, de forma bastante más ovalada que la grande que figura en la placa, pero como ella en perfecto estado de conservación, ofrece una escena similar, aunque con menos elaboración de detalles. Según su inscripción, esta placa también conmemora la construcción del templo de Ningirsu. Aquí el rey no lleva ninguna cesta, sino que se le representa de pie con las manos juntas sobre el pecho, una actitud de humildad y sumisión en presencia de su dios. En otros aspectos, tanto el rey como las figuras más pequeñas de sus hijos y ministros están concebidos como en la placa mayor. Una pequeña figura inmediatamente detrás del rey es Anita, la portadora de la copa, y a la izquierda de Anita están el hijo del rey, Akurgal, y un personaje que lleva el nombre de Barsagannudu. En la fila superior hay otras dos pequeñas figuras llamadas Lugal-ezen y Gula. Ahora bien, por la placa más grande sabemos que Lugal-ezen era hijo de Ur-Nina; por tanto, la ausencia de tal descripción en Gula y Barsagannudu no es significativa, y es una suposición justa que ambos, como Lugal-ezen, eran hijos del rey. Pero es digno de mención que de las cuatro figuras la única que se describe específicamente como “hijo” de Ur-Nina es Akurgal.

Otra de las placas de Ur-Nina no se conserva por completo, pues falta la mitad derecha sobre la que estaba la figura, o posiblemente dos figuras, del rey. En la porción que se ha recuperado están esculpidas dos filas de figuras, ambas mirando hacia la derecha. La primera de la fila inferior es Anita, la copera; después viene un alto funcionario llamado Banar; a continuación Akurgal, distinguido con el título de “hijo”, y en el extremo izquierdo Namazua, el escriba. De las cuatro figuras conservadas en la fila superior, las dos centrales son Lugal-ezen y Muninnikurta, ambas con el título de “hijo”, como en la mayor de las tres placas. La lectura de los nombres sobre las figuras de la derecha y de la izquierda es incierta, pero probablemente estén destinados a funcionarios de la corte. El de la izquierda de la línea reviste cierto interés, pues lleva un bastón sobre el hombro izquierdo del que cuelga una bolsa. Tal vez podamos considerarlo como el chambelán real, que controlaba los suministros del palacio; o puede que su deber fuera ocuparse de las provisiones y el alojamiento de la corte, en caso de que el rey emprendiera alguna vez un viaje de una ciudad a otra.

Mientras que los hijos de Ur-Nina de las placas más pequeñas son todos aproximadamente del mismo tamaño, hemos observado que las figuras similares de la placa más grande varían ligeramente de altura. Se ha sugerido que la intención del escultor era indicar la diferencia de edad entre los hermanos, y en consecuencia se ha argumentado que Akurgal, que sucedió a Ur-Nina en el trono de Lagash, era su quinto hijo, y no el mayor. Esta inferencia se ha empleado además para sugerir que tras la muerte de Ur-Nina pudo haber seguido un período de debilidad dentro del estado de Lagash, debido a la desunión entre sus hijos; y durante la supuesta lucha por la sucesión se conjetura que la ciudad pudo haberse visto distraída por conflictos internos y, en consecuencia, fue incapaz de mantener su independencia como ciudad-estado, que sólo logró recuperar en el reinado de Eannatum, hijo y sucesor de Akurgal. Pero un breve examen de la teoría mostrará que hay poco que decir en su favor, y es probable que la ligera diferencia en la altura de las figuras sea fortuita y ajena a sus respectivas edades. Puede admitirse que mucho depende del sexo de Lidda, que, en la placa más grande, está frente a la figura de pie de Ur-Nina. Si se trata de un hijo del rey, su vestimenta más rica lo señala como el príncipe heredero; pero, aun así, podemos suponer que Akurgal era el segundo hijo de Ur-Nina, y que sucedió en el trono como consecuencia de que Lidda había premuerto a su padre. Pero ya se han aducido razones para creer que Lidda era hija, y no hijo, de Ur-Nina. En ese caso, Akurgal ocupa el lugar de honor entre sus hermanos al estar más cerca del rey. Además, se diferencia de ellos por la copa que lleva; de hecho, aquí aparece como copero de Lidda, oficio que desempeñaban Anita y Saguntug para el rey.

Que el príncipe heredero sea representado aquí asistiendo a su hermana puede parecer extraño, pero, en vista de nuestro imperfecto conocimiento de este período tan temprano, la sugerencia no debe descartarse únicamente por ese motivo. De hecho, la clase de los devotos del templo, que gozaban de una elevada posición social bajo los reyes semitas de la Primera Dinastía de Babilonia, probablemente tenía su contrapartida en los centros de culto sumerios en épocas aún más tempranas; y hay pruebas de que en la época de la Primera Dinastía, la orden incluía a miembros de la casa real. Además, las tablillas que datan del final de la dinastía de Ur-Nina muestran el importante papel que desempeñaban las mujeres en la vida social y oficial de los primeros sumerios. Así pues, es posible que la hija de Ur-Nina tuviera un alto rango o cargo en la jerarquía del templo, y su presencia en la tablilla puede hacer referencia a alguna ceremonia especial, o acto de dedicación, en el que ella tuviera el privilegio de asumir el papel principal tras el rey, o de ser su ayudante principal. En tales circunstancias no sería antinatural que la acompañara su hermano mayor. En las otras dos composiciones Lidda está ausente, y Akurgal ocupa el lugar de honor. En una se sitúa en una fila con el rey, inmediatamente detrás del copero real, y es el único hijo real que está específicamente etiquetado como tal; en la otra está de nuevo en una fila con el rey, separado de Anita, la copera, por un alto funcionario de estado, y seguido por el escriba real. En estas escenas se le sitúa claramente en la posición más favorecida y, si Lidda no era su hermana sino el príncipe heredero, sería difícil explicar la ausencia de este último, salvo en la suposición de que su muerte se hubiera producido antes de que se hicieran las placas más pequeñas. Pero los textos de las tres placas registran la construcción del templo de Ningirsu, por lo que parecen haber sido preparadas para la misma ocasión, lo que da un peso adicional a la sugerencia de que Lidda era hija de Ur-Nina, y que Akurgal era su hijo mayor.

Pero, fuera Akurgal el hijo mayor de Ur-Nina o no, la evidencia de al menos la más pequeña de las dos placas completas parece demostrar que fue reconocido como príncipe heredero en vida de su padre, y podemos deducir que fue el sucesor inmediato de Ur-Nina. Para una estimación de su reinado debemos depender de las referencias que hacen de él sus dos hijos. Ya se ha mencionado que la primera parte del texto grabado en la Estela de los Buitres parece haber dado cuenta de las relaciones entre Lagash y Umma durante los reinados anteriores al de Eannatum, y en un pasaje mal conservado de la segunda columna encontramos una referencia a Akurgal, el hijo de Ur-Nina. El contexto está roto, pero “los hombres de Umma” y “la ciudad de Lagash” se mencionan casi inmediatamente antes del nombre de Akurgal, y parece que Eannatum se refiere aquí a un conflicto que tuvo lugar entre las dos ciudades durante el reinado del primero. Cabe señalar que en su Cono Entemena no menciona ninguna guerra en este periodo y, como en el caso del reinado de Ur-Nina, su silencio podría interpretarse como una indicación de paz ininterrumpida. Pero las narraciones pueden conciliarse suponiendo o bien que el conflicto en el reinado de Akurgal no tuvo gran importancia, o bien que no afectó a la fértil llanura de Gu-edin. Hay que recordar que el texto sobre el Cono de Entemena fue compuesto después de los tiempos agitados de Eannatum, tío de Entemena, y los éxitos obtenidos por ese monarca contra Umma eran naturalmente de mucha mayor importancia a sus ojos que los conflictos menores de sus predecesores. Es cierto que describe la intervención aún más temprana de Mesilim en los asuntos de Lagash y Umma, pero ello se debe a que la estela o mojón real colocado por Mesilim fue retirado por los hombres de Umma en el reinado de Eannatum, acto que provocó la guerra. El relato de la intervención de Mesilim, que dio lugar a la colocación del mojón, forma así una introducción natural al registro de la campaña de Eannatum; y el hecho de que estos dos acontecimientos se sucedan estrechamente en el texto de Entemena no es incompatible con el hecho de que la Estela de los Buitres registre un conflicto menos importante como ocurrido en el reinado de Akurgal.

La única otra prueba con respecto a los logros de Akurgal la proporcionan los títulos que le atribuyen sus dos hijos. En la Estela de los Buitres, Eannatum le describe como “rey” de Lagash, y sólo de este pasaje podría deducirse que tuvo tanto éxito como su padre Ur-Nina en mantener la independencia de su ciudad. Pero en otros textos sobre piedras fundacionales, ladrillos y una pequeña columna, Eannatum sólo lo describe como “patesi”, al igual que su otro hijo Enannatum I. Cabe señalar que en la mayoría de sus inscripciones Eannatum reclama para sí el título de patesi, y al final de una de ellas, en la que ha enumerado una larga lista de sus propias conquistas, exclama: “Él (es decir, Eannatum) es hijo de Akurgal, el patesi de Lagash, y su abuelo es Ur-Nina, el patesi de Lagash”. Que llamara “patesi” a Ur-Nina no concuerda con los propios textos de ese gobernante, pero, si el propio Eannatum había sido simplemente un patesi al principio de su reinado, y su padre también lo había sido antes que él, es muy posible que pasara por alto el título más ambicioso que había reclamado su abuelo, sobre todo porque esta omisión realzaría el esplendor de sus propios logros. También es posible que en esta época la distinción entre los dos títulos no estuviera tan estrictamente trazada como en los periodos posteriores, y que una alteración en ellos no siempre marcara un cambio político correspondiente. Sea como fuere, los conflictos posteriores de Eannatum sugieren que Lagash no había conseguido mantener su libertad. Podemos suponer que el Norte había vuelto a interferir en los asuntos de Sumer, y que Kish había puesto fin a la relativa independencia de la que había disfrutado la ciudad durante el reinado de Ur-Nina.

 

EANNATUM DE LAGASH

2454-2425 A.C.

 

GUERRAS DE LAS CIUDADES-ESTADO; EANNATUM Y LA ESTELA DE LOS BUITRES

 

Cuando el patesiato de Lagash pasó de Akurgal a su hijo Eannatum podemos imaginar que la ciudad-estado debía una lealtad general a Akkad en el norte. Más cerca, las relaciones de Lagash con Umma parecen haber sido de carácter amistoso. Independientemente de los conflictos menores que pudieran haber tenido lugar entre las dos ciudades en el intervalo, el tratado de Mesilim seguía considerándose vinculante, y sus términos fueron tratados con respeto por ambas partes. La cuestión de si Eannatum, al igual que Akurgal, había tenido algún motivo menor de desacuerdo con los hombres de Umma al principio de su reinado depende de nuestra interpretación de algunos pasajes entrecortados de la primera parte del texto grabado en la Estela de los Buitres. La segunda columna trata de las relaciones de Umma y Lagash durante el reinado de Akurgal, y la cuarta columna se refiere al reinado de Eannatum. El nombre de ninguno de estos gobernantes se menciona en la parte intermedia del texto, que, sin embargo, se refiere a Umma y Lagash en relación con un santuario o capilla dedicada al dios Ningirsu. Es posible que tengamos aquí una continuación de la narración de la columna precedente, y en ese caso deberíamos asignar esta porción del texto al reinado de Akurgal, más que a la primera parte del reinado de su sucesor. Pero puede referirse igualmente al propio reinado de Eannatum, y puede o bien registrar una causa menor de disputa entre las ciudades que se resolvió antes del estallido de la gran guerra, o puede quizá tomarse en relación con las siguientes columnas del texto.

Estas dos columnas se refieren definitivamente al reinado de Eannatum y describen ciertos actos de piedad que realizó al servicio de sus dioses. Registran trabajos realizados en E-ninnu, por los que se alegró el corazón de Ningirsu; el nombramiento y dedicación de alguna porción de E-anna, el templo de la diosa Ninni; y ciertas adiciones hechas a los rebaños sagrados de la diosa Ninkharsag. La repetición de la frase referida al templo de Ninni sugiere una lista inconexa de los logros de Eannatum al servicio de sus dioses, más que una narración conectada. El texto de la quinta columna continúa el registro de los beneficios otorgados por él a Ningirsu, y aquí quizá podamos rastrear una posible causa de la reanudación de la guerra con Umma. Pues el texto afirma que Eannatum otorgó cierto territorio a Ningirsu y alegró su corazón; y, a menos que esto se refiera a tierras ocupadas tras la derrota de Umma, su adquisición pudo haber sido resentida por la ciudad vecina. Tal incidente habría constituido una excusa más que suficiente para la invasión del territorio de Lagash por la parte perjudicada, aunque, según los registros del propio Eannatum y de Entemena, parece que la incursión de los hombres de Umma no fue provocada. Pero, cualquiera que haya sido la causa inmediata del estallido de las hostilidades, veremos razones para creer que la guerra se debió en última instancia a la influencia de Kish.

El estallido de la guerra entre Umma y Lagash se registra de forma concisa en la sexta columna de la inscripción de la Estela de los Buitres, en la que se afirma que el patesi de Umma, por orden de su dios, saqueó Gu-edin, el territorio amado de Ningirsu. En este registro, por breve que sea, es interesante observar que el patesi de Umma no es considerado más que el instrumento de su ciudad-dios, o el ministro que ejecuta sus órdenes. Así como los dioses de una generación anterior habían redactado el tratado entre Lagash y Umma, que Mesilim, su soberano, hizo grabar por orden de su propia diosa en la estela de delimitación, ahora fue el dios, y no el patesi, de Umma, quien repudió los términos de ese tratado enviando su ejército al otro lado de la frontera. También Gu-edin se describe, no en su relación con el patesi de Lagash, sino como propiedad especial de Ningirsu, la ciudad-dios opositora. Veremos en seguida que el primer acto de Eannatum, al conocer la noticia de la invasión, estuvo bastante en armonía con el sentimiento teocrático de la época.

El patesi que dirigía las fuerzas de Umma no es nombrado por Eannatum en la Estela de los Buitres, pero por el Cono de Entemena sabemos que se llamaba Ush. En el resumen de los acontecimientos que figura en ese documento se afirma que Ush, patesi de Umma, actuó con ambiciosos designios y que, habiendo retirado la estela de delimitación que en una época anterior había establecido Mesilim entre los territorios de los respectivos estados, invadió la llanura de Lagash. La batalla campal entre las fuerzas de Umma y Lagash, que siguió a la incursión en el territorio de esta última, es registrada por Entemena en términos igualmente breves. Se dice que la batalla tuvo lugar por orden de Ningirsu, el guerrero de Enlil, y la destrucción de los hombres de Umma se atribuye no sólo a la orden, sino también a la agencia real, del propio Enlil. Aquí, de nuevo, encontramos a Enlil, el dios del culto central de Nippur, reconocido como el árbitro supremo de los asuntos humanos y divinos. Las diversas ciudades-dioses podían hacerse la guerra unas a otras, pero era Enlil quien decretaba a qué bando debía inclinarse la victoria.

En el registro de la guerra que el propio Eannatum nos ha dejado, se nos proporcionan detalles de un carácter más sorprendente que los que se dan en el breve resumen de Entemena. En este último consta que la batalla se libró por orden de Ningirsu, y la Estela de los Buitres amplía esta escueta afirmación describiendo las circunstancias que concurrieron a la notificación de la voluntad divina. Al enterarse de la violación de su frontera por los hombres de Umma y del saqueo de su territorio que se había producido, Eannatum no convocó de inmediato a sus tropas y las dirigió en persecución del enemigo. En efecto, había poco peligro en la demora y ninguna ventaja que obtener con una acción inmediata. Pues Umma, por su proximidad a Lagash, ofrecía un refugio a los saqueadores al que podían llegar con seguridad antes de que las fuerzas de Lagash pudieran ser llamadas a las armas. Así pues, Eannatum no tenía ningún objeto en apresurar la salida de su ejército, cuando había pocas posibilidades de alcanzar al enemigo cargado de botín. Además, todo el daño que se podía hacer a Gu-edin sin duda había sido hecho a conciencia por los hombres de Umma. Además de llevarse la estela de Mesilim, probablemente habían denudado los pastos de todos los rebaños y ganados, habían pisoteado los cultivos y habían saqueado y quemado las aldeas y caseríos por los que habían pasado. Una vez que ellos y su botín estuvieron a salvo dentro de su propia frontera, no era probable que repitieran la incursión de inmediato. Cabía esperar que tomaran medidas para proteger su propio territorio, pero el siguiente movimiento correspondía obviamente a Lagash. En estas circunstancias, Eannatum no tenía ningún objeto en atacar antes de que su ejército estuviera listo para el campo de batalla y sus preparativos para la guerra se hubieran completado; y mientras las calles de Lagash resonaban sin duda con los golpes de los armeros y el traqueteo de los hombres armados, las puertas de la ciudad debían de estar abarrotadas de ansiosos grupos de ciudadanos, esperando impacientes el regreso de los exploradores enviados tras el enemigo en retirada. Mientras tanto, podemos imaginarnos a Eannatum dirigiéndose al templo de Ningirsu, donde, tras exponerle su queja, esperó la decisión del dios sobre el curso que debían seguir su patesi y su pueblo ante la provocación a la que habían sido sometidos.

En el texto conservado en la estela no se dice directamente que fuera dentro de E-ninnu donde Eannatum buscara el consejo y las instrucciones de Ningirsu; pero podemos suponer que así fue, ya que el dios moraba dentro de su templo, y era allí donde los patesi lo buscarían naturalmente. La respuesta del dios a la plegaria de Eannatum le fue transmitida en una visión; el propio Ningirsu se apareció al patesi, como se apareció en una época posterior a Gudea, cuando dio a este último gobernante instrucciones detalladas para la reconstrucción de E-ninnu, y le concedió una señal por la que debía saber que había sido elegido para la obra. Al igual que Gudea, Eannatum hizo su súplica tumbado boca abajo; y, mientras estaba tendido en el suelo, tuvo un sueño. En su sueño contempló al dios Ningirsu, que se le apareció en forma visible y se acercó a él y se puso junto a su cabeza. El dios animó a su patesi y le prometió la victoria sobre sus enemigos. Debía salir a la batalla y Babbar, el dios Sol que hace brillar la ciudad, avanzaría a su derecha para ayudarle. Así animado por Ningirsu, y con la certeza de que cumplía las órdenes de su ciudad-dios, Eannatum reunió a su ejército y partió de Lagash para atacar a los hombres de Umma dentro de su propio territorio.

El relato de la batalla es muy entrecortado en la Estela de los Buitres, pero se conservan suficientes detalles como para permitirnos deducir que fue feroz y que la victoria se decantó totalmente del lado de Lagash. Podemos conjeturar que los hombres de Umma no esperaron el ataque de Eannatum detrás de las murallas de su ciudad, sino que salieron a su encuentro con el objetivo de evitar que sus propios campos y pastos fueran arrasados. Todo hombre capaz de portar armas, que no fuera requerido para la defensa de dos ciudades, estaba probablemente comprometido en la batalla, y los dos ejércitos enfrentados estaban sin duda dirigidos en persona por el propio Eannatum y por Ush, el patesi de Umma, que había provocado la guerra. El ejército de Lagash derrotó totalmente a los hombres de Umma y los persiguió con una gran matanza. Eannatum cifra el número de los muertos en tres mil seiscientos hombres o, según una posible lectura, en treinta y seis mil hombres. Incluso la menor de estas cifras es probablemente exagerada, pero no cabe duda de que Umma sufrió mucho. Según su propio relato, Eannatum tomó parte activa en la lucha y afirma que se enfureció en la batalla. Tras derrotar al ejército en la llanura abierta, las tropas de Lagash avanzaron hacia la propia Umma. Las fortificaciones probablemente habían sido despojadas de sus guarniciones completas, y sin duda estaban sostenidas por un mero puñado de defensores. Enardecidos por la victoria, los hombres de Lagash se lanzaron al ataque y, tomando las murallas por asalto, tuvieron la propia ciudad a su merced. Aquí tuvo lugar otra matanza, y Eannatum afirma que dentro de la ciudad arrasó todo ante él "como una tormenta maligna".

El registro de su victoria que nos ha dejado Eannatum está redactado en forma de metáfora, y sin duda está coloreado por la exageración oriental; y los escribas que lo redactaron se inclinarían naturalmente a representar la derrota de Umma como aún más aplastante de lo que fue. Así, el número de túmulos sugiere que las propias fuerzas de Lagash sufrieron mucho, y es muy posible que el remanente del ejército de Umma se reuniera y librara una buena batalla dentro de la ciudad. Pero tenemos el testimonio independiente del registro de Entemena, escrito no muchos años después de la lucha, para demostrar que hay bastante verdad bajo las frases de Eannatum; y una prueba clara de que Umma quedó incapacitada para seguir resistiendo por el momento puede verse en los términos de paz que Lagash impuso. El primer acto de Eannatum, después de haber recibido la sumisión de la ciudad, fue recoger para enterrar los cuerpos de sus propios muertos que sembraban el campo de batalla. Los del enemigo probablemente los dejaría donde cayeron, excepto los que obstruían las calles de Umma, y éstos los retiraría y arrojaría en la llanura más allá de las murallas de la ciudad. Podemos concluir que, al igual que Entemena, Eannatum dejaba los huesos de sus enemigos para que los recogieran las aves y las bestias de rapiña. El monumento en el que tenemos su registro de la lucha se conoce como la Estela de los Buitres por los buitres esculpidos en su parte superior. Estas aves de rapiña están representadas como abalanzándose con las cabezas y extremidades de los muertos, que sujetan firmemente con sus picos y garras. Que el escultor haya incluido este sorprendente incidente en su representación de la batalla es un testimonio más de la magnitud de la matanza que había tenido lugar. Que Eannatum enterró debidamente a sus propios muertos es seguro, pues tanto él como Entemena afirman que los túmulos que amontonó eran veinte ; y otras dos partes esculpidas de la Estela de los Buitres, a las que nos referiremos en seguida, ofrecen vívidas representaciones del amontonamiento de los túmulos sobre los muertos.

El destino de Ush, el patesi de Umma, que había traído tanta desgracia a su propia ciudad por el temerario desafío que había lanzado a Lagash, no está registrado; pero está claro que no permaneció como gobernante de Umma. Es posible que muriera en la batalla, pero, aunque sobreviviera, sin duda fue privado de su trono, posiblemente a instancias de Eannatum. Pues Entemena recoge el hecho de que no fue con Ush, sino con un tal Enakalli, patesi de Umma, con quien Eannatum concluyó un tratado de paz. Este último gobernante pudo haber sido nombrado patesi por el propio Eannatum, ya que más tarde, Ili debió su nombramiento a Entemena por la derrota del patesi Urlumma. Pero, fuera esto así o no, Enakalli estaba ciertamente dispuesto a hacer grandes concesiones, y estaba dispuesto a aceptar cualquier término que Eannatum exigiera, con el fin de asegurar la retirada de las tropas de Lagash de su ciudad, que sin duda continuaron invadiendo durante las negociaciones. Como era de esperar, los diversos términos del tratado se refieren principalmente a la fértil llanura de Gu-edin, que había sido la causa original de la guerra. Ésta fue restituida sin reservas a Lagash o, en palabras del tratado, a Ningirsu, de quien se afirma que fue su "territorio amado". Para que no hubiera motivo de disputa en el futuro con respecto a la línea fronteriza que separaba el territorio de Lagash y Umma, se cavó una zanja profunda como línea permanente de demarcación. Se describe la zanja como extendiéndose "desde el gran arroyo" hasta Gu-edin, y con el gran arroyo probablemente podamos identificar un brazo oriental del Éufrates, a través del cual en este período vaciaba una parte de sus aguas en el Golfo Pérsico. El foso, o canal, recibía sus aguas del río y, al rodear los lados desprotegidos de Gu-edin, formaba no sólo una línea de demarcación sino hasta cierto punto una barrera contra cualquier avance hostil por parte de Umma.

En la orilla de la zanja fronteriza se erigió de nuevo la estela de Mesilim, que había sido retirada, y se preparó otra estela por orden de Eannatum, que se colocó a su lado. El segundo monumento llevaba inscrito el texto del tratado redactado entre Eannatum y Enakalli, y su texto era probablemente idéntico a la mayor parte del que se encuentra en los fragmentos de la Estela de los Buitres, que han sido recuperados; pues el contenido de ese texto lo señala como admirablemente adecuado para servir de monumento permanente de la frontera. Tras la narración histórica que describe los acontecimientos que condujeron al nuevo tratado, el texto de la Estela de los Buitres enumera detalladamente las divisiones del territorio del que se componía Gu-edin. Así pues, la estela que se erigió en la frontera constituía en sí misma una seguridad adicional contra la violación del territorio de Lagash. El curso de una zanja fronteriza podía ser alterado, pero mientras la estela permaneciera en su lugar, serviría como autoridad final a la que se podía apelar en caso de que surgiera alguna disputa. Probablemente sea de este modo como podemos explicar los campos separados que se enumeran por su nombre en el fragmento de la Estela de los Buitres que se conserva en el Museo Británico, y en una pequeña piedra fundamental que también hace referencia al tratado. Los campos allí enumerados o bien constituían el territorio conocido con el nombre general de Gu-edin, o tal vez formaban una adición a ese territorio, cuya cesión Eannatum pudo haber exigido a Umma como parte de los términos de la paz. Al tiempo que consentía en la restitución del territorio disputado y en la rectificación de la frontera, Umma también se vio obligada a pagar como tributo a Lagash una cantidad considerable de grano, que Eannatum se llevó consigo a su propia ciudad.

En relación con la ratificación formal del tratado parece que se erigieron ciertos santuarios o capillas en honor de Enlil, Ninkharsag, Ningirsu y Babbar. Podemos conjeturar que esto se hizo con el fin de asegurar la ayuda de estas deidades para la preservación del tratado. Según la narración de Entemena, sólo se erigieron capillas o santuarios a estas cuatro deidades, pero la Estela de los Buitres contiene una serie de invocaciones dirigidas no sólo a Enlil, Ninkharsag y Babbar, sino también a Enki, Enzu y Ninki, y es probable que también se erigieran santuarios en su honor. Éstos se construyeron en la frontera junto a las dos estelas de delimitación, y sin duda fue ante el altar de cada uno de ellos por turno donde Eannatum y Enakalli prestaron el solemne juramento de acatar los términos del tratado y respetar la frontera. Los juramentos por los que se ratificó así el tratado son referidos en la Estela de los Buitres por Eannatum, que invoca a cada una de las divinidades por las que él y Enakalli juraron, y en una serie de llamativas fórmulas invoca la destrucción sobre los hombres de Umma en caso de que violen los términos del pacto. "¡Sobre los hombres de Umma", exclama, "he echado yo, Eannatum, la gran red de Enlil! He hecho el juramento, y los hombres de Umma han hecho el juramento a Eannatum. En nombre de Enlil, el rey del cielo y de la tierra, en el campo de Ningirsu ha habido . . . . . y se ha cavado una zanja hasta el nivel del agua. . . . ¿Quién de entre los hombres de Umma por su palabra o por su . . . se retractará de la palabra (que ha sido dada), y la disputará en días venideros? Si en algún momento futuro alteran esta palabra, ¡que la gran red de Enlil, por quien han hecho el juramento, derribe a Umma!".

Eannatum se dirige entonces a Ninkharsag, la diosa de la ciudad sumeria de Kesh, y con frases similares invoca su ira sobre los hombres de Umma en caso de que violen su juramento. Afirma que en su sabiduría ha presentado dos palomas como ofrendas ante Ninkharsag, y ha realizado otros ritos en su honor en Kesh, y volviéndose de nuevo hacia la diosa, exclama: "En lo que concierne a mi madre, Ninkharsag, ¿quién de entre los hombres de Umma por su palabra o por su . . . se retractará de la palabra (que ha sido dada), y la discutirá en días venideros? Si en algún momento futuro alteran esta palabra, ¡que la gran red de Ninkharsag, por quien han hecho el juramento, derribe a Umma!". Enki, el dios del abismo de aguas bajo la tierra, es la siguiente deidad a la que se invoca, y ante él Eannatum registra que presentó ciertos peces como ofrenda; su red Eannatum ha echado sobre los hombres de Umma, y si cruzan el foso, ruega que la destrucción caiga sobre Umma por su medio. A continuación se dirige a Enzu, el dios Luna de Ur, a quien Eannatum describe como "el fuerte toro-ternero de Enlil"; cuatro palomas fueron puestas como ofrendas ante él, y se le invoca para que destruya Umma con su red, en caso de que los hombres de esa ciudad crucen alguna vez la frontera de Ningirsu, o alteren el curso de la zanja, o se lleven la estela de delimitación. Ante Babbar, el dios Sol, en su ciudad de Larsa, Eannatum declara que ha ofrecido toros como ofrenda, y su gran red, que ha lanzado sobre los hombres de Umma, es invocada en términos similares. Por último, Eannatum ruega a Ninki, por quien también se ha prestado juramento, que castigue cualquier violación del tratado borrando el poderío de Umma de la faz de la tierra.

La gran estela de Eannatum, de cuyo texto hemos tomado gran parte de la descripción de su guerra con Umma, es el ejemplo más sorprendente del arte sumerio primitivo que ha llegado hasta nosotros, y las esculturas que contiene arrojan una luz considerable sobre las costumbres y creencias de esta raza primitiva. La metáfora de la red, por ejemplo, que emplea Eannatum a lo largo de las maldiciones que lanza sobre Umma, en caso de cualquier violación del tratado, está ilustrada de forma sorprendente por una escena esculpida en dos de los fragmentos de la estela que se han recuperado. Cuando estaba completa, la estela consistía en una gran losa de piedra, curvada en la parte superior, y estaba esculpida e inscrita en ambos lados y también en sus bordes. Hasta el momento se han recuperado siete fragmentos de ella en el transcurso de las excavaciones de Tello, de los cuales seis se encuentran en el Louvre y uno en el Museo Británico; suelen distinguirse por los símbolos A a G. Aunque los fragmentos así recuperados no representan más que una pequeña proporción del monumento original, es posible, a partir de un estudio cuidadoso de los mismos, formarse una idea bastante completa de las escenas que fueron esculpidas en ella. Como ya hemos señalado, el monumento era una estela de victoria colocada por Eannatum, y las dos caras de la losa están esculpidas en bajo relieve con escenas que ilustran la victoria, pero que difieren considerablemente en su carácter. En la cara las representaciones son mitológicas y religiosas, mientras que en el reverso son históricas. Podría suponerse muy naturalmente que la cara de la estela habría estado ocupada por representaciones del propio Eannatum triunfando sobre sus enemigos, y, hasta que el texto de la estela fue descifrado y explicado a fondo, ésta era de hecho la opinión aceptada. Pero ahora está claro que Eannatum dedicó el anverso de la estela a representaciones de sus dioses, mientras que el reverso del monumento se consideró el lugar apropiado para las escenas que representaban al patesi y a su ejército cumpliendo la voluntad divina. La disposición de los relieves sobre la piedra ilustra así forzosamente la creencia de esta época temprana de que el dios de la ciudad era su verdadero gobernante, cuyo ministro y servidor era el patesi, no sólo en metáfora, sino de hecho.

 

Parte de la Estela de los Buitres, esculpida con una escena que representa a Ningirsu apaleando a los enemigos de Lagash (Shirpurla), a los que ha atrapado en su red.

 

En la porción más grande de la estela que se ha recuperado, formada por dos fragmentos unidos, tenemos la escena que ilustra la metáfora de Eannatum sobre la red. Casi toda esta porción del monumento está ocupada por la figura de un dios, que parece de tamaño colosal si se compara con las del patesi y sus soldados en el reverso de la estela. El dios tiene el pelo alborotado, atado con un doble filete, y, mientras las mejillas y los labios están afeitados, una larga barba cae en cinco rizos ondulados desde la barbilla sobre el pecho. Está desnudo hasta la cintura, alrededor de la cual lleva una prenda ceñida con dos pliegues delante indicados por líneas dobles. Al principio se sugirió que deberíamos ver en esta figura una representación de algún héroe primitivo, como Gilgamesh, pero no hay duda de que debemos identificarlo con Ningirsu, la ciudad-dios de Lagash. Pues en su mano derecha el dios sostiene el emblema de Lagash, el águila con las alas desplegadas, arañando las cabezas de dos leones; y la estela en sí, aunque perpetúa indirectamente la fama de Eannatum, estaba destinada esencialmente a conmemorar las victorias logradas por Ningirsu sobre los enemigos de su ciudad. Este hecho explicará también el resto de la escena esculpida en el fragmento inferior. Pues el dios empuña en su mano derecha una pesada maza, que deja caer sobre una red que tiene delante y que contiene enemigos cautivos, cuyos cuerpos pueden verse entre sus anchas mallas luchando y retorciéndose dentro de ella. En el relieve, las cuerdas de la red están dispuestas simétricamente, y aparentemente se eleva como una estructura sólida hasta el nivel de la cintura del dios. Tiene, pues, el aspecto de una jaula con travesaños y soportes de madera o metal. Pero las esquinas redondeadas de la parte superior indican que podemos considerarla como una red formada por cuerdas y cordajes. El hecho de que se eleve rígidamente ante el dios puede deberse en parte al imperfecto conocimiento de la perspectiva característico de todo arte primitivo, en parte quizá al deseo del escultor de permitir que el emblema de Lagash, asido en la mano izquierda del dios, descanse sobre ella; a menos que, en efecto, el propio emblema sea una parte de la red, mediante la cual el dios la está sosteniendo. En cualquier caso, la proximidad del emblema a la red no es fortuita. Dentro de la red están los enemigos de Lagash, y con la maza en la mano derecha se representa a Ningirsu golpeando la cabeza de uno de ellos que sobresale de entre las mallas.

La metáfora de la red, tanto del pescador como del cazador de aves, es familiar en la literatura poética de los hebreos, y es interesante observar este ejemplo muy temprano de su aparición entre los primitivos habitantes sumerios de Babilonia. En el texto grabado en la Estela de los Buitres, Eannatum, como ya hemos visto, trata de salvaguardar los términos de su tratado poniéndolo bajo la protección de las redes de Enlil y de otras divinidades. Declara que ha echado sobre los hombres de Umma las redes de las deidades por las que él y ellos han jurado y, en caso de violación de su juramento, ruega que las redes los destruyan a ellos y a su ciudad. Así, las mallas de cada red pueden considerarse en cierto sentido como las palabras del juramento, por cuya pronunciación se han puesto bajo el poder del dios cuyo nombre han invocado. Pero no debe considerarse que la escena del anverso de la estela se refiera directamente a esta parte del texto, ni que la figura colosal sea la de Enlil, el dios principal de Babilonia. Pues su destrucción de los hombres de Umma se invoca simplemente como un posible suceso en el futuro, mientras que el dios de la estela ya se dedica a apalear a los cautivos que ha capturado; y, tanto si se hacía referencia a la red de Ningirsu en una parte del texto que faltaba como si no, el hecho de que la figura de la estela agarre el emblema de Lagash es indicio suficiente de que se está hablando de Ningirsu y no de Enlil, ni de ninguna otra deidad. Así pues, la cara de la estela ilustra el texto de Eannatum en su conjunto, no sólo las fórmulas imprecatorias adjuntas al tratado con Umma. Se refiere a las victorias pasadas de Ningirsu en su carácter de ciudad-dios de Lagash.

La representación de Ningirsu apaleando a sus enemigos forma sólo una parte de un esquema más amplio que ocupaba toda la parte superior de la Estela de los Buitres. Aunque la suya es la figura principal de la composición, no está colocada en el centro del campo sino en el extremo derecho, el borde derecho de los fragmentos ilustrados más arriba representa el borde real de la estela. A la izquierda, detrás del dios y asistiéndole de pie, había una diosa, partes de cuya cabeza y tocado se han recuperado en un fragmento del borde izquierdo de la estela. Lleva una corona con cuernos y detrás de ella hay un estandarte coronado por un emblema en forma de águila con las alas desplegadas. Está esculpida a menor escala que la figura de Ningirsu, por lo que sirve para indicar sus colosales proporciones; y se alza sobre un filete o dintel, que corta el registro superior de una segunda escena esculpida debajo. El fragmento de la estela del Museo Británico conserva uno de los pies de Ningirsu y una esquina de la red con los prisioneros dentro, y ambos están representados descansando sobre el mismo filete o dintel. Este fragmento es una pieza de cierta importancia, ya que, al unir otras dos piezas de la estela del Louvre, nos permite formarnos una idea de la escena en el registro inferior. Aquí también tenemos representaciones de divinidades, pero están dispuestas en un plano ligeramente diferente. Encontramos en el fragmento de la derecha de la estela (C) parte de la cabeza y el tocado de una diosa muy parecida a la del registro superior. Aquí ella mira hacia la izquierda, y en otro fragmento (F), que se une al fragmento del Museo Británico por la izquierda, hay una parte de una escultura muy complicada. Ha dado lugar a muchas conjeturas, pero parece haber pocas dudas de que representa la parte delantera de un carro. Tenemos el mismo frente curvado que se ve en el carro de Eannatum en el reverso de la estela, y la misma disposición de las riendas que pasan a través de un anillo doble fijado en la parte delantera del carro y se enganchan sobre un soporte alto. Aquí el soporte y la parte delantera del carro están decorados con una forma del emblema de Lagash, el águila extendida y los leones, por lo que podemos concluir que el carro es el de Ningirsu; de hecho, a la izquierda del fragmento puede detectarse una parte de la vestimenta lisa del dios, similar a la que lleva en el registro superior. Evidentemente está de pie en el carro, y podemos imaginárnoslo cabalgando triunfante tras la destrucción de sus enemigos.

Se puede trazar así una estrecha analogía entre las dos escenas del anverso de la estela y los dos registros superiores del reverso. En estos últimos tenemos representaciones de Eannatum a pie conduciendo a sus guerreros a la batalla, y también cabalgando victorioso en un carro a la cabeza de ellos. En el anverso de la estela hay escenas de carácter similar en el ámbito religioso, que representan a Ningirsu matando a los enemigos de Lagash, y después cabalgando triunfante en su carro. También cabe señalar que la composición de las escenas en los dos registros de la cara de la piedra está admirablemente planificada. En el registro superior, la figura colosal de Ningirsu con su red, a la derecha, está equilibrada abajo a la izquierda por su figura en el carro; y, del mismo modo, la figura o figuras más pequeñas de arriba estaban equilibradas por el asno que tiraba del carro de Ningirsu, y la pequeña figura de una diosa que está frente a él.

Hay pocos indicios que nos permitan identificar a las diosas que acompañan a Ningirsu. Si las figuras de ambos registros representan al mismo personaje divino, se sugieren los nombres de varias diosas. Podríamos, tal vez, ver en ella a la esposa de Ningirsu, Bau, la hija de Anu, o a su hermana Nina, la diosa del oráculo, a cuyo servicio se dedicaba especialmente Eannatum, o a Gatumdug, la madre de Lagash. Pero el estandarte militar que acompaña a la diosa en la escena superior, y las puntas de dos dardos o jabalinas que en el mismo fragmento parecen surgir de sus hombros o estar atadas a ellos, parecen mostrar que la diosa superior, en todo caso, es de carácter guerrero. Además, en otra inscripción, Eannatum atribuye un éxito que ha obtenido en la guerra a la intervención directa de la diosa Ninni, lo que demuestra que ésta, al igual que la posterior diosa babilónica y asiria Ishtar, era esencialmente la diosa de la batalla. Es lícito, por tanto, ver en la diosa superior, esculpida sobre la cara de la Estela de los Buitres, una representación de Ninni, la diosa de la batalla, que asiste a la ciudad-dios Ningirsu mientras se dedica a la matanza de sus enemigos. En el registro inferior es posible que tengamos una segunda representación de Ninni, en la que aparece dando la bienvenida a Ningirsu una vez finalizada la matanza. Pero aunque los tocados de las dos diosas son idénticos, los emblemas que las acompañan parecen diferir, por lo que estamos justificados a sugerir para la figura inferior alguna diosa distinta de Ninni, cuyo trabajo terminó cuando Ningirsu se aseguró la victoria. La deidad más adecuada para alegrar la vista de Ningirsu a su regreso habría sido su fiel esposa Bau, que solía reclinarse junto a su señor en su diván dentro del templo E-ninnu. Así pues, podemos identificar provisionalmente a la diosa del registro inferior con Bau, que aparece allí representada saliendo al encuentro del carro de su amo y señor a su regreso de la batalla.

Tal vez las escenas esculpidas en el reverso de la Estela de los Buitres sean de mayor interés que las de su cara, ya que nos ofrecen una imagen de estos primitivos pueblos sumerios tal y como se mostraban cuando participaban en las continuas guerras que se libraban entre las distintas ciudades-estado. Al igual que las escenas de la cara de la estela, las del reverso están dispuestas en registros separados, divididos unos de otros por bandas elevadas, o filetes, que se extienden a lo largo de la cara del monumento y representan el suelo en el que tuvieron lugar las escenas retratadas sobre ellos. Los registros del reverso son más pequeños que los de la cara, siendo al menos cuatro en número, en lugar de las dos escenas que están dedicadas a Ningirsu y sus deidades asistentes. Como era de esperar, las escenas del reverso de la estela son de menor escala que las de la cara, y el número y la variedad de las figuras que las componen son mucho mayores. En el reverso de la piedra se ha dejado poco espacio para la inscripción, la mayor parte de la cual está grabada en el anverso del monumento, en los amplios espacios del campo entre las figuras divinas. Del más alto de los cuatro registros del reverso se han recuperado cuatro fragmentos, uno de los cuales (A) prueba que la cabeza curva de la estela de este lado estaba rellena con las representaciones de buitres, a las que ya se ha hecho referencia. La intención del escultor era claramente representarlos como volando espesamente en el aire por encima de sus cabezas, llevándose del campo de batalla las cabezas y miembros cercenados de los muertos. Las aves formaban así un elemento muy decorativo y llamativo del monumento, y el nombre popular de la estela, que deriva de ellas, está plenamente justificado. En el mismo registro de la izquierda hay una escena que representa a Eannatum dirigiendo a sus tropas en la batalla y allí los vemos avanzar sobre los cuerpos de los muertos; mientras que en el extremo derecho del mismo registro tenemos un fragmento que representa a hombres ocupados en recoger a los muertos y apilarlos en montones para su enterramiento. Podemos conjeturar que la parte central del registro, que falta, representaba a los enemigos de Eannatum cayendo ante su lanza. En el registro inmediatamente inferior encontramos otra representación de Eannatum a la cabeza de sus tropas. Aquí, sin embargo, no están en formación de batalla sino en marcha, y Eannatum, en lugar de avanzar a pie, va delante de ellos en su carro.

Las representaciones esculpidas de Eannatum y sus soldados, que se conservan en estos fragmentos, son de la mayor importancia, ya que ofrecen una vívida imagen del método sumerio de lucha, y proporcionan información detallada con respecto a las armas y armaduras en uso en esta época temprana".

Observamos que los sumerios avanzaban al ataque en una sólida falange, la fila de cabeza estaba protegida por enormes escudos o rodelas que cubrían todo el cuerpo desde el cuello hasta los pies, y eran tan anchos que, cuando se alineaban en formación de batalla, sólo quedaba espacio suficiente para que se alzara una lanza entre cada uno; los portadores de las lanzas llevaban como arma adicional un hacha, parecida a una azuela de cabeza plana. Del segundo registro, en el que vemos al ejército en marcha, se deduce claramente que los soldados rasos no llevaban escudos para protegerse individualmente; las enormes rodelas sólo las llevaban los hombres de la primera fila, y servían así para proteger todo el frente de una fuerza atacante mientras avanzaba en sólida formación. En la escena del registro superior hay esculpidos dos soldados detrás de cada escudo, y en cada hueco entre los escudos se alzan seis lanzas que los soldados que las empuñan agarran firmemente con ambas manos. La agrupación de las lanzas de esta manera es obviamente un recurso del escultor para sugerir seis filas de soldados avanzando unos detrás de otros al ataque. Pero el hecho de que cada lanza se represente agarrada con ambas manos por su propietario demuestra que los escudos no eran portados por los propios portadores de las lanzas, sino por soldados apostados en el frente, armados únicamente con un hacha. El único deber de un portador de escudo durante un ataque en falange era claramente mantener en posición su escudo, que era lo suficientemente ancho como para proteger su propio cuerpo y el del portador de la lanza a su derecha. Así, la representación de dos soldados detrás de cada broquel en la Estela de los Buitres es un detalle perfectamente exacto. Tan pronto como un ataque se había llevado a cabo con éxito, y el enemigo estaba en fuga, los portadores de escudos podían desprenderse de los pesados escudos que llevaban y unirse a la persecución. El hacha ligera con la que iban armados era admirablemente adecuada para los conflictos cuerpo a cuerpo, y es probable que los propios lanceros abandonaran sus armas pesadas y recurrieran al hacha cuando rompían su formación cerrada.

Tanto Eannatum como sus soldados llevaban un casco cónico, que cubría la frente y se llevaba bajo a la espalda para proteger el cuello; el casco real se distinguía por la adición a los lados de piezas moldeadas, para proteger las orejas. Tanto los escudos como los cascos eran probablemente de cuero, aunque los nueve resaltes circulares de la cara de cada uno de los primeros posiblemente eran de metal. Su uso era claramente para reforzar los escudos, y probablemente estaban sujetos a un armazón de madera en la otra cara. También tenderían a proteger la superficie de los escudos desviando los golpes dirigidos contra ellos. Las armas reales consistían en una larga lanza o lanza, empuñada con la mano izquierda, y una maza curva o bastón arrojadizo, formado por tres cabos unidos a intervalos con correas de cuero o bandas de metal. Cuando marchaba en su carro, el rey iba provisto de armas adicionales, consistentes en un hacha de cabeza plana, como las de sus soldados, y varios dardos ligeros, algunos provistos de doble punta. Estos últimos los llevaba en una enorme aljaba sujeta a la parte delantera de su carro, y junto a ellos cabe destacar un látigo de doble púa, sin duda destinado a conducir el asno o asnos que tiraban del vehículo. Es probable que los soldados que seguían a Eannatum en ambas escenas fueran hombres escogidos, que formaban la guardaespaldas real, pues los de la escena de la batalla se distinguen por la larga cabellera o, más bien, peluca, que les cae sobre los hombros desde debajo de los cascos, y a los de la marcha se les ve vestidos de cintura para abajo con la áspera prenda de lana similar a la que lleva el rey. Es muy posible que hayan sido reclutados entre los miembros de la casa real y las familias principales de Lagash. La indumentaria del rey se distingue de la de ellos por la adición de un manto, posiblemente de piel, que se lleva sobre el hombro izquierdo de tal forma que deja el brazo y el hombro derechos totalmente libres.

La escena esculpida en el tercer registro, o sección, del reverso de la estela de Eannatum arroja considerable luz sobre las costumbres funerarias de los sumerios. Partes de la escena se conservan en los fragmentos C y F, que ya hemos señalado que pueden estar conectados entre sí por medio del fragmento G, conservado en el Museo Británico. En este registro tenemos una representación de las escenas que siguieron a la victoria de Eannatum, cuando el rey y su ejército tuvieron tiempo de recoger a sus muertos y enterrarlos con ritos solemnes y sacrificios bajo enormes tells o túmulos. Se recordará que un fragmento del registro superior retrata la recogida de los muertos en el campo de batalla; aquí, a la izquierda, vemos los túmulos en construcción, bajo los cuales se enterraba a los muertos. Los muertos están bastante desnudos, y se les ve apilados en filas, alternativamente cabeza con cabeza y pies con pies. Los dos cadáveres de la base están esculpidos tumbados en el suelo y, al elevarse, parecen dispuestos como las varillas de un abanico. Esta disposición se debió sin duda a la necesidad del escultor de llenar la cabecera semicircular del tell, y no representa la manera en que los cadáveres fueron dispuestos realmente para su enterramiento. Podemos concluir que se dispusieron simétricamente en filas dobles, y que la posición de cada uno era horizontal, añadiéndose filas adicionales hasta alcanzar la altura suficiente.

En el fragmento hay esculpidas dos figuras vivas, ocupadas en la labor de completar el enterramiento. Se les representa trepando por la pila de cadáveres, y parece que se ayudan de una cuerda que agarran con la mano derecha. Sobre sus cabezas llevan cestas apiladas con tierra, que están a punto de arrojar sobre la cima del túmulo. En el relieve parecen estar trepando sobre las extremidades de los muertos, pero es probable que empezaran a amontonar tierra desde abajo y treparan por los lados del túmulo a medida que éste se elevaba. El escultor no ha visto cómo representar los lados del tell sin ocultar sus cadáveres, por lo que ha omitido por completo la tierra amontonada, a menos que, efectivamente, lo que parece ser una cuerda que sostienen los portadores esté realmente destinado al lado del túmulo en sección. Se ha sugerido que los portadores llevan ofrendas para los muertos, pero las cestas parecen estar apiladas con tierra, no con ofrendas, y el registro en el texto sobre la estela, de que Eannatum apiló veinte túmulos después de su batalla con los hombres de Umma, es suficiente justificación para la opinión de que la escena representa uno de estos túmulos en curso de construcción.

La continuación de la escena en los otros dos fragmentos demuestra que el entierro de los muertos iba acompañado de elaborados ritos funerarios y de la ofrenda de sacrificios. A la derecha de los trabajadores dedicados a apilar el túmulo puede verse un toro tumbado de espaldas en el suelo y atado firmemente con cuerdas a dos robustas estacas clavadas en el suelo cerca de su cabeza y cola. Evidentemente es la víctima, debidamente preparada para el sacrificio, que se ofrecerá cuando el túmulo esté terminado. En el campo, encima del toro, hay esculpidas otras víctimas y ofrendas, que fueron colocadas junto al toro. Vemos una hilera de seis corderos o cabritos, decapitados y dispuestos simétricamente, del cuello a la cola y de la cola al cuello. A la derecha del toro hay dos grandes vasijas de agua, de boca ancha y que se estrechan hacia la base; unas ramas de palmera, colocadas en ellas, caen sobre sus bordes, y un joven, completamente desnudo, está vertiendo agua en una de ellas desde una vasija más pequeña. Evidentemente está vertiendo una libación, como podemos deducir de una escena similar en otro relieve sumerio temprano que se ha recuperado. Más allá de las grandes vasijas parece haber haces de marchitas, y en el campo sobre ellas hay esculpida una hilera de plantas en crecimiento. Éstas probablemente no surgen de las grandes vasijas, como parecen en la escultura, sino que forman una hilera separada más allá de los maricones y las vasijas. En la cabeza del toro puede verse el pie y parte de la túnica de un hombre que dirige el sacrificio. Como en todos los demás registros del reverso de la estela Eannatum ocupa una posición destacada, podemos concluir que se trata de parte de la figura del propio Eannatum. En este registro ocupa el centro del campo y preside los ritos funerarios de los guerreros caídos a su servicio.

De la última escena que se conserva en la Estela de los Buitres queda muy poco en los fragmentos recuperados, pero esto es suficiente para indicar su carácter. Aquí se representa a Eannatum decidiendo el destino de los prisioneros tomados en batalla. De su figura sólo se conserva la mano izquierda; está agarrando una pesada lanza o lanza por el extremo del asta como en el segundo registro. La lanza pasa sobre las cabezas afeitadas de una fila de cautivos, y al final de la fila su punta toca la cabeza de un prisionero de rango más elevado, que mira al rey y levanta una mano en señal de sumisión. Un fragmento de inscripción detrás de la cabeza de este cautivo da el nombre de “Al-[ . . . ], rey de Kish”, y puede concluirse con bastante probabilidad que estas palabras forman una etiqueta adherida a la figura del prisionero principal, como las etiquetas grabadas cerca de la cabeza de Eannatum en los dos registros superiores, que lo describen como “Eannatum, campeón del dios Ningirsu”. Hay mucho más a favor de esta explicación que de la posibilidad de que las palabras formaran parte de un relato de una guerra librada por Eannatum contra Kish, que se ha añadido al registro de su guerra con Umma. Según este punto de vista, la estela debió de ser más grande de lo que hemos supuesto, ya que habría incluido registros adicionales en la base del reverso para dejar constancia de las campañas posteriores y su ilustración mediante relieves. De este modo, el monumento se habría erigido para conmemorar todas las guerras de Eannatum. Pero la librada contra Umma sería la más importante, y su registro, copiado directamente del texto del tratado, ocuparía aún tres cuartas partes de la piedra. Además, tendríamos que suponer que el escriba copió servilmente el texto de la estela de delimitación hasta su título, y no hizo ningún intento de asimilar con él los registros posteriores, que debemos suponer que añadió en forma de párrafos adicionales. Tal suposición es extremadamente improbable, y es preferible considerar las palabras detrás de la cabeza del prisionero como una etiqueta, y concluir que el texto conectado de la estela terminaba, como parece, con el nombre y la descripción de la piedra, que está grabado como una especie de colofón en la parte superior del campo en el cuarto registro.

Según esta alternativa no necesitamos suponer la existencia de más registros que aquellos de los que ya poseemos fragmentos, y la concepción y disposición de los relieves gana inmensamente en unidad y coherencia. En el anverso sólo tenemos dos registros, el superior bastante más grande que el inferior, y ambos dedicados, como hemos visto, a representaciones de Ningirsu y sus diosas asistentes. El reverso de la piedra, dividido en cuatro registros, está asignado íntegramente a Eannatum, a quien se ve dirigiendo a sus tropas al ataque, regresando en su carro del campo de batalla, realizando ritos funerarios para sus soldados muertos y decidiendo el destino de los cautivos que ha tomado. Así pues, los relieves ilustran admirablemente la descripción de la guerra con Umma, y podemos concluir que la Estela de los Buitres era o bien la estela de delimitación real erigida por Eannatum en la frontera, o bien, como es más probable, una copia exacta de su texto, embellecida con esculturas, sobre una piedra que Eannatum mandó tallar y erigir dentro de su propia ciudad como monumento conmemorativo de su conquista. De hecho, quizá podamos hacer la suposición adicional de que la estela fue erigida dentro del templo de Ningirsu, ya que conmemora la recuperación de Gu-edin, el territorio que le era peculiarmente propio. La estela de los buitres, con su elaborado y delicado relieve, habría estado fuera de lugar en la frontera de Gu-edin, donde, podemos conjeturar, la piedra conmemorativa se habría hecho lo más fuerte y lisa posible, para ofrecer pocas posibilidades de mutilación. Pero, si estaba destinada a ser colocada al abrigo del templo de Ningirsu en Lagash, el escultor no habría tenido ninguna restricción a sus esfuerzos; y el lugar prominente asignado a Ningirsu en los relieves, sobre la cara del monumento, concuerda plenamente con la sugerencia de que la Estela de los Buitres estuvo en algún momento dentro de su santuario.

A favor de la opinión de que el monumento no era la verdadera estela de Ningirsu podemos señalar que hacia el final de su texto unas cuatro columnas estaban ocupadas con listas de otras conquistas logradas por Eannatum. Pero en todas las “kudurru-inscripciones”, o estelas de delimitación, que estaban destinadas a salvaguardar la propiedad o las reclamaciones de particulares, los textos se cierran con una serie de imprecaciones que hacen caer la ira de los dioses sobre cualquiera que infrinja de algún modo los derechos del propietario. Ahora bien, en su carácter general, el texto de la Estela de los Buitres se asemeja mucho a las “inscripciones kudurru”, sólo difiere de ellas en que se propone delimitar, no los campos y fincas de particulares, sino los territorios respectivos de dos ciudades-estado. Por lo tanto, cabría esperar que, al igual que ellas, se cerrara con invocaciones a los dioses. Además, el Cono de Entemena, cuyo texto fue sin duda copiado de una estela de delimitación similar, termina con maldiciones, y no con una lista de los logros del propio Entemena. Pero si se omite la breve lista de títulos y conquistas de Entemena, el texto de la Estela de los Buitres terminaría con la serie de invocaciones a Enlil y a otras divinidades, a las que ya se ha hecho referencia.

Por lo tanto, podemos concluir que el texto original, tal como está grabado en la estela de la delimitación, sí terminaba en este punto, y que la lista de otras conquistas sólo se añadió en el monumento erigido en el templo de Ningirsu.

Aparte del interés que reviste el monumento en sí, este punto guarda relación con la fecha de la conquista de Umma en relación con las demás guerras llevadas a cabo con éxito por Eannatum en el transcurso de su reinado. Podría alegarse razonablemente que la subyugación de la ciudad vecina de Umma habría precedido a la conquista de tierras y ciudades más lejanas, sobre las que Eannatum logró imponer su dominio. En ese caso, debemos suponer que la lista de conquistas que figura en la Estela de los Buitres fue añadida en una fecha posterior. Por otra parte, es igualmente posible que la guerra con Umma tuviera lugar bien entrado el reinado de Eannatum y que, mientras el patesi y su ejército se encontraban lejos en expediciones lejanas, su antiguo rival Umma se abstuviera de aprovechar su ausencia para hacerse con el control del codiciado territorio de Gu-edin. Es posible que ambas ciudades respetaran durante años los términos del tratado de Mesilim, y que Lagash, al encontrar margen en otros lugares para su ambición, se contentara con consentir las pretensiones de independencia esgrimidas por su vecino más próximo. Así pues, es muy posible que la lista de las conquistas de Eannatum estuviera grabada en la Estela de los Buitres en el momento en que se redactó el tratado con Umma. De acuerdo con este punto de vista veremos que hay razones para creer que varias de las conquistas de Eannatum tuvieron lugar antes de su guerra con Umma, y es muy posible asignar a este periodo anterior las otras que se mencionan en la lista.

La conquista de Kish está en estrecha relación con la de Umma, ya que, aparte de la representación del rey de Kish como cautivo en la Estela de los Buitres, hay un pasaje en el cuerpo principal de la inscripción que parece relacionar el estallido de la guerra entre Umma y Lagash con la influencia de esa ciudad. En el pasaje entrecortado que registra el aliento dado a Eannatum por Ningirsu tras la incursión de Gu-edin, los nombres de Umma y Kish aparecen juntos, y el contexto del pasaje sugiere que Ningirsu promete aquí a su patesi la victoria sobre estas dos ciudades. Podemos, por tanto, conjeturar que los ambiciosos designios descritos por Entemena como los que movían a Ush, el patesi de Umma, a asaltar el territorio de Lagash, fueron fomentados por la ciudad de Kish. Es probable que Eannatum ya hubiera dado pruebas de sus cualidades como líder militar y hubiera hecho que el rey de Kish viera en Lagash un posible rival para la hegemonía de la que el Norte había disfrutado durante mucho tiempo. Sembrar la disensión entre ella y su vecina Umma, habría parecido un método de lo más eficaz para paralizar su creciente poder, y es posible que el rey de Kish no sólo prometiera su apoyo, sino que proporcionara un contingente de sus propios soldados para ayudar en el ataque. La representación del rey cautivo de Kish en la Estela de los Buitres puede interpretarse posiblemente como una prueba de que dirigió a sus tropas en persona y fue capturado durante la batalla. Pero el relieve quizá no deba tomarse demasiado al pie de la letra, y puede simbolizar simplemente la derrota de sus fuerzas junto con las de Umma, y su incapacidad para prestarles una ayuda eficaz. Por otra parte, en un texto grabado sobre una de sus piedras fundacionales, Eannatum se jacta de haber añadido el reino de Kish a sus dominios : “Eannatum, patesi de Lagash, por la diosa Ninni que le ama, junto con el patesiato de Lagash fue obsequiado con el reino de Kish”. Parece que en este pasaje Eannatum reivindica, no sólo haber derrotado a Kish, sino también ejercer la soberanía sobre el reino del norte.

Con la victoria de Eannatum sobre Kish debemos relacionar probablemente el éxito que obtuvo sobre otra ciudad del norte, Opis. Pues hacia el final del texto sobre la piedra angular antes mencionado, estos logros parecen describirse como un único acontecimiento o, al menos, como dos acontecimientos de los cuales el segundo sigue de cerca y complementa al primero. En el transcurso de las fórmulas que celebran las principales conquistas de su reinado, Eannatum exclama: “Por Eannatum Elam fue rota en la cabeza, Elam fue devuelto a su propia tierra; Cis fue rota en la cabeza, y el rey de Opis fue devuelto a su propia tierra”. Al referirse a la victoria sobre Opis en un pasaje anterior de la misma inscripción, Eannatum nombra al rey que le atacó y, aunque no da muchos detalles de la guerra, puede deducirse que Opis sólo fue derrotado tras una dura lucha. Cuando” el rey de Opis se levantó”, dice el texto, “Eannatum, cuyo nombre pronunció Ningirsu, persiguió a Zuzu, rey de Opis, desde la Antasurra de Ningirsu hasta la ciudad de Opis, y allí lo golpeó y lo destruyó”. Ya hemos visto razones para creer que el rey de Cis tomó parte activa en la guerra de Umma contra Lagash y compartió su derrota; y podemos conjeturar que fue para ayudar y vengar a su aliado por lo que Zuzu, rey de Opis, marchó hacia el sur y atacó Eannatum. Que tuvo cierto éxito al principio quizá lo indique el punto desde el que Eannatum registra que le hizo retroceder a su propia tierra. Pues el Antasurra era un santuario o templo dedicado a Ningirsu, y se encontraba dentro del territorio de Lagash, aunque posiblemente en la frontera o cerca de ella. Aquí Eannatum se encontró con los invasores en fuerza, y no sólo los desalojó, sino que siguió a su victoria persiguiéndolos hasta su propia ciudad, donde afirma que les administró una derrota aún más aplastante. Es posible que la conquista de Maer, o Mari, tuviera lugar en esta época, y en relación con la guerra con Opis y Kish, pues en un pasaje Eannatum se refiere a la derrota de estos tres estados en la Antasurra de Ningirsu. Es muy posible que Maer estuviera aliada con Kish y Opis, y que contribuyera con un contingente al ejército dirigido por Zuzu en su ataque contra Lagash.

Es interesante observar que Kish y el rey de Kish representaban los enemigos más temidos de Lagash, al menos durante una parte del reinado de Eannatum. Pues en un mortero de basalto negro que se conserva en el Museo Británico, Eannatum, después de dejar constancia de que lo ha dedicado a Nina, “la Señora de la Montaña Sagrada”, ruega que ningún hombre pueda dañarlo ni llevárselo; y a continuación añade la petición: “¡Que el rey de Kish no se apodere de él!”. Esta jaculatoria es elocuente del temor que el reino del norte inspiraba en las ciudades del sur, y podemos ver en ella la prueba de muchas incursiones durante las cuales los templos de Lagash habían sido despojados de sus tesoros. Bien podemos atribuir la dedicación del altar y el corte de la inscripción a la primera parte del reinado de Eannatum; en todo caso, a un periodo anterior a que el poder de Kish se quebrara en el sur; y, si estamos en lo cierto en esta suposición, el mortero puede servir quizá para fechar otro grupo de campañas de Eannatum. Pues en un pasaje de la segunda cara de este monumento parece constar que había conquistado las ciudades de Erec y Ur. El pasaje sigue a las invocaciones expuestas por Eannatum en la otra cara, en el curso de las cuales ruega que nadie arranque el mortero, ni lo arroje al fuego, ni lo dañe de ninguna manera; y podría argumentarse que las líneas fueron un añadido hecho al texto original de la dedicación en un periodo considerablemente posterior. En ese caso, el pasaje no aportaría ninguna prueba de que la conquista de Ur y Erec precedió a la de Kish. Pero ambos lados del monumento tienen la apariencia de haber sido grabados por la misma mano, y probablemente estemos justificados al suponer que la totalidad de la inscripción fue colocada sobre el recipiente en el momento en que se hizo. Así pues, podemos situar provisionalmente la conquista de Ur y Erec antes que la de Kish. Además, en sus inscripciones fundacionales, Eannatum agrupa su conquista de Ur y Erec con la de Ki-babbar, "el lugar del dios Sol", término que con bastante probabilidad puede identificarse con Larsa, el centro del culto al dios Sol en el sur de Babilonia. Así pues, parece que Eannatum conquistó estas ciudades, todas ellas situadas en el extremo sur de Babilonia más o menos en la misma época, y probablemente a principios de su reinado.

Un indicio de que estamos en lo cierto al situar las conquistas meridionales de Eannatum antes de la guerra con Umma puede verse, tal vez, en las invocaciones a deidades grabadas en la Estela de los Buitres con las que Eannatum pretendía proteger su tratado. En el curso de las invocaciones, Eannatum declara haber hecho ofrendas a la diosa Ninkharsag en la ciudad de Kish, a Enzu, el dios Luna, en Ur, y a Babbar, el dios Sol, en Larsa. Podemos suponer que estos pasajes se refieren a ofrendas hechas por Eannatum en su carácter de soberano y, si esta opinión es correcta, debemos concluir que la conquista de estas ciudades ya había tenido lugar. La invocación a Enki presupone quizá que Eridu también estaba en manos de Eannatum en ese momento, corolario que se seguiría casi necesariamente, si las tres ciudades vecinas de Ur, Erech y Larsa hubieran caído ante sus brazos. En consecuencia, la lista de dioses por los que Eannatum y los hombres de Umma juraron preservar el tratado adquiere un significado peculiar. Fueron seleccionados por motivos políticos tanto como puramente religiosos, y en su jurisdicción combinada representaban la extensión del dominio de Eannatum en Sumer en aquel momento. Que un gobernante estuviera en condiciones de exigir un juramento por parte de ciudades-dioses tan poderosas estaba obviamente calculado para inspirar respeto por su propia autoridad, mientras que los nombres de los propios dioses constituían una garantía suficiente de que el castigo divino seguiría con seguridad a cualquier violación del tratado. Los tempranos éxitos obtenidos por Eannatum, gracias a los cuales pudo ejercer la soberanía sobre las principales ciudades del sur de Babilonia, bien pudieron ser la causa de que despertara la hostilidad activa de Cis y Opis. Cuando salió victorioso de su lucha posterior con las ciudades del norte, podemos suponer que reclamó el título de rey, que emplea en lugar de su título más habitual de patesi en ciertos pasajes del texto de su tratado con Umma.

Las demás conquistas registradas en las inscripciones de Eannatum se dividen en dos grupos. En todas las listas de sus victorias que han llegado hasta nosotros -en la Estela de los Buitres, las piedras fundacionales y las inscripciones en ladrillos- la derrota de Elam ocupa el primer lugar. Probablemente esto no deba tomarse como que fue la primera en orden cronológico. Es cierto que el orden en que se disponen los distritos y ciudades conquistados suele ser el mismo en las distintas listas, pero no es así invariablemente. Aparte de las diferencias causadas por la omisión o inserción de nombres, el orden a veces se altera; así, la conquista de Arua se registra antes que la de Ur en la Estela de los Buitres, mientras que en las piedras fundacionales esta disposición está invertida. Por lo tanto, sería precipitado suponer que fueron enumerados en el orden en que se produjeron; es más probable que los estados y distritos conquistados estén agrupados sobre una base geográfica aproximada, y que estos grupos estén ordenados según la importancia que se les atribuye. El hecho de que Elam se mencione siempre en primer lugar en las listas se debe probablemente a que era el enemigo hereditario de las ciudades de Sumer y Acad, cuyos gobernantes nunca podían estar seguros de la inmunidad frente a sus ataques. La riqueza agrícola de Babilonia ofrecía una presa tentadora a las resistentes tribus que habitaban entre las colinas de la frontera occidental de Elam, y el temor al asaltante y al montañés, experimentado por el habitante de la llanura, es expresado por Eannatum en su descripción de Elam como "la montaña que infunde terror".

Que en su conflicto con Eannatum los elamitas fueron, como de costumbre, los agresores, queda claro por las palabras del registro sobre su inscripción fundacional más larga: "por Eannatum fue Elam roto en la cabeza, Elam fue expulsado a su propia tierra". En otros pasajes referidos a la derrota de los elamitas, Eannatum añade la fórmula de que "amontonó túmulos", frase que parece implicar que el enemigo sólo fue derrotado con pérdidas considerables. No es improbable que podamos fijar el campo de batalla, en el que fueron derrotadas las fuerzas de Elam, en las orillas del canal de Asukhur, que había sido cortado dos generaciones antes por Ur-Nina, el abuelo de Eannatum; al menos, el canal da nombre a un campo de batalla que se menciona inmediatamente antes del nombre de Elam en una de las listas de conquistas. Parece, pues, que los elamitas se dedicaban a asaltar el territorio de Lagash cuando Eannatum cayó sobre ellos con su ejército y los expulsó hacia el norte y al otro lado del Tigris.

Estrechamente asociada al éxito de Eannatum contra los elamitas estuvo su conquista de Shakh, de una ciudad cuya lectura del nombre se desconoce, y probablemente también de una tierra o distrito que llevaba el nombre de Sunanam. La conquista de este último lugar sólo se menciona en un pasaje entrecortado de la Estela de los Buitres, entre los nombres de Elam y Shakh, y el de la ciudad desconocida, por lo que poco se puede inferir al respecto. Shakh, por otra parte, siempre que se hace referencia a ella en las inscripciones de Eannatum, aparece inmediatamente después del nombre de Elam, y no es improbable que fuera un distrito de la frontera elamita que Eannatum asoló durante su persecución de los invasores. La ciudad de nombre desconocido era evidentemente un lugar de cierta importancia, pues no sólo estaba gobernada por un patesi, sino que cuando se menciona su conquista en las listas se suelen dar detalles. La interpretación de una frase que registra la acción de su patesi con respecto al emblema de la ciudad no es del todo segura, pero parece que al acercarse Eannatum lo plantó ante la puerta de la ciudad. El contexto parece implicar que se trataba de un acto de desafío y no de sumisión, ya que Eannatum afirma que conquistó la ciudad y amontonó túmulos. El emplazamiento de la ciudad, al igual que su nombre, es desconocido, pero dado que los registros que se refieren a ella siempre siguen a los relativos a Elam, podemos considerar provisionalmente que se encontraba en dirección a la frontera elamita.

El grupo restante de las conquistas de Eannatum comprende las victorias que logró sobre Az, Mishime y Arua. El primero de estos lugares era una ciudad gobernada por un patesi, al que Eannatum dio muerte cuando la capturó y destruyó. Antiguamente se consideraba que estaba situada en las proximidades del Golfo Pérsico, pero los fundamentos en los que se basaba esta opinión han resultado inadecuados. Además, las referencias de Eannatum a Mishime y Arua no nos ayudan mucho a determinar sus posiciones, pues se limita a afirmar que las destruyó y aniquiló. Sin embargo, en un pasaje de la Estela de los Buitres, una referencia a la tierra de Sumer sigue de cerca a un registro de la conquista de Arua, lo que quizá sea una indicación de que los tres lugares deben buscarse en el sur de Babilonia. Así pues, carecemos de datos para establecer definitivamente la región en la que se encontraba este grupo de ciudades, e igualmente carecemos de información sobre el periodo de su reinado en el que Eannatum las capturó o destruyó. El hecho de que se mencionen en último lugar en las listas no es prueba de que estuvieran entre sus conquistas más recientes; puede deberse simplemente a su importancia relativamente pequeña. En apoyo de esta sugerencia podemos observar que en la más larga de sus inscripciones fundacionales Eannatum se refiere a ellas una sola vez, mientras que sus éxitos contra Elam y las ciudades del norte se celebran en dos o tres pasajes separados.

De la discusión precedente sobre las campañas de Eannatum se habrá visto que durante su reinado se produjo una considerable expansión del poder y la influencia de Lagash. De ser una ciudad-estado con su influencia restringida a su propio territorio, pasó a encabezar una confederación de las grandes ciudades sumerias, disputó con éxito a las ciudades del norte la hegemonía en Babilonia y puso freno a las invasiones de Elam, enemigo hereditario tanto de Sumer como de Acad. Según la visión de las conquistas de Eannatum que se ha expuesto, la primera expansión de la influencia de la ciudad tuvo lugar hacia el sur. Las ciudades de Ur, Erech, Larsa, Kish, y probablemente Eridu, ya se habían convertido en sus estados vasallos, antes de que Kish y Opis intentaran frenar su creciente poder; y en la guerra que siguió es probable que veamos una lucha entre las fuerzas combinadas de Sumer, por un lado, y las de Acad, por otro. Uno de los episodios más importantes de este conflicto fue la guerra con Umma, ya que la incursión de los hombres de esa ciudad en el territorio de Lagash proporcionó la ocasión para el estallido de las hostilidades. El resultado del conflicto colocó a Lagash en la posición de ciudad líder de Babilonia. El hecho de que a partir de este momento Eannatum no adoptara permanentemente el título de "rey" en sus inscripciones, puede deberse quizás a su preferencia por el título religioso de "patesi", que enfatizaba su dependencia de su propia ciudad-dios Ningirsu.

El carácter militar de Eannatum se refleja en sus inscripciones, que a este respecto forman un sorprendente contraste con las de su abuelo, Ur-Nina. Mientras que los registros del rey anterior se limitan por completo a listas de templos y otros edificios que erigió o restauró en Lagash y sus alrededores, los textos de Eannatum están dedicados casi exclusivamente a sus guerras. Sin embargo, de algunos pasajes dispersos deducimos que no descuidó por completo la tarea de ampliar y embellecer los templos de su capital. Así, construyó un templo para la diosa Gatumdug y añadió otros edificios que ya estaban en pie en tiempos de Ur-Nina. Pero sus energías en este sentido se dedicaron principalmente a reparar las fortificaciones de Lagash y a poner la ciudad en completo estado de defensa. Así, se jacta de haber construido la muralla de Lagash y de haberla hecho fuerte. Desde la época de Ur-Nina, cuando la muralla había sido reparada a fondo, es probable que las defensas de la ciudad se hubieran debilitado, pues Eannatum también registra que restauró Girsu, uno de los barrios de la ciudad, que podemos suponer había sufrido en la misma ocasión, y al que se le había permitido permanecer desde entonces en un estado parcialmente ruinoso. En honor de la diosa Nina también registra que reconstruyó, o tal vez aumentó en gran medida, el barrio o la ciudad que llevaba su nombre, y construyó una muralla para la protección especial de Uru-azagga, otro barrio de Lagash. De hecho, la expansión política que tuvo lugar en este periodo en el poder de Lagash, fue acompañada de un aumento igualmente sorprendente en el tamaño y las defensas de la propia ciudad.

Durante el reinado de Eannatum está claro que el pueblo de Lagash disfrutó de una considerable prosperidad, ya que, aunque estaban obligados a proporcionar hombres para su ejército de patesis, el estado adquirió una riqueza considerable con el saqueo de las ciudades conquistadas y con el tributo de grano y otros suministros que se les imponía como señal de su sujeción permanente. Además, las campañas no podían ser de muy larga duración y, tras el regreso del ejército al término de una guerra, es probable que la mayor parte del mismo se disolviera y los hombres volvieran a sus ocupaciones ordinarias. Así pues, la prosecución con éxito de su política exterior por parte de Eannatum no se tradujo en ningún empobrecimiento de los recursos materiales de su pueblo, y las fértiles llanuras que rodeaban la ciudad no quedaron sin cultivar por falta de mano de obra. De hecho, parece que en la última parte de su reinado aumentó en gran medida la superficie de tierra cultivada. Pues en sus inscripciones fundacionales más largas, después de registrar sus principales conquistas, afirma : “En aquel día Eannatum hizo (lo siguiente). Eannatum, . . . cuando su poderío había dado fruto, cavó un nuevo canal para Ningirsu, y lo llamó Lummadimdug”. Con la expresión “cuando su poderío había dado fruto”, está claro que Eannatum se refiere a la última parte de su reinado, cuando ya no se vio obligado a colocar incesantemente a su ejército en el campo de batalla, y él y su pueblo pudieron dedicarse a la pacífica tarea de desarrollar los recursos materiales de su propio distrito en Sumer.

Otro canal, que sabemos que fue cortado por Eannatum, fue el que separaba la llanura de Gu-edin del territorio de Umma, pero éste se realizó, no con fines de irrigación, sino más bien como zanja fronteriza para marcar los límites del territorio de Lagash en esa dirección. Hay pocas dudas, sin embargo, de que al menos una parte de su curso se utilizó para abastecer de agua a las porciones de Gu-edin que se extendían a lo largo de sus orillas. Al igual que el canal Lummadimdug, esta zanja fronteriza también fue dedicada a Ningirsu, y en la inscripción sobre una pequeña columna que registra este hecho, el nombre del canal se da como Lummagirnuntashagazaggipadda. Pero este título excesivamente largo sólo se empleaba en ocasiones de estado, como la ceremonia de dedicación; en el lenguaje común el nombre se abreviaba a Lumma-girnunta, como aprendemos de la referencia que se hace a él en el Cono de Entemena. Es interesante observar que en el título de la piedra de delimitación, que aparece en la Estela de los Buitres, se hace referencia a un canal llamado Ug-edin, el título de la piedra se da como “Oh Ningirsu, señor de la corona ..., ¡da vida al canal Ug-edin!”. En las líneas siguientes el propio monumento se describe como "”a estela de Gu-edin, el territorio amado de Ningirsu, que yo, Eannatum, he devuelto a Ningirsu”; de modo que está claro que el canal, cuyo nombre se incorpora al de la estela, debió de tener alguna relación con la zanja fronteriza. Tal vez haya que identificar el canal Ug-edin con Lummagirnunta, a menos que uno de los dos fuera un canal subsidiario.

Para abastecer de agua su principal canal de irrigación después del período de las inundaciones primaverales, Eannatum no dependía únicamente del agua que pudiera encontrar su camino desde el río, antes de que la superficie de éste se hundiera por debajo del nivel del lecho del canal; tampoco se limitaba al laborioso método de elevarla desde el río hasta su canal por medio de máquinas de irrigación. Sin duda empleó ambos métodos para obtener agua, pero los complementó con la construcción de un embalse, que debía retener al menos una parte del agua sobrante durante el comienzo de la primavera y almacenarla para su uso gradual en los campos una vez que el nivel del agua en el río y los canales hubiera descendido. En el pasaje de su inscripción fundacional que recoge este hecho, dice: “Para Ningirsu fundó el canal Lummadimdug y se lo dedicó; Eannatum, dotado de fuerza por Ningirsu, construyó el embalse de Luinmadimdug, con una capacidad de tres mil seiscientos gur de agua”. Es cierto que su embalse no era de dimensiones muy imponentes, pero su construcción demuestra que Eannatum o sus ingenieros habían estudiado el problema de la irrigación con espíritu científico y ya habían desarrollado el método para obtener un suministro constante de agua que todavía se considera que da los mejores resultados.

Posiblemente, durante el reinado de Eannatum se excavaron canales más pequeños para suministrar agua a los barrios de Lagash que él mejoró o amplió; y también sabemos que, allí donde la canalización era impracticable, obtenía agua hundiendo pozos. Dentro del recinto del templo de Ningirsu, por ejemplo, construyó un pozo para abastecer de agua al templo, y se han recuperado algunos de los ladrillos que revestían el pozo por dentro. En ellos inscribió su nombre junto a los de los dioses por los que había sido favorecido; y, tras dar una lista de sus conquistas más importantes, dejó constancia de que había construido el pozo en el espacioso patio delantero del templo, lo había bautizado con el nombre de Sigbirra y lo había dedicado a Ningirsu. Por la referencia a sus conquistas en la inscripción sobre los ladrillos, está claro que el hundimiento del pozo, al igual que el corte del canal de irrigación Lummadimdug, tuvo lugar en los últimos años del reinado de Eannatum.

La frase con la que termina la inscripción del pozo de Eannatum puede tomarse como indicativa de la medida de prosperidad a la que llegó el estado de Lagash bajo su gobierno. “En aquellos días” dice, “Ningirsu amaba a Eannatum”. Pero el derecho de Eannatum a ser recordado descansa, como hemos visto, en mayor medida en sus éxitos militares, por medio de los cuales fue capaz de extender la autoridad de Lagash sobre toda Sumeria y gran parte de Acad. Al mismo tiempo demostró ser lo suficientemente fuerte como para defender su imperio del ataque de enemigos externos, y es probable que, tras su señalada derrota de los elamitas, no se viera perturbado por más incursiones procedentes de ese barrio. Tres veces en el curso de sus inscripciones afirma que "por Eannatum, cuyo nombre pronunció Ningirsu, los países fueron rotos en la cabeza", y parece que su jactancia estaba justificada. La metáfora que emplea aquí está tomada de la pesada maza de combate, que constituía un arma eficaz en la guerra de la época. Se puede ver en uso en la escena esculpida en el principal monumento del reinado de Eannatum, donde el propio Ningirsu es retratado rompiendo las cabezas de sus enemigos. Esta representación de la ciudad-dios de Lagash, uno de los mejores ejemplos de la escultura sumeria primitiva, simboliza en sí misma admirablemente la ambición y los logros del gobernante en cuyo reinado y por cuya orden fue realizada.

 

 

URUKAGINA DE LAGASH

2380-2360 A.C.

 

EL FIN DE LA DINASTÍA DE UR-NINA, LAS REFORMAS DE URUKAGINA Y LA CAÍDA DE LAGASH

 

EANNATUM fue el miembro más famoso y poderoso de la dinastía de Ur-Nina, y es probable que su reinado marque el cenit del poder de Lagash como ciudad-estado. Desconocemos la causa que le llevó a ser sucedido en el trono por su hermano Enannatum I, en lugar de por un hijo suyo. Que la ruptura en la sucesión no se debió a una revolución palaciega es seguro por una referencia que Enannatum hace a su hermano en una inscripción encontrada por Koldewey en El-Hibba, donde, tras nombrar a Akurgal como su padre, se describe a sí mismo como “el amado hermano de Eannatum, patesi de Lagash”. Es posible que Eannatum no tuviera descendencia masculina o, dado que su reinado parece haber sido largo, puede que sobreviviera a sus hijos. De hecho, podemos conjeturar que sus victorias no se ganaron sin considerables pérdidas entre sus guerreros más jóvenes, y muchos cadetes de la casa real, incluidos los propios hijos del rey, pueden haber dado su vida al servicio de su ciudad y de su dios. Tal pudo muy bien haber sido la causa de que la sucesión pasara de la línea directa de descendencia a una rama más joven de la familia. Que Enannatum siguió y no precedió a su hermano en el trono queda demostrado por la referencia que se hace a él en el texto de El-Hibba ya mencionado; además, él mismo fue sucedido por sus propios descendientes inmediatos, y una referencia a su reinado en el Cono de Entemena sigue en orden de tiempo al registro del mismo gobernante relativo a Eannatum. Las pocas inscripciones de su reinado que se han recuperado en Tello y El-Hibba son de carácter votivo más que histórico y, si no fuera por los resúmenes históricos sobre el Cono de Entemena y una placa inscrita de Urukagina, careceríamos de datos para trazar la historia de Sumer en este periodo. Así las cosas, nuestra información se limita en su mayor parte a la continua rivalidad entre Lagash y su vecina cercana Umma, que ahora condujo a una renovación de las hostilidades activas.

Ya hemos visto que, a pesar del aumento del poder de Lagash durante el reinado de Eannatum, la ciudad de Umma no había sido incorporada a su dominio, sino que había logrado mantener una actitud de semi independencia. Esto se desprende de los términos del tratado, por el que los hombres de Umma se comprometían a no invadir el territorio de Lagash; y, aunque pagaban un pesado tributo en maíz a Eannatum, podemos suponer que estaban dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad que se les presentara de repudiar la soberanía de Lagash. Tal oportunidad pudieron haberla visto en la muerte de su conquistador Eannatum, pues tras la ascensión de su hermano los encontramos repitiendo las mismas tácticas que habían empleado durante el reinado precedente bajo el liderazgo de su patesi, Ush. Enakalli, con quien Eannatum había establecido su tratado, había sido sucedido en el trono por Urlumma. En su cono-inscripción Entemena no da ninguna indicación sobre si hubo algún intervalo entre el reinado de Enakalli y el de Urlumma. Pero de una pequeña tablilla de lapislázuli de la “Colección de Clercq” deducimos que este último era hijo de Enakalli y, por tanto, probablemente su sucesor directo en el trono. La pequeña tablilla fue empleada como monumento fundacional, y una breve inscripción en ella registra la construcción de un templo al dios Enkigal por Urlumma, que se describe a sí mismo como hijo de Enakalli. Cada gobernante lleva el título de “rey” en la inscripción y, aunque la lectura del signo que sigue al título es incierta, hay pocas dudas de que debemos identificar a los Urlumma y Enakalli de la tablilla con los dos patesis de Umma que se sabe que llevaban estos nombres.

Urlumma no mantuvo la política de su padre, sino que, siguiendo el ejemplo de Ush, reunió a su ejército e hizo un repentino descenso sobre el territorio de Lagash. Su incursión parece haber estado acompañada de una violencia aún mayor que la de su predecesor. Ush se había contentado con retirar la estela de delimitación colocada por Mesilim, pero Urlumma rompió en pedazos la de Eannatum arrojándola al fuego, y podemos suponer que trató la estela de Mesilim de la misma manera. Los santuarios, o capillas, que Eannatum había construido en la frontera y había dedicado a los dioses a los que había invocado para que custodiaran el tratado, fueron ahora arrasados. Con tales actos Urlumma trató de borrar todo rastro de las humillantes condiciones impuestas en años anteriores a su ciudad y, cruzando la zanja fronteriza de Ningirsu, asaltó y saqueó las ricas llanuras que siempre había sido la ambición de Umma poseer.

Es probable que el objetivo de Urlumma al romper el tratado no fuera simplemente recoger el botín de los campos y aldeas que invadió, sino obtener la posesión completa de la codiciada llanura. Al menos, tanto Entemena como Urukagina registran que la batalla posterior entre las fuerzas de Umma y Lagash tuvo lugar dentro del territorio de esta última, lo que parece implicar que Urlumma y su ejército no se retiraron con su botín a su propia ciudad, sino que intentaron retener la posesión de la propia tierra. Enannatum se encontró con los hombres de Umma en Ugigga, un distrito dentro de las tierras-templo de Ningirsu, donde se libró una batalla que, en el breve relato de Urukagina, consta que resultó en la derrota de Umma. Entemena, por su parte, no dice si Lagash salió victorioso, y su silencio es posiblemente significativo, ya que, si su padre hubiera logrado una victoria decidida, sin duda lo habría registrado. Además, Urlumma siguió dando problemas, y sólo en el reinado del propio Entemena fue finalmente derrotado y asesinado. Por lo tanto, podemos concluir que Enannatum no hizo más que frenar las usurpaciones de Urlumma, y no es improbable que este último conservara durante un tiempo una parte considerable del territorio que Lagash había disfrutado durante varias generaciones.

Pocos hechos más se conocen del reinado de Enannatum I. Deducimos que envió hombres a las montañas, probablemente de Elam, e hizo que talaran cedros allí y trajeran los troncos a Lagash; y con la madera de cedro así obtenida construyó el tejado de un templo, que parece haber sido dedicado a Ningirsu. El templo podemos identificarlo probablemente con el famoso templo E-ninnu de Ningirsu, del que hemos recuperado un mortero, que Enannatum preparó y presentó para que se utilizara para machacar cebollas en relación con el templo-ritual. Otro objeto dedicado a Ningirsu, que data de esta época, se conserva en el Museo Británico, y nos proporciona el nombre de un ministro al servicio de Enannatum. Se trata de una cabeza de maza de piedra caliza, tallada con el emblema de Lagash, y que lleva una inscripción por la que nos enteramos de que fue depositada en el templo E-ninnu por Barkiba, el ministro, para asegurar la conservación de la vida de Enannatum, “su rey”. De este registro se desprende que, aunque el propio Enannatum adoptó el título de "patesi", que atribuye también a su padre Akurgal, estaba permitido que sus subordinados se refirieran a él con el título de "rey". Que "patesi" era, sin embargo, su designación habitual puede deducirse no sólo de sus propias inscripciones, sino de la aparición del título tras su nombre en una escritura de compraventa redactada en una tablilla de piedra negra, que probablemente data de su reinado. Por este documento, así como por un texto inscrito en conos de arcilla hallados por Koldewey en El-Hibba, sabemos también que Enannatum tuvo un hijo llamado Lummadur, además de Entemena. Hay que señalar que ni en los conos de arcilla ni en la tablilla de piedra negra se registra el nombre del padre de Enannatum, por lo que se ha sugerido que se refieran a Enannatum II, en lugar de a Enannatum I. Pero el adorno del templo E-anna, registrado en los conos, se menciona en la inscripción de arcilla de Enannatum I, que, al igual que los conos, se encontró en El-Hibba. Por tanto, es razonable asignar la inscripción de los conos también a Enannatum I, y concluir que Lummadur era su hijo, y no el hijo y posible sucesor de Enannatum II. La cono-inscripción registra la instalación de Lummadur por su padre como sacerdote en E-anna, cuando ese templo había sido adornado y embellecido en honor de la diosa Ninni. Dado que Enannatum fue sucedido en el trono de Lagash por Entemena, podemos suponer que Lummadur era el hermano menor de este último.

Uno de los primeros deberes que Entemena tuvo que cumplir, tras ascender al trono, fue la defensa de su territorio contra nuevas invasiones de Urlumma. Es evidente que este gobernante seguía de cerca la evolución de los acontecimientos en Lagash, y una ocasión como la muerte del patesi reinante en esa ciudad bien podría haberle parecido un momento adecuado para la reanudación de las hostilidades. La muerte del gran conquistador Eannatum ya le había animado a asaltar y ocupar una porción del territorio que hasta entonces estaba en manos de Lagash y, aunque Eannatum había logrado mantenerlo en cierta medida a raya, sólo esperaba una oportunidad favorable para ampliar la zona del territorio bajo su control. Tal oportunidad la vería naturalmente en la desaparición de su antiguo rival, pues siempre cabía la posibilidad de que el nuevo gobernante resultara un líder aún menos exitoso que su padre, o de que su ascensión diera lugar a disensiones entre los miembros de la casa real, lo que debilitaría materialmente el poder de resistencia de la ciudad. Su ataque parece haber sido cuidadosamente organizado, pues hay pruebas de que reforzó sus propios recursos solicitando ayuda al menos a otro estado vecino. Su previsión de asegurarse una victoria decidida por este medio estuvo, sin embargo, lejos de realizarse. Entemena no perdió tiempo en reunir sus fuerzas y, tras conducirlas a la llanura de Lagash, se encontró con el ejército de Urlumma en la zanja fronteriza de Lumma-girnunta, que su tío Eannatum había construido para la defensa e irrigación de Gu-edin, el fértil territorio de Ningirsu. Aquí infligió una derrota señalada a los hombres de Umma, que, al ser derrotados y puestos en fuga, dejaron a sesenta de sus compañeros tendidos muertos en las orillas del canal. El propio Urlumma huyó de la batalla y buscó seguridad en su propia ciudad. Pero Entemena no descansó contento con la derrota que había infligido al enemigo en el campo de batalla. Persiguió a los hombres de Umma hasta su propio territorio y logró capturar la propia ciudad antes de que sus desmoralizados habitantes tuvieran tiempo de organizarse o reforzar su defensa. Capturó y dio muerte a Urlumma, y puso fin así a un ambicioso gobernante que durante años había causado sin duda muchos problemas y molestias a Lagash. La victoria de Entemena fue completa, pero no se obtuvo sin algunas pérdidas entre sus propias fuerzas, pues amontonó túmulos en cinco lugares distintos, que sin duda cubrían los cuerpos de sus propios muertos. Los huesos del enemigo, registra, fueron dejados para que se blanquearan en la llanura abierta.

Entemena procedió ahora a anexionarse Umma, la incorporó al estado de Lagash y reorganizó su administración bajo funcionarios nombrados por él mismo. Como nuevo patesi de Umma no nombró a ningún nativo de esa ciudad, sino que transfirió allí a un funcionario suyo que ocupaba un puesto de considerable importancia en otra ciudad bajo la soberanía de Lagash. El nombre del funcionario era Ili, y en el momento de la anexión de Umma actuaba como sangu, o sacerdote, de la ciudad, cuyo nombre se ha leído provisionalmente como Ninab o Ninni-esh. Aunque la lectura del nombre del lugar sigue siendo incierta, parece que estaba situado en el sur de Babilonia y que fue un lugar de cierta importancia. Una pequeña tablilla del Louvre menciona juntos a ciertos hombres de Erec, de Adab y de Ninni-esh, y, cuando Lugal-zaggisi enumera los beneficios que había conferido a las ciudades del sur de Babilonia sobre las que gobernaba, menciona juntas a Umma y Ninni-esh, después de referirse a Erec, Ur y Larsa. Podemos, por tanto, concluir con cierta probabilidad que la ciudad en la que lli actuaba en ese momento como sacerdote estaba situada no lejos de Umma. Estaba bajo el control de Lagash, y sin duda formaba parte del imperio que Eannatum había legado a sus sucesores en el trono. Ili es descrito como el sacerdote, no el patesi, de la ciudad, y es posible que su cargo incluyera el control de su administración secular. Pero en vista de la importancia del lugar, es poco probable que estuviera sin un patesi.

La instalación de Ili en el patesiato de Umma estuvo acompañada de cierto grado de ceremonial. Parece que su nombramiento no tuvo lugar inmediatamente después de la toma de la ciudad, sino que transcurrió un breve intervalo entre el final de la guerra y la toma de posesión del nuevo gobierno. Mientras tanto, el propio Entemena había regresado a Lagash, y fue en esa ciudad donde convocó a Ili a su presencia. Luego partió con Ili de Girsu y, al llegar a Umma, lo instaló formalmente al frente del gobierno y le confirió el título de patesi. Al mismo tiempo dictó sus propias condiciones al pueblo de Umma, y encargó a Ili que viera que se cumplían debidamente. En primer lugar devolvió a Lagash el territorio que siempre había reclamado y mandó reparar las antiguas zanjas fronterizas que habían sido rellenadas o se habían derrumbado. Además de reafirmar los derechos tradicionales de Lagash, anexionó nuevas tierras en el distrito de Karkar, ya que sus habitantes habían participado en la reciente rebelión y probablemente habían proporcionado un importante contingente al ejército de Urlumma. Dio instrucciones a Ili para que ampliara las dos principales zanjas fronterizas, dedicadas a Ningirsu y Nina respectivamente, dentro del territorio de Karkar; y, con el gran suministro de mano de obra forzada que exigía a sus súbditos recién anexionados, reforzó las defensas de su propio territorio y restauró y amplió el sistema de canales entre el Éufrates y el Tigris. Pero Entemena no se contentó con exigir tierra y trabajo sólo a la ciudad conquistada. Impuso un pesado tributo en maíz, y probablemente uno de los deberes más importantes de Ili como patesi fue supervisar su recaudación y asegurar su puntual transferencia a los graneros de Lagash.

Para conmemorar la conquista y anexión de Umma, Entemena mandó redactar un acta de su victoria, que sin duda hizo grabar en una estela de piedra similar a las preparadas en épocas anteriores por Mesilim y Eannatum. Esta estela, como las anteriores, fue probablemente colocada en la frontera para que sirviera de recuerdo de sus logros. Afortunadamente para nosotros, no limitó los registros a sus propias victorias, sino que los prologó con un relato epitomizado de las relaciones que habían existido entre Lagash y Umma desde la época de Mesilim hasta sus propios días. Otras copias de la inscripción fueron probablemente grabadas en piedra y colocadas en las ciudades de Umma y Lagash y, para aumentar aún más las posibilidades a favor de la conservación de su registro, hizo inscribir copias en pequeños conos de arcilla. Estos últimos tenían la naturaleza de monumentos fundacionales, y podemos concluir que los hizo enterrar bajo los edificios que erigió o reparó en los canales fronterizos, y también quizás en los cimientos de los templos dentro de la propia ciudad de Lagash. La previsión de Entemena al multiplicar el número de sus textos, y al enterrarlos en la estructura de sus edificios, se ajustaba a la práctica de la época; y en su caso la costumbre ha quedado plenamente justificada. Por lo que sabemos, sus grandes estelas de piedra han perecido; pero se ha recuperado uno de los pequeños conos de arcilla, que se cuenta entre los más valiosos de los registros que poseemos de la historia primitiva de Sumer.

Es posible que los párrafos finales del texto se dieran de forma más completa en las estelas de piedra de lo que los encontramos en el cono; pero, por lo que respecta a la parte histórica del registro, sin duda hemos recuperado la mayor parte, si no la totalidad, del registro de Entemena. Las estelas pueden haber sido grabadas con elaboradas maldiciones, destinadas a preservar la zanja fronteriza de la violación, y, aunque éstas han sido omitidas en la versión abreviada del texto, su lugar es ocupado por la breve invocación y oración con que concluye el registro. Entemena reza aquí que si alguna vez en el futuro los hombres de Umma rompen la zanja fronteriza de Ningirsu o la zanja fronteriza de Nina, con el fin de poner violentas manos sobre el territorio de Lagash, ya sean hombres de la propia ciudad de Umma o gente de las tierras circundantes, entonces que Enlil los destruya, y que Ningirsu eche sobre ellos su red, y ponga su mano y su pie sobre ellos. Y, si los guerreros de su propia ciudad son llamados a defenderla, ruega que sus corazones estén llenos de ardor y valor. No pasaron muchos años antes de que Lagash se viera muy necesitada de la ayuda que aquí invoca para ella Entemena.

Aparte del cono que registra la conquista de Umma, las inscripciones de Entemena no arrojan mucha luz sobre los logros militares de su reinado. En Nippur se han encontrado tres fragmentos de un vaso de piedra caliza en los estratos bajo el templo de Enlil, en el lado sureste del zigurat, o torre del templo, que llevan en su superficie exterior una inscripción votiva de Entemena. De ellas deducimos que el vaso fue dedicado a Enlil como ofrenda de agradecimiento tras alguna victoria. El carácter fragmentario de la inscripción nos impide identificar al enemigo que fue sometido en esta ocasión; pero probablemente acertemos al tomar el pasaje como referido, no a la conquista de Umma, sino a la subyugación de algún otro distrito. De hecho, podemos considerar el vaso como una prueba de que Entemena intentó retener su dominio sobre el imperio que Eannatum había fundado, y no rehuyó la necesidad de emprender expediciones militares para alcanzar este objetivo. En apoyo de este punto de vista quizá podamos citar una referencia a una de las ciudades conquistadas por Eannatum, que aparece en un texto votivo redactado en el reinado de Entemena, aunque no por el propio patesi. El texto en cuestión está estampado sobre el relieve perforado de Dudu, sacerdote principal de Ningirsu, que en un tiempo formó el soporte de una colosal cabeza de maza ceremonial dedicada en el templo de Ningirsu en Lagash.

El material del que está compuesto el bloque es de color oscuro, comparativamente ligero y propenso a agrietarse; consiste en una mezcla de arcilla y betún, y puede haber sido formado por la naturaleza o producido artificialmente. Mientras esta sustancia estaba aún en estado flexible se formó el bloque a partir de ella, y los diseños con la inscripción se imprimieron mediante un sello. Según la inscripción, esta sustancia bituminosa fue traída por Dudu a Lagash desde una de las ciudades que habían sido conquistadas por Eannatum e incorporadas a su imperio. El hecho de que Dudu hiciera traer la sustancia a la ciudad en cuestión sugiere que existían relaciones amistosas entre ésta y Lagash en aquella época; es muy posible que, entretanto, no hubiera asegurado su independencia, sino que siguiera reconociendo la soberanía de esta última ciudad. Las únicas otras referencias a una ciudad extranjera en los textos de Entemena se producen en sus dos principales inscripciones de construcción, que incluyen entre la lista de sus edificios la erección de una gran fuente para el dios Enki, descrito como "Rey de Eridu". Quizá podamos ver en este registro un indicio más de que al menos la parte meridional del imperio de Eannatum seguía en posesión de su sobrino.

El sumo sacerdote, Dudu, cuyo retrato se incluye en los diseños de la placa ya mencionada, parece haber sido un personaje importante durante el reinado de Entemena, y dos inscripciones que se han recuperado están fechadas por referencia a su periodo de mandato. Una de ellas aparece en el famoso jarrón de plata de Entemena, el mejor ejemplo de metalistería sumeria que se ha recuperado hasta ahora. El jarrón, grabado en su contorno con formas variantes del emblema de Lagash, lleva una inscripción alrededor del cuello en la que se afirma que Entemena, patesi de Lagash, “el gran patesi de Ningirsu”, lo había fabricado en plata pura y lo había dedicado a Ningirsu en E-ninnu para asegurar la conservación de su vida. Fue depositado como objeto votivo en el templo de Ningirsu, y se añade una nota a la dedicatoria en el sentido de que “en esta época Dudu era sacerdote de Ningirsu”. Una referencia similar al sacerdocio de Dudu aparece en una inscripción fundacional de Entemena en la que se registra la construcción de un embalse para el abastecimiento del canal de Lummadimdug, cuya capacidad es poco más de la mitad de la del embalse anterior construido por Eannatum. Dado que el canal estaba dedicado a Ningirsu, la referencia a Dudu también era apropiada en este caso. Pero tal método de indicar la fecha de cualquier objeto o construcción, aunque estuviera estrechamente relacionado con el culto o la propiedad de la ciudad-dios, era algo inusual, y su aparición en estos textos puede quizá tomarse como una indicación de la poderosa posición de la que gozaba Dudu. De hecho, Enlitarzi, otro sacerdote de Ningirsu durante el reinado de Entemena, se aseguró posteriormente el trono de Lagash. Las inscripciones de edificios de Entemena ofrecen más pruebas de su devoción a Ningirsu, cuyo templo y almacenes reconstruyó y amplió. Le siguieron en orden de importancia sus construcciones en honor de la diosa Nina, mientras que también erigió o reparó templos y otros edificios dedicados a Lugal-uru, y a las diosas Ninkharsag, Gatumdug y Ninmakh. Estos registros sugieren que el reinado de Entemena, al igual que el de Eannatum, fue un periodo de cierta prosperidad para Lagash, aunque es probable que su influencia se dejara sentir dentro de un área más restringida. Con su conquista y anexión de Umma, compensó con creces cualquier falta de éxito por parte de su padre, Enannatum I, y, sólo con esta victoria, es muy posible que liberara a Lagash de su enemigo más persistente durante todo el reinado de sus sucesores inmediatos.

Vaso de plata dedicado a la divinidad Ningirsu por Entemena

 

Con Enannatum II, el hijo de Entemena, que sucedió a su padre en el trono, la dinastía fundada por Ur-Nina, por lo que sabemos, llegó a su fin. El reinado del hijo de Entemena está atestiguado por una única inscripción grabada en el zócalo de una puerta del gran almacén de Ningirsu en Lagash, cuya restauración se recoge en el texto. Se produce entonces un vacío en nuestra secuencia de inscripciones reales encontradas en Tello, siendo el siguiente gobernante que nos ha dejado algún registro propio Urukagina, el malogrado reformador y rey de Lagash, bajo el cual la ciudad estaba destinada a sufrir lo que sin duda fue el mayor revés que encontró en el largo curso de su historia. Aunque no disponemos de textos reales relativos al periodo entre los reinados de Enannatum II y Urukagina, afortunadamente no carecemos de medios para estimar aproximadamente su duración y recuperar los nombres de algunos, si no todos, los patesis que ocuparon el trono de Lagash en el intervalo. Nuestra información procede de una serie de tablillas de arcilla, la mayoría de las cuales fueron encontradas en el curso de excavaciones nativas en Tello tras la muerte de M. de Sarzec. Formaban parte del archivo privado de los patesis de Lagash en esta época, y se refieren a los gastos domésticos de la corte y en particular del harim. Con frecuencia estas tablillas de cuentas hacen mención del patesi reinante o de su esposa, y de ellas hemos recuperado los nombres de tres patesis (Enetarzi, Enlitarzi y Lugal-anda) que hay que situar en el intervalo entre Enannatum II y Urukagina. Además, se ha señalado que las inscripciones de la mayoría de las tablillas terminan con una forma peculiar de figura, consistente en uno o más trazos diagonales que cortan uno solo horizontal; y se ha dado una explicación plausible de estas figuras, en el sentido de que estaban destinadas a indicar la fecha de la tablilla, el número de trazos diagonales muestra a simple vista el año del reinado del patesi en el que se escribió el texto, y al que se refieren las cuentas. Se ha examinado un número considerable de tablillas de este tipo, y contando los trazos que aparecen en ellas se ha llegado a la conclusión de que Enetarzi reinó al menos cuatro años, Enlitarzi al menos cinco y Lugal-anda al menos siete.

El orden relativo de estos tres patesis puede considerarse ahora definitivamente fijado y, aunque es posible que falten los nombres de otros que deberían situarse dentro del periodo, las propias tablillas proporcionan indicios de que, en cualquier caso, el intervalo entre Enannatum II y Urukagina no fue largo. Durante algún tiempo se había sospechado que Enlitarzi y Lugal-anda vivieron más o menos en la misma época, ya que un mayordomo llamado Shakh fue empleado tanto por la esposa de Enlitarzi como por Barnamtarra, la esposa de Lugal-anda. Esta inferencia se ha visto ahora confirmada por el descubrimiento de un documento que prueba que Lugal-anda era hijo de Enlitarzi; pues se ha encontrado un cono de arcilla con la inscripción de un contrato relativo a la venta de una casa, siendo las partes contratantes la familia de Lugal-anda, descrito como “el hijo de Enlitarzi, el sacerdote”, y la familia de Barnamtarra, la futura esposa de Lugal-anda. Además, tenemos motivos para creer que Lugal-anda no sólo fue el último de los tres patesis cuyos nombres se han recuperado, sino que fue el predecesor inmediato de Urukagina. Un indicio de que este fue el caso puede verse en el hecho de que el mayordomo Eniggal, que se menciona con frecuencia en las tablillas de su reinado, también fue empleado por Urukagina y su esposa Shagshag. Se ha encontrado confirmación de esta opinión en el texto de una tablilla, fechada en el primer año del reinado de Urukagina como rey, en la que se menciona a Barnamtarra, la esposa de Lugal-anda. Esto sólo deja un intervalo antes del reinado de Enlitarzi, en el que hay que situar a Enetarzi, el patesi restante.

Que no se trató de un largo período queda claro por el hecho de que el propio Enlitarzi ocupó el trono poco después de Enannatum II, una deducción que podemos extraer de una doble fecha en un contrato de venta, fechado en el patesiato de Entemena, patesi de Lagash, y en el sacerdocio de Enlitarzi, sacerdote principal de Ningirsu. No cabe duda de la identidad de Enlitarzi, el sacerdote aquí mencionado, con Enlitarzi, el patesi, pues la esposa del sacerdote, que se menciona en el contrato, lleva el mismo nombre que la esposa del patesi. Dado que, por tanto, Enlitarzi ya ocupaba el alto cargo de sacerdote principal de Ningirsu durante el reinado de Entemena, es razonable concluir que su reinado como patesi no estuvo separado por ningún largo intervalo del del hijo y sucesor de Entemena. La evidencia interna proporcionada por los textos apoya así la conclusión sugerida por un examen de las propias tablillas, todas las cuales se distinguen por una notable uniformidad de tipo, consistiendo, como lo hacen, en tablillas de arcilla cocida de forma redondeada y escritas en un estilo que se asemeja mucho al de las inscripciones reales de Urukagina. El intervalo entre la muerte de Entemena y la ascensión de Urukagina fue, pues, breve, y el hecho de que durante él se sucedieran no menos de cuatro patesis en rápida sucesión sugiere que el periodo fue de agitación en Lagash.

Al igual que Enlitarzi, Enetarzi también parece haber sido sacerdote principal de Ningirsu antes de asegurarse el trono; al menos sabemos que un sacerdote de ese nombre ocupaba el cargo aproximadamente en este periodo. La inscripción de la que puede deducirse este hecho es sumamente interesante, pues consiste en el ejemplo más antiguo de carta o envío que se ha encontrado hasta ahora en cualquier yacimiento babilónico. Fue descubierta en Tello durante las recientes excavaciones del comandante Cros y, tanto por el carácter de su escritura como por su aspecto general, se asemeja mucho a las tablillas de cuentas del archivo privado del patesis, a las que ya se ha hecho referencia. El envío fue escrito por un tal Lu-enna, sacerdote principal de la diosa Ninmar, y está dirigido a Enetarzi, sacerdote principal del dios Ningirsu. A primera vista, su contenido apenas es el que cabría esperar encontrar en una carta dirigida por un sacerdote jefe a otro. Pues el escritor informa a su corresponsal de que una banda de elamitas había saqueado el territorio de Lagash, pero que él había luchado con el enemigo y había logrado ponerlos en fuga. A continuación se refiere a quinientos cuarenta de ellos, a los que probablemente capturó o dio muerte. El reverso de la tablilla enumera varias cantidades de plata y lana, y ciertas prendas reales, que pueden haber formado parte del botín tomado, o recapturado, de los elamitas; y el texto termina con lo que parece ser una referencia a la división de este botín entre el patesi de Lagash y otro alto funcionario, y con instrucciones de que se dedujeran ciertas ofrendas para presentarlas a la diosa Ninmar, en cuyo templo el escritor era sacerdote principal.

Que un sacerdote principal de Ninmar dirigiera un ejército contra los enemigos de Lagash y enviara un informe de su éxito al sacerdote principal de Ningirsu, en el que se refiere a la parte del botín que debía asignarse a los patesi, puede considerarse como un indicio de que el gobierno central de Lagash no era tan estable como lo había sido antaño bajo los miembros más poderosos de la dinastía de Ur-Nina. La referencia a Enetarzi sugiere que la incursión de los elamitas tuvo lugar durante el reinado de Enannatum II. Así pues, podemos concluir que el último miembro de la dinastía de Ur-Nina no poseía la capacidad de su padre para dirigir los asuntos de Lagash y permitió que los sacerdotes de los grandes templos de la ciudad usurparan muchos de los privilegios que hasta entonces habían ostentado los patesi. Probablemente a este hecho se deba el fin de la dinastía de Ur-Nina. La lucha posterior por el patesiato parece haber tenido lugar entre los miembros más importantes del sacerdocio. De los que se aseguraron el trono, Enlitarzi, en todo caso, fue sucedido por su hijo, por quien, sin embargo, pudo haber sido depuesto, y no parece haberse establecido una administración fuerte hasta que Urukagina, abandonando las tradiciones tanto del sacerdocio como del patesiato, basó su gobierno en el apoyo que consiguió del propio pueblo. Tal parece haber sido el curso de los acontecimientos en esta época, aunque la escasez de nuestros materiales históricos hace imposible hacer más que aventurar una conjetura.

Además de las tablillas de cuentas relativas a los gastos domésticos de los patesis y de la carta de Lu-enna a Enetarzi, las principales reliquias de este periodo que han llegado hasta nosotros son numerosos sellos de arcilla, algunos de los cuales llevan impresos los sellos del patesi Lugal-anda, de su esposa Barnamtarra y de su mayordomo Eniggal. No nos aportan ninguna información histórica nueva, pero son extremadamente valiosos para el estudio de los logros artísticos y las creencias religiosas de los sumerios. Por las huellas en sus caras inferiores, está claro que se empleaban para sellar cestas de juncos o fardos atados con sacos formados con hojas de palmera y asegurados con cuerdas. Debido al carácter tosco de los trozos de arcilla, ninguno presenta una impresión perfecta, pero, como se han encontrado varios ejemplares de cada uno, en algunos casos es posible reconstruir el diseño completo y estimar el tamaño del sello original. En los bloques adjuntos se reproducen los diseños de los sellos cilíndricos de Lugal-anda que pueden restaurarse más completamente. El grupo principal de figuras en el mayor de los dos consiste en dos leones rampantes en conflicto con un toro con cabeza humana y un ser mítico y compuesto, mitad toro y mitad hombre, cuya forma recuerda la descripción de Ea-bani en la leyenda de Gilgamesh. A la izquierda de la inscripción está el emblema de Lagash, y debajo hay una fila de figuras más pequeñas formada por dos toros con cabeza humana, dos héroes y un ciervo. Las figuras del cilindro más pequeño representan los mismos tipos, pero aquí el emblema de Lagash se reduce al águila sin los leones, que era peculiarmente el emblema de Ningirsu. El ser mitológico que se parece a Ea-bani se repite heráldicamente a cada lado del texto en conflicto con un león.

La aparición de esta figura y las de los otros héroes en los sellos es importante, ya que apunta a un conocimiento por parte de los sumerios más antiguos, de las principales leyendas que se incorporaron a la gran epopeya nacional de Babilonia. Los sellos no son menos importantes para el estudio del arte sumerio, y demuestran que el tallado de sellos debió de ser practicado ya por los sumerios durante un tiempo considerable. Aunque los diseños son de carácter muy decorativo, es interesante observar cómo el artista ha intentado rellenar cada porción de su campo, un rasgo arcaico que contrasta notablemente con los sellos semíticos del periodo sargónico. Otra peculiaridad a la que cabe referirse aquí es el empleo, en el sello más grande situado debajo de la inscripción, de una especie de patrón arabesco, una combinación ingeniosa y simétrica de líneas rectas y curvas, cuyo curso puede seguirse sin pasar una segunda vez por la misma línea. Se ha sugerido que este patrón puede haber formado el monograma o la firma del grabador, pero es más probable que haya sido un símbolo religioso, o tal vez sea meramente decorativo, al haber sido añadido para rellenar un espacio en blanco que quedaba en el campo del sello. El descubrimiento de estas impresiones de sellos nos permite darnos cuenta de que, a pesar del periodo de agitación política por el que atravesaba Lagash, su arte no se resintió, sino que continuó desarrollándose siguiendo sus propias líneas. De hecho, sus escultores y grabadores estaban siempre dispuestos a servir al patesi reinante, fuera quien fuera.

Aunque, como hemos visto, la relación exacta de los tres patesis, Enetarzi, Enlitarzi y Lugal-anda, con la dinastía de Ur-Nina sigue siendo objeto de conjeturas, no cabe duda de que con Urukagina, en cualquier caso, se produjo una ruptura completa, no sólo en la sucesión, sino también en las tradiciones y principios que habían guiado durante tanto tiempo a la familia reinante en Lagash. Que Urukagina no obtuvo el trono por derecho de sucesión queda claro por la ausencia total de genealogías en sus inscripciones. Ni siquiera nombra a su padre, por lo que podemos rastrear su sucesión por iniciativa propia. Él mismo atribuye a Ningirsu su elevación al trono, y la frase que sigue sugiere que ésta no se logró sin lucha. Cuando describe en detalle las drásticas reformas que llevó a cabo en la administración interna del estado, precede su relato afirmando que tuvieron lugar cuando Ningirsu le había entregado el reino de Lagash y había establecido su poderío. A la vista de estas mismas reformas, podemos considerar extremadamente probable que encabezara una reacción contra ciertos abusos que habían caracterizado el reciente gobierno de la ciudad, y que, al usurpar el trono, debiera su éxito a un sentimiento de descontento muy extendido entre la gran masa del pueblo

Otra prueba de la ruptura total de la sucesión puede verse en el cambio de la deidad patrona, de cuya protección gozaba la casa reinante. Urukagina ya no invocaba al dios en el que la dinastía de Ur-Nina había confiado para que intercediera ante Ningirsu, y en su lugar se dirigió a Ninshakh. El propio título que adoptó Urukagina es probablemente significativo de su antagonismo hacia la familia que durante tanto tiempo había dirigido los destinos del estado. Mientras que incluso el gran conquistador Eannatum se había aferrado con orgullo al título de “patesi”, y sus sucesores en el trono habían seguido su ejemplo, en cada una de sus propias inscripciones que se han recuperado Urukagina lo rechaza en favor del de rey.

Parece ser que no inauguró este cambio inmediatamente después de su ascensión, y que durante al menos un año siguió utilizando el título empleado por sus predecesores. Pues algunas de las tablillas de cuentas del archivo privado de los patesis, a las que ya se ha hecho referencia, parecen estar fechadas en el primer año del patesiato de Urukagina; mientras que los demás documentos de esta clase, que se refieren a él, están fechados entre el primero y el sexto año de su reinado como rey. De modo que, si no hay ninguna laguna en la secuencia, podemos concluir que desechó el título anterior después de haber ocupado el trono durante un año. Su abandono de esta designación consagrada por el tiempo bien pudo haber acompañado la abolición de privilegios y abusos con los que se había asociado en la mente del pueblo. De hecho, el tono de sus inscripciones no refleja ningún sentimiento de veneración por el título de patesi, ni parece ansioso por conmemorar los nombres de quienes lo habían ostentado. Así, en uno de sus textos, cuando tiene ocasión de hacer un breve resumen histórico de una lucha anterior entre Lagash y Umma, nombra al gobernante de esta última ciudad, pero atribuye la victoria de la primera a Ningirsu, y no parece haberse referido a Enannatum I y Entemena, en cuyos reinados tuvieron lugar los hechos.

Pero es en las propias reformas que introdujo Urukagina donde encontramos la prueba más llamativa de la completa ruptura que hizo con las queridas tradiciones de sus predecesores. En una serie de textos muy llamativos, de los que ahora poseemos tres versiones, nos ha dejado constancia de los cambios que introdujo en la administración interna del país. En el estado en que han llegado hasta nosotros al menos dos de estas versiones se emplea un artificio literario que realza y subraya en grado notable el carácter drástico de sus reformas. Antes de enumerarlas, el escritor ofrece un sorprendente contraste al describir la condición del país que precedió a su introducción por el rey. Nos enfrentamos así a dos cuadros paralelos, cuyos rasgos principales se corresponden, mientras que sus caracteres subyacentes cambian por completo. En las dos secciones de cada texto la fraseología general es prácticamente la misma, la diferencia consiste en que, mientras la primera describe la opresión y la injusticia que habían existido en el estado de Lagash "desde días lejanos, desde el principio", la segunda sección enumera las reformas por las que Urukagina afirmaba haber mejorado la suerte del pueblo. Aunque algunas de las referencias que contienen siguen siendo oscuras, los textos nos permiten echar un vistazo a las condiciones económicas que prevalecían en Sumer. A diferencia de otras inscripciones reales halladas en Tello, nos dan información relativa a la vida cotidiana y las ocupaciones del pueblo; y al mismo tiempo revelan bajo el decoro oficial de una corte sumeria una cantidad de opresión y miseria cuya existencia no se sospecharía a partir de las piadosas inscripciones fundacionales y los textos votivos de la época.

Las conquistas logradas por Lagash durante la época de los grandes patesis sin duda habían aumentado considerablemente la riqueza de la ciudad y le habían dado, al menos durante un tiempo, la hegemonía en el sur de Babilonia. Pero con el crecimiento de su poder como estado, perdió muchas de las cualidades en virtud de las cuales se lograron sus éxitos anteriores. La sencillez que caracterizaba el hogar del patesi en una época en la que era poco más que un jefe entre sus semejantes, se fue cambiando por la elaborada organización de una poderosa corte. Cuando el ejército regresó cargado de botín de regiones lejanas y el tributo de las ciudades conquistadas mantuvo llenos los graneros de Ningirsu, no fue sino natural que los gobernantes de Lagash se rodearan de mayor lujo y enriquecieran su ciudad con la erección de palacios para ellos y suntuosos templos para los dioses. Las largas listas de templos y otros edificios, que ocupan la mayor parte de las inscripciones que nos dejaron Ur-Nina y sus descendientes, atestiguan su actividad en este sentido. Será obvio que el embellecimiento de la capital, iniciado en una época de conquista, no podía continuarse en tiempos menos afortunados sin someter a una presión considerable los recursos del estado. En tales circunstancias, el sector agrícola de la población se vio obligado a contribuir con los medios para gratificar la ambición de sus gobernantes. Se recaudaron nuevos impuestos y, para asegurar su cobro, se nombró a una multitud de inspectores y otros funcionarios cuyo número tendería a aumentar constantemente. “Dentro de los límites del territorio de Ningirsu”, dice Urukagina, “había inspectores hasta el mar”.

El palacio de los patesi empezó así a usurpar el lugar en la vida nacional que antes había ocupado el templo de la ciudad-dios, y, mientras el pueblo comprobaba que los diezmos debidos a este último no disminuían, se enfrentaba a impuestos adicionales por todas partes. Se nombraron recaudadores de impuestos e inspectores en cada distrito y para cada clase de la población. Los cultivadores de la tierra, los propietarios de rebaños y manadas, los pescadores y los barqueros que surcaban los ríos y canales, nunca se libraron de la rapacidad de estos funcionarios, que, además de recaudar sus cuotas, parecen haberse cebado en sus desafortunadas víctimas. Que hubiera corrupción en las filas de sus funcionarios no era sino natural, cuando el propio patesi les daba ejemplo en la materia; pues Urukagina deja constancia de que sus predecesores en el trono se habían apropiado de la propiedad de los templos para su propio uso. Los bueyes de los dioses, nos dice, se empleaban para el riego de las tierras entregadas a los patesi; los buenos campos de los dioses constituían la tenencia del patesi y su lugar de alegría. Los propios sacerdotes se enriquecieron a costa de los templos y saquearon impunemente al pueblo. Se llevaban los asnos y los bueyes finos que eran propiedad de los templos, exigían diezmos y ofrendas adicionales, y por todo el país entraban en los jardines de los pobres y talaban los árboles o se llevaban los frutos. Pero mientras lo hacían se mantenían en buenos términos con los funcionarios del palacio; pues Urukagina registra que los sacerdotes se repartían el maíz del templo con la gente de los patesi, y les llevaban tributos en prendas de vestir, telas, hilos, vasijas y objetos de cobre, pájaros, cabritos y cosas por el estilo.

La apropiación indebida de las propiedades de los templos, y en particular de la ciudad-dios, proporcionó a Urukagina el pretexto para inaugurar sus reformas. Se erigió en paladín de Ningirsu y, al restituir las tierras sagradas de las que se había apoderado el palacio, demostró su propio desinterés y ofreció a sus súbditos un ejemplo que podía insistir en que siguieran. Afirma que en la casa de los patesi y en el campo de los patesi instaló a Ningirsu, su señor; que en la casa de los harim y en el campo de los harim instaló a la diosa Bau, su señora; y que en la casa de los niños y en el campo de los niños instaló a Dunshagga, su señor. En estas tres frases Urukagina no sólo deja constancia de la restauración de todos los bienes, que antes habían pertenecido a los templos dedicados a Ningirsu y a su familia, sino que también reafirma la antigua relación de los patesi con la ciudad-dios. En el carácter de su representante, el patesi sólo recibía su trono como un fideicomiso para ser administrado en interés del dios; sus campos, y bienes, y todo lo que poseía no eran de su propiedad sino de Ningirsu.

Tras llevar a cabo estas reformas, Urukagina procedió a atacar los abusos que existían entre los funcionarios seculares y los sacerdotes. Redujo el número de los primeros y suprimió los cargos y oficios innecesarios que presionaban demasiado al pueblo. Los inspectores de graneros, los inspectores de pesca, los inspectores de barcos, los inspectores de rebaños y manadas y, de hecho, el ejército de funcionarios que se dedicaban a la explotación de los ingresos y obtenían ellos mismos un buen beneficio de ellos, fueron todos privados de sus cargos. Los abusos que habían surgido y habían obtenido el reconocimiento concedido a una costumbre establecida desde hacía mucho tiempo, fueron sofocados con mano dura. Todos aquellos que habían aceptado dinero en lugar del tributo señalado fueron destituidos de sus cargos, al igual que aquellos funcionarios del palacio que habían aceptado sobornos de los sacerdotes. Los propios sacerdotes fueron privados de muchos de sus privilegios y se revisó su escala de honorarios. Las tasas de enterramiento, en particular, fueron objeto de revisión, ya que se habían vuelto exorbitantes; ahora se reducían a más de la mitad. En el caso de un entierro ordinario, cuando se depositaba un cadáver en la tumba, había sido costumbre que el sacerdote que presidía exigiera como honorarios para sí siete urnas de vino o bebida fuerte, cuatrocientos veinte panes, ciento veinte medidas de maíz, un vestido, un cabrito, una cama y un asiento. Esta formidable lista de prebendas se redujo ahora a tres urnas de vino, ochenta hogazas de pan, una cama y un cabrito, mientras que los honorarios de su ayudante se redujeron de sesenta a treinta medidas de maíz. Se hicieron reducciones similares en otros honorarios exigidos por el sacerdocio, y se revisaron y regularon las asignaciones de vino, panes y grano que se pagaban a diversas clases privilegiadas y funcionarios de Lagash.

Como era natural, la opresión y el robo no se habían limitado a las clases sacerdotales y oficiales, sino que eran practicados impunemente por los sectores más poderosos y anárquicos de la población, con el resultado de que la propiedad de ningún hombre estaba a salvo. Antiguamente, si un hombre compraba una oveja y era buena, corría el riesgo de que se la robaran o confiscaran. Si se construía un estanque, le quitaban los peces y no tenía reparación. Si hundía un pozo en un terreno elevado más allá de la zona servida por los canales de irrigación, no tenía ninguna seguridad de que su trabajo fuera en su propio beneficio. Urukagina cambió este estado de cosas, tanto poniendo fin a las extorsiones de los funcionarios como imponiendo drásticas penas por robo. Al mismo tiempo, intentó proteger por ley a las clases más humildes de sus súbditos de la opresión de sus vecinos más ricos y poderosos. Así, promulgó que si un buen asno paría en el establo de cualquier súbdito del rey, y su superior deseaba comprarlo, sólo debía hacerlo pagando un precio justo; y si el propietario se negaba a desprenderse de él, su superior no debía molestarlo. Del mismo modo, si la casa de un gran hombre se encontraba junto a la de un súbdito más humilde del rey y éste deseaba comprarla, debía pagar un precio justo ; y si el propietario no estaba dispuesto a venderla, debía tener perfecta libertad para negarse sin ningún riesgo para él. El mismo deseo de aminorar las penurias de las clases más pobres es evidente en otras reformas de Urukagina, mediante las cuales modificó las costumbres más bárbaras de épocas anteriores. Un ejemplo de tal reforma parece aplicarse a la corvée, o alguna institución afín; cuando se realizaba una forma de trabajo forzado, no había sido costumbre suministrar a los trabajadores agua para beber, ni siquiera permitirles ir a buscarla por sí mismos, una práctica a la que Urukagina puso fin.

Hasta qué punto el pueblo llano había sido despojado de sus bienes por los funcionarios de palacio queda bien ilustrado por dos de las reformas de Urukagina, de las que se desprende que el propio patesi y su ministro principal, o gran visir, se habían enriquecido imponiendo fuertes e injustas tasas. Un ejemplo se refiere a la práctica de la adivinación con aceite, que en esta época parece haber sido un método no infrecuente de predecir el futuro. Si podemos juzgar por inscripciones de una época bastante posterior, el procedimiento consistía en verter aceite sobre la superficie del agua, las diferentes formas que adoptaba el aceite al chocar con el agua indicaban el curso que tomarían los acontecimientos. Para interpretar correctamente el mensaje del aceite se requería un adivino profesional, y Urukagina relata que no sólo el adivino exigía unos honorarios de un siclo por sus servicios, sino que había que pagar unos honorarios similares al gran visir, y no menos de cinco siclos al propio patesi. Que estos honorarios se resintieran tanto es en sí mismo una prueba de hasta qué punto se practicaba esta forma de adivinación. Urukagina nos dice que después de su ascensión, el patesi, el visir y el adivino dejaron de aceptar dinero; y, puesto que los honorarios de este último también fueron abolidos, probablemente podamos inferir que los adivinos eran una clase reconocida del sacerdocio oficial, y no se les permitía aceptar pagos excepto en forma de ofrendas para el templo al que estaban adscritos.

El otro asunto en el que había sido costumbre del patesi y su visir aceptar honorarios era uno en el que los efectos perversos de la práctica son más evidentes. Urukagina nos dice que bajo el antiguo régimen, si un hombre repudiaba a su esposa, el patesi tomaba para sí cinco siclos de plata y el gran visir uno. Es posible que, cuando se introdujeron por primera vez, se defendiera que estas tasas disuadían del divorcio. Pero en la práctica tuvieron el efecto contrario. Se podía obtener el divorcio sin motivo alguno mediante el pago de lo que era prácticamente un soborno a los funcionarios, con el resultado de que no se respetaban las obligaciones del vínculo matrimonial.

Las esposas de antaño, según Urukagina, eran poseídas impunemente por dos hombres. Al tiempo que abolía las tasas oficiales de divorcio, es probable que Urukagina elaborara una normativa para garantizar que no se abusara de ella y que se pagara una indemnización a la mujer cuando lo mereciera. Por otra parte, tenemos pruebas de que infligió severos castigos por la infidelidad de la esposa, y podemos suponer que por este medio intentó erradicar prácticas que ya empezaban a ser un peligro para la existencia de la comunidad.

Es interesante observar que las leyes a las que se refiere Urukagina, al dar cuenta de los cambios que introdujo, son precisamente similares en su forma a las que encontramos en el Código de Hammurabi. Este hecho proporciona una prueba definitiva, no sólo de que Hammurabi codificó la legislación de épocas anteriores, sino también de que esta legislación en sí era de origen sumerio. Es probable que el propio Urukagina, al introducir sus reformas, reviviera las leyes de una época aún más temprana, que se habían dejado caer en desuso. Al igual que Hammurabi atribuyó el origen de sus leyes al dios Sol, a quien representa en su estela recitándoselas, Urukagina considera que sus reformas se deben a la intervención directa de Ningirsu, su rey, cuya palabra hizo habitar en la tierra; y no fue con su pueblo sino con Ningirsu con quien redactó el acuerdo para observarlas. Como Hammurabi, también Urukagina se jacta de ser el campeón de los débiles contra los fuertes; y nos dice que en lugar de la servidumbre, que había existido en su reino, estableció la libertad. (Esto no implica que se aboliera la esclavitud, sino que se acabara con los abusos en la administración del estado. Naturalmente, el empleo de esclavos siguió siendo una institución reconocida como en épocas anteriores y posteriores. De hecho, las tablillas de esta época demuestran que no sólo los particulares, sino también los templos podían poseer esclavos y, al igual que los animales domésticos, podían ser dedicados a un dios de por vida. Así, se mencionan ocho esclavos y tres esclavas en una lista de ofrendas hechas por Amattar-sirsirra, una hija de Urukagina, al dios Mesandu). Habló y libró a los hijos de Lagash de la miseria, del robo, del asesinato y de otros males. En su reinado, dice, a la viuda y al huérfano el hombre fuerte no les hizo ningún daño.

La defensa de los derechos de Ningirsu por parte de Urukagina se refleja, no sólo en sus reformas, sino también en los edificios que erigió durante su reinado. Así, tenemos constancia de que, además de su gran templo E-ninnu, construyó o restauró otros dos templos en su honor, su palacio de Tirash y su gran almacén. Se erigieron otros templos en honor de Bau, su esposa, y de Dunshagga y Galalim, dos de los hijos de Ningirsu, este último mencionado por primera vez en los textos de Urukagina. A Khegir, una de las siete hijas vírgenes de Ningirsu, le dedicó un santuario, y construyó otro en honor de tres de sus hermanas, Zarzari, Impae y Urnuntaea; un tercero fue dedicado a Ninsar, el portador de la espada de Ningirsu. Por tanto, puede deducirse que las construcciones de Urukagina se dedicaron principalmente a los templos y santuarios del dios-ciudad Ningirsu, y a los dedicados a los miembros de su familia y de su casa. Al igual que Eannatum y Entemena, también mejoró el abastecimiento de agua de la ciudad, y cortó un canal, o más probablemente mejoró uno antiguo, para llevar agua al barrio de la ciudad llamado Nina. En relación con él construyó un embalse, con una capacidad de mil ochocientos veinte gur, que hizo, según nos dice, “como en medio del mar”. También reparó el pequeño canal de Girsu y revivió su antiguo nombre: “Ningirsu es príncipe en Nippur”. Esto constituye otro ejemplo de su política de devolver a Ningirsu los honores y privilegios de los que había sido privado. La referencia a Nippur es de interés, ya que sugiere que Urukagina mantenía relaciones activas con el culto central de Sumer y del norte, una inferencia confirmada por su reconstrucción del templo de Enlil en Lagash, que había sido construido previamente por Entemena.

Las alusiones a ciudades distintas de Lagash y sus partes componentes en las inscripciones de Urukagina son escasas, y las que se producen no arrojan mucha luz sobre las relaciones que mantuvo con otras ciudades-estado. Se ha encontrado un pequeño objeto de arcilla en forma de aceituna que lleva la inscripción votiva “Ningirsu habla buenas palabras con Bau sobre Urukagina en el templo de Erech”, una frase que parece implicar una reivindicación por parte de Lagash de la soberanía sobre esa ciudad. Otro objeto votivo de la misma clase menciona la fortificación de la muralla de E-babbar, pero la referencia aquí probablemente no sea al famoso templo del dios Sol en Larsa, sino a su templo más pequeño de este nombre, que se alzaba en Lagash y fue profanado posteriormente por los hombres de Umma. La única otra ciudad extranjera mencionada en las inscripciones de Urukagina es la propia Umma, cuyas relaciones con Lagash en los reinados de Enannatum I y Entemena se recogen brevemente. El texto del pasaje está entrecortado, pero podemos suponer que el breve resumen de los acontecimientos pretendía introducir un relato de las propias relaciones de Urukagina con esa ciudad. Podemos señalar el hecho, que esta referencia prueba, de que el posterior descenso de los hombres de Umma sobre Lagash y su captura y saqueo de la ciudad fueron el resultado de fricciones, y posiblemente de una hostilidad activa, durante al menos una parte del reinado de Urukagina.

Así pues, de los propios textos de Urukagina no obtenemos mucha información con respecto a la extensión del imperio de Lagash bajo su gobierno. Que no descuidó las defensas reales de su ciudad puede inferirse de su reparación de la muralla de Girsu; está claro, sin embargo, que su interés no estaba en la conquista extranjera, ni siquiera en mantener los límites existentes de su dominio, sino en la reforma interna. Dedicó todas sus energías a purificar la administración de su propia tierra y a erradicar los abusos bajo los que durante tanto tiempo había sufrido el pueblo. Que benefició a la tierra en su conjunto, y se ganó la gratitud de sus súbditos más pobres, no cabe duda; pero es a sus reformas mismas a las que podemos rastrear la causa inmediata de la caída de su reino. Porque su celo le había llevado a destruir los métodos de gobierno establecidos desde hacía mucho tiempo y, aunque con ello puso fin a la corrupción, no consiguió proporcionar un sustituto adecuado para ocupar su lugar. La multitud de funcionarios que abolió o desposeyó de sus cargos habían pertenecido a una administración militar, que había hecho temer el nombre de Lagash, y sin duda se habían organizado con vistas a garantizar la estabilidad y la protección del Estado. Su desaparición importaba poco en tiempos de paz; aunque, aun así, Urukagina debió de tener problemas con los diversos sectores poderosos de la población a los que había distanciado. Cuando amenazaba la guerra debió de encontrarse sin ejército y sin medios para reunirlo. A esta causa podemos atribuir probablemente la totalidad de la victoria de Umma.

Por lo que sabemos de la historia primitiva de Sumeria, parece que la mayoría de sus ciudades-estado estuvieron sujetas a períodos alternos de expansión y decadencia; y ya hemos visto razones para creer que, antes del reinado de Urukagina, ya se había iniciado la reacción que inevitablemente debió seguir a las conquistas de los patesis anteriores. La lucha por el trono, que parece haber precedido a la ascensión de Urukagina, debió debilitar aún más la organización militar del estado; y cuando el propio Urukagina, movido por los mejores motivos, intentó reformar y remodelar toda su constitución, lo dejó aún más indefenso ante el ataque de cualquier enemigo decidido. La ciudad de Umma no tardó en aprovechar una oportunidad tan favorable para golpear a su antigua rival. Hasta ahora, en sus guerras con Lagash, los hombres de Umma, por lo que sabemos, nunca se habían aventurado, ni se les había permitido, atacar la ciudad. En épocas anteriores Umma siempre había sido derrotada o, en todo caso, sus invasiones habían sido frenadas. Es cierto que en los registros que han llegado hasta nosotros se representa a los hombres de Umma tomando siempre la iniciativa y provocando hostilidades al cruzar la zanja fronteriza que marcaba el límite de sus posesiones. Pero nunca pretendieron más que la toma de territorio, y el patesi de Lagash siempre fue lo suficientemente fuerte como para frenar su avance, y generalmente para expulsarlos, antes de que llegaran a la propia ciudad. De hecho, Entemena había hecho más que esto y, con su captura y anexión de Umma, había paralizado durante un tiempo los recursos de este pequeño y ambicioso estado. No se sabe con exactitud en qué momento repudió Umma la soberanía que él le había impuesto, pero en cualquier caso podemos concluir que los efectos del castigo que había recibido de sus manos fueron suficientes para impedir durante un tiempo cualquier usurpación activa por su parte.

La renovada actividad de Umma durante el reinado de Urukagina siguió sin duda las líneas de sus anteriores intentos, y tomó la forma de una incursión en el territorio de Lagash. El éxito comparativo, que podemos conjeturar que logró en esta ocasión, sin duda la animó a nuevos esfuerzos, y envalentonó a sus patesi para atacar la propia ciudad de Lagash. El gobernante de Umma, bajo cuyo liderazgo se llevó a cabo este ataque final, llevaba el nombre de Lugalzagesi. Por una inscripción suya, a la que se hará referencia en el capítulo siguiente, sabemos que su padre Ukush había sido patesi de Umma antes que él. Así pues, podemos suponer que la ciudad había disfrutado durante algún tiempo de una posición de independencia, de la que se había aprovechado para marido sus recursos y situar a su ejército en una base satisfactoria. En cualquier caso era lo suficientemente fuerte como para superar cualquier oposición que Urukagina pudiera ofrecer, y la ciudad de Lagash, que había sido embellecida y enriquecida por el cuidado de una larga línea de gobernantes exitosos, fue arrasada y arruinada.

El documento por el que conocemos los detalles del saqueo de Lagash es extraño. Se parece mucho en forma y escritura a las tablillas de cuentas domésticas del archivo de los patesis, que datan de los reinados de Urukagina y sus predecesores inmediatos; pero el texto inscrito en él consiste en una acusación contra los hombres de Umma, redactada en una serie de frases cortas, que recapitulan los actos de sacrilegio cometidos por ellos. No se trata de una inscripción real ni oficial y, por lo que se puede juzgar de su posición cuando fue descubierta por el comandante Cros, no parece haber estado guardada en ningún archivo o depósito regular. Pues fue desenterrada, a una profundidad de unos dos metros bajo la superficie del suelo, al norte del montículo que cubría las construcciones más antiguas de Tello, y no se encontraron otras tablillas cerca de ella. Tanto por su forma como por su contenido, el documento parece haber sido obra de algún sacerdote, o escriba, que había estado anteriormente al servicio de Urukagina; y podemos imaginárnoslo, tras el saqueo de la ciudad, dando rienda suelta a sus sentimientos enumerando los edificios sagrados que habían sido profanados por los hombres de Umma, y cargando el peso del gran pecado cometido sobre la cabeza de la diosa a la que ellos y sus patesi servían. El hecho de que la composición fuera escrita poco después de la caída de Lagash puede explicarse por la ausencia de cualquier ambientación o introducción histórica; la destrucción de la ciudad y la profanación de sus santuarios han tenido lugar tan recientemente que el escritor no tiene necesidad de explicar las circunstancias. Se zambulle de inmediato en sus acusaciones contra los hombres de Umma, y la propia brusquedad de su estilo y la ausencia de ornamento literario hacen que sean más llamativas. La repetición de frases y el uso recurrente de las mismas fórmulas sólo sirven para realzar el efecto acumulativo de los cargos que lanza contra los destructores de su ciudad.

“¡Los hombres de Umma”, exclama, “han incendiado el Eki[kala]; han incendiado el Antasurra; se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en el palacio de Tirash; han derramado sangre en el Abzu-banda; han derramado sangre en el santuario de Enlil y en el santuario del dios Sol; han derramado sangre en el Akhush; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en E-babbar; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en la Gikana de la diosa Ninmakh de la Arboleda Sagrada; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en el Baga; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han incendiado el Dugru; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en Abzu-ega; han prendido fuego al templo de Gatumdug; se han llevado la plata y las piedras preciosas, ¡y han destruido la estatua! Han prendido fuego al ... del templo E-anna de la diosa Ninni; se han llevado la plata y las piedras preciosas, ¡y han destruido la estatua! Han derramado sangre en el Shagpada; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! En el Khenda . . .; ¡han derramado sangre en Iviab, el templo de Nindar; se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han prendido fuego a Kinunir, el templo de Dumuzi-abzu; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han incendiado el templo de Lugal-uru; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en el templo E-engur, de la diosa Nina; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en el Sag, el templo de Amageshtin; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas de Amageshtin! Se han llevado el grano de Ginarbaniru, del campo de Ningirsu, ¡todo lo que estaba en cultivo! ¡Los hombres de Umma, por el despojo de Lagash, han cometido un pecado contra el dios Ningirsu! El poder que les ha sido otorgado, ¡les será arrebatado! De pecado por parte de Urukagina, rey de Girsu, no hay ninguno. Pero en cuanto a Lugalzagesi, patesi de Umma, ¡que su diosa Nidaba cargue con este pecado sobre su cabeza!”.

Se observará que, además de los templos de la lista, el escritor menciona varios edificios de carácter más secular, pero la mayoría de ellos estaban adosados a los grandes templos y se utilizaban en relación con los productos de las tierras sagradas. Así, el Antasurra, el palacio de Tirash, el Akhush, el Baga y el Dugru estaban dedicados al servicio de Ningirsu, el Abzu-banda y el Shagpada a la diosa Nina, y el Abzu-ega a Gatumdug. El texto no registra la destrucción del palacio del rey ni de las viviendas privadas, pero no cabe duda de que toda la ciudad fue saqueada y la mayor parte destruida por el fuego. El escritor de la tablilla se ocupa principalmente del sacrilegio cometido en los templos de los dioses, y de la magnitud de la ofensa contra Ningirsu. No encuentra la razón de los agravios que ha sufrido la ciudad en ninguna transgresión por parte de Urukagina, su rey; pues Ningirsu no ha tenido motivos para enfadarse con su representante. Lo único que puede hacer es protestar por su creencia en que el dios-ciudad se vengará algún día de los hombres de Umma y de su diosa Nidaba. Mientras tanto Lagash quedó desolada y Umma heredó la posición que había ocupado entre las ciudades del sur de Babilonia. Sabemos que con el tiempo la ciudad volvió a levantarse de sus ruinas, y que los templos, que habían sido arrasados y profanados, fueron reconstruidos con un esplendor aún mayor. Pero, como estado, Lagash parece no haberse recuperado nunca del golpe que le asestó Lugal-zaggisi. En cualquier caso, nunca volvió a disfrutar de la autoridad que ostentó bajo el gobierno de su gran patesis.

 

 

LUGAL-ZAGGISI = LUGALZAGESI

(2350-2318 A.C.)

 

PRIMEROS GOBERNANTES DE SUMER Y REYES DE KISH

 

El saqueo y destrucción de Lagash, que se ha descrito en el capítulo anterior, cierra una época, no sólo en la fortuna de esa ciudad, sino también en la historia de las tierras de Sumer y Acad. Al seguir las luchas de las primeras ciudades-estado, hasta ahora hemos podido ordenar nuestro material en estricto orden cronológico con la ayuda de una sucesión casi ininterrumpida de gobernantes, cuyas inscripciones se han recuperado durante las excavaciones francesas en Tello. Éstas nos han permitido reconstruir con cierto detalle la historia de la propia Lagash, y a partir de las referencias que proporcionan a otras grandes ciudades ha sido posible estimar la influencia que ejerció de vez en cuando entre sus vecinos. Es cierto que los registros, de los que se deriva nuestra información, fueron redactados por los gobernantes de Lagash cuyos hechos relatan, y están naturalmente lejos de ser autoridades imparciales. A veces puede haberse reivindicado una victoria, cuando los hechos pueden no haberla justificado plenamente; y en esta medida nos hemos visto obligados a contemplar la historia de Sumer y de Acad desde el punto de vista de una sola ciudad. Si los yacimientos de otras ciudades hubieran dado una cosecha tan rica como la de Tello, es probable que se hubiera descubierto que otros estados desempeñaron papeles no menos importantes. Pero en cualquier caso puede considerarse como cierto que al menos durante un tiempo Lagash disfrutó de la hegemonía que todos los estados de Sumer y Acad ambicionaban poseer. Esta posición de liderazgo le había sido definitivamente asegurada por las conquistas de Eannatum, y, aunque bajo sus sucesores su influencia pudo haber disminuido, debió de seguir siendo considerable hasta que la victoria de Umma puso fin a la misma.

Lugalzagesi, el conquistador de Lagash, es mencionado por su nombre en el documento del que se deriva nuestro conocimiento de la catástrofe. El desconocido redactor de esa composición, como ya hemos visto, le asigna el título de "patesi de Umma" y, si no hubiéramos tenido más información sobre él, quizá habríamos llegado a la conclusión de que su éxito contra el antiguo rival de su propia ciudad no fue más que un logro aislado. En la prolongada lucha entre estos estados vecinos, Umma había resultado finalmente victoriosa, y los resultados de esta victoria podrían haberse considerado poco más que de importancia local. (De hecho, se ha sugerido que, como Urukagina es denominado “rey de Girsu” en el lamento por la caída de Lagash, es posible que sobreviviera a la catástrofe y siguiera gobernando como rey en Girsu; pero es poco probable que Lugalzagesi, después de saquear y quemar la mayor parte de la ciudad, se lo hubiera permitido). Pero, incluso antes del descubrimiento del registro, el nombre de Lugalzagesi era conocido como el de un gran conquistador, y se verá que su derrota de Urukagina fue sólo un paso en una carrera de conquista, en el curso de la cual sometió a toda Sumeria y consolidó un dominio tan grande, si no mayor, que cualquiera adquirido hasta entonces por el gobernante de una ciudad-estado. La inscripción de la que obtenemos nuestros conocimientos sobre la carrera de Lugalzagesi está grabada en varios fragmentos de vasos, hechos de estalagmita de calcita blanca, que fueron descubiertos en Nippur durante las excavaciones llevadas a cabo por la Universidad de Pensilvania. Todos los vasos estaban rotos en trozos pequeños, pero, como cada uno había sido grabado con la misma inscripción, se encontró posible, juntando los fragmentos, reconstruir una copia más o menos completa del texto. De ello se desprende que Lugalzagesi había dedicado los vasos a Enlil y los había depositado como ofrendas votivas en el gran templo de E-kur.

Afortunadamente, Lugalzagesi prologa el registro de su dedicación con una larga lista de sus propios títulos y logros, que constituyen la mayor parte de la inscripción. De esta parte del texto obtenemos considerable información sobre las ciudades bajo su control y los límites del imperio que reclamaba en el momento en que se redactó el registro. El texto se abre con una enumeración de los títulos reales, en la que Lugalzagesi es descrito como “Rey de Erec, rey de la tierra, sacerdote de Ana, profeta de Nidaba; el hijo de Ukush, patesi de Umma, el profeta de Nidaba; el que fue considerado favorablemente por Ana, el rey de las tierras; el gran patesi de Enlil; dotado de entendimiento por Enki; cuyo nombre fue pronunciado por Babbar (el dios Sol); el principal ministro de Enzu (el dios Luna); el representante de Babbar; el patrón de Ninni; el hijo de Nidaba, que fue alimentado con leche sagrada por Ninkharsag; el siervo del dios Mes, que es el sacerdote de Erec; el alumno de Ninabukhadu, la señora de Erec; el gran ministro de los dioses”. A continuación, Lugalzagesi expone en términos generales los límites de su dominio. “Cuando el dios Enlil, el rey de las tierras”, dice, “había otorgado a Lugalzagesi el reino de la tierra, y le había concedido el éxito a los ojos de la tierra, y cuando su poderío había derribado las tierras, y él las había conquistado desde la salida del sol hasta la puesta del mismo, en ese momento enderezó su camino desde el Mar Inferior (sobre) el Éufrates y el Tigris hasta el Mar Superior. Desde la salida del sol hasta la puesta del mismo le concedió Enlil el dominio. . . .” Es a Enlil, el jefe de los dioses, a quien, de acuerdo con la práctica de la época, atribuye el dominio que se le ha concedido administrar.

Las frases con las que Lugalzagesi define los límites de su imperio son suficientemente llamativas, y será necesario indagar en su significado exacto. Pero antes de hacerlo será conveniente seguir citando la inscripción, que procede a describir los beneficios que el rey ha conferido a diferentes ciudades de su reino. Refiriéndose a la paz y la prosperidad que caracterizaron el reinado de Lugalzagesi, la inscripción afirma que “hizo habitar las tierras con seguridad, regó la tierra con aguas de alegría. En los santuarios de Sumer lo erigieron patesi de las tierras, y en Erec (lo nombraron) sacerdote principal. En aquel tiempo hizo que Erec resplandeciera de alegría; como un toro elevó la cabeza de Ur al cielo; Larsa, la ciudad amada del dios Sol, la regó con aguas de alegría; Umma, la ciudad amada del dios ..., la elevó a un poder exaltado; como una oveja que ... su cordero, ha hecho que Ninni-esh resplandezca; la cumbre de Kianki la ha elevado al cielo”. A continuación sigue la parte votiva del texto y la oración de dedicación, de la que por el momento no nos ocupamos.

Por los extractos que se han citado de la inscripción de Lugalzagesi, se habrá visto que reivindica una jurisdicción mucho más amplia de lo que cabría esperar de un patesi de Umma. Pero el propio texto explica la aparente discrepancia y demuestra que, aunque la herencia de Lugalzagesi fue un patesiato, ganó por sus propios esfuerzos el imperio sobre el que gobernó posteriormente. Se observará que mientras reclama para sí los títulos de “rey de Erec” y “rey de la tierra”, es decir, de Sumer, atribuye a su padre Ukush únicamente el título de “patesi de Umma”. Por tanto, está claro que la autoridad de su padre no alcanzaba más allá de los límites de su ciudad natal, y podemos concluir que tal era la extensión del patesiato de Umma cuando el propio Lugalzagesi subió al trono. Los títulos posteriores que asume en los vasos encontrados en Nippur demuestran que en el momento en que fueron inscritos ya había establecido su autoridad en toda Sumeria y había trasladado su sede de gobierno de Umma a Erech. Que esta última ciudad se había convertido en su capital queda claro por la precedencia que da a la designación “Rey de Erec” sobre sus otros títulos de honor; y, de acuerdo con este cambio de residencia, detalla las nuevas relaciones en las que ha entrado con las divinidades de esa ciudad. Así, es el siervo de Mes y el pupilo de Ninabukhadu, el sacerdote divino y la señora de Erec; y en un sentido especial se ha convertido en el patrón de Ninni, la sede principal de cuyo culto estaba en Erec, en su gran templo E-anna. También Ana, el padre de los dioses, tenía su templo en Erec, por lo que Lugalzagesi se convirtió naturalmente en su sacerdote y gozó de su especial favor. Probablemente fue como consecuencia de la estrecha relación de Ana con su nueva capital por lo que Lugalzagesi le atribuye el título de “rey de las tierras”, que por derecho sólo pertenecía a Enlil de Nippur; y podemos observar que en la oración de dedicación de los vasos es a Ana a quien se ruega que Enlil interceda en favor del rey.

Aunque Lugalzagesi había cambiado de capital y ya no seguía usando el título de su padre como patesi de Umma, naturalmente no descuidó su ciudad natal; es más, conservó el título de “profeta de Nidaba”, y con ello siguió reclamando la protección de la diosa-ciudad, que, antes de sus recientes victorias, había sido su patrona y la de su padre antes que él. Incluso subrayó su dependencia de ella al autodenominarse su hijo, y en otro pasaje se jacta de haber elevado al poder a la ciudad de Umma. En lo alto de su favor también se encontraban Ur, la ciudad del dios Luna, y Larsa, la ciudad del dios Sol; y las ciudades menos conocidas de Ninni-esh y Kianki también son seleccionadas para ser mencionadas como especialmente favorecidas por él. A primera vista no está claro en base a qué principio se seleccionan los nombres de estas ciudades de entre todas las de la tierra de Sumer, que presumiblemente estaban dentro del círculo de su autoridad. Que se haga referencia a Erec, Ur y Larsa es bastante natural, pues estaban próximas entre sí y formarían así el centro y el núcleo de su dominio; y el rey se dedicaría naturalmente a mejorar su canalización y a embellecerlas mediante la erección de nuevos edificios. No es improbable que podamos explicar la mención de Ninni-esh y Kianki por el mismo principio: probablemente se encontraban en la vecindad inmediata de las tres ciudades mayores, o de Umma, y participaban así de los beneficios de que disfrutaban.

En cualquier caso, la ausencia del nombre de una ciudad en la lista de Lugalzagesi no debe tomarse necesariamente como que no estaba incluida dentro de los límites de su dominio. Prueba de ello es que no se hace referencia a Lagash, aunque probablemente fue una de sus primeras conquistas. De hecho, el objetivo del rey al componer la primera parte de su inscripción no era ofrecer un análisis preciso de la extensión y el estado de su imperio, sino simplemente enumerar las ciudades a las que había favorecido especialmente y registrar los nombres de aquellas divinidades con las que mantenía relaciones particularmente estrechas. Por ejemplo, podemos concluir que aunque la ciudad de Eridu no se menciona por su nombre, sin embargo formaba parte del reino de Lugalzagesi. Así pues, hay muchas razones para considerar que su dominio era coextensivo a toda Sumeria, y su título de "rey de la tierra" se basaba probablemente en una confederación de todas las ciudades-estado sumerias.

Un problema más difícil lo presenta lo que a primera vista parece ser una reivindicación de un imperio aún más amplio, que sigue a los títulos de Lugalzagesi al final de la primera y al principio de la segunda columna de su inscripción. Aquí afirma que, después de que Enlil le hubiera otorgado el reino de la tierra (es decir, de Sumer), y le hubiera concedido el éxito a los ojos de la tierra, y cuando su poderío había derribado las tierras y él las había conquistado de este a oeste, en ese momento Enlil “enderezó su camino desde el Mar Inferior (sobre) el Éufrates y el Tigris hasta el Mar Superior”. El Mar Inferior es claramente el Golfo Pérsico, y por Mar Superior es probable que se entienda el Mediterráneo, más que el lago Urmi o el lago Van. Sobre la base de este pasaje se ha atribuido a Lugalzagesi haber consolidado y gobernado un imperio que se extendía desde el Golfo Pérsico hasta las orillas del Mediterráneo. En otras palabras, habría incluido Akkad y Siria junto con Sumer dentro de los límites de su dominio.

Es cierto que Shar-Gani-sharri de Acad, en un periodo bastante posterior, consiguió establecer un imperio de esta extensión, pero existen dificultades para atribuir a Lugalzagesi un logro semejante. Porque Erec, la capital de su reino, estaba en el sur de Babilonia y, a diferencia de la ciudad de Acad, no estaba bien adaptada para formar el centro de una zona administrativa que se extendía tanto hacia el norte y el oeste. Además, la propia frase empleada por Lugalzagesi no implica necesariamente una reivindicación de dominio dentro de estas regiones, sino que puede tomarse como conmemorativa de poco más que una incursión victoriosa, durante la cual puede haber penetrado hasta la costa siria. Tal expedición, por lo que sabemos, debió de suponer un nuevo alejamiento de la política seguida hasta entonces por los gobernantes de las ciudades-estado sumerias, y su exitosa prosecución habría justificado plenamente el lenguaje en el que se registra. A la vista de estas consideraciones, es preferible considerar que el reino de Lugalzagesi, en el sentido estricto de la palabra, se limitó a Sumer. De sus relaciones con Acad y las ciudades del norte no tenemos pruebas sobre las que formarnos una opinión. Veremos en seguida razones para creer que hacia esta época, o un poco más tarde, el estado de Cis se aseguró la hegemonía en el norte de Babilonia y, en vista de la ausencia de toda referencia a ella en la inscripción de Lugalzagesi, quizá podamos concluir que en su época la ciudad ya había sentado las bases de su poder posterior.

Fue probablemente tras su exitoso regreso de la larga expedición por el noroeste cuando Lugalzagesi depositó sus vasijas como ofrendas votivas en el santuario de Enlil en Nippur, y grabó sobre ellas las inscripciones de las que obtenemos nuestra información relativa a su reinado. En la tercera columna de su texto declara que los ha dedicado a Enlil, después de haber hecho las debidas ofrendas de panes en Nippur y de haber vertido agua pura como libación. A continuación añade una oración de dedicación, en la que ruega por la vida para él, y la paz para su tierra, y un gran ejército. “¡Que Enlil, el rey de las tierras”, dice, “pronuncie mi plegaria ante Ana, su amado padre! ¡Que él añada vida a mi vida! ¡Que él haga que las tierras habiten en seguridad! ¡Que me conceda guerreros tan numerosos como la hierba en abundancia! ¡Que cuide de los pliegues celestes! ¡Que mire con bondad a la tierra (de Sumer)! ¡Que los dioses no alteren el buen destino que me han asignado! Que yo sea siempre el pastor que guía (a su rebaño)!”. Podemos considerar típico del gran conquistador que rogara por una provisión de guerreros “tan numerosos como la hierba”.

Es una suerte para nuestro conocimiento de la historia sumeria primitiva que el santuario de Enlil en Nippur haya sido depositario de ofrendas votivas, llevadas allí por los gobernantes de las ciudades-estado para conmemorar sus victorias. De los objetos con inscripciones de esta clase que se recuperaron en Nippur durante las excavaciones americanas en ese yacimiento, los más importantes con diferencia son los fragmentos de jarrón de Lugalzagesi, que ya se han descrito. Pero se encontraron otros que, aunque aportan información menos detallada, tienen un valor considerable, ya que proporcionan los nombres de otros gobernantes de Sumer, que probablemente puedan agruparse con Lugalzagesi. Dos reyes de este periodo son Lugal-kigub-nidudu y Lugal-kisalsi, cada uno de los cuales llevaba el título de “rey de Erec” y “rey de Ur”, mientras que el primero, al igual que Lugalzagesi, se autodenomina además "rey de la tierra", es decir, de Sumer. Sus inscripciones se encontraron en el túmulo de Nippur más o menos al mismo nivel que los fragmentos de jarrón de Lugalzagesi, y una comparación de los caracteres empleados en cada conjunto de textos sugiere que datan aproximadamente de la misma época.

Que Lugal-kigub-nidudu y Lugal-kisalsi deben situarse en cualquier caso antes de la época de Shar-Gani-sharri de Akkad lo prueba el hecho de que uno de los bloques toscos de diorita, que el primero había dedicado a Enlil tras inscribir en él su nombre, fue utilizado posteriormente por Shar-Gani-sharri como zócalo de puerta en el templo que erigió en Nippur. Es difícil decidir si vivieron aún antes que Lugalzagesi. La inscripción más larga de Lugal-kigub-nidudu que se ha recuperado está grabada en una vasija que depositó como ofrenda votiva en el templo de Enlil, y por las frases introductorias que preceden a la dedicatoria parece que fundó un reino, o en todo caso amplió uno que ya poseía. “Cuando Enlil, el rey de las tierras”, dice el pasaje, “(había hablado) con Lugal-kigub-nidudu y le había dirigido una palabra favorable, y había unido el dominio con el reino, de Erec hizo un dominio, de Ur hizo un reino”. Parece, pues, que Lugal-kigub-nidudu poseyó al principio sólo una de las dos ciudades, Erec o Ur, y que posteriormente adquirió la otra, probablemente por conquista, y procedió a gobernarlas a ambas bajo administraciones separadas.

No hay que hacer demasiado hincapié en el hecho de que describa su gobierno de Erec como un señorío o un dominio, mientras que al de Ur lo califica de reino; pues la diferencia en estas frases no era muy marcada en el periodo presargónico, y hay que señalar que Erec se menciona antes que Ur. Además, Lugal-kisalsi asigna el título de “Rey de Erec” tanto a su predecesor como a sí mismo, y, puesto que coloca el primer título en primer lugar, es probable que Erec y no Ur fuera su capital. Pero incluso en esta suposición no se deduce que Erec fuera la ciudad natal de Lugal-kigub-nidudu, pues hemos visto que cuando Lugalzagesi conquistó Sumer transfirió su capital a Erec, y Lugal-kigub-nidudu pudo haber hecho lo mismo. El hecho de que en un periodo posterior Gudea, al reconstruir el templo E-ninnu, se encontrara con una estela de Lugal-kisalsi sugiere que ejercía autoridad sobre Lagash; y probablemente podemos concluir que tanto él como Lugal-kigub-nidudu incluyeron bajo su dominio las principales ciudades del sur de Babilonia. Que Lugal-kisalsi siguió y no precedió a Lugal-kigub-nidudu en el trono dual de Erec y Ur es seguro por una de sus inscripciones votivas, que contiene una referencia al rey anterior. El comienzo del texto es deficiente, por lo que no está claro si lo menciona como su padre o en alguna otra conexión. En cualquier caso, podemos suponer que le siguió en un intervalo no muy largo; pero aún no es seguro si debemos situar sus reinados en Sumer antes o después del de Lugalzagesi.

La misma incertidumbre se aplica a otro gobernante de este periodo, que llevaba el nombre de Enshagkushanna y asumió los títulos de “señor de Sumer” y “rey de la tierra”. Se han recuperado dos de sus inscripciones en fragmentos de vasos, que se encontraron en Nippur al mismo nivel que los ya descritos, y una de ellas es de considerable interés, pues nos da el nombre de un enemigo de Sumer que ya ha abultado mucho en la historia anterior de Lagash. La inscripción en cuestión consta sólo de unas pocas palabras, y dice así: “Enshagkushanna ha prometido a Enlil el botín de Kish, el malvado”. Del epíteto aplicado a Kish se desprende claramente que en esta época, como en la de Eannatum, la ciudad del norte era un terror para los estados sumerios del sur, y podemos suponer que la guerra entre ellos no era infrecuente. Fue después de alguna incursión o batalla exitosa en el norte cuando Enshagkushanna dedicó una parte del botín a Enlil en su templo de E-kur. Se han encontrado fragmentos similares de vasos en Nippur, cuyas inscripciones atestiguan otros éxitos contra Kish, logrados por un rey de Sumer, que probablemente reinó en un periodo bastante anterior a Enshagkushanna, Lugal-kigub-nidudu, e incluso Lugalzagesi.

Aunque se han descubierto fragmentos de no menos de cuatro de sus inscripciones en vasos, el nombre de este rey sumerio no aparece desgraciadamente en ninguna de ellas. En el más largo de los textos toma el título de “rey”, y en el hueco que le sigue probablemente podamos restituir la frase “de la tierra”, es decir, de Sumer; en dos de ellos, al igual que los otros reyes sumerios a los que nos hemos referido, atribuye su instalación en el gobierno del país a Enlil, el dios de Nippur. Las cuatro inscripciones fueron redactadas en la misma ocasión y conmemoran una sorprendente victoria que este desconocido gobernante sumerio había logrado sobre las ciudades septentrionales de Kish y Opis. De las dos ciudades conquistadas, Kish era claramente la más importante, ya que su devastación se registra en cada uno de los textos, mientras que Opis sólo se menciona en uno de ellos. Cada ciudad estaba gobernada por un rey distinto, cuyo derrocamiento se registra en los vasos, pero, dado que fueron derrotadas en la misma batalla, podemos conjeturar que formaban el centro de una única confederación o dominio, del que Kish era la cabeza. En dos de los textos se hace referencia al rey de Kish, no sólo por su título, sino por su nombre, y, puesto que llevaba el nombre semita de Enbi-Ishtar, podemos concluir que en este periodo Kish, y probablemente Opis y otras ciudades del norte, ya estaban bajo dominio semita. En la guerra que estas ciudades libraban con el sur, los vasos registran lo que parece haber sido un serio freno al aumento de la influencia y el poder semitas. Pues no sólo fue derrotado Enbi-Ishtar, sino que tanto Kish como Opis fueron saqueadas, y el rey sumerio regresó hacia el sur cargado de botín, incluidas estatuas, metales preciosos y piedras raras. Los vasos en los que grabó su victoria formaban parte del botín capturado en el norte. Estaban hechos de estalagmita de calcita blanca, arenisca marrón oscura y toba o roca ígnea marrón oscura. En la tierra de Sumeria, donde la piedra era un bien escaso, eran objetos muy preciados, y formaban una ofrenda de agradecimiento apropiada para presentar en el santuario de Enlil.

Ya nos hemos referido a la cuestión de la nacionalidad de los reyes aún más antiguos de Kish, Mesilim y sus sucesores, algunos de los cuales sabemos que fueron contemporáneos de los primeros gobernantes de Lagash. En aquella época, la ciudad del norte ya había logrado imponer su autoridad sobre algunas de las ciudades-estado de Sumer, y más tarde se demuestra que tanto Kish como Opis participaron activamente en guerras en el sur. Se dispone de muy pocas pruebas para determinar definitivamente si estos reyes y patesis anteriores eran de estirpe sumeria o semítica, pero hay mucho que decir a favor de considerar los conflictos posteriores entre el norte y el sur como una mera continuación de la lucha anterior. Con Enbi-Ishtar nos encontramos, en cualquier caso, con un nombre genuinamente semita, y enseguida veremos razones para creer que otros reyes semitas de Kish, cuyas inscripciones y monumentos se han recuperado, deben situarse en el mismo periodo. Según este punto de vista, como ya hemos señalado, la primera inmigración semita en el norte de Babilonia, o Acad, no debe sincronizarse con el imperio de Acad, fundado por Shar-Gani-sharri (Sargón) y consolidado por Naram-Sin. A pesar de la ausencia de lenguaje semítico en las escasas y breves inscripciones votivas de los primeros reyes de Kish que se han encontrado hasta ahora, no debe descartarse la posibilidad de que también daten de un periodo de dominación semítica y no sumeria en el norte. En Sippar también tenemos pruebas de una ocupación semita muy temprana.

Uno de este grupo posterior de reyes de Kish, cuyas inscripciones demuestran que fueron semitas, es Uru-mush, o Ilimush, y, aunque con toda probabilidad es el último de ellos, se puede hacer referencia a él en primer lugar, ya que tenemos pruebas definitivas de que debe asignarse a la época anterior a Sargón y Naram-Sin. En una tablilla inédita de Tello, conservada en el Museo de Constantinopla, aparece el nombre propio Ili-Urumush, “Mi dios es Urumush”. Hace tiempo que se reconoce la deificación de algunos de los primeros reyes de Babilonia, al menos desde la época de Shar-kalli-sharri (Sargón); y tenemos pruebas de que el honor no sólo se les tributó tras la muerte, sino que fue asumido por los propios reyes en vida. La aparición de un nombre propio como Ili-Urumush sólo puede explicarse suponiendo que un rey que llevaba el nombre de Urumush ya había reinado o estaba reinando en el momento en que se empleó el nombre anterior. Ahora bien, la tablilla de Constantinopla que menciona el nombre de Ili-Urumush no está fechada, pero por su forma, escritura y contenido puede asignarse claramente a la misma época que ciertas tablillas fechadas de Shar-Gani-sharri y Naram-Sin con las que se encontró. De ello se deduce que Urumush era anterior a Shar-Gani-sharri y Naram-Sin, aunque su reinado puede no haber estado separado del de ellos por un largo intervalo.

No tenemos más que unas pocas inscripciones breves de Urumush, y de carácter votivo, pero nos permiten formarnos una cierta estimación de la extensión y condición de su imperio. La única designación que asume en aquellas de sus inscripciones que se han recuperado es la de “Rey de Kish”, por lo que carecemos de la información que podría haberse derivado de un estudio de sus títulos subsidiarios. Tales títulos se habrían añadido sin duda en cualquier texto extenso, y su ausencia en sus inscripciones conocidas se debe simplemente a su brevedad. Por otra parte, el hecho de que estas breves inscripciones se hayan encontrado en lugares tan dispersos como Abu Habba, Niffer y Tello, es probablemente significativo. Las inscripciones de Abu Habba y Tello consisten simplemente en su nombre y título grabados en fragmentos de vasos de piedra y, puesto que no llevan ninguna dedicatoria a una divinidad local, posiblemente fueron llevados allí como botín desde Kish. Pero en Niffer se han encontrado fragmentos de vasos precisamente similares, con la misma inscripción, y, como los textos de otros dos vasos de este último lugar demuestran que fueron depositados allí por el propio Urumush, es una suposición justa que su presencia en los otros dos yacimientos deba explicarse de la misma manera. Por tanto, podemos concluir que tanto Sippar como Lagash estaban bajo el control de Urumush. En otras palabras, no es improbable que los límites de su autoridad en Babilonia se extendieran desde el extremo norte de Acad hasta el sur de Sumer.

Concuerda plenamente con esta opinión que Urumush controlara el santuario central de Nippur, y sus vasos encontrados en ese lugar, que llevan dedicatorias a Enlil, demuestran que así fue. De uno de ellos aprendemos también que el poder de Kish se hizo sentir más allá de los límites de Sumer y Akkad. El texto en cuestión afirma que el jarrón en el que está inscrito formaba parte de cierto botín procedente de Elam, y que fue dedicado a Enlil por Urumush, "cuando hubo conquistado Elam y Barakhsu". Es posible que la conquista de Elam y del distrito vecino de Barakhsu, que Urumush reivindica aquí, no fuera más que una incursión exitosa en esos países, de los que regresó cargado de botín. Pero aun así, el hecho de que un rey de Kish fuera lo suficientemente fuerte como para asumir la ofensiva contra Elam y dirigir una expedición a través de la frontera, es suficientemente digno de mención. Las referencias a Elam que hemos señalado hasta ahora en las inscripciones de Tello parecen sugerir que hasta ese momento los elamitas habían sido los agresores y habían logrado penetrar en territorio sumerio del que fueron desalojados con dificultad. Bajo Urumush las condiciones se invirtieron, y en breve veremos razones para creer que su éxito no fue un logro solitario, sino que puede estar relacionado con otros hechos de la historia de Kish bajo los gobernantes semitas de este periodo. Mientras tanto, podemos señalar el testimonio del poder y la extensión del reino de Kish que nos proporcionan las breves inscripciones de su reinado. La tradición posterior cuenta que Urumush encontró su fin en una revolución palaciega; pero la pervivencia de su nombre en la literatura agorera de los babilonios y asirios posteriores es una prueba más del importante papel que desempeñó en la historia primitiva de su país.

 

El obelisco de Manishtusu

 

Otro rey de Kish, cuyo nombre se ha recuperado en breves inscripciones votivas de Abu Habba y Niffer es Manishtusu. Pero, afortunadamente para nuestro conocimiento de su reinado, poseemos un monumento que, aunque aporta poca información de carácter histórico, es del mayor valor por la luz que arroja sobre el carácter semítico de la población y las condiciones económicas que prevalecían en el norte de Babilonia en la época en que fue redactado. Este monumento es el famoso obelisco de Manishtusu, que fue descubierto por M. de Morgan en Susa, durante su primera temporada de trabajo en ese lugar en el invierno de 1897-8. En el obelisco está grabado un texto en unas sesenta y nueve columnas, escrito en babilonio semítico, y que registra la compra por parte de Manishtusu de grandes extensiones de tierra cultivada situadas en los alrededores de Kish y de otras tres ciudades del norte de Babilonia. Cada una de las cuatro caras de la piedra está dedicada a una zona o extensión de tierra distinta, cercana a una de las cuatro grandes ciudades. Así, la primera cara registra la compra de ciertas tierras formadas por tres fincas y conocidas como el Campo de Baz, que se encontraba cerca de la ciudad de Dur-Sin; la segunda cara registra la compra del Campo de Baraz-sirim, cerca de la ciudad de Kish, capital de Manishtusu; la tercera cara, como la primera, trata de tres fincas, que juntas se conocían como la Pradera (o, estrictamente, el Pantano) de Ninkharsag, cerca de la ciudad de Marad; mientras que la cuarta cara se ocupa de la compra del Campo de Shad-Bitkim y Zimanak, cerca de una ciudad cuyo nombre puede traducirse provisionalmente como Shid-tab. La gran extensión de la inscripción se debe a que, además de dar detalles sobre el tamaño, el valor y la posición de cada finca, el texto enumera por su nombre a los distintos propietarios a los que se compró la tierra, a los antiguos capataces o administradores que fueron desposeídos y a los nuevos capataces que se instalaron en su lugar. Los nombres de estos últimos se repiten en los cuatro lados del obelisco antes de la fórmula de compra.

Cabe destacar el hecho de que Manishtusu no confiscó las tierras, sino que las adquirió legalmente mediante compra, como si fuera un simple ciudadano particular o un gran terrateniente. La superficie exacta de cada finca se determinaba primero con exactitud mediante medición, y su valor se calculaba entonces en grano y después en plata, considerándose que una bur de tierra valía sesenta gur de grano, o un mana de plata. También se pagaba una suma adicional, consistente en una décima o tres vigésimas partes del precio de compra, a los propietarios de cada finca, que recibían además del rey regalos de animales, prendas de vestir, vasijas, etc., cuyo valor variaba según el rango del destinatario o su anterior participación en la propiedad. No sólo los nombres de los propietarios y su filiación están debidamente registrados en la piedra, sino también los de ciertos asociados que tenían un interés en la tierra; la mayoría de ellos parecen haber sido parientes de los propietarios, que habían aportado capital para el cultivo o la mejora de las fincas. Sin duda, sus nombres se incluyeron para evitar cualquier reclamación posterior por su parte contra el rey. La misma razón parece haber dictado la enumeración por nombre de los antiguos administradores o supervisores de cada finca, que por su compra se vieron privados de su ocupación. El cultivo de las grandes extensiones de tierra, que pasaron a posesión del rey, había dado empleo a no menos de mil quinientos sesenta y cuatro jornaleros, que habían estado a cargo de ochenta y siete veedores. Es digno de mención que Manishtusu se comprometió a encontrar una nueva ocupación y medios de subsistencia para estas dos clases en otros lugares, que probablemente estaban situados a no mucha distancia de sus hogares.

Es posible que la razón de esta amplia compra de tierras por parte de Manishtusu se diera al principio del texto inscrito en el obelisco, pero desgraciadamente se ha conservado muy poco de la primera columna de la inscripción. El cuerpo principal del texto ofrece poco material en el que basar una conjetura. Un punto, sin embargo, puede considerarse seguro: el motivo de la compra parece haber tenido alguna estrecha relación con los cuarenta y nueve nuevos administradores y supervisores, a quienes Manishtusu confió la administración de su recién adquirida propiedad. El mero hecho de que sus nombres y descripciones se hayan repetido a cada lado del obelisco es probablemente significativo. Además, todos ellos son descritos en el texto como ciudadanos de Acad, y la prominencia que se les da en cada sección sugiere que el rey compró la tierra con el objeto expreso de entregarla a su cargo. También cabe señalar que Manishtusu destituyó, no sólo a los antiguos administradores, sino también a todos los jornaleros que habían estado empleados en las fincas, por lo que podemos suponer que los nuevos administradores trajeron consigo a sus propios jornaleros, que continuarían el cultivo de la tierra bajo su dirección. Si el objetivo del rey al comprar las tierras hubiera sido simplemente hacer una inversión rentable, no habría retirado a los antiguos jornaleros, para cuyo mantenimiento se comprometió a proveer en otro lugar. La acción de Manishtusu sólo puede explicarse suponiendo que estaba ansioso por adquirir tierras en las que pudiera asentar a los hombres de Acad y a sus adherentes. Por tanto, la compra parece haber sido dictada por la necesidad de trasladar a ciertos ciudadanos de Acad a otros lugares del norte de Babilonia. Desconocemos la causa que originó este traslado de población, pero enseguida veremos que, a la vista de la elevada posición social de varios de los inmigrantes, la acción de Manishtusu tal vez pueda relacionarse con ciertas tradiciones relativas a este periodo que fueron corrientes en épocas posteriores.

A la cabeza de los habitantes procedentes de Acad, a los que el rey entregó sus nuevas propiedades, se encuentra Aliakhu, su sobrino, y entre ellos también encontramos hijos y dependientes de los gobernantes de ciudades importantes, que parecen haber reconocido la soberanía de Cis. Así, dos de los hombres son descritos como de la casa de Kur-shesh, patesi de Umma; otro era Ibalum, hijo de Ilsu-rabi, patesi de Basime; y un tercero era Urukagina, hijo de Engilsa, patesi de Lagash. La referencia al último de estos cuatro personajes se ha empleado en un intento de fijar el periodo del reinado de Manishtusu. Al descubrir el obelisco, Pere Scheil propuso que identificáramos a Urukagina, el hijo de Engilsa, con el rey de Lagash de ese nombre, sugiriendo que ocupó el cargo que se le asigna en el texto en vida de su padre y antes de que él mismo sucediera en el trono. En esta época todavía estaba de moda poner a Urukagina a la cabeza de los patesis de Tello, y considerarlo como el más antiguo de todos los gobernantes de esa ciudad cuyos nombres aún se habían recuperado. Ahora bien, en el obelisco también se menciona a un tal “Mesalim, hijo del rey”, es decir, un hijo de Manishtusu. Por tanto, se encontró apoyo para la identificación propuesta en la sugerencia adicional de que Mesalim, el hijo de Manishtusu, no era otro que Mesilim, el primitivo rey de Kish, contemporáneo de Lugal-shag-engur de Lagash, y que, en su carácter de soberano, se había interpuesto en la disputa territorial entre esa ciudad y Umma. Según este punto de vista, Lagash, bajo Engilsa y Urukagina, debía lealtad a Kish durante el reinado de Manishtusu, un estado de cosas que continuó en el reinado de Mesilim, quien, según esta teoría, era hijo y sucesor de Manishtusu.

Pero el reconocimiento del verdadero lugar de Urukagina en la línea de los gobernantes de Lagash ha hecho insostenible la teoría; y la identificación sugerida de Mesalim, el hijo de Manishtusu, con Mesilim, el primitivo rey de Kish, lejos de dar apoyo a la otra propuesta, es bastante incompatible con ella. De hecho, las dos identificaciones propuestas no pueden ser correctas, y queda por ver si alguna de ellas puede ser aceptada. De las dos, la propuesta de identificar a Mesalim con el contemporáneo de Lugal-shag-engur puede descartarse de inmediato, ya que tanto las pruebas internas como las externas proporcionadas por el obelisco están en contra de asignar el reinado de Manishtusu a un periodo tan temprano. Aunque estas objeciones no se aplican con tanta fuerza a la otra propuesta, su aceptación se niega por otros motivos. De las propias inscripciones de Urukagina hemos visto razones para creer que no obtuvo el trono por derecho de sucesión, sino por la fuerza; nunca se refiere a su propio padre, y el antagonismo hacia el patesiato, que caracteriza sus textos, sugiere que su reinado marca una ruptura completa en la sucesión. Por tanto, podemos concluir que el Urukagina del obelisco es un personaje distinto de Urukagina, el rey, y el padre del primero, Engilsa, habría gobernado en ese caso como patesi de Lagash en un periodo posterior al saqueo de esa ciudad por Lugalzagesi.

Por tanto, nos vemos reducidos a consideraciones más generales al intentar fijar la fecha de Manishtusu. De que su reinado debe asignarse más o menos al mismo periodo que el de Urumush no puede haber muchas dudas, ya que, a diferencia de las de los reyes anteriores de Kish, las inscripciones de ambos están escritas en babilonio semítico, y las formas de los caracteres que emplean son muy similares. Ya se han citado pruebas que demuestran que Urumush era anterior a Shar-Gani-sharri y Naram-Sin. En Manishtusu, por tanto, tenemos otro rey semita bajo el cual la ciudad de Kish disfrutó de la hegemonía en Babilonia, que después pasó a Acad. Que el reino de Cis, bajo estos dos gobernantes, no estuvo separado por un largo intervalo del imperio de Acad parece deducirse de las referencias a esta última ciudad en el obelisco de Manishtusu. Ya hemos señalado que los cuarenta y nueve supervisores, a quienes se confió la administración de las tierras adquiridas por el rey, son descritos en el texto como ciudadanos de Acad, y que entre su número se encuentran miembros de poderosas familias gobernantes de otras ciudades de Babilonia. Parece, pues, que Acad ya tenía suficiente importancia como para atraer a príncipes de ciudades tan distantes como Umma y Lagash. Este hecho, de hecho, se ha empleado como argumento a favor de la opinión de que Manishtusu y Urumush debieron gobernar después, y no antes, de Shar-Gani-sharri y Naram-sin,bajo quienes Akkad se convirtió en la capital de todo el país. Aunque esta inferencia no se deduce necesariamente y, de hecho, se contradice con las pruebas ya citadas con respecto a Urumush, está claro que, incluso en tiempos de Manishtusu, la ciudad de Akkad gozaba de una posición de considerable importancia; y es improbable que transcurriera un largo período antes de que sustituyera a Kish como capital.

La extensión de la autoridad de Manishtusu dentro de los límites de Babilonia queda indicada por la referencia a las ciudades del sur de Babilonia en su inscripción en el obelisco; pues, dado que los patesis de Lagash y Umma enviaban a sus parientes o dependientes a la corte de Manishtusu, puede deducirse que sus dominios incluían al menos una porción de Sumer además de Acad. Al igual que Urumush, también parece haber emprendido expediciones militares, mediante las cuales aumentó el territorio bajo su control. En el Museo Británico hay fragmentos de dos monolitos, grabados con inscripciones duplicadas, que registran su derrota de una confederación de treinta y dos reyes “a este lado (?) del mar”, y la captura de las ciudades sobre las que gobernaban. Resulta difícil determinar con certeza la región en la que se encontraban estas ciudades, pero, dado que “el mar” se menciona sin ninguna frase calificativa, probablemente podamos entender que se refiere al Golfo Pérsico. En ese caso, el texto puede haber registrado el sometimiento de la porción meridional de Sumer, o tal vez la conquista de ciudades dentro de la frontera elamita. Aunque el nombre de Manishtusu no aparece en las pocas líneas de la inscripción principal que se conservan en los fragmentos, no cabe duda de que el texto es suyo, ya que en uno de ellos hay grabada una dedicatoria en caracteres bastante más grandes, en la que se afirma que la estela de la que formaba parte fue dedicada a Shamash por Manishtusu, rey de Kish. Dado que ambos fragmentos fueron hallados en Abu Habba, podemos concluir que las estelas se erigieron en el gran templo de Sippar y fueron dedicadas por Manishtusu al dios Sol en conmemoración de su victoria.

Otros monumentos del reinado de Manishtusu que han llegado hasta nosotros consisten en una serie de figuras y estatuas del rey que han sido descubiertas en Susa durante las excavaciones francesas en ese lugar. No cabe duda de que la mayoría de ellas fueron llevadas a Susa como botín de guerra y no fueron colocadas en esa ciudad por el propio Manishtusu, ya que llevan inscripciones anzanitas en ese sentido. Así, se afirma que una estatua fue llevada de Akkad a Susa por Shutruk-nakhkhunte, y otra por el mismo rey desde “Ishnunuk”, lo que demuestra incidentalmente que el estado de Ashnunnak, que se encontraba al este del Tigris, formaba parte de los dominios de Manishtusu. Pero una estatua del rey descubierta más recientemente no lleva ningún registro anzanita posterior, y lleva inscrita su dedicatoria original. al dios Naruti por un alto funcionario al servicio de Manishtusu. Es un monumento notable, pues mientras que la figura en sí es de alabastro, los ojos están formados por piedra caliza blanca introducida en cuencas y mantenida en su sitio por betún; las pupilas negras ya no existen. Aunque el efecto de mirada fija de los ojos incrustados es poco agradable, la estatua es sin duda el ejemplo más interesante de escultura semítica primitiva en bulto redondo que se ha recuperado hasta ahora. Tanto en esta estatua como en el obelisco más famoso, Pere Scheil vería pruebas de la subyugación permanente de Elam por parte de Manishtusu, en apoyo de su opinión de que Elam y Babilonia formaban prácticamente un solo país en esta época temprana. Pero el texto inscrito en el obelisco, como ya hemos visto, tiene un interés puramente local, y no se habría ganado nada almacenando tal registro en Susa, incluso en la hipótesis de que Manishtusu hubiera trasladado allí su capital. Por lo tanto, es más seguro no sacar conclusiones históricas de la procedencia de la estatua y el obelisco, sino clasificarlos con las otras estatuas que sabemos que fueron llevadas como botín a Elam en un periodo posterior. Hay pruebas de que Manishtusu, al igual que Urumush, llevó a cabo una guerra exitosa con Elam, pero es probable que los éxitos de ambos reyes tuvieran el carácter de incursiones victoriosas y no fueran seguidas de una ocupación permanente del país. La existencia temprana de influencia semítica en Elam está ampliamente atestiguada por el empleo de la lengua semítica babilónica para sus propias inscripciones por parte de gobernantes nativos elamitas como Basha-Shushinak. Pero no se deduce necesariamente que las inscripciones de los reyes nativos de Babilonia, que se han encontrado en Susa, fueran depositadas allí por estos mismos reyes durante un periodo de dominio semítico en Elam. De hecho, probablemente no fue hasta el periodo de la dinastía de Ur cuando Elam fue mantenido durante algún tiempo como estado sometido por reyes de Sumer o de Acad.

Hasta hace poco, Manishtusu y Urumush eran los únicos reyes de Kish de este periodo cuyos nombres se habían recuperado. Pero se ha hecho un hallazgo en Susa que, a la vez que proporciona el nombre de otro rey de Kish, plantea importantes cuestiones en cuanto a la conexión entre los imperios de Kish y Acad. En el presente capítulo nos hemos ocupado de un período de transición en la historia de las tierras de Sumer y Acad. A la caída de Lagash había seguido una confederación de ciudades sumerias con Erec como capital, y las conquistas de Lugalzagesi habían bastado para preservar durante un tiempo la integridad del reino meridional que había fundado. Pero ya se estaban produciendo acontecimientos que iban a desembocar en la transferencia definitiva del poder de Sumer al norte. Las inscripciones votivas de Nippur han arrojado alguna luz sobre las luchas mediante las cuales los inmigrantes semitas en el norte de Babilonia intentaron extender su influencia hacia el sur. El posterior aumento del poder de Kish no fue seguido de ningún nuevo acceso del poder sumerio, sino que allanó directamente el camino al imperio semita fundado por Shar-Kalli-sharri con la ciudad de Acad como capital. La evidencia de la estrecha conexión entre el auge de Cis y de Acad sugiere que ambas ciudades surgieron de la misma ola de dominación semita, que para entonces había logrado imponerse a Babilonia desde el norte. En el capítulo siguiente veremos que Shar-Gani-sharri no era el líder de este movimiento racial, y que su imperio descansaba sobre cimientos que habían sentado otros gobernantes.

 

SARGÓN DE AKKAD

(2334-2279 A.C.)

 

EL IMPERIO DE ACAD Y SU RELACIÓN CON KISH

1. Sargón, rey de Agade, gracias al don real de Ishtar fue exaltado,

2. y no tuvo enemigo ni rival. Su gloria sobre el mundo

3. derramó. Cruzó el mar de Oriente,

4. y en el undécimo año el País del Oeste en toda su extensión su mano sometió.

5. Los unió bajo un solo control; erigió sus imágenes en Occidente;

6. su botín trajo a (su) palabra.

7. A los hijos de su palacio por cinco kasbu (alrededor) los asentó,

8. y sobre las huestes del mundo reinó supremo.

9. Contra Kasalla marchó, y convirtió Kasalla en montículos y montones de ruinas;

10. destruyó (la tierra y no dejó) lo suficiente para que un pájaro se posara en ella.

11. Después, en su vejez, todas las tierras se rebelaron contra él,

12. y lo sitiaron en Agade; y Sargón salió a la batalla y los derrotó;

13. logró su derrocamiento, y destruyó a su numeroso ejército.

14. Después atacó la tierra de Subartu con su poderío, y se sometieron a sus armas,

15. y Sargón resolvió esa revuelta y los derrotó;

16. llevó a cabo su derrocamiento, y destruyó a su numeroso ejército,

17. y llevó sus posesiones a Agade.

18. removió la tierra de las trincheras de Babilonia

19. y los límites de Agade los hizo como los de Babilonia.

20. Pero a causa del mal que había cometido se enfureció el gran señor Marduk

21. y destruyó a su pueblo por el hambre.

22. Desde la salida del Sol hasta la puesta del Sol

23. se opusieron a él y no le dieron descanso.

 

El nombre de Sargón de Agade, o Akkad, abunda en la tradición babilónica posterior, y su reinado ha sido considerado por los escritores modernos como el que marca la época más importante de la historia temprana de su país. La referencia en el texto de Nabónido a la edad de Naram-Sin ha hecho que la dinastía de Akkad se tome como el canon, o estándar, por el que medir la edad relativa de otras dinastías o de gobernantes cuyas inscripciones se han recuperado de vez en cuando en diversos yacimientos de la antigua Babilonia. Incluso aquellos historiadores que se han negado a confiar en las figuras de Nabónido, no han restado con ello importancia a la posición de Sargón en la historia; y, desde que la tradición asoció su nombre a la fundación de su imperio, los términos “presargónico” y “postsargónico” se han empleado muy generalmente como descriptivos de los períodos anterior y posterior en la historia de Sumer y Acad. El hallazgo de inscripciones tempranas de Shar-Kalli-sharri de Acad, y de tablillas fechadas en su reinado, eliminó cualquier tendencia a desacreditar el valor histórico de las tradiciones posteriores; y la identificación de Shar-Kalli-sharri con el Sargón de los escribas asirios y neobabilonios dejó de ponerse en duda. De hecho, si algún punto de la historia babilónica primitiva debía considerarse establecido con certeza, era el carácter histórico de Sargón de Agade. Pero un reciente descubrimiento en Susa ha introducido un nuevo elemento en el problema, y ha reabierto su discusión a lo largo de líneas desconocidas. Antes de introducir los nuevos datos, que deben explicarse y conciliarse con los antiguos, será bueno referirse brevemente a los pasos por los que se recuperó el nombre de Sargón y se dedujo su posición en la historia.

El nombre de Sargón se encontró por primera vez en ciertos textos explicativos de carácter religioso o astrológico, que habían sido recuperados de la biblioteca de Ashurbanipal en Nínive. Aquí encontramos referencias al nombre de Sharrukin, o Sargón, rey de Agade, de lo que se deducía que había desempeñado un papel importante en la mitología heroica asiria. En el año 1867, la atención se dirigió por primera vez al lugar de Sargón en la historia cuando Sir Henry Rawlinson anunció brevemente su descubrimiento de la famosa Leyenda de Sargón, en la que se representa al rey relatando en primera persona la historia de su nacimiento y niñez, su elevación al trono y su posterior imperio. El texto de la Leyenda se publicó en 1870, y dos años más tarde fue traducido por George Smith, quien añadió una traducción de los Presagios de Sargón y Naram-Sin, que acababa de encontrar en las colecciones de tablillas de Kuyunjik. Smith siguió a Rawlinson al atribuir a Sargón la construcción del templo E-ulmash en Agade, restituyendo su nombre como el del padre de Naram-Sin en el cilindro roto de Nabónido hallado por Taylor en Mukayyar.

Hasta ese momento no se conocía ningún texto original del reinado de Shar-Kalli-sharri. El primero en publicarse fue el hermoso cilindro-sello de Ibni-sharru, un alto funcionario al servicio de Shar-Kalli-sharri, del que Menant hizo una descripción en 1877, y de nuevo en 1883. Menant leyó el nombre del rey como "Shegani-shar-lukh", y no lo identificó con Sargón el Viejo (al que situó en el siglo XIX a.C.), sino que sugirió que se trataba de un rey aún más antiguo de Acad. En 1882 se publicó una relación del cilindro de Abu Habba de Nabónido, que registra su restauración de E-babbar y contiene el pasaje relativo a la fecha de Naram-Sin, "el hijo de Sargón". Al año siguiente, el Museo Británico adquirió la famosa cabeza de maza de Shar-Kalli-sharri, que había sido dedicada por él a Shamash en su gran templo de Sippar; ésta fue la primera inscripción real de Shar-Kalli-sharri que se encontró. En lugar de la lectura de Menant "Shegani-shar-lukh", el nombre se leyó como "Shargan", cortándosele las dos sílabas finales y tratándolo como un título, y, a pesar de algunos disidentes, se asumió como cierta la identidad de Shargani de Agade con Sargón el viejo. A diferencia de Sargón, el carácter histórico de Naram-Sin no presentaba dificultades. Su nombre se había leído en el vaso descubierto por M. Fresnel en Babilonia y posteriormente perdido en el Tigris; y, aunque allí se le llamaba simplemente "rey de los cuatro barrios", su identificación con el Naram-Sin mencionado por Nabónido en su cilindro de Ur era incuestionable. Una prueba más de la exactitud de la identificación se vio en la aparición del nombre de Magan en el vaso, cuando se descubrió que la segunda sección de sus Presagios registraba su conquista de ese país.

CON la aparición de esta figura imponente, vasta pero tenue para las generaciones posteriores de babilonios apenas menos que para nosotros, la memoria histórica del pueblo se enriqueció con su tesoro más perdurable. Sin embargo, la tradición escrita, en la medida en que está actualmente a nuestro alcance, hace escasa justicia a un rey que no sólo pudo alcanzar la grandeza, sino que pudo registrarla para la posteridad con mayor claridad que ninguno de los anteriores y la mayoría de los posteriores a él. Las inscripciones de Sargón debieron de ser numerosas y sus restos demuestran que eran informativas y detalladas en cuanto a sus transacciones bélicas y religiosas, posiblemente incluso civiles. Con una lengua diferente, algo de un nuevo espíritu entró en los registros, y pareció por un tiempo superar la reticencia histórica que tan decepcionantemente se manifiesta en otros periodos no ingloriosos de la experiencia de la nación.

Las inscripciones se han perdido en su mayor parte o aún no se han recuperado, aunque quedan unas pocas en copias realizadas por escribas que examinaron detenidamente las estatuas y trofeos depositados en el gran santuario central de Nippur. La lista de reyes sumerios sólo escatima dos o tres observaciones sobre el propio fundador y recae en su habitual relato de nombres y números para el resto de la dinastía de Agade; y todo lo demás es anécdota conservada y quizá adaptada para fines especiales.

Un origen milagroso o misterioso es esencial para los personajes sobrehumanos, y Sargón fue el primero en demostrar que el gusto de los antiguos pueblos orientales debía ser por lo segundo. Como varios sucesores notables, tuvo, y no disimuló, un nacimiento oscuro y un comienzo humilde. El relato de esto no sólo es explícito sino que se transmite de una forma que pretende ser sus propias palabras. Sólo se conservan las primeras líneas de las tablillas asirias que comienzan: "Yo (soy) Sargón, el poderoso rey, rey de Agade", y prosiguen relatando el nacimiento y los primeros años del orador, nombran en líneas entrecortadas algunas de sus conquistas posteriores y luego se interrumpen. No es probable, en efecto, que las palabras sean una pronunciación auténtica del gran rey; la clase de composición a la que pertenece este texto se lanzaba regularmente en forma de registro personal como si se tomara de una inscripción, pero hay mucho que sugiere que eran las producciones de una época posterior, que tenían una inclinación didáctica y quizá una cierta filosofía de la historia. Una de estas inscripciones grabadas incluso pretendía relatar, con las propias palabras del dios, la vida y los logros benéficos del "dios Marduk, el gran señor". A pesar de este elemento de falsificación, estos relatos se basaban sin duda en una tradición auténtica, y no hay nada increíble en las afirmaciones atribuidas por esta "leyenda" a Sargón.

Según ésta, pues, su madre era una sacerdotisa, su padre un vagabundo desconocido. Nació en secreto en una oscura aldea del Éufrates llamada Azupiranu, tal vez "Ciudad del Azafrán", de un producto local que ha conservado su nombre casi inalterado. Su madre, para librarse del niño, lo encerró en un cesto que cubrió y sujetó con brea, y lo lanzó al río. Salvado milagrosamente de morir ahogado, fue arrastrado río abajo y sacado por un tal Aqqi, jornalero de un palmeral, que se fijó en la cesta al sumergir su cubo en el agua. Aqqi tomó al niño y lo crió como si fuera suyo, haciéndole seguir la misma profesión.

En este punto la tradición es retomada por dos textos corroborativos; uno es la propia lista del rey que dice que Sargón era jardinero, el otro un relato sumerio de su vida que repetía los detalles sobre su lugar de origen, y sobre su madre y su padre. El siguiente incidente de esta carrera milagrosa fue que la diosa Ishtar otorgó su favor al joven, y debido a ello pronto se encontró al servicio de Ur-Zababa, conocido por la king-list como rey de la Cuarta Dinastía de Kish. Este potentado vivió en gran estado, pues uno de los textos citados le llama "el pastor (que) se alzaba como el sol en el templo de Kish" y tuvo la curiosa distinción de dar su nombre a un instrumento musical. Pero llegó a ofender al dios Marduk, y esto en un asunto en el que Sargón estaba implicado. Este último había alcanzado el grado íntimo de copero de Ur-Zababa, que en ese momento le ordenó cambiar la ofrenda de bebida de E-sagila. Sargón, eludiendo esta impiedad, y redoblando su propio servicio al dios, destetó el favor divino de su amo, y Marduk hizo al siervo señor de la tierra (y, se añade, del mundo) en lugar de Ur-Zababa. Pero como puede observarse que la dinastía de Cis continuó durante otros cinco reinados después de esta exitosa defección, Sargón no fue al principio más que un rival, no un destructor.

Es posible que los primeros años de su reinado los dedicara a dotarse de una capital, pues todas las fuentes describen cómo la construyó en un lugar nuevo. Pero al hacerlo también cometió algún acto que el celoso dios tomó como una impiedad, pues se dice que excavó tierra de Babilonia con el propósito de construir una ciudad "junto a Agade", y que llamó a esta ciudad "Babilonia". El incidente se relata en dos crónicas y en un presagio, pero su significado apenas está claro; quizá signifique que Sargón es acusado por estos registradores tardíos de intentar ambiciosamente hacer para sí una capital que tuviera el prestigio de que gozó Babilonia en épocas posteriores, y considerada por ellos como inmemorial.

Tal era la historia anterior del héroe, con una pizca apropiada de leyenda, pero con poco que no sea cierto. Hay muchos indicios de su origen foráneo y de que su lugar de nacimiento fue la parte alta del Éufrates, aunque, si la historia de su viaje en solitario es cierta, no se le puede considerar el líder de una supuesta invasión de "acadios" considerada como la primera migración "histórica" de occidentales a Babilonia. Pero su lengua materna, que iba a injertar en la antigua escritura sumeria, le cualificó para entrar al servicio de la corte de Kish, donde reyes con nombres semitas habían figurado entre los primeros gobernantes. El resto no es más que el logro de muchos jóvenes desconocidos señalados para la fama; para un hombre de tal destino, el favor especial de una deidad podría darse por sentado.

La fundación de su nueva ciudad es colocada por nuestras autoridades después de otros acontecimientos principales de su reinado, pero podría pensarse que ocurrió más naturalmente después de su revuelta contra Ur-Zababa, ya que no se convirtió en señor de ninguna otra ciudad existente, y su nueva era podía inaugurarse mejor desde una nueva capital. Esto se señaló también con la adopción de un nuevo nombre, pues el oscuro muchacho no se llamaba seguramente al nacer "Verdadero Rey". Su carrera justificó el nombre y le confirió una magia para las generaciones posteriores. Fue llevado con orgullo por dos reyes asirios, el segundo y mayor de los cuales desdeñó por él el estilo familiar de un padre que había asumido él mismo, al llegar al trono, la gloria tradicional del nombre Tiglat-pileser.

Una justa confianza en sus propios poderes dictó su elección a Sargón de Agade, en una época a la que el nombre adoptado como inspiración y presagio no le era desconocido. En el reinado de Naram-Sin, uno de sus oponentes, que encabezó la revuelta de Kish, adoptó el desafiante nombre de "Él reunió a Kish", con el que se le ha conmemorado. Incluso el hombre del agua Aqqi que rescató al niño Sargón llevaba un nombre que puede haber proclamado su ocupación. Una costumbre más antigua fue honrada cuando la dinastía acadia se estableció en autoridad, y un par de nombres, 'Rey de todos los Reyes' e 'Hijo de todos los Reyes', que traducía la antigua convención real sumeria, se encontró entre la descendencia de Naram-Sin.

Sobre la cronología del reinado de Sargón y el orden de sus acontecimientos apenas tenemos información, y sólo podemos guiarnos por lo que parece la progresión natural. La siguiente dinastía en la lista de reyes después de aquella en la que Ur-Zababa gobernó en Kish fue la tercera de Uruk, y su único miembro fue Lugalzagesi, a quien se atribuye un reinado de veinticinco años. Las líneas maestras de la carrera de este rey pueden trazarse a partir de sus propias inscripciones y de otras alusiones. Como ensi de Umma retomó la inveterada guerra contra sus vecinos de Lagash y vengó las numerosas derrotas de sus predecesores con una salvaje destrucción de la ciudad rival. Algún tiempo después de esto obtuvo la posesión de Uruk, y su reinado de veinticinco años se cuenta sin duda a partir de ese acontecimiento. Durante estos años sumó los éxitos reivindicados en su única inscripción larga, encontrada en vasos dedicados en Nippur. Bajo diversos títulos, tanto sacerdotales como civiles, fue el gobernante y benefactor de Umma, Uruk, Ur, Larsa, Nippur y otros dos centros religiosos, y específicamente afirmó que el dios supremo le había nombrado "rey de la tierra", asumiendo así en los términos más formales el antiguo título de soberanía entre las ciudades de Sumer. En ninguna parte reivindica el gobierno de Kish, y no se sabe cómo ni quién llevó a cabo la derrota de esa ciudad, postulada por la lista de reyes, ni si la víctima fue Ur-Zababa o uno de sus cinco sucesores. Pero una perspectiva más amplia que la dominación local se abre por primera vez con Lugalzagesi; en un pasaje sorprendente de significado inequívoco, aunque de redacción ligeramente oscura, proclamó que el dios no sólo le había otorgado la realeza sobre "la tierra" (kalam, es decir, Sumer), y "había dirigido la mirada de la tierra hacia él", sino que también "había sometido las tierras extranjeras (kur-kur) a sus pies, y desde el sol naciente hasta el poniente había inclinado el cuello (de todos) hacia él". Una vez alcanzado este estado, Enlil además 'desde el Mar Inferior (por) el Tigris y el Éufrates hasta el Mar Superior enderezó su camino, desde el sol naciente hasta el poniente hizo que no tuviera oponente'. Aunque no fuera más que una salida vigorosa, Lugalzagesi había salido de aquellos límites más allá de los cuales los cronistas sumerios no habían mirado, y había mostrado el camino hacia un nuevo mundo que su sucesor debía conquistar.

Con su fórmula habitual, la lista de reyes registra el final de este próspero reinado y el traspaso de la supremacía a Agade. De que Lugalzagesi fue derrotado, y también capturado, por Sargón no sólo tenemos esta tradición, sino la declaración explícita del vencedor, que relata en una de sus inscripciones el curso de su campaña. Un narrador posterior ya citado tenía un relato de los preliminares de esta contienda, pero el estado del texto y sus oscuras frases muestran poco más que se intercambiaron mensajes entre Sargón y Lugalzagesi, negándose este último finalmente a escuchar las prepotentes demandas del retador, pero viéndose obligado finalmente a admitir a su mensajero. El llamamiento a las armas no tardó en producirse, y Sargón fue el primero en entrar en campaña. Marchó rápidamente hacia Uruk, y parece que tomó la ciudad mediante un ataque por sorpresa, pues "asoló la ciudad de Uruk y destruyó su muralla "antes de combatir con el hombre de Uruk y derrotarlo", aunque, como añade otra inscripción, este comandante contó con la ayuda de las fuerzas de cincuenta gobernadores de ciudades. Sólo después de estos dos desastres llegó el propio Lugalzagesi al campo de batalla, donde compartió el mismo destino; Sargón 'lo capturó y lo llevó en un yugo a la puerta de Enlil' en Nippur como trofeo al dios nacional, cuya elección para la realeza se demostró por el asunto que había perdido, y que Sargón había heredado.

Su siguiente tarea fue completar el sometimiento del resto de Sumer, y su primer objetivo la ciudad de Ur. Quienquiera que fuera el general de sus fuerzas (su Segunda Dinastía fue probablemente acabada por Rimush) fue derrotado en el campo de batalla y Sargón "asoló su ciudad y destruyó su muralla". A continuación se volvió contra el territorio de Lagash, ahora como siempre en estrecha alianza con Ur, pero habiendo dejado de lado por una vez su antigua enemistad con su vecina Umma.

E-Ninmar fue la primera de las ciudades dentro del dominio de Lagash en ser atacada y destruida, 'y su territorio desde Lagash hasta el mar hirió (y) sus armas lavó en el mar'. De esta alianza del sur de Babilonia sólo quedaba ahora un bastión, y Sargón se volvió para ocuparse de Umma. El resultado no fue diferente: 'con el hombre de Umma libró batalla y lo derrotó e hirió su ciudad y destruyó su muralla'. De este modo se hizo dueño de toda la antigua patria sumeria, y sus principales oponentes fueron probablemente todos sus cautivos. Lugalzagesi fue capturado y conducido en triunfo, el ensi de Umma aparecía junto a él en un monumento que ha perecido pero cuyos epígrafes han llegado hasta nosotros en una copia posterior, y quizá el célebre Urukagina de Lagash también fue capturado en E-Ninmar, pues una persona de ese nombre, cuyo padre fue ensi de Lagash, se menciona en un monumento de Manishtusu.

Otra inscripción de Sargón añade a este relato de victorias sobre las antiguas ciudades sumerias una especie de resumen; cuenta que ganó en total treinta y cuatro batallas, como resultado de las cuales se obtuvo una ventaja real, pues "los barcos de Meluhha, los barcos de Magan, los barcos de Tilmun los amarró en el muelle frente a Agade". Es decir, el Golfo Pérsico estaba ahora en su poder y podía recibir los productos de las tierras situadas en sus orillas o accesibles sólo por sus rutas comerciales.

Ur-Nanshe, a principios de la última época dinástica temprana, había sido el primero en proclamar que obtenía madera de Tilmun, y fue este comercio el que pasó ahora a manos de Sargón. Estas tierras ultramarinas del sur se incluyen en su imperio tanto en la leyenda de su nacimiento como en una lista geográfica tardía de sus conquistas.

Como la cronología de los acontecimientos en el reinado de Sargón es incierta, porque no está fijada por fórmulas de fecha existentes, será conveniente ver lo que otras fuentes de información tienen que decir sobre esta etapa temprana de su carrera, antes de rastrear sus conquistas en el extranjero. Gran parte de lo que se sabe sobre estas portentosas figuras de la dinastía Agade se ha conservado en un medio muy curioso, la sabiduría popular de quienes estudiaban las interpretaciones de los presagios derivados del examen de las entrañas de las víctimas sacrificadas, en cumplimiento de una creencia absurda pero ampliamente aceptada de que los dioses, en respuesta a las plegarias y ceremonias, indicarían de esta extraña manera su decisión sobre el resultado de una empresa.

La capacidad de leer lo que se consideraba que el dios escribía en el hígado y otros órganos de las ovejas era, de hecho, el más altamente estimado de todos los logros, y era el privilegio de una corporación cerrada de "videntes" que profesaban remontar su origen a la era anterior al Diluvio, y no admitían a nadie más que a aquellos cualificados por nacimiento y dotación personal a la libertad de su misterio, que incluso entonces sólo debía alcanzarse mediante un arduo estudio de su técnica y sus escrituras.

Estas últimas eran las tablillas de presagios tan ampliamente representadas en la literatura que ha sobrevivido hasta nuestros días, en particular en los restos de la biblioteca real asiria de Nínive. Los pronósticos de éstas son en su mayor parte generales, prediciendo el éxito o el fracaso en la batalla o a veces en la política, pero casi exclusivamente con respecto a los asuntos militares. Unos pocos, sin embargo, difieren al asociar las marcas observadas en las entrañas con la mención de personajes históricos, y relatar que las marcas en cuestión se presentaban antiguamente cuando estos personajes estaban a punto de realizar las hazañas por las que eran celebrados en la tradición. Un número bastante grande de las grandes figuras del pasado babilónico se incluyen entre esta compañía, pero mientras que la mayoría de ellos no llegan a ser mencionados más que una o dos veces Sargón y Naram-Sin son los héroes de muchos episodios recogidos de oráculos notables dados a los adivinos. Tal era su importancia que no sólo aparecen con bastante frecuencia en la forma habitual de breve alusión, sino que se dedicó a sus experiencias augurales una colección especial de observaciones, con notas históricas de forma y extensión sin parangón. Cuán totalmente difería esto del contenido habitual de las tablillas de los videntes lo demuestra la supervivencia de casi el mismo asunto bajo una apariencia bastante diferente en una crónica del período babilónico tardío.

Los presagios no dejan de señalar el dramático ascenso de Sargón en su juventud. Entre los restos más antiguos de la superstición harúspica se encuentran unos modelos de arcilla del hígado hallados en Mari; uno de estos modelos muestra y describe en términos técnicos unos signos alrededor de la hiel del hígado que eran "el presagio de Kish, de Sargón"; presumiblemente presagiaban la caída de Kish ante el antiguo copero de su rey, y su ocupación del trono. De la colección especial antes descrita procede otro signo, por el que Ishtar manifestaba su elección por él y su voluntad de cumplir todos sus deseos. Este favor de la diosa fue suficiente 5 pronto se le presentó un presagio que preludiaba su supremacía, "no tenía rival". Más explícito es el mensaje de un peculiar modelo de arcilla que muestra un rostro fantástico formado por las circunvoluciones de una línea ininterrumpida, que representa el aspecto estrafalario de los intestinos de una oveja. Se creía que esta repulsiva aparición representaba el "rostro de Humbaba", un gigante estrafalario que había sido asesinado por los compañeros Gilgamesh y Enkidu. Tal portento había sido encontrado en uno de sus sacrificios por Sargón: 'presagio de Sargón que se convirtió en amo de la tierra'.

Otra tradición puede referirse a su fundación de una nueva residencia: '(él) dejó que los hijos de su palacio habitasen cinco leguas a cada lado', a lo que una segunda versión del mismo acontecimiento añade ' habiendo sido cortados cinco distritos a cada lado, amplió su palacio, y los (jefes)hombres se pusieron a su lado y le dijeron "¿A dónde iremos?" En estas pocas palabras se esboza una reasignación de las posesiones de tierras a favor de los adherentes, similar a la que puede registrar el obelisco de Manishtusu, que se describirá más adelante: eran los propietarios desposeídos los que así exigían airadamente adónde debían ir.

Además de los presagios relacionados con las campañas del conquistador en el noroeste y en el este, también hay algunos que le fueron dados en momentos no especificados; uno describe alguna ocasión, quizá en una campaña en el este, en la que una gran tormenta cayó sobre su ejército, pero al final éste salió de su angustia: 'presagio de Sargón a quien la luz regresó tras atravesar la oscuridad'. Finalmente aparece la sugerencia de que la tempestad se produjo en vísperas de una batalla o en medio de ella: 'presagio de Sargón a cuyos soldados envolvió un aguacero e intercambiaron sus armas entre ellos'.

Dos de las inscripciones de Sargón colocan tras el relato de sus victorias en el sur de Babilonia una descripción sumaria de triunfos lejanos en una marcha por el Éufrates y amplias conquistas en Siria. Las inscripciones originales (o más bien las copias que se han conservado de ellas) sólo dedican unas pocas líneas a estos acontecimientos, pero encuentran espacio para algunos detalles interesantes. La primera etapa de su marcha terminó en el lugar llamado Tuttul, actualmente la ciudad de Hit, a unas noventa millas al oeste de Bagdad. Aquí "se arrodilló ante el dios Dagan... y éste le concedió las tierras altas, Mari, Iarmuti, Ibla, hasta el bosque de cedros y las montañas de plata". Se añade una nota curiosa sobre su número: '5400 hombres comían pan diariamente ante él'. Junto a este relato original y auténtico los presagios y la crónica tienen también algo que relatar de esta expedición occidental; la crónica dice que 'en el undécimo año la tierra del oeste hasta su límite su mano alcanzó, hizo su palabra (como) una, erigió sus imágenes en el oeste, su botín trajo sobre (el mar) en balsas'.

La versión de los presagios no difiere mucho salvo en nombrar el tercer año en lugar del undécimo, y esto recibe cierto apoyo de una referencia a un "tercer año" en el relato llamado Rey de la Batalla que se describirá más adelante. Sin embargo, este relato congruente va precedido en la crónica y los presagios por frases de significado completamente opuesto, ya que la crónica afirma que Sargón cruzó el "mar del este", mientras que los presagios lo llaman el "mar del oeste". Parece probable que la crónica esté aquí en un error, ya que las líneas siguientes de ambos documentos coinciden en referirse al oeste, e incluyen el curioso detalle de que el conquistador 'levantó sus imágenes en el oeste'.

Reivindicaciones similares a la conquista, e incluso al establecimiento de monumentos conmemorativos en el Líbano, fueron registradas por otros reyes tempranos, Iakhdunlim de Mari y su suplantador Shamshi-Adad I, pero fue el muy posterior Sargón II de Asiria quien erigió su monumento en una situación única muy al oeste de todos los demás, en Chipre, posiblemente emulando su modelo. Los presagios tienen también otras tres referencias a una conquista del país de Amurru, es decir, el oeste; los dos primeros6 relatan en general que "fue a la tierra de Amurru, la derrotó y su mano alcanzó las cuatro regiones (del mundo)", pero el tercer presagio afirma que "fue a la tierra de Amurru. . la derrotó por segunda vez (y) sus guerreros. . lo sacaron de en medio'-la última frase sigue siendo enigmática debido a los daños del texto.

Posiblemente la "segunda vez" fue el "undécimo año" de la crónica. La tradición posterior concuerda así con el propio testimonio de Sargón de que remontó el Éufrates y se hizo dueño de Siria, con sus diversos recursos. Sobre este punto los únicos detalles los da la propia inscripción del rey que, además de Hit, menciona tres lugares y dos distritos. Estos últimos no son difíciles de localizar; en general se acepta que el 'bosque de cedros' son las montañas de Amanus, pues su nombre va unido a esta descripción por Naram-Sin y por Gudea. Las 'montañas de plata' están bastante menos definidas, pero parece necesario tomar 'plata' no menos literalmente que 'cedro', suponiendo que Sargón estaba interesado principalmente en los valiosos productos de sus conquistas. Por tanto, hay que indicar la cordillera del Tauro, con sus numerosos yacimientos de plomo y plata. Mari ya no está en duda; era el lugar que ahora se llama Tell el-Hariri, en el Éufrates, cerca de Abu Kamal, como han demostrado recientes excavaciones, y un gobernante posterior lo empareja en su reino con Tuttul o Hit, al igual que la siguiente etapa en la marcha de Sargón.

Iarmuti era un lugar y un puerto en la costa del Mediterráneo, y las pruebas de las cartas de Amarna parecen situarlo en algún lugar al sur de Biblos, aunque podría preferirse una ubicación bastante más cercana a los otros distritos mencionados. Ibla fue conquistada de nuevo por Naram-Sin, que empareja su nombre con el de Armanum, que puede ser la propia Alepo, pero la referencia más significativa la proporciona Gudea, en una generación no muy lejana, que relata que fue a buscar tres tipos diferentes de madera a "la ciudad Ursu, de la montaña de Ibla".

La situación de Urs(h)u, que figura también en las cartas mari y en un pintoresco episodio de la historia hitita temprana, ha sido objeto de muchas discusiones en los últimos años, pero ahora se considera como lo más probable que fuera un lugar sobre o cerca del Éufrates, no muy al norte de Carquemis. Aunque por lo tanto está fuera de toda duda que Sargón llevó sus armas hasta los límites del norte de Siria, la tradición posterior afirma mucho más. Una fuente de ello es una composición que llevaba el nombre de Rey de la Batalla. La mayor parte de esta historia se conserva en una tablilla en un estado muy imperfecto que se encontró en Egipto con las cartas de Amarna, y además hay alusiones evidentes a su tema en un texto roto que acompaña al célebre "Mapa babilónico del mundo" del Museo Británico. Tras unos preliminares muy inciertos, parece que Sargón se entera de las quejas de los mercaderes de la ciudad de Purushkhanda (la Parshukhanda hitita), pero no está claro cuáles eran sus quejas ni a quién se debían; pero apelaron a Sargón para que defendiera su causa y le ofrecieron ricos incentivos. Sólo de la secuela puede deducirse que el supuesto opresor era un tal Nur-daggal, que probablemente gobernaba su ciudad, y éste debe ser, presumiblemente, Purushkhanda. A pesar de las vacilaciones de sus seguidores, Sargón resolvió emprender esta expedición y aliviar a los mercaderes agraviados. Preguntó por el camino a Purushkhanda, y le informaron de su increíble dificultad; una etapa estaba obstaculizada por bloques de lapislázuli y oro, otra por árboles del bosque, otras por matorrales espinosos. Al final, superando todo esto, Sargón llegó a la ciudad enemiga, para consternación de Nur-daggal, que se había jactado de que nunca podría realizar una marcha a través de las inundaciones y los bosques. Su aparición en estas circunstancias fue suficiente, pues parece que Nur-daggal hizo una sumisión instantánea, y presumiblemente accedió a reparar los agravios de los mercaderes, que habían convenido con Sargón el precio de su ayuda. Después de esto, el ejército se volvió aprensivo y murmuró que era hora de volver a casa, lo que se hizo, y Sargón reanudó un gobierno pacífico en su propia ciudad.

El interés central de esta historia reside en la introducción de la ciudad llamada Purushkhanda, ya que este lugar, si no está localizado con exactitud, al menos está demostrado, por pruebas de dos épocas diferentes, que se encuentra en la vecindad de Cesarea (Kayseri) en Capadocia. Figura no sólo en los registros hititas, sino de forma más prominente en los asuntos de los primeros mercaderes asirios, cuyos documentos comerciales se han encontrado en mayor número en un lugar llamado Kultepe, a unas quince millas de Kayseri; y desde Kultepe (la antigua Kanesh) sólo había cuatro etapas caravaneras hasta Purushkhaddum, como se llama en esas tablillas. Generalmente se concluye que se encontraba al sur o suroeste del gran Lago Salado de Anatolia central. Si el rey de la batalla tiene algún fundamento histórico, Sargón no se detuvo en la barrera montañosa, sino que extendió su dominio hasta lo más profundo de Asia Menor.

Hay rasgos sospechosos en esta narración y éstos, unidos a su estado incompleto y a la consiguiente falta de claridad, han suscitado dudas sobre si puede extraerse de ella alguna historia auténtica o si todo el incidente debe descartarse como una floritura posterior sobre una figura legendaria. No es nada tranquilizador que la historia parezca tener su origen en Siria y no en la propia Babilonia, y que de algún modo esté implicada en la descripción de regiones extrañas y lejanas que se inscribió en el "Mapa del mundo". A pesar de ello, no se puede pasar por alto que están presentes elementos históricos genuinos, especialmente los mercaderes de un distrito del que existen abundantes pruebas de su actividad en una generación posterior. Es cierto que transcurrieron unos cuatrocientos años, y podría pensarse que las condiciones de una época posterior se reflejaron en los días de Sargón. La tablilla de Amarna, la aplicación de este título de "Rey de la Batalla" al caudillo egipcio por otro escritor en las cartas de Amarna, y el fragmento de una versión hitita, son todos del siglo XIV, y por consiguiente aún más alejados de la época de los mercaderes capadocios de lo que éstos lo estaban de Sargón. La tradición de esta campaña del noroeste ya no carece de apoyo, pero es difícil decidir si la historia gana en credibilidad con los restos de leyendas similares que han aparecido más recientemente. La más relevante de ellas se encuentra en una tablilla que tiene al menos la garantía de una fecha anterior, aunque todavía lejos de ser contemporánea. Su contenido sólo puede entenderse en una pequeña parte, pues no sólo está mutilada por los daños, sino que incluso los pasajes más legibles tienen un significado muy oscuro. Sin embargo, parece que se describe una situación de cierta similitud general; Sargón está emprendiendo una expedición a la "tierra de Uta-rapashtum", tras un dramático coloquio con sus oficiales en un tono de exhortación mutua. Pero de repente, sin transición, se encuentra una ciudad atacada y en llamas: está totalmente destruida, y su distrito, a lo largo y ancho, tan asolado que ni siquiera un pájaro podría encontrar allí alojamiento. Este último detalle recuerda lo relatado en la crónica y los presagios sobre la victoria de Sargón sobre la ciudad de Kazallu. Pero en ese caso no hay nada que indique la dirección de su marcha, pues es probable que Kazallu, aunque aún sin localizar, no quedara muy lejos de Agade y de la propia Babilonia. En pasajes posteriores, pero aún menos inteligibles, de esta misma tablilla se encuentran (o pueden restablecerse) los nombres de otros lugares conquistados por Sargón, y la narración termina con palabras que animan a sus sucesores a emular sus logros, en el mismo estilo que las líneas que concluyen su "leyenda".

Es interesante observar que eran corrientes relatos muy similares sobre Naram-Sin, el famoso nieto de Sargón, cuyas relaciones con el noroeste se relatarán en su lugar más adelante. Para el presente propósito, lo más significativo en ellas es la recurrencia de Purushkhanda(r) en un texto posterior que pretende contar, con muchos acompañamientos míticos, cómo el imperio de Naram-Sin fue invadido por una horda demoníaca que hizo de esa ciudad la primera conquista, como si hubiera sido el confín más lejano de las posesiones acadias. Recientemente también ha salido a la luz un fragmento relativo a una expedición de Naram-Sin que parece haber tenido una curiosa semejanza en materia y fraseología con el Rey de la Batalla, pues se encuentra a un orador instando, en su nombre y en el de otros, a que el héroe emprenda una larga marcha a través de montañas y desiertos. Así lo hace, bajo signos favorables, y al final es recibido por un mensajero que pide clemencia para la tierra de Apishal. Ahora bien, esta campaña contra Apishal está bien atestiguada como uno de los triunfos de Naram-Sin, y la narración de la misma en un estilo tan claramente similar al del Rey de la Batalla bien puede sugerir que la hazaña de Sargón no fue menos auténtica, aplicando ambos relatos el mismo color romántico a hechos que podrían parecer suficientemente emocionantes por sí mismos.

Una posible incursión en un occidente aún más lejano que Asia Menor queda dudosamente atestiguada por otro documento del período asirio posterior, de autoridad aún más incierta. Se trata de una recopilación de nombres geográficos, junto con muchas cifras de distancias entre localidades, o distancias de éstas desde un centro no especificado, y en cada sección aparece el nombre de Sargón como conquistador. Difícilmente se puede dudar de que con este nombre se designa al antiguo rey de Agade, y que todo el documento, a pesar de la oscuridad de su propósito (pues la mayor parte es ilegible), debe considerarse al menos como un estudio estadístico del imperio de Sargón, tal y como la tradición posterior creía que estaba constituido. Esta lista tiene más importancia por su relación con las conquistas de Sargón en el norte y el este que en dirección a Siria y más al oeste. Pero en una visión general de los reinos de Sargón al final nombra como "tierras más allá del Mar Superior" (es decir, el Mediterráneo) dos lugares llamados Anaku y Kaptara. El primero puede interpretarse como el 'País del Estaño', el segundo es sin duda el mismo que el Kaphtor del Antiguo Testamento, indicando ambos Creta, como ahora se acepta habitualmente. De Kaptara o Kapturu hay información definitiva en las cartas descubiertas en Mari, que tenía cierto comercio con los productos de esa lejana isla. De Sargón se dice, en los presagios, que cruzó el mar por el oeste; de que navegó más lejos que ningún gobernante mesopotámico posterior hay al menos tanto testimonio.

El "país del estaño" es totalmente incapaz de dar ninguna indicación firme; el nombre, extrañamente escrito, tal vez no represente un país en absoluto, e incluso concedido esto no se ha resuelto si el metal habitualmente escrito como el sumerio an-na, nagga era estaño o plomo; ahora se afirma positivamente que las pruebas indican estaño. Si es estaño, las fuentes antiguas del mismo distan mucho de estar claras, siendo quizá la región del Cáucaso la más probable, con alguna posibilidad de España, pero en cualquier caso el metal debió llegar a Babilonia mediante el comercio a larga distancia, y desde ningún lugar definible al que pueda imaginarse a Sargón dirigiendo sus armas. Si se trata de plomo, sus orígenes no están mucho más claros. Las sugerencias han llegado hasta el sur de España, pero hay posibilidades más cercanas no tan difíciles de imaginar. Una es la famosa mina de plomo de Laurium, fuente de la riqueza de Atenas en una época posterior, pero después de todo la ubicación más probable sería en el sureste de Asia Menor, e incluirla entre las "tierras más allá del mar" no necesita significar más que la aproximación a través del golfo de Issus. La península de Anatolia es y siempre ha sido famosa por sus grandes yacimientos de galena, y una autoridad reciente ha elaborado una lista de no menos de veintiséis, entre los cuales los de Bulgar Maden, de Ak Dag y de Ala Dag podrían ponerse en duda como alcanzables por Sargón. Si alguno de ellos daba su nombre al "País del Estaño (o del Plomo)", una expedición allí podría coincidir con el tema del Rey de la Batalla: una aventura diseñada para asegurarse el doble beneficio de los honorarios de un soldado de fortuna de los mercaderes aliviados, y una carga de metal precioso para llevar a casa desde la lejana tierra.

En los restos de las propias inscripciones de Sargón no hay ningún detalle, ni siquiera mención, de sus conquistas en el norte. Pero la crónica y los presagios relatan una guerra exitosa con Subartu; la agresión provino de uno u otro (los informes difieren) y en el evento Sargón "los derrotó, los arrojó en montones y derrocó a su extensa hueste", llevándose sus posesiones a su ciudad de Agade. La tierra de Subartu también se incluyó en el catálogo de provincias de Sargón suministrado por la lista geográfica ya señalada. Cerca del principio se definieron los límites de esta tierra:' de... a Anzanzan (está) Subartu', y en una sección posterior el 'espacio' de Subartu se da como 120 beru, siendo esa medida la distancia recorrida en una marcha de dos horas, que se ha calculado en equivalente moderno como casi siete millas. Sin embargo, es muy incierto lo que se quiere decir con el "espacio" de los países aquí definidos, y puesto que el límite noroeste de Subartu se pierde de la lista, siendo el sureste quizás Anzan (Anshan), un país que ciertamente se encontraba en la vecindad más cercana de Susa, no es fácil decidir qué territorio se incluyó en esta conquista de Sargón. Era al menos uno de los más extensos, sus 120 beru sólo eran superados por Acad con 180, y su población ya se describía como "muy extendida". Pero si se considerara que Subartu se extendía hasta Siria, su dimensión debería en cualquier caso superar con creces la de Akkad. A pesar de esta dificultad es imposible ignorar la frase de Naram-Sin, 'gobernante de Subartum hasta el bosque de cedros', o eludir su implicación a menos que una improbable tierra de cedros se encontrara en algún lugar de las colinas al este del Tigris. Pero de hecho la propia inscripción de Sargón no deja lugar a dudas; fue por Hit y el Éufrates por donde se dirigió al "bosque de cedros", y fue esta región la que Naram-Sin se jactó de gobernar como Subartum.

La parte más notable de esta conquista fue el distrito que más tarde se conoció como Asiria. Existen diversas pruebas de que sus grandes ciudades, Nínive y Ashur, estaban bajo el dominio de los sucesores de Sargón, y su conquista puede atribuirse razonablemente a él mismo. En Nínive se encontró una inscripción del primitivo rey asirio Shamshi-Adad I que registra la antigua construcción de un templo allí por Manishtusu, quien dejó en Ashur una inscripción propia, como Naram-Sin dejó una en Nínive. La ciudad de Ashur aparece nombrada en las tablillas de fecha acadia excavadas en el lugar llamado entonces Gasur, y más tarde Nuzi, no lejos de la moderna Kirkuk, y se sabe que había una gran proporción de nombres acadios entre los habitantes de Ashur en esta época. Algunas de las figuras de piedra encontradas en los niveles más bajos del templo de Ishtar allí pertenecen, no al periodo dinástico temprano, sino a la dinastía de Agade o incluso posterior. Si en la primera época eran producto de la influencia cultural sumeria más que de la conquista procedente del sur, en la segunda son más probablemente los monumentos conmemorativos de una clase dirigente establecida por los reyes de Agade. Por último, hay una impresionante cabeza de bronce descubierta en Nínive que, tanto por su estilo como por su maestría, parece reclamar un lugar en esta época de grandes logros, y si está bien datada puede representar a uno de los reyes sargónicos.

El siguiente sector, en un sentido geográfico, de las conquistas de Sargón fue en el país de las colinas al este y noreste de Babilonia, y sobre estas campañas estamos mejor informados, tanto por sus propias inscripciones, como por otras pruebas, en parte contemporáneas, pero en su mayoría de fecha posterior. Empecemos por la primera: una expresión general en las inscripciones copiadas de Sargón afirma que "el hombre de Mari y de Elam se presentó ante Sargón", pero esto se hace más explícito en otros pasajes, que contienen listas de los gobernantes y lugares de los que el conquistador tomó tributo. Los distritos eran Elam, B(W)arakhshe, Awan y algunos lugares de menor importancia, y los personajes principales eran Sanam-simut, llamado ensi de Elam, y Lukh-ishshan, llamado hijo de Khishep-rashir, rey de Elam.

Aquí se produce por primera vez un contacto con los registros nativos de Elam, ya que un rey llamado Khishep-ratep era el noveno miembro de una dinastía que gobernaba en el distrito de Awan, y este nombre lo llevaba, según la lista de reyes nativos, el hijo de Lukh-ishshan. Sobre todas estas tierras y gobernantes el triunfo de Sargón fue completo, y sus inscripciones se cierran con el tributo o saqueo del propio Awan y de Susa, donde se ha descubierto el único monumento superviviente del gran rey. Una alusión pasajera a las campañas orientales se hace mediante una fecha-fórmula que conmemora el "año (en que) Sharrumkin fue a Simurum", probablemente la vecindad de la actual Altin-Koprii, en el Bajo Zab, entre Kirkuk e Irbil. Esta ligera información obtenida de los registros contemporáneos se ve poco aumentada por la tradición posterior.

Se conservan tres presagios que señalan el victorioso avance de Sargón hacia Elam, aBarakhsheor Markhashe, en el curso del cual tal vez se encontró con una gran tormenta, ya que un presagio cuenta cómo la diosa Ishtar le libró sano y salvo de la oscuridad, y otro afirma tajantemente que "habiendo marchado a la tierra de Elam mató a los elamitas" y trajo una calamidad sobre ellos. A su vez, el "estudio geográfico" ya descrito anteriormente incluye en los dominios de Sargón las tierras de Arrapkha, Lullubi, Armanum, Gutium, Parashi, Tukrish, Anshan y Elam, que, tomadas en su conjunto, podría considerarse que comprenden casi toda la región montañosa del suroeste de Persia.

Las conquistas de Sargón, cualquiera que fuera el orden en que se realizaron, habían cerrado ahora el círculo con su triunfo sobre los príncipes de Elam. Un resultado de ellas fue naturalmente una gran afluencia de riqueza, y se conservan de una época posterior partes de una larga composición poética que celebraba el auge y la caída de Agade, particularmente bajo Naram-Sin. En su comienzo este poema se refiere a los días de Sargón -su derrota de Kish y Uruk, y su elección por el dios supremo Enlil, que le concedió "el sacerdocio y el reino desde la (tierra) inferior a la superior".

En esta época Inanna hizo de Agade su residencia y habitó en el templo que allí había, dando prosperidad a sus ciudadanos; su comida y bebida eran de lo mejor, sus festivales eran continuos y espléndidos, se enriquecían y divertían con la afluencia de animales útiles o exóticos, sus tesorerías estaban llenas, la gente bailaba al son de la música en las calles, y sin cesar los barcos traían a los muelles los productos de tierras lejanas. Pero la reversión de toda esta gloria no tuvo, al parecer, que esperar a los días de Naram-Sin, pues existe una fuerte tradición según la cual el reinado del propio Sargón se vio enturbiado al final por dificultades tanto externas como internas. Este relato sólo se conserva en la crónica tardía y en los presagios, pero no es probable que sea una mera lección sobre la inestabilidad de la fortuna. Así, en su vejez (tal es la versión más probable) "todas las tierras se rebelaron contra él", y tan grave era su peligro que "le acosaron en Agade". Pero el viejo guerrero seguía siendo él mismo, pues 'Sargón salió a la batalla, los derrotó, los arrojó en montones y derrocó a su extenso ejército': los presagios añaden una pintoresca conclusión, 'sus enseres ató sobre ellos y gritó (son) tuyos, oh Ishtar -dedicando así su botín de guerra. Otras líneas de las crónicas y los presagios se refieren oscuramente a un sacrilegio que se consideraba que había cometido en la construcción de su nueva ciudad de Agade; estaba demasiado cerca, o era demasiado parecida, a la ciudad santa de Babilonia, y atrajo la ira del dios Marduk, que hizo que sus súbditos se rebelaran contra él "desde la salida hasta la puesta del sol, y no le dio tregua".

Cuál era en realidad el estado del imperio de Sargón a su muerte puede inferirse en parte de la acción que se impuso a su hijo tras su ascensión.

LOS HECHOS

EL breve pero próspero reinado de Urukagina de Lagash tuvo un final catastrófico hacia el 2397 a.C., a manos de Lugalzagesi. Fragmentos de vasos de alabastro blanco, que el conquistador dedicó a Enlil en Nippur, son en la actualidad nuestras principales fuentes para el registro del nuevo rey. Por supuesto, atribuyó su autoridad al dios de la tierra:

"Cuando Enlil, rey de las tierras, había dado a Lugalzagesi la realeza de la Tierra (es decir, Sumer), le había puesto rectamente ante la Tierra y había sometido las tierras extranjeras a su poder..."; así reza un pasaje de su inscripción.

Urukagina lo describe como rey-sacerdote de Umma y su propia inscripción menciona a su padre Ukush, patesi de Umma. Pero trasladó su capital a Erec y asumió el título de rey de Erec y rey de la Tierra. "La Tierra" en inscripciones posteriores, después de que el término Akkad se hubiera dado al norte semítico, significa únicamente el sur sumerio, es decir, la región desde un punto por debajo de Kish hasta el mar. Pero en la época presargónica no se reconocían estas dos divisiones etnológicas, y hasta ese momento los sumerios seguían considerando el norte como su "Tierra".

En la introducción a su inscripción histórica Lugalzagesi, reconoce a varios dioses de Sumer como sus patronos, colocando a la cabeza de la lista a la diosa del grano Nidaba de Umma. Luego siguen Anu, Enlil y Enki, o la trinidad Cielo, Tierra y Mar, pasaje que revela el surgimiento de un panteón sistemático. Luego afirma haber sido el elegido de Babbar, el dios-sol de Larsa, y de Sin, el dios-luna de Ur, nacido de Nidaba y amamantado por Ninkharsag, la diosa-madre de Adab. Y realizó sus ambiciones, pues sometió las tierras desde el Mar Inferior (Golfo Pérsico) hasta el Mar Superior (Mediterráneo) a lo largo del Tigris y el Éufrates, e instauró la prosperidad y la paz en su vasto dominio. Concedió favores reales a las ciudades de Sumer: Erech, Ur, Larsa, Umma la ciudad de su dios Shara, y Nippur son especialmente mencionadas. Erigió una estatua de sí mismo en el templo de Enlil en Nippur, con la inscripción "Lugalzagesi, señor de la provincia de Erech, rey de la provincia de Ur", seguida de una larga maldición contra cualquiera que destruyera la estatua o borrara la inscripción. La inscripción está en semítico, prueba de que Lugalzagesi, había sido patesi bajo la dinastía Azag-Bau de Kish, y estaba acostumbrado al uso del semítico como lengua oficial del imperio. No se han encontrado tablillas fechadas en su reinado en ninguna ciudad sumeria. Parece haber destruido Lagash por completo.

Tras un reinado de 25 años Lugalzagesi, fue depuesto por Sargón, que fundó el imperio de Agade hacia 2372. Le pusieron grilletes y le llevaron a Nippur. El rey, que había destruido el poderoso poder de Kish y fundado un gran imperio sumerio, vio cómo su obra se desvanecía tan rápidamente como se había realizado y los semitas volvían a ser los gobernantes de la tierra.

De Sargón, fundador de la dinastía semita en Akkad (Agade), se contaban muchas historias románticas. Dos tablillas cronológicas afirman: "En Agade Sharru-kin-lubani, jardinero y copero de Ur-Ilbaba, tras ser nombrado rey, gobernó 55 años". (Ur-Ilbaba fue el tercer rey de la cuarta dinastía de Kish y se le asigna un reinado de 80 años -según otra tablilla, seis años-, y como otros cinco reyes de Kish y el reinado de Lugalzagesi, intervienen con un total de 86 años, Sargón no puede haber sido el copero del rey. Fue un culto póstumo de Ur-Ilbaba en Kish en el que ofició el joven Sargón).

El nombre (Sargón) significa "se ha creado un rey legítimo". Fue conocido en la historia como Sharrukin o Sargón, pero el nombre original fue obviamente elegido en la madurez para justificar sus pretensiones. Una leyenda cuenta que su madre era una mujer humilde, a su padre no lo conoció; nació oculto en Azupirani, en el Éufrates; su madre lo arrojó a la deriva en el río en una cesta de juncos y fue descubierto por Akki, un regador, que lo crió y lo hizo jardinero; pero Ishtar lo amó y se convirtió en rey durante 55 años. Según un fragmento sumerio anterior su padre era Laipum y creció entre el ganado. También hace referencia a un mensajero de Sargón enviado a Lugalzagesi,, que maltrató al mensajero y le devolvió una respuesta altanera. La inscripción es tan defectuosa que no se pueden descubrir los hechos que asistieron al estallido de la guerra entre ambos. Lugalzagesi,, sin embargo, parece haber enviado a su esposa a Sargón como concubina.

Sargón y su descendiente, Naram-Sin, influyeron tanto en la historia de la época que un registro de sus presagios se transmitió en los libros asirios y babilonios de adivinaciones hepáticas. Su nombre está especialmente relacionado con la hepatoscopia, es decir, la adivinación por medio del hígado. Así, en un gran texto de hepatoscopia del siglo VII a.C. se dice: "Es una decisión dada a Sargón, es favorable, en la calamidad habrá liberación".

Entre otros registros, se ha recuperado una Crónica de los primeros reyes que relata los acontecimientos de los reinados de los seis gobernantes más famosos anteriores a Sumu-Abu (2225 a.C.). Comienza con Sargón. El rey atribuye su ascenso a la ayuda de Ishtar, la diosa semítica de Akkad, identificada con la Innini sumeria, diosa de la batalla. Su carrera comenzó con la conquista de Erec. Derrotó al ejército de Erec y a una coalición de gobernadores de 50 ciudades que se habían unido al estandarte de Lugalzagesi,, y se llevó prisionero al rey Lugalzagesi, a Nippur. Su hijo Naram-Sin habla en alabanza de su padre, que destruyó Ur y dio la libertad al pueblo de Kish. Lugalzagesi, se había esmerado especialmente en oprimir esta antigua capital de los semitas, y Sargón, vinculado él mismo al sacerdocio de Kish, probablemente organizó allí su rebelión antes de elegir Agade como capital.

Las antiguas ciudades sumerias del sur se negaron a someterse y ahora invadió el territorio de Ur, derrotó a su ejército y destruyó su muralla. Girando hacia el este invadió el territorio al sur del Shatt el-Hai y ocupó sus principales ciudades, E-Ninmar(ki) y Lagash, y bañó triunfalmente sus armas en el mar. Puesto que ya poseía Nippur y todo el extremo sur, es extraño que Umma, entre Nippur y Erech, aún resistiera. Esta ciudad guerrera fue el último de los centros sumerios en ser ocupado. Ahora se proclamó rey de la Tierra, bajo la alta tutela de Enlil, y regresó para reconstruir la ciudad de Kish.

El orden de los acontecimientos posteriores es incierto. Por derecho de posesión de Kish asumió el título de rey de dominio universal. Su siguiente expedición parece haber sido contra Elam y los distritos al este del Tigris. Se preparó para invadir Elam desde el sur y regresó a la frontera marítima que en aquella época se extendía al norte de la ciudad moderna de Kurna. “Cruzó el mar por el este”, y esta afirmación de la Crónica no debe confundirse con la travesía por el oeste, mencionada en los Presagios. Derrotó a los elamitas, los sitió (¿en Susa?) y les cortó los suministros. Además de Susa, la capital, conquistó otras ciudades (Barakhsi, Ganni, Bunban, Gunilakha, Saba y Shirikhum), cuyos nombres son elamitas.

CONQUISTAS DE SARGÓN EN EL OESTE

En su tercer año invadió el oeste, al que llama la Tierra Amorita. Afirma haber sometido la totalidad de las tierras occidentales y haber cruzado el mar occidental, es decir, el Mediterráneo, con lo que puede referirse a una ocupación de Chipre. Desde la "tierra del mar" hizo traer botín. De nuevo en su undécimo año sometió todo el oeste después de haber terminado una expedición más allá del mar oriental y erigido sus estatuas en esas tierras. Los Presagios mencionan una expedición al oeste en cuatro secciones diferentes. Una inscripción copiada de sus estatuas en Nippur tiene un relato más definido de sus conquistas occidentales. "Enlil le entregó la tierra superior, Maer, Yarmuti e Ibla, hasta los bosques de cedros y las montañas de plata". Las montañas de plata se refieren al Tauro, especialmente a las regiones cercanas a las Puertas de Cilicia, y el descubrimiento de plata en esta cordillera en el siglo veintinueve a.C. demuestra la gran época de la minería de plata en Asia Menor. Los bosques de cedros se refieren probablemente a los Líbanos. La tierra de Yarmuti aparece repetidamente en las cartas de Rib-Addi, gobernador de Gebal (Biblos) en las Cartas de Amarna y como un gran almacén de grano y alimentos; pero su situación es incierta. (Ibla, que junto con Armanu fue azotada por Naram-Sin, era probablemente la Ibar de la lista geográfica de Tutmosis III (así Sayce), y posiblemente la Pieria clásica, al norte de Antioquía en la costa del mar). En las montañas de Ibla, en la costa, se encontraba Urshu -el clásico Rhosus, y el moderno Arsus-, de donde, más tarde, Gudea trajo cedros aromáticos y plátanos. Una tablilla de la época de Bur-Sin, cuyo dominio fue reconocido en esta región, contiene una lista de ofrendas de ciudadanos de Maer, Ibla y Urshu).

Se discute si Sargón visitó Chipre. Los Presagios de Sargón dicen definitivamente que cruzó el mar del oeste, pero la Crónica tiene una declaración confusa: “Cuando hubo cruzado el mar del este, en su tercer año capturó la tierra del oeste hasta el final”. Algunas buenas autoridades (por ejemplo, L. W. King) han supuesto que los Presagios están equivocados. Mencionan tres expediciones al oeste (Amurru), además de la de su undécimo año, en la que se dirigió al “sol poniente” y cruzó el “mar del sol poniente”, y los Presagios añaden que “hizo traer su botín”. La afirmación es explícita. La Crónica está confundida o quiere decir que hubo una expedición al oeste en el undécimo año de Sargón tras una invasión oriental. Parece imposible explicar el viaje de Sargón a través de alguna parte del Mediterráneo, y naturalmente Chipre fue su primer objetivo. Además, en Diarbekr se ha encontrado una estela del hijo de Sargón, Naram-Sin. Aunque Naram-Sin no afirma haber cruzado el mar occidental sino sólo haber llegado a Ibla y a una tierra desconocida, Armanu, di Cesnola encontró en Chipre un sello que menciona al “Divino Naram-Sin”. La inscripción, que es de la escritura del siglo XXIII, dice “Apil-Ishtar hijo de Ilubani siervo del dios Naram-Sin”; y el tipo de este sello-inscripción aparece por primera vez en el periodo de la última dinastía de Ur y se hace extremadamente común en la época de Hammurabi. El diseño del sello es puramente siro-hitita, como el utilizado en los sellos de las tablillas capadocias, una mezcla de diseño babilónico e hitita. No hay simbología específicamente chipriota (grifos y monstruos) en este sello; y podemos deducir de ello que Naram-Sin se convirtió en un héroe mítico en la región siro-hitita y su culto sobrevivió allí durante al menos cinco siglos.

La fama de Sargón era tal que una cadena montañosa de la región del Líbano de la que se obtenía incienso (lupanu) recibió el nombre de Montaña de Sargón. Sobre sus expediciones en estas tierras se escribió un poema legendario hitita llamado “El rey de la batalla”, del que se ha recuperado en el-Amarna la primera tablilla de la versión semítica. En esta leyenda el adversario de Sargón parece ser Nurdaggal de la ciudad Burshakhanda hacia la que el “camino era penoso”. Nurdaggal se sentía seguro más allá de sus barreras: “A nosotros no vendrá Sargón, seguro que la orilla del diluvio se lo impedirá. ¿Quién es el rey que ha venido y ha visto nuestra montaña?". Y después de que Sargón captura la ciudad de su enemigo, Nurdaggal le dice: “Los soldados de tu dios te han hecho cruzar (diciendo): que suba las montañas, que cruce el río. ¿Qué tierras pueden rivalizar con la ciudad Aggata (Agade), qué rey puede rivalizar contigo?”. Nos quedan dudas sobre los movimientos de Sargón. Sayce interpreta que los pasajes se refieren a Siria, Cilicia y Capadocia. Estas tierras eran consideradas en la leyenda primitiva como una de las seis regiones más allá del mar que circunda el mundo y, por razón de su lejana conquista, se suponía que Sargón había sido trasladado a esta tierra hiperbórea junto con el héroe del Diluvio, Ut-Napishtim. Un mapa basado en esta cosmología mítica describe esas regiones transoceánicas habitadas por monstruos donde moran también Sargón, Ut-Napishtim y Nur-Dagán. Sayce ha relacionado de forma muy plausible a Nurdaggal de la leyenda de Sargón, “Rey de la Batalla”, con Nur-Dagan. En vista de que la leyenda histórica de Sargón se escribió probablemente bajo la influencia de la antigua cosmología en la que Asia Menor se consideraba más allá del mar, el presente escritor considera que es posible interpretar la leyenda, como hace Sayce, sin ver en ella una expedición a Chipre.

SARGÓN EN ORIENTE

Tras estas conquistas, Sargón dividió su vasto imperio desde el mar inferior hasta el mar superior, desde la salida hasta la puesta del sol, en distritos de cinco horas dobles de marcha cada uno, sobre los que colocó a los "hijos de su palacio". Por medio de estos numerosos delegados de su autoridad "gobernaba las huestes de las tierras en conjunto". Siguió ahora una severa contienda con la tierra y ciudad elamita Kazalla, cuyo rey, Kash-tubila, se rebeló. “Convirtió Kazalla en polvo y montones de ruinas; destruyó incluso los lugares de descanso de las aves”. Esta importante ciudad, mencionada a menudo en la historia posterior, parece haberse situado al este del Tigris, en la latitud de Bagdad. La última expedición de Sargón al este fue, por tanto, en la latitud de su propia capital, y en la provincia de Awan, donde los recuerdos de un antiguo reino aún inspiraban las ambiciones de su pueblo.

“En su vejez, todas las tierras se sublevaron y le asediaron en Agade”; así reza la Crónica, que añade que Sargón salió a la batalla y derrotó por completo a sus huestes. Por otra parte, los Presagios registran una rebelión de los ancianos de su propia tierra que le asediaron en Acad. La afirmación de la Crónica es probablemente correcta, pues una inscripción en su estatua de Nippur hace referencia a que abatió a 30 gobernadores de ciudades rebeldes. El norte de Mesopotamia, a lo largo del Tigris superior, reclamó a continuación su atención. En aquella época, el territorio conocido más tarde como Asiria había estado ocupado por pueblos hitita-mitanni cuya tierra se denominaba en semítico Subartu, Subaru gentilicio (en griego, Sabiroi, Sapeires, Saspeires). La antigua civilización sumeria de Ashur, donde la diosa Innini-Ishtar tenía un templo desde la más remota antigüedad, había sido invadida por estas avanzadillas de raza hitita, que ahora atacaban a Sargón. Según un relato, Sargón invadió Subartu con sus huestes y aniquiló a sus ejércitos. En otro, éstos atacaron a Sargón y fueron gravemente abatidos. Se llevó su botín a Agade.

Los presagios sitúan la fundación de la ciudad de Agade poco después de la primera invasión de Sargón por el oeste. Tomó tierra de los muros exteriores de Babilonia y consagró los límites de su nueva capital trazando sus muros exteriores con la tierra de la ciudad santa de Marduk. La hizo siguiendo el modelo de Babilonia. Pero según la Crónica éste fue el último acto de su reinado, y añade que Marduk se enfureció a causa de este sacrilegio y destruyó a su pueblo con el hambre. “Se unieron contra él y no encontró descanso”. Estos dos pasajes contienen la primera referencia a la famosa ciudad de Babilonia. Se ve así que era pre-sargónica; el culto a su dios Marduk, hijo de la deidad del agua, Enki de Eridu, ya estaba establecido según la Crónica; pero como esta referencia a Marduk no ocurre en los Presagios, podemos considerar esa parte de los registros como una glosa babilónica tardía. Marduk, el dios posterior de Babilonia, aparece por primera vez bajo el título de Asar en el período de Gudea, y su conexión original con Babilonia es dudosa. La deidad patrona de Agade era Amal, un dios identificado con Marduk en un texto astronómico. Como también tenía un templo en Babilonia, puede ser el antiguo dios de Babilonia transferido a Agade. Innini, o Anunit, diosa de Agade, tenía también un templo en Babilonia. En consecuencia, tanto Aural como Innini parecen haber sido tomados de Babilonia, pero no sabemos por qué Sargón honraba así a la ciudad.

El glorioso reinado de Sargón se cerró con todo el imperio en revuelta. La Crónica Babilónica atribuye pragmáticamente sus desastres a la violación de la ciudad santa Babilonia. Un texto agorero conserva la misma tradición: “Sargón cuyas tropas lo ataron en una trinchera y suprimieron a su señor en una coalición”. La desgracia que le sobrevino al final de su carrera se refiere de nuevo a un presagio de nacimiento: “si una oveja da a luz un león con cabeza de cordero, lamento de Sargón cuyo dominio universal [pasó a mejor vida]”. Sólo se ha recuperado un monumento esculpido de Sargón; se trata de un gran monolito triangular hallado en Susa; el rey, según la moda semítica, lleva una larga barba que le llega hasta la cintura, pesados bigotes y su larga cabellera está enrollada en un enorme moño en la nuca. El título ordinario de Sargón es “Rey de la ciudad Agade”, al que a veces se añade “Rey de la Tierra” y “Rey del dominio universal”. También se le describe como el pashish (es decir, hermano mayor) de Anu y el rey-sacerdote de Enlil.

 

RIMUSH Y MANITUSHU

(2279-2254 A.C.)

 

Los dos siguientes reyes de Akkad y sucesores del imperio de Sargón fueron sus dos hijos, Rimush y Manishtusu, que reinaron, según la lista de reyes, en orden inverso de edad, ya que esa autoridad asigna nueve años a Rimush, y después quince a Manishtusu, de quien se dice que era el hermano mayor de su predecesor; pero hay que añadir que existen variantes de la duración de los reinados. Ambos reyes parecen haber comenzado con campañas contra los rebeldes, que incluían expediciones a las tierras al este del Tigris y a Elam, pero es Manishtusu quien, en uno de sus monumentos, se refiere a “todas las tierras que dejó mi padre Sargón” como que “en enemistad se han rebelado contra mí”, dando a entender así que él era de hecho el sucesor inmediato de Sargón, como cabría esperar de su primogenitura. En la actualidad no parece haber pruebas capaces de zanjar esta cuestión, por lo que puede mantenerse provisionalmente el orden de la lista de reyes.

Rimush, en cualquier caso, se enfrentó claramente a su sucesión con una revuelta general. La cronología de sus medidas militares es tan poco determinable como las de su padre, pero en un lugar cuenta cómo en el tercer año después de que el dios Enlil le hubiera dado el reino llevó a cabo una invasión victoriosa de Elam, y relata el número de prisioneros y muertos. Sus primeros años estuvieron sin duda ocupados con la otra campaña descrita en sus inscripciones, una que precedería necesariamente a la re-subyugación de las provincias más lejanas del este. El país meridional de Babilonia propiamente dicho, la antigua “tierra” y las grandes ciudades sumerias, habían aprovechado la oportunidad de la muerte de Sargón para deshacerse de la dominación de los intrusos que, por mucho que hubieran llegado a parecerse e imitar culturalmente a los sumerios, debieron ser considerados por éstos con algunos de los mismos sentimientos que más tarde abrigarían contra los gutis o los amorreos; de hecho, los acadios fueron en éste como en otros aspectos precursores de los amorreos. Se ha observado que no encontramos ningún rastro de hostilidad en los registros entre sumerios y semitas: así planteado es cierto, pues no había ninguna distinción étnica que implicara estos términos, pero la oposición sale a relucir claramente en la campaña de Rimush que pudo tener lugar en su primer año. Afirma explícitamente que sus oponentes eran “las ciudades de Sumer”, y que las trató con una severidad ejemplar, pues tras su derrota sacó a 5.700 de sus soldados y (al parecer) los metió en prisiones. El líder de esta revuelta fue el rey de Ur; es llamado “rey” por su conquistador, y evidentemente ocupó, por algún tipo de reconocimiento general, la soberanía sobre la “tierra” que era la distinción registrada en la lista de reyes. Esto está, de hecho, debidamente registrado por esa autoridad, pues es posible insertar el nombre de este Kaku como último de la Segunda Dinastía de Ur, por lo demás desglosado de los documentos tal como los tenemos. Con ello se obtiene (si la restauración es correcta) un sincronismo entre los gobernantes nombrados en la lista de reyes, y también un ejemplo más de la debilidad característica de esa compilación, pues en ella las dinastías de Ur II y Akkad están divididas por no menos de otras seis dinastías y veintidós reyes.

Kaku, el líder de la revuelta sumeria, fue capturado junto con su ciudad, que quedó indefensa al ser desmantelada su muralla. La calamidad que cayó sobre Ur en ese momento quizá se refleje, aunque oscuramente, en el lamento atribuido a Enkheduanna, la primera titular (conocida por la historia) del célebre cargo de suma sacerdotisa del dios Luna en esa ciudad, que se convirtió tradicionalmente en la prerrogativa de hermanas e hijas del monarca reinante, y así continuó hasta los últimos años de los registros babilónicos. Enkheduanna ha dejado un monumento propio, y su nombre en algunos cilindros-sello pertenecientes a sus sirvientes. La lamentación la representa como la víctima de un desastre que había afligido a Ur: el dios Luna, enfadado, había dejado de ocuparse de su pueblo y había permitido que su sacerdotisa fuera conducida al exilio, impotente, según parece, para aplacar la ira de su propio hermano contra la ciudad rebelde.

Pero hubo más de un centro de la revuelta, ya que Rimush reunió a sus prisioneros de otras “ciudades de Sumeria”, y las inscripciones revelan los nombres de aquellos que, como buenos súbditos del “rey” nacional y como patriotas, tomaron parte en la batalla contra la dinastía extranjera. Dos de ellas eran las vecinas Lagash y Umma, antiguas rivales pero siempre susceptibles de estar bajo el mismo control al estar sometidas a las mismas necesidades. En esta ocasión estaban dirigidos por sus respectivos ensi; falta el nombre del jefe de Umma, el de Lagash está escrito con caracteres de lectura incierta. El jefe de Umma era probablemente el superior de estos dos, pues se le describe acompañado de su “precursor”, mientras que otros jefes locales cuentan con su “mensajero” o visir. Aliados notables, destinados igualmente a ser trofeos del victorioso acadio, fueron Meskigala, ensi de Adab, y Lugalushumgal, ensi de Zabalam. De todos estos lugares las inscripciones de Rimush cuentan largas historias de muertos y prisioneros.

Estando como resultado de esta campaña segura en su retaguardia, el rey pudo ahora dirigirse a la reconquista del este. Sus inscripciones no distinguen claramente entre las guerras en Sumer y en Elam, pero tienen al menos tendencia a relatar los acontecimientos en las dos regiones separadas, y cabe suponer que las operaciones se extendieron a lo largo de dos campañas en direcciones diferentes.

Los preliminares de la campaña elamita se prepararon al final de su sometimiento de las ciudades sumerias, pues en un lugar afirma claramente que, tras su victoria sobre Kaku y los aliados del sur, “a su regreso” asoló Kazallu, hizo prisionero a su ensi Asharid e infligió a la ciudad rebelde una enorme pérdida de muertos y cautivos. En otras partes de las inscripciones se asocia a Der con Umma en un desastre común, y no es probable que Umma pudiera enfrentarse de nuevo a Rimush en un segundo año.

Fuera como fuese, la expedición contra Elam, que se describe en un grupo de textos copiados en Nippur, iba a resultar el mayor triunfo del sucesor de Sargón. Aunque en general se nombra a Elam, el escenario de su principal victoria fue el distrito de Barakhshe, donde su padre, antes que él, había librado una de sus guerras más gloriosas.

Según las inscripciones de Rimush, los ejércitos de Elam y de una tierra llamada Zakhara se habían unido contra él. Su jefe era Abalgamash, rey de Barakhshe, que tenía consigo a Sidgau, llamado “gobernador” de Barakhshe. Al mando de la hueste de Zakhara estaba el gobernador de esa tierra. Sidgau, al menos, era un viejo oponente de Sargón, y su restauración fue sin duda un acto de desafío. La batalla tuvo lugar entre Awan y Susa, al parecer sobre un río nombrado en una oscura frase que parece hablar de verterlo sobre ellos (?). Sea como fuere, la victoria fue completa, y el rey contó más de 16.000 derrotados, tal vez muertos, y más de 4.000 prisioneros, así como un gran peso de oro y cobre parte del cual dedicó al dios Enlil en Nippur. El resultado de esta victoria fue no sólo la recuperación completa de Barajshé del control de los elamitas, sino la destrucción de algunas ciudades elamitas y el establecimiento de al menos una soberanía tributaria sobre el propio Elam: “Rimush, rey de Cis, era señor de Elam”. El rey termina con una afirmación rotunda de que su reino era ahora indiscutible, Enlil lo había revelado (?), y 'por los dioses Shamash y Aba lo juro; ¡sin mentiras, sino de verdad!'.

Rimush era ahora igual a su padre y declara que 'poseía para Enlil el mar superior e inferior y las montañas, todas ellas'. Su jactancia ha sido corroborada por el hallazgo generalizado de trofeos dedicados por él en todo su imperio, especialmente fragmentos de vasos de alabastro con inscripciones de su triunfo sobre Elam y Barakhshe, siendo ellos mismos parte de los innumerables botines traídos de allí. En el extremo norte de Mesopotamia se ha encontrado uno de estos fragmentos en el gran emplazamiento, aún sin nombre, de Tell Brak, y hasta allí, hasta la cabecera del Khabur, se extendió el dominio de Rimush. Sobre el resto de su reinado, nueve años en total, no hay información; es de suponer que disfrutó pacíficamente de su poder y de sus ingresos. Pero su reinado y su vida terminaron por una conspiración palaciega, en la que fue asesinado por algunos de sus cortesanos “con sus sellos”, o “tablillas selladas”, según relatan ciertos presagios, cualesquiera que sean las armas que esto indique. Otro presagio anuncia el presagio de Akkad, de Rimush y de Manishtusu: no consta lo que ocurrió en esta ocasión, pero posiblemente podría interpretarse como que Manishtusu tuvo algo que ver en el asesinato de su hermano, al que, inocente o culpable, sucedió.

Es posible que sus primeros años fueran pacíficos, pues existe una figura de piedra del rey, encontrada en Susa, en la que Eshpum, el ensi de esa ciudad, inscribió una dedicatoria a una diosa local en beneficio de su señor. Pero, más tarde o más temprano, la revuelta se renovó y las batallas de Sargón, tal vez de su sucesor, tuvieron que librarse de nuevo. Sin embargo, Manishtusu, cuando escribe que “todas las tierras. . que dejó mi padre Sargón se habían enemistado conmigo y ni una sola se mantuvo firme”, parece ignorar el reinado de su hermano, si es que éste había precedido.

Sus tareas contra los rebeldes eran las mismas a las que se habían enfrentado sus antepasados; tenía que someter tanto al sur como al este. En un lugar se da un detalle interesante sobre esta operación: dividió su ejército en dos partes, pero no relata cuáles eran los objetivos de estas dos divisiones. Una de ellas, al menos, se enfrentó a las fuerzas de dos tierras diferentes pero aliadas, y presumiblemente adyacentes, Anshan y Sherikhum, que fueron derrotadas y su rey (pues ambas parecen haber estado bajo un mismo gobernante) llevado en triunfo y conducido al templo del dios Sol en Sippar, acompañado de ricos regalos para el dios procedentes del botín capturado. La otra división fue quizá la fuerza que libró una guerra “al otro lado del mar” contra treinta y dos reyes de ciudades que se habían reunido para la batalla. Éstos fueron derrotados, sus ciudades sometidas, sus líderes asesinados y su país ocupado “hasta la mina de plata”. Manishtusu aprovechó la oportunidad para transportar piedra desde esta región hasta los muelles de Akkad, e hizo una estatua de sí mismo para colocarla ante el dios Enlil en Nippur. También transportó madera para la construcción de su templo en Sippar.

Los escasos relatos de esta campaña (no más que unas pocas frases repartidas entre dos inscripciones) sólo ofrecen una visión momentánea y desconcertante, pero de un mundo más amplio. Anshan, nombre célebre hasta los últimos días de la historia de Babilonia, era una de las principales provincias elamitas, generalmente unida a Susa, de la que toma precedencia en los títulos de los reyes elamitas. A pesar de esta frecuente aparición en muchas épocas y contextos diferentes, hay muy pocas pruebas de su posición geográfica, y las autoridades modernas han dudado si situarla al norte o al sur de Susa. Su reino hermano de Sherikhum, por el contrario, sólo es mencionado una vez por Sargón y en esta inscripción, lo que no hace más que indicar la probabilidad de que se trate de una región costera más allá de Anshan. Esta localización marítima se ve apoyada por una notable variante del texto del “monumento cruciforme”; en lugar de “Anshan y Sherikhum” (con el determinativo simple de “lugar”) la variante sustituye “Anshan y la ciudad de Meluhha”. Este último nombre ha proporcionado durante mucho tiempo uno de los enigmas de la geografía antigua, ya que, muy brevemente, los textos posteriores lo aplican sin duda a las lejanas tierras africanas de Nubia o Etiopía, mientras que en contextos anteriores (y algunos posteriores también) se aplica casi con la misma claridad a un país no sólo menos remoto, sino situado al este en lugar de al oeste. La ruta normal a Meluhha era por mar, y hay muchas referencias, desde el periodo Akkad en adelante, a importaciones por mar de madera, oro, piedras semipreciosas y marfil procedentes de Meluhha. Además, su nombre se asociaba regularmente con el de Magan, una tierra que ahora puede situarse con cierta seguridad a orillas del golfo de Omán, y que incluso puede corresponderse en parte con la Makran medieval y moderna. Puesto que siempre se da a entender que Meluhha está más distante que Magan, su aparición en lugar de Sherikhum, aunque aporta un argumento más a favor de la Meluhha "oriental", resulta sorprendente en su sugerencia de cercanía, ya que Sherikhum, cualquiera que fuera su verdadera ubicación, no estaba fuera del alcance de una expedición militar desde el sur de Irak, mientras que se ha pensado, con cierta plausibilidad, que Meluhha incluía al menos las florecientes ciudades río arriba del Indo, ahora famosas pero desconocidas hasta su reciente descubrimiento, con quizá también puertos por descubrir en el delta del gran río.

Existen pruebas materiales irrefutables de las relaciones entre las dos civilizaciones de Mesopotamia y de Sind, tanto en forma de productos naturales como de artefactos, y fue en el periodo de Akkad cuando dichas relaciones parecen haber alcanzado su apogeo. Sin embargo, es difícil imaginar cómo un ejército de Manishtusu puede haber penetrado en cualquier país incluso dentro del radio de Mohenjo Daro, o cómo tal extensión de territorio puede haber estado en manos de un solo gobernante, “rey de Anshan y Sherikhum (o, Meluhha)”, como las inscripciones lo llaman de diversas maneras.

Se plantearía una dificultad adicional si el siguiente pasaje del texto continuara relatando que el rey cruzó el Mar Inferior en barcos para hacer frente al otro cuerpo de sus enemigos. Pero aunque hay una referencia inequívoca a los barcos y a los treinta y dos reyes hostiles reunidos “al otro lado del mar”, la frase real que se supone describe la travesía es de significado dudoso, y apenas es necesario imaginar una invasión de la costa desértica de Arabia.

 

NARAM-SIN

(2254-2218)

 

 

1. Naram-Sin, hijo de Sargón, [marchó] contra la ciudad de Apirak,

2. y construyó minas (contra ella), y Rish-Ad[ad],

3. el rey de Apirak, y el gobernador de Apirak le su[dieron] la mano.

4. Marchó contra Magan, y a Mannu-dannu, el rey de Magan, [su mano subyugó].

5. Dungi, hijo de Ur-Engur, se preocupó mucho por la ciudad de Eridu, que estaba a orillas del mar.

6. Pero buscó el mal, y el tesoro de Esagila y de Babilonia

7. sacó como botín. Y Bel fue [ .... ], y cuerpo y acabó con él.

8. Ura-imitti, el rey, puso a Bel-ibni, el jardinero

9. en su trono, para que (la dinastía) no llegara a su fin ;

10. y colocó sobre su cabeza la corona de su soberanía,

11. Ura-imitti en su palacio [ murió ].

12. Bel-ibni, que se sentó en el trono, no se levantó (de él),

13. sino que como rey se estableció.

14. Ilu-shuma, rey de Asiria, contra Su-abu.

 

Manishtusu, según un presagio, fue asesinado en una conspiración palaciega, y le sucedió su hijo, Naram-Sin, destinado a convertirse en el segundo de una pareja a la que la historia posterior consideró siempre como las más grandes figuras de sus anales. Debido a este parecido Naram-Sin fue conocido posteriormente como el hijo de Sargón; si se insiste en la palabra es incorrecto ya que la lista de reyes le llama correctamente hijo de Manishtusu. Su reinado fue largo y, hasta sus últimos años, glorioso. Pero nuestra información sobre él es de autenticidad variable, dependiendo en su mayor parte de una tradición muy posterior. De sus propias inscripciones, que sin duda eran muchas e informativas, y de las esculturas que ilustraban sus campañas y triunfos, ha sobrevivido muy poco. Por casualidad le ha ido escasamente incluso en las copias de estos monumentos en Nippur que son comparativamente informativas sobre las guerras de su abuelo. Tanto las inscripciones originales de Naram-Sin como sus copias están marcadas por dos cambios significativos en los estilos reales; en primer lugar, él mismo utilizaba, y permitía que se utilizara en las alocuciones de sus súbditos, el determinativo divino delante de su nombre. Esto no es invariable en su propio titulario, y puede que lo asumiera más tarde en su reinado, pero el lenguaje de los siervos obsequiosos que le dedicaban sus sellos era desenfrenado en la atribución de divinidad, pues a menudo se dirigen a él no sólo como divino en su naturaleza, sino que no dudan en llamarle “el dios de Akkad”. Fue quizá el primero en llevar este título, que marca una usurpación monstruosa según las ideas de los antiguos gobernantes sumerios que se enorgullecían de ser simplemente el ejecutor del dios-ciudad. No es imposible que algunas de las historias de caída y desastre que la tradición posterior adjuntó a su memoria estuvieran motivadas en parte por la creencia de que tal presunción no podía quedar impune ante los dioses ofendidos. Al menos, no tuvo muchos imitadores en la historia posterior.

Un segundo título vanidoso, pero menos blasfemo, fue uno que vuelve a aparecer por primera vez con Naram-Sin, “rey de las cuatro regiones”, una pretensión de dominio universal sobre la tierra que revivieron Shulgi y sus sucesores en Ur, cuando también ellos parecieron disfrutar durante un tiempo de un imperio ilimitado. No es posible escribir un relato consecutivo, ni siquiera fáctico, del reinado de Naram-Sin. No hay cronología para sus treinta y siete años, ni criterio para la veracidad de lo que se relata, ya que casi todo ello se encuentra en forma de recopilaciones y leyendas posteriores, de las que no emerge más que una imagen borrosa de triunfo y desastre; sólo por el curso de los acontecimientos posteriores es lícito creer que al final predominó el desastre.

Al igual que sus predecesores, Naram-Sin comenzó probablemente su reinado en medio de una revuelta de sus súbditos. Varias de las antiguas ciudades ocuparon un lugar destacado en este levantamiento, y un relato atribuye su liderazgo a Kish, a la que se reprocha amargamente su ingratitud y su juramento a la casa de Sargón. En este texto se nombran más de veinte conspiradores, en otro hay diecisiete, cuyos reinos se extendían desde Anatolia, en el extremo noroeste, hasta Magan, a orillas del golfo Pérsico, en el sureste. El resultado de esta vasta lucha apenas se indica con una línea dudosa como la victoria de Naram-Sin, aunque esto pueda suponerse. De ser así, el éxito no se alcanzó seguramente en un año o en una campaña, la extensión de las tierras rebeldes en toda la extensión de la antigua Asia occidental garantiza que el rey tuviera que librar una serie de guerras duras y distantes, que sin duda agotaron sus recursos y dejaron debilitados a sus sucesores. Mari podría ser la primera etapa de su marcha hacia el oeste, y la segunda la alcanzó con la conquista de Armanum e Ibla, reivindicadas en una copia de su propia inscripción. La primera de ellas, quizá ambas, estaban gobernadas por Rish-Adad, que fue capturado vivo por el vencedor, y fue representado en cautividad por una escultura dedicada al dios Luna. Iblahad estuvo antiguamente ocupada por Sargón, aunque su nieto reclama haberla capturado primero, y la “montaña de cedros” que también poseyó Sargón es definida por Naram-Sin como el Amanus. Todos los lugares nombrados en esta inscripción se encontraban entre el gran recodo del Éufrates y la costa norte de Siria; Armanum era probablemente Alepo y Tidnum un lugar a orillas del mar no lejos de Tiro. Otros incidentes célebres marcaron la misma campaña en Siria, que valió al vencedor el título de “señor de Tidnum”.

Nada se sabe de los otros “reyes” occidentales e incluso de Anatolia que aparecen en una lista de los diecisiete rebeldes. Pero el asedio y captura de Apishal fue famoso en la tradición, siendo recordado especialmente por los adivinos por sus ominosos acompañamientos; Naram-Sin marchó allí, abrió brechas en sus murallas y tomó prisionero a su “rey” Rish-Adad, cuyo nombre no puede sino recordar a Rish-Adad, el gobernante de Armanum, aunque no es probable que fuera el mismo. No se sabe con certeza dónde se encontraba Apishal, pero debía de estar apartada, pues la aproximación a ella fue descrita por una leyenda en términos de dificultad que (como ya se ha advertido) recuerdan los obstáculos y fatigas de la expedición de Sargón a Purushkhanda. Incluso ese límite extremo fue probablemente alcanzado también por Naram-Sin. La inscripción copiada relativa a sus guerras occidentales contiene una mención de Talkhatum, un lugar (dice) al que ningún rey anterior a él había llegado jamás, pero Naram-Sin fue allí, y la diosa Inanna no le dio rival, y los gobernadores de las ciudades de Subartum y los señores de las tierras altas le suministraron provisiones. Esta ciudad de Talkhatum es conocida de nuevo en una época posterior como un lugar por el que a veces pasaban los negocios de los mercaderes capadocios, como también pasaba a Purushkhanda, y las dos estaban sin duda en la misma ruta. En aparente acuerdo con esto, uno de los relatos posteriores sobre Naram-Sin comienza la invasión de su imperio con hordas demoníacas que destruyen la ciudad de Purushkhanda(r), como si fuera el límite máximo de su dominio. No será demasiado, por tanto, creer que Naram-Sin ejerció alguna autoridad, aunque incompleta, sobre distritos del sudeste de Asia Menor, donde su abuelo anterior había realizado la misma marcha fenomenal que Naram-Sin o sus aduladores anunciaron como un esfuerzo pionero.

Hacia el norte hay pruebas materiales de la extensión de su dominio. El más lejano de todos es el sitio ahora llamado Tell Brak, del que aún se desconoce el nombre antiguo. Aquí se ha encontrado, sobre un montículo de lo más imponente, la sede de una población y un culto florecientes en épocas muy anteriores a la dinastía de Akkad, y la ruina de un gran palacio construido por Naram-Sin con ladrillos que llevan su nombre. Tal edificio atestigua el orden que se estableció en un remoto distrito bajo el reinado de este rey, pues en él se recogían y almacenaban los tributos del país circundante, en aquella época fértil y próspero. No muy lejos, hacia el este, se ha encontrado una estela con la figura del rey y una inscripción borrada, en una aldea cercana a la ciudad de Diyarbakr. De su presencia y supremacía en las ciudades de Asiria existen pruebas directas e inferenciales, que ya se han señalado anteriormente.

Si bien cabe suponer que la supremacía de Naram-Sin en el oeste y el norte se mantuvo sin contestación seria, tuvo algunas luchas duras en sus fronteras orientales contra los diversos pueblos de las colinas que miraban con envidia a la llanura babilónica, y que al final iban a derrocar el reino que dejó a sus hijos. El relieve rocoso cincelado en la escarpada ladera de un desfiladero llamado Darband-i Gawr, en el distrito de Kara-Dag, al sur de Sulaimaniyyah, es un monumento que reproduce in situ la famosa escena de la estela de Naram-Sin descubierta en Susa que, según su propia inscripción, representa el triunfo de Naram-Sin sobre Satuni, el rey de Lullubi. Esta localización, unida a las pruebas de la topografía de las campañas asirias contra los lullu, hace pensar que el centro de Lullubu era el valle de Shahrazur; una conclusión similar puede extraerse de la lista geográfica del imperio de Sargón que sitúa a Lullubi inmediatamente después de Arrapkha (Kirkuk). Desde este centro marchaban a veces los incursores de Lullu, y una de sus penetraciones alcanzó el distrito del actual Zuhab, cerca de Sar-i Pul, pues allí se ha encontrado un conocido relieve rocoso con figuras y la inscripción de Annubanini, rey de Lullubi, que escribe en estilo agadeano una descripción de su monumento y una larga imprecación contra cualquier infractor. El peligro de este enemigo se recuerda vívidamente en una tradición posterior y confusa, en la que aparece como padre de una banda de siete temibles ogros, con nombres horripilantes inventados para infundir terror, que barrieron los dominios de Naram-Sin al frente de una horda incontable de monstruos, asolaron Gutium y Elam, y sólo fueron detenidos a orillas del golfo Pérsico.

No muy lejos de su monumento hay otro relieve rocoso con el nombre de Tar-dunni, sin duda otro rey de los lullu. Los gutis no son tan fáciles de fijar en el mapa; eran vecinos cercanos, apenas distinguibles de los lullu, pero ningún monumento territorial señala sus moradas. Sus descendientes, llamados Qutu, pueden encontrarse dudosamente mencionados en las cartas Man; pero aparecen de forma más prominente mucho más tarde en las campañas de los reyes asirios hacia finales del segundo milenio y posteriormente. En aquellos tiempos eran un pueblo grande y poderoso, aunque poco unido; su epíteto era “de amplia extensión” y su tierra parece haber estado en las montañas al sur del Zab Menor, al norte de Sulaimaniyyah y del legendario monte Nisir, donde descansó el arca del Noé babilónico tras el Diluvio. Los hogares de estos montañeses, tanto Guti como Lullu, están representados por partes de los territorios ocupados por los modernos kurdos y lures, que quizá hayan conservado los antiguos nombres con algunas de las mismas turbulencias.

Se ha visto más arriba que había gobernado sobre Elam en los días de Sargón una dinastía nativa asentada en la ciudad de Awan. Los miembros octavo y noveno de ésta habían sido conquistados por Sargón; ningún nombre de sus sucesores aparece entre la coalición de rebeldes contra Naram-Sin en su sucesión, donde el poder elamita está representado más bien por los estados de Markhashe y Mardaman. Probablemente contemporáneo de Naram-Sin en esta dinastía fue el undécimo rey llamado Khita, y es muy probable que sea él quien figure en un tratado escrito en lengua elamita y celebrado con Naram-Sin.

En Susa, siempre la más dócil a la influencia babilónica, el ascendiente de Naram-Sin fue casi completo. Allí levantó edificios construidos con sus propios ladrillos inscritos, erigió sus estatuas y dedicó sus trofeos de Magan. A cargo de esta dependencia nombró a un gobernador de la ciudad llamado Epir-mupi. En esta época fue tan completa la sumersión de las influencias nativas que incluso los documentos de la ley y la administración estaban escritos en acadio y no en lengua elamita; contratos, cartas, listas e incluso obras literarias se encuentran en el todopoderoso acadio. Estas tablillas revelan que existía un activo comercio con Babilonia, pues a menudo se nombran ciudades de la antigua tierra de Sumer, especialmente Shuruppak, Awal y Umma. Esta condición de las cosas duró tanto como el cargo de Epir-mupi, que en vida posterior fue ascendido a la categoría de gobernador general sobre todo Elam. Su sucesor fue Puzur (Kutik)-In-Shushinak.

Para sellar su dominio de las “cuatro regiones” Naram-Sin celebró un triunfo en el sur sobre Manium, rey de Magan. Así lo atestiguan el consentimiento intachable de sus propias inscripciones, de presagios y crónicas posteriores y de los vasos de alabastro existentes inscritos con su nombre y las palabras “botín de Magan”. Estos vasos, combinados con los nombres de Magan y Manium, han dado un singular interés a este episodio, ya que Magan era un nombre indudablemente aplicado a Egipto en un período posterior de la historia babilónica, y los vasos tienen una clara semejanza con los vasos de alabastro egipcios, que más comúnmente llevan inscripciones a finales de la Quinta y en la Sexta Dinastías, cuyas fechas concuerdan bastante bien con la de Naram-Sin. Era natural, por tanto, que el nombre de Manium, o Mannu, recordara a Menes, tradicionalmente el primer rey del Egipto Unido. Pero un sincronismo está fuera de cuestión, ya que el comienzo de la Primera Dinastía no puede reducirse en absoluto a la fecha de Naram-Sin, y el parecido de los vasos de alabastro no debe atribuirse más que a la influencia artística y a los productos que emanaban del Egipto de la Quinta Dinastía a través de las rutas comerciales hacia el este como lo hacían hacia el norte. No hay razón suficiente para creer que Naram-Sin pueda haber sido un invasor extranjero que ayudó a poner fin a la Sexta Dinastía en Egipto y a traer su Primer Periodo Intermedio

Estela de la victoria de Naram-Sin, rey de Acad

LOS HECHOS

A Sargón le sucedió, como se sabe ahora, su hijo Rimush (2279-2270), que reinó 9 años. Otros hijos suyos fueron Ibarim y Amal-Ishdagal. El nombre Rimush se ha leído Urumush, pero la ciudad Rimush en una inscripción de Naram-Sin y en una tablilla de Drehem indica la verdadera traducción. Rimush está estrechamente asociado en la historia con su sucesor Manishtusu por el hecho de que ambos emplearon el título de “Rey de dominio universal”, y durante muchos años los asiriólogos los consideraron reyes de Kish.

Cuando subió al trono encontró a Sumeria y Elam en revuelta, como cabía esperar del final del reinado de Sargón. Un tal Enimazag se proclamó rey de Ur y ya varias ciudades del sur reconocían su autoridad. Rimush asoló Ur y Umma, tomando varios miles de prisioneros, y alcanzó las costas del mar inferior. Kazalla, que se había rebelado de nuevo contra el imperio, fue sometida a su regreso de Sumer. Der, en la frontera elamita, también fue sometida. Aunque Sargón había conquistado Elam y Barakhsi, Rimush se vio obligado a reducirlos de nuevo. Abalgamash, rey de Barakhsi, entre Susa y Awan, fue derrotado en batalla y su gobernador, Sidgau, fue capturado. Rimush afirma haber gobernado la tierra de Elam, y de hecho este belicoso pueblo parece haberse sometido realmente a los reyes de Acad durante un largo periodo. Asumió el título de destructor de Barakhsi y Elam, y afirma haber gobernado las tierras desde el Golfo Pérsico hasta el Mar Mediterráneo, y todas las tierras montañosas con lo que probablemente se refiere a Elam, Commagene y Siria. Mantuvo intacto el vasto imperio de Sargón y preparó una poderosa herencia para el reinado más glorioso del periodo, el de Naram-Sin.

Al igual que Sargón, terminó su carrera en la desgracia y los libros de augurios babilónicos conservan tradiciones de su calamidad. Dos libros de hígados conservan un mal presagio de Rimush que precedió a su muerte. Ilustran el método de adivinación. El lobus caudatus era como una luna nueva y los hijos del palacio se levantaron y mataron a Rimush con sus sellos. La parte superior de la vesícula biliar se volvió hacia una ampolla en la superficie del hígado y encerró marcas que parecían armas, y los de su casa se levantaron y lo mataron. Los hijos del palacio en las inscripciones de Sargón y Rimush se refieren a los funcionarios de Agade, y la afirmación de que los conspiradores mataron al rey con sus sellos es totalmente creíble, ya que los sellos de la época destacan por su extraordinario tamaño y belleza.

Su sucesor, Manishtusu (2269-2255), ha sido considerado comúnmente como hijo de Sargón; las tradiciones coinciden en que su propio sucesor, Naram-Sin, era su hermano y, por tanto, hijo de Sargón. Su nombre, de origen semítico, significa probablemente ¿Quién puede (desarraigar) sus cimientos? Entre las principales fuentes para la historia de su reinado se encuentran una gran piedra cruciforme con doce columnas, principalmente relacionada con la restauración del templo y el culto al dios solar Shamash de Sippar, y un gran obelisco, que registra en 76 columnas los detalles de su compra de cuatro haciendas. Este último contiene el nombre de un testigo, Sharru-kin-ili, Sargón es mi dios.

El fundador del reino no recibió realmente honores divinos; pero un nombre propio de este tipo en tiempos de su sucesor prueba que era considerado al menos semidivino por sus súbditos de Agade.

Naram-Sin, el amado del dios Luna, fue el cuarto rey de Agade, y la tradición babilónica afirma invariablemente que era hijo de Sargón. Puesto que hay que asignar al menos 22 años a los reinados de Manishtusu y Rimush, y puesto que Sargón murió en su vejez, es difícil creer que Naram-Sin fuera hijo de Sargón. Si concedemos 22 años a sus dos predecesores, y suponemos que nació 20 años antes de la muerte de Sargón, podría haber ascendido al trono a la edad de 42 años. La lista dinástica de Nippur tiene 56 para los años de su reinado, y esto le daría una edad de 98 años.

Las inscripciones de su propia época dan casi invariablemente a Naram-Sin el rango de deidad; pero los cronistas posteriores omiten el signo de dios delante de su nombre, como hacen en el caso de los nombres de todos los reyes históricos de Sumer y Acad que habían sido deificados. La deificación de los emperadores romanos comenzó en las provincias griegas mucho antes de que la institución llegara a la propia Roma, y la tendencia a deificar, que era uno de los aspectos más importantes de la religión sumeria, armonizaba con la creencia en el sacerdocio de los reyes.

Los antiguos patesis, o reyes-ciudad, eran sacerdotes de los dioses, y el título, patesi de una deidad patrona, se conservó incluso cuando se convirtieron en jefes de reinos. Tres reyes de la dinastía sumeria prehistórica de Erec habían disfrutado de la apoteosis. Eannatum y sus sucesores en Lagash fueron aclamados como niños que se habían nutrido de la leche de la diosa-madre, y se decía que Lugal-Zaggisi era hijo de Nidaba, la diosa-madre de su ciudad natal, Umma, y se había alimentado de la leche de la gran Ninkharsag. Ya en la Sumeria presargónica se comparaba a los reyes humanos con Tammuz, el hijo divino de Innini, el principal tipo de diosa-madre. La creencia en el origen divino del rey se basa en su supuesto nacimiento milagroso de una de las diosas-madre solteras. La institución fue posible gracias al antiquísimo culto a Tammuz, el hijo moribundo de Innini. Las únicas inscripciones de la época de Naram-Sin que omiten el título divino son una inscrita en un vaso procedente de Magan y hallada en Babilonia, es decir, cerca de su propia capital, y otra escrita por su hijo Lipitili. Una tablilla-copia de las inscripciones de sus monumentos dedicados en E-kur en Nippur omite el determinativo de dios, pero sus historiadores privaron habitualmente a los reyes antiguos de este título.

El orden de los acontecimientos en su reinado es incierto. Los zócalos de piedra caliza del templo del dios Lugal-maradda, construido por Lipitili, patesi en Maradda, tienen una introducción histórica que afirma que el edificio fue erigido el año después de que Naram-Sin hubiera derrotado a nueve ejércitos y capturado a sus tres reyes. Estos tres reyes fueron llevados prisioneros ante Enlil, al igual que Sargón había llevado encadenado a Lugal-Zagesi ante el mismo dios en Nippur. En virtud de su vasto imperio, Naram-Sin asumió aquí el título de rey de las cuatro regiones, y en adelante se abandonó el título de “rey del dominio universal”, y Kish, celoso de la nueva capital en Akkad, organizó una gran coalición contra él. Esto explica probablemente el rechazo del título que en sí mismo reconocía las antiguas prerrogativas de Kish.

LAS CONQUISTAS DE NARAM-SIN

Las cuatro regiones se rebelaron bajo Ipkhur-Kish de Kish, y entre las principales ciudades de la coalición figuran las principales ciudades de su propia tierra Akkad, cuatro ciudades de Elam y Erech, la mayor ciudad de Sumer. Se refiere a la ingratitud de Kish, que había sido liberada por su padre Sargón de su opresión por el rey de Erec, y ahora se había rebelado contra el hijo de su libertador y se había unido a sus antiguos enemigos. Al parecer, más de la mitad de su propia provincia semítica se había sublevado; incluso Sippar, a pocas millas de su capital y centro del culto al antiguo dios-sol semítico, se encontraba entre sus enemigos. Ipkhur-Kish, el jefe de la coalición, reunió a sus ejércitos en las fortalezas de Tiwa y Urumum en la llanura de Sinâ y en la fortaleza de Bit-Sabad, el templo de Gula. (El templo de Gula en Babilonia se llamaba E-sabad.) La inscripción termina abruptamente con los nombres de diez reyes y no da ninguna información sobre su victoria. Estos diez reyes no parecen haber estado en la coalición que elevó a Ipkhur-Kish a la realeza; son más bien un resumen de las expediciones e invasiones de Naram-Sin.

La lista comprende (1) Puttimadal, rey de Shimurru, una tierra al oeste de los montes Zagros. (2) Inmash de Namar, en la región de Samarra, al este del Tigris. Tres siglos después vivía aquí un pueblo hitita mitanio, e In, “señor”, la primera sílaba del nombre Inmash (o Inbar), sugiere la presencia ya de un pueblo mitanio. El tercero de la lista es Rish-Adad, rey de Apirak, cuya conquista fue considerada por los cronistas posteriores como el acontecimiento más importante del reinado de Naram-Sin. También los presagios otorgan a esta gesta el primer lugar en su carrera. Apirak puede ser idéntica a Abiak, una ciudad cercana a Timtab. Su rey, Rish-Adad, así como su posterior patesi, Sharrubani, llevan nombres semitas.

En el obelisco de Manishtusu los nombres de la mayoría de los ciudadanos de Timtab son semíticos. Kazalla, la provincia elamita en la que se encontraban Timtab, Apirak y Awan, tenía todavía un rey elamita en tiempos de Sargón; pero los nombres de sus ciudadanos y patesis en el periodo posterior de Ur son en su mayoría semitas. Estos hechos son importantes para las condiciones raciales de los pueblos al este del Tigris, en la zona de los Zagros, en la primera mitad del tercer milenio. En las regiones elamitas al sur del Diyala hay semitas que evidentemente no son nativos sino inmigrantes de Akkad, para quienes las repetidas invasiones de los reyes de Akkad habían preparado el camino. Al norte de la Diyala los pueblos hitita-mitanni parecen haber ocupado las colinas de Shimurru y las llanuras del Tigris por encima del Adhem, así como la llanura central de Subartu. Aquí mantuvieron durante siglos una tenaz resistencia frente a los semitas, que también empujaban hacia el norte a lo largo del Éufrates. En Lulubu, poco después del periodo de Akkad, reinó Annubanini; en la estela de Seripul este rey está representado en bajorrelieve con barba poblada y labios afeitados de pie ante una figura bien esculpida de la diosa semítica de la guerra, Ishtar. La inscripción está escrita en semítico, pero demuestra que la religión de Lulubu en el siglo XXVII era sumeria, como la de los semitas de Acad. El propio rey, tal y como está representado aquí, difícilmente es semita, y se ha argumentado que su nombre y los de su esposa y su hermano pertenecen a las lenguas caspio-elamitas.

El cuarto de la lista es Migir-Dagan, rey de Maer. La presencia de un reino semita en el antiguo distrito sumerio de Maer, en Siria, a orillas del Éufrates, es otro indicio del poder semita en Mesopotamia. La importante deidad Dagan, que aparece aquí por primera vez, parece haber sido el dios prehistórico de la tierra de Maer cuya capital era Tirka, actualmente la aldea Isharah en el Éufrates bajo la desembocadura del río Khabur.

El quinto y sexto reyes son Khubtakkibi de Markhashi y Dukhsusu de Mardaman, de los cuales el último, como el primero, estuvo probablemente en Elam. El séptimo de la lista es Manium, rey de Maganna(ki). Los cronistas consideran la conquista de Magan como el acontecimiento de segunda importancia en el reinado de Naram-Sin, y los libros de presagios recogen también los signos en el hígado que condujeron al sometimiento de la "Tierra Maganna". La Crónica afirma que se dirigió a Maganna y capturó a Mannu-dannu, su rey. Un jarrón de mármol de Magan, con la inscripción “Naram-Sin, rey de las cuatro regiones, un jarrón, botín de Magan, fue llevado a Elam”, y se ha recuperado un fragmento en Susa. Naram-Sin hizo una estatua de sí mismo de diorita que trajo de las montañas de Magan, y que dedicó a Shamash en Sippar; y este objeto también fue saqueado por los elamitas, y mutilado todo excepto los pies y la base. Según la inscripción fragmentaria, derrotó a Magan y capturó a su rey Manium al año siguiente de haber derrotado a nueve ejércitos y atado a sus tres reyes. El nombre completo de este rey puede haber sido, por tanto, Mannu-dannu, Quien es poderoso. Magan, un compuesto del sumerio Ma, 'barco', se llamaba así porque sus habitantes eran gente de mar; y un texto de la época de Dungi de Lagash habla de los constructores de barcos de Magan. Las inscripciones sumerias combinan sistemáticamente Magan con Melukhkha, que más tarde en todo caso es Etiopía, pero que originalmente designaba Omán y la parte árabe del Golfo Pérsico. Las fechas de Magan y Melukhkha se asocian con las de Dilmun en el Golfo Pérsico. Magan era llamada la montaña del cobre, y su famosa diorita negra difiere geológicamente de la diorita egipcia. Una epopeya sumeria relativa a los destinos decretados por el dios de la guerra Ninurasha para varias piedras hablaba de la montaña Makkan como la tierra de la dolerita. También Gudea menciona la madera procedente de Magan, Melukhkha, Gubin y Dilmun. Magan, o Makkan, era una tierra costera del Golfo Pérsico, probablemente la moderna el-Hasa, y la clásica Gerra. Era una tierra famosa también por las cabras, y en la leyenda sumeria de Dilmun, o Epopeya del Paraíso, la deidad de Magan se llama Nindulla, “reina de los rebaños”. La referencia a Magan como la montaña de cobre parece indicar la inclusión del Jebel Akhdar de Oman donde todavía se encuentra cobre.

Manium de Magan fue honrado dándole su nombre a la ciudad Manium-(ki), que se menciona en un registro del templo del periodo de Dungi, cuatro siglos después de Naram-Sin. Los habitantes de Magan eran sumerios leales que enviaban tributos a los grandes cultos de Sumer. La tierra también era famosa por la piedra llamada gug (sumeria) o samtu (asiria), que se supone que es el shohan hebreo (?ónice, berilo).

Una antigua ruta de caravanas atraviesa la península arábiga desde Jidda pasando por La Meca y el Jebel Shammar y llega hasta Babilonia en la región de Babilonia. Se trata de la histórica ruta de peregrinación de los mahometanos orientales hacia La Meca. Un ramal norte de esta ruta desde Yambu el-Bahr y Medina se une a la carretera principal en el Jebel Sham-mar. Puede esperarse razonablemente un reino semita, en la época de Naram-Sin, en el Hiyaz y en la tierra de los minaos y la lengua estaría naturalmente estrechamente relacionada con la babilónica. La conquista de esta región pudo realizarse por la ruta terrestre a través del Jebel Shammar, o más probablemente por el largo viaje marítimo a través de Dilmun, Gubin y Melukhkha. Gudea habla de traer piedras de tierras distantes un año entero de viaje; y desde la época de Naram-Sin en adelante la estatuaria y los monumentos esculpidos de Sumer y Akkad están hechos principalmente de diorita de Magan. Por estas razones muchos eruditos han sostenido que Manium era semita y que Magan incluía el Sinaí e incluso Egipto, pero el estudio geográfico de Sargón, que afirma que se llegó a Melukhkha tras una marcha de 120 horas desde el embalse del Éufrates, fija de inmediato la ubicación general de nueve ejércitos con sus tres reyes y en la invasión de Magan. El título de conquistadores de nueve ejércitos, que asume en la estatua de Susa y en la inscripción del templo de Maradda, se refiere probablemente a la rebelión de Erech, Umma y Nippur, cuyos reyes, Lugal-Anna, Arad-Enlil y Amar-Enlil, son los últimos de los diez. Tras la conquista de estas tierras marítimas emprendió la invasión de Magan. A su regreso de esa región encontró a Akkad, Sumer y Elam en revuelta. Es sorprendente que Naram-Sin dispusiera de los recursos militares necesarios para hacer frente a semejante oposición. Poco de su propia Akkad le permaneció leal. Ciertamente, Maer y las provincias occidentales conquistadas para Akkad por sus predecesores no tenían ningún interés en ayudarle a sofocar la rebelión. Su supervivencia debe atribuirse a un ejército bien organizado y entrenado para la obediencia y la lealtad por sus predecesores. Al igual que Sargón, también invadió Siria y llegó hasta el mar. Una tablilla de piedra perforada, utilizada como pedestal para un emblema, y un vaso de mármol, dedicado al templo de Lagash, llevaban inscritos el registro de sus victorias en el lejano oeste: “El divino Naram-Sin, el poderoso rey de las cuatro regiones, heridor de Armanu e Ibla”. Una figura de pie del rey en bajorrelieve se conserva en las tierras montañosas del Kurdistán, en Pir Hussein, una aldea a 32 kilómetros al noreste de Diarbekr, en el Ambar Su, un brazo del Tigris. Lleva el kaunakes sumerio de la época drapeado desde el hombro izquierdo, y agarra la empuñadura de una espada con la mano derecha en actitud de defensa. La mano izquierda, ceñida a la cintura, sostiene el asta de un cetro. Una inscripción en cuatro columnas, muy deteriorada, hace referencia a la realización de la estela y pronuncia una maldición sobre aquel que la destruya. De una frase que hace retroceder el pecho se desprende que se opuso a los invasores, posiblemente los hititas, que pretendían descender sobre Mesopotamia desde más allá del Tauro.

NARAM-SIN Y LA ESTELA DE LA VICTORIA

El monumento más famoso de Naram-Sin es su notable Estela de la Victoria dedicada al dios sol en Sippar y llevada a Susa por Shutruk-Nakhkhunte. El monumento es de arenisca amarilla probablemente obtenida del Kurdistán y transportada a Sippar. El rey vestido de semita asciende a una montaña junto a uno de cuyos picos se arrodillan en súplica sus enemigos conquistados. El campo de la cima de la estela está ocupado por estrellas de ocho puntas con rayos fluyentes, insignias de Ishtar la diosa de Akkad y genio de la guerra. La delicada pero firme ejecución de cada figura, la sencillez y la fuerza de la composición, revelan un arte imperial y prueban que los escultores de Akkad eran algo más que artesanos provincianos. Parece revelar inequívocamente la influencia del arte egipcio de las dinastías II y III. Shutruk-Nakhkhunte, justamente orgulloso de la magnífica estela que había saqueado de Sippar, inscribió su propia inscripción anzanita en una superficie que no ha destruido las figuras. La inscripción original, de la que están destruidas todas las palabras excepto unas pocas, relataba cómo los reyes de las tierras situadas al este del Tigris, en los montes Zagros, incluido Lulubu, se reunieron para oponerse al divino Naram-Sin.

La estatua de Naram-Sin en E-kur dedicada a Enlil se refiere a su conflicto con Kharshamatki, señor de Aram y Am en la montaña Tibar, posiblemente idéntica a la tierra Tabal de las inscripciones asirias y al pueblo Tibareni de la geografía clásica. En la época asiria esta tierra, la Tubal de Ezequiel, se encontraba considerablemente al sur de su emplazamiento posterior a orillas del Mar Negro. La conquista de Aram y Am posiblemente formó parte de la expedición al Kurdistán conmemorada por la estela cerca de Diarbekr, e indicaría que este enérgico guerrero avanzó más allá del Antitauro en Armenia. De ser así, su imperio pudo haberse extendido desde Armenia hasta las orillas del Golfo Pérsico y el Mar Rojo, desde Elam y los montes Zagros hasta la costa mediterránea. Las cuatro regiones se inclinaban ante él al unísono, así reza un fragmento de estatua; y la mejor prueba del reconocimiento de su autoridad en todo este gran imperio es la existencia de los documentos escritos de los patesis, algunos de ellos sus propios hijos, a los que nombró en diversas ciudades. Su hijo Lipitili recibió la provincia de Maradda. Otro hijo, Nabi-Kibmash, fue nombrado patesi de Tutu-(ki), cuya hija, Lipushiaum, era músico del templo de Sin (en Ur). Un tercer hijo, Bingalisharri, al parecer no recibió una provincia.

Los reyes de Akkad nombraron patesis sumerios nativos sobre las antiguas ciudades del sur, pero desconfiaron de los elamitas y nombraron patesis semitas para Susa. Una tablilla fragmentaria escrita en anzanita parece ser un tratado entre Naram-Sin y un rey de Elam. El enemigo de Naram-Sin es mi enemigo y el amigo (?) de Naram-Sin es mi amigo (?) es la frase más destacada de este documento, que sigue a la invocación de una larga lista de dioses elamitas y del dios Amal, de Akkad. La información de este importante documento, la inscripción anzanita más antigua conocida, es exigua, pero confirma la sumisión de Elam al imperio de Akkad.

LAGASH Y NIPPUR BAJO NARAM-SIN

Lugal-ushumgal, patesi de Lagash, parece haber ejercido una marcada influencia en los asuntos de su ciudad. Ascendió a la prefectura de su ciudad desde el cargo de escriba, y fue uno de los enérgicos patesis que revivieron la cultura y el arte de Lagash. Esta ciudad, bajo el benéfico gobierno de Akkad, ya no se vio avergonzada por los celos de sus vecinos y ahora comienza un periodo de glorioso renacimiento que culmina con el reinado del famoso Gudea. Lugal-ushumgal mostró su gratitud al emperador dedicando su sello al divino Naram-Sin, el poderoso, el dios de Akkad; también gozó del patrocinio de Sharkalisharri, que le mantuvo en el cargo. Revivió el antiguo método Lagash de fechar las tablillas por el año de su patesiato, un procedimiento inusual para un patesi que debía adoptar el sistema oficial del imperio. Se han recuperado varios de sus registros comerciales, principalmente la compra de esclavos; los nombres de los ciudadanos de Lagash siguen siendo casi exclusivamente sumerios, pero aparecen palabras semíticas en las cartas y contratos de la época en Lagash. Esto revela el creciente protagonismo de lo semita en Sumer. Los archivos estatales prueban que Lagash enviaba a Akkad cuantiosos tributos en grano, ovejas y ganado, oro y plata, sal y pescado, de los que el rey y la reina recibían las porciones principales. Lagash también estaba obligada a enviar relevos de trabajadores y obreros cualificados a la capital. La oficina administrativa de los asuntos de estado bajo el imperio de Agade se encontraba en la parte occidental de la ciudad, a cierta distancia de los antiguos archivos de la ciudad. La frecuente mención de Lugal-ushumgal, el patesi, en los registros estatales de Lagash en este periodo demuestra que administró los asuntos de la provincia con éxito durante un largo periodo.

Nippur, por otra parte, no parece haber poseído hombres de gran capacidad administrativa que figuren ampliamente en la historia de la ciudad y del periodo. Pero el prestigio religioso de la ciudad gozó de la benevolencia de los emperadores, y tres tablillas de Lagash están fechadas con la fórmula: En el año en que el divino Naram-Sin puso los cimientos del templo de Enlil en Nippur y del templo de Innini en Ninni-Ab' (al sur de Nippur hacia Umma).

La gran reputación de Naram-Sin como constructor de templos queda especialmente patente en las inscripciones de los últimos reyes de Babilonia, Nabucodonosor y Nabónido. Nabucodonosor afirma haber reconstruido el templo de Maradda sobre los antiguos cimientos de Naram-Sin, pero no menciona a su hijo, Lipitili, que en realidad construyó el templo para su padre. Nabónido, en sus relatos sobre la reconstrucción de E-barra, el templo del dios sol en Sippar, dice que excavó hasta los cimientos de Naram-Sin, que reinó 3200 años antes de su propia obra en Sippar (553). La fecha (3753) que así le asigna el anticuario real no puede ser correcta. Sus construcciones en Nippur y Adab se encuentran sólo uno o dos pies por debajo de las obras del siguiente gran restaurador de templos sumerios, Ur-Engur, que reinó a principios del siglo XXV; y entre la dinastía de Akkad y la de Ur-Engur la lista dinástica da un periodo de sólo 151 años más una dinastía desconocida en Uruk, a la que pueden asignarse 50 años. Las cifras de Nabonido para Naram-Sin son casi exactamente 1000 años demasiado altas.

 

SHAR-KALI-SHARRI

(2217-2193 A.C.)

 

LOS ÚLTIMOS REYES DE AKKAD Y LA SUPREMACÍA GUTI

Quedó en la memoria de las épocas posteriores una confusa tradición según la cual el reinado de Naram-Sin terminó en eclipse. De forma más explícita, una crónica tardía declara que el dios Marduk levantó dos veces contra él la horda de los gutis, que hostigaron a su pueblo y recibieron su reino como regalo del dios. Una historia menos definida, de la que se ha dado cuenta más arriba, habla del descenso sobre Sumer y Acad de un enemigo extranjero llamado por el nombre que se da a varios pueblos bárbaros, Umman Manda, que parece haber comenzado su carrera desde el noroeste, pues el curso de su devastación es un gran barrido desde su primera víctima la ciudad de Purushkhandar(? ), al parecer la ciudad de Asia Menor a la que Sargón realizó su épica marcha, y continuando hacia el sudeste hasta que arrasó la propia Gutium, Elam, y no terminó antes de haber invadido también las tierras situadas más allá del Golfo Pérsico, Tilmun, Magan y Meluhha. Nada indica si la invasión aquí relatada tuvo lugar al principio y no al final de su reinado. En cuanto a la crónica, su atribución a Naram-Sin del desastre finalmente infligido por los gutis está en conformidad con una teoría de su compilador, según la cual todos los grandes personajes del pasado habían sido sucesivamente negligentes con el culto de Marduk y por lo tanto rechazados por ese dios supremo. Esto, sin duda, si el texto estuviera mejor conservado, sería un preludio del establecimiento del único reino, templo y culto verdaderos en la propia Babilonia.

Pero si Naram-Sin terminó su vida con un reino no muy deteriorado, ya había signos de decadencia y amplios presagios de los problemas que iban a estallar sobre su hijo. Elam bajo Kutik-In-Shushinak se estaba volviendo independiente y casi desafiante, y los hombres salvajes de los Zagros estaban preparados para abalanzarse sobre la rica tierra que veían protegida sólo por un brazo debilitado. El viejo rey murió finalmente tras un reinado de treinta y siete años, y dejó esta amenazadora situación a su hijo Shar-kali-sharri. No se sabe si era el mayor, pero otro hijo de Naram-Sin llevaba el significativo nombre de Bin-kali-sharri, quedando así los dos hermanos en una relación que entre las antiguas dinastías sumerias habría marcado a un rey y a su hijo destinado a reinar después de él. Pero Shar-kali-sharri no iba a tener sucesor, al menos no de la antigua familia de Sargón. No más que para los otros reyes de Akkad hay una cronología interna de su reinado, pero sin duda sus problemas empezaron pronto. Casi por primera vez en esta dinastía tenemos la ventaja de varios nombres de años o fórmulas de datación que se refieren a logros bélicos. Naturalmente, estos sucesos se relatan bajo el color de victorias, pero la lista de enemigos, por breve que sea, da un testimonio elocuente del precario dominio que mantuvo sobre sus dominios más cercanos y de la pérdida de sus provincias más lejanas.

Los primeros de la lista son Elam y Zakhara, este último un pequeño estado fronterizo que se había unido a la resistencia contra Rimush; estos aliados tuvieron ahora la temeridad de lanzar una invasión de la propia Babilonia, donde atacaron la antigua ciudad de Akshak. Aquí fueron recibidos y (según afirma) derrotados por Shar-kali-sharri; al menos se retiraron a sus propios países, donde Kutik-In-Shushinak estaba tan lejos de quedar desacreditado que se autoproclamó “poderoso rey de Awan” y poseedor de las “cuatro regiones”, en el mismo estilo asumido hasta entonces por los señores de Agadea. De este campo de batalla oriental Shar-kali-sharri fue llamado lejos, al noroeste, para enfrentarse a otro enemigo. Una segunda fecha anual proclama que “venció al amorreo en Basar”. Una nueva oleada de invasores semitas, como la que habían sufrido los propios acadios, se dirigía hacia las ricas ciudades del sur, y su poseedor se vio acorralado entre dos ataques convergentes. En esta postura el destino de Shar-kali-sharri fue muy similar al de Ibbi-Sin en la siguiente época de la historia babilónica, obligado a girar desesperadamente de un flanco a otro, conteniendo con golpes fallidos la presión que finalmente iba a aplastar en su reino.

Esta batalla para rechazar la invasión amorrea tuvo lugar en Basar, que probablemente se ha identificado con la cadena de colinas que aún se denomina Jebel el-Bishrl. Estas colinas que se extienden hacia la orilla derecha del Éufrates por debajo de Raqqah fueron a veces atravesadas por los ejércitos asirios en marcha en épocas posteriores; se encuentran a unas 350 millas del otro campo de batalla de Shar-kali-sharri en Akshak-tan amplio era el espacio que tenía que defender el esforzado rey.

Pero cualesquiera que fueran las llamadas que se le hicieran en el oeste, fue desde el otro lado desde donde le llegó el peligro, como revelan imperfectamente las fechas anuales. Una de ellas registra vagamente que “se lanzó una campaña contra Gutium”, mientras que otra afirma un éxito brillante: “hizo prisionero a Sharlak, rey de Gutium”. De nuevo se nos recuerda a Ibbi-Sin, que afirmó, sin duda con verdad, éxitos, incluso triunfos, contra sus enemigos tanto occidentales como orientales. Pero en ambos casos se trataba de una batalla que se perdía lentamente. Se tiene constancia de que Shar-kali-sharri reinó veinticinco años, Ibbi-Sin más o menos lo mismo, y en ninguno de los dos casos sabemos cómo se produjo finalmente el colapso. Pero la semejanza termina aquí, ya que mientras que la dinastía de Ur desapareció, la de Akkad, aunque pasó por un breve período de convulsión con cuatro efímeros ocupantes del trono, sobrevivió hasta un nuevo período en el que se sucedieron regularmente dos reyes con duraciones normales de reinado. Sin embargo, poco más se sabe de la gran dinastía de Akkad, y no cabe duda de que fue prácticamente derrocada por los montañeses, y que su principal ataque terminó o siguió directamente al reinado de Shar-kali-sharri.

La confusión se refleja en una carta contemporánea de un hombre que se esforzaba por rehabilitar su granja tras la devastación, y en un sorprendente relato poético, escrito en sumerio, que pretende describir las glorias y la caída de Akkad. En el orgullo del dominio y la riqueza Naram-Sin (pues a su reinado se asigna el desastre en este relato) había cometido un asalto sacrílego contra la ciudad santa de Nippur y su templo, dejándolo todo en ruinas. No se da ninguna razón para este ultraje, pero su efecto fue enfurecer no sólo al dios supremo Enlil, que visitó Sumer con la invasión extranjera de los gutis y con el hambre, sino también a otros dioses, que maldijeron a la ciudad culpable de Akkad y juraron su desolación y la ruina de todos sus habitantes. Esta condena se cumplió dramáticamente y la vida llegó casi a su fin en la capital del tirano. Para marcar esta catástrofe, incluso la lista de reyes detiene por un momento su trote de nombres y números para preguntarse retóricamente "¿quién fue rey, quién no fue rey?" antes de nombrar a cuatro tenebrosos que reclamaron el trono en un plazo de tres años. Esta frase en sí misma llegó a denotar la ocasión, ya que un artículo de la colección de los arúspices señalaba la aparición de cierto signo como "el presagio de "¿quién fue rey, quién no fue rey?" y continuaba observando que esta fatídica ocasión también estuvo marcada por el prodigio de un buey comiendo la carne de un buey en el momento en que el propio rey ofrecía el sacrificio que debía leerle el decreto del destino.

De hecho, la caída de esta monarquía proporcionó muchos recuerdos a quienes pudieron rastrear incidentes significativos que acompañaron la marcha de los acontecimientos, pues existe una colección formada por un estudioso posterior de “cuarenta y siete signos extraños que fueron a (anunciar) la caída de Akkad”, y otro presagio inscrito en un modelo de hígado de oveja muestra en representación real qué era lo que presagiaba la ruina de Akkad. Todavía merece la pena citar un presagio más por una aparente insinuación del fatal acontecimiento cuando los gutis derrocaron el reino; tales y tales marcas eran el “presagio de Shar-kali-sharri. . .ruina de Acad; el enemigo caerá sobre tu paz”. De esto podría parecer que la vigilancia del reino fue engañada por una repentina y abrumadora acometida de las tribus salvajes. En cuanto al propio rey condenado, otro presagio declara que encontró la misma muerte misteriosa que Rimush, por los 'sellos' de sus siervos.

De los cuatro reyes facciosos que no pudieron mantenerse ni siquiera unos contra otros apenas se sabe nada, como era de esperar, aunque ha sobrevivido una breve inscripción que tal vez perteneciera a Elulu, uno de ellos. A éstos siguieron dos que pusieron fin a la dinastía con reinados de considerable duración, probablemente cuando se gastó la primera fuerza de la invasión guti, pues unas pocas inscripciones revelan que el gobierno del último rey, llamado Shu-Durul, tuvo cierta importancia y se extendió hasta Eshnunna.

No es posible descubrir cómo encajaba esta supremacía parcial en la soberanía general, pero sin duda laxa, de los gutis. A éstos se les atribuyen en la lista veinte o veintiún reyes y un total de 125 años de supremacía. En el momento de la invasión o bien no tenían rey alguno, como dice una versión, es decir, eran bárbaros típicos, o bien su rey era uno cuyo nombre no se conservó, lectura que tiene mejor autoridad, aunque menos sentido. Los reyes gutis han dejado, en cualquier caso, muy poca huella en la historia de Babilonia, y muy pocos monumentos de su débil y esporádico gobierno. Sus nombres, extravagantes al principio, muestran hacia el final una tendencia a tomar un color babilónico, pues sin duda la cultura superior de las llanuras impregnó gradualmente a los rudos miembros de la tribu.

Unos pocos monumentos, dedicatorias inscritas con sus nombres, atestiguan la decente observancia de estos gobernantes foráneos hacia los impresionantes cultos que mal podían comprender. Pero en su mayor parte fueron sin duda meros destructores y arpías de las riquezas del país. Su paso por Asiria, de la que no tenemos pruebas escritas (como de hecho apenas las hay de ningún lugar de esta época de decadencia), está marcado por el estado de las ruinas de la ciudad de Ashur, donde en el emplazamiento del gran y floreciente templo de Ishtar, que había estado repleto de obras de arte hasta el final de la dinastía agadea, no se encontró nada en el nivel siguiente salvo los restos de chozas que cubrían el lugar sagrado; si no se trataba de las chozas de los propios montañeses, éstos habían reducido al resto de los habitantes a este miserable paso. Nada se recordaba de este período, que los babilonios guardaron después en humillante memoria, excepto su final, una gloriosa liberación aclamada con no menos fervor y seguida de una reacción no menos vigorosa, que la expulsión de los hicsos de Egipto.

Aunque la lista de reyes, en su forma esquemática habitual, hace que los gutis reinen sin rival hasta su derrocamiento, hay muchos indicios de que su ascendencia, siempre parcial e impermanente, se había reducido antes de su destierro a una dominación esporádica, pues es evidente que otras dinastías, tanto en la lista de reyes como omitidas en ella, gobernaban otras partes de la tierra antes de que los gutis finalmente se retiraran. La propia dinastía de Akkad, tras un periodo de convulsión, se recuperó con el advenimiento de dos reyes, que se mantuvieron en cierto estado durante reinados de duración normal. Después de Akkad la lista dispone, no ya a los gutis, sino a un grupo de cinco reyes oscuros, casi desconocidos por lo demás, que gobernaron durante treinta años como la Cuarta Dinastía de Uruk, y que sin duda fueron contemporáneos de algunos de los gutis, quizá de los últimos reyes de Akkad. Ocurre también que Lagash vuelve a ser preeminente en el renacimiento de las tradiciones sumerias tras el largo dominio acadio y el interludio bárbaro, al igual que la misma ciudad lo había sido en el periodo dinástico temprano, sin que en ninguna de las dos épocas lograra ser admitida en la lista de soberanos.

En los últimos años de Naram-Sin y los primeros de Shar-kali-sharri un tal Lugalushumgal fue ensi de la ciudad, y hubo varios otros muy poco conocidos, que vivieron como él como vasallos de Akkad. Pero tras la caída de Shar-kali-sharri, el estilo y la datación de los documentos comerciales se alteran, ya que los años no se nombran con las fórmulas oficiales prescritas desde Agade, sino según las celebraciones religiosas de los gobernantes locales.

La ascensión de Lagash a un periodo de gran prosperidad está marcada por el reinado de Ur-Baba, que alcanzó suficiente independencia y riqueza para emprender la reconstrucción de templos y obras de irrigación en torno a su ciudad, y para patrocinar una notable escuela de escultores en piedra dura, que habrían de producir, en las dos generaciones siguientes, las obras maestras más acabadas de la estatuaria babilónica. La pequeña estatua inscrita de sí mismo, en dolerita, y a la que ahora le falta la cabeza, promete pero aún no se ha cumplido, pues es rechoncha y sin vida. A diferencia de su sucesor Gudea, este gobernador no hace alarde de haber enviado al extranjero la piedra para hacer sus estatuas, pero no era un magnate meramente local, pues una hija suya fue sacerdotisa del dios Luna en Ur y dedicó allí un vaso inscrito. Aquí se muestra de nuevo esa estrecha conexión entre Lagash y Ur que había existido en el periodo dinástico temprano desde los tiempos de Ur-Nanshe. Otra hija fue esposa de un gobernante posterior llamado Ur-gar, pero un miembro más conocido de su familia fue Nammakhni, otro yerno, que también era nieto de un tal Kaku, pero ni el recuento de generaciones ni el estilo de una tablilla, que nombra el año de ascensión de Kaku, sugieren que pueda haber sido el rey de la Segunda Dinastía de Ur, derrotado por Rimush.

Nammakhni realizó algunas construcciones en Lagash, y algunos otros monumentos llevan su nombre, pero al igual que otros su reinado se conoce mejor por su final, ya que fue víctima de otro conquistador Ur-Nammu, fundador de la Tercera Dinastía de Ur, que se jacta de esta victoria en el prólogo de sus leyes. El sincronismo, interesante en sí mismo, da lugar a un difícil problema histórico, pues si Nammakhni fue un predecesor de Gudea, como se supone, habría que considerar que el propio Gudea gobernó durante la época y bajo el dominio de Ur-Nammu y la soberanía de Ur; pero el grado de independencia que muestran las inscripciones de Gudea, la ausencia total en éstas de la más mínima alusión a Ur y a cualquier señor supremo, y su presencia real en la propia Ur hacen difícilmente concebible tal dependencia. Sin embargo, no parece haber lugar para su reinado, aparentemente de cierta duración, en los años entre Ur-Baba y el ascenso de Ur-Nammu.

En la balanza del poder contemporáneo, Gudea no era sin duda más que uno de los príncipes locales lo bastante fuertes como para mantenerse en sus propias ciudades y palacios pero no para entrometerse mucho con sus vecinos. Mantuvo la conexión que Ur-Baba tenía con Ur, y nos informa, en una de sus largas inscripciones, de que envió una expedición militar contra los distritos de Anshan y Elam, los derrotó y dedicó sus despojos a su dios Ningirsu. El gran acontecimiento de su reinado fue la reconstrucción de la casa de este dios, llamada E-ninnu. Con esta empresa están relacionadas todas sus inscripciones, ya sea como depósitos de cimientos y ladrillos o como objetos (estatuas, jarrones, cabezas de maza) para amueblar el interior. De las inscripciones tan generosamente esparcidas por ellas aprendemos muchos detalles interesantes de la observancia religiosa en su época, y obtenemos una imagen inigualable de la vida de los dioses y los hombres en las ciudades sumerias, donde estos dos órdenes de seres vivían en un contacto tan perpetuo y con instituciones tan paralelas que el servicio universal debido al dios principal parecía poner a todas las demás criaturas al mismo nivel, y hacer casi indistinguible si el sirviente, desde el mayordomo hasta el pastor de asnos, era dios u hombre. En la construcción de E-ninnu Gudea gastó toda su riqueza e influencia, y uno de sus pasajes más interesantes, al describir estos esfuerzos, da una imagen notable de los recursos de su época y de las condiciones externas de la tierra. Sólo una vez recibió el templo un botín extranjero, pero una inmensa superficie fue puesta a contribución para obtener materiales de construcción nobles: maderas de diversos tipos tanto del este como del oeste, piedras ornamentales de diferentes partes de Siria, polvo de oro de Armenia y betún de la vecindad de Kirkuk. Sin duda, todos estos materiales se obtenían mediante el comercio caravanero, y puesto que éste pasa, incluso bajo los gobiernos más opresivos, sujeto al pago de peajes, no sería necesario suponer que el transporte lejano de Gudea implicaba la supresión de la autoridad central, en este caso de los gutis. Pero su incursión bélica independiente contra Elam no habría sido tolerada por un señor efectivo, y parece que el último rey de los gutis había provocado el cese del tráfico, pues una frase llamativa de la inscripción que relata su derrocamiento dice que “había hecho crecer hierba larga en las carreteras de la tierra”. Además, el propio Gudea representa su libertad para comerciar como un beneficio concedido por el propio dios, que “abrió el camino desde el mar superior hasta el inferior”. Hay razones, pues, para creer que parte del reinado de Gudea cayó en el periodo posterior a la derrota final de los gutis.

La gloria de este reino, por lo demás insignificante, son los triunfos artísticos con los que lo dotaron algunas circunstancias felices. Entre las ruinas de Lagash se han encontrado, en diversos momentos de los últimos setenta años, las famosas estatuas de Gudea y de su hijo Ur-Ningirsu que representan para nosotros los más altos logros de la escultura sumeria. Son, en efecto, de mérito diferente, algunas tienen una desagradable proporción achaparrada que les da un efecto grotesco, acentuado por la postura formal de las manos y la pérdida accidental de las cabezas. Estas cabezas, cuando se conservan, tienen rasgos finamente marcados, y ganan mucho, en estimación moderna, por tener los ojos tallados, y no incrustados con otros materiales, una práctica que daba a tantas figuras sumerias un aspecto repulsivo, de mirada fija; aunque está fuera de duda que los ojos de las figuras de Gudea también estaban pintados originalmente, y bien pudieron tener un aspecto tan tosco como las incrustaciones. En los mejores ejemplos, la túnica también, y el hombro y el brazo desnudos están modelados con suma delicadeza. Estas obras maestras hacen lamentar la desaparición de muchas más que Gudea nos dice que hizo para el mobiliario del templo de Ningirsu. Pero en esta información nos ha dejado otro tipo de obra maestra, ya que sus inscripciones, a pesar de la uniformidad de su contenido, dan la lengua sumeria en su forma más desarrollada, divorciada tanto de la torpeza primitiva como de la artificialidad tardía; son, de hecho, el clásico sumerio, al igual que el Código de Hammurabi es el acadio. La habilidad literaria era nativa en Lagash, pues no parece casualidad que la misma ciudad haya producido la mejor escritura descriptiva (si no puede llamarse histórica) tanto en la época dinástica temprana como al final de la opresión gutiana.

LA EXPULSIÓN DE LOS GUTIS

Esa opresión, como ya se ha sugerido, llegó a un final decisivo probablemente en vida del propio Gudea, por obra de un héroe nacional. Éste fue Utu-khegal, rey de Uruk, que en la lista de reyes representa en solitario a la Quinta Dinastía de esa ciudad y, de acuerdo con su esquema habitual, es proclamado soberano de la tierra en virtud de su victoria sobre los gutis. Aparte de algunas inscripciones propias, de su lugar en la lista real y de algunos recuerdos ominosos del destino de su rival, Utukhegal aparece en otros dos documentos. Uno es una crónica tardía, que conocía el único hecho memorable sobre él, pero lo subordina bastante a una anécdota pietista sobre su condición de pescador al que los gutis impidieron impíamente ofrecer su pesca al dios Marduk, y a su vez ofendió a la misma deidad y murió ahogado. El otro es de un interés bastante inusual, ya que se trata de una copia del relato de la victoria del propio héroe, que puede haber sido tallado originalmente en un monumento esculpido. Su lenguaje es fuerte y vívido. Sin ningún preámbulo, se sumerge en una denuncia de “Gutium, la serpiente urticante de las colinas, enemiga de los dioses, que se había llevado la realeza de Sumer a las montañas y había llenado Sumer de maldad”, robando a esposas e hijos y cometiendo toda clase de maldades en la tierra. El dios Enlil, continúa, resolvió 'destruir su nombre' y para su instrumento eligió a Utukhegal, rey de Uruk. La historia avanza rápidamente: el rey rezó a la diosa de su ciudad, Inanna, exponiéndole la opresión de los gutis, y la diosa le 'eligió' mediante una señal divina.

Marchando fuera de Uruk con sus ciudadanos-soldados los arengó en un lugar llamado Templo de Ishkur; asegurado el apoyo de dos dioses grandes y dos menores se propuso destruir Gutium. Las levas de Uruk y Kullab respondieron con un grito y presionaron detrás de él. En el cuarto día de marcha llegó a un canal, en el quinto a un lugar llamado Santuario de Ili-tabba, donde se encontró con dos 'lugartenientes' (con buenos nombres babilónicos) enviados por el rey de Gutium tal vez para exigir su rendición. El sexto día de marcha le llevó a Ennigi donde imploró la ayuda del Dios del Tiempo al que pertenecía aquel lugar. Aquí se entabló la batalla, la hueste enemiga estaba comandada por los dos lugartenientes a las órdenes del propio rey Tirigan, que acababa de llegar al trono, pues la lista de reyes le da un reinado de sólo cuarenta días. El resultado fue un triunfo sumerio; Tirigan huyó solo, y trató de refugiarse en una ciudad llamada Dubrum, la cual, sin embargo, al oír el resultado de la batalla, rechazó al fugitivo, y lo entregó prisionero con su mujer y su hijo al vencedor, quien 'puso su pie sobre su cuello, y restauró la realeza de Sumer en su propia mano'. Esta famosa victoria, como tantos otros incidentes históricos, fue recordada en los libros de los adivinos: la presencia de seis pequeñas vasijas sobre el hígado era un presagio del rey Tirigan que huía en medio de su hueste.

Aún más amenazador fue un eclipse de luna con ciertos fenómenos concomitantes el día catorce del mes de Tamuz: “se dará una decisión al rey de los gutis, habrá una caída de los gutis en batalla, la tierra quedará desnuda”.

El presagio tiene algo más que un interés supersticioso, pues el día del eclipse y sus circunstancias concomitantes ofrecen a los cronólogos modernos la posibilidad de fijar la fecha de esta batalla y del final de la dinastía de los gutis. Cabe añadir que otro presagio parece corroborar la historia de que la vida de Utukhegal terminó ahogándose, mientras supervisaba la construcción de una presa fluvial. Las últimas palabras de su inscripción están preñadas de un sentido de lo que significó esta victoria. Una vez más, no se trataba de la mera suplantación de una ciudad por otra, cuando ambas eran vagamente conscientes de una unidad subyacente.

Dos siglos de sometimiento, primero a los alienígenas acadios y después, peor aún, a los execrables gutis, habían encendido el sentimiento nacional hasta convertirlo en una llama. Al principio de cada reinado la revuelta había sido más feroz, la represión más severa. Cuando por fin llegó la liberación, liberó un torrente de patriotismo sumerio y un estallido de energía que, sin embargo, tuvo que constreñirse dentro de unos límites más estrechos que los que había establecido Sargón. En cuanto al sentimiento, es una opinión probable que la propia lista de reyes, con sus ideas fundamentales de la nacionalidad y la unidad de una realeza común, fuera un producto de los días de Utukhegal, cuando las experiencias pasadas y presentes del pueblo parecían más aptas para haber engendrado esa fe. En cuanto a la energía, ésta se expresó en las victorias extranjeras y en el estado interno que iba a alcanzar la Tercera Dinastía de Ur.

 

 

UR-BAU_ UR BABA

(2164-2144 A.C.)

 

Los bárbaros (gutis) del norte descendieron ahora sobre Sumeria y Akkad. El cuadro dinástico de Scheil termina: “La realeza fue arrebatada a las huestes de Gutium que no tenían rey”. Una lista de Nippur asigna 21 reyes y un periodo de 125 años y 40 días al reino de Gutium. Algunos de los reyes tienen nombres que parecen contener elementos hititas: Arlagan (Ar[a], dar), Saratigubisin (Sin, hermano). Es evidente que las dos tierras de la baja Mesopotamia reconocían la realeza de Gutium, cuya capital probablemente permaneció en Arrapkha (quizá Kerkuk, al este de Arbela); y una inscripción afirma que Gutium se había llevado la realeza de Sumer a las montañas. Los textos de la época se refieren con frecuencia a la devastación y el saqueo de las ricas tierras de Sumer y Acad por parte de los pueblos de Gutium. Así, la estatua de Anunit en Akkad fue llevada a Arrapkha, donde permaneció durante 2000 años hasta que Neriglissar la restauró en su templo.

En tiempos de estos opresores se cantaban en los templos lamentaciones en sumerio y semítico. Un fragmento de Nippur se lamenta por la ruina de esa ciudad, y por Kesh y Adab, dos centros del culto a la diosa de la tierra que habían sido arrasados por Gutium. El pie del extranjero había profanado los santuarios de la antigua Sumer, y “Nippur por el arma mortífera fue herida”. “Nintud a causa de sus hazañas lloró amargamente”. Tras mencionar los cultos de la diosa del nacimiento (Ninlil, Nintud), la liturgia retoma los males del culto de Innini en Erec. “Eanna, morada de la cámara oscura, el enemigo contempló y los ritos sacerdotales fueron suspendidos”. Los himnos de este tipo suelen limitar sus referencias a un único culto o deidad y hacen hincapié en la ruina de las ciudades donde se encontraban su templo principal o sus capillas. Una lamentación semítica sobre su calamitoso periodo se refiere principalmente a Innini-Ishtar. “Ella de Erec llora porque su dama de honor está exiliada. Ella de Akkad llora porque su atracción se ha ido. Llora por Erec, ella se ha encontrado con el oprobio de la vergüenza. En cuanto a la hija de Larak su rostro está cubierto con su chal en señal de desgracia”. El himno menciona en el mismo tenor las ciudades Kharsagkalama, Khulkhud-tul, Mash, Kesh, Dunna, Nippur y Der. A la vista de estas claras pruebas del nefasto dominio de Gutium durante 125 años, no es de extrañar que los registros comerciales y las obras de arte desaparezcan casi por completo. Tan detestado llegó a ser el nombre de Gutium en Sumer que se la conocía como la “morada de la peste”.

Sin embargo, uno de sus reyes, Lasirab, dedicó una fina cabeza de maza de piedra al templo de Sippar, donde fue encontrada. La inscripción está escrita en el dialecto semítico de la época de Akkad, y menciona a los dioses de Gutium, así como al Innini sumerio y al dios lunar Sin. Lasirab rindió homenaje a la cultura de las tierras que había expoliado aprendiendo su arte, su escritura y su lengua, y reconociendo a sus dioses. De nuevo, en Nippur los excavadores americanos encontraron una tablilla que parece ser una recopilación de inscripciones copiadas de estatuas dedicadas a Enlil en Nippur. Contiene el nombre de E-irridupizir o Enridapizir, rey de Gutium y de las Cuatro Regiones. También él se convirtió en discípulo de las creencias sumerias y dedicó su estatua al gran dios del que derivaban todas las pretensiones reales. El acto en sí demuestra que incluyó a Nippur en su reino, y en la elección de su título imitó a Naram-Sin, que también se había descrito a sí mismo como Rey de las Cuatro Legiones. La tablilla de Nippur relata probablemente las hazañas de los grandes reyes de Gutium, cuyo dominio debió de coincidir estrechamente con el vasto imperio de Agade. Administraron las antiguas provincias mediante un sistema de patesis, o reyes-sacerdotes, y no parecen haber modificado la administración existente. Bajo Sium, rey de Gutium, el patesi de Umma fue Lugal-annatum, cuya inscripción hace referencia a la prosperidad de Umma, “a la que enriqueció con liberalidades durante 35 años”.

Hemos visto que la dinastía de Akkad marca el punto culminante alcanzado por las razas de Sumeria y Akkad durante los primeros periodos de su historia. Es cierto que los reyes de este periodo debían mucho a sus predecesores inmediatos, pero añadieron y mejoraron su herencia. A través de largos siglos de lento desarrollo, la comunidad aldeana se había transformado gradualmente en la ciudad-estado, y esta institución había florecido y a su vez había decaído ante la influencia centralizadora de los reinos de Sumer y Kish. Fue sobre las ruinas de esta última monarquía que Sargón fundó su imperio, que difería del de Kish en su extensión, más que en los principios de su formación. Se puede trazar una conexión igualmente estrecha entre los restos culturales de los periodos sucesivos de los que nos hemos ocupado hasta ahora. Los rudos, aunque vigorosos, esfuerzos artísticos de los primeros sumerios proporcionaron los modelos sobre los que mejoraron los semitas inmigrantes del norte de Babilonia. En la escultura de Kish y en los sellos-cilindro de ese periodo vemos la transición entre los dos estilos, cuando el objetivo de un tratamiento naturalista producía a veces resultados torpes y grotescos. La plena consecución de este objetivo bajo el patrocinio de los reyes acadios confiere a su época un interés y una importancia que, sólo con su imperio, quizá no habría disfrutado.

Mientras que las épocas más tempranas de la historia de Babilonia ofrecen un cuadro sorprendente de crecimiento y desarrollo graduales, los períodos que suceden a la dinastía de Acad están marcados por un cierto movimiento retrógrado, o de vuelta a ideales anteriores. El estímulo, que produjo el imperio y el arte de Acad, puede remontarse a la afluencia de elementos raciales frescos al norte de Babilonia y su fusión con los elementos más antiguos y cultos del sur. Cuando el impulso se agotó y las dinastías a las que había dado lugar siguieron su curso, se produjo poco desarrollo posterior en esta línea. Tanto en el arte como en la política, una reacción sumeria siguió al periodo de poder semita, y el establecimiento de la dinastía de Ur fue significativo de algo más que un desplazamiento de la influencia política hacia el sur. Parecería que se hizo un intento sistemático de volver a los estándares anteriores. Pero la influencia de Acad y sus monarcas, aunque deliberadamente ignorada y combatida, distaba mucho de ser ineficaz. Al igual que las esculturas de Gudea deben mucho al periodo de Naram-Sin, el imperio de Dungi se vio inevitablemente influido por las conquistas de Sargón. No se produjo ninguna detención repentina ni del desarrollo político ni del cultural del país. La recuperación del poder por parte de los sumerios simplemente cambió la dirección en la que iba a tener lugar el desarrollo posterior. Aunque, visto desde un punto de vista general, no hay ruptura de continuidad entre la época de Akkad y la de Ur, hay cierta falta de información con respecto a los acontecimientos del periodo intermedio. Todo indica que entre el reinado de Naram-Sin y el de Ur-Engur, el fundador de la Dinastía de Ur, hay que contar en generaciones y no en siglos, pero la duración total del período sigue siendo desconocida. El final de la Dinastía de Akkad, como ya hemos visto, está envuelto en el misterio, pero el vacío en nuestro conocimiento puede afortunadamente salvarse hasta cierto punto. En este punto, la ciudad de Lagash acude una vez más en nuestra ayuda y, al proporcionarnos los nombres de varios de sus patesis, nos permite ordenar una secuencia de gobernantes y, de este modo, formarnos una cierta estimación de la duración del período en cuestión.

Se recordará que bajo Sargón y Naram-Sin un tal Lugal-ushumgal fue patesi de Lagash, y que se han recuperado las impresiones de sus sellos que empleó durante los reinados de estos dos monarcas. Se conocen los nombres de otros tres patesis de Lagash, que también deben asignarse al periodo de la dinastía de Akkad, ya que se mencionan en tablillas de esa fecha. Se trata de Ur- Babbar, Ur-E y Lugal-bur; el primero de ellos parece haber sido contemporáneo de Naram-Sin, y en ese caso debió seguir a Lugal-ushumgal. En cuanto a Ur-E y Lugal-bur, no tenemos más información que el hecho de que vivieron durante el periodo de los reyes de Acad. Otro grupo de tablillas encontradas en Tello, diferenciadas en su tipo de las de la dinastía de Acad por un lado, y por otro de las tablillas de la dinastía de Ur, nos proporciona los nombres de otros patesis que se sitúan en el período anterior al ascenso de Ur-Engur. Tres de ellos, Basha-mama, Ur-mama y Ug-me, fueron probablemente anteriores a Ur-Bau, que nos ha dejado amplias pruebas de su actividad constructora en Lagash. Poseemos una tablilla fechada en el año de ascensión de Ur-mama, y otra fechada durante el patesiato de Ug-me, en el año de la instalación del sumo sacerdote en Nina. También se ha encontrado un sello del reinado de este último patesi, lo que apoya la atribución de este grupo de tablillas al periodo comprendido entre la época sargónica y la de Ur. El tema del grabado del sello es la adoración de una divinidad, una escena de ocurrencia muy común durante el periodo posterior; pero por su estilo y tratamiento la obra recuerda vívidamente a la de la época de Shargon y Naram-Sin. Sobre la base de estas pruebas se ha argumentado que el periodo de Ug-me no estaba lejos del de Lugal-ushumgal, Ur-E y Lugal-bur.

Ur-Bau, uno de los patesis más ilustrados de la ciudad de Lagash, puede situarse poco después de Sharkalisharri, pues todavía empleaba los mismos enormes moldes de ladrillo del tamaño adoptado por Naram-Sin. Construyó o reconstruyó un gran templo de Ningirsu en la terraza al norte de Girsu en Lagash. Estaba adornado con estatuas muy notables de los dos grandes patesis, Ur-Bau y Gudea. Se ha recuperado una estatua de diorita de Ur-Bau. La figura está decapitada, el cuerpo es anormalmente achaparrado y pesado, y en ejecución claramente inferior a las de Gudea. El patesi está representado de pie con las manos entrelazadas en pose litúrgica, con el largo manto drapeado graciosamente desde el hombro izquierdo. Una inscripción en él conmemora su construcción del templo E-ninni. En Girsu construyó un templo a la diosa-madre Ninkharsag de Kesh, otro al dios del agua, Enki de Eridu; otro a Geshtin-anna, un título de la antigua diosa-madre virgen Innini de Erech, y otro a Tammuz, su hijo y consorte. En la ciudad vecina, Uru-kug, “Ciudad Santa”, construyó un templo a Bau, diosa de la curación y consorte de Nin-girsu. En el templo-montículo el excavador, De Sarzec, recuperó una figurilla de bronce de un dios sujeto a un pilar en posición arrodillada con las manos firmemente colocadas en la parte superior del poste como si estuviera en el acto de plantar firmemente el extremo puntiagudo en el suelo. Se trata de un nuevo tipo de las antiguas figurillas de cobre de la época presargónica, un poste con el cuerpo de una divinidad femenina con una lápida de piedra en la cabeza. Estaba encerrada en un recipiente de arcilla con la habitual tablilla de piedra en la que estaba inscrito el registro de las obras piadosas de Ur-Bau para los dioses. Este curioso talismán representa al propio dios de la ciudad protegiendo los límites de su tierra, y nos recuerda a la deidad romana Terminus.

Ur-Bau tuvo algo más que fama local y contemporánea, ya que en tiempos de Sainsu-iluna (siglo XXI) una calle de Erech recibió su nombre. Suyas son las primeras inscripciones que mencionan a Ninagal, una variante de Ninegal, una forma de Ereshkigal, diosa del mundo inferior; y él afirma haber sido su hijo. Sus dos yernos se convirtieron en patesis después de él; vivieron en un periodo en el que no existía un gobierno central fuerte, ya que utilizan sus propias fechas anuales, lo que no se habría permitido bajo los grandes reyes de Agade. Nammakhni, que se había casado con su hija, Ningandu, parece haber sido un gobernante importante. Era nieto de Ka-Azag, el patesi que probablemente precedió a Ur-Bau. Su madre, Ninkagina, dedicó una estatuilla suya a la diosa Bau por la vida de su hijo y patesi. La esposa de Urgar, un patesi, y otro yerno de Ur-Bau, dedicó igualmente una estatuilla de sí misma por la vida de su marido. Los monumentos de Nammakhni son numerosos; entre ellos, un gran plato circular de ónice veteado dedicado a Ningirsu por su esposa; una maza de mármol dedicada a un dios, Dunshaggana, y otra dedicada a Urizi, dios del harén. Aunque Nammakhni fue uno de los sucesores inmediatos de Ur-Bau, ya no utilizó los enormes moldes de cúbito (17 pulgadas cuadradas) del periodo Agade que habían sido adoptados por Ur-Bau. El tamaño introducido por él es de poco más de un pie cuadrado, el molde empleado posteriormente por Gudea y por los grandes constructores de la última dinastía de Ur. De esto podemos deducir que Ur-Bau vivió poco después de Shargalisharri y que Gudea pertenece a un periodo no muy alejado de Ur-Bau. Esto demuestra por sí mismo la imposibilidad de intercalar un largo período entre la dinastía Ur-Engur y el reino de Acad.

Uno de los documentos de este periodo está fechado durante el patesiato del propio Ur-Bau, en el año en que emprendió ciertas obras extensas de irrigación, mientras que otros están fechados en el año de la ascensión de Ur-gar, y en el que siguió a la ascensión de Nammakhni. Por otras pruebas sabemos que Nammakhni era yerno de Ur-Bau, ya que desposó a Ningandu, la hija de Ur- Bau, y aseguró a través de ella su título al trono. Ur-gar también debe pertenecer a la generación posterior a Ur-Bau, ya que se ha encontrado una estatua femenina en Tello, que fue dedicada a alguna deidad por una hija de Ur-Bau en nombre de su propia vida y la de Ur-gar, el patesi. También se han datado tablillas en los años de sucesión de Ka-azag, Galu-Bau y Galu-Gula, y su contenido proporciona indicios de que datan aproximadamente de la misma época. Ur-Ninsun, cuyo nombre y título aparecen en el fragmento de un cuenco muy similar al empleado por la esposa de Nammakhni, no se menciona en las tablillas, pero varias están fechadas en los reinados de Gudea y de su hijo Ur-Ningirsu. Ahora bien, en el reinado de Dungi, el hijo de Ur-Engur, vivió un sumo sacerdote de la diosa Nina llamado Ur-Ningirsu; y, si podemos identificar a este funcionario sacerdotal con el patesi de ese nombre, como es muy probable, obtenemos un punto de contacto definitivo entre la historia posterior de Lagash y la de Ur. Pero incluso si se considera que el sincronismo entre Ur-Ningirsu y Dungi no está probado, no cabe duda de que ningún intervalo largo separó el reinado de Gudea de la dinastía de Ur. El carácter del arte y el estilo de escritura que encontramos en Lagash en esta época son tan similares a los de Ur, que un período debió de seguir al otro sin solución de continuidad. Un ejemplo sorprendente de la semejanza que existía en las producciones artísticas de las dos ciudades en esta época lo ofrecen los conos votivos de cobre, o clavos, de Gudea y Dungi, coronados por las figuras de un toro couchant. Una ojeada mostrará los ligeros cambios en la forma y el tratamiento del tema introducidos por los metalúrgicos del reinado de Dungi.

Del breve resumen dado en los párrafos precedentes se habrá observado que hemos recuperado los nombres de unos doce patesis de Lagash, que pueden asignarse al periodo comprendido entre las dinastías de Akkad y Ur. De estos doce nombres, no menos de once aparecen en un grupo de tablillas, que se encontraron juntas en Tello, y que por su forma y contenido están marcadas como pertenecientes a un mismo periodo. Las tablillas en sí son de arcilla sin cocer, y forman una transición entre los tipos de Akkad y Ur. En el último de los reinados mencionados es probable que podamos trazar una sincronía con la dinastía de Ur y, aunque todavía no se puede establecer un punto de contacto real con la dinastía de Akkad, pruebas como las aportadas por el sellado de Ug-me sugieren que no puede haber tenido lugar un lapso de tiempo considerable. Que estos doce patesis fueran los únicos que gobernaron en Lagash durante este intervalo es improbable, y en cualquier momento pueden recuperarse los nombres de otros gobernantes. Pero es seguro que los reinados de muchos de estos patesis fueron extremadamente breves, y que no tenemos que ver con una única dinastía, firmemente establecida a lo largo de todo el período, cuyos miembros por separado, tras su ascensión, ocuparon cada uno el trono por el término de su vida natural. Tenemos pruebas definitivas de que varios de los patesis, como Ka-azag, Galu-Bau y Galu-Gula, gobernaron sólo durante unos pocos años, y parece que en ciertos momentos de este período se produjo en Lagash un cambio de gobernantes con considerable frecuencia.

El empleo del título de patesi, y la ausencia total del de "rey" en esta época, sugiere que Lagash no había logrado establecer su independencia, y que aún debía lealtad a alguna dinastía ajena. Está de acuerdo con esta opinión que las fechas inscritas en las tablillas comerciales no se refieran a acontecimientos de carácter militar. Podemos concluir que, en todo caso hasta el reinado de Gudea, Lagash y sus gobernantes no se preocuparon de imponer su autoridad sobre otras ciudades, ni de defender su propia frontera de los ataques. La existencia de una ciudad más poderosa, que reclamaba la hegemonía en Babilonia, explicaría la ausencia de empresa militar reflejada en las fórmulas de datación y en los registros de fundación de la época. Pues tal ciudad, al tiempo que garantizaba la integridad de cada uno de sus estados tributarios, se habría resentido de la inauguración de una política ambiciosa por parte de cualquiera de ellos. Por otra parte, el carácter puramente local de los acontecimientos conmemorados en las fórmulas de las fechas no es menos significativo. Éstos se extraen sin excepción de la historia local de Lagash, y no revelan prueba alguna de la autoridad ejercida por un soberano extranjero. Por lo tanto, es probable que durante la mayor parte de este periodo Lagash disfrutara de una medida considerable de autonomía, y que los lazos que pudieran haberla unido a cualquier administración central estuvieran mucho menos estrechados que en la época de Sargón y Naram-Sin. Al igual que Lagash, su antigua rival Umma parece haber sobrevivido como patesiato bajo los últimos gobernantes semitas del norte, y es probablemente a esta época a la que podemos asignar a Galu-Babbar, el patesi de esa ciudad, tres de cuyos conos votivos se conservan en el Museo Británico. Durante la primera parte de este periodo Lagash presenta la imagen de un estado compacto y pacífico, contento con desarrollar sus propios recursos. Se aprecia un considerable aumento de poder en el reinado de Gudea, el gobernante más famoso del periodo, quien, aunque aún conservaba el título de patesi, debe ser considerado prácticamente como un soberano independiente, ya que era lo suficientemente fuerte como para emprender una exitosa campaña en Elam, e importaba sus materiales de construcción de Arabia y de la costa siria.

A excepción de Gudea, el único gobernante de este periodo que nos ha dejado registros o restos considerables es Ur-Bau, el predecesor de Nammakhni y Ur-gar en el trono de Lagash. Poseemos una pequeña estatua de diorita de este gobernante que, como la mayoría de las encontradas en Tello, carece de cabeza. Es una figura de pie, y sus proporciones escuetas y convencionales bastan para demostrar que debe datar de un periodo bastante anterior al de las estatuas más grandes y finas de Gudea, que están hechas del mismo material duro. Gudea afirma sin lugar a dudas que obtuvo la diorita para su serie de grandes estatuas de Magan, pero Ur-Bau no hace tal alarde; y, aunque está claro que su piedra debió proceder de las mismas canteras, probablemente podamos concluir que el pequeño bloque que empleó para su figura no había sido obtenido como resultado de una expedición especial. De hecho, los registros que nos ha dejado lo retratan dedicando todas sus energías a la construcción de templos en los distintos barrios de su ciudad.

Su principal cuidado parece haber sido la reconstrucción, en un emplazamiento nuevo y ampliado, de E-ninnu, el gran templo de Ningirsu en Lagash, en el que colocó la estatua de sí mismo que se ha recuperado. Poco queda ya de este templo en los montículos de Tello, más allá de un muro cuya parte inferior se encontró aún en pie bajo la esquina sureste del posterior palacio erigido en el siglo II a.C. Además de la reconstrucción del templo de la ciudad-dios, Ur-Bau registra que erigió tres templos en Girsu en honor de las diosas Ninkharsag y Geshtin-anna, y de Enki, “el rey de Eridu”. En Uru-azagga construyó un templo para la diosa Bau, y en Uru, otro barrio de la ciudad, edificó un santuario en honor de Ninni, o Nin-azag-nun, la diosa Ishtar. Otras deidades honradas de forma similar por Ur-Bau eran Nindar, Ninmar y Ninagal, esta última en la relación mística de madre con los patesi. Junto a E-ninnu también construyó una “Casa de los Asnos” en honor de Esignun, la deidad cuyo deber era cuidar de los asnos sagrados de Ningirsu.

Ur-Bau puede considerarse probablemente representativo de los primeros patesis de esta época, que, aunque actuaron con libertad e independencia dentro de los límites de su propio estado, se abstuvieron de emprender cualquier política de conquista o expansión. Con la ascensión de Gudea se aprecia un claro cambio en las circunstancias de Lagash. Al igual que sus predecesores, se dedicó a la construcción de templos, pero sus obras se emprendieron a una escala más amplia y suntuosa. De todos los reyes y patesis de Lagash, él es aquel bajo el cual la ciudad parece haber alcanzado su mayor prosperidad material, que encontró su expresión en un fastuoso despliegue arquitectónico. Aunque no queda mucho de su gran templo de E-ninnu en Tello, sus monumentos son más numerosos que todos los demás que se han recuperado en ese lugar. Además, los textos grabados en sus estatuas e inscritos en los grandes cilindros de arcilla que enterró como cimientos en la estructura de E-ninnu, están compuestos en un estilo florido y forman un llamativo contraste con las secas fórmulas votivas empleadas por la mayoría de sus predecesores. Especialmente las inscripciones cilíndricas están fundidas en forma de una narración pintoresca, adornada con llamativos símiles y una riqueza de descripciones detalladas como no se encuentran en los textos de ningún otro periodo. De hecho, las inscripciones de Gudea parecen haberse inspirado en la novedad y la magnitud de sus construcciones arquitectónicas y en la variedad de ornamentos sagrados con los que estaban enriquecidas.

 

GUDEA DE LAGASH

(2142-2124)

 

Este notable hombre llegó al cargo de patesi en el periodo más turbulento de la historia de Sumer. Su fecha es algo incierta, pero vivió con toda probabilidad bajo el gobierno de los reyes de Gutium, que, sin embargo, no se mencionan en los archivos de su reinado. Por el estilo de la escritura y los nombres de los meses parece que reinó poco después del periodo de Acad. Pero aunque las numerosas inscripciones monumentales de Gudea están escritas en sumerio clásico antiguo, muchos de los habitantes de Lagash tienen nombres semíticos, y en los registros del templo aparecen frases semíticas. La mayoría del pueblo, el sacerdocio y las clases dirigentes siguen siendo sumerios, pero su decadencia ante el agresivo semita de Akkad es ahora evidente, y la población de Lagash se ha vuelto cosmopolita. Colocado por las circunstancias en una posición en la que su actividad se limitaba a la literatura y la arquitectura, Gudea ejerció una profunda influencia sobre la religión de Sumeria. No como gobernante temporal, sino como apóstol de la literatura clásica y de los misterios de los dioses, obtuvo la deificación póstuma. En los días del renacimiento sumerio, cuando el imperio de Ur era reconocido en toda Asia occidental, fue uno de los gobernantes del pasado que fue recordado como un hombre divino. Un registro de Umma de la época de Ibi-Sin menciona ofrendas a Gudea, donde se le menciona con los reyes deificados de Ur. El divino Gudea, patesi, recibía libaciones de vino y comida en la fiesta de la luna nueva en Lagash, y es probable que su culto fuera reconocido en todas las ciudades sumerias y que se supusiera que residía en una de las estrellas.

Sus fechas anuales apuntan a su interés por los templos y sus cultos. Su empresa más ambiciosa fue la reconstrucción completa y ampliación del templo de Eninnu en el montículo norte, donde ya había trabajado su predecesor, Ur-Bau. En relación con esta obra, Gudea hizo escribir dos finos cilindros huecos de arcilla; ahora se denominan cilindros A y B, y llevan 30 y 21 columnas respectivamente. Comprenden un largo poema religioso sobre el origen del plano del templo, las capillas sagradas, los emblemas y los atributos de los dioses. El cilindro A comienza con el “Sueño de Gudea”, en el que describe su sueño y cuenta cómo Nina, la diosa de los oráculos, lo interpretó en el sentido de que Ningirsu se le había aparecido como un hombre poderoso con el ave de las tormentas a su lado y el huracán a sus pies, y le había ordenado construir Eninnu. Y la doncella que se le había aparecido sosteniendo una tablilla de las estrellas era Nidaba, diosa de los números y la escritura. Otras figuras y signos del sueño le son explicados por la diosa Nina, cuyo culto se situaba en la ciudad Nina. También se menciona el viaje a Sirara en Nina(ki) para consultar el oráculo de la diosa del agua Nina. Tras la interpretación de su sueño, Gudea realizó actos ceremoniales de lustración y liturgias en Eninnu. Tras una plegaria a Ningirsu volvió a dormirse y su dios se le apareció en sueños, ordenándole reconstruir el templo, "cuyo nombre convocará a las tierras desde los confines del cielo, incluso a Magan y Melukhkha hará subir desde sus montañas". El dios le da entonces instrucciones sobre las capillas y los emblemas sagrados de Eninnu.

Para preparar su construcción, los patesi limpiaron Lagash de todo mal e injusticia. Los magos malignos fueron expulsados de la ciudad. Se quemaron montones de maderas fragantes en los altares. Se hacían oraciones de día y peticiones de noche. En la provincia y en la ciudad, “donde está el tumulto del hombre”, recaudó impuestos. Los elamitas y los habitantes de Magan y Melukhkha traían madera. De las “montañas de cedro”, donde afirma que nadie había penetrado antes que él, trajo cedro. Las montañas de cedro eran la cordillera de Amanus, entre Siria y Cilicia, y más de dos siglos antes Sargón había afirmado haber llegado a los bosques de cedro. Habla de haber obtenido madera de enebro y varias clases de cedros y plátanos de esta región. En una de sus inscripciones estatuarias dice que los obtuvo en los montes Ursu e Ibla, es decir, Rhosus y la cordillera Pieria, al norte de Antioquía. El yeso y el asfalto fueron traídos por barco desde Madga. Los montes Madga se encontraban en la provincia de la ciudad Rimash, de donde obtuvo el cobre, y ambos deben situarse probablemente en las estribaciones de la cordillera de Zagros a lo largo de Diyala.

LAS ESTATUAS DE GUDEA

La estatua más importante es una figura sedente de tamaño natural de Gudea con una larga inscripción en nueve columnas grabada en la espalda, las caderas y la parte inferior de la vestidura.

Todas las estatuas sumerias recibían nombres místicos, y la inscripción de la estatua B describe cómo fue llamada: "A mi rey le he construido su estatua, que la vida sea mi recompensa". Cuando se terminó el templo se instaló esta estatua y se proclamó una gran fiesta al pueblo de Lagash. Durante siete días se abolieron las viejas costumbres, la criada se volvió como su ama y el criado caminó junto a su amo. Todo el templo fue purificado.

En aras de la justicia, como Urukagina antes que él, Gudea aplicó las leyes de Nina y Ningirsu. “El rico no hizo mal al huérfano, el rico no oprimió a la viuda. En cuanto a la casa sin hijo, su hija entró como heredera”. A continuación, el patesi expresa la esperanza de que esta estatua pueda estar presente en la parentalia o libaciones a su alma cuando haya muerto, y de hecho los archivos del templo de un siglo después mencionan ofrendas de ovejas, harina y aceite para el alma de Gudea. La inscripción termina entonces con una larga maldición sobre aquel que interfiera en su templo o dañe el texto de alguna manera.

Se hace referencia a Gudea como rey en una epopeya que fue compuesta no más de dos siglos después de su muerte:

Yo soy el señor; tú estás hecho apto para mi brazo heroico.

El rey que legará su nombre a la vida de días lejanos,

que forjará una estatua para los días eternos,

En Eninnu, el templo que se llena de fiesta,

En el lugar de las libaciones mortuorias... apropiadamente te colocará.

Una estatua similar de casi las mismas dimensiones y en la misma pose es la estatua F. Es quizá el mejor ejemplo de escultura sumeria. Falta la cabeza. Una inscripción conmemora la construcción del templo de Gatumdug en la "Ciudad Santa". En la construcción del propio Eninnu, Gudea empleó dos sellos diferentes para sus ladrillos, que registran en términos casi idénticos la edificación de Eninnu. En la parte noreste del montículo central de Girsu los excavadores encontraron un edificio con dos enormes pilares de ladrillo a dos metros de distancia entre sí. Cada pilar consta de cuatro columnas; una capa está hecha colocando ocho ladrillos triangulares alrededor de una pequeña pieza central de ladrillo circular, la siguiente capa de la columna consiste en un ladrillo circular grande y la tercera capa repite la capa de ladrillos triangulares haciendo los triángulos más cortos y encerrándolos en ladrillos semicirculares. El espacio entre las cuatro columnas se rellena con cuatro ladrillos cortados con el dorso recto, las caras semicirculares para encajar en las columnas y los extremos angulares para unirse entre sí. Estos ladrillos llevan una inscripción que hace referencia a la construcción de Eninnu y a la colocación en ella de un aga de cedro. No es posible que pertenezcan al gran templo del montículo norte, y la única explicación parece ser que la inscripción no se refiere a los pilares en absoluto, sino a una parte de Eninnu. Se dice que el aga era de cedro y que era una cámara del consejo, dedicada a la diosa Bau, en la que había un barco y una imagen de un toro. Eninnu contenía otro aga, el Ku-Lal de la Puerta de la Batalla, donde se erguía la figura esculpida de un dios en el acto de matar a un carnero de siete cabezas. Gatumdug, la benéfica portadora de leche, es un título local de la diosa-madre, Bau, patrona de la curación y el parto, un tipo casado de Nintud y consorte de Ningirsu. Gudea habla a menudo de haber sido parida por esta diosa, madre de Lagash. Puesto que la estatua F conmemora la construcción del templo de Gatumdug y fue hallada en el palacio parto del gran montículo del templo, se supone que fue llevada allí desde el templo de Bau, que probablemente se encontraba en la parte noreste de Girsu. Una fina cabeza de león de mármol, de tamaño casi natural, está inscrita en recuerdo de la construcción del templo de Gatumdug en la Ciudad Santa.

No tenemos ninguna información sobre los acontecimientos que condujeron a su ascensión, más allá de la prueba negativa que proporciona la ausencia total de genealogía en sus inscripciones. Al igual que Ur-Bau, Gudea no nombra a su padre, y es posible que fuera un hombre de nacimiento oscuro o dudoso. La energía que desplegó como patesi es suficiente para explicar su ascenso al poder, y el éxito que acompañó a su periodo de gobierno puede considerarse que justificó ampliamente una ruptura en la sucesión. Otro problema sugerido por el estudio de sus textos se refiere al origen de la riqueza que le permitió emprender la reconstrucción y remodelación de los templos de Lagash a una escala tan elaborada. La causa de tal actividad deberíamos buscarla naturalmente en el botín obtenido durante una serie de campañas exitosas, pero en el conjunto de sus inscripciones sólo tenemos una única referencia a un acto de guerra. En la estatua en la que aparece él mismo en el personaje de un arquitecto, sosteniendo el plano de E-ninnu sobre sus rodillas, da cuenta con cierto detalle de las lejanas regiones de donde obtuvo los materiales para la construcción del templo de Ningirsu. Al final de esta lista de lugares y sus productos, como si formara una continuación de su narración, añade el registro de que hirió con sus armas la ciudad de Anshan en Elam y ofreció su botín a Ningirsu. Esta es la única mención de una victoria que aparece en las inscripciones de Gudea y, aunque en sí misma prueba que era lo suficientemente independiente como para llevar a cabo una guerra en Elam por su cuenta, no arroja luz sobre las demás causas de su éxito.

La ausencia de registros militares en los textos de Gudea resulta aún más sorprendente cuando leemos los nombres de los países que puso bajo contribución para los materiales empleados en la construcción de E-ninnu. La lista geográfica más completa es la que figura en la estatua del arquitecto con el plano y, aunque desgraciadamente algunos de los lugares mencionados aún no han sido identificados, el propio texto proporciona información suficiente para demostrar la amplia zona de sus operaciones. Gudea nos dice aquí que del monte Amanus, la montaña de los cedros, trajo vigas de madera de cedro que medían cincuenta y hasta sesenta codos de largo, y también bajó de la montaña troncos de madera de urkarinnu de veinticinco codos de largo. De Ursu, en la montaña de Ibla, trajo madera de zabalu, grandes vigas de madera de ashukhu y plátanos. De Umanu, una montaña de Menua, y de Basalla, una montaña de Amurru, obtuvo grandes bloques de piedra e hizo con ellos estelas que colocó en el patio de E-ninnu. De Tidanu, otra montaña de Amurru, trajo piezas de mármol, y de Kagalad, una montaña de Kimash, extrajo cobre, que nos dice que utilizó en la fabricación de una gran cabeza de maza. De las montañas de Melukhkha trajo madera de ushu, que empleó en la construcción del templo, y de la montaña de Khakhu sacó polvo de oro con el que doró una cabeza de maza tallada con las cabezas de tres leones. En Gubin, la montaña de la madera khuluppu, taló árboles khuluppu; de Madga obtuvo asfalto, que utilizó en la fabricación de la plataforma de E-ninnu; y de la montaña de Barshib bajó bloques de piedra nalua, que cargó en grandes barcos y así los llevó a Lagash para reforzar la base del templo.

La lista de lugares anterior deja claro que Gudea obtuvo su madera y su piedra de las montañas de la costa de Siria y de Arabia, y su cobre de las minas de Elam. En el primero de sus cilindros también afirma que el elamita vino de Elam y el hombre de Susa de Susa, presumiblemente para participar como artesanos expertos en la construcción del templo. En este relato no menciona los nombres de tantos lugares como en la inscripción de la estatua, pero añade algunos detalles pintorescos con respecto a las dificultades de transporte que encontró. Así, relata que en la montaña de los cedros, donde ningún hombre había penetrado antes, cortó un camino para bajar los cedros y las vigas de otras maderas preciosas. También hizo caminos en las montañas donde extrajo piedra y, además de oro y cobre, afirma que también obtuvo plata en las montañas. La piedra la transportaba por agua, y añade que los barcos que traían betún y yeso de Madga se cargaban como si fueran barcazas que transportaban grano.

Un tercer pasaje de los textos de Gudea, referido al transporte de materiales a distancia, aparece en la estatua colosal de sí mismo que erigió en E-ninnu. Aquí afirma que Magan, Melukhkha, Gubi y Dilmun recogían madera, y que barcos cargados de madera de todo tipo llegaban al puerto de Lagash. Además, en ocho de sus once estatuas deja constancia de que la diorita, con la que las modeló, fue traída de Magan. En su búsqueda de materiales de construcción, afirma que viajó desde el país inferior hasta el país superior; y, al resumir la zona por la que él y sus agentes recorrieron, adopta una fórmula antigua y afirma que Ningirsu, su amado rey, le abrió los caminos desde el Mar Superior hasta el Mar Inferior, es decir, desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico.

La enumeración de estos lejanos países, y la jactanciosa referencia de Gudea al Mar Superior y al Mar Inferior, podrían, quizá, considerarse a primera vista como constitutivas de una reivindicación de un imperio tan extenso como el de Sargón y Naram-Sin. Pero es un hecho notable que, con la excepción de Lagash y sus municipios constituyentes, los textos de Gudea no hacen alusión alguna a ciudades o distritos situados dentro de los límites de Sumeria y Akkad. Ni siquiera se citan una sola vez los nombres de las grandes ciudades vecinas, como Ur, Erec y Larsa, y sólo puede deducirse que gozaban con Lagash de igual grado de independencia. Pero si la autoridad de Gudea no se extendía sobre las ciudades y distritos vecinos dentro de su propio país, difícilmente podemos concluir que ejerciera un control efectivo sobre regiones más distantes. De hecho, debemos tratar sus referencias a tierras extranjeras como una prueba de expansión comercial, no política.

Puede considerarse que el reinado de Gudea marcó un renacimiento de la prosperidad sumeria, consecuencia de la decadencia de la influencia y el poder semitas en el norte. El hecho de que pudiera importar su madera y piedra de Siria, y hacerla flotar sin ser molestado por el Éufrates, argumenta un considerable debilitamiento de las ciudades del norte. Es imposible saber si Akkad, o alguna otra ciudad, seguía reclamando una soberanía nominal sobre los distritos del sur, pero al menos está claro que en el reinado de Gudea no se reconocía ni se hacía valer tal reclamación. Podemos suponer que Lagash y las otras grandes ciudades del sur, aliviadas de la carga de la dominación semítica, disfrutaron de un período de paz y tranquilidad, que cada ciudad empleó en el desarrollo de sus recursos materiales. La ciudad de Ur pronto pondría fin a este estado de cosas, al reclamar la hegemonía entre las ciudades del sur y fundar por la fuerza de las armas el reino de Sumer y Acad. Pero durante el reinado de Gudea Ur no parece haber hecho ningún movimiento, y Lagash y las otras grandes ciudades de la tierra pueden ser imaginadas manteniendo relaciones comerciales entre sí, sin verse obstaculizadas por la lucha de ninguna de ellas por la supremacía política.

Es posible que podamos rastrear la actividad constructora sin parangón, que caracterizó el reinado de Gudea, en parte a un desarrollo en el arte de la construcción, que parece haber tenido lugar aproximadamente en este periodo. Se ha sugerido que tanto Gudea como Ur-Engur, el fundador de la dinastía de Ur, participaron en el mismo gran movimiento arquitectónico, y prueba de ello se ha visto en su empleo común del ladrillo cuadrado más pequeño, de unas doce a trece pulgadas, que era más fácil de manejar que los ladrillos más grandes empleados por Ur-Bau y en la época de la dinastía de Akkad. Las ventajas inherentes a esta forma de ladrillo quedan atestiguadas por su conservación, con ligeras variaciones, hasta el final del imperio babilónico. Que el propio Gudea concedía considerable importancia a la forma de los ladrillos que empleaba parece deducirse del pasaje de su primera inscripción cilíndrica, donde describe las ceremonias con las que inauguró su fabricación, incluyendo el ofrecimiento de sacrificios y el vertido de una libación en el molde sagrado. El uso de un material mejorado bien pudo incitarle a reconstruir la mayor parte de los santuarios de Lagash en sus antiguos emplazamientos, pero ampliados y embellecidos de acuerdo con las nuevas ideas arquitectónicas. De otro pasaje de sus textos parece desprenderse que afirmó definitivamente haber inaugurado una forma novedosa de construcción, o de decoración, como ningún patesi antes que él había empleado. El significado de la frase no está del todo claro, pero tal vez haga referencia a los relieves esculpidos con los que adornó E-ninnu. También puede referirse al uso de pilastras elevadas para el adorno de fachadas y muros exteriores, una forma característica de la arquitectura babilónica posterior, pero que no se encuentra en los restos de edificios de Lagash anteriores a la época de Gudea.

Además de E-ninnu, el gran templo de la ciudad-dios Ningirsu, Gudea registra que reconstruyó los santuarios dedicados a Bau y Ninkharsag, y E-anna, el templo de la diosa Ninni, y erigió templos a Galalim y Dunshagga, dos de los hijos de Ningirsu. En Uru-azagga reconstruyó el templo de Gatumdug, y en Girsu tres templos a Nindub, Meslamtaea y Nindar, este último asociado a la diosa Nina, en cuyo honor hizo un suntuoso trono. También en Girsu construyó un templo a Ningishzida, su dios patrón, al que parece haber introducido en esta época en el panteón de Lagash. Una de sus reconstrucciones más novedosas fue el E-pa, el templo de las siete zonas, que erigió para Ningirsu. El edificio de Gudea adoptó probablemente la forma de una torre en siete etapas, un verdadero zigurat, que puede compararse con los de Ur-Engur. Pero la obra de la que más se enorgulleció fue la reconstrucción de E-ninnu, y a ella dedicó todos los recursos de su ciudad. Del estudio de los restos de este templo que fueron descubiertos en Tello por M. de Sarzec, se desprende que Gudea rodeó el emplazamiento del edificio anterior de Ur-Bau con un recinto, del que sólo quedan una puerta y una torre, decoradas con pilastras en relieve. Éstas se incorporaron a la estructura del último palacio de Tello, gran parte del cual se construyó con ladrillos del antiguo templo. Es difícil determinar la relación de estos ligeros restos en Tello, bien con el edificio descrito por el propio Gudea, bien con el plano de un recinto fortificado que una de las estatuas de Gudea, como arquitecto, sostiene sobre sus rodillas. Que el plano estaba destinado, en cualquier caso, a una parte del templo queda claro por la inscripción, según la cual Gudea preparó la estatua para E-ninnu, que acababa de terminar.

El relato detallado de la construcción de este templo, que Gudea nos ha legado, ofrece una imagen muy vívida de la vida religiosa de los sumerios en esta época, y del elaborado ritual con el que revestían el culto y la adoración de sus dioses. El registro se da en dos enormes cilindros de arcilla, uno de los cuales fue inscrito mientras el trabajo de construcción aún estaba en curso, y el otro después de que la construcción y decoración del templo se hubiera completado, y Ningirsu hubiera sido instalado dentro de su santuario. Posteriormente fueron enterrados como cimientos-registros en la estructura del propio templo, por lo que han sobrevivido en un estado maravillosamente bien conservado, y fueron recuperados durante las excavaciones francesas en Tello. Por el primero de los cilindros sabemos que Gudea decidió reconstruir el templo de la ciudad-dios como consecuencia de una prolongada sequía, que naturalmente se atribuyó a la ira de los dioses. El agua de los ríos y canales había bajado, las cosechas se habían resentido y la tierra estaba amenazada de hambruna, cuando una noche el patesi tuvo una visión, mediante la cual los dioses le comunicaron sus órdenes.

Gudea nos cuenta que estaba preocupado porque no podía interpretar el significado del sueño, y sólo después de haber buscado y recibido el aliento de Ningirsu y Gatumdug se dirigió al templo de Nina, la diosa que adivina los secretos de los dioses. De ella supo que las deidades que se le habían aparecido en su visión habían sido Ningirsu, el dios de su ciudad, Ningishzida, su deidad patrona, su hermana Nidaba y Nindub, y que ciertas palabras que había oído pronunciar eran una orden para que construyera E-ninnu. Había visto a Nindub dibujar un plano sobre una tablilla de lapislázuli, y éste, según le explicó Nina, era el plano del templo que debía construir. Nina añadió instrucciones propias en cuanto a los regalos y ofrendas que el patesi debía hacer a Ningirsu, cuya ayuda le prometió en la realización de la obra. A continuación, Gudea describe con detalle cómo obtuvo del propio Ningirsu una señal de que era verdaderamente la voluntad de los dioses que construyera el templo y cómo, tras consultar los presagios y encontrarlos favorables, procedió a purificar la ciudad mediante ritos especiales. En el curso de este trabajo de preparación expulsó a los magos y hechiceros de Lagash, y encendió un fuego de cedro y otras maderas aromáticas para crear un dulce aroma para los dioses; y, tras completar la purificación de la ciudad, consagró los distritos circundantes, los cedrales sagrados y los rebaños y ganado pertenecientes al templo. Luego nos cuenta cómo trajo de tierras lejanas los materiales para el templo e inauguró la fabricación de los ladrillos con ritos y ceremonias solemnes.

No nos ocupa aquí la elaborada descripción que hace Gudea del nuevo templo, ni del suntuoso mobiliario, los emblemas sagrados y los objetos votivos con los que enriqueció sus numerosos patios y santuarios. Una gran parte del primer cilindro está dedicada a este tema, y el segundo cilindro ofrece un relato igualmente elaborado del traslado del dios Ningirsu de su antiguo santuario y su instalación en el nuevo que se había preparado para él. Este acontecimiento tuvo lugar en un día debidamente señalado del año nuevo, después de que la ciudad y sus habitantes hubieran sido sometidos a un segundo curso de purificación. En su traslado a su nueva morada, Ningirsu fue acompañado por su esposa Bau, sus hijos y sus siete hijas vírgenes, así como por las numerosas deidades asistentes que formaban los miembros de su casa. Entre ellas estaban Galalim, su hijo, cuyo deber especial era custodiar el trono y poner el cetro en manos del patesi reinante; Dunshagga, el aguador de Ningirsu; Lugal-kurdub, su líder en la batalla; Lugal-sisa, su consejero y chambelán; Shakanshabar, su gran visir; Uri-zi, el guardián de su harim; Ensignun, que cuidaba de sus asnos y conducía su carro; y Enlulim, el pastor de sus cabritos. Otras divinidades que acompañaban a Ningirsu eran su músico y flautista, su cantor, el cultivador de sus tierras, que cuidaba las máquinas para el riego, el guardián de los estanques sagrados de peces, el inspector de sus aves y ganado, y el dios que supervisaba la construcción de casas dentro de la ciudad y de fortalezas sobre la muralla. Todas estas deidades fueron instaladas en santuarios especiales dentro de E-ninnu, para que estuvieran cerca de Ningirsu y listas en cualquier momento para cumplir sus órdenes.

El importante lugar que el ritual y el culto ocupaban en la vida nacional de los sumerios queda bien ilustrado por estos registros de la construcción y consecución de un solo templo. La obra de Gudea puede haber sido mucho más elaborada que la de sus predecesores, pero los rasgos generales de su plan, y las ceremonias y ritos que empleó, estaban sin duda fijados y santificados por una larga tradición. Su descripción del séquito de Ningirsu demuestra que la ciudad-dios sumeria estaba dotada de todos los atributos y gozaba de todos los privilegios del propio patesi, su homólogo y representante humano. Su templo era una estructura elaborada, que constituía la verdadera morada de su propietario y de su divina casa ; e incluía alojamientos para los sacerdotes, cámaras del tesoro, almacenes y graneros, y corrales y establos para los cabritos, las ovejas y el ganado destinados al sacrificio. Es interesante observar que en el curso de la construcción Gudea se encontró con una estela de Lugal-kisalsi, un rey anterior de Erec y Ur. Por el nombre que le dio podemos deducir que la encontró en Girnun, que probablemente era uno de los santuarios o capillas anexos a E-ninnu ; y la conservó con esmero y la erigió en la explanada del templo. En el respeto que mostró por este registro anterior, actuó como lo hizo Nabónido más tarde, cuando se topó con las inscripciones fundacionales de Naram-Sin y Shagarakti-Buriash en el curso de su reconstrucción de E-babbar y E-ulmash, los templos de Shamash y de la diosa Anunitu.

De las producciones artísticas de la época de Gudea las más llamativas que han llegado hasta nosotros son la serie de estatuas de diorita de él mismo, que se encontraron juntas en el último palacio de Tello. Por las inscripciones que llevan es evidente que originalmente fueron preparadas por el patesi para su dedicación en los principales templos de Lagash, que él fundó o reconstruyó. Tres se instalaron en E-ninnu, de las cuales una es la estatua del arquitecto con el plano, y otra, una figura sentada, es la única de la serie de proporciones colosales. Se hicieron otras tres para el templo de Bau, y otras para el templo de Ninni E-anna, y los templos de las diosas Gatumdug y Ninkharsag. La pequeña figura sentada, destinada al templo de Ningishzida, es la única de la que poseemos la cabeza, ya que ésta fue descubierta por el comandante Cros durante las excavaciones más recientes en Tello, y fue ajustada por M. Heuzey al cuerpo de la figura que se conservaba en el Louvre desde hacía muchos años. De la reproducción fotográfica se desprende que el tamaño de la cabeza es considerablemente desproporcionado al del cuerpo; y hay que admitir que incluso las estatuas más grandes no son todas de igual mérito. Mientras que en algunas de ellas la rigidez de la convención arcaica sigue siendo evidente, otras, como las estatuas sentadas para E-ninnu y la del arquitecto con la regla del templo de Gatumdug, se distinguen por un fino naturalismo y un verdadero sentido de la proporción.

También pueden observarse algunas variaciones interesantes de tratamiento en dos de las estatuas de pie del templo de Bau. Una de ellas es estrecha de hombros y esbelta de forma, y contrasta notablemente con la otra, que presenta la figura de un hombre fuerte y de hombros anchos. Parece que las estatuas fueron esculpidas en diferentes periodos de la vida de Gudea, y por los cambios observables podemos deducir que ascendió al trono siendo aún un hombre joven y que su reinado debió de ser largo. La diorita que utilizó para ellos era muy apreciada por su durabilidad y belleza, y el gran bloque que se necesitó para su colosal figura parece que, cuando se completó la talla, se consideraba mucho más precioso que el lapislázuli, la plata y otros metales. Ciertamente, la preparación de una piedra tan dura presentaba más dificultades que la de cualquier otro material, y que los escultores de Gudea hubieran aprendido a tratar con éxito masas tan grandes de ella argumenta un avance considerable en el desarrollo de su arte.

Las pequeñas figuras de cobre de un dios arrodillado agarrando un cono son también características del periodo de Gudea, pero en diseño y factura son superadas por la figura votiva similar que data del reinado de Ur-Bau. Un buen ejemplo de talla en relieve lo proporciona el panel ovalado, en el que se representa a Gudea siendo conducido a la presencia de su dios; una escena de adoración similar, aunque a menor escala, está grabada en su sello cilíndrico. Un feliz ejemplo de talla en redondo, como el que exhiben los objetos más pequeños de este periodo, es su pequeña cabeza de maza de brecha decorada con las cabezas de tres leones. En su diseño se parece claramente a la cabeza de maza mencionada en una de las estatuas de E-ninnu, aunque, a diferencia de ésta, la pequeña cabeza de maza probablemente no estaba dorada, ya que la inscripción que lleva menciona la montaña de Siria de donde se obtuvo la brecha. Pero otros objetos de piedra tallada que se han recuperado bien pueden haber sido enriquecidos de ese modo, y a su material subyacente deben probablemente su conservación. El metal precioso puede haber sido despojado de ellos y los núcleos de piedra arrojados a un lado ; pero un trabajo similar en oro o plata macizos difícilmente habría escapado a las manos del saqueador.

Con la excepción del período de sequía, a consecuencia del cual Gudea decidió reconstruir el templo de Ningirsu, es probable que durante la mayor parte de su reinado el estado de Lagash disfrutara de una abundancia sin parangón, tal como se dice que siguió a la terminación de esa obra. La fórmula fechada para uno de sus años de gobierno toma su título del corte de un nuevo canal al que llamó Ningirsu-ushumgal, y no hay duda de que mantuvo el elaborado sistema de irrigación, por el que Lagash y sus territorios eran abastecidos de agua, en perfecto estado de conservación. Una prueba de los abundantes suministros que producían las tierras de los templos puede verse en el aumento de las ofrendas regulares decretadas por Gudea. El día de Año Nuevo, por ejemplo, en la fiesta de Bau, después de haber reconstruido su templo, añadió a los regalos matrimoniales que le correspondían, consistentes en bueyes, ovejas, corderos, cestas de dátiles, tarros de mantequilla, higos, pasteles, aves, peces y maderas preciosas, etc. También registra ofrendas especiales de ropa y lana que le hizo, y de bestias sacrificadas a Ningirsu y a la diosa Nina. Para el nuevo templo de Gatumdug menciona la donación de rebaños de vacas y ovejas, junto con sus pastores y pastoras, y de bueyes de riego y sus cuidadores para las tierras sagradas de E-ninnu. Tales referencias apuntan a un aumento de los ingresos del estado, y podemos deducir que el pueblo de Lagash compartía la prosperidad de su patesi y su sacerdocio.

Aunque Gudea se dedicó al servicio de sus dioses, no parece haber enriquecido los templos a costa del pueblo llano. Fue un estricto defensor de los privilegios tradicionales, como la exención de impuestos de la que gozaba Gu-edin, la llanura sagrada de Ningirsu; pero no toleró ningún acto de extorsión por parte de sus funcionarios seculares o sagrados. Que el ideal de gobierno de Gudea era el del orden, la ley y la justicia, y la protección de los débiles, lo demuestra su descripción del estado de Lagash durante los siete días que festejó con su pueblo tras la consagración de E-ninnu. Nos dice que durante este tiempo privilegiado la doncella era igual a su ama, y amo y esclavo se relacionaban como amigos; el poderoso y el humilde se acostaban uno al lado del otro, y en lugar de malas palabras sólo se oían palabras propicias; se observaban las leyes de Nina y Ningirsu, y el rico no agraviaba al huérfano, ni el fuerte oprimía a la viuda. Esta referencia a lo que era aparentemente un código legal, sancionado por la autoridad de la ciudad-dios y de una diosa relacionada con el antiguo santuario de Eridu, es de considerable interés. Recuerda las reformas del malogrado Urukagina, que intentó acabar con los abusos de su época mediante la introducción de una legislación similar. Gudea vivió en una época más feliz, y se nos presenta, no como un reformador, sino como el firme defensor de las leyes vigentes.

Que el reinado de Gudea fue considerado por las generaciones sucesivas en Lagash como la edad de oro de su ciudad quizá pueda inferirse de su deificación bajo los últimos reyes de la dinastía de Ur. No hay pruebas de que, como Sargón y Naram-Sin, asumiera honores divinos durante su propia vida, pues en sus inscripciones su nombre nunca va precedido del determinativo de divinidad, y también aparece sin el prefijo divino en los sellos de Gimdunpae, su esposa, y de Lugal-me, su escriba. En el período posterior sus estatuas fueron sin duda veneradas, y se ha sugerido que las ofrendas perpetuas de bebida y comida y grano, que decretó en relación con una de ellas, prueban que fue asimilada desde el principio a la de un dios. Pero los nombres de sus estatuas sugieren que eran de carácter puramente votivo y que no se colocaron en los templos como consecuencia de ninguna pretensión de divinidad por parte de Gudea. Era costumbre de los patesis sumerios dar nombres largos y simbólicos a las estatuas, estelas y otros objetos sagrados que dedicaban a los dioses, y las estatuas de Gudea no constituyen una excepción a esta regla. Así, antes de introducir la estatua con las ofrendas en E-ninnu, la nombró solemnemente “Para-mi-rey-que-he-construido-este-templo-que-la-vida-sea-mi-recompensa”.

Una estatua más pequeña para E-ninnu recibió el nombre de “[El pastor] que ama a su rey soy yo ¡que mi vida se prolongue!”, mientras que a la estatua colosal para el mismo templo le dio el título de “Ningirsu el rey cuya poderosa fuerza las tierras no pueden soportar ha asignado una suerte favorable a Gudea el constructor del templo”. La pequeña estatua de pie para el templo de Ninkharsag llevaba el nombre igualmente largo “¡Que Nintud (es decir, Ninkharsag ) la madre de los dioses el árbitro de los destinos en el cielo y en la tierra prolongue la vida de Gudea que ha construido el templo!”, y otra pequeña estatua para el templo de Bau llevaba el nombre “La dama la hija amada del cielo puro la diosa madre Bau en Esilsirsir ha dado la vida a Gudea”. La estatua para el templo de Ningishzida se llamaba “A Gudea el constructor del templo le ha sido dada la vida”, y la de E-anna llevaba el título “De Gudea el hombre que ha construido el templo la vida sea prolongada”. Se verá que estos nombres o bien afirman que la vida y la felicidad le han sido concedidas a Gudea, o bien invocan a la deidad a la que se dirigen para que prolongue su vida. De hecho, prueban que las estatuas se colocaban originalmente en los templos como otros objetos votivos, bien en agradecimiento por la ayuda pasada, bien para asegurar la continuación del favor divino.

Las pruebas que poseemos parecen demostrar que en la época de Gudea ningún gobernante sumerio había reclamado nunca el rango divino. Es cierto que se hicieron ofrendas en relación con la estatua de Ur-Nina durante el reinado de Lugal-anda, pero Ur-Nina nunca había reivindicado él mismo la divinidad. Además, otros altos personajes trataban a sus propias estatuas de la misma manera. Así, Shagshag, la esposa de Urukagina, hizo ofrendas en relación con su propia estatua, pero no hay pruebas de que fuera divinizada. De hecho, durante los periodos anteriores, y también en el propio reinado de Gudea, la estatua estaba probablemente destinada a representar al adorador vicariamente ante su dios. No sólo en vida, sino también tras su muerte, la estatua seguía abogando por él. Las ofrendas no se hacían originalmente a la estatua en sí, sino que probablemente se colocaban cerca de ella para representar simbólicamente las ofrendas del propietario a su dios.

Esta costumbre puede haber preparado el camino para la práctica de la deificación, pero no se originó en ella. De hecho, el desarrollo posterior se encuentra por primera vez entre los reyes semitas de Akkad, y probablemente de Kish, pero no viajó hacia el sur hasta después de que la dinastía de Ur se hubiera establecido durante más de una generación. Ur-Engur, al igual que Gudea, no fue divinizado en vida, y la innovación sólo fue introducida por Dungi. Durante los reinados de los últimos reyes de esa dinastía la práctica había sido adoptada regularmente, y fue en este periodo cuando Gudea fue deificado y su culto establecido en Lagash junto con los de Dungi y su contemporáneo Ur-Lama I. Al decretar que se hicieran ofrendas a una de sus estatuas, Gudea preparó sin duda el camino para su deificación póstuma, pero no parece que él mismo adelantara la pretensión. El hecho de que se le concediera este honor después de muerto puede considerarse un indicio de que el esplendor de su reinado no había sido olvidado.

Gudea fue sucedido en el trono de Lagash por su hijo Ur-Ningirsu, y con este patesi probablemente podamos establecer un punto de contacto entre los gobernantes de Lagash y los de Ur. Que sucedió a su padre no cabe duda, pues en una cabeza de maza ceremonial, que dedicó a Ningirsu, y en otras inscripciones que poseemos, se autoproclama hijo de Gudea y también patesi de Lagash. Durante su reinado reparó y reconstruyó al menos una parte de E-ninnu, pues el Museo Británico posee un zócalo de puerta de este templo, y en Tello se han encontrado algunos ladrillos suyos en los que consta que reconstruyó en madera de cedro el Gigunu, una parte del templo de Ningirsu, que Gudea había erigido como simbólico del Mundo Inferior. Además, en Tello se han encontrado tablillas fechadas en su reinado, y de ellas deducimos que fue patesi durante al menos tres años, y probablemente más. Por otros monumentos sabemos que un alto cargo religioso de Lagash, contemporáneo de Dungi, también llevaba el nombre de Ur-Ningirsu, y el punto a decidir es si podemos identificar a este personaje con el hijo de Gudea. Ur-Ningirsu, el funcionario, era sumo sacerdote de la diosa Nina, y también ocupaba los cargos de sacerdote de Enki y sumo sacerdote de Anu. Además, era un hombre de suficiente importancia como para estampar su nombre en ladrillos que probablemente se utilizaron en la construcción de un templo en Lagash. Que fue contemporáneo de Dungi (Shulgi, dinastía Ur III) se sabe por una inscripción sobre una peluca y un tocado votivos del Museo Británico, que es de diorita y estaba destinado a una estatuilla femenina. El texto grabado sobre este objeto afirma que fue hecho por un tal Bau-ninam para su dama y divina protectora, que probablemente era la diosa Bau, como adorno para su agraciada persona, y su objeto al presentar la ofrenda era inducirla a prolongar la vida de Dungi, “el hombre poderoso, el rey de Ur”. La parte importante del texto se refiere a la descripción que hace Bau-ninam de sí mismo como artesano, o funcionario subordinado, al servicio de Ur-Ningirsu, “el amado sumo sacerdote de Nina”. De este pasaje se desprende claramente que Ur-Ningirsu era sumo sacerdote en Lagash en un periodo en el que Dungi, rey de Ur, ejercía soberanía sobre esa ciudad. Por lo tanto, si hemos de identificarlo con el hijo y sucesor de Gudea, debemos concluir que entretanto había sido depuesto del patesiato de Lagash y nombrado para los cargos sacerdotales que le encontramos ocupando durante el reinado de Dungi.

La sugerencia alternativa de que Ur-Ningirsu pudo haber desempeñado sus deberes sacerdotales en vida de Gudea mientras él mismo era todavía príncipe heredero, queda desmentida por el descubrimiento posterior de que durante el reinado del padre de Dungi, Ur-Engur, otro patesi, llamado Ur-abba, estaba en el trono de Lagash; pues se han encontrado tablillas en Tello que están fechadas en el reinado de Ur-Engur y también en el patesiato de Urabba. Para conciliar este nuevo factor con la identificación precedente, debemos suponer que la deposición de Ur-Ningirsu se produjo en el reinado de Ur-Engur, quien nombró patesi en su lugar a Ur-abba. Según este punto de vista, Ur-Ningirsu no fue completamente despojado de sus honores, sino que su autoridad quedó restringida a la esfera puramente religiosa, y siguió disfrutando de sus nombramientos sacerdotales durante la primera parte del reinado de Dungi. No hay nada imposible en esta disposición, y encuentra apoyo en las tablillas contables de Tello, que pertenecen al periodo del reinado de Ur-Ningirsu. Algunas de las tablillas mencionan suministros y dan listas de objetos preciosos, que estaban destinados al rey, a la reina, al hijo del rey o a la hija del rey, y eran recibidos en su nombre por el chambelán del palacio. Aunque ninguna de estas tablillas menciona expresamente a Ur-Ningirsu, una del mismo grupo de documentos fue redactada en el año que siguió a su acceso como patesi, otra está fechada en un año posterior de su patesiato, y todas pueden asignarse con cierta confianza a su periodo. Las referencias a un “rey” en las listas de cuentas oficiales apuntan a la existencia de una dinastía real, cuya autoridad era reconocida en esta época en Lagash. En vista de las pruebas aportadas por la dedicatoria de Bau-ninam podemos identificar la dinastía con la de Ur.

La aceptación del sincronismo lleva consigo el corolario de que con el reinado de Ur-Ningirsu hemos llegado a otro punto de inflexión en la historia, no sólo de Lagash, sino de toda Sumer y Acad. Es posible que Ur-Engur fundara su dinastía en Ur antes de la muerte de Gudea, pero no hay pruebas de que lograra imponer su autoridad sobre Lagash durante el patesiato de Gudea; y, en vista de la brevedad comparativa de su reinado, es preferible asignar su acceso al período del hijo de Gudea. Sumer debió de reconocer pronto su autoridad, y Lagash y las demás ciudades del sur formaron sin duda el núcleo del reino en el que basó su reivindicación de la hegemonía en Babilonia. Esta reivindicación por parte de Ur no se sustanció plenamente hasta el reinado de Dungi, pero en Sumer Ur-Engur parece haber encontrado poca oposición. De las circunstancias que condujeron a la deposición de Ur-Ningirsu no sabemos nada, pero podemos conjeturar que su reconocimiento de la autoridad de Ur-Engur no fue acompañado de todo el apoyo exigido por su soberano. Como hijo y sucesor de Gudea es muy posible que se resintiera por la pérdida de autonomía práctica de la que había disfrutado su ciudad y, en consecuencia, Ur-Engur pudo considerar necesario apartarle del patesiato. Ur-abba y sus sucesores fueron meros vasallos de los reyes de Ur, y Lagash se convirtió en una ciudad provincial en el reino de Sumer y Acad.

 

UR-NAMMU AND SHULGI

 

EL verdadero campeón de Sumer y Acad, el organizador de su periodo más brillante, fue Ur-Engur (Ur-Nammu). Su nombre indica que era devoto de una diosa por lo demás desconocida, Cur o Nammu. Cómo se restableció la paz y se sometió a toda Asia occidental se relata en un largo panegírico encontrado en Nippur. Se refiere a sus hazañas militares de la siguiente manera. “Aquellos a los que saqueó le siguieron llorando... en un lugar que había sido desconocido sus barcos eran conocidos”. Kish, la antigua rival semita de Sumer, se rebeló contra la Tierra y fue conquistada.

Las tierras extranjeras trajeron regalos. Pero no hay ninguna declaración definitiva sobre sus conquistas al este y al oeste, aunque una fecha anual en Lagash se refiere al año en que Ur-Nammu atravesó Mesopotamia desde las Tierras Altas hasta las Tierras Bajas. La historia de los reyes de Ur procede casi exclusivamente de los registros de las ciudades sumerias que pertenecieron a su reino, y en ninguna de ellas fue reconocido como dios. Pero en su propia capital surgió el culto al dios Ur-Nammu, y una tablilla que contiene dos himnos en su honor le llama el señor misericordioso que trajo la prosperidad a Ur, el pastor de Ur, que gobernó también en tierras lejanas que pagaban pesados tributos a la capital. Era hijo de la diosa-madre Ninsun, y el dios Luna de Ur lo eligió para gobernar a los pueblos de cabeza oscura; “la maldad no se detuvo ante él”, y parece haber sido el fundador del código sumerio de leyes.

En el transcurso de sus dieciocho años de reinado se dedicó afanosamente a restaurar los antiguos templos, lo que hace aún más sorprendente la escasez de tablillas durante su reinado. Su hijo se convirtió en sumo sacerdote de Innini en Erec, y es seguro que esta antigua ciudad rival prosperó bajo su cuidado. Además de sus obras en Nippur, Lagash, Adab, Larsa, Eridu y Umma, construyó la muralla de Ur; y el himno a Ur-Nammu de Nippur alude además a la reconstrucción del palacio real. Los sellos de ladrillo hallados en Mukayyar sólo hacen referencia al templo de Nannar, dios de la luna nueva, y sus inscripciones sólo dan el nombre de la torre E-temen-ni-il, “Templo cuyos cimientos sustentaron el esplendor”. Los textos litúrgicos de este periodo se refieren al gran templo del dios de la luna como E-gishshirgal, “casa de la luz”, y su capilla central donde se alzaba la estatua de Sin o Nannar llevaba el nombre de E-nitendug. Nabonido se refiere a Ur-Nammu como el constructor de la torre-escenario, pero escribe su nombre E-lugal-malgasidi, “templo del rey que ordena el consejo”, y otro nombre más para ella era E-shuganulul.

El himno al deificado Ur-Nammu se refiere a su palacio como la casa de Ur donde se acumulaban las riquezas de la tierra extranjera. El salón del trono de Ur-Nammu se llamaba “La misericordia de Sin, gran señor”, y su puerta, “Tu dios es un gran dios”. Allí se sentaba como consejero el divino dios Ur-Nammu del cielo y de la tierra, y el himno de Nippur también tiene mucho que decir sobre el palacio real, al que se hace referencia aún con más frecuencia en las inscripciones de sus sucesores. El palacio de los reyes de Ur está aún por excavar; sus ruinas ocultan los tesoros acumulados por los reyes del mayor imperio de Sumeria, y si podemos fiarnos de las indicaciones obtenidas de los textos de la época, hicieron de este edificio el principal objeto de sus cuidados.

Un cono de arcilla de Lagash afirma que cavó un canal para su dios Nannar, hijo de Enlil, después de haber terminado el templo de Enlil en Nippur, y conmina a sus sucesores a cuidar de la morada de Nannar. Dado que el culto al dios de la luna era prominente también en Nippur, puede deducirse que el rey se refiere a un templo de Nannar en Nippur. La inscripción de Lagash contiene la sorprendente frase: “Por las leyes de rectitud de Shamash establecí para siempre la justicia”; y el himno de su culto en Ur habla del proverbio: “La rectitud de Ur-Nammu, un tesoro, era un dicho”. Referencias similares a la promulgación de un código legal sumerio se encuentran en las inscripciones de Shulgi.

Aunque la deificación de Ur-Nammu no había sido reconocida autoritariamente más allá de la capital, es probable que fuera considerado generalmente como una deidad. Un culto póstumo a Ur-Nammu era ciertamente conocido en Lagash, pues una tablilla de los archivos de esa ciudad lleva un registro de seis gur (digamos 18 fanegas) de dátiles hechos para un festival y para las ofrendas regulares a Ur-Nammu. Un registro similar de Lagash, fechado en el reinado de Shu-Sin, se refiere a ofrendas para el festival del monarca reinante y las ofrendas fijas de Ur-Nammu, y una tablilla de los archivos del templo de Umma del mismo reinado se refiere a sacrificios hechos a los tronos de Ur-Nammu, Shulgi y Amar-Sin, los predecesores de Shu-Sin. Aquí sólo se le priva del título divino pero recibió culto póstumo en toda Sumeria.

Ur-Nammu adoptó el título de “Rey de Ur, rey de Sumer y Akkad”, que fue reclamado por su hijo Dungi (Shulgi) hasta su cuadragésimo segundo año. Shulgi accedió al trono de Ur en el año 2094, y gobernó durante el periodo excepcionalmente largo de cincuenta y ocho años. Se conocen las fórmulas de datación de todos los años de su reinado, a excepción de los años segundo a duodécimo. En tablillas de todas las ciudades sumerias de la época, excepto Ur, este rey aparece sin el título divino en los primeros años de su reinado. Hay pruebas definitivas de su apoteosis antes del duodécimo año; y en el decimoséptimo año el séptimo mes del antiguo calendario de Lagash aparece rebautizado en honor de la fiesta del divino Shulgi. En Umma fue el nombre del décimo mes el que se cambió para dar lugar al nuevo culto al rey reinante. Una tablilla de Lagash lleva la fecha: “Año en que fue instalado y elegido el sumo sacerdote del culto al dios Shulgi”. En Nippur no existen documentos fechados según las fórmulas oficiales del reino de Ur antes del trigésimo quinto año de Shulgi. Las tablillas de cuentas de Umma revelan la misma situación: los negocios se reactivan, los templos vuelven a recibir ingresos como en los tiempos de los reyes de Agade, pero no hasta que Shulgi hubo ocupado el trono de Sumer y Akkad durante casi cuarenta años. En una lista de los gobernadores provinciales de la época se da el siguiente orden: Girsu, Umma, Babilonia, Maradda, Adab, Shuruppak, Kazallu. Estas siete ciudades pueden considerarse las sedes más importantes de los gobernadores provinciales; y no hay rastro de resurgimiento en ninguna de ellas antes del cuadragésimo año de Shulgi, con la notable excepción de Lagash, que no parece haber sufrido una extinción tan total de la cultura bajo los reyes de Gutium. Pero otras ciudades alcanzaron prominencia en el reinado de Shulgi y se convirtieron en sedes de patesis, a saber, A-pi-ak-(ki), idéntica a la Awak(ki) del período de Naram-Sin, y la antigua Awan-ki cerca de Susa, que se menciona en el año cincuenta y seis de Shulgi como contribuyente a los sacrificios de los cultos de Nippur. Bajo sus sucesores Amar-Sin e Ibbi-Sin, esta ciudad elamita tiene un gobernador semita de nombre Sharrumbani.

Los emperadores de Ur superaron a sus predecesores en su veneración por Nippur. Tan grandes eran los ingresos en grano, fruta, ganado y ofrendas diversas que se construyó una casa receptora en el Éufrates, bajo Nippur, ahora las ruinas de Drehem. Los excavadores árabes han encontrado muchos cientos de tablillas de los archivos de los templos, y casi todas las colecciones de Europa, América y el Imperio Británico poseen algunos de estos registros. La ley del imperio imponía al rey y a todos los gobernantes un tributo regular a los cultos de Nippur, y estas tablillas constituyen en realidad una de las principales fuentes para la historia de la época. Los registros muestran que, junto al templo principal de E-kur, y sus capillas de Enlil y Ninlil, había en esta ciudad templos al divino emperador, a los dioses Ninazu, Ningishzida, Lugal-banda, Enki, Amurru o Immer, Nannar, Tammuz, Shamash, y a las diosas Gula, Nana, Innini, Ninsun, Annunit, y muchos otros. De hecho, el panteón de Nippur incluye a todas las deidades importantes. Por supuesto, es probable que a muchas de ellas se les dedicaran capillas en el templo. Un magnífico sello dedicado al dios de la luna nueva, Nusku, por la vida del divino Shulgi por Ur-an-bad (?), el patesi de Nippur, refleja el crédito sobre la escuela de grabadores de allí. El diseño es inusual, pues representa al propio Shulgi vertiendo una libación en una jarra alta de la que sobresalen dos capullos de loto. Junto a la estrella se encuentra Nusku, ataviado con los kaunakes y el tocado de cuernos (signo de deidad), y detrás del emperador su diosa, Ninsun, en pose de súplica por su hijo real.

Anshan, capital de una de las provincias elamitas al sur de Susa, se sometió a los reyes de Ur, y uno de sus patesis se casó con la hija de Shulgi. Pero esta alianza no impidió la revuelta inmediata de Anshan sólo cuatro años después, y la ciudad fue devastada por el rey. Se conocen dos gobernadores de Anshan con nombres semitas, y se les puede situar con cierta certeza antes de la devastación de esa provincia en su cuadragésimo cuarto año. Fue el poder resurgente de los estados elamitas lo que finalmente derrocó al imperio de Ur, y estas provincias fueron problemáticas durante todo el largo reinado de Shulgi. Otra hija del rey se convirtió en reina de Markhashi, un nuevo nombre para la antigua provincia elamita Barakhsu, cerca de Awan (Awak). Kazallu y Der, provincias de esta región, parecen haber reconocido la autoridad de Ur a principios del reinado de Shulgi y no haber dado más problemas. En su decimoctavo año la diosa-serpiente Isir fue restaurada en su templo de Der, acontecimiento que se aprovechó para la promulgación de la fecha oficial del decimonoveno año. En el periodo de agitación que precedió a la dinastía de Ur, Der, sede del culto al dios elamita Ash-nunnak y a su consorte Isir, había sido la capital de una pequeña provincia. Su gobernador Anumutabil (nombre semita) afirma haber derrotado a Anshan, Elam, Barakhsu y el estado elamita Simash. Kazallu es poderoso pero leal. La instalación del dios del trueno, Numushda, en su templo de Kazallu se conmemora en la fecha oficial del vigésimo año de Shulgi. Todos los nombres de los patesis y ciudadanos conocidos de Kazallu (Ibni-ili, etc.), y de un rey posterior de Kazallu(Muti-abal), sugieren que en el periodo de Ut la población era principalmente semítica.

CONQUISTA AL ESTE DEL TIGRIS

La conquista de otras provincias en este reinado, Gankhar, Simuru y Kharshi, se llevó a cabo en los años 34-37 de su reinado. Estas tribus de la cuenca occidental de los montes Zagros seguían siendo inquietas y desleales. Gankhar tuvo que ser reducida de nuevo en su cuadragésimo primer año, Simuru se rebeló inmediatamente y fue reducida de nuevo en su trigésimo sexto año, y una tercera vez en su cuadragésimo tercer año. Simuru debió de estar en constante agitación, pues la fecha de su quincuagésimo cuarto año se refiere a la destrucción tanto de Simuru como de Lulubu por novena vez. Lulubu, la poderosa tribu elamita (?), cuya prominencia dos siglos antes en esa región ya ha sido destacada, parece haber sido conquistada por Shulgi en el poco conocido período anterior de su reinado. Al igual que Simuru, estaba en persistente revuelta, pero el sometimiento de esas tierras por novena vez fue efectivo, y no hay más mención de problemas en esta región bajo los reyes de Ur. Una variante de la fecha del año cincuenta y ocho se refiere a una campaña en la que Kharshi, Kimash y Khumurti y sus tierras fueron destruidas en un solo día. En los últimos años del reino de Ur una buena parte de la región al este del Tigris, incluido Gankhar, se incluyó en el patesiato de Lagash. Al igual que Kazallu, Gankhar se proclamó reino independiente en la época de agitación que siguió a la caída de Ur; y un fino sello, en el estilo de finales del periodo de Ur e Isin, representa a Masiam-Ishtar, súbdito del divino Kishari, rey de Gankhar, en oración ante una figura sentada de este rey. Los nombres sugieren una clase dirigente semita. Otra tribu de esta región era Urbillum, conquistada en el año cincuenta y cuatro. Amar-Sin, el sucesor de Shulgi, se vio obligado a someter de nuevo a Urbillum cinco años más tarde, y puesto que Ashur, la antigua capital asiria, reconoció a Amar-Sin como rey parece seguro que Shulgi en sus campañas contra Lulubu, Kimash, Simuru y Urbillum también anexionó toda la región de la antigua Asiria a su imperio.

Un bajorrelieve de esta región representa a un rey, tal vez Hammurabi, golpeando a un enemigo barbudo con un hacha sumeria y una lanza, mientras que el reverso representa al rey de Arrapkha encadenado ante él. La inscripción indica que la escena representa la conquista de Arrapkha, la antigua Gutium, al sur del Bajo Zab. Tras cruzar el Bajo Zab, este rey conquistó Tabra (la clásica Tapurra) y Urbel (Urbillum). Arrapkha y Tabra no parecen haber sido conocidas en la época de Ur, y la inscripción semítica también indica una fecha posterior. Su afirmación de que Ramman, el dios del trueno, era el dios nacional de Arrapkha cobra importancia cuando se asocia con el hecho de que el dios de Kazallu era también el dios del trueno. Las tribus de estas tierras parecen haber adorado a esta misma deidad bajo diversos nombres.

Las únicas tierras al este del Tigris y al norte de Elam que fueron elevadas a la dignidad de provincias políticas bajo un patesi fueron Kazallu y Kimash, ambas situadas al sur del Diyala. Habían sido semitizadas a fondo ya bajo el gobierno de los anteriores sargónidas de Agade. También los nombres de tres patesis de Susa del periodo Ur (Zarig, Belizarig y Urkium) son todos semíticos. Es posible que el poderoso gobernante de Susa, Gimil-Shushinak, perteneciera a la época de Ur-Nammu, o incluso al periodo de Gutium. Shulgi construyó un templo al dios Shushinak en Susa antes de ser divinizado, y Urniginmu, un funcionario del Mar, dedicó al dios Nineriamugub una fina cabeza de marfil grabada con dos leones en procesión por la vida de Shulgi en Susa. Las inscripciones propiamente dichas son sumerias, aunque los numerosos monumentos de Gimil-Shushinak están compuestos en semítico y él mismo lleva un nombre semítico. No es aventurado suponer que fuera semita, ya que los gobernantes de Agade enviaban con no poca frecuencia gobernadores semitas a Susa. En la época del imperio de Akkad el semítico se había convertido en la lengua oficial de Susa y esta tradición fue continuada por Gimil-Shushinak. Suele describirse a sí mismo como patesi e hijo de Shimbi-ishkhuk. Una estela que conmemora su sometimiento de las "cuatro regiones" le llama rey de Zawan. Una estatua fragmentaria de este gobernante encontrada en Susa lo nombra patesi de Susa y gobernador de Elam, título que se repite en sus otros monumentos. La inscripción de su estatua declara que se vio obligado a entrar en guerra con Kimash y Khurtim (Khumurti de los textos de Shulgi); y sometió no sólo a éstos sino a un gran número de ciudades ahora desconocidas de esta región. Una fina estatua de una diosa sentada ataviada con los kaunakes del periodo Gudea llevaba una inscripción fragmentaria de Gimil-Shushinak y una inscripción arcaica en la antigua escritura elamita del periodo anterior a Ur-Nina. En Susa se han encontrado fragmentos de estatuillas con sus inscripciones semíticas y una antigua versión elamita. Scheil describe dos estatuillas del propio patesi, ambas inéditas. Lleva la túnica con flecos característica de la indumentaria sumeria a partir de Gudea y luce una barba poblada. Una gran estela con una inscripción a cinco columnas conserva un registro de sus obras piadosas y dedicatorias en el templo de su dios Shushinak. El panteón de Gimil-Shushinak es una mezcolanza de divinidades elamíticas y sumerias. Además de sus propios dioses nativos, Shushinak, Al(?) attegir-raban, Al-Shugu, apela a las deidades sumerias, Enlil, Enki, Innini, Ninkharsag y Sin. El dios-sol semítico, Shamash, aparece regularmente en sus imprecaciones, y una deidad Naride, Nariti, así como Nati, todas ellas quizá elamitas.

Pero Susa se rindió a la dinastía de Ur sin lucha. No hay rastros de guerras con Susa en los registros de Ur-Nammu y Shulgi. Acostumbrada al gobierno benéfico de un reino mesopotámico en la época de Sargón, y discípula de la fina civilización de Sumer desde los albores de la historia, Susa acogió el renacimiento sumerio tras la plaga de la ocupación de Gutium. Anshan también se convirtió en una provincia destacada, y dos de sus patesis, Libum y Shalabu, tienen nombres semitas. Los registros de Lagash contienen anotaciones de los contables del gobierno sobre alimentos, aceite y suministros para los embajadores del rey (sukkalu) procedentes de esa provincia o que regresaban a ella. Las provincias elamitas de Adamdun y Sabum parecen haber sido importantes provincias administrativas y ambas recibieron la distinción de patesiatos en los últimos años de Shulgi. Sabum aparece con frecuencia en las transacciones oficiales del imperio; cuatro de sus patesis tienen nombres semíticos, Abum-ilum, Shelibum, Abummi-sharri y Gimil-Sin-bani; y finalmente fue incluida en el patesi-estado de Lagash.

LAGASH Y OTRAS CIUDADES DEL IMPERIO

La historia de la provincia de Lagash bajo los reyes de Ur es mejor conocida que la de la propia capital. Los archivos de los templos y de la realeza de la época excavados en Telloh proporcionan cantidades de registros comerciales cuyo número se cuenta ya por miles. En los primeros años de su reinado, Shulgi construyó un templo a la diosa Nina en Lagash. Sus inscripciones, que celebran la reconstrucción del gran templo de la ciudad de Ningirsu, se refieren a él como el dios Shulgi. Una peluca de diorita, dedicada a Nina, su genio protector, por Bau-ninam, por la vida del divino Shulgi, debe asignarse claramente a Lagash. Aquí Bau-ninam, sumo sacerdote de Nina, se llama a sí mismo sacerdote sacrificador de Ur-Ningirsu, amado sacerdote de la diosa Nina. La importancia de esta afirmación para la cronología es considerable. Si Ur-Ningirsu, hijo de Gudea, seguía vivo, no como patesi, sino como sacerdote, debemos acortar el tiempo entre Gudea (2144-2124 a.C.) y Shulgi: difícilmente podemos permitir más de cuatro o cinco años para Utukhegal y la dinastía en Erech entre Gutium y Ur-Nammu. Ur-Nammu debió fundar Ur casi inmediatamente después de que Utukhegal hubiera expulsado a los gobernantes de Gutium, y la estimación del presente escritor de 50 años entre los reinos de Gutium y de Ur debe ser anulada. Por otra parte, el presente escritor sostiene que este Ur-Ningirsu fue objeto de un culto póstumo al igual que su padre, Gudea, fue objeto de culto en el periodo de Ur.

Umma, también sede de un patesi, conservó su importancia bajo Shulgi. Es algo característico de los sellos de Umma grabar un león al lado del trono de una divinidad, que probablemente sea el dios de la vegetación, Shara; en un sello lleva un estandarte que sostiene un león. El trono de una diosa sentada también se adorna a menudo con un león; esta figura es probablemente Nidaba, la diosa del grano. La historia de Umma en este periodo se asocia principalmente con el nombre del patesi Ur-Negun, que fue nombrado no más tarde del año cuarenta y tres. Ocupó el cargo ininterrumpidamente (aparte de un breve periodo en el que Akalla ocupó el puesto) hasta el sexto año de Amar-Sin. Los veintidós años de su patesiato son los más largos de este tipo en los registros de cualquier ciudad bajo el dominio de Ur.

La ciudad sagrada, Eridu, aún sobrevivía y era la sede de un virrey. Una crónica babilónica afirma que Shulgi cuidó mucho de Eridu, a orillas del mar, afirmación confirmada por una lápida inscrita que conmemora su construcción del templo de Enki. Pero sufrió graves reveses. Nur-Immer, o Nur-Adad (2197-2181), rey de Larsa, que reinó casi dos siglos después, afirma que Eridu había sido destruida. Hizo que se dieran regularmente las rentas de Eridu y ordenó que se reconstruyera la ciudad. Construyó la morada sagrada (E-apsu) que Enki amaba, y devolvió a su lugar los utensilios de culto eterno y las decoraciones rituales del templo. Además, su predecesor, Bur-Sin, rey de Isin (2235-2213), que dejó de reinar sólo unos años antes que Nun-Immer, afirma que también restauró los "diseños" sagrados, o recipientes del templo y los objetos sagrados de Eridu. La antigua ciudad del dios del agua Enki seguía en buen estado de conservación bajo los reyes de Ur; sus templos y cultos siguieron en uso hasta Hammurabi.

Shulgi construyó el templo (E-Keshdu) de Ninkharsag, la diosa-madre de Adab, en los primeros años de su reinado. El sello de ladrillo empleado por Amar-Sin en Eridu, Sippar y Adab es, curiosamente, sólo un duplicado del que utilizó en el templo de Enlil en Nippur.

Para las condiciones de los cultos en Nippur en este periodo la información que se puede recoger de las prolíficas ruinas de Drehem es satisfactoria. Estos archivos contienen los relatos oficiales de los sacrificios en diversas fiestas a los dioses del panteón de Nippur y a los reyes deificados de Ur. Las excavaciones de Nippur han proporcionado un gran número de los himnos cantados en los servicios públicos, y especialmente en los cultos a los dioses-emperadores, Shulgu, Amar-Sin y Shu-Sin. Se han recuperado muchos himnos sumerios cantados en el culto al dios moribundo Tammuz y a su hermana Ishtar, tal como se realizaba allí el servicio. A la escuela nipuriana de liturgistas de esta época debieron Sumeria y los pueblos babilónico y asirio los elaborados servicios diarios de la religión más formal y musicalmente intrincada de la antigüedad. Todo el desarrollo de la literatura litúrgica puede rastrearse en los restos del templo-biblioteca de Nippur. Un buen número de los primeros servicios, que consistían en un solo himno, normalmente una lamentación sobre alguna calamidad específica o sobre los problemas ordinarios de la humanidad, aún se utilizaban en Nippur. Se acompañaban de un tambor, una flauta o una lira. A continuación, se combinaron varios cantos antiguos con un tema común y, finalmente, se desarrolló el tipo compuesto de servicio litúrgico. En el producto final de las escuelas de música de toda Sumeria, las melodías se reescriben para desarrollar un tema e introducir ciertas doctrinas importantes. Los liturgistas de la escuela de Nippur eran más conservadores que los de otros grandes centros y tardaron más en abandonar las antiguas melodías, que consistían en un solo canto. Actuaron como eruditos compiladores y revisores de los himnarios producidos en otras escuelas.

LAS LITURGIAS SUMERIAS

Quizá la idea más profunda que impregna las liturgias de Nippur es la visión que exponen sobre la diosa-madre. Gula-Bau-Ninkharsag, la madre-tierra adorada en todas las ciudades, pero principalmente en Adab, Kish y Lagash, es constantemente invocada en estos lúgubres breviarios como la madre dolorosa a quien también los infortunios de la humanidad traen dolor, y que es la firme suplicante de la humanidad ante los dioses airados. De igual importancia es la idea de la Palabra de la Ira que se introduce en todas las liturgias diarias y a veces es el tema de servicios de oración enteros. Según la escuela nipuriana, el pecado hace que los dioses envíen aflicción a la humanidad por medio de su “Palabra”, que es pronunciada y enviada como un espíritu airado a visitar las moradas. Las lamentaciones de los largos libros de oraciones se refieren principalmente a los actos de la palabra iracunda de uno de los dioses. Quizá la parte más lúgubre de cada breviario sea la letanía que ocupa siempre la penúltima posición, llegando en último lugar la recesional a la flauta. Esta letanía se compone de un estribillo colocado después de los títulos de todas las deidades importantes del panteón y ha sido descrita por el presente escritor como la Letanía Titular. Por medio de la Letanía Titular, que es siempre la misma en cada breviario -a excepción del estribillo, que debe ser, único en cada uno- se ha reconstruido el panteón.

Los principales cultos de Nippur, que se mantenían en todas las ciudades del imperio, eran los de Enlil y su consorte Ninlil, los hijos de Enlil, Ninurta, el dios-guerra, Sin, Mannar y Nusku, los dioses-luna, y Babbar, el dios-sol, los diversos tipos casados de la madre-tierra, Ninkharsag de Adab, Nintud de Kish, Bau de Isin, Ninsun e Innini de Erech. Los otros dos dioses a la cabeza de la trinidad, Anu de Erec y Enki de Eridu, recibieron mucha atención. Nippur, como sede prehistórica del culto a la madre tierra, creadora del hombre y su intercesora en la vida y en la muerte, se convirtió en el santuario nacional de Sumer y de todos los conversos a la religión sumeria. Como tal, su atractivo para los sentimientos religiosos de los semitas de Mesopotamia y Elam era igualmente fuerte. A sus templos llegaban sacrificios de las ciudades de Akkad y Elam, y de Maer, el centro de los conversos semitas occidentales en el Éufrates medio. En religión, especulación, música y literatura la posición de Nippur en ésta y en la época sucesiva de Isin y Larsa fue preeminente e indiscutible.

La provincia de Nippur enviaba su parte de los impuestos a los cultos de su propia ciudad. Las ciudades Erech y Larsa parecen haber pertenecido al distrito administrativo de la capital. No fueron sedes de patesis bajo los reyes de Ur. Shulgi reparó Eanna, el templo de Innini en Erech, en los primeros años de su reinado, y Amar-Sin, que menciona su nuevo nombre (Ninsianna), como diosa de Si-an-na (el planeta Venus), también trabajó en la restauración de su templo. Los archivos de Drehem hacen frecuente referencia a los sacrificios suministrados a Erec para las fiestas de la luna nueva y la luna llena, y para los servicios de canto en los rituales de libaciones por las almas de los muertos. El propio rey enviaba corderos gordos para los sacrificios a Innini en Erec. El tipo semítico septentrional de Innini, Anunnit, la diosa de la guerra, tenía un templo en Erec donde recibía ofrendas de los suministros nacionales en Drehem; Shu-Sin construyó su templo allí y este rey divinizado la reclamó como su propia esposa.

El completo silencio de los registros comerciales de Drehem, Lagash, Umma y Nippur sobre Larsa es actualmente inexplicable. Ésta era la ciudad que pronto sucedería a la propia Ur en la hegemonía del sur de Sumer, y como centro del culto a Babbar, el dios-sol, debería mencionarse en la literatura contemporánea. Layard encontró los ladrillos estampados del templo E-babbar restaurado por Ur-Nammu en Senkereh; y ésa es la única información de que se dispone actualmente para la historia de esta gran ciudad bajo los reyes de Ur. Un himno litúrgico de Nippur de la época incluye Ur y Larsa entre los lugares sagrados visitados por la ira de Enlil. Pero los libros de oraciones canónicos siempre relacionan al dios-sol con Sippar y no con Larsa. Es evidente que los himnos canónicos de Sumer se completaron bajo la influencia de la escuela de Nippur en el periodo que sucedió al reino de Ur. Nippur durante la mayor parte de esta época literaria perteneció a Isin y la dinastía rival reinó en Larsa. En consecuencia, el antiguo culto sumerio al dios-sol fue expurgado, aunque se conservaron los demás templos y dioses del reino de Larsa. De este modo, el dios-sol semita de Sippar desplazó por completo al antiguo Babbar de Sumeria en los cantos sagrados de la iglesia babilónica.

LOS PRINCIPALES CULTOS

La historia de la propia capital es quizá la menos conocida de todas las grandes ciudades del imperio. Una tablilla de perlas, llevada a Susa en épocas posteriores entre otros saqueos de Ur, tiene una inscripción de Shulgi que hace referencia a su dedicación a Ningal, consorte del dios lunar Sin. La inscripción destaca por el título que se da al “Dios Shulgi, dios de la Tierra”. Es manifiesto el énfasis cada vez mayor que se pone ahora en la divinidad de los gobernantes de Ur. Su sucesor, Amar-Sin, se autoproclamó dios-sol de la Tierra. Shulgi se refiere dos veces a la dedicación de una estatua del dios-luna Nannar en una ciudad Karzidda, probablemente un barrio de la propia Ur. Amar-Sin ha dejado dos inscripciones que hacen referencia a una sala sagrada del templo de Nannar en Karzidda. Antes de su época este templo no poseía un gig-kisal, “patio apartado”, pero Amar-Sin construyó uno y colocó en él a su dios Nannar. Los archivos del depósito de sacrificios de Nippur suelen atribuir la entrada de impuestos y regalos de Ur a los relevos del rey.

El gran culto al dios-luna de Ur apenas recibió el reconocimiento adecuado en las liturgias canónicas de Babilonia, porque Ur cayó bajo el dominio de Larsa cuando estos breviarios se estaban completando en Nippur. De los himnos litúrgicos más antiguos de los servicios del templo de Ur durante el periodo de su afluencia bajo Shulgi y sus sucesores han sobrevivido al menos dos. Ambos pertenecen a la biblioteca del templo de Nippur, y su nota de alegría alivia la sombría monotonía de las liturgias oficiales del periodo posterior:

0 santa luz creciente del cielo, que es de sí misma creada,

Padre Nannar, señor de Ur,

Padre Nannar, señor de Ekishshirgal,

cuando en la barca que en el cielo asciende, tú eres glorioso,

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Salve tú que en la majestad de un rey diariamente te elevas, ¡salve!

Salve hijo de Enlil, en la Tierra gobierna, señor Ashimur.

En mi ciudad de la elevación de los ojos, el hogar de su propia morada,

que es la plenitud del lujo,

cuyo diseño es como Shuruppak.

Los teólogos de Sumer suelen referirse al dios-luna bajo el título de Nannar, y éste es el título ordinario en las letanías titulares de los libros de oraciones.

Los patesiats asignados a Akkad fueron los de Babilonia, Kish, Cuthah y Maradda. Una ciudad no identificada, Push, que parece pertenecer a Akkad también recibió un patesiato. Su culto es desconocido y su nombre sólo aparece en este periodo. Todas estas ciudades aportaban sacrificios regularmente a Nippur; pero Cuthah y su culto al dios del mundo inferior Nergal, fueron especialmente favorecidos por el rey de Ur. Esta antigua ciudad nunca perdió sus tradiciones como centro de la cultura sumeria, y los dos patesis de Cuthah cuyos nombres se conocen, Namzitarra y Gudea, parecen haber sido sumerios. Shulgi reconstruyó el templo E-kishibba y su torre escénica en Cuthah. El título favorito del dios de Cuthah en las liturgias e inscripciones es Meslamtaea. Bajo este título se le adoraba en todas partes de Babilonia y Asiria. El apego de Shulgi a esta deidad se refleja en la inscripción de un elegante sello de Lagash dedicado a Meslamtaea por su vida por Kilulla, un funcionario. El grabado del sello es casi único en el periodo, ya que el hombre tiene la actitud asumida en el periodo temprano, cuando el suplicante saludaba a la deidad lanzándole un beso, y la deidad está de pie con la mano derecha extendida sosteniendo un mayal con tres cuerdas anudadas y en la mano izquierda una espada corta. Esta deidad barbuda con diadema de cuernos es sin duda el terrible juez de los que mueren y se presentan ante el dios del mundo inferior. El leal propietario llamó a su sello “Que viva mi rey en su excelente sabiduría”.

En Babilonia, que empezó a alcanzar prominencia bajo los reyes de Ur, Arshikh tiene la distinción de ser el primer personaje histórico importante. Parece que fue patesi entre los años cincuenta y tres y cincuenta y seis de Shulgi y de nuevo durante el reinado de Amar-Sin. La Crónica Babilónica dice de Shulgi: “El mal buscó y los tesoros de E-sagila y Babilonia sacó como botín, el dios Bel (Marduk) trajo el mal sobre él e hizo que sus perros se comieran su cadáver”. La tendencia de la Crónica a registrar el mal de los reyes que habían violado Babilonia ya se ha señalado en el caso, de Sargón. En cualquier caso, la humillación de Babilonia a manos de Shulgi puede explicar el hecho de que los registros del periodo de Ur guarden silencio sobre Arshikh durante los dos últimos años de este reinado.

No hay pruebas de que los reyes de Ur hicieran nada por la ciudad y su culto, o tuvieran la menor premonición de su futura fama. Su dios, Asaru o Asaruludug, una deidad acuática, fue tomado prestado de Eridu después de la dinastía Ur, y en las liturgias del periodo de Isin sólo se admite este título y Enbilulu, un antiguo título de Eridu. Sus dioses y templos no se mencionan en absoluto en la época de la última dinastía Ur, y no tenía ningún derecho a figurar en el libro de oraciones canónico de Sumer por su condición de sede de un dios prehistórico. Babilonia y su dios Marduk se impusieron a los liturgistas de Nippur y Sumer debido a su posterior poder político en tiempos de los reyes de Isin. Los teólogos de Babilonia revisaron el antiguo mito de la creación en el que Ninurasha, hijo de Enlil, dios de la primavera-sol, luchaba con el dragón del caos, y Asaru sustituyó a Ninurasha en esta leyenda. Como tal Asaru, un dios de la lustración y la expiación, hijo del dios-agua de Eridu, se convirtió forzosamente en un dios-sol y los escritores idearon el nuevo nombre amarudu, “juventud del sol”. Los semitas, al tomar prestadas palabras sumerias compuestas de elementos, solían añadir la terminación ku y la palabra se convirtió en Amaruduku, Marduk, en el habla popular. Este nuevo título nunca es admitido por los himnólogos sumerios, aunque se vieron obligados a admitirlo en el panteón, una concesión que no se hizo a Agade, a Ashur ni a Nínive.

LAS PROVINCIAS ORIENTALES

Ashnunak (o Ashnunnak, Ishnunuk), al este del Tigris en el río Uknu, la moderna Kerkhah, se menciona por primera vez en los registros de Shulgi, que nombró a un patesi, Kallamu, para esa provincia. Tanto Kallamu como su sucesor, Ituria, tienen nombres semíticos. Shutruk-Nakhkhunte, rey de Anzan y Susa, encontró una estatua de Manishtusu en Ashnunak y se la llevó a Susa, lo que indica que los reyes de Agade conocían la provincia con el mismo nombre. Su antigua divinidad sumeria era Umunbanda, un tipo de dios de la tierra conocido en Erech como Lugal-banda. Umunbanda, Enbanda o Lugal-banda, y su consorte, Ninsun, son ambas formas de Ninurasha, el hijo de Enlil y Gula la diosa-madre, y ambos pueden haber sido transferidos a Erec desde Ashnunak. Lugal-banda era originalmente un antiguo rey de Erec que había sido divinizado, y probablemente entonces fue confundido con Umunbanda, tras lo cual Ninsun también fue llevada a Erec. Puede que hubiera alguna circunstancia histórica que relacionara a Erec y a su legendario rey Gilgamesh con Ashnunak y Elam. Otro título del dios de Ashnunak es Tishpak, un tipo elamita de Ninurasha. Tanto Ash-nunak como Der aparecen en todos los periodos desde Shulgi hasta el periodo persa para la misma provincia o partes de la misma. El dios elamita Tishpak era también el dios de Der y los dos lugares parecen intercambiarse libremente.

Esh-nun-(ki), el nombre sumerio original, significa casa del príncipe, es decir, hogar del culto al dios del agua Enki, y Bad-an-(ki), el ideograma de Der, significa muro del dios del cielo Anu. Esta provincia, al este del Tigris, fue la sede de una civilización sumeria prehistórica en cuyas dos ciudades principales, Der y Ash-nunak, se establecieron los cultos del dios del cielo Anu y del dios del agua Enki. Der era también la sede de un culto a la diosa de la tierra Bau, llamada “Reina de Der”. Aquí también estaba el hogar prehistórico de Ka-Di, una deidad ofidiana bisexual; y los escribas llaman al dios-serpiente (siru) de Der, a la vez señor de la vida y reina de la vida. Ka-Di es de hecho un título prehistórico del posterior Tammuz, y su nombre, Izir, parece referirse al carácter ofidio de las deidades prehistóricas de la vegetación: la madre-tierra y el niño bisexual que muere y resucita anualmente. Der es uno de los lugares de parada de la emigración sumeria desde Asia central y sus cultos conservan el carácter de su gran antigüedad. Innini, el tipo especial de diosa virgen de la tierra, hermana de Izir o Tammuz, también tenía aquí su culto. Pero el centro de la civilización sumeria se desplazó hacia el sur, al fértil valle de los Dos Ríos. Anu y su hija, Innini, fijaron su morada en la gran ciudad de Erech, e Izir, el dios moribundo, bajo el nombre más popular de un rey muerto, Tammuz, tenía aquí su culto principal. La antigua relación de Erec con Eshnunak y Der se manifiesta especialmente en las liturgias en frecuentes pasajes.

Otra deidad del panteón sumerio más antiguo es Sakkut de Der, el prototipo de Ninurasha. El elamita Tishpak se identificaba con él. El templo del dios del cielo en Der se llamaba Dimgal-kalama, “Barra de la Tierra”, y aquí Anu, padre de los dioses, mantuvo sin duda su posición como deidad principal, mientras que en Erech quedó completamente eclipsado por el culto a Innini. Los sumerios enfatizaron cada vez más los cultos de las diosas-madres, especialmente de la Innini de tipo virginal, y la historia de Ashnunak y Der tanto secular como religiosa es de suprema importancia, ya que en esta provincia persistió la etapa sumeria más antigua de creencia religiosa. Anu suele tener el título de Gran Anu en Der, y su templo era atendido por un gran sacerdocio, incluso en tiempos de Ashurbanipal. Esarhaddon restauró la ciudad y el templo para el dios Anu, la reina de Der, el dios-serpiente (siru), la diosa Kurunitu, Sakkut, el dios de Bube, y el dios Mar-biti. En los días de la invasión de Gutium y la subsiguiente humillación de Sumer y Akkad, la diosa de Der fue llevada a la tierra del conquistador, y un poema semítico ensaya las lamentaciones de las diversas diosas-madres locales de las dos tierras. A juzgar por la fecha de su decimonoveno año, Shulgi devolvió a su ciudad al dios Izir, que, como Bau, probablemente había sido llevado a Gutium.

PRIMERAS DEIDADES DE ORIENTE

Tanto Der como Ashnunak estaban situadas en una provincia que desde la época de Hammurabi se llamaba Yamutbal o Emutbal. Hammurabi ordenó a su gobernador, Sin-idinnam, que restaurara a las diosas de Emutbal, y en otra carta ordenó que las hieródulas y rameras de Emutbal fueran llevadas a Babilonia. Sin duda, el rey babilonio se refería a las diosas-madres sumerias de Der y Ashnunak, y a las mujeres sagradas al servicio del culto de Innini allí. Ciertas lenguas indígenas de esta región en la época asiria tienen una palabra recurrente en los topónimos, kingi, aparentemente en el sentido de “tierra, país”. La propia Emutbal se llama en sumerio kingi-sag, “Tierra de las seis cabezas”. Kingi, sin embargo, es el original de la palabra posterior sumeria, y quizá signifique simplemente la tierra; y la palabra parece dar la certeza de que esta lengua, que sobrevive en casos tan esporádicos en las tierras altas al este del Tigris, es una supervivencia del periodo prehistórico de las migraciones de los sumerios. Emutbal, nombre tardío (¿elamita?) de uno de los más antiguos lugares de parada sumerios, fue designado por el ideograma sumerio del siete, número místico dado también a Erech y a la ciudad sagrada de Kish en Sumer. No puede haber ninguna duda sobre el sentimiento de los sumerios hacia sus antiguas tierras natales al este del Tigris; y su primitivo culto a la serpiente perduró allí, mientras que desapareció cuando se dirigió a Erec. Erec fue la capital tradicional de Sumer, y su conexión histórica con Ashnunak, Der y Emutbal se explica por el hecho de que sus principales cultos a Anu, Innini y Tamuz son precisamente los de la ciudad de su antigua morada.

Una inscripción sumeria de la época de Gutium recoge cómo algún patesi o gobernador había reconstruido Der y su templo. Junto a los patesis de Ashnunak, cuyos nombres se encuentran en los archivos de Drehem, en tablillas de los reinados de Shulgi, Amar-Sin y Shu-Sin, hay una inscripción-sello relativa a Ur-Ningishzida, el patesi de Ashnunak, dedicada a él por su hijo, Girra-bani. Su sello tiene una inscripción semítica: “Ur-Ningishzida, amado del dios Tishpak, patesi de Ashnunak”. La escena del cilindro pertenece indiscutiblemente al periodo de Ur. Es única en el sentido de que combina dos estilos del periodo Ur. En primer lugar, el adorador es representado de pie con las manos cruzadas a la cintura, el nuevo estilo, y detrás de esta figura otro adorador es adelantado por una deidad que le agarra la mano izquierda mientras saluda con la derecha, el antiguo estilo procesional que no es posterior al periodo de Ur. Una de las figuras representa al propietario, Girra-bani, y la otra es su padre Ur-Ningishzida, a quien está dedicado el sello.

La población de esta región, en todo caso de las partes de Emutbal cercanas al Tigris, era mayoritariamente semita desde el periodo de Agade en adelante, pero en cultura y religión sumeria. En el periodo de Rim-Sin de Larsa, la hija de Billama, patesi de Ashnunak, se casó con Dan-rukhuratir, virrey de Susa. En el periodo de agitación que siguió a la caída de Ur, Ibik-Adad se proclamó rey de Ash-nunak y, por supuesto, asumió el título de dios, ya que el culto a los reyes estaba entonces en boga. Su hijo Dadum le sucedió en el trono, también como dios. Un sello de Khabde-Adad, siervo del dios Ibik-Adad, en el estilo glíptico del periodo de Hammurabi se encuentra ahora en el Museo Británico.

Shuruppak y Kisurra constituían probablemente la zona administrativa situada inmediatamente al norte de la provincia central, y su patesi se encontraba en Shuruppak. Los nombres de dos de sus virreyes que sirvieron bajo Amar-Sin y Shu-Sin se conocen por registros contemporáneos, pero éstos no aportan ninguna información sobre el culto a la diosa-madre de Shuruppak y a su dios Aradda. El nombre de su templo principal parece haber sido E-sagtena o E-sagdana.

El templo de Nin-ezen-la, fundado por Shulgi, era probablemente el de Sag-pa-Kab-Du, Sagpaega (o Ursagpae), posiblemente cerca de Umma. Zabshali, cuyo patesi se casó con una hija de un rey de Ur, era sin duda una provincia elamita. Los documentos de Susa del periodo del patesi Susan Adda-Pakshu, contemporáneo del fundador de la primera dinastía babilónica, mencionan la ciudad Zapzali. Shulgi, de hecho, se alió con dos distritos de Elam (Anshan y Markhashi) casando a sus hijas con sus patesis. El año-fecha que hace referencia a una alianza similar con Zabshali es “Año en que se casaron Tukin-khatti-migri-sha hija del rey y el patesi de Zabshali”. Aparece varias veces, pero no se puede determinar el rey en cuestión: Ibbi-Sin, el último rey de la dinastía de Ur es lo más probable, ya que Zabshali estaba en rebelión contra Shu-Sin, que devastó el lugar en su sexto año. El nombre de la princesa es semítico: “Se ha asegurado el cetro de su favorito”, un nombre que no es probable que eligiera Shulgi, que no hacía concesiones al creciente poder de los semitas.

LA EXTENSIÓN SEPTENTRIONAL Y OCCIDENTAL

Sin duda, Shulgi extendió su imperio hacia el norte para incluir todo el norte de Mesopotamia, y hacia el oeste hasta el mar para incluir Siria y Capadocia. En los alrededores de Arbela, en Gutium, se encontró un fino sello de cornalina con la inscripción: “A Ninlil, su señora, el divino Shulgi, el hombre poderoso, rey de Ur, rey de Sumer y de Acad, lo ha dedicado por su vida”. La cuestión de si este sello se encontró en su lugar original es importante. Arbela está cerca de Ashur, el antiguo asentamiento sumerio del norte y la capital de la primitiva Asiria. Su diosa era Ninlil, que se convirtió allí en la consorte del dios Ashur. Poco se sabe de la historia de la ocupación sumeria de Ashur. A principios del periodo asirio tenía un templo a Enlil llamado E-amkurkurra, “Templo del buey salvaje de las tierras”; y lo más probable es que Enlil y Ninlil de Ashur fueran importados de Ashur a Nippur. La deidad patrona más antigua de esta ciudad era el dios A-shir, corrompido en Ashur y Ashshur. La deidad aparece en el nombre de un antiguo patesi de Ashur, Kate-Ashir, aproximadamente un siglo después del periodo de Ur; y en Tuz-khurmati, en el Aksu, se ha encontrado un sello de ladrillo de Pukhiya hijo de Asirim y rey de Khurshitu de aproximadamente esta época. Este príncipe semita, como se observará, reclamó para sí un estatus real, y es difícil comprender por qué los primeros virreyes de Ashur anteriores al establecimiento de la autoridad babilónica en tiempos de Hammurabi no hicieron las mismas pretensiones. En cualquier caso, el dios Ashir era desconocido para los sacerdotes sumerios, aunque Ur-Nammu o Shulgi conquistaron ciertamente su ciudad. Una fecha del periodo Ur reza “Año en que por segunda vez fue destruida la tierra de Ashur”. Al parecer no tenía patesi, y cabe suponer que Ur-Nammu y Shulgi la colocaron bajo el patesi de Kimash o de algún otro distrito de esa región. Zariku, semita, fue gobernador bajo Amar-Sin, y construyó el templo de Nin-egal, “Señora de la gran casa”. Su título de shakkanak era el de un cargo político local subordinado al patesis.

La antigua civilización sumeria de Ashur ya había desaparecido en tiempos de Sargón. Se ha recuperado una fina estatuilla de uno de sus primeros gobernantes sumerios de la época en que aún se llevaba la barba, estando los labios, las mejillas y la cabeza bien afeitados. El monumento demuestra dos cosas muy importantes para la solución del problema de los orígenes. La tonsura incompleta pertenece a la época de la primitiva cultura elamítica y es muy anterior a la escultura más antigua de Sumeria. El tejido de los kaunakes revela un estado de civilización más elevado en el norte que el de Sumer dos o tres siglos más tarde. Los sellos de los mismos estratos son presargónicos; y esto, combinado con el hecho de que el antiguo dios de la tierra Enlil y su consorte, Nin-lil, emigraron probablemente a Nippur desde Ashur, sólo indica que Ashur duplica en realidad la historia de Ashnunnak y Der. Son lugares de parada de la migración sumeria prehistórica, y Nippur recibió de Ashur sus dioses, igual que Erech había recibido los suyos de Der. Pero, ¿fue su antiguo nombre sumerio Ashir(ki) corrompido a Ashshuru, ya en tiempos de Shulgi? El nombre está tomado, por supuesto, del del dios Ashir sobre el que los textos sumerios de todas las épocas guardan silencio. Su nombre se escribe a veces A-usar, pero A-shir, si es sumerio, debe significar una deidad de la luz, una forma del dios-sol, y A-usar puede referirse a un dios de los sueños. En cualquier caso, encontramos el nombre propio capadocio Ashir-Shamshi, es decir, Ashir es mi dios-sol. Sin embargo, el origen de la deidad patronímica de la futura capital de Asiria es un completo misterio. No se ha encontrado ningún templo-archivo de la ciudad bajo los imperios de Akkad y Ur, y ciertamente no pagaba tributo a los cultos de Nippur.

En la época de Sargón el extenso distrito entre los ríos al norte de Akkad se llamaba Subir o Subartu, pero en los registros de Ur aparece como Sua(ki), Su(ku) o Su. Su población era hitita o mitania. En los archivos de Drehem se menciona repetidamente a hombres de Su y se conoce el nombre de uno de ellos, Niushanam. Los gramáticos asirios introducen con frecuencia palabras de Su o Subir en sus vocabularios. Por ejemplo, un vocabulario afirma que las palabras Su para niño, hijo, son pitku y nibru; ahora bien, una palabra hitita para hijo es pitga. La palabra Su para puerta es kharali, y para cama es namaltum. Los nombres del dios de la guerra Ninurta en Su son Zizanu, Rabisguzu y Lakharatil. Gutium también se acortó a Gu y los gramáticos introducen de vez en cuando palabras de Gu. Su y Gu serían los Shoa y Koa mencionados por Ezequiel (XXIII. 23) con los babilonios, asirios y otros.

Un registro administrativo de Umma habla de raciones para los acampados procedentes de Ibla, Urshu y Kimash; las raciones son vino de la tierra Bilak. Ibla y Urshu ya figuraban en la geografía del imperio de Acad y en las inscripciones de Gudea, en el norte de Siria, a orillas del mar, y Bilak es probablemente idéntica a la clásica Bilechas, nombre del río sobre el que estaban situadas Harran y Edesa. Los semitas de Acad ya estaban firmemente establecidos entre los pueblos del Tigris medio y superior mucho antes de la época de Shulgi, y muy probablemente fueron los fundadores del estado semita que Ashur. El elemento mitanni más antiguo se reafirmó hacia el final del periodo Ur, y la tradición asiria habla de dos primeros gobernantes mitanni en Ashur, que pueden asignarse a la época de Ibbi-Sin, Ushpia y Kikis. Un gran número de nombres mitanni aparecen en los archivos de Drehem en los reinados de Shulgi y sus sucesores, y se encuentran hombres con nombres mitanni, no sólo como contribuyentes al culto nacional sumerio de Nippur, sino también en calidad de funcionarios en Sumer.

Capadocia fue sin duda conquistada y anexionada al imperio de Ur por Ur-Nammu o Shulgi. En el valle del Halys, al noreste de Cesarea, en Kara-Euyuk, se han encontrado varios centenares de tablillas cuneiformes, en su mayoría cartas y contratos de los periodos de Ur, Isin y las primeras dinastías babilónicas. El pueblo aprendió los métodos comerciales y el procedimiento jurídico sumerios, el uso del sello cilíndrico y el llamado caso-tableta. En el caso-tableta, la tablilla de arcilla en la que se ha escrito un contrato o una carta, se encierra en un fino sobre de arcilla en el que se copia la inscripción de la tablilla interior. Los testigos, compradores y vendedores, o funcionarios, imprimían entonces sus sellos en el sobre. Mediante este método las partes contratantes se aseguraban copias duplicadas. La costumbre se puso de moda hacia la época de Shulgi en Sumeria y enseguida se extendió por todo el imperio. Un contrato capadocio relativo a un préstamo de dinero en forma de estuche-tableta presenta varias impresiones de sello. El documento está atestiguado por un escriba sumerio, que utilizó el siguiente sello: “Al divino Ibbi-Sin, rey poderoso, rey de Ur, rey de las cuatro regiones. Ur-Lugal-banda el escriba, hijo de Ur-nigingar tu servidor”. Algunos sumerios, eruditos en los métodos jurídicos sumerio-babilónicos, habían sido llevados a esta colonia semítica en la parte más remota del imperio. Se ha sugerido que el escriba empleó este antiguo sello del reinado del último rey de Ur en la época de Hammurabi, dos siglos más tarde. Pero las pruebas de la antigüedad de esta colonia capadocia no pueden explicarse así. Muchos de los sellos de Capadocia están grabados con escenas religiosas sumerias combinadas con motivos religiosos locales, y un porcentaje considerable de ellos puede datarse definitivamente en la dinastía de Ur. Una de las escenas más comunes es aquella en la que el adorador es conducido a la presencia de una divinidad sentada por su divinidad protectora, que le lleva de la mano izquierda mientras saluda a la divinidad lanzándole un beso con la mano derecha. Este motivo es característico de la época que va de Gudea a Shulgi, y desaparece después de los reyes de Ur; y el sello del escriba dedicado a Ibbi-Sin no hace sino completar las pruebas de los glípticos. Capadocia estaba claramente bajo la influencia del imperio de Ur, y puede que las hazañas del gran fundador de la dinastía rivalizaran con las de Sargón el antiguo. Muchos sellos pertenecen también al periodo posterior de Ur y a la dinastía de Isin, y unos pocos están grabados al estilo de la primera dinastía de Babilonia. La colonia semítica de esta región, que pronto se convertiría en el centro del poder hitita, prosperó durante al menos tres siglos.

El dialecto empleado en estas tablillas capadocias es fundamentalmente babilónico-semítico, tal como se encuentra en los contratos y cartas del periodo de Hammurabi. Los términos jurídicos técnicos son en su mayoría los de Babilonia y la gramática es esencialmente babilónica. Por otra parte, el dialecto empleado aquí revela a la vez una influencia semítica occidental (amorita) y un pueblo que tenía dificultades para pronunciar algunas consonantes acadias. Los sonidos enfáticos k, s, t están representados por los sonidos simples, k o g, z y t. Las surdas t y p se convierten casi invariablemente en las sonantes d y b, y hay una tendencia a descartar todas las sílabas cerradas. Por ejemplo, el semita de Capadocia puede escribir bit house, bi-i-e-it, “compró” i-sha-um no i-sham; y en general la escritura cuneiforme que tomaron prestada de Sumeria se adaptó a su peculiar pronunciación. Estos semitas de Capadocia estaban sin duda bajo la influencia hitita, ya que su pronunciación defectuosa de las palabras semíticas parece explicarse por la fonética hitita. Muchas de estas peculiaridades se repiten en el dialecto semítico tal y como lo hablaban y escribían los hititas de Boghaz Keui en épocas posteriores. Los contratos de Kara Euyuk mencionan dos ciudades hititas, Ganish y Barush, y a un funcionario se le llama garum zakhir rabu Khatim, “prefecto inferior y principal de los hititas”. Por otra parte, los nombres de hombres y mujeres son semíticos, y principalmente semíticos occidentales (o amorreos) con una destacada mezcla de nombres asirios, unos pocos son babilonios y sumerios. No es posible detectar con certeza un solo nombre personal hitita en las listas aún publicadas. Hay que actuar con cautela en la discusión de este importante problema, ya que la mayoría de las tablillas capadocias permanecen inéditas y cabe esperar nombres hititas.

El dios amorreo Adad destaca en la composición de los nombres; pero las palabras específicamente semíticas occidentales (como adunu, señor) son raras. El dios de Ashur es común, y se escribe Ashir, como en el periodo temprano de la dinastía Ur, y también Ashur. Es decir, aquí aparece la misma forma de la palabra que en su tierra natal. Pero la prueba más importante de la influencia directa de la ciudad-estado Ashur sobre esta remota colonia semítica la proporcionan los nombres de los meses. Son idénticos a los antiguos nombres asirios de los meses y no tienen nada en común con los nombres semíticos de los meses de Acad. De hecho, las tablillas capadocias ofrecen registros más antiguos de los meses asirios que las fuentes asirias. El nombre del sexto mes es "mes de la señora de la gran casa". Ahora bien, Ninegal era una antigua diosa sumeria del mundo inferior cuyo nombre fue traducido al semítico por Belit-ekallim; su culto era popular en Ashur y entre los hititas del período posterior. Se le construyó un templo en Ashur por la vida de Shu-Sin y cabe suponer que su culto era más antiguo allí que en Capadocia. El peso de las pruebas, sin embargo, parece favorecer un origen capadocio de los nombres asirios de los meses, pero difícilmente puede sostenerse que el dios Ashur procediera de esa región.

Los capadocios siguieron su propio método en la datación de documentos, escribiendo la fecha en el cuerpo del contrato, indicando el mes y el nombre del limmu. Por ejemplo, un préstamo de dinero está fechado en el mes Kuzallu en el limmu de Ashur-imeti el marinero. A cada año se le da el nombre de algún ciudadano destacado, aunque ninguno de ellos parece haber ocupado un alto cargo como los epónimos de Asiria. Este método de datación se considera comúnmente como característicamente asirio, pero el sistema estaba en uso en Capadocia al menos antes del año 2000, y puede ser tan antiguo como el periodo Ur allí. También en este caso el asirio parece ser el prestatario. La semana capadocia de cinco días no ha sido descubierta en Asiria. Si se puede suponer que la semana de cinco días era desconocida en Ashur, se deduce, por supuesto, que la colonia capadocia difícilmente pudo proceder de allí. La semana de cinco días podría haber sido tomada prestada de los hititas, pero esto no puede probarse.

La colonia capadocia estaba formada en gran parte por comerciantes, mercaderes de oro y plata y de prendas de vestir fabricadas allí. La opinión más probable es que una rama de los semitas occidentales (amorreos), atraídos por las minas de Anatolia, fundaron una colonia más allá del Tauro hacia la época de Shulgi, y que tras el periodo de Ur reconocieron más o menos la autoridad de los virreyes de Ashur. Las influencias entre el creciente poder de Ashur y los capadocios eran mutuas. Pero las condiciones etnológicas de las tierras de Subartu y Amor en la época del imperio de Ur siguen siendo una galería poco iluminada de la Historia Antigua, y es lamentable que no se pueda describir con mayor precisión el origen de los futuros reinos de Asiria.

La penetración semítica de Subartu, en la que se encontraba Ashur, desde la época de Sargón en adelante, hace que sea una suposición natural que Ashur fue colonizada por los acadios semíticos hacia el 2900 a.C. Pero esta colonia semítica, que desplazó a la sumeria de allí, entró en contacto más íntimo con los semitas occidentales; la influencia hitita también contribuyó no poco a aumentar la diferencia entre ellos y sus antepasados del sur, tanto en la lengua como en el temperamento. Pero la mayor parte de las divinidades de Capadocia eran sumerias, como era de esperar. Los semitas occidentales de las fronteras de los imperios de Acad y Ur tomaron prestada su cultura de Sumer y Acad, y entraron en contacto con un exponente septentrional de esta civilización en Ashur. Los semitas y los hititas rivalizaron como ávidos apóstoles de la religión, la ley y la literatura de Sumer y Acad. Las antiguas deidades de Sumer, Sin (escrito Zu-in, Su-in), Ea, Enlil, Anu, Ashdar (Ishtar), Nana y Ninsubur aparecen con frecuencia entre los nombres propios. La diosa Ishkhara, que aparece por primera vez en el panteón sumerio a finales del periodo Ur, aparece en los nombres capadocios y con frecuencia en los juramentos de los tratados de los reyes hititas posteriores. Es posible que se trate de una deidad hitita de las fuentes y los canales; los sumerios la identificaban con Nina, la diosa del riego. El hecho de que su nombre se omita en las liturgias arroja dudas sobre su origen sumerio.

EL DECLIVE DEL PODER SUMERIO 

Así era el imperio fundado por Ur-Nammu y consolidado por Shulgi. En virtud de su amplio dominio, Shulgi cambió su título hacia el cuadragésimo segundo año de su reinado, y en adelante se describió a sí mismo como “Rey de Ur, rey de las cuatro regiones”. El imperio se había dividido a grandes rasgos en cuatro tierras, Sumer y Acad, Elam, Subartu y Amurru. El largo y próspero reinado de Shulgi inspiró un movimiento religioso de adoración al emperador en toda Sumeria y Akkad. Se construyeron templos al dios Shulgi, o capillas dispuestas para él en las grandes ciudades-templo. Un gran registro de un templo de Lagash fechado en el año cincuenta y siete conserva los ingresos y gastos de la hacienda del templo del divino Shulgi. Aún más intensa se hizo la adoración del dios-rey después de su muerte, y un registro de negocios de Lagash menciona tierras pertenecientes a los templos de los dioses Amar-Sin (su hijo), Shulgi y Ningishzida, siendo este último el tipo local del moribundo dios-vegetal Tammuz

Los reyes divinizados tenían esto en común con Tammuz, que sufrían el destino de la muerte. Por lo tanto, estaban más o menos identificados con el hijo moribundo de la madre-tierra; no triunfaron sobre la muerte como él, sino que fueron trasladados a las estrellas. En Shulgi el pueblo suponía que había surgido un paladín para restaurar entre los hombres el Paraíso que había existido antes del Diluvio y que se había perdido por la transgresión de un antiguo rey, el divino Tagtug.

Los teólogos de Nippur escribieron un largo poema épico sobre el Paraíso perdido y la Caída del Hombre de su estado de felicidad prediluviano, y para el culto a Shulgi también escribieron himnos inspirados por la fe en él como hijo de la madre tierra Ninsun de Erech, enviado para restaurar la era de paz y felicidad. Sus conquistas en tierras lejanas también se mencionan en sus liturgias:

Uno que camina en tierra extranjera por una ruta que se extiende muy lejos eres tú,

Un gobernador apresurado, atravesando sus llanuras por las carreteras tú eres.

Divino Shulgi, conquistador de tierras extranjeras, fundador de la Tierra de Sumer,

Héroe que en cielo y tierra no tienes rival.

 

Los himnos a Shulgi destacan su amor por la justicia y la institución de las leyes. “Aquel que incansablemente hace partir la anarquía eres tú”. Los nombres de los hombres reflejan la nueva religión: “Shulgi es la planta de la vida”, “Shulgi el aliento de vida ha dado”. Una finca se llamaba “Shulgi es el aliento de vida de la Tierra”. En los sellos aparece ahora una deidad sentada, normalmente imberbe y con un sombrero bajo y redondo, que extiende una copa a un adorante. La nueva deidad representa a los emperadores divinizados de la época.

Amar-Sin, hijo de Shulgi, sucedió en el trono (2046) y reinó ocho años, recibiendo honores divinos desde la fecha de su acceso. Su nombre (juventud del dios luna) es una traducción semítica de un buen tipo sumerio, y el hecho refleja la creciente influencia de los semitas. Resulta realmente increíble suponer que el imperio sumerio de Ur se fundara y se mantuviera unido durante un periodo siquiera breve gracias al poder militar de la raza más antigua. La desolación del período de Gutium había demostrado que el bienestar de Sumeria y Akkad dependía de la cooperación, y el verdadero poder militar de Ur-Nammu y Shulgi se fundó probablemente en el elemento semita. La permanencia del poder sumerio se basaba en gran medida en el prestigio de la cultura y la religión antiguas, reconocidas tanto por Elam como por Acad. Las únicas partes del imperio que causaron problemas en el reinado de Amar-Sin fueron las de los pueblos siempre turbulentos de las tierras de la mesa de Zagros. Urbillum se rebeló y fue suprimida en el primer año. Shashru y Khukhunuri, en el mismo barrio, tuvieron que ser reconquistadas en los años quinto y séptimo. Shashru junto con Shurudkhum había sido sometida en su tercer año, acontecimiento que no se menciona en las listas de fechas. Una variante de la fecha-fórmula para el séptimo año describe más detalladamente la campaña del sexto año. "Destruyó al rey Amar-Sin, a Nebrabelak, a Nieshru con sus tierras y a Khukhunuri". Tiene una inscripción en la que se afirma que colocó una estatua suya en una capilla de Ur. Muchos sellos de su reinado tienen la habitual dedicatoria al emperador divinizado y en todas sus inscripciones conserva el título posterior de Shulgi, “Rey de Ur, rey de las cuatro regiones”. Su culto floreció mucho después de él. Una tablilla de Drehem incluye sacrificios a él en el gran templo de Enlil, donde tenía una capilla, pero el pueblo de Lagash proporcionó un templo especial para el dios Amar-Sin. Incluso pasó al panteón oficial de épocas posteriores como deidad menor en la corte del dios lunar Sin y su consorte, Ningal. Los himnos de su culto se han perdido, a excepción de un largo himno al dios-guerra con motivo de la ascensión de su hijo Shu-Sin. Le sucedió su hijo Migir-Sin, o más bien Gimil-Sin (una traducción semítica del sumerio Shu-Sin).

REINADOS DE SHU-SIN E IBI-SIN

El culto de Shu-Sin se añadió a los de Shulgi y Amar-Sin como algo natural. Sus fiestas parecen haber sido designadas para coincidir con las fases de la luna, y ahora encontramos fiestas de las “casas (o estaciones) de la luna”. Esto se debe probablemente a la influencia del culto a su deidad patrona, ya que Sin era el dios de Ur. Una lista de Nippur contiene nueve fechas anuales, y de hecho hay nueve fórmulas para los años del reinado de Shu-Sin en los documentos. Los disturbios de su reinado se limitan de nuevo a la zona al este del Tigris medio. Simanum se sublevó en el segundo año y Zabshali en el sexto. En su tercer año construyó un muro conocido como el “Muro de los Amorreos”, o el Muro Amorreo, traducido habitualmente como el Muro Occidental. Las inscripciones de Umma que conmemoran la construcción del templo del dios Shara, E-shaggipadda, tienen el interesante detalle cronológico, Cuando construyó el Muro Amorreo “Murik-Tidnim” y restauró la ruta amorrea de Madanu. Murik-Tidnim significa “Muro que mantiene a distancia a Tidnu”, y Tidnu (o Tidanu) se ha identificado con la región montañosa del Anti-Líbano. Los geógrafos asirios lo emplean para el oeste como sinónimo de amorreo. Se desconoce la ubicación de esta muralla. El nombre recuerda la antigua muralla meda al norte de Sippar, entre los ríos, construida para frenar una invasión procedente del norte. En cualquier caso, el nombre sugiere que los amorreos amenazaban ahora a Sumer y Acad.

Es evidente que Shu-Sin estaba perdiendo el control de las inquietas tierras de sus lejanas fronteras, pues en su segundo año transfirió varios patesi y gobernaciones orientales a Arad-Nannar, patesi de Lagash. Los zócalos de las puertas del templo construido por este patesi para el culto del divino Shu-Sin en Lagash llevan inscritos los títulos de Arad-Nannar. Fue patesi de Lagash, sumo sacerdote de Enki, prefecto de Uzargarshana y de Ba-bi-shu-e, patesi de Sabum y de la tierra de Gutebum, prefecto de Timat-Enlil, patesi de la ciudad de Shu-Sin, prefecto de Urbillum, patesi de Kharnasi y Gankhar, prefecto de Ishar, prefecto del pueblo de Su(bartu) y de la tierra de Karda(ka) en los montes Zagros (el hogar original de los kurdos). Las referencias a patesis independientes en Sabum, Khamai y Gankhar en los documentos comerciales cesan después del segundo año de Shu-Sin, un hecho que confirma las afirmaciones de la inscripción de Arad-Nannar. A la antigua ciudad sumeria de Lagash se le confió la administración de la parte más inestable del imperio. Incluso Subartu, o Subir(ki), incluido el naciente estado de Ashur, estaba adscrito a su patesi-ship. Una serie de pleitos en Lagash está fechada en el tercer año de Shu-Sin y en el patesado de Arad-Nannar. Probablemente conservó el cargo y administró la vasta provincia para los reyes de Ur hasta que su autoridad dejó de ser reconocida más allá de Sumer y Acad a principios del reinado de Ibbi-Sin. En cualquier caso, Shu-Sin conservó la lealtad de la provincia de Susa, pues un ladrillo estampado con una inscripción semítica atestigua su actividad constructora allí. En la capital, el patesi Lugal-magurri construyó un templo para el “dios Shu-Sin”, amado por Enlil, que le había elegido rey de Ur y de las cuatro regiones; pero este patesi de Ur tiene el ominoso título de “maestro de las defensas”, otro signo del sentimiento de inseguridad que ensombrecía el reino.

Ibbi-Sin, hijo de Shu-Sin, reinó veinticinco años. Recibió honores divinos de sus súbditos de Sumer, pero sus provincias decayeron rápidamente al principio de su reinado, e incluso su propia tierra se desestabilizó. Una fecha anual se refiere a su conquista de Simurum, en un barrio que nunca dejó de rebelarse contra los reyes de Sumer y Acad. En Lagash, Umma, Nippur y Drehem los documentos comerciales cesan bruscamente a principios de su reinado. Arad-Nannar, defensor del reino en los estados fronterizos orientales, siguió siendo el más firme partidario del tambaleante imperio. Una tablilla de Lagash fechada en su primer año deja constancia de los regalos hechos por el rey a los hijos de un tejedor y el regalo fue transmitido por el propio patesi. La tablilla lleva las impresiones de un fino sello que Arad-Nannar dedicó al “Divino Ibbi-Sin, hombre poderoso, rey de Ur, rey de las cuatro regiones”. El patesi está grabado de pie con las manos cruzadas a la cintura, sosteniendo un cetro y adorando la figura sentada del dios-rey. Un sello de Enim-Nannar-zid, sumo sacerdote de Enlil en Nippur, está dedicado a su maestro el “Divino Ibbi-Sin”. Estos y otros dos sellos de un escriba y un ministro en Lagash son los únicos monumentos de este desafortunado rey. Una fina impresión de un sello, presentado por el Divino Ibbi-Sin a Sag-Nannar-zu, sacerdote de Enlil, se ha encontrado recientemente en una tablilla de Nippur en Filadelfia. Ibbi-Sin está representado sentado en un trono, ataviado con los largos kaunakes; es imberbe y lleva el tocado bajo de la época. El grabador ha logrado hacer un retrato real del emperador divinizado, un hombre apuesto en la flor de la vida con rasgos sumerios inusualmente definidos.

En Nippur se ha encontrado una lamentación sobre el fin del último de los reinos sumerios:

Cuando derrocaron, cuando destruyeron el orden,

entonces como un diluvio todo junto consumió

¿Por qué, ¡oh Sumer! te cambiaron?

Exiliaron del templo a la dinastía sagrada.

La ciudad demolieron, el templo derribaron,

El gobierno de la tierra se apoderaron.

Su mirada hacia otra tierra fijaron.

Por las órdenes de Enlil el orden fue destruido.

Por el Espíritu de Tormenta de Anu apresurándose sobre las tierras fue arrebatado.

Enlil dirigió sus ojos hacia una Tierra extraña.

El divino Ibbi-Sin hacia Elam [fue llevado].

La caída de Ibbi-Sin fue una catástrofe que resonó a lo largo de los tiempos. En la literatura de presagios su nombre se asoció con el desastre y el derrocamiento de dinastías. Un texto astrológico contiene el siguiente presagio: “Si la constelación Gan-shudul en su salida tiene la cara puesta hacia el oeste y mira hacia la faz del cielo y no sopla viento, habrá hambre, la dinastía sufrirá la destrucción de Ibbi-Sin, rey de Ur, que fue encadenado a Anshan; llorarán y perecerán”. Un hebreo habla de la destrucción que sufrió Ibbi-Sin, el rey de Ur, y su nombre se convirtió en sinónimo de desastre.

Con Ibbi-Sin se cierra la historia política del pueblo sumerio. Los múltiples registros de la época demuestran que la raza estaba en rápida decadencia. Pero la historia de la religión y la cultura en la situación históricamente compleja que siguió está dominada por la influencia sumeria. Los liturgistas de los grandes templos siguieron elaborando tranquilamente sus breviarios. Los poetas y teólogos quedaron en posesión imperturbable de sus teorías de la providencia y de los orígenes y de su metafísica rudimentaria. Es difícil definir la obra de los mejores escritores sumerios del periodo de Ur, pues el saber siguió su camino bajo los reyes de Isin y Larsa sin ninguna dislocación perceptible. Se ha descrito el movimiento religioso más profundo del periodo, la identificación de los reyes con el dios-vegetación que muere anualmente con las flores marchitas y los ríos agostados; pero las plenas consecuencias religiosas del culto a los reyes no se desarrollaron hasta el periodo de Isin, cuando puede decirse que los dioses-hombres se convirtieron en verdaderos salvadores en un sentido teológico así como en la creencia popular, intercesores divinos para los hombres en las majestuosas plegarias de su culto en el templo.

Los primeros códigos legales sumerios sistemáticos datan de este periodo. Del antiguo código se han encontrado tres tablillas, dos de Nippu y una de Warka. En total se conocen unas 25 leyes de esta redacción, que demuestran que el código es el resultado de una larga historia de decisiones jurídicas que a su debido tiempo se convirtieron en leyes. El derecho sumerio es, de hecho, una redacción de sentencias dictadas para los litigantes. Actualmente se conoce un gran número de estos juicios, denominados en Lagash, ditilla, “sentencia cumplida”. En Nippur el término para una decisión en un tribunal de justicia era didibba, “sentencia dictada”. El gran código de Hammurabi tomó como modelo el código de Dungi y sus sucesores. La impresión general que se obtiene de la parte del código sumerio ahora recuperada es que es más primitivo y no tan bien pensado como el código semítico posterior. Pero la justicia sumeria está a menudo templada con misericordia y es más humana que la legislación espartana de los semitas. La diferencia en el espíritu legal es especialmente notable al comparar las leyes sobre el adulterio en los dos códigos. En Sumeria, si una esposa es tomada en adulterio, ni siquiera se la divorcia; pero el marido puede casarse con una segunda esposa, y la primera pierde su posición. Pero según la ley semítica, ella y el correspondiente son asesinados.

La historia del calendario sumerio es de lo más oscura. Cada ciudad tenía sus propios nombres para los meses, que eran lunares y se ajustaban al año solar intercalando un mes cada tres o cuatro años según la necesidad. No existía ninguna regla sobre la intercalación de los meses. En Lagash, en el período inicial, cada mes parece haber tenido dos o tres nombres. Muchos de los meses deben su nombre a festivales, como el "Mes de la fiesta de comer mijo" (un festival de la diosa Nina). Varios nombres deben su origen a la agricultura: el mes de la cosecha del grano, el mes del esquileo de las ovejas, el mes de la elevación de las norias... todos son antiguos. Más interesante es la aparición de dos nuevas fiestas en los calendarios de Lagash y Nippur, llamadas, respectivamente, el mes de la fiesta de Tammuz y el mes de la misión de Innini. Estos son los nombres del sexto mes y se refieren a los lamentos por el dios moribundo Tammuz, o al viaje de su hermana, Innini, al mundo inferior para encontrar a su hermano perdido. En el antiguo mito sumerio el joven dios era considerado hermano de la diosa virgen, pero el mito semítico lo hacía hijo de la madre tierra. Las dos visiones se confundieron a partir del periodo sargónico y, en consecuencia, los textos hablan de Tammuz de forma incoherente como hermano o hijo de Innini-Ishtar. El calendario de Lagash en el periodo de Ur era en gran medida, el mismo que bajo los reyes de Agade, y cabe suponer que el calendario de Nippur permaneció sustancialmente inalterado. En Nippur bajo los reyes de Ur había dos calendarios oficiales, el antiguo nippuriano y el calendario real de la capital, llamado "nippuriano secundario" en las listas del presente escritor. Los calendarios de Lagash, Ur y Umma dan cabida al mes de la fiesta del rey divinizado reinante, el décimo mes en Umma pero el séptimo en Lagash y Ur. El mes de la cosecha del grano suele ser el último del año, pero a veces es el primero.El verdadero calendario nippuriano y el de Umma tienen un mes llamado "mes de la colocación del ladrillo en el molde" o mes de la fabricación de ladrillos. El mes de la fiesta de Tarnmuz en Umma es el último del año, siendo el mes de la cosecha el primero. Tras la caída de Ur prevaleció el antiguo calendario de Nippur y fue adoptado por los semitas, al menos en la escritura de los nombres, y como tal se convirtió en el calendario oficial de Babilonia y Asiria. Los documentos comerciales de Larsa bajo la dinastía allí establecida adoptaron los nombres de Nippur. Parece haber pocas dudas de que a partir del periodo de Akkad el primer mes comenzaba poco después del equinoccio. Pero el problema del antiguo calendario sumerio sigue sin resolverse. Muchas pruebas sugieren que comenzaba en pleno invierno, y que la segunda mitad del año se ponía en relación con la salida de Sirio, que daba un marco astral a la resurrección de Tamuz y al regreso de Innini del mundo inferior. Estos calendarios son todos estrictamente lunares, pero a efectos comerciales el mes se cuenta por 30 días, y para calcular los salarios tres meses serían 90 días.

La redacción de una historia de Sumeria y Akkad implica la tarea de reconstruir el curso de los acontecimientos a partir de tablillas relativas a un periodo de unos 2500 años. Y a menudo las fuentes son deficientes, las declaraciones oscuras y el conocimiento actual del sumerio demasiado incompleto. Todos estos hechos deben ser tenidos en cuenta por el lector. Además, no es fácil desentrañar las influencias entrelazadas de sumerios y semitas. En opinión del presente escritor, la entrada de los sumerios en Mesopotamia y Egipto anunció el amanecer de la civilización en el mundo antiguo, y con su declive y desaparición se extinguió el más talentoso y humano de los pueblos primitivos. Su presencia en el Egipto predinástico queda atestiguada por el sello cilíndrico, la escritura pictográfica lineal (que sobrevivió como símbolos mágicos en la cerámica egipcia primitiva) y diversos motivos del arte predinástico, como la lucha de un héroe con leones, animales vis-a-vis separados por un árbol u otro objeto, cuellos entrelazados de monstruos con cabeza de serpiente y otros. También pueden reconocerse ciertas similitudes fundamentales entre la religión sumeria y la egipcia. Aparentemente sin ambiciones bélicas y, desde luego, sin hacer nunca la guerra por la guerra, los sumerios limitaron su energía en la medida de lo posible a la conquista de zonas agrícolas. El sistema de irrigación de la Baja Mesopotamia en el quinto milenio a.C. fue un logro monumental que suscita nuestra admiración. Pero sus logros materiales son superados por su influencia en la literatura religiosa y de otro tipo. Su característica más marcada es el genio para la especulación religiosa. Aquí puede decirse que su influencia impregnó las religiones de Babilonia y Asiria, y sobrevivió hasta el último siglo de nuestra era.