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SALA DE LECTURA B.T.M. |
HISTORIA DEL PRÓXIMO ORIENTE ANTIGUO HISTORIA DE SUMERIA Y AKKAD
Creación
de la primera ciudad
Eridu es el
Edén mesopotámico, el lugar de la creación. Éste es el inicio de una historia
que narra cómo el dios babilónico Marduk creó el mundo:
Una casa
sagrada, una casa de los dioses en un lugar sagrado no se había construido, la
caña no había aparecido, no se había creado un árbol,
No se había
colocado un ladrillo, no se había construido un molde de ladrillo,
No se había
construido una casa, no se había edificado una ciudad,
No se había
edificado una ciudad, ninguna criatura viviente se había situado (en su
interior).
(...) Todas
las tierras eran mar.
El manantial
del mar era un caño de agua.
Entonces se
construyó Eridu, se edificó Esagila,
Esagila, cuyos cimientos Lugaldukuga situó en el Apsu.
(...)
El creó a
los dioses, a los Annunnaki, iguales.
La ciudad
sagrada, la morada que deleita (sus) corazones, la llaman con solemnidad.
Marduk
construyó un entramado de cañas en la superficie de las aguas.
Creó barro y
lo vertió en el entramado de cañas.
Para
instalar a los dioses en la morada de (sus) deleites,
Creó a la
humanidad.
Esta narración es un mito de los orígenes, de
cómo el mundo, según lo conocía el pueblo de Mesopotamia, fue creado; establece
la noción de ciudad como lugar sagrado y, al mismo tiempo, hace referencia a
una ciudad en concreto, Eridu. El período anterior a la creación se describe
como la ausencia de todos los rasgos característicos de la civilización, así
como la entendían los mesopotámicos. En el mar primigenio, la primera ciudad,
Eridu, y el gran templo de Marduk en Babilonia, Esagila,
son «creados» o, con más propiedad, son concebidos mediante un acto de
pensamiento divino que inicia el proceso de la verdadera creación. Como los
habitantes de los pantanos de Irak, que siguen construyendo sus cabañas en
islotes flotantes de caña, el dios vierte barro sobre un entramado de juncos
para formar una plataforma. A partir de esta base primordial, ciertamente
endeble, se inician las ciudades y los templos; a partir de entonces, los
dioses residen en la tierra y viven en ciudades. Y puesto que la morada que
«deleita los corazones» de los dioses está en las ciudades, las ciudades
mesopotámicas son siempre sagradas.
Por tanto,
el Edén mesopotámico no es un jardín, sino una ciudad, formada a partir de una
porción de tierra rodeada por las aguas. La primera construcción es un templo.
Así es cómo la tradición mesopotámica presentaba la evolución y la función de
las ciudades, de las que Eridu proporciona el paradigma mítico. A diferencia
del Edén bíblico, del cual el hombre fue expulsado para siempre después de la
Caída, Eridu siguió siendo un lugar real, imbuido de un carácter sagrado, pero
siempre accesible. El intenso carácter local de esta narración mítica, con sus
referencias a las condiciones particulares de la región, es impresionante y
sólo comprensible si se considera el emplazamiento de Eridu.
Eridu es el
antiguo nombre de un lugar conocido en la actualidad como Abu Shahrein. La etimología de la palabra Eridu es desconocida;
podría pertenecer a un substrato lingüístico de una temprana cultura presumeria. Los sumerios la escribían con el signo NUN, que
se asemeja a un árbol o incluso a una caña. La situación geográfica de Eridu es
singular. Es uno de los asentamientos más meridionales, está situada en el
límite de la llanura aluvial y próxima a los pantanos: la zona de transición
entre tierra y mar, con sus cauces cambiantes, islas y frondosos cañaverales.
Asimismo, el desierto occidental, que se extiende cientos de kilómetros y sólo
consiste en dunas de arena y yermos salpicados de rocas, está lo bastante cerca
para amenazar el lugar y sepultarlo bajo la arena. Esta situación implicaba que
la antigua Eridu tenía acceso inmediato a tres entornos físicos harto distintos
(la llanura aluvial, el desierto y los pantanos) y, por tanto, a tres modelos
diferentes de subsistencia: la agricultura, el pastoreo nómada y la pesca. Sin
embargo, es aún más destacable que la ciudad dominase su propio ecosistema,
pues se había construido sobre un altozano dentro de una depresión situada unos
seis metros por debajo del terreno circundante, lo que permitía que se
reunieran las aguas subterráneas. Este terreno pantanoso puede convertirse en
un lago de tamaño considerable en los meses de subida de las aguas. Los
primeros textos mesopotámicos, elaborados a inicios del tercer milenio,
subrayan la importancia de este lago. En sumerio se conocía como el abzu (Apsu en acadio). En
las regiones meridionales, donde apenas llueve, la manifestación más evidente y
crucial del agua era el abzu. En Eridu, según
los textos, rodeaba el centro religioso y se hizo sinónimo de éste. En
concordancia con la noción mesopotámica del cosmos, la tierra era una extensión
sólida, con forma de disco, que se hallaba dentro de una inmensa masa de agua.
Debajo de la tierra se hallaba el abzu; por
encima, el cielo formaba una bóveda más o menos impermeable que sostenía la
parte superior de la masa de agua que, en ciertas épocas y lugares, caía en
forma de lluvia por los agujeros del cielo. Eridu era el centro del culto al
dios o la diosa del agua dulce.
El texto
citado al principio del capítulo proviene de una tablilla cuneiforme escrita
durante el período neobabilonio, en algún momento del
siglo VI a.C. Hormuzd Rassam lo descubrió entre las ruinas de Sippar. Posiblemente pertenecía a la colección
de un sacerdote instruido, ya que estaba escrito tanto en sumerio como en
babilonio. El relato de la creación es la introducción a un encantamiento que
debía recitarse para purificar el templo de Nabu en Borsippa. Aunque esta versión en concreto data de un período
relativamente tardío (el primer milenio), la tradición que hace de Eridu la
ciudad más antigua se remonta a los primeros textos escritos a finales del
cuarto milenio; Eridu ya encabeza la lista de términos geográficos. La Lista
real sumeria empieza como sigue: «Después de que la realeza descendiese del
cielo, Eridu se convirtió en (la sede) de la realeza. Alulim gobernó 28.800 años como rey; Alalgar gobernó 36.000
años. Eridu fue abandonada, (y) la realeza se trasladó a Badtibira».
La antigüedad de Eridu era un conocimiento tradicional, repetido tantas veces
que acabó por convertirse en un hecho, o cliché, para los especialistas
occidentales que leyeron estos textos mesopotámicos antes de que se descubriese
el emplazamiento de la ciudad. La historia de la investigación arqueológica de
Eridu muestra cómo la sabiduría recibida de las fuentes antiguas se vio
refutada y confirmada al mismo tiempo.
MESILIM
DE KISH
(2500
a.C.)
LOS PRIMEROS
ASENTAMIENTOS EN SUMER; LOS ALBORES DE LA HISTORIA Y EL SURGIMIENTO DE LAGASH
En su origen,
las grandes ciudades de Babilonia eran poco más que conjuntos de rudimentarias
chozas construidas al principio con juncos cortados en los pantanos, y que poco
a poco fueron dando paso a edificios bastante más sustanciosos de arcilla y
ladrillo seco. Desde el principio parece que el santuario del dios local
desempeñó un papel importante en la fundación y posterior desarrollo de cada
núcleo de población. Del periodo prehistórico en Babilonia sabemos poco, pero
cabe suponer que, ya en la época de la inmigración sumeria, se habían formado
rudimentarios asentamientos en torno a los centros de culto de los dioses
locales. Este era, en cualquier caso, el carácter de cada pueblo o ciudad de
los propios sumerios durante los primeros periodos hasta los que podemos
remontarnos en su historia. En Fara, el yacimiento sumerio más primitivo que se
ha examinado hasta ahora, encontramos al dios Shurupak dando su propio nombre a la ciudad en torno a su santuario, y Ningirsu de
Lagash domina y dirige a su pueblo desde el primer momento
Shuruppak fue conocida en la
tradición mesopótamica posterior por haber sido hogar
del héroe del Diluvio mesopotámico: Ziusudra Utnapishtim (en el poema de Gilgamesh) o Atrahasis (en la tradición babilónica). Según
este mito Enlil, molesto por lo ruidoso de los humanos decide
destruirlos. Enki, advertido de sus intenciones y sabiendo que los dioses
necesitan los sacrificios que los hombres ofrecen, informa a Atrahasis de que construya una barca en la cual, una vez
comienza la inundación, suben él y su esposa guardando semen de todos los
animales. Cuando al fin se retiran las aguas, la pareja ofrece un sacrificio a
los dioses que estos reciben hambrientos. Al final, los dioses crean nuevos
seres humanos, reprenden a Enlil y otorgan la inmortalidad a Atrahasis y su esposa. En la versión sumeria de este mismo
relato se menciona que Shurupak fue entregada al
culto de Sud.
Otras
ciudades-dioses, que más tarde se convirtieron en poderosas deidades del
panteón babilónico, ya existen y han adquirido en diversos grados sus
caracteres posteriores. Enki de Eridu es ya el dios de las profundidades, el
santuario de Enzu o Nannar en la ciudad de Ur es un centro del culto a la luna, Babbar de Larsa aparece ya como un dios solar y el
dispensador de la ley y la justicia, mientras que la diosa sumeria más
poderosa, Ninni o Nana de Erech, tiene ya su
santuario y adoradores en la ciudad de su elección.
Por qué
pasos adquirieron las ciudades-dioses sus caracteres posteriores es imposible
decirlo ahora, pero podemos suponer que el proceso fue gradual. En las primeras
etapas de su historia, el carácter del dios local, como el de su ciudad, debió
de ser mucho más simple y primitivo de lo que nos parece visto a la luz de su
desarrollo posterior. La autoridad de cada dios no se extendía más allá de los
límites del territorio de su propio pueblo. Cada ciudad se contentaba con
librar batallas en su nombre, y la derrota de una era sinónimo de la caída de
la otra. Con la amalgama gradual de las ciudades en estados más grandes, el
dios de la ciudad predominante tomaría naturalmente precedencia sobre los de
los pueblos conquistados o dependientes, y al subsiguiente proceso de ajuste
probablemente podamos rastrear las relaciones entre las diferentes deidades y
el crecimiento de un panteón. Que Enki hubiera sido el dios de las
profundidades desde el principio es bastante natural en vista de la posición de
Eridu en una extensión de agua conectada con el Golfo Pérsico. Pero cómo se
produjo que Ur fuera el centro de un culto a la luna,
o que Sippar, en el norte, y Larsa, en el sur, estuvieran peculiarmente
asociadas con el culto al sol, son preguntas que aún no pueden responderse,
aunque es probable que futuras excavaciones en sus emplazamientos puedan
arrojar alguna luz sobre el tema.
En el caso
de una ciudad, las excavaciones ya nos han permitido trazar el crecimiento
gradual de su templo y de las viviendas circundantes durante una parte
considerable de su historia. La ciudad de Nippur se encuentra en una relación
peculiar con otras de Sumer y Akkad, por ser el
santuario central de los dos países y la sede de Enlil, el jefe de los dioses. Niffer, o Nuffar, es el nombre
por el que aún se conocen los montículos que marcan su emplazamiento. Llevan
mucho tiempo desiertos y, al igual que los emplazamientos de muchas otras
ciudades antiguas de Babilonia y Asiria, no hay ninguna ciudad o pueblo moderno
construido sobre ellos o en su vecindad inmediata. La pequeña ciudad más cercana
es Suk-el-Afej, a unas
cuatro millas al sur, situada en el borde oriental de las marismas de Afej, que comienzan al sur de Niffer y se extienden hacia el oeste. La ciudad grande más cercana es Diwaniya, en la orilla izquierda del Éufrates a veinte
millas al suroeste.
En verano,
los pantanos cercanos a los montículos consisten en charcos de agua conectados
por canales a través de los cañaverales, pero en primavera, cuando las nieves
se han derretido en el Taurus y las montañas del Kurdistán, la crecida convierte
los pantanos en una inmensa laguna, y todo lo que salta a la vista son palmeras
datileras aisladas y algunas pequeñas aldeas construidas en lomas elevadas por
encima del nivel del agua.
Aunque,
durante las crecidas, Niffer queda a veces casi
aislado, el agua nunca se acerca a una distancia considerable de los montículos
propiamente dichos. Esto no se debe a ninguna configuración natural del suelo,
sino al hecho de que alrededor de la ciudad interior, cuyo emplazamiento está
marcado por los montículos, se construyó un anillo exterior de viviendas en un
momento en que la ciudad cerrada de los periodos anteriores se quedó demasiado
pequeña para contener a la creciente población. Las excavaciones americanas,
que se han llevado a cabo en el lugar entre los años 1889 y 1900, han
demostrado que la zona de habitación más antigua era mucho más restringida que
los montículos que cubren la ciudad interior.
Las
excavaciones en el emplazamiento de Nippur y su templo han ilustrado el aumento
gradual del tamaño de una ciudad sumeria, y la forma en que el templo de la
ciudad-dios conservó su posición como edificio central y más importante. Las
excavaciones, sin embargo, han arrojado poca luz sobre la forma que asumió el
templo durante periodos anteriores a la dinastía de Ur.
De hecho, aún desconocemos la forma o disposición de un templo sumerio
primitivo; pues en yacimientos tempranos como Fara, Surghul y Bismaya no se descubrieron los restos de ningún
edificio importante, mientras que los escasos restos del templo de Ningirsu en
Tello datan del periodo comparativamente tardío de Ur-Bau
y Gudea. En este último emplazamiento, sin embargo, se han descubierto varias
construcciones anteriores y, aunque no son de carácter puramente religioso, es
muy posible que se emplearan en relación con el servicio del templo. Aparte de
las viviendas privadas, son los únicos edificios de los primeros sumerios que
se han recuperado hasta ahora, e ilustran de forma contundente el carácter
primitivo de las ciudades de esta época.
Los
registros escritos más antiguos de los sumerios que poseemos, aparte de los
grabados en piedra y de carácter puramente votivo, se refieren a la venta y
donación de tierras, y demuestran que ya estaban en boga ciertas costumbres con
respecto a la transferencia de propiedades, que volvemos a encontrar en
periodos históricos posteriores. En Lagash, en Tell K, y ligeramente por debajo
del nivel del edificio de Ur-Nina, se hallaron unas
cuantas tablillas de este tipo, de forma redondeada y fabricadas con arcilla
sin quemar, por lo que pueden asignarse a un periodo anterior a su reinado.
Otras de la misma forma redondeada, pero de arcilla cocida, se han encontrado
en Shuruppak. Es un hecho significativo que varios de
estos documentos, tras describir la cantidad de tierra vendida y registrar el
precio principal que se pagó por ella, enumeren una serie de regalos
suplementarios hechos por el comprador al vendedor y a sus asociados. Los
regalos consisten en bueyes, aceite, lana y tela, y en el obelisco de
Manishtusu se registran regalos precisamente similares. Así pues, parece que
incluso en este período tan temprano ya estaba firmemente establecido el
sistema de tenencia de la tierra que prevaleció tanto en Sumer como en Acad
bajo los primeros gobernantes históricos.
De las
tablillas de Shuruppak también aprendemos los nombres
de varios de los primeros gobernantes o funcionarios de esa ciudad, en cuyos
reinados o periodos de mandato se redactaron los documentos. Entre los nombres
recuperados están los de Ur-Ninpa, Kanizi y Mash-Shuruppak, pero no
se les da ningún título en las tablillas, y es imposible decir si su cargo
precedió al de patesi, o si eran magistrados de la ciudad que estaban
subordinados a un gobernante de rango superior. Otra de estas primeras
escrituras de venta está inscrita, no en una tablilla, sino en el cuerpo de una
estatuilla de piedra negra que se ha encontrado en Tello. Por el texto sabemos
que el comprador de la propiedad era un tal Lupad, y
la figura evidentemente pretende representarle. Aunque se encontró en el
emplazamiento de Lagash, y el texto registra una compra de tierras en esa
ciudad, es notable que Lupad sea descrito como un
alto funcionario de la vecina ciudad de Umma, que fue la principal rival de
Lagash durante la mayor parte de su historia. El carácter arcaico de la
escultura y la forma primitiva de la escritura sobre ella sugieren una fecha no
muy posterior a la de Ur-Nina, por lo que debemos
suponer que la transacción tuvo lugar en un periodo en el que una de las dos ciudades
rivales reconocía la soberanía de la otra. A diferencia de otras figuras
sumerias que se han recuperado, la cabeza de Lupad tiene una ligera cresta sobre la frente y bajo los pómulos. Esto ha sido
explicado por Heuzey como representación del pelo corto
y la barba, pero más probablemente indica los límites de las partes de la
cabeza y la cara que estaban afeitadas. Así pues, Lupad no presenta ninguna excepción al método general sumerio de tratar el cabello.
Para asignar
una fecha a figuras como la de Lupad es necesario, a
falta de otras pruebas, guiarse enteramente por el estilo de la escultura y el
carácter de la escritura. Se han recuperado varias figuras de este tipo de tipo
sumerio arcaico, y tres de ellas representan a reyes que gobernaron en diferentes
ciudades en este periodo temprano. La más bella de ellas es una figura de pie
de Esar, rey de Adab, que se encontró en el curso de
las excavaciones americanas en Bismaya, y que ahora
se conserva en el Museo Imperial Otomano de Constantinopla. Sus descubridores
afirmaron que era el ejemplo más antiguo de escultura sumeria conocido, pero
puede situarse aproximadamente en la época de la dinastía de Ur-Nina. Un segundo rey está representado por dos
fragmentos de una estatuilla de Tello, inscrita en caracteres arcaicos con una
dedicatoria de E-abzu, rey de Urama, mientras que la
tercera es una figura sentada de un rey de la ciudad o distrito septentrional
de Maer, o Mari, y se conserva en el Museo Británico.
La misma incertidumbre se aplica a la fecha de Ur-Enlil,
un patesi de Nippur, cuyo nombre se menciona en uno de los fragmentos de vasos
votivos de esa ciudad que se encontraron juntos en el lado sureste de la torre
del templo. Como en el caso de Esar, rey de Adab,
sólo podemos asignar estos gobernantes aproximadamente al periodo de los
anteriores gobernantes de Lagash.
Es en la
ciudad de Lagash donde puede decirse que comienza nuestro conocimiento de la
historia sumeria. La excavación del yacimiento ha proporcionado abundante
material a partir del cual es posible ordenar cronológicamente a sus
gobernantes durante largos periodos y reconstruir el papel que desempeñaron en
los conflictos entre las primeras ciudades-estado. Es cierto que algunos de sus
primeros reyes y patesis siguen siendo poco más que
nombres para nosotros, pero con la ascensión de Ur-Nina
entramos en un periodo en el que nuestro conocimiento de los acontecimientos es
continuo, al menos en lo que respecta a las fortunas de la ciudad. Con el
crecimiento de su poder también es posible rastrear con cierto detalle las
relaciones que mantuvo con otras grandes ciudades del país.
En la época
más temprana de la que tenemos registros históricos parece que la ciudad de Cis
ejercía una soberanía sobre Sumer. Aquí gobernaba en esa época un rey llamado Mesilim,
a quien Lagash, y probablemente otras grandes ciudades del sur, debían lealtad.
Durante su reinado un tal Lugal-shag-engur fue patesi
de Lagash, y tenemos constancia fehaciente de que reconoció la supremacía de
Mesilim. Pues se ha encontrado en Tello una cabeza de maza votiva de tamaño
colosal, que lleva una inscripción en la que se dice que fue dedicada a
Ningirsu por Mesilim, que había restaurado su gran templo de Lagash durante el
tiempo en que Lugal-shag-engur fue patesi de esa
ciudad. El texto, cuya brevedad es característica de estas primeras
inscripciones votivas, consta de unas pocas palabras y dice: “Mesilim, rey de
Kish, el constructor del templo de Ningirsu, depositó esta cabeza de maza
(para) Ningirsu (en la época en que) Lugal-shag-engur (era) patesi de Lagash”. A pesar de su brevedad, la importancia de la
inscripción es considerable, ya que proporciona una sincronía entre dos
primeros gobernantes de Sumeria y del Norte.
El arma en
sí, sobre la que está grabada, también es digna de mención. Como puede
deducirse de su tamaño colosal, la maza nunca estuvo destinada a un uso real en
la batalla, sino que fue esculpida por orden de Mesilim con el objeto especial
de ser dedicada en el templo del dios. Está decorada con figuras de leones
rudamente talladas, que la rodean y forman una única composición en relieve.
Los leones son seis y están representados persiguiéndose y atacándose unos a
otros. Cada uno ha agarrado la pata trasera y la espalda del que le precede;
forman así una cadena sin fin alrededor del objeto, y constituyen una forma de
decoración de lo más eficaz. A diferencia de la mayoría de las cabezas de maza,
la de Mesilim no está perforada de arriba abajo. El orificio para recibir el
mango del arma, aunque profundo, no se continúa hasta la parte superior de la
piedra, que está tallada en bajo relieve con la representación de un águila con
cabeza de león con las alas desplegadas y las garras extendidas. Visto desde
arriba, este animal fantástico aparece como una figura aislada, pero no debe
separarse de los leones que recorren el lateral de la cabeza de maza. De hecho,
podemos ver en toda la composición un desarrollo del símbolo que formaba las
armas de la ciudad de Lagash, y que era el emblema peculiar de la ciudad-dios
Ningirsu. En este último, el águila con cabeza de león agarra por el lomo a dos
leones, y en la maza sagrada de Mesilim tenemos el mismo motivo de un águila
con cabeza de león sobre leones. Era, en efecto, un exvoto peculiarmente
apropiado para que lo hiciera un señor de Lagash. Como soberano de Lagash,
Mesilim había reparado el templo de Ningirsu, la ciudad-dios; la colosal cabeza
de maza, labrada con un diseño tomado del emblema de la ciudad y de su dios,
era por tanto un objeto apropiado para su inscripción. Al depositarla en el
templo de Ningirsu, no sólo pretendía asegurarse con su piedad el favor del
dios local, sino que dejaba en su ciudad una constancia permanente de su propio
dominio.
De Lugal-shag-engur no sabemos todavía nada más allá de su
nombre y del hecho de que era patesi de Lagash en la época de Mesilim, pero
este último gobernante ha dejado una huella más perdurable en la historia. Para
un patesi posterior de Lagash, Entemena, al dar un resumen histórico de las
relaciones que existían entre su propia ciudad y la ciudad vecina de Umma,
comienza su relato con el periodo de Mesilim, y proporciona un testimonio
adicional del papel que este primitivo rey de Cis desempeñó en los asuntos
locales del sur de Babilonia. Por la propia inscripción de Mesilim en la cabeza
de maza, ya hemos visto que se interesó por la reparación de templos y por
fomentar los cultos locales de las ciudades del sur; por el registro de
Entemena aprendemos que sus actividades también se extendieron al ajuste de las
relaciones políticas entre los estados separados. La proximidad de Umma a
Lagash llevó a las dos ciudades a una rivalidad constante y, aunque estaban
separadas por el Shatt el-Hai, sus respectivos
territorios no siempre estuvieron confinados a sus propios lados del torrente.
Durante el reinado de Mesilim el antagonismo entre las ciudades llegó a un
punto crítico y, para evitar el estallido de las hostilidades, Mesilim
intervino como árbitro, posiblemente por invitación de los dos contendientes.
El punto en litigio se refería a la línea fronteriza entre los territorios de
Lagash y Umma, y Mesilim, como árbitro, redactó un tratado de delimitación.
La forma en
que está redactado el acta del tratado reviste un interés peculiar, pues
ilustra forzosamente el sentimiento teocrático de estos pueblos primitivos. De
acuerdo con su punto de vista, no se nombra a los patesis reales de Lagash y Umma, y se considera que la disputa fue resuelta por los
dioses. La deidad que presidió la conferencia, y a cuya invitación se afirma
que se hizo el tratado, fue Enlil, “el rey de las tierras”. Debido a su
posición única entre los dioses locales de Babilonia, su autoridad divina fue
reconocida por las ciudades-dioses menores. Así, fue por orden suya que
Ningirsu, el dios de Lagash, y la ciudad-dios de Umma fijaron la frontera. Es
cierto que se menciona por su nombre a Mesilim, el rey de Kish, pero sólo
actuaba por orden de su propia diosa Kadi, y sus
funciones se limitaban a levantar acta del tratado que los propios dioses
habían redactado. No podríamos tener un ejemplo más sorprendente de la forma en
que los primitivos habitantes de Babilonia consideraban a las ciudades-dioses
como los verdaderos reyes y gobernantes de sus ciudades. Los reyes y patesis humanos no eran más que ministros, o agentes,
designados para llevar a cabo su voluntad. Así, cuando una ciudad hacía la
guerra a otra, era porque sus dioses estaban enemistados; el territorio de la
ciudad era propiedad de la ciudad-dios, y, cuando se proponía un tratado de
delimitación, eran naturalmente los propios dioses quienes lo arreglaban y
redactaban sus disposiciones.
EL TRATADO
DE MESALIM (c. 2500 a.C.)
Por la palabra
inmutable de Enlil, rey de las tierras, padre de los dioses, Ningirsu y Shara
fijaron una frontera a sus tierras. Mesilim, rey de Kish, por orden de su
deidad Kadi, levantó una estela [un mojón] en la
plantación de ese campo. Ush, gobernante de Umma, formó
un plan para apoderarse de ella. Rompió la estela en pedazos y avanzó hacia la
llanura de Lagash. Ningirsu, el héroe de Enlil, por su justa orden, hizo la
guerra a Umma. Por orden de Enlil, su gran red los atrapó. Erigió su túmulo en
la llanura de ese lugar.
Eannatum,
gobernante de Lagash, hermano del padre de Entemena [quien puso esta
inscripción] … pues Enakalli, gobernante de Umma,
puso la frontera a la tierra. Llevó un canal desde el gran río hasta Guedin. Abrió el campo de Ningirsu en su frontera por 210
vanos al poder de Umma. Ordenó que no se tomara el campo real. En el canal
inscribió una estela. Devolvió la estela de Mesilim a su lugar. No invadió la
llanura de Mesilim. En la línea fronteriza de Ningirsu, como estructura
protectora, construyó el santuario de Enlil, el santuario de Ninkhursag... Al cosechar, los hombres de Umma se habían
comido un almacén lleno del grano de Nina [diosa de los Oráculos], el grano de
Ningirsu; él hizo que soportaran un castigo. Trajeron 144.000 gur, un gran almacén lleno, [como pago]. La toma de
este grano no debía repetirse en el futuro.
Urlumma, gobernante de Umma,
drenó el canal fronterizo de Ningirsu, el canal fronterizo de Nina; las estelas
que arrojó al fuego, las hizo [pedazos]; destruyó los santuarios, las moradas
de los dioses, los santuarios protectores, los edificios que se habían hecho.
Se hinchó como las montañas; cruzó el canal fronterizo de Ningirsu. Enannatum, soberano de Lagash, entró en batalla en el campo
de Ugigga, el campo irrigado de Ningirsu. Entemena,
el hijo amado de Enannatum, lo derrotó completamente. Urlumma huyó. En medio de Entemena lo mató. Dejó
atrás a 60 soldados de su fuerza [muertos] en la orilla del canal ‘Pradera-reconocida-como-santa-del-gran-puñal’.
Dejó a estos hombres... sus huesos en la llanura. Amontonó túmulos para ellos
en 5 lugares. Luego estableció a Ili, Sacerdote de Ininni de Esh en Girsu, como gobernante vasallo sobre Umma.
Ili tomó en sus manos al
gobernante de Umma. Drenó el canal fronterizo de Ningirsu, una gran estructura
protectora de Ningirsu, hasta la orilla del Tigris arriba desde las orillas de Girsu. Se apoderó del grano de Lagash, un almacén de 3600 gur. Entemena, gobernante de Lagash declaró hostilidades
contra Ili, a quien había puesto por vasallo. Ili, gobernante de Umma, inundó perversamente el campo diqueado y regado; ordenó que se arruinara el canal
fronterizo de Ningirsu; el canal fronterizo de Nina... Enlil y Ninkhursag no permitieron [que esto sucediera]. Entemena,
gobernante de Lagash, cuyo nombre fue pronunciado por Ningirsu, restauró su
canal a su lugar según la justa palabra de Enlil, según la justa palabra de
Nina, su canal que él había construido desde el río Tigris hasta el gran río,
la estructura protectora, sus cimientos los había hecho de piedra.
EL CONO DE
ENTEMENA (2450-2375 A.C.)
"Para
la diosa Inanna, para el dios Lord Emesh. Entemena,
el gobernante de Lagash. El templo Emesh, amado por
el pueblo, él lo construyó. Para él encargó estos clavos de arcilla. Entemena,
el hombre que construyó el Emesh, su dios personal es
el dios Shulutul. Entemena, el gobernante de Lagash y Lugal-kinishe-dudu, el gobernante de Uruk, hicieron
un tratado de hermandad".
No podríamos
tener un ejemplo más sorprendente de la forma en que los primeros habitantes de
Babilonia consideraban a las ciudades-dioses como los reyes y gobernantes
reales de sus ciudades. Los reyes y patesis humanos
no eran más que ministros, o agentes, designados para llevar a cabo su
voluntad. Así, cuando una ciudad hacía la guerra a otra, era porque sus dioses
estaban enemistados; el territorio de la ciudad era propiedad de la
ciudad-dios, y, cuando se proponía un tratado de delimitación, eran
naturalmente los propios dioses quienes lo arreglaban y redactaban sus
disposiciones.
Estamos capacitados
para fijar aproximadamente el periodo de Mesilim por esta referencia a él en el
cono de Entemena, pero no disponemos de medios semejantes para determinar la
fecha de otro gobernante temprano de la ciudad de Kish, cuyo nombre se ha
recuperado durante las excavaciones americanas en el yacimiento de Nippur. Allí
se han encontrado tres fragmentos de una vasija de piedra arenisca marrón
oscura, grabados con una inscripción de Utug, un
temprano patesi de Kish. Se dice que se encontraron en los estratos bajo las
cámaras del gran templo de Enlil, en el lado sureste del zigurat, o torre del
templo. Sería precipitado formar cualquier teoría en cuanto a la fecha de la
vasija únicamente a partir de la posición en la que se dice que se descubrieron
los fragmentos, pero las formas extremadamente arcaicas de los caracteres de la
inscripción sugieren que data del periodo más antiguo de la historia de
Babilonia. Además, Utug es denominado en ella patesi,
no rey, de Kish, lo que sugiere que gobernó en una época en la que Kish no
tenía el poder y la influencia de que gozaba bajo Mesilim. La hegemonía en
Sumer y Acad pasaba constantemente de una ciudad a otra, por lo que es posible
que Utug se situara después de Mesilim, cuando el
poder de Kish había declinado temporalmente. Pero como los caracteres de la
inscripción de Utug son mucho más arcaicos que los de
Mesilim, podemos situarlo provisionalmente en el periodo anterior a que Kish
alcanzara el rango de reino en lugar de su patesiato.
Pero no hay forma de saber cuánto tiempo separó a Utug de Mesilim.
Suponiendo
que Utug gobernara en este período temprano, podemos
ver en los fragmentos de su vaso de Nippur, pruebas de las luchas por las que
la ciudad de Kish alcanzó la posición de supremacía que disfrutaba bajo
Mesilim. Pues el jarrón de Utug no fue llevado a
Nippur como botín de Kish, sino que fue depositado por el propio Utug en el templo de Enlil, en conmemoración de una
victoria que había logrado sobre la tierra de Khamazi.
Aprendemos aquí el nombre de uno de los enemigos con los que Kish tuvo que
luchar en las primeras etapas de su existencia como ciudad-estado
independiente, y podemos conjeturar que tuvieron que librarse y ganarse muchas
más batallas de este tipo antes de que su influencia se dejara sentir más allá de
los límites de Akkad por las ciudades sumerias del
sur. El hecho de que tras su victoria Utug depositara
el jarrón en Nippur como ofrenda de agradecimiento demuestra que en su época el
santuario de Enlil ya era considerado el santuario central de Babilonia. Zamama, el dios de Kish, había logrado la victoria sobre Khamazi, pero Enlil, como señor supremo del mundo, tenía
derecho a cierto reconocimiento y gratitud, y también probablemente a una parte
del botín. De una línea de la inscripción que figura en el vaso de Utug quizá podamos deducir que el nombre de su padre era Bazuzu, pero, como a este nombre no le sigue ningún título,
no se le puede considerar un patesi de Kish. Así pues, podemos concluir que Utug no sucedió a su padre en el trono. Si fue un usurpador
o sucedió a algún otro pariente, y si siguió a sus éxitos militares fundando en
Kish una poderosa dinastía a la que pudo pertenecer Mesilim, son algunas de las
preguntas que quizá puedan responderse como resultado de futuras excavaciones
en el norte de Babilonia.
Es probable
que la primitiva supremacía de la que disfrutó Kish durante el reinado de
Mesilim continuara durante algún tiempo después de su muerte. En cualquier
caso, se conocen los nombres de otros dos primeros gobernantes de esa ciudad y,
como ambos llevan el título de rey y no el de patesi, podemos concluir que
vivieron durante un periodo de prosperidad o expansión de la ciudad. El nombre
de uno de estos reyes, Urzage, figura en un jarrón
roto de estalagmita de calcita blanca que se encontró en Nippur,
aproximadamente en el mismo lugar que el jarrón del patesi Utug.
La inscripción sobre el jarrón registra el hecho de que fue dedicado por Urzage a Enlil, “rey de las tierras”, y a su consorte Ninlil, “la señora del cielo y de la tierra”. Falta el
final del texto, pero podemos conjeturar que, al igual que su antecesor Utug, el rey dedicó el jarrón en el templo de Enlil, en
Nippur, en agradecimiento por alguna victoria sobre sus enemigos. Podemos ver
así en la dedicación del jarrón una prueba más de la continua prosperidad de
Kish, aunque está claro que sólo mantuvo su posición entre las otras grandes
ciudades de la tierra por la fuerza de las armas. El nombre del otro rey
primitivo de Kish, Lugaltarsi, nos es conocido por
una breve inscripción en una pequeña tablilla de lapislázuli conservada en el
Museo Británico. El texto registra la construcción del muro del recinto, o
patio exterior, de un templo dedicado a Anu y a la diosa Ninni,
pero, al desconocerse su procedencia, es imposible basarse en él para
argumentar sobre el alcance de la influencia ejercida por Kish durante el
reinado de Lugaltarsi. Tales son los pocos hechos que
nos han llegado con respecto al período más temprano de la supremacía de Kish.
Pero las fortunas de la ciudad estaban destinadas a sufrir un cambio completo,
como consecuencia del aumento del poder de Lagash que tuvo lugar durante el
reinado de Eannatum. Antes de describir la transferencia de poder del norte a
Sumer, será necesario volver sobre nuestros pasos hasta el punto en que dejamos
la historia de esa ciudad, durante la época en que Mesilim gobernaba en el
norte.
Aún no se
han recuperado los nombres de los sucesores de Lugal-shag-engur,
contemporáneo de Mesilim, en el trono de Lagash, y no sabemos cuánto tiempo
separó un intervalo su reinado del de Ur-Nina, el rey
primitivo de Lagash, de cuya época se han recuperado tantas inscripciones y
restos arqueológicos en Tello. Es posible que dentro de este periodo se sitúe
otro gobernante de Lagash, llamado Badu, al que
parece hacer referencia Eannatum en la famosa Estela de los Buitres. El pasaje
aparece en el pequeño fragmento que se ha conservado de la primera columna del
texto grabado en la estela, cuya línea siguiente contiene el título “Rey de
Lagash”. No se conserva el contexto del pasaje, pero es posible que los signos
que preceden al título deban tomarse como un nombre propio, y en ese caso
darían el nombre de un antiguo gobernante de la ciudad. A favor de esta opinión
podemos señalar que en el texto de una tablilla arcaica de arcilla encontrada
bajo el nivel del edificio de Ur-Nina en Tello
aparece el nombre Badu, y, aunque no se emplea allí
como el de un rey o patesi, el pasaje puede tomarse como prueba del uso de Badu como nombre propio en esta época temprana.
Suponiendo
que Badu represente un nombre real, puede deducirse
de las pruebas internas proporcionadas por la inscripción de Eannatum que vivió
y reinó en algún periodo anterior a Ur-Nina. Las
columnas introductorias del texto de Eannatum parecen ofrecer un breve resumen
histórico sobre las relaciones que se mantuvieron entre Lagash y la ciudad
vecina de Urama en el periodo anterior al propio reinado de Eannatum. Ahora
bien, la segunda columna del texto describe la actitud de Umma hacia Lagash en
el reinado de Akurgal, hijo y sucesor de Ur-Nina; por tanto, es una inferencia natural que Badu fuera un gobernante aún anterior que reinó en todo
caso antes que Ur-Nina. Si reinó también antes que Lugal-shag-engur, no hay datos para decidirlo. Se observará
que Eannatum le llama “rey” de Lagash, no “patesi”, pero el uso de estos
títulos por parte de Eannatum, aplicados a sus predecesores, no es coherente y,
que describa a Badu como “rey”, no es prueba de que
el propio Badu reclamara ese título. Pero es posible
que lo hiciera, y podemos situarlo provisionalmente en el intervalo entre el
patesi Lugal-shag-engur y Ur-Nina,
quien en sus numerosos textos recuperados siempre reclama el título de “rey” en
lugar de “patesi”, un hecho que sugiere un aumento del poder y la importancia de
Lagash. A la misma época podemos asignar probablemente a Enkhegal,
otro de los primeros reyes de Lagash, cuyo nombre se ha recuperado en una
tablilla arcaica de piedra caliza.
Se ha
sugerido que el título lugal, “rey”, no
adquirió su significado posterior hasta la época de Sargón (Shar-Gani-sharri),
sino que fue utilizado por gobernantes anteriores como equivalente del semítico belu, “señor”. Pero, a la vista del hecho de
que Mesilim ostentaba el título, parece que en su época ya transmitía una
pretensión de mayor autoridad que la inherente a la palabra patesi. Este último
título era de origen puramente religioso; cuando lo llevaba un gobernante lo
designaba como representante de su ciudad-dios, pero el título de “rey” era de
carácter más secular y connotaba un dominio más amplio. Pero hay que admitir
que algunas incoherencias en el uso de los títulos por parte de los miembros de
la dinastía de Ur-Nina parecen sugerir que la
distinción entre ellos no era tan marcada como en los periodos posteriores.
Es posible
que el propio Ur-Nina, aunque no fuera un gran
soldado, hiciera algo para asegurar, o al menos mantener, la independencia de
su ciudad. En cualquier caso, sabemos que fue el fundador de su dinastía, pues
ni a su padre Gunidu, ni a su abuelo Gursar, atribuye ningún rango titular. Podemos suponer que
pertenecía a una poderosa familia sumeria de Lagash, pero, si obtuvo el trono
por herencia de alguna rama colateral, o se lo aseguró como resultado de una
revuelta dentro de la ciudad, no consta. Resulta extraño que en ninguna de sus
numerosas inscripciones reivindique conquista o logro alguno en el campo de
batalla. La mayoría de sus textos, es cierto, son de carácter dedicatorio,
pero, a juzgar por los de otros gobernantes sumerios, este hecho no debería haberle
impedido referirse a ellos, de haber tenido algún éxito de este tipo que
relatar. Lo más cercano a un registro de carácter militar es que reconstruyó la
muralla de Lagash. Por tanto, está claro que, aunque no se embarcara en una
política agresiva, no descuidó la defensa de su propia ciudad. Pero ese parece
haber sido el alcance de su ambición: mientras las fortificaciones de la ciudad
estuvieran intactas, y los hombres armados a su disposición fueran suficientes
para la defensa de la propia Lagash y su territorio periférico, no buscó
aumentar su propio renombre o la riqueza de la ciudad mediante la conquista
extranjera. El silencio de Entemena respecto a las relaciones de Lagash con
Umma en este periodo no es una prueba concluyente de que el tratado de Mesilim
siguiera en vigor o de que la paz que inauguró hubiera permanecido intacta.
Pero el silencio de Entemena concuerda plenamente con el del propio Ur-Nina, y podemos deducir que, a pesar de sus pretensiones
al título real, consiguió evitar cualquier disputa con el enemigo hereditario
de su ciudad. La actitud de Ur-Nina hacia la
ciudad-estado situada en sus fronteras inmediatas puede considerarse típica de
su política en su conjunto. Es posible que el cuenco de ónice que dedicó a la
diosa Bau formara parte de cierto botín ganado en batalla, pero su objetivo
parece haber sido dedicar sus energías a la mejora de su tierra y al adorno de
su ciudad. Por lo tanto, es natural que sus inscripciones consistieran en meros
catálogos de los nombres de los templos y otros edificios erigidos durante su
reinado, junto con listas de las estatuas que dedicó a sus dioses y de los
canales que cortó para aumentar la riqueza material de su pueblo.
Pero, aunque
la política de Ur-Nina parece haber sido
principalmente de carácter doméstico, no dejó de mantener relaciones con otras
ciudades en el ámbito de la observancia religiosa. Que hubiera continuado en
comunicación activa con Nippur, como centro religioso de toda Babilonia, es lo
que podríamos deducir de la práctica de la época, y probablemente podamos
atribuir a este hecho su dedicación a Enlil de uno de los canales que se
cortaron durante su reinado. Un ejemplo más llamativo de la deferencia de Ur-Nina hacia el dios de otra ciudad puede verse en sus
relaciones con Enki, el prototipo sumerio del dios Ea.
Cuando Ur- Nina planeó la reconstrucción del templo
E-ninnu, parece que tomó precauciones para asegurar
el éxito de su plan haciendo un llamamiento directo a Enki, la ciudad-dios de
Eridu. En una placa de diorita que se ha encontrado en Tello deja constancia de
la entrega de su plegaria a Enki, para que en su carácter de adivino principal
utilizara su caña pura, la varita de su adivinación, para que la obra saliera
bien y pronunciara un oráculo favorable. El templo de Enki en la ciudad de
Eridu, cerca de la orilla del Golfo Pérsico, fue uno de los más antiguos y
sagrados de los santuarios sumerios, y quizá podamos imaginarnos a Ur-Nina viajando hasta allí desde Lagash, para llevar su
petición en persona a la presencia de su misterioso dios.
De las
divinidades de Lagash a cuyo servicio parece haberse consagrado especialmente Ur-Nina, la diosa Nina, cuyo nombre llevaba dentro del
suyo, era una de las más favorecidas. Pues una de las principales pretensiones
de distinción que esgrime es que construyó su templo en Lagash; y aunque, a
diferencia del posterior gran constructor Gudea, da en sus inscripciones pocos
detalles de su obra, podemos concluir que prodigó sus recursos en ella. También
se jacta de haber hecho una estatua de Nina, que sin duda colocó dentro de su
templo, y uno de sus canales se lo dedicó a ella. No descuidó a su hija Ninmar, pues registra que también construyó su templo, y
erigió un templo para Gatumdug, la intercesora de
Nina, y le hizo una estatua. Otro grupo de edificios de Ur-Nina
estaba relacionado con el culto a Ningirsu, la ciudad-dios de Lagash, cuyas
reivindicaciones un gobernante, tan dedicado a los intereses de su propia
ciudad como Ur-Nina, naturalmente no habría ignorado.
Un vistazo a
sus textos mostrará que Ur-Nina más de una vez se
describe a sí mismo como el constructor de “la Casa de Girsu”,
título con el que se refiere a E-ninnu, el gran
templo dedicado a Ningirsu, ya que se levantaba en el barrio de la ciudad que
se llamaba Girsu y era con mucho su edificio más
importante. También construyó E-pa, un santuario
estrechamente relacionado con E-ninnu y el culto a
Ningirsu. Este templo fue añadido en fecha posterior por Gudea, que instaló en
él a su dios patrón, Ningishzida, y colocó en su
santuario los regalos nupciales de Bau, la consorte de Ningirsu; es posible que
el cuenco de ónice de Ur-Nina, que estaba dedicado a
Bau, y los fragmentos de otros cuencos encontrados con él, meros depositados
por Ur-Nina en el mismo templo. De otras deidades del
entorno de Ningirsu, a las que Ur-Nina señaló para
una veneración especial, pueden mencionarse Dunshagga,
el hijo de Ningirsu, y Uri-zi, el dios cuyo deber era
cuidar de los karim de Ningirsu. Entre los templos
menores, o partes de templos, que fueron construidos o restaurados por él se
encontraba el Tirash, donde el día de la aparición de
la Luna Nueva era costumbre celebrar un festival en honor de Ningirsu; mientras
que otro acto de piedad que registra Ur-Nina fue la
fabricación de una estatua de Lugal-uru, el dios de
cuyo festival tomó su nombre uno de los meses sumerios. A este respecto, cabe
mencionar también al dios Dun..., a quien Ur-Nina describe como el “Dios-rey”, ya que se encontraba
en una relación peculiar con Ur-Nina y su familia. Se
convirtió en la deidad patrona de la dinastía que fundó Ur-Nina
y, hasta el reinado de Enannatum II, fue el protector
personal del rey reinante o patesi de Lagash.
Para la
construcción de sus templos, Ur-Nina afirma que traía
madera de las montañas, pero a diferencia de Gudea en una época posterior, no
consta que trajera a sus artesanos del extranjero. Además de la construcción de
templos, la otra actividad principal de Ur-Nina
parece haberse centrado en el corte de canales; entre ellos se encontraba el
canal llamado Asukhur, a orillas del cual su nieto
Eannatum ganó una batalla. Que los cambios que introdujo en la canalización del
país fueron todo un éxito puede deducirse de los numerosos almacenes y
polvorines que, según consta, construyó en conexión con los diversos templos, y
por su afirmación de que cuando amplió el templo de Ningirsu almacenó grandes
cantidades de grano dentro de los graneros del templo. De hecho, por las
inscripciones que nos ha legado, Ur-Nina aparece como
un monarca pacífico dedicado al culto de los dioses de su ciudad y al bienestar
de su propio pueblo. Sus ambiciones se hallaban dentro de sus propias fronteras
y, cuando hubo asegurado su frontera, se contentó con practicar las artes de la
paz. A esta política sabia y previsora se debió sin duda la gestión de los
recursos de la ciudad, de modo que bajo su nieto más famoso pudo repeler el
ataque de los enemigos y emprender una carrera de conquistas extranjeras. La
fama póstuma de Ur-Nina evidencia que su reinado fue
un periodo de paz y prosperidad para Lagash. Su bisnieto Entemena presume de
ser su descendiente y le atribuye el título de rey de Lagash que no reclamó ni
para sí ni para su padre Enannatum I, mientras que
incluso en el reinado de Lugal-anda se siguieron
haciendo ofrendas en relación con su estatua en Lagash.
Para conocer
a Ur-Nina no dependemos únicamente de lo que podemos
deducir de las propias inscripciones. Porque nos ha dejado representaciones
esculpidas, no sólo de sí mismo, sino también de sus hijos y oficiales
principales, a partir de las cuales podemos formarnos una imagen muy clara de
las condiciones primitivas de vida que existían en Sumer en la época de este
primitivo gobernante. Las esculturas adoptan la forma de placas de piedra
caliza, toscamente talladas en bajo relieve con figuras de Ur-Nina
rodeado de su familia y su corte. Las placas son de forma oblonga, con las
esquinas ligeramente redondeadas, y en el centro de cada una hay perforado un
agujero circular. Aunque es evidente que tienen carácter votivo, el objeto
exacto al que están destinadas no está claro a primera vista. Se ha
conjeturado, y de hecho se sigue conjeturando, que las placas se fijaban
verticalmente a las paredes de los santuarios, pero esta explicación ha quedado
desacreditada por el descubrimiento de la placa, o más bien bloque, de Dudu, el sacerdote de Ningirsu durante el reinado de
Entemena. Por la forma de este último, cuyo reverso no es plano sino piramidal,
y también por la inscripción que figura en él, deducimos que el objeto de estos
bajorrelieves perforados era formar soportes horizontales para las cabezas de
maza ceremoniales o emblemas sagrados, que se dedicaban como ofrendas votivas
en los templos de los dioses. El gran valor de los de Ur-
Nina consiste en las vívidas imágenes que nos ofrecen de personajes reales y
altos funcionarios de esta temprana época.
La mayor de
las placas está esculpida con dos escenas separadas, en cada una de las cuales
se representa a Ur-Nina en una actitud diferente y
con una ocupación distinta, mientras a su alrededor se sitúan sus hijos y
ministros. En la escena superior el rey está de pie; está desnudo hasta la
cintura y tiene los pies descalzos, mientras que alrededor de los lomos lleva
la áspera vestimenta de lana de la época, y sobre la cabeza rapada sostiene una
cesta que sostiene con la mano derecha. El texto grabado junto al rey, además
de dar su nombre y genealogía, registra que ha construido el templo de
Ningirsu, el abzu-banda que
probablemente era una gran pila o cuenco destinado al servicio del templo, y el
templo de Nina; y se ha sugerido que el rey está aquí retratado llevando una
cesta de ofrendas para depositarlas ante su dios o diosa. Pero la cesta que
lleva es exactamente similar a las que llevan los labradores para amontonar
tierra sobre los muertos, como se representa en la Estela de los Buitres, y las
cestas siempre han sido utilizadas en oriente por los labradores y
constructores para transportar tierra y otros materiales de construcción. Por
tanto, es más probable que el rey se revele aquí en el carácter de un jornalero
portador de materiales para la construcción de los templos a los que se refiere
el texto. La misma explicación se aplica a las figuras votivas de cobre de un
periodo posterior que se representan portando cestas sobre la cabeza. Con un
espíritu similar, Gudea nos ha dejado estatuas de sí mismo como arquitecto,
sosteniendo una tabla y una regla; Ur-Nina se
representa a sí mismo en el papel aún más humilde de un jornalero ocupado en el
trabajo real de construir el templo para su dios. Detrás del rey hay una
pequeña figura destinada a la copera real, Anita, y frente a él están cinco de
sus hijos. Se suele sostener que la primera de estas figuras, que lleva el
nombre de Lidda y está ataviada con un vestido más
elaborado que las otras cuatro, está destinada al hijo mayor del rey. Pero
además del vestido distintivo, esta figura se diferencia aún más de las otras
por llevar el pelo largo en lugar de tener la cabeza rapada. En este aspecto
guarda cierto parecido con una estatuilla arcaica, que parece ser la de una
mujer; y el signo que acompaña al nombre de Lidda,
grabado en la piedra, es posiblemente el de “hija”, no el de “hijo”. Por tanto,
no es improbable que identifiquemos la figura con una hija de Ur-Nina. Las otras figuras de la fila son cuatro hijos del
rey, llamados Akurgal, Lugal-ezen, Anikurra y Muninni-kurta.
Un punto curioso que cabe señalar es que la altura de estas figuras aumenta a
medida que se alejan del rey. Así, la primera de las figuras pequeñas, la de Akurgal, que sucedió a Ur-Nina en
el trono, está representada como más pequeña que sus hermanos, y se ha sugerido
en consecuencia que no era el hijo mayor del rey, un punto sobre el que
volveremos más adelante. En la escena esculpida en la mitad inferior de la
placa se representa al rey sentado en un trono y levantando en su mano derecha
una copa de la que parece estar vertiendo una libación. Probablemente veamos en
este grupo una imagen del rey dedicando el templo una vez terminada la tarea de
construcción. La inscripción recoge el hecho de que había traído madera de las
montañas, sin duda empleada en la construcción de los templos, un detalle que
subraya las dificultades que había superado. El copero que está detrás del
trono no es en esta escena Anita, sino Sagantug,
mientras que la figura que está frente al rey es un alto funcionario llamado Dudu, y a la izquierda de Dudu hay otros tres hijos del rey llamados Anunpad, Menudgid y Addatur.
Una placa
más pequeña, de forma bastante más ovalada que la grande que figura en la
placa, pero como ella en perfecto estado de conservación, ofrece una escena
similar, aunque con menos elaboración de detalles. Según su inscripción, esta
placa también conmemora la construcción del templo de Ningirsu. Aquí el rey no
lleva ninguna cesta, sino que se le representa de pie con las manos juntas
sobre el pecho, una actitud de humildad y sumisión en presencia de su dios. En
otros aspectos, tanto el rey como las figuras más pequeñas de sus hijos y
ministros están concebidos como en la placa mayor. Una pequeña figura
inmediatamente detrás del rey es Anita, la portadora de la copa, y a la
izquierda de Anita están el hijo del rey, Akurgal, y
un personaje que lleva el nombre de Barsagannudu. En
la fila superior hay otras dos pequeñas figuras llamadas Lugal-ezen y Gula. Ahora bien, por la placa más grande sabemos que Lugal-ezen era hijo de Ur-Nina; por tanto, la ausencia de tal
descripción en Gula y Barsagannudu no es
significativa, y es una suposición justa que ambos, como Lugal-ezen,
eran hijos del rey. Pero es digno de mención que de las cuatro figuras la única
que se describe específicamente como “hijo” de Ur-Nina
es Akurgal.
Otra de las
placas de Ur-Nina no se conserva por completo, pues
falta la mitad derecha sobre la que estaba la figura, o posiblemente dos
figuras, del rey. En la porción que se ha recuperado están esculpidas dos filas
de figuras, ambas mirando hacia la derecha. La primera de la fila inferior es
Anita, la copera; después viene un alto funcionario llamado Banar;
a continuación Akurgal, distinguido con el título de “hijo”,
y en el extremo izquierdo Namazua, el escriba. De las
cuatro figuras conservadas en la fila superior, las dos centrales son Lugal-ezen y Muninnikurta, ambas
con el título de “hijo”, como en la mayor de las tres placas. La lectura de los
nombres sobre las figuras de la derecha y de la izquierda es incierta, pero
probablemente estén destinados a funcionarios de la corte. El de la izquierda
de la línea reviste cierto interés, pues lleva un bastón sobre el hombro
izquierdo del que cuelga una bolsa. Tal vez podamos considerarlo como el
chambelán real, que controlaba los suministros del palacio; o puede que su
deber fuera ocuparse de las provisiones y el alojamiento de la corte, en caso
de que el rey emprendiera alguna vez un viaje de una ciudad a otra.
Mientras que
los hijos de Ur-Nina de las placas más pequeñas son
todos aproximadamente del mismo tamaño, hemos observado que las figuras
similares de la placa más grande varían ligeramente de altura. Se ha sugerido
que la intención del escultor era indicar la diferencia de edad entre los
hermanos, y en consecuencia se ha argumentado que Akurgal,
que sucedió a Ur-Nina en el trono de Lagash, era su
quinto hijo, y no el mayor. Esta inferencia se ha empleado además para sugerir
que tras la muerte de Ur-Nina pudo haber seguido un
período de debilidad dentro del estado de Lagash, debido a la desunión entre
sus hijos; y durante la supuesta lucha por la sucesión se conjetura que la
ciudad pudo haberse visto distraída por conflictos internos y, en consecuencia,
fue incapaz de mantener su independencia como ciudad-estado, que sólo logró
recuperar en el reinado de Eannatum, hijo y sucesor de Akurgal.
Pero un breve examen de la teoría mostrará que hay poco que decir en su favor,
y es probable que la ligera diferencia en la altura de las figuras sea fortuita
y ajena a sus respectivas edades. Puede admitirse que mucho depende del sexo de Lidda, que, en la placa más grande, está frente a la
figura de pie de Ur-Nina. Si se trata de un hijo del
rey, su vestimenta más rica lo señala como el príncipe heredero; pero, aun así,
podemos suponer que Akurgal era el segundo hijo de Ur-Nina, y que sucedió en el trono como consecuencia de que Lidda había premuerto a su padre. Pero ya se han
aducido razones para creer que Lidda era hija, y no
hijo, de Ur-Nina. En ese caso, Akurgal ocupa el lugar de honor entre sus hermanos al estar más cerca del rey. Además,
se diferencia de ellos por la copa que lleva; de hecho, aquí aparece como
copero de Lidda, oficio que desempeñaban Anita y Saguntug para el rey.
Que el
príncipe heredero sea representado aquí asistiendo a su hermana puede parecer
extraño, pero, en vista de nuestro imperfecto conocimiento de este período tan
temprano, la sugerencia no debe descartarse únicamente por ese motivo. De
hecho, la clase de los devotos del templo, que gozaban de una elevada posición
social bajo los reyes semitas de la Primera Dinastía de Babilonia,
probablemente tenía su contrapartida en los centros de culto sumerios en épocas
aún más tempranas; y hay pruebas de que en la época de la Primera Dinastía, la
orden incluía a miembros de la casa real. Además, las tablillas que datan del
final de la dinastía de Ur-Nina muestran el
importante papel que desempeñaban las mujeres en la vida social y oficial de
los primeros sumerios. Así pues, es posible que la hija de Ur-Nina
tuviera un alto rango o cargo en la jerarquía del templo, y su presencia en la
tablilla puede hacer referencia a alguna ceremonia especial, o acto de
dedicación, en el que ella tuviera el privilegio de asumir el papel principal
tras el rey, o de ser su ayudante principal. En tales circunstancias no sería
antinatural que la acompañara su hermano mayor. En las otras dos composiciones Lidda está ausente, y Akurgal ocupa el lugar de honor. En una se sitúa en una fila con el rey, inmediatamente
detrás del copero real, y es el único hijo real que está específicamente
etiquetado como tal; en la otra está de nuevo en una fila con el rey, separado
de Anita, la copera, por un alto funcionario de estado, y seguido por el
escriba real. En estas escenas se le sitúa claramente en la posición más favorecida
y, si Lidda no era su hermana sino el príncipe
heredero, sería difícil explicar la ausencia de este último, salvo en la
suposición de que su muerte se hubiera producido antes de que se hicieran las
placas más pequeñas. Pero los textos de las tres placas registran la
construcción del templo de Ningirsu, por lo que parecen haber sido preparadas
para la misma ocasión, lo que da un peso adicional a la sugerencia de que Lidda era hija de Ur-Nina, y que Akurgal era su hijo mayor.
Pero, fuera Akurgal el hijo mayor de Ur-Nina
o no, la evidencia de al menos la más pequeña de las dos placas completas
parece demostrar que fue reconocido como príncipe heredero en vida de su padre,
y podemos deducir que fue el sucesor inmediato de Ur-Nina.
Para una estimación de su reinado debemos depender de las referencias que hacen
de él sus dos hijos. Ya se ha mencionado que la primera parte del texto grabado
en la Estela de los Buitres parece haber dado cuenta de las relaciones entre
Lagash y Umma durante los reinados anteriores al de Eannatum, y en un pasaje
mal conservado de la segunda columna encontramos una referencia a Akurgal, el hijo de Ur-Nina. El
contexto está roto, pero “los hombres de Umma” y “la ciudad de Lagash” se
mencionan casi inmediatamente antes del nombre de Akurgal,
y parece que Eannatum se refiere aquí a un conflicto que tuvo lugar entre las
dos ciudades durante el reinado del primero. Cabe señalar que en su Cono
Entemena no menciona ninguna guerra en este periodo y, como en el caso del
reinado de Ur-Nina, su silencio podría interpretarse
como una indicación de paz ininterrumpida. Pero las narraciones pueden
conciliarse suponiendo o bien que el conflicto en el reinado de Akurgal no tuvo gran importancia, o bien que no afectó a la
fértil llanura de Gu-edin. Hay que recordar que el
texto sobre el Cono de Entemena fue compuesto después de los tiempos agitados
de Eannatum, tío de Entemena, y los éxitos obtenidos por ese monarca contra
Umma eran naturalmente de mucha mayor importancia a sus ojos que los conflictos
menores de sus predecesores. Es cierto que describe la intervención aún más
temprana de Mesilim en los asuntos de Lagash y Umma, pero ello se debe a que la
estela o mojón real colocado por Mesilim fue retirado por los hombres de Umma
en el reinado de Eannatum, acto que provocó la guerra. El relato de la
intervención de Mesilim, que dio lugar a la colocación del mojón, forma así una
introducción natural al registro de la campaña de Eannatum; y el hecho de que
estos dos acontecimientos se sucedan estrechamente en el texto de Entemena no
es incompatible con el hecho de que la Estela de los Buitres registre un
conflicto menos importante como ocurrido en el reinado de Akurgal.
La única
otra prueba con respecto a los logros de Akurgal la
proporcionan los títulos que le atribuyen sus dos hijos. En la Estela de los
Buitres, Eannatum le describe como “rey” de Lagash, y sólo de este pasaje
podría deducirse que tuvo tanto éxito como su padre Ur-Nina
en mantener la independencia de su ciudad. Pero en otros textos sobre piedras
fundacionales, ladrillos y una pequeña columna, Eannatum sólo lo describe como “patesi”,
al igual que su otro hijo Enannatum I. Cabe señalar
que en la mayoría de sus inscripciones Eannatum reclama para sí el título de
patesi, y al final de una de ellas, en la que ha enumerado una larga lista de
sus propias conquistas, exclama: “Él (es decir, Eannatum) es hijo de Akurgal, el patesi de Lagash, y su abuelo es Ur-Nina, el patesi de Lagash”. Que llamara “patesi” a Ur-Nina no concuerda con los propios textos de ese
gobernante, pero, si el propio Eannatum había sido simplemente un patesi al
principio de su reinado, y su padre también lo había sido antes que él, es muy
posible que pasara por alto el título más ambicioso que había reclamado su
abuelo, sobre todo porque esta omisión realzaría el esplendor de sus propios
logros. También es posible que en esta época la distinción entre los dos
títulos no estuviera tan estrictamente trazada como en los periodos
posteriores, y que una alteración en ellos no siempre marcara un cambio
político correspondiente. Sea como fuere, los conflictos posteriores de
Eannatum sugieren que Lagash no había conseguido mantener su libertad. Podemos
suponer que el Norte había vuelto a interferir en los asuntos de Sumer, y que
Kish había puesto fin a la relativa independencia de la que había disfrutado la
ciudad durante el reinado de Ur-Nina.
EANNATUM
DE LAGASH
2454-2425
A.C.
GUERRAS DE
LAS CIUDADES-ESTADO; EANNATUM Y LA ESTELA DE LOS BUITRES
Cuando el patesiato de Lagash pasó de Akurgal a su hijo Eannatum podemos imaginar que la ciudad-estado debía una lealtad
general a Akkad en el norte. Más cerca, las
relaciones de Lagash con Umma parecen haber sido de carácter amistoso.
Independientemente de los conflictos menores que pudieran haber tenido lugar
entre las dos ciudades en el intervalo, el tratado de Mesilim seguía
considerándose vinculante, y sus términos fueron tratados con respeto por ambas
partes. La cuestión de si Eannatum, al igual que Akurgal,
había tenido algún motivo menor de desacuerdo con los hombres de Umma al
principio de su reinado depende de nuestra interpretación de algunos pasajes
entrecortados de la primera parte del texto grabado en la Estela de los
Buitres. La segunda columna trata de las relaciones de Umma y Lagash durante el
reinado de Akurgal, y la cuarta columna se refiere al
reinado de Eannatum. El nombre de ninguno de estos gobernantes se menciona en
la parte intermedia del texto, que, sin embargo, se refiere a Umma y Lagash en
relación con un santuario o capilla dedicada al dios Ningirsu. Es posible que
tengamos aquí una continuación de la narración de la columna precedente, y en
ese caso deberíamos asignar esta porción del texto al reinado de Akurgal, más que a la primera parte del reinado de su
sucesor. Pero puede referirse igualmente al propio reinado de Eannatum, y puede
o bien registrar una causa menor de disputa entre las ciudades que se resolvió
antes del estallido de la gran guerra, o puede quizá tomarse en relación con
las siguientes columnas del texto.
Estas dos
columnas se refieren definitivamente al reinado de Eannatum y describen ciertos
actos de piedad que realizó al servicio de sus dioses. Registran trabajos
realizados en E-ninnu, por los que se alegró el
corazón de Ningirsu; el nombramiento y dedicación de alguna porción de E-anna, el templo de la diosa Ninni;
y ciertas adiciones hechas a los rebaños sagrados de la diosa Ninkharsag. La repetición de la frase referida al templo de Ninni sugiere una lista inconexa de los logros de
Eannatum al servicio de sus dioses, más que una narración conectada. El texto
de la quinta columna continúa el registro de los beneficios otorgados por él a
Ningirsu, y aquí quizá podamos rastrear una posible causa de la reanudación de
la guerra con Umma. Pues el texto afirma que Eannatum otorgó cierto territorio
a Ningirsu y alegró su corazón; y, a menos que esto se refiera a tierras
ocupadas tras la derrota de Umma, su adquisición pudo haber sido resentida por
la ciudad vecina. Tal incidente habría constituido una excusa más que
suficiente para la invasión del territorio de Lagash por la parte perjudicada,
aunque, según los registros del propio Eannatum y de Entemena, parece que la
incursión de los hombres de Umma no fue provocada. Pero, cualquiera que haya
sido la causa inmediata del estallido de las hostilidades, veremos razones para
creer que la guerra se debió en última instancia a la influencia de Kish.
El estallido
de la guerra entre Umma y Lagash se registra de forma concisa en la sexta
columna de la inscripción de la Estela de los Buitres, en la que se afirma que
el patesi de Umma, por orden de su dios, saqueó Gu-edin,
el territorio amado de Ningirsu. En este registro, por breve que sea, es
interesante observar que el patesi de Umma no es considerado más que el
instrumento de su ciudad-dios, o el ministro que ejecuta sus órdenes. Así como
los dioses de una generación anterior habían redactado el tratado entre Lagash
y Umma, que Mesilim, su soberano, hizo grabar por orden de su propia diosa en
la estela de delimitación, ahora fue el dios, y no el patesi, de Umma, quien
repudió los términos de ese tratado enviando su ejército al otro lado de la
frontera. También Gu-edin se describe, no en su
relación con el patesi de Lagash, sino como propiedad especial de Ningirsu, la
ciudad-dios opositora. Veremos en seguida que el primer acto de Eannatum, al
conocer la noticia de la invasión, estuvo bastante en armonía con el
sentimiento teocrático de la época.
El patesi
que dirigía las fuerzas de Umma no es nombrado por Eannatum en la Estela de los
Buitres, pero por el Cono de Entemena sabemos que se llamaba Ush. En el resumen de los acontecimientos que figura en ese
documento se afirma que Ush, patesi de Umma, actuó
con ambiciosos designios y que, habiendo retirado la estela de delimitación que
en una época anterior había establecido Mesilim entre los territorios de los
respectivos estados, invadió la llanura de Lagash. La batalla campal entre las
fuerzas de Umma y Lagash, que siguió a la incursión en el territorio de esta
última, es registrada por Entemena en términos igualmente breves. Se dice que
la batalla tuvo lugar por orden de Ningirsu, el guerrero de Enlil, y la
destrucción de los hombres de Umma se atribuye no sólo a la orden, sino también
a la agencia real, del propio Enlil. Aquí, de nuevo, encontramos a Enlil, el
dios del culto central de Nippur, reconocido como el árbitro supremo de los
asuntos humanos y divinos. Las diversas ciudades-dioses podían hacerse la
guerra unas a otras, pero era Enlil quien decretaba a qué bando debía
inclinarse la victoria.
En el
registro de la guerra que el propio Eannatum nos ha dejado, se nos proporcionan
detalles de un carácter más sorprendente que los que se dan en el breve resumen
de Entemena. En este último consta que la batalla se libró por orden de
Ningirsu, y la Estela de los Buitres amplía esta escueta afirmación
describiendo las circunstancias que concurrieron a la notificación de la
voluntad divina. Al enterarse de la violación de su frontera por los hombres de
Umma y del saqueo de su territorio que se había producido, Eannatum no convocó
de inmediato a sus tropas y las dirigió en persecución del enemigo. En efecto,
había poco peligro en la demora y ninguna ventaja que obtener con una acción
inmediata. Pues Umma, por su proximidad a Lagash, ofrecía un refugio a los
saqueadores al que podían llegar con seguridad antes de que las fuerzas de
Lagash pudieran ser llamadas a las armas. Así pues, Eannatum no tenía ningún
objeto en apresurar la salida de su ejército, cuando había pocas posibilidades
de alcanzar al enemigo cargado de botín. Además, todo el daño que se podía
hacer a Gu-edin sin duda había sido hecho a
conciencia por los hombres de Umma. Además de llevarse la estela de Mesilim,
probablemente habían denudado los pastos de todos los rebaños y ganados, habían
pisoteado los cultivos y habían saqueado y quemado las aldeas y caseríos por
los que habían pasado. Una vez que ellos y su botín estuvieron a salvo dentro
de su propia frontera, no era probable que repitieran la incursión de
inmediato. Cabía esperar que tomaran medidas para proteger su propio
territorio, pero el siguiente movimiento correspondía obviamente a Lagash. En
estas circunstancias, Eannatum no tenía ningún objeto en atacar antes de que su
ejército estuviera listo para el campo de batalla y sus preparativos para la
guerra se hubieran completado; y mientras las calles de Lagash resonaban sin
duda con los golpes de los armeros y el traqueteo de los hombres armados, las
puertas de la ciudad debían de estar abarrotadas de ansiosos grupos de
ciudadanos, esperando impacientes el regreso de los exploradores enviados tras
el enemigo en retirada. Mientras tanto, podemos imaginarnos a Eannatum
dirigiéndose al templo de Ningirsu, donde, tras exponerle su queja, esperó la
decisión del dios sobre el curso que debían seguir su patesi y su pueblo ante
la provocación a la que habían sido sometidos.
En el texto
conservado en la estela no se dice directamente que fuera dentro de E-ninnu donde Eannatum buscara el consejo y las instrucciones
de Ningirsu; pero podemos suponer que así fue, ya que el dios moraba dentro de
su templo, y era allí donde los patesi lo buscarían naturalmente. La respuesta
del dios a la plegaria de Eannatum le fue transmitida en una visión; el propio
Ningirsu se apareció al patesi, como se apareció en una época posterior a
Gudea, cuando dio a este último gobernante instrucciones detalladas para la
reconstrucción de E-ninnu, y le concedió una señal
por la que debía saber que había sido elegido para la obra. Al igual que Gudea,
Eannatum hizo su súplica tumbado boca abajo; y, mientras estaba tendido en el
suelo, tuvo un sueño. En su sueño contempló al dios Ningirsu, que se le
apareció en forma visible y se acercó a él y se puso junto a su cabeza. El dios
animó a su patesi y le prometió la victoria sobre sus enemigos. Debía salir a
la batalla y Babbar, el dios Sol que hace brillar la
ciudad, avanzaría a su derecha para ayudarle. Así animado por Ningirsu, y con
la certeza de que cumplía las órdenes de su ciudad-dios, Eannatum reunió a su
ejército y partió de Lagash para atacar a los hombres de Umma dentro de su
propio territorio.
El relato de
la batalla es muy entrecortado en la Estela de los Buitres, pero se conservan
suficientes detalles como para permitirnos deducir que fue feroz y que la
victoria se decantó totalmente del lado de Lagash. Podemos conjeturar que los
hombres de Umma no esperaron el ataque de Eannatum detrás de las murallas de su
ciudad, sino que salieron a su encuentro con el objetivo de evitar que sus
propios campos y pastos fueran arrasados. Todo hombre capaz de portar armas,
que no fuera requerido para la defensa de dos ciudades, estaba probablemente
comprometido en la batalla, y los dos ejércitos enfrentados estaban sin duda
dirigidos en persona por el propio Eannatum y por Ush,
el patesi de Umma, que había provocado la guerra. El ejército de Lagash derrotó
totalmente a los hombres de Umma y los persiguió con una gran matanza. Eannatum
cifra el número de los muertos en tres mil seiscientos hombres o, según una
posible lectura, en treinta y seis mil hombres. Incluso la menor de estas
cifras es probablemente exagerada, pero no cabe duda de que Umma sufrió mucho.
Según su propio relato, Eannatum tomó parte activa en la lucha y afirma que se
enfureció en la batalla. Tras derrotar al ejército en la llanura abierta, las
tropas de Lagash avanzaron hacia la propia Umma. Las fortificaciones
probablemente habían sido despojadas de sus guarniciones completas, y sin duda
estaban sostenidas por un mero puñado de defensores. Enardecidos por la
victoria, los hombres de Lagash se lanzaron al ataque y, tomando las murallas
por asalto, tuvieron la propia ciudad a su merced. Aquí tuvo lugar otra
matanza, y Eannatum afirma que dentro de la ciudad arrasó todo ante él "como
una tormenta maligna".
El registro
de su victoria que nos ha dejado Eannatum está redactado en forma de metáfora,
y sin duda está coloreado por la exageración oriental; y los escribas que lo
redactaron se inclinarían naturalmente a representar la derrota de Umma como
aún más aplastante de lo que fue. Así, el número de túmulos sugiere que las
propias fuerzas de Lagash sufrieron mucho, y es muy posible que el remanente
del ejército de Umma se reuniera y librara una buena batalla dentro de la
ciudad. Pero tenemos el testimonio independiente del registro de Entemena,
escrito no muchos años después de la lucha, para demostrar que hay bastante
verdad bajo las frases de Eannatum; y una prueba clara de que Umma quedó
incapacitada para seguir resistiendo por el momento puede verse en los términos
de paz que Lagash impuso. El primer acto de Eannatum, después de haber recibido
la sumisión de la ciudad, fue recoger para enterrar los cuerpos de sus propios
muertos que sembraban el campo de batalla. Los del enemigo probablemente los
dejaría donde cayeron, excepto los que obstruían las calles de Umma, y éstos
los retiraría y arrojaría en la llanura más allá de las murallas de la ciudad.
Podemos concluir que, al igual que Entemena, Eannatum dejaba los huesos de sus
enemigos para que los recogieran las aves y las bestias de rapiña. El monumento
en el que tenemos su registro de la lucha se conoce como la Estela de los
Buitres por los buitres esculpidos en su parte superior. Estas aves de rapiña
están representadas como abalanzándose con las cabezas y extremidades de los
muertos, que sujetan firmemente con sus picos y garras. Que el escultor haya
incluido este sorprendente incidente en su representación de la batalla es un
testimonio más de la magnitud de la matanza que había tenido lugar. Que
Eannatum enterró debidamente a sus propios muertos es seguro, pues tanto él
como Entemena afirman que los túmulos que amontonó eran veinte ; y otras dos
partes esculpidas de la Estela de los Buitres, a las que nos referiremos en
seguida, ofrecen vívidas representaciones del amontonamiento de los túmulos
sobre los muertos.
El destino
de Ush, el patesi de Umma, que había traído tanta
desgracia a su propia ciudad por el temerario desafío que había lanzado a
Lagash, no está registrado; pero está claro que no permaneció como gobernante
de Umma. Es posible que muriera en la batalla, pero, aunque sobreviviera, sin
duda fue privado de su trono, posiblemente a instancias de Eannatum. Pues
Entemena recoge el hecho de que no fue con Ush, sino
con un tal Enakalli, patesi de Umma, con quien Eannatum
concluyó un tratado de paz. Este último gobernante pudo haber sido nombrado
patesi por el propio Eannatum, ya que más tarde, Ili debió su nombramiento a Entemena por la derrota del patesi Urlumma.
Pero, fuera esto así o no, Enakalli estaba ciertamente
dispuesto a hacer grandes concesiones, y estaba dispuesto a aceptar cualquier
término que Eannatum exigiera, con el fin de asegurar la retirada de las tropas
de Lagash de su ciudad, que sin duda continuaron invadiendo durante las
negociaciones. Como era de esperar, los diversos términos del tratado se
refieren principalmente a la fértil llanura de Gu-edin,
que había sido la causa original de la guerra. Ésta fue restituida sin reservas
a Lagash o, en palabras del tratado, a Ningirsu, de quien se afirma que fue su
"territorio amado". Para que no hubiera motivo de disputa en el
futuro con respecto a la línea fronteriza que separaba el territorio de Lagash
y Umma, se cavó una zanja profunda como línea permanente de demarcación. Se
describe la zanja como extendiéndose "desde el gran arroyo" hasta Gu-edin, y con el gran arroyo probablemente podamos
identificar un brazo oriental del Éufrates, a través del cual en este período
vaciaba una parte de sus aguas en el Golfo Pérsico. El foso, o canal, recibía
sus aguas del río y, al rodear los lados desprotegidos de Gu-edin,
formaba no sólo una línea de demarcación sino hasta cierto punto una barrera
contra cualquier avance hostil por parte de Umma.
En la orilla
de la zanja fronteriza se erigió de nuevo la estela de Mesilim, que había sido
retirada, y se preparó otra estela por orden de Eannatum, que se colocó a su
lado. El segundo monumento llevaba inscrito el texto del tratado redactado
entre Eannatum y Enakalli, y su texto era
probablemente idéntico a la mayor parte del que se encuentra en los fragmentos
de la Estela de los Buitres, que han sido recuperados; pues el contenido de ese
texto lo señala como admirablemente adecuado para servir de monumento
permanente de la frontera. Tras la narración histórica que describe los
acontecimientos que condujeron al nuevo tratado, el texto de la Estela de los
Buitres enumera detalladamente las divisiones del territorio del que se
componía Gu-edin. Así pues, la estela que se erigió
en la frontera constituía en sí misma una seguridad adicional contra la
violación del territorio de Lagash. El curso de una zanja fronteriza podía ser
alterado, pero mientras la estela permaneciera en su lugar, serviría como
autoridad final a la que se podía apelar en caso de que surgiera alguna
disputa. Probablemente sea de este modo como podemos explicar los campos
separados que se enumeran por su nombre en el fragmento de la Estela de los
Buitres que se conserva en el Museo Británico, y en una pequeña piedra
fundamental que también hace referencia al tratado. Los campos allí enumerados
o bien constituían el territorio conocido con el nombre general de Gu-edin, o tal vez formaban una adición a ese territorio,
cuya cesión Eannatum pudo haber exigido a Umma como parte de los términos de la
paz. Al tiempo que consentía en la restitución del territorio disputado y en la
rectificación de la frontera, Umma también se vio obligada a pagar como tributo
a Lagash una cantidad considerable de grano, que Eannatum se llevó consigo a su
propia ciudad.
En relación
con la ratificación formal del tratado parece que se erigieron ciertos
santuarios o capillas en honor de Enlil, Ninkharsag,
Ningirsu y Babbar. Podemos conjeturar que esto se
hizo con el fin de asegurar la ayuda de estas deidades para la preservación del
tratado. Según la narración de Entemena, sólo se erigieron capillas o
santuarios a estas cuatro deidades, pero la Estela de los Buitres contiene una
serie de invocaciones dirigidas no sólo a Enlil, Ninkharsag y Babbar, sino también a Enki, Enzu y Ninki, y es probable que también se erigieran
santuarios en su honor. Éstos se construyeron en la frontera junto a las dos
estelas de delimitación, y sin duda fue ante el altar de cada uno de ellos por
turno donde Eannatum y Enakalli prestaron el solemne
juramento de acatar los términos del tratado y respetar la frontera. Los
juramentos por los que se ratificó así el tratado son referidos en la Estela de
los Buitres por Eannatum, que invoca a cada una de las divinidades por las que
él y Enakalli juraron, y en una serie de llamativas
fórmulas invoca la destrucción sobre los hombres de Umma en caso de que violen
los términos del pacto. "¡Sobre los hombres de Umma", exclama,
"he echado yo, Eannatum, la gran red de Enlil! He hecho el juramento, y
los hombres de Umma han hecho el juramento a Eannatum. En nombre de Enlil, el
rey del cielo y de la tierra, en el campo de Ningirsu ha habido . . . . . y se
ha cavado una zanja hasta el nivel del agua. . . . ¿Quién de entre los hombres
de Umma por su palabra o por su . . . se retractará de la palabra (que ha sido
dada), y la disputará en días venideros? Si en algún momento futuro alteran
esta palabra, ¡que la gran red de Enlil, por quien han hecho el juramento,
derribe a Umma!".
Eannatum se
dirige entonces a Ninkharsag, la diosa de la ciudad
sumeria de Kesh, y con frases similares invoca su ira
sobre los hombres de Umma en caso de que violen su juramento. Afirma que en su
sabiduría ha presentado dos palomas como ofrendas ante Ninkharsag,
y ha realizado otros ritos en su honor en Kesh, y
volviéndose de nuevo hacia la diosa, exclama: "En lo que concierne a mi
madre, Ninkharsag, ¿quién de entre los hombres de
Umma por su palabra o por su . . . se retractará de la palabra (que ha sido
dada), y la discutirá en días venideros? Si en algún momento futuro alteran
esta palabra, ¡que la gran red de Ninkharsag, por
quien han hecho el juramento, derribe a Umma!". Enki, el dios del abismo
de aguas bajo la tierra, es la siguiente deidad a la que se invoca, y ante él
Eannatum registra que presentó ciertos peces como ofrenda; su red Eannatum ha
echado sobre los hombres de Umma, y si cruzan el foso, ruega que la destrucción
caiga sobre Umma por su medio. A continuación se dirige a Enzu,
el dios Luna de Ur, a quien Eannatum describe como
"el fuerte toro-ternero de Enlil"; cuatro palomas fueron puestas como
ofrendas ante él, y se le invoca para que destruya Umma con su red, en caso de
que los hombres de esa ciudad crucen alguna vez la frontera de Ningirsu, o
alteren el curso de la zanja, o se lleven la estela de delimitación. Ante Babbar, el dios Sol, en su ciudad de Larsa, Eannatum
declara que ha ofrecido toros como ofrenda, y su gran red, que ha lanzado sobre
los hombres de Umma, es invocada en términos similares. Por último, Eannatum
ruega a Ninki, por quien también se ha prestado
juramento, que castigue cualquier violación del tratado borrando el poderío de
Umma de la faz de la tierra.
La gran
estela de Eannatum, de cuyo texto hemos tomado gran parte de la descripción de
su guerra con Umma, es el ejemplo más sorprendente del arte sumerio primitivo
que ha llegado hasta nosotros, y las esculturas que contiene arrojan una luz
considerable sobre las costumbres y creencias de esta raza primitiva. La
metáfora de la red, por ejemplo, que emplea Eannatum a lo largo de las
maldiciones que lanza sobre Umma, en caso de cualquier violación del tratado,
está ilustrada de forma sorprendente por una escena esculpida en dos de los
fragmentos de la estela que se han recuperado. Cuando estaba completa, la
estela consistía en una gran losa de piedra, curvada en la parte superior, y
estaba esculpida e inscrita en ambos lados y también en sus bordes. Hasta el
momento se han recuperado siete fragmentos de ella en el transcurso de las
excavaciones de Tello, de los cuales seis se encuentran en el Louvre y uno en
el Museo Británico; suelen distinguirse por los símbolos A a G. Aunque los fragmentos así recuperados no representan más que una pequeña
proporción del monumento original, es posible, a partir de un estudio cuidadoso
de los mismos, formarse una idea bastante completa de las escenas que fueron
esculpidas en ella. Como ya hemos señalado, el monumento era una estela de
victoria colocada por Eannatum, y las dos caras de la losa están esculpidas en
bajo relieve con escenas que ilustran la victoria, pero que difieren
considerablemente en su carácter. En la cara las representaciones son
mitológicas y religiosas, mientras que en el reverso son históricas. Podría
suponerse muy naturalmente que la cara de la estela habría estado ocupada por representaciones
del propio Eannatum triunfando sobre sus enemigos, y, hasta que el texto de la
estela fue descifrado y explicado a fondo, ésta era de hecho la opinión
aceptada. Pero ahora está claro que Eannatum dedicó el anverso de la estela a
representaciones de sus dioses, mientras que el reverso del monumento se
consideró el lugar apropiado para las escenas que representaban al patesi y a
su ejército cumpliendo la voluntad divina. La disposición de los relieves sobre
la piedra ilustra así forzosamente la creencia de esta época temprana de que el
dios de la ciudad era su verdadero gobernante, cuyo ministro y servidor era el
patesi, no sólo en metáfora, sino de hecho.
Parte de la
Estela de los Buitres, esculpida con una escena que representa a Ningirsu apaleando
a los enemigos de Lagash (Shirpurla), a los que ha
atrapado en su red.
En la
porción más grande de la estela que se ha recuperado, formada por dos
fragmentos unidos, tenemos la escena que ilustra la metáfora de Eannatum sobre
la red. Casi toda esta porción del monumento está ocupada por la figura de un
dios, que parece de tamaño colosal si se compara con las del patesi y sus
soldados en el reverso de la estela. El dios tiene el pelo alborotado, atado
con un doble filete, y, mientras las mejillas y los labios están afeitados, una
larga barba cae en cinco rizos ondulados desde la barbilla sobre el pecho. Está
desnudo hasta la cintura, alrededor de la cual lleva una prenda ceñida con dos
pliegues delante indicados por líneas dobles. Al principio se sugirió que
deberíamos ver en esta figura una representación de algún héroe primitivo, como
Gilgamesh, pero no hay duda de que debemos identificarlo con Ningirsu, la
ciudad-dios de Lagash. Pues en su mano derecha el dios sostiene el emblema de
Lagash, el águila con las alas desplegadas, arañando las cabezas de dos leones;
y la estela en sí, aunque perpetúa indirectamente la fama de Eannatum, estaba
destinada esencialmente a conmemorar las victorias logradas por Ningirsu sobre
los enemigos de su ciudad. Este hecho explicará también el resto de la escena
esculpida en el fragmento inferior. Pues el dios empuña en su mano derecha una
pesada maza, que deja caer sobre una red que tiene delante y que contiene
enemigos cautivos, cuyos cuerpos pueden verse entre sus anchas mallas luchando
y retorciéndose dentro de ella. En el relieve, las cuerdas de la red están
dispuestas simétricamente, y aparentemente se eleva como una estructura sólida
hasta el nivel de la cintura del dios. Tiene, pues, el aspecto de una jaula con
travesaños y soportes de madera o metal. Pero las esquinas redondeadas de la
parte superior indican que podemos considerarla como una red formada por
cuerdas y cordajes. El hecho de que se eleve rígidamente ante el dios puede
deberse en parte al imperfecto conocimiento de la perspectiva característico de
todo arte primitivo, en parte quizá al deseo del escultor de permitir que el
emblema de Lagash, asido en la mano izquierda del dios, descanse sobre ella; a
menos que, en efecto, el propio emblema sea una parte de la red, mediante la
cual el dios la está sosteniendo. En cualquier caso, la proximidad del emblema
a la red no es fortuita. Dentro de la red están los enemigos de Lagash, y con
la maza en la mano derecha se representa a Ningirsu golpeando la cabeza de uno
de ellos que sobresale de entre las mallas.
La metáfora
de la red, tanto del pescador como del cazador de aves, es familiar en la
literatura poética de los hebreos, y es interesante observar este ejemplo muy
temprano de su aparición entre los primitivos habitantes sumerios de Babilonia.
En el texto grabado en la Estela de los Buitres, Eannatum, como ya hemos visto,
trata de salvaguardar los términos de su tratado poniéndolo bajo la protección
de las redes de Enlil y de otras divinidades. Declara que ha echado sobre los
hombres de Umma las redes de las deidades por las que él y ellos han jurado y,
en caso de violación de su juramento, ruega que las redes los destruyan a ellos
y a su ciudad. Así, las mallas de cada red pueden considerarse en cierto
sentido como las palabras del juramento, por cuya pronunciación se han puesto
bajo el poder del dios cuyo nombre han invocado. Pero no debe considerarse que
la escena del anverso de la estela se refiera directamente a esta parte del
texto, ni que la figura colosal sea la de Enlil, el dios principal de
Babilonia. Pues su destrucción de los hombres de Umma se invoca simplemente
como un posible suceso en el futuro, mientras que el dios de la estela ya se
dedica a apalear a los cautivos que ha capturado; y, tanto si se hacía
referencia a la red de Ningirsu en una parte del texto que faltaba como si no,
el hecho de que la figura de la estela agarre el emblema de Lagash es indicio
suficiente de que se está hablando de Ningirsu y no de Enlil, ni de ninguna
otra deidad. Así pues, la cara de la estela ilustra el texto de Eannatum en su
conjunto, no sólo las fórmulas imprecatorias adjuntas al tratado con Umma. Se
refiere a las victorias pasadas de Ningirsu en su carácter de ciudad-dios de
Lagash.
La
representación de Ningirsu apaleando a sus enemigos forma sólo una parte de un
esquema más amplio que ocupaba toda la parte superior de la Estela de los
Buitres. Aunque la suya es la figura principal de la composición, no está
colocada en el centro del campo sino en el extremo derecho, el borde derecho de
los fragmentos ilustrados más arriba representa el borde real de la estela. A
la izquierda, detrás del dios y asistiéndole de pie, había una diosa, partes de
cuya cabeza y tocado se han recuperado en un fragmento del borde izquierdo de
la estela. Lleva una corona con cuernos y detrás de ella hay un estandarte
coronado por un emblema en forma de águila con las alas desplegadas. Está
esculpida a menor escala que la figura de Ningirsu, por lo que sirve para
indicar sus colosales proporciones; y se alza sobre un filete o dintel, que
corta el registro superior de una segunda escena esculpida debajo. El fragmento
de la estela del Museo Británico conserva uno de los pies de Ningirsu y una
esquina de la red con los prisioneros dentro, y ambos están representados
descansando sobre el mismo filete o dintel. Este fragmento es una pieza de
cierta importancia, ya que, al unir otras dos piezas de la estela del Louvre,
nos permite formarnos una idea de la escena en el registro inferior. Aquí
también tenemos representaciones de divinidades, pero están dispuestas en un
plano ligeramente diferente. Encontramos en el fragmento de la derecha de la
estela (C) parte de la cabeza y el tocado de una diosa muy parecida a la del
registro superior. Aquí ella mira hacia la izquierda, y en otro fragmento (F),
que se une al fragmento del Museo Británico por la izquierda, hay una parte de
una escultura muy complicada. Ha dado lugar a muchas conjeturas, pero parece
haber pocas dudas de que representa la parte delantera de un carro. Tenemos el
mismo frente curvado que se ve en el carro de Eannatum en el reverso de la
estela, y la misma disposición de las riendas que pasan a través de un anillo
doble fijado en la parte delantera del carro y se enganchan sobre un soporte
alto. Aquí el soporte y la parte delantera del carro están decorados con una forma
del emblema de Lagash, el águila extendida y los leones, por lo que podemos
concluir que el carro es el de Ningirsu; de hecho, a la izquierda del fragmento
puede detectarse una parte de la vestimenta lisa del dios, similar a la que
lleva en el registro superior. Evidentemente está de pie en el carro, y podemos
imaginárnoslo cabalgando triunfante tras la destrucción de sus enemigos.
Se puede
trazar así una estrecha analogía entre las dos escenas del anverso de la estela
y los dos registros superiores del reverso. En estos últimos tenemos
representaciones de Eannatum a pie conduciendo a sus guerreros a la batalla, y
también cabalgando victorioso en un carro a la cabeza de ellos. En el anverso
de la estela hay escenas de carácter similar en el ámbito religioso, que
representan a Ningirsu matando a los enemigos de Lagash, y después cabalgando
triunfante en su carro. También cabe señalar que la composición de las escenas
en los dos registros de la cara de la piedra está admirablemente planificada.
En el registro superior, la figura colosal de Ningirsu con su red, a la
derecha, está equilibrada abajo a la izquierda por su figura en el carro; y,
del mismo modo, la figura o figuras más pequeñas de arriba estaban equilibradas
por el asno que tiraba del carro de Ningirsu, y la pequeña figura de una diosa
que está frente a él.
Hay pocos
indicios que nos permitan identificar a las diosas que acompañan a Ningirsu. Si
las figuras de ambos registros representan al mismo personaje divino, se
sugieren los nombres de varias diosas. Podríamos, tal vez, ver en ella a la
esposa de Ningirsu, Bau, la hija de Anu, o a su hermana Nina, la diosa del
oráculo, a cuyo servicio se dedicaba especialmente Eannatum, o a Gatumdug, la madre de Lagash. Pero el estandarte militar
que acompaña a la diosa en la escena superior, y las puntas de dos dardos o
jabalinas que en el mismo fragmento parecen surgir de sus hombros o estar
atadas a ellos, parecen mostrar que la diosa superior, en todo caso, es de
carácter guerrero. Además, en otra inscripción, Eannatum atribuye un éxito que
ha obtenido en la guerra a la intervención directa de la diosa Ninni, lo que demuestra que ésta, al igual que la posterior
diosa babilónica y asiria Ishtar, era esencialmente la diosa de la batalla. Es
lícito, por tanto, ver en la diosa superior, esculpida sobre la cara de la
Estela de los Buitres, una representación de Ninni,
la diosa de la batalla, que asiste a la ciudad-dios Ningirsu mientras se dedica
a la matanza de sus enemigos. En el registro inferior es posible que tengamos
una segunda representación de Ninni, en la que
aparece dando la bienvenida a Ningirsu una vez finalizada la matanza. Pero
aunque los tocados de las dos diosas son idénticos, los emblemas que las
acompañan parecen diferir, por lo que estamos justificados a sugerir para la
figura inferior alguna diosa distinta de Ninni, cuyo
trabajo terminó cuando Ningirsu se aseguró la victoria. La deidad más adecuada
para alegrar la vista de Ningirsu a su regreso habría sido su fiel esposa Bau,
que solía reclinarse junto a su señor en su diván dentro del templo E-ninnu. Así pues, podemos identificar provisionalmente a la
diosa del registro inferior con Bau, que aparece allí representada saliendo al
encuentro del carro de su amo y señor a su regreso de la batalla.
Tal vez las
escenas esculpidas en el reverso de la Estela de los Buitres sean de mayor
interés que las de su cara, ya que nos ofrecen una imagen de estos primitivos
pueblos sumerios tal y como se mostraban cuando participaban en las continuas
guerras que se libraban entre las distintas ciudades-estado. Al igual que las
escenas de la cara de la estela, las del reverso están dispuestas en registros
separados, divididos unos de otros por bandas elevadas, o filetes, que se
extienden a lo largo de la cara del monumento y representan el suelo en el que
tuvieron lugar las escenas retratadas sobre ellos. Los registros del reverso
son más pequeños que los de la cara, siendo al menos cuatro en número, en lugar
de las dos escenas que están dedicadas a Ningirsu y sus deidades asistentes.
Como era de esperar, las escenas del reverso de la estela son de menor escala
que las de la cara, y el número y la variedad de las figuras que las componen
son mucho mayores. En el reverso de la piedra se ha dejado poco espacio para la
inscripción, la mayor parte de la cual está grabada en el anverso del
monumento, en los amplios espacios del campo entre las figuras divinas. Del más
alto de los cuatro registros del reverso se han recuperado cuatro fragmentos,
uno de los cuales (A) prueba que la cabeza curva de la estela de este lado
estaba rellena con las representaciones de buitres, a las que ya se ha hecho
referencia. La intención del escultor era claramente representarlos como
volando espesamente en el aire por encima de sus cabezas, llevándose del campo
de batalla las cabezas y miembros cercenados de los muertos. Las aves formaban
así un elemento muy decorativo y llamativo del monumento, y el nombre popular
de la estela, que deriva de ellas, está plenamente justificado. En el mismo
registro de la izquierda hay una escena que representa a Eannatum dirigiendo a
sus tropas en la batalla y allí los vemos avanzar sobre los cuerpos de los
muertos; mientras que en el extremo derecho del mismo registro tenemos un
fragmento que representa a hombres ocupados en recoger a los muertos y
apilarlos en montones para su enterramiento. Podemos conjeturar que la parte
central del registro, que falta, representaba a los enemigos de Eannatum
cayendo ante su lanza. En el registro inmediatamente inferior encontramos otra
representación de Eannatum a la cabeza de sus tropas. Aquí, sin embargo, no
están en formación de batalla sino en marcha, y Eannatum, en lugar de avanzar a
pie, va delante de ellos en su carro.
Las
representaciones esculpidas de Eannatum y sus soldados, que se conservan en
estos fragmentos, son de la mayor importancia, ya que ofrecen una vívida imagen
del método sumerio de lucha, y proporcionan información detallada con respecto
a las armas y armaduras en uso en esta época temprana".
Observamos
que los sumerios avanzaban al ataque en una sólida falange, la fila de cabeza
estaba protegida por enormes escudos o rodelas que cubrían todo el cuerpo desde
el cuello hasta los pies, y eran tan anchos que, cuando se alineaban en
formación de batalla, sólo quedaba espacio suficiente para que se alzara una
lanza entre cada uno; los portadores de las lanzas llevaban como arma adicional
un hacha, parecida a una azuela de cabeza plana. Del segundo registro, en el
que vemos al ejército en marcha, se deduce claramente que los soldados rasos no
llevaban escudos para protegerse individualmente; las enormes rodelas sólo las
llevaban los hombres de la primera fila, y servían así para proteger todo el
frente de una fuerza atacante mientras avanzaba en sólida formación. En la
escena del registro superior hay esculpidos dos soldados detrás de cada escudo,
y en cada hueco entre los escudos se alzan seis lanzas que los soldados que las
empuñan agarran firmemente con ambas manos. La agrupación de las lanzas de esta
manera es obviamente un recurso del escultor para sugerir seis filas de
soldados avanzando unos detrás de otros al ataque. Pero el hecho de que cada
lanza se represente agarrada con ambas manos por su propietario demuestra que
los escudos no eran portados por los propios portadores de las lanzas, sino por
soldados apostados en el frente, armados únicamente con un hacha. El único
deber de un portador de escudo durante un ataque en falange era claramente
mantener en posición su escudo, que era lo suficientemente ancho como para
proteger su propio cuerpo y el del portador de la lanza a su derecha. Así, la
representación de dos soldados detrás de cada broquel en la Estela de los
Buitres es un detalle perfectamente exacto. Tan pronto como un ataque se había
llevado a cabo con éxito, y el enemigo estaba en fuga, los portadores de
escudos podían desprenderse de los pesados escudos que llevaban y unirse a la
persecución. El hacha ligera con la que iban armados era admirablemente
adecuada para los conflictos cuerpo a cuerpo, y es probable que los propios
lanceros abandonaran sus armas pesadas y recurrieran al hacha cuando rompían su
formación cerrada.
Tanto
Eannatum como sus soldados llevaban un casco cónico, que cubría la frente y se
llevaba bajo a la espalda para proteger el cuello; el casco real se distinguía
por la adición a los lados de piezas moldeadas, para proteger las orejas. Tanto
los escudos como los cascos eran probablemente de cuero, aunque los nueve
resaltes circulares de la cara de cada uno de los primeros posiblemente eran de
metal. Su uso era claramente para reforzar los escudos, y probablemente estaban
sujetos a un armazón de madera en la otra cara. También tenderían a proteger la
superficie de los escudos desviando los golpes dirigidos contra ellos. Las
armas reales consistían en una larga lanza o lanza, empuñada con la mano
izquierda, y una maza curva o bastón arrojadizo, formado por tres cabos unidos
a intervalos con correas de cuero o bandas de metal. Cuando marchaba en su
carro, el rey iba provisto de armas adicionales, consistentes en un hacha de
cabeza plana, como las de sus soldados, y varios dardos ligeros, algunos
provistos de doble punta. Estos últimos los llevaba en una enorme aljaba sujeta
a la parte delantera de su carro, y junto a ellos cabe destacar un látigo de
doble púa, sin duda destinado a conducir el asno o asnos que tiraban del
vehículo. Es probable que los soldados que seguían a Eannatum en ambas escenas
fueran hombres escogidos, que formaban la guardaespaldas real, pues los de la
escena de la batalla se distinguen por la larga cabellera o, más bien, peluca,
que les cae sobre los hombros desde debajo de los cascos, y a los de la marcha
se les ve vestidos de cintura para abajo con la áspera prenda de lana similar a
la que lleva el rey. Es muy posible que hayan sido reclutados entre los
miembros de la casa real y las familias principales de Lagash. La indumentaria
del rey se distingue de la de ellos por la adición de un manto, posiblemente de
piel, que se lleva sobre el hombro izquierdo de tal forma que deja el brazo y
el hombro derechos totalmente libres.
La escena
esculpida en el tercer registro, o sección, del reverso de la estela de
Eannatum arroja considerable luz sobre las costumbres funerarias de los
sumerios. Partes de la escena se conservan en los fragmentos C y F, que ya
hemos señalado que pueden estar conectados entre sí por medio del fragmento G,
conservado en el Museo Británico. En este registro tenemos una representación
de las escenas que siguieron a la victoria de Eannatum, cuando el rey y su
ejército tuvieron tiempo de recoger a sus muertos y enterrarlos con ritos
solemnes y sacrificios bajo enormes tells o
túmulos. Se recordará que un fragmento del registro superior retrata la
recogida de los muertos en el campo de batalla; aquí, a la izquierda, vemos los
túmulos en construcción, bajo los cuales se enterraba a los muertos. Los
muertos están bastante desnudos, y se les ve apilados en filas,
alternativamente cabeza con cabeza y pies con pies. Los dos cadáveres de la
base están esculpidos tumbados en el suelo y, al elevarse, parecen dispuestos
como las varillas de un abanico. Esta disposición se debió sin duda a la
necesidad del escultor de llenar la cabecera semicircular del tell, y no representa la manera en que los cadáveres fueron
dispuestos realmente para su enterramiento. Podemos concluir que se dispusieron
simétricamente en filas dobles, y que la posición de cada uno era horizontal,
añadiéndose filas adicionales hasta alcanzar la altura suficiente.
En el
fragmento hay esculpidas dos figuras vivas, ocupadas en la labor de completar
el enterramiento. Se les representa trepando por la pila de cadáveres, y parece
que se ayudan de una cuerda que agarran con la mano derecha. Sobre sus cabezas
llevan cestas apiladas con tierra, que están a punto de arrojar sobre la cima
del túmulo. En el relieve parecen estar trepando sobre las extremidades de los
muertos, pero es probable que empezaran a amontonar tierra desde abajo y
treparan por los lados del túmulo a medida que éste se elevaba. El escultor no
ha visto cómo representar los lados del tell sin
ocultar sus cadáveres, por lo que ha omitido por completo la tierra amontonada,
a menos que, efectivamente, lo que parece ser una cuerda que sostienen los
portadores esté realmente destinado al lado del túmulo en sección. Se ha
sugerido que los portadores llevan ofrendas para los muertos, pero las cestas
parecen estar apiladas con tierra, no con ofrendas, y el registro en el texto
sobre la estela, de que Eannatum apiló veinte túmulos después de su batalla con
los hombres de Umma, es suficiente justificación para la opinión de que la
escena representa uno de estos túmulos en curso de construcción.
La
continuación de la escena en los otros dos fragmentos demuestra que el entierro
de los muertos iba acompañado de elaborados ritos funerarios y de la ofrenda de
sacrificios. A la derecha de los trabajadores dedicados a apilar el túmulo
puede verse un toro tumbado de espaldas en el suelo y atado firmemente con
cuerdas a dos robustas estacas clavadas en el suelo cerca de su cabeza y cola.
Evidentemente es la víctima, debidamente preparada para el sacrificio, que se
ofrecerá cuando el túmulo esté terminado. En el campo, encima del toro, hay
esculpidas otras víctimas y ofrendas, que fueron colocadas junto al toro. Vemos
una hilera de seis corderos o cabritos, decapitados y dispuestos
simétricamente, del cuello a la cola y de la cola al cuello. A la derecha del
toro hay dos grandes vasijas de agua, de boca ancha y que se estrechan hacia la
base; unas ramas de palmera, colocadas en ellas, caen sobre sus bordes, y un
joven, completamente desnudo, está vertiendo agua en una de ellas desde una
vasija más pequeña. Evidentemente está vertiendo una libación, como podemos
deducir de una escena similar en otro relieve sumerio temprano que se ha
recuperado. Más allá de las grandes vasijas parece haber haces de marchitas, y
en el campo sobre ellas hay esculpida una hilera de plantas en crecimiento.
Éstas probablemente no surgen de las grandes vasijas, como parecen en la
escultura, sino que forman una hilera separada más allá de los maricones y las
vasijas. En la cabeza del toro puede verse el pie y parte de la túnica de un
hombre que dirige el sacrificio. Como en todos los demás registros del reverso
de la estela Eannatum ocupa una posición destacada, podemos concluir que se
trata de parte de la figura del propio Eannatum. En este registro ocupa el
centro del campo y preside los ritos funerarios de los guerreros caídos a su
servicio.
De la última
escena que se conserva en la Estela de los Buitres queda muy poco en los
fragmentos recuperados, pero esto es suficiente para indicar su carácter. Aquí
se representa a Eannatum decidiendo el destino de los prisioneros tomados en
batalla. De su figura sólo se conserva la mano izquierda; está agarrando una
pesada lanza o lanza por el extremo del asta como en el segundo registro. La
lanza pasa sobre las cabezas afeitadas de una fila de cautivos, y al final de
la fila su punta toca la cabeza de un prisionero de rango más elevado, que mira
al rey y levanta una mano en señal de sumisión. Un fragmento de inscripción
detrás de la cabeza de este cautivo da el nombre de “Al-[ . . . ], rey de Kish”,
y puede concluirse con bastante probabilidad que estas palabras forman una
etiqueta adherida a la figura del prisionero principal, como las etiquetas
grabadas cerca de la cabeza de Eannatum en los dos registros superiores, que lo
describen como “Eannatum, campeón del dios Ningirsu”. Hay mucho más a favor de
esta explicación que de la posibilidad de que las palabras formaran parte de un
relato de una guerra librada por Eannatum contra Kish, que se ha añadido al
registro de su guerra con Umma. Según este punto de vista, la estela debió de
ser más grande de lo que hemos supuesto, ya que habría incluido registros adicionales
en la base del reverso para dejar constancia de las campañas posteriores y su
ilustración mediante relieves. De este modo, el monumento se habría erigido
para conmemorar todas las guerras de Eannatum. Pero la librada contra Umma
sería la más importante, y su registro, copiado directamente del texto del
tratado, ocuparía aún tres cuartas partes de la piedra. Además, tendríamos que
suponer que el escriba copió servilmente el texto de la estela de delimitación
hasta su título, y no hizo ningún intento de asimilar con él los registros
posteriores, que debemos suponer que añadió en forma de párrafos adicionales.
Tal suposición es extremadamente improbable, y es preferible considerar las
palabras detrás de la cabeza del prisionero como una etiqueta, y concluir que
el texto conectado de la estela terminaba, como parece, con el nombre y la
descripción de la piedra, que está grabado como una especie de colofón en la
parte superior del campo en el cuarto registro.
Según esta
alternativa no necesitamos suponer la existencia de más registros que aquellos
de los que ya poseemos fragmentos, y la concepción y disposición de los
relieves gana inmensamente en unidad y coherencia. En el anverso sólo tenemos
dos registros, el superior bastante más grande que el inferior, y ambos
dedicados, como hemos visto, a representaciones de Ningirsu y sus diosas
asistentes. El reverso de la piedra, dividido en cuatro registros, está
asignado íntegramente a Eannatum, a quien se ve dirigiendo a sus tropas al
ataque, regresando en su carro del campo de batalla, realizando ritos
funerarios para sus soldados muertos y decidiendo el destino de los cautivos
que ha tomado. Así pues, los relieves ilustran admirablemente la descripción de
la guerra con Umma, y podemos concluir que la Estela de los Buitres era o bien
la estela de delimitación real erigida por Eannatum en la frontera, o bien,
como es más probable, una copia exacta de su texto, embellecida con esculturas,
sobre una piedra que Eannatum mandó tallar y erigir dentro de su propia ciudad
como monumento conmemorativo de su conquista. De hecho, quizá podamos hacer la
suposición adicional de que la estela fue erigida dentro del templo de
Ningirsu, ya que conmemora la recuperación de Gu-edin,
el territorio que le era peculiarmente propio. La estela de los buitres, con su
elaborado y delicado relieve, habría estado fuera de lugar en la frontera de Gu-edin, donde, podemos conjeturar, la piedra conmemorativa
se habría hecho lo más fuerte y lisa posible, para ofrecer pocas posibilidades
de mutilación. Pero, si estaba destinada a ser colocada al abrigo del templo de
Ningirsu en Lagash, el escultor no habría tenido ninguna restricción a sus
esfuerzos; y el lugar prominente asignado a Ningirsu en los relieves, sobre la
cara del monumento, concuerda plenamente con la sugerencia de que la Estela de
los Buitres estuvo en algún momento dentro de su santuario.
A favor de
la opinión de que el monumento no era la verdadera estela de Ningirsu podemos
señalar que hacia el final de su texto unas cuatro columnas estaban ocupadas
con listas de otras conquistas logradas por Eannatum. Pero en todas las “kudurru-inscripciones”,
o estelas de delimitación, que estaban destinadas a salvaguardar la propiedad o
las reclamaciones de particulares, los textos se cierran con una serie de
imprecaciones que hacen caer la ira de los dioses sobre cualquiera que infrinja
de algún modo los derechos del propietario. Ahora bien, en su carácter general,
el texto de la Estela de los Buitres se asemeja mucho a las “inscripciones
kudurru”, sólo difiere de ellas en que se propone delimitar, no los campos y
fincas de particulares, sino los territorios respectivos de dos
ciudades-estado. Por lo tanto, cabría esperar que, al igual que ellas, se
cerrara con invocaciones a los dioses. Además, el Cono de Entemena, cuyo texto
fue sin duda copiado de una estela de delimitación similar, termina con
maldiciones, y no con una lista de los logros del propio Entemena. Pero si se
omite la breve lista de títulos y conquistas de Entemena, el texto de la Estela
de los Buitres terminaría con la serie de invocaciones a Enlil y a otras
divinidades, a las que ya se ha hecho referencia.
Por lo
tanto, podemos concluir que el texto original, tal como está grabado en la
estela de la delimitación, sí terminaba en este punto, y que la lista de otras
conquistas sólo se añadió en el monumento erigido en el templo de Ningirsu.
Aparte del
interés que reviste el monumento en sí, este punto guarda relación con la fecha
de la conquista de Umma en relación con las demás guerras llevadas a cabo con
éxito por Eannatum en el transcurso de su reinado. Podría alegarse
razonablemente que la subyugación de la ciudad vecina de Umma habría precedido
a la conquista de tierras y ciudades más lejanas, sobre las que Eannatum logró
imponer su dominio. En ese caso, debemos suponer que la lista de conquistas que
figura en la Estela de los Buitres fue añadida en una fecha posterior. Por otra
parte, es igualmente posible que la guerra con Umma tuviera lugar bien entrado
el reinado de Eannatum y que, mientras el patesi y su ejército se encontraban
lejos en expediciones lejanas, su antiguo rival Umma se abstuviera de
aprovechar su ausencia para hacerse con el control del codiciado territorio de Gu-edin. Es posible que ambas ciudades respetaran durante
años los términos del tratado de Mesilim, y que Lagash, al encontrar margen en
otros lugares para su ambición, se contentara con consentir las pretensiones de
independencia esgrimidas por su vecino más próximo. Así pues, es muy posible
que la lista de las conquistas de Eannatum estuviera grabada en la Estela de
los Buitres en el momento en que se redactó el tratado con Umma. De acuerdo con
este punto de vista veremos que hay razones para creer que varias de las
conquistas de Eannatum tuvieron lugar antes de su guerra con Umma, y es muy
posible asignar a este periodo anterior las otras que se mencionan en la lista.
La conquista
de Kish está en estrecha relación con la de Umma, ya que, aparte de la
representación del rey de Kish como cautivo en la Estela de los Buitres, hay un
pasaje en el cuerpo principal de la inscripción que parece relacionar el
estallido de la guerra entre Umma y Lagash con la influencia de esa ciudad. En
el pasaje entrecortado que registra el aliento dado a Eannatum por Ningirsu tras
la incursión de Gu-edin, los nombres de Umma y Kish
aparecen juntos, y el contexto del pasaje sugiere que Ningirsu promete aquí a
su patesi la victoria sobre estas dos ciudades. Podemos, por tanto, conjeturar
que los ambiciosos designios descritos por Entemena como los que movían a Ush, el patesi de Umma, a asaltar el territorio de Lagash,
fueron fomentados por la ciudad de Kish. Es probable que Eannatum ya hubiera
dado pruebas de sus cualidades como líder militar y hubiera hecho que el rey de
Kish viera en Lagash un posible rival para la hegemonía de la que el Norte
había disfrutado durante mucho tiempo. Sembrar la disensión entre ella y su
vecina Umma, habría parecido un método de lo más eficaz para paralizar su
creciente poder, y es posible que el rey de Kish no sólo prometiera su apoyo,
sino que proporcionara un contingente de sus propios soldados para ayudar en el
ataque. La representación del rey cautivo de Kish en la Estela de los Buitres
puede interpretarse posiblemente como una prueba de que dirigió a sus tropas en
persona y fue capturado durante la batalla. Pero el relieve quizá no deba
tomarse demasiado al pie de la letra, y puede simbolizar simplemente la derrota
de sus fuerzas junto con las de Umma, y su incapacidad para prestarles una
ayuda eficaz. Por otra parte, en un texto grabado sobre una de sus piedras
fundacionales, Eannatum se jacta de haber añadido el reino de Kish a sus
dominios : “Eannatum, patesi de Lagash, por la diosa Ninni que le ama, junto con el patesiato de Lagash fue
obsequiado con el reino de Kish”. Parece que en este pasaje Eannatum
reivindica, no sólo haber derrotado a Kish, sino también ejercer la soberanía
sobre el reino del norte.
Con la
victoria de Eannatum sobre Kish debemos relacionar probablemente el éxito que
obtuvo sobre otra ciudad del norte, Opis. Pues hacia
el final del texto sobre la piedra angular antes mencionado, estos logros
parecen describirse como un único acontecimiento o, al menos, como dos
acontecimientos de los cuales el segundo sigue de cerca y complementa al
primero. En el transcurso de las fórmulas que celebran las principales
conquistas de su reinado, Eannatum exclama: “Por Eannatum Elam fue rota en la cabeza, Elam fue devuelto a su propia
tierra; Cis fue rota en la cabeza, y el rey de Opis fue devuelto a su propia tierra”. Al referirse a la victoria sobre Opis en un pasaje anterior de la misma inscripción,
Eannatum nombra al rey que le atacó y, aunque no da muchos detalles de la
guerra, puede deducirse que Opis sólo fue derrotado
tras una dura lucha. Cuando” el rey de Opis se
levantó”, dice el texto, “Eannatum, cuyo nombre pronunció Ningirsu, persiguió a Zuzu, rey de Opis, desde la Antasurra de Ningirsu hasta la ciudad de Opis, y allí lo golpeó y lo destruyó”. Ya hemos visto
razones para creer que el rey de Cis tomó parte activa en la guerra de Umma
contra Lagash y compartió su derrota; y podemos conjeturar que fue para ayudar
y vengar a su aliado por lo que Zuzu, rey de Opis, marchó hacia el sur y atacó Eannatum. Que tuvo cierto
éxito al principio quizá lo indique el punto desde el que Eannatum registra que
le hizo retroceder a su propia tierra. Pues el Antasurra era un santuario o templo dedicado a Ningirsu, y se encontraba dentro del
territorio de Lagash, aunque posiblemente en la frontera o cerca de ella. Aquí
Eannatum se encontró con los invasores en fuerza, y no sólo los desalojó, sino
que siguió a su victoria persiguiéndolos hasta su propia ciudad, donde afirma
que les administró una derrota aún más aplastante. Es posible que la conquista
de Maer, o Mari, tuviera lugar en esta época, y en
relación con la guerra con Opis y Kish, pues en un
pasaje Eannatum se refiere a la derrota de estos tres estados en la Antasurra de Ningirsu. Es muy posible que Maer estuviera aliada con Kish y Opis,
y que contribuyera con un contingente al ejército dirigido por Zuzu en su ataque contra Lagash.
Es
interesante observar que Kish y el rey de Kish representaban los enemigos más
temidos de Lagash, al menos durante una parte del reinado de Eannatum. Pues en
un mortero de basalto negro que se conserva en el Museo Británico, Eannatum,
después de dejar constancia de que lo ha dedicado a Nina, “la Señora de la
Montaña Sagrada”, ruega que ningún hombre pueda dañarlo ni llevárselo; y a
continuación añade la petición: “¡Que el rey de Kish no se apodere de él!”.
Esta jaculatoria es elocuente del temor que el reino del norte inspiraba en las
ciudades del sur, y podemos ver en ella la prueba de muchas incursiones durante
las cuales los templos de Lagash habían sido despojados de sus tesoros. Bien
podemos atribuir la dedicación del altar y el corte de la inscripción a la
primera parte del reinado de Eannatum; en todo caso, a un periodo anterior a
que el poder de Kish se quebrara en el sur; y, si estamos en lo cierto en esta
suposición, el mortero puede servir quizá para fechar otro grupo de campañas de
Eannatum. Pues en un pasaje de la segunda cara de este monumento parece constar
que había conquistado las ciudades de Erec y Ur. El pasaje sigue a las invocaciones expuestas por
Eannatum en la otra cara, en el curso de las cuales ruega que nadie arranque el
mortero, ni lo arroje al fuego, ni lo dañe de ninguna manera; y podría
argumentarse que las líneas fueron un añadido hecho al texto original de la
dedicación en un periodo considerablemente posterior. En ese caso, el pasaje no
aportaría ninguna prueba de que la conquista de Ur y Erec precedió a la de Kish. Pero ambos lados del monumento
tienen la apariencia de haber sido grabados por la misma mano, y probablemente
estemos justificados al suponer que la totalidad de la inscripción fue colocada
sobre el recipiente en el momento en que se hizo. Así pues, podemos situar
provisionalmente la conquista de Ur y Erec antes que la de Kish. Además, en sus inscripciones
fundacionales, Eannatum agrupa su conquista de Ur y Erec con la de Ki-babbar,
"el lugar del dios Sol", término que con bastante probabilidad puede
identificarse con Larsa, el centro del culto al dios Sol en el sur de
Babilonia. Así pues, parece que Eannatum conquistó estas ciudades, todas ellas
situadas en el extremo sur de Babilonia más o menos en la misma época, y
probablemente a principios de su reinado.
Un indicio
de que estamos en lo cierto al situar las conquistas meridionales de Eannatum
antes de la guerra con Umma puede verse, tal vez, en las invocaciones a
deidades grabadas en la Estela de los Buitres con las que Eannatum pretendía
proteger su tratado. En el curso de las invocaciones, Eannatum declara haber
hecho ofrendas a la diosa Ninkharsag en la ciudad de
Kish, a Enzu, el dios Luna, en Ur,
y a Babbar, el dios Sol, en Larsa. Podemos suponer
que estos pasajes se refieren a ofrendas hechas por Eannatum en su carácter de
soberano y, si esta opinión es correcta, debemos concluir que la conquista de
estas ciudades ya había tenido lugar. La invocación a Enki presupone quizá que
Eridu también estaba en manos de Eannatum en ese momento, corolario que se
seguiría casi necesariamente, si las tres ciudades vecinas de Ur, Erech y Larsa hubieran caído ante sus brazos. En
consecuencia, la lista de dioses por los que Eannatum y los hombres de Umma
juraron preservar el tratado adquiere un significado peculiar. Fueron
seleccionados por motivos políticos tanto como puramente religiosos, y en su
jurisdicción combinada representaban la extensión del dominio de Eannatum en
Sumer en aquel momento. Que un gobernante estuviera en condiciones de exigir un
juramento por parte de ciudades-dioses tan poderosas estaba obviamente
calculado para inspirar respeto por su propia autoridad, mientras que los nombres
de los propios dioses constituían una garantía suficiente de que el castigo
divino seguiría con seguridad a cualquier violación del tratado. Los tempranos
éxitos obtenidos por Eannatum, gracias a los cuales pudo ejercer la soberanía
sobre las principales ciudades del sur de Babilonia, bien pudieron ser la causa
de que despertara la hostilidad activa de Cis y Opis.
Cuando salió victorioso de su lucha posterior con las ciudades del norte,
podemos suponer que reclamó el título de rey, que emplea en lugar de su título
más habitual de patesi en ciertos pasajes del texto de su tratado con Umma.
Las demás
conquistas registradas en las inscripciones de Eannatum se dividen en dos
grupos. En todas las listas de sus victorias que han llegado hasta nosotros -en
la Estela de los Buitres, las piedras fundacionales y las inscripciones en
ladrillos- la derrota de Elam ocupa el primer lugar.
Probablemente esto no deba tomarse como que fue la primera en orden
cronológico. Es cierto que el orden en que se disponen los distritos y ciudades
conquistados suele ser el mismo en las distintas listas, pero no es así
invariablemente. Aparte de las diferencias causadas por la omisión o inserción
de nombres, el orden a veces se altera; así, la conquista de Arua se registra antes que la de Ur en la Estela de los Buitres, mientras que en las piedras fundacionales esta
disposición está invertida. Por lo tanto, sería precipitado suponer que fueron
enumerados en el orden en que se produjeron; es más probable que los estados y
distritos conquistados estén agrupados sobre una base geográfica aproximada, y
que estos grupos estén ordenados según la importancia que se les atribuye. El
hecho de que Elam se mencione siempre en primer lugar
en las listas se debe probablemente a que era el enemigo hereditario de las
ciudades de Sumer y Acad, cuyos gobernantes nunca podían estar seguros de la
inmunidad frente a sus ataques. La riqueza agrícola de Babilonia ofrecía una
presa tentadora a las resistentes tribus que habitaban entre las colinas de la
frontera occidental de Elam, y el temor al asaltante
y al montañés, experimentado por el habitante de la llanura, es expresado por
Eannatum en su descripción de Elam como "la
montaña que infunde terror".
Que en su
conflicto con Eannatum los elamitas fueron, como de costumbre, los agresores,
queda claro por las palabras del registro sobre su inscripción fundacional más
larga: "por Eannatum fue Elam roto en la cabeza, Elam fue expulsado a su propia tierra". En otros
pasajes referidos a la derrota de los elamitas, Eannatum añade la fórmula de
que "amontonó túmulos", frase que parece implicar que el enemigo sólo
fue derrotado con pérdidas considerables. No es improbable que podamos fijar el
campo de batalla, en el que fueron derrotadas las fuerzas de Elam, en las orillas del canal de Asukhur,
que había sido cortado dos generaciones antes por Ur-Nina,
el abuelo de Eannatum; al menos, el canal da nombre a un campo de batalla que
se menciona inmediatamente antes del nombre de Elam en una de las listas de conquistas. Parece, pues, que los elamitas se dedicaban
a asaltar el territorio de Lagash cuando Eannatum cayó sobre ellos con su
ejército y los expulsó hacia el norte y al otro lado del Tigris.
Estrechamente
asociada al éxito de Eannatum contra los elamitas estuvo su conquista de Shakh, de una ciudad cuya lectura del nombre se desconoce,
y probablemente también de una tierra o distrito que llevaba el nombre de Sunanam. La conquista de este último lugar sólo se menciona
en un pasaje entrecortado de la Estela de los Buitres, entre los nombres de Elam y Shakh, y el de la ciudad
desconocida, por lo que poco se puede inferir al respecto. Shakh,
por otra parte, siempre que se hace referencia a ella en las inscripciones de Eannatum,
aparece inmediatamente después del nombre de Elam, y
no es improbable que fuera un distrito de la frontera elamita que Eannatum
asoló durante su persecución de los invasores. La ciudad de nombre desconocido
era evidentemente un lugar de cierta importancia, pues no sólo estaba gobernada
por un patesi, sino que cuando se menciona su conquista en las listas se suelen
dar detalles. La interpretación de una frase que registra la acción de su
patesi con respecto al emblema de la ciudad no es del todo segura, pero parece
que al acercarse Eannatum lo plantó ante la puerta de la ciudad. El contexto
parece implicar que se trataba de un acto de desafío y no de sumisión, ya que
Eannatum afirma que conquistó la ciudad y amontonó túmulos. El emplazamiento de
la ciudad, al igual que su nombre, es desconocido, pero dado que los registros
que se refieren a ella siempre siguen a los relativos a Elam,
podemos considerar provisionalmente que se encontraba en dirección a la
frontera elamita.
El grupo
restante de las conquistas de Eannatum comprende las victorias que logró sobre Az, Mishime y Arua.
El primero de estos lugares era una ciudad gobernada por un patesi, al que
Eannatum dio muerte cuando la capturó y destruyó. Antiguamente se consideraba
que estaba situada en las proximidades del Golfo Pérsico, pero los fundamentos
en los que se basaba esta opinión han resultado inadecuados. Además, las
referencias de Eannatum a Mishime y Arua no nos ayudan mucho a determinar sus posiciones, pues
se limita a afirmar que las destruyó y aniquiló. Sin embargo, en un pasaje de
la Estela de los Buitres, una referencia a la tierra de Sumer sigue de cerca a un registro de la conquista de Arua,
lo que quizá sea una indicación de que los tres lugares deben buscarse en el
sur de Babilonia. Así pues, carecemos de datos para establecer definitivamente
la región en la que se encontraba este grupo de ciudades, e igualmente
carecemos de información sobre el periodo de su reinado en el que Eannatum las
capturó o destruyó. El hecho de que se mencionen en último lugar en las listas
no es prueba de que estuvieran entre sus conquistas más recientes; puede
deberse simplemente a su importancia relativamente pequeña. En apoyo de esta
sugerencia podemos observar que en la más larga de sus inscripciones fundacionales
Eannatum se refiere a ellas una sola vez, mientras que sus éxitos contra Elam y las ciudades del norte se celebran en dos o tres
pasajes separados.
De la
discusión precedente sobre las campañas de Eannatum se habrá visto que durante
su reinado se produjo una considerable expansión del poder y la influencia de
Lagash. De ser una ciudad-estado con su influencia restringida a su propio
territorio, pasó a encabezar una confederación de las grandes ciudades
sumerias, disputó con éxito a las ciudades del norte la hegemonía en Babilonia
y puso freno a las invasiones de Elam, enemigo
hereditario tanto de Sumer como de Acad. Según la visión de las conquistas de
Eannatum que se ha expuesto, la primera expansión de la influencia de la ciudad
tuvo lugar hacia el sur. Las ciudades de Ur, Erech,
Larsa, Kish, y probablemente Eridu, ya se habían convertido en sus estados
vasallos, antes de que Kish y Opis intentaran frenar
su creciente poder; y en la guerra que siguió es probable que veamos una lucha
entre las fuerzas combinadas de Sumer, por un lado, y las de Acad, por otro.
Uno de los episodios más importantes de este conflicto fue la guerra con Umma,
ya que la incursión de los hombres de esa ciudad en el territorio de Lagash
proporcionó la ocasión para el estallido de las hostilidades. El resultado del
conflicto colocó a Lagash en la posición de ciudad líder de Babilonia. El hecho
de que a partir de este momento Eannatum no adoptara permanentemente el título
de "rey" en sus inscripciones, puede deberse quizás a su preferencia
por el título religioso de "patesi", que enfatizaba su dependencia de
su propia ciudad-dios Ningirsu.
El carácter
militar de Eannatum se refleja en sus inscripciones, que a este respecto forman
un sorprendente contraste con las de su abuelo, Ur-Nina.
Mientras que los registros del rey anterior se limitan por completo a listas de
templos y otros edificios que erigió o restauró en Lagash y sus alrededores,
los textos de Eannatum están dedicados casi exclusivamente a sus guerras. Sin
embargo, de algunos pasajes dispersos deducimos que no descuidó por completo la
tarea de ampliar y embellecer los templos de su capital. Así, construyó un
templo para la diosa Gatumdug y añadió otros
edificios que ya estaban en pie en tiempos de Ur-Nina.
Pero sus energías en este sentido se dedicaron principalmente a reparar las
fortificaciones de Lagash y a poner la ciudad en completo estado de defensa.
Así, se jacta de haber construido la muralla de Lagash y de haberla hecho
fuerte. Desde la época de Ur-Nina, cuando la muralla
había sido reparada a fondo, es probable que las defensas de la ciudad se
hubieran debilitado, pues Eannatum también registra que restauró Girsu, uno de los barrios de la ciudad, que podemos suponer
había sufrido en la misma ocasión, y al que se le había permitido permanecer
desde entonces en un estado parcialmente ruinoso. En honor de la diosa Nina
también registra que reconstruyó, o tal vez aumentó en gran medida, el barrio o
la ciudad que llevaba su nombre, y construyó una muralla para la protección
especial de Uru-azagga, otro barrio de Lagash. De
hecho, la expansión política que tuvo lugar en este periodo en el poder de
Lagash, fue acompañada de un aumento igualmente sorprendente en el tamaño y las
defensas de la propia ciudad.
Durante el
reinado de Eannatum está claro que el pueblo de Lagash disfrutó de una
considerable prosperidad, ya que, aunque estaban obligados a proporcionar
hombres para su ejército de patesis, el estado
adquirió una riqueza considerable con el saqueo de las ciudades conquistadas y
con el tributo de grano y otros suministros que se les imponía como señal de su
sujeción permanente. Además, las campañas no podían ser de muy larga duración
y, tras el regreso del ejército al término de una guerra, es probable que la
mayor parte del mismo se disolviera y los hombres volvieran a sus ocupaciones
ordinarias. Así pues, la prosecución con éxito de su política exterior por
parte de Eannatum no se tradujo en ningún empobrecimiento de los recursos
materiales de su pueblo, y las fértiles llanuras que rodeaban la ciudad no
quedaron sin cultivar por falta de mano de obra. De hecho, parece que en la
última parte de su reinado aumentó en gran medida la superficie de tierra
cultivada. Pues en sus inscripciones fundacionales más largas, después de
registrar sus principales conquistas, afirma : “En aquel día Eannatum hizo (lo
siguiente). Eannatum, . . . cuando su poderío había dado fruto, cavó un nuevo
canal para Ningirsu, y lo llamó Lummadimdug”. Con la
expresión “cuando su poderío había dado fruto”, está claro que Eannatum se
refiere a la última parte de su reinado, cuando ya no se vio obligado a colocar
incesantemente a su ejército en el campo de batalla, y él y su pueblo pudieron
dedicarse a la pacífica tarea de desarrollar los recursos materiales de su
propio distrito en Sumer.
Otro canal,
que sabemos que fue cortado por Eannatum, fue el que separaba la llanura de Gu-edin del territorio de Umma, pero éste se realizó, no
con fines de irrigación, sino más bien como zanja fronteriza para marcar los
límites del territorio de Lagash en esa dirección. Hay pocas dudas, sin
embargo, de que al menos una parte de su curso se utilizó para abastecer de
agua a las porciones de Gu-edin que se extendían a lo
largo de sus orillas. Al igual que el canal Lummadimdug,
esta zanja fronteriza también fue dedicada a Ningirsu, y en la inscripción
sobre una pequeña columna que registra este hecho, el nombre del canal se da
como Lummagirnuntashagazaggipadda. Pero este
título excesivamente largo sólo se empleaba en ocasiones de estado, como la
ceremonia de dedicación; en el lenguaje común el nombre se abreviaba a Lumma-girnunta, como aprendemos de la referencia que se
hace a él en el Cono de Entemena. Es interesante observar que en el título de
la piedra de delimitación, que aparece en la Estela de los Buitres, se hace
referencia a un canal llamado Ug-edin, el título de
la piedra se da como “Oh Ningirsu, señor de la corona ..., ¡da vida al canal Ug-edin!”. En las líneas siguientes el propio monumento se
describe como "”a estela de Gu-edin, el
territorio amado de Ningirsu, que yo, Eannatum, he devuelto a Ningirsu”; de
modo que está claro que el canal, cuyo nombre se incorpora al de la estela,
debió de tener alguna relación con la zanja fronteriza. Tal vez haya que identificar
el canal Ug-edin con Lummagirnunta,
a menos que uno de los dos fuera un canal subsidiario.
Para
abastecer de agua su principal canal de irrigación después del período de las
inundaciones primaverales, Eannatum no dependía únicamente del agua que pudiera
encontrar su camino desde el río, antes de que la superficie de éste se
hundiera por debajo del nivel del lecho del canal; tampoco se limitaba al
laborioso método de elevarla desde el río hasta su canal por medio de máquinas
de irrigación. Sin duda empleó ambos métodos para obtener agua, pero los
complementó con la construcción de un embalse, que debía retener al menos una
parte del agua sobrante durante el comienzo de la primavera y almacenarla para
su uso gradual en los campos una vez que el nivel del agua en el río y los
canales hubiera descendido. En el pasaje de su inscripción fundacional que
recoge este hecho, dice: “Para Ningirsu fundó el canal Lummadimdug y se lo dedicó; Eannatum, dotado de fuerza por Ningirsu, construyó el embalse
de Luinmadimdug, con una capacidad de tres mil
seiscientos gur de agua”. Es cierto que su embalse no
era de dimensiones muy imponentes, pero su construcción demuestra que Eannatum
o sus ingenieros habían estudiado el problema de la irrigación con espíritu
científico y ya habían desarrollado el método para obtener un suministro
constante de agua que todavía se considera que da los mejores resultados.
Posiblemente,
durante el reinado de Eannatum se excavaron canales más pequeños para
suministrar agua a los barrios de Lagash que él mejoró o amplió; y también
sabemos que, allí donde la canalización era impracticable, obtenía agua
hundiendo pozos. Dentro del recinto del templo de Ningirsu, por ejemplo,
construyó un pozo para abastecer de agua al templo, y se han recuperado algunos
de los ladrillos que revestían el pozo por dentro. En ellos inscribió su nombre
junto a los de los dioses por los que había sido favorecido; y, tras dar una
lista de sus conquistas más importantes, dejó constancia de que había
construido el pozo en el espacioso patio delantero del templo, lo había
bautizado con el nombre de Sigbirra y lo había
dedicado a Ningirsu. Por la referencia a sus conquistas en la inscripción sobre
los ladrillos, está claro que el hundimiento del pozo, al igual que el corte
del canal de irrigación Lummadimdug, tuvo lugar en
los últimos años del reinado de Eannatum.
La frase con
la que termina la inscripción del pozo de Eannatum puede tomarse como
indicativa de la medida de prosperidad a la que llegó el estado de Lagash bajo
su gobierno. “En aquellos días” dice, “Ningirsu amaba a Eannatum”. Pero el
derecho de Eannatum a ser recordado descansa, como hemos visto, en mayor medida
en sus éxitos militares, por medio de los cuales fue capaz de extender la
autoridad de Lagash sobre toda Sumeria y gran parte de Acad. Al mismo tiempo
demostró ser lo suficientemente fuerte como para defender su imperio del ataque
de enemigos externos, y es probable que, tras su señalada derrota de los
elamitas, no se viera perturbado por más incursiones procedentes de ese barrio.
Tres veces en el curso de sus inscripciones afirma que "por Eannatum, cuyo
nombre pronunció Ningirsu, los países fueron rotos en la cabeza", y parece
que su jactancia estaba justificada. La metáfora que emplea aquí está tomada de
la pesada maza de combate, que constituía un arma eficaz en la guerra de la
época. Se puede ver en uso en la escena esculpida en el principal monumento del
reinado de Eannatum, donde el propio Ningirsu es retratado rompiendo las
cabezas de sus enemigos. Esta representación de la ciudad-dios de Lagash, uno
de los mejores ejemplos de la escultura sumeria primitiva, simboliza en sí
misma admirablemente la ambición y los logros del gobernante en cuyo reinado y
por cuya orden fue realizada.
URUKAGINA
DE LAGASH
2380-2360
A.C.
EL FIN DE LA
DINASTÍA DE UR-NINA, LAS REFORMAS DE URUKAGINA Y LA CAÍDA DE LAGASH
EANNATUM fue
el miembro más famoso y poderoso de la dinastía de Ur-Nina,
y es probable que su reinado marque el cenit del poder de Lagash como
ciudad-estado. Desconocemos la causa que le llevó a ser sucedido en el trono
por su hermano Enannatum I, en lugar de por un hijo
suyo. Que la ruptura en la sucesión no se debió a una revolución palaciega es
seguro por una referencia que Enannatum hace a su
hermano en una inscripción encontrada por Koldewey en
El-Hibba, donde, tras nombrar a Akurgal como su padre, se describe a sí mismo como “el amado hermano de Eannatum,
patesi de Lagash”. Es posible que Eannatum no tuviera descendencia masculina o,
dado que su reinado parece haber sido largo, puede que sobreviviera a sus
hijos. De hecho, podemos conjeturar que sus victorias no se ganaron sin
considerables pérdidas entre sus guerreros más jóvenes, y muchos cadetes de la
casa real, incluidos los propios hijos del rey, pueden haber dado su vida al
servicio de su ciudad y de su dios. Tal pudo muy bien haber sido la causa de
que la sucesión pasara de la línea directa de descendencia a una rama más joven
de la familia. Que Enannatum siguió y no precedió a
su hermano en el trono queda demostrado por la referencia que se hace a él en
el texto de El-Hibba ya mencionado; además, él mismo
fue sucedido por sus propios descendientes inmediatos, y una referencia a su
reinado en el Cono de Entemena sigue en orden de tiempo al registro del mismo
gobernante relativo a Eannatum. Las pocas inscripciones de su reinado que se
han recuperado en Tello y El-Hibba son de carácter
votivo más que histórico y, si no fuera por los resúmenes históricos sobre el
Cono de Entemena y una placa inscrita de Urukagina, careceríamos de datos para
trazar la historia de Sumer en este periodo. Así las cosas, nuestra información
se limita en su mayor parte a la continua rivalidad entre Lagash y su vecina
cercana Umma, que ahora condujo a una renovación de las hostilidades activas.
Ya hemos
visto que, a pesar del aumento del poder de Lagash durante el reinado de
Eannatum, la ciudad de Umma no había sido incorporada a su dominio, sino que
había logrado mantener una actitud de semi independencia. Esto se desprende de
los términos del tratado, por el que los hombres de Umma se comprometían a no
invadir el territorio de Lagash; y, aunque pagaban un pesado tributo en maíz a
Eannatum, podemos suponer que estaban dispuestos a aprovechar cualquier
oportunidad que se les presentara de repudiar la soberanía de Lagash. Tal
oportunidad pudieron haberla visto en la muerte de su conquistador Eannatum,
pues tras la ascensión de su hermano los encontramos repitiendo las mismas
tácticas que habían empleado durante el reinado precedente bajo el liderazgo de
su patesi, Ush. Enakalli,
con quien Eannatum había establecido su tratado, había sido sucedido en el
trono por Urlumma. En su cono-inscripción Entemena no
da ninguna indicación sobre si hubo algún intervalo entre el reinado de Enakalli y el de Urlumma. Pero de
una pequeña tablilla de lapislázuli de la “Colección de Clercq”
deducimos que este último era hijo de Enakalli y, por
tanto, probablemente su sucesor directo en el trono. La pequeña tablilla fue
empleada como monumento fundacional, y una breve inscripción en ella registra
la construcción de un templo al dios Enkigal por Urlumma, que se describe a sí mismo como hijo de Enakalli. Cada gobernante lleva el título de “rey” en la
inscripción y, aunque la lectura del signo que sigue al título es incierta, hay
pocas dudas de que debemos identificar a los Urlumma y Enakalli de la tablilla con los dos patesis de Umma que se sabe que llevaban estos nombres.
Urlumma no mantuvo la política de
su padre, sino que, siguiendo el ejemplo de Ush,
reunió a su ejército e hizo un repentino descenso sobre el territorio de
Lagash. Su incursión parece haber estado acompañada de una violencia aún mayor
que la de su predecesor. Ush se había contentado con
retirar la estela de delimitación colocada por Mesilim, pero Urlumma rompió en pedazos la de Eannatum arrojándola al
fuego, y podemos suponer que trató la estela de Mesilim de la misma manera. Los
santuarios, o capillas, que Eannatum había construido en la frontera y había
dedicado a los dioses a los que había invocado para que custodiaran el tratado,
fueron ahora arrasados. Con tales actos Urlumma trató
de borrar todo rastro de las humillantes condiciones impuestas en años
anteriores a su ciudad y, cruzando la zanja fronteriza de Ningirsu, asaltó y
saqueó las ricas llanuras que siempre había sido la ambición de Umma poseer.
Es probable
que el objetivo de Urlumma al romper el tratado no
fuera simplemente recoger el botín de los campos y aldeas que invadió, sino
obtener la posesión completa de la codiciada llanura. Al menos, tanto Entemena
como Urukagina registran que la batalla posterior entre las fuerzas de Umma y
Lagash tuvo lugar dentro del territorio de esta última, lo que parece implicar
que Urlumma y su ejército no se retiraron con su
botín a su propia ciudad, sino que intentaron retener la posesión de la propia
tierra. Enannatum se encontró con los hombres de Umma
en Ugigga, un distrito dentro de las tierras-templo
de Ningirsu, donde se libró una batalla que, en el breve relato de Urukagina,
consta que resultó en la derrota de Umma. Entemena, por su parte, no dice si
Lagash salió victorioso, y su silencio es posiblemente significativo, ya que,
si su padre hubiera logrado una victoria decidida, sin duda lo habría
registrado. Además, Urlumma siguió dando problemas, y
sólo en el reinado del propio Entemena fue finalmente derrotado y asesinado.
Por lo tanto, podemos concluir que Enannatum no hizo
más que frenar las usurpaciones de Urlumma, y no es
improbable que este último conservara durante un tiempo una parte considerable
del territorio que Lagash había disfrutado durante varias generaciones.
Pocos hechos
más se conocen del reinado de Enannatum I. Deducimos
que envió hombres a las montañas, probablemente de Elam,
e hizo que talaran cedros allí y trajeran los troncos a Lagash; y con la madera
de cedro así obtenida construyó el tejado de un templo, que parece haber sido
dedicado a Ningirsu. El templo podemos identificarlo probablemente con el
famoso templo E-ninnu de Ningirsu, del que hemos
recuperado un mortero, que Enannatum preparó y
presentó para que se utilizara para machacar cebollas en relación con el
templo-ritual. Otro objeto dedicado a Ningirsu, que data de esta época, se
conserva en el Museo Británico, y nos proporciona el nombre de un ministro al
servicio de Enannatum. Se trata de una cabeza de maza
de piedra caliza, tallada con el emblema de Lagash, y que lleva una inscripción
por la que nos enteramos de que fue depositada en el templo E-ninnu por Barkiba, el ministro,
para asegurar la conservación de la vida de Enannatum,
“su rey”. De este registro se desprende que, aunque el propio Enannatum adoptó el título de "patesi", que
atribuye también a su padre Akurgal, estaba permitido
que sus subordinados se refirieran a él con el título de "rey". Que
"patesi" era, sin embargo, su designación habitual puede deducirse no
sólo de sus propias inscripciones, sino de la aparición del título tras su
nombre en una escritura de compraventa redactada en una tablilla de piedra
negra, que probablemente data de su reinado. Por este documento, así como por
un texto inscrito en conos de arcilla hallados por Koldewey en El-Hibba, sabemos también que Enannatum tuvo un hijo llamado Lummadur, además de Entemena.
Hay que señalar que ni en los conos de arcilla ni en la tablilla de piedra
negra se registra el nombre del padre de Enannatum,
por lo que se ha sugerido que se refieran a Enannatum II, en lugar de a Enannatum I. Pero el adorno del
templo E-anna, registrado en los conos, se menciona
en la inscripción de arcilla de Enannatum I, que, al
igual que los conos, se encontró en El-Hibba. Por
tanto, es razonable asignar la inscripción de los conos también a Enannatum I, y concluir que Lummadur era su hijo, y no el hijo y posible sucesor de Enannatum II. La cono-inscripción registra la instalación de Lummadur por su padre como sacerdote en E-anna, cuando ese
templo había sido adornado y embellecido en honor de la diosa Ninni. Dado que Enannatum fue
sucedido en el trono de Lagash por Entemena, podemos suponer que Lummadur era el hermano menor de este último.
Uno de los
primeros deberes que Entemena tuvo que cumplir, tras ascender al trono, fue la
defensa de su territorio contra nuevas invasiones de Urlumma.
Es evidente que este gobernante seguía de cerca la evolución de los
acontecimientos en Lagash, y una ocasión como la muerte del patesi reinante en
esa ciudad bien podría haberle parecido un momento adecuado para la reanudación
de las hostilidades. La muerte del gran conquistador Eannatum ya le había
animado a asaltar y ocupar una porción del territorio que hasta entonces estaba
en manos de Lagash y, aunque Eannatum había logrado mantenerlo en cierta medida
a raya, sólo esperaba una oportunidad favorable para ampliar la zona del
territorio bajo su control. Tal oportunidad la vería naturalmente en la
desaparición de su antiguo rival, pues siempre cabía la posibilidad de que el
nuevo gobernante resultara un líder aún menos exitoso que su padre, o de que su
ascensión diera lugar a disensiones entre los miembros de la casa real, lo que
debilitaría materialmente el poder de resistencia de la ciudad. Su ataque
parece haber sido cuidadosamente organizado, pues hay pruebas de que reforzó
sus propios recursos solicitando ayuda al menos a otro estado vecino. Su
previsión de asegurarse una victoria decidida por este medio estuvo, sin
embargo, lejos de realizarse. Entemena no perdió tiempo en reunir sus fuerzas
y, tras conducirlas a la llanura de Lagash, se encontró con el ejército de Urlumma en la zanja fronteriza de Lumma-girnunta,
que su tío Eannatum había construido para la defensa e irrigación de Gu-edin, el fértil territorio de Ningirsu. Aquí infligió
una derrota señalada a los hombres de Umma, que, al ser derrotados y puestos en
fuga, dejaron a sesenta de sus compañeros tendidos muertos en las orillas del
canal. El propio Urlumma huyó de la batalla y buscó
seguridad en su propia ciudad. Pero Entemena no descansó contento con la
derrota que había infligido al enemigo en el campo de batalla. Persiguió a los
hombres de Umma hasta su propio territorio y logró capturar la propia ciudad
antes de que sus desmoralizados habitantes tuvieran tiempo de organizarse o
reforzar su defensa. Capturó y dio muerte a Urlumma,
y puso fin así a un ambicioso gobernante que durante años había causado sin
duda muchos problemas y molestias a Lagash. La victoria de Entemena fue
completa, pero no se obtuvo sin algunas pérdidas entre sus propias fuerzas,
pues amontonó túmulos en cinco lugares distintos, que sin duda cubrían los
cuerpos de sus propios muertos. Los huesos del enemigo, registra, fueron
dejados para que se blanquearan en la llanura abierta.
Entemena
procedió ahora a anexionarse Umma, la incorporó al estado de Lagash y
reorganizó su administración bajo funcionarios nombrados por él mismo. Como
nuevo patesi de Umma no nombró a ningún nativo de esa ciudad, sino que
transfirió allí a un funcionario suyo que ocupaba un puesto de considerable
importancia en otra ciudad bajo la soberanía de Lagash. El nombre del
funcionario era Ili, y en el momento de la anexión de
Umma actuaba como sangu, o sacerdote, de la ciudad,
cuyo nombre se ha leído provisionalmente como Ninab o Ninni-esh. Aunque la lectura del nombre del lugar
sigue siendo incierta, parece que estaba situado en el sur de Babilonia y que
fue un lugar de cierta importancia. Una pequeña tablilla del Louvre menciona
juntos a ciertos hombres de Erec, de Adab y de Ninni-esh, y, cuando Lugal-zaggisi enumera los beneficios que había conferido a las ciudades del sur de Babilonia
sobre las que gobernaba, menciona juntas a Umma y Ninni-esh,
después de referirse a Erec, Ur y Larsa. Podemos, por tanto, concluir con cierta probabilidad que la ciudad en
la que lli actuaba en ese momento como sacerdote
estaba situada no lejos de Umma. Estaba bajo el control de Lagash, y sin duda
formaba parte del imperio que Eannatum había legado a sus sucesores en el
trono. Ili es descrito como el sacerdote, no el
patesi, de la ciudad, y es posible que su cargo incluyera el control de su
administración secular. Pero en vista de la importancia del lugar, es poco
probable que estuviera sin un patesi.
La
instalación de Ili en el patesiato de Umma estuvo acompañada de cierto grado de ceremonial. Parece que su
nombramiento no tuvo lugar inmediatamente después de la toma de la ciudad, sino
que transcurrió un breve intervalo entre el final de la guerra y la toma de
posesión del nuevo gobierno. Mientras tanto, el propio Entemena había regresado
a Lagash, y fue en esa ciudad donde convocó a Ili a
su presencia. Luego partió con Ili de Girsu y, al llegar a Umma, lo instaló formalmente al frente
del gobierno y le confirió el título de patesi. Al mismo tiempo dictó sus
propias condiciones al pueblo de Umma, y encargó a Ili que viera que se cumplían debidamente. En primer lugar devolvió a Lagash el
territorio que siempre había reclamado y mandó reparar las antiguas zanjas
fronterizas que habían sido rellenadas o se habían derrumbado. Además de
reafirmar los derechos tradicionales de Lagash, anexionó nuevas tierras en el
distrito de Karkar, ya que sus habitantes habían
participado en la reciente rebelión y probablemente habían proporcionado un
importante contingente al ejército de Urlumma. Dio
instrucciones a Ili para que ampliara las dos
principales zanjas fronterizas, dedicadas a Ningirsu y Nina respectivamente,
dentro del territorio de Karkar; y, con el gran
suministro de mano de obra forzada que exigía a sus súbditos recién
anexionados, reforzó las defensas de su propio territorio y restauró y amplió
el sistema de canales entre el Éufrates y el Tigris. Pero Entemena no se
contentó con exigir tierra y trabajo sólo a la ciudad conquistada. Impuso un
pesado tributo en maíz, y probablemente uno de los deberes más importantes de Ili como patesi fue supervisar su recaudación y asegurar su
puntual transferencia a los graneros de Lagash.
Para
conmemorar la conquista y anexión de Umma, Entemena mandó redactar un acta de
su victoria, que sin duda hizo grabar en una estela de piedra similar a las
preparadas en épocas anteriores por Mesilim y Eannatum. Esta estela, como las
anteriores, fue probablemente colocada en la frontera para que sirviera de
recuerdo de sus logros. Afortunadamente para nosotros, no limitó los registros
a sus propias victorias, sino que los prologó con un relato epitomizado de las
relaciones que habían existido entre Lagash y Umma desde la época de Mesilim
hasta sus propios días. Otras copias de la inscripción fueron probablemente
grabadas en piedra y colocadas en las ciudades de Umma y Lagash y, para
aumentar aún más las posibilidades a favor de la conservación de su registro,
hizo inscribir copias en pequeños conos de arcilla. Estos últimos tenían la
naturaleza de monumentos fundacionales, y podemos concluir que los hizo
enterrar bajo los edificios que erigió o reparó en los canales fronterizos, y
también quizás en los cimientos de los templos dentro de la propia ciudad de
Lagash. La previsión de Entemena al multiplicar el número de sus textos, y al
enterrarlos en la estructura de sus edificios, se ajustaba a la práctica de la
época; y en su caso la costumbre ha quedado plenamente justificada. Por lo que
sabemos, sus grandes estelas de piedra han perecido; pero se ha recuperado uno
de los pequeños conos de arcilla, que se cuenta entre los más valiosos de los
registros que poseemos de la historia primitiva de Sumer.
Es posible
que los párrafos finales del texto se dieran de forma más completa en las
estelas de piedra de lo que los encontramos en el cono; pero, por lo que
respecta a la parte histórica del registro, sin duda hemos recuperado la mayor
parte, si no la totalidad, del registro de Entemena. Las estelas pueden haber
sido grabadas con elaboradas maldiciones, destinadas a preservar la zanja
fronteriza de la violación, y, aunque éstas han sido omitidas en la versión
abreviada del texto, su lugar es ocupado por la breve invocación y oración con
que concluye el registro. Entemena reza aquí que si alguna vez en el futuro los
hombres de Umma rompen la zanja fronteriza de Ningirsu o la zanja fronteriza de
Nina, con el fin de poner violentas manos sobre el territorio de Lagash, ya
sean hombres de la propia ciudad de Umma o gente de las tierras circundantes,
entonces que Enlil los destruya, y que Ningirsu eche sobre ellos su red, y
ponga su mano y su pie sobre ellos. Y, si los guerreros de su propia ciudad son
llamados a defenderla, ruega que sus corazones estén llenos de ardor y valor.
No pasaron muchos años antes de que Lagash se viera muy necesitada de la ayuda
que aquí invoca para ella Entemena.
Aparte del
cono que registra la conquista de Umma, las inscripciones de Entemena no
arrojan mucha luz sobre los logros militares de su reinado. En Nippur se han
encontrado tres fragmentos de un vaso de piedra caliza en los estratos bajo el
templo de Enlil, en el lado sureste del zigurat, o torre del templo, que llevan
en su superficie exterior una inscripción votiva de Entemena. De ellas
deducimos que el vaso fue dedicado a Enlil como ofrenda de agradecimiento tras
alguna victoria. El carácter fragmentario de la inscripción nos impide
identificar al enemigo que fue sometido en esta ocasión; pero probablemente
acertemos al tomar el pasaje como referido, no a la conquista de Umma, sino a
la subyugación de algún otro distrito. De hecho, podemos considerar el vaso
como una prueba de que Entemena intentó retener su dominio sobre el imperio que
Eannatum había fundado, y no rehuyó la necesidad de emprender expediciones
militares para alcanzar este objetivo. En apoyo de este punto de vista quizá
podamos citar una referencia a una de las ciudades conquistadas por Eannatum,
que aparece en un texto votivo redactado en el reinado de Entemena, aunque no
por el propio patesi. El texto en cuestión está estampado sobre el relieve
perforado de Dudu, sacerdote principal de Ningirsu, que
en un tiempo formó el soporte de una colosal cabeza de maza ceremonial dedicada
en el templo de Ningirsu en Lagash.
El material
del que está compuesto el bloque es de color oscuro, comparativamente ligero y
propenso a agrietarse; consiste en una mezcla de arcilla y betún, y puede haber
sido formado por la naturaleza o producido artificialmente. Mientras esta
sustancia estaba aún en estado flexible se formó el bloque a partir de ella, y
los diseños con la inscripción se imprimieron mediante un sello. Según la
inscripción, esta sustancia bituminosa fue traída por Dudu a Lagash desde una de las ciudades que habían sido conquistadas por Eannatum e
incorporadas a su imperio. El hecho de que Dudu hiciera traer la sustancia a la ciudad en cuestión sugiere que existían
relaciones amistosas entre ésta y Lagash en aquella época; es muy posible que,
entretanto, no hubiera asegurado su independencia, sino que siguiera
reconociendo la soberanía de esta última ciudad. Las únicas otras referencias a
una ciudad extranjera en los textos de Entemena se producen en sus dos
principales inscripciones de construcción, que incluyen entre la lista de sus
edificios la erección de una gran fuente para el dios Enki, descrito como
"Rey de Eridu". Quizá podamos ver en este registro un indicio más de
que al menos la parte meridional del imperio de Eannatum seguía en posesión de
su sobrino.
El sumo
sacerdote, Dudu, cuyo retrato se incluye en los diseños
de la placa ya mencionada, parece haber sido un personaje importante durante el
reinado de Entemena, y dos inscripciones que se han recuperado están fechadas
por referencia a su periodo de mandato. Una de ellas aparece en el famoso
jarrón de plata de Entemena, el mejor ejemplo de metalistería sumeria que se ha
recuperado hasta ahora. El jarrón, grabado en su contorno con formas variantes
del emblema de Lagash, lleva una inscripción alrededor del cuello en la que se
afirma que Entemena, patesi de Lagash, “el gran patesi de Ningirsu”, lo había
fabricado en plata pura y lo había dedicado a Ningirsu en E-ninnu para asegurar la conservación de su vida. Fue depositado como objeto votivo en
el templo de Ningirsu, y se añade una nota a la dedicatoria en el sentido de
que “en esta época Dudu era sacerdote de Ningirsu”.
Una referencia similar al sacerdocio de Dudu aparece
en una inscripción fundacional de Entemena en la que se registra la
construcción de un embalse para el abastecimiento del canal de Lummadimdug, cuya capacidad es poco más de la mitad de la
del embalse anterior construido por Eannatum. Dado que el canal estaba dedicado
a Ningirsu, la referencia a Dudu también era
apropiada en este caso. Pero tal método de indicar la fecha de cualquier objeto
o construcción, aunque estuviera estrechamente relacionado con el culto o la
propiedad de la ciudad-dios, era algo inusual, y su aparición en estos textos
puede quizá tomarse como una indicación de la poderosa posición de la que
gozaba Dudu. De hecho, Enlitarzi,
otro sacerdote de Ningirsu durante el reinado de Entemena, se aseguró
posteriormente el trono de Lagash. Las inscripciones de edificios de Entemena
ofrecen más pruebas de su devoción a Ningirsu, cuyo templo y almacenes
reconstruyó y amplió. Le siguieron en orden de importancia sus construcciones
en honor de la diosa Nina, mientras que también erigió o reparó templos y otros
edificios dedicados a Lugal-uru, y a las diosas Ninkharsag, Gatumdug y Ninmakh. Estos registros sugieren que el reinado de
Entemena, al igual que el de Eannatum, fue un periodo de cierta prosperidad
para Lagash, aunque es probable que su influencia se dejara sentir dentro de un
área más restringida. Con su conquista y anexión de Umma, compensó con creces
cualquier falta de éxito por parte de su padre, Enannatum I, y, sólo con esta victoria, es muy posible que liberara a Lagash de su
enemigo más persistente durante todo el reinado de sus sucesores inmediatos.
Vaso
de plata dedicado a la divinidad Ningirsu por Entemena
Con Enannatum II, el hijo de Entemena, que sucedió a su padre
en el trono, la dinastía fundada por Ur-Nina, por lo
que sabemos, llegó a su fin. El reinado del hijo de Entemena está atestiguado
por una única inscripción grabada en el zócalo de una puerta del gran almacén
de Ningirsu en Lagash, cuya restauración se recoge en el texto. Se produce
entonces un vacío en nuestra secuencia de inscripciones reales encontradas en
Tello, siendo el siguiente gobernante que nos ha dejado algún registro propio
Urukagina, el malogrado reformador y rey de Lagash, bajo el cual la ciudad
estaba destinada a sufrir lo que sin duda fue el mayor revés que encontró en el
largo curso de su historia. Aunque no disponemos de textos reales relativos al
periodo entre los reinados de Enannatum II y
Urukagina, afortunadamente no carecemos de medios para estimar aproximadamente
su duración y recuperar los nombres de algunos, si no todos, los patesis que ocuparon el trono de Lagash en el intervalo.
Nuestra información procede de una serie de tablillas de arcilla, la mayoría de
las cuales fueron encontradas en el curso de excavaciones nativas en Tello tras
la muerte de M. de Sarzec. Formaban parte del archivo
privado de los patesis de Lagash en esta época, y se
refieren a los gastos domésticos de la corte y en particular del harim. Con frecuencia estas tablillas de cuentas hacen
mención del patesi reinante o de su esposa, y de ellas hemos recuperado los
nombres de tres patesis (Enetarzi, Enlitarzi y Lugal-anda) que
hay que situar en el intervalo entre Enannatum II y
Urukagina. Además, se ha señalado que las inscripciones de la mayoría de las
tablillas terminan con una forma peculiar de figura, consistente en uno o más
trazos diagonales que cortan uno solo horizontal; y se ha dado una explicación
plausible de estas figuras, en el sentido de que estaban destinadas a indicar
la fecha de la tablilla, el número de trazos diagonales muestra a simple vista
el año del reinado del patesi en el que se escribió el texto, y al que se
refieren las cuentas. Se ha examinado un número considerable de tablillas de
este tipo, y contando los trazos que aparecen en ellas se ha llegado a la
conclusión de que Enetarzi reinó al menos cuatro
años, Enlitarzi al menos cinco y Lugal-anda
al menos siete.
El orden
relativo de estos tres patesis puede considerarse
ahora definitivamente fijado y, aunque es posible que falten los nombres de
otros que deberían situarse dentro del periodo, las propias tablillas
proporcionan indicios de que, en cualquier caso, el intervalo entre Enannatum II y Urukagina no fue largo. Durante algún tiempo
se había sospechado que Enlitarzi y Lugal-anda vivieron más o menos en la misma época, ya que
un mayordomo llamado Shakh fue empleado tanto por la
esposa de Enlitarzi como por Barnamtarra,
la esposa de Lugal-anda. Esta inferencia se ha visto
ahora confirmada por el descubrimiento de un documento que prueba que Lugal-anda era hijo de Enlitarzi;
pues se ha encontrado un cono de arcilla con la inscripción de un contrato
relativo a la venta de una casa, siendo las partes contratantes la familia de Lugal-anda, descrito como “el hijo de Enlitarzi,
el sacerdote”, y la familia de Barnamtarra, la futura
esposa de Lugal-anda. Además, tenemos motivos para
creer que Lugal-anda no sólo fue el último de los
tres patesis cuyos nombres se han recuperado, sino
que fue el predecesor inmediato de Urukagina. Un indicio de que este fue el
caso puede verse en el hecho de que el mayordomo Eniggal,
que se menciona con frecuencia en las tablillas de su reinado, también fue
empleado por Urukagina y su esposa Shagshag. Se ha
encontrado confirmación de esta opinión en el texto de una tablilla, fechada en
el primer año del reinado de Urukagina como rey, en la que se menciona a Barnamtarra, la esposa de Lugal-anda.
Esto sólo deja un intervalo antes del reinado de Enlitarzi,
en el que hay que situar a Enetarzi, el patesi
restante.
Que no se
trató de un largo período queda claro por el hecho de que el propio Enlitarzi ocupó el trono poco después de Enannatum II, una deducción que podemos extraer de una doble
fecha en un contrato de venta, fechado en el patesiato de Entemena, patesi de Lagash, y en el sacerdocio de Enlitarzi,
sacerdote principal de Ningirsu. No cabe duda de la identidad de Enlitarzi, el sacerdote aquí mencionado, con Enlitarzi, el patesi, pues la esposa del sacerdote, que se
menciona en el contrato, lleva el mismo nombre que la esposa del patesi. Dado
que, por tanto, Enlitarzi ya ocupaba el alto cargo de
sacerdote principal de Ningirsu durante el reinado de Entemena, es razonable
concluir que su reinado como patesi no estuvo separado por ningún largo
intervalo del del hijo y sucesor de Entemena. La evidencia interna
proporcionada por los textos apoya así la conclusión sugerida por un examen de
las propias tablillas, todas las cuales se distinguen por una notable
uniformidad de tipo, consistiendo, como lo hacen, en tablillas de arcilla
cocida de forma redondeada y escritas en un estilo que se asemeja mucho al de
las inscripciones reales de Urukagina. El intervalo entre la muerte de Entemena
y la ascensión de Urukagina fue, pues, breve, y el hecho de que durante él se
sucedieran no menos de cuatro patesis en rápida
sucesión sugiere que el periodo fue de agitación en Lagash.
Al igual que Enlitarzi, Enetarzi también
parece haber sido sacerdote principal de Ningirsu antes de asegurarse el trono;
al menos sabemos que un sacerdote de ese nombre ocupaba el cargo
aproximadamente en este periodo. La inscripción de la que puede deducirse este
hecho es sumamente interesante, pues consiste en el ejemplo más antiguo de
carta o envío que se ha encontrado hasta ahora en cualquier yacimiento
babilónico. Fue descubierta en Tello durante las recientes excavaciones del
comandante Cros y, tanto por el carácter de su escritura como por su aspecto
general, se asemeja mucho a las tablillas de cuentas del archivo privado del patesis, a las que ya se ha hecho referencia. El envío fue
escrito por un tal Lu-enna, sacerdote principal de la
diosa Ninmar, y está dirigido a Enetarzi,
sacerdote principal del dios Ningirsu. A primera vista, su contenido apenas es
el que cabría esperar encontrar en una carta dirigida por un sacerdote jefe a
otro. Pues el escritor informa a su corresponsal de que una banda de elamitas
había saqueado el territorio de Lagash, pero que él había luchado con el
enemigo y había logrado ponerlos en fuga. A continuación se refiere a
quinientos cuarenta de ellos, a los que probablemente capturó o dio muerte. El
reverso de la tablilla enumera varias cantidades de plata y lana, y ciertas
prendas reales, que pueden haber formado parte del botín tomado, o recapturado,
de los elamitas; y el texto termina con lo que parece ser una referencia a la
división de este botín entre el patesi de Lagash y otro alto funcionario, y con
instrucciones de que se dedujeran ciertas ofrendas para presentarlas a la diosa Ninmar, en cuyo templo el escritor era sacerdote
principal.
Que un
sacerdote principal de Ninmar dirigiera un ejército
contra los enemigos de Lagash y enviara un informe de su éxito al sacerdote
principal de Ningirsu, en el que se refiere a la parte del botín que debía
asignarse a los patesi, puede considerarse como un indicio de que el gobierno
central de Lagash no era tan estable como lo había sido antaño bajo los
miembros más poderosos de la dinastía de Ur-Nina. La
referencia a Enetarzi sugiere que la incursión de los
elamitas tuvo lugar durante el reinado de Enannatum II. Así pues, podemos concluir que el último miembro de la dinastía de Ur-Nina no poseía la capacidad de su padre para dirigir los
asuntos de Lagash y permitió que los sacerdotes de los grandes templos de la
ciudad usurparan muchos de los privilegios que hasta entonces habían ostentado
los patesi. Probablemente a este hecho se deba el fin de la dinastía de Ur-Nina. La lucha posterior por el patesiato parece haber tenido lugar entre los miembros más importantes del sacerdocio. De
los que se aseguraron el trono, Enlitarzi, en todo
caso, fue sucedido por su hijo, por quien, sin embargo, pudo haber sido
depuesto, y no parece haberse establecido una administración fuerte hasta que
Urukagina, abandonando las tradiciones tanto del sacerdocio como del patesiato, basó su gobierno en el apoyo que consiguió del
propio pueblo. Tal parece haber sido el curso de los acontecimientos en esta
época, aunque la escasez de nuestros materiales históricos hace imposible hacer
más que aventurar una conjetura.
Además de
las tablillas de cuentas relativas a los gastos domésticos de los patesis y de la carta de Lu-enna a Enetarzi, las principales reliquias de este periodo
que han llegado hasta nosotros son numerosos sellos de arcilla, algunos de los
cuales llevan impresos los sellos del patesi Lugal-anda,
de su esposa Barnamtarra y de su mayordomo Eniggal. No nos aportan ninguna información histórica
nueva, pero son extremadamente valiosos para el estudio de los logros
artísticos y las creencias religiosas de los sumerios. Por las huellas en sus
caras inferiores, está claro que se empleaban para sellar cestas de juncos o
fardos atados con sacos formados con hojas de palmera y asegurados con cuerdas.
Debido al carácter tosco de los trozos de arcilla, ninguno presenta una
impresión perfecta, pero, como se han encontrado varios ejemplares de cada uno,
en algunos casos es posible reconstruir el diseño completo y estimar el tamaño
del sello original. En los bloques adjuntos se reproducen los diseños de los
sellos cilíndricos de Lugal-anda que pueden
restaurarse más completamente. El grupo principal de figuras en el mayor de los
dos consiste en dos leones rampantes en conflicto con un toro con cabeza humana
y un ser mítico y compuesto, mitad toro y mitad hombre, cuya forma recuerda la
descripción de Ea-bani en la leyenda de Gilgamesh. A
la izquierda de la inscripción está el emblema de Lagash, y debajo hay una fila
de figuras más pequeñas formada por dos toros con cabeza humana, dos héroes y
un ciervo. Las figuras del cilindro más pequeño representan los mismos tipos,
pero aquí el emblema de Lagash se reduce al águila sin los leones, que era
peculiarmente el emblema de Ningirsu. El ser mitológico que se parece a Ea-bani se repite heráldicamente a cada lado del texto en
conflicto con un león.
La aparición
de esta figura y las de los otros héroes en los sellos es importante, ya que
apunta a un conocimiento por parte de los sumerios más antiguos, de las
principales leyendas que se incorporaron a la gran epopeya nacional de
Babilonia. Los sellos no son menos importantes para el estudio del arte
sumerio, y demuestran que el tallado de sellos debió de ser practicado ya por
los sumerios durante un tiempo considerable. Aunque los diseños son de carácter
muy decorativo, es interesante observar cómo el artista ha intentado rellenar
cada porción de su campo, un rasgo arcaico que contrasta notablemente con los
sellos semíticos del periodo sargónico. Otra peculiaridad
a la que cabe referirse aquí es el empleo, en el sello más grande situado
debajo de la inscripción, de una especie de patrón arabesco, una combinación
ingeniosa y simétrica de líneas rectas y curvas, cuyo curso puede seguirse sin
pasar una segunda vez por la misma línea. Se ha sugerido que este patrón puede
haber formado el monograma o la firma del grabador, pero es más probable que
haya sido un símbolo religioso, o tal vez sea meramente decorativo, al haber
sido añadido para rellenar un espacio en blanco que quedaba en el campo del
sello. El descubrimiento de estas impresiones de sellos nos permite darnos
cuenta de que, a pesar del periodo de agitación política por el que atravesaba
Lagash, su arte no se resintió, sino que continuó desarrollándose siguiendo sus
propias líneas. De hecho, sus escultores y grabadores estaban siempre
dispuestos a servir al patesi reinante, fuera quien fuera.
Aunque, como
hemos visto, la relación exacta de los tres patesis, Enetarzi, Enlitarzi y Lugal-anda, con la dinastía de Ur-Nina
sigue siendo objeto de conjeturas, no cabe duda de que con Urukagina, en
cualquier caso, se produjo una ruptura completa, no sólo en la sucesión, sino
también en las tradiciones y principios que habían guiado durante tanto tiempo
a la familia reinante en Lagash. Que Urukagina no obtuvo el trono por derecho
de sucesión queda claro por la ausencia total de genealogías en sus
inscripciones. Ni siquiera nombra a su padre, por lo que podemos rastrear su
sucesión por iniciativa propia. Él mismo atribuye a Ningirsu su elevación al
trono, y la frase que sigue sugiere que ésta no se logró sin lucha. Cuando
describe en detalle las drásticas reformas que llevó a cabo en la
administración interna del estado, precede su relato afirmando que tuvieron
lugar cuando Ningirsu le había entregado el reino de Lagash y había establecido
su poderío. A la vista de estas mismas reformas, podemos considerar
extremadamente probable que encabezara una reacción contra ciertos abusos que
habían caracterizado el reciente gobierno de la ciudad, y que, al usurpar el
trono, debiera su éxito a un sentimiento de descontento muy extendido entre la
gran masa del pueblo
Otra prueba
de la ruptura total de la sucesión puede verse en el cambio de la deidad
patrona, de cuya protección gozaba la casa reinante. Urukagina ya no invocaba
al dios en el que la dinastía de Ur-Nina había
confiado para que intercediera ante Ningirsu, y en su lugar se dirigió a Ninshakh. El propio título que adoptó Urukagina es
probablemente significativo de su antagonismo hacia la familia que durante
tanto tiempo había dirigido los destinos del estado. Mientras que incluso el
gran conquistador Eannatum se había aferrado con orgullo al título de “patesi”,
y sus sucesores en el trono habían seguido su ejemplo, en cada una de sus
propias inscripciones que se han recuperado Urukagina lo rechaza en favor del
de rey.
Parece ser
que no inauguró este cambio inmediatamente después de su ascensión, y que
durante al menos un año siguió utilizando el título empleado por sus predecesores.
Pues algunas de las tablillas de cuentas del archivo privado de los patesis, a las que ya se ha hecho referencia, parecen estar
fechadas en el primer año del patesiato de Urukagina;
mientras que los demás documentos de esta clase, que se refieren a él, están
fechados entre el primero y el sexto año de su reinado como rey. De modo que,
si no hay ninguna laguna en la secuencia, podemos concluir que desechó el
título anterior después de haber ocupado el trono durante un año. Su abandono
de esta designación consagrada por el tiempo bien pudo haber acompañado la
abolición de privilegios y abusos con los que se había asociado en la mente del
pueblo. De hecho, el tono de sus inscripciones no refleja ningún sentimiento de
veneración por el título de patesi, ni parece ansioso por conmemorar los
nombres de quienes lo habían ostentado. Así, en uno de sus textos, cuando tiene
ocasión de hacer un breve resumen histórico de una lucha anterior entre Lagash
y Umma, nombra al gobernante de esta última ciudad, pero atribuye la victoria
de la primera a Ningirsu, y no parece haberse referido a Enannatum I y Entemena, en cuyos reinados tuvieron lugar los hechos.
Pero es en
las propias reformas que introdujo Urukagina donde encontramos la prueba más
llamativa de la completa ruptura que hizo con las queridas tradiciones de sus
predecesores. En una serie de textos muy llamativos, de los que ahora poseemos
tres versiones, nos ha dejado constancia de los cambios que introdujo en la
administración interna del país. En el estado en que han llegado hasta nosotros
al menos dos de estas versiones se emplea un artificio literario que realza y
subraya en grado notable el carácter drástico de sus reformas. Antes de
enumerarlas, el escritor ofrece un sorprendente contraste al describir la
condición del país que precedió a su introducción por el rey. Nos enfrentamos
así a dos cuadros paralelos, cuyos rasgos principales se corresponden, mientras
que sus caracteres subyacentes cambian por completo. En las dos secciones de
cada texto la fraseología general es prácticamente la misma, la diferencia
consiste en que, mientras la primera describe la opresión y la injusticia que
habían existido en el estado de Lagash "desde días lejanos, desde el
principio", la segunda sección enumera las reformas por las que Urukagina
afirmaba haber mejorado la suerte del pueblo. Aunque algunas de las referencias
que contienen siguen siendo oscuras, los textos nos permiten echar un vistazo a
las condiciones económicas que prevalecían en Sumer. A diferencia de otras inscripciones
reales halladas en Tello, nos dan información relativa a la vida cotidiana y
las ocupaciones del pueblo; y al mismo tiempo revelan bajo el decoro oficial de
una corte sumeria una cantidad de opresión y miseria cuya existencia no se
sospecharía a partir de las piadosas inscripciones fundacionales y los textos
votivos de la época.
Las
conquistas logradas por Lagash durante la época de los grandes patesis sin duda habían aumentado considerablemente la
riqueza de la ciudad y le habían dado, al menos durante un tiempo, la hegemonía
en el sur de Babilonia. Pero con el crecimiento de su poder como estado, perdió
muchas de las cualidades en virtud de las cuales se lograron sus éxitos
anteriores. La sencillez que caracterizaba el hogar del patesi en una época en
la que era poco más que un jefe entre sus semejantes, se fue cambiando por la
elaborada organización de una poderosa corte. Cuando el ejército regresó cargado
de botín de regiones lejanas y el tributo de las ciudades conquistadas mantuvo
llenos los graneros de Ningirsu, no fue sino natural que los gobernantes de
Lagash se rodearan de mayor lujo y enriquecieran su ciudad con la erección de
palacios para ellos y suntuosos templos para los dioses. Las largas listas de
templos y otros edificios, que ocupan la mayor parte de las inscripciones que
nos dejaron Ur-Nina y sus descendientes, atestiguan
su actividad en este sentido. Será obvio que el embellecimiento de la capital,
iniciado en una época de conquista, no podía continuarse en tiempos menos
afortunados sin someter a una presión considerable los recursos del estado. En
tales circunstancias, el sector agrícola de la población se vio obligado a
contribuir con los medios para gratificar la ambición de sus gobernantes. Se
recaudaron nuevos impuestos y, para asegurar su cobro, se nombró a una multitud
de inspectores y otros funcionarios cuyo número tendería a aumentar
constantemente. “Dentro de los límites del territorio de Ningirsu”, dice
Urukagina, “había inspectores hasta el mar”.
El palacio
de los patesi empezó así a usurpar el lugar en la vida nacional que antes había
ocupado el templo de la ciudad-dios, y, mientras el pueblo comprobaba que los
diezmos debidos a este último no disminuían, se enfrentaba a impuestos
adicionales por todas partes. Se nombraron recaudadores de impuestos e
inspectores en cada distrito y para cada clase de la población. Los
cultivadores de la tierra, los propietarios de rebaños y manadas, los
pescadores y los barqueros que surcaban los ríos y canales, nunca se libraron
de la rapacidad de estos funcionarios, que, además de recaudar sus cuotas,
parecen haberse cebado en sus desafortunadas víctimas. Que hubiera corrupción
en las filas de sus funcionarios no era sino natural, cuando el propio patesi
les daba ejemplo en la materia; pues Urukagina deja constancia de que sus
predecesores en el trono se habían apropiado de la propiedad de los templos
para su propio uso. Los bueyes de los dioses, nos dice, se empleaban para el
riego de las tierras entregadas a los patesi; los buenos campos de los dioses
constituían la tenencia del patesi y su lugar de alegría. Los propios
sacerdotes se enriquecieron a costa de los templos y saquearon impunemente al
pueblo. Se llevaban los asnos y los bueyes finos que eran propiedad de los
templos, exigían diezmos y ofrendas adicionales, y por todo el país entraban en
los jardines de los pobres y talaban los árboles o se llevaban los frutos. Pero
mientras lo hacían se mantenían en buenos términos con los funcionarios del
palacio; pues Urukagina registra que los sacerdotes se repartían el maíz del
templo con la gente de los patesi, y les llevaban tributos en prendas de
vestir, telas, hilos, vasijas y objetos de cobre, pájaros, cabritos y cosas por
el estilo.
La
apropiación indebida de las propiedades de los templos, y en particular de la
ciudad-dios, proporcionó a Urukagina el pretexto para inaugurar sus reformas.
Se erigió en paladín de Ningirsu y, al restituir las tierras sagradas de las
que se había apoderado el palacio, demostró su propio desinterés y ofreció a
sus súbditos un ejemplo que podía insistir en que siguieran. Afirma que en la
casa de los patesi y en el campo de los patesi instaló a Ningirsu, su señor; que
en la casa de los harim y en el campo de los harim instaló a la diosa Bau, su señora; y que en la
casa de los niños y en el campo de los niños instaló a Dunshagga,
su señor. En estas tres frases Urukagina no sólo deja constancia de la
restauración de todos los bienes, que antes habían pertenecido a los templos
dedicados a Ningirsu y a su familia, sino que también reafirma la antigua
relación de los patesi con la ciudad-dios. En el carácter de su representante,
el patesi sólo recibía su trono como un fideicomiso para ser administrado en
interés del dios; sus campos, y bienes, y todo lo que poseía no eran de su
propiedad sino de Ningirsu.
Tras llevar
a cabo estas reformas, Urukagina procedió a atacar los abusos que existían
entre los funcionarios seculares y los sacerdotes. Redujo el número de los
primeros y suprimió los cargos y oficios innecesarios que presionaban demasiado
al pueblo. Los inspectores de graneros, los inspectores de pesca, los
inspectores de barcos, los inspectores de rebaños y manadas y, de hecho, el
ejército de funcionarios que se dedicaban a la explotación de los ingresos y
obtenían ellos mismos un buen beneficio de ellos, fueron todos privados de sus
cargos. Los abusos que habían surgido y habían obtenido el reconocimiento
concedido a una costumbre establecida desde hacía mucho tiempo, fueron
sofocados con mano dura. Todos aquellos que habían aceptado dinero en lugar del
tributo señalado fueron destituidos de sus cargos, al igual que aquellos
funcionarios del palacio que habían aceptado sobornos de los sacerdotes. Los
propios sacerdotes fueron privados de muchos de sus privilegios y se revisó su
escala de honorarios. Las tasas de enterramiento, en particular, fueron objeto
de revisión, ya que se habían vuelto exorbitantes; ahora se reducían a más de
la mitad. En el caso de un entierro ordinario, cuando se depositaba un cadáver
en la tumba, había sido costumbre que el sacerdote que presidía exigiera como
honorarios para sí siete urnas de vino o bebida fuerte, cuatrocientos veinte
panes, ciento veinte medidas de maíz, un vestido, un cabrito, una cama y un
asiento. Esta formidable lista de prebendas se redujo ahora a tres urnas de
vino, ochenta hogazas de pan, una cama y un cabrito, mientras que los
honorarios de su ayudante se redujeron de sesenta a treinta medidas de maíz. Se
hicieron reducciones similares en otros honorarios exigidos por el sacerdocio,
y se revisaron y regularon las asignaciones de vino, panes y grano que se
pagaban a diversas clases privilegiadas y funcionarios de Lagash.
Como era
natural, la opresión y el robo no se habían limitado a las clases sacerdotales
y oficiales, sino que eran practicados impunemente por los sectores más
poderosos y anárquicos de la población, con el resultado de que la propiedad de
ningún hombre estaba a salvo. Antiguamente, si un hombre compraba una oveja y
era buena, corría el riesgo de que se la robaran o confiscaran. Si se construía
un estanque, le quitaban los peces y no tenía reparación. Si hundía un pozo en
un terreno elevado más allá de la zona servida por los canales de irrigación,
no tenía ninguna seguridad de que su trabajo fuera en su propio beneficio.
Urukagina cambió este estado de cosas, tanto poniendo fin a las extorsiones de
los funcionarios como imponiendo drásticas penas por robo. Al mismo tiempo,
intentó proteger por ley a las clases más humildes de sus súbditos de la
opresión de sus vecinos más ricos y poderosos. Así, promulgó que si un buen
asno paría en el establo de cualquier súbdito del rey, y su superior deseaba
comprarlo, sólo debía hacerlo pagando un precio justo; y si el propietario se
negaba a desprenderse de él, su superior no debía molestarlo. Del mismo modo,
si la casa de un gran hombre se encontraba junto a la de un súbdito más humilde
del rey y éste deseaba comprarla, debía pagar un precio justo ; y si el
propietario no estaba dispuesto a venderla, debía tener perfecta libertad para
negarse sin ningún riesgo para él. El mismo deseo de aminorar las penurias de
las clases más pobres es evidente en otras reformas de Urukagina, mediante las
cuales modificó las costumbres más bárbaras de épocas anteriores. Un ejemplo de
tal reforma parece aplicarse a la corvée, o
alguna institución afín; cuando se realizaba una forma de trabajo forzado, no
había sido costumbre suministrar a los trabajadores agua para beber, ni
siquiera permitirles ir a buscarla por sí mismos, una práctica a la que
Urukagina puso fin.
Hasta qué
punto el pueblo llano había sido despojado de sus bienes por los funcionarios
de palacio queda bien ilustrado por dos de las reformas de Urukagina, de las
que se desprende que el propio patesi y su ministro principal, o gran visir, se
habían enriquecido imponiendo fuertes e injustas tasas. Un ejemplo se refiere a
la práctica de la adivinación con aceite, que en esta época parece haber sido
un método no infrecuente de predecir el futuro. Si podemos juzgar por
inscripciones de una época bastante posterior, el procedimiento consistía en
verter aceite sobre la superficie del agua, las diferentes formas que adoptaba
el aceite al chocar con el agua indicaban el curso que tomarían los
acontecimientos. Para interpretar correctamente el mensaje del aceite se
requería un adivino profesional, y Urukagina relata que no sólo el adivino
exigía unos honorarios de un siclo por sus servicios, sino que había que pagar
unos honorarios similares al gran visir, y no menos de cinco siclos al propio
patesi. Que estos honorarios se resintieran tanto es en sí mismo una prueba de
hasta qué punto se practicaba esta forma de adivinación. Urukagina nos dice que
después de su ascensión, el patesi, el visir y el adivino dejaron de aceptar
dinero; y, puesto que los honorarios de este último también fueron abolidos,
probablemente podamos inferir que los adivinos eran una clase reconocida del
sacerdocio oficial, y no se les permitía aceptar pagos excepto en forma de
ofrendas para el templo al que estaban adscritos.
El otro
asunto en el que había sido costumbre del patesi y su visir aceptar honorarios
era uno en el que los efectos perversos de la práctica son más evidentes.
Urukagina nos dice que bajo el antiguo régimen, si un hombre repudiaba a su
esposa, el patesi tomaba para sí cinco siclos de plata y el gran visir uno. Es
posible que, cuando se introdujeron por primera vez, se defendiera que estas
tasas disuadían del divorcio. Pero en la práctica tuvieron el efecto contrario.
Se podía obtener el divorcio sin motivo alguno mediante el pago de lo que era
prácticamente un soborno a los funcionarios, con el resultado de que no se
respetaban las obligaciones del vínculo matrimonial.
Las esposas
de antaño, según Urukagina, eran poseídas impunemente por dos hombres. Al
tiempo que abolía las tasas oficiales de divorcio, es probable que Urukagina
elaborara una normativa para garantizar que no se abusara de ella y que se
pagara una indemnización a la mujer cuando lo mereciera. Por otra parte,
tenemos pruebas de que infligió severos castigos por la infidelidad de la
esposa, y podemos suponer que por este medio intentó erradicar prácticas que ya
empezaban a ser un peligro para la existencia de la comunidad.
Es
interesante observar que las leyes a las que se refiere Urukagina, al dar
cuenta de los cambios que introdujo, son precisamente similares en su forma a
las que encontramos en el Código de Hammurabi. Este hecho proporciona una
prueba definitiva, no sólo de que Hammurabi codificó la legislación de épocas
anteriores, sino también de que esta legislación en sí era de origen sumerio.
Es probable que el propio Urukagina, al introducir sus reformas, reviviera las
leyes de una época aún más temprana, que se habían dejado caer en desuso. Al
igual que Hammurabi atribuyó el origen de sus leyes al dios Sol, a quien
representa en su estela recitándoselas, Urukagina considera que sus reformas se
deben a la intervención directa de Ningirsu, su rey, cuya palabra hizo habitar
en la tierra; y no fue con su pueblo sino con Ningirsu con quien redactó el
acuerdo para observarlas. Como Hammurabi, también Urukagina se jacta de ser el
campeón de los débiles contra los fuertes; y nos dice que en lugar de la
servidumbre, que había existido en su reino, estableció la libertad. (Esto no
implica que se aboliera la esclavitud, sino que se acabara con los abusos en la
administración del estado. Naturalmente, el empleo de esclavos siguió siendo
una institución reconocida como en épocas anteriores y posteriores. De hecho,
las tablillas de esta época demuestran que no sólo los particulares, sino
también los templos podían poseer esclavos y, al igual que los animales
domésticos, podían ser dedicados a un dios de por vida. Así, se mencionan ocho
esclavos y tres esclavas en una lista de ofrendas hechas por Amattar-sirsirra, una hija de Urukagina, al dios Mesandu). Habló y libró a los hijos de Lagash de la
miseria, del robo, del asesinato y de otros males. En su reinado, dice, a la
viuda y al huérfano el hombre fuerte no les hizo ningún daño.
La defensa
de los derechos de Ningirsu por parte de Urukagina se refleja, no sólo en sus
reformas, sino también en los edificios que erigió durante su reinado. Así,
tenemos constancia de que, además de su gran templo E-ninnu,
construyó o restauró otros dos templos en su honor, su palacio de Tirash y su gran almacén. Se erigieron otros templos en
honor de Bau, su esposa, y de Dunshagga y Galalim, dos de los hijos de Ningirsu, este último
mencionado por primera vez en los textos de Urukagina. A Khegir,
una de las siete hijas vírgenes de Ningirsu, le dedicó un santuario, y
construyó otro en honor de tres de sus hermanas, Zarzari, Impae y Urnuntaea; un
tercero fue dedicado a Ninsar, el portador de la
espada de Ningirsu. Por tanto, puede deducirse que las construcciones de
Urukagina se dedicaron principalmente a los templos y santuarios del
dios-ciudad Ningirsu, y a los dedicados a los miembros de su familia y de su
casa. Al igual que Eannatum y Entemena, también mejoró el abastecimiento de
agua de la ciudad, y cortó un canal, o más probablemente mejoró uno antiguo,
para llevar agua al barrio de la ciudad llamado Nina. En relación con él
construyó un embalse, con una capacidad de mil ochocientos veinte gur, que hizo, según nos dice, “como en medio del
mar”. También reparó el pequeño canal de Girsu y
revivió su antiguo nombre: “Ningirsu es príncipe en Nippur”. Esto constituye
otro ejemplo de su política de devolver a Ningirsu los honores y privilegios de
los que había sido privado. La referencia a Nippur es de interés, ya que
sugiere que Urukagina mantenía relaciones activas con el culto central de Sumer
y del norte, una inferencia confirmada por su reconstrucción del templo de
Enlil en Lagash, que había sido construido previamente por Entemena.
Las
alusiones a ciudades distintas de Lagash y sus partes componentes en las
inscripciones de Urukagina son escasas, y las que se producen no arrojan mucha
luz sobre las relaciones que mantuvo con otras ciudades-estado. Se ha
encontrado un pequeño objeto de arcilla en forma de aceituna que lleva la
inscripción votiva “Ningirsu habla buenas palabras con Bau sobre Urukagina en
el templo de Erech”, una frase que parece implicar una reivindicación por parte
de Lagash de la soberanía sobre esa ciudad. Otro objeto votivo de la misma
clase menciona la fortificación de la muralla de E-babbar,
pero la referencia aquí probablemente no sea al famoso templo del dios Sol en
Larsa, sino a su templo más pequeño de este nombre, que se alzaba en Lagash y
fue profanado posteriormente por los hombres de Umma. La única otra ciudad
extranjera mencionada en las inscripciones de Urukagina es la propia Umma,
cuyas relaciones con Lagash en los reinados de Enannatum I y Entemena se recogen brevemente. El texto del pasaje está entrecortado, pero
podemos suponer que el breve resumen de los acontecimientos pretendía
introducir un relato de las propias relaciones de Urukagina con esa ciudad.
Podemos señalar el hecho, que esta referencia prueba, de que el posterior
descenso de los hombres de Umma sobre Lagash y su captura y saqueo de la ciudad
fueron el resultado de fricciones, y posiblemente de una hostilidad activa,
durante al menos una parte del reinado de Urukagina.
Así pues, de
los propios textos de Urukagina no obtenemos mucha información con respecto a
la extensión del imperio de Lagash bajo su gobierno. Que no descuidó las
defensas reales de su ciudad puede inferirse de su reparación de la muralla de Girsu; está claro, sin embargo, que su interés no estaba en
la conquista extranjera, ni siquiera en mantener los límites existentes de su
dominio, sino en la reforma interna. Dedicó todas sus energías a purificar la
administración de su propia tierra y a erradicar los abusos bajo los que
durante tanto tiempo había sufrido el pueblo. Que benefició a la tierra en su
conjunto, y se ganó la gratitud de sus súbditos más pobres, no cabe duda; pero
es a sus reformas mismas a las que podemos rastrear la causa inmediata de la
caída de su reino. Porque su celo le había llevado a destruir los métodos de
gobierno establecidos desde hacía mucho tiempo y, aunque con ello puso fin a la
corrupción, no consiguió proporcionar un sustituto adecuado para ocupar su
lugar. La multitud de funcionarios que abolió o desposeyó de sus cargos habían
pertenecido a una administración militar, que había hecho temer el nombre de
Lagash, y sin duda se habían organizado con vistas a garantizar la estabilidad
y la protección del Estado. Su desaparición importaba poco en tiempos de paz;
aunque, aun así, Urukagina debió de tener problemas con los diversos sectores
poderosos de la población a los que había distanciado. Cuando amenazaba la
guerra debió de encontrarse sin ejército y sin medios para reunirlo. A esta
causa podemos atribuir probablemente la totalidad de la victoria de Umma.
Por lo que
sabemos de la historia primitiva de Sumeria, parece que la mayoría de sus
ciudades-estado estuvieron sujetas a períodos alternos de expansión y
decadencia; y ya hemos visto razones para creer que, antes del reinado de
Urukagina, ya se había iniciado la reacción que inevitablemente debió seguir a
las conquistas de los patesis anteriores. La lucha
por el trono, que parece haber precedido a la ascensión de Urukagina, debió
debilitar aún más la organización militar del estado; y cuando el propio
Urukagina, movido por los mejores motivos, intentó reformar y remodelar toda su
constitución, lo dejó aún más indefenso ante el ataque de cualquier enemigo
decidido. La ciudad de Umma no tardó en aprovechar una oportunidad tan
favorable para golpear a su antigua rival. Hasta ahora, en sus guerras con
Lagash, los hombres de Umma, por lo que sabemos, nunca se habían aventurado, ni
se les había permitido, atacar la ciudad. En épocas anteriores Umma siempre
había sido derrotada o, en todo caso, sus invasiones habían sido frenadas. Es
cierto que en los registros que han llegado hasta nosotros se representa a los
hombres de Umma tomando siempre la iniciativa y provocando hostilidades al
cruzar la zanja fronteriza que marcaba el límite de sus posesiones. Pero nunca
pretendieron más que la toma de territorio, y el patesi de Lagash siempre fue
lo suficientemente fuerte como para frenar su avance, y generalmente para
expulsarlos, antes de que llegaran a la propia ciudad. De hecho, Entemena había
hecho más que esto y, con su captura y anexión de Umma, había paralizado
durante un tiempo los recursos de este pequeño y ambicioso estado. No se sabe
con exactitud en qué momento repudió Umma la soberanía que él le había
impuesto, pero en cualquier caso podemos concluir que los efectos del castigo
que había recibido de sus manos fueron suficientes para impedir durante un
tiempo cualquier usurpación activa por su parte.
La renovada
actividad de Umma durante el reinado de Urukagina siguió sin duda las líneas de
sus anteriores intentos, y tomó la forma de una incursión en el territorio de
Lagash. El éxito comparativo, que podemos conjeturar que logró en esta ocasión,
sin duda la animó a nuevos esfuerzos, y envalentonó a sus patesi para atacar la
propia ciudad de Lagash. El gobernante de Umma, bajo cuyo liderazgo se llevó a
cabo este ataque final, llevaba el nombre de Lugalzagesi. Por una inscripción
suya, a la que se hará referencia en el capítulo siguiente, sabemos que su
padre Ukush había sido patesi de Umma antes que él.
Así pues, podemos suponer que la ciudad había disfrutado durante algún tiempo
de una posición de independencia, de la que se había aprovechado para marido
sus recursos y situar a su ejército en una base satisfactoria. En cualquier
caso era lo suficientemente fuerte como para superar cualquier oposición que
Urukagina pudiera ofrecer, y la ciudad de Lagash, que había sido embellecida y
enriquecida por el cuidado de una larga línea de gobernantes exitosos, fue
arrasada y arruinada.
El documento
por el que conocemos los detalles del saqueo de Lagash es extraño. Se parece
mucho en forma y escritura a las tablillas de cuentas domésticas del archivo de
los patesis, que datan de los reinados de Urukagina y
sus predecesores inmediatos; pero el texto inscrito en él consiste en una
acusación contra los hombres de Umma, redactada en una serie de frases cortas,
que recapitulan los actos de sacrilegio cometidos por ellos. No se trata de una
inscripción real ni oficial y, por lo que se puede juzgar de su posición cuando
fue descubierta por el comandante Cros, no parece haber estado guardada en
ningún archivo o depósito regular. Pues fue desenterrada, a una profundidad de
unos dos metros bajo la superficie del suelo, al norte del montículo que cubría
las construcciones más antiguas de Tello, y no se encontraron otras tablillas
cerca de ella. Tanto por su forma como por su contenido, el documento parece
haber sido obra de algún sacerdote, o escriba, que había estado anteriormente
al servicio de Urukagina; y podemos imaginárnoslo, tras el saqueo de la ciudad,
dando rienda suelta a sus sentimientos enumerando los edificios sagrados que
habían sido profanados por los hombres de Umma, y cargando el peso del gran
pecado cometido sobre la cabeza de la diosa a la que ellos y sus patesi
servían. El hecho de que la composición fuera escrita poco después de la caída
de Lagash puede explicarse por la ausencia de cualquier ambientación o
introducción histórica; la destrucción de la ciudad y la profanación de sus
santuarios han tenido lugar tan recientemente que el escritor no tiene
necesidad de explicar las circunstancias. Se zambulle de inmediato en sus
acusaciones contra los hombres de Umma, y la propia brusquedad de su estilo y
la ausencia de ornamento literario hacen que sean más llamativas. La repetición
de frases y el uso recurrente de las mismas fórmulas sólo sirven para realzar
el efecto acumulativo de los cargos que lanza contra los destructores de su
ciudad.
“¡Los
hombres de Umma”, exclama, “han incendiado el Eki[kala]; han incendiado el Antasurra;
se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en el
palacio de Tirash; han derramado sangre en el Abzu-banda; han derramado sangre en el santuario de Enlil y
en el santuario del dios Sol; han derramado sangre en el Akhush;
¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en E-babbar; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas!
Han derramado sangre en la Gikana de la diosa Ninmakh de la Arboleda Sagrada; ¡se han llevado la plata y
las piedras preciosas! Han derramado sangre en el Baga;
¡se han llevado la plata y las piedras preciosas! Han incendiado el Dugru; ¡se han llevado la plata y las piedras preciosas!
Han derramado sangre en Abzu-ega; han prendido fuego
al templo de Gatumdug; se han llevado la plata y las
piedras preciosas, ¡y han destruido la estatua! Han prendido fuego al ... del
templo E-anna de la diosa Ninni;
se han llevado la plata y las piedras preciosas, ¡y han destruido la estatua!
Han derramado sangre en el Shagpada; ¡se han llevado
la plata y las piedras preciosas! En el Khenda . . .;
¡han derramado sangre en Iviab, el templo de Nindar; se han llevado la plata y las piedras preciosas!
Han prendido fuego a Kinunir, el templo de Dumuzi-abzu; ¡se han llevado la plata y las piedras
preciosas! Han incendiado el templo de Lugal-uru; ¡se
han llevado la plata y las piedras preciosas! Han derramado sangre en el templo
E-engur, de la diosa Nina; ¡se han llevado la plata y
las piedras preciosas! Han derramado sangre en el Sag,
el templo de Amageshtin; ¡se han llevado la plata y
las piedras preciosas de Amageshtin! Se han llevado
el grano de Ginarbaniru, del campo de Ningirsu, ¡todo
lo que estaba en cultivo! ¡Los hombres de Umma, por el despojo de Lagash, han
cometido un pecado contra el dios Ningirsu! El poder que les ha sido otorgado,
¡les será arrebatado! De pecado por parte de Urukagina, rey de Girsu, no hay ninguno. Pero en cuanto a Lugalzagesi, patesi
de Umma, ¡que su diosa Nidaba cargue con este pecado
sobre su cabeza!”.
Se observará
que, además de los templos de la lista, el escritor menciona varios edificios
de carácter más secular, pero la mayoría de ellos estaban adosados a los
grandes templos y se utilizaban en relación con los productos de las tierras
sagradas. Así, el Antasurra, el palacio de Tirash, el Akhush, el Baga y el Dugru estaban dedicados
al servicio de Ningirsu, el Abzu-banda y el Shagpada a la diosa Nina, y el Abzu-ega a Gatumdug. El texto no registra la destrucción del
palacio del rey ni de las viviendas privadas, pero no cabe duda de que toda la
ciudad fue saqueada y la mayor parte destruida por el fuego. El escritor de la
tablilla se ocupa principalmente del sacrilegio cometido en los templos de los
dioses, y de la magnitud de la ofensa contra Ningirsu. No encuentra la razón de
los agravios que ha sufrido la ciudad en ninguna transgresión por parte de
Urukagina, su rey; pues Ningirsu no ha tenido motivos para enfadarse con su
representante. Lo único que puede hacer es protestar por su creencia en que el
dios-ciudad se vengará algún día de los hombres de Umma y de su diosa Nidaba. Mientras tanto Lagash quedó desolada y Umma heredó
la posición que había ocupado entre las ciudades del sur de Babilonia. Sabemos
que con el tiempo la ciudad volvió a levantarse de sus ruinas, y que los
templos, que habían sido arrasados y profanados, fueron reconstruidos con un
esplendor aún mayor. Pero, como estado, Lagash parece no haberse recuperado
nunca del golpe que le asestó Lugal-zaggisi. En
cualquier caso, nunca volvió a disfrutar de la autoridad que ostentó bajo el
gobierno de su gran patesis.
LUGAL-ZAGGISI = LUGALZAGESI
(2350-2318 A.C.)
PRIMEROS
GOBERNANTES DE SUMER Y REYES DE KISH
El saqueo y
destrucción de Lagash, que se ha descrito en el capítulo anterior, cierra una
época, no sólo en la fortuna de esa ciudad, sino también en la historia de las
tierras de Sumer y Acad. Al seguir las luchas de las primeras ciudades-estado,
hasta ahora hemos podido ordenar nuestro material en estricto orden cronológico
con la ayuda de una sucesión casi ininterrumpida de gobernantes, cuyas
inscripciones se han recuperado durante las excavaciones francesas en Tello.
Éstas nos han permitido reconstruir con cierto detalle la historia de la propia
Lagash, y a partir de las referencias que proporcionan a otras grandes ciudades
ha sido posible estimar la influencia que ejerció de vez en cuando entre sus
vecinos. Es cierto que los registros, de los que se deriva nuestra información,
fueron redactados por los gobernantes de Lagash cuyos hechos relatan, y están
naturalmente lejos de ser autoridades imparciales. A veces puede haberse
reivindicado una victoria, cuando los hechos pueden no haberla justificado
plenamente; y en esta medida nos hemos visto obligados a contemplar la historia
de Sumer y de Acad desde el punto de vista de una sola ciudad. Si los
yacimientos de otras ciudades hubieran dado una cosecha tan rica como la de
Tello, es probable que se hubiera descubierto que otros estados desempeñaron
papeles no menos importantes. Pero en cualquier caso puede considerarse como
cierto que al menos durante un tiempo Lagash disfrutó de la hegemonía que todos
los estados de Sumer y Acad ambicionaban poseer. Esta posición de liderazgo le
había sido definitivamente asegurada por las conquistas de Eannatum, y, aunque
bajo sus sucesores su influencia pudo haber disminuido, debió de seguir siendo
considerable hasta que la victoria de Umma puso fin a la misma.
Lugalzagesi,
el conquistador de Lagash, es mencionado por su nombre en el documento del que
se deriva nuestro conocimiento de la catástrofe. El desconocido redactor de esa
composición, como ya hemos visto, le asigna el título de "patesi de
Umma" y, si no hubiéramos tenido más información sobre él, quizá habríamos
llegado a la conclusión de que su éxito contra el antiguo rival de su propia
ciudad no fue más que un logro aislado. En la prolongada lucha entre estos
estados vecinos, Umma había resultado finalmente victoriosa, y los resultados
de esta victoria podrían haberse considerado poco más que de importancia local.
(De hecho, se ha sugerido que, como Urukagina es denominado “rey de Girsu” en el lamento por la caída de Lagash, es posible que
sobreviviera a la catástrofe y siguiera gobernando como rey en Girsu; pero es poco probable que Lugalzagesi, después de
saquear y quemar la mayor parte de la ciudad, se lo hubiera permitido). Pero,
incluso antes del descubrimiento del registro, el nombre de Lugalzagesi era
conocido como el de un gran conquistador, y se verá que su derrota de Urukagina
fue sólo un paso en una carrera de conquista, en el curso de la cual sometió a
toda Sumeria y consolidó un dominio tan grande, si no mayor, que cualquiera
adquirido hasta entonces por el gobernante de una ciudad-estado. La inscripción
de la que obtenemos nuestros conocimientos sobre la carrera de Lugalzagesi está
grabada en varios fragmentos de vasos, hechos de estalagmita de calcita blanca,
que fueron descubiertos en Nippur durante las excavaciones llevadas a cabo por
la Universidad de Pensilvania. Todos los vasos estaban rotos en trozos
pequeños, pero, como cada uno había sido grabado con la misma inscripción, se
encontró posible, juntando los fragmentos, reconstruir una copia más o menos completa
del texto. De ello se desprende que Lugalzagesi había dedicado los vasos a
Enlil y los había depositado como ofrendas votivas en el gran templo de E-kur.
Afortunadamente,
Lugalzagesi prologa el registro de su dedicación con una larga lista de sus propios
títulos y logros, que constituyen la mayor parte de la inscripción. De esta
parte del texto obtenemos considerable información sobre las ciudades bajo su
control y los límites del imperio que reclamaba en el momento en que se redactó
el registro. El texto se abre con una enumeración de los títulos reales, en la
que Lugalzagesi es descrito como “Rey de Erec, rey de
la tierra, sacerdote de Ana, profeta de Nidaba; el
hijo de Ukush, patesi de Umma, el profeta de Nidaba; el que fue considerado favorablemente por Ana, el
rey de las tierras; el gran patesi de Enlil; dotado de entendimiento por Enki;
cuyo nombre fue pronunciado por Babbar (el dios Sol);
el principal ministro de Enzu (el dios Luna); el
representante de Babbar; el patrón de Ninni; el hijo de Nidaba, que fue
alimentado con leche sagrada por Ninkharsag; el
siervo del dios Mes, que es el sacerdote de Erec; el alumno de Ninabukhadu,
la señora de Erec; el gran ministro de los dioses”. A
continuación, Lugalzagesi expone en términos generales los límites de su
dominio. “Cuando el dios Enlil, el rey de las tierras”, dice, “había otorgado a
Lugalzagesi el reino de la tierra, y le había concedido el éxito a los ojos de
la tierra, y cuando su poderío había derribado las tierras, y él las había
conquistado desde la salida del sol hasta la puesta del mismo, en ese momento
enderezó su camino desde el Mar Inferior (sobre) el Éufrates y el Tigris hasta
el Mar Superior. Desde la salida del sol hasta la puesta del mismo le concedió
Enlil el dominio. . . .” Es a Enlil, el jefe de los dioses, a quien, de acuerdo
con la práctica de la época, atribuye el dominio que se le ha concedido
administrar.
Las frases
con las que Lugalzagesi define los límites de su imperio son suficientemente
llamativas, y será necesario indagar en su significado exacto. Pero antes de
hacerlo será conveniente seguir citando la inscripción, que procede a describir
los beneficios que el rey ha conferido a diferentes ciudades de su reino.
Refiriéndose a la paz y la prosperidad que caracterizaron el reinado de Lugalzagesi,
la inscripción afirma que “hizo habitar las tierras con seguridad, regó la
tierra con aguas de alegría. En los santuarios de Sumer lo erigieron patesi de
las tierras, y en Erec (lo nombraron) sacerdote
principal. En aquel tiempo hizo que Erec resplandeciera de alegría; como un toro elevó la cabeza de Ur al cielo; Larsa, la ciudad amada del dios Sol, la regó con aguas de alegría;
Umma, la ciudad amada del dios ..., la elevó a un poder exaltado; como una
oveja que ... su cordero, ha hecho que Ninni-esh resplandezca; la cumbre de Kianki la ha elevado al
cielo”. A continuación sigue la parte votiva del texto y la oración de
dedicación, de la que por el momento no nos ocupamos.
Por los
extractos que se han citado de la inscripción de Lugalzagesi, se habrá visto
que reivindica una jurisdicción mucho más amplia de lo que cabría esperar de un
patesi de Umma. Pero el propio texto explica la aparente discrepancia y
demuestra que, aunque la herencia de Lugalzagesi fue un patesiato,
ganó por sus propios esfuerzos el imperio sobre el que gobernó posteriormente.
Se observará que mientras reclama para sí los títulos de “rey de Erec” y “rey de la tierra”, es decir, de Sumer, atribuye a
su padre Ukush únicamente el título de “patesi de
Umma”. Por tanto, está claro que la autoridad de su padre no alcanzaba más allá
de los límites de su ciudad natal, y podemos concluir que tal era la extensión
del patesiato de Umma cuando el propio Lugalzagesi subió
al trono. Los títulos posteriores que asume en los vasos encontrados en Nippur
demuestran que en el momento en que fueron inscritos ya había establecido su
autoridad en toda Sumeria y había trasladado su sede de gobierno de Umma a
Erech. Que esta última ciudad se había convertido en su capital queda claro por
la precedencia que da a la designación “Rey de Erec”
sobre sus otros títulos de honor; y, de acuerdo con este cambio de residencia,
detalla las nuevas relaciones en las que ha entrado con las divinidades de esa
ciudad. Así, es el siervo de Mes y el pupilo de Ninabukhadu,
el sacerdote divino y la señora de Erec; y en un
sentido especial se ha convertido en el patrón de Ninni,
la sede principal de cuyo culto estaba en Erec, en su
gran templo E-anna. También Ana, el padre de los
dioses, tenía su templo en Erec, por lo que Lugalzagesi
se convirtió naturalmente en su sacerdote y gozó de su especial favor.
Probablemente fue como consecuencia de la estrecha relación de Ana con su nueva
capital por lo que Lugalzagesi le atribuye el título de “rey de las tierras”,
que por derecho sólo pertenecía a Enlil de Nippur; y podemos observar que en la
oración de dedicación de los vasos es a Ana a quien se ruega que Enlil
interceda en favor del rey.
Aunque Lugalzagesi
había cambiado de capital y ya no seguía usando el título de su padre como
patesi de Umma, naturalmente no descuidó su ciudad natal; es más, conservó el
título de “profeta de Nidaba”, y con ello siguió
reclamando la protección de la diosa-ciudad, que, antes de sus recientes
victorias, había sido su patrona y la de su padre antes que él. Incluso subrayó
su dependencia de ella al autodenominarse su hijo, y en otro pasaje se jacta de
haber elevado al poder a la ciudad de Umma. En lo alto de su favor también se
encontraban Ur, la ciudad del dios Luna, y Larsa, la
ciudad del dios Sol; y las ciudades menos conocidas de Ninni-esh y Kianki también son seleccionadas para ser
mencionadas como especialmente favorecidas por él. A primera vista no está
claro en base a qué principio se seleccionan los nombres de estas ciudades de
entre todas las de la tierra de Sumer, que presumiblemente estaban dentro del
círculo de su autoridad. Que se haga referencia a Erec, Ur y Larsa es bastante natural, pues estaban próximas
entre sí y formarían así el centro y el núcleo de su dominio; y el rey se
dedicaría naturalmente a mejorar su canalización y a embellecerlas mediante la
erección de nuevos edificios. No es improbable que podamos explicar la mención
de Ninni-esh y Kianki por
el mismo principio: probablemente se encontraban en la vecindad inmediata de
las tres ciudades mayores, o de Umma, y participaban así de los beneficios de
que disfrutaban.
En cualquier
caso, la ausencia del nombre de una ciudad en la lista de Lugalzagesi no debe
tomarse necesariamente como que no estaba incluida dentro de los límites de su
dominio. Prueba de ello es que no se hace referencia a Lagash, aunque
probablemente fue una de sus primeras conquistas. De hecho, el objetivo del rey
al componer la primera parte de su inscripción no era ofrecer un análisis
preciso de la extensión y el estado de su imperio, sino simplemente enumerar
las ciudades a las que había favorecido especialmente y registrar los nombres
de aquellas divinidades con las que mantenía relaciones particularmente
estrechas. Por ejemplo, podemos concluir que aunque la ciudad de Eridu no se
menciona por su nombre, sin embargo formaba parte del reino de Lugalzagesi. Así
pues, hay muchas razones para considerar que su dominio era coextensivo a toda Sumeria, y su título de "rey de la tierra" se basaba
probablemente en una confederación de todas las ciudades-estado sumerias.
Un problema
más difícil lo presenta lo que a primera vista parece ser una reivindicación de
un imperio aún más amplio, que sigue a los títulos de Lugalzagesi al final de
la primera y al principio de la segunda columna de su inscripción. Aquí afirma
que, después de que Enlil le hubiera otorgado el reino de la tierra (es decir,
de Sumer), y le hubiera concedido el éxito a los ojos de la tierra, y cuando su
poderío había derribado las tierras y él las había conquistado de este a oeste,
en ese momento Enlil “enderezó su camino desde el Mar Inferior (sobre) el
Éufrates y el Tigris hasta el Mar Superior”. El Mar Inferior es claramente el
Golfo Pérsico, y por Mar Superior es probable que se entienda el Mediterráneo,
más que el lago Urmi o el lago Van. Sobre la base de
este pasaje se ha atribuido a Lugalzagesi haber consolidado y gobernado un
imperio que se extendía desde el Golfo Pérsico hasta las orillas del
Mediterráneo. En otras palabras, habría incluido Akkad y Siria junto con Sumer dentro de los límites de su dominio.
Es cierto
que Shar-Gani-sharri de Acad, en un periodo bastante
posterior, consiguió establecer un imperio de esta extensión, pero existen
dificultades para atribuir a Lugalzagesi un logro semejante. Porque Erec, la capital de su reino, estaba en el sur de Babilonia
y, a diferencia de la ciudad de Acad, no estaba bien adaptada para formar el
centro de una zona administrativa que se extendía tanto hacia el norte y el
oeste. Además, la propia frase empleada por Lugalzagesi no implica
necesariamente una reivindicación de dominio dentro de estas regiones, sino que
puede tomarse como conmemorativa de poco más que una incursión victoriosa,
durante la cual puede haber penetrado hasta la costa siria. Tal expedición, por
lo que sabemos, debió de suponer un nuevo alejamiento de la política seguida
hasta entonces por los gobernantes de las ciudades-estado sumerias, y su
exitosa prosecución habría justificado plenamente el lenguaje en el que se
registra. A la vista de estas consideraciones, es preferible considerar que el
reino de Lugalzagesi, en el sentido estricto de la palabra, se limitó a Sumer.
De sus relaciones con Acad y las ciudades del norte no tenemos pruebas sobre
las que formarnos una opinión. Veremos en seguida razones para creer que hacia
esta época, o un poco más tarde, el estado de Cis se aseguró la hegemonía en el
norte de Babilonia y, en vista de la ausencia de toda referencia a ella en la
inscripción de Lugalzagesi, quizá podamos concluir que en su época la ciudad ya
había sentado las bases de su poder posterior.
Fue
probablemente tras su exitoso regreso de la larga expedición por el noroeste
cuando Lugalzagesi depositó sus vasijas como ofrendas votivas en el santuario
de Enlil en Nippur, y grabó sobre ellas las inscripciones de las que obtenemos
nuestra información relativa a su reinado. En la tercera columna de su texto
declara que los ha dedicado a Enlil, después de haber hecho las debidas
ofrendas de panes en Nippur y de haber vertido agua pura como libación. A
continuación añade una oración de dedicación, en la que ruega por la vida para
él, y la paz para su tierra, y un gran ejército. “¡Que Enlil, el rey de las
tierras”, dice, “pronuncie mi plegaria ante Ana, su amado padre! ¡Que él añada
vida a mi vida! ¡Que él haga que las tierras habiten en seguridad! ¡Que me
conceda guerreros tan numerosos como la hierba en abundancia! ¡Que cuide de los
pliegues celestes! ¡Que mire con bondad a la tierra (de Sumer)! ¡Que los dioses
no alteren el buen destino que me han asignado! Que yo sea siempre el pastor
que guía (a su rebaño)!”. Podemos considerar típico del gran conquistador que
rogara por una provisión de guerreros “tan numerosos como la hierba”.
Es una
suerte para nuestro conocimiento de la historia sumeria primitiva que el
santuario de Enlil en Nippur haya sido depositario de ofrendas votivas,
llevadas allí por los gobernantes de las ciudades-estado para conmemorar sus
victorias. De los objetos con inscripciones de esta clase que se recuperaron en
Nippur durante las excavaciones americanas en ese yacimiento, los más
importantes con diferencia son los fragmentos de jarrón de Lugalzagesi, que ya
se han descrito. Pero se encontraron otros que, aunque aportan información
menos detallada, tienen un valor considerable, ya que proporcionan los nombres
de otros gobernantes de Sumer, que probablemente puedan agruparse con Lugalzagesi.
Dos reyes de este periodo son Lugal-kigub-nidudu y Lugal-kisalsi, cada uno de los cuales llevaba el título de “rey
de Erec” y “rey de Ur”,
mientras que el primero, al igual que Lugalzagesi, se autodenomina además
"rey de la tierra", es decir, de Sumer. Sus inscripciones se
encontraron en el túmulo de Nippur más o menos al mismo nivel que los
fragmentos de jarrón de Lugalzagesi, y una comparación de los caracteres
empleados en cada conjunto de textos sugiere que datan aproximadamente de la
misma época.
Que Lugal-kigub-nidudu y Lugal-kisalsi deben situarse en cualquier caso antes de la época de Shar-Gani-sharri de Akkad lo prueba el hecho de que uno de los bloques
toscos de diorita, que el primero había dedicado a Enlil tras inscribir en él
su nombre, fue utilizado posteriormente por Shar-Gani-sharri como zócalo de puerta en el templo que erigió en Nippur. Es difícil decidir si
vivieron aún antes que Lugalzagesi. La inscripción más larga de Lugal-kigub-nidudu que se ha recuperado está grabada en una
vasija que depositó como ofrenda votiva en el templo de Enlil, y por las frases
introductorias que preceden a la dedicatoria parece que fundó un reino, o en
todo caso amplió uno que ya poseía. “Cuando Enlil, el rey de las tierras”, dice
el pasaje, “(había hablado) con Lugal-kigub-nidudu y
le había dirigido una palabra favorable, y había unido el dominio con el reino,
de Erec hizo un dominio, de Ur hizo un reino”. Parece, pues, que Lugal-kigub-nidudu poseyó al principio sólo una de las dos ciudades, Erec o Ur, y que posteriormente adquirió la otra,
probablemente por conquista, y procedió a gobernarlas a ambas bajo
administraciones separadas.
No hay que
hacer demasiado hincapié en el hecho de que describa su gobierno de Erec como un señorío o un dominio, mientras que al de Ur lo califica de reino; pues la diferencia en estas frases
no era muy marcada en el periodo presargónico, y hay
que señalar que Erec se menciona antes que Ur. Además, Lugal-kisalsi asigna
el título de “Rey de Erec” tanto a su predecesor como
a sí mismo, y, puesto que coloca el primer título en primer lugar, es probable
que Erec y no Ur fuera su
capital. Pero incluso en esta suposición no se deduce que Erec fuera la ciudad natal de Lugal-kigub-nidudu, pues
hemos visto que cuando Lugalzagesi conquistó Sumer transfirió su capital a Erec, y Lugal-kigub-nidudu pudo
haber hecho lo mismo. El hecho de que en un periodo posterior Gudea, al
reconstruir el templo E-ninnu, se encontrara con una
estela de Lugal-kisalsi sugiere que ejercía autoridad
sobre Lagash; y probablemente podemos concluir que tanto él como Lugal-kigub-nidudu incluyeron bajo su dominio las
principales ciudades del sur de Babilonia. Que Lugal-kisalsi siguió y no precedió a Lugal-kigub-nidudu en el trono
dual de Erec y Ur es seguro
por una de sus inscripciones votivas, que contiene una referencia al rey
anterior. El comienzo del texto es deficiente, por lo que no está claro si lo
menciona como su padre o en alguna otra conexión. En cualquier caso, podemos
suponer que le siguió en un intervalo no muy largo; pero aún no es seguro si
debemos situar sus reinados en Sumer antes o después del de Lugalzagesi.
La misma
incertidumbre se aplica a otro gobernante de este periodo, que llevaba el
nombre de Enshagkushanna y asumió los títulos de “señor
de Sumer” y “rey de la tierra”. Se han recuperado dos de sus inscripciones en
fragmentos de vasos, que se encontraron en Nippur al mismo nivel que los ya
descritos, y una de ellas es de considerable interés, pues nos da el nombre de
un enemigo de Sumer que ya ha abultado mucho en la historia anterior de Lagash.
La inscripción en cuestión consta sólo de unas pocas palabras, y dice así: “Enshagkushanna ha prometido a Enlil el botín de Kish, el
malvado”. Del epíteto aplicado a Kish se desprende claramente que en esta
época, como en la de Eannatum, la ciudad del norte era un terror para los
estados sumerios del sur, y podemos suponer que la guerra entre ellos no era
infrecuente. Fue después de alguna incursión o batalla exitosa en el norte
cuando Enshagkushanna dedicó una parte del botín a
Enlil en su templo de E-kur. Se han encontrado fragmentos similares de vasos en
Nippur, cuyas inscripciones atestiguan otros éxitos contra Kish, logrados por
un rey de Sumer, que probablemente reinó en un periodo bastante anterior a Enshagkushanna, Lugal-kigub-nidudu,
e incluso Lugalzagesi.
Aunque se
han descubierto fragmentos de no menos de cuatro de sus inscripciones en vasos,
el nombre de este rey sumerio no aparece desgraciadamente en ninguna de ellas.
En el más largo de los textos toma el título de “rey”, y en el hueco que le
sigue probablemente podamos restituir la frase “de la tierra”, es decir, de
Sumer; en dos de ellos, al igual que los otros reyes sumerios a los que nos
hemos referido, atribuye su instalación en el gobierno del país a Enlil, el
dios de Nippur. Las cuatro inscripciones fueron redactadas en la misma ocasión
y conmemoran una sorprendente victoria que este desconocido gobernante sumerio
había logrado sobre las ciudades septentrionales de Kish y Opis.
De las dos ciudades conquistadas, Kish era claramente la más importante, ya que
su devastación se registra en cada uno de los textos, mientras que Opis sólo se menciona en uno de ellos. Cada ciudad estaba
gobernada por un rey distinto, cuyo derrocamiento se registra en los vasos,
pero, dado que fueron derrotadas en la misma batalla, podemos conjeturar que
formaban el centro de una única confederación o dominio, del que Kish era la
cabeza. En dos de los textos se hace referencia al rey de Kish, no sólo por su
título, sino por su nombre, y, puesto que llevaba el nombre semita de Enbi-Ishtar, podemos concluir que en este periodo Kish, y
probablemente Opis y otras ciudades del norte, ya
estaban bajo dominio semita. En la guerra que estas ciudades libraban con el
sur, los vasos registran lo que parece haber sido un serio freno al aumento de
la influencia y el poder semitas. Pues no sólo fue derrotado Enbi-Ishtar, sino que tanto Kish como Opis fueron saqueadas, y el rey sumerio regresó hacia el sur cargado de botín,
incluidas estatuas, metales preciosos y piedras raras. Los vasos en los que
grabó su victoria formaban parte del botín capturado en el norte. Estaban
hechos de estalagmita de calcita blanca, arenisca marrón oscura y toba o roca ígnea
marrón oscura. En la tierra de Sumeria, donde la piedra era un bien escaso,
eran objetos muy preciados, y formaban una ofrenda de agradecimiento apropiada
para presentar en el santuario de Enlil.
Ya nos hemos
referido a la cuestión de la nacionalidad de los reyes aún más antiguos de
Kish, Mesilim y sus sucesores, algunos de los cuales sabemos que fueron
contemporáneos de los primeros gobernantes de Lagash. En aquella época, la
ciudad del norte ya había logrado imponer su autoridad sobre algunas de las ciudades-estado
de Sumer, y más tarde se demuestra que tanto Kish como Opis participaron activamente en guerras en el sur. Se dispone de muy pocas pruebas
para determinar definitivamente si estos reyes y patesis anteriores eran de estirpe sumeria o semítica, pero hay mucho que decir a favor
de considerar los conflictos posteriores entre el norte y el sur como una mera
continuación de la lucha anterior. Con Enbi-Ishtar
nos encontramos, en cualquier caso, con un nombre genuinamente semita, y
enseguida veremos razones para creer que otros reyes semitas de Kish, cuyas
inscripciones y monumentos se han recuperado, deben situarse en el mismo
periodo. Según este punto de vista, como ya hemos señalado, la primera
inmigración semita en el norte de Babilonia, o Acad, no debe sincronizarse con
el imperio de Acad, fundado por Shar-Gani-sharri (Sargón) y consolidado por Naram-Sin. A pesar de la
ausencia de lenguaje semítico en las escasas y breves inscripciones votivas de
los primeros reyes de Kish que se han encontrado hasta ahora, no debe
descartarse la posibilidad de que también daten de un periodo de dominación
semítica y no sumeria en el norte. En Sippar también tenemos pruebas de una
ocupación semita muy temprana.
Uno de este
grupo posterior de reyes de Kish, cuyas inscripciones demuestran que fueron
semitas, es Uru-mush, o Ilimush,
y, aunque con toda probabilidad es el último de ellos, se puede hacer
referencia a él en primer lugar, ya que tenemos pruebas definitivas de que debe
asignarse a la época anterior a Sargón y Naram-Sin.
En una tablilla inédita de Tello, conservada en el Museo de Constantinopla,
aparece el nombre propio Ili-Urumush, “Mi dios es Urumush”. Hace tiempo que se reconoce la deificación de algunos de los primeros reyes de Babilonia,
al menos desde la época de Shar-kalli-sharri (Sargón); y tenemos pruebas de que el honor no sólo se les tributó tras la
muerte, sino que fue asumido por los propios reyes en vida. La aparición de un
nombre propio como Ili-Urumush sólo puede explicarse
suponiendo que un rey que llevaba el nombre de Urumush ya había reinado o estaba reinando en el momento en que se empleó el nombre
anterior. Ahora bien, la tablilla de Constantinopla que menciona el nombre de Ili-Urumush no está fechada, pero por su forma, escritura y
contenido puede asignarse claramente a la misma época que ciertas tablillas
fechadas de Shar-Gani-sharri y Naram-Sin
con las que se encontró. De ello se deduce que Urumush era anterior a Shar-Gani-sharri y Naram-Sin,
aunque su reinado puede no haber estado separado del de ellos por un largo
intervalo.
No tenemos
más que unas pocas inscripciones breves de Urumush, y
de carácter votivo, pero nos permiten formarnos una cierta estimación de la
extensión y condición de su imperio. La única designación que asume en aquellas
de sus inscripciones que se han recuperado es la de “Rey de Kish”, por lo que
carecemos de la información que podría haberse derivado de un estudio de sus
títulos subsidiarios. Tales títulos se habrían añadido sin duda en cualquier
texto extenso, y su ausencia en sus inscripciones conocidas se debe simplemente
a su brevedad. Por otra parte, el hecho de que estas breves inscripciones se
hayan encontrado en lugares tan dispersos como Abu Habba, Niffer y Tello, es probablemente significativo. Las
inscripciones de Abu Habba y Tello consisten
simplemente en su nombre y título grabados en fragmentos de vasos de piedra y,
puesto que no llevan ninguna dedicatoria a una divinidad local, posiblemente
fueron llevados allí como botín desde Kish. Pero en Niffer se han encontrado fragmentos de vasos precisamente similares, con la misma
inscripción, y, como los textos de otros dos vasos de este último lugar
demuestran que fueron depositados allí por el propio Urumush,
es una suposición justa que su presencia en los otros dos yacimientos deba
explicarse de la misma manera. Por tanto, podemos concluir que tanto Sippar
como Lagash estaban bajo el control de Urumush. En
otras palabras, no es improbable que los límites de su autoridad en Babilonia
se extendieran desde el extremo norte de Acad hasta el sur de Sumer.
Concuerda
plenamente con esta opinión que Urumush controlara el
santuario central de Nippur, y sus vasos encontrados en ese lugar, que llevan
dedicatorias a Enlil, demuestran que así fue. De uno de ellos aprendemos
también que el poder de Kish se hizo sentir más allá de los límites de Sumer y Akkad. El texto en cuestión afirma que el jarrón en el que
está inscrito formaba parte de cierto botín procedente de Elam,
y que fue dedicado a Enlil por Urumush, "cuando
hubo conquistado Elam y Barakhsu".
Es posible que la conquista de Elam y del distrito
vecino de Barakhsu, que Urumush reivindica aquí, no fuera más que una incursión exitosa en esos países, de los
que regresó cargado de botín. Pero aun así, el hecho de que un rey de Kish
fuera lo suficientemente fuerte como para asumir la ofensiva contra Elam y dirigir una expedición a través de la frontera, es
suficientemente digno de mención. Las referencias a Elam que hemos señalado hasta ahora en las inscripciones de Tello parecen sugerir
que hasta ese momento los elamitas habían sido los agresores y habían logrado
penetrar en territorio sumerio del que fueron desalojados con dificultad. Bajo Urumush las condiciones se invirtieron, y en breve veremos
razones para creer que su éxito no fue un logro solitario, sino que puede estar
relacionado con otros hechos de la historia de Kish bajo los gobernantes
semitas de este periodo. Mientras tanto, podemos señalar el testimonio del
poder y la extensión del reino de Kish que nos proporcionan las breves
inscripciones de su reinado. La tradición posterior cuenta que Urumush encontró su fin en una revolución palaciega; pero
la pervivencia de su nombre en la literatura agorera de los babilonios y
asirios posteriores es una prueba más del importante papel que desempeñó en la
historia primitiva de su país.
El
obelisco de Manishtusu
Otro rey de
Kish, cuyo nombre se ha recuperado en breves inscripciones votivas de Abu Habba y Niffer es Manishtusu.
Pero, afortunadamente para nuestro conocimiento de su reinado, poseemos un
monumento que, aunque aporta poca información de carácter histórico, es del
mayor valor por la luz que arroja sobre el carácter semítico de la población y
las condiciones económicas que prevalecían en el norte de Babilonia en la época
en que fue redactado. Este monumento es el famoso obelisco de Manishtusu, que
fue descubierto por M. de Morgan en Susa, durante su primera temporada de
trabajo en ese lugar en el invierno de 1897-8. En el obelisco está grabado un
texto en unas sesenta y nueve columnas, escrito en babilonio semítico, y que
registra la compra por parte de Manishtusu de grandes extensiones de tierra
cultivada situadas en los alrededores de Kish y de otras tres ciudades del
norte de Babilonia. Cada una de las cuatro caras de la piedra está dedicada a
una zona o extensión de tierra distinta, cercana a una de las cuatro grandes
ciudades. Así, la primera cara registra la compra de ciertas tierras formadas
por tres fincas y conocidas como el Campo de Baz, que se encontraba cerca de la
ciudad de Dur-Sin; la segunda cara registra la compra
del Campo de Baraz-sirim, cerca de la ciudad de Kish,
capital de Manishtusu; la tercera cara, como la primera, trata de tres fincas,
que juntas se conocían como la Pradera (o, estrictamente, el Pantano) de Ninkharsag, cerca de la ciudad de Marad;
mientras que la cuarta cara se ocupa de la compra del Campo de Shad-Bitkim y Zimanak, cerca de
una ciudad cuyo nombre puede traducirse provisionalmente como Shid-tab. La gran extensión de la inscripción se debe a
que, además de dar detalles sobre el tamaño, el valor y la posición de cada
finca, el texto enumera por su nombre a los distintos propietarios a los que se
compró la tierra, a los antiguos capataces o administradores que fueron
desposeídos y a los nuevos capataces que se instalaron en su lugar. Los nombres
de estos últimos se repiten en los cuatro lados del obelisco antes de la
fórmula de compra.
Cabe
destacar el hecho de que Manishtusu no confiscó las tierras, sino que las
adquirió legalmente mediante compra, como si fuera un simple ciudadano
particular o un gran terrateniente. La superficie exacta de cada finca se
determinaba primero con exactitud mediante medición, y su valor se calculaba
entonces en grano y después en plata, considerándose que una bur de tierra valía sesenta gur de grano, o un mana de plata. También se pagaba una suma adicional, consistente
en una décima o tres vigésimas partes del precio de compra, a los propietarios
de cada finca, que recibían además del rey regalos de animales, prendas de
vestir, vasijas, etc., cuyo valor variaba según el rango del destinatario o su
anterior participación en la propiedad. No sólo los nombres de los propietarios
y su filiación están debidamente registrados en la piedra, sino también los de
ciertos asociados que tenían un interés en la tierra; la mayoría de ellos
parecen haber sido parientes de los propietarios, que habían aportado capital
para el cultivo o la mejora de las fincas. Sin duda, sus nombres se incluyeron
para evitar cualquier reclamación posterior por su parte contra el rey. La
misma razón parece haber dictado la enumeración por nombre de los antiguos
administradores o supervisores de cada finca, que por su compra se vieron
privados de su ocupación. El cultivo de las grandes extensiones de tierra, que
pasaron a posesión del rey, había dado empleo a no menos de mil quinientos
sesenta y cuatro jornaleros, que habían estado a cargo de ochenta y siete
veedores. Es digno de mención que Manishtusu se comprometió a encontrar una
nueva ocupación y medios de subsistencia para estas dos clases en otros
lugares, que probablemente estaban situados a no mucha distancia de sus
hogares.
Es posible
que la razón de esta amplia compra de tierras por parte de Manishtusu se diera
al principio del texto inscrito en el obelisco, pero desgraciadamente se ha
conservado muy poco de la primera columna de la inscripción. El cuerpo
principal del texto ofrece poco material en el que basar una conjetura. Un
punto, sin embargo, puede considerarse seguro: el motivo de la compra parece
haber tenido alguna estrecha relación con los cuarenta y nueve nuevos
administradores y supervisores, a quienes Manishtusu confió la administración
de su recién adquirida propiedad. El mero hecho de que sus nombres y
descripciones se hayan repetido a cada lado del obelisco es probablemente
significativo. Además, todos ellos son descritos en el texto como ciudadanos de
Acad, y la prominencia que se les da en cada sección sugiere que el rey compró
la tierra con el objeto expreso de entregarla a su cargo. También cabe señalar
que Manishtusu destituyó, no sólo a los antiguos administradores, sino también
a todos los jornaleros que habían estado empleados en las fincas, por lo que
podemos suponer que los nuevos administradores trajeron consigo a sus propios
jornaleros, que continuarían el cultivo de la tierra bajo su dirección. Si el
objetivo del rey al comprar las tierras hubiera sido simplemente hacer una
inversión rentable, no habría retirado a los antiguos jornaleros, para cuyo
mantenimiento se comprometió a proveer en otro lugar. La acción de Manishtusu
sólo puede explicarse suponiendo que estaba ansioso por adquirir tierras en las
que pudiera asentar a los hombres de Acad y a sus adherentes. Por tanto, la
compra parece haber sido dictada por la necesidad de trasladar a ciertos
ciudadanos de Acad a otros lugares del norte de Babilonia. Desconocemos la
causa que originó este traslado de población, pero enseguida veremos que, a la
vista de la elevada posición social de varios de los inmigrantes, la acción de
Manishtusu tal vez pueda relacionarse con ciertas tradiciones relativas a este
periodo que fueron corrientes en épocas posteriores.
A la cabeza
de los habitantes procedentes de Acad, a los que el rey entregó sus nuevas
propiedades, se encuentra Aliakhu, su sobrino, y
entre ellos también encontramos hijos y dependientes de los gobernantes de
ciudades importantes, que parecen haber reconocido la soberanía de Cis. Así,
dos de los hombres son descritos como de la casa de Kur-shesh,
patesi de Umma; otro era Ibalum, hijo de Ilsu-rabi, patesi de Basime; y un
tercero era Urukagina, hijo de Engilsa, patesi de
Lagash. La referencia al último de estos cuatro personajes se ha empleado en un
intento de fijar el periodo del reinado de Manishtusu. Al descubrir el
obelisco, Pere Scheil propuso que identificáramos a Urukagina, el hijo de Engilsa, con el rey de Lagash de ese nombre, sugiriendo que
ocupó el cargo que se le asigna en el texto en vida de su padre y antes de que
él mismo sucediera en el trono. En esta época todavía estaba de moda poner a
Urukagina a la cabeza de los patesis de Tello, y
considerarlo como el más antiguo de todos los gobernantes de esa ciudad cuyos
nombres aún se habían recuperado. Ahora bien, en el obelisco también se
menciona a un tal “Mesalim, hijo del rey”, es decir, un hijo de Manishtusu. Por
tanto, se encontró apoyo para la identificación propuesta en la sugerencia
adicional de que Mesalim, el hijo de Manishtusu, no era otro que Mesilim, el
primitivo rey de Kish, contemporáneo de Lugal-shag-engur de Lagash, y que, en su carácter de soberano, se había interpuesto en la
disputa territorial entre esa ciudad y Umma. Según este punto de vista, Lagash,
bajo Engilsa y Urukagina, debía lealtad a Kish
durante el reinado de Manishtusu, un estado de cosas que continuó en el reinado
de Mesilim, quien, según esta teoría, era hijo y sucesor de Manishtusu.
Pero el
reconocimiento del verdadero lugar de Urukagina en la línea de los gobernantes
de Lagash ha hecho insostenible la teoría; y la identificación sugerida de
Mesalim, el hijo de Manishtusu, con Mesilim, el primitivo rey de Kish, lejos de
dar apoyo a la otra propuesta, es bastante incompatible con ella. De hecho, las
dos identificaciones propuestas no pueden ser correctas, y queda por ver si
alguna de ellas puede ser aceptada. De las dos, la propuesta de identificar a
Mesalim con el contemporáneo de Lugal-shag-engur puede descartarse de inmediato, ya que tanto las pruebas internas como las
externas proporcionadas por el obelisco están en contra de asignar el reinado
de Manishtusu a un periodo tan temprano. Aunque estas objeciones no se aplican
con tanta fuerza a la otra propuesta, su aceptación se niega por otros motivos.
De las propias inscripciones de Urukagina hemos visto razones para creer que no
obtuvo el trono por derecho de sucesión, sino por la fuerza; nunca se refiere a
su propio padre, y el antagonismo hacia el patesiato,
que caracteriza sus textos, sugiere que su reinado marca una ruptura completa
en la sucesión. Por tanto, podemos concluir que el Urukagina del obelisco es un
personaje distinto de Urukagina, el rey, y el padre del primero, Engilsa, habría gobernado en ese caso como patesi de Lagash
en un periodo posterior al saqueo de esa ciudad por Lugalzagesi.
Por tanto,
nos vemos reducidos a consideraciones más generales al intentar fijar la fecha
de Manishtusu. De que su reinado debe asignarse más o menos al mismo periodo
que el de Urumush no puede haber muchas dudas, ya
que, a diferencia de las de los reyes anteriores de Kish, las inscripciones de
ambos están escritas en babilonio semítico, y las formas de los caracteres que
emplean son muy similares. Ya se han citado pruebas que demuestran que Urumush era anterior a Shar-Gani-sharri y Naram-Sin. En Manishtusu, por tanto, tenemos otro
rey semita bajo el cual la ciudad de Kish disfrutó de la hegemonía en
Babilonia, que después pasó a Acad. Que el reino de Cis, bajo estos dos
gobernantes, no estuvo separado por un largo intervalo del imperio de Acad
parece deducirse de las referencias a esta última ciudad en el obelisco de
Manishtusu. Ya hemos señalado que los cuarenta y nueve supervisores, a quienes
se confió la administración de las tierras adquiridas por el rey, son descritos
en el texto como ciudadanos de Acad, y que entre su número se encuentran
miembros de poderosas familias gobernantes de otras ciudades de Babilonia.
Parece, pues, que Acad ya tenía suficiente importancia como para atraer a
príncipes de ciudades tan distantes como Umma y Lagash. Este hecho, de hecho,
se ha empleado como argumento a favor de la opinión de que Manishtusu y Urumush debieron gobernar después, y no antes, de Shar-Gani-sharri y Naram-sin,bajo quienes Akkad se convirtió en la capital de todo el
país. Aunque esta inferencia no se deduce necesariamente y, de hecho, se
contradice con las pruebas ya citadas con respecto a Urumush,
está claro que, incluso en tiempos de Manishtusu, la ciudad de Akkad gozaba de una posición de considerable importancia; y
es improbable que transcurriera un largo período antes de que sustituyera a
Kish como capital.
La extensión
de la autoridad de Manishtusu dentro de los límites de Babilonia queda indicada
por la referencia a las ciudades del sur de Babilonia en su inscripción en el
obelisco; pues, dado que los patesis de Lagash y Umma
enviaban a sus parientes o dependientes a la corte de Manishtusu, puede
deducirse que sus dominios incluían al menos una porción de Sumer además de
Acad. Al igual que Urumush, también parece haber
emprendido expediciones militares, mediante las cuales aumentó el territorio
bajo su control. En el Museo Británico hay fragmentos de dos monolitos,
grabados con inscripciones duplicadas, que registran su derrota de una
confederación de treinta y dos reyes “a este lado (?) del mar”, y la captura de
las ciudades sobre las que gobernaban. Resulta difícil determinar con certeza
la región en la que se encontraban estas ciudades, pero, dado que “el mar” se
menciona sin ninguna frase calificativa, probablemente podamos entender que se
refiere al Golfo Pérsico. En ese caso, el texto puede haber registrado el
sometimiento de la porción meridional de Sumer, o tal vez la conquista de
ciudades dentro de la frontera elamita. Aunque el nombre de Manishtusu no
aparece en las pocas líneas de la inscripción principal que se conservan en los
fragmentos, no cabe duda de que el texto es suyo, ya que en uno de ellos hay
grabada una dedicatoria en caracteres bastante más grandes, en la que se afirma
que la estela de la que formaba parte fue dedicada a Shamash por Manishtusu, rey de Kish. Dado que ambos fragmentos fueron hallados en Abu Habba, podemos concluir que las estelas se erigieron en el
gran templo de Sippar y fueron dedicadas por Manishtusu al dios Sol en
conmemoración de su victoria.
Otros
monumentos del reinado de Manishtusu que han llegado hasta nosotros consisten
en una serie de figuras y estatuas del rey que han sido descubiertas en Susa durante
las excavaciones francesas en ese lugar. No cabe duda de que la mayoría de
ellas fueron llevadas a Susa como botín de guerra y no fueron colocadas en esa
ciudad por el propio Manishtusu, ya que llevan inscripciones anzanitas en ese sentido. Así, se afirma que una estatua
fue llevada de Akkad a Susa por Shutruk-nakhkhunte,
y otra por el mismo rey desde “Ishnunuk”, lo que
demuestra incidentalmente que el estado de Ashnunnak,
que se encontraba al este del Tigris, formaba parte de los dominios de Manishtusu.
Pero una estatua del rey descubierta más recientemente no lleva ningún registro anzanita posterior, y lleva inscrita su dedicatoria
original. al dios Naruti por un alto funcionario al
servicio de Manishtusu. Es un monumento notable, pues mientras que la figura en
sí es de alabastro, los ojos están formados por piedra caliza blanca
introducida en cuencas y mantenida en su sitio por betún; las pupilas negras ya
no existen. Aunque el efecto de mirada fija de los ojos incrustados es poco
agradable, la estatua es sin duda el ejemplo más interesante de escultura
semítica primitiva en bulto redondo que se ha recuperado hasta ahora. Tanto en
esta estatua como en el obelisco más famoso, Pere Scheil vería pruebas de la
subyugación permanente de Elam por parte de Manishtusu,
en apoyo de su opinión de que Elam y Babilonia
formaban prácticamente un solo país en esta época temprana. Pero el texto
inscrito en el obelisco, como ya hemos visto, tiene un interés puramente local,
y no se habría ganado nada almacenando tal registro en Susa, incluso en la
hipótesis de que Manishtusu hubiera trasladado allí su capital. Por lo tanto,
es más seguro no sacar conclusiones históricas de la procedencia de la estatua
y el obelisco, sino clasificarlos con las otras estatuas que sabemos que fueron
llevadas como botín a Elam en un periodo posterior.
Hay pruebas de que Manishtusu, al igual que Urumush,
llevó a cabo una guerra exitosa con Elam, pero es
probable que los éxitos de ambos reyes tuvieran el carácter de incursiones
victoriosas y no fueran seguidas de una ocupación permanente del país. La
existencia temprana de influencia semítica en Elam está ampliamente atestiguada por el empleo de la lengua semítica babilónica
para sus propias inscripciones por parte de gobernantes nativos elamitas como Basha-Shushinak. Pero no se deduce necesariamente que las
inscripciones de los reyes nativos de Babilonia, que se han encontrado en Susa,
fueran depositadas allí por estos mismos reyes durante un periodo de dominio
semítico en Elam. De hecho, probablemente no fue
hasta el periodo de la dinastía de Ur cuando Elam fue mantenido durante algún tiempo como estado
sometido por reyes de Sumer o de Acad.
Hasta hace
poco, Manishtusu y Urumush eran los únicos reyes de
Kish de este periodo cuyos nombres se habían recuperado. Pero se ha hecho un
hallazgo en Susa que, a la vez que proporciona el nombre de otro rey de Kish,
plantea importantes cuestiones en cuanto a la conexión entre los imperios de
Kish y Acad. En el presente capítulo nos hemos ocupado de un período de
transición en la historia de las tierras de Sumer y Acad. A la caída de Lagash
había seguido una confederación de ciudades sumerias con Erec como capital, y las conquistas de Lugalzagesi habían bastado para preservar
durante un tiempo la integridad del reino meridional que había fundado. Pero ya
se estaban produciendo acontecimientos que iban a desembocar en la
transferencia definitiva del poder de Sumer al norte. Las inscripciones votivas
de Nippur han arrojado alguna luz sobre las luchas mediante las cuales los
inmigrantes semitas en el norte de Babilonia intentaron extender su influencia
hacia el sur. El posterior aumento del poder de Kish no fue seguido de ningún
nuevo acceso del poder sumerio, sino que allanó directamente el camino al
imperio semita fundado por Shar-Kalli-sharri con la
ciudad de Acad como capital. La evidencia de la estrecha conexión entre el auge
de Cis y de Acad sugiere que ambas ciudades surgieron de la misma ola de
dominación semita, que para entonces había logrado imponerse a Babilonia desde
el norte. En el capítulo siguiente veremos que Shar-Gani-sharri no era el líder de este movimiento racial, y que su imperio descansaba sobre
cimientos que habían sentado otros gobernantes.
SARGÓN
DE AKKAD
(2334-2279
A.C.)
EL IMPERIO
DE ACAD Y SU RELACIÓN CON KISH
1. Sargón,
rey de Agade, gracias al don real de Ishtar fue
exaltado,
2. y no tuvo
enemigo ni rival. Su gloria sobre el mundo
3. derramó.
Cruzó el mar de Oriente,
4. y en el
undécimo año el País del Oeste en toda su extensión su mano sometió.
5. Los unió
bajo un solo control; erigió sus imágenes en Occidente;
6. su botín
trajo a (su) palabra.
7. A los
hijos de su palacio por cinco kasbu (alrededor) los
asentó,
8. y sobre
las huestes del mundo reinó supremo.
9. Contra Kasalla marchó, y convirtió Kasalla en montículos y montones de ruinas;
10. destruyó
(la tierra y no dejó) lo suficiente para que un pájaro se posara en ella.
11. Después,
en su vejez, todas las tierras se rebelaron contra él,
12. y lo
sitiaron en Agade; y Sargón salió a la batalla y los
derrotó;
13. logró su
derrocamiento, y destruyó a su numeroso ejército.
14. Después
atacó la tierra de Subartu con su poderío, y se
sometieron a sus armas,
15. y Sargón
resolvió esa revuelta y los derrotó;
16. llevó a cabo
su derrocamiento, y destruyó a su numeroso ejército,
17. y llevó
sus posesiones a Agade.
18. removió
la tierra de las trincheras de Babilonia
19. y los
límites de Agade los hizo como los de Babilonia.
20. Pero a
causa del mal que había cometido se enfureció el gran señor Marduk
21. y
destruyó a su pueblo por el hambre.
22. Desde la
salida del Sol hasta la puesta del Sol
23. se
opusieron a él y no le dieron descanso.
El nombre de
Sargón de Agade, o Akkad,
abunda en la tradición babilónica posterior, y su reinado ha sido considerado
por los escritores modernos como el que marca la época más importante de la
historia temprana de su país. La referencia en el texto de Nabónido a la edad
de Naram-Sin ha hecho que la dinastía de Akkad se tome como el canon, o estándar, por el que medir
la edad relativa de otras dinastías o de gobernantes cuyas inscripciones se han
recuperado de vez en cuando en diversos yacimientos de la antigua Babilonia.
Incluso aquellos historiadores que se han negado a confiar en las figuras de
Nabónido, no han restado con ello importancia a la posición de Sargón en la
historia; y, desde que la tradición asoció su nombre a la fundación de su
imperio, los términos “presargónico” y “postsargónico” se han empleado muy generalmente como descriptivos
de los períodos anterior y posterior en la historia de Sumer y Acad. El
hallazgo de inscripciones tempranas de Shar-Kalli-sharri de Acad, y de tablillas fechadas en su reinado, eliminó cualquier tendencia a
desacreditar el valor histórico de las tradiciones posteriores; y la
identificación de Shar-Kalli-sharri con el Sargón de
los escribas asirios y neobabilonios dejó de ponerse
en duda. De hecho, si algún punto de la historia babilónica primitiva debía
considerarse establecido con certeza, era el carácter histórico de Sargón de Agade. Pero un reciente descubrimiento en Susa ha
introducido un nuevo elemento en el problema, y ha reabierto su discusión a lo
largo de líneas desconocidas. Antes de introducir los nuevos datos, que deben
explicarse y conciliarse con los antiguos, será bueno referirse brevemente a
los pasos por los que se recuperó el nombre de Sargón y se dedujo su posición
en la historia.
El nombre de
Sargón se encontró por primera vez en ciertos textos explicativos de carácter
religioso o astrológico, que habían sido recuperados de la biblioteca de Ashurbanipal en Nínive. Aquí encontramos referencias al
nombre de Sharrukin, o Sargón, rey de Agade, de lo que se deducía que había desempeñado un papel
importante en la mitología heroica asiria. En el año 1867, la atención se
dirigió por primera vez al lugar de Sargón en la historia cuando Sir Henry
Rawlinson anunció brevemente su descubrimiento de la famosa Leyenda de Sargón,
en la que se representa al rey relatando en primera persona la historia de su
nacimiento y niñez, su elevación al trono y su posterior imperio. El texto de
la Leyenda se publicó en 1870, y dos años más tarde fue traducido por George
Smith, quien añadió una traducción de los Presagios de Sargón y Naram-Sin, que acababa de encontrar en las colecciones de
tablillas de Kuyunjik. Smith siguió a Rawlinson al
atribuir a Sargón la construcción del templo E-ulmash en Agade, restituyendo su nombre como el del padre de Naram-Sin en el cilindro roto de Nabónido hallado por
Taylor en Mukayyar.
Hasta ese
momento no se conocía ningún texto original del reinado de Shar-Kalli-sharri.
El primero en publicarse fue el hermoso cilindro-sello de Ibni-sharru,
un alto funcionario al servicio de Shar-Kalli-sharri,
del que Menant hizo una descripción en 1877, y de
nuevo en 1883. Menant leyó el nombre del rey como
"Shegani-shar-lukh", y no lo identificó con
Sargón el Viejo (al que situó en el siglo XIX a.C.), sino que sugirió que se
trataba de un rey aún más antiguo de Acad. En 1882 se publicó una relación del
cilindro de Abu Habba de Nabónido, que registra su
restauración de E-babbar y contiene el pasaje
relativo a la fecha de Naram-Sin, "el hijo de
Sargón". Al año siguiente, el Museo Británico adquirió la famosa cabeza de
maza de Shar-Kalli-sharri, que había sido dedicada
por él a Shamash en su gran templo de Sippar; ésta
fue la primera inscripción real de Shar-Kalli-sharri que se encontró. En lugar de la lectura de Menant "Shegani-shar-lukh", el nombre se leyó como
"Shargan", cortándosele las dos sílabas
finales y tratándolo como un título, y, a pesar de algunos disidentes, se
asumió como cierta la identidad de Shargani de Agade con Sargón el viejo. A diferencia de Sargón, el
carácter histórico de Naram-Sin no presentaba
dificultades. Su nombre se había leído en el vaso descubierto por M. Fresnel en
Babilonia y posteriormente perdido en el Tigris; y, aunque allí se le llamaba
simplemente "rey de los cuatro barrios", su identificación con el Naram-Sin mencionado por Nabónido en su cilindro de Ur era incuestionable. Una prueba más de la exactitud de la
identificación se vio en la aparición del nombre de Magan en el vaso, cuando se descubrió que la segunda sección de sus Presagios
registraba su conquista de ese país.
CON la
aparición de esta figura imponente, vasta pero tenue para las generaciones
posteriores de babilonios apenas menos que para nosotros, la memoria histórica
del pueblo se enriqueció con su tesoro más perdurable. Sin embargo, la
tradición escrita, en la medida en que está actualmente a nuestro alcance, hace
escasa justicia a un rey que no sólo pudo alcanzar la grandeza, sino que pudo
registrarla para la posteridad con mayor claridad que ninguno de los anteriores
y la mayoría de los posteriores a él. Las inscripciones de Sargón debieron de
ser numerosas y sus restos demuestran que eran informativas y detalladas en
cuanto a sus transacciones bélicas y religiosas, posiblemente incluso civiles.
Con una lengua diferente, algo de un nuevo espíritu entró en los registros, y
pareció por un tiempo superar la reticencia histórica que tan
decepcionantemente se manifiesta en otros periodos no ingloriosos de la experiencia de la nación.
Las
inscripciones se han perdido en su mayor parte o aún no se han recuperado,
aunque quedan unas pocas en copias realizadas por escribas que examinaron
detenidamente las estatuas y trofeos depositados en el gran santuario central
de Nippur. La lista de reyes sumerios sólo escatima dos o tres observaciones
sobre el propio fundador y recae en su habitual relato de nombres y números
para el resto de la dinastía de Agade; y todo lo
demás es anécdota conservada y quizá adaptada para fines especiales.
Un origen
milagroso o misterioso es esencial para los personajes sobrehumanos, y Sargón
fue el primero en demostrar que el gusto de los antiguos pueblos orientales
debía ser por lo segundo. Como varios sucesores notables, tuvo, y no disimuló,
un nacimiento oscuro y un comienzo humilde. El relato de esto no sólo es
explícito sino que se transmite de una forma que pretende ser sus propias palabras.
Sólo se conservan las primeras líneas de las tablillas asirias que comienzan:
"Yo (soy) Sargón, el poderoso rey, rey de Agade",
y prosiguen relatando el nacimiento y los primeros años del orador, nombran en
líneas entrecortadas algunas de sus conquistas posteriores y luego se
interrumpen. No es probable, en efecto, que las palabras sean una pronunciación
auténtica del gran rey; la clase de composición a la que pertenece este texto
se lanzaba regularmente en forma de registro personal como si se tomara de una
inscripción, pero hay mucho que sugiere que eran las producciones de una época
posterior, que tenían una inclinación didáctica y quizá una cierta filosofía de
la historia. Una de estas inscripciones grabadas incluso pretendía relatar, con
las propias palabras del dios, la vida y los logros benéficos del "dios
Marduk, el gran señor". A pesar de este elemento de falsificación, estos
relatos se basaban sin duda en una tradición auténtica, y no hay nada increíble
en las afirmaciones atribuidas por esta "leyenda" a Sargón.
Según ésta,
pues, su madre era una sacerdotisa, su padre un vagabundo desconocido. Nació en
secreto en una oscura aldea del Éufrates llamada Azupiranu,
tal vez "Ciudad del Azafrán", de un producto local que ha conservado
su nombre casi inalterado. Su madre, para librarse del niño, lo encerró en un
cesto que cubrió y sujetó con brea, y lo lanzó al río. Salvado milagrosamente
de morir ahogado, fue arrastrado río abajo y sacado por un tal Aqqi, jornalero de un palmeral, que se fijó en la cesta al
sumergir su cubo en el agua. Aqqi tomó al niño y lo crió como si fuera suyo, haciéndole seguir la misma
profesión.
En este
punto la tradición es retomada por dos textos corroborativos; uno es la propia
lista del rey que dice que Sargón era jardinero, el otro un relato sumerio de
su vida que repetía los detalles sobre su lugar de origen, y sobre su madre y
su padre. El siguiente incidente de esta carrera milagrosa fue que la diosa
Ishtar otorgó su favor al joven, y debido a ello pronto se encontró al servicio
de Ur-Zababa, conocido por la king-list como rey de la Cuarta Dinastía de Kish. Este potentado vivió en gran estado,
pues uno de los textos citados le llama "el pastor (que) se alzaba como el
sol en el templo de Kish" y tuvo la curiosa distinción de dar su nombre a
un instrumento musical. Pero llegó a ofender al dios Marduk, y esto en un
asunto en el que Sargón estaba implicado. Este último había alcanzado el grado
íntimo de copero de Ur-Zababa, que en ese momento le
ordenó cambiar la ofrenda de bebida de E-sagila.
Sargón, eludiendo esta impiedad, y redoblando su propio servicio al dios,
destetó el favor divino de su amo, y Marduk hizo al siervo señor de la tierra
(y, se añade, del mundo) en lugar de Ur-Zababa. Pero
como puede observarse que la dinastía de Cis continuó durante otros cinco
reinados después de esta exitosa defección, Sargón no fue al principio más que
un rival, no un destructor.
Es posible
que los primeros años de su reinado los dedicara a dotarse de una capital, pues
todas las fuentes describen cómo la construyó en un lugar nuevo. Pero al
hacerlo también cometió algún acto que el celoso dios tomó como una impiedad,
pues se dice que excavó tierra de Babilonia con el propósito de construir una
ciudad "junto a Agade", y que llamó a esta
ciudad "Babilonia". El incidente se relata en dos crónicas y en un
presagio, pero su significado apenas está claro; quizá signifique que Sargón es
acusado por estos registradores tardíos de intentar ambiciosamente hacer para
sí una capital que tuviera el prestigio de que gozó Babilonia en épocas
posteriores, y considerada por ellos como inmemorial.
Tal era la
historia anterior del héroe, con una pizca apropiada de leyenda, pero con poco
que no sea cierto. Hay muchos indicios de su origen foráneo y de que su lugar
de nacimiento fue la parte alta del Éufrates, aunque, si la historia de su
viaje en solitario es cierta, no se le puede considerar el líder de una
supuesta invasión de "acadios" considerada como la primera migración
"histórica" de occidentales a Babilonia. Pero su lengua materna, que
iba a injertar en la antigua escritura sumeria, le cualificó para entrar al
servicio de la corte de Kish, donde reyes con nombres semitas habían figurado
entre los primeros gobernantes. El resto no es más que el logro de muchos
jóvenes desconocidos señalados para la fama; para un hombre de tal destino, el
favor especial de una deidad podría darse por sentado.
La fundación
de su nueva ciudad es colocada por nuestras autoridades después de otros
acontecimientos principales de su reinado, pero podría pensarse que ocurrió más
naturalmente después de su revuelta contra Ur-Zababa,
ya que no se convirtió en señor de ninguna otra ciudad existente, y su nueva
era podía inaugurarse mejor desde una nueva capital. Esto se señaló también con
la adopción de un nuevo nombre, pues el oscuro muchacho no se llamaba
seguramente al nacer "Verdadero Rey". Su carrera justificó el nombre
y le confirió una magia para las generaciones posteriores. Fue llevado con
orgullo por dos reyes asirios, el segundo y mayor de los cuales desdeñó por él
el estilo familiar de un padre que había asumido él mismo, al llegar al trono,
la gloria tradicional del nombre Tiglat-pileser.
Una justa
confianza en sus propios poderes dictó su elección a Sargón de Agade, en una época a la que el nombre adoptado como
inspiración y presagio no le era desconocido. En el reinado de Naram-Sin, uno de sus oponentes, que encabezó la revuelta
de Kish, adoptó el desafiante nombre de "Él reunió a Kish", con el
que se le ha conmemorado. Incluso el hombre del agua Aqqi que rescató al niño Sargón llevaba un nombre que puede haber proclamado su
ocupación. Una costumbre más antigua fue honrada cuando la dinastía acadia se
estableció en autoridad, y un par de nombres, 'Rey de todos los Reyes' e 'Hijo
de todos los Reyes', que traducía la antigua convención real sumeria, se
encontró entre la descendencia de Naram-Sin.
Sobre la
cronología del reinado de Sargón y el orden de sus acontecimientos apenas
tenemos información, y sólo podemos guiarnos por lo que parece la progresión
natural. La siguiente dinastía en la lista de reyes después de aquella en la
que Ur-Zababa gobernó en Kish fue la tercera de Uruk,
y su único miembro fue Lugalzagesi, a quien se atribuye un reinado de
veinticinco años. Las líneas maestras de la carrera de este rey pueden trazarse
a partir de sus propias inscripciones y de otras alusiones. Como ensi de Umma retomó la inveterada guerra contra sus vecinos
de Lagash y vengó las numerosas derrotas de sus predecesores con una salvaje
destrucción de la ciudad rival. Algún tiempo después de esto obtuvo la posesión
de Uruk, y su reinado de veinticinco años se cuenta sin duda a partir de ese
acontecimiento. Durante estos años sumó los éxitos reivindicados en su única
inscripción larga, encontrada en vasos dedicados en Nippur. Bajo diversos
títulos, tanto sacerdotales como civiles, fue el gobernante y benefactor de
Umma, Uruk, Ur, Larsa, Nippur y otros dos centros
religiosos, y específicamente afirmó que el dios supremo le había nombrado
"rey de la tierra", asumiendo así en los términos más formales el
antiguo título de soberanía entre las ciudades de Sumer. En ninguna parte reivindica
el gobierno de Kish, y no se sabe cómo ni quién llevó a cabo la derrota de esa
ciudad, postulada por la lista de reyes, ni si la víctima fue Ur-Zababa o uno de sus cinco sucesores. Pero una
perspectiva más amplia que la dominación local se abre por primera vez con
Lugalzagesi; en un pasaje sorprendente de significado inequívoco, aunque de
redacción ligeramente oscura, proclamó que el dios no sólo le había otorgado la
realeza sobre "la tierra" (kalam, es decir,
Sumer), y "había dirigido la mirada de la tierra hacia él", sino que
también "había sometido las tierras extranjeras (kur-kur) a sus pies, y
desde el sol naciente hasta el poniente había inclinado el cuello (de todos)
hacia él". Una vez alcanzado este estado, Enlil además 'desde el Mar
Inferior (por) el Tigris y el Éufrates hasta el Mar Superior enderezó su
camino, desde el sol naciente hasta el poniente hizo que no tuviera oponente'.
Aunque no fuera más que una salida vigorosa, Lugalzagesi había salido de
aquellos límites más allá de los cuales los cronistas sumerios no habían
mirado, y había mostrado el camino hacia un nuevo mundo que su sucesor debía
conquistar.
Con su
fórmula habitual, la lista de reyes registra el final de este próspero reinado
y el traspaso de la supremacía a Agade. De que
Lugalzagesi fue derrotado, y también capturado, por Sargón no sólo tenemos esta
tradición, sino la declaración explícita del vencedor, que relata en una de sus
inscripciones el curso de su campaña. Un narrador posterior ya citado tenía un
relato de los preliminares de esta contienda, pero el estado del texto y sus
oscuras frases muestran poco más que se intercambiaron mensajes entre Sargón y
Lugalzagesi, negándose este último finalmente a escuchar las prepotentes
demandas del retador, pero viéndose obligado finalmente a admitir a su
mensajero. El llamamiento a las armas no tardó en producirse, y Sargón fue el
primero en entrar en campaña. Marchó rápidamente hacia Uruk, y parece que tomó
la ciudad mediante un ataque por sorpresa, pues "asoló la ciudad de Uruk y
destruyó su muralla "antes de combatir con el hombre de Uruk y
derrotarlo", aunque, como añade otra inscripción, este comandante contó
con la ayuda de las fuerzas de cincuenta gobernadores de ciudades. Sólo después
de estos dos desastres llegó el propio Lugalzagesi al campo de batalla, donde
compartió el mismo destino; Sargón 'lo capturó y lo llevó en un yugo a la
puerta de Enlil' en Nippur como trofeo al dios nacional, cuya elección para la
realeza se demostró por el asunto que había perdido, y que Sargón había
heredado.
Su siguiente
tarea fue completar el sometimiento del resto de Sumer, y su primer objetivo la
ciudad de Ur. Quienquiera que fuera el general de sus
fuerzas (su Segunda Dinastía fue probablemente acabada por Rimush) fue
derrotado en el campo de batalla y Sargón "asoló su ciudad y destruyó su
muralla". A continuación se volvió contra el territorio de Lagash, ahora
como siempre en estrecha alianza con Ur, pero
habiendo dejado de lado por una vez su antigua enemistad con su vecina Umma.
E-Ninmar fue la primera de las ciudades dentro del dominio de
Lagash en ser atacada y destruida, 'y su territorio desde Lagash hasta el mar
hirió (y) sus armas lavó en el mar'. De esta alianza del sur de Babilonia sólo
quedaba ahora un bastión, y Sargón se volvió para ocuparse de Umma. El
resultado no fue diferente: 'con el hombre de Umma libró batalla y lo derrotó e
hirió su ciudad y destruyó su muralla'. De este modo se hizo dueño de toda la
antigua patria sumeria, y sus principales oponentes fueron probablemente todos
sus cautivos. Lugalzagesi fue capturado y conducido en triunfo, el ensi de Umma aparecía junto a él en un monumento que ha
perecido pero cuyos epígrafes han llegado hasta nosotros en una copia
posterior, y quizá el célebre Urukagina de Lagash también fue capturado en E-Ninmar, pues una persona de ese nombre, cuyo padre fue ensi de Lagash, se menciona en un monumento de Manishtusu.
Otra
inscripción de Sargón añade a este relato de victorias sobre las antiguas
ciudades sumerias una especie de resumen; cuenta que ganó en total treinta y
cuatro batallas, como resultado de las cuales se obtuvo una ventaja real, pues
"los barcos de Meluhha, los barcos de Magan, los barcos de Tilmun los
amarró en el muelle frente a Agade". Es decir,
el Golfo Pérsico estaba ahora en su poder y podía recibir los productos de las
tierras situadas en sus orillas o accesibles sólo por sus rutas comerciales.
Ur-Nanshe, a principios de la
última época dinástica temprana, había sido el primero en proclamar que obtenía
madera de Tilmun, y fue este comercio el que pasó
ahora a manos de Sargón. Estas tierras ultramarinas del sur se incluyen en su
imperio tanto en la leyenda de su nacimiento como en una lista geográfica
tardía de sus conquistas.
Como la
cronología de los acontecimientos en el reinado de Sargón es incierta, porque
no está fijada por fórmulas de fecha existentes, será conveniente ver lo que
otras fuentes de información tienen que decir sobre esta etapa temprana de su
carrera, antes de rastrear sus conquistas en el extranjero. Gran parte de lo
que se sabe sobre estas portentosas figuras de la dinastía Agade se ha conservado en un medio muy curioso, la sabiduría popular de quienes
estudiaban las interpretaciones de los presagios derivados del examen de las
entrañas de las víctimas sacrificadas, en cumplimiento de una creencia absurda
pero ampliamente aceptada de que los dioses, en respuesta a las plegarias y
ceremonias, indicarían de esta extraña manera su decisión sobre el resultado de
una empresa.
La capacidad
de leer lo que se consideraba que el dios escribía en el hígado y otros órganos
de las ovejas era, de hecho, el más altamente estimado de todos los logros, y
era el privilegio de una corporación cerrada de "videntes" que
profesaban remontar su origen a la era anterior al Diluvio, y no admitían a
nadie más que a aquellos cualificados por nacimiento y dotación personal a la
libertad de su misterio, que incluso entonces sólo debía alcanzarse mediante un
arduo estudio de su técnica y sus escrituras.
Estas
últimas eran las tablillas de presagios tan ampliamente representadas en la
literatura que ha sobrevivido hasta nuestros días, en particular en los restos
de la biblioteca real asiria de Nínive. Los pronósticos de éstas son en su
mayor parte generales, prediciendo el éxito o el fracaso en la batalla o a
veces en la política, pero casi exclusivamente con respecto a los asuntos
militares. Unos pocos, sin embargo, difieren al asociar las marcas observadas
en las entrañas con la mención de personajes históricos, y relatar que las
marcas en cuestión se presentaban antiguamente cuando estos personajes estaban
a punto de realizar las hazañas por las que eran celebrados en la tradición. Un
número bastante grande de las grandes figuras del pasado babilónico se incluyen
entre esta compañía, pero mientras que la mayoría de ellos no llegan a ser
mencionados más que una o dos veces Sargón y Naram-Sin
son los héroes de muchos episodios recogidos de oráculos notables dados a los
adivinos. Tal era su importancia que no sólo aparecen con bastante frecuencia
en la forma habitual de breve alusión, sino que se dedicó a sus experiencias
augurales una colección especial de observaciones, con notas históricas de
forma y extensión sin parangón. Cuán totalmente difería esto del contenido
habitual de las tablillas de los videntes lo demuestra la supervivencia de casi
el mismo asunto bajo una apariencia bastante diferente en una crónica del
período babilónico tardío.
Los
presagios no dejan de señalar el dramático ascenso de Sargón en su juventud.
Entre los restos más antiguos de la superstición harúspica se encuentran unos modelos de arcilla del hígado hallados en Mari; uno de estos
modelos muestra y describe en términos técnicos unos signos alrededor de la
hiel del hígado que eran "el presagio de Kish, de Sargón";
presumiblemente presagiaban la caída de Kish ante el antiguo copero de su rey,
y su ocupación del trono. De la colección especial antes descrita procede otro
signo, por el que Ishtar manifestaba su elección por él y su voluntad de cumplir
todos sus deseos. Este favor de la diosa fue suficiente 5 pronto se le presentó
un presagio que preludiaba su supremacía, "no tenía rival". Más
explícito es el mensaje de un peculiar modelo de arcilla que muestra un rostro
fantástico formado por las circunvoluciones de una línea ininterrumpida, que
representa el aspecto estrafalario de los intestinos de una oveja. Se creía que
esta repulsiva aparición representaba el "rostro de Humbaba",
un gigante estrafalario que había sido asesinado por los compañeros Gilgamesh y Enkidu. Tal portento había sido encontrado en uno de
sus sacrificios por Sargón: 'presagio de Sargón que se convirtió en amo de la
tierra'.
Otra
tradición puede referirse a su fundación de una nueva residencia: '(él) dejó
que los hijos de su palacio habitasen cinco leguas a cada lado', a lo que una
segunda versión del mismo acontecimiento añade ' habiendo sido cortados cinco
distritos a cada lado, amplió su palacio, y los (jefes)hombres se pusieron a su
lado y le dijeron "¿A dónde iremos?" En estas pocas palabras se
esboza una reasignación de las posesiones de tierras a favor de los adherentes,
similar a la que puede registrar el obelisco de Manishtusu, que se describirá
más adelante: eran los propietarios desposeídos los que así exigían airadamente
adónde debían ir.
Además de
los presagios relacionados con las campañas del conquistador en el noroeste y
en el este, también hay algunos que le fueron dados en momentos no
especificados; uno describe alguna ocasión, quizá en una campaña en el este, en
la que una gran tormenta cayó sobre su ejército, pero al final éste salió de su
angustia: 'presagio de Sargón a quien la luz regresó tras atravesar la
oscuridad'. Finalmente aparece la sugerencia de que la tempestad se produjo en
vísperas de una batalla o en medio de ella: 'presagio de Sargón a cuyos
soldados envolvió un aguacero e intercambiaron sus armas entre ellos'.
Dos de las
inscripciones de Sargón colocan tras el relato de sus victorias en el sur de
Babilonia una descripción sumaria de triunfos lejanos en una marcha por el
Éufrates y amplias conquistas en Siria. Las inscripciones originales (o más
bien las copias que se han conservado de ellas) sólo dedican unas pocas líneas
a estos acontecimientos, pero encuentran espacio para algunos detalles interesantes.
La primera etapa de su marcha terminó en el lugar llamado Tuttul,
actualmente la ciudad de Hit, a unas noventa millas al oeste de Bagdad. Aquí
"se arrodilló ante el dios Dagan... y éste le
concedió las tierras altas, Mari, Iarmuti, Ibla, hasta el bosque de cedros y las montañas de
plata". Se añade una nota curiosa sobre su número: '5400 hombres comían
pan diariamente ante él'. Junto a este relato original y auténtico los
presagios y la crónica tienen también algo que relatar de esta expedición occidental;
la crónica dice que 'en el undécimo año la tierra del oeste hasta su límite su
mano alcanzó, hizo su palabra (como) una, erigió sus imágenes en el oeste, su
botín trajo sobre (el mar) en balsas'.
La versión
de los presagios no difiere mucho salvo en nombrar el tercer año en lugar del
undécimo, y esto recibe cierto apoyo de una referencia a un "tercer
año" en el relato llamado Rey de la Batalla que se describirá más
adelante. Sin embargo, este relato congruente va precedido en la crónica y los
presagios por frases de significado completamente opuesto, ya que la crónica
afirma que Sargón cruzó el "mar del este", mientras que los presagios
lo llaman el "mar del oeste". Parece probable que la crónica esté
aquí en un error, ya que las líneas siguientes de ambos documentos coinciden en
referirse al oeste, e incluyen el curioso detalle de que el conquistador
'levantó sus imágenes en el oeste'.
Reivindicaciones
similares a la conquista, e incluso al establecimiento de monumentos
conmemorativos en el Líbano, fueron registradas por otros reyes tempranos, Iakhdunlim de Mari y su suplantador Shamshi-Adad I, pero fue el muy posterior Sargón II de Asiria quien erigió su monumento en
una situación única muy al oeste de todos los demás, en Chipre, posiblemente
emulando su modelo. Los presagios tienen también otras tres referencias a una
conquista del país de Amurru, es decir, el oeste; los
dos primeros6 relatan en general que "fue a la tierra de Amurru, la derrotó y su mano alcanzó las cuatro regiones
(del mundo)", pero el tercer presagio afirma que "fue a la tierra de Amurru. . la derrotó por segunda vez (y) sus guerreros. .
lo sacaron de en medio'-la última frase sigue siendo enigmática debido a los
daños del texto.
Posiblemente
la "segunda vez" fue el "undécimo año" de la crónica. La
tradición posterior concuerda así con el propio testimonio de Sargón de que
remontó el Éufrates y se hizo dueño de Siria, con sus diversos recursos. Sobre
este punto los únicos detalles los da la propia inscripción del rey que, además
de Hit, menciona tres lugares y dos distritos. Estos últimos no son difíciles
de localizar; en general se acepta que el 'bosque de cedros' son las montañas
de Amanus, pues su nombre va unido a esta descripción por Naram-Sin
y por Gudea. Las 'montañas de plata' están bastante menos definidas, pero
parece necesario tomar 'plata' no menos literalmente que 'cedro', suponiendo
que Sargón estaba interesado principalmente en los valiosos productos de sus
conquistas. Por tanto, hay que indicar la cordillera del Tauro, con sus
numerosos yacimientos de plomo y plata. Mari ya no está en duda; era el lugar
que ahora se llama Tell el-Hariri, en el Éufrates, cerca de Abu Kamal, como han demostrado recientes excavaciones, y un
gobernante posterior lo empareja en su reino con Tuttul o Hit, al igual que la siguiente etapa en la marcha de Sargón.
Iarmuti era un lugar y un puerto
en la costa del Mediterráneo, y las pruebas de las cartas de Amarna parecen
situarlo en algún lugar al sur de Biblos, aunque podría preferirse una
ubicación bastante más cercana a los otros distritos mencionados. Ibla fue conquistada de nuevo por Naram-Sin,
que empareja su nombre con el de Armanum, que puede
ser la propia Alepo, pero la referencia más significativa la proporciona Gudea,
en una generación no muy lejana, que relata que fue a buscar tres tipos
diferentes de madera a "la ciudad Ursu, de la
montaña de Ibla".
La situación
de Urs(h)u, que figura también en las cartas mari y
en un pintoresco episodio de la historia hitita temprana, ha sido objeto de muchas
discusiones en los últimos años, pero ahora se considera como lo más probable
que fuera un lugar sobre o cerca del Éufrates, no muy al norte de Carquemis. Aunque por lo tanto está fuera de toda duda que
Sargón llevó sus armas hasta los límites del norte de Siria, la tradición
posterior afirma mucho más. Una fuente de ello es una composición que llevaba
el nombre de Rey de la Batalla. La mayor parte de esta historia se conserva en
una tablilla en un estado muy imperfecto que se encontró en Egipto con las
cartas de Amarna, y además hay alusiones evidentes a su tema en un texto roto
que acompaña al célebre "Mapa babilónico del mundo" del Museo
Británico. Tras unos preliminares muy inciertos, parece que Sargón se entera de
las quejas de los mercaderes de la ciudad de Purushkhanda (la Parshukhanda hitita), pero no está claro cuáles
eran sus quejas ni a quién se debían; pero apelaron a Sargón para que
defendiera su causa y le ofrecieron ricos incentivos. Sólo de la secuela puede
deducirse que el supuesto opresor era un tal Nur-daggal,
que probablemente gobernaba su ciudad, y éste debe ser, presumiblemente, Purushkhanda. A pesar de las vacilaciones de sus
seguidores, Sargón resolvió emprender esta expedición y aliviar a los
mercaderes agraviados. Preguntó por el camino a Purushkhanda,
y le informaron de su increíble dificultad; una etapa estaba obstaculizada por
bloques de lapislázuli y oro, otra por árboles del bosque, otras por matorrales
espinosos. Al final, superando todo esto, Sargón llegó a la ciudad enemiga,
para consternación de Nur-daggal, que se había
jactado de que nunca podría realizar una marcha a través de las inundaciones y
los bosques. Su aparición en estas circunstancias fue suficiente, pues parece
que Nur-daggal hizo una sumisión instantánea, y presumiblemente
accedió a reparar los agravios de los mercaderes, que habían convenido con
Sargón el precio de su ayuda. Después de esto, el ejército se volvió aprensivo
y murmuró que era hora de volver a casa, lo que se hizo, y Sargón reanudó un
gobierno pacífico en su propia ciudad.
El interés
central de esta historia reside en la introducción de la ciudad llamada Purushkhanda, ya que este lugar, si no está localizado con
exactitud, al menos está demostrado, por pruebas de dos épocas diferentes, que
se encuentra en la vecindad de Cesarea (Kayseri) en
Capadocia. Figura no sólo en los registros hititas, sino de forma más
prominente en los asuntos de los primeros mercaderes asirios, cuyos documentos
comerciales se han encontrado en mayor número en un lugar llamado Kultepe, a unas quince millas de Kayseri; y desde Kultepe (la antigua Kanesh) sólo
había cuatro etapas caravaneras hasta Purushkhaddum,
como se llama en esas tablillas. Generalmente se concluye que se encontraba al
sur o suroeste del gran Lago Salado de Anatolia central. Si el rey de la
batalla tiene algún fundamento histórico, Sargón no se detuvo en la barrera
montañosa, sino que extendió su dominio hasta lo más profundo de Asia Menor.
Hay rasgos
sospechosos en esta narración y éstos, unidos a su estado incompleto y a la
consiguiente falta de claridad, han suscitado dudas sobre si puede extraerse de
ella alguna historia auténtica o si todo el incidente debe descartarse como una
floritura posterior sobre una figura legendaria. No es nada tranquilizador que
la historia parezca tener su origen en Siria y no en la propia Babilonia, y que
de algún modo esté implicada en la descripción de regiones extrañas y lejanas
que se inscribió en el "Mapa del mundo". A pesar de ello, no se puede
pasar por alto que están presentes elementos históricos genuinos, especialmente
los mercaderes de un distrito del que existen abundantes pruebas de su
actividad en una generación posterior. Es cierto que transcurrieron unos
cuatrocientos años, y podría pensarse que las condiciones de una época
posterior se reflejaron en los días de Sargón. La tablilla de Amarna, la
aplicación de este título de "Rey de la Batalla" al caudillo egipcio
por otro escritor en las cartas de Amarna, y el fragmento de una versión
hitita, son todos del siglo XIV, y por consiguiente aún más alejados de la
época de los mercaderes capadocios de lo que éstos lo estaban de Sargón. La
tradición de esta campaña del noroeste ya no carece de apoyo, pero es difícil
decidir si la historia gana en credibilidad con los restos de leyendas
similares que han aparecido más recientemente. La más relevante de ellas se
encuentra en una tablilla que tiene al menos la garantía de una fecha anterior,
aunque todavía lejos de ser contemporánea. Su contenido sólo puede entenderse
en una pequeña parte, pues no sólo está mutilada por los daños, sino que
incluso los pasajes más legibles tienen un significado muy oscuro. Sin embargo,
parece que se describe una situación de cierta similitud general; Sargón está
emprendiendo una expedición a la "tierra de Uta-rapashtum",
tras un dramático coloquio con sus oficiales en un tono de exhortación mutua.
Pero de repente, sin transición, se encuentra una ciudad atacada y en llamas:
está totalmente destruida, y su distrito, a lo largo y ancho, tan asolado que
ni siquiera un pájaro podría encontrar allí alojamiento. Este último detalle
recuerda lo relatado en la crónica y los presagios sobre la victoria de Sargón
sobre la ciudad de Kazallu. Pero en ese caso no hay
nada que indique la dirección de su marcha, pues es probable que Kazallu, aunque aún sin localizar, no quedara muy lejos de Agade y de la propia Babilonia. En pasajes posteriores,
pero aún menos inteligibles, de esta misma tablilla se encuentran (o pueden
restablecerse) los nombres de otros lugares conquistados por Sargón, y la
narración termina con palabras que animan a sus sucesores a emular sus logros,
en el mismo estilo que las líneas que concluyen su "leyenda".
Es
interesante observar que eran corrientes relatos muy similares sobre Naram-Sin, el famoso nieto de Sargón, cuyas relaciones con
el noroeste se relatarán en su lugar más adelante. Para el presente propósito,
lo más significativo en ellas es la recurrencia de Purushkhanda(r)
en un texto posterior que pretende contar, con muchos acompañamientos míticos,
cómo el imperio de Naram-Sin fue invadido por una
horda demoníaca que hizo de esa ciudad la primera conquista, como si hubiera
sido el confín más lejano de las posesiones acadias. Recientemente también ha
salido a la luz un fragmento relativo a una expedición de Naram-Sin
que parece haber tenido una curiosa semejanza en materia y fraseología con el
Rey de la Batalla, pues se encuentra a un orador instando, en su nombre y en el
de otros, a que el héroe emprenda una larga marcha a través de montañas y
desiertos. Así lo hace, bajo signos favorables, y al final es recibido por un
mensajero que pide clemencia para la tierra de Apishal.
Ahora bien, esta campaña contra Apishal está bien
atestiguada como uno de los triunfos de Naram-Sin, y
la narración de la misma en un estilo tan claramente similar al del Rey de la
Batalla bien puede sugerir que la hazaña de Sargón no fue menos auténtica,
aplicando ambos relatos el mismo color romántico a hechos que podrían parecer
suficientemente emocionantes por sí mismos.
Una posible
incursión en un occidente aún más lejano que Asia Menor queda dudosamente
atestiguada por otro documento del período asirio posterior, de autoridad aún
más incierta. Se trata de una recopilación de nombres geográficos, junto con
muchas cifras de distancias entre localidades, o distancias de éstas desde un
centro no especificado, y en cada sección aparece el nombre de Sargón como
conquistador. Difícilmente se puede dudar de que con este nombre se designa al
antiguo rey de Agade, y que todo el documento, a
pesar de la oscuridad de su propósito (pues la mayor parte es ilegible), debe
considerarse al menos como un estudio estadístico del imperio de Sargón, tal y
como la tradición posterior creía que estaba constituido. Esta lista tiene más
importancia por su relación con las conquistas de Sargón en el norte y el este
que en dirección a Siria y más al oeste. Pero en una visión general de los
reinos de Sargón al final nombra como "tierras más allá del Mar
Superior" (es decir, el Mediterráneo) dos lugares llamados Anaku y Kaptara. El primero puede
interpretarse como el 'País del Estaño', el segundo es sin duda el mismo que el Kaphtor del Antiguo Testamento, indicando ambos
Creta, como ahora se acepta habitualmente. De Kaptara o Kapturu hay información definitiva en las cartas
descubiertas en Mari, que tenía cierto comercio con los productos de esa lejana
isla. De Sargón se dice, en los presagios, que cruzó el mar por el oeste; de
que navegó más lejos que ningún gobernante mesopotámico posterior hay al menos
tanto testimonio.
El
"país del estaño" es totalmente incapaz de dar ninguna indicación
firme; el nombre, extrañamente escrito, tal vez no represente un país en
absoluto, e incluso concedido esto no se ha resuelto si el metal habitualmente
escrito como el sumerio an-na, nagga era estaño o plomo; ahora se afirma positivamente que las pruebas indican
estaño. Si es estaño, las fuentes antiguas del mismo distan mucho de estar
claras, siendo quizá la región del Cáucaso la más probable, con alguna
posibilidad de España, pero en cualquier caso el metal debió llegar a Babilonia
mediante el comercio a larga distancia, y desde ningún lugar definible al que
pueda imaginarse a Sargón dirigiendo sus armas. Si se trata de plomo, sus
orígenes no están mucho más claros. Las sugerencias han llegado hasta el sur de
España, pero hay posibilidades más cercanas no tan difíciles de imaginar. Una
es la famosa mina de plomo de Laurium, fuente de la
riqueza de Atenas en una época posterior, pero después de todo la ubicación más
probable sería en el sureste de Asia Menor, e incluirla entre las "tierras
más allá del mar" no necesita significar más que la aproximación a través
del golfo de Issus. La península de Anatolia es y
siempre ha sido famosa por sus grandes yacimientos de galena, y una autoridad
reciente ha elaborado una lista de no menos de veintiséis, entre los cuales los
de Bulgar Maden, de Ak Dag y de Ala Dag podrían ponerse en duda como alcanzables por Sargón. Si
alguno de ellos daba su nombre al "País del Estaño (o del Plomo)",
una expedición allí podría coincidir con el tema del Rey de la Batalla: una
aventura diseñada para asegurarse el doble beneficio de los honorarios de un
soldado de fortuna de los mercaderes aliviados, y una carga de metal precioso
para llevar a casa desde la lejana tierra.
En los
restos de las propias inscripciones de Sargón no hay ningún detalle, ni
siquiera mención, de sus conquistas en el norte. Pero la crónica y los
presagios relatan una guerra exitosa con Subartu; la
agresión provino de uno u otro (los informes difieren) y en el evento Sargón
"los derrotó, los arrojó en montones y derrocó a su extensa hueste",
llevándose sus posesiones a su ciudad de Agade. La
tierra de Subartu también se incluyó en el catálogo
de provincias de Sargón suministrado por la lista geográfica ya señalada. Cerca
del principio se definieron los límites de esta tierra:' de... a Anzanzan (está) Subartu', y en
una sección posterior el 'espacio' de Subartu se da
como 120 beru, siendo esa medida la distancia
recorrida en una marcha de dos horas, que se ha calculado en equivalente
moderno como casi siete millas. Sin embargo, es muy incierto lo que se quiere
decir con el "espacio" de los países aquí definidos, y puesto que el
límite noroeste de Subartu se pierde de la lista,
siendo el sureste quizás Anzan (Anshan), un país que
ciertamente se encontraba en la vecindad más cercana de Susa, no es fácil
decidir qué territorio se incluyó en esta conquista de Sargón. Era al menos uno
de los más extensos, sus 120 beru sólo eran
superados por Acad con 180, y su población ya se describía como "muy
extendida". Pero si se considerara que Subartu se extendía hasta Siria, su dimensión debería en cualquier caso superar con
creces la de Akkad. A pesar de esta dificultad es
imposible ignorar la frase de Naram-Sin, 'gobernante
de Subartum hasta el bosque de cedros', o eludir su
implicación a menos que una improbable tierra de cedros se encontrara en algún
lugar de las colinas al este del Tigris. Pero de hecho la propia inscripción de
Sargón no deja lugar a dudas; fue por Hit y el Éufrates por donde se dirigió al
"bosque de cedros", y fue esta región la que Naram-Sin
se jactó de gobernar como Subartum.
La parte más
notable de esta conquista fue el distrito que más tarde se conoció como Asiria.
Existen diversas pruebas de que sus grandes ciudades, Nínive y Ashur, estaban bajo el dominio de los sucesores de Sargón,
y su conquista puede atribuirse razonablemente a él mismo. En Nínive se
encontró una inscripción del primitivo rey asirio Shamshi-Adad I que registra la antigua construcción de un templo allí por Manishtusu, quien
dejó en Ashur una inscripción propia, como Naram-Sin dejó una en Nínive. La ciudad de Ashur aparece nombrada en las tablillas de fecha acadia
excavadas en el lugar llamado entonces Gasur, y más
tarde Nuzi, no lejos de la moderna Kirkuk, y se sabe
que había una gran proporción de nombres acadios entre los habitantes de Ashur en esta época. Algunas de las figuras de piedra
encontradas en los niveles más bajos del templo de Ishtar allí pertenecen, no
al periodo dinástico temprano, sino a la dinastía de Agade o incluso posterior. Si en la primera época eran producto de la influencia
cultural sumeria más que de la conquista procedente del sur, en la segunda son
más probablemente los monumentos conmemorativos de una clase dirigente
establecida por los reyes de Agade. Por último, hay
una impresionante cabeza de bronce descubierta en Nínive que, tanto por su
estilo como por su maestría, parece reclamar un lugar en esta época de grandes
logros, y si está bien datada puede representar a uno de los reyes sargónicos.
El siguiente
sector, en un sentido geográfico, de las conquistas de Sargón fue en el país de
las colinas al este y noreste de Babilonia, y sobre estas campañas estamos
mejor informados, tanto por sus propias inscripciones, como por otras pruebas,
en parte contemporáneas, pero en su mayoría de fecha posterior. Empecemos por
la primera: una expresión general en las inscripciones copiadas de Sargón
afirma que "el hombre de Mari y de Elam se presentó
ante Sargón", pero esto se hace más explícito en otros pasajes, que
contienen listas de los gobernantes y lugares de los que el conquistador tomó
tributo. Los distritos eran Elam, B(W)arakhshe, Awan y algunos lugares
de menor importancia, y los personajes principales eran Sanam-simut,
llamado ensi de Elam, y Lukh-ishshan, llamado hijo de Khishep-rashir,
rey de Elam.
Aquí se
produce por primera vez un contacto con los registros nativos de Elam, ya que un rey llamado Khishep-ratep era el noveno miembro de una dinastía que gobernaba en el distrito de Awan, y este nombre lo llevaba, según la lista de reyes
nativos, el hijo de Lukh-ishshan. Sobre todas estas
tierras y gobernantes el triunfo de Sargón fue completo, y sus inscripciones se
cierran con el tributo o saqueo del propio Awan y de
Susa, donde se ha descubierto el único monumento superviviente del gran rey.
Una alusión pasajera a las campañas orientales se hace mediante una
fecha-fórmula que conmemora el "año (en que) Sharrumkin fue a Simurum", probablemente la vecindad de la
actual Altin-Koprii, en el Bajo Zab, entre Kirkuk e Irbil. Esta ligera información obtenida de los registros
contemporáneos se ve poco aumentada por la tradición posterior.
Se conservan
tres presagios que señalan el victorioso avance de Sargón hacia Elam, aBarakhsheor Markhashe, en el curso del cual tal vez se encontró con una
gran tormenta, ya que un presagio cuenta cómo la diosa Ishtar le libró sano y
salvo de la oscuridad, y otro afirma tajantemente que "habiendo marchado a
la tierra de Elam mató a los elamitas" y trajo
una calamidad sobre ellos. A su vez, el "estudio geográfico" ya
descrito anteriormente incluye en los dominios de Sargón las tierras de Arrapkha, Lullubi, Armanum, Gutium, Parashi, Tukrish, Anshan y Elam, que, tomadas
en su conjunto, podría considerarse que comprenden casi toda la región
montañosa del suroeste de Persia.
Las
conquistas de Sargón, cualquiera que fuera el orden en que se realizaron,
habían cerrado ahora el círculo con su triunfo sobre los príncipes de Elam. Un resultado de ellas fue naturalmente una gran
afluencia de riqueza, y se conservan de una época posterior partes de una larga
composición poética que celebraba el auge y la caída de Agade,
particularmente bajo Naram-Sin. En su comienzo este
poema se refiere a los días de Sargón -su derrota de Kish y Uruk, y su elección
por el dios supremo Enlil, que le concedió "el sacerdocio y el reino desde
la (tierra) inferior a la superior".
En esta
época Inanna hizo de Agade su residencia y habitó en
el templo que allí había, dando prosperidad a sus ciudadanos; su comida y
bebida eran de lo mejor, sus festivales eran continuos y espléndidos, se
enriquecían y divertían con la afluencia de animales útiles o exóticos, sus
tesorerías estaban llenas, la gente bailaba al son de la música en las calles,
y sin cesar los barcos traían a los muelles los productos de tierras lejanas.
Pero la reversión de toda esta gloria no tuvo, al parecer, que esperar a los
días de Naram-Sin, pues existe una fuerte tradición
según la cual el reinado del propio Sargón se vio enturbiado al final por
dificultades tanto externas como internas. Este relato sólo se conserva en la
crónica tardía y en los presagios, pero no es probable que sea una mera lección
sobre la inestabilidad de la fortuna. Así, en su vejez (tal es la versión más
probable) "todas las tierras se rebelaron contra él", y tan grave era
su peligro que "le acosaron en Agade". Pero
el viejo guerrero seguía siendo él mismo, pues 'Sargón salió a la batalla, los
derrotó, los arrojó en montones y derrocó a su extenso ejército': los presagios
añaden una pintoresca conclusión, 'sus enseres ató sobre ellos y gritó (son)
tuyos, oh Ishtar -dedicando así su botín de guerra. Otras líneas de las
crónicas y los presagios se refieren oscuramente a un sacrilegio que se
consideraba que había cometido en la construcción de su nueva ciudad de Agade; estaba demasiado cerca, o era demasiado parecida, a
la ciudad santa de Babilonia, y atrajo la ira del dios Marduk, que hizo que sus
súbditos se rebelaran contra él "desde la salida
hasta la puesta del sol, y no le dio tregua".
Cuál era en
realidad el estado del imperio de Sargón a su muerte puede inferirse en parte
de la acción que se impuso a su hijo tras su ascensión.
LOS HECHOS
EL breve
pero próspero reinado de Urukagina de Lagash tuvo un final catastrófico hacia
el 2397 a.C., a manos de Lugalzagesi. Fragmentos de vasos de alabastro blanco,
que el conquistador dedicó a Enlil en Nippur, son en la actualidad nuestras
principales fuentes para el registro del nuevo rey. Por supuesto, atribuyó su
autoridad al dios de la tierra:
"Cuando
Enlil, rey de las tierras, había dado a Lugalzagesi la realeza de la Tierra (es
decir, Sumer), le había puesto rectamente ante la Tierra y había sometido las
tierras extranjeras a su poder..."; así reza un pasaje de su inscripción.
Urukagina lo
describe como rey-sacerdote de Umma y su propia inscripción menciona a su padre Ukush, patesi de Umma. Pero trasladó su capital a Erec y asumió el título de rey de Erec y rey de la Tierra. "La Tierra" en inscripciones posteriores, después
de que el término Akkad se hubiera dado al norte
semítico, significa únicamente el sur sumerio, es decir, la región desde un
punto por debajo de Kish hasta el mar. Pero en la época presargónica no se reconocían estas dos divisiones etnológicas, y hasta ese momento los
sumerios seguían considerando el norte como su "Tierra".
En la
introducción a su inscripción histórica Lugalzagesi, reconoce a varios dioses
de Sumer como sus patronos, colocando a la cabeza de la lista a la diosa del
grano Nidaba de Umma. Luego siguen Anu, Enlil y Enki,
o la trinidad Cielo, Tierra y Mar, pasaje que revela el surgimiento de un
panteón sistemático. Luego afirma haber sido el elegido de Babbar,
el dios-sol de Larsa, y de Sin, el dios-luna de Ur,
nacido de Nidaba y amamantado por Ninkharsag,
la diosa-madre de Adab. Y realizó sus ambiciones, pues sometió las tierras
desde el Mar Inferior (Golfo Pérsico) hasta el Mar Superior (Mediterráneo) a lo
largo del Tigris y el Éufrates, e instauró la prosperidad y la paz en su vasto
dominio. Concedió favores reales a las ciudades de Sumer: Erech, Ur, Larsa, Umma la ciudad de su dios Shara, y Nippur son
especialmente mencionadas. Erigió una estatua de sí mismo en el templo de Enlil
en Nippur, con la inscripción "Lugalzagesi, señor de la provincia de
Erech, rey de la provincia de Ur", seguida de
una larga maldición contra cualquiera que destruyera la estatua o borrara la
inscripción. La inscripción está en semítico, prueba de que Lugalzagesi, había
sido patesi bajo la dinastía Azag-Bau de Kish, y
estaba acostumbrado al uso del semítico como lengua oficial del imperio. No se
han encontrado tablillas fechadas en su reinado en ninguna ciudad sumeria.
Parece haber destruido Lagash por completo.
Tras un
reinado de 25 años Lugalzagesi, fue depuesto por Sargón, que fundó el imperio
de Agade hacia 2372. Le pusieron grilletes y le
llevaron a Nippur. El rey, que había destruido el poderoso poder de Kish y
fundado un gran imperio sumerio, vio cómo su obra se desvanecía tan rápidamente
como se había realizado y los semitas volvían a ser los gobernantes de la
tierra.
De Sargón,
fundador de la dinastía semita en Akkad (Agade), se contaban muchas historias románticas. Dos
tablillas cronológicas afirman: "En Agade Sharru-kin-lubani, jardinero y copero de Ur-Ilbaba, tras ser nombrado rey, gobernó 55 años". (Ur-Ilbaba fue el tercer rey de la cuarta dinastía de Kish y
se le asigna un reinado de 80 años -según otra tablilla, seis años-, y como
otros cinco reyes de Kish y el reinado de Lugalzagesi, intervienen con un total
de 86 años, Sargón no puede haber sido el copero del rey. Fue un culto póstumo
de Ur-Ilbaba en Kish en el que ofició el joven
Sargón).
El nombre
(Sargón) significa "se ha creado un rey legítimo". Fue conocido en la
historia como Sharrukin o Sargón, pero el nombre
original fue obviamente elegido en la madurez para justificar sus pretensiones.
Una leyenda cuenta que su madre era una mujer humilde, a su padre no lo
conoció; nació oculto en Azupirani, en el Éufrates;
su madre lo arrojó a la deriva en el río en una cesta de juncos y fue
descubierto por Akki, un regador, que lo crió y lo hizo jardinero; pero Ishtar lo amó y se convirtió
en rey durante 55 años. Según un fragmento sumerio anterior su padre era Laipum y creció entre el ganado. También hace referencia a
un mensajero de Sargón enviado a Lugalzagesi,, que maltrató al mensajero y le
devolvió una respuesta altanera. La inscripción es tan defectuosa que no se
pueden descubrir los hechos que asistieron al estallido de la guerra entre
ambos. Lugalzagesi,, sin embargo, parece haber enviado a su esposa a Sargón
como concubina.
Sargón y su
descendiente, Naram-Sin, influyeron tanto en la
historia de la época que un registro de sus presagios se transmitió en los
libros asirios y babilonios de adivinaciones hepáticas. Su nombre está
especialmente relacionado con la hepatoscopia, es
decir, la adivinación por medio del hígado. Así, en un gran texto de hepatoscopia del siglo VII a.C. se dice: "Es una
decisión dada a Sargón, es favorable, en la calamidad habrá liberación".
Entre otros
registros, se ha recuperado una Crónica de los primeros reyes que relata los
acontecimientos de los reinados de los seis gobernantes más famosos anteriores
a Sumu-Abu (2225 a.C.). Comienza con Sargón. El rey atribuye su ascenso a la
ayuda de Ishtar, la diosa semítica de Akkad,
identificada con la Innini sumeria, diosa de la
batalla. Su carrera comenzó con la conquista de Erec.
Derrotó al ejército de Erec y a una coalición de
gobernadores de 50 ciudades que se habían unido al estandarte de Lugalzagesi,,
y se llevó prisionero al rey Lugalzagesi, a Nippur. Su hijo Naram-Sin
habla en alabanza de su padre, que destruyó Ur y dio
la libertad al pueblo de Kish. Lugalzagesi, se había esmerado especialmente en
oprimir esta antigua capital de los semitas, y Sargón, vinculado él mismo al
sacerdocio de Kish, probablemente organizó allí su rebelión antes de elegir Agade como capital.
Las antiguas
ciudades sumerias del sur se negaron a someterse y ahora invadió el territorio
de Ur, derrotó a su ejército y destruyó su muralla.
Girando hacia el este invadió el territorio al sur del Shatt el-Hai y ocupó sus principales ciudades, E-Ninmar(ki) y Lagash, y bañó triunfalmente sus armas en el mar.
Puesto que ya poseía Nippur y todo el extremo sur, es extraño que Umma, entre
Nippur y Erech, aún resistiera. Esta ciudad guerrera fue el último de los
centros sumerios en ser ocupado. Ahora se proclamó rey de la Tierra, bajo la
alta tutela de Enlil, y regresó para reconstruir la ciudad de Kish.
El orden de
los acontecimientos posteriores es incierto. Por derecho de posesión de Kish
asumió el título de rey de dominio universal. Su siguiente expedición parece
haber sido contra Elam y los distritos al este del
Tigris. Se preparó para invadir Elam desde el sur y
regresó a la frontera marítima que en aquella época se extendía al norte de la
ciudad moderna de Kurna. “Cruzó el mar por el este”, y
esta afirmación de la Crónica no debe confundirse con la travesía por el oeste,
mencionada en los Presagios. Derrotó a los elamitas, los sitió (¿en Susa?) y
les cortó los suministros. Además de Susa, la capital, conquistó otras ciudades
(Barakhsi, Ganni, Bunban, Gunilakha, Saba y Shirikhum), cuyos nombres son elamitas.
CONQUISTAS
DE SARGÓN EN EL OESTE
En su tercer
año invadió el oeste, al que llama la Tierra Amorita. Afirma haber sometido la
totalidad de las tierras occidentales y haber cruzado el mar occidental, es decir,
el Mediterráneo, con lo que puede referirse a una ocupación de Chipre. Desde la
"tierra del mar" hizo traer botín. De nuevo en su undécimo año
sometió todo el oeste después de haber terminado una expedición más allá del
mar oriental y erigido sus estatuas en esas tierras. Los Presagios mencionan
una expedición al oeste en cuatro secciones diferentes. Una inscripción copiada
de sus estatuas en Nippur tiene un relato más definido de sus conquistas
occidentales. "Enlil le entregó la tierra superior, Maer, Yarmuti e Ibla, hasta los
bosques de cedros y las montañas de plata". Las montañas de plata se
refieren al Tauro, especialmente a las regiones cercanas a las Puertas de
Cilicia, y el descubrimiento de plata en esta cordillera en el siglo
veintinueve a.C. demuestra la gran época de la minería de plata en Asia Menor.
Los bosques de cedros se refieren probablemente a los Líbanos. La tierra de Yarmuti aparece repetidamente en las cartas de Rib-Addi, gobernador de Gebal (Biblos) en las Cartas de Amarna y como un gran almacén de grano y alimentos;
pero su situación es incierta. (Ibla, que junto con Armanu fue azotada por Naram-Sin,
era probablemente la Ibar de la lista geográfica de Tutmosis III (así Sayce), y posiblemente la Pieria clásica, al norte de
Antioquía en la costa del mar). En las montañas de Ibla,
en la costa, se encontraba Urshu -el clásico Rhosus, y el moderno Arsus-, de
donde, más tarde, Gudea trajo cedros aromáticos y plátanos. Una tablilla de la
época de Bur-Sin, cuyo dominio fue reconocido en esta
región, contiene una lista de ofrendas de ciudadanos de Maer, Ibla y Urshu).
Se discute si Sargón visitó Chipre. Los Presagios de Sargón
dicen definitivamente que cruzó el mar del oeste, pero la Crónica tiene una
declaración confusa: “Cuando hubo cruzado el mar del este, en su tercer año
capturó la tierra del oeste hasta el final”. Algunas buenas autoridades (por
ejemplo, L. W. King) han supuesto que los Presagios están equivocados.
Mencionan tres expediciones al oeste (Amurru), además
de la de su undécimo año, en la que se dirigió al “sol poniente” y cruzó el “mar
del sol poniente”, y los Presagios añaden que “hizo traer su botín”. La
afirmación es explícita. La Crónica está confundida o quiere decir que hubo una
expedición al oeste en el undécimo año de Sargón tras una invasión oriental.
Parece imposible explicar el viaje de Sargón a través de alguna parte del
Mediterráneo, y naturalmente Chipre fue su primer objetivo. Además, en Diarbekr se ha encontrado una estela del hijo de Sargón, Naram-Sin. Aunque Naram-Sin no
afirma haber cruzado el mar occidental sino sólo haber llegado a Ibla y a una tierra desconocida, Armanu,
di Cesnola encontró en Chipre un sello que menciona
al “Divino Naram-Sin”. La inscripción, que es de la
escritura del siglo XXIII, dice “Apil-Ishtar hijo de Ilubani siervo del dios Naram-Sin”; y el tipo de este sello-inscripción aparece por
primera vez en el periodo de la última dinastía de Ur y se hace extremadamente común en la época de Hammurabi. El diseño del sello es
puramente siro-hitita, como el utilizado en los sellos de las tablillas
capadocias, una mezcla de diseño babilónico e hitita. No hay simbología
específicamente chipriota (grifos y monstruos) en este sello; y podemos deducir
de ello que Naram-Sin se convirtió en un héroe mítico
en la región siro-hitita y su culto sobrevivió allí durante al menos cinco
siglos.
La fama de
Sargón era tal que una cadena montañosa de la región del Líbano de la que se
obtenía incienso (lupanu) recibió el nombre de
Montaña de Sargón. Sobre sus expediciones en estas tierras se escribió un poema
legendario hitita llamado “El rey de la batalla”, del que se ha recuperado en
el-Amarna la primera tablilla de la versión semítica. En esta leyenda el
adversario de Sargón parece ser Nurdaggal de la
ciudad Burshakhanda hacia la que el “camino era
penoso”. Nurdaggal se sentía seguro más allá de sus
barreras: “A nosotros no vendrá Sargón, seguro que la orilla del diluvio se lo
impedirá. ¿Quién es el rey que ha venido y ha visto nuestra montaña?". Y
después de que Sargón captura la ciudad de su enemigo, Nurdaggal le dice: “Los soldados de tu dios te han hecho cruzar (diciendo): que suba las
montañas, que cruce el río. ¿Qué tierras pueden rivalizar con la ciudad Aggata (Agade), qué rey puede
rivalizar contigo?”. Nos quedan dudas sobre los movimientos de Sargón. Sayce interpreta que los pasajes se refieren a Siria,
Cilicia y Capadocia. Estas tierras eran consideradas en la leyenda primitiva
como una de las seis regiones más allá del mar que circunda el mundo y, por
razón de su lejana conquista, se suponía que Sargón había sido trasladado a
esta tierra hiperbórea junto con el héroe del Diluvio, Ut-Napishtim.
Un mapa basado en esta cosmología mítica describe esas regiones transoceánicas
habitadas por monstruos donde moran también Sargón, Ut-Napishtim y Nur-Dagán. Sayce ha
relacionado de forma muy plausible a Nurdaggal de la
leyenda de Sargón, “Rey de la Batalla”, con Nur-Dagan.
En vista de que la leyenda histórica de Sargón se escribió probablemente bajo
la influencia de la antigua cosmología en la que Asia Menor se consideraba más
allá del mar, el presente escritor considera que es posible interpretar la
leyenda, como hace Sayce, sin ver en ella una
expedición a Chipre.
SARGÓN EN
ORIENTE
Tras estas
conquistas, Sargón dividió su vasto imperio desde el mar inferior hasta el mar
superior, desde la salida hasta la puesta del sol, en distritos de cinco horas
dobles de marcha cada uno, sobre los que colocó a los "hijos de su
palacio". Por medio de estos numerosos delegados de su autoridad
"gobernaba las huestes de las tierras en conjunto". Siguió ahora una
severa contienda con la tierra y ciudad elamita Kazalla,
cuyo rey, Kash-tubila, se rebeló. “Convirtió Kazalla en polvo y montones de ruinas; destruyó incluso los
lugares de descanso de las aves”. Esta importante ciudad, mencionada a menudo
en la historia posterior, parece haberse situado al este del Tigris, en la
latitud de Bagdad. La última expedición de Sargón al este fue, por tanto, en la
latitud de su propia capital, y en la provincia de Awan,
donde los recuerdos de un antiguo reino aún inspiraban las ambiciones de su
pueblo.
“En su
vejez, todas las tierras se sublevaron y le asediaron en Agade”;
así reza la Crónica, que añade que Sargón salió a la batalla y derrotó por
completo a sus huestes. Por otra parte, los Presagios registran una rebelión de
los ancianos de su propia tierra que le asediaron en Acad. La afirmación de la
Crónica es probablemente correcta, pues una inscripción en su estatua de Nippur
hace referencia a que abatió a 30 gobernadores de ciudades rebeldes. El norte
de Mesopotamia, a lo largo del Tigris superior, reclamó a continuación su
atención. En aquella época, el territorio conocido más tarde como Asiria había
estado ocupado por pueblos hitita-mitanni cuya tierra
se denominaba en semítico Subartu, Subaru gentilicio (en griego, Sabiroi, Sapeires, Saspeires). La
antigua civilización sumeria de Ashur, donde la diosa Innini-Ishtar tenía un templo desde la más remota
antigüedad, había sido invadida por estas avanzadillas de raza hitita, que
ahora atacaban a Sargón. Según un relato, Sargón invadió Subartu con sus huestes y aniquiló a sus ejércitos. En otro, éstos atacaron a Sargón y
fueron gravemente abatidos. Se llevó su botín a Agade.
Los
presagios sitúan la fundación de la ciudad de Agade poco después de la primera invasión de Sargón por el oeste. Tomó tierra de los
muros exteriores de Babilonia y consagró los límites de su nueva capital
trazando sus muros exteriores con la tierra de la ciudad santa de Marduk. La hizo
siguiendo el modelo de Babilonia. Pero según la Crónica éste fue el último acto
de su reinado, y añade que Marduk se enfureció a causa de este sacrilegio y
destruyó a su pueblo con el hambre. “Se unieron contra él y no encontró
descanso”. Estos dos pasajes contienen la primera referencia a la famosa ciudad
de Babilonia. Se ve así que era pre-sargónica; el
culto a su dios Marduk, hijo de la deidad del agua, Enki de Eridu, ya estaba
establecido según la Crónica; pero como esta referencia a Marduk no ocurre en
los Presagios, podemos considerar esa parte de los registros como una glosa
babilónica tardía. Marduk, el dios posterior de Babilonia, aparece por primera
vez bajo el título de Asar en el período de Gudea, y su conexión original con
Babilonia es dudosa. La deidad patrona de Agade era Amal, un dios identificado con Marduk en un texto
astronómico. Como también tenía un templo en Babilonia, puede ser el antiguo
dios de Babilonia transferido a Agade. Innini, o Anunit, diosa de Agade, tenía también un templo en Babilonia. En
consecuencia, tanto Aural como Innini parecen haber
sido tomados de Babilonia, pero no sabemos por qué Sargón honraba así a la
ciudad.
El glorioso
reinado de Sargón se cerró con todo el imperio en revuelta. La Crónica
Babilónica atribuye pragmáticamente sus desastres a la violación de la ciudad
santa Babilonia. Un texto agorero conserva la misma tradición: “Sargón cuyas
tropas lo ataron en una trinchera y suprimieron a su señor en una coalición”.
La desgracia que le sobrevino al final de su carrera se refiere de nuevo a un
presagio de nacimiento: “si una oveja da a luz un león con cabeza de cordero,
lamento de Sargón cuyo dominio universal [pasó a mejor vida]”. Sólo se ha
recuperado un monumento esculpido de Sargón; se trata de un gran monolito
triangular hallado en Susa; el rey, según la moda semítica, lleva una larga
barba que le llega hasta la cintura, pesados bigotes y su larga cabellera está
enrollada en un enorme moño en la nuca. El título ordinario de Sargón es “Rey
de la ciudad Agade”, al que a veces se añade “Rey de
la Tierra” y “Rey del dominio universal”. También se le describe como el pashish (es decir, hermano mayor) de Anu y el rey-sacerdote
de Enlil.
RIMUSH
Y MANITUSHU
(2279-2254
A.C.)
Los dos
siguientes reyes de Akkad y sucesores del imperio de
Sargón fueron sus dos hijos, Rimush y Manishtusu, que reinaron, según la lista
de reyes, en orden inverso de edad, ya que esa autoridad asigna nueve años a
Rimush, y después quince a Manishtusu, de quien se dice que era el hermano mayor
de su predecesor; pero hay que añadir que existen variantes de la duración de
los reinados. Ambos reyes parecen haber comenzado con campañas contra los
rebeldes, que incluían expediciones a las tierras al este del Tigris y a Elam, pero es Manishtusu quien, en uno de sus monumentos,
se refiere a “todas las tierras que dejó mi padre Sargón” como que “en
enemistad se han rebelado contra mí”, dando a entender así que él era de hecho
el sucesor inmediato de Sargón, como cabría esperar de su primogenitura. En la
actualidad no parece haber pruebas capaces de zanjar esta cuestión, por lo que
puede mantenerse provisionalmente el orden de la lista de reyes.
Rimush, en
cualquier caso, se enfrentó claramente a su sucesión con una revuelta general.
La cronología de sus medidas militares es tan poco determinable como las de su
padre, pero en un lugar cuenta cómo en el tercer año después de que el dios
Enlil le hubiera dado el reino llevó a cabo una invasión victoriosa de Elam, y relata el número de prisioneros y muertos. Sus
primeros años estuvieron sin duda ocupados con la otra campaña descrita en sus
inscripciones, una que precedería necesariamente a la re-subyugación de las provincias más lejanas del este. El país meridional de Babilonia
propiamente dicho, la antigua “tierra” y las grandes ciudades sumerias, habían
aprovechado la oportunidad de la muerte de Sargón para deshacerse de la
dominación de los intrusos que, por mucho que hubieran llegado a parecerse e
imitar culturalmente a los sumerios, debieron ser considerados por éstos con
algunos de los mismos sentimientos que más tarde abrigarían contra los gutis o los amorreos; de hecho, los acadios fueron en éste
como en otros aspectos precursores de los amorreos. Se ha observado que no
encontramos ningún rastro de hostilidad en los registros entre sumerios y
semitas: así planteado es cierto, pues no había ninguna distinción étnica que
implicara estos términos, pero la oposición sale a relucir claramente en la
campaña de Rimush que pudo tener lugar en su primer año. Afirma explícitamente
que sus oponentes eran “las ciudades de Sumer”, y que las trató con una
severidad ejemplar, pues tras su derrota sacó a 5.700 de sus soldados y (al
parecer) los metió en prisiones. El líder de esta revuelta fue el rey de Ur; es llamado “rey” por su conquistador, y evidentemente
ocupó, por algún tipo de reconocimiento general, la soberanía sobre la “tierra”
que era la distinción registrada en la lista de reyes. Esto está, de hecho,
debidamente registrado por esa autoridad, pues es posible insertar el nombre de
este Kaku como último de la Segunda Dinastía de Ur, por lo demás desglosado de los documentos tal como los
tenemos. Con ello se obtiene (si la restauración es correcta) un sincronismo
entre los gobernantes nombrados en la lista de reyes, y también un ejemplo más
de la debilidad característica de esa compilación, pues en ella las dinastías
de Ur II y Akkad están
divididas por no menos de otras seis dinastías y veintidós reyes.
Kaku, el líder de la revuelta
sumeria, fue capturado junto con su ciudad, que quedó indefensa al ser
desmantelada su muralla. La calamidad que cayó sobre Ur en ese momento quizá se refleje, aunque oscuramente, en el lamento atribuido a Enkheduanna, la primera titular (conocida por la historia)
del célebre cargo de suma sacerdotisa del dios Luna en esa ciudad, que se
convirtió tradicionalmente en la prerrogativa de hermanas e hijas del monarca
reinante, y así continuó hasta los últimos años de los registros babilónicos. Enkheduanna ha dejado un monumento propio, y su nombre en
algunos cilindros-sello pertenecientes a sus sirvientes. La lamentación la
representa como la víctima de un desastre que había afligido a Ur: el dios Luna, enfadado, había dejado de ocuparse de su
pueblo y había permitido que su sacerdotisa fuera conducida al exilio,
impotente, según parece, para aplacar la ira de su propio hermano contra la
ciudad rebelde.
Pero hubo
más de un centro de la revuelta, ya que Rimush reunió a sus prisioneros de
otras “ciudades de Sumeria”, y las inscripciones revelan los nombres de
aquellos que, como buenos súbditos del “rey” nacional y como patriotas, tomaron
parte en la batalla contra la dinastía extranjera. Dos de ellas eran las
vecinas Lagash y Umma, antiguas rivales pero siempre susceptibles de estar bajo
el mismo control al estar sometidas a las mismas necesidades. En esta ocasión
estaban dirigidos por sus respectivos ensi;
falta el nombre del jefe de Umma, el de Lagash está escrito con caracteres de
lectura incierta. El jefe de Umma era probablemente el superior de estos dos,
pues se le describe acompañado de su “precursor”, mientras que otros jefes
locales cuentan con su “mensajero” o visir. Aliados notables, destinados
igualmente a ser trofeos del victorioso acadio, fueron Meskigala, ensi de Adab, y Lugalushumgal, ensi de Zabalam. De todos
estos lugares las inscripciones de Rimush cuentan largas historias de muertos y
prisioneros.
Estando como
resultado de esta campaña segura en su retaguardia, el rey pudo ahora dirigirse
a la reconquista del este. Sus inscripciones no distinguen claramente entre las
guerras en Sumer y en Elam, pero tienen al menos
tendencia a relatar los acontecimientos en las dos regiones separadas, y cabe
suponer que las operaciones se extendieron a lo largo de dos campañas en
direcciones diferentes.
Los
preliminares de la campaña elamita se prepararon al final de su sometimiento de
las ciudades sumerias, pues en un lugar afirma claramente que, tras su victoria
sobre Kaku y los aliados del sur, “a su regreso”
asoló Kazallu, hizo prisionero a su ensi Asharid e infligió a la
ciudad rebelde una enorme pérdida de muertos y cautivos. En otras partes de las
inscripciones se asocia a Der con Umma en un desastre común, y no es probable
que Umma pudiera enfrentarse de nuevo a Rimush en un segundo año.
Fuera como
fuese, la expedición contra Elam, que se describe en
un grupo de textos copiados en Nippur, iba a resultar el mayor triunfo del
sucesor de Sargón. Aunque en general se nombra a Elam,
el escenario de su principal victoria fue el distrito de Barakhshe,
donde su padre, antes que él, había librado una de sus guerras más gloriosas.
Según las
inscripciones de Rimush, los ejércitos de Elam y de
una tierra llamada Zakhara se habían unido contra él.
Su jefe era Abalgamash, rey de Barakhshe,
que tenía consigo a Sidgau, llamado “gobernador” de Barakhshe. Al mando de la hueste de Zakhara estaba el gobernador de esa tierra. Sidgau, al menos,
era un viejo oponente de Sargón, y su restauración fue sin duda un acto de
desafío. La batalla tuvo lugar entre Awan y Susa, al
parecer sobre un río nombrado en una oscura frase que parece hablar de verterlo
sobre ellos (?). Sea como fuere, la victoria fue completa, y el rey contó más
de 16.000 derrotados, tal vez muertos, y más de 4.000 prisioneros, así como un
gran peso de oro y cobre parte del cual dedicó al dios Enlil en Nippur. El
resultado de esta victoria fue no sólo la recuperación completa de Barajshé del control de los elamitas, sino la destrucción
de algunas ciudades elamitas y el establecimiento de al menos una soberanía
tributaria sobre el propio Elam: “Rimush, rey de Cis,
era señor de Elam”. El rey termina con una afirmación
rotunda de que su reino era ahora indiscutible, Enlil lo había revelado (?), y
'por los dioses Shamash y Aba lo juro; ¡sin mentiras,
sino de verdad!'.
Rimush era
ahora igual a su padre y declara que 'poseía para Enlil el mar superior e
inferior y las montañas, todas ellas'. Su jactancia ha sido corroborada por el
hallazgo generalizado de trofeos dedicados por él en todo su imperio,
especialmente fragmentos de vasos de alabastro con inscripciones de su triunfo
sobre Elam y Barakhshe,
siendo ellos mismos parte de los innumerables botines traídos de allí. En el
extremo norte de Mesopotamia se ha encontrado uno de estos fragmentos en el
gran emplazamiento, aún sin nombre, de Tell Brak, y
hasta allí, hasta la cabecera del Khabur, se extendió el dominio de Rimush.
Sobre el resto de su reinado, nueve años en total, no hay información; es de
suponer que disfrutó pacíficamente de su poder y de sus ingresos. Pero su
reinado y su vida terminaron por una conspiración palaciega, en la que fue
asesinado por algunos de sus cortesanos “con sus sellos”, o “tablillas selladas”,
según relatan ciertos presagios, cualesquiera que sean las armas que esto
indique. Otro presagio anuncia el presagio de Akkad,
de Rimush y de Manishtusu: no consta lo que ocurrió en esta ocasión, pero
posiblemente podría interpretarse como que Manishtusu tuvo algo que ver en el
asesinato de su hermano, al que, inocente o culpable, sucedió.
Es posible
que sus primeros años fueran pacíficos, pues existe una figura de piedra del
rey, encontrada en Susa, en la que Eshpum, el ensi de esa ciudad, inscribió una dedicatoria a una diosa
local en beneficio de su señor. Pero, más tarde o más temprano, la revuelta se
renovó y las batallas de Sargón, tal vez de su sucesor, tuvieron que librarse
de nuevo. Sin embargo, Manishtusu, cuando escribe que “todas las tierras. . que
dejó mi padre Sargón se habían enemistado conmigo y ni una sola se mantuvo
firme”, parece ignorar el reinado de su hermano, si es que éste había
precedido.
Sus tareas
contra los rebeldes eran las mismas a las que se habían enfrentado sus
antepasados; tenía que someter tanto al sur como al este. En un lugar se da un
detalle interesante sobre esta operación: dividió su ejército en dos partes,
pero no relata cuáles eran los objetivos de estas dos divisiones. Una de ellas,
al menos, se enfrentó a las fuerzas de dos tierras diferentes pero aliadas, y
presumiblemente adyacentes, Anshan y Sherikhum, que
fueron derrotadas y su rey (pues ambas parecen haber estado bajo un mismo
gobernante) llevado en triunfo y conducido al templo del dios Sol en Sippar,
acompañado de ricos regalos para el dios procedentes del botín capturado. La
otra división fue quizá la fuerza que libró una guerra “al otro lado del mar”
contra treinta y dos reyes de ciudades que se habían reunido para la batalla.
Éstos fueron derrotados, sus ciudades sometidas, sus líderes asesinados y su
país ocupado “hasta la mina de plata”. Manishtusu aprovechó la oportunidad para
transportar piedra desde esta región hasta los muelles de Akkad,
e hizo una estatua de sí mismo para colocarla ante el dios Enlil en Nippur.
También transportó madera para la construcción de su templo en Sippar.
Los escasos
relatos de esta campaña (no más que unas pocas frases repartidas entre dos
inscripciones) sólo ofrecen una visión momentánea y desconcertante, pero de un
mundo más amplio. Anshan, nombre célebre hasta los últimos días de la historia
de Babilonia, era una de las principales provincias elamitas, generalmente
unida a Susa, de la que toma precedencia en los títulos de los reyes elamitas.
A pesar de esta frecuente aparición en muchas épocas y contextos diferentes,
hay muy pocas pruebas de su posición geográfica, y las autoridades modernas han
dudado si situarla al norte o al sur de Susa. Su reino hermano de Sherikhum, por el contrario, sólo es mencionado una vez por
Sargón y en esta inscripción, lo que no hace más que indicar la probabilidad de
que se trate de una región costera más allá de Anshan. Esta localización
marítima se ve apoyada por una notable variante del texto del “monumento
cruciforme”; en lugar de “Anshan y Sherikhum” (con el
determinativo simple de “lugar”) la variante sustituye “Anshan y la ciudad de Meluhha”. Este último nombre ha proporcionado durante mucho
tiempo uno de los enigmas de la geografía antigua, ya que, muy brevemente, los
textos posteriores lo aplican sin duda a las lejanas tierras africanas de Nubia
o Etiopía, mientras que en contextos anteriores (y algunos posteriores también)
se aplica casi con la misma claridad a un país no sólo menos remoto, sino
situado al este en lugar de al oeste. La ruta normal a Meluhha era por mar, y hay muchas referencias, desde el periodo Akkad en adelante, a importaciones por mar de madera, oro, piedras semipreciosas y
marfil procedentes de Meluhha. Además, su nombre se
asociaba regularmente con el de Magan, una tierra que
ahora puede situarse con cierta seguridad a orillas del golfo de Omán, y que
incluso puede corresponderse en parte con la Makran medieval y moderna. Puesto que siempre se da a entender que Meluhha está más distante que Magan, su aparición en lugar de Sherikhum, aunque aporta un argumento más a favor de
la Meluhha "oriental", resulta sorprendente
en su sugerencia de cercanía, ya que Sherikhum,
cualquiera que fuera su verdadera ubicación, no estaba fuera del alcance de una
expedición militar desde el sur de Irak, mientras que se ha pensado, con cierta
plausibilidad, que Meluhha incluía al menos las
florecientes ciudades río arriba del Indo, ahora famosas pero desconocidas
hasta su reciente descubrimiento, con quizá también puertos por descubrir en el
delta del gran río.
Existen
pruebas materiales irrefutables de las relaciones entre las dos civilizaciones
de Mesopotamia y de Sind, tanto en forma de productos naturales como de
artefactos, y fue en el periodo de Akkad cuando
dichas relaciones parecen haber alcanzado su apogeo. Sin embargo, es difícil
imaginar cómo un ejército de Manishtusu puede haber penetrado en cualquier país
incluso dentro del radio de Mohenjo Daro, o cómo tal extensión de territorio puede haber estado
en manos de un solo gobernante, “rey de Anshan y Sherikhum (o, Meluhha)”, como las inscripciones lo llaman de
diversas maneras.
Se
plantearía una dificultad adicional si el siguiente pasaje del texto continuara
relatando que el rey cruzó el Mar Inferior en barcos para hacer frente al otro
cuerpo de sus enemigos. Pero aunque hay una referencia inequívoca a los barcos
y a los treinta y dos reyes hostiles reunidos “al otro lado del mar”, la frase
real que se supone describe la travesía es de significado dudoso, y apenas es
necesario imaginar una invasión de la costa desértica de Arabia.
NARAM-SIN
(2254-2218)
1. Naram-Sin, hijo de Sargón, [marchó] contra la ciudad de Apirak,
2. y
construyó minas (contra ella), y Rish-Ad[ad],
3. el rey de Apirak, y el gobernador de Apirak le su[dieron] la mano.
4. Marchó
contra Magan, y a Mannu-dannu,
el rey de Magan, [su mano subyugó].
5. Dungi, hijo de Ur-Engur, se
preocupó mucho por la ciudad de Eridu, que estaba a orillas del mar.
6. Pero
buscó el mal, y el tesoro de Esagila y de Babilonia
7. sacó como
botín. Y Bel fue [ .... ], y cuerpo y acabó con él.
8. Ura-imitti, el rey, puso a Bel-ibni,
el jardinero
9. en su
trono, para que (la dinastía) no llegara a su fin ;
10. y colocó
sobre su cabeza la corona de su soberanía,
11. Ura-imitti en su palacio [ murió ].
12. Bel-ibni, que se sentó en el trono, no se levantó (de él),
13. sino que
como rey se estableció.
14. Ilu-shuma, rey de Asiria, contra Su-abu.
Manishtusu,
según un presagio, fue asesinado en una conspiración palaciega, y le sucedió su
hijo, Naram-Sin, destinado a convertirse en el
segundo de una pareja a la que la historia posterior consideró siempre como las
más grandes figuras de sus anales. Debido a este parecido Naram-Sin
fue conocido posteriormente como el hijo de Sargón; si se insiste en la palabra
es incorrecto ya que la lista de reyes le llama correctamente hijo de
Manishtusu. Su reinado fue largo y, hasta sus últimos años, glorioso. Pero
nuestra información sobre él es de autenticidad variable, dependiendo en su
mayor parte de una tradición muy posterior. De sus propias inscripciones, que
sin duda eran muchas e informativas, y de las esculturas que ilustraban sus
campañas y triunfos, ha sobrevivido muy poco. Por casualidad le ha ido
escasamente incluso en las copias de estos monumentos en Nippur que son
comparativamente informativas sobre las guerras de su abuelo. Tanto las
inscripciones originales de Naram-Sin como sus copias están marcadas por dos cambios
significativos en los estilos reales; en primer lugar, él mismo utilizaba, y
permitía que se utilizara en las alocuciones de sus súbditos, el determinativo
divino delante de su nombre. Esto no es invariable en su propio titulario, y puede que lo asumiera más tarde en su reinado,
pero el lenguaje de los siervos obsequiosos que le dedicaban sus sellos era
desenfrenado en la atribución de divinidad, pues a menudo se dirigen a él no
sólo como divino en su naturaleza, sino que no dudan en llamarle “el dios de Akkad”. Fue quizá el primero en llevar este título, que
marca una usurpación monstruosa según las ideas de los antiguos gobernantes
sumerios que se enorgullecían de ser simplemente el ejecutor del dios-ciudad.
No es imposible que algunas de las historias de caída y desastre que la
tradición posterior adjuntó a su memoria estuvieran motivadas en parte por la
creencia de que tal presunción no podía quedar impune ante los dioses
ofendidos. Al menos, no tuvo muchos imitadores en la historia posterior.
Un segundo
título vanidoso, pero menos blasfemo, fue uno que vuelve a aparecer por primera
vez con Naram-Sin, “rey de las cuatro regiones”, una
pretensión de dominio universal sobre la tierra que revivieron Shulgi y sus sucesores en Ur,
cuando también ellos parecieron disfrutar durante un tiempo de un imperio
ilimitado. No es posible escribir un relato consecutivo, ni siquiera fáctico,
del reinado de Naram-Sin. No hay cronología para sus
treinta y siete años, ni criterio para la veracidad de lo que se relata, ya que
casi todo ello se encuentra en forma de recopilaciones y leyendas posteriores,
de las que no emerge más que una imagen borrosa de triunfo y desastre; sólo por
el curso de los acontecimientos posteriores es lícito creer que al final
predominó el desastre.
Al igual que
sus predecesores, Naram-Sin comenzó probablemente su
reinado en medio de una revuelta de sus súbditos. Varias de las antiguas
ciudades ocuparon un lugar destacado en este levantamiento, y un relato
atribuye su liderazgo a Kish, a la que se reprocha amargamente su ingratitud y
su juramento a la casa de Sargón. En este texto se nombran más de veinte
conspiradores, en otro hay diecisiete, cuyos reinos se extendían desde
Anatolia, en el extremo noroeste, hasta Magan, a
orillas del golfo Pérsico, en el sureste. El resultado de esta vasta lucha
apenas se indica con una línea dudosa como la victoria de Naram-Sin,
aunque esto pueda suponerse. De ser así, el éxito no se alcanzó seguramente en
un año o en una campaña, la extensión de las tierras rebeldes en toda la
extensión de la antigua Asia occidental garantiza que el rey tuviera que librar
una serie de guerras duras y distantes, que sin duda agotaron sus recursos y
dejaron debilitados a sus sucesores. Mari podría ser la primera etapa de su marcha
hacia el oeste, y la segunda la alcanzó con la conquista de Armanum e Ibla, reivindicadas en una copia de su propia
inscripción. La primera de ellas, quizá ambas, estaban gobernadas por Rish-Adad, que fue capturado vivo por el vencedor, y fue
representado en cautividad por una escultura dedicada al dios Luna. Iblahad estuvo antiguamente ocupada por Sargón, aunque su
nieto reclama haberla capturado primero, y la “montaña de cedros” que también
poseyó Sargón es definida por Naram-Sin como el
Amanus. Todos los lugares nombrados en esta inscripción se encontraban entre el
gran recodo del Éufrates y la costa norte de Siria; Armanum era probablemente Alepo y Tidnum un lugar a orillas
del mar no lejos de Tiro. Otros incidentes célebres marcaron la misma campaña en
Siria, que valió al vencedor el título de “señor de Tidnum”.
Nada se sabe
de los otros “reyes” occidentales e incluso de Anatolia que aparecen en una
lista de los diecisiete rebeldes. Pero el asedio y captura de Apishal fue famoso en la tradición, siendo recordado
especialmente por los adivinos por sus ominosos acompañamientos; Naram-Sin marchó allí, abrió brechas en sus murallas y tomó
prisionero a su “rey” Rish-Adad, cuyo nombre no puede
sino recordar a Rish-Adad, el gobernante de Armanum, aunque no es probable que fuera el mismo. No se
sabe con certeza dónde se encontraba Apishal, pero
debía de estar apartada, pues la aproximación a ella fue descrita por una
leyenda en términos de dificultad que (como ya se ha advertido) recuerdan los
obstáculos y fatigas de la expedición de Sargón a Purushkhanda.
Incluso ese límite extremo fue probablemente alcanzado también por Naram-Sin. La inscripción copiada relativa a sus guerras
occidentales contiene una mención de Talkhatum, un
lugar (dice) al que ningún rey anterior a él había llegado jamás, pero Naram-Sin fue allí, y la diosa Inanna no le dio rival, y
los gobernadores de las ciudades de Subartum y los
señores de las tierras altas le suministraron provisiones. Esta ciudad de Talkhatum es conocida de nuevo en una época posterior como
un lugar por el que a veces pasaban los negocios de los mercaderes capadocios,
como también pasaba a Purushkhanda, y las dos estaban
sin duda en la misma ruta. En aparente acuerdo con esto, uno de los relatos
posteriores sobre Naram-Sin comienza la invasión de
su imperio con hordas demoníacas que destruyen la ciudad de Purushkhanda(r),
como si fuera el límite máximo de su dominio. No será demasiado, por tanto,
creer que Naram-Sin ejerció alguna autoridad, aunque
incompleta, sobre distritos del sudeste de Asia Menor, donde su abuelo anterior
había realizado la misma marcha fenomenal que Naram-Sin
o sus aduladores anunciaron como un esfuerzo pionero.
Hacia el
norte hay pruebas materiales de la extensión de su dominio. El más lejano de todos
es el sitio ahora llamado Tell Brak, del que aún se
desconoce el nombre antiguo. Aquí se ha encontrado, sobre un montículo de lo
más imponente, la sede de una población y un culto florecientes en épocas muy
anteriores a la dinastía de Akkad, y la ruina de un
gran palacio construido por Naram-Sin con ladrillos
que llevan su nombre. Tal edificio atestigua el orden que se estableció en un
remoto distrito bajo el reinado de este rey, pues en él se recogían y
almacenaban los tributos del país circundante, en aquella época fértil y
próspero. No muy lejos, hacia el este, se ha encontrado una estela con la
figura del rey y una inscripción borrada, en una aldea cercana a la ciudad de Diyarbakr. De su presencia y supremacía en las ciudades de
Asiria existen pruebas directas e inferenciales, que ya se han señalado
anteriormente.
Si bien cabe
suponer que la supremacía de Naram-Sin en el oeste y
el norte se mantuvo sin contestación seria, tuvo algunas luchas duras en sus
fronteras orientales contra los diversos pueblos de las colinas que miraban con
envidia a la llanura babilónica, y que al final iban a derrocar el reino que
dejó a sus hijos. El relieve rocoso cincelado en la escarpada ladera de un
desfiladero llamado Darband-i Gawr,
en el distrito de Kara-Dag, al sur de Sulaimaniyyah, es un monumento que reproduce in situ la
famosa escena de la estela de Naram-Sin descubierta
en Susa que, según su propia inscripción, representa el triunfo de Naram-Sin sobre Satuni, el rey de Lullubi. Esta localización, unida a las pruebas de la
topografía de las campañas asirias contra los lullu,
hace pensar que el centro de Lullubu era el valle de Shahrazur; una conclusión similar puede extraerse de la
lista geográfica del imperio de Sargón que sitúa a Lullubi inmediatamente después de Arrapkha (Kirkuk). Desde
este centro marchaban a veces los incursores de Lullu,
y una de sus penetraciones alcanzó el distrito del actual Zuhab,
cerca de Sar-i Pul, pues allí se ha encontrado un
conocido relieve rocoso con figuras y la inscripción de Annubanini,
rey de Lullubi, que escribe en estilo agadeano una descripción de su monumento y una larga
imprecación contra cualquier infractor. El peligro de este enemigo se recuerda
vívidamente en una tradición posterior y confusa, en la que aparece como padre
de una banda de siete temibles ogros, con nombres horripilantes inventados para
infundir terror, que barrieron los dominios de Naram-Sin
al frente de una horda incontable de monstruos, asolaron Gutium y Elam, y sólo fueron detenidos a orillas del golfo Pérsico.
No muy lejos
de su monumento hay otro relieve rocoso con el nombre de Tar-dunni,
sin duda otro rey de los lullu. Los gutis no son tan fáciles de fijar en el mapa; eran vecinos
cercanos, apenas distinguibles de los lullu,
pero ningún monumento territorial señala sus moradas. Sus descendientes,
llamados Qutu, pueden encontrarse dudosamente
mencionados en las cartas Man; pero aparecen de forma más prominente mucho más
tarde en las campañas de los reyes asirios hacia finales del segundo milenio y posteriormente.
En aquellos tiempos eran un pueblo grande y poderoso, aunque poco unido; su
epíteto era “de amplia extensión” y su tierra parece haber estado en las
montañas al sur del Zab Menor, al norte de Sulaimaniyyah y del legendario monte Nisir, donde descansó el arca del Noé babilónico tras el Diluvio. Los hogares de estos
montañeses, tanto Guti como Lullu, están
representados por partes de los territorios ocupados por los modernos kurdos y lures, que quizá hayan conservado los antiguos nombres con
algunas de las mismas turbulencias.
Se ha visto
más arriba que había gobernado sobre Elam en los días
de Sargón una dinastía nativa asentada en la ciudad de Awan.
Los miembros octavo y noveno de ésta habían sido conquistados por Sargón;
ningún nombre de sus sucesores aparece entre la coalición de rebeldes contra Naram-Sin en su sucesión, donde el poder elamita está
representado más bien por los estados de Markhashe y Mardaman. Probablemente contemporáneo de Naram-Sin en esta dinastía fue el undécimo rey llamado Khita, y es muy probable que sea él quien figure en un
tratado escrito en lengua elamita y celebrado con Naram-Sin.
En Susa,
siempre la más dócil a la influencia babilónica, el ascendiente de Naram-Sin fue casi completo. Allí levantó edificios construidos
con sus propios ladrillos inscritos, erigió sus estatuas y dedicó sus trofeos
de Magan. A cargo de esta dependencia nombró a un
gobernador de la ciudad llamado Epir-mupi. En esta
época fue tan completa la sumersión de las influencias nativas que incluso los
documentos de la ley y la administración estaban escritos en acadio y no en
lengua elamita; contratos, cartas, listas e incluso obras literarias se
encuentran en el todopoderoso acadio. Estas tablillas revelan que existía un
activo comercio con Babilonia, pues a menudo se nombran ciudades de la antigua
tierra de Sumer, especialmente Shuruppak, Awal y Umma. Esta condición de las cosas duró tanto como el
cargo de Epir-mupi, que en vida posterior fue
ascendido a la categoría de gobernador general sobre todo Elam.
Su sucesor fue Puzur (Kutik)-In-Shushinak.
Para sellar
su dominio de las “cuatro regiones” Naram-Sin celebró
un triunfo en el sur sobre Manium, rey de Magan. Así lo atestiguan el consentimiento intachable de
sus propias inscripciones, de presagios y crónicas posteriores y de los vasos
de alabastro existentes inscritos con su nombre y las palabras “botín de Magan”. Estos vasos, combinados con los nombres de Magan y Manium, han dado un
singular interés a este episodio, ya que Magan era un
nombre indudablemente aplicado a Egipto en un período posterior de la historia
babilónica, y los vasos tienen una clara semejanza con los vasos de alabastro
egipcios, que más comúnmente llevan inscripciones a finales de la Quinta y en
la Sexta Dinastías, cuyas fechas concuerdan bastante bien con la de Naram-Sin. Era natural, por tanto, que el nombre de Manium, o Mannu, recordara a
Menes, tradicionalmente el primer rey del Egipto Unido. Pero un sincronismo
está fuera de cuestión, ya que el comienzo de la Primera Dinastía no puede
reducirse en absoluto a la fecha de Naram-Sin, y el
parecido de los vasos de alabastro no debe atribuirse más que a la influencia
artística y a los productos que emanaban del Egipto de la Quinta Dinastía a
través de las rutas comerciales hacia el este como lo hacían hacia el norte. No
hay razón suficiente para creer que Naram-Sin pueda
haber sido un invasor extranjero que ayudó a poner fin a la Sexta Dinastía en
Egipto y a traer su Primer Periodo Intermedio
Estela de la
victoria de Naram-Sin, rey de Acad
LOS HECHOS
A Sargón le
sucedió, como se sabe ahora, su hijo Rimush (2279-2270), que reinó 9 años.
Otros hijos suyos fueron Ibarim y Amal-Ishdagal.
El nombre Rimush se ha leído Urumush, pero la ciudad
Rimush en una inscripción de Naram-Sin y en una
tablilla de Drehem indica la verdadera traducción.
Rimush está estrechamente asociado en la historia con su sucesor Manishtusu por
el hecho de que ambos emplearon el título de “Rey de dominio universal”, y
durante muchos años los asiriólogos los consideraron reyes de Kish.
Cuando subió
al trono encontró a Sumeria y Elam en revuelta, como
cabía esperar del final del reinado de Sargón. Un tal Enimazag se proclamó rey de Ur y ya varias ciudades del sur
reconocían su autoridad. Rimush asoló Ur y Umma,
tomando varios miles de prisioneros, y alcanzó las costas del mar inferior. Kazalla, que se había rebelado de
nuevo contra el imperio, fue sometida a su regreso de Sumer. Der, en la
frontera elamita, también fue sometida. Aunque Sargón había conquistado Elam y Barakhsi, Rimush se vio
obligado a reducirlos de nuevo. Abalgamash, rey de Barakhsi, entre Susa y Awan, fue
derrotado en batalla y su gobernador, Sidgau, fue
capturado. Rimush afirma haber gobernado la tierra de Elam,
y de hecho este belicoso pueblo parece haberse sometido realmente a los reyes
de Acad durante un largo periodo. Asumió el título de destructor de Barakhsi y Elam, y afirma haber
gobernado las tierras desde el Golfo Pérsico hasta el Mar Mediterráneo, y todas
las tierras montañosas con lo que probablemente se refiere a Elam, Commagene y Siria. Mantuvo
intacto el vasto imperio de Sargón y preparó una poderosa herencia para el
reinado más glorioso del periodo, el de Naram-Sin.
Al igual que
Sargón, terminó su carrera en la desgracia y los libros de augurios babilónicos
conservan tradiciones de su calamidad. Dos libros de hígados conservan un mal
presagio de Rimush que precedió a su muerte. Ilustran el método de adivinación.
El lobus caudatus era como una luna nueva y los hijos del palacio se levantaron y mataron a
Rimush con sus sellos. La parte superior de la vesícula biliar se volvió hacia
una ampolla en la superficie del hígado y encerró marcas que parecían armas, y
los de su casa se levantaron y lo mataron. Los hijos del palacio en las inscripciones
de Sargón y Rimush se refieren a los funcionarios de Agade,
y la afirmación de que los conspiradores mataron al rey con sus sellos es
totalmente creíble, ya que los sellos de la época destacan por su
extraordinario tamaño y belleza.
Su sucesor,
Manishtusu (2269-2255), ha sido considerado comúnmente como hijo de Sargón; las
tradiciones coinciden en que su propio sucesor, Naram-Sin,
era su hermano y, por tanto, hijo de Sargón. Su nombre, de origen semítico,
significa probablemente ¿Quién puede (desarraigar) sus cimientos? Entre las
principales fuentes para la historia de su reinado se encuentran una gran
piedra cruciforme con doce columnas, principalmente relacionada con la
restauración del templo y el culto al dios solar Shamash de Sippar, y un gran obelisco, que registra en 76 columnas los detalles de su
compra de cuatro haciendas. Este último contiene el nombre de un testigo, Sharru-kin-ili, Sargón es mi dios.
El fundador
del reino no recibió realmente honores divinos; pero un nombre propio de este
tipo en tiempos de su sucesor prueba que era considerado al menos semidivino
por sus súbditos de Agade.
Naram-Sin, el amado del dios
Luna, fue el cuarto rey de Agade, y la tradición
babilónica afirma invariablemente que era hijo de Sargón. Puesto que hay que
asignar al menos 22 años a los reinados de Manishtusu y Rimush, y puesto que
Sargón murió en su vejez, es difícil creer que Naram-Sin
fuera hijo de Sargón. Si concedemos 22 años a sus dos predecesores, y suponemos
que nació 20 años antes de la muerte de Sargón, podría haber ascendido al trono
a la edad de 42 años. La lista dinástica de Nippur tiene 56 para los años de su
reinado, y esto le daría una edad de 98 años.
Las
inscripciones de su propia época dan casi invariablemente a Naram-Sin
el rango de deidad; pero los cronistas posteriores omiten el signo de dios
delante de su nombre, como hacen en el caso de los nombres de todos los reyes
históricos de Sumer y Acad que habían sido deificados. La deificación de los
emperadores romanos comenzó en las provincias griegas mucho antes de que la
institución llegara a la propia Roma, y la tendencia a deificar, que era uno de
los aspectos más importantes de la religión sumeria, armonizaba con la creencia
en el sacerdocio de los reyes.
Los antiguos patesis, o reyes-ciudad, eran sacerdotes de los
dioses, y el título, patesi de una deidad patrona, se conservó incluso cuando
se convirtieron en jefes de reinos. Tres reyes de la dinastía sumeria
prehistórica de Erec habían disfrutado de la
apoteosis. Eannatum y sus sucesores en Lagash fueron aclamados como niños que
se habían nutrido de la leche de la diosa-madre, y se decía que Lugal-Zaggisi era hijo de Nidaba,
la diosa-madre de su ciudad natal, Umma, y se había alimentado de la leche de
la gran Ninkharsag. Ya en la Sumeria presargónica se comparaba a los reyes humanos con Tammuz, el hijo divino de Innini,
el principal tipo de diosa-madre. La creencia en el origen divino del rey se
basa en su supuesto nacimiento milagroso de una de las diosas-madre solteras.
La institución fue posible gracias al antiquísimo culto a Tammuz,
el hijo moribundo de Innini. Las únicas inscripciones
de la época de Naram-Sin que omiten el título divino
son una inscrita en un vaso procedente de Magan y
hallada en Babilonia, es decir, cerca de su propia capital, y otra escrita por
su hijo Lipitili. Una tablilla-copia de las
inscripciones de sus monumentos dedicados en E-kur en Nippur omite el
determinativo de dios, pero sus historiadores privaron habitualmente a los
reyes antiguos de este título.
El orden de
los acontecimientos en su reinado es incierto. Los zócalos de piedra caliza del
templo del dios Lugal-maradda, construido por Lipitili, patesi en Maradda,
tienen una introducción histórica que afirma que el edificio fue erigido el año
después de que Naram-Sin hubiera derrotado a nueve
ejércitos y capturado a sus tres reyes. Estos tres reyes fueron llevados
prisioneros ante Enlil, al igual que Sargón había llevado encadenado a Lugal-Zagesi ante el mismo dios en Nippur. En virtud de su
vasto imperio, Naram-Sin asumió aquí el título de rey
de las cuatro regiones, y en adelante se abandonó el título de “rey del dominio
universal”, y Kish, celoso de la nueva capital en Akkad,
organizó una gran coalición contra él. Esto explica probablemente el rechazo
del título que en sí mismo reconocía las antiguas prerrogativas de Kish.
LAS
CONQUISTAS DE NARAM-SIN
Las cuatro
regiones se rebelaron bajo Ipkhur-Kish de Kish, y
entre las principales ciudades de la coalición figuran las principales ciudades
de su propia tierra Akkad, cuatro ciudades de Elam y Erech, la mayor ciudad de Sumer. Se refiere a la
ingratitud de Kish, que había sido liberada por su padre Sargón de su opresión
por el rey de Erec, y ahora se había rebelado contra
el hijo de su libertador y se había unido a sus antiguos enemigos. Al parecer,
más de la mitad de su propia provincia semítica se había sublevado; incluso
Sippar, a pocas millas de su capital y centro del culto al antiguo dios-sol
semítico, se encontraba entre sus enemigos. Ipkhur-Kish,
el jefe de la coalición, reunió a sus ejércitos en las fortalezas de Tiwa y Urumum en la llanura de Sinâ y en la fortaleza de Bit-Sabad,
el templo de Gula. (El templo de Gula en Babilonia se llamaba E-sabad.) La inscripción termina abruptamente con los nombres
de diez reyes y no da ninguna información sobre su victoria. Estos diez reyes
no parecen haber estado en la coalición que elevó a Ipkhur-Kish
a la realeza; son más bien un resumen de las expediciones e invasiones de Naram-Sin.
La lista
comprende (1) Puttimadal, rey de Shimurru,
una tierra al oeste de los montes Zagros. (2) Inmash de Namar, en la región de Samarra, al este del
Tigris. Tres siglos después vivía aquí un pueblo hitita mitanio, e In, “señor”,
la primera sílaba del nombre Inmash (o Inbar), sugiere la presencia ya de un pueblo mitanio. El
tercero de la lista es Rish-Adad, rey de Apirak, cuya conquista fue considerada por los cronistas
posteriores como el acontecimiento más importante del reinado de Naram-Sin. También los presagios otorgan a esta gesta el
primer lugar en su carrera. Apirak puede ser idéntica
a Abiak, una ciudad cercana a Timtab.
Su rey, Rish-Adad, así como su posterior patesi, Sharrubani, llevan nombres semitas.
En el
obelisco de Manishtusu los nombres de la mayoría de los ciudadanos de Timtab son semíticos. Kazalla, la
provincia elamita en la que se encontraban Timtab, Apirak y Awan, tenía todavía un
rey elamita en tiempos de Sargón; pero los nombres de sus ciudadanos y patesis en el periodo posterior de Ur son en su mayoría semitas. Estos hechos son importantes para las condiciones
raciales de los pueblos al este del Tigris, en la zona de los Zagros, en la
primera mitad del tercer milenio. En las regiones elamitas al sur del Diyala
hay semitas que evidentemente no son nativos sino inmigrantes de Akkad, para quienes las repetidas invasiones de los reyes
de Akkad habían preparado el camino. Al norte de la
Diyala los pueblos hitita-mitanni parecen haber
ocupado las colinas de Shimurru y las llanuras del
Tigris por encima del Adhem, así como la llanura
central de Subartu. Aquí mantuvieron durante siglos
una tenaz resistencia frente a los semitas, que también empujaban hacia el
norte a lo largo del Éufrates. En Lulubu, poco
después del periodo de Akkad, reinó Annubanini; en la estela de Seripul este rey está representado en bajorrelieve con barba poblada y labios afeitados
de pie ante una figura bien esculpida de la diosa semítica de la guerra,
Ishtar. La inscripción está escrita en semítico, pero demuestra que la religión
de Lulubu en el siglo XXVII era sumeria, como la de
los semitas de Acad. El propio rey, tal y como está representado aquí,
difícilmente es semita, y se ha argumentado que su nombre y los de su esposa y
su hermano pertenecen a las lenguas caspio-elamitas.
El cuarto de
la lista es Migir-Dagan, rey de Maer.
La presencia de un reino semita en el antiguo distrito sumerio de Maer, en Siria, a orillas del Éufrates, es otro indicio del
poder semita en Mesopotamia. La importante deidad Dagan,
que aparece aquí por primera vez, parece haber sido el dios prehistórico de la
tierra de Maer cuya capital era Tirka,
actualmente la aldea Isharah en el Éufrates bajo la
desembocadura del río Khabur.
El quinto y
sexto reyes son Khubtakkibi de Markhashi y Dukhsusu de Mardaman, de
los cuales el último, como el primero, estuvo probablemente en Elam. El séptimo de la lista es Manium,
rey de Maganna(ki). Los
cronistas consideran la conquista de Magan como el
acontecimiento de segunda importancia en el reinado de Naram-Sin,
y los libros de presagios recogen también los signos en el hígado que condujeron
al sometimiento de la "Tierra Maganna". La
Crónica afirma que se dirigió a Maganna y capturó a Mannu-dannu, su rey. Un jarrón de mármol de Magan, con la inscripción “Naram-Sin,
rey de las cuatro regiones, un jarrón, botín de Magan,
fue llevado a Elam”, y se ha recuperado un fragmento
en Susa. Naram-Sin hizo una estatua de sí mismo de
diorita que trajo de las montañas de Magan, y que
dedicó a Shamash en Sippar; y este objeto también fue
saqueado por los elamitas, y mutilado todo excepto los pies y la base. Según la
inscripción fragmentaria, derrotó a Magan y capturó a
su rey Manium al año siguiente de haber derrotado a
nueve ejércitos y atado a sus tres reyes. El nombre completo de este rey puede
haber sido, por tanto, Mannu-dannu, Quien es
poderoso. Magan, un compuesto del sumerio Ma,
'barco', se llamaba así porque sus habitantes eran gente de mar; y un texto de
la época de Dungi de Lagash habla de los
constructores de barcos de Magan. Las inscripciones
sumerias combinan sistemáticamente Magan con Melukhkha, que más tarde en todo caso es Etiopía, pero que
originalmente designaba Omán y la parte árabe del Golfo Pérsico. Las fechas de Magan y Melukhkha se asocian con
las de Dilmun en el Golfo Pérsico. Magan era llamada la montaña del cobre, y su famosa diorita
negra difiere geológicamente de la diorita egipcia. Una epopeya sumeria
relativa a los destinos decretados por el dios de la guerra Ninurasha para varias piedras hablaba de la montaña Makkan como
la tierra de la dolerita. También Gudea menciona la madera procedente de Magan, Melukhkha, Gubin y Dilmun. Magan, o Makkan, era una tierra
costera del Golfo Pérsico, probablemente la moderna el-Hasa,
y la clásica Gerra. Era una tierra famosa también por
las cabras, y en la leyenda sumeria de Dilmun, o
Epopeya del Paraíso, la deidad de Magan se llama Nindulla, “reina de los rebaños”. La referencia a Magan como la montaña de cobre parece indicar la inclusión
del Jebel Akhdar de Oman donde todavía se encuentra cobre.
Manium de Magan fue honrado dándole su nombre a la ciudad Manium-(ki), que se menciona en un registro del templo del periodo
de Dungi, cuatro siglos después de Naram-Sin. Los habitantes de Magan eran sumerios leales que enviaban tributos a los grandes cultos de Sumer. La
tierra también era famosa por la piedra llamada gug (sumeria) o samtu (asiria), que se supone que es el shohan hebreo (?ónice, berilo).
Una antigua
ruta de caravanas atraviesa la península arábiga desde Jidda pasando por La Meca y el Jebel Shammar y llega hasta Babilonia en la región de Babilonia. Se trata de la histórica
ruta de peregrinación de los mahometanos orientales hacia La Meca. Un ramal
norte de esta ruta desde Yambu el-Bahr y Medina se
une a la carretera principal en el Jebel Sham-mar. Puede esperarse razonablemente un reino semita,
en la época de Naram-Sin, en el Hiyaz y en la tierra de los minaos y la lengua estaría naturalmente estrechamente
relacionada con la babilónica. La conquista de esta región pudo realizarse por
la ruta terrestre a través del Jebel Shammar, o más probablemente por el largo viaje marítimo a
través de Dilmun, Gubin y Melukhkha. Gudea habla de traer piedras de tierras
distantes un año entero de viaje; y desde la época de Naram-Sin
en adelante la estatuaria y los monumentos esculpidos de Sumer y Akkad están hechos principalmente de diorita de Magan. Por estas razones muchos eruditos han sostenido que Manium era semita y que Magan incluía el Sinaí e incluso Egipto, pero el estudio geográfico de Sargón, que
afirma que se llegó a Melukhkha tras una marcha de
120 horas desde el embalse del Éufrates, fija de inmediato la ubicación general
de nueve ejércitos con sus tres reyes y en la invasión de Magan.
El título de conquistadores de nueve ejércitos, que asume en la estatua de Susa
y en la inscripción del templo de Maradda, se refiere
probablemente a la rebelión de Erech, Umma y Nippur, cuyos reyes, Lugal-Anna, Arad-Enlil y Amar-Enlil, son los últimos de los
diez. Tras la conquista de estas tierras marítimas emprendió la invasión de Magan. A su regreso de esa región encontró a Akkad, Sumer y Elam en revuelta.
Es sorprendente que Naram-Sin dispusiera de los
recursos militares necesarios para hacer frente a semejante oposición. Poco de
su propia Akkad le permaneció leal. Ciertamente, Maer y las provincias occidentales conquistadas para Akkad por sus predecesores no tenían ningún interés en
ayudarle a sofocar la rebelión. Su supervivencia debe atribuirse a un ejército
bien organizado y entrenado para la obediencia y la lealtad por sus
predecesores. Al igual que Sargón, también invadió Siria y llegó hasta el mar.
Una tablilla de piedra perforada, utilizada como pedestal para un emblema, y un
vaso de mármol, dedicado al templo de Lagash, llevaban inscritos el registro de
sus victorias en el lejano oeste: “El divino Naram-Sin,
el poderoso rey de las cuatro regiones, heridor de Armanu e Ibla”. Una figura de pie del rey en bajorrelieve se
conserva en las tierras montañosas del Kurdistán, en Pir Hussein, una aldea a 32 kilómetros al noreste de Diarbekr,
en el Ambar Su, un brazo del Tigris. Lleva el kaunakes sumerio de la época drapeado desde el hombro
izquierdo, y agarra la empuñadura de una espada con la mano derecha en actitud
de defensa. La mano izquierda, ceñida a la cintura, sostiene el asta de un
cetro. Una inscripción en cuatro columnas, muy deteriorada, hace referencia a
la realización de la estela y pronuncia una maldición sobre aquel que la
destruya. De una frase que hace retroceder el pecho se desprende que se opuso a
los invasores, posiblemente los hititas, que pretendían descender sobre
Mesopotamia desde más allá del Tauro.
NARAM-SIN Y
LA ESTELA DE LA VICTORIA
El monumento
más famoso de Naram-Sin es su notable Estela de la
Victoria dedicada al dios sol en Sippar y llevada a Susa por Shutruk-Nakhkhunte. El monumento es de arenisca amarilla
probablemente obtenida del Kurdistán y transportada a Sippar. El rey vestido de
semita asciende a una montaña junto a uno de cuyos picos se arrodillan en
súplica sus enemigos conquistados. El campo de la cima de la estela está
ocupado por estrellas de ocho puntas con rayos fluyentes, insignias de Ishtar
la diosa de Akkad y genio de la guerra. La delicada
pero firme ejecución de cada figura, la sencillez y la fuerza de la
composición, revelan un arte imperial y prueban que los escultores de Akkad eran algo más que artesanos provincianos. Parece
revelar inequívocamente la influencia del arte egipcio de las dinastías II y
III. Shutruk-Nakhkhunte, justamente orgulloso de la
magnífica estela que había saqueado de Sippar, inscribió su propia inscripción anzanita en una superficie que no ha destruido las figuras.
La inscripción original, de la que están destruidas todas las palabras excepto
unas pocas, relataba cómo los reyes de las tierras situadas al este del Tigris,
en los montes Zagros, incluido Lulubu, se reunieron
para oponerse al divino Naram-Sin.
La estatua
de Naram-Sin en E-kur dedicada a Enlil se refiere a
su conflicto con Kharshamatki, señor de Aram y Am en
la montaña Tibar, posiblemente idéntica a la tierra
Tabal de las inscripciones asirias y al pueblo Tibareni de la geografía clásica. En la época asiria esta tierra, la Tubal de Ezequiel, se encontraba considerablemente al sur de su emplazamiento
posterior a orillas del Mar Negro. La conquista de Aram y Am posiblemente formó
parte de la expedición al Kurdistán conmemorada por la estela cerca de Diarbekr, e indicaría que este enérgico guerrero avanzó más
allá del Antitauro en Armenia. De ser así, su imperio pudo haberse extendido
desde Armenia hasta las orillas del Golfo Pérsico y el Mar Rojo, desde Elam y los montes Zagros hasta la costa mediterránea. Las
cuatro regiones se inclinaban ante él al unísono, así reza un fragmento de
estatua; y la mejor prueba del reconocimiento de su autoridad en todo este gran
imperio es la existencia de los documentos escritos de los patesis,
algunos de ellos sus propios hijos, a los que nombró en diversas ciudades. Su
hijo Lipitili recibió la provincia de Maradda. Otro hijo, Nabi-Kibmash,
fue nombrado patesi de Tutu-(ki), cuya hija, Lipushiaum, era músico del templo de Sin (en Ur). Un tercer hijo, Bingalisharri,
al parecer no recibió una provincia.
Los reyes de Akkad nombraron patesis sumerios nativos sobre las antiguas ciudades del sur, pero desconfiaron de los
elamitas y nombraron patesis semitas para Susa. Una
tablilla fragmentaria escrita en anzanita parece ser
un tratado entre Naram-Sin y un rey de Elam. El enemigo de Naram-Sin es
mi enemigo y el amigo (?) de Naram-Sin es mi amigo
(?) es la frase más destacada de este documento, que sigue a la invocación de
una larga lista de dioses elamitas y del dios Amal,
de Akkad. La información de este importante
documento, la inscripción anzanita más antigua
conocida, es exigua, pero confirma la sumisión de Elam al imperio de Akkad.
LAGASH Y
NIPPUR BAJO NARAM-SIN
Lugal-ushumgal, patesi de Lagash, parece
haber ejercido una marcada influencia en los asuntos de su ciudad. Ascendió a
la prefectura de su ciudad desde el cargo de escriba, y fue uno de los
enérgicos patesis que revivieron la cultura y el arte
de Lagash. Esta ciudad, bajo el benéfico gobierno de Akkad,
ya no se vio avergonzada por los celos de sus vecinos y ahora comienza un
periodo de glorioso renacimiento que culmina con el reinado del famoso Gudea. Lugal-ushumgal mostró su gratitud al emperador dedicando su
sello al divino Naram-Sin, el poderoso, el dios de Akkad; también gozó del patrocinio de Sharkalisharri,
que le mantuvo en el cargo. Revivió el antiguo método Lagash de fechar las
tablillas por el año de su patesiato, un
procedimiento inusual para un patesi que debía adoptar el sistema oficial del
imperio. Se han recuperado varios de sus registros comerciales, principalmente
la compra de esclavos; los nombres de los ciudadanos de Lagash siguen siendo
casi exclusivamente sumerios, pero aparecen palabras semíticas en las cartas y
contratos de la época en Lagash. Esto revela el creciente protagonismo de lo
semita en Sumer. Los archivos estatales prueban que Lagash enviaba a Akkad cuantiosos tributos en grano, ovejas y ganado, oro y
plata, sal y pescado, de los que el rey y la reina recibían las porciones
principales. Lagash también estaba obligada a enviar relevos de trabajadores y
obreros cualificados a la capital. La oficina administrativa de los asuntos de
estado bajo el imperio de Agade se encontraba en la
parte occidental de la ciudad, a cierta distancia de los antiguos archivos de
la ciudad. La frecuente mención de Lugal-ushumgal, el
patesi, en los registros estatales de Lagash en este periodo demuestra que
administró los asuntos de la provincia con éxito durante un largo periodo.
Nippur, por
otra parte, no parece haber poseído hombres de gran capacidad administrativa
que figuren ampliamente en la historia de la ciudad y del periodo. Pero el
prestigio religioso de la ciudad gozó de la benevolencia de los emperadores, y
tres tablillas de Lagash están fechadas con la fórmula: En el año en que el
divino Naram-Sin puso los cimientos del templo de
Enlil en Nippur y del templo de Innini en Ninni-Ab' (al sur de Nippur hacia Umma).
La gran
reputación de Naram-Sin como constructor de templos
queda especialmente patente en las inscripciones de los últimos reyes de
Babilonia, Nabucodonosor y Nabónido. Nabucodonosor afirma haber reconstruido el
templo de Maradda sobre los antiguos cimientos de Naram-Sin, pero no menciona a su hijo, Lipitili,
que en realidad construyó el templo para su padre. Nabónido, en sus relatos
sobre la reconstrucción de E-barra, el templo del dios sol en Sippar, dice que
excavó hasta los cimientos de Naram-Sin, que reinó
3200 años antes de su propia obra en Sippar (553). La fecha (3753) que así le
asigna el anticuario real no puede ser correcta. Sus construcciones en Nippur y
Adab se encuentran sólo uno o dos pies por debajo de las obras del siguiente
gran restaurador de templos sumerios, Ur-Engur, que
reinó a principios del siglo XXV; y entre la dinastía de Akkad y la de Ur-Engur la lista dinástica da un periodo de
sólo 151 años más una dinastía desconocida en Uruk, a la que pueden asignarse
50 años. Las cifras de Nabonido para Naram-Sin son casi exactamente 1000 años demasiado altas.
SHAR-KALI-SHARRI
(2217-2193
A.C.)
LOS ÚLTIMOS
REYES DE AKKAD Y LA SUPREMACÍA GUTI
Quedó en la
memoria de las épocas posteriores una confusa tradición según la cual el
reinado de Naram-Sin terminó en eclipse. De forma más
explícita, una crónica tardía declara que el dios Marduk levantó dos veces
contra él la horda de los gutis, que hostigaron a su
pueblo y recibieron su reino como regalo del dios. Una historia menos definida,
de la que se ha dado cuenta más arriba, habla del descenso sobre Sumer y Acad
de un enemigo extranjero llamado por el nombre que se da a varios pueblos
bárbaros, Umman Manda, que parece haber comenzado su
carrera desde el noroeste, pues el curso de su devastación es un gran barrido
desde su primera víctima la ciudad de Purushkhandar(?
), al parecer la ciudad de Asia Menor a la que Sargón realizó su épica marcha,
y continuando hacia el sudeste hasta que arrasó la propia Gutium, Elam, y no terminó antes de haber invadido también las
tierras situadas más allá del Golfo Pérsico, Tilmun, Magan y Meluhha. Nada indica si
la invasión aquí relatada tuvo lugar al principio y no al final de su reinado.
En cuanto a la crónica, su atribución a Naram-Sin del
desastre finalmente infligido por los gutis está en
conformidad con una teoría de su compilador, según la cual todos los grandes
personajes del pasado habían sido sucesivamente negligentes con el culto de
Marduk y por lo tanto rechazados por ese dios supremo. Esto, sin duda, si el
texto estuviera mejor conservado, sería un preludio del establecimiento del
único reino, templo y culto verdaderos en la propia Babilonia.
Pero si Naram-Sin terminó su vida con un reino no muy deteriorado,
ya había signos de decadencia y amplios presagios de los problemas que iban a
estallar sobre su hijo. Elam bajo Kutik-In-Shushinak se estaba volviendo independiente y casi desafiante,
y los hombres salvajes de los Zagros estaban preparados para abalanzarse sobre
la rica tierra que veían protegida sólo por un brazo debilitado. El viejo rey
murió finalmente tras un reinado de treinta y siete años, y dejó esta
amenazadora situación a su hijo Shar-kali-sharri. No
se sabe si era el mayor, pero otro hijo de Naram-Sin
llevaba el significativo nombre de Bin-kali-sharri,
quedando así los dos hermanos en una relación que entre las antiguas dinastías
sumerias habría marcado a un rey y a su hijo destinado a reinar después de él.
Pero Shar-kali-sharri no iba a tener sucesor, al
menos no de la antigua familia de Sargón. No más que para los otros reyes de Akkad hay una cronología interna de su reinado, pero sin
duda sus problemas empezaron pronto. Casi por primera vez en esta dinastía
tenemos la ventaja de varios nombres de años o fórmulas de datación que se
refieren a logros bélicos. Naturalmente, estos sucesos se relatan bajo el color
de victorias, pero la lista de enemigos, por breve que sea, da un testimonio
elocuente del precario dominio que mantuvo sobre sus dominios más cercanos y de
la pérdida de sus provincias más lejanas.
Los primeros
de la lista son Elam y Zakhara,
este último un pequeño estado fronterizo que se había unido a la resistencia
contra Rimush; estos aliados tuvieron ahora la temeridad de lanzar una invasión
de la propia Babilonia, donde atacaron la antigua ciudad de Akshak.
Aquí fueron recibidos y (según afirma) derrotados por Shar-kali-sharri;
al menos se retiraron a sus propios países, donde Kutik-In-Shushinak estaba tan lejos de quedar desacreditado que se
autoproclamó “poderoso rey de Awan” y poseedor de las
“cuatro regiones”, en el mismo estilo asumido hasta entonces por los señores de Agadea. De este campo de batalla oriental Shar-kali-sharri fue llamado lejos, al noroeste, para
enfrentarse a otro enemigo. Una segunda fecha anual proclama que “venció al
amorreo en Basar”. Una nueva oleada de invasores semitas, como la que habían
sufrido los propios acadios, se dirigía hacia las ricas ciudades del sur, y su
poseedor se vio acorralado entre dos ataques convergentes. En esta postura el
destino de Shar-kali-sharri fue muy similar al de Ibbi-Sin en la siguiente época de la historia babilónica,
obligado a girar desesperadamente de un flanco a otro, conteniendo con golpes
fallidos la presión que finalmente iba a aplastar en su reino.
Esta batalla
para rechazar la invasión amorrea tuvo lugar en Basar, que probablemente se ha
identificado con la cadena de colinas que aún se denomina Jebel el-Bishrl. Estas colinas que se extienden hacia la
orilla derecha del Éufrates por debajo de Raqqah fueron a veces atravesadas por los ejércitos asirios en marcha en épocas
posteriores; se encuentran a unas 350 millas del otro campo de batalla de Shar-kali-sharri en Akshak-tan
amplio era el espacio que tenía que defender el esforzado rey.
Pero
cualesquiera que fueran las llamadas que se le hicieran en el oeste, fue desde
el otro lado desde donde le llegó el peligro, como revelan imperfectamente las
fechas anuales. Una de ellas registra vagamente que “se lanzó una campaña
contra Gutium”, mientras que otra afirma un éxito brillante: “hizo prisionero a Sharlak, rey de Gutium”. De nuevo se nos recuerda a Ibbi-Sin, que afirmó, sin duda con verdad, éxitos, incluso
triunfos, contra sus enemigos tanto occidentales como orientales. Pero en ambos
casos se trataba de una batalla que se perdía lentamente. Se tiene constancia
de que Shar-kali-sharri reinó veinticinco años, Ibbi-Sin más o menos lo mismo, y en ninguno de los dos
casos sabemos cómo se produjo finalmente el colapso. Pero la semejanza termina
aquí, ya que mientras que la dinastía de Ur desapareció, la de Akkad, aunque pasó por un breve
período de convulsión con cuatro efímeros ocupantes del trono, sobrevivió hasta
un nuevo período en el que se sucedieron regularmente dos reyes con duraciones
normales de reinado. Sin embargo, poco más se sabe de la gran dinastía de Akkad, y no cabe duda de que fue prácticamente derrocada
por los montañeses, y que su principal ataque terminó o siguió directamente al
reinado de Shar-kali-sharri.
La confusión
se refleja en una carta contemporánea de un hombre que se esforzaba por
rehabilitar su granja tras la devastación, y en un sorprendente relato poético,
escrito en sumerio, que pretende describir las glorias y la caída de Akkad. En el orgullo del dominio y la riqueza Naram-Sin (pues a su reinado se asigna el desastre en este
relato) había cometido un asalto sacrílego contra la ciudad santa de Nippur y
su templo, dejándolo todo en ruinas. No se da ninguna razón para este ultraje,
pero su efecto fue enfurecer no sólo al dios supremo Enlil, que visitó Sumer
con la invasión extranjera de los gutis y con el
hambre, sino también a otros dioses, que maldijeron a la ciudad culpable de Akkad y juraron su desolación y la ruina de todos sus
habitantes. Esta condena se cumplió dramáticamente y la vida llegó casi a su
fin en la capital del tirano. Para marcar esta catástrofe, incluso la lista de
reyes detiene por un momento su trote de nombres y números para preguntarse
retóricamente "¿quién fue rey, quién no fue rey?" antes de nombrar a
cuatro tenebrosos que reclamaron el trono en un plazo de tres años. Esta frase
en sí misma llegó a denotar la ocasión, ya que un artículo de la colección de
los arúspices señalaba la aparición de cierto signo como "el presagio de
"¿quién fue rey, quién no fue rey?" y continuaba observando que esta
fatídica ocasión también estuvo marcada por el prodigio de un buey comiendo la
carne de un buey en el momento en que el propio rey ofrecía el sacrificio que
debía leerle el decreto del destino.
De hecho, la
caída de esta monarquía proporcionó muchos recuerdos a quienes pudieron
rastrear incidentes significativos que acompañaron la marcha de los acontecimientos,
pues existe una colección formada por un estudioso posterior de “cuarenta y
siete signos extraños que fueron a (anunciar) la caída de Akkad”,
y otro presagio inscrito en un modelo de hígado de oveja muestra en
representación real qué era lo que presagiaba la ruina de Akkad.
Todavía merece la pena citar un presagio más por una aparente insinuación del
fatal acontecimiento cuando los gutis derrocaron el
reino; tales y tales marcas eran el “presagio de Shar-kali-sharri.
. .ruina de Acad; el enemigo caerá sobre tu paz”. De esto podría parecer que la
vigilancia del reino fue engañada por una repentina y abrumadora acometida de
las tribus salvajes. En cuanto al propio rey condenado, otro presagio declara
que encontró la misma muerte misteriosa que Rimush, por los 'sellos' de sus
siervos.
De los
cuatro reyes facciosos que no pudieron mantenerse ni siquiera unos contra otros
apenas se sabe nada, como era de esperar, aunque ha sobrevivido una breve
inscripción que tal vez perteneciera a Elulu, uno de
ellos. A éstos siguieron dos que pusieron fin a la dinastía con reinados de
considerable duración, probablemente cuando se gastó la primera fuerza de la
invasión guti, pues unas pocas inscripciones revelan
que el gobierno del último rey, llamado Shu-Durul, tuvo
cierta importancia y se extendió hasta Eshnunna.
No es
posible descubrir cómo encajaba esta supremacía parcial en la soberanía
general, pero sin duda laxa, de los gutis. A éstos se
les atribuyen en la lista veinte o veintiún reyes y un total de 125 años de
supremacía. En el momento de la invasión o bien no tenían rey alguno, como dice
una versión, es decir, eran bárbaros típicos, o bien su rey era uno cuyo nombre
no se conservó, lectura que tiene mejor autoridad, aunque menos sentido. Los
reyes gutis han dejado, en cualquier caso, muy poca
huella en la historia de Babilonia, y muy pocos monumentos de su débil y
esporádico gobierno. Sus nombres, extravagantes al principio, muestran hacia el
final una tendencia a tomar un color babilónico, pues sin duda la cultura
superior de las llanuras impregnó gradualmente a los rudos miembros de la
tribu.
Unos pocos
monumentos, dedicatorias inscritas con sus nombres, atestiguan la decente
observancia de estos gobernantes foráneos hacia los impresionantes cultos que
mal podían comprender. Pero en su mayor parte fueron sin duda meros
destructores y arpías de las riquezas del país. Su paso por Asiria, de la que
no tenemos pruebas escritas (como de hecho apenas las hay de ningún lugar de
esta época de decadencia), está marcado por el estado de las ruinas de la
ciudad de Ashur, donde en el emplazamiento del gran y
floreciente templo de Ishtar, que había estado repleto de obras de arte hasta
el final de la dinastía agadea, no se encontró nada
en el nivel siguiente salvo los restos de chozas que cubrían el lugar sagrado;
si no se trataba de las chozas de los propios montañeses, éstos habían reducido
al resto de los habitantes a este miserable paso. Nada se recordaba de este
período, que los babilonios guardaron después en humillante memoria, excepto su
final, una gloriosa liberación aclamada con no menos fervor y seguida de una
reacción no menos vigorosa, que la expulsión de los hicsos de Egipto.
Aunque la
lista de reyes, en su forma esquemática habitual, hace que los gutis reinen sin rival hasta su derrocamiento, hay muchos
indicios de que su ascendencia, siempre parcial e impermanente,
se había reducido antes de su destierro a una dominación esporádica, pues es
evidente que otras dinastías, tanto en la lista de reyes como omitidas en ella,
gobernaban otras partes de la tierra antes de que los gutis finalmente se retiraran. La propia dinastía de Akkad,
tras un periodo de convulsión, se recuperó con el advenimiento de dos reyes,
que se mantuvieron en cierto estado durante reinados de duración normal.
Después de Akkad la lista dispone, no ya a los gutis, sino a un grupo de cinco reyes oscuros, casi
desconocidos por lo demás, que gobernaron durante treinta años como la Cuarta
Dinastía de Uruk, y que sin duda fueron contemporáneos de algunos de los gutis, quizá de los últimos reyes de Akkad.
Ocurre también que Lagash vuelve a ser preeminente en el renacimiento de las
tradiciones sumerias tras el largo dominio acadio y el interludio bárbaro, al
igual que la misma ciudad lo había sido en el periodo dinástico temprano, sin
que en ninguna de las dos épocas lograra ser admitida en la lista de soberanos.
En los
últimos años de Naram-Sin y los primeros de Shar-kali-sharri un tal Lugalushumgal fue ensi de la ciudad, y hubo varios otros muy poco
conocidos, que vivieron como él como vasallos de Akkad.
Pero tras la caída de Shar-kali-sharri, el estilo y
la datación de los documentos comerciales se alteran, ya que los años no se
nombran con las fórmulas oficiales prescritas desde Agade,
sino según las celebraciones religiosas de los gobernantes locales.
La ascensión
de Lagash a un periodo de gran prosperidad está marcada por el reinado de Ur-Baba, que alcanzó suficiente independencia y riqueza
para emprender la reconstrucción de templos y obras de irrigación en torno a su
ciudad, y para patrocinar una notable escuela de escultores en piedra dura, que
habrían de producir, en las dos generaciones siguientes, las obras maestras más
acabadas de la estatuaria babilónica. La pequeña estatua inscrita de sí mismo,
en dolerita, y a la que ahora le falta la cabeza, promete pero aún no se ha
cumplido, pues es rechoncha y sin vida. A diferencia de su sucesor Gudea, este
gobernador no hace alarde de haber enviado al extranjero la piedra para hacer
sus estatuas, pero no era un magnate meramente local, pues una hija suya fue
sacerdotisa del dios Luna en Ur y dedicó allí un vaso
inscrito. Aquí se muestra de nuevo esa estrecha conexión entre Lagash y Ur que había existido en el periodo dinástico temprano
desde los tiempos de Ur-Nanshe. Otra hija fue esposa
de un gobernante posterior llamado Ur-gar, pero un
miembro más conocido de su familia fue Nammakhni,
otro yerno, que también era nieto de un tal Kaku,
pero ni el recuento de generaciones ni el estilo de una tablilla, que nombra el
año de ascensión de Kaku, sugieren que pueda haber
sido el rey de la Segunda Dinastía de Ur, derrotado
por Rimush.
Nammakhni realizó algunas construcciones
en Lagash, y algunos otros monumentos llevan su nombre, pero al igual que otros
su reinado se conoce mejor por su final, ya que fue víctima de otro
conquistador Ur-Nammu, fundador de la Tercera
Dinastía de Ur, que se jacta de esta victoria en el
prólogo de sus leyes. El sincronismo, interesante en sí mismo, da lugar a un
difícil problema histórico, pues si Nammakhni fue un
predecesor de Gudea, como se supone, habría que considerar que el propio Gudea
gobernó durante la época y bajo el dominio de Ur-Nammu y la soberanía de Ur; pero el grado de independencia
que muestran las inscripciones de Gudea, la ausencia total en éstas de la más
mínima alusión a Ur y a cualquier señor supremo, y su
presencia real en la propia Ur hacen difícilmente
concebible tal dependencia. Sin embargo, no parece haber lugar para su reinado,
aparentemente de cierta duración, en los años entre Ur-Baba
y el ascenso de Ur-Nammu.
En la
balanza del poder contemporáneo, Gudea no era sin duda más que uno de los
príncipes locales lo bastante fuertes como para mantenerse en sus propias
ciudades y palacios pero no para entrometerse mucho con sus vecinos. Mantuvo la
conexión que Ur-Baba tenía con Ur,
y nos informa, en una de sus largas inscripciones, de que envió una expedición
militar contra los distritos de Anshan y Elam, los
derrotó y dedicó sus despojos a su dios Ningirsu. El gran acontecimiento de su
reinado fue la reconstrucción de la casa de este dios, llamada E-ninnu. Con esta empresa están relacionadas todas sus
inscripciones, ya sea como depósitos de cimientos y ladrillos o como objetos
(estatuas, jarrones, cabezas de maza) para amueblar el interior. De las
inscripciones tan generosamente esparcidas por ellas aprendemos muchos detalles
interesantes de la observancia religiosa en su época, y obtenemos una imagen
inigualable de la vida de los dioses y los hombres en las ciudades sumerias,
donde estos dos órdenes de seres vivían en un contacto tan perpetuo y con
instituciones tan paralelas que el servicio universal debido al dios principal
parecía poner a todas las demás criaturas al mismo nivel, y hacer casi
indistinguible si el sirviente, desde el mayordomo hasta el pastor de asnos,
era dios u hombre. En la construcción de E-ninnu Gudea gastó toda su riqueza e influencia, y uno de sus pasajes más
interesantes, al describir estos esfuerzos, da una imagen notable de los
recursos de su época y de las condiciones externas de la tierra. Sólo una vez
recibió el templo un botín extranjero, pero una inmensa superficie fue puesta a
contribución para obtener materiales de construcción nobles: maderas de
diversos tipos tanto del este como del oeste, piedras ornamentales de
diferentes partes de Siria, polvo de oro de Armenia y betún de la vecindad de
Kirkuk. Sin duda, todos estos materiales se obtenían mediante el comercio
caravanero, y puesto que éste pasa, incluso bajo los gobiernos más opresivos,
sujeto al pago de peajes, no sería necesario suponer que el transporte lejano
de Gudea implicaba la supresión de la autoridad central, en este caso de los gutis. Pero su incursión bélica independiente contra Elam no habría sido tolerada por un señor efectivo, y
parece que el último rey de los gutis había provocado
el cese del tráfico, pues una frase llamativa de la inscripción que relata su
derrocamiento dice que “había hecho crecer hierba larga en las carreteras de la
tierra”. Además, el propio Gudea representa su libertad para comerciar como un
beneficio concedido por el propio dios, que “abrió el camino desde el mar
superior hasta el inferior”. Hay razones, pues, para creer que parte del
reinado de Gudea cayó en el periodo posterior a la derrota final de los gutis.
La gloria de
este reino, por lo demás insignificante, son los triunfos artísticos con los
que lo dotaron algunas circunstancias felices. Entre las ruinas de Lagash se
han encontrado, en diversos momentos de los últimos setenta años, las famosas
estatuas de Gudea y de su hijo Ur-Ningirsu que
representan para nosotros los más altos logros de la escultura sumeria. Son, en
efecto, de mérito diferente, algunas tienen una desagradable proporción
achaparrada que les da un efecto grotesco, acentuado por la postura formal de
las manos y la pérdida accidental de las cabezas. Estas cabezas, cuando se
conservan, tienen rasgos finamente marcados, y ganan mucho, en estimación
moderna, por tener los ojos tallados, y no incrustados con otros materiales,
una práctica que daba a tantas figuras sumerias un aspecto repulsivo, de mirada
fija; aunque está fuera de duda que los ojos de las figuras de Gudea también
estaban pintados originalmente, y bien pudieron tener un aspecto tan tosco como
las incrustaciones. En los mejores ejemplos, la túnica también, y el hombro y
el brazo desnudos están modelados con suma delicadeza. Estas obras maestras
hacen lamentar la desaparición de muchas más que Gudea nos dice que hizo para
el mobiliario del templo de Ningirsu. Pero en esta información nos ha dejado
otro tipo de obra maestra, ya que sus inscripciones, a pesar de la uniformidad
de su contenido, dan la lengua sumeria en su forma más desarrollada, divorciada
tanto de la torpeza primitiva como de la artificialidad tardía; son, de hecho,
el clásico sumerio, al igual que el Código de Hammurabi es el acadio. La
habilidad literaria era nativa en Lagash, pues no parece casualidad que la
misma ciudad haya producido la mejor escritura descriptiva (si no puede
llamarse histórica) tanto en la época dinástica temprana como al final de la
opresión gutiana.
LA EXPULSIÓN
DE LOS GUTIS
Esa
opresión, como ya se ha sugerido, llegó a un final decisivo probablemente en
vida del propio Gudea, por obra de un héroe nacional. Éste fue Utu-khegal, rey de Uruk, que en la lista de reyes
representa en solitario a la Quinta Dinastía de esa ciudad y, de acuerdo con su
esquema habitual, es proclamado soberano de la tierra en virtud de su victoria
sobre los gutis. Aparte de algunas inscripciones
propias, de su lugar en la lista real y de algunos recuerdos ominosos del
destino de su rival, Utukhegal aparece en otros dos
documentos. Uno es una crónica tardía, que conocía el único hecho memorable
sobre él, pero lo subordina bastante a una anécdota pietista sobre su condición
de pescador al que los gutis impidieron impíamente
ofrecer su pesca al dios Marduk, y a su vez ofendió a la misma deidad y murió
ahogado. El otro es de un interés bastante inusual, ya que se trata de una
copia del relato de la victoria del propio héroe, que puede haber sido tallado
originalmente en un monumento esculpido. Su lenguaje es fuerte y vívido. Sin
ningún preámbulo, se sumerge en una denuncia de “Gutium, la serpiente urticante
de las colinas, enemiga de los dioses, que se había llevado la realeza de Sumer
a las montañas y había llenado Sumer de maldad”, robando a esposas e hijos y
cometiendo toda clase de maldades en la tierra. El dios Enlil, continúa,
resolvió 'destruir su nombre' y para su instrumento eligió a Utukhegal, rey de Uruk. La historia avanza rápidamente: el
rey rezó a la diosa de su ciudad, Inanna, exponiéndole la opresión de los gutis, y la diosa le 'eligió' mediante una señal divina.
Marchando
fuera de Uruk con sus ciudadanos-soldados los arengó en un lugar llamado Templo
de Ishkur; asegurado el apoyo de dos dioses grandes y
dos menores se propuso destruir Gutium. Las levas de Uruk y Kullab respondieron con un grito y presionaron detrás de él. En el cuarto día de
marcha llegó a un canal, en el quinto a un lugar llamado Santuario de Ili-tabba, donde se encontró con dos 'lugartenientes' (con
buenos nombres babilónicos) enviados por el rey de Gutium tal vez para exigir
su rendición. El sexto día de marcha le llevó a Ennigi donde imploró la ayuda del Dios del Tiempo al que pertenecía aquel lugar. Aquí
se entabló la batalla, la hueste enemiga estaba comandada por los dos
lugartenientes a las órdenes del propio rey Tirigan,
que acababa de llegar al trono, pues la lista de reyes le da un reinado de sólo
cuarenta días. El resultado fue un triunfo sumerio; Tirigan huyó solo, y trató de refugiarse en una ciudad llamada Dubrum,
la cual, sin embargo, al oír el resultado de la batalla, rechazó al fugitivo, y
lo entregó prisionero con su mujer y su hijo al vencedor, quien 'puso su pie
sobre su cuello, y restauró la realeza de Sumer en su propia mano'. Esta famosa
victoria, como tantos otros incidentes históricos, fue recordada en los libros
de los adivinos: la presencia de seis pequeñas vasijas sobre el hígado era un presagio
del rey Tirigan que huía en medio de su hueste.
Aún más
amenazador fue un eclipse de luna con ciertos fenómenos concomitantes el día catorce
del mes de Tamuz: “se dará una decisión al rey de los gutis, habrá una caída de los gutis en batalla, la tierra quedará desnuda”.
El presagio
tiene algo más que un interés supersticioso, pues el día del eclipse y sus
circunstancias concomitantes ofrecen a los cronólogos modernos la posibilidad
de fijar la fecha de esta batalla y del final de la dinastía de los gutis. Cabe añadir que otro presagio parece corroborar la
historia de que la vida de Utukhegal terminó
ahogándose, mientras supervisaba la construcción de una presa fluvial. Las
últimas palabras de su inscripción están preñadas de un sentido de lo que
significó esta victoria. Una vez más, no se trataba de la mera suplantación de
una ciudad por otra, cuando ambas eran vagamente conscientes de una unidad
subyacente.
Dos siglos
de sometimiento, primero a los alienígenas acadios y después, peor aún, a los
execrables gutis, habían encendido el sentimiento
nacional hasta convertirlo en una llama. Al principio de cada reinado la
revuelta había sido más feroz, la represión más severa. Cuando por fin llegó la
liberación, liberó un torrente de patriotismo sumerio y un estallido de energía
que, sin embargo, tuvo que constreñirse dentro de unos límites más estrechos
que los que había establecido Sargón. En cuanto al sentimiento, es una opinión
probable que la propia lista de reyes, con sus ideas fundamentales de la
nacionalidad y la unidad de una realeza común, fuera un producto de los días de Utukhegal, cuando las experiencias pasadas y presentes
del pueblo parecían más aptas para haber engendrado esa fe. En cuanto a la
energía, ésta se expresó en las victorias extranjeras y en el estado interno
que iba a alcanzar la Tercera Dinastía de Ur.
UR-BAU_ UR BABA
(2164-2144 A.C.)
Los bárbaros
(gutis) del norte descendieron ahora sobre Sumeria y Akkad. El cuadro dinástico de Scheil termina: “La realeza
fue arrebatada a las huestes de Gutium que no tenían rey”. Una lista de Nippur
asigna 21 reyes y un periodo de 125 años y 40 días al reino de Gutium. Algunos
de los reyes tienen nombres que parecen contener elementos hititas: Arlagan (Ar[a], dar), Saratigubisin (Sin, hermano). Es evidente que las dos tierras de la baja Mesopotamia
reconocían la realeza de Gutium, cuya capital probablemente permaneció en Arrapkha (quizá Kerkuk, al este
de Arbela); y una inscripción afirma que Gutium se había llevado la realeza de
Sumer a las montañas. Los textos de la época se refieren con frecuencia a la
devastación y el saqueo de las ricas tierras de Sumer y Acad por parte de los
pueblos de Gutium. Así, la estatua de Anunit en Akkad fue llevada a Arrapkha,
donde permaneció durante 2000 años hasta que Neriglissar la restauró en su templo.
En tiempos
de estos opresores se cantaban en los templos lamentaciones en sumerio y
semítico. Un fragmento de Nippur se lamenta por la ruina de esa ciudad, y por Kesh y Adab, dos centros del culto a la diosa de la tierra
que habían sido arrasados por Gutium. El pie del extranjero había profanado los
santuarios de la antigua Sumer, y “Nippur por el arma mortífera fue herida”. “Nintud a causa de sus hazañas lloró amargamente”. Tras
mencionar los cultos de la diosa del nacimiento (Ninlil, Nintud), la liturgia retoma los males del culto de Innini en Erec. “Eanna, morada de la cámara oscura, el enemigo contempló y
los ritos sacerdotales fueron suspendidos”. Los himnos de este tipo suelen
limitar sus referencias a un único culto o deidad y hacen hincapié en la ruina
de las ciudades donde se encontraban su templo principal o sus capillas. Una
lamentación semítica sobre su calamitoso periodo se refiere principalmente a Innini-Ishtar. “Ella de Erec llora porque su dama de honor está exiliada. Ella de Akkad llora porque su atracción se ha ido. Llora por Erec,
ella se ha encontrado con el oprobio de la vergüenza. En cuanto a la hija de Larak su rostro está cubierto con su chal en señal de
desgracia”. El himno menciona en el mismo tenor las ciudades Kharsagkalama, Khulkhud-tul, Mash, Kesh, Dunna,
Nippur y Der. A la vista de estas claras pruebas del nefasto dominio de Gutium
durante 125 años, no es de extrañar que los registros comerciales y las obras
de arte desaparezcan casi por completo. Tan detestado llegó a ser el nombre de
Gutium en Sumer que se la conocía como la “morada de la peste”.
Sin embargo,
uno de sus reyes, Lasirab, dedicó una fina cabeza de
maza de piedra al templo de Sippar, donde fue encontrada. La inscripción está
escrita en el dialecto semítico de la época de Akkad,
y menciona a los dioses de Gutium, así como al Innini sumerio y al dios lunar Sin. Lasirab rindió homenaje
a la cultura de las tierras que había expoliado aprendiendo su arte, su
escritura y su lengua, y reconociendo a sus dioses. De nuevo, en Nippur los
excavadores americanos encontraron una tablilla que parece ser una recopilación
de inscripciones copiadas de estatuas dedicadas a Enlil en Nippur. Contiene el
nombre de E-irridupizir o Enridapizir,
rey de Gutium y de las Cuatro Regiones. También él se convirtió en discípulo de
las creencias sumerias y dedicó su estatua al gran dios del que derivaban todas
las pretensiones reales. El acto en sí demuestra que incluyó a Nippur en su
reino, y en la elección de su título imitó a Naram-Sin,
que también se había descrito a sí mismo como Rey de las Cuatro Legiones. La tablilla
de Nippur relata probablemente las hazañas de los grandes reyes de Gutium, cuyo
dominio debió de coincidir estrechamente con el vasto imperio de Agade. Administraron las antiguas provincias mediante un
sistema de patesis, o reyes-sacerdotes, y no parecen
haber modificado la administración existente. Bajo Sium,
rey de Gutium, el patesi de Umma fue Lugal-annatum,
cuya inscripción hace referencia a la prosperidad de Umma, “a la que enriqueció
con liberalidades durante 35 años”.
Hemos visto
que la dinastía de Akkad marca el punto culminante
alcanzado por las razas de Sumeria y Akkad durante
los primeros periodos de su historia. Es cierto que los reyes de este periodo
debían mucho a sus predecesores inmediatos, pero añadieron y mejoraron su
herencia. A través de largos siglos de lento desarrollo, la comunidad aldeana
se había transformado gradualmente en la ciudad-estado, y esta institución
había florecido y a su vez había decaído ante la influencia centralizadora de
los reinos de Sumer y Kish. Fue sobre las ruinas de esta última monarquía que Sargón
fundó su imperio, que difería del de Kish en su extensión, más que en los
principios de su formación. Se puede trazar una conexión igualmente estrecha
entre los restos culturales de los periodos sucesivos de los que nos hemos
ocupado hasta ahora. Los rudos, aunque vigorosos, esfuerzos artísticos de los
primeros sumerios proporcionaron los modelos sobre los que mejoraron los
semitas inmigrantes del norte de Babilonia. En la escultura de Kish y en los
sellos-cilindro de ese periodo vemos la transición entre los dos estilos,
cuando el objetivo de un tratamiento naturalista producía a veces resultados
torpes y grotescos. La plena consecución de este objetivo bajo el patrocinio de
los reyes acadios confiere a su época un interés y una importancia que, sólo
con su imperio, quizá no habría disfrutado.
Mientras que
las épocas más tempranas de la historia de Babilonia ofrecen un cuadro
sorprendente de crecimiento y desarrollo graduales, los períodos que suceden a
la dinastía de Acad están marcados por un cierto movimiento retrógrado, o de
vuelta a ideales anteriores. El estímulo, que produjo el imperio y el arte de
Acad, puede remontarse a la afluencia de elementos raciales frescos al norte de
Babilonia y su fusión con los elementos más antiguos y cultos del sur. Cuando
el impulso se agotó y las dinastías a las que había dado lugar siguieron su
curso, se produjo poco desarrollo posterior en esta línea. Tanto en el arte
como en la política, una reacción sumeria siguió al periodo de poder semita, y
el establecimiento de la dinastía de Ur fue
significativo de algo más que un desplazamiento de la influencia política hacia
el sur. Parecería que se hizo un intento sistemático de volver a los estándares
anteriores. Pero la influencia de Acad y sus monarcas, aunque deliberadamente
ignorada y combatida, distaba mucho de ser ineficaz. Al igual que las
esculturas de Gudea deben mucho al periodo de Naram-Sin,
el imperio de Dungi se vio inevitablemente influido
por las conquistas de Sargón. No se produjo ninguna detención repentina ni del
desarrollo político ni del cultural del país. La recuperación del poder por
parte de los sumerios simplemente cambió la dirección en la que iba a tener
lugar el desarrollo posterior. Aunque, visto desde un punto de vista general,
no hay ruptura de continuidad entre la época de Akkad y la de Ur, hay cierta falta de información con
respecto a los acontecimientos del periodo intermedio. Todo indica que entre el
reinado de Naram-Sin y el de Ur-Engur,
el fundador de la Dinastía de Ur, hay que contar en
generaciones y no en siglos, pero la duración total del período sigue siendo
desconocida. El final de la Dinastía de Akkad, como
ya hemos visto, está envuelto en el misterio, pero el vacío en nuestro
conocimiento puede afortunadamente salvarse hasta cierto punto. En este punto,
la ciudad de Lagash acude una vez más en nuestra ayuda y, al proporcionarnos
los nombres de varios de sus patesis, nos permite
ordenar una secuencia de gobernantes y, de este modo, formarnos una cierta
estimación de la duración del período en cuestión.
Se recordará
que bajo Sargón y Naram-Sin un tal Lugal-ushumgal fue patesi de Lagash, y que se han
recuperado las impresiones de sus sellos que empleó durante los reinados de
estos dos monarcas. Se conocen los nombres de otros tres patesis de Lagash, que también deben asignarse al periodo de la dinastía de Akkad, ya que se mencionan en tablillas de esa fecha. Se
trata de Ur- Babbar, Ur-E y Lugal-bur; el primero de
ellos parece haber sido contemporáneo de Naram-Sin, y
en ese caso debió seguir a Lugal-ushumgal. En cuanto
a Ur-E y Lugal-bur, no
tenemos más información que el hecho de que vivieron durante el periodo de los
reyes de Acad. Otro grupo de tablillas encontradas en Tello, diferenciadas en
su tipo de las de la dinastía de Acad por un lado, y por otro de las tablillas
de la dinastía de Ur, nos proporciona los nombres de
otros patesis que se sitúan en el período anterior al
ascenso de Ur-Engur. Tres de ellos, Basha-mama, Ur-mama y Ug-me, fueron probablemente anteriores a Ur-Bau, que nos ha dejado amplias pruebas de su actividad
constructora en Lagash. Poseemos una tablilla fechada en el año de ascensión de Ur-mama, y otra fechada durante el patesiato de Ug-me, en el año de
la instalación del sumo sacerdote en Nina. También se ha encontrado un sello
del reinado de este último patesi, lo que apoya la atribución de este grupo de
tablillas al periodo comprendido entre la época sargónica y la de Ur. El tema del grabado del sello es la
adoración de una divinidad, una escena de ocurrencia muy común durante el
periodo posterior; pero por su estilo y tratamiento la obra recuerda
vívidamente a la de la época de Shargon y Naram-Sin. Sobre la base de estas pruebas se ha argumentado
que el periodo de Ug-me no estaba lejos del de Lugal-ushumgal, Ur-E y Lugal-bur.
Ur-Bau, uno de los patesis más ilustrados de la ciudad de Lagash, puede
situarse poco después de Sharkalisharri, pues todavía
empleaba los mismos enormes moldes de ladrillo del tamaño adoptado por Naram-Sin. Construyó o reconstruyó un gran templo de
Ningirsu en la terraza al norte de Girsu en Lagash.
Estaba adornado con estatuas muy notables de los dos grandes patesis, Ur-Bau y Gudea. Se ha
recuperado una estatua de diorita de Ur-Bau. La
figura está decapitada, el cuerpo es anormalmente achaparrado y pesado, y en
ejecución claramente inferior a las de Gudea. El patesi está representado de
pie con las manos entrelazadas en pose litúrgica, con el largo manto drapeado
graciosamente desde el hombro izquierdo. Una inscripción en él conmemora su
construcción del templo E-ninni. En Girsu construyó un templo a la diosa-madre Ninkharsag de Kesh, otro al dios
del agua, Enki de Eridu; otro a Geshtin-anna, un
título de la antigua diosa-madre virgen Innini de
Erech, y otro a Tammuz, su hijo y consorte. En la
ciudad vecina, Uru-kug, “Ciudad Santa”, construyó un
templo a Bau, diosa de la curación y consorte de Nin-girsu.
En el templo-montículo el excavador, De Sarzec,
recuperó una figurilla de bronce de un dios sujeto a un pilar en posición
arrodillada con las manos firmemente colocadas en la parte superior del poste
como si estuviera en el acto de plantar firmemente el extremo puntiagudo en el
suelo. Se trata de un nuevo tipo de las antiguas figurillas de cobre de la época presargónica, un poste con el cuerpo de una divinidad
femenina con una lápida de piedra en la cabeza. Estaba encerrada en un
recipiente de arcilla con la habitual tablilla de piedra en la que estaba
inscrito el registro de las obras piadosas de Ur-Bau
para los dioses. Este curioso talismán representa al propio dios de la ciudad
protegiendo los límites de su tierra, y nos recuerda a la deidad romana Terminus.
Ur-Bau tuvo algo más que
fama local y contemporánea, ya que en tiempos de Sainsu-iluna (siglo XXI) una calle de Erech recibió su nombre. Suyas son las primeras
inscripciones que mencionan a Ninagal, una variante
de Ninegal, una forma de Ereshkigal,
diosa del mundo inferior; y él afirma haber sido su hijo. Sus dos yernos se
convirtieron en patesis después de él; vivieron en un
periodo en el que no existía un gobierno central fuerte, ya que utilizan sus
propias fechas anuales, lo que no se habría permitido bajo los grandes reyes de Agade. Nammakhni, que se
había casado con su hija, Ningandu, parece haber sido
un gobernante importante. Era nieto de Ka-Azag, el
patesi que probablemente precedió a Ur-Bau. Su madre, Ninkagina, dedicó una estatuilla suya a la diosa Bau
por la vida de su hijo y patesi. La esposa de Urgar,
un patesi, y otro yerno de Ur-Bau, dedicó igualmente
una estatuilla de sí misma por la vida de su marido. Los monumentos de Nammakhni son numerosos; entre ellos, un gran plato
circular de ónice veteado dedicado a Ningirsu por su esposa; una maza de mármol
dedicada a un dios, Dunshaggana, y otra dedicada a Urizi, dios del harén. Aunque Nammakhni fue uno de los sucesores inmediatos de Ur-Bau, ya no
utilizó los enormes moldes de cúbito (17 pulgadas cuadradas) del periodo Agade que habían sido adoptados por Ur-Bau.
El tamaño introducido por él es de poco más de un pie cuadrado, el molde
empleado posteriormente por Gudea y por los grandes constructores de la última
dinastía de Ur. De esto podemos deducir que Ur-Bau vivió poco después de Shargalisharri y que Gudea pertenece a un periodo no muy alejado de Ur-Bau.
Esto demuestra por sí mismo la imposibilidad de intercalar un largo período
entre la dinastía Ur-Engur y el reino de Acad.
Uno de los
documentos de este periodo está fechado durante el patesiato del propio Ur-Bau, en el año en que emprendió ciertas
obras extensas de irrigación, mientras que otros están fechados en el año de la
ascensión de Ur-gar, y en el que siguió a la
ascensión de Nammakhni. Por otras pruebas sabemos que Nammakhni era yerno de Ur-Bau,
ya que desposó a Ningandu, la hija de Ur- Bau, y aseguró a través de ella su título al trono. Ur-gar también debe pertenecer a la generación posterior a Ur-Bau, ya que se ha encontrado una estatua femenina en
Tello, que fue dedicada a alguna deidad por una hija de Ur-Bau
en nombre de su propia vida y la de Ur-gar, el
patesi. También se han datado tablillas en los años de sucesión de Ka-azag, Galu-Bau y Galu-Gula, y su contenido proporciona indicios de que datan
aproximadamente de la misma época. Ur-Ninsun, cuyo
nombre y título aparecen en el fragmento de un cuenco muy similar al empleado
por la esposa de Nammakhni, no se menciona en las
tablillas, pero varias están fechadas en los reinados de Gudea y de su hijo Ur-Ningirsu. Ahora bien, en el reinado de Dungi, el hijo de Ur-Engur, vivió
un sumo sacerdote de la diosa Nina llamado Ur-Ningirsu;
y, si podemos identificar a este funcionario sacerdotal con el patesi de ese
nombre, como es muy probable, obtenemos un punto de contacto definitivo entre
la historia posterior de Lagash y la de Ur. Pero
incluso si se considera que el sincronismo entre Ur-Ningirsu
y Dungi no está probado, no cabe duda de que ningún
intervalo largo separó el reinado de Gudea de la dinastía de Ur. El carácter del arte y el estilo de escritura que
encontramos en Lagash en esta época son tan similares a los de Ur, que un período debió de seguir al otro sin solución de
continuidad. Un ejemplo sorprendente de la semejanza que existía en las
producciones artísticas de las dos ciudades en esta época lo ofrecen los conos
votivos de cobre, o clavos, de Gudea y Dungi,
coronados por las figuras de un toro couchant. Una
ojeada mostrará los ligeros cambios en la forma y el tratamiento del tema
introducidos por los metalúrgicos del reinado de Dungi.
Del breve
resumen dado en los párrafos precedentes se habrá observado que hemos
recuperado los nombres de unos doce patesis de
Lagash, que pueden asignarse al periodo comprendido entre las dinastías de Akkad y Ur. De estos doce
nombres, no menos de once aparecen en un grupo de tablillas, que se encontraron
juntas en Tello, y que por su forma y contenido están marcadas como
pertenecientes a un mismo periodo. Las tablillas en sí son de arcilla sin
cocer, y forman una transición entre los tipos de Akkad y Ur. En el último de los reinados mencionados es probable
que podamos trazar una sincronía con la dinastía de Ur y, aunque todavía no se puede establecer un punto de contacto real con la
dinastía de Akkad, pruebas como las aportadas por el
sellado de Ug-me sugieren que no puede haber tenido
lugar un lapso de tiempo considerable. Que estos doce patesis fueran los únicos que gobernaron en Lagash durante este intervalo es
improbable, y en cualquier momento pueden recuperarse los nombres de otros
gobernantes. Pero es seguro que los reinados de muchos de estos patesis fueron extremadamente breves, y que no tenemos que
ver con una única dinastía, firmemente establecida a lo largo de todo el
período, cuyos miembros por separado, tras su ascensión, ocuparon cada uno el
trono por el término de su vida natural. Tenemos pruebas definitivas de que
varios de los patesis, como Ka-azag, Galu-Bau y Galu-Gula,
gobernaron sólo durante unos pocos años, y parece que en ciertos momentos de
este período se produjo en Lagash un cambio de gobernantes con considerable
frecuencia.
El empleo
del título de patesi, y la ausencia total del de "rey" en esta época,
sugiere que Lagash no había logrado establecer su independencia, y que aún
debía lealtad a alguna dinastía ajena. Está de acuerdo con esta opinión que las
fechas inscritas en las tablillas comerciales no se refieran a acontecimientos
de carácter militar. Podemos concluir que, en todo caso hasta el reinado de
Gudea, Lagash y sus gobernantes no se preocuparon de imponer su autoridad sobre
otras ciudades, ni de defender su propia frontera de los ataques. La existencia
de una ciudad más poderosa, que reclamaba la hegemonía en Babilonia, explicaría
la ausencia de empresa militar reflejada en las fórmulas de datación y en los
registros de fundación de la época. Pues tal ciudad, al tiempo que garantizaba
la integridad de cada uno de sus estados tributarios, se habría resentido de la
inauguración de una política ambiciosa por parte de cualquiera de ellos. Por
otra parte, el carácter puramente local de los acontecimientos conmemorados en las
fórmulas de las fechas no es menos significativo. Éstos se extraen sin
excepción de la historia local de Lagash, y no revelan prueba alguna de la
autoridad ejercida por un soberano extranjero. Por lo tanto, es probable que
durante la mayor parte de este periodo Lagash disfrutara de una medida
considerable de autonomía, y que los lazos que pudieran haberla unido a
cualquier administración central estuvieran mucho menos estrechados que en la
época de Sargón y Naram-Sin. Al igual que Lagash, su
antigua rival Umma parece haber sobrevivido como patesiato bajo los últimos gobernantes semitas del norte, y es probablemente a esta época
a la que podemos asignar a Galu-Babbar, el patesi de
esa ciudad, tres de cuyos conos votivos se conservan en el Museo Británico.
Durante la primera parte de este periodo Lagash presenta la imagen de un estado
compacto y pacífico, contento con desarrollar sus propios recursos. Se aprecia
un considerable aumento de poder en el reinado de Gudea, el gobernante más
famoso del periodo, quien, aunque aún conservaba el título de patesi, debe ser
considerado prácticamente como un soberano independiente, ya que era lo
suficientemente fuerte como para emprender una exitosa campaña en Elam, e importaba sus materiales de construcción de Arabia y
de la costa siria.
A excepción
de Gudea, el único gobernante de este periodo que nos ha dejado registros o
restos considerables es Ur-Bau, el predecesor de Nammakhni y Ur-gar en el trono de
Lagash. Poseemos una pequeña estatua de diorita de este gobernante que, como la
mayoría de las encontradas en Tello, carece de cabeza. Es una figura de pie, y
sus proporciones escuetas y convencionales bastan para demostrar que debe datar
de un periodo bastante anterior al de las estatuas más grandes y finas de Gudea,
que están hechas del mismo material duro. Gudea afirma sin lugar a dudas que
obtuvo la diorita para su serie de grandes estatuas de Magan,
pero Ur-Bau no hace tal alarde; y, aunque está claro
que su piedra debió proceder de las mismas canteras, probablemente podamos
concluir que el pequeño bloque que empleó para su figura no había sido obtenido
como resultado de una expedición especial. De hecho, los registros que nos ha
dejado lo retratan dedicando todas sus energías a la construcción de templos en
los distintos barrios de su ciudad.
Su principal
cuidado parece haber sido la reconstrucción, en un emplazamiento nuevo y
ampliado, de E-ninnu, el gran templo de Ningirsu en
Lagash, en el que colocó la estatua de sí mismo que se ha recuperado. Poco
queda ya de este templo en los montículos de Tello, más allá de un muro cuya
parte inferior se encontró aún en pie bajo la esquina sureste del posterior
palacio erigido en el siglo II a.C. Además de la reconstrucción del templo de
la ciudad-dios, Ur-Bau registra que erigió tres
templos en Girsu en honor de las diosas Ninkharsag y Geshtin-anna, y de
Enki, “el rey de Eridu”. En Uru-azagga construyó un
templo para la diosa Bau, y en Uru, otro barrio de la ciudad, edificó un
santuario en honor de Ninni, o Nin-azag-nun, la diosa Ishtar. Otras
deidades honradas de forma similar por Ur-Bau eran Nindar, Ninmar y Ninagal, esta última en la relación mística de madre con
los patesi. Junto a E-ninnu también construyó una “Casa
de los Asnos” en honor de Esignun, la deidad cuyo
deber era cuidar de los asnos sagrados de Ningirsu.
Ur-Bau puede considerarse
probablemente representativo de los primeros patesis de esta época, que, aunque actuaron con libertad e independencia dentro de los
límites de su propio estado, se abstuvieron de emprender cualquier política de
conquista o expansión. Con la ascensión de Gudea se aprecia un claro cambio en
las circunstancias de Lagash. Al igual que sus predecesores, se dedicó a la
construcción de templos, pero sus obras se emprendieron a una escala más amplia
y suntuosa. De todos los reyes y patesis de Lagash,
él es aquel bajo el cual la ciudad parece haber alcanzado su mayor prosperidad
material, que encontró su expresión en un fastuoso despliegue arquitectónico.
Aunque no queda mucho de su gran templo de E-ninnu en
Tello, sus monumentos son más numerosos que todos los demás que se han
recuperado en ese lugar. Además, los textos grabados en sus estatuas e
inscritos en los grandes cilindros de arcilla que enterró como cimientos en la
estructura de E-ninnu, están compuestos en un estilo
florido y forman un llamativo contraste con las secas fórmulas votivas
empleadas por la mayoría de sus predecesores. Especialmente las inscripciones
cilíndricas están fundidas en forma de una narración pintoresca, adornada con
llamativos símiles y una riqueza de descripciones detalladas como no se
encuentran en los textos de ningún otro periodo. De hecho, las inscripciones de
Gudea parecen haberse inspirado en la novedad y la magnitud de sus
construcciones arquitectónicas y en la variedad de ornamentos sagrados con los
que estaban enriquecidas.
GUDEA
DE LAGASH
(2142-2124)
Este notable
hombre llegó al cargo de patesi en el periodo más turbulento de la historia de
Sumer. Su fecha es algo incierta, pero vivió con toda probabilidad bajo el
gobierno de los reyes de Gutium, que, sin embargo, no se mencionan en los
archivos de su reinado. Por el estilo de la escritura y los nombres de los
meses parece que reinó poco después del periodo de Acad. Pero aunque las
numerosas inscripciones monumentales de Gudea están escritas en sumerio clásico
antiguo, muchos de los habitantes de Lagash tienen nombres semíticos, y en los
registros del templo aparecen frases semíticas. La mayoría del pueblo, el
sacerdocio y las clases dirigentes siguen siendo sumerios, pero su decadencia
ante el agresivo semita de Akkad es ahora evidente, y
la población de Lagash se ha vuelto cosmopolita. Colocado por las
circunstancias en una posición en la que su actividad se limitaba a la
literatura y la arquitectura, Gudea ejerció una profunda influencia sobre la
religión de Sumeria. No como gobernante temporal, sino como apóstol de la
literatura clásica y de los misterios de los dioses, obtuvo la deificación
póstuma. En los días del renacimiento sumerio, cuando el imperio de Ur era reconocido en toda Asia occidental, fue uno de los
gobernantes del pasado que fue recordado como un hombre divino. Un registro de
Umma de la época de Ibi-Sin menciona ofrendas a Gudea, donde se le menciona con
los reyes deificados de Ur. El divino Gudea, patesi,
recibía libaciones de vino y comida en la fiesta de la luna nueva en Lagash, y
es probable que su culto fuera reconocido en todas las ciudades sumerias y que
se supusiera que residía en una de las estrellas.
Sus fechas
anuales apuntan a su interés por los templos y sus cultos. Su empresa más
ambiciosa fue la reconstrucción completa y ampliación del templo de Eninnu en el montículo norte, donde ya había trabajado su
predecesor, Ur-Bau. En relación con esta obra, Gudea
hizo escribir dos finos cilindros huecos de arcilla; ahora se denominan
cilindros A y B, y llevan 30 y 21 columnas respectivamente. Comprenden un largo
poema religioso sobre el origen del plano del templo, las capillas sagradas,
los emblemas y los atributos de los dioses. El cilindro A comienza con el “Sueño
de Gudea”, en el que describe su sueño y cuenta cómo Nina, la diosa de los
oráculos, lo interpretó en el sentido de que Ningirsu se le había aparecido
como un hombre poderoso con el ave de las tormentas a su lado y el huracán a
sus pies, y le había ordenado construir Eninnu. Y la
doncella que se le había aparecido sosteniendo una tablilla de las estrellas
era Nidaba, diosa de los números y la escritura.
Otras figuras y signos del sueño le son explicados por la diosa Nina, cuyo
culto se situaba en la ciudad Nina. También se menciona el viaje a Sirara en Nina(ki) para consultar
el oráculo de la diosa del agua Nina. Tras la interpretación de su sueño, Gudea
realizó actos ceremoniales de lustración y liturgias en Eninnu.
Tras una plegaria a Ningirsu volvió a dormirse y su dios se le apareció en
sueños, ordenándole reconstruir el templo, "cuyo nombre convocará a las
tierras desde los confines del cielo, incluso a Magan y Melukhkha hará subir desde sus montañas". El
dios le da entonces instrucciones sobre las capillas y los emblemas sagrados de Eninnu.
Para
preparar su construcción, los patesi limpiaron Lagash de todo mal e injusticia.
Los magos malignos fueron expulsados de la ciudad. Se quemaron montones de
maderas fragantes en los altares. Se hacían oraciones de día y peticiones de
noche. En la provincia y en la ciudad, “donde está el tumulto del hombre”,
recaudó impuestos. Los elamitas y los habitantes de Magan y Melukhkha traían madera. De las “montañas de cedro”,
donde afirma que nadie había penetrado antes que él, trajo cedro. Las montañas
de cedro eran la cordillera de Amanus, entre Siria y Cilicia, y más de dos
siglos antes Sargón había afirmado haber llegado a los bosques de cedro. Habla
de haber obtenido madera de enebro y varias clases de cedros y plátanos de esta
región. En una de sus inscripciones estatuarias dice que los obtuvo en los
montes Ursu e Ibla, es
decir, Rhosus y la cordillera Pieria, al norte de
Antioquía. El yeso y el asfalto fueron traídos por barco desde Madga. Los montes Madga se
encontraban en la provincia de la ciudad Rimash, de
donde obtuvo el cobre, y ambos deben situarse probablemente en las
estribaciones de la cordillera de Zagros a lo largo de Diyala.
LAS ESTATUAS
DE GUDEA
La estatua
más importante es una figura sedente de tamaño natural de Gudea con una larga
inscripción en nueve columnas grabada en la espalda, las caderas y la parte
inferior de la vestidura.
Todas las
estatuas sumerias recibían nombres místicos, y la inscripción de la estatua B
describe cómo fue llamada: "A mi rey le he construido su estatua, que la
vida sea mi recompensa". Cuando se terminó el templo se instaló esta
estatua y se proclamó una gran fiesta al pueblo de Lagash. Durante siete días
se abolieron las viejas costumbres, la criada se volvió como su ama y el criado
caminó junto a su amo. Todo el templo fue purificado.
En aras de
la justicia, como Urukagina antes que él, Gudea aplicó las leyes de Nina y
Ningirsu. “El rico no hizo mal al huérfano, el rico no oprimió a la viuda. En
cuanto a la casa sin hijo, su hija entró como heredera”. A continuación, el
patesi expresa la esperanza de que esta estatua pueda estar presente en la parentalia o libaciones a su alma cuando haya muerto, y de
hecho los archivos del templo de un siglo después mencionan ofrendas de ovejas,
harina y aceite para el alma de Gudea. La inscripción termina entonces con una
larga maldición sobre aquel que interfiera en su templo o dañe el texto de
alguna manera.
Se hace
referencia a Gudea como rey en una epopeya que fue compuesta no más de dos
siglos después de su muerte:
Yo soy el
señor; tú estás hecho apto para mi brazo heroico.
El rey que
legará su nombre a la vida de días lejanos,
que forjará
una estatua para los días eternos,
En Eninnu, el templo que se llena de fiesta,
En el lugar
de las libaciones mortuorias... apropiadamente te colocará.
Una estatua
similar de casi las mismas dimensiones y en la misma pose es la estatua F. Es
quizá el mejor ejemplo de escultura sumeria. Falta la cabeza. Una inscripción
conmemora la construcción del templo de Gatumdug en
la "Ciudad Santa". En la construcción del propio Eninnu,
Gudea empleó dos sellos diferentes para sus ladrillos, que registran en
términos casi idénticos la edificación de Eninnu. En
la parte noreste del montículo central de Girsu los
excavadores encontraron un edificio con dos enormes pilares de ladrillo a dos
metros de distancia entre sí. Cada pilar consta de cuatro columnas; una capa
está hecha colocando ocho ladrillos triangulares alrededor de una pequeña pieza
central de ladrillo circular, la siguiente capa de la columna consiste en un
ladrillo circular grande y la tercera capa repite la capa de ladrillos
triangulares haciendo los triángulos más cortos y encerrándolos en ladrillos
semicirculares. El espacio entre las cuatro columnas se rellena con cuatro
ladrillos cortados con el dorso recto, las caras semicirculares para encajar en
las columnas y los extremos angulares para unirse entre sí. Estos ladrillos
llevan una inscripción que hace referencia a la construcción de Eninnu y a la colocación en ella de un aga de cedro. No es posible que pertenezcan al gran templo del montículo norte, y
la única explicación parece ser que la inscripción no se refiere a los pilares
en absoluto, sino a una parte de Eninnu. Se dice que
el aga era de cedro y que era una cámara del consejo,
dedicada a la diosa Bau, en la que había un barco y una imagen de un toro. Eninnu contenía otro aga, el Ku-Lal de la Puerta de la Batalla, donde se erguía la
figura esculpida de un dios en el acto de matar a un carnero de siete cabezas. Gatumdug, la benéfica portadora de leche, es un título
local de la diosa-madre, Bau, patrona de la curación y el parto, un tipo casado
de Nintud y consorte de Ningirsu. Gudea habla a
menudo de haber sido parida por esta diosa, madre de Lagash. Puesto que la
estatua F conmemora la construcción del templo de Gatumdug y fue hallada en el palacio parto del gran montículo del templo, se supone que
fue llevada allí desde el templo de Bau, que probablemente se encontraba en la
parte noreste de Girsu. Una fina cabeza de león de
mármol, de tamaño casi natural, está inscrita en recuerdo de la construcción
del templo de Gatumdug en la Ciudad Santa.
No tenemos
ninguna información sobre los acontecimientos que condujeron a su ascensión,
más allá de la prueba negativa que proporciona la ausencia total de genealogía
en sus inscripciones. Al igual que Ur-Bau, Gudea no
nombra a su padre, y es posible que fuera un hombre de nacimiento oscuro o
dudoso. La energía que desplegó como patesi es suficiente para explicar su
ascenso al poder, y el éxito que acompañó a su periodo de gobierno puede
considerarse que justificó ampliamente una ruptura en la sucesión. Otro
problema sugerido por el estudio de sus textos se refiere al origen de la
riqueza que le permitió emprender la reconstrucción y remodelación de los
templos de Lagash a una escala tan elaborada. La causa de tal actividad
deberíamos buscarla naturalmente en el botín obtenido durante una serie de
campañas exitosas, pero en el conjunto de sus inscripciones sólo tenemos una
única referencia a un acto de guerra. En la estatua en la que aparece él mismo
en el personaje de un arquitecto, sosteniendo el plano de E-ninnu sobre sus rodillas, da cuenta con cierto detalle de las lejanas regiones de
donde obtuvo los materiales para la construcción del templo de Ningirsu. Al
final de esta lista de lugares y sus productos, como si formara una
continuación de su narración, añade el registro de que hirió con sus armas la
ciudad de Anshan en Elam y ofreció su botín a
Ningirsu. Esta es la única mención de una victoria que aparece en las
inscripciones de Gudea y, aunque en sí misma prueba que era lo suficientemente
independiente como para llevar a cabo una guerra en Elam por su cuenta, no arroja luz sobre las demás causas de su éxito.
La ausencia
de registros militares en los textos de Gudea resulta aún más sorprendente
cuando leemos los nombres de los países que puso bajo contribución para los
materiales empleados en la construcción de E-ninnu.
La lista geográfica más completa es la que figura en la estatua del arquitecto
con el plano y, aunque desgraciadamente algunos de los lugares mencionados aún
no han sido identificados, el propio texto proporciona información suficiente
para demostrar la amplia zona de sus operaciones. Gudea nos dice aquí que del
monte Amanus, la montaña de los cedros, trajo vigas de madera de cedro que
medían cincuenta y hasta sesenta codos de largo, y también bajó de la montaña
troncos de madera de urkarinnu de veinticinco codos
de largo. De Ursu, en la montaña de Ibla, trajo madera de zabalu,
grandes vigas de madera de ashukhu y plátanos. De Umanu, una montaña de Menua, y de Basalla, una montaña de Amurru,
obtuvo grandes bloques de piedra e hizo con ellos estelas que colocó en el
patio de E-ninnu. De Tidanu,
otra montaña de Amurru, trajo piezas de mármol, y de Kagalad, una montaña de Kimash,
extrajo cobre, que nos dice que utilizó en la fabricación de una gran cabeza de
maza. De las montañas de Melukhkha trajo madera de ushu, que empleó en la construcción del templo, y de la
montaña de Khakhu sacó polvo de oro con el que doró
una cabeza de maza tallada con las cabezas de tres leones. En Gubin, la montaña de la madera khuluppu,
taló árboles khuluppu; de Madga obtuvo asfalto, que utilizó en la fabricación de la plataforma de E-ninnu; y de la montaña de Barshib bajó bloques de piedra nalua, que cargó en grandes
barcos y así los llevó a Lagash para reforzar la base del templo.
La lista de
lugares anterior deja claro que Gudea obtuvo su madera y su piedra de las
montañas de la costa de Siria y de Arabia, y su cobre de las minas de Elam. En el primero de sus cilindros también afirma que el
elamita vino de Elam y el hombre de Susa de Susa,
presumiblemente para participar como artesanos expertos en la construcción del
templo. En este relato no menciona los nombres de tantos lugares como en la
inscripción de la estatua, pero añade algunos detalles pintorescos con respecto
a las dificultades de transporte que encontró. Así, relata que en la montaña de
los cedros, donde ningún hombre había penetrado antes, cortó un camino para
bajar los cedros y las vigas de otras maderas preciosas. También hizo caminos
en las montañas donde extrajo piedra y, además de oro y cobre, afirma que
también obtuvo plata en las montañas. La piedra la transportaba por agua, y
añade que los barcos que traían betún y yeso de Madga se cargaban como si fueran barcazas que transportaban grano.
Un tercer
pasaje de los textos de Gudea, referido al transporte de materiales a
distancia, aparece en la estatua colosal de sí mismo que erigió en E-ninnu. Aquí afirma que Magan, Melukhkha, Gubi y Dilmun recogían madera, y que barcos cargados de madera de
todo tipo llegaban al puerto de Lagash. Además, en ocho de sus once estatuas
deja constancia de que la diorita, con la que las modeló, fue traída de Magan. En su búsqueda de materiales de construcción, afirma
que viajó desde el país inferior hasta el país superior; y, al resumir la zona
por la que él y sus agentes recorrieron, adopta una fórmula antigua y afirma
que Ningirsu, su amado rey, le abrió los caminos desde el Mar Superior hasta el
Mar Inferior, es decir, desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico.
La
enumeración de estos lejanos países, y la jactanciosa referencia de Gudea al
Mar Superior y al Mar Inferior, podrían, quizá, considerarse a primera vista
como constitutivas de una reivindicación de un imperio tan extenso como el de
Sargón y Naram-Sin. Pero es un hecho notable que, con
la excepción de Lagash y sus municipios constituyentes, los textos de Gudea no
hacen alusión alguna a ciudades o distritos situados dentro de los límites de
Sumeria y Akkad. Ni siquiera se citan una sola vez
los nombres de las grandes ciudades vecinas, como Ur, Erec y Larsa, y sólo puede deducirse que gozaban con
Lagash de igual grado de independencia. Pero si la autoridad de Gudea no se
extendía sobre las ciudades y distritos vecinos dentro de su propio país,
difícilmente podemos concluir que ejerciera un control efectivo sobre regiones
más distantes. De hecho, debemos tratar sus referencias a tierras extranjeras
como una prueba de expansión comercial, no política.
Puede
considerarse que el reinado de Gudea marcó un renacimiento de la prosperidad
sumeria, consecuencia de la decadencia de la influencia y el poder semitas en
el norte. El hecho de que pudiera importar su madera y piedra de Siria, y
hacerla flotar sin ser molestado por el Éufrates, argumenta un considerable
debilitamiento de las ciudades del norte. Es imposible saber si Akkad, o alguna otra ciudad, seguía reclamando una
soberanía nominal sobre los distritos del sur, pero al menos está claro que en
el reinado de Gudea no se reconocía ni se hacía valer tal reclamación. Podemos
suponer que Lagash y las otras grandes ciudades del sur, aliviadas de la carga
de la dominación semítica, disfrutaron de un período de paz y tranquilidad, que
cada ciudad empleó en el desarrollo de sus recursos materiales. La ciudad de Ur pronto pondría fin a este estado de cosas, al reclamar
la hegemonía entre las ciudades del sur y fundar por la fuerza de las armas el
reino de Sumer y Acad. Pero durante el reinado de Gudea Ur no parece haber hecho ningún movimiento, y Lagash y las otras grandes ciudades
de la tierra pueden ser imaginadas manteniendo relaciones comerciales entre sí,
sin verse obstaculizadas por la lucha de ninguna de ellas por la supremacía
política.
Es posible
que podamos rastrear la actividad constructora sin parangón, que caracterizó el
reinado de Gudea, en parte a un desarrollo en el arte de la construcción, que
parece haber tenido lugar aproximadamente en este periodo. Se ha sugerido que
tanto Gudea como Ur-Engur, el fundador de la dinastía
de Ur, participaron en el mismo gran movimiento
arquitectónico, y prueba de ello se ha visto en su empleo común del ladrillo
cuadrado más pequeño, de unas doce a trece pulgadas, que era más fácil de
manejar que los ladrillos más grandes empleados por Ur-Bau
y en la época de la dinastía de Akkad. Las ventajas inherentes
a esta forma de ladrillo quedan atestiguadas por su conservación, con ligeras
variaciones, hasta el final del imperio babilónico. Que el propio Gudea
concedía considerable importancia a la forma de los ladrillos que empleaba
parece deducirse del pasaje de su primera inscripción cilíndrica, donde
describe las ceremonias con las que inauguró su fabricación, incluyendo el
ofrecimiento de sacrificios y el vertido de una libación en el molde sagrado.
El uso de un material mejorado bien pudo incitarle a reconstruir la mayor parte
de los santuarios de Lagash en sus antiguos emplazamientos, pero ampliados y
embellecidos de acuerdo con las nuevas ideas arquitectónicas. De otro pasaje de
sus textos parece desprenderse que afirmó definitivamente haber inaugurado una
forma novedosa de construcción, o de decoración, como ningún patesi antes que
él había empleado. El significado de la frase no está del todo claro, pero tal
vez haga referencia a los relieves esculpidos con los que adornó E-ninnu. También puede referirse al uso de pilastras elevadas
para el adorno de fachadas y muros exteriores, una forma característica de la
arquitectura babilónica posterior, pero que no se encuentra en los restos de
edificios de Lagash anteriores a la época de Gudea.
Además de E-ninnu, el gran templo de la ciudad-dios Ningirsu, Gudea
registra que reconstruyó los santuarios dedicados a Bau y Ninkharsag,
y E-anna, el templo de la diosa Ninni,
y erigió templos a Galalim y Dunshagga,
dos de los hijos de Ningirsu. En Uru-azagga reconstruyó
el templo de Gatumdug, y en Girsu tres templos a Nindub, Meslamtaea y Nindar, este último asociado a la diosa Nina, en
cuyo honor hizo un suntuoso trono. También en Girsu construyó un templo a Ningishzida, su dios patrón, al
que parece haber introducido en esta época en el panteón de Lagash. Una de sus
reconstrucciones más novedosas fue el E-pa, el templo
de las siete zonas, que erigió para Ningirsu. El edificio de Gudea adoptó
probablemente la forma de una torre en siete etapas, un verdadero zigurat, que
puede compararse con los de Ur-Engur. Pero la obra de
la que más se enorgulleció fue la reconstrucción de E-ninnu,
y a ella dedicó todos los recursos de su ciudad. Del estudio de los restos de
este templo que fueron descubiertos en Tello por M. de Sarzec,
se desprende que Gudea rodeó el emplazamiento del edificio anterior de Ur-Bau con un recinto, del que sólo quedan una puerta y una
torre, decoradas con pilastras en relieve. Éstas se incorporaron a la
estructura del último palacio de Tello, gran parte del cual se construyó con
ladrillos del antiguo templo. Es difícil determinar la relación de estos
ligeros restos en Tello, bien con el edificio descrito por el propio Gudea,
bien con el plano de un recinto fortificado que una de las estatuas de Gudea, como
arquitecto, sostiene sobre sus rodillas. Que el plano estaba destinado, en
cualquier caso, a una parte del templo queda claro por la inscripción, según la
cual Gudea preparó la estatua para E-ninnu, que
acababa de terminar.
El relato
detallado de la construcción de este templo, que Gudea nos ha legado, ofrece
una imagen muy vívida de la vida religiosa de los sumerios en esta época, y del
elaborado ritual con el que revestían el culto y la adoración de sus dioses. El
registro se da en dos enormes cilindros de arcilla, uno de los cuales fue
inscrito mientras el trabajo de construcción aún estaba en curso, y el otro
después de que la construcción y decoración del templo se hubiera completado, y
Ningirsu hubiera sido instalado dentro de su santuario. Posteriormente fueron
enterrados como cimientos-registros en la estructura del propio templo, por lo
que han sobrevivido en un estado maravillosamente bien conservado, y fueron
recuperados durante las excavaciones francesas en Tello. Por el primero de los
cilindros sabemos que Gudea decidió reconstruir el templo de la ciudad-dios
como consecuencia de una prolongada sequía, que naturalmente se atribuyó a la
ira de los dioses. El agua de los ríos y canales había bajado, las cosechas se
habían resentido y la tierra estaba amenazada de hambruna, cuando una noche el
patesi tuvo una visión, mediante la cual los dioses le comunicaron sus órdenes.
Gudea nos
cuenta que estaba preocupado porque no podía interpretar el significado del
sueño, y sólo después de haber buscado y recibido el aliento de Ningirsu y Gatumdug se dirigió al templo de Nina, la diosa que adivina
los secretos de los dioses. De ella supo que las deidades que se le habían
aparecido en su visión habían sido Ningirsu, el dios de su ciudad, Ningishzida, su deidad patrona, su hermana Nidaba y Nindub, y que ciertas
palabras que había oído pronunciar eran una orden para que construyera E-ninnu. Había visto a Nindub dibujar un plano sobre una tablilla de lapislázuli, y éste, según le explicó
Nina, era el plano del templo que debía construir. Nina añadió instrucciones
propias en cuanto a los regalos y ofrendas que el patesi debía hacer a
Ningirsu, cuya ayuda le prometió en la realización de la obra. A continuación,
Gudea describe con detalle cómo obtuvo del propio Ningirsu una señal de que era
verdaderamente la voluntad de los dioses que construyera el templo y cómo, tras
consultar los presagios y encontrarlos favorables, procedió a purificar la
ciudad mediante ritos especiales. En el curso de este trabajo de preparación
expulsó a los magos y hechiceros de Lagash, y encendió un fuego de cedro y
otras maderas aromáticas para crear un dulce aroma para los dioses; y, tras
completar la purificación de la ciudad, consagró los distritos circundantes,
los cedrales sagrados y los rebaños y ganado pertenecientes al templo. Luego
nos cuenta cómo trajo de tierras lejanas los materiales para el templo e
inauguró la fabricación de los ladrillos con ritos y ceremonias solemnes.
No nos ocupa
aquí la elaborada descripción que hace Gudea del nuevo templo, ni del suntuoso
mobiliario, los emblemas sagrados y los objetos votivos con los que enriqueció
sus numerosos patios y santuarios. Una gran parte del primer cilindro está
dedicada a este tema, y el segundo cilindro ofrece un relato igualmente
elaborado del traslado del dios Ningirsu de su antiguo santuario y su
instalación en el nuevo que se había preparado para él. Este acontecimiento
tuvo lugar en un día debidamente señalado del año nuevo, después de que la
ciudad y sus habitantes hubieran sido sometidos a un segundo curso de
purificación. En su traslado a su nueva morada, Ningirsu fue acompañado por su
esposa Bau, sus hijos y sus siete hijas vírgenes, así como por las numerosas
deidades asistentes que formaban los miembros de su casa. Entre ellas estaban Galalim, su hijo, cuyo deber especial era custodiar el
trono y poner el cetro en manos del patesi reinante; Dunshagga,
el aguador de Ningirsu; Lugal-kurdub, su líder en la
batalla; Lugal-sisa, su consejero y chambelán; Shakanshabar, su gran visir; Uri-zi,
el guardián de su harim; Ensignun,
que cuidaba de sus asnos y conducía su carro; y Enlulim,
el pastor de sus cabritos. Otras divinidades que acompañaban a Ningirsu eran su
músico y flautista, su cantor, el cultivador de sus tierras, que cuidaba las
máquinas para el riego, el guardián de los estanques sagrados de peces, el
inspector de sus aves y ganado, y el dios que supervisaba la construcción de
casas dentro de la ciudad y de fortalezas sobre la muralla. Todas estas
deidades fueron instaladas en santuarios especiales dentro de E-ninnu, para que estuvieran cerca de Ningirsu y listas en
cualquier momento para cumplir sus órdenes.
El
importante lugar que el ritual y el culto ocupaban en la vida nacional de los
sumerios queda bien ilustrado por estos registros de la construcción y consecución
de un solo templo. La obra de Gudea puede haber sido mucho más elaborada que la
de sus predecesores, pero los rasgos generales de su plan, y las ceremonias y
ritos que empleó, estaban sin duda fijados y santificados por una larga
tradición. Su descripción del séquito de Ningirsu demuestra que la ciudad-dios
sumeria estaba dotada de todos los atributos y gozaba de todos los privilegios
del propio patesi, su homólogo y representante humano. Su templo era una
estructura elaborada, que constituía la verdadera morada de su propietario y de
su divina casa ; e incluía alojamientos para los sacerdotes, cámaras del
tesoro, almacenes y graneros, y corrales y establos para los cabritos, las
ovejas y el ganado destinados al sacrificio. Es interesante observar que en el
curso de la construcción Gudea se encontró con una estela de Lugal-kisalsi, un rey anterior de Erec y Ur. Por el nombre que le dio podemos deducir que la
encontró en Girnun, que probablemente era uno de los
santuarios o capillas anexos a E-ninnu ; y la
conservó con esmero y la erigió en la explanada del templo. En el respeto que
mostró por este registro anterior, actuó como lo hizo Nabónido más tarde,
cuando se topó con las inscripciones fundacionales de Naram-Sin
y Shagarakti-Buriash en el curso de su reconstrucción
de E-babbar y E-ulmash, los
templos de Shamash y de la diosa Anunitu.
De las
producciones artísticas de la época de Gudea las más llamativas que han llegado
hasta nosotros son la serie de estatuas de diorita de él mismo, que se
encontraron juntas en el último palacio de Tello. Por las inscripciones que
llevan es evidente que originalmente fueron preparadas por el patesi para su
dedicación en los principales templos de Lagash, que él fundó o reconstruyó.
Tres se instalaron en E-ninnu, de las cuales una es
la estatua del arquitecto con el plano, y otra, una figura sentada, es la única
de la serie de proporciones colosales. Se hicieron otras tres para el templo de
Bau, y otras para el templo de Ninni E-anna, y los templos de las diosas Gatumdug y Ninkharsag. La pequeña figura sentada, destinada al
templo de Ningishzida, es la única de la que poseemos
la cabeza, ya que ésta fue descubierta por el comandante Cros durante las
excavaciones más recientes en Tello, y fue ajustada por M. Heuzey al cuerpo de la figura que se conservaba en el Louvre desde hacía muchos años.
De la reproducción fotográfica se desprende que el tamaño de la cabeza es
considerablemente desproporcionado al del cuerpo; y hay que admitir que incluso
las estatuas más grandes no son todas de igual mérito. Mientras que en algunas
de ellas la rigidez de la convención arcaica sigue siendo evidente, otras, como
las estatuas sentadas para E-ninnu y la del
arquitecto con la regla del templo de Gatumdug, se
distinguen por un fino naturalismo y un verdadero sentido de la proporción.
También
pueden observarse algunas variaciones interesantes de tratamiento en dos de las
estatuas de pie del templo de Bau. Una de ellas es estrecha de hombros y esbelta
de forma, y contrasta notablemente con la otra, que presenta la figura de un
hombre fuerte y de hombros anchos. Parece que las estatuas fueron esculpidas en
diferentes periodos de la vida de Gudea, y por los cambios observables podemos
deducir que ascendió al trono siendo aún un hombre joven y que su reinado debió
de ser largo. La diorita que utilizó para ellos era muy apreciada por su
durabilidad y belleza, y el gran bloque que se necesitó para su colosal figura
parece que, cuando se completó la talla, se consideraba mucho más precioso que
el lapislázuli, la plata y otros metales. Ciertamente, la preparación de una
piedra tan dura presentaba más dificultades que la de cualquier otro material,
y que los escultores de Gudea hubieran aprendido a tratar con éxito masas tan
grandes de ella argumenta un avance considerable en el desarrollo de su arte.
Las pequeñas
figuras de cobre de un dios arrodillado agarrando un cono son también
características del periodo de Gudea, pero en diseño y factura son superadas
por la figura votiva similar que data del reinado de Ur-Bau.
Un buen ejemplo de talla en relieve lo proporciona el panel ovalado, en el que
se representa a Gudea siendo conducido a la presencia de su dios; una escena de
adoración similar, aunque a menor escala, está grabada en su sello cilíndrico.
Un feliz ejemplo de talla en redondo, como el que exhiben los objetos más
pequeños de este periodo, es su pequeña cabeza de maza de brecha decorada con
las cabezas de tres leones. En su diseño se parece claramente a la cabeza de
maza mencionada en una de las estatuas de E-ninnu,
aunque, a diferencia de ésta, la pequeña cabeza de maza probablemente no estaba
dorada, ya que la inscripción que lleva menciona la montaña de Siria de donde
se obtuvo la brecha. Pero otros objetos de piedra tallada que se han recuperado
bien pueden haber sido enriquecidos de ese modo, y a su material subyacente
deben probablemente su conservación. El metal precioso puede haber sido
despojado de ellos y los núcleos de piedra arrojados a un lado ; pero un
trabajo similar en oro o plata macizos difícilmente habría escapado a las manos
del saqueador.
Con la
excepción del período de sequía, a consecuencia del cual Gudea decidió
reconstruir el templo de Ningirsu, es probable que durante la mayor parte de su
reinado el estado de Lagash disfrutara de una abundancia sin parangón, tal como
se dice que siguió a la terminación de esa obra. La fórmula fechada para uno de
sus años de gobierno toma su título del corte de un nuevo canal al que llamó Ningirsu-ushumgal, y no hay duda de que mantuvo el elaborado sistema
de irrigación, por el que Lagash y sus territorios eran abastecidos de agua, en
perfecto estado de conservación. Una prueba de los abundantes suministros que
producían las tierras de los templos puede verse en el aumento de las ofrendas
regulares decretadas por Gudea. El día de Año Nuevo, por ejemplo, en la fiesta
de Bau, después de haber reconstruido su templo, añadió a los regalos
matrimoniales que le correspondían, consistentes en bueyes, ovejas, corderos,
cestas de dátiles, tarros de mantequilla, higos, pasteles, aves, peces y
maderas preciosas, etc. También registra ofrendas especiales de ropa y lana que
le hizo, y de bestias sacrificadas a Ningirsu y a la diosa Nina. Para el nuevo
templo de Gatumdug menciona la donación de rebaños de
vacas y ovejas, junto con sus pastores y pastoras, y de bueyes de riego y sus
cuidadores para las tierras sagradas de E-ninnu.
Tales referencias apuntan a un aumento de los ingresos del estado, y podemos
deducir que el pueblo de Lagash compartía la prosperidad de su patesi y su
sacerdocio.
Aunque Gudea
se dedicó al servicio de sus dioses, no parece haber enriquecido los templos a
costa del pueblo llano. Fue un estricto defensor de los privilegios
tradicionales, como la exención de impuestos de la que gozaba Gu-edin, la llanura sagrada de Ningirsu; pero no toleró
ningún acto de extorsión por parte de sus funcionarios seculares o sagrados.
Que el ideal de gobierno de Gudea era el del orden, la ley y la justicia, y la
protección de los débiles, lo demuestra su descripción del estado de Lagash durante
los siete días que festejó con su pueblo tras la consagración de E-ninnu. Nos dice que durante este tiempo privilegiado la
doncella era igual a su ama, y amo y esclavo se relacionaban como amigos; el
poderoso y el humilde se acostaban uno al lado del otro, y en lugar de malas
palabras sólo se oían palabras propicias; se observaban las leyes de Nina y
Ningirsu, y el rico no agraviaba al huérfano, ni el fuerte oprimía a la viuda.
Esta referencia a lo que era aparentemente un código legal, sancionado por la
autoridad de la ciudad-dios y de una diosa relacionada con el antiguo santuario
de Eridu, es de considerable interés. Recuerda las reformas del malogrado
Urukagina, que intentó acabar con los abusos de su época mediante la
introducción de una legislación similar. Gudea vivió en una época más feliz, y
se nos presenta, no como un reformador, sino como el firme defensor de las
leyes vigentes.
Que el
reinado de Gudea fue considerado por las generaciones sucesivas en Lagash como
la edad de oro de su ciudad quizá pueda inferirse de su deificación bajo los
últimos reyes de la dinastía de Ur. No hay pruebas de
que, como Sargón y Naram-Sin, asumiera honores
divinos durante su propia vida, pues en sus inscripciones su nombre nunca va
precedido del determinativo de divinidad, y también aparece sin el prefijo
divino en los sellos de Gimdunpae, su esposa, y de Lugal-me, su escriba. En el período posterior sus estatuas
fueron sin duda veneradas, y se ha sugerido que las ofrendas perpetuas de
bebida y comida y grano, que decretó en relación con una de ellas, prueban que
fue asimilada desde el principio a la de un dios. Pero los nombres de sus
estatuas sugieren que eran de carácter puramente votivo y que no se colocaron
en los templos como consecuencia de ninguna pretensión de divinidad por parte
de Gudea. Era costumbre de los patesis sumerios dar
nombres largos y simbólicos a las estatuas, estelas y otros objetos sagrados
que dedicaban a los dioses, y las estatuas de Gudea no constituyen una
excepción a esta regla. Así, antes de introducir la estatua con las ofrendas en
E-ninnu, la nombró solemnemente “Para-mi-rey-que-he-construido-este-templo-que-la-vida-sea-mi-recompensa”.
Una estatua
más pequeña para E-ninnu recibió el nombre de “[El
pastor] que ama a su rey soy yo ¡que mi vida se prolongue!”, mientras que a la
estatua colosal para el mismo templo le dio el título de “Ningirsu el rey cuya
poderosa fuerza las tierras no pueden soportar ha asignado una suerte favorable
a Gudea el constructor del templo”. La pequeña estatua de pie para el templo de Ninkharsag llevaba el nombre igualmente largo “¡Que Nintud (es decir, Ninkharsag ) la
madre de los dioses el árbitro de los destinos en el cielo y en la tierra
prolongue la vida de Gudea que ha construido el templo!”, y otra pequeña
estatua para el templo de Bau llevaba el nombre “La dama la hija amada del
cielo puro la diosa madre Bau en Esilsirsir ha dado
la vida a Gudea”. La estatua para el templo de Ningishzida se llamaba “A Gudea el constructor del templo le ha sido dada la vida”, y la de
E-anna llevaba el título “De Gudea el hombre que ha
construido el templo la vida sea prolongada”. Se verá que estos nombres o bien
afirman que la vida y la felicidad le han sido concedidas a Gudea, o bien
invocan a la deidad a la que se dirigen para que prolongue su vida. De hecho,
prueban que las estatuas se colocaban originalmente en los templos como otros
objetos votivos, bien en agradecimiento por la ayuda pasada, bien para asegurar
la continuación del favor divino.
Las pruebas
que poseemos parecen demostrar que en la época de Gudea ningún gobernante
sumerio había reclamado nunca el rango divino. Es cierto que se hicieron
ofrendas en relación con la estatua de Ur-Nina
durante el reinado de Lugal-anda, pero Ur-Nina nunca había reivindicado él mismo la divinidad.
Además, otros altos personajes trataban a sus propias estatuas de la misma
manera. Así, Shagshag, la esposa de Urukagina, hizo
ofrendas en relación con su propia estatua, pero no hay pruebas de que fuera
divinizada. De hecho, durante los periodos anteriores, y también en el propio
reinado de Gudea, la estatua estaba probablemente destinada a representar al
adorador vicariamente ante su dios. No sólo en vida, sino también tras su
muerte, la estatua seguía abogando por él. Las ofrendas no se hacían
originalmente a la estatua en sí, sino que probablemente se colocaban cerca de
ella para representar simbólicamente las ofrendas del propietario a su dios.
Esta
costumbre puede haber preparado el camino para la práctica de la deificación, pero no se originó en ella. De hecho, el
desarrollo posterior se encuentra por primera vez entre los reyes semitas de Akkad, y probablemente de Kish, pero no viajó hacia el sur
hasta después de que la dinastía de Ur se hubiera
establecido durante más de una generación. Ur-Engur,
al igual que Gudea, no fue divinizado en vida, y la innovación sólo fue
introducida por Dungi. Durante los reinados de los
últimos reyes de esa dinastía la práctica había sido adoptada regularmente, y
fue en este periodo cuando Gudea fue deificado y su culto establecido en Lagash
junto con los de Dungi y su contemporáneo Ur-Lama I. Al decretar que se hicieran ofrendas a una de
sus estatuas, Gudea preparó sin duda el camino para su deificación póstuma,
pero no parece que él mismo adelantara la pretensión. El hecho de que se le
concediera este honor después de muerto puede considerarse un indicio de que el
esplendor de su reinado no había sido olvidado.
Gudea fue
sucedido en el trono de Lagash por su hijo Ur-Ningirsu,
y con este patesi probablemente podamos establecer un punto de contacto entre
los gobernantes de Lagash y los de Ur. Que sucedió a
su padre no cabe duda, pues en una cabeza de maza ceremonial, que dedicó a
Ningirsu, y en otras inscripciones que poseemos, se autoproclama hijo de Gudea
y también patesi de Lagash. Durante su reinado reparó y reconstruyó al menos
una parte de E-ninnu, pues el Museo Británico posee
un zócalo de puerta de este templo, y en Tello se han encontrado algunos
ladrillos suyos en los que consta que reconstruyó en madera de cedro el Gigunu, una parte del templo de Ningirsu, que Gudea había
erigido como simbólico del Mundo Inferior. Además, en Tello se han encontrado
tablillas fechadas en su reinado, y de ellas deducimos que fue patesi durante
al menos tres años, y probablemente más. Por otros monumentos sabemos que un
alto cargo religioso de Lagash, contemporáneo de Dungi,
también llevaba el nombre de Ur-Ningirsu, y el punto
a decidir es si podemos identificar a este personaje con el hijo de Gudea. Ur-Ningirsu, el funcionario, era sumo sacerdote de la diosa
Nina, y también ocupaba los cargos de sacerdote de Enki y sumo sacerdote de
Anu. Además, era un hombre de suficiente importancia como para estampar su
nombre en ladrillos que probablemente se utilizaron en la construcción de un
templo en Lagash. Que fue contemporáneo de Dungi (Shulgi, dinastía Ur III) se sabe
por una inscripción sobre una peluca y un tocado votivos del Museo Británico,
que es de diorita y estaba destinado a una estatuilla femenina. El texto
grabado sobre este objeto afirma que fue hecho por un tal Bau-ninam para su dama y divina protectora, que probablemente
era la diosa Bau, como adorno para su agraciada persona, y su objeto al
presentar la ofrenda era inducirla a prolongar la vida de Dungi,
“el hombre poderoso, el rey de Ur”. La parte
importante del texto se refiere a la descripción que hace Bau-ninam de sí mismo como artesano, o funcionario subordinado,
al servicio de Ur-Ningirsu, “el amado sumo sacerdote
de Nina”. De este pasaje se desprende claramente que Ur-Ningirsu
era sumo sacerdote en Lagash en un periodo en el que Dungi,
rey de Ur, ejercía soberanía sobre esa ciudad. Por lo
tanto, si hemos de identificarlo con el hijo y sucesor de Gudea, debemos
concluir que entretanto había sido depuesto del patesiato de Lagash y nombrado para los cargos sacerdotales que le encontramos ocupando
durante el reinado de Dungi.
La
sugerencia alternativa de que Ur-Ningirsu pudo haber
desempeñado sus deberes sacerdotales en vida de Gudea mientras él mismo era
todavía príncipe heredero, queda desmentida por el descubrimiento posterior de
que durante el reinado del padre de Dungi, Ur-Engur, otro patesi, llamado Ur-abba,
estaba en el trono de Lagash; pues se han encontrado tablillas en Tello que
están fechadas en el reinado de Ur-Engur y también en
el patesiato de Urabba.
Para conciliar este nuevo factor con la identificación precedente, debemos
suponer que la deposición de Ur-Ningirsu se produjo
en el reinado de Ur-Engur, quien nombró patesi en su
lugar a Ur-abba. Según este punto de vista, Ur-Ningirsu no fue completamente despojado de sus honores,
sino que su autoridad quedó restringida a la esfera puramente religiosa, y
siguió disfrutando de sus nombramientos sacerdotales durante la primera parte
del reinado de Dungi. No hay nada imposible en esta
disposición, y encuentra apoyo en las tablillas contables de Tello, que
pertenecen al periodo del reinado de Ur-Ningirsu.
Algunas de las tablillas mencionan suministros y dan listas de objetos
preciosos, que estaban destinados al rey, a la reina, al hijo del rey o a la
hija del rey, y eran recibidos en su nombre por el chambelán del palacio.
Aunque ninguna de estas tablillas menciona expresamente a Ur-Ningirsu,
una del mismo grupo de documentos fue redactada en el año que siguió a su
acceso como patesi, otra está fechada en un año posterior de su patesiato, y todas pueden asignarse con cierta confianza a
su periodo. Las referencias a un “rey” en las listas de cuentas oficiales
apuntan a la existencia de una dinastía real, cuya autoridad era reconocida en
esta época en Lagash. En vista de las pruebas aportadas por la dedicatoria de
Bau-ninam podemos identificar la dinastía con la de Ur.
La
aceptación del sincronismo lleva consigo el corolario de que con el reinado de Ur-Ningirsu hemos llegado a otro punto de inflexión en la
historia, no sólo de Lagash, sino de toda Sumer y Acad. Es posible que Ur-Engur fundara su dinastía en Ur antes de la muerte de Gudea, pero no hay pruebas de que lograra imponer su autoridad
sobre Lagash durante el patesiato de Gudea; y, en
vista de la brevedad comparativa de su reinado, es preferible asignar su acceso
al período del hijo de Gudea. Sumer debió de reconocer pronto su autoridad, y
Lagash y las demás ciudades del sur formaron sin duda el núcleo del reino en el
que basó su reivindicación de la hegemonía en Babilonia. Esta reivindicación
por parte de Ur no se sustanció plenamente hasta el
reinado de Dungi, pero en Sumer Ur-Engur parece haber encontrado poca oposición. De las circunstancias que condujeron a
la deposición de Ur-Ningirsu no sabemos nada, pero
podemos conjeturar que su reconocimiento de la autoridad de Ur-Engur no fue acompañado de todo el apoyo exigido por su soberano. Como hijo y sucesor
de Gudea es muy posible que se resintiera por la pérdida de autonomía práctica
de la que había disfrutado su ciudad y, en consecuencia, Ur-Engur pudo considerar necesario apartarle del patesiato. Ur-abba y sus sucesores fueron meros vasallos de los reyes
de Ur, y Lagash se convirtió en una ciudad provincial
en el reino de Sumer y Acad.
UR-NAMMU AND SHULGI
EL verdadero campeón de Sumer y Acad, el organizador de su periodo más
brillante, fue Ur-Engur (Ur-Nammu).
Su nombre indica que era devoto de una diosa por lo demás desconocida, Cur o Nammu. Cómo se restableció
la paz y se sometió a toda Asia occidental se relata en un largo panegírico
encontrado en Nippur. Se refiere a sus hazañas militares de la siguiente
manera. “Aquellos a los que saqueó le siguieron llorando... en un lugar que
había sido desconocido sus barcos eran conocidos”. Kish, la antigua rival
semita de Sumer, se rebeló contra la Tierra y fue conquistada.
Las tierras extranjeras trajeron regalos. Pero no hay ninguna declaración
definitiva sobre sus conquistas al este y al oeste, aunque una fecha anual en
Lagash se refiere al año en que Ur-Nammu atravesó
Mesopotamia desde las Tierras Altas hasta las Tierras Bajas. La historia de los
reyes de Ur procede casi exclusivamente de los
registros de las ciudades sumerias que pertenecieron a su reino, y en ninguna
de ellas fue reconocido como dios. Pero en su propia capital surgió el culto al
dios Ur-Nammu, y una tablilla que contiene dos himnos
en su honor le llama el señor misericordioso que trajo la prosperidad a Ur, el pastor de Ur, que gobernó
también en tierras lejanas que pagaban pesados tributos a la capital. Era hijo
de la diosa-madre Ninsun, y el dios Luna de Ur lo eligió para gobernar a los pueblos de cabeza oscura; “la
maldad no se detuvo ante él”, y parece haber sido el fundador del código
sumerio de leyes.
En el transcurso de sus dieciocho años de reinado se dedicó afanosamente a
restaurar los antiguos templos, lo que hace aún más sorprendente la escasez de
tablillas durante su reinado. Su hijo se convirtió en sumo sacerdote de Innini en Erec, y es seguro que
esta antigua ciudad rival prosperó bajo su cuidado. Además de sus obras en
Nippur, Lagash, Adab, Larsa, Eridu y Umma, construyó la muralla de Ur; y el himno a Ur-Nammu de
Nippur alude además a la reconstrucción del palacio real. Los sellos de
ladrillo hallados en Mukayyar sólo hacen referencia
al templo de Nannar, dios de la luna nueva, y sus
inscripciones sólo dan el nombre de la torre E-temen-ni-il,
“Templo cuyos cimientos sustentaron el esplendor”. Los textos litúrgicos de
este periodo se refieren al gran templo del dios de la luna como E-gishshirgal, “casa de la luz”, y su capilla central donde
se alzaba la estatua de Sin o Nannar llevaba el
nombre de E-nitendug. Nabonido se refiere a Ur-Nammu como el constructor de la
torre-escenario, pero escribe su nombre E-lugal-malgasidi, “templo del rey que ordena el consejo”, y otro
nombre más para ella era E-shuganulul.
El himno al deificado Ur-Nammu se refiere a su
palacio como la casa de Ur donde se acumulaban las
riquezas de la tierra extranjera. El salón del trono de Ur-Nammu se llamaba “La misericordia de Sin, gran señor”, y su puerta, “Tu dios es un
gran dios”. Allí se sentaba como consejero el divino dios Ur-Nammu del cielo y de la tierra, y el himno de Nippur también tiene mucho que decir
sobre el palacio real, al que se hace referencia aún con más frecuencia en las
inscripciones de sus sucesores. El palacio de los reyes de Ur está aún por excavar; sus ruinas ocultan los tesoros acumulados por los reyes
del mayor imperio de Sumeria, y si podemos fiarnos de las indicaciones obtenidas
de los textos de la época, hicieron de este edificio el principal objeto de sus
cuidados.
Un cono de arcilla de Lagash afirma que cavó un canal para su dios Nannar, hijo de Enlil, después de haber terminado el templo
de Enlil en Nippur, y conmina a sus sucesores a cuidar de la morada de Nannar. Dado que el culto al dios de la luna era prominente
también en Nippur, puede deducirse que el rey se refiere a un templo de Nannar en Nippur. La inscripción de Lagash contiene la
sorprendente frase: “Por las leyes de rectitud de Shamash establecí para siempre la justicia”; y el himno de su culto en Ur habla del proverbio: “La rectitud de Ur-Nammu,
un tesoro, era un dicho”. Referencias similares a la promulgación de un código
legal sumerio se encuentran en las inscripciones de Shulgi.
Aunque la deificación de Ur-Nammu no había sido reconocida autoritariamente más allá de la capital, es probable
que fuera considerado generalmente como una deidad. Un culto póstumo a Ur-Nammu era ciertamente conocido en Lagash, pues una
tablilla de los archivos de esa ciudad lleva un registro de seis gur (digamos 18 fanegas) de dátiles hechos para un festival
y para las ofrendas regulares a Ur-Nammu. Un registro
similar de Lagash, fechado en el reinado de Shu-Sin, se refiere a ofrendas para
el festival del monarca reinante y las ofrendas fijas de Ur-Nammu,
y una tablilla de los archivos del templo de Umma del mismo reinado se refiere
a sacrificios hechos a los tronos de Ur-Nammu, Shulgi y Amar-Sin, los predecesores de Shu-Sin. Aquí sólo
se le priva del título divino pero recibió culto póstumo en toda Sumeria.
Ur-Nammu adoptó el
título de “Rey de Ur, rey de Sumer y Akkad”, que fue reclamado por su hijo Dungi (Shulgi) hasta su cuadragésimo segundo año. Shulgi accedió al trono de Ur en
el año 2094, y gobernó durante el periodo excepcionalmente largo de cincuenta y
ocho años. Se conocen las fórmulas de datación de todos los años de su reinado,
a excepción de los años segundo a duodécimo. En tablillas de todas las ciudades
sumerias de la época, excepto Ur, este rey aparece
sin el título divino en los primeros años de su reinado. Hay pruebas
definitivas de su apoteosis antes del duodécimo año; y en el decimoséptimo año
el séptimo mes del antiguo calendario de Lagash aparece rebautizado en honor de
la fiesta del divino Shulgi. En Umma fue el nombre
del décimo mes el que se cambió para dar lugar al nuevo culto al rey reinante.
Una tablilla de Lagash lleva la fecha: “Año en que fue instalado y elegido el
sumo sacerdote del culto al dios Shulgi”. En Nippur
no existen documentos fechados según las fórmulas oficiales del reino de Ur antes del trigésimo quinto año de Shulgi.
Las tablillas de cuentas de Umma revelan la misma situación: los negocios se
reactivan, los templos vuelven a recibir ingresos como en los tiempos de los
reyes de Agade, pero no hasta que Shulgi hubo ocupado el trono de Sumer y Akkad durante casi
cuarenta años. En una lista de los gobernadores provinciales de la época se da
el siguiente orden: Girsu, Umma, Babilonia, Maradda, Adab, Shuruppak, Kazallu. Estas siete ciudades pueden considerarse las sedes
más importantes de los gobernadores provinciales; y no hay rastro de
resurgimiento en ninguna de ellas antes del cuadragésimo año de Shulgi, con la notable excepción de Lagash, que no parece
haber sufrido una extinción tan total de la cultura bajo los reyes de Gutium.
Pero otras ciudades alcanzaron prominencia en el reinado de Shulgi y se convirtieron en sedes de patesis, a saber, A-pi-ak-(ki), idéntica a la Awak(ki) del período de Naram-Sin, y la antigua Awan-ki cerca de Susa, que se menciona en el año cincuenta y seis de Shulgi como contribuyente a los sacrificios de los cultos
de Nippur. Bajo sus sucesores Amar-Sin e Ibbi-Sin,
esta ciudad elamita tiene un gobernador semita de nombre Sharrumbani.
Los emperadores de Ur superaron a sus
predecesores en su veneración por Nippur. Tan grandes eran los ingresos en
grano, fruta, ganado y ofrendas diversas que se construyó una casa receptora en
el Éufrates, bajo Nippur, ahora las ruinas de Drehem.
Los excavadores árabes han encontrado muchos cientos de tablillas de los
archivos de los templos, y casi todas las colecciones de Europa, América y el
Imperio Británico poseen algunos de estos registros. La ley del imperio imponía
al rey y a todos los gobernantes un tributo regular a los cultos de Nippur, y
estas tablillas constituyen en realidad una de las principales fuentes para la
historia de la época. Los registros muestran que, junto al templo principal de
E-kur, y sus capillas de Enlil y Ninlil, había en
esta ciudad templos al divino emperador, a los dioses Ninazu, Ningishzida, Lugal-banda,
Enki, Amurru o Immer, Nannar, Tammuz, Shamash, y a las diosas Gula, Nana, Innini, Ninsun, Annunit, y muchos
otros. De hecho, el panteón de Nippur incluye a todas las deidades importantes.
Por supuesto, es probable que a muchas de ellas se les dedicaran capillas en el
templo. Un magnífico sello dedicado al dios de la luna nueva, Nusku, por la vida del divino Shulgi por Ur-an-bad (?), el patesi de Nippur, refleja el
crédito sobre la escuela de grabadores de allí. El diseño es inusual, pues
representa al propio Shulgi vertiendo una libación en
una jarra alta de la que sobresalen dos capullos de loto. Junto a la estrella
se encuentra Nusku, ataviado con los kaunakes y el tocado de cuernos (signo de deidad), y detrás
del emperador su diosa, Ninsun, en pose de súplica
por su hijo real.
Anshan, capital de una de las provincias elamitas al sur de Susa, se
sometió a los reyes de Ur, y uno de sus patesis se casó con la hija de Shulgi.
Pero esta alianza no impidió la revuelta inmediata de Anshan sólo cuatro años
después, y la ciudad fue devastada por el rey. Se conocen dos gobernadores de
Anshan con nombres semitas, y se les puede situar con cierta certeza antes de
la devastación de esa provincia en su cuadragésimo cuarto año. Fue el poder
resurgente de los estados elamitas lo que finalmente derrocó al imperio de Ur, y estas provincias fueron problemáticas durante todo el
largo reinado de Shulgi. Otra hija del rey se convirtió
en reina de Markhashi, un nuevo nombre para la
antigua provincia elamita Barakhsu, cerca de Awan (Awak). Kazallu y Der, provincias de esta región, parecen haber reconocido la autoridad de Ur a principios del reinado de Shulgi y no haber dado más problemas. En su decimoctavo año la diosa-serpiente Isir fue restaurada en su templo de Der, acontecimiento que
se aprovechó para la promulgación de la fecha oficial del decimonoveno año. En
el periodo de agitación que precedió a la dinastía de Ur,
Der, sede del culto al dios elamita Ash-nunnak y a su
consorte Isir, había sido la capital de una pequeña
provincia. Su gobernador Anumutabil (nombre semita)
afirma haber derrotado a Anshan, Elam, Barakhsu y el estado elamita Simash. Kazallu es poderoso pero leal. La instalación del
dios del trueno, Numushda, en su templo de Kazallu se conmemora en la fecha oficial del vigésimo año
de Shulgi. Todos los nombres de los patesis y ciudadanos conocidos de Kazallu (Ibni-ili, etc.), y de un rey posterior de Kazallu(Muti-abal), sugieren que
en el periodo de Ut la población era principalmente semítica.
CONQUISTA AL ESTE DEL TIGRIS
La conquista de otras provincias en este reinado, Gankhar, Simuru y Kharshi, se llevó
a cabo en los años 34-37 de su reinado. Estas tribus de la cuenca occidental de
los montes Zagros seguían siendo inquietas y desleales. Gankhar tuvo que ser reducida de nuevo en su cuadragésimo primer año, Simuru se rebeló inmediatamente y fue reducida de nuevo en
su trigésimo sexto año, y una tercera vez en su cuadragésimo tercer año. Simuru debió de estar en constante agitación, pues la fecha
de su quincuagésimo cuarto año se refiere a la destrucción tanto de Simuru como de Lulubu por novena
vez. Lulubu, la poderosa tribu elamita (?), cuya
prominencia dos siglos antes en esa región ya ha sido destacada, parece haber
sido conquistada por Shulgi en el poco conocido
período anterior de su reinado. Al igual que Simuru,
estaba en persistente revuelta, pero el sometimiento de esas tierras por novena
vez fue efectivo, y no hay más mención de problemas en esta región bajo los
reyes de Ur. Una variante de la fecha del año
cincuenta y ocho se refiere a una campaña en la que Kharshi, Kimash y Khumurti y sus
tierras fueron destruidas en un solo día. En los últimos años del reino de Ur una buena parte de la región al este del Tigris,
incluido Gankhar, se incluyó en el patesiato de Lagash. Al igual que Kazallu, Gankhar se proclamó reino independiente en la época
de agitación que siguió a la caída de Ur; y un fino
sello, en el estilo de finales del periodo de Ur e
Isin, representa a Masiam-Ishtar, súbdito del divino Kishari, rey de Gankhar, en
oración ante una figura sentada de este rey. Los nombres sugieren una clase
dirigente semita. Otra tribu de esta región era Urbillum,
conquistada en el año cincuenta y cuatro. Amar-Sin, el sucesor de Shulgi, se vio obligado a someter de nuevo a Urbillum cinco años más tarde, y puesto que Ashur, la antigua capital asiria, reconoció a Amar-Sin como
rey parece seguro que Shulgi en sus campañas contra Lulubu, Kimash, Simuru y Urbillum también
anexionó toda la región de la antigua Asiria a su imperio.
Un bajorrelieve de esta región representa a un rey, tal vez Hammurabi,
golpeando a un enemigo barbudo con un hacha sumeria y una lanza, mientras que
el reverso representa al rey de Arrapkha encadenado
ante él. La inscripción indica que la escena representa la conquista de Arrapkha, la antigua Gutium, al sur del Bajo Zab. Tras
cruzar el Bajo Zab, este rey conquistó Tabra (la
clásica Tapurra) y Urbel (Urbillum). Arrapkha y Tabra no parecen haber sido conocidas en la época de Ur, y la inscripción semítica también indica una fecha
posterior. Su afirmación de que Ramman, el dios del
trueno, era el dios nacional de Arrapkha cobra
importancia cuando se asocia con el hecho de que el dios de Kazallu era también el dios del trueno. Las tribus de estas tierras parecen haber
adorado a esta misma deidad bajo diversos nombres.
Las únicas tierras al este del Tigris y al norte de Elam que fueron elevadas a la dignidad de provincias políticas bajo un patesi fueron Kazallu y Kimash, ambas
situadas al sur del Diyala. Habían sido semitizadas a
fondo ya bajo el gobierno de los anteriores sargónidas de Agade. También los nombres de tres patesis de Susa del periodo Ur (Zarig, Belizarig y Urkium) son todos semíticos. Es posible que el poderoso
gobernante de Susa, Gimil-Shushinak, perteneciera a
la época de Ur-Nammu, o incluso al periodo de Gutium. Shulgi construyó un templo al dios Shushinak en Susa antes de ser divinizado, y Urniginmu, un funcionario del Mar, dedicó al dios Nineriamugub una fina cabeza de marfil grabada con dos
leones en procesión por la vida de Shulgi en Susa.
Las inscripciones propiamente dichas son sumerias, aunque los numerosos
monumentos de Gimil-Shushinak están compuestos en
semítico y él mismo lleva un nombre semítico. No es aventurado suponer que
fuera semita, ya que los gobernantes de Agade enviaban con no poca frecuencia gobernadores semitas a Susa. En la época del
imperio de Akkad el semítico se había convertido en
la lengua oficial de Susa y esta tradición fue continuada por Gimil-Shushinak. Suele describirse a sí mismo como patesi e
hijo de Shimbi-ishkhuk. Una estela que conmemora su
sometimiento de las "cuatro regiones" le llama rey de Zawan. Una estatua fragmentaria de este gobernante
encontrada en Susa lo nombra patesi de Susa y gobernador de Elam,
título que se repite en sus otros monumentos. La inscripción de su estatua
declara que se vio obligado a entrar en guerra con Kimash y Khurtim (Khumurti de los
textos de Shulgi); y sometió no sólo a éstos sino a
un gran número de ciudades ahora desconocidas de esta región. Una fina estatua
de una diosa sentada ataviada con los kaunakes del
periodo Gudea llevaba una inscripción fragmentaria de Gimil-Shushinak y una inscripción arcaica en la antigua escritura elamita del periodo anterior
a Ur-Nina. En Susa se han encontrado fragmentos de
estatuillas con sus inscripciones semíticas y una antigua versión elamita.
Scheil describe dos estatuillas del propio patesi, ambas inéditas. Lleva la
túnica con flecos característica de la indumentaria sumeria a partir de Gudea y
luce una barba poblada. Una gran estela con una inscripción a cinco columnas
conserva un registro de sus obras piadosas y dedicatorias en el templo de su
dios Shushinak. El panteón de Gimil-Shushinak es una mezcolanza de divinidades elamíticas y
sumerias. Además de sus propios dioses nativos, Shushinak,
Al(?) attegir-raban, Al-Shugu,
apela a las deidades sumerias, Enlil, Enki, Innini, Ninkharsag y Sin. El dios-sol semítico, Shamash,
aparece regularmente en sus imprecaciones, y una deidad Naride, Nariti, así como Nati, todas ellas quizá elamitas.
Pero Susa se rindió a la dinastía de Ur sin
lucha. No hay rastros de guerras con Susa en los registros de Ur-Nammu y Shulgi. Acostumbrada
al gobierno benéfico de un reino mesopotámico en la época de Sargón, y
discípula de la fina civilización de Sumer desde los albores de la historia,
Susa acogió el renacimiento sumerio tras la plaga de la ocupación de Gutium.
Anshan también se convirtió en una provincia destacada, y dos de sus patesis, Libum y Shalabu, tienen nombres semitas. Los registros de Lagash
contienen anotaciones de los contables del gobierno sobre alimentos, aceite y
suministros para los embajadores del rey (sukkalu)
procedentes de esa provincia o que regresaban a ella. Las provincias elamitas
de Adamdun y Sabum parecen
haber sido importantes provincias administrativas y ambas recibieron la
distinción de patesiatos en los últimos años de Shulgi. Sabum aparece con
frecuencia en las transacciones oficiales del imperio; cuatro de sus patesis tienen nombres semíticos, Abum-ilum, Shelibum, Abummi-sharri y Gimil-Sin-bani; y finalmente fue
incluida en el patesi-estado de Lagash.
LAGASH Y OTRAS CIUDADES DEL IMPERIO
La historia de la provincia de Lagash bajo los reyes de Ur es mejor conocida que la de la propia capital. Los archivos de los templos y de
la realeza de la época excavados en Telloh proporcionan cantidades de registros comerciales cuyo número se cuenta ya por
miles. En los primeros años de su reinado, Shulgi construyó un templo a la diosa Nina en Lagash. Sus inscripciones, que celebran
la reconstrucción del gran templo de la ciudad de Ningirsu, se refieren a él
como el dios Shulgi. Una peluca de diorita, dedicada
a Nina, su genio protector, por Bau-ninam, por la vida
del divino Shulgi, debe asignarse claramente a
Lagash. Aquí Bau-ninam, sumo sacerdote de Nina, se
llama a sí mismo sacerdote sacrificador de Ur-Ningirsu,
amado sacerdote de la diosa Nina. La importancia de esta afirmación para la
cronología es considerable. Si Ur-Ningirsu, hijo de
Gudea, seguía vivo, no como patesi, sino como sacerdote, debemos acortar el
tiempo entre Gudea (2144-2124 a.C.) y Shulgi:
difícilmente podemos permitir más de cuatro o cinco años para Utukhegal y la dinastía en Erech entre Gutium y Ur-Nammu. Ur-Nammu debió fundar Ur casi inmediatamente después de que Utukhegal hubiera expulsado a los gobernantes de Gutium, y la estimación del presente
escritor de 50 años entre los reinos de Gutium y de Ur debe ser anulada. Por otra parte, el presente escritor sostiene que este Ur-Ningirsu fue objeto de un culto póstumo al igual que su
padre, Gudea, fue objeto de culto en el periodo de Ur.
Umma, también sede de un patesi, conservó su importancia bajo Shulgi. Es algo característico de los sellos de Umma grabar
un león al lado del trono de una divinidad, que probablemente sea el dios de la
vegetación, Shara; en un sello lleva un estandarte que sostiene un león. El
trono de una diosa sentada también se adorna a menudo con un león; esta figura
es probablemente Nidaba, la diosa del grano. La
historia de Umma en este periodo se asocia principalmente con el nombre del
patesi Ur-Negun, que fue nombrado no más tarde del
año cuarenta y tres. Ocupó el cargo ininterrumpidamente (aparte de un breve
periodo en el que Akalla ocupó el puesto) hasta el
sexto año de Amar-Sin. Los veintidós años de su patesiato son los más largos de este tipo en los registros de cualquier ciudad bajo el
dominio de Ur.
La ciudad sagrada, Eridu, aún sobrevivía y era la sede de un virrey. Una
crónica babilónica afirma que Shulgi cuidó mucho de
Eridu, a orillas del mar, afirmación confirmada por una lápida inscrita que
conmemora su construcción del templo de Enki. Pero sufrió graves reveses. Nur-Immer, o Nur-Adad (2197-2181), rey de Larsa, que reinó casi dos siglos después, afirma que Eridu
había sido destruida. Hizo que se dieran regularmente las rentas de Eridu y
ordenó que se reconstruyera la ciudad. Construyó la morada sagrada (E-apsu) que Enki amaba, y devolvió a su lugar los utensilios
de culto eterno y las decoraciones rituales del templo. Además, su predecesor, Bur-Sin, rey de Isin (2235-2213), que dejó de reinar sólo
unos años antes que Nun-Immer, afirma que también
restauró los "diseños" sagrados, o recipientes del templo y los
objetos sagrados de Eridu. La antigua ciudad del dios del agua Enki seguía en
buen estado de conservación bajo los reyes de Ur; sus
templos y cultos siguieron en uso hasta Hammurabi.
Shulgi construyó
el templo (E-Keshdu) de Ninkharsag,
la diosa-madre de Adab, en los primeros años de su reinado. El sello de
ladrillo empleado por Amar-Sin en Eridu, Sippar y Adab es, curiosamente, sólo
un duplicado del que utilizó en el templo de Enlil en Nippur.
Para las condiciones de los cultos en Nippur en este periodo la información
que se puede recoger de las prolíficas ruinas de Drehem es satisfactoria. Estos archivos contienen los relatos oficiales de los
sacrificios en diversas fiestas a los dioses del panteón de Nippur y a los
reyes deificados de Ur. Las excavaciones de Nippur
han proporcionado un gran número de los himnos cantados en los servicios
públicos, y especialmente en los cultos a los dioses-emperadores, Shulgu, Amar-Sin y Shu-Sin. Se han recuperado muchos himnos
sumerios cantados en el culto al dios moribundo Tammuz y a su hermana Ishtar, tal como se realizaba allí el servicio. A la escuela nipuriana de liturgistas de esta época debieron Sumeria y
los pueblos babilónico y asirio los elaborados servicios diarios de la religión
más formal y musicalmente intrincada de la antigüedad. Todo el desarrollo de la
literatura litúrgica puede rastrearse en los restos del templo-biblioteca de
Nippur. Un buen número de los primeros servicios, que consistían en un solo
himno, normalmente una lamentación sobre alguna calamidad específica o sobre
los problemas ordinarios de la humanidad, aún se utilizaban en Nippur. Se
acompañaban de un tambor, una flauta o una lira. A continuación, se combinaron
varios cantos antiguos con un tema común y, finalmente, se desarrolló el tipo compuesto
de servicio litúrgico. En el producto final de las escuelas de música de toda
Sumeria, las melodías se reescriben para desarrollar un tema e introducir
ciertas doctrinas importantes. Los liturgistas de la escuela de Nippur eran más
conservadores que los de otros grandes centros y tardaron más en abandonar las
antiguas melodías, que consistían en un solo canto. Actuaron como eruditos
compiladores y revisores de los himnarios producidos en otras escuelas.
LAS LITURGIAS SUMERIAS
Quizá la idea más profunda que impregna las liturgias de Nippur es la
visión que exponen sobre la diosa-madre. Gula-Bau-Ninkharsag,
la madre-tierra adorada en todas las ciudades, pero principalmente en Adab,
Kish y Lagash, es constantemente invocada en estos lúgubres breviarios como la
madre dolorosa a quien también los infortunios de la humanidad traen dolor, y
que es la firme suplicante de la humanidad ante los dioses airados. De igual
importancia es la idea de la Palabra de la Ira que se introduce en todas las
liturgias diarias y a veces es el tema de servicios de oración enteros. Según
la escuela nipuriana, el pecado hace que los dioses
envíen aflicción a la humanidad por medio de su “Palabra”, que es pronunciada y
enviada como un espíritu airado a visitar las moradas. Las lamentaciones de los
largos libros de oraciones se refieren principalmente a los actos de la palabra
iracunda de uno de los dioses. Quizá la parte más lúgubre de cada breviario sea
la letanía que ocupa siempre la penúltima posición, llegando en último lugar la recesional a la flauta. Esta letanía se compone de un
estribillo colocado después de los títulos de todas las deidades importantes
del panteón y ha sido descrita por el presente escritor como la Letanía
Titular. Por medio de la Letanía Titular, que es siempre la misma en cada
breviario -a excepción del estribillo, que debe ser, único en cada uno- se ha
reconstruido el panteón.
Los principales cultos de Nippur, que se mantenían en todas las ciudades
del imperio, eran los de Enlil y su consorte Ninlil, los
hijos de Enlil, Ninurta, el dios-guerra, Sin, Mannar y Nusku, los dioses-luna,
y Babbar, el dios-sol, los diversos tipos casados de
la madre-tierra, Ninkharsag de Adab, Nintud de Kish, Bau de Isin, Ninsun e Innini de Erech. Los otros dos dioses a la cabeza
de la trinidad, Anu de Erec y Enki de Eridu,
recibieron mucha atención. Nippur, como sede prehistórica del culto a la madre
tierra, creadora del hombre y su intercesora en la vida y en la muerte, se
convirtió en el santuario nacional de Sumer y de todos los conversos a la
religión sumeria. Como tal, su atractivo para los sentimientos religiosos de
los semitas de Mesopotamia y Elam era igualmente
fuerte. A sus templos llegaban sacrificios de las ciudades de Akkad y Elam, y de Maer, el centro de los conversos semitas occidentales en el
Éufrates medio. En religión, especulación, música y literatura la posición de
Nippur en ésta y en la época sucesiva de Isin y Larsa fue preeminente e
indiscutible.
La provincia de Nippur enviaba su parte de los impuestos a los cultos de su
propia ciudad. Las ciudades Erech y Larsa parecen haber pertenecido al distrito
administrativo de la capital. No fueron sedes de patesis bajo los reyes de Ur. Shulgi reparó Eanna, el templo de Innini en Erech, en los primeros años de su reinado, y Amar-Sin, que menciona su nuevo
nombre (Ninsianna), como diosa de Si-an-na (el planeta Venus), también
trabajó en la restauración de su templo. Los archivos de Drehem hacen frecuente referencia a los sacrificios suministrados a Erec para las fiestas de la luna nueva y la luna llena, y
para los servicios de canto en los rituales de libaciones por las almas de los
muertos. El propio rey enviaba corderos gordos para los sacrificios a Innini en Erec. El tipo semítico
septentrional de Innini, Anunnit,
la diosa de la guerra, tenía un templo en Erec donde
recibía ofrendas de los suministros nacionales en Drehem;
Shu-Sin construyó su templo allí y este rey divinizado la reclamó como su
propia esposa.
El completo silencio de los registros comerciales de Drehem,
Lagash, Umma y Nippur sobre Larsa es actualmente inexplicable. Ésta era la
ciudad que pronto sucedería a la propia Ur en la
hegemonía del sur de Sumer, y como centro del culto a Babbar,
el dios-sol, debería mencionarse en la literatura contemporánea. Layard encontró los ladrillos estampados del templo E-babbar restaurado por Ur-Nammu en Senkereh; y ésa es la única información de que se
dispone actualmente para la historia de esta gran ciudad bajo los reyes de Ur. Un himno litúrgico de Nippur de la época incluye Ur y Larsa entre los lugares sagrados visitados por la ira
de Enlil. Pero los libros de oraciones canónicos siempre relacionan al dios-sol
con Sippar y no con Larsa. Es evidente que los himnos canónicos de Sumer se
completaron bajo la influencia de la escuela de Nippur en el periodo que
sucedió al reino de Ur. Nippur durante la mayor parte
de esta época literaria perteneció a Isin y la dinastía rival reinó en Larsa.
En consecuencia, el antiguo culto sumerio al dios-sol fue expurgado, aunque se
conservaron los demás templos y dioses del reino de Larsa. De este modo, el
dios-sol semita de Sippar desplazó por completo al antiguo Babbar de Sumeria en los cantos sagrados de la iglesia babilónica.
LOS PRINCIPALES CULTOS
La historia de la propia capital es quizá la menos conocida de todas las
grandes ciudades del imperio. Una tablilla de perlas, llevada a Susa en épocas
posteriores entre otros saqueos de Ur, tiene una
inscripción de Shulgi que hace referencia a su
dedicación a Ningal, consorte del dios lunar Sin. La
inscripción destaca por el título que se da al “Dios Shulgi,
dios de la Tierra”. Es manifiesto el énfasis cada vez mayor que se pone ahora
en la divinidad de los gobernantes de Ur. Su sucesor,
Amar-Sin, se autoproclamó dios-sol de la Tierra. Shulgi se refiere dos veces a la dedicación de una estatua del dios-luna Nannar en una ciudad Karzidda,
probablemente un barrio de la propia Ur. Amar-Sin ha
dejado dos inscripciones que hacen referencia a una sala sagrada del templo de Nannar en Karzidda. Antes de su
época este templo no poseía un gig-kisal, “patio
apartado”, pero Amar-Sin construyó uno y colocó en él a su dios Nannar. Los archivos del depósito de sacrificios de Nippur
suelen atribuir la entrada de impuestos y regalos de Ur a los relevos del rey.
El gran culto al dios-luna de Ur apenas recibió
el reconocimiento adecuado en las liturgias canónicas de Babilonia, porque Ur cayó bajo el dominio de Larsa cuando estos breviarios se
estaban completando en Nippur. De los himnos litúrgicos más antiguos de los
servicios del templo de Ur durante el periodo de su
afluencia bajo Shulgi y sus sucesores han sobrevivido
al menos dos. Ambos pertenecen a la biblioteca del templo de Nippur, y su nota
de alegría alivia la sombría monotonía de las liturgias oficiales del periodo
posterior:
0 santa luz creciente del cielo, que es de sí misma creada,
Padre Nannar, señor de Ur,
Padre Nannar, señor de Ekishshirgal,
cuando en la barca que en el cielo asciende, tú eres glorioso,
-----
Salve tú que en la majestad de un rey diariamente te elevas, ¡salve!
Salve hijo de Enlil, en la Tierra gobierna, señor Ashimur.
En mi ciudad de la elevación de los ojos, el hogar de su propia morada,
que es la plenitud del lujo,
cuyo diseño es como Shuruppak.
Los teólogos de Sumer suelen referirse al dios-luna bajo el título de Nannar, y éste es el título ordinario en las letanías
titulares de los libros de oraciones.
Los patesiats asignados a Akkad fueron los de Babilonia, Kish, Cuthah y Maradda. Una ciudad no identificada, Push,
que parece pertenecer a Akkad también recibió un patesiato. Su culto es desconocido y su nombre sólo aparece
en este periodo. Todas estas ciudades aportaban sacrificios regularmente a
Nippur; pero Cuthah y su culto al dios del mundo
inferior Nergal, fueron especialmente favorecidos por
el rey de Ur. Esta antigua ciudad nunca perdió sus
tradiciones como centro de la cultura sumeria, y los dos patesis de Cuthah cuyos nombres se conocen, Namzitarra y Gudea, parecen haber sido sumerios. Shulgi reconstruyó el templo E-kishibba y su torre escénica en Cuthah. El título favorito del
dios de Cuthah en las liturgias e inscripciones es Meslamtaea. Bajo este título se le adoraba en todas partes
de Babilonia y Asiria. El apego de Shulgi a esta
deidad se refleja en la inscripción de un elegante sello de Lagash dedicado a Meslamtaea por su vida por Kilulla,
un funcionario. El grabado del sello es casi único en el periodo, ya que el
hombre tiene la actitud asumida en el periodo temprano, cuando el suplicante
saludaba a la deidad lanzándole un beso, y la deidad está de pie con la mano
derecha extendida sosteniendo un mayal con tres cuerdas anudadas y en la mano
izquierda una espada corta. Esta deidad barbuda con diadema de cuernos es sin
duda el terrible juez de los que mueren y se presentan ante el dios del mundo
inferior. El leal propietario llamó a su sello “Que viva mi rey en su excelente
sabiduría”.
En Babilonia, que empezó a alcanzar prominencia bajo los reyes de Ur, Arshikh tiene la distinción
de ser el primer personaje histórico importante. Parece que fue patesi entre
los años cincuenta y tres y cincuenta y seis de Shulgi y de nuevo durante el reinado de Amar-Sin. La Crónica Babilónica dice de Shulgi: “El mal buscó y los tesoros de E-sagila y Babilonia sacó como botín, el dios Bel (Marduk)
trajo el mal sobre él e hizo que sus perros se comieran su cadáver”. La
tendencia de la Crónica a registrar el mal de los reyes que habían violado
Babilonia ya se ha señalado en el caso, de Sargón. En cualquier caso, la
humillación de Babilonia a manos de Shulgi puede
explicar el hecho de que los registros del periodo de Ur guarden silencio sobre Arshikh durante los dos
últimos años de este reinado.
No hay pruebas de que los reyes de Ur hicieran
nada por la ciudad y su culto, o tuvieran la menor premonición de su futura
fama. Su dios, Asaru o Asaruludug,
una deidad acuática, fue tomado prestado de Eridu después de la dinastía Ur, y en las liturgias del periodo de Isin sólo se admite
este título y Enbilulu, un antiguo título de Eridu.
Sus dioses y templos no se mencionan en absoluto en la época de la última
dinastía Ur, y no tenía ningún derecho a figurar en
el libro de oraciones canónico de Sumer por su condición de sede de un dios
prehistórico. Babilonia y su dios Marduk se impusieron a los liturgistas de
Nippur y Sumer debido a su posterior poder político en tiempos de los reyes de
Isin. Los teólogos de Babilonia revisaron el antiguo mito de la creación en el
que Ninurasha, hijo de Enlil, dios de la
primavera-sol, luchaba con el dragón del caos, y Asaru sustituyó a Ninurasha en esta leyenda. Como tal Asaru, un dios de la lustración y la expiación, hijo del
dios-agua de Eridu, se convirtió forzosamente en un dios-sol y los escritores
idearon el nuevo nombre amarudu, “juventud del
sol”. Los semitas, al tomar prestadas palabras sumerias compuestas de
elementos, solían añadir la terminación ku y la
palabra se convirtió en Amaruduku, Marduk, en el habla
popular. Este nuevo título nunca es admitido por los himnólogos sumerios, aunque se vieron obligados a admitirlo en el panteón, una concesión
que no se hizo a Agade, a Ashur ni a Nínive.
LAS PROVINCIAS ORIENTALES
Ashnunak (o Ashnunnak, Ishnunuk), al este del
Tigris en el río Uknu, la moderna Kerkhah,
se menciona por primera vez en los registros de Shulgi,
que nombró a un patesi, Kallamu, para esa provincia.
Tanto Kallamu como su sucesor, Ituria,
tienen nombres semíticos. Shutruk-Nakhkhunte, rey de Anzan y Susa, encontró una estatua de Manishtusu en Ashnunak y se la llevó a Susa, lo que indica que los reyes
de Agade conocían la provincia con el mismo nombre.
Su antigua divinidad sumeria era Umunbanda, un tipo
de dios de la tierra conocido en Erech como Lugal-banda. Umunbanda, Enbanda o Lugal-banda, y su consorte, Ninsun,
son ambas formas de Ninurasha, el hijo de Enlil y
Gula la diosa-madre, y ambos pueden haber sido transferidos a Erec desde Ashnunak. Lugal-banda era originalmente un antiguo rey de Erec que había sido divinizado, y probablemente entonces
fue confundido con Umunbanda, tras lo cual Ninsun también fue llevada a Erec.
Puede que hubiera alguna circunstancia histórica que relacionara a Erec y a su legendario rey Gilgamesh con Ashnunak y Elam. Otro título del
dios de Ashnunak es Tishpak,
un tipo elamita de Ninurasha. Tanto Ash-nunak como Der aparecen en todos los periodos desde Shulgi hasta el periodo persa para la misma provincia o
partes de la misma. El dios elamita Tishpak era
también el dios de Der y los dos lugares parecen intercambiarse libremente.
Esh-nun-(ki), el nombre sumerio original, significa casa del
príncipe, es decir, hogar del culto al dios del agua Enki, y Bad-an-(ki), el ideograma de Der,
significa muro del dios del cielo Anu. Esta provincia, al este del Tigris, fue
la sede de una civilización sumeria prehistórica en cuyas dos ciudades
principales, Der y Ash-nunak, se establecieron los
cultos del dios del cielo Anu y del dios del agua Enki. Der era también la sede
de un culto a la diosa de la tierra Bau, llamada “Reina de Der”. Aquí también
estaba el hogar prehistórico de Ka-Di, una deidad ofidiana bisexual; y los escribas llaman al dios-serpiente (siru)
de Der, a la vez señor de la vida y reina de la vida. Ka-Di es de hecho un
título prehistórico del posterior Tammuz, y su
nombre, Izir, parece referirse al carácter ofidio de
las deidades prehistóricas de la vegetación: la madre-tierra y el niño bisexual
que muere y resucita anualmente. Der es uno de los lugares de parada de la
emigración sumeria desde Asia central y sus cultos conservan el carácter de su
gran antigüedad. Innini, el tipo especial de diosa
virgen de la tierra, hermana de Izir o Tammuz, también tenía aquí su culto. Pero el centro de la
civilización sumeria se desplazó hacia el sur, al fértil valle de los Dos Ríos.
Anu y su hija, Innini, fijaron su morada en la gran
ciudad de Erech, e Izir, el dios moribundo, bajo el
nombre más popular de un rey muerto, Tammuz, tenía
aquí su culto principal. La antigua relación de Erec con Eshnunak y Der se manifiesta especialmente en las
liturgias en frecuentes pasajes.
Otra deidad del panteón sumerio más antiguo es Sakkut de Der, el prototipo de Ninurasha. El elamita Tishpak se identificaba con él. El templo del dios del
cielo en Der se llamaba Dimgal-kalama, “Barra de la
Tierra”, y aquí Anu, padre de los dioses, mantuvo sin duda su posición como
deidad principal, mientras que en Erech quedó completamente eclipsado por el
culto a Innini. Los sumerios enfatizaron cada vez más
los cultos de las diosas-madres, especialmente de la Innini de tipo virginal, y la historia de Ashnunak y Der
tanto secular como religiosa es de suprema importancia, ya que en esta
provincia persistió la etapa sumeria más antigua de creencia religiosa. Anu
suele tener el título de Gran Anu en Der, y su templo era atendido por un gran
sacerdocio, incluso en tiempos de Ashurbanipal. Esarhaddon restauró la ciudad y el templo para el dios Anu,
la reina de Der, el dios-serpiente (siru), la diosa Kurunitu, Sakkut, el dios de Bube, y el dios Mar-biti. En los
días de la invasión de Gutium y la subsiguiente humillación de Sumer y Akkad, la diosa de Der fue llevada a la tierra del
conquistador, y un poema semítico ensaya las lamentaciones de las diversas
diosas-madres locales de las dos tierras. A juzgar por la fecha de su
decimonoveno año, Shulgi devolvió a su ciudad al dios Izir, que, como Bau, probablemente había sido llevado
a Gutium.
PRIMERAS DEIDADES DE ORIENTE
Tanto Der como Ashnunak estaban situadas en una provincia
que desde la época de Hammurabi se llamaba Yamutbal o Emutbal. Hammurabi ordenó a su gobernador, Sin-idinnam, que restaurara a las diosas de Emutbal,
y en otra carta ordenó que las hieródulas y rameras de Emutbal fueran llevadas a Babilonia. Sin duda, el rey babilonio se refería a las
diosas-madres sumerias de Der y Ashnunak, y a las
mujeres sagradas al servicio del culto de Innini allí. Ciertas lenguas indígenas de esta región en la época asiria tienen una
palabra recurrente en los topónimos, kingi,
aparentemente en el sentido de “tierra, país”. La propia Emutbal se llama en sumerio kingi-sag, “Tierra de las seis
cabezas”. Kingi, sin embargo, es el original de la
palabra posterior sumeria, y quizá signifique simplemente la tierra; y la
palabra parece dar la certeza de que esta lengua, que sobrevive en casos tan
esporádicos en las tierras altas al este del Tigris, es una supervivencia del
periodo prehistórico de las migraciones de los sumerios. Emutbal,
nombre tardío (¿elamita?) de uno de los más antiguos lugares de parada
sumerios, fue designado por el ideograma sumerio del siete, número místico dado
también a Erech y a la ciudad sagrada de Kish en Sumer. No puede haber ninguna
duda sobre el sentimiento de los sumerios hacia sus antiguas tierras natales al
este del Tigris; y su primitivo culto a la serpiente perduró allí, mientras que
desapareció cuando se dirigió a Erec. Erec fue la capital tradicional de Sumer, y su conexión
histórica con Ashnunak, Der y Emutbal se explica por el hecho de que sus principales cultos a Anu, Innini y Tamuz son precisamente
los de la ciudad de su antigua morada.
Una inscripción sumeria de la época de Gutium recoge cómo algún patesi o
gobernador había reconstruido Der y su templo. Junto a los patesis de Ashnunak, cuyos nombres se encuentran en los
archivos de Drehem, en tablillas de los reinados de Shulgi, Amar-Sin y Shu-Sin, hay una inscripción-sello
relativa a Ur-Ningishzida, el patesi de Ashnunak, dedicada a él por su hijo, Girra-bani.
Su sello tiene una inscripción semítica: “Ur-Ningishzida,
amado del dios Tishpak, patesi de Ashnunak”.
La escena del cilindro pertenece indiscutiblemente al periodo de Ur. Es única en el sentido de que combina dos estilos del
periodo Ur. En primer lugar, el adorador es
representado de pie con las manos cruzadas a la cintura, el nuevo estilo, y
detrás de esta figura otro adorador es adelantado por una deidad que le agarra
la mano izquierda mientras saluda con la derecha, el antiguo estilo procesional
que no es posterior al periodo de Ur. Una de las
figuras representa al propietario, Girra-bani, y la
otra es su padre Ur-Ningishzida, a quien está
dedicado el sello.
La población de esta región, en todo caso de las partes de Emutbal cercanas al Tigris, era mayoritariamente semita
desde el periodo de Agade en adelante, pero en
cultura y religión sumeria. En el periodo de Rim-Sin de Larsa, la hija de Billama, patesi de Ashnunak, se
casó con Dan-rukhuratir, virrey de Susa. En el
periodo de agitación que siguió a la caída de Ur, Ibik-Adad se proclamó rey de Ash-nunak y, por supuesto, asumió el título de dios, ya que el culto a los reyes estaba
entonces en boga. Su hijo Dadum le sucedió en el
trono, también como dios. Un sello de Khabde-Adad,
siervo del dios Ibik-Adad,
en el estilo glíptico del periodo de Hammurabi se
encuentra ahora en el Museo Británico.
Shuruppak y Kisurra constituían probablemente la zona administrativa
situada inmediatamente al norte de la provincia central, y su patesi se
encontraba en Shuruppak. Los nombres de dos de sus
virreyes que sirvieron bajo Amar-Sin y Shu-Sin se conocen por registros
contemporáneos, pero éstos no aportan ninguna información sobre el culto a la
diosa-madre de Shuruppak y a su dios Aradda. El nombre de su templo principal parece haber sido
E-sagtena o E-sagdana.
El templo de Nin-ezen-la, fundado por Shulgi, era probablemente el de Sag-pa-Kab-Du, Sagpaega (o Ursagpae), posiblemente cerca de Umma. Zabshali, cuyo patesi se casó con una hija de un rey de Ur, era sin duda una provincia elamita. Los documentos de
Susa del periodo del patesi Susan Adda-Pakshu,
contemporáneo del fundador de la primera dinastía babilónica, mencionan la
ciudad Zapzali. Shulgi, de
hecho, se alió con dos distritos de Elam (Anshan y Markhashi) casando a sus hijas con sus patesis.
El año-fecha que hace referencia a una alianza similar con Zabshali es “Año en que se casaron Tukin-khatti-migri-sha hija
del rey y el patesi de Zabshali”. Aparece varias veces,
pero no se puede determinar el rey en cuestión: Ibbi-Sin,
el último rey de la dinastía de Ur es lo más
probable, ya que Zabshali estaba en rebelión contra
Shu-Sin, que devastó el lugar en su sexto año. El nombre de la princesa es
semítico: “Se ha asegurado el cetro de su favorito”, un nombre que no es
probable que eligiera Shulgi, que no hacía
concesiones al creciente poder de los semitas.
LA EXTENSIÓN SEPTENTRIONAL Y OCCIDENTAL
Sin duda, Shulgi extendió su imperio hacia el
norte para incluir todo el norte de Mesopotamia, y hacia el oeste hasta el mar
para incluir Siria y Capadocia. En los alrededores de Arbela, en Gutium, se
encontró un fino sello de cornalina con la inscripción: “A Ninlil,
su señora, el divino Shulgi, el hombre poderoso, rey de Ur, rey de Sumer y de Acad, lo ha dedicado por su
vida”. La cuestión de si este sello se encontró en su lugar original es
importante. Arbela está cerca de Ashur, el antiguo
asentamiento sumerio del norte y la capital de la primitiva Asiria. Su diosa
era Ninlil, que se convirtió allí en la consorte del
dios Ashur. Poco se sabe de la historia de la
ocupación sumeria de Ashur. A principios del periodo
asirio tenía un templo a Enlil llamado E-amkurkurra, “Templo
del buey salvaje de las tierras”; y lo más probable es que Enlil y Ninlil de Ashur fueran importados
de Ashur a Nippur. La deidad patrona más antigua de
esta ciudad era el dios A-shir, corrompido en Ashur y Ashshur. La deidad
aparece en el nombre de un antiguo patesi de Ashur,
Kate-Ashir, aproximadamente un siglo después del
periodo de Ur; y en Tuz-khurmati,
en el Aksu, se ha encontrado un sello de ladrillo de Pukhiya hijo de Asirim y rey de Khurshitu de aproximadamente esta época. Este príncipe
semita, como se observará, reclamó para sí un estatus real, y es difícil
comprender por qué los primeros virreyes de Ashur anteriores al establecimiento de la autoridad babilónica en tiempos de
Hammurabi no hicieron las mismas pretensiones. En cualquier caso, el dios Ashir era desconocido para los sacerdotes sumerios, aunque Ur-Nammu o Shulgi conquistaron
ciertamente su ciudad. Una fecha del periodo Ur reza “Año
en que por segunda vez fue destruida la tierra de Ashur”.
Al parecer no tenía patesi, y cabe suponer que Ur-Nammu y Shulgi la colocaron bajo el patesi de Kimash o de algún otro distrito de esa región. Zariku, semita, fue gobernador bajo Amar-Sin, y construyó
el templo de Nin-egal, “Señora de la gran casa”. Su
título de shakkanak era el de un cargo político local
subordinado al patesis.
La antigua civilización sumeria de Ashur ya había
desaparecido en tiempos de Sargón. Se ha recuperado una fina estatuilla de uno
de sus primeros gobernantes sumerios de la época en que aún se llevaba la
barba, estando los labios, las mejillas y la cabeza bien afeitados. El monumento
demuestra dos cosas muy importantes para la solución del problema de los
orígenes. La tonsura incompleta pertenece a la época de la primitiva cultura elamítica y es muy anterior a la escultura más antigua de
Sumeria. El tejido de los kaunakes revela un estado
de civilización más elevado en el norte que el de Sumer dos o tres siglos más
tarde. Los sellos de los mismos estratos son presargónicos;
y esto, combinado con el hecho de que el antiguo dios de la tierra Enlil y su
consorte, Nin-lil, emigraron probablemente a Nippur
desde Ashur, sólo indica que Ashur duplica en realidad la historia de Ashnunnak y Der.
Son lugares de parada de la migración sumeria prehistórica, y Nippur recibió de Ashur sus dioses, igual que Erech había recibido los
suyos de Der. Pero, ¿fue su antiguo nombre sumerio Ashir(ki) corrompido a Ashshuru, ya en
tiempos de Shulgi? El nombre está tomado, por
supuesto, del del dios Ashir sobre el que los textos
sumerios de todas las épocas guardan silencio. Su nombre se escribe a veces A-usar,
pero A-shir, si es sumerio, debe significar una
deidad de la luz, una forma del dios-sol, y A-usar puede referirse a un dios de
los sueños. En cualquier caso, encontramos el nombre propio capadocio Ashir-Shamshi, es decir, Ashir es
mi dios-sol. Sin embargo, el origen de la deidad patronímica de la futura
capital de Asiria es un completo misterio. No se ha encontrado ningún
templo-archivo de la ciudad bajo los imperios de Akkad y Ur, y ciertamente no pagaba tributo a los cultos de
Nippur.
En la época de Sargón el extenso distrito entre los ríos al norte de Akkad se llamaba Subir o Subartu,
pero en los registros de Ur aparece como Sua(ki), Su(ku)
o Su. Su población era hitita o mitania. En
los archivos de Drehem se menciona repetidamente a
hombres de Su y se conoce el nombre de uno de ellos, Niushanam.
Los gramáticos asirios introducen con frecuencia palabras de Su o Subir en sus
vocabularios. Por ejemplo, un vocabulario afirma que las palabras Su para niño,
hijo, son pitku y nibru;
ahora bien, una palabra hitita para hijo es pitga.
La palabra Su para puerta es kharali, y para cama es namaltum. Los nombres del dios de la guerra Ninurta en Su son Zizanu, Rabisguzu y Lakharatil. Gutium
también se acortó a Gu y los gramáticos introducen de
vez en cuando palabras de Gu. Su y Gu serían los Shoa y Koa mencionados por Ezequiel (XXIII. 23) con los
babilonios, asirios y otros.
Un registro administrativo de Umma habla de raciones para los acampados
procedentes de Ibla, Urshu y Kimash; las raciones son vino de la tierra Bilak. Ibla y Urshu ya figuraban en la geografía del imperio de Acad y en las inscripciones de
Gudea, en el norte de Siria, a orillas del mar, y Bilak es probablemente idéntica a la clásica Bilechas,
nombre del río sobre el que estaban situadas Harran y
Edesa. Los semitas de Acad ya estaban firmemente establecidos entre los pueblos
del Tigris medio y superior mucho antes de la época de Shulgi,
y muy probablemente fueron los fundadores del estado semita que Ashur. El elemento mitanni más
antiguo se reafirmó hacia el final del periodo Ur, y
la tradición asiria habla de dos primeros gobernantes mitanni en Ashur, que pueden asignarse a la época de Ibbi-Sin, Ushpia y Kikis. Un gran número de nombres mitanni aparecen en los archivos de Drehem en los reinados de Shulgi y sus sucesores, y se encuentran hombres con
nombres mitanni, no sólo como contribuyentes al culto
nacional sumerio de Nippur, sino también en calidad de funcionarios en Sumer.
Capadocia fue sin duda conquistada y anexionada al imperio de Ur por Ur-Nammu o Shulgi. En el valle del Halys, al noreste de Cesarea, en Kara-Euyuk, se han
encontrado varios centenares de tablillas cuneiformes, en su mayoría cartas y
contratos de los periodos de Ur, Isin y las primeras
dinastías babilónicas. El pueblo aprendió los métodos comerciales y el
procedimiento jurídico sumerios, el uso del sello cilíndrico y el llamado
caso-tableta. En el caso-tableta, la tablilla de arcilla en la que se ha
escrito un contrato o una carta, se encierra en un fino sobre de arcilla en el
que se copia la inscripción de la tablilla interior. Los testigos, compradores
y vendedores, o funcionarios, imprimían entonces sus sellos en el sobre.
Mediante este método las partes contratantes se aseguraban copias duplicadas.
La costumbre se puso de moda hacia la época de Shulgi en Sumeria y enseguida se extendió por todo el imperio. Un contrato capadocio
relativo a un préstamo de dinero en forma de estuche-tableta presenta varias
impresiones de sello. El documento está atestiguado por un escriba sumerio, que
utilizó el siguiente sello: “Al divino Ibbi-Sin, rey
poderoso, rey de Ur, rey de las cuatro regiones. Ur-Lugal-banda el escriba, hijo
de Ur-nigingar tu servidor”. Algunos sumerios,
eruditos en los métodos jurídicos sumerio-babilónicos, habían sido llevados a
esta colonia semítica en la parte más remota del imperio. Se ha sugerido que el
escriba empleó este antiguo sello del reinado del último rey de Ur en la época de Hammurabi, dos siglos más tarde. Pero las
pruebas de la antigüedad de esta colonia capadocia no pueden explicarse así.
Muchos de los sellos de Capadocia están grabados con
escenas religiosas sumerias combinadas con motivos religiosos locales, y un
porcentaje considerable de ellos puede datarse definitivamente en la dinastía
de Ur. Una de las escenas más comunes es aquella en
la que el adorador es conducido a la presencia de una divinidad sentada por su
divinidad protectora, que le lleva de la mano izquierda mientras saluda a la
divinidad lanzándole un beso con la mano derecha. Este motivo es característico
de la época que va de Gudea a Shulgi, y desaparece
después de los reyes de Ur; y el sello del escriba
dedicado a Ibbi-Sin no hace sino completar las
pruebas de los glípticos. Capadocia estaba claramente
bajo la influencia del imperio de Ur, y puede que las
hazañas del gran fundador de la dinastía rivalizaran con las de Sargón el
antiguo. Muchos sellos pertenecen también al periodo posterior de Ur y a la dinastía de Isin, y unos pocos están grabados al
estilo de la primera dinastía de Babilonia. La colonia semítica de esta región,
que pronto se convertiría en el centro del poder hitita, prosperó durante al
menos tres siglos.
El dialecto empleado en estas tablillas capadocias es fundamentalmente
babilónico-semítico, tal como se encuentra en los contratos y cartas del
periodo de Hammurabi. Los términos jurídicos técnicos son en su mayoría los de
Babilonia y la gramática es esencialmente babilónica. Por otra parte, el
dialecto empleado aquí revela a la vez una influencia semítica occidental (amorita)
y un pueblo que tenía dificultades para pronunciar algunas consonantes acadias.
Los sonidos enfáticos k, s, t están representados por los sonidos simples, k o
g, z y t. Las surdas t y p se convierten casi invariablemente en las sonantes d
y b, y hay una tendencia a descartar todas las sílabas cerradas. Por ejemplo,
el semita de Capadocia puede escribir bit house, bi-i-e-it, “compró” i-sha-um no i-sham; y en general la
escritura cuneiforme que tomaron prestada de Sumeria se adaptó a su peculiar
pronunciación. Estos semitas de Capadocia estaban sin duda bajo la influencia
hitita, ya que su pronunciación defectuosa de las palabras semíticas parece
explicarse por la fonética hitita. Muchas de estas peculiaridades se repiten en
el dialecto semítico tal y como lo hablaban y escribían los hititas de Boghaz
Keui en épocas posteriores. Los contratos de Kara Euyuk mencionan dos ciudades hititas, Ganish y Barush, y a un funcionario se le llama garum zakhir rabu Khatim, “prefecto inferior y principal de los hititas”. Por
otra parte, los nombres de hombres y mujeres son semíticos, y principalmente
semíticos occidentales (o amorreos) con una destacada mezcla de nombres
asirios, unos pocos son babilonios y sumerios. No es posible detectar con
certeza un solo nombre personal hitita en las listas aún publicadas. Hay que
actuar con cautela en la discusión de este importante problema, ya que la
mayoría de las tablillas capadocias permanecen inéditas y cabe esperar nombres
hititas.
El dios amorreo Adad destaca en la composición de
los nombres; pero las palabras específicamente semíticas occidentales (como adunu, señor) son raras. El dios de Ashur es común, y se escribe Ashir, como en el
periodo temprano de la dinastía Ur, y también Ashur. Es decir, aquí aparece la misma forma de la palabra
que en su tierra natal. Pero la prueba más importante de la influencia directa
de la ciudad-estado Ashur sobre esta remota colonia
semítica la proporcionan los nombres de los meses. Son idénticos a los antiguos
nombres asirios de los meses y no tienen nada en común con los nombres
semíticos de los meses de Acad. De hecho, las tablillas capadocias ofrecen
registros más antiguos de los meses asirios que las fuentes asirias. El nombre
del sexto mes es "mes de la señora de la gran casa". Ahora bien, Ninegal era una antigua diosa sumeria del mundo inferior
cuyo nombre fue traducido al semítico por Belit-ekallim;
su culto era popular en Ashur y entre los hititas del
período posterior. Se le construyó un templo en Ashur por la vida de Shu-Sin y cabe suponer que su culto era más antiguo allí que en
Capadocia. El peso de las pruebas, sin embargo, parece favorecer un origen
capadocio de los nombres asirios de los meses, pero difícilmente puede
sostenerse que el dios Ashur procediera de esa
región.
Los capadocios siguieron su propio método en la datación de documentos,
escribiendo la fecha en el cuerpo del contrato, indicando el mes y el nombre
del limmu. Por ejemplo, un préstamo de dinero
está fechado en el mes Kuzallu en el limmu de Ashur-imeti el
marinero. A cada año se le da el nombre de algún ciudadano destacado, aunque
ninguno de ellos parece haber ocupado un alto cargo como los epónimos de
Asiria. Este método de datación se considera comúnmente como
característicamente asirio, pero el sistema estaba en uso en Capadocia al menos
antes del año 2000, y puede ser tan antiguo como el periodo Ur allí. También en este caso el asirio parece ser el prestatario. La semana
capadocia de cinco días no ha sido descubierta en Asiria. Si se puede suponer
que la semana de cinco días era desconocida en Ashur,
se deduce, por supuesto, que la colonia capadocia difícilmente pudo proceder de
allí. La semana de cinco días podría haber sido tomada prestada de los hititas,
pero esto no puede probarse.
La colonia capadocia estaba formada en gran parte por comerciantes,
mercaderes de oro y plata y de prendas de vestir fabricadas allí. La opinión
más probable es que una rama de los semitas occidentales (amorreos), atraídos
por las minas de Anatolia, fundaron una colonia más allá del Tauro hacia la
época de Shulgi, y que tras el periodo de Ur reconocieron más o menos la autoridad de los virreyes de Ashur. Las influencias entre el creciente poder de Ashur y los capadocios eran mutuas. Pero las condiciones
etnológicas de las tierras de Subartu y Amor en la
época del imperio de Ur siguen siendo una galería
poco iluminada de la Historia Antigua, y es lamentable que no se pueda
describir con mayor precisión el origen de los futuros reinos de Asiria.
La penetración semítica de Subartu, en la que se
encontraba Ashur, desde la época de Sargón en
adelante, hace que sea una suposición natural que Ashur fue colonizada por los acadios semíticos hacia el 2900 a.C. Pero esta colonia
semítica, que desplazó a la sumeria de allí, entró en contacto más íntimo con
los semitas occidentales; la influencia hitita también contribuyó no poco a
aumentar la diferencia entre ellos y sus antepasados del sur, tanto en la
lengua como en el temperamento. Pero la mayor parte de las divinidades de
Capadocia eran sumerias, como era de esperar. Los semitas occidentales de las
fronteras de los imperios de Acad y Ur tomaron
prestada su cultura de Sumer y Acad, y entraron en contacto con un exponente
septentrional de esta civilización en Ashur. Los
semitas y los hititas rivalizaron como ávidos apóstoles de la religión, la ley
y la literatura de Sumer y Acad. Las antiguas deidades de Sumer, Sin (escrito
Zu-in, Su-in), Ea, Enlil, Anu, Ashdar (Ishtar), Nana y Ninsubur aparecen con frecuencia
entre los nombres propios. La diosa Ishkhara, que
aparece por primera vez en el panteón sumerio a finales del periodo Ur, aparece en los nombres capadocios y con frecuencia en
los juramentos de los tratados de los reyes hititas posteriores. Es posible que
se trate de una deidad hitita de las fuentes y los canales; los sumerios la
identificaban con Nina, la diosa del riego. El hecho de que su nombre se omita
en las liturgias arroja dudas sobre su origen sumerio.
EL DECLIVE DEL PODER SUMERIO
Así era el imperio fundado por Ur-Nammu y
consolidado por Shulgi. En virtud de su amplio
dominio, Shulgi cambió su título hacia el
cuadragésimo segundo año de su reinado, y en adelante se describió a sí mismo
como “Rey de Ur, rey de las cuatro regiones”. El
imperio se había dividido a grandes rasgos en cuatro tierras, Sumer y Acad, Elam, Subartu y Amurru. El largo y próspero reinado de Shulgi inspiró un movimiento religioso de adoración al emperador en toda Sumeria y Akkad. Se construyeron templos al dios Shulgi,
o capillas dispuestas para él en las grandes ciudades-templo. Un gran registro
de un templo de Lagash fechado en el año cincuenta y siete conserva los
ingresos y gastos de la hacienda del templo del divino Shulgi.
Aún más intensa se hizo la adoración del dios-rey después de su muerte, y un
registro de negocios de Lagash menciona tierras pertenecientes a los templos de
los dioses Amar-Sin (su hijo), Shulgi y Ningishzida, siendo este último el tipo local del moribundo
dios-vegetal Tammuz
Los reyes divinizados tenían esto en común con Tammuz,
que sufrían el destino de la muerte. Por lo tanto, estaban más o menos
identificados con el hijo moribundo de la madre-tierra; no triunfaron sobre la
muerte como él, sino que fueron trasladados a las estrellas. En Shulgi el pueblo suponía que había surgido un paladín para
restaurar entre los hombres el Paraíso que había existido antes del Diluvio y
que se había perdido por la transgresión de un antiguo rey, el divino Tagtug.
Los teólogos de Nippur escribieron un largo poema épico sobre el Paraíso
perdido y la Caída del Hombre de su estado de felicidad prediluviano,
y para el culto a Shulgi también escribieron himnos
inspirados por la fe en él como hijo de la madre tierra Ninsun de Erech, enviado para restaurar la era de paz y felicidad. Sus conquistas en
tierras lejanas también se mencionan en sus liturgias:
Uno que camina en tierra extranjera por una ruta que se extiende muy lejos
eres tú,
Un gobernador apresurado, atravesando sus llanuras por las carreteras tú
eres.
Divino Shulgi, conquistador de tierras
extranjeras, fundador de la Tierra de Sumer,
Héroe que en cielo y tierra no tienes rival.
Los himnos a Shulgi destacan su amor por la
justicia y la institución de las leyes. “Aquel que incansablemente hace partir
la anarquía eres tú”. Los nombres de los hombres reflejan la nueva religión: “Shulgi es la planta de la vida”, “Shulgi el aliento de vida ha dado”. Una finca se llamaba “Shulgi es el aliento de vida de la Tierra”. En los sellos aparece ahora una deidad
sentada, normalmente imberbe y con un sombrero bajo y redondo, que extiende una
copa a un adorante. La nueva deidad representa a los emperadores divinizados de
la época.
Amar-Sin, hijo de Shulgi, sucedió en el trono
(2046) y reinó ocho años, recibiendo honores divinos desde la fecha de su
acceso. Su nombre (juventud del dios luna) es una traducción semítica de un
buen tipo sumerio, y el hecho refleja la creciente influencia de los semitas.
Resulta realmente increíble suponer que el imperio sumerio de Ur se fundara y se mantuviera unido durante un periodo
siquiera breve gracias al poder militar de la raza más antigua. La desolación
del período de Gutium había demostrado que el bienestar de Sumeria y Akkad dependía de la cooperación, y el verdadero poder
militar de Ur-Nammu y Shulgi se fundó probablemente en el elemento semita. La permanencia del poder sumerio
se basaba en gran medida en el prestigio de la cultura y la religión antiguas,
reconocidas tanto por Elam como por Acad. Las únicas
partes del imperio que causaron problemas en el reinado de Amar-Sin fueron las
de los pueblos siempre turbulentos de las tierras de la mesa de Zagros. Urbillum se rebeló y fue suprimida en el primer año. Shashru y Khukhunuri, en el mismo
barrio, tuvieron que ser reconquistadas en los años quinto y séptimo. Shashru junto con Shurudkhum había sido sometida en su tercer año, acontecimiento que no se menciona en las
listas de fechas. Una variante de la fecha-fórmula para el séptimo año describe
más detalladamente la campaña del sexto año. "Destruyó al rey Amar-Sin, a Nebrabelak, a Nieshru con sus
tierras y a Khukhunuri". Tiene una inscripción
en la que se afirma que colocó una estatua suya en una capilla de Ur. Muchos sellos de su reinado tienen la habitual
dedicatoria al emperador divinizado y en todas sus inscripciones conserva el
título posterior de Shulgi, “Rey de Ur, rey de las cuatro regiones”. Su culto floreció mucho
después de él. Una tablilla de Drehem incluye
sacrificios a él en el gran templo de Enlil, donde tenía una capilla, pero el
pueblo de Lagash proporcionó un templo especial para el dios Amar-Sin. Incluso
pasó al panteón oficial de épocas posteriores como deidad menor en la corte del
dios lunar Sin y su consorte, Ningal. Los himnos de
su culto se han perdido, a excepción de un largo himno al dios-guerra con
motivo de la ascensión de su hijo Shu-Sin. Le sucedió su hijo Migir-Sin, o más bien Gimil-Sin
(una traducción semítica del sumerio Shu-Sin).
REINADOS DE SHU-SIN E IBI-SIN
El culto de Shu-Sin se añadió a los de Shulgi y
Amar-Sin como algo natural. Sus fiestas parecen haber sido designadas para
coincidir con las fases de la luna, y ahora encontramos fiestas de las “casas
(o estaciones) de la luna”. Esto se debe probablemente a la influencia del
culto a su deidad patrona, ya que Sin era el dios de Ur.
Una lista de Nippur contiene nueve fechas anuales, y de hecho hay nueve
fórmulas para los años del reinado de Shu-Sin en los documentos. Los disturbios
de su reinado se limitan de nuevo a la zona al este del Tigris medio. Simanum se sublevó en el segundo año y Zabshali en el sexto. En su tercer año construyó un muro conocido como el “Muro de los
Amorreos”, o el Muro Amorreo, traducido habitualmente como el Muro Occidental.
Las inscripciones de Umma que conmemoran la construcción del templo del dios
Shara, E-shaggipadda, tienen el interesante detalle
cronológico, Cuando construyó el Muro Amorreo “Murik-Tidnim”
y restauró la ruta amorrea de Madanu. Murik-Tidnim significa “Muro que mantiene a distancia a Tidnu”, y Tidnu (o Tidanu) se ha identificado con la región montañosa del
Anti-Líbano. Los geógrafos asirios lo emplean para el oeste como sinónimo de
amorreo. Se desconoce la ubicación de esta muralla. El nombre recuerda la
antigua muralla meda al norte de Sippar, entre los ríos, construida para frenar
una invasión procedente del norte. En cualquier caso, el nombre sugiere que los
amorreos amenazaban ahora a Sumer y Acad.
Es evidente que Shu-Sin estaba perdiendo el control de las inquietas
tierras de sus lejanas fronteras, pues en su segundo año transfirió varios
patesi y gobernaciones orientales a Arad-Nannar,
patesi de Lagash. Los zócalos de las puertas del templo construido por este
patesi para el culto del divino Shu-Sin en Lagash llevan inscritos los títulos
de Arad-Nannar. Fue patesi de Lagash, sumo sacerdote
de Enki, prefecto de Uzargarshana y de Ba-bi-shu-e, patesi de Sabum y de la tierra de Gutebum,
prefecto de Timat-Enlil, patesi de la ciudad de
Shu-Sin, prefecto de Urbillum, patesi de Kharnasi y Gankhar, prefecto de Ishar, prefecto del pueblo de Su(bartu)
y de la tierra de Karda(ka)
en los montes Zagros (el hogar original de los kurdos). Las referencias a patesis independientes en Sabum, Khamai y Gankhar en los
documentos comerciales cesan después del segundo año de Shu-Sin, un hecho que
confirma las afirmaciones de la inscripción de Arad-Nannar.
A la antigua ciudad sumeria de Lagash se le confió la administración de la parte
más inestable del imperio. Incluso Subartu, o Subir(ki), incluido el naciente estado de Ashur,
estaba adscrito a su patesi-ship. Una serie de
pleitos en Lagash está fechada en el tercer año de Shu-Sin y en el patesado de Arad-Nannar.
Probablemente conservó el cargo y administró la vasta provincia para los reyes
de Ur hasta que su autoridad dejó de ser reconocida
más allá de Sumer y Acad a principios del reinado de Ibbi-Sin.
En cualquier caso, Shu-Sin conservó la lealtad de la provincia de Susa, pues un
ladrillo estampado con una inscripción semítica atestigua su actividad
constructora allí. En la capital, el patesi Lugal-magurri construyó un templo para el “dios Shu-Sin”, amado por Enlil, que le había
elegido rey de Ur y de las cuatro regiones; pero este
patesi de Ur tiene el ominoso título de “maestro de
las defensas”, otro signo del sentimiento de inseguridad que ensombrecía el
reino.
Ibbi-Sin, hijo
de Shu-Sin, reinó veinticinco años. Recibió honores divinos de sus súbditos de
Sumer, pero sus provincias decayeron rápidamente al principio de su reinado, e
incluso su propia tierra se desestabilizó. Una fecha anual se refiere a su
conquista de Simurum, en un barrio que nunca dejó de
rebelarse contra los reyes de Sumer y Acad. En Lagash, Umma, Nippur y Drehem los documentos comerciales cesan bruscamente a
principios de su reinado. Arad-Nannar, defensor del
reino en los estados fronterizos orientales, siguió siendo el más firme
partidario del tambaleante imperio. Una tablilla de Lagash fechada en su primer
año deja constancia de los regalos hechos por el rey a los hijos de un tejedor
y el regalo fue transmitido por el propio patesi. La tablilla lleva las
impresiones de un fino sello que Arad-Nannar dedicó
al “Divino Ibbi-Sin, hombre poderoso, rey de Ur, rey de las cuatro regiones”. El patesi está grabado de
pie con las manos cruzadas a la cintura, sosteniendo un cetro y adorando la
figura sentada del dios-rey. Un sello de Enim-Nannar-zid,
sumo sacerdote de Enlil en Nippur, está dedicado a su maestro el “Divino Ibbi-Sin”. Estos y otros dos sellos de un escriba y un
ministro en Lagash son los únicos monumentos de este desafortunado rey. Una
fina impresión de un sello, presentado por el Divino Ibbi-Sin
a Sag-Nannar-zu, sacerdote de Enlil, se ha encontrado
recientemente en una tablilla de Nippur en Filadelfia. Ibbi-Sin
está representado sentado en un trono, ataviado con los largos kaunakes; es imberbe y lleva el tocado bajo de la época. El
grabador ha logrado hacer un retrato real del emperador divinizado, un hombre
apuesto en la flor de la vida con rasgos sumerios inusualmente definidos.
En Nippur se ha encontrado una lamentación sobre el fin del último de los
reinos sumerios:
Cuando derrocaron, cuando destruyeron el orden,
entonces como un diluvio todo junto consumió
¿Por qué, ¡oh Sumer! te cambiaron?
Exiliaron del templo a la dinastía sagrada.
La ciudad demolieron, el templo derribaron,
El gobierno de la tierra se apoderaron.
Su mirada hacia otra tierra fijaron.
Por las órdenes de Enlil el orden fue destruido.
Por el Espíritu de Tormenta de Anu apresurándose sobre las tierras fue
arrebatado.
Enlil dirigió sus ojos hacia una Tierra extraña.
El divino Ibbi-Sin hacia Elam [fue llevado].
La caída de Ibbi-Sin fue una catástrofe que
resonó a lo largo de los tiempos. En la literatura de presagios su nombre se
asoció con el desastre y el derrocamiento de dinastías. Un texto astrológico
contiene el siguiente presagio: “Si la constelación Gan-shudul en su salida tiene la cara puesta hacia el oeste y mira hacia la faz del cielo
y no sopla viento, habrá hambre, la dinastía sufrirá la destrucción de Ibbi-Sin, rey de Ur, que fue
encadenado a Anshan; llorarán y perecerán”. Un hebreo habla de la destrucción
que sufrió Ibbi-Sin, el rey de Ur,
y su nombre se convirtió en sinónimo de desastre.
Con Ibbi-Sin se cierra la historia política del
pueblo sumerio. Los múltiples registros de la época demuestran que la raza
estaba en rápida decadencia. Pero la historia de la religión y la cultura en la
situación históricamente compleja que siguió está dominada por la influencia
sumeria. Los liturgistas de los grandes templos siguieron elaborando
tranquilamente sus breviarios. Los poetas y teólogos quedaron en posesión
imperturbable de sus teorías de la providencia y de los orígenes y de su
metafísica rudimentaria. Es difícil definir la obra de los mejores escritores
sumerios del periodo de Ur, pues el saber siguió su
camino bajo los reyes de Isin y Larsa sin ninguna dislocación perceptible. Se
ha descrito el movimiento religioso más profundo del periodo, la identificación
de los reyes con el dios-vegetación que muere anualmente con las flores
marchitas y los ríos agostados; pero las plenas consecuencias religiosas del
culto a los reyes no se desarrollaron hasta el periodo de Isin, cuando puede
decirse que los dioses-hombres se convirtieron en verdaderos salvadores en un
sentido teológico así como en la creencia popular, intercesores divinos para
los hombres en las majestuosas plegarias de su culto en el templo.
Los primeros códigos legales sumerios sistemáticos datan de este periodo.
Del antiguo código se han encontrado tres tablillas, dos de Nippu y una de Warka. En total se conocen unas 25 leyes de
esta redacción, que demuestran que el código es el resultado de una larga
historia de decisiones jurídicas que a su debido tiempo se convirtieron en
leyes. El derecho sumerio es, de hecho, una redacción de sentencias dictadas
para los litigantes. Actualmente se conoce un gran número de estos juicios,
denominados en Lagash, ditilla, “sentencia
cumplida”. En Nippur el término para una decisión en un tribunal de justicia
era didibba, “sentencia dictada”. El gran
código de Hammurabi tomó como modelo el código de Dungi y sus sucesores. La impresión general que se obtiene de la parte del código
sumerio ahora recuperada es que es más primitivo y no tan bien pensado como el
código semítico posterior. Pero la justicia sumeria está a menudo templada con
misericordia y es más humana que la legislación espartana de los semitas. La
diferencia en el espíritu legal es especialmente notable al comparar las leyes
sobre el adulterio en los dos códigos. En Sumeria, si una esposa es tomada en
adulterio, ni siquiera se la divorcia; pero el marido puede casarse con una
segunda esposa, y la primera pierde su posición. Pero según la ley semítica,
ella y el correspondiente son asesinados.
La historia del calendario sumerio es de lo más oscura. Cada ciudad tenía
sus propios nombres para los meses, que eran lunares y se ajustaban al año
solar intercalando un mes cada tres o cuatro años según la necesidad. No
existía ninguna regla sobre la intercalación de los meses. En Lagash, en el
período inicial, cada mes parece haber tenido dos o tres nombres. Muchos de los
meses deben su nombre a festivales, como el "Mes de la fiesta de comer
mijo" (un festival de la diosa Nina). Varios nombres deben su origen a la
agricultura: el mes de la cosecha del grano, el mes del esquileo de las ovejas,
el mes de la elevación de las norias... todos son antiguos. Más interesante es
la aparición de dos nuevas fiestas en los calendarios de Lagash y Nippur,
llamadas, respectivamente, el mes de la fiesta de Tammuz y el mes de la misión de Innini. Estos son los
nombres del sexto mes y se refieren a los lamentos por el dios moribundo Tammuz, o al viaje de su hermana, Innini,
al mundo inferior para encontrar a su hermano perdido. En el antiguo mito
sumerio el joven dios era considerado hermano de la diosa virgen, pero el mito
semítico lo hacía hijo de la madre tierra. Las dos visiones se confundieron a
partir del periodo sargónico y, en consecuencia, los
textos hablan de Tammuz de forma incoherente como
hermano o hijo de Innini-Ishtar. El calendario de
Lagash en el periodo de Ur era en gran medida, el
mismo que bajo los reyes de Agade, y cabe suponer que
el calendario de Nippur permaneció sustancialmente inalterado. En Nippur bajo
los reyes de Ur había dos calendarios oficiales, el
antiguo nippuriano y el calendario real de la
capital, llamado "nippuriano secundario" en
las listas del presente escritor. Los calendarios de Lagash, Ur y Umma dan cabida al mes de la fiesta del rey divinizado
reinante, el décimo mes en Umma pero el séptimo en Lagash y Ur.
El mes de la cosecha del grano suele ser el último del año, pero a veces es el primero.El verdadero calendario nippuriano y el de Umma tienen un mes llamado "mes de la colocación del ladrillo en
el molde" o mes de la fabricación de ladrillos. El mes de la fiesta de Tarnmuz en Umma es el último del año, siendo el mes de la
cosecha el primero. Tras la caída de Ur prevaleció el
antiguo calendario de Nippur y fue adoptado por los semitas, al menos en la
escritura de los nombres, y como tal se convirtió en el calendario oficial de
Babilonia y Asiria. Los documentos comerciales de Larsa bajo la dinastía allí
establecida adoptaron los nombres de Nippur. Parece haber pocas dudas de que a
partir del periodo de Akkad el primer mes comenzaba
poco después del equinoccio. Pero el problema del antiguo calendario sumerio
sigue sin resolverse. Muchas pruebas sugieren que comenzaba en pleno invierno,
y que la segunda mitad del año se ponía en relación con la salida de Sirio, que
daba un marco astral a la resurrección de Tamuz y al
regreso de Innini del mundo inferior. Estos
calendarios son todos estrictamente lunares, pero a efectos comerciales el mes
se cuenta por 30 días, y para calcular los salarios tres meses serían 90 días.
La redacción de una historia de Sumeria y Akkad implica la tarea de reconstruir el curso de los acontecimientos a partir de
tablillas relativas a un periodo de unos 2500 años. Y a menudo las fuentes son
deficientes, las declaraciones oscuras y el conocimiento actual del sumerio
demasiado incompleto. Todos estos hechos deben ser tenidos en cuenta por el
lector. Además, no es fácil desentrañar las influencias entrelazadas de
sumerios y semitas. En opinión del presente escritor, la entrada de los
sumerios en Mesopotamia y Egipto anunció el amanecer de la civilización en el
mundo antiguo, y con su declive y desaparición se extinguió el más talentoso y
humano de los pueblos primitivos. Su presencia en el Egipto predinástico queda
atestiguada por el sello cilíndrico, la escritura pictográfica lineal (que
sobrevivió como símbolos mágicos en la cerámica egipcia primitiva) y diversos
motivos del arte predinástico, como la lucha de un héroe con leones, animales
vis-a-vis separados por un árbol u otro objeto, cuellos entrelazados de
monstruos con cabeza de serpiente y otros. También pueden reconocerse ciertas
similitudes fundamentales entre la religión sumeria y la egipcia. Aparentemente
sin ambiciones bélicas y, desde luego, sin hacer nunca la guerra por la guerra,
los sumerios limitaron su energía en la medida de lo posible a la conquista de
zonas agrícolas. El sistema de irrigación de la Baja Mesopotamia en el quinto milenio
a.C. fue un logro monumental que suscita nuestra admiración. Pero sus logros
materiales son superados por su influencia en la literatura religiosa y de otro
tipo. Su característica más marcada es el genio para la especulación religiosa.
Aquí puede decirse que su influencia impregnó las religiones de Babilonia y
Asiria, y sobrevivió hasta el último siglo de nuestra era.
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