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BIBLIOTECA DE HISTORIA DEL CRISTIANISMO Y DE LA IGLESIA |
LA GUERRA DEL ESPÍRITU SANTO
SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA
PRIMER DISCURSO CONTRA LOS ARRIANOSSEGUNDO DISCURSO CONTRA LOS ARRIANOS
1. Yo creía que para los que imitan la locura
arriana sería suficiente con los argumentos expuestos anteriormente contra
ellos y con las pruebas sobre la verdad, y que, desistiendo en adelante, se
habrían arrepentido de aquellas cosas que pensaron y dijeron erróneamente
acerca del Salvador. Sin embargo, no entiendo cómo ni aún así se han retirado,
sino que más bien se inventan ideas contrarias a la piedad, como los cerdos y
perros que rondan su propio vómito y su propio desecho. En efecto, al no
entender ni lo que está escrito en los Proverbios (El Señor me hizo principio
de sus caminos para sus obras) ni lo dicho por el Apóstol (Es fiel
al que lo ha hecho), porfían diciendo sin más que el Hijo de Dios
es algo hecho y una criatura. Y si no hubiesen perdido completamente toda capacidad
de entendimiento habría bastado lo que se ha dicho anteriormente para que ellos
comprendiesen, porque así lo ha testimoniado la misma verdad, que el Hijo no
procede de la nada ni en modo alguno es una de las criaturas (pues el ser Dios
no podría ser algo hecho ni sería legítimo decir que es una criatura).
En efecto, es propio de las criaturas y de las
cosas que han sido hechas el decir de ellas que proceden de la nada y que no
existían antes de ser engendradas. Pero dado que, por temor a apartarse de sus
propias y fabulosas intenciones, continuamente
apelan a las mencionadas expresiones de las Sagradas Escrituras, las cuales
han sido escritas correctamente pero son interpretadas por ellos a la ligera,
recordemos entonces a los fieles su significado volviendo una vez más sobre
ellas, y mostremos a partir de cada una de ellas que los arrianos no conocen para nada el cristianismo. Si lo hubiesen conocido no se habrían
sumado a la incredulidad de los judíos de hoy sino que, al preguntar, habrían
aprendido que en el principio existía el Logos y el Logos estaba frente a Dios
y el Logos era Dios. Y puesto que así le pareció bien al Padre,
cuando el Logos mismo llegó a ser hombre, entonces con razón dice Juan acerca de
Él: El Logos llegó a ser carne, y Pedro: Lo hizo Señor y Cristo,
y se dice, por medio de Salomón, como de parte del Señor mismo: El Señor me
hizo principio de sus caminos para sus obras, y Pablo: Habiendo
llegado a ser en tanto superior a los ángeles, y otra vez: Se
vació a si mismo tornando la forma de siervo, y en otra ocasión: Por tanto,
hermanos santos, participes de una vocación celeste, considerad que el apóstol
y sumo sacerdote de nuestra confesión es fiel a quien lo ha hecho.
Todas estas expresiones tienen el mismo significado que contempla la piedad y
muestra la divinidad del Logos, y aquello que se dice humanamente de Él se debe
a que llegó a ser también Hijo de hombre.
Aunque esto sea suficiente prueba contra ellos, sin embargo, dado que al no
entender lo que ha dicho el Apóstol (por mencionar esto en primer lugar)
consideran que el Logos de Dios es una de cosas que han sido hechas por el
hecho de estar escrito que es fiel a quien lo hizo, he considerado obligado
avergonzarlos a ellos, que, como señalábamos anteriormente, vuelven a decir
esto tomando los textos que ellos han seleccionado.
2. [Así pues, si no es Hijo que se le llame también cosa hecha, y entonces que se
le atribuya también a Él todo lo que se aplica a las cosas que han sido hechas;
pero que en modo alguno se diga que es Hijo, Logos y Sabiduría, ni se diga que
Dios es Padre, sino únicamente artífice y creador de las cosas que han sido
creadas por ÉL Sea pues la creación imagen e impronta de su voluntad de
artífice, pero que Dios, conforme al parecer de los arrianos, no tenga una
naturaleza capaz de engendrar, de modo que ni el Logos, ni la Sabiduría, ni
imagen alguna pertenezcan a su propia sustancia (ya que si no hay Hijo tampoco
hay imagen). Pero entonces, si no existe el Hijo, ¿cómo decís que Dios es
creador, ya que todas las cosas han sido creadas por medio del Logos y en la
Sabiduría y sin Él nada podía haber sido creado, y Dios no tiene,
según vosotros, en quién y por medio de quién hacer todas las cosas? Y si esta
divina sustancia, según ellos, al igual que una luz que no alumbra y una
fuente seca, no es fecunda sino solitaria ¿cómo no les da vergüenza decir que
posee una actividad de artífice?
Al eliminar lo que es por naturaleza, ¿cómo nos
Ies salen los colores al querer dar la preferencia a lo que es por voluntad?
Si las cosas que son externas y no existen vienen primero y al querer que
existan Dios hace de artífice y se convierte en creador de ellas, tendría que
ser mucho antes Padre de lo engendrado de su propia sustancia. En efecto,
si permiten a Dios deliberar acerca de las cosas no creadas, ¿por qué razón no
reconocen lo que está por encima de la voluntad de Dios? El hecho de haber
producido por naturaleza y de ser por naturaleza Padre de su propio Logos está
por encima de su voluntad. Entonces, si, de acuerdo con su insensatez, lo
primero, que es aquello que es por naturaleza, no se ha dado, ¿cómo va a darse
lo que viene después, que es aquello que es por voluntad? Pero primero existe
el Logos, después la creación.
El Logos existe, aunque crezca la osadía de los
impíos, porque la creación tuvo lugar por medio de Él. Y también
debería ser algo evidente que Dios, al ser creador, tenga también un Logos
artífice, pero no como algo externo sino como suyo propio (pues hay que estar
repitiendo otra vez lo mismo). Si Dios tiene capacidad volitiva y su voluntad
es creadora y suficiente para constituir las cosas creadas, y resulta que el
Logos es su creador y artífice, entonces no hay duda de que el Logos es también
la decisión viviente del Padre, su actividad sustancial y el Logos verdadero en
el que todas las cosas son constituidas y gobernadas adecuadamente. Nadie
podría dudar tampoco que quien compone algo es anterior a la composición y a
las cosas que son compuestas. Y, como he dicho antes, en lo que respecta a
Dios, el hecho de ser artífice es posterior al hecho de engendrar. En efecto,
el Hijo es algo propio y pertenece verdaderamente a aquella bienaventurada y
eterna sustancia del Padre, mientras que las cosas, que son fruto de su
voluntad, se constituyen fuera de El y son creadas por medio de lo que es
propio engendrado de dicha sustancia.
3. Así pues, dado que el argumento ha
mostrado, en contra de quienes lo afirman, que el hecho de que no sea Hijo de
Dios, sino algo hecho, es un gran absurdo, todos tenemos que reconocer
forzosamente en adelante que el Señor es Hijo. Y si es Hijo (como en realidad
lo es) y se afirma que el Hijo no viene de fuera, sino que procede del que lo
engendra, entonces, aunque los santos, al referirse al Logos, utilicen la expresión
a quien lo hizo, en lugar de «a quien lo engendró», que los
arrianos no den un significado diferente a estas dos expresiones, como hemos
dicho antes, porque en semejantes casos la expresión es indiferente siempre y
cuando se mantenga la conformidad de naturaleza. En efecto, las expresiones no cambian la naturaleza, sino que es más bien
la naturaleza la que modifica las expresiones tirando de ellas hacia sí; y las
expresiones no son anteriores a las sustancias, sino que las sustancias tienen
la prioridad y las expresiones son secundarias. De este modo, cuando la
sustancia es algo hecho o una criatura, entonces se dice con propiedad de ella
que «la ha hecho», «ha llegado a ser» y «la creó» y se da a entender algo
hecho. Pero cuando la sustancia es lo engendrado o un hijo, entonces ya no se
aplican propiamente las expresiones «lo ha hecho», «ha llegado a ser» y «lo
creó» ni se da a entender algo hecho, sino que uno puede utilizar
indistintamente «lo creó» en lugar de «lo engendró».
Sucede muchas veces que los padres llaman
siervos suyos a los hijos que nacen de ellos, y no están negando el carácter
genuino de su naturaleza; y también muchas veces llaman hijos a sus propios
siervos porque son benevolentes, y no por ello ocultan que son propiedad suya
desde el principio. En el primer caso es legítimo llamarlos hijos porque son
sus padres, mientras que en el segundo los llaman así por afecto. Por
ejemplo, Sara llamaba «señor» a Abrahán, aunque no era su esclava sino su
cónyuge; y el Apóstol entregó a su siervo Onésimo, en calidad de
hermano, a Filemón, que era su dueño; y, al contrario, Bersabé,
aunque era su madre, llamaba a su hijo siervo cuando decía a su padre: «Tu
siervo Salomón»; y, después de haber entrado, el profeta Natán le
decía a David aquellas mismas palabras: «Tu siervo Salomón»; y no
les importaba llamar siervo a su hijo, ya que también David, al
escucharlo, reconoció su naturaleza y ellos, aunque lo llamaban así, no
ignoraban su carácter genuino y por eso reclamaban
que Salomón, a quien llamaban como a un siervo, fuese heredero de su padre,
porque era hijo de David por naturaleza.
4. Entonces, así como al leer estas cosas
pensamos adecuadamente, y al escuchar que Salomón es siervo no creemos que
sea siervo sino hijo auténtico y por naturaleza, de la misma manera también,
cuando los santos dicen del Salvador (que es reconocido como verdadero Hijo y
es Logos por naturaleza) que Él es fiel a quien lo hizo, o cuando
Él dice de sí mismo: Señor, me creaste, y también: Yo soy tu
siervo, hijo de tu sierva, y cosas semejantes, que por ello no
nieguen algunos su identidad que procede del Padre, sino que, como en el caso
de Salomón y David, piensen rectamente acerca del Hijo y de! Padre. En
efecto, si reconocen como hijo a Salomón, aunque escuchen que es siervo, ¿cómo
no van a ser justamente aniquilados muchas veces cuando no mantienen el mismo
criterio en el caso del Señor, sino que cuando escuchan «lo engendrado»,
«Logos» y «Sabiduría» se esfuerzan por malinterpretar y negar la generación
auténtica y por naturaleza del Hijo que procede del Padre; y nada más escuchar
las palabras y expresiones que son propias de algo hecho, enseguida estas
palabras les llevan a pensar que el Hijo es algo hecho por naturaleza y niegan
al Logos, cuando resulta que pueden atribuir todas estas expresiones a su
humanidad, ai haberse hecho hombre? ¿Y cómo no van a aparecer detestables a
los ojos del Señor cuando usan dos balanzas distintas, midiendo
con una aquellos casos y con la otra blasfemando contra el Señor?
Tal vez utilicen la palabra «siervo» como si dependiese de la disposición que
cada uno tenga, pero se aferran a la expresión
«a quien lo hizo» como algo de gran ayuda para su herejía. Sin
embargo, también este apoyo constituye para ellos una caña quebrada,
porque se estarían acusando en seguida a sí mismos si aprendieran el modo de
proceder propio de la Escritura. En efecto, de la misma manera que Salomón
es llamado siervo, aunque es hijo de veras, de igual manera, para repetir
otra vez lo que hemos dicho antes, aunque los progenitores digan que sus hijos
habían sido «hechos», «creados» y «producidos», no están cegando en absoluto
su naturaleza de hijos.
Por eso, como está escrito en el libro de
Isaías, cuando rezaba Ezequías, decía: A partir de este día haré unos hijos que
anunciarán tu justicia, Señor de mi salvación. Y Él decía haré,
mientras que el profeta, tanto en su libro como en el cuarto libro de los Reyes,
dice así: Y tus hijos que saldrán de ti. Ciertamente dijo haré, en
lugar de usar el verbo «engendrar», y está hablando de quienes han nacido de
él como «hechos», pero la palabra no introduce ninguna diferencia, cuando se
trata de lo engendrado por naturaleza. Y Eva, después de engendrar a Caín,
dijo: He adquirido un hombre por medio de Dios. De este modo, en
vez de «engendrar» ella dijo he adquirido, y después de haber hablado primero
del hijo dijo a continuación: he adquirido. Y ninguno creería por causa de este
he adquirido que Caín fue comprado fuera y no había sido alumbrado por ella.
El patriarca Jacob decía a José: Ahora tus dos hijos, los que llegaste a
tener en Egipto antes que yo viniese a Egipto junto a ti, Efraín y
Manasés, son míos. Y
5. He aquí de nuevo cómo han llamado
«llegados a ser» y «hechos» a los que han sido engendrados, porque saben
que, mientras sean reconocidos como hijos, no importa nada que alguien
diga «llegaron a ser», «obtuvimos» o «hice». En efecto, la naturaleza y la
verdad atraen hacia sí el significado. Por lo cual es necesario también, de cara
a los que se preguntan si el Señor es una criatura o algo hecho, preguntarse
en primer lugar si el Hijo es también Logos y Sabiduría. Pues una vez
demostrado esto, se libra uno de la sospecha de si es una criatura y algo
hecho, porque ni algo hecho podría ser Hijo y Logos, ni el Hijo podría ser
algo hecho y una criatura.
Siendo esto así, será nuevamente una demostración evidente para todos el que la expresión a quien lo hizo no resulta provechosa para su herejía, sino que más bien la condena. En efecto, está demostrado que la expresión lo hizo aparece también aplicada en las Sagradas Escrituras a los que son hijos auténticos y por naturaleza. De donde se sigue que, una vez qué se ha mostrado que el Señor es Hijo auténtico y por naturaleza, Logos y Sabiduría, aunque se le aplique la expresión lo hizo o llegó a ser, esto no se dice de El como si fuese una criatura, sino que los santos la utilizan indistintamente, como en el caso de Salomón y los hijos de Ezequías. Ciertamente, aunque los habían engendrado de sí mismos, está escrito hizo, he adquirido y llegó a ser. Por tanto los arrianos, que combaten a Dios, al alegar muchas veces semejantes expresiones como pretexto, deberían alejar de ellas su impía manera de interpretarlas y pensar que el Señor es Hijo verdadero, Logos y Sabiduría del Padre, no algo hecho ni una criatura. Pues si el Hijo es algo hecho, ¿en qué logos y en qué sabiduría fue Él creado
entonces? (En verdad todas las cosas que han sido hechas han sido creadas por
medio del Logos y la Sabiduría, como está escrito: Todas las cosas las hiciste
en la Sabiduría, y también: Todas las cosas fueron creadas por medio de Él y
nada fue creado sin Él). Si el Hijo es Logos y la Sabiduría en la
que todas las cosas son creadas, entonces no es una de las cosas que han sido
hechas ni creadas, sino engendrado del Padre.
6. Examinad, pues, cuánto error supone decir
que el Logos de Dios es algo hecho. Dice Salomón, en algún lugar del
Eclesiastés: Dios llevará a juicio a toda cosa hecha, con todo lo oculto, sea
bueno o malo. Por lo tanto si el Logos es algo hecho, ¿va a ser también Él
llevado a juicio como nosotros? ¿Y dónde queda luego el juicio, si el juez
es juzgado? ¿Y quién dará las bendiciones a los justos y los castigos a los
injustos, si resulta que el Señor es uno más en el juicio, junto a todos? ¿Y
con qué clase de ley será juzgado el legislador mismo? Todo esto es propio de
las cosas hechas: ser juzgado, ser bendecido por el Hijo o ser castigado. Temed
en adelante al juez y haced caso a lo que dice Salomón. En efecto, sí Dios
va a juzgar a toda cosa hecha, y el Hijo no es de los que van a ser juzgados,
sino más bien el juez de todas las cosas que han sido hechas, ¿cómo no va ser
más claro que la luz del sol el que e! Hijo no sea algo hecho, sino el Logos
del Padre en el que todas las cosas son creadas y juzgadas?
Y si, por estar escrito siendo fiel, se inquietan de nuevo
creyendo que el término «fiel» se aplica al Logos de igual manera que a todos
(esto es, que al ser fiel recibe una recompensa por su fidelidad), entonces es
hora de acusar también a Moisés por esto mismo, porque dice: Dios es
fiel y verdadero, y a Pablo que escribe: Dios, que no permite que
seamos tentados por encima de nuestras fuerzas, es fiel. Sin
embargo, cuando los santos decían estas cosas no estaban pensando humanamente
acerca de Dios, sino que sabían que en la Escritura el término «fiel» tiene un
doble significado: uno de ellos equivale a «el que tiene fe», el otro
a «el que
7. Así pues, saliendo aJ paso de su
desvergüenza, de igual manera uno también podría refutar a los arrianos, que yerran
y piensan que el Logos de Dios es algo hecho, tomando pie únicamente de la
expresión lo hizo. Y puesto que el sentido de las palabras de la Escritura
es correcto, cuando muestra
cuándo ocurre y a qué se refiere la expresión lo hizo, es preciso mostrar
también a partir de ella la insensatez de los herejes, sobre todo si, como
hemos dicho anteriormente, entendemos la ocasión y el uso de esta expresión.
En efecto, el Apóstol no ha dicho estas cosas pensando en lo que precede a la
creación, sino al momento en que el Logos llegó a ser carne, porque así está
escrito: Por tanto, hermanos míos santos, partícipes de una vocación celeste,
comprended que el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión, Jesús, es fiel
a quien lo hizo. ¿Cuándo entonces fue enviado sino en el momento en que
se revistió de nuestra carne? ¿Y cuándo llegó a ser sumo sacerdote de nuestra
confesión sino cuando, después de haberse ofrecido a sí mismo por nosotros,
resucitó el cuerpo de entre los muertos y El mismo presenta ahora y lleva ante
el Padre a quienes se acercan con fe a Él, redimiendo a todos y expiando en
favor nuestro en lo que se refiere a Dios?
Así pues, no dijo siendo fiel a quien lo hizo con la intención de referirse a
la sustancia del Logos ni a la generación por naturaleza de su Padre (¡de
ningún modo!, pues el Logos es quien hace, no quien es hecho), sino a su
descenso hasta los hombres y al hecho de llegar a ser sumo sacerdote. Esto precisamente
podría entenderlo bien cualquiera a partir del conocimiento histórico de esta
institución conforme a la ley y a Aarón. Pues así como [Aarón] no fue
engendrado sumo sacerdote, sino hombre, y pasado un tiempo, cuando Dios lo
quiso, llegó a ser sumo sacerdote; y no llegó a serlo sin más ni era reconocido
como tal por las vestiduras acostumbradas, sino que estando revestido con el
humeral, el pectoral y la vestidura talar que las mujeres habían confeccionado
por mandato de Dios, y entrando con ellas puestas en los lugares santos,
ofrecía el sacrificio a favor del pueblo; y de esta manera mediaba
también entre la aparición de Dios y los sacrificios de los hombres, de igual
manera ocurre en el caso del Señor: Al principio existía el Logos y el Logos
estaba junto a Dios y el Logos era Dios, pero cuando el Padre
quiso que fuera entregado como rescate por todos y agraciase a todos, entonces
es cuando el Logos, como hiciera Aarón con la vestidura talar, tomó también de
modo similar la carne de la tierra (teniendo a María como madre de su cuerpo
en lugar de la tierra que todavía no había sido trabajada), para que, teniendo
qué ofrecer, se ofreciese a sí mismo ai Padre, nos purificase en su propia
sangre a todos nosotros de nuestros pecados y nos resucitase de entre los
muertos.
8. Las realidades antiguas eran sombra de
esto; así, lo que anticipaba en sombras Aarón según la ley, el Salvador lo ha
realizado con su venida. Por tanto, así como Aarón seguía siendo el mismo y
cuando se vestía con los ornamentos de sumo sacerdote no cambiaba, sino que era
únicamente cubierto por ellos permaneciendo el mismo; y si uno dijese, después
de haberle visto sacrificar: «He aquí que hoy Aarón ha llegado a ser sumo sacerdote»,
no estaría queriendo dar a entender que de ese momento hubiese llegado a ser
hombre (pues era ya hombre antes de llegar a ser sumo sacerdote), sino que
había sido hecho sumo sacerdote en el rito litúrgico al vestirse con los
ropajes que habían sido confeccionados y preparados para el sacerdocio; de la
misma manera es posible entender bien en el caso del Señor que no llegó a ser
otro diferente por haber tomado carne, sino que siendo el mismo era cubierto
por ella. Y no es lícito pensar que las expresiones «llegó a ser» y «fue hecho»
se deben a que el Logos, en cuanto que es Logos, ha sido hecho, sino a que el
Logos, que es el artífice, fue hecho después sumo sacerdote al haberse
revestido de un cuerpo creado y he eho que podía entregar en favor nuestro. Por
ello se dice también que ha sido hecho.
Así pues, si el Señor no llegó a ser hombre,
entonces que planten batalla los arrianos, pero si el Logos llegó a ser carne,
¿qué habría que decir del hombre que ha llegado a ser, sino que es fiel a quien
lo hizo? En efecto, así como es propio decir del Logos: En el principio existía
el Logos, de la misma manera es propio de los hombres el ser creados y hechos.
Por ello, ¿quién que haya visto al Señor caminando como hombre y mostrando
por sus obras que es Dios no se habría preguntado quién le hizo hombre? ¿Y
quién ai ser preguntado de esta manera no habría respondido que el Padre le
hizo hombre y nos lo envió como sumo sacerdote?
Pero el mismo Apóstol que escribió siendo fiel al que lo hizo es capaz de mostrar todavía más este sentido, así como la ocasión y la persona a la que se refiere, si entendemos lo que precede al pasaje, dado que forma una sola secuencia y la lectura se refiere a la misma persona. En la Epístola a los hebreos escribe lo siguiente: Por tanto, como los hijos tienen en común la sangre y la carne, también Él participó de ellas en igualdad de condiciones, para que por medio de la muerte venciese a quien tenía poder sobre la muerte, esto es, al diablo, y liberase a cuantos por miedo a la muerte estaban sometidos a la esclavitud a lo largo de toda la vida. Pues no tomó ciertamente de la descendencia de los ángeles, sino que tomó de la de Abraham. De donde se sigue que debía ser hecho semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser misericordioso y fiel, sumo sacerdote en lo que se refiere a Dios y alcanzar la propiciación por los pecados del pueblo, porque al haber experimentado Él mismo la tentación es capaz de ayudar a quienes son tentados. Por ello, hermanos santos, partícipes de la vocación celeste, considerad que el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión, Jesús, es fiel a quien lo hizo. 9. Al leer este pasaje entero, ¿qué persona
no condenará a los arrianos y se maravillará de lo bien que lo ha expresado el
bienaventurado Apóstol? En efecto, ¿cuándo ha sido hecho el Logos y cuándo ha
llegado a ser apóstol sino cuando participó también El de la sangre y de la
carne como nosotros? ¿Y cuándo llego a ser sumo sacerdote misericordioso y
fiel, sino cuando fue hecho en todo semejante a sus hermanos ? Y fue hecho
semejante en el mismo momento en que llegó a ser hombre, al revestirse de
nuestra carne. Por consiguiente, el Apóstol decía siendo fiel a quien lo
hizo escribiéndolo en relación a la economía salvífica realizada por Logos en
cuanto hombre, y no acerca de la sustancia del Logos. No desvariéis entonces ya
más diciendo que el Logos de Dios es algo hecho, porque es Hijo unigénito por
naturaleza.
Y tuvo hermanos en el momento en que se
revistió de una carne semejante a la nuestra; y, al ofrecerla Él por medio de
sí mismo, fue llamado sumo sacerdote y llegó a ser misericordioso y fiel:
misericordioso, porque habiéndose entregado por nosotros tuvo misericordia de
nosotros, y fiel, no por participar de la fe ni por creer en alguien, como
nosotros, sino porque debe ser creído en aquello que diga y haga, y porque
ofrece un sacrificio fiel que permanece y no perece. En efecto, los
sacrificios ofrecidos según la ley no eran dignos de fe al tener lugar cada día
y necesitar nuevamente de purificación, mientras que el sacrificio del
Salvador, que ha tenido lugar una sola vez, ha llevado todo a plenitud y ha llegado a ser digno de fe al permanecer para siempre. Además, Aarón
tuvo sucesores con el tiempo y la muerte y, en general, el sacerdocio según la
ley dejaba a un lado a los anteriores sacerdotes, mientras que el Señor, como
tiene un sumo sacerdocio que no pasa y no tiene sucesores, llegó a
ser sumo sacerdote fiel al permanecer para siempre y haber llegado a ser fiel
en la promesa
de atender y no extraviar a quienes se le acercan. Y esto también se puede
aprender de la carta del gran Pedro que dice: De manera que también los que sufren
conforme a la voluntad de Dios presenten sus almas al fiel creador. En efecto,
Él es fiel y no cambia, sino que permanece siempre y concede lo que ha
prometido.
10. Por lo tanto, aquellos que los
griegos llaman equivocadamente dioses no son fieles ni a su ser ni en sus
promesas, pues ni siquiera son los mismos en todas partes, sino que los de
cada lugar perecen con el tiempo y se destruyen entre ellos. Por esta razón
también el Logos grita contra ellos que la fe no tiene fuerza en ellos, que son un agua falsa y que no hay fe en ellos. Por el
contrario, el Dios de todo, el único que existe en realidad y es verdadero
Dios, es fiel al permanecer el mismo, y dice: Miradme, mirad que
Yo soy y no me cambio’. Por eso también su Hijo
es fiel al existir siempre, no cambiar y no engañar ni en su ser ni en sus
promesas, tal como escribe en otra ocasión el Apóstol a los tesalonicenses,
diciéndoles: El que os llamó es fiel y Él lo cumplirá,
dando a entender que es fiel al cumplir lo que ha prometido; y, acerca del
significado de semejante expresión y del hecho de no estar sujeto a cambio, les
escribe a tos hebreos: Si no le creemos, Él permanece fiel porque no puede
negarse a sí mismo.
De este modo, al describir la venida en carne del Logos, el Apóstol dijo con
razón: Apóstol y fiel a quien lo hizo, mostrando así que, aunque
llegó a ser hombre, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos,
sin estar sujeto a cambio; y también por esta razón, cuando el Apóstol escribe
acerca de su encarnación,
hace igualmente mención de ella mediante el sumo sacerdocio, y así tampoco en esta
ocasión se mantuvo callado por mucho tiempo, sino que en seguida hace mención
por todas partes de la certeza de su divinidad, principalmente allí donde está
expresando su abajamiento, para que así conozcamos inmediatamente su grandeza
y su majestad paterna. En efecto, dice que Moisés era un siervo, mientras
que Cristo un Hijo, y que aquél fue fiel a su casa, mientras que Cristo fue
fiel estando por encima de su casa, al haberla preparado Él mismo
y ser su Señor y artífice, y agraciándola como Dios. Moisés, como era hombre
por naturaleza, llegó a ser fiel creyendo a Dios que le hablaba por medio del
Logos, mientras que el Logos no estaba en el cuerpo como uno cualquiera de los
seres creados ni tampoco como una criatura dentro de otra, sino que era Dios
en la carne, artífice y preparador en lo que ha sido preparado por Él. Y
los hombres están recubiertos de carne para existir y sostenerse, mientras que
el Logos de Dios se ha hecho hombre para santificar la carne, y existió en la
forma de siervo, aunque era Señor, pues toda la creación que ha sido creada y
hecha por Él es sierva del Logos.
En base a esto se sostiene que la expresión lo hizo, que utiliza el Apóstol, no
significa que el Logos haya sido hecho, sino que se refiere al cuerpo semejante
al nuestro que Él tomó, por el cual también fue considerado hermano nuestro una
vez hecho hombre.
11. Y si ha quedado mostrado que,
aunque uno aplique la expresión lo hizo al Logos, esto se dice sustituyendo a
lo engendró, ¿qué clase de invención podrán encontrar entonces que sea todavía
más malintencionada para esto, cuando precisa mente nuestro argumento, tras
clarificar enteramente la expresión,
ha mostrado por todas partes que el Hijo no es algo hecho sino lo engendrado
stistancialmente del Padre, y que en la economía salvífica, porque así le
pareció bien al Padre, fue hecho hombre por nosotros y vivió como tal? Así
pues, ésta es la razón por la cual el Apóstol dice: Es fiel a quien lo hizo, y
en los Proverbios se dice que es creado. En efecto, siempre y
cuando se reconozca que ha llegado a ser hombre, no hay diferencia alguna
entre decir, como hemos apuntado anteriormente, «ha llegado a ser», «ha sido
hecho», «ha sido creado», «ha sido modelado», «siervo», «hijo de una muchacha»,
«hijo de hombre», «ha sido constituido», «se marchó», «novio», «sobrino» o
«hermano». [Ciertamente resulta que todas estas expresiones son propias de
la constitución de los hombres, y que semejantes expresiones no describen la
sustancia del Logos, sino que se refieren al hecho de haberse hecho hombre.
También la expresión que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles, a la que
los arrianos apelan, tiene un sentido semejante cuando Pedro dice que hizo
Señor y Cristo a éste, a Jesús, a quien vosotros crucificasteis. Pues de
ningún modo está escrito en este lugar que hizo para sí un Hijo o que hizo para
sí un Logos, como para que puedan imaginarse cosas semejantes.
Por tanto, si no olvidan deliberadamente que
estas palabras hablan del Hijo de Dios, que investiguen si en algún sitio
está escrito que Dios hizo para sí un Hijo o creó para sí un Logos, o también
si en algún lugar está escrito claramente que el Logos es algo hecho o una
criatura, y entonces que lo presenten como pretexto, para que así sean
también refutados como necios. Pero si no encuentran nada semejante y van a la
caza por sí encuentran al menos un lugar en el que aparezca escrito «lo hizo»
o «ha sido hecho», entonces temo que al poco de escuchar que en el principio
hizo Dios el cielo y la tierra,
hizo el sol y la luna e hizo el mar, digan que el
Logos es el mar, la luz que llegó a existir el primer día, la tierra y cada una
de las cosas que han sido hechas, de modo que en adelante se van a parecer
también a los que son llamados estoicos. Pues, aunque los estoicos ponen a Dios
en rodas las cosas y los arrianos unen al Logos de Dios junto con cada una de
las cosas que han sido hechas, sin embargo han llegado a sostener lo mismo,
que Él es una de las cosas hechas.
12. No obstante, deben escuchar otra
vez las mismas cosas y deben aprender en primer lugar que, como hemos dicho
también en lo precedente, el Logos es Hijo y no algo hecho, y que no es
necesario entender semejantes expresiones referidas a la divinidad, sino
averiguar por qué razón y de qué manera están escritas. Sin duda, quienes
buscan se toparán con la economía salvífica humana que el Logos tomó sobre sí
por nosotros. Y así Pedro, después de haber dicho: Lo hizo Señor y Cristo,
añadió en seguida: A éste, a Jesús, a quien vosotros crucificasteis,
y a todos les quedó claro. Y también podría quedarles claro a los arrianos si
respetaran la secuencia, porque no estaba diciendo que la sustancia del Logos
había sido hecha, sino Él en cuanto hombre. En efecto, ¿qué es lo crucificado
sino el cuerpo? ¿Y cómo podía referirse a la corporalidad del Logos sino
diciendo lo hizo?
En cualquier caso la expresión lo hizo, que aquí se menciona, tiene un
significado correcto, pues no ha dicho, como he mencionado antes, que lo ha
hecho Logos sino que lo ha hecho Señor; y no así sin más, sino que lo hizo por
nosotros y en medio de nosotros, lo cual equivale a decir que «lo probó». Pedro mismo, dando comienzo a semejante enseñanza fundamental, dio a entender esto
con gran libertad cuando
les decía: Varones israelitas, escachad estas palabras: a Jesús el Nazareno,
varón probado ante vosotros por Dios con poderes, prodigios y signos que hizo
Dios por medio de Él en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis.
El término lo hizo, que menciona al final, lo ha introducido al principio
como lo probó, pues a partir de los signos y cosas asombrosas que hacía el
Señor, fue probado que Cristo no era simplemente un hombre, sino Dios
existiendo en un cuerpo, que era Señor y que era el mismo.
Lo mismo ocurre cuando Juan dice en los Evangelios: Por esta razón le
perseguían principalmente los judíos, porque no sólo quebrantaba el Sábado,
sino que decía que Dios era su propio Padre haciéndose semejante a Dios.
Ciertamente el Señor no se hizo Dios a sí mismo en ese momento (pues tampoco
es posible en modo alguno que Dios sea hecho por alguien), sino que se daba a
conocer por medio de las obras diciendo: Aunque no me creáis a mí creed a mis
obras, para que conozcáis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí.
Por tanto, el Padre lo ha hecho así Señor y Rey en medio de vosotros y para
vosotros, que ames le rechazabais. Y es evidente que el que ahora se da a
conocer como Señor y Rey, no comienza a ser Rey y Señor en ese momento, sino
que en ese momento comienza a mostrar su señorío y a extenderlo también a
aquellos que le rechazaban.
13. Si piensan, pues, que el Salvador
no fue Señor y Rey también antes de llegar a ser hombre y soportar la cruz,
sino que en ese momento comenzó a ser Señor, sepan que están pronunciando
abiertamente de nuevo las palabras del de Samosata. Pero si,
como hemos leído y ya dijimos anteriormente, es Señor y Rey eterno, siendo
adorado como Señor por Abraham,
y habiendo dicho Moisés: El Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y
fuego de parte del Señor desde el cielo, y cantando David: Dijo el
Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, tu trono, oh Dios, permanece para
siempre, cetro de rectitud es el cetro de tu reinado, y
también: Tu reinado es un reinado eterno, entonces es evidente
también que antes de llegar a ser hombre, era Rey y Señor eterno, imagen y
Logos del Padre. Y como resulta que el Logos es Señor y Rey eterno, vuelve
a estar a la vista de todos que Pedro no decía que la sustancia del Hijo había
sido hecha, sino que se refería al señorío que ha llegado hasta nosotros
cuando ha llegado a ser hombre, y que ha llegado a ser Señor y Rey de todos,
después de habernos redimido a todos en la cruz.
Pero si por estar escrito lo hizo porfían porque no quieren que el lo ha hecho
sea equivalente a lo probó, o porque no saben razonar, o por causa de su
herejía, que lucha contra Cristo, escuchen entonces que incluso así tienen un
significado correcto las palabras de Pedro. En efecto, aquel que llega a ser
señor de unos obtiene bajo su cargo a quienes ya existían. Pero si resulta que
el Señor es artífice de todos y Rey eterno y nos ha obtenido a nosotros en el
momento en que ha llegado a ser hombre, entonces conforme a esto sería también
evidente que tampoco lo que dice Pedro significa que la sustancia del Logos es
algo hecho, sino que se refiere a la sumisión de todas las cosas que tiene
lugar después y al señorío del Salvador que se ha extendido a todos. Y esto
es semejante a lo que veníamos diciendo, pues así como antes mencionábamos las
palabras: Llega a ser para mí un Dios protector, y también: El
Señor llegó a ser refugio para el pobre, y nuestro discurso mostraba que estas
palabras no significan que Dios fuera algo que ha llegado
a ser, sino que se refieren al favor llegado a cada uno de nosotros de
parte suya, de igual manera las palabras de Pedro tienen también el mismo
significado.
14. El Logos, al ser el mismo Hijo de
Dios, es Señor de todo, mientras que nosotros anteriormente estábamos sometidos,
desde el principio, a la esclavitud de la corrupción y a la
maldición de la ley; y además, poco tiempo después, modelándonos
seres que no existían, adorábamos, como dice el bienaventurado Apóstol, a
quienes por naturaleza no son dioses, ignorábamos al verdadero
Dios y preferíamos lo que no existía a la verdad. Pero después, así como el
antiguo pueblo se lamentó al ser oprimido en Egipto, de igual manera, al tener
nosotros la ley inscrita en la naturaleza, y al seguir los inefables gemidos
del Espíritu y decir: Señor, Dios nuestro, apodérate de nosotros,
también ha llegado a ser como un lugar de refugio y de esa manera ha llegado a
ser nuestro Señor. Pero no comenzó a serlo en ese momento, sino que somos
nosotros los que comenzamos a tenerlo a El por Señor nuestro. Después, en
efecto, Dios, al ser bueno y el Padre del Señor, tuvo misericordia de nosotros
y, queriendo ser conocido por todos, hizo que su propio Hijo se revistiera de
un cuerpo humano, llegase a ser hombre y fuera llamado Jesús, para que, al
haberse ofrecido a sí mismo en favor de todos, en Él fueran todos liberados de
su alejamiento de Dios y de la corrupción, y llegase a ser Señor y Rey de
todos.
Así pues, el que llegase a ser Señor y Rey de esta manera es precisamente lo
mismo que decía Pedro: Lo hizo Señor y Cristo, lo envió, lo cual
equivale a decir también que el Padre lo ha hecho hombre, pues es propio de
los hombres el ser hecho.
Pero no lo hizo hombre así sin más, sino que lo hizo para que ejerciese su
señorío sobre todos y santificase a todos por medio de la unción. En
efecto, aunque el Logos, que existía en la forma de Dios, tomó la forma de
siervo, la adopción de la carne no hacía del Logos un siervo
(pues es Señor por naturaleza), sino que más bien se ha convertido en liberación de toda humanidad por el Logos. El Logos mismo, que por naturaleza es
Señor y fue hecho hombre mediante la forma de siervo, ha sido hecho Señor de
todas las cosas y Cristo, y esto para santificar a todos con el Espíritu Santo.
Y así como Cuando Dios llega a ser Dios protector y dice: Seré Dios para
ellos, no llega a ser en ese momento más Dios ni comienza a ser
Dios, sino que, cuando le parece, llega a ser para quienes están necesitados
aquello mismo que Él es siempre, de igual manera también Cristo, que es Señor
por naturaleza y Rey eterno, no llega a ser más Señor ni comienza a ser Señor y
Rey cuando es enviado, sino que en ese momento es hecho según la carne aquello
que es siempre y, por haber redimido a todos, llega a ser también así Señor de
vivos y muertos. Por ello le sirven en adelante todas las cosas. Esto es
también lo que canta David: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha,
hasta que coloque a tus enemigos como estrado de tus pies. En
efecto, no convenía que la redención tuviese lugar por medio de otro, sino
por medio del Señor por naturaleza, de manera que no fuésemos creados por un
lado por el Hijo y por otro lado llamásemos Señor a otro, e incurriésemos así
en la insensatez arriana y griega, sirviendo a la creación en lugar de servir
a Dios que ha creado todas las cosas.
15. Éste es el significado de la
expresión, según mí pobre entender. Y las semejantes palabras que Pedro dirige
a los judíos responden sin duda a una causa verdadera y buena. En efecto,
los judíos, al haberse alejado de la verdad, esperan la venida del Cristo y no
consideran que pueda experimentar también el sufrimiento, y dicen aquello que
no entienden: Nosotros sabemos que, cuando venga el Cristo, permanecerá para
siempre; ¿cómo dices tú entonces que es necesario que sea elevado?. Además
suponen que no se trata del Logos que llega a existir en carne, sino que se
trata de un mero hombre, como han llegado a ser todos los reyes. Por eso el
Señor corregía a los que pensaban como Cleofás, cuando enseñaba que el Cristo
debía primero padecer, y a los demás judíos, cuando
enseñaba que Dios se había hecho presente, diciendo: Si llamó dioses a aquellos
a quienes les fue dirigida la palabra de Dios, y la Escritura no puede dejarse
de cumplir, ¿decís vosotros que Aquél a quien el Padre santificó y envió
blasfema porque he dicho: soy Hijo de Dios?.
16. Por ello Pedro, que había aprendido
esto del Salvador, corrigiendo a los judíos en ambas cosas, dice:
«¡Judíos!, las Sagradas Escrituras anuncian que el Cristo viene y vosotros
pensáis que es un mero hombre, como uno cualquiera de los descendientes de
David; pero lo que está escrito acerca de Él no es como decís, sino que las
Escrituras más bien lo anuncian como Señor, Dios, inmortal y dispensador de
vida. En efecto, Moisés había dicho: Veréis vuestra vida colgada en frente de
vuestros ojos, y David, en el salmo ciento nueve: Dijo el Señor
a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que coloque a tus enemigos como
estrado de tus pies, y en el [salmo] quince: No abandonarás mi
alma al Hades, ni dejarás que tu santo vea la corrupción. Por
tanto, semejantes palabras no se refieren a
David, como él mismo lo testimonia cuando dice que el que viene es su Señor.
Reconoced también vosotros que murió y que sus restos mortales se encuentran
entre vosotros. Además vosotros estaréis completamente de acuerdo en que el
Cristo debe ser tal como lo describen las Escrituras, porque son palabras
dichas por Dios y no puede haber falsedad en ellas. Así pues, si podéis
decir que ha venido antes uno semejante y podéis mostrar que es Dios a partir
de los signos y prodigios que hizo, lucháis contra nosotros con toda razón.
Pero si no podéis mostrar que ha venido y esperáis semejante momento
culminante, reconoced la ocasión a partir de lo que dice Daniel, pues lo que
afirma se refiere al tiempo presente. Y si este momento presente es aquél
que preanunciaron los profetas antiguos y habéis visto lo que nos ha sucedido
ahora, sabed que éste Jesús, a quien vosotros crucificasteis, es el Cristo esperado.
David y todos los profetas murieron y los sepulcros de todos ellos se
encuentran entre vosotros, mientras que la Resurrección que ha tenido lugar
ahora prueba que las palabras de la Escritura se refieren a Cristo. En
efecto, el hecho de ser crucificado explica aquello de veréis vuestra vida colgada,
el hecho de ser herido con una lanza en el costado llevaría a cumplimiento
aquello de como oveja fue llevado al matadero y el hecho de no
haber resucitado Él sólo, sino despertar también a antiguos muertos de sus
sepulcros (pues a éstos los habéis visto la mayoría de vosotros) es lo mismo
que aquello de no abandonarás mi alma al Hades y la muerte robustecida
devoró, pero después Dios la suprimió. El que Él hiciera
signos como los que han tenido lugar, muestra que es Dios en un cuerpo y que es
la vida y Señor de la muerte, porque convenía que el Cristo, que da la vida a
los demás, no fuese Él mismo dominado por la muerte, lo cual no habría sucedido si,
como pensáis vosotros, el Cristo hubiera sido un mero hombre. Sin embargo, es
el Hijo de Dios, ya que todos los hombres están ligados a la muerte. Por
consiguiente, que no vacile ya nadie en adelante, sino que toda la casa de
Israel conozca con seguridad que éste Jesús, a quién visteis en figura de
hombre haciendo unos signos y obras que nadie jamás había hecho, es el Cristo y
Señor de todos. Y ciertamente, al haber llegado a ser hombre y al ser
llamado Jesús, como hemos dicho anteriormente, no pasó a ser menos por causa
del sufrimiento humano, sino que más bien, incluso en el hecho de haber sido
hecho hombre, se muestra como Señor de vivos y muertos. Y dado que, como dice
el Apóstol, en la Sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de la
Sabiduría, sino que le pareció bien salvar a los que creían mediante la insensatez
de la predicación, de manera semejante, dado que nosotros los hombres no hemos
querido conocer a Dios por medio de su Logos, y servir al Logos de Dios que es
nuestro dueño por naturaleza, a Dios le pareció bien mostrar su propio señorío
y en un hombre atraer a todos hacia sí. Hacer esto por medio de un mero
hombre era impropio, para evitar que acabáramos siendo adoradores de un hombre,
al tener a un hombre por Señor. Por esta razón el Logos mismo llegó a ser carne
y se le llamó por nombre Jesús, y en este sentido el Padre lo hizo Señor y
Cristo, que es lo mismo que decir que lo hizo para ejercer su señorío y reinar;
de modo que así como en el nombre de Jesús, a quien vosotros crucificasteis,
toda rodilla se dobla, así también reconozcan al Hijo como Señor y al Padre
por medio de Él».
17. La mayoría de los judíos, al
escuchar esto, se avergonzaron y a partir de entonces reconocieron al Cristo,
como está escrito en el libro de los Hechos. Sin embargo, puesto
que los que están afectados por la locura arriana prefieren permanecer como
judíos y luchar contra Pedro, vamos ahora a explicárselo con palabras
similares, y quizá así se avergüencen, cuando hayan aprendido el modo de
proceder que es propio de la Sagrada Escritura. Ha quedado claro, par un
lado, en base a cuanto hemos dicho antes, que el Cristo es eternamente Señor y
Rey, y no hay nadie que dude acerca de esto. Al ser Hijo de Dios sería
semejante a Él, y, como es completamente semejante a Dios, es Señor y Rey, pues
Cristo mismo dice: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.
Por otro lado, a partir del ejemplo de la bendición de Isaac (aunque esta
imagen pueda ser algo confusa para el asunto que nos ocupa), se puede ver que
incluso lo que Pedro dice en una ocasión: Lo hizo Señor y Cristo, no significa
que el Hijo sea algo hecho. Isaac dice así a Jacob: Llega a ser señor de tu
hermano, y a Esaú: He ahí que he hecho de él tu señor. Si la
expresión ha hecho se hubiese referido a la sustancia y al comienzo de la
existencia de Jacob, ni siquiera en este caso habría sido necesario que ellos
pensasen semejantes cosas acerca del Logos de Dios, ya que el Hijo de Dios no
es algo hecho como Jacob (al contrarío, si hubiesen investigado un poco
podrían haber dejado de desatinar en adelante); pero si, a pesar de que Jacob
es por naturaleza una criatura y algo hecho, los arrianos entienden que estas
expresiones no se aplican a la sustancia ni al comienzo de la existencia, ¿cómo
no van a estar más locos que el diablo, cuando atribuyen al Hijo de Dios
aquellas cosas que ni siquiera se atreven a aplicar a las cosas que son creadas
por naturaleza, y dicen que el Hijo es algo hecho? En efecto, Isaac no decía
llega a ser y he hecho, refiriéndose al comienzo de la generación de Jacob ni a
su sustancia (pues decía
estas cosas más de treinta años después de su generación), sino refiriéndose a
la autoridad que habría de tener después sobre su hermano.
18. Así pues, con mayor razón todavía, Pedro no lo decía dando a entender que
la sustancia del Logos es algo hecho, pues sabía que era el Hijo de Dios, ya
que había confesado: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, sino que había sido hecho y había comenzado refiriéndose ai reinado y señorío,
por gracia y para nosotros mismos. Y, aunque dijo estas cosas, no se calló en
lo que se refiere a la eternidad y la divinidad paterna del Hijo, sino que ya
antes había dejado dicho que también derramó el Espíritu sobre nosotros.
El hecho de dar el Espíritu con autoridad no es propio de una criatura ni
de algo que ha sido hecho, sino un don de Dios. En efecto, las criaturas son
agraciadas por el Espíritu Santo, mientras que el Hijo no es agraciado por el
Espíritu Santo, sino que más bien, al darlo Él mismo a todos, se muestra que no
es una criatura sino el Hijo verdadero del Padre. Es cierto que se dice también
que Él mismo, que es quien da el Espíritu, ha sido hecho: ha sido hecho Señor
en nosotros por su humanidad, y es quien lo da porque es el Logos de Dios. En
verdad, existió y existe siempre como Hijo, al igual que como Señor y Rey
absoluto de todos, por ser semejante en todo al Padre y tener todas las cosas
del Padre, como Él mismo afirmó.
Veamos entonces, a continuación, esto mismo, dicho en el libro de los
Proverbios: El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras,
aunque, una vez que se ha mostrado que el Logos no es algo hecho, queda
mostrado que tampoco es una criatura. Ciertamente es lo mismo decir «cosa hecha»
que «criatura», de tal manera que la prueba de que algo no es hecho, es la
misma que la prueba de que no es una criatura.
Por ello también uno podría sorprenderse de que los arrianos se inventen
excusas para la impiedad y no se avergüencen por todas y cada una de las
refutaciones que les han sido planteadas. En efecto, al principio pensaban
engañar a los incautos preguntándoles: «El que es ¿creó de la
nada lo que no existía o lo que existía?», y también: «¿Tenías un hijo antes de
haberlo engendrado?». Pero cuando ha quedado dicho qee esto es inconsistente,
se Ies ha ocurrido decir: «¿Son uno sólo o dos los que no han sido engendrados?» Y al verse rebatidos nuevamente en esto, han añadido enseguida:
«¿Tiene libertad y es mutable por naturaleza?». Mas al haber sido
rechazado también esto, se les ha ocurrido entonces citar: Habiendo llegado a
ser en tanto superior a los ángeles. Finalmente, cuando la verdad
también rebatió estas cosas, a continuación las han recopilado todas bajo los
términos «cosa hecha» y «criatura», pensando que así consolidan su propia
herejía. En efecto, vuelven a dar a entender aquellas cosas y no se han
separado de sus perniciosos pensamientos, dándo vueltas y mareando de diversas
maneras las mismas ideas, para tal vez engañar a algunos en medio de semejante
confusión.
De este modo, aunque lo que hemos venido diciendo muestra también de forma inmejorable
que esta idea suya es necia, sin embargo, dado que han repetido machaconamente
por todas partes el texto tomado de los Proverbios y parecen decir algo
relevante cuando se encuentran entre muchos que desconocen la fe cristiana, es
también necesario examinar en sí misma la expresión creó, como hicimos con la
[frase] siendo fiel a quien lo ha hecho, para mostrar que,
tanto aquí como en todas partes, su interpretación no es más que una fantasía.
19. Veamos entonces primero aquellas
cosas que referían ai bienaventurado Alejandro, cuando estaban
dando forma a su herejía. Escribieron de esta manera, diciendo: «Es una
criatura, y sin embargo no es como una de las criaturas; es algo hecho, y sin
embargo no es como una de las cosas hechas; es lo engendrado, y sin embargo no
es como uno de los engendrados». Vea cada uno la malicia y el engaño de
esta herejía, pues consciente del sabor desagradable de su propia mala
intención, se esfuerza por embellecerse a sí misma con palabras convincentes.
De este modo, por un lado, dice lo que piensa: «Es una criatura», mientras que
por el otro cree poder esconderse, diciendo: «Y sin embargo no es como una de
las criaturas». Pero al haberlo escrito de esa manera han puesto todavía más
en evidencia su propia impiedad.
En efecto, si es simplemente una criatura como nosotros, ¿cómo es que
disimuláis diciendo: «Y sin embargo no es como una de las criaturas»? Y si es
simplemente algo hecho, ¿cómo no va a ser como una de las cosas hechas? En
estas cosas se puede contemplar también el veneno de la herejía, pues cuando
afirman: «Lo engendrado, y sin embargo no como uno de los engendrados», admiten
muchos hijos y declaran que el Señor es uno de ellos, de manera que ya no es
unigénito según ellos, sino que es llamado «lo engendrado» e «Hijo», como uno
entre muchos hermanos. ¿Qué necesidad hay entonces de este paripé, diciendo
por un lado que es una criatura y por otro que no es una criatura? Y por más
que digáis: «Y sin embargo no es como una de las criaturas», se mostrará que
semejante sofisma vuestro es absurdo, pues repetís que es una de las criaturas
y, como verdaderos insensatos y ciegos, pensáis también acerca del Hijo el tipo
de cosas que uno podría decir acerca de las demás criaturas. ¿Pues qué clase de
criatura es ésta que es también distinta de ellas, una criatura que ha llegado
a ser algo
Toda la creación que vemos ha llegado a existir en seis días: en el primero la
luz, que llamó día; en el segundo el firmamento; en el tercero, después de
haber reunido las aguas, mostró la tierra seca y produjo los múltiples frutos
que hay en ella; en el cuarto hizo el sol, la luna y el grupo de las estrellas;
en el quinto estableció el nacimiento de los animales del mar y de los seres
alados del cielo; en el sexto hizo los cuadrúpedos que están sobre la cierra y
después al hombre. Lo invisible de Él desde la creación del
mundo es contemplado por el entendimiento en sus criatura, y ni la luz es
como la noche, ni el sol es corno la luna, ni las cosas que carecen de racionalidad
son como el hombre racional. Tampoco los ángeles son como los tronos, ni éstos
como las potestades, sino que todas ellas son criaturas y cada uno de los seres
creados es y permanece en su propia sustancia, tal como haya sido creado, según
su especie.
20. Por consiguiente, o bien el Logos
debe ser separado de las cosas que han sido hechas, restituido al Padre como
Creador y reconocido como Hijo por naturaleza, o bien, si es simplemente una
criatura, hay que reconocer que ocupa el mismo puesto que ocupan las demás
criaturas, unas relacionadas con otras; y dígase entonces de todas y cada una
de ellas que son una criatura y sin embargo no son una de las criaturas, y que
son algo engendrado o algo hecho y sin embargo no son como una de las cosas
hechas o engendradas (en efecto, habéis dicho que «engendrado» y «creado» son
lo mismo al haber escrito «engendrado o creado»). Y por más que el Hijo
exceda a las demás criaturas al compararlo, no deja de ser por ello menos
criatura que ellas, ya que incluso entre quienes son criaturas por
naturaleza se pueden encontrar algunas que exceden a otras. En este sentido,
una estrella excede a otra en resplandor y todas las demás se diferencian
entre sí al compararlas. Y no por ello unas son señoras mientras otras sirven a
las mejores, ni unas son causas creadoras mientras otras son creadas por
ellas, sino que a todas ellas pertenece por naturaleza el llegar a existir y
ser creadas, y todas confiesan a través de sí mismas a su propio Artífice,
como canta David: Los cielos refieren la gloria de Dios y el firmamento
pregona la obra de sus manos, y dice también Zorobabel, el sabio: Toda la
tierra llama a la verdad, y el cielo la alaba y toda la creación se estremece
y tiembla.
Si toda la tierra canta, bendice y teme al artífice y a la verdad, y por otro
lado su artífice es el Logos, quien Él mismo afirma: Yo soy la verdad,
entonces el Logos no es una criatura, sino el único propio del Padre, en quien
todas las cosas han sido dispuestas ordenadamente y el que es cantado por todos
como artífice. Así lo dice el Logos mismo: Pues yo estaba junto a Él
disponiendo ordenadamente, y también: Mi Padre trabaja hasta ahora y yo
también trabajo. El hasta ahora muestra que existe eternamente en el Padre
como Logos, pues es propio del Logos obrar las obras del Padre y no estar fuera
de Él.
21. Y si el Hijo obra las cosas que obra
el Padre y las cosas que crea el Hijo son criaturas del Padre, pero si resulta
que el Hijo es obra y criatura del Padre, entonces o bien el Hijo se obra a sí
mismo y va a ser creador de sí mismo (dado que todas las cosas que obra el
Padre son obras del Hijo), lo cual sería absurdo e imposible; o bien Él no
sería una obra ni una criatura
por ser el creador de las cosas del Padre y quien las obra. De este modo se
evita que el que es causa creadora aparezca haciendo en las cosas que son
hechas aquello que ha llegado a ser Él mismo, sobre todo porque tampoco es
capaz de hacerlo. En efecto, si el Hijo fue creado de la nada, como decís
vosotros, ¿cómo puede traer a la existencia como artífice aquellas cosas que
no existen? Y si, siendo una criatura, crea como artífice otras criaturas, se
pensará lo mismo de cada una de ellas, de modo que también ellas en algún
momento podrán ejercer de artífice.
Si queréis que esto sea así, ¿qué necesidad hay del Logos, cuando resulta que
las criaturas inferiores son susceptibles de ser creadas por las superiores, o
sencillamente cuando cada una de las cosas creadas podría escuchar a Dios decir
al principio: «Llega a ser», y también: «Sé hecha», y de esa manera ser
creada? Pero esto no aparece en la Escritura ni sería posible. Ninguna de
las cosas, en efecto, es causa creadora, ya que todo fue creado por medio del
Logos y no habría podido crear todas las cosas si el Logos mismo
hubiese sido una de las criaturas. Tampoco los ángeles pueden, en modo alguno,
crear como artífices, dado que también ellos son criaturas, por más que
Valentín, Marción y Basílides piensen tales cosas y vosotros les sigáis la
corriente. Tampoco el sol, al ser una criatura, podrá en algún momento hacer
que lo que exista no es, ni un hombre modelar a otro hombre, ni una piedra concebirá
a otra piedra, ni una madera hará crecer a otra madera, sino que es Dios quien
modela desde el vientre al hombre, coloca las montañas y hace
crecer la madera. Por su parte el hombre, al ser capaz de asimilar
conocimiento, compone esa materia, la transforma y trabaja lo que ya existe
conforme haya aprendido, y se alegra de que haya llegado a existir; y al
conocer su propia naturaleza, sabe invocar a Dios cuando carece de algo.
22. Por tanto, si también Dios crea y
compone a partir de una materia que ya existe (y ésta es la concepción de los
griegos) entonces Dios tendría que ser llamado artesano en vez
de creador. Trabaje así entonces el Logos la materia, mandado por Dios y
sometido a ÉL Pero si Dios llama a la existencia a las cosas que no son por
medio de su propio Logos, entonces el Logos no pertenece a las cosas que no son
y son llamadas a existir, de modo que no hay por qué buscar otro logos por
medio del cual el Logos haya sido llamado a la existencia (en efecto, aquello
que no es siempre llega a existir en un logos). Y si Dios crea y hace las
cosas por medio del Logos, entonces Él no pertenece a las cosas que han sido
hechas y creadas, sino que más bien es Logos del Padre creador. De hecho, el
Logos es conocido también a partir de las obras del Padre, obras que el Logos
mismo hace, porque Él está en el Padre y el Padre está en Él y porque quien lo
ha visto ha visto al Padre. Esto se debe al carácter propio de
su sustancia y a la semejanza del Hijo al Padre en todo.
¿ Cómo puede entonces crear por medio de Él, si
no es su Logos y Sabiduría? ¿Y cómo podría ser Logos y Sabiduría, si no es lo
propio engendrado de su sustancia, sino que también Él ha sido creado de la
nada? Y si todas las cosas son creadas de la nada y son criaturas, y el Hijo,
según ellos, también es una de las criaturas y de las cosas que en un tiempo no
existieron, ¿cómo va a revelar al Padre sólo Él, y nadie más, si no es porque
sólo Él conoce al Padre? Pues si es posible que el Logos, siendo
algo hecho, conozca al Padre, entonces debe ser conocido también por todas las
cosas de forma análoga (según su propia capacidad), ya que todas ellas son
criaturas ai igual que el Logos. Pero si las cosas creadas no son capaces de
ver y conocer al Padre, sino que la visión y el conocimiento
de Dios superan todas las cosas (pues Dios mismo dijo: Ninguno verá mi rostro y
vivirá, y el Hijo ha dicho a su vez: Nadie conoce al Padre sino el Hijo),
entonces el Logos tendría que ser distinto de las cosas creadas, por ser el
único que conoce y el único que ve al Padre, como Él dijo: No que alguno
haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre, y también:
Nadie conoce al Padre sino el Hijo, por más que Arrio no opine lo
mismo.
Por tanto, ¿cómo es que lo conoció Él sólo, si no es porque el Logos era el
único propio de Dios? ¿Y cómo podría haber sido propio del Padre, si el que
procede de Él fuese una criatura y no un hijo verdadero? En efecto, no hay por
qué vacilar en repetir las mismas cosas, aunque sea muchas veces, cuando está
en juego la piedad. Es contrario a la piedad pensar que el Hijo es como todas
las cosas, y es blasfemo y estúpido decir: «Es una criatura y sin embargo no
es como una de las criaturas; es algo hecho, y sin embargo no es como una de
las cosas hechas; es engendrado, y sin embargo no es como una de las cosas que
han sido engendradas». En efecto, ¿cómo no va a ser el Logos como una de
ellas, si resulta que, según ellos, no existía antes de ser engendrado?
Ciertamente, es propio de las criaturas y de las cosas que han sido hechas el
no existir antes de ser creadas y el adquirir consistencia a partir de la nada,
por más que superen a las demás en gloria (pues se podrá descubrir que en esto
difieren todas las demás criaturas unas de otras, como muestran los casos que
hemos visto).
23. Y si, de acuerdo con los herejes,
el Logos fuese de veras una criatura o algo hecho, si bien no como una de las
criaturas por el hecho de distinguirse de ellas en gloria, la Escritura
debería haber indicado y mostrado, a la hora de comparar
el Logos con las criaturas en términos de excelencia, en qué sentido había que
decir que Él es mayor que los arcángeles, más precioso que los tronos, más
resplandeciente que el sol y la luna y mayor que los cielos. Pero el Logos
no viene ahora definido así, sino que el Padre muestra que es Hijo suyo propio
y único, cuando dice: Hijo mío eres tú, y también: Éste es mi
Hijo, el amado, en quien me he complacido. Y por esta razón
también los ángeles le servían como a alguien que es distinto de ellos, y es
adorado por ellos no como alguien mayor en gloria, sino como alguien que es
distinto de todas las criaturas y de ellos mismos, al ser el único que es
sustancialmente Hijo propio del Padre. En efecto, si le hubiesen adorado
como alguien que les excede en gloria, habría sido también necesario que cada
uno de los inferiores adorase al superior. Pero esto no sucede así, ya que una
criatura no adora a otra criatura, sino un siervo a su dueño y una criatura a
Dios.
Por esta razón Pedro, el apóstol, cuando Cornelio quería adorarle, se lo
impide diciendo: También yo soy un hombre, y también en el
Apocalipsis un ángel se lo impide a Juan, que tiene la misma intención,
diciendo: Cuida de no hacerlo, pues soy siervo junto a ti, tus hermanos los
profetas y aquellos que guardan las palabras de este libro, adora a
Dios. Por consiguiente, ser adorado es algo que pertenece
únicamente a Dios. Y esto lo saben incluso los mismos ángeles, porque, aunque
excedan a los demás en glorias, no obstante son todos ellos criaturas y no
pertenecen al número de quienes son adorados, sino al de quienes adoran al
Señor. Por esta razón un ángel impidió a Manóah, padre de Salomón, que le
ofreciera el sacrificio que quería hacerle, diciéndole: No a mí, sino a Dios
has de ofrecerlo. El Señor, por el contrario, es adorado tambien
por los ángeles (pues está escrito: Y que le adoren a Él todos los ángeles de
Dios), por todos los pueblos (como dice Isaías: Egipto los produjo, y los
comercios de Etiopía y los hombres de Saba de elevada estatura los llevan
hasta ti y serán esclavos tuyos, e inmediatamente después: Y te adorarán y en
ti rezarán, porque en ti está Dios y no hay un Dios sino el tuyo)
y acepta que los discípulos le adoren, y les confirma quien es, diciendo: ¿No
me llamáis a mí Señor y Maestro? Lo decís bien, pues lo soy. Y cuando Tomás le
dice: Señor mío y Dios mío, se lo permite decir e incluso lo acepta
sin impedírselo, porque Él es, como los demás profetas dijeron, y David
cantó, Señor de las potencia y Sabaot (que traducido significa «Señor de
los ejércitos»), y Dios verdadero y todopoderoso, aunque los ancianos revienten
ellos mismos con estas cosas.
24. Además tampoco habría sido adorado, ni se habrían dicho estas cosas del
Logos, si fuese simplemente una de las criaturas. Ahora bien, puesto que no es
una criatura, sino lo engendrado propio de la sustancia del Dios, que es
adorado, y es Hijo por naturaleza, por esta razón es adorado y confesado como
Dios y es Señor de los ejércitos, tiene autoridad y es omnipotente como el
Padre. En efecto, Él dijo: Todo cuanto tiene el Padre es mío. Es
ciertamente propio del Hijo tener las cosas del Padre y ser semejante a Él, de
modo que en el Hijo se contempla al Padre; por medio de Hijo han sido hechas
todas las cosas y en el Hijo tiene lugar y consiste la salvación de todos.
Por tanto, es bueno que los arrianos se
pregunten también esto, para que así quede más patente todavía la refutación
de su herejía: si todas las cosas son criaturas y todas tienen su consistencia
a partir de la nada y resulta que el Hijo mismo es también, según vosotros, una
criatura, algo hecho y uno de aquellos que en un tiempo no existía, ¿por qué
hizo Dios todas las cosas únicamente por medio del Hijo y sin Él no se hizo nada? O bien, ¿por qué, cuando se habla de «todas las cosas», uno no
piensa que se está diciendo que el Hijo está incluido en ellas, sino que se
refiere a las cosas creadas, y cuando las Escrituras hablan del Logos no
piensan que Él esté incluido en todas las cosas, sino que a Él, en quien el
Padre lleva a cabo y obra la provisión y salvación de todas las cosas, lo
colocan junto al Padre, máxime cuando todas las cosas son capaces de llegar a
existir por obra del mismo mandato por medio del cual el Logos ha llegado a
existir procediendo del único Dios?
En efecto, Dios no se cansa al mandar ni se
debilita al crear todas las cosas, como si por sí solo únicamente pudiese crear
al Hijo, pero para la creación de las demás cosas necesitara de la asistencia
y ayuda del Hijo. En verdad, no hay nada en absoluto que impida que aquello que
Dios quiera sea creado, sino que con sólo haberlo querido han adquirido su consistencia
todas las cosas y nadie ha resistido su querer. Así pues, que me
expliquen por qué razón no fueron creadas todas las cosas solamente por Dios,
mediante el mismo mandato por el que también fue creado el Hijo, o por qué todo
ha llegado a pertenecer al Logos, sí resulta que también Él ha sido creado.
Responden toda clase de absurdos. Y, a pesar de todo, dicen al respecto que
el Dios del universo, cuando quiere crear la naturaleza creada, como ve que no
es capaz de participar del arte puro de Dios y de su obra de artífice, primero
hace y crea Él solo únicamente a uno, al que llama Hijo y Logos,
de manera que, al haber llegado a estar en medio, de este modo, en adelante,
todas las cosas puedan ser creadas por medio
de Él. Y no sólo han dicho estas cosas, sino que Eusebio, Arrio y Asterio, el llamado
sacrificado! se han atrevido incluso a escribirlas.
25. ¿Cómo, pues, no iba a poder
advertir uno finalmente, a partir de estas afirmaciones, su impiedad, de la
cual no se avergüenzan, al estar mezclada en ellos con mucha falta de juicio, despotricando
embriagadamente de esa manera contra la verdad? En efecto, si dicen que Dios,
en razón del cansancio que supone la creación de las demás criaturas, ha creado
únicamente ai Hijo, toda la creación les recriminará por pronunciar cosas
indignas acerca de Dios, cuando además Isaías ha dejado escrito: El Dios
eterno, que ha dispuesto las cumbres de la tierra, no tendrá hambre ni se
sentirá cansado, ni será posible descubrir su pensamiento. Y
si Dios creó únicamente ai Hijo, porque consideraba indigno crear las demás cosas
y confió el resto al Hijo en calidad de ayudante, también esto es indigno de
Dios, porque no hay soberbia en Dios.
Pero
en cualquier caso el Señor los avergonzó, cuando dijo: ¿Acaso no se compran dos
gorriones por un as? Y no cae uno de ellos en tierra sin que lo quiera vuestro
Padre que está en los cielos; y en otra ocasión: No estéis
preocupados por vuestra alma, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os
vestiréis. ¿Acaso no es más el alma que la comida y el cuerpo que el vestido?
Fijaos en los pájaros del cielo que no siembran ni siegan ni reúnen la cosecha
en el granero, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros más
importantes que ellos? ¿ Y quién de entre vosotros por preocuparse puede añadir
una sola medida a su edad? Y en lo que respecta al vestido, ¿por qué os
preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo: no se fatigan ni
preocupan, y en cambio os digo que ni
26. Por otra parte, uno también podría
igualmente refutarles su estupidez, ya que si el Logos es de naturaleza creada
y esta naturaleza es incapaz de albergar la actividad propia de Dios, ¿cómo es
que el Logos, como decís vosotros, fue el único entre todos capaz de ser creado
por la sustancia de Dios, que es increada y absolutamente simple? En efecto, es
preciso o bien que, al ser el Logos capaz, toda criatura también lo sea, o bien
que, al ser todas incapaces, también el Logos lo sea, dado que, según vosotros,
también Él es una de las criaturas. Y, por lo mismo, si, al ser la
naturaleza creada incapaz de participar de la actividad de Dios, hubo
necesidad de un mediador, y resulta que el Logos es creado y criatura, entonces
es absolutamente obligado que haya necesidad de un mediador también en el caso
de la creación del Logos por el Artífice, pues también el Logos es una
criatura y tiene una naturaleza
creada que no es capaz de participar directamente de la obra creadora de Dios,
sino que necesita de un mediador. Pero también encontraría uno un mediador de
éste último, y a su vez haría falta otro mediador para aquél, y, a base de avanzar
así y seguir el razonamiento, uno se encontrará con una grata
muchedumbre de mediadores que se suceden unos a otros. Y de esta manera no
sería posible que la creación tuviera consistencia, ya que siempre necesita de
un mediador, y un mediador no puede ser creado sin otro, dado que todas las
cosas son de naturaleza creada, y esta naturaleza no es capaz de participar
directamente de la obra creadora de Dios, como vosotros decís.
¡De cuánta estupidez están repletos, pues les
lleva a pensar que las cosas que ya existen es imposible que hayan llegado a
existir! O quizá no se estén imaginando que no han sido creadas, pues siguen
buscando al mediador... En efecto, conforme a su manera de pensar, tan malvada
e impía, tampoco tendrían consistencia las cosas creadas, si no existiera un mediador.
27. Sin embargo dicen aquello: «He aquí
que, de hecho, por medio de Moisés hizo salir ai pueblo de Egipto y por medio
de él dio la Ley, aunque resultaba que Moisés era un hombre, de manera que es
posible que cosas semejantes sean creadas por medio de un semejante». Pero
habría sido conveniente que ellos dijesen esto cubriéndose, para no tener que
sufrir una gran vergüenza, ya que Moisés no era enviado para crear como
artífice, ni para llamar a la existencia a las cosas que no existían, ni para
modelar a sus semejantes los hombres, sino únicamente para transmitir como sirviente
las palabras al pueblo y al rey Faraón. Hay una gran diferencia en estas cosas,
ya que servir en calidad de siervo es propio de las criaturas, mientras que
hacer existir como artífice y crear es propio únicamente de Dios y de su propio
Logos y Sabiduría. Y por ello, no se podría encontrar a ningún otro que
creara excepto al Logos de
En cambio, para servir no hay uno sólo, sino que entre todos son muchos los que
el Señor puede enviar si lo desea, pues muchos arcángeles, tronos, potestades y
dominaciones y miles de millares y un número incontable le
asisten, dispuestos y preparados para ser enviados. También muchos
profetas, los doce apóstoles y Pablo, y no sólo Moisés mismo, sino también
Aarón junto con él y después otros setenta que fueron colmados del Espíritu
Santo. Y a Moisés le sucedió Josué, el hijo de Nun, y a aquél los Jueces, a
quienes también sucedieron no uno sino numerosos reyes. Por tanto, si el Hijo
fuese una criatura y una de las cosas creadas, habría sido necesario que
existieran muchos hijos semejantes, para que también Dios pudiese tener a
muchos de ellos como servidores, de igual manera que en los demás casos hay un
gran número.
Pero si esto no es lo que vemos, sino que las
criaturas son muchas, mientras que el Logos es uno sólo, ¿quién no estará de
acuerdo, también por esta razón, en que el Hijo se distingue de todas las
cosas y no tiene parangón con las criaturas, sino que se caracteriza por la
identidad con el Padre? De aquí se sigue que tampoco existen muchos logos, sino
únicamente un solo Logos del único Padre y una sola imagen del único Dios. A pesar de todo dicen: «He aquí que el sol y la tierra son también únicos». ¡Necios!
Que digan que también el agua es una y que el fuego es uno sólo, y así escuchen
en respuesta que cada una de las cosas creadas es única según su propia
sustancia, mientras que ninguna de ellas se basta a sí misma, ni es
aisladamente suficiente, para el servicio y asistencia que le ha sido
encomendado. En efecto Dios dijo: Que sean creados los luceros en el
firmamento del cielo para iluminar la tierra,
que separen el día de la noche y que permanezcan como signos de los tiempos,
de los días y de los años. Y añade luego: E hizo Dios los dos
grandes luceros, el más grande para regir el día y el más pequeño para regir la
noche, y las estrellas; y los colocó en el firmamento del cielo para que brillaran
sobre la tierra y para regir el día y la noche.
28. He aquí que hay muchos luceros y no
sólo el sol y la luna, sino que cada cual es uno conforme a su sustancia, y el
servicio que prestan es único y común, ya que lo que le falta a cada uno es
suplido por otro, y de esta manera la necesidad de iluminar es llevada a cabo
por todos. Así el sol tiene capacidad para iluminar solamente el intervalo del
día y la luna el de la noche, y junto a ellos las estrellas van marcando los
tiempos y los años, y cada uno se convierte en un signo de los reclamos de la
necesidad. De igual manera la tierra no provee a todas las necesidades,
sino que se limita a los frutos y sirve de alimento para aquellos que viven en
ella, y el firmamento sirve para separar las aguas de las aguas y como lugar para los luceros que hay en él. De modo similar también el fuego y
el agua fueron creados junto con las demás cosas para componer los cuerpos. Y
no son en absoluto uno solo, sino que cada uno de los seres creados, siendo
como miembros los unos de los otros y formando un solo cuerpo, contribuyen al
perfeccionamiento del mundo. Por consiguiente, si los arrianos suponen que
también el Hijo es de esta manera, que sean rechazados por todos, porque
piensan que el Logos es una parte del todo, y una parte no es capaz sin las
demás de prestar el servicio que le ha sido encomendado. Pero si esto resulta
claramente impío, deberán reconocer que el Logos no pertenece a las cosas
creadas, sino que es el único y propio Logos del Padre y el artífice de las
cosas creadas.
No obstante han dicho: "Es una criatura y
pertenece a las cosas creadas; ha aprendido a ser artífice como de un maestro
o artesano y de esta manera obedeció a Dios, que le había enseñado". En
efecto, el sofista Asterio, al haber aprendido a negar al Señor, se ha atrevido
a escribir estas cosas sin considerar el absurdo que se sigue de ellas.
Ciertamente, si el hecho de ser artífice es algo aprendido, deberán tener
cuidado, no sea que digan que tampoco Dios mismo es artífice por naturaleza,
sino por conocimiento adquirido, de manera que sea algo que pueda venir a darse
fuera de Él. Además, si la Sabiduría de Dios obtuvo por aprendizaje la
capacidad de ser artífice, ¿cómo va a ser entonces Sabiduría si necesita
aprender? ¿Y qué era entonces antes de aprender (pues no era Sabiduría al estar
falta de aprendizaje)? Tenía que ser ciertamente algo vacío y no es entonces
sustancialmente Sabiduría, sino que tiene el nombre de Sabiduría en base al
progreso que realiza, y será Sabiduría tanto tiempo como sea capaz de preservar
lo que ha aprendido. En verdad, lo que ha sobrevenido a uno y no es por
naturaleza, sino por aprendizaje, es susceptible de ser también olvidado alguna
vez. Ahora bien, decir semejantes cosas acerca del Logos no es propio de los
cristianos, sino de los griegos.
29. En efecto, si el hecho de ser
artífice sobreviene a uno por aprendizaje, los estúpidos arrianos introducen en
Dios envidia o incluso debilidad. Envidia, porque no enseñó a muchos artífices,
de modo que hubiera muchos artífices en torno suyo como también son muchos los
arcángeles y los ángeles; y debilidad, porque no fue capaz de crear Él solo,
sino que tuvo necesidad de un colaborador o un subordinado. Y así, a pesar de
que ya ha sido mostrado que la naturaleza creada pudo ser creada por Dios solo,
si es cierto, como ellos dicen, también el Hijo, como criatura, pudo ser creado
por Dios solo. Sin embargo Dios no necesita de nadie. ¡En absoluto! Él
mismo dijo: Nada me
Pero si el Hijo, según vosotros, llegó a existir para crear aquellas cosas que
vienen después de Él, y resulta que el Padre trabaja también después que el
Hijo, entonces, de acuerdo con lo que decís vosotros y esto otro, está de más
la creación de un Hijo semejante. Pues de otra manera, si quiere
simplemente crearnos a nosotros, ¿por qué entonces el Padre busca un mediador,
como si su voluntad no bastase para dar consistencia a aquellas cosas que a Él
le parezcan? Así dice la Escritura: Hizo todas las cosas que quiso,
y también: ¿Quién se resistió a su voluntad? Si la voluntad es suficiente
por sí misma para crear todas las cosas, resulta entonces otra vez, según
vosotros, que está de más la necesidad de un mediador, y el ejemplo que
pusisteis de Moisés, el sol y la luna se muestra inadecuado, y además se ha
vuelto también contra vosotros. [ Si al querer crear la naturaleza creada y
habiendo deliberado sobre ella, Dios concibe y crea al Hijo para que nos cree
a nosotros como artífice, como decís vosotros, examinad cuánta impiedad os
habéis atrevido a pronunciar.
30. En primer lugar, porque parece más
que el Hijo mismo ha sido creado por causa nuestra, y no nosotros por causa de
Él; en realidad no hemos sido creados por causa suya, sino que Él ha sido hecho
por causa nuestra; de esta forma el Hijo está más agradecido a nosotros que
nosotros a Él, como lo está la mujer al varón, pues la Escritura dice: No fue
creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por
Y si esto es así, quizá el Padre ni siquiera quería crear al Hijo, ya que no lo
creó porque lo quería a Él, sino que lo creó por causa nuestra (porque nos
quería a nosotros) y lo concibió en su pensamiento después que a nosotros. De
este modo, de acuerdo con los impíos, el Hijo, que ha sido creado, resulta
después algo accesorio, una vez que han sido creadas aquellas cosas por las
cuales Él fue creado como instrumento. Pero si el Hijo fue creado
únicamente por el Padre por ser el único capaz de ser creado así, y nosotros en
cambio fuimos creados por el Logos al no poder ser creados de esa manera, ¿por
qué razón no delibera también primero acerca del Hijo, en vez de acerca de
nosotros, si el Hijo es el único capaz de ser creado de esa manera? ¿O por qué
razón no considera al que es capaz antes que a los débiles?
¿O por qué razón, si crea primero
al Logos, no delibera también primero acerca de Él? ¿O por qué razón, si
delibera primero acerca de nosotros, no nos crea primero a nosotros, cuando su
voluntad es suficiente para dar consistencia a todas las cosas? En cambio,
resulta que crea primero al Logos, pero delibera primero acerca de nosotros y
nos quiere antes que al mediador; y a nosotros, queriéndonos crear y
deliberando acerca de nosotros, el Padre nos llama criaturas, mientras que a
Él, que lo creó por causa nuestra, lo llama Hijo, propio y heredero. Pero
entonces habría sido necesario más bien que nosotros, aquellos por quienes el
Padre hizo al Logos, fuésemos llamados hijos, o bien, al ser evidente que el
Logos es Hijo, que lo hubiese deseado y querido antes a Él, por causa del cual
nos hace a todos nosotros. Tales son, por tanto, los vómitos y nauseas de los
herejes.
31. Ciertamente no se debe silenciar la
doctrina de la verdad, sino que conviene, por encima de todo, incluso gritarla.
En efecto, el Logos de Dios no fue creado por causa nuestra, sino que más bien
fuimos nosotros los creados por causa suya, porque en Él fueron creadas todas
las cosas. Ni fue creado por causa de nuestra debilidad (porque
era capaz de ser creado por el Padre solo) con el fin de que fuéramos nosotros
creados por medio de Él como por medio de un instrumento. ¡De ningún modo! ¡No
es así! Pues incluso en el caso de que Dios no hubiese tenido la intención
de hacer a las criaturas, en modo alguno el Logos habría dejado de estar junto
a Dios y el Padre en Él. Es cierto que las criaturas no habrían podido ser
creadas sin el Logos, y así resulta que fueron creadas por medio de Él, como
corresponde. En efecto, dado que el Hijo es Logos propio de la sustancia del
Padre por naturaleza y procede de Él y existe en el Padre, como el mismo Hijo
dice, las cosas creadas no podrían haber sido creadas sí no es
por medio de Él. Así como la luz ilumina con su resplandor todas las
cosas y sin su resplandor no podría iluminar nada, de igual manera el Padre,
como por medio de una mano, creó en el Logos todas las cosas y no hace nada
sin ÉL Así lo recuerda también Moisés: Entonces dijo Dios: que sea creada la
luz, que se junten las aguas, que surja la tierra y hagamos al hombre.
Y así también canta el bienaventurado David: Él lo dijo y fueron creadas, lo
ordenó y fueron creadas.
Y no lo dijo para que un subordinado cualquiera lo escuchase, como sucede con
los hombres, y lo realizase, después de haber comprendido la voluntad de quien
le habla y marchase. En verdad, esto es propio de las criaturas, pero no es
adecuado pensarlo y decirlo en el caso del Logos, dado que el Logos de Dios es
artífice y hacedor y la decisión es del Padre.
Por eso la Sagrada Escritura no ha dicho que
escuchó y que, al escuchar, respondió preguntando cómo o qué clase de criaturas
quería que fueran creadas, sino que Dios únicamente dijo: Que sea creada, y
añadió: Y asi fue, pues lo intentado y querido por Dios fue
inmediatamente creado y llevado a término por el Logos. En efecto, cuando
Dios da órdenes a otros, bien sean ángeles, o conversa con Moisés o hace una
promesa a Abrahán, es entonces cuando el que escucha responde, y uno dice: ¿Cómo voy a saberlo?, otro afirma: Escoge a otro; y
en otra ocasión: Si me preguntan cuál es tu nombre ¿qué les respondo?;
y el ángel le decía a Zacarías: Esto dice el Señor,
mientras que al Señor le pregunta: Señor todopoderoso, ¿hasta cuándo vas a
dejar de apiadarte de Jerusalén?, esperando escuchar
palabras favorables y consoladoras. Esto sucede porque cada
uno de ellos tiene por mediador al Logos y a la Sabiduría, que conoce la
voluntad del Padre. En cambio, cuando
32.A partir de todo esto es posible
comprender cómo los arrianos no se están enfrentando a nosotros en la contienda
acerca de su herejía, sino que dan la impresión de enfrentarse a nosotros
cuando en realidad están luchando contra la divinidad misma. En efecto, si la
voz que dice: Éste es mi Hijo, fuese nuestra, poca cosa supondría para ellos
nuestro reproche. En cambio, si se trata de la voz del Padre y los apóstoles
también la escucharon, y el Hijo mismo dice de sí mismo: Antes que a todos los
montes me engendró, ¿cómo no van a estar combatiendo ahora ellos también a
Dios, al igual que nos cuenta la mitología que hacían los Gigantes,
cuando, como dice el Salmista, tienen la lengua como espada punzante e inclinada
a la impiedad? Ciertamente ni temen la voz del Padre ni tienen
consideración con las palabras del Salvador. Y tampoco han dado crédito a los
santos, a pesar de que uno de ellos escribe: El cual es resplandor de la gloria
del Padre e impronta
de su hipóstasis, y también: Cristo fuerza de Dios y Sabiduría de
Dios ; otro canta: Porque en Ti está la fuente de la vida, en tu
luz veremos la luz, y también: Todo lo hiciste en la Sabiduría; los profetas
dicen: Y me vino la palabra del Señor; y Juan: En el principio existía el
Logos; y Lucas: De la misma manera que también nos transmitieron
a nosotros los que fueron testigos oculares desde el principio y servidores del
Logos; y también David, de modo similar: Envió a su Logos y los
curó.
Todo esto pone en evidencia a la herejía
arriana por doquier, y muestra la eternidad del Logos, y que no es algo ajeno
sino propio de la sustancia del Padre. En efecto, ¿cuándo ha visto alguien la
luz sin su resplandor? ¿O quién se atreve a decir que la impronta de la
hipóstasis es algo diferente? ¿O cómo no va a estar loco de remate el que
piense, aunque sólo sea en su ánimo, que Dios puede estar privado en algún
momento de Logos y de Sabiduría? Como la naturaleza humana es
incapaz de comprender a Dios, la Escritura puso tales ejemplos e imágenes para
que pudiésemos pensar sobre Él en la medida en que es posible, aunque sea poco
y oscuramente. Y así como la creación y la providencia bastan para conocer
la existencia de Dios (pues a partir de la grandeza y la belleza y de la creación del mundo se contempla por analogía al creador) y no aprendemos a base de exigir voces a estas cosas, sino que lo creemos
escuchando las Escrituras; y al contemplar el orden mismo y la armonía de todas
las cosas, llegamos a la conclusión
de que existe un Dios creador y dueño de todas ellas, y comprendemos su
providencia y el maravilloso gobierno de todas las cosas; lo mismo ocurre
respecto a la divinidad del Hijo: puesto que bastan las palabras que se han
citado anteriormente, está de más, o incluso más bien rebosa locura, poner en
duda y preguntar al estilo de los herejes: «¿Cómo es entonces posible que el
Hijo exista eternamente? ¿O cómo puede proceder de la sustancia del Padre y no
ser una parte?, pues lo que se dice que proviene de algo es parte suya y lo que
ha sido dividido en partes ya no es algo completo».
33. Tales son las astutas artimañas de
los heterodoxos. Y aunque en lo precedente nos hayamos adelantado a refutar la
falta de lógica que esconden sus argumentos, no obstante también el significado
preciso de las palabras y el sentido de los ejemplos refutan la oscuridad de su
infame doctrina. En efecto, vemos que el Logos existe siempre, que procede
y es propio de la sustancia de Aquél de quien también es el Logos y que no hay
en Él un antes y un después. Y vemos que el resplandor que procede del sol es
propio de él, que la sustancia del sol ni se separa ni disminuye, sino que
permanece íntegra y que el resplandor es perfecto, íntegro y no disminuye la
sustancia de la luz, sino que coexiste con ella, como aquello que es
verdaderamente lo engendrado de ella. Vemos también que el Hijo no es
engendrado de fuera, sino que ha sido engendrado del Padre, que el Padre
permanece íntegro y que la impronta de la hipóstasis es siempre semejante y
vive como imagen invariable del Padre, de manera que, quien ve al Hijo, ve
también en Él la hipóstasis de la cual el Hijo es impronta. Y a
partir de la actividad de la impronta entendemos verdaderamente la divinidad
de la hipóstasis, pues el Salvador mismo enseñaba esto cuando decía: El Padre
que permanece en mí, El hace las obras que yo hago; Yo y el Padre
somos una sola cosa, y también: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí.
Por lo tanto, esta herejía que combate a Cristo
debe intentar primero examinar lo que sucede en los ejemplos que tenemos de
las cosas creadas, y debería decir: «el sol tuvo un tiempo sin su resplandor»,
o que «el resplandor no es propio de la sustancia de la luz», o bien que «es
propio, pero es una parte de la luz por vía de división». Y luego que a su vez
debe examinar al Logos y decir que es diferente del entendimiento,
o bien que «hubo un tiempo en que no existió», o que «no es propio de su
sustancia», o bien que «es una parte del Padre por vía de división». También
deberá reflexionar acerca de la impronta, de la luz y de la potencia, de la
misma manera que ha hecho en el caso del Logos y del resplandor, y entonces que
se inventen lo que les venga en gana. Pero si tal osadía se les presenta
imposible, ¿cómo no van a enloquecer sobremanera si en vano se lanzan hacia
aquellas cosas que superan a las criaturas y a su propia naturaleza e intentan
cosas imposibles?
34. En efecto, si incluso en el caso de
las cosas creadas y corporales se descubre que las cosas que han sido engendradas
no son una parte de las sustancias de las que proceden, que no han sido
constituidas mediante pasión y que no menguan la sustancia de sus
progenitores, ¿cómo no van a enloquecer entonces, cuando buscan y postulan
partes en el caso del Dios incorpóreo y verdadero y atribuyen pasiones y divisiones
al Dios impasible y que no cambia, con el propósito de inquietar los oídos de
aquellos que son incautos y alejarlos de la verdad? En efecto, ¿quién, al
oír «Hijo», no se representa en
su ánimo lo propio de la sustancia del Padre? ¿Quién que haya escuchado, cuando
era catequizado al principio, que Dios tiene un Hijo y que ha hecho todas las
cosas con su propio Logos, no lo habría entendido de la misma manera que nosotros
ahora? ¿Quién, una vez surgida la infame herejía de los arrianos, nada más
haber escuchado las cosas que dicen, no se ha extrañado de cuanto están
diciendo y sembrando además cosas diferentes y contrarias a la palabra sembrada
desde el principio?.
Lo sembrado en cada una de las almas desde el principio es que Dios tiene un
Hijo, el Logos, la Sabiduría, la potencia, y que es imagen y resplandor suyo.
De todo lo dicho se sigue, natural e inmediatamente, que lo engendrado de la
sustancia es «siempre», «procedente del Padre», «semejante» y «eterno», y en
nada de ello hay la más mínima idea de «criatura» o «cosa hecha». Pero
cuando un hombre enemigo, estando dormidos los hombres,
sembró además aquello de «criatura», «hubo un tiempo en que no existió» y
«¿cómo puede... ?», fue entonces cuando la perversa herejía de los que combaten
a Cristo se convirtió en adelante como en cizaña, y acto seguido, como carentes
de todo recto entendimiento, andan merodeando como los bandidos y se atreven a
decir: «¿Cómo puede el Hijo coexistir eternamente con el Padre? En efecto,
pasado un tiempo también unos hombres llegan a ser hijos de otros, y así el
padre tiene treinta años mientras que el hijo engendrado comienza a existir
entonces. Y en todos los casos, sin excepción, un hijo de hombre no existe
antes de haber sido engendrado». Y también murmuran de la siguiente manera:
«¿Cómo puede el Hijo ser Logos, o el Logos imagen de Dios? Pues la palabra de los hombres, que se compone de sílabas,
únicamente expresa la voluntad de quien la ha dicho y cesa enseguida y se
desvanece».
35. Ellos, por tanto, como quienes han
olvidado las anteriores refutaciones que se han hecho contra ellos, se enredan
nuevamente a sí mismos con semejantes cadenas de impiedad y meditan tales
cosas, pero el argumento de la verdad les refuta de la siguiente manera: Si
están considerando el caso de un hombre cualquiera, entonces que reflexionen
humanamente acerca de su palabra y de su hijo; pero si se trata de Dios, que ha
creado a los hombres, entonces no deberán discurrir ya humanamente, sino de
otra manera que supere la naturaleza de los hombres. En efecto, tal como
sea el que engendra también habrá de ser por fuerza lo engendrado, y tal como
sea el padre de la palabra también habrá de ser su palabra. De este modo, un
hombre que ha sido engendrado en el tiempo engendra también él en el tiempo a
su hijo, y como procede de la nada también cesa su palabra y no permanece. Sin
embargo, Dios no es como los hombres (y esto lo dice
la Escritura), sino que es el que es y existe siempre, y por esta
razón también el ser de su Logos es existir, y existe eternamente junto al Padre
como el resplandor de la luz.
Por otro lado, la palabra de los hombres está compuesta de sílabas y ni vive ni
actúa nada, sino que únicamente es expresión del pensamiento del que habla; y
una vez que ha salido y ocurrido, ya no aparece más, pues tampoco existía en
modo alguno antes de ser pronunciada. Por esta razón, la palabra de los hombres
ni vive ni actúa ni es en modo alguno un hombre, y esto sucede, como ya he
dicho, porque el hombre que la engendra tiene una naturaleza que procede de la
nada. En cambio, el Logos de Dios no es, como alguno podría decir, algo
proferido, ni un ruido de palabras, ni el Hijo es aquello que Dios
ordenó, sino que es el perfecto engendrado del que es perfecto, como lo es el
resplandor de la luz. Por lo cual también es Dios e imagen de Dios (la
Escritura, en efecto, dice que el Logos era Dios), mientras que
las palabras de los hombres no dan origen a ninguna actividad; y por ello el
hombre tampoco trabaja por medio de su palabra, sino por medio de sus manos,
porque éstas existen mientras que las palabras no tienen consistencia. En
cambio, el Logos de Dios, como dijo el Apóstol, es el Logos de Dios viviente y
activo, más tajante que toda espada de doble filo y alcanza hasta la separación
del alma y el espíritu, de las articulaciones y los tuétanos, y juzga los
deseos y pensamientos del corazón; y no hay creación oculta a sus ojos, sino
que todas las cosas están desnudas y manifiestas a los ojos de Aquél a quien
hemos de dar cuenta. Así pues, el Logos es el artífice, sin El no
se hizo nada y no hay nada capaz de ser creado sin Él.
36. No hace falta preguntar: «¿Por qué
razón el Logos de Dios no es igual que nuestra palabra?». Por la sencilla razón
de que Dios tampoco es exactamente igual que nosotros, como ya se ha dicho. Y
tampoco es apropiado preguntar: «¿Cómo procede de Dios el Logos? ¿Cómo es
resplandor de Dios?». O bien: «¿Cómo engendra Dios y qué clase de generación
es la de Dios?». En efecto, uno se volvería loco al atreverse a algo
semejante, porque estaría considerando posible traducir para sí, en palabras,
un hecho inefable propio de la naturaleza de Dios y conocido únicamente por
Dios y por el Hijo. Es, en efecto, el mismo caso de quienes preguntan: «¿Dónde
está Dios? ¿Cómo es Dios? ¿Y qué clase de cosa es el Padre?». Y al igual que
preguntar cosas semejantes es impío y propio de quienes desconocen a Dios, de
igual manera no es lícito tampoco tener semejantes pretensiones acerca de la
generación
del Hijo de Dios, ni utilizar para Dios y su Sabiduría la misma medida que
usan para su propia naturaleza y debilidad.
Sin embargo, no por ello hay que llegar a pensar en contra de la verdad ni se
debe dejar de creer en aquello que está en la Escritura cuando uno duda al
preguntarse sobre estas cosas. Es mejor que los que duden se callen y crean que
dejar de creer por tener dudas, dado que la persona que duda puede obtener
indulgencia de alguna manera, ya que, aunque se ha preguntado, no ha pasado de
ahí. Pero el que por dudar piensa lo que no se debe y pronuncia acerca de Dios
lo que no es digno de Él, tiene la pena de su osadía sin perdonar. Puede,
en efecto, obtener de las Sagradas Escrituras algún alivio a semejantes dudas,
de modo que entienda correctamente lo que está escrito, y pensar, tomando como
ejemplo nuestra palabra, que así como es propia y procede de nosotros y no es
una obra externa a nosotros, de igual manera también el Logos de Dios es propio
y procede del Padre, y, por otro lado, que no es algo hecho ni una palabra
como la de los hombres (porque entonces habría que entender a Dios como un
hombre).
Y he aquí, además, que las palabras de los
hombres son múltiples y variadas, según van pasando los días, y esto se debe a
que las palabras previas no permanecen sino que se esfuman. Esto sucede, a su
vez, porque los padres de estas palabras, al ser hombres, tienen años que pasan
y pensamientos que se suceden unos a otros, y pronuncian aquellas cosas que
piensan y consideran, de modo que tienen muchas palabras pero, después que
pasan, no tienen nada en absoluto, pues nada más haber dejado de hablar, la
palabra desaparece por completo. En cambio, el Logos de Dios es uno sólo y
el mismo, y, como está escrito, el Logos de Dios permanece para siempre,
al no cambiar ni venir antes o después de otra palabra, sino siendo
37. Por todo lo cual también me asombra
ver cómo, si Dios es uno sólo, éstos añaden, conforme a sus propias concepciones,
muchas imágenes, sabidurías y logos, y dicen que es otro el Logos propio del
Padre por naturaleza, y en dicho Logos ha hecho también al Hijo; en cambio el
Hijo, según su concepción, es Logos únicamente de nombre, como sucede cuando
es llamado «vid», «camino», «puerta» y «leño de la vida». También dicen que es llamado Sabiduría por
nombre, pero es ciertamente otra la Sabiduría verdadera y propia del Padre,
que coexiste con Él sin ser creada, en la cual creó también al Hijo, al que
llamó Sabiduría, al participar en la sustancia de aquella Sabiduría. Y
tales cosas no se han limitado a palabras, sino que Arrio las ha incluido en su
Thalia y el sofista Asterio, como ya dijimos anteriormente, las
ha escrito de esta manera: «Y no dijo el bienaventurado Pablo que predicaba a
Cristo como la potencia de Dios o la Sabiduría de Dios, sino
potencia y Sabiduría de Dios, sin añadir el artículo. Predicaba así que es
otra la potencia propia de Dios mismo, que es innata a Él y que coexiste con El
sin haber sido engendrada, la cual a su vez es generadora (pues evidentemente
engendra a Cristo) y artífice de todo el mundo. A ella se refiere cuando enseña
en la Epístola a los romanos: Lo invisible de Él desde la creación del mando es
contemplado por el entendimiento en sus criaturas, así como su eterna potencia
y divinidad. Pues así como ninguno diría que la divinidad que
aquí se menciona es Cristo, sino que se trata del Padre mismo, de
Y poco espues el mismo Asterio añade: «Y ciertamente su eterna potencia y Sabiduría, la cual los razonamientos verdaderos muestran que carece de principio y no es engendrada, ena entonces una sola y la misma, y en cambio serán muchas las sabidurías y potencias creadas, todas y cada una de ellas, por la Sabiduría, de las cuales Cristo es el primogénito y el unigénito. Es cierto que todas dependen de su dueño de un modo semejante y que todas son llamadas “potencias” de aquél que las ha creado y se sirve de ellas, como sucede, por ejemplo, cuando el profeta dice que la langosta, que surgió enviada por la divinidad a causa de los hombres, es es designada por Dios mismo no sólo potencia sino gran potencia, y el bienaventurado David, en muchos de sus salmos, ordena alabar a Dios no sólo en sus ángeles sino también en sus potencias. Aunque sólo hubiesen pronunciado esto, ¿cómo no van a ser completamente
merecedores de odio? Pues si no es Hiujo en razón dfe su generación del Padre y de
la eternidad de su sustancia, como ellos creen, sino que es llamado Logos a causa d elas criaturas que tienen palabra, y es denominado Sabiduría a causa de las criaturas que son instruidas en sabiduría y potencia a causa de las que tienen potencia, entonces no hay duda de que de alguna manera también fue llamado Hijo acausa de quienes han sido
hechos hijos, y quizá incluso se diga tambien que tiene el ser en cuanto que es
concebido en la mente
a causa de quienes existen. Así pues, entonces, ¿qué es Él? Pues no podría
ser ninguna de estas cosas, si lo es sólo de nombre, y entonces su existencia
es algo imaginado por nosotros y está adornado con estos nombres. Pero ésta es
más bien una falta de juicio incluso diabólica, o quizá más todavía, ya que
pretenden existir ellos realmente mientras piensan que el Logos de Dios existe
únicamente nominalmente.
¿Cómo no va ser también una de sus fantásticas
historias decir que la Sabiduría coexiste con el Padre y negar que sea el
Cristo y, en cambio, decir que hay múltiples potencias y sabidurías creadas y
que una de ellas es el Señor, el cual es equiparado por ellos con una oruga y
con una langosta? ¿Cómo no van a ser también unos malvados sí,
cuando nos escuchan decir que el Logos coexiste con el Padre, se ponen a murmurar
diciendo: «¿Entonces estáis hablando de dos que no han sido creados?», y en
cambio, cuando hablan de «su Sabiduría increada» no ven cómo les alcanza a
ellos mismos el insensato reproche, que precisamente ellos [nos] echan en cara?
¿Y cómo no va a ser también muy necia aquella otra concepción suya, la de
decir que la Sabiduría increada, que coexiste con Dios, es ella misma Dios? En
efecto, lo que coexiste no lo hace consigo mismo sino que coexiste con otro,
del mismo modo que los evangelistas dicen del Señor que estaba con sus discípulos,
pues no estaba consigo mismo, sino con sus discípulos. A no ser que digan que
Dios es algo compuesto, al tener una Sabiduría mezclada con su propia sustancia
o complementaria a ella, una Sabiduría que tampoco sea ella misma creada y
que ellos introducen como artífice del mundo con el fin de quitarle al Logos
también su función de artífice. Se esfuerzan por decir todas estas cosas para
no tener que pensar acerca del Hijo conforme a la verdad.
39. En efecto, ¿en qué lugar de la
Escritura han encontrado mencionado, o de quién han oído, que existiera otro
Logos y otra Sabiduría aparte de este Hijo, para inventarse semejantes cosas?
Es cierto que está escrito: ¿Acaso no son mis palabras como fuego?,
y, en el libro de los Proverbios: Os enseñaré mis palabras. Sin
embargo, estas palabras son mandamientos y preceptos que Dios ha dicho a los
santos por medio de su propio, único y verdadero Logos, y de ellas decía el
Salmista: Protegiste mis pasos de todo camino malvado, para que guardase tus palabras.
Y también el Salvador daba a entender que estas palabras eran distintas de
Él, cuando decía por boca de sí mismo: Las palabras que yo os he hablado.
No hay, pues, ninguna duda de que semejantes palabras no son seres engendrados
o hijos, ni son tantos los logos artífices, ni tantas las imágenes del único
Dios, ni tantos los que se han hecho hombre por nosotros. Y tampoco es cierto
que entre muchos semejantes uno sólo es quien ha llegado a ser hombre, como
dice Juan, sino que fue anunciado por Juan como el único Logos de Dios: El
Logos se hizo hombre, y también: Por Él llegaron a
ser todas las cosas.
[3] Estos testimonios, por lo tanto, están escritos
refiriéndose exclusivamente a nuestro Señor Jesucristo y a su unidad con el
Padre (y así uno muestra que el Hijo del Padre es uno sólo, y los santos, que
sabían esto, decían que el Logos era uno sólo y que era Unigénito), e indican
también las obras que han sido creadas por medio de Él: todas las visibles e
invisibles llegaron a ser por medio de Él y sin él no
se hizo nada. Ahora bien, en la Escritura no se encuentra ninguna
referencia a otro, ni en nombre ni en obra, o algún otro Logos o Sabiduría
como el que ellos se imaginan y modelan, sino que únicamente es mencionado por
los arrianos. Es, en efecto, una invención y suposición suya contra Cristo.
Se sirven del nombre de Logos y Sabiduría, e inventándose otros, niegan al verdadero
Logos de Dios y a la absoluta y única Sabiduría del Padre, y así ellos,
desdichados, emulan a los maniqueos. En efecto, también éstos, que ven las
obras de Dios, niegan que sea el único y verdadero Dios, y se modelan otro, del
cual no son capaces de encontrar referencia alguna en la Escritura, bien sea
acerca de su obra o de algún otro testimonio.
40. Por tanto, si en las Sagradas
Escrituras no se encuentra otra Sabiduría que no sea el Hijo ni hemos escuchado
otra cosa semejante de nuestros padres, y, por otro lado, los arrianos han
reconocido y escrito que la Sabiduría que coexiste con el Padre es increada, es
propia de Él y es artífice del mundo, entonces el Hijo mismo tendría que ser el
que, según ellos, coexiste eternamente con el Padre. En efecto, el Hijo es
también el artífice, como está escrito: Todas las cosas las hiciste en la
Sabiduría.
Incluso Asterio, como si se hubiese olvidado de aquello que escribió antes,
luego, involuntariamente como Caifás, cuando hace frente a los
griegos, ya no menciona varias sabidurías ni tampoco la langosta, sino que en
adelante reconoce que es una sola escribiendo así: «Dios es un solo Logos, mientras
que son muchas las criaturas dotadas de palabra; y una sola es la
sustancia y la naturaleza de la Sabiduría, mientras que son numerosas las
criaturas sabias y bellas». Y poco después vuelve a decir:
«¿Quiénes son aquellos a quienes corresponde la dignidad de ser designados
hijos de Dios? Pues ciertamente
no dirán que éstos son logos ni afirmarán que hay numerosas sabidurías, ya que
no es posible, cuando el Logos es uno sólo y ha sido probado que la Sabiduría
es una sola, repartir la sustancia del Logos entre una multitud de hijos y concederles
el sobrenombre de sabiduría».
Nada hay de extraño entonces, cuando los
arrianos luchan contra la verdad, en que también se equivoquen al hacerse
tropezar unos a otros con sus afirmaciones, ya que unas veces dicen que son
muchas las Sabidurías y otras veces afirman que es una sola; unas veces
equiparan la Sabiduría con la langosta y otras veces dicen que
coexiste con el Padre y es propia de Él; y en unas ocasiones dicen que el Padre
es el único increado y en otras que también su Sabiduría y su potencia son
increadas.
Se enfrentan a nosotros cuando decimos que el
Logos de Dios existe siempre, pero olvidan sus propias afirmaciones cuando
dicen que la Sabiduría coexiste con Dios sin haber sido creada. Así se aturden
en todo, negando la verdadera Sabiduría e inventándose la que no existe, de
igual modo que los maniqueos se modelan otro dios y niegan al Dios que
existe.
41. Sin embargo, escuchen los maniqueos
y las demás herejías que uno sólo es el Padre de Cristo, dueño y hacedor de la
creación por medio de su propio Logos. Escuchen particularmente quienes
adolecen de la locura de Arrio, que uno sólo es el Logos de Dios, el único Hijo
propio y genuino, porque procede de su sustancia y tiene inseparablemente
junto cón su propio Padre la unidad de la divinidad, como hemos dicho muchas
veces al haberlo aprendido del Salvador mismo.
Porque sí no es así, ¿por qué razón creó el Padre por medio del Logos y se revela en Él a quienes quiere y los ilumina? ¿O por qué
razón el Hijo es nombrado también juntamente con el Padre en la consagración
bautismal? En efecto, si
el Padre no se basta por sí mismo, esta fórmula sería impía, pero
si se basta es lícito preguntarse: ¿qué necesidad hay del Hijo ya sea en la
creación ya sea en este santo lavado? ¿Pues qué comunión cabe entre la criatura
y el creador? ¿O por qué aquello que ha sido hecho se enumera
junto con quien lo ha hecho a la hora de consagrar todas las
cosas? ¿O por qué, según vosotros, se transmite la fe en un solo
creador y en una sola criatura? Si es para ponernos
en contacto con la divinidad, ¿qué necesidad hay de la criatura?, mientras que
si es para unirnos al Hijo, que es una criatura, la mención del Hijo en el
Bautismo está de más según vosotros, ya que el mismo Dios (que lo ha hecho
Hijo) se basta para hacernos hijos a nosotros también. De otro modo, si el
Hijo es una criatura, al ser una sola la naturaleza de las criaturas dotadas de
palabra, ninguna ayuda podrá venir a las criaturas de parte de una criatura,
ya que todas están necesitadas de la gracia que proviene de Dios.
Por consiguiente, nos hemos adelantado a decir
algunas pocas cosas que derivan como consecuencia de la afirmación Por medio de
El fueron creadas todas las cosas. Sin embargo, ya que el curso de nuestra
argumentación nos ha llevado a hacer mención del santo Bautismo, es preciso
--así lo pienso y creo yo-- decir que no se menciona al Hijo junto con el Padre
como si el Padre no se bastase a sí mismo, y que no se trata tampoco en ningún
caso de una afirmación fortuita. Al contrario,
como es el Logos de Dios y su Sabiduría propia y, al ser su resplandor, existe
siempre con el Padre, por eso es imposible que al ser el Padre quien procure
la gracia, ésta no venga dada en el Hijo, pues el Hijo está en el Padre como el
resplandor en la luz. Dios, en efecto, no ha cimentado la tierra en su propia
Sabiduría, ni ha hecho todas las cosas en el Logos que procede de
Él, ni ha establecido sólidamente el santo lavado en
el Hijo como si estuviese falto de algo, sino como Padre, puesto que allí
donde está el Padre está también el Hijo, igual que allí donde está la luz está
el resplandor. Y así como aquello que obra el Padre lo lleva a cabo por medio
del Hijo y el Señor mismo dice: «Las cosas que veo hacer al Padre las hago
también yo», de la misma manera, a la hora de conceder el
Bautismo, el Hijo bautiza a aquél a quien el Padre bautiza, y aquél a quien el
Hijo bautiza es consagrado en el Espíritu Santo. Y de igual manera que, cuando
aparece el sol, uno podría decir también que el resplandor ilumina (pues la luz
es una sola y no es posible dividirla ni separarla), de igual manera allí donde
se encuentra el Padre o se le nombra está también sin duda alguna el Hijo. El
Padre es nombrado en el Bautismo, y, por lo tanto, es preciso que el Hijo sea
también nombrado juntamente con Él.
42. También por esta razón, cuando
hacía la promesa a los santos, les decía: Mi Padre y yo vendremos y haremos
morada junto a él, y también: Para que igual que tú y yo somos una sola cosa
también ellos sean una sola cosa en nosotros. Y la gracia que
se concede es una sola, al ser dada por el Padre en el Hijo, como escribe Pablo
a lo largo de todas sus cartas: La gracia y la paz de Dios nuestro Padre y de
Jesucristo
Pero
los arrianos corren el peligro de echar a perder también la plenitud del
misterio (me refiero ciertamente al Bautismo). En efecto, si la
consagración se concede en el nombre del Padre y del Hijo, y resulta que no
están nombrando al Padre verdadero (por estar negando al que procede de Él y es
semejante a su sustancia), y además están negando al Hijo verdadero y llaman
hijo a otro que se han inventado y que ha sido creado de la nada, ¿cómo no va a
ser absolutamente ineficaz y infructuoso el Bautismo que ellos confieren,
cuando tiene una pretensión, que en realidad no sirve de ninguna ayuda para la
piedad? Ciertamente los arrianos no lo confieren «en el nombre del Padre y del
Hijo», sino en el del «creador y de la criatura» y en el del «hacedor y de
algo hecho». De la misma manera que una criatura es algo distinto del Hijo,
así también el supuesto bautismo que ellos confieren sería algo distinto de la
verdad, por más que pretendan mencionar el nombre del Padre y del Hijo por el
hecho de estar en la Escritura. Pues el que dice «Señor», sin más, no confiere
el Bautismo,
sino aquél que, además de pronunciar el nombre, tiene una fe recta. Y por esta
misma razón el Salvador tampoco ordenó bautizar sin más, sino que dice
primero: Haced discípulos, y después añade así: Bautizad en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, de modo que a partir del
discipulado la fe sea recta y, juntamente con la fe, se conceda la consagración
bautismal.
43. Y así también ocurre con muchas
otras herejías. Al mencionar únicamente los nombres, pero no discurrir rectamente,
como ya se ha dicho, ni tener una fe saludable, también es infructuosa el agua
concedida por ellos, al carecer de piedad, de manera que quien es lavado por
ellos es más bien ensuciado por la impiedad que purificado de ella. Lo
mismo ocurre con los griegos, que aunque invocan a Dios con los labios, pueden
ser acusados de ateísmo, porque no conocen al Dios realmente existente y
verdadero, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. De igual modo los maniqueos,
frigios y los discípulos del de Samosata, aunque pronuncian los
nombres, no dejan de ser heréticos por ello.
Lo
mismo pasa luego también con aquellos que piensan como Arrio: aunque lean lo
que está en la Escritura y mencionen los nombres, engañan a quienes reciben de
ellos el bautismo, resultando ser así los más impíos de entre todas las
herejías, y poco a poco las van sobrepasando y las justifican con su verborrea.
Pues aquéllas afirman falsamente algo que va más allá de la verdad y tienen
una concepción equivocada del cuerpo [de Jesús], o bien diciendo que no ha
recibido la carne de María, o bien sencillamente que no murió ni llegó a ser
hombre, sino que únicamente se apareció como tal, pero sin serlo realmente, y
así parecía tener un cuerpo sin tenerlo en realidad y parecía tener apariencia
de hombre, cuando en
[5] Además, como lo que para ellos es un dogma
resulta nauseabundo para todos, toman como apoyo para el error de su herejía el
patrocinio humano, de modo que al verlo el que es más simple (o
incluso por temor) no comprenda lo nocivo de su perversa manera de pensar.
¿Cómo no van a ser entonces dignos de compasión quienes son engañados por
ellos? ¿O cómo no va a ser justo llorar por ellos, cuando por causa de los
placeres, en una ilusión momentánea, han traicionado lo que les conviene y se
han apartado de la esperanza venidera? Pues al pensar que reciben el Bautismo
en el nombre del que no existe, no habrán recibido nada en realidad, y al estar
asociados a una criatura, no recibirán ninguna ayuda de parte de la creación.
Y como creen en quien es sustancialmente desemejante y diferente del
Padre, no estarán unidos al Padre, porque no tienen al Hijo propio que procede
de Él por naturaleza, que es el que está en el Padre y Aquél en el cual también
está el Padre, como el mismo Hijo dijo. Al contrario, esos
desgraciados, al haber sido extraviados por los arrianos, se quedarán en
adelante solos y desprovistos de la divinidad. En efecto, cuando mueran no les
acompañará en modo alguno la fantasía de los que se encuentren sobre la tierra,
y cuando
44. Hasta este momento hemos tratado
separadamente estas cosas, antes de abordar la expresión de los Proverbios, haciendo
frente a las absurdas y fabulosas invenciones que proceden del corazón de los
arrianos. Así, una vez que sepan que no le cuadra al Hijo de Dios ser una
criatura, aprenderán a leer ellos también apropiadamente la expresión que se
encuentra en los Proverbios, la cual tiene también el mismo significado correcto.
En efecto, está escrito: El Señor me creó como pricipio de sus caminos
para sus obras. No obstante, puesto que se trata de proverbios y
han sido dichos de manera proverbial, no hay que tomar sin más la expresión
quedándose así en el sentido literal, sino buscar la persona de la que se trata
y de esta manera acomodar con piedad el sentido a la persona. En verdad lo que
se dice en los Proverbios no se dice abiertamente, sino que se anuncia
veladamente, como enseñaba el Señor mismo en el Evangelio de Juan, cuando
decía: Os he hablado estas cosas en parábolas; llega una hora en que ya no os
hablaré en parábolas, sino abiertamente. Así pues, hace
falta revelar el sentido de la expresión porque está velado, buscarlo y no
tomar sin más la expresión, como si se hubiese dicho llanamente, para evitar
que, al hacer una mala interpretación, nos alejemos de la verdad.
Por tanto, si lo que está escrito se refiere a un ángel o a algún
otro de los seres creados, entonces dígase la expresión creó, como si se
tratara de uno cualquiera de nosotros, que somos cosas que han sido hechas. En
cambio, si se trata de la Sabiduría
de Dios, en la cual todas las cosas creadas han sido hechas y que está
hablando de sí misma, ¿qué es necesario pensar sino que al decir creó, no lo
dice como algo opuesto a «engendró»? Tampoco la Sabiduría se está
colocando a sí misma entre las criaturas, como si se hubiese olvidado de que es
creadora y artífice, o como si ignorase la diferencia entre el creador y las
criaturas, sino que está dando a entender un sentido velado (y no llanamente),
como sucede en el caso de los proverbios. Aquel creó que inspiraba profetizar a
los santos, la Sabiduría lo explica poco después en un pasaje paralelo con
otras palabras, cuando afirma: La Sabiduría se construyó a sí misma una casa.
Y es evidente que la casa de la Sabiduría es nuestro propio cuerpo, y al
tomarlo, ha llegado a ser hombre. Y con toda razón dice Juan: El Logos llegó a
ser carne, mientras que por medio de Salomón la Sabiduría,
con cautela, no dice de sí misma: «Soy una criatura», sino tan sólo: £El Señor
me creó como principio de sus caminos para sus obras. Y tampoco
dice: «Me creó para existir», ni: «Tengo un principio y origen propios de una
criatura».
45. Así sucede también aquí, donde el
Logos no está hablando, por medio de Salomón, refiriéndose a la sustancia de su
divinidad ni a su generación eterna y genuina del Padre, sino que nuevamente se
refería a su humanidad y a su economía salvífica, que nos alcanza a nosotros.
Por esta razón, como ya he dicho antes, no dijo: «Soy una criatura», ni: «He
llegado a ser una criatura», sino únicamente: creó, En efecto, las criaturas,
al tener una sustancia creada, pertenecen al número de las cosas creadas y se
dice también que son creadas, y la criatura es creada en su totalidad. En
cambio, la palabra «creó», cuando se dice ella sola, no se refiere a la
sustancia en su totalidad o a la generación, sino que puede mostrar que algo
distinto llega
La
Sagrada Escritura conoce esta diferencia cuando dice de las criaturas: La
tierra ha sido repleta de tu creación, y también: La creación
gime y sufre juntamente; y en el Apocalipsis se afirma: Y pereció
una tercera parte de las criaturas que están en el mar, las que tienen alma;
y de igual manera dice Pablo: Toda criatura de Dios es buena y nada que se
reciba con acción de gracias es despreciable; y en la Sabiduría
está escrito: Y en tu Sabiduría preparaste al hombre para que dominase las
criaturas que han sido creadas por ti. Ciertamente dice que
éstas son criaturas y han sido creadas, como es posible oírlo también del
Señor, que dice: Desde el principio el creador los hizo varón y mujer. Moisés por su parte escribe en el cántico: Preguntad a los días que fueron
creados antes del tuyo, el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra, y
hasta un extremo del cielo. Y Pablo, en la Epístola a los colosenses, dice: El cual es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la
creación, porque en El fueron creadas todas las cosas, las visibles y las
invisibles, ya sea los tronos, las dominaciones, los principados o las
potestades; todo fue creado por medio de El y para El y Él existe antes que
todas las cosas.
46. Así pues, al estar repleta la
Escritura de semejantes afirmaciones, basta con las que hemos mencionado para
recordar que, en el caso de las criaturas que tienen por naturaleza una
sustancia creada, se dice también que son creadas. Por otro lado, que la
palabra «creó» dicha ella sola no se refiere a la sustancia en su totalidad y a
la creación, esto lo canta David:
De la misma índole es también lo que dice Jeremías: El Señor creó una salvación
nueva para que sirviera de plantación, en cuya salvación el hombre paseará.
Al decir esto no se está refiriendo a alguna sustancia de una criatura, sino
que profetiza la renovada salvación que tiene lugar en los hombres y que nos
ha llegado a nosotros en Cristo. Esa es la diferencia entre las criaturas
y la expresión «creó», cuando se dice ella sola; si encontráis algún lugar de
la Sagrada Escritura en el que se llame al Señor criatura, mostradlo y
combatid. Pero si en ningún lugar está escrito que sea criatura y Él dice de
sí mismo en los Proverbios que el Señor me creó, entonces
avergonzaos por la diferencia mencionada anteriormente y por lo que se dice de
manera proverbial; y en adelante, al oír la expresión creó,
no la entendáis como si el Logos fuese una criatura, sino referida a la humanidad
creada que lo rodeó, pues de ésta es propio también el ser creada. Por
tanto, ¿cómo no vais a cometer injusticia, si cuando oís la expresión creó de
David y de Pablo no la entendéis referida a la sustancia y a la creación, sino
a la renovación; y en cambio, cuando escucháis del Señor la expresión creó,
incluís su sustancia entre el número de las criaturas? Además, cuando
escucháis: La Sabiduría se construyó a sí misma una casa y puso como sostén
siete columnas, entendéis la casa en sentido alegórico, y en
cambio tomáis tan literalmente la expresión creó, que transformáis al Logos en
una criatura. Y ni os ha detenido el hecho de ser Él el artífice, ni habéis
temido el hecho de que sea el único propio engendrado del Padre, sino que sin más,
como quienes han sido reclutados, lucháis en contra suya y pensáis de Él cosas
más bajas que acerca de los hombres.
47. La misma expresión muestra, sin
lugar a dudas, que el hecho de que el Señor sea una criatura es una invención
exclusivamente vuestra. En efecto, el Señor, que sabe que su propia sustancia
es Sabiduría unigénita y lo engendrado del Padre, y que es distinta de las
cosas creadas y de las que son criaturas por naturaleza, dice ahora por amor a
los hombres: El Señor me creó como principio de sus caminos,
lo cual equivale a decir: «El Padre me ha preparado un cuerpo y
me creó para los hombres, en favor de la salvación de los hombres». Y así
como al escuchar a Juan: El Logos llegó a ser carne, no pensamos
que el Logos sea todo El carne, sino revestido de carne y llegado a ser hombre,
y al escuchar: Cristo se hizo maldición en favor nuestro, y
también: Al que no conoció pecado lo hizo pecado en favor nuestro,
no pensamos que se ha convertido
todo Él en maldición y pecado, sino que recibió la maldición que pesaba sobre
nosotros (como dice el Apóstol: Nos rescataste de la maldición)
y cargó con nuestros pecados (como dijo Isaías) y los llevó consigo en su
cuerpo sobre el leño (como por su parte Pedro
escribió); de igual manera, aunque escuchemos creó en los Proverbios, no hay
que pensar que el Logos sea todo Él criatura por naturaleza, sino que se
revistió de un cuerpo creado y que Dios lo creó por nosotros, preparándole un
cuerpo creado (como está escrito) para nosotros, para que en El
pudiésemos ser renovados y divinizados.
¡Necios! ¿Qué es entonces lo que os ha engañado
para decir que el Creador es una criatura? ¿O de dónde os habéis sacado este
vano modo de pensar, en el que también tomáis parte? Es cierto que los
Proverbios dicen creó, pero no llaman criatura al Hijo, sino lo engendrado. Y
de acuerdo con la distinción mencionada anteriormente, que está tomada de la
Escritura (me refiero a la distinción entre «creó» y «criatura»),
los Proverbios conocen el carácter propio por naturaleza del Hijo, Sabiduría
unigénita y artífice de las criaturas. De este modo, cuando dicen creó no lo
atribuyen a su sustancia, sino que indican que el Hijo llega a ser principio de
muchos caminos. Por lo tanto, la expresión creó se opone a lo engendrado, y la
frase «principio de los caminos» a su ser Logos unigénito.
48. En efecto, si el Hijo es lo
engendrado, ¿cómo decís que es una criatura? En verdad nadie dice que engendra
aquello que crea, ni llama criaturas a su propia prole. Además, si es
unigénito, ¿cómo va a llegar a ser principio de los caminos? Porque se sigpe
necesariamente que El, que ha sido creado el primero de todos, ya no existe
sólo, al tener quienes han llegado
a existir después de Él. Pues ciertamente Rubén, que llegó a ser principio
de sus hijos, no fue unigénito, sino el primero en el tiempo,
siendo también uno en naturaleza y linaje con aquellos que existieron después
de El. Por tanto, si resulta que también el Logos es principio de los caminos,
entonces también Él sería como los caminos, y los caminos serían tal como es el
Logos, aunque haya sido creado antes en el tiempo. También el principio de
una ciudad es tal como son las demás partes de la ciudad, y estas partes,
unidas al principio, constituyen una ciudad única y completa (al igual que
siendo el cuerpo uno sólo las partes son muchas), y no sucede
que una parte de ella pertenece al grupo de las que crean y otra al de quienes
son creadas y están por debajo de la otra parte, sino que toda parte de la
ciudad es igualmente cuidada y constituida por parte del que la ha creado. Por
ello, si el Señor ha sido creado también de esta manera, como principio de
todas las cosas, por fuerza también Él completa la unidad de la creación junto
a todo lo demás, y ni se distingue de las demás, aunque llegue a ser el
principio de todas las cosas, ni es Señor de las demás partes de la creación,
aunque sea más anciano en el tiempo, porque junto a todas las cosas también Él
tiene un Logos y un dueño que es el que hace de artífice.
¿Cómo entonces, si es una criatura según vosotros, puede ser creado Él sólo y
el primero para ser también principio de todos, cuando en base a cuanto se ha
dicho es evidente que no hay ni uno sólo entre las criaturas que sea único por
sí mismo y que haya llegado a existir primero, sino que llega a ser al mismo
tiempo, junto con todas las cosas, por más que se distinga en gloria de las
demás? En efecto, no sucede con cada una de las estrellas ni
los grandes astros que uno haya aparecido primero y otro después, sino que, en
un solo día y con un
mismo mandato, todos fueron llamados a la existencia. De esa misma manera
también fueron modelados los cuadrúpedos, las aves, los peces, las bestias y
las plantas. Y también así llegó a existir a semejanza el linaje de los
hombres, ya que, aunque también Adán fue el único modelado de la tierra, en él
se encontraban, no obstante, los principios formales de la sucesión
de todo el género humano.
49.A partir de la creación del mundo
que se nos muestra, contemplamos en las criaturas sus ocultos designios,
ya que tampoco en ella ocurre que vemos cada una de las criaturas por
separado, ni vienen unas antes y otras después, sino que todas las cosas subsisten
a la vez de acuerdo con su especie. En efecto, el Apóstol no ha enumerado cada
una de ellas diciendo: «Ya un ángel, ya un trono, ya una dominación y una
potestad», sino todas juntas conforme a su orden: ya ángeles, ya arcángeles,
ya principados, pues tal es la forma en que las criaturas son
creadas. Por lo tanto si, como ya he dicho antes, el Logos fuese una
criatura, por fuerza no podría existir rl primero, sino que habría de ser
creado a un tiempo juntamente con las demás potencias, por más que exceda a las
demás en gloria. Pues lo mismo se puede ver que sucede en el caso de las demás
criaturas, esto es, que han sido creadas a un tiempo y no existe una primero y
otra después, y que se diferencian entre ellas en gloria; y así unas están a la
derecha, otras en torno y otras a la izquierda, y todas ellas cantan a un
tiempo y asisten al Señor sirviéndolo.
Por consiguiente, si el Logos es una criatura no podría ser el primero ni el
principio de los demás, mientras que si existe antes que todos (como de hecho
ocurre) y sólo Él es primero e Hijo, entonces no es de ninguna
manera principio de todas las cosas en su sustancia, ya que en todas las cosas
el
50.Ciertamente vuestra cantinela de
que el Hijo es una criatura no es verdad, sino únicamente una imaginación vuestra,
y sois puestos en evidencia por Salomón, pues muchas veces lo habéis
manipulado. En efecto, él no ha dicho que el Hijo sea una criatura, sino lo
engendrado y la Sabiduría de Dios, cuando afirma: Dios cimentó la tierra en la
Sabiduría, y también: La Sabiduría se construyó a si
misma una casa. La misma expresión, al ser
examinada, refuta vuestra impiedad, porque está escrito: ElSeñor me creó como
principio de sus caminos para sus obras. Así pues, si
el Hijo existe antes que todos y dice: me creó, no «para que haga las obras»
sino para sus obras, entonces o bien la expresión creó es posterior al Hijo
mismo, o bien aparecerá que es creado después de las criaturas y que, cuando
es creado, encuentra ya subsistiendo antes
Esto también se puede entender a partir de la
misma expresión, ya que aunque es Hijo y tiene a Dios por Padre (pues es lo
propio engendrado del Padre), no obstante, llama ahora Señor al Padre; no
porque fuese siervo, sino porque tomó la forma de siervo. Pues así como era
apropiado que llamase Padre a Dios, al ser Logos que procede del Padre (esto
es, en efecto, algo propio del Hijo respecto al Padre), de igual manera
también era apropiado que, al haber venido a cumplir la obra y haber tomado la forma de siervo, llamase Señor al Padre. Y el Hijo mismo
enseñaba esta diferencia con un bellísimo contraste, cuando decía en los
Evangelios: Te alabo, Padre, y, a continuación: Señor del cielo y de la tierra.
Así dice que Dios es su propio Padre y, por otro lado, lo llama Señor de las
criaturas, de modo que a partir de esto se muestra claramente que en el
preciso momento en que se reviste de lo creado, es cuando llama Señor al Padre.
No hay duda de que, en la oración de David, el Espíritu Santo da a
entender la misma diferencia, cuando dice, por medio de los Salmos: Da fuerza a
tu hijo y salva al hijo de tu siervo? En efecto, una cosa es el
que es verdadero y por naturaleza Hijo de Dios, y otra los hijos de la sierva,
cuya naturaleza pertenece a las cosas creadas. Por lo cual el primero, en
calidad de Hijo, tiene el poder paterno, mientras que los otros están necesitados
de salvación.
51. Pero si tontamente se aferran al
hecho de que es llamado «hijo», sepan que también Isaac fue
llamado hijo de Abrahán y el hijo de la sumanita
hijito. Y con toda razón, al ser nosotros siervos y haber
llegado a ser el Logos como nosotros, también llama en ese momento «Señor» al
Padre, como nosotros. Y esto lo ha hecho así por amor al hombre, para que
nosotros, que somos siervos por naturaleza, al haber recibido el Espíritu del
Hijo, nos atrevamos, por gracia, a llamar «Padre» a Aquél que es
por naturaleza nuestro Señor. Y así como nosotros, por el hecho de llamar
«Padre» al Señor, no negamos nuestro carácter de siervos por naturaleza (pues
somos
Por lo que respecta a la expresión de los Proverbios, como ya he dicho, ésta no
se refiere a la sustancia, sino a la humanidad del Logos, ya que, si
especifica que fue creado para las obras, se muestra cómo no quiere referirse a
su propia sustancia sino a la economía salvífica que ha surgido para las
obras, lo cual es ciertamente algo secundario a su ser. En efecto, las cosas
que han llegado a existir y las cosas creadas han sido hechas primeramente para
ser y existir, y después tienen la capacidad de obrar aquello que el Logos
pueda ordenarles, como podemos ver que ocurre en todos los casos de forma similar.
Así, Adán no fue creado para trabajar, sino para existir primero como
hombre, y después de esto recibió el mandato de trabajar. Tampoco
Noé fue creado para construir el arca, sino en primer lugar para existir y ser
hombre, y después de esto recibió el mandato de preparar el arca.
Esto mismo se puede encontrar también en cada uno de los casos de los seres
vivos. No hay tampoco duda de que también el gran Moisés fue primero hombre, y
le fue encomendada después la guía del pueblo.
Por lo tanto, también en este caso es posible
pensar lo mismo, pues ves cómo no fue creado para existir, sino que en el
principio existía el Logos y después de esto es enviado para las
obras y su economía salvífica; y como el Hijo existía siempre
antes de que las obras llegaran a ser, no había ya necesidad alguna de que
fuese creado. Pero cuando fueron creadas las obras, y surgió después la
necesidad de su economía salvífica para enderezarlas, en ese momento es cuando
el Logos se ofreció a sí mismo para condescender y hacerse semejante a las
obras. Esto precisamente es lo que Él nos ha mostrado por medio de la expresión
creó, mientras que, queriendo dar a entender la misma idea una vez más, dice
por medio del profeta Isaías: Así dice el Señor, que me modeló desde
el vientre como siervo suyo para congregar a Jacob y a Israel junto a Él: voy a
ser congregado y glorificado delante del Señor.
52. Y he aquí que tampoco en este lugar
se dice que es modelado para existir, sino para congregar las tribus que ya
existían antes de ser Él plasmado. En efecto, lo mismo que ocurre allí con la
expresión creó ocurre también aquí con la expresión modeló, y al igual que
allí es para las obras, de igual manera aquí es para congregar, de modo que
aparece por todas partes que la expresión creó y la expresión modeló, que se dicen
del Logos, son posteriores a su existencia. Y así como las tribus, por
causa de las cuales el Logos fue modelado, existían antes de que fuera
modelado, de igual manera aparece que existen también las obras para las cuales
el Logos también fue creado. Cuando en el principio existía el Logos, todavía
no existían las obras, como ya he dicho, mientras que cuando fueron creadas
las obras y la necesidad lo reclamaba, entonces es cuando utiliza la expresión
creó.
Ocurre lo mismo que si un hijo, después de haber perdido los esclavos y
estando éstos, por propia negligencia, en manos de los enemigos, al haberse presentado
la necesidad, fuese enviado por su padre a reunirlos y congregarlos: también
éste hijo marcharía revestido con una ropa semejante a la de los esclavos
y adoptaría un proceder como el suyo, para evitar que lo rechazaran, al ser
reconocido por los que los retenían, y le fuese entonces impedido también bajar
hasta los esclavos, que habían sido ocultados por ellos bajo la tierra. En
este caso, si uno le preguntase después por qué obró de esa manera, él habría
dicho: «El padre me ha modelado y compuesto de esta manera para sus obras»; y,
al decirlo así, no estaría dando a entender que Él era un esclavo ni una de
las obras, ni estaría hablando del comienzo de su existencia, sino del cuidado
de las obras que le han sido confiadas después. En efecto, de la misma manera
también el Señor, al haberse revestido de nuestra propia carne y habiendo sido
conocido como hombre en su proceder, si hubiese sido preguntado por quienes
le ven de esa manera y se asombran, les habría respondido: El Señor me creó
como principio de sus caminos para sus obras, y también: Me modeló para
congregar a Israel.
Esto también lo daba a entender ya antes el Espíritu, cuando decía en los Salmos: Lo preparó para las obras de tus manos, que es precisamente aquello que el Señor mismo dice hablando de sí mismo: Yo fui constituido rey por Él sobre Sión, su monte santo. Y así como, cuando brilló corporalmente en Sión, no tuvo lugar el comienzo de su existencia ni de su reinado, sino que siendo Logos de Dios y rey eterno juzgó conveniente iluminar corporalmente su propio reinado también en Sión (para someter a su propio reinado paternal a quienes ha liberado del pecado que reinaba en ellos y a nosotros), de la misma manera es constituido para las obras; no para aquellas que todavía no existen, sino que es constituido para las que ya existen y necesitan enmienda. 53. Así pues, las expresiones creó,
modeló y preparó, que tienen el mismo sentido, no indican que ése sea el comienzo
de la existencia del Logos, ni que su sustancia sea creada, sino la renovación
que ha tenido lugar para nosotros por el buen obrar del Logos. Por eso, aunque
decía estas cosas, sin embargo también enseñaba que existía antes que ellas
diciendo: Antes que Abrahán existiera, yo soy. Cuando
preparaba el cielo yo estaba junto a Él, y Estaba
junto a Él disponiendo ordenadamente. Y así como el Logos
existía antes que Abrahán existiera, e Israel existió después de Abrahán, y es
evidente que, aunque el Logos existía con anterioridad, es modelado después,
y su ser modelado no constituye el comienzo de su existencia, sino que se
refiere a la Encarnación, en la cual reúne a las tribus de Israel; de la misma
manera entonces, al coexistir siempre con el Padre, el Logos es el artífice de
la creación, y es evidente que las obras son posteriores a Él, y que la
expresión creó no se refiere al comienzo de su existencia, sino que descubre la
economía salvífíca que ha comenzado para nosotros y que el Logos ha realizado
en la carne. En efecto, era conveniente que también Él, que es distinto de
las criaturas (y sobre todo siendo su artífice), asumiese sobre sí la renovación
de las mismas, de modo que, al ser Él creado para nosotros, recreara para sí
todas las cosas.
De
hecho, nada más decir creó, en seguida añadió también la causa, diciendo: para
las obras, de manera que la expresión «ser creado para las obras» señalase su
llegar a ser hombre para la renovación de todas las cosas. Esto es algo
habitual en la Sagrada Escritura, ya que, cuando se refiere a la creación del
Logos según la carne, pone también la causa por la cual ha llegado a ser
hombre. En cambio, cuando se refiere a su divinidad, el Logos es el que habla
y sus servidores lo comunican,
54. Y el Señor mismo ha dicho muchas
cosas mediante parábolas, pero cuando se refería a sí mismo decía sin más especificaciones: Yo estoy en el Padre, Yo y el Padre somos una sola cosa, El que me ha visto a
mí ha visto al Padre, Yo soy la luz del mundo, y Yo soy la verdad, sin poner
la causa de cada una de estas afirmaciones ni dar la razón, para evitar aparecer
como algo que viene después de aquellas cosas por las cuales ha llegado a
existir, pues es preciso que le preceda la causa sin la cual tampoco Él habría
llegado a existir. Así Pablo, separado como apóstol para el Evangelio que
el Señor anunció por medio de los profetas, tenía el Evangelio que estaba
antes que él y del cual llegó a ser también servidor; y Juan
[Bautista], que había sido elegido de antemano para preceder al Señor, tenía
al Señor que estaba antes que él. En cambio, el Señor, al no tener una causa
de su ser Logos antes que Él mismo, sino únicamente el hecho de ser lo
engendrado del Padre y Sabiduría unigénita, en el preciso momento en el que
llega a ser hombre es cuando pone también la causa por la cual va a llevar la
carne, pues la necesidad de los hombres, sin la cual no se habría revestido de
carne, precede su llegar a ser hombre.
El Señor mismo indica la necesidad por la cual
ha llegado a ser hombre, cunado dice: He bajado del cielo no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y ésta es la voluntad del que
me ha enviado: que todo lo que me ha dado procedente de Él no perezca, sino que
yo lo resucitaré en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el
que vea al Hijo y crea en Él tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último
día. Y también: Yo soy la luz que ha venido al mundo para que
todo el que crea en mí no permanezca en la tiniebla. Y en otra ocasión dice:
Yo para esto he sido engendrado y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad. Por su parte Juan escribe: Para esto se
manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
55. Por lo tanto, dar testimonio, tomar sobre sí la muerte en favor nuestro, resucitar a los hombres y deshacer las obras del diablo son la razón por la cual el Señor ha venido, y ésta es la causa de su venida en la carne. Pues de otro modo la resurrección no habría tenido lugar si no hubiese tenido lugar la muerte. ¿Y cómo podría haber tenido lugar la muerte si no hubiese tenido un cuerpo mortal? Esto es lo que decía Pablo, cuando lo aprendió de Él: Puesto que los hijos participan en común de la sangre y de la carne, también Él participó de manera similar de ellas, para que por medio de la muerte aniquilase al que tenía el poder de la muerte, al diablo, y liberase a quienes por miedo a la muerte estaban sometidos de por vida a servidumbre, y también: Puesto que por un hombre viene la muerte, también por un hombre viene la resurrección; y en otra ocasión: Pues aquello que la ley era incapaz de hacer, por cuanto era débil por causa de la carne, Dios lo hizo al haber enviado a su Hijo en semejanza de carne de pecado y, en lo que se refiere al pecado, condenó el pecado en la carne, para que se cumpliese lo establecido como justicia por la ley en nosotros, los que caminamos no según la carne, sino según el Espíritu. Y Juan por su parte dice: Dios no envió a su
Hijo al mundo pava juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio
de Él. Y en otra ocasión el Salvador dice de sí mismo: He venido
al mundo para un juicio, de modo que los que no vean vean y los que ven se
vuelvan ciegos.
Así pues, el Salvador no ha venido por causa de
sí mismo, sino por nuestra salvación, para que la muerte sea aniquilada, para
condenar al pecado, para abrir nuevamente los ojos a los ciegos y para
resucitar a todos de entre los muertos.
Y si la causa de su venida no es Él, sino
nosotros, entonces la causa por la cual es creado no es Él, sino nosotros. Y si
no es Él la causa por la cual es creado, sino nosotros, entonces no es una
criatura, sino que está llamando criatura a la carne con que se revistió por
nosotros. Que las Escrituras tienen este sentido es posible aprenderlo del
Apóstol, ya que en la Epístola a los efesios dice: Habiendo destruido el muro
divisorio y habiendo aniquilado en su carne la enemistad, la ley de los
mandamientos en sus decretos, para crear a partir de los dos en Él un solo
hombre nuevo. Pero si en Él los dos son creados y éstos dos están
en su cuerpo, entonces es perfectamente lógico
que, al llevar a los dos en Él, el Salvador sea como creado, dado que ha unido
a quienes han sido creados en Él y Él estaba en ellos igual que ellos en Él.
De esta manera, al haber sido creados los dos en Él, podía decir adecuadamente
la expresión: El Señor me creó. En efecto, así como al
recibir nuestras debilidades se dice que el Salvador estuvo débil, aunque no
era uno de los débiles (pues es la potencia de Dios), y llegó a ser pecado y
maldición en favor nuestro, aunque no pecó (sino porque cargó con nuestros
pecados y nuestra maldición), de la misma manera puede decir ahora también, al
crearnos en Él: Me creó para las obras, aunque no sea una
criatura.
56. Porque si dice: El Señor me creó,
siendo una criatura, como si la sustancia del Logos fuese creada, según ellos
dicen, entonces no ha sido creado por causa nuestra. Y si el Logos no ha sido
creado por causa nuestra, entonces nosotros no habríamos sido creados en Él,
y, al no haber sido creados en el Logos, no le tendríamos en nosotros, sino
fuera de nosotros, si es que hemos recibido esta enseñanza de Él como de un
maestro. Ahora bien, si nosotros fuésemos así, el pecado no habría dejado de
reinar en absoluto sobre la carne, al permanecer en ella y no
haber sido expulsado de ella. Sin embargo, el Apóstol se opone a ellos,
diciendo un poco antes esto: Pues somos hechura suya, creados en Cristo
Jesús. Y si nosotros hemos sido creados en Cristo, entonces no es Cristo el
que es creado, sino que somos nosotros los creados en Él, y la palabra creó es
por causa nuestra. En efecto, por causa de nuestra necesidad el Logos, aunque
era creador, soportó incluso esta palabra que pertenece a las criaturas. La
palabra creó no es propia de Él, en cuanto que es Logos, sino propia de nosotros,
que somos creados en El. Y así como al existir siempre
el Padre, siempre existe también su Logos, y existiendo siempre, dice: Yo era
aquella en la cual Él se regocijaba. Día tras día yo me deleitaba en su
semblante, y yo estoy en el Padre y el Padre está en mí,
de la misma manera, cuando, por causa de nuestra necesidad, llegó a ser hombre,
así Él, consecuentemente, utilizó expresiones que son propias de nosotros (El
Señor me creo), para que, al haber habitado Él en la carne, el
pecado fuera completamente expulsado de la carne y nosotros tuviésemos el
pensamiento liberado,
¿Qué otra cosa habría sido necesario decir, una vez que ha llegado a ser
hombre? ¿Que «yo era hombre al principio»? Pero decir esto no cuadra con el
Logos ni es verdad. E igual que esto no era conveniente decirlo, así también
era adecuado y propio decir, en el caso de un hombre, las expresiones creó y lo
hizo. Por esta razón, se añade entonces también la causa del creó, que es
precisamente la necesidad que tenían las obras. Allí donde se añade la causa,
ésta misma resuelve por completo de manera satisfactoria el sentido de la
lectura. De hecho también aquí, en el caso de creó, pone la causa, esto es,
las obras, mientras que en seguida, dando a entender su generación del Padre,
sin precisar el sentido, añadió: Antes que todas las colinas me engendró.
Y no dice el por qué (como hizo en el caso de me creó, añadiendo para las
obras), sino que, sin precisar el sentido, dice: Me engendró, al igual que
sucede con la expresión: En el principio existía el Logo. Pues aunque no hubieran
sido creadas las criaturas, el Logos de Dios existiría, porque el Logos era
Dios. Por el contrario, el llegar a ser hombre no
hubiera tenido lugar, si no se hubiese dado la necesidad que tenían los
hombres. Por lo tanto, el Hijo no es una criatura, pues si lo fuese no
habría dicho me engendra, al ser
las criaturas obras externas a quien las hace, mientras que lo engendrado no es
algo externo, como ocurre con una obra, sino que procede del Padre, como propio
de la sustancia. Precisamente por eso éstas son criaturas, mientras que el
Logos de Dios es Hijo unigénito.
57. Respecto a la creación, como es natural,
Moisés no dijo: «Al principio engendró», sino: Al principio hizo Dios el cielo
y la tierra, y David no cantó: «Tus manos me engendraron»,
sino: Tus manos me hicieron, y aplica por todas partes
la expresión «creó» a las criaturas. Pero en el caso del Hijo sucede lo
contrario, pues no ha dicho «hice» sino engendré, me
engendra y también: Mi corazón ha producido un Logos bello,
y en el caso de la creación se dice: En el principio hizo,
mientras que en el caso del Hijo se afirma: En el principio existía el Logos.
En esto radica la diferencia, pues las criaturas están hechas bajo un
principio y aquello que se dice de ellas (esto es, En el principio hizo} supone
un comienzo de la existencia que es temporal. En el caso de las criaturas esto
equivale a decir «desde del principio», como el Señor enseñó (porque conocía
aquello que había hecho), cuando refutaba a los fariseos diciendo: El que los
creó desde el principio los hizo varón y mujer. En efecto, desde
un principio, que era el no ser, hubo un momento en que las criaturas llegaron
a existir y fueron creadas. A esto se refería el Espíritu Santo cuando
decía en los Salmos: Tú, Señor, en los principios cimentaste la tierra;
y en otra ocasión: Recuerda a tu pueblo reunido que adquiriste desde el
principio. Es evidente que aquello que ha
ocurrido en los principios tiene un principio de ser creado y que
Por tanto, las criaturas han comenzado a llegar
a ser, mientras que el Logos de Dios, al no tener principio de su existencia,
lógicamente no comenzó a ser ni a llegar a ser, sino que existía siempre. Las
obras tienen su principio cuando son hechas, y el principio precede a las
criaturas, mientras que el Logos, al no ser una de las criaturas, resulta ser
más bien el artífice de aquellas, que tienen un principio. Y el ser de las
criaturas se mide cuando son creadas y Dios comienza a hacerlas por medio de
su Logos desde un cierto principio, de manera que se sepa que nó existían
antes de ser creadas, mientras que el Logos no tiene su ser en otro principio,
sino en el Padre, el cual, también según los arrianos, carece de principio, de
modo que el Logos también existe en el Padre, careciendo de principio, como lo
engendrado y no como una criatura suya.
58. De esta manera, pues, entiende la
Sagrada Escritura la diferencia entre lo engendrado y las cosas que han sido hechas,
porque muestra que lo engendrado no es un Hijo que ha comenzado desde un cierto
principio, sino Hijo eterno, mientras que da a entender que la cosa hecha,
como resulta ser una obra externa al que la ha hecho, ha comenzado a llegar a
ser. Por eso Juan, al teologizar sobre el Hijo y conocer la diferencia de las
palabras, no dijo: «En el principio ha llegado a ser», o «ha sido hecho», sino:
En elprincipio existía el Logos, para que juntamente con el
existía se entendiera «lo engendrado», y para que nadie piense en ellos como
separados, sino que crea que el Hijo existe siempre y eternamente. [Y
habiendo quedado
así mostrado, arrianos, ¿cómo es que, sin haber ponderado las palabras que
aparecen en el Deuteronomio, os habéis vuelto a atrever en este otro lugar a cometer impiedad contra el Señor, llamándole cosa hecha y criatura, cuando
en realidad es lo engendrado? Ciertamente, afirmáis que lo engendrado y la cosa
hecha se refieren a lo mismo. Pero no por ello vais a dejar de ser reconocidos
también aquí como incultos e impíos.
La primera frase es la siguiente: ¿No te adquirió éste mismo, tu Padre, y te
hizo y te creó? Y poco después dice en el mismo canto: Abandonaste a Dios que
te engendró y te olvidaste de Dios que te alimentó. El sentido resulta ser
muy sorprendente, pues no ha dicho primero engendró para evitar que ésta
palabra quedase sin distinguirse de la palabra creó, y entonces los arrianos
tengan una excusa para decir: «Moisés dijo que Dios había hablado así desde el
principio: Hagamos al hombre, pero después de esto ha dicho en otra ocasión:
Abandonaste a Dios que te engendró. Lo hace así porque las palabras son
Idénticas, ya que lo engendrado y la cosa hecha son lo mismo». No obstante,
tras adquirió e hizo añadió después, al final, engendró, de modo que
apareciera que también el Logos tiene una explicación. En efecto, con la
palabra hizo se refiere acertadamente a aquello que es conforme a la naturaleza
de los hombres, es decir, el hecho de que son obras y cosas hechas, mientras
que con la palabra engendró muestra el amor de Dios por los hombres que ha
llegado hasta ellos después de crearlos. Y puesto que han llegado a ser
ingratos ante este amor de Dios por los hombres, Moisés los reprende después y
dice primero: ¿Es esto lo que das al Señora cambio?; y después
añade: ¿No te adquirió éste mismo, tu Padre, y te hizo y te creó?;
y después nuevamente afrima: Hacían sacrificios
a los demonios y no a Dios, a dioses que no conocían. Han llegado dioses nuevos
y recientes a quienes sus padres no conocían. Abandonaste a Dios que te
engendró.
59.En verdad, Dios no sólo los creó
como hombres, sino que también los llamó hijos por haberlos engendrado, porque engendró también se refiere aquí a «hijo», como dice también por medio
del profeta: He engendrado hijos y los he ensalzado. Siempre que la Escritura
quiere referirse al Hijo, no usa la expresión «creé», sino que en todas las
ocasiones se refiere a Él mediante la expresión «engendré». Y esto nuevamente
lo muestra Juan cuando dice: Les dio poder para llegar a ser hijos de Dios, a
quienes no han sido engendrados de las sangres, ni del deseo de la carne, ni
del deseo del varón, sino de Dios, siendo también aquí muy
acertado el cuidado que pone en la expresión. Utiliza la expresión llegar a
ser, porque ellos son llamados hijos no por naturaleza sino por una determinación;
en cambio ha utilizado la expresión han sido engendrados, porque también ellos
han tomado plenamente el nombre de hijo. Sin embargo el pueblo, como dice el
profeta, se ha desentendido de su bienhechor. En esto
consiste el amor de Dios por el hombre, en que por gracia llega a ser después
también Padre de aquellos de quien es el hacedor; y llega a serlo cuando, como
dijo el Apóstol, los hombres que han sido creados reciben en su corazón el
Espíritu del Hijo, que clama: ¡Abbá, Padre! Y éstos son los que
habiendo recibido al Logos han tomado de Él poder para ser hijos de Dios.
Así, de otra forma, no habrían podido llegar a ser hijos, al ser criaturas
por naturaleza, si no es porque han recibido el Espíritu del Hijo verdadero y
por naturaleza. Por lo tanto, para que esto
suceda, el Logos llegó a ser carne, para hacer al hombre capaz de
recibir la divinidad.
Este sentido también se puede aprender del profeta Malaquías, que dice: ¿No nos creó un único Dios? ¿No es uno sólo el Padre de todos nosotros? En efecto, también aquí ha puesto primero creó y después Padre, para mostrar, también él, que desde el principio somos criaturas por naturaleza y nuestro creador es Dios por medio del Logos, y que después somos hechos hijos y que en adelante Dios, que es nuestro Creador, llega a ser también nuestro Padre. Por tanto, la expresión «padre» es propia del hijo, y la expresión propia del Padre no es «criatura», sino «hijo». De manera que también a partir de esto se muestra que nosotros no somos hijos por naturaleza, sino el Hijo que está en nosotros, y, a su vez, qué Dios no es nuestro Padre por naturaleza, sino del Logos que está en nosotros, en el cual y por el cual clamamos: ¡ Abbá, Padre! Y de igual manera el Padre mismo llama también hijos a aquellos en quienes ve a su propio Hijo, y dice engendré, porque precisamente «engendrar» hace referencia al hijo, mientras que la expresión hacer muestra que se trata de las obras. Por esta razón, entonces, nosotros no hemos sido primero engendrados, sino hechos primero (en efecto, está escrito: Hagamos al hombre) y después, al haber recibido la gracia del Espíritu, se dice también, de ese momento en adelante, que hemos sido engendrados. Naturalmente también en el canto el gran Moisés, con buen criterio, ha vuelto a decir primero adquirió y después engendró, para que cuando escuchasen engendró no se olvidasen de su propia naturaleza, que tienen desde el principio, sino que conociesen que son criaturas desde el principio, y que, cuando por gracia se dice que han sido engendrados, son como hijos, pero los que son hombres por naturaleza no dejan por ello ni mucho menos de ser cosas hechas. 60. Y que «criatura» no es lo mismo que
«lo engendrado», sino que se diferencian el uno del otro, tanto en la naturaleza
como en el significado de las palabras, el Señor mismo lo muestra en los Proverbios.
En efecto, después de haber dicho: El Señor me creó como principio de sus
caminos, añadió: Pero antes que todos las colinas me engendró.
Por tanto, si el Logos fuese por naturaleza y en su sustancia una criatura
y hubiese alguna diferencia entre lo que ha sido engendrado y la criatura, no
habría añadido la expresión me engendró, sino que hubiese bastado con decir
creó, ya que esta expresión tendría el mismo significado que «engendró». Ahora
bien, después de haber dicho: Me creó como principio de sus caminos para sus
obras, no ha añadido simplemente la expresión me engendró, sino que la ha
ligado a la conjunción pero, como reforzando con ella la expresión creó, y así
dice: Pero antes que todas las colinas me engendró. En efecto, la expresión me
engendró, seguida de la expresión creó y ligada a ella, hace que el
significado sea uno sólo, y muestra la razón por la cual la expresión creó ha
sido dicha, esto es, porque me engendró es anterior a creó.
En efecto, lo mismo que si hubiese dicho,
cambiando el orden: «el Señor me engendró», y hubiese continuado: «pero antes
de todas las cosas me creó», sin duda creó sería anterior a engendró, de la
misma manera, al haber dicho primero creó y haber añadido después pero antes
que todas las colinas me engendró, muestra forzosamente que engendró es
anterior a creó.
Además, al decir antes que todas las cosas me engendró, da a entender que Él es distinto de todas las cosas, y la verdad ha mostrado ya en los argumentos anteriores que de hecho ninguna de las criaturas viene antes que otra, sino que todas las cosas creadas han adquirido su consistencia juntas, a un tiempo y por obra de un único e idéntico mandato. Por esta razón, entonces, lo que está escrito en el caso de creó no vuelve a estar escrito en el caso de me engendró, sino que en el caso de creó está escrito principio de los caminos, mientras que en el caso de me engendró no dijo «me engendra como principio», sino antes que todas las cosas me engendró. Lo que es anterior a todas las cosas no es el principio de todas las cosas, sino que es algo distinto de todas ellas. Y si es algo distinto de todas ellas (entre las cuales se incluye también el principio de todas ellas), entonces es evidente que es distinto de las criaturas, y se comprende al mismo tiempo con claridad que, al ser algo distinto de todas las cosas y existir antes que ellas, el Logos sea creado después como principio de los caminos para las obras, por causa de la Encarnación, para que, como dijo el Apóstol, el que es principio, primogénito de entre los muertos, resulte ser el primero en todo. 61. Siendo tal la diferencia que existe
entre creó y me engendró, entre principio de los caminos y antes que todas las
cosas, Dios, que es el creador de los hombres en la forma en que se ha
explicado, llega a ser también después su Padre, porque su Logos habita en
ellos. En cambio, en el caso del Logos sucede lo contrario: Dios, que por
naturaleza es su Padre, llega a ser también después de esto su creador y
hacedor en el momento en que el Logos se reviste de la carne, que es creada y
hecha y llega a ser hombre. En efecto, así como los hombres, al recibir el
Espíritu del Hijo, llegan a ser hijos por medio de El,
de igual manera también se dice que el Logos de Dios ha sido creado y que ha
sido hecho en el preciso momento en que se revistió de la carne de los
hombres. Por lo tanto, si nosotros somos hijos por naturaleza,
entonces es evidente también que el Logos es una criatura y algo hecho por
naturaleza. Pero si nosotros llegamos a ser hijos por determinación y por
gracia, entonces también es evidente que el Logos
ha dicho el Señor me creó al haber llegado a ser hombre para que nos llegue la
gracia.
Después, como se ha revestido de lo creado y ha llegado a ser semejante a
nosotros según el cuerpo, ha sido llamado justamente hermano nuestro y
primogénito. En efecto, aunque ha llegado a ser hombre después
que nosotros y por nosotros, y es nuestro hermano a causa de la semejanza de
cuerpo, sin embargo, también en esto se dice que es «primero» respecto a
nosotros, ya que estando todos los hombres pereciendo conforme a la
transgresión de Adán, la carne del Señor fue salvada y liberada la primera de
todas, pues llegó a ser el cuerpo del Logos mismo, mientras que nosotros
somos salvados después, al resultar ser concorpóreos con su cuerpo. De esa
manera el cuerpo el Señor llega a ser también nuestro guía hacia el Reino de
los Cielos y hacia su propio Padre, diciendo: Yo soy el camino, y
también: Yo soy la puerta y por medio de mí todos tienen que entrar. Por eso también se le llama a su vez primogénito de entre los
muertos, no porque haya muerto antes (pues nosotros habíamos
muerto antes), sino porque, después de haber asumido la muerte por nosotros y de haberla aniquilado, resucitó el primero de todos como hombre,
al haber resucitado su propio cuerpo por nosotros. En efecto, en adelante,
puesto que el Señor ha resucitado, también nosotros somos resucitados de entre
los muertos a partir de Él y por causa suya.
62. Y aunque se dice también que es
primogénito de la creación, sin embargo no se dice «primogénito»
como igualándolo a las criaturas y como sí fuese el primero de ellas en el
sentido temporal (¿cómo va a serlo, si resulta que Él es unigénito?), sino a
causa de la condescendencia del Logos hacia las criaturas,
por la cual llegó a ser hermano de muchos. En efecto, el que es
unigénito es unigénito porque no existen otros hermanos, mientras que el
primogénito es llamado así porque hay otros hermanos. Por esta razón, sin
duda, en ningún lugar de las Escrituras se ha dicho «primogénito de Dios» ni
«criatura de Dios», sino que las expresiones Unigénito, Hijo, Logos y
Sabiduría apuntan en su sentido al Padre y a su identidad. En efecto: Hemos
visto su gloria, la gloria que le corresponde como Unigénito del Padre; Dios envió a su Hijo, el Unigénito; Tu Logos, Señor,
permanece por los siglos; El Logos estaba junto a Dios;
Cristo, potencia de Dios y Sabiduría de Dios; Éste es mi Hijo, el
amado; y Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.
La expresión primogénito, por el contrario, apunta a la condescendencia para
con la creación, porque es llamado primogénito de ella, y la expresión creó
apunta a la gracia que alcanzan las obras, pues para ellas ha sido creado. Así
pues, si es Unigénito (como en realidad lo es), que se interprete entonces la
expresión primogénito en consecuencia; pero si es primogénito entonces que no
sea unigénito. En efecto, una misma persona no puede ser unigénito y
primogénito a la vez, a no ser que sea respecto de cosas distintas, de modo que
sea unigénito a causa de su generación del Padre, como se ha dicho, y en cambio
primogénito a causa de la condescendencia hacia la creación y de hacer
hermanos a muchos. Naturalmente, al ser contrarias entre sí estas dos
expresiones, uno podría decir justamente que, en el caso del Logos, el hecho
de ser unigénito sé impone más como propiedad, pues no existe otro Logos u otra
Sabiduría, sino que e! Logos es el único Hijo verdadero del Padre.
Y, en efecto, como se ha dicho en los argumentos precedentes, la expresión
Hijo unigénito que está en el seno del Padre no se ha dicho
junto con una causa ligada a ella, sino en sentido absoluto, mientras que la
expresión primogénito tiene ligada a ella la causa de la creación que Pablo
añadió, cuando dijo: Porque en Él fueron creadas todas las cosas.
Y si todas las cosas fueron creadas en Él, entonces el Logos es algo distinto
de las criaturas y no es una criatura, sino el creador de todas ellas.
63. Por lo tanto no se le llama
primogénito por el hecho de proceder del Padre, sino porque la creación ha
sido creada en Él. Y así como el Hijo mismo, por medio del cual la creación
llegó a existir, existía antes de la creación, de la misma manera también,
antes de que se le llamase primogénito de toda la creación, no
era menos cierto que era El Logos junto a Dios y el Logos era Dios. Sin embargo, al no saber esto tampoco, los impíos van de aquí para allá
diciendo: «Si es primogénito de toda creación entonces es evidente que también
Él es uno de la creación». ¡Necios! Ciertamente no ha dicho que sea
«primogénito de las demás criaturas» para evitar que se piense que es una de
ellas, sino que está escrito de toda la creación, para que quede claro que es
algo distinto de ella. De este modo, no se dice que Rubén sea el primogénito de
todos los hijos de Jacob, sino de Jacob mismo y de sus hermanos, para evitar
que se píense que era algo distinto de los hijos de Jacob.
Sin embargo, tampoco el Apóstol ha dicho, en el
caso concreto del Señor mismo, que «llegue a ser primogénito de todos», para
evitar que se pensase que llevaba un cuerpo distinto del nuestro, sino entre
muchos hermanos,
a causa de la semejanza de la carne. Si el Logos fuese una de las
criaturas, entonces la Escritura habría dicho también que era «primogénito de
las demás criaturas». Ahora bien, al decir los santos que es primogénito de
toda la creación, muestra clarísimamente que el Hijo de Dios es algo distinto
de toda la creación y no es una criatura. En efecto, si es una criatura,
entonces es primogénito de sí mismo. ¿Cómo entonces, arrianos, puede ser
anterior y a la vez posterior a sí mismo? Además, si es una criatura, y resulta
que toda la creación llegó a ser por medio de Él y en Él tiene su
consistencia, ¿cómo puede crear la creación y ser a la vez
uno de los que tienen su consistencia en Él mismo?
Pero como semejante invención suya aparece como algo absurdo, son refutados por
la verdad, ya que fue llamado primogénito entre muchos hermanos por el parentesco de la carne, primogénito de entre los muertos porque a partir de Él y con Él tiene lugar la resurrección de los muertos, y
primogénito de toda creación a causa del amor del Padre por los
hombres. Por este amor, no sólo dio consistencia a todas las cosas en su Logos,
sino que también la creación misma, acerca de la cual el Apóstol dijo que
espera la revelación de los hijos de Dios será liberada entonces de la
esclavitud de la corrupción para la libertad de la gloria de los hijos de
Dios. Al ser la creación liberada de esta manera, el Señor será llamado
también el primogénito de ella y de todos aquellos que han sido hechos hijos,
de modo que, al decir que Él es el primero, las criaturas que vienen tras Él
permanezcan unidas al Logos como procediendo de un principio.
64. Creo que también ellos, los impíos,
han sido avergonzados a partir de semejante sentido. Pues si no fuese como hemos
dicho antes, sino que quieren que el Logos sea primogénito de toda la creación
como si fuese en su sustancia una criatura entre las criaturas, entonces que se
anden con ojo, porque están suponiendo que también es hermano de los seres
irracionales e inanimados, y semejante a ellos. En efecto, resulta que
también éstos son partes de toda la creación, y por otro lado es preciso que
el primogénito sea primero únicamente en el tiempo, pero ha de ser igual a
todos tanto en linaje como en semejanza. Por lo tanto, ¿ cómo no van a
sobrepasar todo grado de impiedad al decir esto? ¿O quién los soportará cuando
digan estas cosas? ¿O cómo no iba a odiarles alguien, aunque solo fuese por el
mero hecho de pensar tales cosas?
Para todos es evidente que no ha sido llamado primogénito de la creación ni
por ser Él mismo como una criatura, ni por tener un cierto parentesco según la
sustancia con toda la creación, sino porque el Logos, al crear como artífice a
las criaturas desde el principio, ha tenido condescendencia con los que han
sido engendrados, de manera que puedan llegar a existir, pues no habrían podido
resistir su naturaleza pura y su claridad, que es la paterna, si no fuera
porque Él, al haber condescendido por el amor de Dios Padre a los hombres, se
hizo cargo de ellas y, al dominarlas, las llevó a la existencia. Y como
segunda razón, porque, al haber condescendido el Logos, también la creación
misma es hecha hija por medio de El, de modo que, como se ha dicho antes, llega
a ser primogénito de ella en todos los aspectos, tanto cuando crea, como cuando
es introducido en el mundo por nosotros,
En realidad, así está escrito: Cuando introduce
al primogénito en el mundo dice: y que lo adoren todos los ángeles de Dios.
Presten atención los que combaten a Cristo y que se despedacen a sí mismos,
pues Dios hizo que entrase en el
65.Una vez que la verdad ha mostrado
que el Logos no es una criatura por naturaleza, hay que decir lógicamente a
continuación por qué se le llama también principio de los caminos.
En efecto, puesto que el primer camino, que era a través de Adán, fue
destruido y en lugar del paraíso nos inclinamos hacia la muerte y hemos
escuchado: Eres tierra y a la tierra volverás, el Logos de Dios,
que ama al hombre, se ha revestido por voluntad del Padre de la carne que ha
sido creada para vivificar en virtud de la sangre de su propio cuerpo aquella
carne que el primer hombre hizo morir por medio de la transgresión, y para
que, como ha dicho el Apóstol, renovase para nosotros un camino nuevo y vivo a
través del velo, esto es, a través de su carne. Esto
precisamente lo indica también en otra epístola, diciendo: De modo que si uno
está en Cristo es una nueva creación: las cosas antiguas han pasado, he aquí
que han llegado
a ser nuevas. Si ha tenido lugar una nueva creación, era
necesario que hubiese alguien primero, anterior a esta creación, y por lo
tanto, un mero hombre, hecho meramente de tierra (que es como hemos llegado a
ser nosotros a partir de la transgresión), no habría sido capaz de serlo. De
hecho, los hombres se convirtieron en incrédulos en la primera creación y
por ellos pereció la primera creación, y había necesidad de otro que renovara
la primera y conservase la nueva que ha tenido lugar.
Así pues, por amor al hombre, no algún otro sino el Señor, el principio de la
nueva creación, es creado camino, y dice justamente:
El Señor me creó como principio de sus caminos,
para que el hombre no actuase ya más según aquella primera creación, sino que,
al haber un principio de la nueva creación, y teniendo nosotros a Cristo como
principio de los caminos
de la misma, le acompañemos a Él, que dice: Yo soy el
camino. Esto era lo que el bienaventurado Apóstol enseñaba en
la Epístola a los colosenses, cuando decía: El es la cabeza del cuerpo de la
Iglesia, el que es el principio, primogénito
de entre los muertos, para ser así el primero en todas las cosas.
66. En efecto, si, como se ha dicho, Cristo es llamado primicia por su resurrección
de entre los muertos y es también principio a causa de ella, y por otro lado resulta que la resurrección
ha tenido lugar en el preciso momento en que, llevando
nuestra carne, se entregó a sí mismo a la muerte por nosotros,
entonces sería evidente que la expresión me creó como principio de los caminos
dicha por Él, no se refiere a su sustancia,
sino a su venida corporal. En efecto, la muerte es algo
propio del cuerpo y, de la misma manera que la muerte es propia del cuerpo, así
también sería propio de su presencia corporal la mencionada expresión (me creó
como principio de sus caminos). Por tanto, habiendo sido creado el Salvador de
esta manera según la carne, habiendo llegado a ser principio de los que son
recreados y teniendo la primicia (que es la carne humana que asumió), se sigue
consecuentemente que después de Él es creado también el pueblo venidero, como
dice David: Que esta generación escriba para otra, y el pueblo creado alabará
al Señor; y nuevamente en el salmo veintiuno: La generación que
viene anunciará al Señor, y anunciarán su justicia al pueblo que habrá sido
dado a luz, el pueblo que hizo el Señor. Pues no escucharemos ya más: En
el día en que comáis de él moriréis de muerte, sino: Donde yo estoy vosotros
también estaréis, de modo que diremos: Somos hechura suya, creados
por Él para obras buenas. Además, puesto que la obra de Dios, es decir, el
hombre que fue creado perfecto, ha llegado a ser deficiente por culpa de la
transgresión y muerto por el pecado, y, por otro lado, no era conveniente que la
obra de Dios quedase imperfecta, así todos los santos pedían por ello, diciendo
en el salmo ciento treinta y siete: Señor, no desprecies la obra de tus manos.
Esta es, pues, la razón por la cual el Logos perfecto de Dios se rodea del
cuerpo que es imperfecto y se dice que es creado para las obras, para que,
devolviendo la deuda en lugar nuestro, perfeccionase por medio de sí mismo
aquellas cosas que le faltan al hombre. Le faltaban al hombre la inmortalidad y
el camino hacia el paraíso, que es lo que decía el Salvador: Yo te he
glorificado sobre la tierra, he perfeccionado tu obra, la que me
has dado para que la hiciera; y en otra ocasión: Las obras que me ha dado mi
Padre para que las perfeccione, esas obras, que son las que yo hago, dan
testimonio de mí. Las obras que aquí dice que el
Padre le ha dado para perfeccionar, son precisamente aquellas para las cuales
es creado, y dice en Jos Proverbios: El Señor me creó como principio de sus
caminos para sus obras, porque es lo mismo decir «el Padre me
dio las obras» que «me creó para las obras».
67. A vosotros que combatís a Dios [os
pregunto]: ¿Cuándo tomó las obras para perfeccionarlas? Pues en base a esto
podrá ser conocido también el sentido de la expresión creó. Así pues, si decís
que desde el principio, cuando hacía que viniesen de la nada a la existencia,
es mentira, pues todavía no habían sido creadas y resulta que aparece diciendo
que toma las que ya existen. Pero tampoco es respetuoso decir que fue en el
tiempo que ocurre antes de que el Logos llegase a ser carne, para evitar que su
venida entre nosotros parezca luego algo accesorio siendo las obras el fin por
el cual tuvo lugar su venida entre nosotros. Así pues, queda en adelante la
opción de decir que en el mismo momento en que llegó a ser hombre tomó las
obras, pues en ese momento las perfeccionó, al haber curado nuestras heridas y
haber concedido a todos como gracia la resurrección de entre los muertos. Y si
le fueron concedidas las obras al Logos, cuando ha llegado a ser carne,
entonces es evidente también que es creado para las obras, cuando ha llegado a
ser hombre. Por lo tanto, la expresión creó no se refiere a su sustancia, como
se ha dicho ya muchas veces, sino a su llegar a ser corporal, ya que en ese momento,
a causa de que las obras habían llegado a ser imperfectas y defectuosas a
partir de la transgresión, se dice que es creado corporalmente para que,
habiéndolas perfeccionado y hecho íntegras,
ofreciese al Padre, como dice el Apóstol, la Iglesia, que no tiene mancha ni
arruga ni nada por el estilo, sino que sea santa y sin tacha.
El linaje humano, por tanto, ha sido
perfeccionado y restaurado en Él, habiendo llegado a ser como era también
desde el principio, y más todavía por una gracia mayor, porque
una vez que resucitamos de entre los muertos ya no tememos la muerte, sino que
en Cristo reinaremos siempre en los cielos. Esto ha sucedido porque el Logos
mismo, que es propio de Dios y procede de Él, se revistió de la carne y ha
llegado a ser hombre. En efecto, si hubiese llegado a ser hombre siendo una
criatura, el hombre habría quedado absolutamente tal cual estaba, al no haber
sido unido a Dios. Pues, ¿cómo podría una criatura ser unida al creador por
medio de otra criatura? ¿O qué clase de ayuda habría podido tener lugar para
los semejantes por parte de quienes son semejantes a ellos, cuando tienen
necesidad también ellos de esa misma ayuda? ¿Y cómo, si resultase que el Logos
es una criatura, habría sido capaz de levantar la sentencia de Dios y perdonar
el pecado, cuando está escrito por los profetas que esto es algo propio de
Dios? Pues ¿quién hay como tú, oh Dios, que arrancas los pecados y dejas a un
lado los quebrantamientos de la ley? Dios dijo: Eres tierra y
a la tierra volverás, y los hombres han llegado a ser mortales.
¿Cómo entonces habría sido posible que el pecado fuera desatado por parte de
las criaturas ? Sin embargo lo desató el Señor en persona, como Él mismo dijo :
A no ser que el Hijo os libere; y el Hijo que ha liberado ha
mostrado verdaderamente cómo no es una criatura ni una de las cosas creadas,
sino Logos propio e imagen de la sustancia del Padre, que es quien dictó al
principio la sentencia y es el único que perdona los pecados.
Y ya que en el Logos se dijo: Eres tierra y a la tierra volverás,
se sigue lógicamente que también por medio del Logos mismo, y en Él, haya
tenido lugar la liberación y la suspensión de la condena.
68. No obstante dicen: «Aunque el
Salvador fuese una criatura, Dios, con sólo decirlo, habría sido capaz de
destruir la maldición». Pero eso mismo podrían también escucharlo los arrianos
de alguien que Ies diga: «También, con sólo decirlo, Dios habría sido capaz de
destruir la maldición, aunque no hubiese habitado en modo alguno entre
nosotros». Sin embargo, hay que prestar atención a lo que es ventajoso
para los hombres, y no pensar siempre en lo que Dios es capaz de hacer, porque
antes del Arca de Noé también podría haber destruido a los hombres, que
entonces eran trasgresores, y no obstante lo hizo después del Arca. Y podría
haber conducido al pueblo fuera de Egipto sin Moisés y con sólo decirlo, y sin
embargo convenía que fuese por medio de Moisés. También podría haber salvado
Dios al pueblo sin los Jueces, y sin embargo convenía al pueblo que les fuese
suscitado un Juez en el tiempo oportuno. Y el Salvador habría podido haber
habitado entre nosotros desde el principio, o no haber sido entregado a Pilato
después de venir, y no obstante vino en la plenitud de los tiempos y, cuando fue preguntado, dijo: Yo soy. En efecto, aquello
que Dios hace es lo que conviene a los hombres, y no habría sido adecuado que
sucediera de otra manera, y se establece una providencia precisamente de
aquello que conviene y es adecuado. Vino, pues, no para ser servido sino para
servir y llevar a cabo nuestra salvación. Naturalmente, podía
también haber dictado la ley desde el cielo, pero vio que convenía a los
hombres dictarla desde el Sinaí, y lo hizo así para
Además también se puede contemplar, desde este
punto de vista, el buen sentido de cuanto ha sucedido, pues si por el hecho de
ser capaz de ello, Dios hubiese hablado y suprimido la maldición, entonces se
habría mostrado la potencia del que había dado la orden, pero el hombre habría
llegado a ser tal como lo era también Adán antes de la transgresión, recibiendo
la gracia desde fuera y no teniendo esa gracia en armonía con su cuerpo (pues
esa es la manera en que estaba y fue colocado entonces en el paraíso, pero
pronto llegó a ser peor, cuando aprendió a transgredir la ley). Siendo así
entonces, si el hombre hubiese sido seducido otra vez por la serpiente, habría
sido necesario de nuevo que Dios diese la orden y suprimiese de esa manera la
maldición, y así habría sido necesario hacerlo una y otra vez hasta el
infinito. Y no por ello los hombres habrían dejado de permanecer sometidos a
la servidumbre del pecado, sino que, al estar siempre pecando, habrían estado
necesitados siempre de alguien que los perdonase; y nunca habrían sido
liberados, al ser por sí mismos carne y ser vencidos siempre por la ley a
causa de la debilidad de la carne.
69. Además, si el Hijo fuese una
criatura, el hombre no habría dejado de seguir siendo mortal, al no estar unido
a Dios. En efecto, una criatura no habría podido unir las criaturas a Dios, al
tener que buscar también ella alguien que la uniese a Dios. Tampoco una parte
de la creación podría ser la salvación de la creación, al estar también esa
parte necesitada de salvación. Así pues, para que esto no suceda, Dios envía
a su propio Hijo, que llega a ser Hijo del hombre, al haber tomado la carne
creada, para que el Hijo, dado que todos están sometidos a la muerte, al ser
algo distinto de todos los demás, ofrezca por todos su propio cuerpo en la
muerte, de modo que en adelante, al haber muerto todos por medio de Él, se
cumplan las palabras de la sentencia: Pues todos murieron en
En efecto, al revestirse el Logos de la
carne, como se ha
70. Pero todo esto no habría sucedido
si el Logos fuese una criatura, ya que el diablo, que es una criatura, siempre
habría podido plantar batalla contra una criatura, y el hombre, estando en
medio, habría estado siempre sometido a la muerte, no teniendo por medio de
quién y en quién ser unido a Dios y llegar así a ser liberado de todo temor. De
donde se sigue que la verdad muestra que el Logos no es una de las criaturas,
sino más bien el artífice de ellas. En efecto, también asumió el cuerpo creado
y humano de esa manera, para que, habiéndolo renovado como artífice en sí
mismo, lo divinizase y así nos introdujera a todos nosotros en el Reino de los
cielos conforme a la semejanza con aquel cuerpo. Y, una vez más, el hombre no
habría podido ser divinizado al haber sido unido a una criatura, si no fuese
porque el Hijo era Dios verdadero, y el hombre no habría podido estar junto al
Padre, si no fuese porque Aquél que se revistió de cuerpo era su Logos por
naturaleza y verdadero. Y así como no habríamos sido liberados del pecado y
de la maldición, si la carne de la cual el Logos se revistió no fuese una carne
humana por naturaleza (pues no habría en nosotros nada en común con quien es
distinto), de la misma manera el hombre no habría sido divinizado, si quien
llegó a ser carne no fuese el Logos que procede del Padre por naturaleza,
verdadero y propio de Padre. Por esta razón ha tenido lugar semejante unión,
para que uniera al hombre por.naturaleza con lo que es propio de la divinidad
por naturaleza, y así su salvación y divinización llegasen a estar firmemente
asentadas.
Así pues, que los que niegan que el Hijo procede del Padre por naturaleza y
que es propio de su sustancia nieguen también que ha tomado carne
verdaderamente humana de María, la siempre Virgen. En efecto, ningún provecho
mayor podría haber tenido lugar para nosotros, los hombres, si el Logos no
fuese Hijo verdadero y por naturaleza de Dios, y la carne que asumió no fuese
carne verdadera. ¡Pero tomó carne verdadera!, por más que se le vaya la cabeza
a Valentín. El Logos
era Dios verdadero y por naturaleza, por más que se les vaya la cabeza a los
que padecen la locura arriana, y en aquella carne llegó a ser para nosotros
principio de la nueva creación, al haber sido creado por nosotros y haberla
renovado como camino para nosotros, como se ha dicho.
71. Por tanto, el Logos ni es una
criatura ni una obra. En efecto, «criatura», «cosa hecha» y «obra» son lo
mismo, y, si fuera una criatura y algo hecho, entonces sería también una obra.
Ésta es la razón, entonces, por la cual no ha dicho: «Mé creó obra», ni: «Me
hizo junto con las obras», para evitar que se piense que es una criatura por
naturaleza y sustancia. Ni ha dicho tampoco que «creó las obras para hacerme a
mí», para evitar nuevamente que, como sucede con la maldad de los impíos, se
considere que es como un instrumento que ha sido creado por causa nuestra.
Pero tampoco proclamó que «me creó antes que las obras», para evitar hacer
entender que la expresión «lo engendrado» y la expresión «creó» son lo mismo y
que, al igual que es lo engendrado antes de todas las cosas, así también es
creado antes de todas las obras.
Al contrario, con notoria precisión ha dicho
para las obras, que equivale a decir: «El Padre me ha hecho llegar
a ser hombre en la carne», de modo que también a partir de una expresión
semejante vuelve a mostrarse que el Logos no es una obra, sino lo engendrado.
En efecto, ai igual que el que entra en una casa no es una parte de la casa
sino algo distinto de ella, de igual manera el que es creado para las obras
sería algo distinto de las obras en lo que respecta a la naturaleza. Pues si,
como pensáis vosotros, arrianos, el Logos de Dios es una obra, ¿con qué clase
de mano y sabiduría ha llegado a ser Él entonces? Pues todas las obras
creadas han llegado a serlo en la mano y en la Sabiduría de Dios, y Dios mismo
dice: Mi mano
hizo todas estas cosas, y David canta: Y tú, Señor, desde el principio
cimentaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos; y en otra
ocasión, en el salmo ciento cuarenta y dos: Recordé los días antiguos y cuidé
de todas tus obras, cuidando de las cosas que hicieron tus manos. Por lo
tanto, si las cosas que han sido hechas son obra de la mano de Dios y está
escrito que todas las cosas fueron creadas por medio del Logos y sin Él no se
hizo nada, y también: Un solo Señor, Jesús, por medio del cual
son todas las cosas, y en Él todas las cosas tienen su consistencia, entonces
es evidente que el Hijo no sería una obra, sino la mano de Dios y la Sabiduría.
Sabiendo esto, los que llegaron a ser mártires
en Babilonia (Ananías, Azarías y Misael), también refutan la impiedad arriana,
al haber dicho: Bendecid, obras todas del Señor, al Señor. Han
considerado las cosas en el cielo y las que están sobre la tierra (esto es, la
creación) como obras, mientras que al Hijo no lo han nombrado. En efecto, no
han dicho: «Bendice, ¡oh Logos!, y alaba, ¡oh Sabiduría!», para mostrar que
todas las demás cosas son las que alaban y son obras, mientras que el Logos no
es una obra ni uno de los que alaban, sino que es alabado y adorado junto con
el Padre y es considerado como Dios, al ser su Logos y Sabiduría, y es el
artífice de las obras. Y esto también lo ha dicho el Espíritu en los Salmos
con una bellísima distinción: El Logos del Señor es recto y todas sus obras
son leales, de modo similar a como dice en otro salmo: ¡Qué grandes son tus
obras, Señor! Todo lo hiciste en la Sabiduría.
72. Si el Logos fuese una obra, también
Él, por supuesto, habría llegado a ser en la Sabiduría, y la Escritura no lo
habría distinguido de las obras ni habría nombrado a las obras por un lado y
anunciado por otro al Logos y Sabiduría propia de Dios. Ahora bien, la
Escritura, al distinguirlo de las obras, muestra que la Sabiduría es el
artífice de las obras, y no una obra. También Pablo ha hecho uso de esta
distinción, al escribir a los Hebreos: Pues el Logos de Dios es vivo y eficaz,
más tajante que espada de doble filo, penetra hasta la frontera entre el alma
y el espíritu, junturas y médulas, escruta los pensamientos y no hay creación
alguna oculta a sus ojos, sino que todas las cosas están desnudas y patentes a
los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta. En efecto, he aquí
que llama «creación» a las cosas que han llegado a ser, mientras que sabe que
el Hijo es «Logos de Dios», como alguien diferente de las criaturas. Y, al
volver a decir Todas las cosas están desnudas y patentes a los ojos de Aquél a
quien hemos de dar cuenta, da a entender que el Logos es distinto de todos los
demás.
Ésta es, pues, la razón por la cual Él juzga,
mientras que cada uno de los demás seres creados está obligado a darle cuentas.
Así pues, y estando también toda la creación gimiendo junto con nosotros para
ser liberada de la esclavitud de la corrupción, muestra que el
Hijo es distinto de las criaturas. En efecto, si fuese una criatura, también Él
sería uno de los que gimen, al necesitar, también Él, de alguien que lo haga
hijo y lo libere junto con todos. Pero sí toda la creación gime junto con
nosotros para ser liberada de la esclavitud de la corrupción, y resulta que el
Hijo no es uno de los que gimen ni de los que necesitan liberación, sino que es
quien hace hijos y libera todas las cosas y dice a los judíos de entonces: El
siervo no permanece en la casa para siempre, mientras que el Hijo permanece
para siempre. Por lo tanto, si el Hijo es el que os libera, seréis
verdaderamente libres,
así, a partir de estas expresiones se prueba, con más claridad que la luz del
día, que el Logos de Dios no es una criatura, sino Hijo verdadero y genuino
por naturaleza del Padre.
Por tanto, en lo que respecta a la expresión: El Señor me creó como principio
de los caminos, estas consideraciones, aunque sean breves, son no obstante
suficientes --creo yo--, para ofrecer a los más versados la oportunidad de
preparar más argumentos para destruir la herejía arriana. Ahora bien, puesto
que los herejes, también al leer el siguiente versículo, en el que está
escrito: Antes de los siglos me cimentó, lo entienden
mal, pensando que estas cosas se dicen de la divinidad del Logos y no de su
venida encarnada, es necesario también analizar este versículo y mostrar el
error de su interpretación.
73. Está escrito: Dios cimentó la
tierra en la Sabiduría. Si la tierra está cimentada en
la Sabiduría, ¿cómo entonces va a ser cimentado Aquél que es precisamente el
que cimienta? Pero también esto se dice de manera proverbial, y hace falta
buscar igualmente su sentido para comprender que el Padre crea como artífice, y
cimienta la tierra en la Sabiduría para que se asiente bien y permanezca,
mientras que esta Sabiduría es cimentada a favor nuestro, con el objetivo de
que llegue a ser el principio y el cimiento de nuestra nueva creación y
renovación. Por eso tampoco en estas expresiones ha dicho: «Me ha hecho
Logos o Hijo antes de los siglos», para que no parezca que tuviera un principio
en el que ha sido hecho. Lo primero de todo que hay que averiguar es si es
Hijo, y empezar por rastrear las Escrituras al respecto. En efecto, cuando los
apóstoles fueron preguntados sobre esto, Pedro respondió diciendo: Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios vivo, y esto es también lo que
preguntó el padre de la herejía
arriana en los comienzos: Si eres el Hijo de Dios. Ciertamente sabía que El era la verdad y el Señor de nuestra fe y que, si era
el Hijo, entonces su diabólica tiranía iba a llegar a su final, mientras que si
era una criatura, también Él era uno de los que procedían de Adán (el cual
había sido engañado por él), y entonces no tenía que preocuparse de nada. Por
esta misma razón se enojaban también los judíos de entonces, porque el Señor
decía que era Hijo de Dios y que Dios era su propio Padre. Si hubiese sido una de las criaturas, habría afirmado: «Soy algo hecho», y
sus oyentes no se habrían extrañado ni hubiesen considerado blasfemas
semejantes palabras, pues sabían que también a sus padres se les habían
aparecido unos ángeles. Sin embargo, como decía que era Hijo, veían que semejante
característica no era propia de una criatura, sino de la divinidad y de la
naturaleza propia del Padre.
74.Por lo tanto, habría sido
necesario que los arrianos, aunque estén imitando a su propio padre (que es el
diablo), prestasen atención, y, si hubiese dicho: «Me cimentó como Logos o
Hijo», pensasen como piensan ahora, mientras que si no lo dijo así, no deberían
inventarse lo que no es. Pues no ha dicho: «Antes de los siglos me cimentó
como Logos o Hijo», sino únicamente: Me cimentó, para
mostrar una vez más, como ya he dicho, que no dice esto por Él, sino en forma
proverbial, a causa de aquellos que son edificados sobre Él.
En efecto, sabiendo esto, el Apóstol también escribe: Nadie puede colocar otro
cimiento distinto del que está puesto, que es Cristo Jesús. Que
cada uno vea cómo edifica encima. Es preciso que el cimiento sea
semejante a como son las cosas que se edifican encima, para que puedan ser
ajustadas
Por otra parte, como los herejes piensan en la
humanidad según los modelos humanos, conviene refutarlos por medio de esos
mismos argumentos. El Logos no ha dicho: «Me ha hecho cimiento», como si
tuviese un principio en el que llegó a ser, para que no encuentren en ello una
excusa vergonzosa para su impiedad, sino que ha dicho: Me cimentó. Y lo
que es cimentado es construido por causa de las piedras que son colocadas sobre
él, y no llega a ser así sin más, sino cuando una piedra es transportada desde
el monte y es colocada abajo, en la profundidad de la tierra. Mientras está en
el monte es una piedra, todavía no ha llegado a ser cimiento. En cambio, cuando
la necesidad lo requiere y es transportada y colocada en lo profundo de la
tierra, entonces y en adelante, si la piedra pudiese hablar, diría: «Ahora me
ha hecho cimiento el que me trasladó desde el monte hasta aquí». Así pues,
sucede lo mismo con el Señor: no comienza a ser cuando se convierte en cimiento
(pues era ya Logos antes de esto), sino que en el momento en que se revistió
de nuestro cuerpo, el que recibió precisamente de María una vez que fue
diseñado, y es cuando dice: Me cimentó, lo cual equivale a decir: «A mí, que
soy Logos, me cubrió de un cuerpo terreno». En efecto, es cimentado de esa
manera por causa nuestra, asumiendo lo que es propio nuestro, para que
nosotros, ajustados armoniosamente a Él, al ser concorpóreos y estar ligados
estrechamente a Él por la semejanza de la carne y habiendo alcanzado el estado
del hombre perfecto, permanezcamos inmortales e incorruptibles.
75. Tampoco las expresiones: Antes de
los siglos, Antes de hacer la tierra y Antes
de qne fuesen hechos los montes, deben inquietar a nadie, pues
con mucho sentido las unió a la expresión cimentó y creó, ya que también esto
se refiere nuevamente a la economía salvífica según la carne. En efecto,
la gracia que nos ha llegado a nosotros del Salvador se ha manifestado
precisamente ahora, como dijo el Apóstol, y ha tenido lugar al
haber llegado a estar Él entre nosotros, pero esta gracia ya había sido
preparada incluso antes de que nosotros fuéramos creados, o mejor dicho,
incluso antes del comienzo del mundo. ¡Y qué propicia y admirable es la causa!
No era conveniente que Dios deliberase después sobre nosotros, para que no
pareciese que ignoraba cuanto se refiere a nosotros. De este modo,
creándonos por medio de su propio Logos, conociendo nuestras cosas y previendo
por nosotros que, aunque fuéramos creados buenos, después íbamos
a transgredir el mandamiento e íbamos a ser arrojados del paraíso a causa de
la desobediencia, el Dios del universo, como es amigo del hombre y bueno,
preparaba ya con antelación en su propio Logos, por medio del cual también nos
creó, la economía
salvífica de nuestra salvación, para que, aunque cayésemos engañados por la
serpiente, no permaneciéramos muertos de manera irrevocable, sino que, teniendo
en el Logos la redención y la salvación preparada con antelación para nosotros
y resucitando, volviésemos a permanecer inmortales. Esto sucede cuando el
Logos fue creado principio de los caminos por nosotros, y el
primogénito de la creación llegó a ser primogénito de los
hermanos y fue resucitado como primicia de los muertos.
Esto también lo enseña el bienaventurado apóstol Pablo, ya que al escribir
interpreta de esta manera las expresiones: Antes de los siglos y
Antes que fuese creada la tierra, que aparecen en los Proverbios,
diciendo a Timoteo: Comparte conmigo los sufrimientos por el Evangelio según
la potencia de Dios, que nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no
según nuestras obras, sino según la propia determinación y gracia que nos ha
sido dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eternos, pero manifestada ahora
por medio de la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo, el cual ha detruido
la muerte y ha iluminado la vida. Y dice a los efesios:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido
con toda clase de bienes espirituales en los cielos en Cristo Jesús, al
habernos elegido en El, antes de la creación del mundo, para ser santos e
inmaculados ante El por el amor, y habernos predestinado a ser hechos hijos
suyos por medio de Jesucristo.
76. ¿Cómo, pues, podría habernos elegido antes de ser creados, si no hubiésemos estado prefigurados en Él, como él
mismo dice? ¿Y de qué manera habría podido predestinarnos,
antes que los hombres fuesen creados, para ser hechos hijos, si
el Hijo mismo no hubiese sido cimentado antes de los siglos, al haber aceptado
la economía salvífica por nosotros? ¿O de qué manera, como añade el Apóstol,
hemos sido predestinados a heredar, si el Señor mismo no
hubiese sido cimentado antes de los siglos, para poder tener la determinación
de aceptar, a través de la carne y por nosotros, toda la herencia del juicio
que había contra nosotros y después poder hacernos hijos en Él? ¿Y cómo es
que sin haber llegado a existir todavía, sino habiendo llegado a existir en el
tiempo, habríamos podido recibir la gracia antes de los tiempos eternos, si la
gracia que ha llegado hasta nosotros no hubiese estado reservada en Cristo?
Por eso, en el juicio, cuando cada uno reciba conforme a su obrar,
dice: Venid aquí, benditos de mi Padre, recibid en herencia el Reino preparado
para vosotros desde la creación del mundo. ¿Cómo entonces,
y en quién, antes de que nosotros llegáramos a existir, fue preparado este
Reino, si no es en el Señor, que fue cimentado antes de los siglos para que
nosotros, al ser edificados sobre Él, tomásemos parte, como piedras bien
ajustadas, de la vida y la gracia que vienen de Él? Y esto ha sucedido --como
sin mucha dificultad llega uno a pensar piadosamente--, para que, como he dicho,
resucitando de la muerte que dura poco tiempo, seamos capaces de vivir
eternamente. Siendo hombres procedentes de la tierra, no habríamos sido
capaces de ello si la esperanza de la vida y de la salvación no hubiese sido
preparada con antelación para nosotros en Cristo, antes de los siglos.
Así pues, el Logos, al venir sobre nuestra carne y ser en ella creado como
principio de los caminos para sus obras, es
77. En efecto, no era conveniente que
nuestra vida se cimentase en ningún otro sino en el Señor, que existe antes de
los siglos y por medio del cual han llegado a existir también los siglos,
para que, al estar esa vida en Él, también nosotros fuéramos capaces de
heredar la vida eterna. En efecto, Dios es bueno, y como es bueno siempre ha
querido esto porque conoce nuestra débil naturaleza, la cual está necesitada
de la ayuda y salvación que vienen de El. Y de igual manera que si un sabio
arquitecto, al determinarse a edificar una casa, piensa también en lo necesario
para que pueda volver a ser restaurada en el caso de que en algún momento,
después de haber sido construida, se estropee, y con este propósito prepara con
antelación el equipo necesario para restaurarla y se lo da al constructor, y
así resulta que el equipo de restauración llega a existir antes que la casa;
de la misma manera la restauración
de nuestra salvación es cimentada en Cristo antes que nosotros existiéramos,
para que también seamos capaces de .ser recreados en Él. De esta manera, la
decisión y la determinación han sido preparadas antes de los siglos, mientras
que la obra ha llegado a darse cuando la necesidad lo ha pedido y el Salvador ha venido entre nosotros. En
efecto, el Señor mismo, en lugar de todas las cosas, llegará a estar en el
cielo para nosotros, recibiéndonos para la vida eterna.
Bastan por tanto estas consideraciones para probar que el Logos de Dios no es
una criatura y que la expresión tiene un sentido correcto. Pero dado que, al
examinar la expresión, ésta tiene un sentido correcto desde todos los puntos de
vista, lógicamente toca a continuación explicar este significado, para que así
los arrianos, que son necios, sean avergonzados por todas partes. Necesitamos nuevamente de lo que se ha dicho anteriormente, porque el asunto
que nos ocupa concierne al mismo proverbio y a la misma Sabiduría. El Logos no
dijo que era una criatura por naturaleza, sino que en los Proverbios utilizó
la expresión: El Señor me creó; y es evidente que no está dando a
entender el sentido abiertamente, sino de forma encubierta; sentido que
nosotros podemos encontrar si descorremos el velo del proverbio.
En efecto, ¿quién, al escuchar a la Sabiduría artífice decir: El Señor me
creó para sus obras, no busca inmediatamente el significado de estas palabras,
preguntándose cómo es posible que sea creada precisamente la Sabiduría que
crea? ¿Quién, al haber escuchado al Hijo unigénito de Dios decir: Me creó
principio de los caminos, no encuentra el sentido al sorprenderse de cómo es
posible que el Hijo unigénito llegue a ser el principio de muchos otros? Es un
enigma, y la Escritura dice: El que tenga entendimiento
entenderá la parábola, el discurso sombrío, las expresiones de los sabios y
los enigmas.
78. Así pues, la Sabiduría unigénita y
absoluta de Dios es creadora y artífice de todas las cosas, pues la Escritura
dice: Todas las cosas las hiciste en la Sabiduría y la tierra ha sido llenada
de tu creación. Y para que las cosas que han llegado a ser no sólo existieran
sino que existieran bien, le pareció bien a Dios hacer descender su propia
Sabiduría hasta las criaturas, para colocar en cada una de ellas, y en todas
como conjunto, una cierta figura y representación de la
imagen de la Sabiduría, y así las cosas que han llegado a existir aparezcan
sabias y dignas obras de Dios. En efecto, así como nuestra palabra es imagen del Logos, que es el Hijo de Dios, de la misma manera la sabiduría
que nos ba llegado a nosotros es también, a su vez, imagen de la Sabiduría,
que es Él mismo, por la cual, al poder conocer y pensar, llegamos a ser capaces
de recibir la Sabiduría artífice y, por medio de ella, somos capaces de
conocer al Padre de dicha Sabiduría. Por ello la Escritura dice: El que tiene
al Hijo tiene también al Padre y El que me recibe a mí recibe al que me ha
enviad.
Como semejante figura de la Sabiduría ha sido creada en nosotros y está en
todas las obras, la Sabiduría verdadera y artífice, al tomar nuevamente sobre
sí misma aquellas cosas que tienen su propia figura, utiliza lógicamente la
expresión: El Señor me creó para sus obras. En efecto, aquellas cosas que
dijo la sabiduría que está en nosotros las dice el Señor mismo como propias. Y
El no es creado, porque es el creador, pero, a causa de su imagen que ha sido
creada en las obras, dice estas cosas como si se tratase de Él mismo. Al igual
que el Señor mismo ha
dicho: El que os recibe a vosotros a mí me recibe (por
el hecho de que su figura está en nosotros), de la misma manera, aunque no sea
una de las cosas creadas, por el hecho de que su imagen y figura son creadas en
las obras, como si se tratara de Él mismo, afirma: El Señor me creó como
principio de los caminos para sus obras. La figura de la
Sabiduría llegó a estar en las obras de esta manera, para que, como he dicho
anteriormente, el mundo conozca en ella a su propio Logos artífice y, por
medio de Él, al Padre. Y esto es lo que decía Pablo: Porque lo conocido de Dios
aparece en ellas, pues Dios se lo mostró a ellas. En efecto, lo invisible de El
desde la creación del mundo es contemplado por el entendimiento en sus criaturas.
De modo que el Logos no es una criatura en su sustancia, sino que la expresión
de los Proverbios se refiere a la sabiduría que está, y se dice que está, en
nosotros.
79. Pero si tampoco dan crédito a estos
argumentos, entonces que ellos nos digan si hay una cierta sabiduría en las
criaturas o no. Si no la hay, ¿cómo es que el Apóstol hace un reproche,
diciendo: Dado que en la sabiduría de Dios el mundo no ha conocido a Dios por
medio de la sabiduría... ¿O cómo, si no hay una sabiduría, se
encuentra en la Escritura una multitud de sabios, y el sabio por
temor se apartó del mal y se construye una casa con la Sabiduría? Y el Eclesiastés asevera: La sabiduría del hombre iluminará su rostro,
y reprende a Jos inquietos afirmando: No digas: ¿Por qué ha sucedido que los
días antiguos fueron buenos y mejores que éstos? Pues no has preguntado acerca
de esto con sabiduría. Por el contrario, si existe esa
sabiduría (como dice también el Sirácida: La derramó sobre todas sus obras junto con toda carne conforme a su don y se la
suministró a quines le aman; y si por otro lado semejante
derramamiento no es un signo distintivo de la sustancia de la Sabiduría
absoluta y unigénita, sino de la que ha sido hecha a imagen en el mundo, ¿qué
hay de increíble en que la Sabiduría misma, la que es artífice y verdadera, de
la cual es figura y ciencia la sabiduría que ha sido derramada en el mundo,
diga como si se tratara de ella misma, como he mencionado ya antes: El Señor
me creó para sus obras)
En efecto, la sabiduría que está en el mundo no es creadora, sino la que ha
sido creada en las obras, según la cual los cielos refieren la gloria de Dios y
el firmamento pregona la obra de sus manos. Y los hombres, si la
llevan en ellos mismos, reconocerán la verdadera Sabiduría de Dios y conocerán
que han llegado a existir realmente a imagen de Dios. De la misma manera que si
al hijo de un rey, al querer su padre construir una ciudad, pretendiendo que en
cada una de las obras estuviera escrito su propio nombre (tanto para tener
seguridad de que las obras permanezcan, gracias a la representación de su
propio nombre que hay en cada una de ellas, como para que a partir del nombre
se puedan acordar de él y de su padre), le preguntasen acerca de la ciudad,
una vez terminada, cómo llegó a existir, diría: «Ha llegado a existir de forma
segura, pues conforme a la voluntad de mi padre en cada una de ellas ha sido
representada una imagen mía, pues mi nombre ha sido creado en las obras», y al
decir esto no se estaría dando a entender que su propia sustancia ha sido
creada, sino su propia figura por medio del nombre; de la misma manera, a
causa de la semejanza con el modelo, la verdadera Sabiduría responde así a los
que se sorprenden de que la sabiduría esté en las criaturas: «El Señor me creó
para las obras, pues la figura
80. Y tampoco hay que extrañarse de que
el Hijo hable de la sabiduría que está en nosotros como si se tratase de sí
mismo, si resulta que (pues no hay que vacilar en repetir lo mismo), cuando
Pablo perseguía a la Iglesia, en la cual estaban la figura e imagen del Hijo,
como si Él mismo estuviese perseguido, le decía: Saulo, ¿por qué me
persigues? Por lo tanto, como se ha dicho, si la figura misma de la
sabiduría que está en las obras hubiese dicho la expresión: Me creó para las
obras, nadie se habría extrañado. De la misma manera,
si la Sabiduría artífice y verdadera de Dios, el Logos unigénito de Dios,
dijese ella misma las cosas que son propias de su propia imagen como si se
tratase de ella misma, por ejemplo la expresión: Me creó para las obras, que
nadie, olvidándose de la sabiduría que está en el mundo y que ha sido creada en
las obras, piense que la expresión creó se dice acerca de la sustancia de la
Sabiduría absoluta, no sea que parezca que oculta la verdad mezclando el vino
con el agua. En efecto, ésta es creadora y artífice,
mientras que la figura ha sido creada en las obras, como ocurre con aquello que
es a imagen de la imagen.
Y
dice: Principio de los caminos, porque semejante sabiduría es un
cierto principio y llega a constituir como los primeros elementos del
conocimiento de Dios. De este modo, empezando primero con esta sabiduría, como
si uno subiese por un camino, y custodiándola en el temor de Dios, como dice
Salomón (El principio de la sabiduría es el temor del Señor),
ascendiendo después nuevamente con el entendimiento y habiendo contemplado con
el entendimiento la Sabiduría artífice en la creación, también contemplará en
Ella con el entendimiento
a su Padre, como dijo el Señor mismo: El que me ha visto a mí ha visto al Padre,
y como Juan escribe: El que reconoce al Hijo tiene también al Padre.
También afirma: Antes de los siglos me cimentó, porque las obras
permanecen firmes y para siempre en la figura de la Sabiduría. Después, para
que, al escuchar acerca de la sabiduría que ha sido creada de esta manera en
las obras, uno no piense que la Sabiduría verdadera de Dios, el Hijo, es una
criatura por naturaleza, se vío obligado a añadir: Antes que los montes,
Antes que la tierra, Antes que las aguas y Antes
que las colinas, para que, al decir «Antes de toda creación» (pues ha mostrado
con estas expresiones que se refiere a toda la creación), muestre que no ha sido
creado sustancialmente junto con las obras. En efecto, si ha sido creado
para las obras, es anterior a las obras, y entonces es evidente que existe
antes de ser creado. Luego no es una criatura por naturaleza y en su sustancia,
sino, como el Logos mismo añadió, lo engendrado. Y en qué se
distingue, y cómo dista por naturaleza, una criatura de lo engendrado, ha
quedado mostrado en los argumentos precedentes.
81.Pero dado que añade y dice: Cuando
preparaba el cielo estaba con Él, es necesario
comprender que no dice esto como sí el Padre no hubiese estado preparando por
medio de la Sabiduría el cielo o las nubes que están en lo alto,
pues no hay duda de que todas las cosas fueron creadas en la Sabiduría y sin
ella no llegó a existir nada, sino que lo que dice es esto:
«Todas las cosas han llegado a existir en mí y por medio
Así pues, aquellos que llegan a ser contemplativos de las criaturas por su
recto pensar, conforme a la sabiduría que les ha sido concedida, son capaces de
decir también ellos mismos: «Por tu disposición todas las cosas permanecen». En cambio, los que han descuidado esto escucharán: Al decir que
son sabios se han vuelto insensatos, ya que lo conocido de Dios
aparece en ellas, pues Dios se lo mostró. En efecto, lo invisible de Él desde
la creación del mundo es contemplado por el entendimiento en sus criaturas, su
potencia eterna y su divinidad, hasta tal punto que no tienen excusa, porque
habiendo conocido a Dios no lo han glorificado como Dios, sino
que han dado culto a la creación en lugar de al creador de todas las cosas, el
cual es bendito por los siglos. Amén. Y se avergonzarán
ciertamente al escuchar, en un modo similar al anterior: Porque en la
sabiduría de Dios el mundo no ha conocido a Dios por medio de la sabiduría,
sino que a Dios le ha parecido bien salvar a los creyentes por medio de la
locura del evangelio.
Así
pues, Dios ya no ha querido ser conocido por medio de la imagen y sombra de la
sabiduría que está en las criaturas, como en los primeros tiempos, sino que
hizo que la Sabiduría verdadera tomase ella misma carne, llegara a ser un
hombre mortal y soportase la cruz, para que por la fe en Él todos los que
crean puedan en adelante ser salvados. En efecto, se trata
de la Sabiduría misma de Dios, la que primero se manifestaba a sí misma por
medio de su propia imagen, que está en las criaturas, y en razón de la cual se
dice que Ella es creada, y, a través de sí misma manifestaba a su propio Padre,
y después ésta, que es Logos, llegó a ser hombre, como dice Juan,
y después de aniquilar a la muerte y salvar nuestro linaje, se
reveló a sí mismo todavía más y, por medio de El, reveló a su propio Padre,
diciendo: Concédeles que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo a quien enviaste.
82.Toda la tierra, pues, se ha llenado
de su conocimiento, porque uno sólo es el conocimiento del Padre por medio
del Hijo y el conocimiento del Hijo que viene del Padre. Y en esto encuentra
alegría el Padre, y con esta misma alegría el Hijo se regocija en el Padre,
diciendo: Yo era aquel en quién se complacía. Día tras día me regocijaba en su
rostro. Esto muestra nuevamente que el Hijo no es algo diferente,
sino propio de la sustancia del Padre. Pues he aquí que no ha llegado a
ser a causa de nosotros, como dicen los impíos, ni en absoluto procede de la
nada (pues Dios tampoco adquirió para sí desde fuera alguien que le produjese
alegrías), sino que la frase mencionada es signo distintivo de algo que es
propio y semejante. Por tanto, ¿cuál fue el tiempo en que no se
alegró el Padre? Y si resulta que se ha alegrado siempre, entonces ha existido
siempre Aquél en quien se alegraba. ¿Y en quién se alegra el Padre sino cuando
lo ve a Él, que es precisamente su propio Logos, su propia imagen? Y aunque
después de haber completado el mundo se regocijaba en los hijos de los hombres,
como está escrito en los mismos Proverbios, sin embargo también esto tiene el
mismo sentido. En efecto, se regocija de esta manera no porque le hayan
sobrevenido unas alegrías, sino
Vuestro altanero discurso --vosotros que lucháis contra Cristo-- se ha mostrado entonces vacío por todas partes, habéis desfilado pomposamente en vano y habéis repetido machaconamente por codas partes la expresión: El Señor me creó como principio de sus caminos, malinterpretando su sentido y dando a conocer, más bien, vuestra propia invención, en lugar de lo que pensaba Salomón. He aquí que vuestro modo de pensar se ha mostrado pura imaginación, mientras que la expresión que se encuentra en los Proverbios y todas las cosas que hemos dicho antes muestran que el Hijo no es una criatura por naturaleza ni en su sustancia, sino lo engendrado propio del Padre, Sabiduría y Logos verdadero, por medio del cual todas las cosas han llegado a ser y sin Él nada ha llegado a ser.
TERCER DISCURSO CONTRA LOS ARRIANOS |