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TERCERA PARTE.
CAMINO DE JERUSALEN
Capítulo
9 |
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La
mala acogida de los samaritanos |
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51 |
Estando
para cumplirse los días de su ascensión, se dirigió resueltamente
a Jerusalén, |
52 |
y
envió mensajeros delante de sí, que en su camino entraron en
una aldea de samaritanos para prepararle albergue. |
53 |
No
fueron recibidos, porque iban a Jerusalén. |
54 |
Viéndolo
los discípulos, Santiago y Juan dijeron: Señor, ¿quieres que
digamos que baje fuego del cielo que los consuma? |
55 |
Volviéndose
Jesús, los reprendió, |
56 |
y
se fueron a otra aldea. |
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Capítulo
10 |
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Varias
vocaciones |
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57 |
Siguiendo
el camino, vino uno que le dijo: Te seguiré adondequiera que
vayas. |
58 |
Jesús
le respondió: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo
nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. |
59 |
A
otro le dijo: Sigúeme, y respondió: Señor, déjame ir primero
a sepultar a mi padre. |
60 |
El
le contestó: Deja a los muertos sepultar a sus muertos, y tú
vete y anuncia el Reino de Dios. |
61 |
Otro
le dijo: Te seguiré, Señor, pero déjame antes ir a despedirme
de los de mi casa. |
62 |
Jesús
le dijo: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el
arado, mire atrás, es apto para el Reino de Dios. |
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Misión
de los setenta y dos |
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1 |
Después
de esto, designó Jesús a otros setenta y dos y los envió, de
dos en dos, delante de sí, a toda ciudad y lugar adonde El había
de venir, |
2 |
y
les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos; rogad, pues,
al amo de la mies mande obreros a su mies. |
3 |
Id,
yo os envío como corderos en medio de lobos. |
4 |
No
llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, y a nadie saludéis
por el camino. |
5 |
En
cualquier casa en que entréis, decid primero: La paz sea con
esta casa. |
6 |
Si
hubiere en ella un hijo de la paz, descansará sobre él vuestra
paz; si no, se volverá a vosotros. |
7 |
Permaneced
en esa casa y comed y bebed lo que os sirvieren, porque el obrero
es digno de su salario. No vayáis de casa en casa. |
8 |
En
cualquier ciudad en que entrareis y os recibieren, comed lo
que os fuere servido, |
9 |
y
curad a los enfermos que en ella hubiere, y decidles: El Reino
de Dios está cerca de vosotros. |
10 |
En
cualquier ciudad en que entréis y no os recibieren, salid a
las plazas y decid: |
11 |
Hasta
el polvo que de vuestra ciudad se nos pegó a los pies lo sacudimos,
pero sabed que el Reino de Dios está cerca. |
12 |
Yo
os digo que aquel día Sodoma será tratada con menos rigor que
esa ciudad. |
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Ciudades
incrédulas |
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13 |
¡Ay
de ti, Corazeín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y en Sidón
hubieran sido hechos los milagros que en vosotras se han hecho,
tiempo ha que en saco y sentados en ceniza hubieran hecho penitencia. |
14 |
Pero
Tiro y Sidón serán más toleradas que vosotras en el juicio. |
15 |
Y
tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno
serás abatida. |
16 |
El
que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha,
a mí me desecha, y el que me desecha a mí, desecha al que me
envió. |
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Vuelta
de los setenta y dos |
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17 |
Volvieron
los setenta y dos llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta
los demonios se nos sometían en tu
nombre. |
18 |
Y
El les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. |
19 |
Yo
os he dado poder para andar sobre serpientes y escorpiones y
sobre todo poder enemigo, y nada os dañará. |
20 |
Mas
no os alegréis dé que los espíritus os estén sometidos; alegraos
más bien de que vuestros nombres estén escritos en los cielos. |
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Revelación
del Padre a los pequeñuelos |
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21 |
En
aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo
y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las
revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito. |
22 |
Todo
me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino
el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien
el Hijo quisiere revelárselo. |
23 |
Vuelto
a los discípulos, aparte les dijo: Dichosos los ojos que ven
lo que vosotros veis, |
24 |
porque
yo os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron. |
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|
El
mayor precepto |
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25 |
Levantóse
un doctor de la Ley para tentarlo y le dijo: Maestro, ¿qué haré
para alcanzar la vida eterna? |
26 |
El
le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? |
27 |
Le
contestó diciendo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente,
y al prójimo como a ti mismo. |
28 |
Y
le dijo: Bien has respondido. Haz esto y vivirás. |
29 |
El,
queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? |
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Parábola
del samaritano |
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30 |
Tomando
Jesús la palabra, dijo: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó
y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron
de azotes y se fueron, dejándole medio muerto. |
31 |
Por
casualidad bajó un sacerdote por el mismo camino, y, viéndolo,
pasó de largo. |
32 |
Asimismo
un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó adelante. |
33 |
Pero
un samaritano que iba de camino llegó a él, y, viéndole, se
movió a compasión, |
34 |
acercóse,
le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le
hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón
y cuidó de él. |
35 |
A
la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo:
Cuida de él, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagaré. |
36 |
¿Quién
de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó
en poder de ladrones? |
37 |
EL
contestó: El que hizo con él misericordia. Contestóle Jesús:
Vete y haz tú lo mismo. |
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Marta
y Maria |
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38 |
Yendo
de camino, entró en una aldea, y una mujer, Marta de nombre,
lo recibió en su casa. |
39 |
Tenía
ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies
del Señor, escuchaba su palabra. |
40 |
Marta
andaba afanada en los muchos cuidados del servicio, y, acercándose,
dijo: Señor, ¿no te preocupa que mi hermana me deje a mí sola
en el servicio? Dile, pues, que me ayude. |
41 |
Respondió
el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas
por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una
sola. |
42 |
María
ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada. |
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Capítulo
11 |
|
La
oración dominical |
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1 |
Acaeció
que, hallándose El orando en cierto lugar, así que acabó, le dijo
uno de los discípulos: Señor, enséñanos a orar, como también Juan
enseñaba a sus discípulos. |
2 |
El
les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu reino; |
3 |
danos
cada día el pan cotidiano; |
4 |
perdónanos
nuestras deudas, porque también nosotros perdonamos a nuestros
deudores, y no nos pongas en tentación. |
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|
Parábola
del amigo importuno |
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5 |
Y
les dijo: Si alguno de vosotros tuviere un amigo y viene a él
a medianoche y le dijera: Amigo, préstame tres panes, |
6 |
pues
un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo qué darle; |
7 |
y
él, respondiendo de dentro, le dijese: No me molestes; la puerta
está ya cerrada, y mis niños están ya conmigo en la cama, no
puedo levantarme para dártelos. |
8 |
Yo
os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo,
al menos por su desvergüenzase levantará y le dará cuanto necesite. |
9 |
Os
digo, pues: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad,
y se os abrirá; |
10 |
porque
quien pide recibe, y quien busca halla, y al que llama se le
abre. |
11 |
¿Qué
padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una
piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará, en vez del pez, una
serpiente? |
12 |
¿O,
si le pide un huevo le dará un escorpión? |
13 |
Si
vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu
Santo a los que se lo piden? |
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|
Origen
del poder sobre
los demonios |
|
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14 |
Estaba
expulsando a un demonio mudo, y así que salió el demonio, habló
el mudo. Las muchedumbres se admiraron, |
15 |
pero
algunos de ellos dijeron: Por el poder de Beelzebul, príncipe
de los demonios, expulsa éste los demonios; |
16 |
otros,
para tentarle, le pedían una señal del cielo. |
17 |
Pero
El, conociendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido
contra si mismo será devastado, y caerá casa sobre casa. |
18 |
Si,
pues, Satanás se halla dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá
su reino? Puesto que decís que por poder de Beelzebul expulso
yo a los demonios. |
19 |
Si
yo expulso a los demonios por Beelzebul, vuestros hijos, ¿por
quién los expulsan? Por esto ellos mismos serán vuestros jueces. |
20 |
Pero,
si expulso a los demonios por el dedo de Dios, sin duda que
el reino de Dios ha llegado a vosotros. |
21 |
Cuando
un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; |
22 |
pero
si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas
en que confiaba y repartirá sus despojos. |
23 |
El
que no está conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge,
desparrama. |
24 |
Cuando
un espíritu impuro sale de un hombre, recorre los lugares áridos
buscando reposo, y, no hallándolo, se dice: Volveré a la casa
de donde salí; |
25 |
y
viniendo, la encuentra barrida y aderezada. |
26 |
Entonces
va y toma otros siete espíritus peores que él, y, entrando,
habitan allí, y vienen a ser las postrimerías de aquel hombre
peores que los principios. |
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Elogio
de la Madre de Jesús |
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27 |
Mientras
decía estas cosas, levantó la voz una mujer de entre la muchedumbre,
y dijo: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que mamaste. |
28 |
Pero
El dijo: Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y
la guardan. |
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|
Juicio severo sobre la presente generación |
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29 |
Creciendo
la muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación
mala; pide una señal, y no le será dada otra señal que la de Jonas. |
30 |
Porque
como fue Jonas señal para los ninivitas, así también lo será el
Hijo del hombre para esta generación. |
31 |
La
reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres
de esta generación y los condenará, porque vino desde los confines
de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y hay aquí algo
más que Salomón. |
32 |
Los
ninivitas se levantarán en el juicio contra esta generación y
la condenarán, porque hicieron penitencia a la predicación de
Jonás, y hay aquí más que Jonás. |
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|
|
Luz
de Cristo, luz del alma |
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33 |
Nadie
enciende la lámpara y la pone en un rincón ni bajo el celemín,
sino sobre un candelero, para que los que entren tengan luz. |
34 |
La
lámpara de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo es puro, todo tu cuerpo
estará iluminado; pero, si fuese malo, también tu cuerpo estará
en tinieblas. |
35 |
Cuida,
pues, que tu luz no tenga parte de tinieblas, |
36 |
porque,
si todo tu cuerpo es luminoso, sin parte alguna tenebrosa, todo
él resplandecerá como cuando la lámpara te alumbra con vivo
resplandor. |
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|
|
Reprensión
de los fariseos y escribas |
|
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37 |
Mientras
hablaba, le invitó un fariseo a comer con él; y fue y se puso
a la mesa. |
38 |
El
fariseo se maravilló de ver que no se había lavado antes de
comer. |
39 |
El
Señor le dijo: Mira, vosotros los fariseos limpiáis la copa
y el plato por defuera, pero vuestro interior está lleno de
rapiña y maldad. |
40 |
¡Insensatos!
¿Acaso el que ha hecho lo de fuera no ha hecho también lo de
dentro? |
41 |
Sin
embargo, dad limosna según vuestras facultades, y todo será
puro para vosotros. |
42 |
¡Ay
de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, y de
la ruda, y de todas las legumbres, y descuidáis la justicia
y el amor de Dios! Hay que hacer esto sin omitir aquello. |
43 |
¡Ay
de vosotros, fariseos, que amáis los primeros puestos en las
sinagogas y los saludos en las plazas! |
44 |
¡Ay
de vosotros, que sois como sepulturas que no se ven, y que los
hombres pisan sin saberlo! |
45 |
Tomando
la palabra un doctor de la Ley, le dijo: Maestro, hablando así
nos ultrajas también a nosotros. |
46 |
Pero
El le dijo: ¡Ay también de vosotros, doctores de la Ley, que
echáis pesadas cargas sobre los hombres, y vosotros ni con uno
de vuestros dedos las tocáis! |
47 |
¡Ay
de vosotros, que edificáis monumentos a los profetas, a quienes
vuestros padres dieron muerte! |
48 |
¡Vosotros
mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros padres;
ellos los mataron, pero vosotros edificáis! |
49 |
Por
esto dice la Sabiduría de Dios: Yo les envío profetas y apóstoles,
y ellos los matan y persiguen, |
50 |
para
que sea pedida cuenta de la sangre de todos los profetas derramada
desde el principio del mundo, |
51 |
desde
la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre
el altar y el santuario; sí, os digo que le será pedida cuenta
a esta generación. |
52 |
¡Ay
de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis apoderado de
la llave de la ciencia, y ni entráis vosotros ni dejáis entrar! |
53 |
Cuando
salió de allí comenzaron los escribas y fariseos a acosarle
terriblemente y a proponerle muchas cuestiones, |
54 |
armándole
insidias para sorprenderle en algo que saliera de su boca. |
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|
Capítulo
12 |
|
Advertencias
a los Discípulos |
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|
1 |
Entre
tanto se fue juntando la muchedumbre por millares, hasta el
punto de pisarse unos a otros, y comenzó El a decir a sus discípulos:
Ante todo guardaos del fermento de los fariseos, que es la hipocresía, |
2 |
pues
nada hay oculto que no haya de descubrirse, y nada escondido
que no llegue a saberse. |
3 |
Por
esto, todo lo que decís en las tinieblas será oído en la luz,
y lo que habláis al oido en vuestros aposentos será pregonado
desde los terrados. |
4 |
A
Vosotros, mis amigos, os digo: No temáis a los que matan el
cuerpo y después de esto no tienen ya más que hacer. |
5 |
Yo
os mostrare a quién habéis de temer; temed al que, después de
haber dado la muerte, tiene poder para echar en la gehenna.
Sí, yo os digo que temáis a ése. |
6 |
¿No
se venden cinco pájaros por dos ases? Y sin embargo, ni uno
de ellos está en olvido ante Dios. |
7 |
Aun
hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados todos. No
temáis; vosotros valéis más que muchos pájaros. |
8 |
Yo
os digo: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo
del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. |
9 |
El
que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles
de Dios. |
10 |
A
quien dijere una palabra contra el Hijo del hombre, le será
perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo,
no le será perdonado. |
11 |
Cuando
os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades,
no os preocupéis de cómo o qué habéis de responder o decir, |
12 |
porque
el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que habéis
de decir. |
|
|
|
Ciudado
con la avaricia |
|
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13 |
Díjole
uno de la muchedumbre: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo
la herencia. |
14 |
El
le respondió: Pero, hombre, ¿quién me ha constituido juez o
partidor entre vosotros? |
15 |
Les
dijo: Mirad de guardaros de toda avaricia, porque, aunque se
tenga mucho, no está la vida en la hacienda. |
16 |
Y
les dijo una parábola: Había un hombre
rico, cuyas tierras le dieron gran cosecha. |
17 |
Comenzó
él a pensar dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo
donde encerrar mi cosecha? |
18 |
Y
dijo: Ya sé lo que voy a hacer: demoleré mis graneros y los
haré más grandes, y almacenaré en ellos todo mi grano y mis
bienes, |
19 |
y
diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes almacenados para
muchos años; descansa, come, regálate. |
20 |
Pero
Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma,
y lo que has acumulado, ¿para quién será? |
21 |
Así
será el que atesora para sí y no es rico ante Dios. |
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|
|
Confianza
en la Providencia |
|
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22 |
Dijo
a sus discípulos: Por esto os digo: No os preocupéis de vuestra
vida, por lo que habéis de comer; ni de vuestro cuerpo, por
lo que habéis de vestir, |
23 |
porque
la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. |
24 |
Mirad
a los cuervos, que ni hacen sementera ni cosecha, que no tienen
ni despensa ni granero, y Dios los alimenta: ¿cuánto más valéis
vosotros que un ave? |
25 |
¿Quién
de vosotros, a fuerza de cavilar, puede añadir un codo a su
estatura? |
26 |
Si,
pues, no podéis ni lo menos, ¿por qué preocuparos de lo más? |
27 |
Mirad
los lirios cómo crecen; ni trabajan ni hilan, y yo os digo que
ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. |
28 |
Si
a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es arrojada al
horno, así la viste Dios, ¿cuánto más a vosotros, hombres de
poca fe? |
29 |
No
andéis buscando qué comeréis y qué beberéis, y no andéis ansiosos, |
30 |
porque
todas estas cosas las buscan las gentes del mundo, pero vuestro
Padre sabe que tenéis de ellas necesidad. |
31 |
Vosotros
buscad su Reino, y todo eso se os
dará por añadidura. |
32 |
No
temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en
daros el reino. |
33 |
Vended
vuestros bienes y dadlos en limosna; haceos bolsas que no se
gastan, un tesoro inagotable en los cielos, adonde ni el ladrón
llega ni la polilla roe; |
34 |
porque
donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. |
|
|
|
Necesidad
de la vigilancia |
|
|
35 |
Tened
ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas, |
36 |
y
sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas,
para que, al llegar él y llamar, al instante le abran. |
37 |
Dichosos
los siervos aquellos a quienes el amo hallare en vela; en verdad
os digo que se ceñirá, y los sentará a la mesa, y se prestará
a servirlos. |
38 |
Ya
llegue a la segunda vigilia, ya a
la tercera, si los encontrare así, dichosos ellos. |
39 |
Vosotros
sabéis bien que, si el amo de casa conociera a qué hora habría
de venir el ladrón, velaría y no dejaría horadar su casa. |
40 |
Estad,
pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrá el
Hijo del hombre. |
41 |
Dijo
Pedro: Señor, ¿es a nosotros a quienes dices esta parábola o
a todos? |
42 |
El
Señor contestó: ¿Quién es, pues, el administrador fiel, prudente,
a quien pondrá el amo sobre su servidumbre para distribuirle
la ración de trigo a su tiempo? |
43 |
Dichoso
ese siervo a quien el amo, al llegar, le hallare haciendo así. |
44 |
En
verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. |
45 |
Pero
si ese siervo dijese en su corazón: Mi amo tarda en venir, y
comenzase a golpear a siervos y siervas, a comer, y beber, y
embriagarse, |
46 |
llegará
el amo de ese siervo el día que menos lo espere y a la hora
que no sabe, y le mandará azotar y le pondrá entre los infieles. |
47 |
Ese
siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no se preparó
ni hizo conforme a ella, recibirá muchos azotes. |
48 |
El
que, no conociéndola, hace cosas dignas de azotes, recibirá
pocos. A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien
mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá. |
|
|
|
Por
Jesús o contra Jesús |
|
|
49 |
Yo
he venido a echar fuego en la tierra, ¿y qué he de querer sino
que se encienda? |
50 |
Tengo
que recibir un bautismo, ¡y cómo me siento constreñido hasta
que se cumpla! |
51 |
¿Pensáis
que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que no, sino
la disensión. |
52 |
Porque
en adelante estarán en una casa cinco divididos, tres contra
dos y dos contra tres; |
53 |
se
dividirán el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre,
y la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra
contra la nuera, y la nuera contra la suegra. |
|
|
|
Las
señales del tiempo |
|
|
54 |
A
la muchedumbre le decía también: Cuando veis levantarse una
nube por el poniente, al instante decís: Va a llover. Y así
es. |
55 |
Cuando
sentís soplar el viento sur, decís: Va a hacer calor. Y así sucede. |
56 |
Hipócritas,
sabéis juzgar del aspecto de la tierra y del cielo; pues ¿cómo
no juzgáis del tiempo presente? |
57 |
¿Por
qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? |
58 |
Cuando
vayas, pues, con tu adversario al magistrado, procura en el
camino desembarazarte de él, no sea que te entregue al juez,
y el juez te ponga en manos del alguacil, y el alguacil te arroje
en la cárcel. |
59 |
Te
digo que no saldrás hasta que hayas pagado el último ochavo. |
|
|
Capítulo
13 |
|
Invitación a la penitencia |
|
|
1 |
Por
aquel tiempo se presentaron algunos, que le contaron lo de los
galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios
que ofrecían, |
2 |
y,
respondiéndoles, dijo: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores
que los otros por haber padecido todo esto? |
3 |
Yo
os digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente
pereceréis. |
4 |
Aquellos
dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿creéis
que eran más culpables que todos los hombres que moran en Jerusalén? |
5 |
Os
digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente
pereceréis. |
6 |
Y
dijo esta parábola: Tenía uno plantada una higuera en su viña
y vino en busca del fruto, y no lo halló. |
7 |
Dijo
entonces al viñador: Van ya tres años que vengo en busca del
fruto de esta higuera y no lo hallo; córtala; ¿por qué ha de
ocupar la tierra en balde? |
8 |
Le
respondió y dijo: Señor, déjala aún por este año que la cave
y la abone, |
9 |
a
ver si da fruto para el año que viene; si no, la cortarás. |
|
|
|
Una curación en sábado |
|
|
10 |
Enseñaba
en una sinagoga un sábado. |
11 |
Había
allí una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho
años, y estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse. |
12 |
Viéndola
Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, estás libre de tu enfermedad. |
13 |
Le
impuso las manos y al instante se enderezó, y glorificaba a
Dios. |
14 |
Interviniendo
el jefe de la sinagoga, lleno de ira porque Jesús había curado
en sábado, decía a la muchedumbre: Hay seis días en los cuales
se puede trabajar; en ésos venid y curad, y no en día de sábado. |
15 |
Respondióle
el Señor y dijo: Hipócritas, ¿cualquiera de vosotros no suelta
del pesebre su buey o su asno en sábado y lo lleva a abrevar? |
16 |
Pues
esta hija de Abraham, a quien Satanás tenía ligada dieciocho
años ha, ¿no debía ser soltada de su atadura en día de sábado? |
17 |
Y
diciendo esto, quedaban confundidos todos sus adversarios, y
toda la muchedumbre se alegraba de las obras prodigiosas que
hacía. |
|
|
|
El
grano de mostaza |
|
|
18 |
Decía,
pues: ¿A qué es semejante el reino de Dios y a qué lo compararé? |
19 |
Es
semej ante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su
huerto, y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo
anidan en sus ramas. |
20 |
De
nuevo dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios? |
21 |
Es
semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas
de harina hasta que fermenta toda. |
|
|
|
La
salud de los gentiles y la reprobación de
Israel |
|
|
22 |
Recorría
ciudades y aldeas, enseñando y siguiendo su camino hacia Jerusalén. |
23 |
Le
dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El le dijo: |
24 |
Esforzaos
a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán
los que busquen entrar y no podrán; |
25 |
una
vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis
fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. El
os responderá: No sé de dónde sois. |
26 |
Entonces
comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas. |
27 |
El
dirá: Os repito que no sé de dónde sois. Apartaos de mí todos,
obradores de iniquidad. |
28 |
Allí
habrá llanto y crujir de dientes, cuando viereis a Abraham,
a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios,
mientras vosotros sois arrojados fuera. |
29 |
Vendrán
de Oriente y de Occidente, del Septentrión y del Mediodía, y
se sentarán a la mesa en el reino de Dios, |
30 |
y
los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos. |
|
|
|
La
astucia de Herodes |
|
|
31 |
En
aquella hora se le acercaron algunos fariseos, diciéndole: Sal
y vete de aquí, porque Heredes quiere matarte. |
32 |
El
les dijo: Id y decid a esa raposa: Yo expulso demonios y hago
curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero habré lleado
a mi término. |
33 |
Pues
he de andar hoy, y mañana, y el día siguiente, porque no conviene
que un profeta perezca fuera de Jerusalén. |
|
|
|
Amenazas
contra Jerusalén |
|
|
34 |
¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te
son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como el
ave a su nidada debajo de las alas, y no quisiste! |
35 |
Se
os deja vuestra casa. Os digo que no me veréis hasta que digáis:
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! |
|
Capítulo
14 |
|
El hidrópico curado en sábado |
|
|
1 |
Habiendo
entrado en casa de uno de los principales fariseos para comer
en día de sábado, le estaban observando. |
2 |
Había
delante de El un hidrópico. |
3 |
Y
tomando Jesús la palabra, habló a los doctores de la Ley y a
los fariseos, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado o no? |
4 |
Ellos
guardaron silencio. Y, asiéndole, le curó y le despidió, |
5 |
y
les dijo: ¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cayere en
un pozo, no le saca al instante en día de sábado? |
6 |
Y
no podían replicar a esto. |
|
|
|
Invitación a la modestia |
|
|
7 |
Decía
a los invitados una parábola, observando cómo escogían para
sí los primeros puestos: |
8 |
Cuando
seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto,
no sea que venga otro más honrado que tú, invitado por el mismo, |
9 |
y,
llegando el que al uno y al otro os invitó, te diga: Cede a éste
tu puesto, y entonces, con vergüenza, vayas a ocupar el último
lugar. |
10 |
Cuando
seas invitado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que, cuando
venga el que te invitó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces
tendrás gran honor en presencia de todos los comensales, |
11 |
porque
el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado. |
|
|
|
Sobre
la elección de los invitados |
|
|
12 |
Dijo
también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o
una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez,
te inviten y tengas ya tu recompensa. |
13 |
Cuando
hagas una comida, llama a los pobres, a los tullidos, a los
rengos y a los ciegos, |
14 |
y
tendrás la dicha de que no podrán pagarte, porque obtendrás
la recompensa en la resurrección de los muertos. |
|
|
|
Parábola
de los invitados descorteses |
|
|
15 |
Oyendo
esto, uno de los invitados dijo: Dichoso el que coma pan en
el Reino de Dios. |
16 |
El
le contestó: Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos. |
17 |
A
la hora del banquete envió a su siervo a decir a los invitados:
Venid, que ya está preparado todo. |
18 |
Pero
todos unánimemente comenzaron a excusarse. El primero dijo:
He comprado un campo y tengo que salir a verlo; te ruego que
me des por excusado. |
19 |
Otro
dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas;
ruégote que me excuses. |
20 |
Otro
dijo: He tomado mujer y no puedo ir. |
21 |
Vuelto
el siervo, comunicó a su amo estas cosas. Entonces el amo de
la casa, irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa a las plazas
y calles de la ciudad, y a los pobres tullidos, ciegos y cojos,
tráelos aquí. |
22 |
El
siervo le dijo: Señor, está hecho lo que mandaste y aún queda
lugar. |
23 |
Y
dijo el amo al siervo: Sal a los caminos y a los cercados, y
obliga a entrar, para que se llene mi casa, |
24 |
porque
os digo que ninguno de aquellos que habían sido invitados gustará
mi cena. |
|
|
|
Necesidad
de la abnegación para tomar la cruz |
|
|
25 |
Se
le juntó numerosa muchedumbre, y, vuelto a ella, les decía: |
26 |
Si
alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su
mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun a su
propia vida, no puede ser mi discípulo. |
27 |
El
que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. |
28 |
¿Quién
de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero
y calcula los gastos, a ver si tiene para terminarla? |
29 |
No
sea que, echados los cimientos y no pudiendo acabarla, todos
cuantos lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: |
30 |
Este
hombre comenzó a edificar y no pudo acabar. |
31 |
¿O
qué rey, saliendo a su campaña para guerrear con otro rey, no
considera primero y delibera si puede hacer frente con diez
mil al que viene contra él con veinte mil? |
32 |
Si
no, hallándose aún lejos de aquél, le envía una embajada haciéndole
proposiciones de paz. |
33 |
Así,
pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes,
no puede ser mi discípulo. |
34 |
Buena
es la sal; pero, si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se sazonará? |
35 |
Ni
para la tierra es útil, ni aun para el estercolero; la tiran
fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga. |
|
Capítulo
15 |
|
La
censura de los fariseos |
|
|
1 |
Se
acercaban a El todos los publícanos y pecadores para oírle, |
2 |
y
los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los
pecadores y come con ellos. |
|
|
|
La
oveja perdida |
|
|
3 |
Propúsoles
esta parábola, diciendo: |
4 |
¿Quién
habrá entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido
una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya
en busca de la perdida hasta que la halle? |
5 |
Y
una vez hallada, la pone alegre sobre sus hombros, |
6 |
y
vuelto a casa convoca a los amigos y vecinos, diciéndoles: Alegraos
conmigo, porque he hallado mi oveja perdida. |
7 |
Yo
os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador
que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan
de penitencia. |
|
|
|
La
dracma perdida |
|
|
8 |
¿O
qué mujer que tenga diez dracmas, si pierde una, no enciende
la luz, barre la casa y busca cuidadosamente
hasta hallarla? |
9 |
Y,
una vez hallada, convoca a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos
conmigo, porque he hallado la dracma, que había perdido. |
10 |
Tal
os digo que será la alegría entre los ángeles de Dios por un
pecador que haga penitencia. |
|
|
|
El
hijo pródigo |
|
|
11 |
Y
añadió: Un hombre tenía dos hijos, |
12 |
y
dijo el más joven de ellos al padre: Padre, dame la parte de
hacienda que me corresponde. Les dividió la hacienda, |
13 |
y,
pasados pocos días, el más joven, reuniéndolo todo, partió a
una lejana tierra, y allí disipó toda su hacienda viviendo disolutamente. |
14 |
Después
de haberlo gastado todo sobrevino una fuerte hambre en aquella
tierra, y comenzó a sentir necesidad. |
15 |
Fue
y se puso a servir a un ciudadano de aquella tierra, que le
mandó a sus campos a apacentar puercos. |
16 |
Deseaba
llenar su estómago de las algarrobas que comían los puercos,
y no le era dado. |
17 |
Volviendo
en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia,
y yo aquí me muero de hambre! |
18 |
Me
levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti. |
19 |
Ya
no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de
tus jornaleros. |
20 |
Y
levantándose, se vino a su padre. Cuando aún estaba lejos, viole
el padre, y, compadecido, corrió a él y se arrojó a su cuello
y le cubrió de besos. |
21 |
Díjole
el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
soy digno de ser llamado hijo tuyo. |
22 |
Pero
el padre dijo a sus criados: Pronto, traed la túnica más rica
y vestídsela, poned un anillo en su mano y unas sandalias en
sus pies, |
23 |
y
traed un becerro bien cebado y matadle, y comamos y alegrémonos, |
24 |
porque
este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida; se había
perdido, y ha sido hallado. Y se pusieron a celebrar la fiesta. |
25 |
El
hijo mayor se hallaba en el campo, y cuando, de vuelta, se acercaba
a la casa, oyó la música y los coros; |
26 |
y
llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. |
27 |
El
le dijo: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un
becerro, porque le ha recobrado sano. |
28 |
El
se enojó y no quería entrar; pero su padre salió y le llamó. |
29 |
El
respondió y dijo a su padre: Hace ya tantos años que te sirvo
sin jamás haber traspasado tus mandatos, y nunca me diste un
cabrito para hacer fiesta con mis amigos; |
30 |
y
al venir este hijo tuyo, que ha consumido su hacienda con meretrices,
le matas un becerro cebado. |
31 |
El
le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes
tuyos son; |
32 |
mas
era preciso hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano
estaba muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha
sido hallado. |
|
Capítulo 16 |
|
El
administrador infiel |
|
|
1 |
Decía
a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo,
el cual fue acusado de disiparle la hacienda. |
2 |
Llamóle
y le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti? Da cuenta de tu administración,
porque ya no podrás seguir de mayordomo. |
3 |
Y
se dijo para sí el mayordomo: ¿Qué haré, pues mi amo me quita
la mayordomía? Cavar no puedo, mendigar me da vergüenza. |
4 |
Ya
sé lo que he de hacer para que, cuando me destituya de la mayordomía,
me reciban en sus casas. |
5 |
Llamando
a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto
debes a mi amo? |
6 |
El
dijo: Cien batos de aceite. Y le dijo: Toma tu caución, siéntate
al instante y escribe cincuenta. |
7 |
Luego
dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? El dijo: Cien coros de trigo.
Díjole: Toma tu caución y escribe ochenta. |
8 |
El
amo alabó al mayordomo infiel por haber obrado sagazmente, pues
los hijos de este siglo son más avisados entre sus congéneres
que los hijos de la luz. |
9 |
Y
yo os digo: Con las riquezas injustas haceos amigos, para que,
cuando éstas falten, os reciban en los eternos tabernáculos. |
10 |
El
que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho: y el que
en lo poco es infiel, también es infiel en lo mucho. |
11 |
Si
vosotros, pues, no sois fieles en las riquezas injustas, ¿quién
os confiará las riquezas verdaderas? |
12 |
Y
si en lo ajeno no sois fieles, ¿quién os dará lo vuestro? |
13 |
Ningún
criado puede servir a dos señores, porque o aborrecerá a uno
y amará al otro, o se allegará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas. |
|
|
|
Reprensión
a los fariseos |
|
|
14 |
Oían
estas cosas los fariseos, que son avaros, y se mofaban de El. |
15 |
Y
les dijo: Vosotros pretendéis pasar por justos ante los hombres,
pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es para los
hombres estimable, es abominable ante Dios. |
16 |
La
Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia
el Reino de Dios, y cada cual ha de esforzarse para entrar en
él. |
17 |
Pero
es más fácil que pasen el cielo y la tierra que el faltar un
solo ápice de la Ley. |
18 |
Todo
el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera, y el
que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio. |
|
|
|
El
rico Epulón y el pobre Lázaro |
|
|
19 |
Había
un hombre rico que vestía de púrpura y lino y celebraba cada
día espléndidos banquetes. |
20 |
Un
pobre, de nombre Lázaro, estaba echado en su portal, cubierto
de úlceras, |
21 |
y
deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico; hasta los
perros venían a lamerle las úlceras. |
22 |
Sucedió,
pues, que murió el pobre, y fue llevado por los ángeles al Seno
de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. |
23 |
En
el infierno, en medio de los tormentos, levantó sus ojos y vio
a Abraham desde lejos y a Lázaro en su seno. |
24 |
Y,
gritando, dijo: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro
para que, con la punta del dedo mojada en agua, refresque mi
lengua, porque estoy atormentado en estas llamas. |
25 |
Dijo
Abraham: Hijo, acuérdate de que recibiste ya tus bienes en vida
y Lázaro recibió males, y ahora él es aquí consolado y tú eres
atormentado. |
26 |
Además,
entre nosotros y vosotros hay un gran abismo, de manera que
los que quieran atravesar de aquí a vosotros, no pueden, ni
tampoco pasar de ahí a nosotros. |
27 |
Y
dijo: Te ruego, padre, que siquiera le envíes a casa de mi padre, |
28 |
porque
tengo cinco hermanos, para que les advierta, a fin de que no
vengan también ellos a este lugar de tormento. |
29 |
Y
dijo Abraham: Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen. |
30 |
El
dijo: No, padre Abraham; pero, si alguno de los muertos fuese
a ellos, harían penitencia. |
31 |
Y
les dijo: Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se dejarán
persuadir si un muerto resucita. |
|
Capítulo
17 |
|
El
escándalo |
|
|
1 |
Dijo
a sus discípulos: Es inevitable que haya escándalos; sin embargo,
¡ay de aquel por quien vengan! |
2 |
Mejor
le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen
al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Mirad
por vosotros. |
|
|
|
El
perdón del prójimo |
|
|
3 |
Si
peca tu hermano contra ti, corrígele, y si se arrepiente, perdónale. |
4 |
Si
siete veces peca al día contra ti y siete veces se vuelve a
ti diciéndote: Me arrepiento, le perdonarás. |
|
|
|
El
poder de la
Fe |
|
|
5 |
Dijeron
los apóstoles al Señor: Acrecienta nuestra fe. |
6 |
Dijo
el Señor: Si tuvierais fe tanta como un grano de mostaza, diríais
a este sicómoro: Desarraígate y trasplántate en el mar, y él
os obedecería. |
|
|
|
Siervos
inútiles ante el Señor |
|
|
7 |
¿Quién
de vosotros, teniendo un siervo arando o apacentando el ganado,
al volver él del campo le dice: Pasa en seguida y siéntate a
la mesa, |
8 |
y
no le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete para servirme
hasta que yo coma y beba, y luego comerás y beberás tú? |
9 |
¿Deberá
gratitud al siervo, porque hizo lo que se le había ordenado? |
10 |
Así
también vosotros, cuando hiciereis estas cosas que os están
mandadas, decid: Somos siervos inútiles; lo que teníamos que
hacer, eso hicimos. |
|
|
|
Los
diez leprosos |
|
|
11 |
Yendo
hacia Jerusalén, atravesaba por entre Samaria y Galilea, |
12 |
y,
entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez leprosos,
que a lo lejos se pararon, |
13 |
y,
levantando la voz, decían: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. |
14 |
Viéndolos,
les dijo: Id y mostraos a los sacerdotes. En el camino quedaron
limpios. |
15 |
Uno
de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios a grandes
voces, |
16 |
y
cayendo a sus pies, rostro en tierra, le daba las gracias. Era
un samaritano. |
17 |
Tomando
Jesús la palabra, dijo: ¿No han sido diez los curados? Y los
nueve, ¿dónde están? |
18 |
¿No
ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero? |
19 |
Y
le dijo: Levántate y vete, tu fe te ha salvado. |
|
|
|
La
venida del reino de Dios |
|
|
20 |
Preguntado
por los fariseos acerca de cuándo llegaría el reino de Dios,
respondiéndoles, dijo: No viene el reino de Dios ostensiblemente. |
21 |
Ni
podrá decirse: Helo aquí o allí, porque el reino de Dios está
dentro de vosotros. |
22 |
Dijo
a los discípulos: Llegará tiempo en que desearéis ver un solo
día del Hijo del hombre, y no lo veréis. |
23 |
Os
dirán: Helo allí o helo aquí. No vayáis ni le sigáis. |
24 |
Porque
así como un rayo relampaguea y fulgura desde un extremo al otro
del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. |
25 |
Pero
antes ha de padecer mucho y ser reprobado por esta generación. |
26 |
Como
sucedió en los días de Noé, así será en los días del Hijo del
hombre. |
27 |
Comían
y bebían, tomaban mujer los hombres, y las mujeres marido, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el
diluvio y los hizo perecer a todos. |
28 |
Lo
mismo en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían,
plantaban y edificaban; |
29 |
pero,
en cuanto Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre,
que los hizo perecer a todos. |
30 |
Así
será el día en que el Hijo del hombre se revele. |
31 |
Aquel
día, el que esté en el terrado y tenga en casa sus enseres,
no baje a cogerlos; e igualmente el que esté en el campo, no
vuelva atrás. |
32 |
Acordaos
de la mujer de Lot. |
33 |
El
que busque guardar su vida, la perderá, y el que la perdiere,
la conservará. |
34 |
Dígoos
que en aquella noche estarán dos en una misma cama, uno será
tomado y otro dejado. |
35 |
Estarán
dos moliendo juntas, una será tomada y otra será dejada. |
36 |
Y
tomando la palabra, le dijeron: ¿Dónde será, Señor? |
37 |
Les
dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres. |
|
Capítulo
18 |
|
Parábola
del juez inicuo |
|
|
1 |
Les
dijo una parábola para mostrar que es preciso orar en todo tiempo
y no desfallecer, |
2 |
diciendo:
Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba
a los hombres. |
3 |
Había
asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él diciendo:
Hazme justicia contra mi adversario. |
4 |
Por
mucho tiempo no le hizo caso; pero luego se dijo para sí: Aunque,
a la verdad, yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres, |
5 |
mas,
porque esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que
no acabe por molerme. |
6 |
Dijo
el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo. |
7 |
¿Y
Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y
noche, aun cuando los haga esperar? |
8 |
Os
digo que hará justicia prontamente. Pero, cuando venga el Hijo
del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? |
|
|
|
El
fariseo y el publicano |
|
|
9 |
Dijo
también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos,
teniéndose por justos, y despreciaban a los demás. |
10 |
Dos
hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano. |
11 |
El
fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te
doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, adúlteros,
injustos, ni como este publicano. |
12 |
Ayuno
dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo. |
13 |
El
publicano se quedó allá lejos y ni se atrevía a levantar los
ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio
a mí, pecador! |
14 |
Os
digo que bajó éste justificado a su casa, y no aquél. Porque
el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado. |
|
|
|
Los
niños vienen a Jesús |
|
|
15 |
También
le presentaban niños para que los tocase; viendo lo cual, los
discípulos los reprendían. |
16 |
Jesús
los llamó a sí, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y
no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios. |
17 |
En
verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño,
no entrará en él. |
|
|
|
La
abnegación y renuncia de todo |
|
|
18 |
Cierto
personaje le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para
alcanzar la vida eterna? |
19 |
Jesús
le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino
sólo Dios. |
20 |
Ya
sabes los preceptos: No adulterarás, no matarás, no robarás,
no levantarás falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre. |
21 |
Díjole
él: Todos esos preceptos los he guardado desde la juventud. |
22 |
Oyendo
esto Jesús, le dijo: Aún te queda una cosa: Vende cuanto tienes
y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y
luego sígueme. |
23 |
El,
oyendo esto, se entristeció, porque era muy rico. |
24 |
Viéndolo
Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los
que tienen riquezas! |
25 |
Porque
más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que
el que un rico entre en el reino de Dios. |
26 |
Dijeron
los que le oían: Entonces, ¿quién puede salvarse? |
27 |
El
respondió: Lo que es imposible a los hombres, es posible para
Dios. |
|
|
|
El
premio de los apóstoles |
|
|
28 |
Díjole
Pedro: Pues nosotros, dejando todo lo que teníamos, te hemos
seguido. |
29 |
El les dijo: En verdad os digo que ninguno
que haya dejado casa, mujer, hermanos, padre o hijos por amor
a Dios, |
30 |
dejará
de recibir mucho más en este siglo, y la vida eterna en el venidero. |
|
|
|
Nuevo vaticinio de la pasión |
|
|
31 |
Tomando
aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se
cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo
del hombre, que |
32 |
será
entregado a los gentiles, y escarnecido, e insultado, y escupido, |
33 |
y
después de haberle azotado, le quitarán la vida, y al tercer
día resucitará. |
34 |
Pero
ellos no entendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para
ellos, no entendían lo que les decía. |
|
|
|
El
ciego de Jericó |
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35 |
Acercándose a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino
pidiendo limosna. |
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Oyendo
a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello. |
37 |
contestaron
que era Jesús Nazareno que pasaba. |
38 |
El
se puso a gritar, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. |
39 |
Los
que iban en cabeza le reprendían para que callase, pero él gritaba
cada vez más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí. |
40 |
Deteniéndose
Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acercado,
le preguntó: |
41 |
¿Qué
quieres que te haga? Dijo él: Señor, que vea. |
42 |
Jesús
le dijo: Ve, tu fe te ha salvado, |
43 |
y
al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios.
Todo el pueblo que esto vio, daba gloria a Dios. |
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Capítulo
19 |
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Zaqueo |
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1 |
Entrando,
atravesó Jericó. |
2 |
Había
allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico. |
3 |
Hacía
por ver a Jesús, pero a causa de la muchedumbre no podía, porque
era de poca estatura. |
4 |
Corriendo
adelante, se subió a un sicómoro para verle, pues había de pasar
por allí. |
5 |
Cuando
llegó a aquel sitio, levantó los ojos Jesús y le dijo: Zaqueo,
baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa. |
6 |
El
bajó a toda prisa y le recibió con
alegría. |
7 |
Viéndolo,
todos murmuraban de que hubiera entrado a alojarse en casa de
un pecador. |
8 |
Zaqueo,
en pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad de mis bienes a los
pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el
cuádruplo. |
9 |
Díjole
Jesús: Hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto éste es
también hijo de Abraham; |
10 |
pues
el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido. |
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Parábola
de las minas |
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11 |
Oyendo
ellos esto, añadió Jesús una parábola, por cuanto estaba próximo
a Jerusalén, y les parecía que el reino de Dios iba a manifestarse
luego. |
12 |
Dijo,
pues: Un hombre noble partió para una región lejana para recibir
la dignidad real y volverse; |
13 |
y
llamando a diez siervos suyos, les entregó diez minas y les
dijo: Negociad mientras vuelvo. |
14 |
Sus
conciudadanos le aborrecían, y enviaron detrás de él una legación,
diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. |
15 |
Sucedió
que, al volver él, después de haber recibido el reino, hizo
llamar a aquellos siervos a quienes había entregado el dinero,
para saber cómo habían negociado. |
16 |
Se
presentó el primero, diciendo: Señor, tu mina ha producido diez
minas. |
17 |
Díjole:
Muy bien, siervo bueno; puesto que has sido fiel en lo poco,
recibirás el gobierno de diez ciudades. |
18 |
Vino
el segundo, que dijo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. |
19 |
Díjole
también a éste: Y tú recibe el gobierno de cinco ciudades. |
20 |
Llega
el otro diciendo: Señor, ahí tienes tu mina, que tuve guardada
en un pañuelo, |
21 |
pues
tenía miedo de ti, que eres hombre severo, que quieres recoger
lo que no pusiste y segar donde no sembraste. |
22 |
Díjole:
Sabías que yo soy hombre severo, que tomo donde no deposité
y siego donde no sembré, |
23 |
¿por
qué, pues, no diste mi dinero al banquero, y yo, al volver,
lo hubiera recibido con los intereses? |
24 |
Y
dijo a los presentes: Quitadle a éste la mina y dádsela al que
tiene diez. |
25 |
Le
dijeron: Señor, ya tiene diez minas. |
26 |
Díjoles:
Os digo que a todo el que tiene se le dará, y al que no tiene,
aun lo que tiene le será quitado. |
27 |
Cuanto
a esos mis enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos,
traedlos acá y, delante de mí, degolladlos; |
28 |
Y
diciendo esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén. |
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