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EL VENCEDOR EDICIONES

EVANGELIO DE SAN LUCAS

 

 

SEGUNDA PARTE.

PREDICACION DE JESÚS EN GALILEA

 

Capítulo 3
 
Presentación de Juan a Israel
 
   
1
El año quintodécimo del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, y Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la Traconítíde, y Lisania tetrarca de Abilene,
2
bajo el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto,
3
y vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de penitencia en remisión de los pecados,
4
según está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.
5
Todo barranco será rellenado; y todo monte y collado allanado; y los caminos tortuosos rectificados; y los ásperos igualados.
6
Y toda carne verá la salvación de Dios.
   
 
Predicación del Bautista
   
7
Decía, pues, a las muchedumbres que venían para ser bautizadas por él: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que llega?
8
Haced, pues, dignos frutos de penitencia y no andéis diciéndoos: Tenemos por padre a Abraham. Porque yo os digo que puede Dios suscitar de estas piedras hijos a Abraham.
9
Ya el hacha está puesta a la raíz del árbol; todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
10 Las muchedumbres le preguntaban: Pues ¿qué hemos de hacer?
11
El respondía: El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos haga lo mismo.
12
Vinieron también publicanos a bautizarse y le decían: Maestro, ¿qué hemos de hacer?
13
Y les contestaba: No exigir nada fuera de lo que está tasado.
14
Le preguntaban también los soldados: Y nosotros, ¿qué hemos de hacer? Y les respondía: No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis falsamente y contentaos con vuestra soldada.
15
Hallándose el pueblo en ansiosa expectación y pensando todos entre sí de Juan si sería el Mesías,
16
Juan respondió a todos diciendo: Yo os bautizo en agua, pero llegando está otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de soltarle la correa de las sandalias: Él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego.
17
En su mano tiene el bieldo para limpiar la era y almacenar el trigo en su granero, mientras quemará la paja con fuego inextinguible.
   
 
Prisión de Juan
   
18
Muchas veces, haciendo otras exhortaciones, evangelizaba al pueblo.
19
Pero el tetrarca Herodes, reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las maldades que cometía,
20
añadió ésta a todas las otras, encarcelando a Juan.
   
 
Bautismo de Jesús
   
21
Aconteció, pues, cuando todo el pueblo se bautizaba, que, bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo
22
y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se dejó oír del cielo una voz: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”
   
 
Genealogía de Jesús
   
23
Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y era, según se creía, hijo de José, hijo de Helí,
24
hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Janai, hijo de José,
25
hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26
hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semein, hijo de Josec, hijo de Joda,
27
hijo de Joanán, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28
hijo de Melquí, hijo de Addi, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo de Er,
29
hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, hijo de Leví,
30
hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonam, hijo de Eliaquim,
31
hijo de Melea, hijo de Menna, hijo de Mattata, hijo de Natam, hijo de David,
32
hijo de Jesé, hijo de Jobed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naasón,
33
hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arni, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34
hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Najor,
35
hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala,
36
hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37
hijo de Matusalá, hijo de Enoc, hijo de Jaret, hijo de Maleleel, hijo de Cainán,
38
hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios.
 
Capítulo 4
La tentación en el desierto
1
Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
2
y tentado allí por el diablo durante cuarenta días. No comió nada en aquellos días, y pasados, tuvo hambre.
3
Díjole el diablo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4
Jesús le respondió: “No sólo de pan vive el hombre.”
5
Llevándole a una altura, le mostró desde allí, en un instante, todos los reinos del mundo,
6
y le dijo el diablo: Todo este poder y su gloria te daré, pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy;
7
si, pues, te postras delante de mí, todo será tuyo.
8
Jesús, respondiendo, le dijo: Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás.”
9
Le condujo después a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
10
porque escrito está: “A sus ángeles ha mandado sobre ti para que te guarden
11
y te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra las piedras.”
12
Respondiendo, díjole Jesús: Dicho está: “No tentarás al Señor tu Dios.”
13
Acabado todo género de tentaciones, el diablo se retiró de El hasta el tiempo determinado.
 
Vuelta de Jesús a Galilea
   
14
Jesús, impulsado por el Espíritu, se volvió a Galilea. Su fama corrió por toda la región;
15
enseñaba en las sinagogas, siendo celebrado por todos.
 
Jesús en Nazaret
   
16
Vino a Nazaret, donde se había criado, y, según costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
17
Le entregaron un libro del profeta Isaías, y, desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito:
18
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos,
19
para anunciar un año de gracias del Señor.”
20
Y enrollando el libro, se le devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El.
21
Comenzó a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.
22
Todos le aprobaban, Y maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, decían: ¿No es éste el hijo de José?
23
El les dijo: Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo; todo cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo aquí en tu patria.
24
El les dijo: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.
25
Pero en verdad os digo también que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y sobrevino una gran hambre en toda la tierra,
26
y a ninguna de ellas fue enviado Elias sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
27
Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Elíseo, y ninguno de ellos fue limpiado, sino el sirio Naamán.
28
Al oír esto se ellenaron de cólera cuantos estaban en la sinagoga,
29
y levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a la cima del monte sobre el cual está edificada su ciudad, para precipitarle de allí;
 
pero El, atravesando por medio de ellos, se fue.
   
 
En la sinagoga de Cafarnaúm
   
31
Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y les enseñaba los días de sábado,
32
y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra iba acompañada de autoridad.
33
Había en la sinagoga un hombre poseído del espíritu de un demonio impuro que gritaba a grandes voces:
34
¡Ah! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Bien sé quién eres, el Santo de Dios.
35
Jesús le ordenó diciendo: Cállate y sal de él. El demonio, arrojando al poseso en medio, salió de él sin hacerle daño.
36
Quedaron todos pasmados, y mutuamente se hablaban, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder impera a los espíritus impuros y salen?
37
Por todos los lugares de la comarca se divulgó su fama.
   
 
Curación de la suegra de Pedro
   
38
Saliendo de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con una gran calentura, y le rogaron por ella.
39
Acercándose, mandó a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al instante se levantó y les servía.
   
 
Nuevas curaciones
   
40
Puesto el sol, todos cuantos tenían enfermos de cualquier enfermedad los llevaban a El, y El, imponiendo a cada uno las manos, los curaba.
41
Los demonios salían también de muchos gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero El los reprendía y no los dejaba hablar, porque conocían que era El el Mesías.
   
 
Jesús sale de Cafarnaúm
   
42
Llegando el día, salió y se fue a un lugar desierto; las muchedumbres le buscaban, y, viniendo hasta El, le retenían para que no se partiese de ellos.
43 Pero El les dijo: Es preciso que anuncie también el Reino de Dios en otras ciudades, porque para esto he sido enviado.
44 E iba predicando por las sinagogas de Judea.
 
Capítulo 5
 
La pesca milagrosa
 
1
Agolpándose sobre El la muchedumbre para oír la palabra de Dios, y hallándose junto al lago de Genesaret,
2
vio dos barcas que estaban al borde del lago; los pescadores, que habían bajado a ellas, lavaban las redes.
3
Subió, pues, a una de las barcas, que era la de Simón, y le rogó que se apartase un poco de tierra, y, sentándose, desde la barca enseñaba a las muchedumbres.
4
Así que cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca.
5
Simón le contestó y dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada; mas, porque tú lo dices, echaré las redes.
6
Haciéndolo, tomaron una gran cantidad de peces, tanto que las redes se rompían,
7
e hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron las dos barcas, tanto que se hundían.
8
Viendo esto Simón Pedro, se postró a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador.
9
Pues así él como todos sus compañeros habían quedado sobrecogidos de espanto ante la pesca que habían hecho,
10
e igualmente Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Dijo Jesús a Simón: No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres.
11
Y atracando a tierra las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.
   
 
Curación de un leproso
   
12
Estando en una ciudad, un hombre cubierto de lepra, viendo a Jesús, se postró de hinojos ante El y le suplicó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13
Extendiendo El la mano, le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y luego desapareció la lepra.
14
Y le encargó: No se lo digas a nadie, sino vete y muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.
15
Cada vez se extendía más su fama, y concurrían numerosas muchedumbres para oírle y ser curados de sus enfermedades,
16
pero El se retiraba a lugares solitarios y se daba a la oración.
   
 
Curación de un paralítico
   
17
Sucedió un día que, mientras enseñaba, estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea, y de Jerusalén, y la virtud del Señor estaba en El para curar.
18
Y he aquí que unos hombres que traían en una camilla un paralítico buscaban introducirle y presentárselo;
19
pero, no encontrando por dónde meterlo, a causa de la muchedumbre, subieron al terrado y por el techo le bajaron con la camilla y le pusieron en medio, delante de Jesús.
20
Viendo su fe, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21
Comenzaron a murmurar los escribas y fariseos, diciendo: ¿Quién es éste, que así blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?
22
Conociendo Jesús sus pensamientos, respondió y les dijo:
23
¿Por qué murmuráis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24
Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados — dijo al paralítico — : A ti te digo, levántate, toma la camilla y vete a casa.
25
Al instante se levantó delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a casa, glorificando a Dios.
26
Quedaron todos fuera de sí, glorificando a Dios, y, llenos de temor, decían: Hoy hemos visto cosas increíbles.
   
 
Vocación de Leví
 
27
Después de esto salió y vio a un publicano por nombre Leví, sentado al telonio, y le dijo: Sígueme.
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29
Leví le ofreció un gran banquete en su casa, con asistencia de gran multitud de publícanos y otros que estaban recostados con ellos.
30
Los fariseos y los escribas murmuraban hablando con los discípulos: ¿Por qué coméis y bebéis con publícanos y pecadores?
31
Respondiendo Jesús les dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos,
32
y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia.
   
 
Por qué no ayunan los discípulos de Jesús
   
33
Ellos le dijeron: Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos; pero tus discípulos comen y beben.
34
Respondióles Jesús: ¿Queréis vosotros hacer ayunar a los convidados a la boda mientras con ellos está el esposo?
35
Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces, en aquellos días, ayunarán.
36
Y les dijo una parábola: Nadie pone un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo; de lo contrario, romperá el nuevo, y el remiendo tomado del vestido nuevo no ajustará sobre el viejo.
37
Ni echa nadie el vino nuevo en cueros viejos; de lo contrarío, el vino nuevo romperá los cueros viejos y se derramará, y los cueros se perderán;
38 sino que el vino nuevo se echa en cueros nuevos,
39
y nadie que tenga vino añejo quiere el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.
 
Capítulo 6
 
Sobre la observancia del sábado
 
1
Aconteció que un sábado, atravesando El por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y, frotándolas con las manos, las comían.
2
Algunos fariseos dijeron: ¿Cómo hacéis lo que no está permitido en sábado?
3
Jesús les respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y sus acompañantes?
4
¿Cómo entró en la casa de Dios y, tomando los panes de la proposición, comió y dio a los que venían con él, siendo así que no es lícito comerlos sino sólo a los sacerdotes?
5
Y les dijo: Dueño es del sábado el Hijo del hombre.
6
Otro sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
7
Le observaban los escribas y fariseos para ver si curaría en día de sábado, a fin de tener de qué acusarle.
8
El, que conocía los pensamientos suyos, dijo al hombre de la mano seca: Levántate y ponte en medio. El, levantándose, se quedó en pie.
9
Díjoles Jesús: Voy a haceros una pregunta: si es lícito hacer bien o mal en sábado, salvar un alma o perderla.
10
Y dirigiendo su mirada a todos ellos, les dijo: Extiende tu mano. El lo hizo, y su mano quedó sana.
11
Ellos se llenaron de furor y trataban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
   
 
Elección de los Doce
   
12
Aconteció por aquellos días que salió El hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios.
13
Cuando llegó el día, llamó a sí a los discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles:
14
Simón, a quien puso también el nombre de Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé,
15
Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón, llamado el Celador;
16
Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor,
17
Bajando con ellos del monte, se detuvo en un rellano, y con El la numerosa muchedumbre de sus discípulos y una gran multitud del pueblo de toda la Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y de Sidón,
18
que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades; y los que eran molestados de los espíritus impuros eran curados.
19
Toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos.
   
 
Las bienaventuranzas
 
20
El, levantando sus ojos sobre los discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21
Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22
Bienaventurados seréis, cuando aborreciéndoos los hombres, os excomulguen, y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo por amor del Hijo del hombre.
23
Alegraos en aquel día y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el cielo. Así hicieron sus padres con los profetas.
   
 
Las imprecaciones
   
24
Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo!
25
¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!
26
¡Ay cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!
   
 
El amor hacia los enemigos
   
27
Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen,
28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.
29
Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra, y al que te tome el manto no le impidas tomar la túnica;
30
da a todo el que te pida y no reclames de quien toma lo tuyo.
31
Tratad a los hombres de la manera de que vosotros queréis ser de ellos tratados.
32
Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman.
33
Y si hacéis bien a los que os lo hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo mismo.
34
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos igual favor.
35
Pero amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada, y será mucha vuestra recompensa, pues seréis hijos del Altísimo, porque El es bondadoso para con los ingratos y malos.
36
Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.
37
No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos.
38
Dad y se os dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro corazón. La medida que con otros usareis, ésa será usada con vosotros.
   
 
Espíritu de benevolencia
   
39
Les dijo también una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
40
Ningún discípulo está sobre su maestro; para ser perfecto ha de ser como su maestro.
41
¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo?
42
¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo, cuando tú no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja que hay en el de tu hermano.
43
Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé fruto bueno,
44
pues cada árbol se conoce por su fruto; y no se cogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian racimos.
45
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo saca cosas malas de su mal tesoro, pues de la abundancia del corazón habla la lengua.
46
¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?
   
 
Conclusión final
   
47
Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en obra, os diré a quién es semejante.
48
Es semejante al hombre que, edificando una casa, cava y profundiza y cimienta sobre roca; sobreviniendo una inundación, el río va a chocar contra la casa, pero no puede conmoverla, porque está bien edificada.
49
El que oye y no hace, es semej ante al hombre que edifica su casa sobre tierra, sin cimentar, sobre la cual choca el río, y luego se cae y viene a ser grande la ruina de aquella casa.
 
Capítulo 7
 
El centurión de Cafarnaúm
 
7
1
Cuando hubo acabado de pronunciar estos discursos a oídos del pueblo, entró en Cafarnaúm.
2
Estaba a punto de morir un siervo de cierto centurión que le era muy querido.
3
Este, oyendo hablar de Jesús, envió a El algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniese para salvar a su siervo.
4
Llegados éstos a Jesús, le rogaban con instancia, diciéndole: Merece que le hagas esto,
5
porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.
6
Jesús echó a andar con ellos. Ya no estaba lejos de la casa, cuando el centurión envió a algunos amigos, que le dijeron: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo.
7
Ni yo me he creído digno de ir a ti. Pero di sólo una palabra y mi siervo ses sano.
8
Porque también yo soy hombre sometido a la autoridad, pero tengo a la vez soldados bajo mi mando, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9
Oyendo esto Jesús, se maravilló de él y, vuelto a la multitud que le seguía, dijo: Yo os digo que fe como ésta no la he hallado en Israel.
10
Vueltos a casa los enviados, encontraron sano al siervo.
   
 
La resurrección en Naín
   
11
Aconteció tiempo después que iba a una ciudad llamada Naín, e iban con El sus discípulos y una gran muchedumbre.
12
Cuando se acercaban a las puertas de la ciudad, vieron que llevaban un muerto, hijo único de su madre, viuda, y una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad la acompañaba.
13
Viéndola el Señor, se compadeció de ella y le dijo: No llores.
14
Y acercándose, tocó el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y El dijo: Joven, a ti te hablo, levántate.
15
Sentóse el muerto y comenzó a hablar, y El se lo entregó a su madre.
16
Se apoderó de todos el temor y glorificaban a Dios diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo.
17
La fama de este suceso corrió por toda Judea y por todas las regiones vecinas.
   
 
El mensaje del Bautista
   
18
Los discípulos de Juan dieron a éste noticia de todas estas cosas, y, llamando Juan a dos de ellos,
19
los envió al Señor para decirle: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro?
20
Llegados a El, le dijeron: Juan el Bautista nos envía a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro?
21
En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades y males y de los espíritus malignos e hizo gracia de la vista a muchos ciegos,
22
y, tomando la palabra, les dijo: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados;
23
y bienaventurado es quien no se escandaliza en mí.
   
 
El panegírico del Bautista
   
24
Cuando se hubieron ido los mensajeros de Juan, comenzó Jesús a decir a la muchedumbre acerca de él: ¿Qué habéis salido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
25
¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con molicie? Los que visten suntuosamente y viven con regalo están en los palacios de los reyes.
26
¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un profeta? Sí, yo os digo, y más que profeta.
27
Este es aquel de quien está escrito: “He aquí que yo envío delante de tu faz a mi mensajero, que preparará mi camino delante de ti.”
28
Yo os digo, no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
   
 
Actitud de los publicanos y fariseos ante la misión de Juan
   
29
Todo el pueblo que le escuchó y los publicanos reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan;
30
pero los fariseos y doctores de la Ley anularon el consejo divino respecto de ellos no haciéndose bautizar por él
31
¿A quién, pues, compararé yo a los hombres de esta generación y a quién son semejantes?
32
Son semejantes a los muchachos que, sentados en la plaza, invitan a los otros, diciendo: Os tocamos la flauta, y no danzasteis; os cantamos lamentaciones, y no llorasteis.
33
Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decíais: Tiene demonio.
34
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Es comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores.
35
Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.
   
 
La pecadora arrepentida
   
36
Le invitó un fariseo a comer con él, y, entrando en su casa, se puso a la mesa.
37
Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento,
38
se puso detrás de El ,junto a sus pies, llorando, y comenzó a bañar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento.
39
Viendo lo cual, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora.
40
Tomando Jesús la palabra, le dijo: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maestro, habla.
41
Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios; el otro, cincuenta.
42
No teniendo ellos con qué pagar, se lo condonó a ambos. ¿Quién, pues, le amará más?
43
Respondiendo Simón, dijo: Supongo que aquel a quien condonó más. Díjole: Bien has respondido.
44
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa, y tú no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.
45
No me diste el ósculo; pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.
46
No ungiste mi cabeza con óleo, y ésta ha ungido mis pies con ungüento.
47
Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48
Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49
Comenzaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados?
50
Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.
 
Capítulo 8
 
Las proveedoras de Jesús
 
1
Yendo por ciudades y aldeas, predicaba y evangelizaba el reino de Dios. Le acompañaban los Doce
2
y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios;
3
Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias, que le servían de sus bienes.
   
 
La parábola del sembrador
   
4
Reunida una gran muchedumbre de los que venían a El de cada ciudad, dijo en parábola:
5
Salió un sembrador a sembrar su simiente, y, al sembrar, una parte cayó junto al camino y fue pisada, y las aves del cielo la comieron.
6
Otra cayó sobre la peña, y, nacida, se secó por falta de humedad.
7
Otra cayó en medio de espinas, y, creciendo con ellas las espinas, la ahogaron.
8
Otra cayó en tierra buena, y, nacida, dio un fruto céntuplo. Dicho esto, clamó: El que tenga oídos para oír, que oiga.
   
 
Razón de las parábolas
   
9
Preguntábanle sus discípulos qué significase aquella parábola,
10
y El contestó: A vosotros ha sido dado conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, de manera que viendo no vean y oyendo no entiendan.
   
 
Explicación de la parábola del sembrador
   
11
He aquí la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12
Los que están a lo largo del camino son los que oyen; pero en seguida viene el diablo y arrebata de su corazón la palabra para que no crean y se salven.
13
Los que están sobre peña son los que, cuando oyen, reciben con alegría la palabra, pero no tienen raíces, creen por algún tiempo, pero al tiempo de la tentación sucumben.
14
Lo que cae entre espinas son aquellos que, oyendo, van y se ahogan en los cuidados, la riqueza y los placeres de la vida y no llegan a madurez.
15
Lo caído en buena tierra son aquellos que, oyendo con corazón generoso y bueno, retienen la palabra y dan fruto por la perseverancia.
   
 
El misterio del reino debe ser conocido
   
16
Nadie, después de haber encendido una lámpara, la cubre con una vasija ni la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre el candelabro para que los que entren vean.
17
Pues nada hay oculto que no haya de descubrirse ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz.
18
Mirad, pues, cómo escucháis, porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que parece tener se le quitará.
   
 
Los parientes de Jesús
   
19
Vino su madre con sus hermanos, y no lograron acercarse a El a causa de la muchedumbre,
20
y le comunicaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean verte.
21
El contestó diciéndoles: Mi madre y mis hermanos son éstos, los que oyen la palabra de Dios y la ponen en obra.
   
 
La tempestad calmada
   
22
Sucedió, pues, un día que subió con sus discípulos a una barca y les dijo: Pasemos a la otra orilla del lago. Y se dieron a la mar
23
Mientras navegaban, se durmió. Vino sobre el lago una borrasca, y, a causa de la inundación, estaban en peligro.
24
Llegándose a El, le despertaron diciendo: Maestro, Maestro, que perecemos. Despertó El e increpó al viento y al oleaje del agua, que se aquietaron, haciéndose la calma.
25
Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Llenos de pasmo, se admiraban y se decían unos a otros: Pero ¿quién es éste, que manda a los vientos y al agua y le obedecen?
   
 
La curación del endemoniado y la muerte de la piara
   
26
Arribaron a la región de los gerasenos, frente a Galilea,
27
y, bajando El a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído de los demonios, que en mucho tiempo no se había vestido ni morado en casa, sino en los sepulcros.
28
Cuando vio a Jesús, gritando se postró ante El y en alta voz dijo: ¿Qué tengo que ver yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te pido que no me atormentes
29
Y era que El ordenaba al espíritu impuro que saliese del hombre. Muchas veces se apoderaba de él, y le ataban con cadenas y le sujetaban con grillos, pero rompía las ligaduras y era arrebatado por el demonio a los desiertos.
30
Preguntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre? Contestóél: Legión. Porque habían entrado en él muchos demonios,
31
y le rogaban que no les mandase volver al abismo.
32
Había allí cerca una piara de puercos bastante numerosa paciendo en el monte, y le rogaron que les permitiese entrar en ellos. Se lo permitió,
33
y, saliendo los demonios del hombre, entraron en los puercos, y se arrojó la manada por un precipicio abajo hasta el lago y se ahogó.
34
Viendo los porquerizos lo sucedido, huyeron y lo anunciaron en la ciudad y en los campos.
35
Salieron a ver lo ocurrido, y vieron a Jesús, y encontraron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado, vestido y en su pleno juicio, a los pies de Jesús, de lo que se quedaron espantados.
36
Los que habían visto cómo el endemoniado había sido curado lo contaban,
37
y toda la gente del territorio de los gerasenos le rogó que se retirase de allí, porque estaban dominados de un gran temor. El, subiendo a la barca, se volvió.
38
El hombre de quien habían salido los demonios le suplicaba quedarse con El, pero El le despidió diciendo:
39
Vuélvete a tu casa y refiere lo que te ha hecho Dios. Y se fue por toda la ciudad pregonando cuanto le había hecho Jesús.
   
 
La hija de Jairo y  la hemorroísa
   
40
Cuando Jesús estuvo de vuelta, le recibió la muchedumbre, pues todos estaban esperándole.
41
Llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y, cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que entrase en su casa,
42
porque tenía una hija única, de unos doce años, que estaba a punto de morir. Mientras iba, las muchedumbres le ahogaban.
43
Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que en médicos había gastado toda su hacienda, sin lograr ser de ninguno curada,
44
se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al instante cesó el flujo de su sangre.
45
Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Como todos negaban, dijo Pedro y los que le acompañaban: Maestro, las muchedumbres te rodean y te oprimen.
46
Pero Jesús dijo: Alguno me ha tocado, porque yo he conocido que una virtud ha salido de mí.
47
La mujer, viéndose descubierta, se llegó temblando y, postrándose ante El, le dijo ante todo el pueblo por qué le había tocado y cómo al instante había quedado sana.
48
El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.
49
Aún estaba hablando cuando llegó uno de casa del jefe de la sinagoga diciendo: Tu hija ha muerto, no molestes ya al Maestro.
50
Pero Jesús, que lo oyó, le respondió: No temas, cree tan sólo y será sana.
51
Llegado a la casa, no permitió que entrasen con él más que Pedro, Juan y Santiago y el padre y la madre de la niña
52
Todos lloraban y plañían por ella. Les dijo El: No lloréis, porque no está muerta; es que duerme.
53
Se burlaban de El, sabiendo que estaba muerta.
54
El, tomándola de la mano, le dijo en alta voz: Niña, levántate.
55
Volvió a ella el espíritu y al instante se levantó, y El mandó que le diesen de comer.
56
Los padres se quedaron fuera de sí; pero El les mandó que no contasen a nadie lo sucedido.
 
Capítulo 9
 
La Misión de los apóstoles
 
1
Habiendo convocado a los Doce, les dio poder sobre todos los demonios y de curar enfermedades,
2
y les envió a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones.
3
Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni lle­véis dos túnicas.
4
En cualquier casa en que entréis, quedaos allí, sin dejarla hasta partir.
5
Cuanto a los que no quieran recibiros, saliendo de aquella ciudad, sacudios el polvo de los pies en testimonio contra ellos.
6
Partieron y recorrieron las aldeas anunciando el Evangelio y curando en todas partes.
   
 
La opinión de Herodes sobre Jesús
   
7
Tuvo noticia Herodes el tetrarca de todos estos sucesos, y estaba vacilante, por cuanto algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muertos;
8
otros, que era Elias, que había aparecido, y otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas.
9
Dijo Herodes: A Juan le degollé yo, ¿quién puede ser este de quien oigo tales cosas? Y deseaba verle.
   
 
Regreso de los apóstoles y multiplicación de los panes
   
10
A su vuelta, los apóstoles le contaron cuanto habían hecho. El, tomándolos consi­go, se retiró a un lugar apartado cerca de una ciudad llamada Betsaida.
11
Pero la muchedumbre se dio cuenta, y fue en pos de El. Habiéndolos recibido, les hablaba del Reino de Dios y curaba a todos los necesitados.
12
Empezaba ya a declinar el día, y acercándosele los Doce, le dijeron: Despide a la muchedumbre, para que vayan a las aldeas y alquerías de alrededor, donde se alberguen y encuentren alimentos, porque aquí estamos en el desierto.
13
El les contestó: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos a comprar provisiones para todo este pueblo.
14
Porque eran unos cinco mil hom­bres. Y dijo a sus discípulos: Macedlos recostarse por grupos como de cincuenta.
15
Lo hicieron así, diciéndoles que se recostasen todos,
16
y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, los bendijo y se los dio a los discípulos para que los sirviesen a la muchedumbre.
17
Comieron, se saciaron todos y se recogieron de las sobras doce cestos de mendrugos.
   
 
La confesión de Pedro
   
18
Aconteció que, orando El a solas, estaban con El sus discípulos, a los cuales preguntó: ¿Quién dicen las muchedumbres que soy yo?
19
Respondiendo ellos, le dijeron: Juan Bautista; otros, Elias; otros, que uno de los antiguos profetas ha resucitado.
20
Díjoles El: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21
El les prohibió decir esto a nadie, añadiendo:
22
Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho y que sea rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y sea muerto y resucite al tercer día.
   
 
Necesidad de seguir a Jesús
   
23
Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
24
Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien qui­siere perder su vida por amor de mí, la salvará.
25
Pues ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si él se pierde y se condena?
26
Porque quien se avergonzare de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles.
27
En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte antes que vean el reino de Dios.
   
 
La Transfiguración
   
28
Aconteció como unos ocho días después de estos discursos que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar.
29
Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente.
30
Y he aquí que dos varones hablaban con EL, Moisés y Elias,
31
que aparecían gloriosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén.
32
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos varones que con El estaban.
33
Al desaparecer éstos, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bueno es estar aquí; hagamos tres cabañas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elias, sin saber lo que se decía.
34
Mientras esto decía, apareció una nube que los cubrió y quedaron atemorizados al entrar en la nube.
35
Salió de la nube una voz que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle.
36
Mientras sonaba la voz estaba Jesús solo. Ellos callaron, y por aquellos días no contaron nada de cuanto habían visto.
   
 
Curación del epiléptico endemoniado
   
37
Al día siguiente, al bajar del monte, vino a su encuentro una numerosa muchedumbre,
38
y uno de entre ella gritó, diciendo: Maestro, te ruego que eches una mi­rada sobre este mi hijo, porque es mi hijo único,
39
y el espíritu lo toma lo hace gritar, lo agita, haciéndole echar espumarajos, y a duras penas se retira de él después de haberlo molido.
40
He suplicado a tus discípulos que lo echasen, y no han podido.
41
Jesús, respondiendo, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros y aguantaros? Traédmelo acá.
42
Al acercarse, el de­monio lo echó por tierra y lo agitó fuertemente. Pero Jesús increpó al espíritu impuro, y curó al niño y se lo entregó a su padre.
43
Todos se maravillaron al ver la grandeza de Dios.
   
 
Profecía de la pasión
 
43
Admirándose todos de cuanto hacía, dijo El a sus discípulos:
44
Estad atentos a lo que voy a deciros: El Hijo del hombre ha de ser entregado en poder de los hombres.
45
Pero ellos no sabían lo que significaban estas palabras, que estaban para ellos veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle sobre ellas.
   
 
Quién se el mayor
   
46
Les vino a ellos este pensamiento: quién sería entre ellos el mayor.
47
Conociendo Jesús los pensamientos de su corazón, tomó un niño, lo puso junto a sí,
48
y les dijo: El que recibiere a este niño en mi nombre, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió; y el menor entre todos vosotros, ése será el más grande.
   
 
La invocación del nombre de Jesús por los extraños
   
49
Tomando la palabra, Juan dice: Maestro, hemos visto a uno echar los demonios en tu nombre y se lo hemos estorbado, porque no era de nuestra compañía.
50
Contestóle Jesús: No se lo estorbéis, pues el que no está contra vosotros, está con vosotros.

 

EVANGELIO DE SAN LUCAS