|   | 
            
             EL 
                  LIBRO DE LOS SALMOS DEL REY DAVID  
                  Libro 
                  Tercero.73-80 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        Vanidad 
                          de la dicha de los impíos   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        | Salmo 
                          de Asaf. | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        ¡Ciertamente 
                          Dios es bueno para el hombre recto, para los limpios 
                          de corazón!   | 
                       
                      
                        2  | 
                        Estaban 
                          a punto de deslizarse mis pies, por nada resbalaban 
                          mis pasos,   | 
                       
                      
                        3   | 
                        pues 
                          tuve envidia de los insensatos viendo la paz de los 
                          impíos.   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Pues 
                          no hay para ellos tormentos; están sanos y rollizos.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        No 
                          tienen parte en las humanas aflicciones y no son atribulados 
                          como los otros hombres.  | 
                       
                      
                        6   | 
                        Por 
                          eso la soberbia los ciñe como collar, y los cubre la 
                          violencia como vestido.  | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        Sus 
                          ojos se les saltan de puro gordos y dejan traslucir 
                          los antojos del corazón.   | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        Motejan 
                          y hablan malignamente, y altaneramente declaran sus 
                          propósitos perversos.   | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Ponen 
                          su boca en el cielo, y su lengua se agita por la tierra.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Por 
                          eso el pueblo se vuelve tras ellos, y se sorben a boca, 
                          llena esas aguas.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Y 
                          dicen: “¿Lo sabe acaso Dios, lo conoce el Altísimo?”  | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Helos 
                          ahí: son impíos, pero tranquilos constantemente aumentan 
                          la fortuna.   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        En 
                          vano, pues, he conservado limpio mi corazón y he lavado 
                          mis manos en la inocencia;  | 
                       
                      
                        | 14 | 
                        y 
                          fui flagelado de continuo y castigado cada mañana.   | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Pero 
                          si dijere: “Hablaré como ellos,” renegaría de la generación 
                          de tus hijos.   | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Púseme 
                          a pensar para entender esto, pues era cosa ardua a mis 
                          ojos;   | 
                       
                      
                        | 17 | 
                        hasta 
                          que penetré en el misterio de Dios y puse atención a 
                          sus postrimerías.  | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Ciertamente 
                          los pones tú en resbaladero y los precipitas en la ruina.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        ¡Cómo 
                          en un punto son asolados! Acaban, y son consumidos por 
                          el espanto.   | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        Son 
                          como sueño del que se despierta; y tú, Señor, cuando 
                          despertares, despreciarás su apariencia.  | 
                       
                      
                        | 21 | 
                        Cuando 
                          se exacerbaba mi corazón y sentía un aguijón en mis 
                          riñones,   | 
                       
                      
                        | 22 | 
                        es 
                          porque era un necio y no sabía nada; era para ti como 
                          un bruto animal.  | 
                       
                      
                        | 23 | 
                        Pero 
                          yo estaré siempre a tu lado, pues tú me has tomado de 
                          la diestra  | 
                       
                      
                        | 24 | 
                        Me 
                          gobiernas con tu consejo y al fin me acogerás en gloria.  | 
                       
                      
                        | 25 | 
                        ¿A 
                          quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, en nada me 
                          complazco sobre la tierra.   | 
                       
                      
                        | 26 | 
                        Desfallece 
                          mi carne y mi corazón; la roca de mi corazón y mi porción 
                          es Dios por siempre.   | 
                       
                      
                        | 27 | 
                        Porque 
                          los que se alejan de ti perecerán; arruinas a cuantos 
                          te son infieles.   | 
                       
                      
                        | 28 | 
                        Pero 
                          mi bien es estar apegado a Dios, tener en el Señor Yavé 
                          refugio para poder anunciar todas tus obras (en las 
                          puertas de la hija de Sión).  | 
                       
                    
                   
                  74 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        La 
                          desolación del templo destruido  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        |  Maskil 
                          de Asaf.   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        ¿Por 
                          qué, ¡oh Dios!, nos has rechazado para siempre? ¿Por 
                          qué arde tu furor contra las ovejas de tu redil   | 
                       
                      
                        2  | 
                        Acuérdate 
                          de tu comunidad, que desde antiguo adquiriste, la que 
                          redimiste como tribu de tu heredad; del monte Sión, 
                          en que pusiste tu morada.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Dirige 
                          tus pisadas hacia estas ruinas sin fin. El enemigo lo 
                          ha saqueado todo en el santuario.   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Rugían 
                          tus enemigos en el lugar de tu asamblea y pusieron allí 
                          por trofeos sus enseñas.   | 
                       
                      
                        5   | 
                        Parecían 
                          como gente que alza el hacha en medio de tupido bosque.   | 
                       
                      
                        6   | 
                        Y 
                          hasta las esculturas a una destruyeron con hachas y 
                          martillos.   | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        Prendieron 
                          fuego a tu santuario y echaron a tierra y profanaron 
                          la morada de tu nombre.   | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        Decían 
                          en sus corazones: “Destruyámoslos de un golpe.” Han 
                          quemado todos los lugares de asamblea de Dios en el 
                          país.  | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Ya 
                          no vemos señales prodigiosas a favor nuestro; ya no 
                          hay ningún profeta, ni nadie entre nosotros que sepa 
                          hasta cuándo.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        ¿Hasta 
                          cuándo, ¡oh Dios!, insultará el opresor y sin cesar 
                          blasfemará tu nombre el enemigo?   | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        ¿Por 
                          qué retraes tu mano y retienes tu diestra en el seno?  | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Pues 
                          Dios es ya de antiguo mi rey, el que obra salvaciones 
                          en la tierra.   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Con 
                          tu poder dividiste el mar y rompiste en las aguas las 
                          cabezas de los monstruos.   | 
                       
                      
                        | 14 | 
                        Tú 
                          aplastaste la cabeza del Leviatán y le diste en pasto 
                          a las fieras del desierto.   | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Tú 
                          hiciste brotar fuentes y torrentes y secaste ríos caudalosos.   | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Tuyo 
                          es el día, tuya es la noche; tú estableciste la luna 
                          y el sol.   | 
                       
                      
                        | 17 | 
                        Tú 
                          marcaste los límites a la tierra; tú fijaste el verano 
                          y el invierno.  | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Acuérdate 
                          de esto: el enemigo blasfema de Yavé, y un pueblo insensato 
                          ultraja tu nombre.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        No 
                          entregues a las fieras el alma de tu tortolilla, no 
                          tengas por tanto tiempo en olvido a tus afligidos.  | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        Mira 
                          a tu alianza, pues está la desdichada tierra llena de 
                          violencias.  | 
                       
                      
                        | 21 | 
                        Que 
                          no se vea confuso el afligido, y el pobre y el menesteroso 
                          alaben tu nombre.   | 
                       
                      
                        | 22 | 
                        Álzate, 
                          ¡oh Dios!, y defiende tu causa. Acuérdate de los ultrajes 
                          que continuamente te hace el insensato.   | 
                       
                      
                        | 23 | 
                        No 
                          olvides los gritos de tus enemigos, el tumulto siempre 
                          creciente de los que se alzan contra ti.  | 
                       
                    
                   
                  75 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        Dios, 
                          juez de los enemigos de su pueblo   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        |  Al 
                          maestro de coro. Al tasjet. Salmo de Asaf. Cántico.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Dámoste 
                          gracias, ¡oh Dios!, dámoste gracias;  | 
                       
                      
                        2  | 
                         invocamos tu nombre y narramos tus proezas.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Cuando 
                          me tome el tiempo (oportuno), juzgaré justamente.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        Aunque 
                          la tierra vacile con todos sus habitantes, yo afirmaría 
                          sus columnas. Selah.   | 
                       
                      
                        5   | 
                        Yo 
                          dije a los arrogantes: "No os ensoberbezcáis, y a los 
                          impíos: No irgáis vuestra cabeza.   | 
                       
                      
                        6   | 
                        No 
                          levantéis en alto vuestras frentes, no habléis con erguida 
                          cerviz".  | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        Ciertamente, 
                          ni de oriente ni de occidente, ni del desierto ni de 
                          las montañas (vendrá la salvación).   | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        Pues 
                          Dios es quien juzga, y a unos humilla y ensalza a otros.   | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Pues 
                          tiene Yavé en su mano el cáliz del espumoso vino lleno 
                          de mixtura, y lo derrama sobre unos y otros; beberán 
                          hasta las heces, beberán todos los impíos de la tierra.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Mientras 
                          que yo siempre cantaré y entonaré salmos al Dios de 
                          Jacob.   | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Yo 
                          quebrantaré toda la fuerza de los impíos, y se acrecentará 
                          el poder de los justos. 
                          | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                    
                   
                  76 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        Canto 
                          triunfal después de la victoria  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        | Al 
                          maestro del coro. A las cuerdas. Salmo de Asaf. Cántico. | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Dios 
                          se da a conocer en Judá,   | 
                       
                      
                        2  | 
                        grande 
                          es su nombre en Israel.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Tiene 
                          en Salem su tabernáculo, su morada en Sión.   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Allí 
                          rompe los rayos del arco, el escudo, la espada y todo 
                          aparato bélico.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Eras 
                          resplandeciente y majestuoso, más que los montes eternos.   | 
                       
                      
                        6   | 
                        Los 
                          fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño, 
                          y no encontraron los hombres de guerra sus manos.   | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        A 
                          tu amenaza, Dios de Jacob, quedaron pasmados carros 
                          y caballos.  | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        Eres 
                          terrible, y ¿quién puede mantenerse ante ti frente a 
                          la violencia de tu cólera?  | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Desde 
                          los cielos, tú haces oír la sentencia, y la tierra se 
                          estremece y calla.   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Cuando 
                          se levanta Dios para juzgar, para salvar a todos los 
                          oprimidos de la tierra. Selah.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Aun 
                          el furor del hombre redunda en tu alabanza, y de los 
                          salvados de la cólera te ceñirás.   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Haced 
                          votos a Yavé, vuestro Dios, y cumplidlos; cuantos están 
                          en derredor traigan dones al Terrible,  | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        pues 
                          Él abate el coraje de los príncipes y es terrible 
                          a los reyes de la tierra.  | 
                       
                    
                   
                  77 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        Los 
                          antiguos portentos, consuelo del pueblo elegido   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        | Al 
                          maestro del coro. Para Iditún. Salmo de Asaf.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Yo 
                          alzo mi voz a Dios y clamo,  | 
                       
                      
                        2  | 
                         alzo mi voz a Dios y El me escucha.  | 
                       
                      
                        3   | 
                        En 
                          el día de mi tribulación yo busqué al Señor, y se alzaban 
                          a El mis manos sin descanso por la noche.   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Me 
                          acuerdo de Dios y gimo; medito, y languidece mi espíritu. Selah.   | 
                       
                      
                        5   | 
                        Tú 
                          mantienes abiertos los párpados de mis ojos, y me siento 
                          turbado y sin palabras.   | 
                       
                      
                        6   | 
                        Pienso 
                          en los días antiguos, recuerdo los años lejanos.  | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        Medito 
                          por la noche en mi corazón, reflexiono e inquiero en 
                          mi espíritu:   | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        “¿Acaso 
                          el Señor (nos) rechazará por los siglos y no volverá 
                          a sernos de nuevo favorable?  | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        ¿Cesó 
                          para siempre su piedad? ¿Se acabó lo que prometió para 
                          generaciones y generaciones?   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        ¿Se 
                          ha olvidado Dios de hacer clemencia? ¿Cerró airado su 
                          misericordia?” Selah.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Me 
                          digo: “Mi dolor es éste: que se ha mudado la diestra 
                          del Altísimo.”   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Me 
                          acuerdo de las obras portentosas de Yavé, recuerdo tus 
                          antiguas maravillas.   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Medito 
                          en todas tus obras y reflexiono sobre tus hazañas.   | 
                       
                      
                        | 14 | 
                        ¡Oh 
                          Dios!, santos son tus caminos. ¿Qué dios es grande como 
                          nuestro Dios?   | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Tú 
                          eres el Dios que obras prodigios; tú mostraste tu poder 
                          entre los pueblos;   | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        con 
                          tu brazo rescataste a tu pueblo: a los hijos de Jacob 
                          y de José.  | 
                       
                      
                        | 17 | 
                        Viéronte 
                          las aguas, ¡oh Dios!, viéronte las aguas y se turbaron, 
                          y temblaron los mismos abismos.   | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Arrojaron 
                          las nubes las aguas, y dieron los nublados su voz, y 
                          tus saetas se dispararon.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        Estalló 
                          tu trueno en el torbellino, alumbraron los relámpagos 
                          el orbe, y, sacudida, tembló la tierra.   | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        Fue 
                          el mar tu camino, y tu senda la inmensidad de las aguas, 
                          sin que tus huellas fuesen conocidas.  | 
                       
                      
                        | 21 | 
                        Condujiste 
                          como grey a tu pueblo por mano de Moisés y de Aarón.  | 
                       
                    
                   
                  78 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        La 
                          historia de los padres, enseñanzas para los hijos.   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        | Maskil. 
                          De Asaf.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Atiende, 
                          pueblo mío, a mi enseñanza, dad vuestros oídos a las 
                          palabras de mi boca.   | 
                       
                      
                        2  | 
                        Abriré 
                          en sentencias mi boca, evocaré los arcanos del pasado:   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Lo 
                          que hemos oído y sabemos, lo que nos contaron nuestros 
                          padres.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        No 
                          lo encubriremos a sus hijos, contando a las generaciones 
                          posteriores las glorias de Yavé y su poderío y los prodigios 
                          que ha obrado.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Pues 
                          dio una norma en Jacob y estableció una ley en Israel: 
                          que mandó a nuestros padres enseñar a sus hijos,   | 
                       
                      
                        6   | 
                        para 
                          que las conociese la generación venidera y los hijos 
                          que habían de nacer se las contasen a sus propios hijos,  | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        para 
                          que éstos pusieran en Dios su confianza, y no olvidasen 
                          las gestas de Dios, y guardasen sus mandatos,   | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        y 
                          no se hiciesen como sus padres, gente contumaz y rebelde, 
                          generación de corazón inconstante y de espíritu infiel 
                          a su Dios.  | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Los 
                          hijos de Efraím, muy diestros arqueros, volvieron la 
                          espalda el día del combate.   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        No 
                          guardaron la alianza de Dios y rehusaron seguir su ley.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Dieron 
                          al olvido sus gestas y las maravillas que les hizo ver.   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Ante 
                          sus padres habría obrado portentos en la tierra de Egipto, 
                          en el campo de Tanis.  | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Hendió 
                          el mar para darles paso, y paró las aguas como si les 
                          pusiera un dique.   | 
                       
                      
                        | 14 | 
                        Los 
                          guiaba de día en la nube, y durante toda la noche con 
                          resplandor de fuego.   | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Hendió 
                          las rocas en el desierto y les dio a beber copiosas 
                          aguas.   | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Hizo 
                          salir arroyos de la piedra, hizo correr las aguas como 
                          ríos.  | 
                       
                      
                        | 17 | 
                        Y, 
                          con todo, volvieron a pecar contra El y a rebelarse 
                          contra el Altísimo en el desierto.  
                          | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Tentaron 
                          a Dios en su corazón y pidieron comida a su gusto.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        Hablaron 
                          contra Dios, diciendo: “¿Podrá Dios preparar mesa en 
                          el desierto?”   | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        Hirió 
                          la peña, y brotaron las aguas y fluyeron torrentes. 
                          “Pero ¿podrá también darnos pan y preparar en el desierto 
                          carne a su pueblo?”   | 
                       
                      
                        | 21 | 
                        Oyólo 
                          Yavé y se indignó, y fuego se encendió contra Jacob 
                          y subió la ira contra Israel.   | 
                       
                      
                        | 22 | 
                        Porque 
                          no creían en Dios y no confiaban en su salvación.  | 
                       
                      
                        | 23 | 
                        Dio 
                          orden a las nubes en lo alto, abrió las puertas del 
                          cielo.   | 
                       
                      
                        | 24 | 
                        Y 
                          llovió sobre ellos el maná para que comieran, dándoles 
                          trigo de los cielos.   | 
                       
                      
                        | 25 | 
                        Comió 
                          el hombre pan de fuertes, y les dio comida hasta la 
                          saciedad.   | 
                       
                      
                        | 26 | 
                        Hizo 
                          soplar en el cielo el viento solano, y con su poder 
                          hizo venir el austro,   | 
                       
                      
                        | 27 | 
                        y 
                          llover como polvo sobre ellos la carne, como arenas 
                          del mar aves aladas.   | 
                       
                      
                        | 28 | 
                        Hízolas 
                          caer dentro del campamento y en derredor de las tiendas 
                          de éste.  | 
                       
                      
                        | 29 | 
                        Y 
                          comieron y se hartaron del todo, y así les dio lo que 
                          ansiaban.   | 
                       
                      
                        | 30 | 
                        Pero 
                          apenas habían acabado de saciar su avidez y aún tenían 
                          en su boca la comida,   | 
                       
                      
                        | 31 | 
                         cuando montó en cólera Dios contra ellos, e hirió de 
                          muerte a los robustos y abatió a la flor de Israel.  | 
                       
                      
                        | 32 | 
                        Con 
                          todo, volvieron a pecar y no dieron crédito a sus maravillas.   | 
                       
                      
                        | 33 | 
                        Y 
                          consumió en un soplo sus días, y sus años con súbitos 
                          terrores.   | 
                       
                      
                        | 34 | 
                        Cuando 
                          los hería de muerte, le buscaban, se convertían y se 
                          apresuraban hacia Dios,  | 
                       
                      
                        | 35 | 
                        acordándose 
                          que era Dios su roca, y el Altísimo su redentor.   | 
                       
                      
                        | 36 | 
                        Y 
                          le halagaban con su boca, pero con su lengua le mentían,   | 
                       
                      
                        | 37 | 
                        y 
                          su corazón no era constante hacia El, ni eran fieles 
                          a su alianza.   | 
                       
                      
                        | 38 | 
                        Pero 
                          es misericordioso y perdonaba la iniquidad, y no los 
                          exterminó, refrenando muchas veces su ira para que no 
                          se desfogara su cólera.   | 
                       
                      
                        | 39 | 
                        Se 
                          acordó de que eran carne, un soplo que pasa y no vuelve.  | 
                       
                      
                        | 40 | 
                        ¡Cuántas 
                          veces le provocaron en el desierto y le contristaron 
                          en la soledad!  | 
                       
                      
                        | 41 | 
                        Volvieron 
                          a tentar a Dios y enojaron al Santo de Israel.   | 
                       
                      
                        | 42 | 
                        No 
                          se acordaban de su mano ni del día en que los redimió 
                          de la opresión,   | 
                       
                      
                        | 43 | 
                        ni 
                          de cómo obró en Egipto sus prodigios, y sus portentos 
                          en la región de Tanis,  | 
                       
                      
                        | 44 | 
                        mudando 
                          sus ríos en sangre para que no pudieran beber de sus 
                          canales;   | 
                       
                      
                        | 45 | 
                        mandando 
                          contra ellos tábanos que los devorasen y ranas que los 
                          infestasen;   | 
                       
                      
                        | 46 | 
                        dando 
                          sus cosechas al pulgón, y los frutos de sus fatigas 
                          a la langosta;   | 
                       
                      
                        | 47 | 
                        devastando 
                          con el granizo sus viñas, y sus sicómoros con la piedra;   | 
                       
                      
                        | 48 | 
                        dando 
                          al pedrisco sus ganados, y al rayo sus rebaños.   | 
                       
                      
                        | 49 | 
                        Derramó 
                          sobre ellos el ardor de su cólera, la ira, el furor, 
                          la angustia, como un tropel de malignos espíritus.   | 
                       
                      
                        | 50 | 
                        Dio 
                          vía libre a su enojo; ni sustrajo sus almas a la muerte, 
                          y abandonó sus vidas a la peste,   | 
                       
                      
                        | 51 | 
                        e 
                          hirió a todos los primogénitos de Egipto, a las primicias 
                          viriles en las tiendas de Cam.   | 
                       
                      
                        | 52 | 
                        En 
                          cambio, sacó a su pueblo como un rebaño y los condujo 
                          como grey por el desierto,   | 
                       
                      
                        | 53 | 
                        guiándolos 
                          seguros y sin temor, mientras cubría el mar a sus enemigos.   | 
                       
                      
                        | 54 | 
                        Los 
                          llevó hasta su santa frontera, al monte este que su 
                          diestra conquistó.   | 
                       
                      
                        | 55 | 
                        Arrojó 
                          ante ellos a las naciones, y, dividiendo en lotes su 
                          heredad, hizo habitar en las tiendas de aquéllos a las 
                          tribus de Israel.  | 
                       
                      
                        | 56 | 
                        Pero 
                          tentaron e irritaron al Dios Altísimo y no guardaron 
                          sus mandatos.   | 
                       
                      
                        | 57 | 
                        Se 
                          extraviaron y fueron infieles como sus padres, y se 
                          volvieron como arco engañoso.   | 
                       
                      
                        | 58 | 
                        Le 
                          irritaron con sus altos y le provocaron con sus esculturas.   | 
                       
                      
                        | 59 | 
                        Lo 
                          oyó Dios y se indignó, tomando gran aversión a Israel.  | 
                       
                      
                        | 60 | 
                        Y 
                          abandonó el tabernáculo de Silo, la tienda de su morada 
                          entre los hombres.   | 
                       
                      
                        | 61 | 
                        Entregó 
                          a la cautividad su fuerza, y su magnificencia a las 
                          manos del opresor.   | 
                       
                      
                        | 62 | 
                        Entregó 
                          su pueblo a la espada y se enfureció contra su heredad.   | 
                       
                      
                        | 63 | 
                        Devoró 
                          el fuego a sus jóvenes, y sus vírgenes no tuvieron canto 
                          nupcial.   | 
                       
                      
                        | 64 | 
                        Sus 
                          sacerdotes cayeron bajo la espada, sin que los lloraran 
                          sus viudas.  | 
                       
                      
                        | 65  | 
                        Mas 
                          despertóse entonces el Señor corno quien duerme, corno 
                          el valiente dominado por el vino,   | 
                       
                      
                        | 66 | 
                        e 
                          hirió a sus opresores por la espalda, cubriéndoles de 
                          eterna ignominia.   | 
                       
                      
                        | 67 | 
                        Y 
                          tomó aversión a la tienda de José, y no eligió a la 
                          tribu de Efraím,   | 
                       
                      
                        | 68 | 
                        sino 
                          que escogió a la tribu de Judá, el monte de Sión, monte 
                          de su predilección.   | 
                       
                      
                        | 69 | 
                        Edificó 
                          su santuario alto como los cielos y (firme) como la 
                          tierra, que cimentó por los siglos.   | 
                       
                      
                        | 70 | 
                        Eligió 
                          a David, su siervo, y le tomó de las majadas de las 
                          ovejas;   | 
                       
                      
                        | 71 | 
                        de 
                          tras de las ovejas de cría le tomó para que apacentase 
                          a Jacob, su pueblo; a Israel, su heredad.  | 
                       
                      
                        | 72 | 
                        Y 
                          él con corazón íntegro los apacentó, y las condujo con 
                          la prudencia de sus manos.  | 
                       
                    
                   
                  79 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        Oración 
                          pidiendo la restauración de las ruinas y el castigo 
                          de los enemigos   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        | Salmo 
                          de Asaf.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        ¡Oh 
                          Dios!, han entrado las gentes en tu heredad, han profanado 
                          tu santo recinto y han reducido Jerusalén a un montón 
                          de escombros.   | 
                       
                      
                        2  | 
                        Dieron 
                          los cadáveres de tus siervos por pasto a las aves del 
                          cielo, y la carne de tus piadosos a las fieras de la 
                          tierra.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Derramaron 
                          como agua su sangre en los alrededores de Jerusalén, 
                          sin que hubiese quien les diera sepultura.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        Somos 
                          el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y el ludibrio 
                          de los que nos rodean.   | 
                       
                      
                        5   | 
                        ¿Hasta 
                          cuándo, ¡oh Yavé!, habrás de estar airado para siempre? 
                          ¿Arderá como fuego tu celo?   | 
                       
                      
                        6   | 
                        Derrama 
                          tu ira sobre las gentes que no te conocen, sobre los 
                          reinos que no invocan tu nombre,  | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        porque 
                          han devorado a Jacob, han asolado sus moradas.  | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        No 
                          recuerdes para nuestro mal las iniquidades de antaño; 
                          apresúrate y sálgamos al encuentro tus misericordias, 
                          que estamos abatidos sobremanera.   | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Socórrenos, 
                          ¡oh Dios!, Salvador nuestro!, por la gloria de tu nombre, 
                          líbranos y perdona nuestros pecados por tu nombre.   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        ¿Por 
                          qué van a decir las gentes: “Dónde está su Dios”? Sea 
                          notoria a las gentes y a nuestros ojos la venganza de 
                          la sangre derramada de tus siervos.   | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Llegue 
                          a tu presencia el gemido de los cautivos; conforme a 
                          la grandeza de tu brazo, conserva a los condenados a 
                          muerte.  | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Haz 
                          recaer sobre nuestros vecinos el séptuplo en su seno, 
                          la afrenta con que te escarnecieron, ¡oh Señor!   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Pero 
                          nosotros, tu pueblo, grey de tu pastizal, te alabaremos 
                          eternamente y narraremos tus alabanzas de generación 
                          en generación.  | 
                       
                    
                   
                  80 
                  
                    
                      
                        |   | 
                        Oración 
                          por el pueblo perseguido  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        | Al 
                          maestro del coro. Sobre “los lirios del testimonio.” Salmo 
                          de Asaf.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        ¡Oh 
                          Pastor de Israel!, apresta el oído.  | 
                       
                      
                        2  | 
                         Tú que conduces a José como un rebaño, que te sientas 
                          sobre los querubines, muéstrate esplendoroso   | 
                       
                      
                        3   | 
                        ante 
                          Efraím, Benjamín y Manasés. Despierta tu poder, ven 
                          y sálvanos.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        ¡Oh 
                          Dios!, restáuranos; haz esplender tu rostro, y seremos 
                          salvos.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        ¡Oh 
                          Yavé, Dios de los ejércitos! ¿Hasta cuándo estarás enojado 
                          contra la oración de tu pueblo?   | 
                       
                      
                        6   | 
                        Les 
                          das a comer pan de lágrimas, les haces beber lágrimas 
                          en abundancia;   | 
                       
                      
                        | 7 | 
                        nos 
                          has hecho objeto de contienda para nuestros vecinos, 
                          y nuestros enemigos se burlan de nosotros.   | 
                       
                      
                        | 8 | 
                        Dios 
                          de los ejércitos, restáuranos; haz esplender tu rostro 
                          y seremos salvos.  | 
                       
                      
                        | 9 | 
                        Tú 
                          arrancaste de Egipto una vid, arrojaste a las gentes 
                          y la transplantaste.   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Le 
                          pusiste en derredor una albarrada, y extendió sus raíces 
                          y llenó la tierra.   | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Cubriéronse 
                          los montes de su sombra, y sus sarmientos llegaron a 
                          ser como los cedros de Dios;   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        extendió 
                          sus ramas hasta el mar, y hasta el río sus retoños.  | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        ¿Por 
                          qué has derribado su albarrada y la vendimian los que 
                          pasan por el camino?   | 
                       
                      
                        | 14 | 
                        La 
                          devastan los jabalíes del monte y pastan en ella las 
                          bestias del campo.   | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        ¡Dios 
                          de los ejércitos, vuélvete ya; mira desde los cielos 
                          y contempla y visita esta viña!  | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Esta 
                          viña que ha plantado tu diestra, el renuevo que tú hiciste 
                          fuerte.  | 
                       
                      
                        | 17 | 
                        Los 
                          que la abrasan por el fuego y la asolan perezcan por 
                          el enojo de tu faz.   | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Sea 
                          tu mano sobre el varón de tu diestra, sobre el hijo 
                          de hombre a quien para ti corroboraste;   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        y 
                          no nos apartaremos más de ti; nos darás la vida e invocaremos 
                          tu nombre.   | 
                       
                      
                        | 20 | 
                         Yavé, Dios de los ejércitos, restáuranos; haz esplender 
                          tu faz sobre nosotros, y seremos salvos. 
                          | 
                       
                    
                   
                    
              C.R.Y&S  | 
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