|   | 
            
                   EL 
                  LIBRO DE LOS SALMOS DEL REY DAVID  
                  Libro 
                  Segundo.42-50 
                  
                    
                      
                        42  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Ardientes 
                          deseos del desterrado por ver nuevamente el santuario   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        |  Al 
                          maestro del coro. Maskil. (Salmo) de los hijos de Coré.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Como 
                          anhela la cierva las corrientes de las aguas,   | 
                       
                      
                        2  | 
                        así 
                          te anhela mi alma, ¡oh Dios!   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Mi 
                          alma está sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo iré 
                          y veré la faz de Dios?  | 
                       
                      
                        4  | 
                        Mis 
                          lágrimas son día y noche mi pan cuando me dicen cada 
                          día: “¿Dónde está tu Dios?”  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Lo 
                          recuerdo, y mi alma se expansiona, pues atravesaba yo 
                          por medio de los nobles hacia la casa de Dios entre 
                          los gritos de alegría y alabanza, en festiva algazara.  | 
                       
                      
                        6   | 
                        ¿Por 
                          qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? 
                          Espera en Dios, que aún le alabaré; es la salvación 
                          de mi faz y mi Dios.  | 
                       
                      
                        | 7  | 
                        Abatida 
                          está mi alma. Por eso me acuerdo de ti desde la tierra 
                          del Jordán, desde las cumbres del Hermón y del monte 
                          Misar.   | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        Un 
                          remolino llama a otro remolino; con el rumor de tus 
                          cascadas, todas tus ondas y tus olas pasan sobre mí.   | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        De 
                          día dispensa Yavé su gracia, y de noche me acompaña 
                          su cántico, una oración al Dios de mi vida.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Digo 
                          a Dios: “¡Oh Roca mía! ¿Por qué te has olvidado de mí? 
                          ¿Por qué he de andar en luto bajo la opresión del enemigo?”  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Mientras 
                          quebrantan mis huesos, mis opresores se burlan de mí, 
                          diciéndome continuamente: “¿Dónde está tu Dios?”   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        ¿Por 
                          qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? 
                          Espera en Dios, que aún le alabaré. El es la salvación 
                          de mi rostro, y mi Dios.  | 
                       
                      
                         | 
                          | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        43  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Júzgame, 
                          ¡oh Dios! y defiende mi causa; líbrame de esta gente 
                          sin piedad, del hombre pérfido y malvado.  | 
                       
                      
                        2  | 
                        Pues 
                          que eres tú mi refugio, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué 
                          he de andar en luto bajo la opresión del enemigo?   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Manda 
                          tu luz y verdad; ellas me guiarán y me llevarán a tu 
                          monte santo, a tus tabernáculos.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        ¡Oh 
                          si pudiera acercarme al altar de Dios, al Dios de mi 
                          alegría, y cantarle a la cítara, oh Dios, Dios mío!   | 
                       
                      
                        5   | 
                        ¿Por 
                          qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? 
                          Espera en Dios, que aún le alabaré. ¡El es la salvación 
                          de mi rostro y mi Dios!  | 
                       
                      
                         | 
                          | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        44  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Lamentación 
                          por el estado de opresión en que se halla el pueblo   | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        |  Al 
                          maestro del coro. Maskil. De los hijos de Coré. | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Con 
                          nuestro oído, ¡oh Dios!, hemos oído;   | 
                       
                      
                        2  | 
                        nos 
                          contaron nuestros padres la obra que tú hiciste en sus 
                          días, en los tiempos antiguos.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Tú 
                          con tu mano desposeíste a las gentes y los plantaste 
                          a ellos. Afligiste a los pueblos y los arrojaste.   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Pues 
                          no se apoderaron de la tierra por su espada, ni les 
                          dio su brazo la victoria, sino tu diestra, tu brazo, 
                          la luz de tu rostro, porque te complaciste en ellos.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Tú, 
                          ¡oh Dios!, eres mi Rey, tú das victorias a Jacob.  | 
                       
                      
                        | 6  | 
                        Por 
                          ti batiremos a nuestros enemigos, en tu nombre pisotearemos 
                          a nuestros adversarios.   | 
                       
                      
                        | 7  | 
                        Pues 
                          no confío en mi arco, ni mi espada me dará la victoria.  | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        Pues 
                          eres tú el que nos salvas de nuestros opresores y el 
                          que confundes a cuantos nos odian.   | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        Nosotros 
                          nos gloriaremos en Yavé todos los días y alabaremos 
                          por siempre tu nombre. Selah.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Pero 
                          ahora nos has rechazado y nos has hecho caer en la ignominia, 
                          no sales ya con nuestros ejércitos.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Nos 
                          has hecho volver la espalda ante el opresor, y los que 
                          nos aborrecían nos han expoliado.   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Nos 
                          has entregado como ovejas destinadas al matadero y nos 
                          has dispersado entre las gentes.   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Has 
                          vendido de balde a tu pueblo, y no ganaste mucho con 
                          su venta.  | 
                       
                      
                        | 14  | 
                        Nos 
                          has hecho el oprobio de nuestros vecinos, el ludibrio 
                          y la mofa de cuantos nos rodean.  | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Nos 
                          has hecho la fábula de las gentes, meneo de cabeza entre 
                          los pueblos.   | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Mi 
                          ignominia está todo el día delante de mí; cubre mi rostro 
                          la vergüenza.   | 
                       
                      
                        |  17 | 
                        Ante 
                          los gritos de insulto y de blasfemia, ante el enemigo 
                          ávido de venganza.  | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Todo 
                          esto ha venido sin haberte olvidado ni haber roto tu 
                          alianza.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        No 
                          se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni se salieron de 
                          tu camino nuestros pasos.   | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        Pues 
                          tú nos aplastaste en lugar de chacales y nos cubriste 
                          de sombras de muerte.  | 
                       
                      
                        | 21 | 
                        Si 
                          hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios, si hubiéramos 
                          tendido nuestras palmas a dioses extraños,  | 
                       
                      
                        | 22 | 
                        ¿no 
                          habría de saberlo Dios, que conoce los secretos del 
                          corazón?  | 
                       
                      
                        | 23 | 
                        Antes 
                          por tu causa somos degollados cada día y somos considerados 
                          como ovejas para el matadero.  | 
                       
                      
                        | 24  | 
                        ¡Despierta! 
                          ¿Por qué estás dormido, Señor? ¡Desperézate! ¡No nos 
                          abandones para siempre!  | 
                       
                      
                        | 25 | 
                        ¿Por 
                          qué escondes tu rostro, olvidándote de nuestra miseria 
                          y opresión?  | 
                       
                      
                        | 26 | 
                        Pues 
                          está nuestra alma postrada en el polvo, y nuestro vientre 
                          pegado a la tierra.  | 
                       
                      
                        | 27 | 
                        ¡Levántate 
                          y ayúdanos! ¡Rescátanos por tu piedad!  | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        45  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Canto 
                          Nupcial  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        |  Al 
                          maestro del coro. “A los lirios”. Maskil. De los hijos 
                          de Coré. Canto de amor.  | 
                       
                      
                        |   | 
                          | 
                       
                      
                        1  | 
                        Bulle 
                          en mi corazón un bello discurso, al rey dedico mi poema.   | 
                       
                      
                        2  | 
                        Es 
                          mi lengua como cálamo de veloz escriba.  | 
                       
                      
                        3   | 
                        Eres 
                          el más hermoso de los hijos de los hombres; en tus labios 
                          la gracia se ha derramado; por eso te bendijo Dios para 
                          siempre.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        Cíñete 
                          tu espada sobre el muslo, ¡oh héroe!; tus galas y preseas.   | 
                       
                      
                        5   | 
                        Y 
                          marcha, cabalga por la verdad y la justicia; enséñete 
                          tu diestra portentosas hazañas.   | 
                       
                      
                        6   | 
                        Agudas 
                          son tus saetas; ante ti caerán los pueblos; desfallecen 
                          los corazones de los enemigos del rey.  | 
                       
                      
                        7   | 
                        Tu 
                          trono subsistirá por siempre jamás, cetro de equidad 
                          es el cetro de tu reino.   | 
                       
                      
                        8   | 
                        Amas 
                          la justicia y aborreces la iniquidad; por eso Yavé, 
                          tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría más 
                          que a tus compañeros.  | 
                       
                      
                        9   | 
                        Mirra, 
                          áloe, casia (exhalan) tus vestidos; desde los palacios 
                          de marfil los instrumentos de cuerda te alegran.   | 
                       
                      
                        10  | 
                        Hijas 
                          de reyes vienen a tu encuentro, y a tu diestra está 
                          la reina con oro de Ofir.  | 
                       
                      
                        11  | 
                        Oye, 
                          hija, y mira; inclina tu oído; olvida tu pueblo y la 
                          casa de tu padre.   | 
                       
                      
                        12  | 
                        Prendado 
                          está el rey de tu hermosura; pues que él es tu señor, 
                          póstrate ante él.   | 
                       
                      
                        13  | 
                        La 
                          hija de Tiro viene con dones, los ricos del pueblo te 
                          halagarán.   | 
                       
                      
                        14   | 
                        Toda 
                          radiante de gloria entra la hija del rey; su vestido 
                          está tejido de oro.   | 
                       
                      
                        15  | 
                        Entre 
                          brocados es llevada al rey. Detrás de ella, las vírgenes, 
                          sus compañeras, son introducidas a ti.  | 
                       
                      
                        16  | 
                        Con 
                          alegría y algazara son conducidas, entran en el palacio 
                          del rey.  | 
                       
                      
                         17  | 
                        A 
                          tus padres sucederán tus hijos, los constituirás por 
                          príncipes de toda la tierra.   | 
                       
                      
                        18  | 
                         Yo quisiera recordar tu nombre de generación en generación.Por 
                          eso los pueblos te alabarán por siempre jamás. 
                          | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        46  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Dios, 
                          protector de su pueblo   | 
                       
                      
                        |   | 
                        Al 
                          maestro del coro. De los hijos de Coré. Para voces altas. 
                          Cántico.   | 
                       
                      
                        1  | 
                        Dios 
                          es nuestro amparo y nuestra fortaleza,   | 
                       
                      
                        2  | 
                        una 
                          ayuda muy asequible en las tribulaciones.  | 
                       
                      
                        3   | 
                        Por 
                          eso no hemos de temer aunque tiemble la tierra, aunque 
                          se conmuevan los montes en el seno del mar,   | 
                       
                      
                        4  | 
                        y 
                          se agiten y espumen sus olas, y retiemblen los montes 
                          a su empuje. Selah. (Yavé de los ejércitos 
                          está con nosotros, el Dios de Jacob es nuestra Roca).  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Un 
                          río con sus brazos alegra la ciudad de Dios, el santuario 
                          donde mora el Altísimo.  | 
                       
                      
                        | 6  | 
                        En 
                          medio de ella está Dios; no será conmovida. Dios la 
                          socorrerá desde el clarear de la mañana.   | 
                       
                      
                        | 7  | 
                        Túrbanse 
                          las naciones, vacilan los reinos; dio su voz, se derrite 
                          la tierra.   | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        Yavé 
                          de los ejércitos está con nosotros, el Dios de Jacob 
                          es nuestra ciudadela. Selah.  | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        Venid 
                          y ved las proezas de Yavé, los prodigios que obró sobre 
                          la tierra.   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        El 
                          es quien hace cesar la guerra hasta los confines de 
                          la tierra. El rompe el arco, troncha la lanza y hace 
                          arder los escudos en el fuego.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        “Cesad 
                          y reconoced que yo soy Dios, excelso entre las gentes, 
                          exaltado en la tierra.”   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Yavé 
                          de los ejércitos está con nosotros, el Dios de Jacob 
                          es nuestra ciudadela. Selah. 
                          | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        47  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Venida 
                          de las gentes al reino de Dios   | 
                       
                      
                        |   | 
                        Al 
                          maestro de coro. De los hijos de Coré.  | 
                       
                      
                        1  | 
                        ¡Oh 
                          pueblos todos!, batid palmas,   | 
                       
                      
                        2  | 
                        aclamad 
                          a Dios con voces jubilosas.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Porque 
                          es Yavé el Altísimo, el terrible, el gran Rey sobre 
                          toda la tierra.  | 
                       
                      
                        4  | 
                        El 
                          nos someterá a los pueblos y pondrá las naciones bajo 
                          nuestros pies.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        El 
                          nos ha elegido como su heredad, el orgullo de Jacob, 
                          a quien El amó. Selah.  | 
                       
                      
                        | 6  | 
                        Se 
                          eleva Dios entre aclamaciones, Yavé (se alza) al son 
                          de las trompetas.  | 
                       
                      
                        | 7  | 
                        ¡Cantad 
                          a Dios, cantadle! ¡Cantad a nuestro Rey, cantadle!   | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        Porque 
                          es el Rey de toda la tierra, cantad a Dios con maestría.   | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        Reina 
                          Dios sobre las gentes, se sienta Dios en su santo trono.   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                         Los príncipes de los pueblos se han reunido con el pueblo 
                          del Dios de Abraham, pues de Dios son los grandes de 
                          la tierra, ensalzado sobremanera. 
                          | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        48  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Canto 
                          a la liberación de Jerusalén  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Cántico. 
                          Salmo de los hijos de Coré.   | 
                       
                      
                        1  | 
                        Grande 
                          es Yavé  | 
                       
                      
                        2  | 
                         y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, 
                          su monte santo.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Bello 
                          promontorio, alegría de toda la tierra, el monte de 
                          Sión, en los confines del aquilón; es la ciudad del 
                          gran Rey.   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Dios 
                          en sus alcázares se dio a conocer como ciudadela.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Pues 
                          he aquí que los reyes se habían aliado, y unidos avanzaban.   | 
                       
                      
                        | 6  | 
                        En 
                          cuanto la vieron, quedaron espantados, y, aterrados, 
                          se dieron a la fuga.   | 
                       
                      
                        | 7  | 
                        Apoderóse 
                          de ellos el terror, una angustia como de mujer en parto;  | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        como 
                          viento solano, que destroza las naves de Tarsis.  | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        Como 
                          lo habíamos oído, así lo hemos visto en la ciudad de 
                          Yavé de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios. 
                          Dios la hará subsistir por siempre. Selah.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Considerarnos, 
                          ¡oh Dios!, tu piedad en medio de tu templo.   | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Como 
                          tu nombre, ¡oh Dios!, así tu alabanza llega hasta los 
                          confines de la tierra; tu diestra está llena de justicia.   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Alégrese 
                          el monte de Sión, salten de júbilo las hijas de Judá 
                          por tus juicios.  | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Dad 
                          vueltas a Sión, girad en torno; contad sus torres.   | 
                       
                      
                        | 14  | 
                        Poned 
                          atención a sus murallas; considerad sus alcázares, para 
                          poder contarlo a las generaciones venideras.  | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Porque 
                          éste es Dios, nuestro Dios por siempre jamás; El es 
                          quien nos guía. Al muth. 
                          | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        49  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Todo 
                          hombre es mortal, pero el justo tiene la firme esperanza 
                          en la inmortalidad   | 
                       
                      
                        |   | 
                        Al 
                          maestro de coro. Salmo de los hijos de Coré.   | 
                       
                      
                        1  | 
                        ¡Oíd 
                          esto, pueblos todos!  | 
                       
                      
                        2  | 
                        ¡Prestad 
                          oído todos los moradores del orbe:   | 
                       
                      
                        3   | 
                        plebeyos 
                          y nobles, ricos y pobres juntamente!   | 
                       
                      
                        4  | 
                        Mi 
                          boca va a proferir sentencias sabias, y la meditación 
                          de mi corazón palabras sensatas.  | 
                       
                      
                        5   | 
                        Tenderé 
                          mis oídos al proverbio, y al arpa expondré mi enigma.  | 
                       
                      
                        | 6  | 
                        ¿Por 
                          qué he de temer los días de desventura, cuando la iniquidad 
                          de los que pisan mis talones me cerca,  | 
                       
                      
                        | 7  | 
                         los que confían en su opulencia y se glorían de la abundancia 
                          de sus riquezas?  | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        Nadie 
                          puede rescatar al hombre de la muerte, nadie puede dar 
                          a Dios su rescate;  | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        pues 
                          muy caro es el precio de rescate de la vida, y ha de 
                          renunciar por siempre   | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        a 
                          continuar viviendo indefinidamente sin ver la fosa.  | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Pues 
                          verá cómo los sabios mueren, desaparecen juntamente 
                          el necio y el exulto, y dejan a otros sus haciendas.   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Las 
                          tumbas son sus casas para siempre, sus moradas de generación 
                          en generación, aunque dieron sus nombres a las tierras.   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        Pero 
                          el hombre no perdura en su esplendor, es semejante a 
                          las bestias, que perecen.  | 
                       
                      
                        | 14  | 
                        Tal 
                          es el camino de los que confían en sí mismos, y el fin 
                          de los que se complacen en su boca. Selah.  | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        Como 
                          rebaño son echados al seol, la muerte los pastorea, 
                          los justos los dominan; a la mañana, su figura se desvanece 
                          en el seol, lejos de su morada.   | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Pero 
                          Dios rescatará mi alma de las manos del seol, 
                          pues me tomará. Selah.   | 
                       
                      
                        |  17 | 
                        No 
                          temas, pues, cuando un hombre se enriquece y se acrecienta 
                          la gloria de su casa.   | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Porque 
                          a su muerte nada se llevará consigo, ni le seguirá su 
                          gloria.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        Aunque 
                          se haya halagado durante su vida: “Te alabarán porque 
                          te trataste bien”,   | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        tendrá 
                          que irse a la morada de sus padres para no ver jamás 
                          la luz.  | 
                       
                      
                        | 21 | 
                         El hombre en esplendor no perdura, y se asemeja a las 
                          bestias, que perecen. 
                          | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                  
                    
                      
                        50  | 
                       
                      
                        |   | 
                        El 
                          culto aceptable a Dios  | 
                       
                      
                        |   | 
                        Salmo 
                          de Asaf.  | 
                       
                      
                        1  | 
                         El Dios de dioses, Yavé, habla, convoca a la tierra 
                          desde el levante al poniente.   | 
                       
                      
                        2  | 
                        Desde 
                          Sión, dechado de hermosura, Dios se mostró esplendoroso.   | 
                       
                      
                        3   | 
                        Viene 
                          nuestro Dios, y no en silencio; le precede un fuego 
                          devorador, en su derredor cruje furiosa tempestad,  | 
                       
                      
                        4  | 
                        Convoca 
                          desde arriba a los cielos y a la tierra para juzgar 
                          a su pueblo:   | 
                       
                      
                        5   | 
                        “¡Reunid 
                          a mis piadosos, que sellaron con un sacrificio mi alianza!”   | 
                       
                      
                        | 6  | 
                        Que 
                          los cielos promulguen su justicia, porque es Dios el 
                          que juzga.  | 
                       
                      
                        | 7  | 
                        ¡Oye, 
                          pueblo mío, que te hablo yo; que testimonio contra ti, 
                          oh Israel! Yo soy Elohim, tu Dios.  | 
                       
                      
                        | 8  | 
                        No 
                          te reprendo por tus sacrificios ni por tus holocaustos, 
                          que están siempre ante mí.   | 
                       
                      
                        | 9  | 
                        No 
                          tomaré becerros de tu casa ni machos cabríos de tus 
                          apriscos.  | 
                       
                      
                        | 10 | 
                        Porque 
                          mías son todas las bestias de la selva y los miles de 
                          animales de los montes.   | 
                       
                      
                        | 11 | 
                        Yo 
                          conozco todas las aves de los cielos, y todo lo que 
                          en el campo se mueve me pertenece.   | 
                       
                      
                        | 12 | 
                        Si 
                          tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el 
                          mundo y cuanto lo llena.   | 
                       
                      
                        | 13 | 
                        ¿Como 
                          yo acaso la carne de los toros? ¿Bebo acaso la sangre 
                          de los cabritos?   | 
                       
                      
                        | 14  | 
                        Ofrece 
                          a Dios sacrificios de alabanza y cumple tus votos al 
                          Altísimo.   | 
                       
                      
                        | 15 | 
                        E 
                          invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú 
                          me glorificarás.  | 
                       
                      
                        | 16 | 
                        Pero 
                          al impío dícele Dios: ¿Quién eres tú para enumerar mis 
                          mandamientos y tomar en tu boca mi alianza,   | 
                       
                      
                        |  17 | 
                        tú 
                          que aborreces la disciplina y echas a la espalda mis 
                          palabras?  | 
                       
                      
                        | 18 | 
                        Si 
                          ves a un ladrón, corres con él, y tienes tu parte con 
                          el adúltero.   | 
                       
                      
                        | 19 | 
                        Abandonas 
                          tu boca al mal, y tu lengua urde el engaño.  | 
                       
                      
                        | 20 | 
                        Sentado 
                          hablas contra tu hermano, y contra el hijo de tu madre 
                          esparces la calumnia.   | 
                       
                      
                        | 21 | 
                        Esto 
                          haces, y ¿voy a callarme? ¿Creíste que era yo como tú? 
                          Yo quisiera corregirte poniendo esto ante tus ojos.   | 
                       
                      
                        | 22 | 
                        Entended, 
                          pues, los que os olvidáis de Dios, no sea que os destroce, 
                          sin que haya quien os libre.  | 
                       
                      
                        | 23 | 
                        El 
                          que me ofrece sacrificios de alabanza me glorifica; 
                          y a quien sigue el camino, le mostraré la salvación 
                          de Dios. 
                          | 
                       
                      
                         | 
                         
                        
  | 
                       
                    
                   
                    
              C.R.Y&S  | 
              |