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CRISTO RAUL CONTRA EL ANTICRISTO

LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

CREACION DEL UNIVERSO SEGUN EL GÉNESIS

 
 

LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL

 

PRIMERA PARTE
1
 
Visión de la gloria de Dios
   
1
Y sucedió que en el año treinta, en el mes cuarto, a cinco del mes, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Kebar, se abrieron los cielos, y contemplé visiones de parte de Dios.
2
En el cinco del mes, en el año quinto de la deportación del rey Joaquín,
3
fue palabra de Yavé a Ezequiel, hijo de Buzí, sacerdote, en tierra de los caldeos, junto al río Kebar, y fue allí sobre él la mano de Yavé.
4
Miré, y he aquí que venía del septentrión un viento impetuoso, una nube densa, y en torno a la cual resplandecía un remolino de fuego, que en medio brillaba como bronce en ignición.
5
En el centro de ella había semejanza de cuatro seres vivientes, cuyo aspecto era éste: tenían semejanza de hombre,
6
pero cada uno tenía cuatro aspectos, y cada uno cuatro alas.
7
Sus pies eran rectos, y la planta de sus pies era como la planta del toro. Brillaban como bronce en ignición.
8
Por debajo de las alas, a los cuatro lados, salían brazos de hombre, todos cuatro tenían el mismo semblante y las mismas alas,
9
que se tocaban las del uno con las del otro. Al moverse no se volvían para atrás, sino que cada uno iba cara adelante.
10
Su semblante era éste: de hombre y de león a la derecha los cuatro, de toro a la izquierda los cuatro y de águila los cuatro.
11
Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; dos se tocaban las del uno con las del otro, y dos de cada uno cubrían su cuerpo.
12
Todos marchaban de frente, a donde les impelía el espíritu, sin volverse para atrás.
13
Había entre los vivientes (fuego) como de brasas, encendidas como antorchas, que discurrían por entre ellos, centelleaban y salían rayos.
14
Los vivientes iban y venían como el relámpago.
15
Y, mirando a los vivientes, descubrí junto a cada uno de ellos una rueda que tocaba la tierra.
16
Las ruedas parecían de turquesa, eran todas iguales, y cada una dispuesta como si hubiese una rueda dentro de otra rueda.
17
Cuando avanzaban marchaban hacia los cuatro lados, y no se volvían al caminar.
18
Mirando, vi que sus llantas estaban todo en derredor llenas de ojos.
19
Al ir los vivientes, giraban junto a ellos las ruedas, y al levantarse los vivientes sobre la tierra, se levantaban las ruedas.
20
Hacia donde los impelía el espíritu a marchar, marchaban, y las ruedas se alzaban a la vez con ellos, porque tenían las ruedas espíritu de vida.
21
Cuando iban ellos, iban las ruedas; cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando se alzaban de la tierra, se alzaban, porque había en las ruedas espíritu de vida.
22
Sobre las cabezas de los vivientes había una semejanza de firmamento, como de portentoso cristal, tendido por encima de sus cabezas,
23
y por debajo del firmamento estaban extendidas sus alas, que se tocaban dos a dos, la una con la del otro, mientras que las otras dos de cada uno cubrían su cuerpo.
24
Oía el ruido de las alas como ruido de río caudaloso, como voz del Omnipotente, cuando marchaban, como estruendo de campamento; cuando se detenían, plegaban las alas.
25
Y una voz hendió el firmamento que estaba sobre sus cabezas. Al pararse ellos plegaron sus alas.
26
Sobre el firmamento que estaba sobre sus cabezas había una piedra de apariencia de zafiro a modo de trono, y sobre la semejanza del trono, en lo alto, una figura semejante a un hombre que se erguía sobre él.
27
Y de lo que de él aparecía, de cintura arriba, era como el fulgor de un metal resplandeciente, y de cintura abajo, como el resplandor del fuego, y todo en derredor suyo resplandecía.
28
El esplendor que le rodeaba todo en torno era como el arco iris que aparece en las nubes en día de lluvia. Esta era la apariencia de la imagen de la gloria de Yavé. A tal vista caí rostro a tierra, pero oí la voz de uno que hablaba.


2
 
   
1
Y me dijo: Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte.
2
Y, en hablándome, entró dentro de mí el espíritu, que me puso en pie, y escuché al que me hablaba.
3
Me dijo: Hijo de hombre, yo te mando a los hijos de Israel, al pueblo rebelde, que se ha rebelado contra mí; ellos y sus padres pecaron contra mí hasta el día de hoy.
4
Son gente de cara dura y de corazón empedernido esos a quienes te mando. Diles: Así dice el Señor, Yavé:
5
Acaso te escuchen. Y si no te escucharen, pues son gente rebelde, al menos conocerán que hay entre ellos profeta.
6
Tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo a sus palabras, aunque te sean cardos y zarzas y habites en medio de escorpiones. No temas sus palabras, no tengas miedo de su cara, porque son gente rebelde.
7
Diles lo que yo te diga, óigante o no te oigan, porque son muy rebeldes.
8
Tú, hijo de hombre, escucha lo que yo te digo, no seas tú también rebelde, como la casa rebelde. Abre la boca y come lo que te presento.
9
Miré y vi que se tendía hacia mí una mano que tenía un rollo. Lo desenvolvió ante mí, y vi que estaba escrito por delante y por detrás, y lo que en él estaba escrito eran lamentaciones, elegías y guayes.


3
 
1
Y me dijo: Hijo de hombre, come eso que tienes delante, come ese rollo, y habla luego a la casa de Israel.
2
Yo abrí la boca e hizome él comer el rollo,
3
diciendo: Hijo de hombre, llena tu vientre e hincha tus entrañas de este rollo que te presento. Yo lo comí y me supo a mieles.
4
Luego me dijo: Hijo de hombre, ve, llégate a la casa de Israel y háblales mis palabras.
5
Mira que no eres enviado a un pueblo de habla abstrusa, sino a la casa de Israel.
6
No es a pueblos remotos, cuyas palabras no entiendes. ¡Ah! Si a éstos te enviara, seguramente te escucharían.
7
La casa de Israel, por el contrario, no querrá oírte, porque no quieren oírme a mí, porque toda la casa de Israel tiene frente altanera y corazón contumaz.
8
Pero yo te doy un rostro tan firme como el de ellos, y una frente dura cuanto las frentes suyas,
9
tan dura como el diamante, más que el pedernal. No los temas ni te atemorices ante ellos, porque son casa rebelde.
10
Díjome también: Hijo de hombre, todas las palabras que yo te digo recógelas en tu corazón y dales atento oído,
11
y ve luego y llégate a los deportados, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciéndoles: Así dice el Señor, Yavé, óigante o no te oigan.
12
Entonces me arrebató el espíritu, y oí tras de mí un estruendo de fuerte terremoto al elevarse la gloria de Yavé en su lugar,
13
y oí el rumor de las alas de los cuatro vivientes, que daban la una contra la otra, y el ruido de las ruedas, ruido de gran terremoto.
14
Entonces me alzó el espíritu y me arrebató. Yo andaba amargado y malhumorado en mi alma, pero fue sobre mí la mano de Yavé, que me confortó.
15
Llegué así a los deportados de Tel-Abib, que habitaban en la ribera del río Kebar, a la región donde moraban, y estuve entre ellos atónito durante siete días.
16
Al cabo de los siete días me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
17
Hijo de hombre, yo te he dado por atalaya a la casa de Israel. Tú oirás las palabras de mi boca y de mi parte los amonestarás.
18
Si yo digo al malvado: “¡Vas a morir!”, y tú no le amonestares y no le hablares para retraer al malvado de sus perversos caminos para que viva él, el malvado morirá en su iniquidad, pero te demandaré a ti su sangre.
19
Mas si, habiendo tú amonestado al malvado, no se convierte él de su maldad y de sus perversos caminos, él morirá en su iniquidad, pero tú habrás salvado tu alma.
20
Y si se apartare el justo de su justicia, cometiendo maldad, y pusiere yo una trampa delante de él, él morirá. Por no haberle tú amonestado, morirá en su pecado, y no se recordarán las obras buenas que hubiere hecho, pero yo te demandaré a ti su sangre.
21
Pero, si tú amonestaste al justo para que no pecara y dejare de pecar, vivirá él, porque fue amonestado, y tú habrás salvado tu alma.
   
 
El profeta, cautivo en su casa
   
22
Fue aquí de nuevo sobre mí la mano de Yavé, que me dijo: Levántate, vete al campo y allí te hablaré.
23
Levánteme y salí al campo, y vi que estaba allí la gloria de Yavé, como la gloria que había visto en la ribera del Kebar, y caí rostro a tierra,
24
pero entró en mí el espíritu y me puso en pie, y me habló Yavé, diciéndome: Ve y enciérrate en tu casa.
25
Tú, hijo de hombre, verás que echan cuerdas sobre ti y te atan con ellas, y ya no podrás salir a ellos.
26
Y haré que se te pegue la lengua al paladar, y quedarás mudo, y ya no serás para ellos un censor, porque es casa rebelde;
27
mas, cuando yo te hable, abriré tu boca, y entonces les dirás: Así habla el Señor, Yavé; el que oiga, que oiga, y el que no quiera oír, no oiga, porque es casa rebelde.


4
 
El plano de Jerusalén asediada
   
1
Tú, hijo de hombre, toma una tableta de arcilla y póntela delante. Traza en la tableta el plano de una ciudad, Jerusalén.
2
Pon contra ella cerco, alza contra ella torres, haz vallado, asienta campamento delante de ella y pon contra ella arietes en derredor.
3
Toma luego una plancha de hierro y ponla como muro de hierro entre tí y la ciudad, y dirige a ella tus miradas. El cerco será estrecho, y lo estrecharás cada vez más. Es señal para la casa de Israel.
   
 
El profeta, cargado con las iniquidades de Israel
   
4
Échate después sobre tu lado izquierdo y pon sobre él las maldades de la casa de Israel. Tantos días como sobre él yazcas, expiarás en tí la iniquidad suya.
5
Los años de su expiación te los computo a tí por días: ciento noventa días expiarás las iniquidades de la casa de Israel.
6
Acabados éstos, te echarás del lado derecho para expiar a su vez las iniquidades de la casa de Judá por cuarenta días, computándote cada día por un año.
7
Dirigirás tus miradas contra el muro de Jerusalén, tendiendo el brazo y profetizando contra ella.
8
Yo te ataré con cuerdas para que no puedas volverte de un lado al otro mientras no se cumplan los días de tu atadura.
   
 
El pan, tasado e inmundo
   
9
Toma también trigo, cebada, habas, lentejas, mijo, avena, y ponlo en una misma vasija, y haz de ellos tu alimento durante los días que estés echado de éste o del otro lado.
10
Lo que para comer tomes será de veinte siclos de peso por día, que es lo que comerás de un día al otro.
11
También el agua la beberás medida, un sexto de hin, que te servirá de bebida de un día a otro.
12
Comerás pan de cebada, que cocerás en rescoldo de excrementos humanos y a la vista de esas gentes.
13
Y me dijo Yavé: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo en medio de las gentes a las cuales les arrojaré.
14
¡Ah Señor!, exclamé yo: mi alma no se ha contaminado nunca; desde mi adolescencia hasta hoy no comí mortecino ni despedazado, y jamás entró en mi boca carne inmunda.
15
El me respondió: Mira, te concedo que, en vez de estiércol humano, tomes estiércol de bueyes para cocer con él tu pan.
16
Y añadió: Hijo de hombre, yo voy a quebrantar en Jerusalén el sustento del pan; comerán el pan por peso y con angustia y beberán el agua tasada y con turbación,
17
para que, faltándoles el pan y el agua, desfallezcan los unos con los otros y se consuman en su iniquidad.


5
 
La depopulación de Judá y de Jerusalén
   
1
Hijo de hombre, toma una espada afilada y empléala como navaja de barbero para raerte cabellos y barba. Toma luego una balanza justa y reparte el pelo.
2
Un tercio lo quemarás al fuego en medio de la ciudad, mientras se cumplen los días del asedio; otro tercio lo herirás con la espada en derredor de ella, y el otro tercio lo esparcirás al viento y yo lo perseguiré con la espada desnuda.
3
Toma también de ellos unos pocos, contados, y átalos a la orla de tu manto.
4
Toma otros pocos y los echas en medio del fuego, que se quemen. De ahí saldrá el fuego para toda la casa de Israel.
5
Así dice el Señor, Yavé: Esta es Jerusalén. Yo la había puesto en medio de las gentes y de las tierras que están en derredor suyo.
6
Ella se rebeló contra mis mandatos, malvada, más que las gentes, y contra mis leyes, más que las tierras que están en torno suyo, despreciando mis mandamientos y mis leyes y no andando por ellos.
7
Por tanto, así dice Yavé: Por ser más rebelde que las gentes que os rodean, y no haber seguido mis mandamientos, y no haber obrado según mis leyes, y hasta ni siquiera no haber hecho según las costumbres de las gentes que están en torno vuestro,
8
por eso así dice el Señor, Yavé: Heme aquí contra ti a mi vez para hacer justicia en ti, a la vista de las gentes,
9
y haré en ti lo que no hice jamás, y como jamás volveré a hacer por todas sus abominaciones.
10
Por eso dentro de ti se comerán los padres a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres; cumpliré en ti mis juicios, y lo que de ti reste, lo esparciré a todos los vientos.
11
Por mi vida, dice el Señor, Yavé, ya que tú has profanado mi santuario con todas tus fornicaciones, yo también te abatiré a ti, sin que perdone mi ojo, sin misericordia.
12
Una tercera parte de ti morirá dentro, de pestilencia y de hambre; otra tercera parte caerá en derredor tuyo a la espada, y la otra tercera parte la esparciré a todos los vientos, e iré tras ella con la espada desenvainada.
13
Cumpliré mi furor y saciaré en ellos mi ira, y tomaré satisfacción, y sabrán que yo, Yavé, he hablado en mi indignación cuando desfogue en ellos mi furor.
14
Te tornaré en desierto y en oprobio de las gentes que están en derredor tuyo, a los ojos de todos,
15
y serás el oprobio y el escarnio, el espanto y el escarmiento de las gentes que están en derredor de ti, cuando en medio de ti haga justicia con furor o indignación, con terrible ira. Yo, Yavé, lo he dicho.
16
Cuando dispare yo contra ellos las perniciosas saetas del hambre, que los llevarán a la destrucción, que lanzaré yo para destruirlos, y acreciente vuestra hambre y os quite todo sustento de pan,
17
cuando lance contra vosotros el hambre y las bestias feroces que te dejarán sin hijos, y pasen por tus calles la pestilencia y el estrago, y haga caer sobre ti la espada. Yo, Yavé, he hablado.


6
 
Devastación de la tierra
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, vuelve el rostro a los montes de Israel y profetiza contra ellos.
3
Di: Oíd, montes de Israel, la palabra del Señor, Yavé. Así dice el Señor, Yavé, a los montes, a los collados, a los torrentes, a los valles: Voy a traer contra vosotros la espada y destruiré todos vuestros altos.
4
Vuestros altares serán devastados, y destrozados vuestros cipos solares, y haré caer vuestros muertos ante vuestros ídolos.
5
Yo pondré los cadáveres de los hijos de Israel delante de sus ídolos y dispersaré vuestros huesos en derredor de vuestros altares.
6
Dondequiera que habitéis serán arruinadas vuestras ciudades y devastados vuestros altos. Vuestros altares serán arruinados, y abandonados vuestros ídolos, destrozados, desaparecerán. Serán rotos vuestros cipos al sol y aniquiladas vuestras obras.
7
Caerán en medio de vosotros los muertos y sabréis que yo soy Yavé.
8
Mas dejaré de vosotros entre las gentes unos restos que escaparán a la espada cuando sean dispersados por las tierras.
9
Vuestros dispersos se acordarán de mí en las naciones en que estarán en cautiverio, porque yo quebrantaré su corazón fornicario, que se apartó de mí, y sus ojos, que fornicaron tras los ídolos. Y tendrán horror de sí mismos por las iniquidades que cometieron y por todas sus fornicaciones.
10
Sabrán entonces que yo soy Yavé. No en vano había dicho que había de escarmentarlos.
11
Bate las manos y huella con tu pie, diciendo: ¡Ay! Después de tantas horribles abominaciones, caerá la casa de Israel a espada, de hambre y de peste.
12
El que está lejos morirá de peste, el que está cerca caerá a la espada, y el que quedare y esté asediado morirá de hambre. Desfogaré mi ira,
13
y reconoceréis que yo soy Yavé cuando yazcan sus muertos junto a sus ídolos, en derredor de sus altares, en todo alto collado y en la cima de todos los montes, bajo todo árbol frondoso y bajo toda encina copuda; allí donde ofrecían perfumes de grato aroma a todos los ídolos,
14
yo tenderé contra ellos mi mano y tornaré la tierra desolada y solitaria desde el desierto a Ribla, dondequiera que habiten, y sabrán que yo soy Yavé.


7
 
Castigo de las Idolatrías.
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Mira, hijo de hombre, así habla Yavé: Es el fin para la tierra de Israel, viene el fin sobre los cuatro confines de la tierra.
3
Llega para ti el fin, y desencadenaré mi ira contra ti y te pagaré según tus obras; echaré sobre ti todas tus abominaciones.
4
No se apiadará de ti mi ojo, no tendré compasión, echaré tus obras sobre ti, y en tu seno tus abominaciones, y sabréis que yo soy Yavé.
5
Porque así dice el Señor, Yavé: Desdicha tras desdicha viene,
6
llega el fin, está amenazándote el fin, ya está ahí.
7
Ya te llega el fin, habitante de la tierra; ya viene el tiempo, ya llega el día del alboroto, pero no de alegría, en los montes.
8
Ahora en seguida voy a derramar sobre tí mi ira y satisfaré en tí mi furor, juzgándote según tus obras y echando sobre ti todas tus fornicaciones.
9
No se apiadará mi ojo, no tendré compasión, sino que echaré sobre tí tus obras, y pondré en tu seno tus abominaciones, y sabrás que yo, Yavé, os hiero.
10
He ahí el día, ya viene, ya llega tu suerte, ya ha brotado la opresión, ha florecido la injusticia.
11
La violencia se ha levantado como cetro de impiedad; nada quedará de ellos ni de su orgullo, nada de su estrépito, nada de su esplendor.
12
Llega el tiempo, viene el día en que no se alegre el que compra ni se entristezca el que vende, que sobre todos vendrá la ira.
13
Quien venda no recobrará lo vendido por más que viva, porque la visión sobre todos ellos no se revocará, y por las impiedades ninguno vivirá.
14
Tocan las trompetas, todo está presto, pero nadie va al combate, porque se desencadena mi ira sobre su muchedumbre.
15
Fuera, la espada; dentro, la peste y el hambre; quien está en el campo morirá a la espada; quien esté dentro de la ciudad será devorado por el hambre y por la peste.
16
Quien de ellos escape huirá a los montes, y gemirán todos como gime la paloma, cada uno por su propia iniquidad.
17
Todas las manos están debilitadas, y todas las rodillas flaquean.
18
Cíñense de saco y cúbrense de terror; en todos los rostros se ve la confusión, y todas las cabezas están rapadas.
19
Tiran en las calles su plata, y su oro se les torna en estiércol; no los salvará su plata ni su oro el día de la ira de Yavé. No saciarán su hambre y no llenarán su vientre con ellos, pues les fueron incentivo para el pecado.
20
Estaban muy orgullosos de sus brillantes joyas, y con ellas fabricaron sus abominables simulacros, sus ídolos. Por eso se los convertirá en estiércol,
21
y los daré al saqueo de manos extranjeras y en botín a los impíos de la tierra, para que lo contaminen.
22
Apartaré de ellos mi rostro, y será profanado mi tesoro; entrarán en él los invasores y lo profanarán.
23
Fabrícate cadenas, porque está la tierra llena de sangre, y la ciudad llena de violencias.
24
Traeré gentes perversas para que se apoderen de sus casas, y pondré fin al orgullo de los poderosos, y serán profanados sus santuarios.
25
Viene el terror, pedirán paz, y no habrá paz.
26
Vendrá angustia sobre angustia, y el anuncio de una seguirá al de otra. Faltará la visión a sus profetas; los sacerdotes desconocerán la Ley, y los ancianos el consejo.
27
El rey se enlutará, y los príncipes estarán desolados, y temblarán las manos de toda la tierra. Yo los trataré según sus caminos y los juzgaré según su merecido, y sabrán que yo soy Yavé.


8
 
La gloria de Yavé abandona el templo
   
1
El año sexto, el día cinco del sexto mes, me hallaba yo en mi casa, y estaban delante de mí los ancianos de Judá, y allí se posó sobre mí la mano del Señor, Yavé.
2
Miré y vi una figura con la apariencia de hombre. De lo que aparecía, de cintura arriba era fuego, y de cintura abajo era como un esplendor luminoso, como bronce brillante.
3
Tendió una a modo de mano y me tomó por los pelos de la cabeza. El espíritu me levantó entre la tierra y el cielo, y en visión divina me llevó a Jerusalén, a la entrada de la puerta del atrio interior, del lado del septentrión, donde estaba puesto el ídolo que provoca el celo.
4
Y allí estaba la gloria del Dios de Israel, semejante a la de la visión que tuve en el campo.
5
Y me dijo: Hijo de hombre, alza tus ojos hacia el lado del septentrión. Y alzando mis ojos al lado del septentrión, vi al norte de la puerta el altar del ídolo del celo, a la entrada misma.
6
Y me dijo: Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen éstos? ¿Ves las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí mismo para alejarme de mi santuario? Pero date la vuelta, y verás abominaciones todavía más grandes.
7
Y me llevó a la entrada del atrio, y, mirando, vi un agujero en la pared.
8
Y me dijo: Hijo de hombre, horada la pared. Horadé la pared, y apareció una puerta.
9
Entra, me dijo, y mira las pésimas abominaciones que éstos hacen.
10
Entré, miré y vi toda suerte de imágenes de reptiles y bestias abominables y todos los ídolos de la casa de Israel pintados en la pared en derredor.
11
Y setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, entre ellos Jezonías, hijo de Safan, estaban en pie ante ellos, cada uno con su incensario en la mano, de los que subía una nube de incienso.
12
Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto lo que hacen los ancianos de Israel en secreto, cada uno en su cámara, llena de imágenes? Pues se dicen: Yavé no nos ve, se ha alejado de la tierra.
13
Y me dijo: Pues verás abominaciones todavía mayores que éstos hacen.
14
Me condujo a la entrada de la puerta de la casa de Yavé, del lado norte, y estaban allí dos mujeres sentadas, llorando a Tammuz,
15
y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Pues todavía verás abominaciones mucho más grandes que ésta.
16
Y me llevó al atrio interior de la casa de Yavé, y allí, a la misma entrada del santuario de Yavé, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres de espaldas al santuario de Yavé y cara al oriente, que hacia el oriente se postraban.
17
Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto? ¿Será cosa ligera para la casa de Judá hacer las abominaciones que en este lugar se hacen, que han llenado la tierra de violencias para irritarme? ¡Hasta se llevan el ramo a las narices!
18
Pues también yo obraré con furor, no se apiadará mi ojo y no tendré compasión, y cuando griten a mis oídos en voz alta, no los escucharé.


9
 
Los Mensajeros de la Destrucción
   
1
Y clamó en mis oídos con fuerte voz: ¡Acercaos los que habéis de castigar la ciudad!
2
Y llegaron seis hombres por el camino de la puerta superior del lado del septentrión, cada uno con su instrumento destructor en la mano. Había en medio de ellos un hombre vestido de lino, que traía a la cintura un tintero de escriba, y, entrados, fueron a ponerse junto al altar de bronce.
3
La gloria del Dios de Israel se alzó de sobre el querubín sobre el que estaba, hacia el umbral de la casa, y, llamando al hombre vestido de lino que llevaba el tintero de escriba,
4
le dijo: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon por señal una tau en la frente de los que se duelen de todas las abominaciones que en medio de ella se cometen.
5
Y a los otros les dijo: Pasad en pos de él por la ciudad y herid. No perdone vuestro ojo ni tengáis compasión:
6
viejos, mancebos y doncellas, niños y mujeres, matad hasta exterminarlos, pero no os lleguéis a ninguno de los que llevan la tau. Comenzad por el santuario. Comenzaron, pues, por los ancianos que estaban delante del templo.
7
Y les dijo: Profanad también el santuario, henchid de muertos los atrios. Salid, pues. Salieron, y se pusieron a matar por la ciudad.
8
Mientras ellos herían, quédeme solo, y, postrándome rostro a tierra, grité: ¡Oh Señor, Yavé! ¿vas a exterminar cuanto queda de la casa de Israel, arrojando tu furor sobre Jerusalén?
9
Y me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es muy grande. La tierra está llena de sangre; la ciudad, llena de injusticia, pues se han dicho: Yavé se ha alejado de la tierra y no ve nada.
10
Así, pues, haré yo: no perdonará mi ojo, no tendré compasión, haré recaer sus obras sobre sus cabezas.
11
Y el hombre vestido de lino, con tintero de escriba a la cintura, vino a hacer relación: He hecho lo que mandaste.


10
 
Nueva descripción de la Gloria de Dios
   
1
Y miré, y vi encima del firmamento que estaba sobre las cabezas de los querubines una como piedra de zafiro que aparecía sobre ellos como una semejanza de trono,
2
y habló Yavé al hombre vestido de lino y le dijo: Ve por entre las ruedas de debajo de los querubines, y llena tus manos de las brasas encendidas que hay entre los querubines y échalas sobre la ciudad, y él fue a vista mía.
3
Los querubines se habían parado al lado derecho de la casa cuando el hombre fue, y una nube había llenado el atrio interior.
4
La gloria de Yavé se alzó sobre el querubín al umbral de la casa, y ésta se llenó de la nube, y el atrio se llenó del esplendor de la gloria de Yavé,
5
y el rumor de las alas de los querubines se oía hasta el atrio exterior, semejante a la voz de Dios omnipotente cuando habla.
6
Y como dio la orden al hombre vestido de lino, “toma del fuego de entre las ruedas de en medio de los querubines,” entró él y paróse entre las ruedas,
7
y uno de los querubines tendió la mano al fuego que entre ellos había, y tomó de él y lo puso en las palmas del que estaba vestido de lino, que lo tomó y salió.
8
Mostróse entonces en los querubines una forma de mano de hombre bajo sus alas.
9
Miré y vi cuatro ruedas junto a los querubines, una rueda al lado de uno y otra al lado de otro querubín. A la vista parecían las ruedas como de turquesa,
10
y en cuanto a su forma, las cuatro eran iguales, como rueda dentro de rueda.
11
Cuando se movían, iban a sus cuatro lados, y no se volvían atrás al marchar.
12
Todo el cuerpo de los querubines, dorso, manos y alas, y las ruedas, estaban todo en derredor llenos de ojos, y todos cuatro tenían cada uno su rueda.
13
A las ruedas, como yo lo oí, las llamaban torbellino.
14
Cada uno tenía cuatro aspectos: el primero, de toro; el segundo, de hombre; el tercero, de león, y el cuarto, de águila.
15
Levantáronse los querubines. Eran los mismos seres vivientes que había visto junto al río Kebar.
16
Al moverse los querubines, se movían las ruedas a su lado, y cuando los querubines alzaban las alas para levantarse de tierra, las ruedas a su vez no se apartaban de su lado;
17
cuando aquéllos se paraban, se paraban éstas, y cuando se alzaban aquéllos, se alzaban éstas con ellos, pues había en ellas espíritu de vida.
18
La gloria de Yavé se quitó de sobre el umbral de la casa y se puso sobre los querubines,
19
y los querubines tendieron las alas y se alzaron de tierra a vista mía, y con ellos se alzaron las ruedas. Paráronse a la entrada de la puerta oriental de la casa de Yavé, y la gloria del Dios de Israel estaba arriba sobre ellos.
20
Eran los mismos seres que había visto bajo el Dios de Israel junto al río Kebar, y supe que se llamaban querubines.
21
Cada uno tenía cuatro aspectos, y cada uno cuatro alas, y una semejanza de mano de hombre bajo las alas.
22
La semejanza de sus rostros era la de los que vi junto al río Kebar. Cada uno iba de frente a sí.


11
 
Castigo de los jefes del pueblo
   
1
Me elevó el espíritu y me llevó a la puerta oriental de la casa de Yavé, la que mira a levante, y vi que había a la puerta veinticinco hombres, entre los cuales Jezanías, hijo de Azur, y Peltías, hijo de Banayas, jefes del pueblo.
2
Y Yavé me dijo: Hijo de hombre, éstos son los que maquinan perversidades, y dan en la ciudad perversos consejos,
3
y dicen: ¿No se han reconstruido bien pronto las casas de la ciudad? Ella será la olla, nosotros la carne.
4
Por tanto, profetiza contra ellos, profetiza, hijo de hombre.
5
Y vino sobre mí el espíritu de Yavé, y me dijo: Di: Así habla Yavé: Vosotros habéis dicho eso, casa de Israel, y yo sé muy bien lo que pensáis.
6
Habéis multiplicado los muertos en esta ciudad, habéis llenado sus calles de cadáveres.
7
Por tanto, así dice Yavé: Vuestros muertos, los que habéis dejado tendidos en medio de ella, ésos son la carne, y ella es la olla; pero yo os sacaré de ella.
8
Vosotros tenéis miedo a la espada, y yo haré venir la espada sobre vosotros, dice el Señor, Yavé.
9
Yo os sacaré de en medio de ella y os entregaré en manos de los extranjeros, y haré justicia en vosotros.
10
Pereceréis a la espada; en los términos de Israel os juzgaré, y sabréis que yo soy Yavé.
11
No será ella para vosotros la olla, ni seréis vosotros en ella la carne; en los términos de Israel os juzgaré,
12
y sabréis que yo soy Yavé, cuyos mandamientos no habéis seguido, cuyas leyes no habéis practicado, sino que habéis obrado siguiendo las costumbres de las gentes que os rodean.
13
Apenas había profetizado, cayó muerto Peltías, hijo de Banayas, y yo me eché rostro a tierra y grité con todas mis fuerzas: ¡Ah Señor! ¿vas a acabar del todo con lo que queda de Israel?
14
Me fue dirigida palabra de Yavé, diciendo:
15
Hijo de hombre, tus hermanos, los de tu parentela, la casa de Israel toda entera, son aquellos a los que dicen los habitantes de Jerusalén: Alejaos de Yavé, tenemos la tierra en posesión.
16
Diles, por tanto: Así habla el Señor, Yavé: Los he alejado entre las gentes, los he dispersado en tierras extranjeras, pero yo seré para ellos santuario por el poco tiempo que estarán en las tierras a que han emigrado.
17
Diles, pues: Así habla el Señor, Yavé: Yo os recogeré de entre las gentes, y os reuniré de entre las tierras a que habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel.
18
Y entrarán en ella y quitarán de ella todos sus ídolos y todas sus abominaciones.
19
Y les daré otro corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo, quitaré de su cuerpo su corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
20
para que sigan mis mandamientos, y observen y practiquen mis leyes, y sean mi pueblo y sea yo su Dios.
21
Pero a los que se complacen en sus ídolos, en sus abominaciones, yo les echaré sus obras sobre la cabeza, dice el Señor, Yavé.
22
Los querubines desplegaron sus alas y les siguieron las ruedas, y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos,
23
y la gloria de Yavé se alzó de en medio de la ciudad y se posó sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
24
Me tomó el espíritu y me llevó a Caldea entre los cautivos en visión de espíritu de Dios, y desapareció la visión que había tenido.
25
Yo dije a los cautivos todo lo que Yavé me había mostrado.


12
 
La fuga del rey
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, habitas en medio de gente rebelde, que tiene ojos para ver, y no ven; oídos para oír, y no oyen, porque son gente rebelde.
3
Tú, hijo de hombre, dispón tus trebejos de emigración y sal de día a la vista de ellos. Parte a presencia suya del lugar en que estás para otro lugar, a ver si reconocen que son gente rebelde.
4
Saca tus trebejos como trebejos de camino, de día, a sus ojos, y parte por la tarde a presencia de ellos, como parten los desterrados.
5
A sus ojos horada la pared, y sal por ella,
6
llevando a sus ojos tus trebejos, y te los echas al hombro, y sales al oscurecer, cubierto el rostro y sin mirar a la tierra, pues quiero que seas pronóstico para la casa de Israel.
7
Yo hice lo que se me mandaba, y salí de día con mis trebejos, como trebejos de emigración; horadé con mis manos la pared, y los saqué al oscurecer, y me los eché al hombro a presencia suya.
8
Por la mañana me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
9
Hijo de hombre, ¿no te ha dicho la casa de Israel, esta casa de rebeldes: Qué es lo que haces?
10
Pues diles: Así habla el Señor, Yavé: Este oráculo es para el príncipe que está en Jerusalén y para toda la casa de Israel que allí se halla.
11
Diles: Yo soy para vosotros una señal; lo que yo hago, eso harán ellos; irán al destierro, al cautiverio.
12
El príncipe que entre ellos está se echará al hombro su bagaje en la oscuridad y partirá. Se horadará la muralla para que salga y se cubrirá el rostro para no ver la tierra.
13
Yo le tenderé mis redes, y será apresado en mis mallas, y le llevarán a Babilonia, a la tierra de los caldeos, pero no la verá, y allí morirá.
14
Y a cuantos estén a su lado para servirle, a cuantos le acompañen, los esparciré a todos los vientos y desenvainaré en pos de ellos mi espada.
15
Y sabrán que yo soy Yavé cuando los disemine entre las gentes y los derrame sobre la tierra.
16
Pero haré que de ellos quede un corto número arrancados a la espada, el hambre y la pestilencia, para que cuenten todas sus abominaciones entre las gentes a las que llegaren, y sepan que yo soy Yavé.
17
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
18
Hijo de hombre, come tu pan con temor y bebe tu agua con anhelo y angustia,
19
y di al pueblo de la tierra: Así habla el Señor, Yavé, de los moradores de Jerusalén y de la tierra de Israel: Comerán su pan con temor, y con espanto beberán su agua, porque su tierra será despojada de todo por la maldad de cuantos la habitan.
20
Y serán asoladas las ciudades que habitan, y sabrán que yo soy Yavé.
 
 
El castigo se acerca
 
21
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
22
Hijo de hombre, ¿qué refrán es ese que corre por la tierra de Israel, diciendo: Pasan los días, y no se cumple la visión?
23
Diles, por tanto: Así habla el Señor, Yavé: Yo haré que desaparezca ese refrán, y no lo repetirán en Israel.
24
Diles, por lo contrario: Ya se acerca el día y se cumplirá la visión. No habrá ya más en adelante visiones engañosas ni adivinaciones lisonjeras en la casa de Israel.
25
Porque yo, Yavé, digo: Se cumplirá la palabra que pronuncié y no se dilatará. Antes en vuestros días, ¡oh casa de rebeldes!, diré mi palabra y la cumpliré. Oráculo del Señor, Yavé.
26
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
27
Hijo de hombre, mira cómo dice la casa de Israel: Las visiones que éste ve no son para pronto, profetiza para muy lejanos días.
28
Diles, por tanto: Así habla el Señor, Yavé: No se dilatará ya más. Se cumplirá toda palabra que yo hable, dice el Señor, Yavé.


13
 
Contra los falsos profetas
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel, profetiza, y di a esos que profetizan a capricho suyo: Oíd la palabra de Yavé.
3
Así dice el Señor, Yavé: ¡Ay de los profetas insensatos que andan en su propio capricho, sin haber visto nada!
4
Fueron, Israel, tus profetas como zorras entre ruinas.
5
No habéis subido a las brechas, no habéis amurallado la casa de Israel para que resistiera en el combate en el día de Yavé.
6
Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: “Ha dicho Yavé,” y no los envió Yavé, y hacen esperar que se cumplirán sus palabras.
7
¿No habéis visto visiones vanas? ¿No habéis anunciado adivinaciones mentirosas, diciendo: “Ha dicho Yavé,” no habiéndolo dicho yo?
8
Por tanto, así dice el Señor, Yavé: Por haber hablado vosotros vanidad y haber visto mentiras, aquí estoy yo contra vosotros, dice el Señor, Yavé.
9
Y será mi mano contra los profetas que ven vanidad y adivinan mentira. No formarán en la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel, ni volverán a la tierra de Israel, y sabréis que yo soy el Señor, Yavé.
10
Por tanto, por haber engañado a mi pueblo, diciendo: “Paz”, no habiendo paz, y porque, mientras mi pueblo alzaba una pared, ellos la jarreaban con barro,
11
di a esos jarreadores con barro que se caerá, que vendrán aguaceros, y mandaré granizadas que la derribarán y viento impetuoso que la deshará.
12
Y cuando caiga la pared, no os dirán: ¿Dónde está la argamasa con que la cubristeis?
13
Y, por tanto, así dice el Señor, Yavé: Yo, en mi furor, desencadenaré la tempestad, y vendrá en mi ira un aguacero impetuoso, y caerá furioso el granizo para destruir.
14
Y derribaré la pared que vosotros revocasteis, la echaré a tierra, y quedarán al descubierto sus cimientos. Jerusalén caerá, y vosotros pereceréis en medio de sus escombros y sabréis que yo soy Yavé.
15
Yo saciaré mi furor contra la pared y contra los que la revocaron de argamasa, y se dirá: Ya no hay pared, y se acabaron los que la revocaban,
16
los profetas de Israel que profetizan a Jerusalén y tienen para ella visiones de paz, no habiendo paz, dice el Señor, Yavé.
17
Y tú, hijo de hombre, pon tus ojos en las hijas de tu pueblo que profetizan a capricho suyo, y profetiza contra ellas.
18
Di: Así habla el Señor, Yavé: ¡Ay de las que se hacen cintajos para todas las articulaciones de las manos, y lazos sobre la cabeza de toda talla para cazar las almas! ¿Creéis que cazando las almas de mi pueblo mantendréis las vuestras?
19
Vosotras, por dos puñados de cebada o dos pedazos de pan, me deshonráis ante mi pueblo, predicando la muerte de quien no ha de morir, y prometiendo la vida a quien no vivirá, y engañando así a mí pueblo, que se cree las mentiras.
20
Por tanto, así dice el Señor, Yavé: Heme aquí contra esos vuestros cintajos con que cazáis las almas; yo los arrancaré de vuestros brazos y dejaré volar libres a las almas que con ellos cazáis.
21
Yo arrancaré también vuestros lazos y libraré de vuestras manos a mi pueblo. No os servirán ya más de red en vuestras manos, y sabréis que yo soy Yavé.
22
Por haber entristecido con vuestras mentiras el corazón del justo, cuando yo no quería entristecerle, y haber confortado las manos del impío para que no se volviese de su mal camino y viviese,
23
ya no tendréis más vanas visiones ni pronunciaréis más oráculos. Libraré de vuestras manos a mi pueblo y sabréis que yo soy Yavé.


14
 
Exhortación a la conversión
   
1
Vinieron a mí algunos de los ancianos de Israel y se sentaron delante de mí,
2
y me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
3
Hijo de hombre, estas gentes llevan sus ídolos dentro de su corazón y miran con sus ojos el escándalo de su iniquidad. ¿Voy a dejarme consultar por ellos?
4
Habíales, por tanto, y diles: Así habla el Señor, Yavé: A todos los de la casa de Israel que, llevando sus ídolos en su corazón y mirando con sus ojos el escándalo de su iniquidad, vinieron al profeta, les responderé yo mismo, Yavé, hablándoles de la muchedumbre de sus ídolos,
5
para agarrar a la casa de Israel por su propio corazón, ya que por sus ídolos se aparta de mí.
6
Di, por tanto, a la casa de Israel: Así habla el Señor, Yavé: Convertíos y apartaos de vuestros ídolos y apartad la vista de vuestras abominaciones,
7
porque a quienquiera de la casa de Israel que de mí se apartare para poner en su corazón sus ídolos y sus ojos en el escándalo de su iniquidad, y viniera al profeta para preguntarle, le responderé yo, Yavé, por mí mismo,
8
y pondré mi rostro contra él, y le haré portento y fábula, y le arrancaré de mi pueblo de Israel, y sabréis que yo soy Yavé;
9
y si el profeta se deja seducir y dice alguna cosa, seré yo, Yavé, quien le habré seducido, y tenderé sobre él mi mano, y le exterminaré de en medio de mi pueblo, Israel.
10
Y llevarán sobre sí su maldad; según la maldad de quien pregunta, así será la maldad de quien responde.
11
Para que no yerre más la casa de Israel lejos de mí ni se contamine con todas sus abominaciones, y sean mi pueblo y yo sea su Dios, dice el Señor, Yavé.
   
Inutilidad de la conversión
   
12
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
13
Hijo de hombre, cuando, por haberse rebelado pérfidamente contra mí la tierra, tienda yo mi brazo contra ella, y la quebrante el sustento del pan, y mande sobre ella el hambre, y extermine en ella hombres y animales,
14
aunque hubieran estado en ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia salvarían su vida, dice el Señor Yavé.
15
Y si invadiera esa tierra con bestias feroces para que la desolaran, sin que nadie por miedo a las fieras la atravesara,
16
si hubieran estado en ella esos tres varones, por mi vida, dice Yavé, no hubieran salvado a sus hijos ni a sus hijas; ellos solos habrían escapado, y la tierra habría sido desolada.
17
Y si mando contra ella la espada y digo: Espada, recorre la tierra y extermina hombres y animales,
18
aunque en medio de ella estuvieran aquellos tres varones, por mi vida, dice Yavé, que no salvarían a sus hijos y a sus hijas; ellos solos se librarían.
19
O si mandare sobre esa tierra la peste contra ella, derramando mi ira contra él con sangre, para exterminar hombres y bestias,
20
aunque en medio de ella estuvieran Noé, Daniel y Job, por mi vida, dice Yavé, no salvarían un hijo ni una hija; por su propia justicia escaparían ellos y salvarían la propia vida.
21
Pues así dice el Señor, Yavé: ¡Cuánto más cuando desencadene yo contra Jerusalén esos cuatro azotes juntamente: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste, para exterminar en ella hombres y animales !
22
Y, sin embargo, quedarán en ella algunos restos, hijos e hijas, que escaparán y saldrán fuera y vendrán con vosotros, y veréis su conducta y sus obras, y comprenderéis el mal que yo voy a hacer a Jerusalén y todo lo que voy a hacer contra ella.
23
Lo comprenderéis cuando veáis su conducta y sus obras, y reconoceréis que no sin razón hago yo cuanto hago, dice el Señor, Yavé.


15
 
Israel, Sarmiento inútil
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, ¿qué tiene más el palo de la viña que otro palo? ¿Qué es el sarmiento entre todas las maderas de la selva?
3
¿Sacarán de él madera para hacer obra alguna? ¿Harán de él estacas para colgar cualquier cosa?
4
Échase al fuego para que se consuma; sus dos extremos son consumidos y arde también el medio, ¿servirá para algún trabajo?
5
Si cuando estaba entero no servía para hacer de él obra alguna, ¡cuánto menos servirá cuando el fuego lo ha consumido, después que fue presa del fuego!
6
Por tanto, así dice el Señor, Yavé: Como es el palo de la vid entre las maderas de la selva, leña que yo echo al fuego para que se consuma, así echaré a él a los habitantes de Jerusalén.
7
Volveré contra ellos mi rostro, escaparon del fuego, y el fuego los devorará, y sabéis que yo soy Yavé cuando volviere contra ellos mi rostro.
8
Y tornaré la tierra en desierto, por cuanto prevaricaron, dice el Señor, Yavé.


16
 
Horrible ingratitud de Israel
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, echa en cara a Jerusalén sus abominaciones,
3
y di: Esto dice el Señor, Yavé, a Jerusalén: Eres por tu tierra y por tu origen una cananea; tu padre, un amorreo; tu madre, una jetea;
4
a tu nacimiento, el día que naciste, nadie te cortó el ombligo; no fuiste lavada en el agua para limpiarte, no fuiste frotada con sal ni fajada;
5
nadie hubo que pusiera en ti sus ojos para hacerte algo de esto, compadecido de ti, sino que con horror fuiste tirada al campo el día que naciste.
6
Pasé yo cerca de ti y te vi sucia en tu sangre, y, estando tú en tu sangre, te dije: ¡Vive!
7
Te hice crecer a decenas de millares, como la hierba del campo. Creciste y te hiciste grande, y llegaste a la flor de la juventud; te crecieron los pechos y te salió el pelo, pero estabas desnuda y llena de vergüenza.
8
Pasé yo junto a ti y te miré. Era tu tiempo el tiempo del amor, y tendí sobre ti mi manto, cubrí tu desnudez, me ligué a ti con juramento e hice alianza contigo, dice el Señor, Yavé, y fuiste mía.
9
Te lavé con agua, te quité de encima la sangre, te ungí con óleo,
10
te vestí de recamado, te calcé piel de tejón, te ceñí de lino fino y te cubrí de seda.
11
Te atavié con joyas, puse pulseras en tus brazos y collares en tu cuello,
12
arillo en tus narices, zarcillos en tus orejas y espléndida diadema en tu cabeza.
13
Estabas adornada de oro y plata, vestida de lino y seda en recamado; comías flor de harina de trigo, miel y aceite; te hiciste cada vez más hermosa y llegaste hasta reinar.
14
Extendióse entre las gentes la fama de tu hermosura, porque era acabada la hermosura que yo puse en ti, dice el Señor Yavé.
15
Pero te envaneciste de tu hermosura y de tu nombradía y te diste al vicio, ofreciendo tu desnudez a cuantos pasaban, entregándote a ellos.
16
Tomaste tus vestidos y te hiciste altos coloreados para prostituirte en ellos.
17
Tomaste las espléndidas joyas que te había dado, mi plata y mi oro, y te hiciste simulacros de hombres, fornicando con ellos.
18
Tomaste las telas recamadas y los cubriste con ellas, y les ofreciste mi óleo y mis aromas.
19
También el pan que yo te diera, la flor de harina de trigo y el aceite y la miel con que te mantenía, se los ofreciste en ofrenda de suave olor. Eso hiciste, dice el Señor, Yavé.
20
Y, a más de esto, tomaste a tus hijos y a tus hijas, los que habías engendrado para mí, y se los sacrificaste para que les sirvieran de comida. Te parecían poco tus prostituciones,
21
y sacrificaste a mis hijos, haciéndolos pasar por el fuego.
22
Y al cometer todas estas tus fornicaciones y prostituciones, no te acordaste del tiempo de tu mocedad, cuando estabas desnuda en tu vergüenza y te revolvías en tu sangre;
23
antes al contrario, después de tantas maldades, ¡hay de ti! dice Yavé,
24
te hiciste en cada plaza un lupanar
25
y en cada calle un prostíbulo, mancillando tu hermosura, entregándote a cuantos pasaban y multiplicando tus prostituciones.
26
Te prostituíste a los hijos de Egipto, tus vecinos de gordos cuerpos, multiplicando tus fornicaciones para irritarme.
27
Por eso tendí yo a ti mi mano, y te quité parte de la dote, y te entregué al capricho de tus enemigas, las hijas de los filisteos, que te aborrecen y se avergüenzan de tu desenfreno.
28
No harta todavía, te prostituíste también a los hijos de Asiria, fornicaste con ellos, sin hartarte todavía.
29
Multiplicaste tus prostituciones desde la tierra de Canaán hasta Caldea, y ni con todo esto te saciaste.
30
¿Cómo sanar tu corazón, dice el Señor, Yavé, cuando has hecho todo esto, como desvergonzada ramera dueña de sí,
31
haciéndote prostíbulos en todas las encrucijadas y lupanares en todas las plazas? Y ni siquiera eres comparable a las rameras que reciben el precio de su prostitución.
32
Tú eres la adúltera que, en vez de su marido, acoge a los extraños.
33
A la meretriz se le paga su merced, pero tú hacías las mercedes a tus amantes y les hacías regalos para que de todas partes entrasen a ti para tus fornicaciones.
34
Ha sucedido contigo en tus fornicaciones lo contrario de las otras rameras, pues no te buscaban, y, pagando tú en vez de recibir paga, fuiste al contrario de las otras.
 
 
Castigo de tanta ingratitud
 
35
Por tanto, oye, ¡oh ramera!, la palabra de Yavé:
36
Así dice el Señor, Yavé: Por haber descubierto tus vergüenzas y haber mostrado tu desnudez a tus amantes en tus fornicaciones y a todos los abominables ídolos, y por la sangre de tus hijos que les ofreciste,
37
por eso reuniré yo a todos tus amantes y a cuantos recibiste placentera, y, además de los que amaste, traeré también a los que aborreciste, y los juntaré contra ti en derredor, y les descubriré tus vergüenzas, y contemplarán todas tus torpezas.
38
Te juzgaré como se juzga a la adúltera y a la vertedora de sangre, y te haré sangrienta víctima del furor y del celo.
39
Te entregaré a sus manos, y ellos desharán tu lecho y derribarán tus prostíbulos, te desnudarán de tus vestidos y te arrebatarán todos los ornamentos de tu hermosura y te dejarán desnuda, en cueros.
40
Y harán venir contra ti a las muchedumbres, y te lapidarán con piedras, y te atravesarán con la espada,
41
y pegarán fuego a tus casas, y harán en ti justicia a ojos de muchas mujeres, y haré que ceses de fornicar, y no harás ya más regalos.
42
Saciaré en ti mi ira y se apartará de ti mi celo.
43
Por cuanto no te acordaste de los días de tu mocedad y me provocaste a ira con todas esas cosas, por eso yo también echaré tus caminos sobre tu cabeza, dice el Señor, Yavé, y cumpliré mis designios contra todas tus abominaciones.
44
Mira que no habrá proverbista que no te aplique este proverbio: “Cual la madre, tal la hija.”
45
Sí, eres hija de madre que aborreció a su marido y a sus hijos. Y eres también hermana de tus hermanas, que aborrecieron a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre fue una jetea, y vuestro padre un amorreo.
46
Tu hermana mayor es Samaria, con sus hijas, que habita a la izquierda tuya, y tu hermana menor es Sodoma, con sus hijas, que habita a tu derecha.
47
Y ni aun seguiste sólo sus caminos, ni imitaste sólo sus abominaciones; como si esto fuera muy poco para ti, te corrompiste más que ellas en todas tus sendas.
48
Por mi vida, dice el Señor, Yavé, que tu hermana Sodoma, con sus hijas, no hizo lo que tú con tus hijas hiciste.
49
Mira cuál fue la iniquidad de Sodoma, tu hermana: Tuvo gran soberbia, hartura de pan y gran ociosidad ella y sus hijas. No dio la mano al pobre, al desvalido;
50
se ensoberbecieron e hicieron lo que a mis ojos es abominable, y cuando lo vi, las quité de en medio.
51
Samaria no pecó ni la mitad de lo que tú has pecado. Tú multiplicaste tus fornicaciones mucho más que ellas, hasta el punto de hacer justas a tus hermanas con todas las abominaciones que has cometido.
52
Lleva, pues, sobre ti tu vituperio, tú que has abogado por la causa de tus hermanas con las abominaciones que más que a ellas te han hecho abominable, viniendo a ser justas ellas comparadas contigo. Sé confundida y soporta tu vituperio también tú, pues que has venido a justificar a tus hermanas.
53
Pero yo mudaré la suerte suya, la suerte de Sodoma y de sus hijas, la suerte de Samaria y de sus hijas, y con la de ellas mudaré también la tuya,
54
para que soportes tu confusión y tu vituperio por todo cuanto hiciste y les sirvas a ellas de consuelo.
55
Tu hermana Sodoma con sus hijas volverán a su anterior estado; volverán también a él Samaria con sus hijas, y tú también y tus hijas volveréis a vuestro estado primero.
56
Ni el nombre siquiera de tu hermana Sodoma se oía en tu boca al tiempo de tu orgullo,
57
antes de que fuera descubierta tu perversidad. Así también eres tú oprobio para las hijas de Aram y para las hijas de los filisteos que te rodean, que dondequiera te desprecian.
58
Lleva sobre ti tu perversidad y tus abominaciones, dice Yavé.
 
 
Misericordia y rehabilitación
 
59
Porque así habla el Señor, Yavé: Voy a hacer yo contigo lo que conmigo hiciste tú, menospreciando el juramento y rompiendo el pacto.
60
No obstante, yo me acordaré de la alianza que contigo hice al tiempo de tu mocedad y confirmaré contigo una alianza eterna.
61
Y tú te acordarás de tus obras y te avergonzarás cuando recibas a tus hermanas mayores y menores, que yo te daré por hijas, mas no ya por el pacto hecho contigo.
62
Yo renovaré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy Yavé,
63
para que te acuerdes y sientas vergüenza y nunca más, de vergüenza, te atrevas a abrir la boca, cuando te habré perdonado cuanto hiciste, dice el Señor, Yavé.


17
 
Humillación y resurgimiento de la casa de David
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, propón un enigma y compón una parábola sobre la casa de Israel.
3
Di: Así habla el Señor, Yavé: La gran águila de grandes alas y de largas plumas, toda cubierta de espléndido plumaje de colores varios, vino al Líbano y tomó el cogollo del cedro,
4
arrancó el principal de sus renuevos y lo llevó a tierra de mercaderes, y lo puso en una ciudad de comerciantes.
5
Escogió luego un sembrado de la tierra y lo puso en campo selecto para la plantación. Lo puso cerca de aguas abundantes, lo plantó como un sauce.
6
Echó brotes y se hizo una vid frondosa, pero de poca altura, para que dirigiese hacia el águila sus ramas y le estuvieran sometidas sus raíces. Hízose vid, y echó sarmientos y extendió sus ramas.
7
Pero había otra gran águila de grandes alas y espeso plumaje, y la vid dirigió hacia ésta sus raíces y tendió hacia ella sus sarmientos desde el bancal en que la otra la plantó para que estuviera bien regada.
8
Había sido plantada en tierra buena y cerca de abundantes aguas para que echase ramas y llevase frutos y se hiciese una vid vigorosa.
9
Di: Así habla el Señor, Yavé: ¿Prosperará? El águila primera, ¿no arrancará sus raíces, no las despojará, dejándolas que se seque y sequen todas las hojas que echó? Sin gran esfuerzo, sin necesidad de mucha gente la arrancará de raíz.
10
Había sido plantada, ¿prosperará? ¿No se secará del todo apenas la toque el viento solano? En los bancales donde brotó se secará.
11
Y me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
12
Anda, di a la casa rebelde: ¿No habéis entendido lo que esto significa? Di: El rey de Babilonia vino a Jerusalén, cogió al rey y a sus príncipes y los deportó, llevándoselos consigo a Babilonia.
13
Tornó a uno de la real estirpe e hizo con él un pacto, tomándole juramento. Llevóse a los poderosos de la tierra,
14
para que el reino fuese modesto y no se rebelase, y guardase y mantuviese el pacto hecho con él.
15
Pero se rebeló y mandó embajadores a Egipto para que le diese caballos y mucha gente. ¿Prosperará? ¿Escapará el que tales cosas hizo? Rompió el pacto, ¿escapará?
16
Por mi vida, dice el Señor, Yavé, que en la tierra de quien le habían puesto en el trono, cuyo juramento menospreció y cuya alianza rompió, allí morirá, en Babilonia.
17
Y el faraón no le socorrerá con gran ejército y muchas fuerzas en la lucha cuando se levanten terraplenes y se construyan torres para destrucción de muchas vidas.
18
Menospreció el juramento, rompió el pacto, dio su mano, y luego hizo cosas tales; no escapará.
19
Por tanto, así habla el Señor, Yavé: Por mi vida que yo echaré sobre su cabeza mi juramento, que él menospreció, y mi pacto, que él rompió,
20
y le tenderé mi red y quedará preso en mi lazo. Le deportaré a Babilonia y allí le juzgaré por la infidelidad cometida contra mí.
21
Todos los fugitivos de sus tropas caerán a la espada, y los que quedan serán dispersados a todos los vientos, y sabréis que yo, Yavé, he hablado.
22
Así dice el Señor, Yavé: También yo tomaré del cogollo del cedro elevado, y del principal de sus renuevos cortaré un tallo y lo plantaré sobre el monte alto y sublime,
23
en el monte alto de Israel lo plantaré, y echará ramas y dará fruto, y se convertirá en magnífico cedro, y se acogerán a él las aves de toda pluma, que habitarán a la sombra de sus ramas,
24
y conocerán todos los árboles de la selva que yo soy Yavé, que humillé al árbol sublime y levanté al árbol bajo, sequé el árbol verde e hice reverdecer el árbol seco. Yo, Yavé, he hablado y yo lo cumpliré.


18
 
La justificación de Dios
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
¿Qué andáis repitiendo este proverbio en la tierra de Israel y decís: “Los padres comieron las agraces, y los dientes de los hijos sufren la dentera”?
3
Por mi vida, dice Yavé, que nunca más diréis este refrán en Israel.
4
Mías son las almas todas; lo mismo la del padre que la del hijo, mías son, y el alma que peca , ésa perecerá.
5
El que sea justo y haga juicio y justicia,
6
no banquetee por los montes, y no alce los ojos a los ídolos de la casa de Israel, no deshonre a la mujer de su prójimo y no se llegue a la menstruada,
7
y no oprima a nadie y devuelva al deudor su prenda, no robe y dé pan al hambriento y vestido al desnudo,
8
no dé a logro ni reciba a usura, retraiga su mano del mal y haga juicio de verdad entre hombre y hombre,
9
camine en mis mandatos y guarde mis leyes, obrando rectamente, ése es justo, vivirá, dice Yavé.
10
Pero, si engendró un hijo violento, vertedor de sangre o que haga una de esas otras cosas,
11
y, no imitando a sus padres, coma por los montes, manche a la mujer de su prójimo,
12
oprima al pobre y al desvalido, robe, no devuelva la prenda, alce los ojos a los ídolos y haga abominaciones,
13
dé a logro y reciba a usura, ¿vivirá éste? No vivirá. Hizo todas esas abominaciones, de cierto morirá. Recaerá su sangre sobre él.
14
Pero, si éste engendró un hijo que, viendo todos los pecados de su padre, no los imita,
15
ni come por los montes, ni alza sus ojos a los ídolos de Israel, ni mancha a la mujer de su prójimo,
16
ni oprime a nadie, ni retiene la prenda, ni roba, da su pan al hambriento y viste al desnudo,
17
contiene su mano de la iniquidad, no recibe usura ni interés y cumple mis preceptos, éste no morirá por la iniquidad de su padre, vivirá.
18
Su padre, que agravió y despojó a su hermano y no obró el bien en medio de su pueblo, éste morirá por su iniquidad.
19
Y si dijereis: ¿Por qué no ha de pagar el hijo la iniquidad del padre? Pues porque el hijo hizo juicio y justicia y guardó mis mandamientos y los puso por obra, y de cierto vivirá.
20
El alma que pecare, ésa morirá; el hijo no llevará sobre sí la iniquidad del padre, ni el padre la del hijo; la justicia del justo será sobre él, y sobre él será la iniquidad del malvado.
21
Y si el malvado se retrae de su maldad, y guarda todos mis mandamientos, y hace lo que es recto y justo, vivirá y no morirá.
22
Todos los pecados que cometió no le serán recordados, y en la justicia que obró vivirá.
23
¿Quiero yo acaso la muerte del impío, dice el Señor, Yavé, y no más bien que se convierta de su mal camino y viva?
24
Pero, si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad conforme a todas las abominaciones que hace el impío, ¿va a vivir? Todas las justicias que hizo no le serán recordadas; por sus rebeliones con que se rebeló, por sus pecados que cometió, por ellos morirá
25
Y si dijereis: No es recto el camino del Señor, escucha, casa de Israel. ¿Que no es derecho mi camino? ¿No son más bien los vuestros los torcidos?
26
Si el justo se aparta de su justicia para obrar la maldad y por eso muere, muere por la iniquidad que cometió.
27
Y si el malvado se aparta de su iniquidad que cometió y hace lo que es recto y justo, hará vivir su propia alma.
28
Abrió los ojos y se apartó de los pecados cometidos, y vivirá y no morirá.
29
Y dice la casa de Israel: ¿No son derechos los caminos del Señor? ¿Que no son derechos mis caminos, casa de Israel? ¿No son más bien los vuestros los torcidos?
30
Yo, pues, os juzgaré a cada uno según sus caminos, ¡oh casa de Israel! dice Yavé. Volveos y convertios de vuestros pecados, y así no serán la causa de vuestra ruina.
31
Arrojad de sobre vosotros todas las iniquidades que cometéis, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de querer morir, casa de Israel?
32
Que no quiero yo la muerte del que muere. Convertios y vivid.


19
 
Elegía sobre los últimos reyes de Judá
   
1
Canta una elegía sobre los príncipes de Israel,
2
y di: ¿Qué fue tu madre? Una leona entre leones, agazapada en medio de leoncillos, crió sus cachorros.
3
Levantó a uno de sus cachorros, que llegó a ser león joven, y aprendió a tomar la presa y a devorar hombres.
4
Dieron voces contra él las gentes, y le apresaron en sus trampas, y con anillos le llevaron a la tierra de Egipto.
5
Y viendo ella, después de esperar mucho tiempo, que se desvanecía su esperanza, tomó a otro de sus cachorros y le convirtió en león adulto.
6
Andaba entre leones, y vino también a ser león joven, y aprendió a arrebatar la presa y a devorar hombres.
7
Rugiendo en su altanería, devastó ciudades, y se desvaneció el país y cuanto había a la voz de su rugido.
8
Dieron sobre él las gentes de las regiones del contorno, tendieron redes contra él y le cazaron en su fosa.
9
Encerráronle en una jaula con anillos y le llevaron al rey de Babilonia, para que no se oyesen más sus rugidos en los montes de Israel.
10
Tu madre fue como una vid plantada cerca de las aguas, vigorosa de fruto y de follaje por la abundancia de las aguas.
11
Echó robustos sarmientos, propios para cetros de soberanos. Su tronco se alzaba por entre las nubes, vistoso por su altura y por sus numerosos sarmientos.
12
Pero fue arrancada con furor y echada a tierra, y el viento solano la agostó, quemó sus frutos. Secáronse sus robustos sarmientos, el fuego los devoró.
13
Y ahora está plantada en el desierto, en tierra sedienta y árida.
14
Y ha salido de uno de sus sarmientos un fuego que ha consumido su fruto, y no queda en ella rama alguna fuerte, ni un solo cetro de dominio. Elegía es ésta, y de elegía servirá.


20
 
Infidelidad del pueblo y fidelidad de Dios
   
1
El año séptimo, el quinto mes, el día diez del mes, vinieron algunos de los ancianos de Israel a consultar a Yavé y se sentaron delante de mí,
2
y me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
3
Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel y diles: Así dice el Señor, Yavé: Vosotros venís a consultarme. Por mi vida que yo no os responderé, dice el Señor, Yavé.
4
¿Quieres juzgar a éstos, hijo de hombre? ¿Quieres juzgarlos? Hazles saber las abominaciones de sus padres.
5
Diles: Así habla el Señor, Yavé: El día en que yo elegí a Israel, y alcé mi mano jurando a la posteridad de Jacob, y me mostré a ellos en la tierra de Egipto, y alcé mi mano, diciendo: Yo, Yavé, soy vuestro Dios,
6
aquel día alcé mi mano jurando sacarlos de la tierra de Egipto y llevarlos a la tierra que yo les había destinado, que mana leche y miel y es la más hermosa de las tierras.
7
Y os dije: Quite cada uno de sus ojos los ídolos y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo, Yavé, soy vuestro Dios.
8
Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron darme oídos, ni quitaron de sus ojos las abominaciones, ni abandonaron los ídolos de Egipto, y dije que derramaría sobre ellos mi ira y desfogaría mi enojo sobre ellos en la tierra de Egipto.
9
Mas por la gloria de mi nombre, para que no fuese infamado a los ojos de las gentes en medio de las cuales estaba, a cuya vista me había dado a conocer como quien los había de sacar de la tierra de Egipto,
10
los saqué de la tierra de Egipto y los conduje por el desierto,
11
les di mis mandamientos y mis derechos, y les hice saber que son la vida para quien los cumple.
12
Diles también mis sábados, para que fuesen señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Yavé, que los santifico.
13
Pero rebelóse contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en mis preceptos y rechazaron mis derechos, que son la vida para quien los cumple, y profanaron mis sábados. Entonces dije que volcaría sobre ellos mi furor y, en mi ira, los exterminaría en el desierto.
14
Pero retraje mi mano por el honor de mi nombre, para que no fuese profanado a los ojos de las gentes a cuya vista les había sacado.
15
Alcé mi mano en el desierto, jurándoles no llevarlos a la tierra que les había dado, que mana leche y miel, la más hermosa entre todas las tierras,
16
porque habían despreciado mis derechos, y no habían seguido mis decretos, y habían profanado mis sábados, yéndose su corazón tras los ídolos.
17
Con todo, mis ojos los miraron piadosamente para no destruirlos, y no los exterminé en el desierto.
18
Pero dije en el desierto a sus hijos: No sigáis las costumbres de vuestros padres, no sigáis sus caminos ni os contaminéis con sus ídolos;
19
yo soy Yavé, vuestro Dios; andad en mis ordenaciones, guardad mis derechos y ponedlos por obra,
20
santificad mis sábados y sean señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Yavé, vuestro Dios.
21
Pero los hijos se rebelaron contra mí, no anduvieron en mis ordenaciones ni guardaron mis derechos, poniéndolos por obra, los que son la vida para el que los cumple; profanaron mis sábados, y dije entonces que derramaría sobre ellos mi ira para satisfacer en ellos mi enojo en el desierto.
22
Mas retraje mi mano por el honor de mi nombre, para que no se infamase a los ojos de las gentes a cuya vista los saqué.
23
También alcé mi mano en el desierto, jurándoles que los esparciría entre las gentes y los aventaría por las tierras,
24
porque no pusieron por obra mis derechos y desecharon mis ordenaciones, y profanaron mis sábados, y se les fueron los ojos tras los ídolos de sus padres.
25
Por eso les di yo también a ellos ordenaciones no buenas y decretos que no son de vida,
26
y los contaminé en sus ofrendas cuando pasaban a sus hijos por el fuego, a todo primogénito, para desolarlos y hacerles saber que yo soy Yavé.
27
Por tanto, hijo de hombre, habla a la casa de Israel y diles: Así habla el Señor, Yavé: Hasta esta injuria me hicieron vuestros padres, entre las infidelidades que cometieron contra mí.
28
Yo los conduje a la tierra que, alzando mi mano, había jurado darles, y ellos, mirando a todo alto collado y a todo árbol frondoso, sacrificaron allí sus víctimas y presentaron sus irritantes ofrendas, y pusieron suaves aromas, y derramaron sus libaciones.
29
Yo les dije: ¿Qué es ese alto, el bamah, adonde vosotros vais? Y bamah se llama hasta hoy.
   
 
Castigo
   
30
Di, pues, a la casa de Israel: Así habla el Señor, Yavé: ¡Qué! Os contamináis vosotros a la manera de vuestros padres, fornicáis con sus ídolos,
31
y, ofreciendo vuestras ofrendas y pasando a vuestros hijos por el fuego, os contamináis con vuestros ídolos hasta el día de hoy, y ¿me voy a dejar consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida, dice Yavé, que no me dejaré consultar por vosotros.
32
Y no será lo que vosotros pensáis, porque vosotros os decís: Seremos como las gentes, como las naciones de la tierra, sirviendo al leño y a la piedra.
33
¡Por mi vida, dice el Señor, Yavé, que con puño fuerte, con brazo tendido y en efusión de ira he de reinar sobre vosotros!
34
Os he de sacar de en medio de las gentes y os recogeré de en medio de las tierras a que con puño fuerte, con brazo tendido y en efusión de ira os desparramé,
35
y os llevaré al desierto de los pueblos, y allí, cara a cara, litigaré con vosotros;
36
como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así litigaré con vosotros, dice el Señor, Yavé.
37
Y os haré pasar bajo el cayado y os conduciré con los ligamentos de la alianza
38
Separaré de vosotros a los rebeldes, a los que se apartaron de mí, y los sacaré de la tierra en que moran, y no entrarán en la tierra de Israel, y sabréis que yo soy Yavé.
   
 
Misericordia y restauración
   
39
Y vosotros, los de la casa de Israel — así dice el Señor, Yavé — , andad cada uno tras sus ídolos y servidles. Pero, ¡ah!, ya me daréis oídos luego, y dejaréis de profanar mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestros ídolos.
40
Pues en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice el Señor, Yavé, allí me servirá toda la casa de Israel, toda ella en la tierra, y allí me complaceré en ellos y demandaré vuestras ofrendas y las primicias de vuestros dones con todo lo que me consagréis.
41
Me agradaré de vosotros como de un suave aroma cuando os saque de en medio de las gentes y os retina de las tierras a que fuisteis dispersados, y me santificaré en vosotros a los ojos de las gentes
42
y sabréis que yo soy Yavé cuando os conduzca a la tierra de Israel, a la tierra que, alzando la mano, juré dar a vuestros padres.
43
Allí os vendrán a la memoria vuestras obras y todos los pecados con que os contaminasteis, y sentiréis vergüenza de vosotros mismos por las maldades que cometisteis.
44
Entonces sabréis que yo soy Yavé, cuando haga con vosotros conforme al honor de mi nombre, no según vuestros malos caminos ni segtin vuestras perversas obras, casa de Israel, dice el Señor, Yavé.


21
 
La catástrofe
   
1
Y fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, vuélvete de cara hacia el sur y derrama la palabra sobre el mediodía. Profetiza contra el bosque del campo del Negueb,
3
y di al bosque del Negueb: Oye la palabra de Yavé: Así dice el Señor, Yavé: Voy a encender en ti un fuego que devorará todos los árboles, los verdes y los secos. No se apagarán las abrasadoras llamas hasta no quemar todo rastro del mediodía al septentrión,
4
y verá toda carne que yo soy Yavé, quien lo encendió. No se apagará.
5
Dije yo: ¡Oh Señor, Yavé! Mira que éstos me dicen: ¿No es éste un trovador de parábolas?
6
Y me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
7
Hijo de hombre, vuélvete de cara a Jerusalén y derrama tu palabra sobre sus santuarios. Profetiza contra la tierra de Israel
8
y di a la tierra de Israel: Así dice el Señor, Yavé: Heme aquí contra ti; voy a desenvainar mi espada y a exterminar en ti al justo y al impío,
9
pues para eso saldrá mi espada de la vaina contra toda carne, desde el mediodía hasta el septentrión,
10
y sabrá toda carne que yo soy Yavé, que he desenvainado mi espada y no volverá a la vaina,
11
y tú, hijo de hombre, gime con quebranto de ríñones y amargura, gime a la vista suya.
12
Y cuando te digan: ¿Por qué gimes? diles: Por una noticia que, cuando llegue, se derretirá todo corazón, desmayarán todas las manos, todas las almas se consternarán y todas las rodillas se disolverán como agua. Ya viene, ya se cumple, dice el Señor, Yavé.
13
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
14
Hijo de hombre, profetiza y di: Así habla el Señor, Yavé: Di: ¡La espada! ¡La espada! Está afilada y bruñida.
15
Afilada para degollar, bruñida para fulgurar como el rayo.
16
La he hecho bruñir para blandirla, hícela afilar y bruñir para ponerla en manos de un degollador.
17
Grita y gime, hijo de hombre, porque viene sobre mi pueblo, sobre todos los príncipes de Israel. Caen a la espada juntamente con mi pueblo. ¡Hiere, pues, tus muslos!
18
Porque es una prueba, y ¿qué si el cetro menospreciador no existe? oráculo del Señor, Yavé.
19
Tú, pues, hijo de hombre, profetiza batiendo una palma contra otra. Se duplicará la espada, se triplicará; es la espada de la matanza, la espada de la gran matanza que los amenaza.
20
Para que se encojan los corazones y se multiplique el estrago, sobre todas sus puertas he puesto el espanto de la espada. ¡Ah! ¡Bruñida para fulgurar, afilada para degollar!
21
Taja a derecha, raja a izquierda, adondequiera que te vuelvas.
22
Y también batiré yo palmas, y desfogaré mi ira. Yo, Yavé, he hablado.
 
 
Nabucodonosor contra Jerusalén y Amón
 
23
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
24
Tú, hijo de hombre, traza dos caminos para la espada del rey de Babionia, que salgan ambos de la misma tierra, y pon una señal al comienzo de cada camino que indique la ciudad adonde va.
25
Traza un camino por donde vaya la espada a Rabat de los hijos de Amón, y otro por donde vaya a Judá, a la ciudad fuerte de Jerusalén.
26
Porque el rey de Babilonia se ha parado en el cruce de donde parten los dos caminos para consultar, augurando por el lanzamiento de las flechas, por la pregunta a los terafim, por el examen de las entrañas.
27
El augurio ha señalado la derecha, Jerusalén, para dar la orden de ataque, lanzar los gritos de guerra, alzar arietes contra sus puertas, levantar terraplén y hacer vallado.
28
Para ellos, éstos son presagios vanos, pues ha habido juramentos solemnes; pero él se acuerda de su iniquidad, y serán cogidos en el lazo.
29
Por tanto, así dice el Señor, Yavé: Por haber traído a la memoria vuestra iniquidad, poniendo al descubierto vuestras traiciones y vuestros pecados en todas vuestras acciones, puesto que os jactáis, seréis entregados a su mano.
30
Y tú, infame, impío, príncipe de Israel, llegó tu día, el término del tiempo de la iniquidad.
31
Así dice Yavé: ¡Fuera tiara! ¡Fuera corona! Eso no será más. Será ensalzado lo humilde y humillado lo alto.
32
¡Ruina, ruina! ¡A ruina las reduciré! y no serán más mientras no venga aquel a quien de derecho pertenecen, y a él se las daré.
33
Y tú, hijo de hombre, profetiza y di: Así habla el Señor, Yavé, de los hijos de Arnón y de su oprobio. Di, pues: ¡La espada! Desenvainada está la espada para degollar, bruñida para consumir, para fulgurar,
34
para hacerla caer sobre el cuello de los más inmundos de los impíos, mientras te profetizan vanidad y te adivinan mentiras. Llegó su día en el tiempo de la consumación de la iniquidad.
35
¿La volveré a la vaina? Yo te juzgaré en la tierra donde te criaste, en la tierra donde has vivido.
36
Derramaré sobre ti mi furor, soplaré contra ti el fuego de mi ira, y te entregaré en manos de hombres despiadados, artífices de la destrucción.
37
Serás pasto del fuego, se empapará la tierra de tu sangre y se perderá tu memoria, porque yo, Yavé, lo digo.


22
 
Los crímenes de Jerusalén
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Y tú, hijo de hombre, ¿no juzgarás a la ciudad sanguinaria, echándola en cara todas sus abominaciones?
3
Di, pues: Así habla el Señor, Yavé: ¡Ay de la ciudad derramadora de sangre en medio de sí! Para que llegue su hora y para su ruina se ha hecho ídolos, contaminándose.
4
Por haberte hecho culpable de la sangre que has derramado y haberte contaminado con los ídolos que hiciste, has apresurado tu día, has llegado al término de tus años. Por eso te haré yo oprobio de las gentes, ludibrio de la tierra toda.
5
Cercanos y lejanos se burlarán de ti, famosa por tus abominaciones, grande por la corrupción.
6
He aquí que los príncipes de Israel, cada uno en la medida de su poder, se ocupan en derramar sangre.
7
En ti desprecian al padre y oprimen al huérfano y a la viuda.
8
Menosprecias mis santuarios y profanas mis sábados.
9
Hay en ti calumniadores para derramar sangre, quienes comen por los montes, quienes en medio de ti hacen torpezas.
10
En tí se descubre la desnudez del padre y se hace violencia a la mujer durante el menstruo.
11
Todos adulteran con la mujer de su prójimo, contaminan incestuosamente a la nuera y fuerzan a la hermana, a la hija de su padre.
12
Hay en tí quien recibe dones para derramar sangre; exiges usura e intereses, despojas con violencia al prójimo, y a mí me olvidas, dice el Señor, Yavé.
13
He aquí que yo he batido mis palmas por tu avaricia y por la sangre que hay en medio de tí.
14
¿Resistirá tu corazón, tendrán fuerzas tus manos en los días en que me ocuparé de tí? Yo, Yavé, he hablado, y lo haré.
15
Yo te esparciré entre las gentes y te aventaré por las tierras, y haré desaparecer tu inmundicia de en medio de tí,
16
y serás a tus ojos ignominia entre las gentes, y sabrás que yo soy Yavé.
17
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
18
Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha tornado en escoria; todos son en el crisol cobre, estaño, hierro, plomo, plata, escorias.
19
Por tanto, así habla el Señor, Yavé: Por cuanto vosotros os habéis vuelto escorias, yo os reuniré en medio de Jerusalén.
20
Como quien reúne en la hornaza plata, bronce, hierro, plomo y estaño, y sopla al fuego para fundirlos, así os reuniré yo en mi furor y en mi ira, y os echaré en la hornaza para fundiros.
21
Yo os reuniré y soplaré contra vosotros el fuego de mi furor, y seréis fundidos en medio de Jerusalén.
22
Como se funde la plata en el crisol, así seréis vosotros fundidos en medio de él, y sabréis que yo soy Yavé, que derramo mi furor sobre vosotros.
   
 
Los crímenes de los príncipes, sacerdotes y profetas
   
23
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
24
Hijo de hombre, diles: Eres una tierra no bañada desde lo alto, no rociada por la lluvia en el día de la cólera.
25
Dentro de ella se conjuran los príncipes; como ruge el león y despedaza la presa, así devoran ellos las almas, se apoderan de los tesoros y riquezas y multiplican en medio de ella las viudas.
26
Sus sacerdotes han violado mi Ley y han profanado mis cosas santas; no hacen diferencia entre lo santo y lo profano, ni enseñan a distinguir entre lo puro y lo inmundo; cierran los ojos a las violaciones de mis sábados, y yo soy profanado en medio de ellos;
27
sus príncipes son como lobos, que despedazan la presa, derramando sangre, destruyendo las almas, para dar pábulo a su avaricia.
28
Sus profetas revocan con barro, contemplando visiones vanas y prediciendo mentiras, y dicen: “Así habla el Señor, Yavé”, sin que Yavé haya hablado.
29
Y el pueblo de la tierra oprime, roba, hace violencia al desvalido y al menesteroso, y al extranjero le veja contra derecho.
30
También de entre ellos busqué yo quien levantase muro y se pusiese en la brecha frente a mí en favor de la tierra, para que yo no la devastase, y no la hallé.
31
Por tanto, derramaré sobre ellos mi ira y los consumiré con el fuego de mi furor, y les echaré sobre la cabeza sus obras, dice el Señor, Yavé.


23
 
Los pecados de Samaria y de Jerusalén y su castigo
   
1
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Había dos mujeres hijas de la misma madre.
3
Se prostituyeron en Egipto al tiempo de la mocedad; allí fueron estrujados sus pechos y manoseado su seno virginal.
4
Llamábanse Oholá, la mayor, su hermana Oholibá. Fueron mías y parieron hijos e hijas. Oholá es Samaria; Oholibá, Jerusalén.
5
Oholá me fue infiel y se enloqueció por sus amantes, sus vecinos los asirios.
6
Iban vestidos de púrpura, eran jefes y oficiales, todos jóvenes codiciables y que montaban caballos.
7
Se prostituyó a ellos, la flor de los hijos de Asiria, y se contaminó con todos los ídolos de aquellos de quienes se enamoró.
8
Tampoco dejó sus prostituciones con Egipto, porque eran los que se habían acostado con ella en su mocedad y habían manoseado sus senos virginales y derramado sobre ella sus impurezas.
9
Yo, por eso, la entregué en manos de sus amantes, en manos de los hijos de Asiria, de quienes estaba enamorada.
10
Ellos descubrieron sus vergüenzas, le arrebataron sus hijos y sus hijas, y a ella le hicieron perecer a la espada. Vino a ser famosa entre las mujeres por la justicia que en ella se hizo.
11
Viendo esto Oholibá, su hermana, fue más estragada que ella en su pasión, y sus prostituciones sobrepasaron a las de su hermana.
12
Encendióse en amor por los hijos de Asiria, jefes y oficiales, nobles vestidos magníficamente, caballeros en sus caballos, jóvenes todos y codiciables.
13
Yo vi que se habían contaminado, que ambas habían seguido el mismo camino.
14
Pero ésta fue más lejos en sus fornicaciones; vio hombres pintados en la pared, figuras de caldeos trazadas con minio,
15
ceñidos sus lomos de sus cinturones, y tiaras de varios colores a la cabeza, todos con apariencia de jefes, figuras de hijos de Babilonia, de Caldea, su patria.
16
Y en viéndolos se encendió en amor por ellos, y mandó embajadores a Caldea,
17
y entraron a ella los hijos de Babilonia, al lecho de sus amores, y la mancharon con sus inmundicias, y ella se contaminó con ellos hasta hartar su deseo.
18
Hizo patentes sus fornicaciones y descubrió su ignominia, y yo me asqueé de ella, como me había asqueado de su hermana.
19
Mas todavía acrecentó sus fornicaciones, trayendo a su memoria los días de su mocedad, cuando había fornicado en la tierra de Egipto.
20
Y ardió en lujuria por aquellos lujuriosos, que tienen carne de burro y flujo de garañones
21
y renovó las fornicaciones de su mocedad, cuando los egipcios estrujaban sus pechos y manoseaban su seno juvenil.
22
Por eso, Oholibá, así dice el Señor, Yavé: Yo suscitaré contra ti a tus amantes, aquellos de que hartaste tus deseos, y los haré venir contra ti en derredor.
23
Los hijos de Babilonia y todos los caldeos, los de Peqod, los de Soa, los de Qoa, y con ellos todos los hijos de Asiria, mozos guapos, jefes y capitanes todos, nobles y notables, todos a caballo.
24
Y vendrán contra ti con estrépito de carros y ruedas, con escudos, paveses y capacetes; se ordenarán en batalla de todas partes contra ti. Yo les he entregado a ellos tu juicio y te juzgarán según sus leyes.
25
Desencadenaré mi celo contra ti, y te tratarán con furor. Te cortarán la nariz y las orejas, y tu prole caerá a la espada. Llevaránse a todos tus hijos y tus hijas, y tu progenie será consumida por el fuego.
26
Te desnudarán de tus vestidos y te arrebatarán todos los ornamentos de tu hermosura.
27
Yo haré que cese la lujuria y tus prostituciones con Egipto, y no alces ya más los ojos a ellos, y no te acuerdes más de Egipto.
28
Porque así dice el Señor, Yavé: Te entrego en las manos de aquellos a quienes llegaste a aborrecer, de quienes se hartaren tus deseos.
29
Y te tratarán con odio, se apoderarán de todo el fruto de tu trabajo y te dejarán desnuda y en cueros, y se descubrirán las vergüenzas de tus prostituciones. Tu lujuria y tus fornicaciones
30
son causa de todo esto. Por haber fornicado con las gentes y haberte contaminado con los ídolos.
31
Has seguido los caminos de tu hermana, y pondré en tus manos el cáliz suyo.
32
Así habla el Señor, Yavé: Beberás el cáliz de tu hermana, hondo y ancho, de gran capacidad.
33
Te llenarás de embriaguez y de tristeza; es el cáliz de horror y desolación, el cáliz de tu hermana Samaria.
34
Lo beberás hasta las heces, lo morderás y romperás con los dientes, y con sus fragmentos te rasgarás el seno, porque yo he hablado, dice el Señor, Yavé.
35
Puesto que me dejaste y echaste a tus espaldas, también yo echaré sobre ti tu lujuria y tus prostituciones.
36
Díjome Yavé: Hijo de hombre, ¿no juzgarás tú a Oholá y a Oholibá? ¿No les echarás en cara sus abominaciones?
37
Diéronse al adulterio y mancharon de sangre sus manos. Adulteraron con sus ídolos, y aun los hijos que me parieron los pasaron por el fuego para que les sirviesen a ellos de comida.
38
Hasta eso hicieron, contaminando también mi santuario y profanando mis sábados,
39
pues, luego de sacrificar sus hijos a sus ídolos, entraban el mismo día en mi santuario, contaminándolo. Eso hicieron con mi casa.
40
Y aun han hecho venir de lejos hombres a los que enviaron mensajeros, y al venir ellos te lavaste, te pintaste los ojos y te ataviaste con tus joyas,
41
y, echada en suntuoso estrado, te pusiste a la mesa que aderezaste para ellos, poniendo en ella mis perfumes y mi óleo
42
entre el rumor clamoroso de los cantos, a causa de la multitud de hombres venidos del desierto, los cuales ponían manillas en sus manos y coronas en sus cabezas.
43
Y dije de la envejecida en adulterios: Ahora se consumarán los adulterios de ella.
44
Pues venían ellos como quien viene a la ramera, así vinieron a Oholá y a Oholibá, las depravadas.
45
Pero hombres rectos te juzgarán según la ley de las adúlteras y las sanguinarias, porque adúlteras son, manchadas de sangre están sus manos.
46
Pues así dice el Señor, Yavé: Trae turbas contra ellas, y sean entregadas al maltrato y a la rapiña,
47
y las turbas las apedrearán y las acuchillarán, matarán a sus hijos y a sus hijas y prenderán fuego a sus casas.
48
Y haré cesar en la tierra la depravación, y escarmentarán las mujeres y no imitarán vuestras torpezas.
49
Y harán recaer sobre vosotras vuestras obscenidades, y pagaréis los pecados de vuestra sidolatrías, y sabréis que yo soy Yavé.


24
 
El asedio de Jerusalén y sus angustias
   
1
El año nono, el mes décimo, el día décimo del mes, me fue dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
2
Hijo de hombre, consigna por escrito la fecha de este día. En este día, el rey de Babilonia se ha echado sobre Jerusalén.
3
Compón una parábola para la casa rebelde, y diles: Así habla el Señor, Yavé: Arrima la olla, arrímala, y echa también agua;
4
echa en ella trozos, todos los trozos selectos, la pierna y la espalda; llénala, de lo mejor de los huesos.
5
Toma lo mejor del rebaño, pon debajo la leña, que hierva a borbotones, que se cuezan hasta los huesos.
6
Porque así dice el Señor, Yavé: ¡Ay de la ciudad sanguinaria! ¡Ay de la caldera herrumbrosa cuya herrumbre no ha sido quitada! Vacíala trozo a trozo, sin echar suerte sobre ella.
7
Porque tiene dentro la sangre suya, la ha derramado sobre piedra lisa, no la derramó sobre la tierra para que la cubriese el polvo.
8
Para provocar la ira y traer la venganza, coloqué su sangre sobre una piedra lisa, sin que pueda cubrirse.
9
Por lo cual dice el Señor, Yavé: ¡Ay de la ciudad sanguinaria! También yo aumentaré la hoguera.
10
Acumula leña, atiza el fuego, cuece la carne y condimenta la mezcla; que se quemen los huesos, que se cueza la carne.
11
Déjala vacía sobre las brasas, que se ponga al rojo y se caliente el cobre, y se funda dentro de ella su suciedad, y se consuma su herrumbre.
12
En vano me fatigué; no desapareció su herrumbre ni con fuego.
13
Es execrable tu suciedad; yo he querido limpiarte, pero no te limpiaste. No quedarás purificada de tu suciedad hasta que no derrame yo mi fuego sobre ti.
14
Yo, Yavé, he hablado: vendré, lo haré, no me volveré atrás, no tendré piedad, no me arrepentiré. Según tus caminos y tus obras así serás juzgada, dice el Señor, Yavé.
15
Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo:
16
Hijo de hombre, voy a quitarte de repente la delicia de tus ojos, pero no te lamentes ni llores, no derrames una lágrima.
17
Suspira en silencio, sin llevar luto por el muerto; ponte el turbante en la cabeza y calza tus pies, no te cubras la barba ni comas el pan del duelo.
18
Yo había estado hablando al pueblo por la mañana, y a la tarde murió mi mujer. A la mañana siguiente hice lo que me había mandado,
19
y la gente me decía: ¿No nos explicarás lo que significa lo que haces?
20
Yo les respondía: Yavé me ha hablado, diciendo:
21
Di a la casa de Israel: Así habla el Señor, Yavé: Mirad, voy a profanar mi santuario, gloria de vuestra fuerza, delicia de vuestros ojos y anhelo de vuestra alma; vuestros hijos y vuestras hijas caerán a la espada,
22
y entonces haréis vosotros lo que ahora hago yo: no os cubriréis la barba ni comeréis el pan de duelo,
23
llevaréis en vuestra cabeza los turbantes y calzaréis vuestros pies, no os lamentaréis ni lloraréis, sino que os consumiréis en vuestra iniquidad y gemiréis unos con otros.
24
Ezequiel será para vosotros una señal; cuando esto llegue, haréis vosotros lo que él hace ahora, y sabréis que yo soy Yavé.
25
Y tú, hijo de hombre, el día que yo les arrebatare a ellos su fortaleza, el orgullo de su gloria, la delicia de sus ojos, el anhelo de sus almas sus hijos y sus hijas
26
vendrá a ti un huido para darte la noticia,
27
y aquel día se abrirá tu boca a la llegada del fugitivo y hablarás, no estarás mudo, y serás señal para ellos, y sabrán que yo soy Yavé.


C.R.Y&S