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| EL EVANGELIO DE CRISTO
         
           
           LIBRO 
          CUARTO
           
           PARTE MORAL
           
           
           La Vida nueva
           
           Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros 
          cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; éste es vuestro 
          culto racional.
           Nada más simple que tomar el 
          pensamiento de Cristo, que ve el Ser como un Templo, para entender 
          que todo hijo de Dios está moralmente ligado al deber de verse 
          a sí mismo como tal y como tal vivir aquí lo que se ha de traducir 
          en un acto perfecto en la vida eterna. Acto de perfección que 
          contemplamos en vivo, para nuestra fortaleza y constancia en el 
          camino de la Perfección Moral, en el sacerdote de Cristo. El, 
          San Pablo, es un discípulo de ese Maestro que le levantó al Ser 
          Humano la cabeza del polvo y le hizo verse a sí mismo en la contemplación 
          de su Persona Divina, Modelo a cuya Imagen y Semejanza ha sido 
          engendrado entre nosotros el Sacerdocio Católico. Pues si el Templo 
          Judío tuvo como imagen un edificio de piedra, el Nuevo Templo 
          es un Edificio Vivo, que existirá por la eternidad delante de 
          Dios para mantener vivo entre todos los pueblos de su Creación 
          el Verdadero Conocimiento de la Divinidad, no en palabras sino 
          en la Sabiduría hecha carne en cuyo rostro se ve el reflejo de 
          la Verdadera Imagen Divina. Pues si el Hijo se hizo carne y en 
          El contemplamos al Padre, la Sabiduría se hizo igualmente carne 
          en la Iglesia para concebirle del Espíritu Santo hijos a Dios.
           Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación 
          de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de 
          Dios, buena, grata y perfecta.
           Tanto al sacerdote como al pueblo, 
          al pastor como a la oveja, le corresponde el inconformismo cristiano 
          ante un mundo sujeto a una ley homicida, impuesta contra la voluntad 
          divina y la humana, pero vigente hasta la victoria del cristianismo 
          sobre la Historia del Mundo nacido de la Caída. Ayer y Hoy el 
          Dios que determinara la creación del Hombre a su imagen y semejanza 
          da a conocer su Voluntad para el Bien de todas las naciones. Yo, 
          Cristo Raúl, como Aquel a quien se le ha dado el Conocimiento 
          de la Voluntad Presente de Dios y es enviado a proclamarla a los 
          cuatro vientos para el conocimiento de todas las iglesias, lo 
          mismo que aquéllos a quienes por su vocación son llamados a hacerla, 
          todos tenemos el deber de renovar nuestra mente a la luz de la 
          Verdad que inunda con su ciencia el firmamento del Nuevo Día, 
          aquél Día de la Plenitud de las Naciones anunciado antes siquiera 
          de que la Noche de la Plenitud de los Tiempos inundase con su 
          oscuridad el mundo y bajo sus tinieblas se cometiesen los crímenes 
          más horrendos de los que acordarnos podamos. Inconformismo y renovación, 
          pues, que establece la necesidad de la perfección para todos los 
          cristianos, lo mismo siervos que hijos, lo mismo pastores que 
          ovejas, lo mismo pueblo que jefes. Perfección a imagen y semejanza 
          de la Perfección que vimos encarnada en Cristo Jesús, Maestro 
          de todos, lo mismo de hijos que de siervos, de ciudadanos que 
          de jefes de su Reino. El era el Hijo del hombre y en Él el Hombre 
          vive eternamente, renovado espiritualmente por el Poder de Dios 
          para el disfrute de la vida eterna en su Paraíso. Todos los modelos 
          que los hombres pusieron sobre la mesa son modelos animales, bestias 
          salvajes que tienen el derecho por arma de Poder y el deber por 
          ley pesada contra la que la violación desde el Poder es lo que 
          conviene. Fuera de Cristo, la Idea del Hombre hecha carne, no 
          hay hombre, sino animales devorándose mutuamente por una cuota 
          de poder y riqueza. El conformismo ante un mundo surgido de una 
          Caída es anticristianismo cuando el que se conforma es un cristiano, 
          y la negativa a renovar la mente una vez pasada la Noche es una 
          rebelión contra el Cristianismo cuando quien se niega a la renovación 
          es la iglesia, una o todas o en su conjunto tomadas. Cierto es 
          que quien no tiene que temer a los leones y vive en la opulencia 
          se tiene que sentir agredido por la verdad de Cristo; tan cierto 
          como que la renovación de la Mente Cristiana, como el día viene 
          con la luz y es inseparable, así ha de extender su Perfección 
          por el mundo, a pesar y contra cualquier fuerza que pretenda impedir 
          que brille sobre la Plenitud de las naciones el sol del nuevo 
          día.
           
           Sentimientos de modestia
           
           Por la gracia que me ha sido dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: 
          No os sobreestiméis más de lo que conviene estimaros, sino estimaos 
          moderadamente, cada uno según Dios le repartió la medida de la 
          fe.
           Inútil importar actitudes propias 
          de la Noche de los Obispos, cuando creerse más que nadie en razón 
          del hábito, tanto en el mundo eclesial como en el laico, despertó 
          en las tinieblas monstruos de cuyo nombre ni quiero ni acordarme. 
          ¿La estimación del hombre dónde está sino en Dios, y todos en 
          El, siendo todos el mismo y único Ser, que esta en Cristo, el 
          Hombre que El creara y que amó tanto que por ese amor nos entregó 
          a su propio Hijo? El hábito es nada, y todo lo es el espíritu 
          de hijos de Dios que bulle en nuestro ser para alegría de todos 
          y gozo de uno.
           Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los 
          miembros no tienen la misma función
           El Hombre es el conjunto resultante 
          formado por todos los pueblos del Género Humano, de aquí que al 
          decir hagamos al Hombre a nuestra Imagen y Semejanza titulase 
          la Historia de este Proyecto de Formación: Historia del Género 
          Humano. Es con este Hombre Universal que el Hijo se hizo una sola 
          cosa, de manera que al unirse a nosotros y atrayendo al Padre 
          a nosotros hizo de nuestra Historia la suya, Cabeza de nuestro 
          Cuerpo, mediante esta Unidad Espiritual garantizándonos la vida 
          eterna en la participación de la Indestructibilidad de Dios.
           así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro 
          está al servicio de los otros miembros.
           He aquí la Renovación de la 
          Mente que en este Nuevo Día se abre con todo el esplendor de una 
          luz invencible y ha de extenderse, sobre los cristianos primero, 
          pues que son la primicia del mundo nacida de la Fe, y sobre las 
          naciones finalmente, para alegría de todas las almas de la Humanidad, 
          pasadas, presentes y futuras. Sólo hay un Hombre, Cristo, del 
          que todos somos su Cuerpo, y siendo nuestra Cabeza de Origen Divino 
          en su Naturaleza nos hace Dios partícipes de la inconmensurable 
          Riqueza de su Espíritu.
           Así todo tenemos dones diferentes, según la gracia que nos fue dada; ya sea 
          la profecía, según la medida de la fe;
           Y cual un cuerpo está compuesto 
          de infinitas células y las células se reúnen en órganos y miembros, 
          pero todos tienen y comparten una misma vida, así todos los hombres, 
          empezando por los cristianos y las iglesias, somos una sola vida, 
          que en el Espíritu de Dios se articula y desde su Voluntad se 
          mueve en la dirección s establecida desde el Principio de la Creación 
          de nuestro Mundo.
           ya sea el ministerio para servir; en que enseña en la enseñanza;
           Somos muchos y cada cual, sin 
          embargo, es uno, sui géneris, especial, indivisible, lleno de 
          fuerza y existencia, que se derraman en actividad propia y que 
          Dios hace confluir para el bien de todos. La frágil mariposa poliniza 
          el campo y la delicada flor riega con su rocío el campo de los 
          árboles del que se alimenta el hombre. Ninguno de nosotros es 
          pequeño ni ninguno de nosotros es grande, somos una sola cosa, 
          un solo cuerpo en el que cada uno de nosotros, semejante a una 
          célula, trabaja en lo suyo sabiendo que la suma del trabajo de 
          todos produce el bien de todos.
           el que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, presida 
          con solicitud; quien practica la misericordia, hágalo con alegría.
           ¿Se queja el pie de no ser mano? 
          ¿O la célula blanca de no ser roja? ¿El hígado de no ser oreja? 
          Únicamente el ser humano se queja de lo que es, y su queja procede 
          de la desvirtuación infernal a que nuestra Naturaleza fue sujeta 
          por efecto de la guerra que le declarara a nuestro Creador uno 
          de los hijos de Dios, sobre lo cual no consta decir más de lo 
          que todos sabemos. Basta decir “la Caída” para saber de qué estamos 
          hablando.
           Vuestra caridad sea sincera, aborreciendo el mal, adhiriéndoos al bien,
           Nos corresponde a nosotros ahora, 
          una vez libres de la ignorancia, renovar nuestra mente para unir 
          las manos y devenir un sólo ser, Cuerpo de una sola Cabeza, Jesucristo, 
          nuestro Rey, Señor, Padre, Maestro, Salvador, Héroe, Sumo Pontífice, 
          Creador y Dios. El lo es todo para nosotros y sin El no somos 
          nada. Según lo escrito: “En Él está la vida del hombre, y sin 
          El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho”.
           amándoos los unos a los otros con amor fraternal, honrándoos a porfía unos 
          a otros.
           Tanto más cuanto que nuestra 
          fraternidad es a eternidad y nuestra vida en común está llamada 
          a ser tan larga como el infinito mismo, todos los muros que levantaron 
          las tinieblas durante los tiempo determinados para la Liberación 
          del Diablo, nos corresponde a nosotros echarlos abajo, sin recriminaciones 
          ni desafíos, sin condiciones previas ni póstumas, sino sencillamente 
          como quienes dormidos cayeron en pesadilla y al levantarse se 
          sacuden el sudor y el miedo y mirándose a los ojos se ríen de 
          los tiempos pasados mientras caminan unidos hacia la vida eterna.
           Sed diligentes sin flojedad, fervorosos de espíritu, como quienes sirven al 
          Señor.
           ¿Qué otra cosa cabe? ¿Acaso 
          el que se despierta de su pesadilla se queda en la cama a ver 
          si cae dormido, o no es verdad que se levanta y huye de la noche 
          como del diablo? Como del diablo tienen que huir todos los que 
          se hayan divididos en la Fe y siendo un solo cuerpo actúan como 
          si cada uno tuviera una cabeza distinta a la que Dios nos ha dado 
          a todos, Jesucristo. Porque sin flojedad y diligentemente se despierta 
          quien sirve a otro, con cuánta más diligencia habrá de hacerlo 
          quien sirve a Dios. El fervor en este terreno, por ver quién llega 
          ante a los pies de su Señor, es el único fervor sagrado y santo 
          que le conviene a todo cristiano; si es hijo porque es hijo, y 
          si es siervo porque es siervo. Pues, como está escrito: Cuando 
          la Puerta se cierre, el que sea hallado fuera, afuera se quedará.
           Vivid alegres con la esperanza, pacientes en la tribulación, perseverantes 
          en la oración;
           Una vez dentro la Esperanza 
          de Salvación Universal es el alimento que mantiene fuertes nuestras 
          almas y corajudos nuestros espíritus. Tribulaciones con paciencia 
          se vencen, y tentaciones con oraciones, ¿no es eso? Porque nadie 
          ha de creer que estando en la brecha la corrupción a que ha sido 
          sujeta la Naturaleza Humana desde hace milenios deje de la noche 
          a la mañana de hacer lo que le es natural. Y sin embargo el dolor 
          compartido es menos dolor y el apoyo de muchos hace más fuerte 
          al individuo. Divididos somos pastos de las fuerzas destructoras 
          que buscan la aniquilación del Género Humano. Unidos, somos el 
          resplandor de a luz que bate la oscuridad y pone en pie a todos 
          los que duermen.
           subvenid a las necesidades de los santos, sed solícitos en la hospitalidad.
           ¿Quién es santo sino solo Cristo? 
          Es decir, aquél y aquéllos que dejándolo todo se han ido a tierra 
          donde se ha cebado el mal, en todas sus formas, a predicar la 
          Salvación con el ejemplo de su renuncia. El santo no es el que 
          se corona una mitra, sino la monja y el fraile y el hombre y la 
          mujer que se internan entre los desheredados y los abandonados 
          del mundo para compartir sus dolores y aliviar sus penas. Con 
          estos santos y a los pies de estos santos debemos poner nuestra 
          solicitud y compartir nuestras riquezas, para que de sus manos 
          el milagro de la multiplicación de los panes y los peces se repita 
          todos los días. Los otros santos ¿qué son, sino papagayos y loros 
          sirviendo la razón de sus propios designios, buscando la santidad 
          en los padrenuestros y los avemarías y los consejos que pesan 
          en sus bolsas como el oro del que despojan a los débiles de mente? 
          Porque teniendo yo a Cristo por Maestro para qué necesito a hombre 
          alguno en la Tierra para decirme que El es el Salvador del mundo. 
          Tres son los testigos que todo hombre tiene: La Biblia, la Iglesia 
          y los hijos de dios. Los demás, esos que aspiran a la santidad, 
          son impostores que desvían hacia sus bolsillos la solicitud debida 
          a los santos según Cristo. Sobre ellos el juicio de quien dicen 
          que es su Señor.
           Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis.
           Lo dijo el Maestro, lo dijo 
          el Discípulo. De tal palo, tal astilla.
           Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran.
           La perversión de la naturaleza 
          humana alcanza su degradación más execrable cuando el dolor ajeno 
          se convierte en risa del público y la alegría del otro en envidia 
          de uno. El deber moral de todo hijo de Dios es darle la espalda 
          a cualquier medio que tenga por política el cultivo de semejante 
          moral para bestias. La perfección de la moral cristiana está sobre 
          toda ética social y sobre toda ley comunitaria. Las leyes son 
          referencia para quien vive según normas animales. El hijo de Dios 
          no necesita ley ninguna de referencia porque él es para sí ley, 
          y ley con raíces en la eternidad, es decir, la Mente del propio 
          Dios. Cultivar los frutos del espíritu es tan importante como 
          cultivar la tierra, si abandonas la labor acabas siendo un arbusto 
          salvaje, aunque plantado en la viña del Señor. Y si eres abonado 
          con fertilizantes no espirituales te acabarás asemejando a quien 
          necesita de la ley porque de por sí tiende a sujetarse a la ley 
          de la corrupción: Querer hacer el bien y acabar haciendo el mal. 
          ¿Un hombre así para qué vale?
           Procurad tener unanimidad de sentimientos unos para con otros; no seáis altivos, 
          mas allanaos a los humildes. No seáis prudentes en vuestra apreciación.
           Siendo todos parte del mismo 
          cuerpo la teoría de encontrarse en la diferencia la individualidad 
          es una filosofía registrada exclusivamente para la esclavización 
          mental de las masas. La Unidad de Pensamiento y de Sentimiento 
          no anula la Personalidad, sino que la fortalece; no extingue el 
          Pensamiento del Yo, sino que lo enriquece. Pero quien busca dividir 
          a los hombres para dominarlos y convertirlos en esclavos tiene 
          por fuerza que ver en la Unidad Universal de Pensamiento y Sentimiento 
          el enemigo de su política y filosofía esclavista. ¿O acaso el 
          edificio ve en la Igualdad entre sus ladrillos un delito contra 
          la Individualidad de su partes? ¿O no es el pensamiento y el sentimiento 
          de todas las células de un cuerpo el mismo ante una herida, ante 
          un hecho? ¿Acaso porque el pensamiento y el sentimiento de células 
          infinitas sean el mismo hace que este cuerpo pierda personalidad? 
          ¿O es que ya la locura no es el efecto de la división dentro del 
          propio cuerpo, en este caso centrado en la mente? ¿O es que el 
          hecho de la felicidad universal rompe la felicidad individual?
           No volváis mal por mal; procurad el bien a los ojos de todos los hombres.
           Nuestra Fuerza es nuestra Esperanza 
          y es desde ella que debemos articular nuestras acciones. Sabiendo 
          que nadie es malo por naturaleza y que la ignorancia es la madre 
          de todos los errores devolver bien por mal es nuestro Poder, tanto 
          más benefactor cuando más terribles son las circunstancias para 
          su ejercicio. Pues la Fe viene de las obras del que cree, hechas 
          por Dios en el que cree para la salvación del que no cree. ¡Y 
          qué obra más grande en nuestros tiempos de terror y corrupción 
          que devolver bien por mal! Las ocasiones son de cada cual.
           A ser posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos.
           Siempre estableciendo los límites 
          que marca el derecho a la Vida y el Deber de Conservarla contra 
          quien al matarte se mata a sí mismo y ocasiona la muerte de quien 
          podría vivir gracias a la defensa de su vida por ti. Pues considerando 
          que la Necesidad de la Muerte de Cristo se consumó, y porque hubo 
          Necesidad hubo Muerte, los hijos de Dios, una vez consumado el 
          Sacrificio Expiatorio, no estamos obligado a más Necesidad que 
          la de llevar la Salvación hasta los confines del mundo, sin usar 
          la Violencia como recurso, delito que le costó a Adán la Caída 
          y a nuestros padres carnales el Castigo al pecado cometido por 
          aquél hijo de Dios. La Paz, no la Guerra, es el instrumento de 
          viento por el que nuestro Mensaje de Salvación Universal recorre 
          las naciones. Ahora bien, esta Paz no anula el derecho a la Defensa.
           No os toméis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar 
          a la ira de Dios; pues escrito está: “A mí la venganza, yo haré 
          justicia, dice el Señor”.
           Ni ser hijos de Dios arrastra 
          a tomarse la justicia por mano propia o ajena dirigida por nuestra 
          voluntad en nombre de Dios. A la Justicia le corresponde el juicio. 
          Y si ésta falla, más a menudo de lo que se pretende, allá con 
          el loco que quiso burlarse de todos creyendo escapar al Poder 
          de la Justicia Divina. Sufrir el mal con paciencia es la gloria 
          del fuerte en el espíritu y ayudar a quien es más débil a mantenerse 
          firme en esta fuerza, la gloria de Dios.
           Por lo contrario, “si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, 
          dale de beber; que haciendo así amontonáis carbones encendidos 
          sobre su cabeza”.
           Es de Deber, sin embargo, impedir 
          que el Mal se expanda y le eche brasas al fuego de la cólera divina. 
          Por lo cual:
           No te dejes vencer del mal, antes vence al mal con el bien.
           ¿Y qué mayor bien puede hacer 
          el hombre para vencer al Mal que hacer la Voluntad de Dios?
           
           Obediencia a los poderes públicos
           
           Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores, pues no hay autoridad 
          sino bajo Dios; y las que hay, por Dios han sido establecidas,
             Aquí entra lo que entra por 
          donde entra y la verdad se alza para que la disposición contra 
          la autoridad injusta no choque en absoluto contra la justicia 
          de la autoridad que pone en su estado ideal el Apóstol. La manipulación 
          del texto se presta tránsfuga a cometer la desvirtuación del sentido 
          apostólico en esta postura de obediencia sin falta a la Ley que 
          procede de una Autoridad en Justicia. De manera que tenemos que 
          diseccionar esta Obediencia desde dos posiciones firmes, estratégicas 
          y de valor universal en tanto que hablamos de la Autoridad que 
          procede de Dios y no de la Muerte. De un lado tenemos la Doctrina 
          de la NO Violencia que emana de Cristo, se materializa en su Cruz 
          y procede a la renuncia de cualquier Acto de Violencia, aún en 
          defensa Legítima, en razón de la legalidad de las leyes del mundo 
          al que se acerca para predicarle la luz de la Verdad Eterna. Del 
          otro tenemos que la Obediencia a la Autoridad se entiende en cuanto 
          Justicia Divina, a cuya Ley toda criatura le debe Obediencia sempiterna 
          en razón de la imperecedera perfección que la justifica y se establece 
          en Derecho sobre todas las naciones de la Creación. Es decir, 
          no podemos ir a predicarle el Evangelio a una nación pagana empleando 
          no la Palabra sola y sí la Fuerza. La obediencia debida a las 
          leyes de esa sociedad, la mejor a su estado en razón de su situación 
          en el tiempo, impone la necesidad de la legalidad de la actuación 
          dentro del orden establecido para esa sociedad concreta. Pero 
          esto que vale para la predicación y se mantiene como comportamiento 
          dentro de la sociedad cristiana no destierra la Legítima Defensa 
          de la Sociedad Cristiana cuando un poder, externo o interno, la 
          ataca para destruirla. Porque si la Legítima Defensa para proteger 
          la Vida del cristiano y su Sociedad fuera un acto contra Cristo 
          la existencia del cristianismo quedaría al desnudo frente a unas 
          fuerzas no cristianas que desde dentro o desde fuera tienen por 
          objetivo la destrucción del reino de Dios. Y si el propio Dios 
          se alzó contra el enemigo de su Casa no sé cómo podría su Casa 
          mantenerse desnuda frente a quien busca la destrucción de Dios. 
          De donde se ve que la No Violencia es connatural al espíritu de 
          Cristo, que su Obediencia a la Justicia se entiende respecto a 
          Dios y que la Desobediencia se da en la NO Violencia contra la 
          Autoridad impuesta a la Sociedad no por Dios sino por la Muerte. 
          Pues tan legítimo, mirando a la Historia, fue la Revolución de 
          Gandhi como la Revolución Americana, a pesar de haber optado ambas 
          por camino actitudes en apariencia contrarias. La desobediencia 
          dentro de la NO violencia contra quien pretende echar abajo nuestra 
          Sociedad se torna en respuesta bajo Legítima Defensa cuando quien 
          pretende destruir nuestra Sociedad está dispuesto a destruirnos 
          para perpetuar el estado de crimen en el origen de la Desobediencia 
          Cristiana hacia la justicia humana. Y esto que, en apariencia, 
          podría estar contra las palabras del Apóstol, es una oposición, 
          como digo, en apariencia. Es decir, dentro de la Sociedad conformada 
          al espíritu cristiano la obediencia a la autoridad es sagrada, 
          sin por ello anular la conducta contraria a la perversión de la 
          ley por intereses privados no sujetos a la justicia divina; lo 
          que se traduce en una desobediencia NO violenta pero sí activa 
          a fin de perfeccionar lo humano en virtud de la necesidad de asemejar 
          nuestra Sociedad a la Sociedad eterna. Lo otro, permanecer pasivos 
          ante la perversión de la sociedad cristiana en base a una obediencia 
          ilimitada a las autoridades, esto sí que es una perversión del 
          espíritu cristiano y sumisión al infierno de los intereses privados 
          por sectores alzados sobre el interés universal en la raiz de la justicia divina. Cualquiera que desatiende la complejidad 
          de la doctrina apostólica y pretende sacralizar la obediencia 
          a la autoridad, aun establecida por el diablo, sea desde un trono, 
          desde un púlpito o desde un senado, este es un enemigo del reino 
          de Dios, y no olvidemos que el primero en alzarse en desobediencia 
          contra la Idea de la perversión de la Justicia mediante la sujeción 
          del derecho Universal al derecho privado fue el propio Dios.
           de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposición de Dios, 
          y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación.
           No es una rebelión, por consiguiente, 
          alzarse en desobediencia contra la ley infernal de un grupo privado 
          que impone o busca imponer su ley individual sobre y contra el 
          derecho universal, derecho al que debe sujetarse, en efecto, toda 
          ley y legalidad social. La medida de la desobediencia, sin embargo, 
          será una reacción acorde a la fuerza del que causa la desobediencia 
          con la criminalidad de su legalidad impuesta. Y si tan legítimas 
          fueron las revoluciones india y americana, no menos lo fueron 
          la rusa, la china y la cubana, variando entre unas y otras únicamente 
          la necesidad de intensidad en la lucha por la libertad. Ahora 
          bien, esta legalidad se torna en delincuencia cuando se usa esta 
          legalidad para llevar la Violencia revolucionaria en motor de 
          actuación fuera de las fronteras. Conquistar el mundo con las 
          armas de la Guerra y no de la Paz fue la Desobediencia que le 
          causó a Adán y su mundo la ruina y condenó al Género Humano a 
          vivir una a Historia escrita con la sangre de generaciones sin 
          número. Dios, contra Pablo, pero totalmente con él, no ha dispuesto 
          todas las autoridades de este mundo, a no ser que neguemos que 
          tras Adán le entregara el mundo a su asesino. Pero en verdad Dios 
          hace avanzar las leyes de toda sociedad a fin de que la mente 
          de los tiempos y los pueblos se encuentren lo más cercana posible 
          del Evangelio de su Reino, gracias a lo cual el Imperio Romano 
          se encontraba perfectamente para asimilar el cristianismo, aunque 
          nada ni nadie pudiera impedir el primer choque. Así legalizado 
          el Imperio designado por Dios para albergar su Reino, y expuesta 
          la Necesidad de la Muerte de Cristo, la doctrina de la No Violencia 
          pero la actividad desobediente implícita en la postura social 
          del cristiano frente a un derecho limitado y sin embargo estacionado 
          en el tiempo era la Obediencia Cristiana que, puesta en práctica, 
          hizo posible la Victoria del Cristianismo, cuya Gesta no fue igualada 
          jamás ni lo sería jamás. Pues si la revolución india de Gandhi 
          se cobró su vida propia, la revolución cristiana de Jesús se cobró 
          la de decenas de miles, demostrándose con esta diferencia que 
          Gandhi era posible en la India pero su revolución frente a un 
          imperio como el romano, de cuya ley distaba mucho el británico, 
          hubiera fracasado antes de nacer siquiera. La obediencia a la 
          autoridad que viene de Dios, pues, siempre; frente a la que procede 
          del hombre y en el hombre ha plantado el Infierno: Revolución 
          permanente.
           Porque los magistrados no son de temer para los que obra bien, sino para los 
          que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el 
          bien y tendrás su aprobación,
           Palabras de las que vemos que 
          San Pablo tiene en mente una Sociedad Ideal, es decir, el reino 
          de Dios, regido por una Ley Perfecta, Incorruptible, a la luz 
          de cuya magnificencia y bondad todas las naciones de la Creación 
          andan felices, disfrutando sempiternamente de la Libertad y la 
          Paz de las que la propia Justicia es garante y las autoridades 
          su reflejo para atajar el crecimiento del Mal apenas cae su semilla 
          en el campo de la conciencia. En una Sociedad regida por la Justicia 
          Divina, ciertamente ¡quién será el que le tema a la Autoridad 
          por Dios establecida para mantener el Árbol de la Paz siempre 
          en flor, siempre vivo! Y al contrario, en una sociedad establecida 
          sobre una ley animal que tiene por ciencia el cultivo del Árbol 
          de la Guerra ¡quién será el que no se proclame en desobediencia 
          perpetua! La aprobación de Dios no fue para quienes se estacionaron 
          en el tiempo y le dieron la espalda a la Justicia Eterna, sino 
          que aprobó la Desobediencia de Cristo y rechazó a quienes vivían 
          en temor a la autoridad, una autoridad que El mismo levantó. De 
          manera que basar la Obediencia ilimitada del que cree hacia el 
          que predica, por atenernos a nuestros pastores, en estas palabras 
          del Apóstol es un error tremendo porque saca de contexto la Verdad 
          y abandona en el tintero el Hecho de la Necesidad de la Muerte 
          de Cristo, hecho pasado y que, consumado, inunda el ser de todos 
          los hijos de Dios con la Luz que procede de la libertad. La Obediencia 
          de todo hombre es, pues, para Dios y la Autoridad que El ha elevado 
          sobre todo Pueblo y Nación, su Hijo, nuestro Rey sempiterno. Cualquier 
          otra Obediencia de naturaleza ilimitada es un acto de rebelión 
          contra la Voluntad de Dios Eterno. Toda autoridad, aún establecida 
          por Dios en el tiempo, es sólo un puente conducente a esta Autoridad 
          Universal a cuyos pies toda criatura ponemos esa Obediencia Ilimitada 
          que algunos pretenden desviar hacia sus pies. Dios, elevando a 
          su Hijo a su trono, anuló la Obediencia Debida de toda criatura 
          a cualquier otra Autoridad que no sea la de su Hijo. Y es esta 
          Obediencia la Vara que mide el valor universal de toda autoridad 
          humana. Si es según esta Ley, entonces ciertamente se da el temor 
          debido:
           porque es ministro de Dios para el bien, pero si haces el mal, teme, que no 
          en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo 
          del que obra el mal.
           Y cualquier pero es una incitación 
          al mal. Pero siempre entendiendo que el espíritu de Cristo es 
          el Bien en sí mismo y este temor ha sido superado por el Amor 
          a la propia Justicia Divina, de manera que sin anular el Temor 
          su existencia se transfigure en Amor por virtud del conocimiento 
          del verdadero Dios, Padre de Jesucristo, en quien vimos la Naturaleza 
          de su perfección, que rechaza el interés privado sobre el universal 
          y sujeta todo lo individual a lo general, haciendo así que la 
          Sociedad sea gobernada por una Razón externa a todos que sin embargo 
          está en todos, los fundamentos de cuya Razón son la Verdad, la 
          Justicia y la Paz; Árbol de la Vida el fruto del cual es la Libertad. 
          No arrodillarse ante esta Ley Eterna es rebelión contra la Autoridad 
          de Dios. La Desobediencia a esta Ley fue la que le causó a Adán 
          la ruina y a su mundo la condenación. Y la Salvación le vino al 
          mundo cuando la desobediencia a la autoridad impuesta por los 
          rebeldes a dicha Ley se hizo, estableciendo así Dios y su Hijo 
          a perpetuidad la Revolución No violenta contra la Injusticia como 
          camino de Crecimiento del ser. A esta Ley debiera temerle todo 
          el que se rebela contra ella, como se ha visto en tantos casos 
          en nuestra Historia, pues el espíritu cristiano arrastrado a su 
          extremo se revuelve invencible contra quienes creyéndose superior 
          a Cristo intentan aplastar su Sociedad en nombre de falsos conceptos, 
          entre los que la autoridad que viene de Dios y la obediencia ilimitada 
          en función de esta razón es, sin ser el único, uno de ellos.
           Es preciso someterse no sólo por temor del castigo, sino por conciencia.
           A nadie, pues, le debe el cristiano 
          obediencia ilimitada, a nadie en absoluto, ni en el Cielo ni en 
          la Tierra, excepto a la Autoridad que Dios ha alzado sobre todas 
          las naciones de su Reino. El es el rey, el es el Hijo de Dios, 
          y no hay criatura, en el Cielo o en la Tierra que pueda reclamar 
          para sí esta obediencia sin alzarse en Rebelión contra su Corona 
          y su Cetro. En el mundo nos toca formar la Sociedad a imagen y 
          semejanza de la Sociedad sempiterna entre el Creador y sus criaturas, 
          Sociedad fundada libremente por Dios y basada en el Derecho que 
          le asiste sobre su Creación. Y cualquier desviación de la justicia 
          que nace de la Verdad en razón de imponer un modelo de sociedad 
          no sujeto a la Paz que procede de la Justicia Divina: es un acto 
          de rebelión contra la Sociedad en su conjunto, que se resuelve 
          en su destrucción por socavamiento de los cimientos sobre los 
          que se alzan sus columnas. La Autoridad de la Ley para impedir 
          que esto suceda no puede ser sino a semejanza de aquél del que 
          procede toda Autoridad, es decir, todopoderosa. Si la conciencia 
          de ser sólo barro no detiene al rebelde la perpetuación de la 
          acción destructiva sólo puede ser anulada mediante el castigo 
          que procede de un Poder sin límites para hacer que el castigo 
          caiga sobre el rebelde, sea quien sea el individuo. Este es el 
          tipo de Autoridad Divina que tiene su antítesis en los regímenes 
          que bajo el concepto infernal de obediencia debida e ilimitada 
          hace justamente lo contrario, es decir, gobernar con una ley sujeta 
          al interés individual privado de una casa, o un partido político 
          -por no cubrir todo el espectro de asociaciones criminales que 
          se hacen ley para desde su justicia imponer su régimen de terror 
          sobre un pueblo indefenso y abandonado a su suerte por el derecho 
          internacional no Universal- pensando en Darfour.
           Por tanto, pagadles los tributos, que son ministros de Dios ocupados en eso.
           Lógicamente el crecimiento social 
          implica nuevos problemas que requieren nuevas soluciones y, con 
          independencia de los choques de intereses, deben resolverse desde 
          la legalidad desobediente de la obediencia natural a las leyes. 
          Lo contrario, que la ley temporal exija una legalidad estacionaria 
          es un delito que convierte dicha legalidad en delincuencia organizada 
          y arrastra a las generaciones a la guerra civil revolucionaria 
          como única salida hacia el desbloqueo de la situación ilegal creada 
          desde la legalidad aplastada por la autoridad. La Carta Magna 
          Americana recoje esta Legalidad Revolucionaria 
          como parte del cuerpo de un sistema social en continuo crecimiento. 
          Lo contrario, como se ve del sistema zarista, no podía conducir 
          sino a una amplificación de las consecuencias en razón de la continuidad 
          en el tiempo que la delincuencia organizada se mantuvo en el Poder 
          bajo el execrable horror conceptual de una Obediencia Ilimitada 
          Obligatoria, que la iglesia ortodoxa estimuló contra la Ley de 
          Dios, que derrumbó todo Poder para glorificar a su Hijo levantándolo 
          como Rey Universal, desprendiéndose de esta Glorificación que 
          Dios liberó a toda su creación de la Obediencia Debida a las autoridades 
          establecidas sobre los pueblos antes de la Fundación del Reino 
          de su Hijo. Una vez fundado este Reino ninguna Corona tiene su 
          origen en Dios sino, como hemos dicho, la de su Hijo, nuestro 
          Rey por la eternidad.
           Pagad a todos lo que debáis; a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; 
          a quien temor, temor; a quien honor, honor.
           Lo cual nos lleva a diferenciar 
          entre Imperio y Corona Divina. De tal manera que el Poder pasó 
          de imperio a imperio a fin de preparar a la Civilización y conducirla 
          de Derecho en Derecho hasta las puertas del Derecho Divino. Inútil 
          mirar, pues, para atrás y juzgar a las naciones en cuyas manos 
          Dios puso la Vara del Imperio que al final del proceso habría 
          de volver a las manos de su Hijo, de donde no volverá a salir 
          jamás por la eternidad de las eternidades. Establecida, entonces, 
          la sociedad cristiana sobre el Principio Universal del Bien Común, 
          el Deber se une al Derecho para establecer el Bien de todos sobre 
          la base del bien del individuo. Si el Todo está bien y la parte 
          está mal, hay un error de principio. Y viceversa si el individuo 
          está bien y el género humano anda mal, se da un tremendo error 
          de fin. El fin de la justicia es el bien de todos para enriquecer 
          el bien del individuo, repercutiendo el bien del individuo sobre 
          el bien de todos, proceso de enriquecimiento que Dios alimenta 
          mediante el gobierno de las Naciones de su reino por el Consejo 
          de su Sabiduría Infinita
           
           La perfección de la caridad
           
           No estéis en deuda con nadie, a no ser en el amaros unos a otros, porque quien 
          ama al prójimo ha cumplido la ley.
           La infinita superioridad de 
          la Moral sobre la Ética procede de este precepto eterno. Mientras 
          la Ética es el recurso de seres que han renunciado a superarse 
          a sí mismos y se niegan a seguir evolucionando al final del término 
          donde la Naturaleza le abre la puerta al Espíritu y pone en manos 
          de su Creador la Criatura que le pariera su Creación, en función 
          de cuya renuncia a abandonar la ley de la selva la ley ética sustituye 
          la inteligencia del Espíritu por una Razón Animal que establece 
          decretos entre los miembros de la propia especie, resultando de 
          esta imposición a punta de hierro que la obediencia a la ley sólo 
          procede respecto a la inferioridad del sujeto pero no precede 
          jamás a quien ordena la ley y se sitúa sobre ella, invirtiendo 
          el valor de la Ética, que rebaja a la condición del Crimen cuando 
          traduce su precepto máximo supremo en aquella alta razón que subordina 
          al Fin la Naturaleza de los Medios. Así, mientras la Ética se 
          ordena en función de los tiempos y obedece a la razón de los legisladores, 
          la Moral es eterna y establece el camino entre Fin y el Principio 
          sin alternancia recursiva derivada de la capacidad o la incapacidad 
          del sujeto. La Ética ordena matar cuando el fin es superior al 
          medio por el que se alcanza ese fin, cuyas repercusiones hacen 
          del individuo un mero objeto abstracto a los pies del bien político, 
          resultando que la Ética arrastra al Género Humano a los dorados 
          tiempos del sacrificio humano, ahora no ritual, sino jurídico. 
          Efectuado el sacrificio, en efecto, la justicia legaliza el delito, 
          deviniendo en su comportamiento un apéndice asesino del poder 
          ético que, desplazando los valores eternos de la inteligencia, 
          los sustituye por los intereses temporales de un grupo específico. 
          Bajo la ley de la Ética, por consiguiente, el amor al prójimo 
          es volatizado, reventado y en el núcleo donde la identidad entre 
          los seres humanos procede de la propia Naturaleza establece la 
          convivencia mediante decreto, y este decreto arbitrario suspendido 
          sobre la cabeza del hombre en función de la perversión del derecho 
          Natural y Divino que Poder Político establece contra la Sociedad 
          en su conjunto. De donde se ve que la Ética es la moral del Poder 
          por en cuanto es el Poder el que destruye la Ley para imponerle 
          por Decreto a la Naturaleza su ley. No cabe el amor entre los 
          seres humanos y sí, y sólo la convivencia que procede del decreto. 
          Ahora bien, hasta hoy el universo entero ha reconocido en mil 
          formas y ocasiones que el amor no se engendra por decreto y nadie 
          puede amar al prójimo en función de la voluntad de otro. Verdad 
          apasionante y irrefutable que convierte en fracaso el éxito pasajero 
          de quien legitima el sacrificio del individuo al bien del universo, 
          tras cuya retórica no se esconde más que la dialéctica criminal 
          del Poder Ético. Que cada cual le ponga ahora el nombre que quiera 
          a quien por decreto vuela la Moral y pone en su lugar la ley de 
          las bestias, entre las cuales, sí es cierto, la fuerza es la madre 
          de la razón social. ¿Y qué es el Gobierno por decreto sino la 
          fuerza a punta de pistola del Poder? Se entiende, en consecuencia, 
          que no teniendo valor moral su imperio el Poder deba inventarse 
          una justificación social que excuse su sacrificio; a esta justicia 
          se le llama Ética.
           Pues “no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás”, o cualquier 
          otro precepto, en esta sentencia se resume: “Amarás al prójimo 
          como a ti mismo”
           La ley de la Verdad, la ley 
          moral, o sea, la ley del Amor, es más fuerte e infinitamente más 
          poderosa para fundar la estabilidad de la Sociedad en el Espacio 
          y el Tiempo, que cualquier relación basada en el imperio del decreto. 
          Desde la Ética yo no robo ni mato mientras no se me cruce por 
          el camino una causa superior de altura política e histórica infinitamente 
          más grande que la vida del individuo, a cuya consecución el sacrificio 
          del individuo no es sólo aconsejable sino un deber ético que el 
          Grupo de interesados se tiene que imponer si quiere llegar a alcanzar 
          dicho fin específico. Nada hay pues que diferencie la Ética del 
          Poder de la Ideología del Terrorismo, excepto que el Poder tiene 
          la legalidad para el sacrificio y el terror sacrifica fuera de 
          ley de la Ética Política. No estableciéndose la relación entre 
          el individuo, entre el hombre y la Sociedad desde una Fuerza Natural 
          que procede a la identificación de todos con todos en el Origen 
          Universal de todos en un mismo Núcleo, el parche que el Poder, 
          tras destruir este Núcleo, pone sobre la Historia, quitando la 
          Moral, el fruto de ese Origen, y sustituyéndola por la Ley Ética, 
          es decir, por el Imperio de la Fuerza, no es más que un parche 
          en el muro, un dique circunstancial creado a la ligera para contener 
          las aguas de la destrucción de una sociedad atacada desde su interior 
          por fuerzas aniquiladoras que, bajo el disfraz del Derecho, no 
          hacen sino causar la ruina de la Sociedad sobre la que impera 
          mediante Decreto. Por amor a la humanidad se hacen maravillosas 
          locuras, pero por ley no hay en este mundo quien ponga la otra 
          mejilla o le dé sus sobras al pobre que se muere de hambre en 
          la esquina. La ley que viene de la Ética antes la da las sobras 
          a su perro que a ese moribundo, rastrero y asqueroso inmundo piojoso 
          vagabundo. Sólo la ley que procede de la Moral enciende la conciencia, 
          contra el interés propio incluso, y se quita de lo propio - como 
          pudiera ser la felicidad que viene de la comodidad- para compartir 
          con el prójimo el pan, y, ya lo hemos visto muchas veces, hasta 
          la propia vida. El decreto ético es inoperante para engendrar 
          este comportamiento, y desde que es inoperante su ley es inhumana 
          porque mata una de las partes naturales más importantes de la 
          inteligencia, la Conciencia. No vamos a condenar la Ley de la 
          Naturaleza, que es Moral, en razón del comportamiento de unos 
          pocos. No todos los que están, son, como dice el proverbio popular
           El amor no obra el mal del prójimo, pues el amor es la plenitud de la ley.
           Y no porque lo diga un Apóstol. 
          Basta abrir cualquier libro de Platón para ver a Sócrates poniendo 
          el Amor por las cosas, incluyendo lo humano, como superior a la 
          simple manifestación de las consecuencias a que conducen esta 
          fuerza divina desde una postura interesada o no fundada en una 
          razón ética. Sócrates es sencillamente ero y sólo esto: La superioridad 
          del Pensamiento que procede del Amor al Hombre sobre el Pensamiento 
          que procede de la Pasión por alcanzar una posición cada vez más 
          alta en la Sociedad. Esta Ética del Poder no sólo no puede cumplir 
          la plenitud de la Ley porque en su desarrollo sacrifica a su fin 
          al hombre que se le cruza en su camino y convierte a la propia 
          Sociedad en un mero objeto sobre el que apoyarse para alcanzar 
          su objetivo. La Ética no sólo no puede desatarle la correa del 
          zapato de los pies con el que el cuerpo Moral Cristiano, expresión 
          eterna de la Moral Natural, se mueve, sino que además, estableciendo 
          el sacrificio humano en tanto en cuanto acto legal para alcanzar 
          el Poder, la Ética deviene una ideología criminal que justifica 
          el Medio para alcanzar el Fin. Sin embargo parece que las verdades 
          son menos verdades depende de quien las diga, de aquí que firmándola 
          San Pablo esta Verdad no sea una declaración filosófica con origen 
          en la experiencia más desarrollada adquirida por los sentidos 
          racionales del ser humano. Y al contrario, parece que depende 
          de quien la firme una mentira es más verdad en la oreja de quien 
          la escucha.
           
           El día de la salud está próximo
           
           Hemos entrado en la recta final 
          de este análisis de uno de los textos bíblicos más polémicos; 
          y polémico precisamente por dos razones vitales. La primera por 
          la acusación sin pies ni cabeza que pervierte la inteligencia 
          de San Pablo y la deriva hacia la suplantación de la identidad 
          del verdadero fundador del cristianismo. Y la segunda basada en 
          la transformación de esta Carta en muro de división entre cristianos 
          católicos y protestantes. Aparte del interés de quienes creen 
          que el mantenimiento de este muro de separación entre hermanos 
          en la misma Fe, que es causa de paralización del movimiento de 
          los brazos de Cristo, impidiéndole moverse libremente, y creen 
          que esta división es razón de un servicio muy grande a la Causa 
          del Evangelio, según hemos visto a lo largo de esta radiografía 
          del pensamiento del Apóstol desde el pensamiento de Cristo, estamos 
          viendo que no hay ninguna fisura entre ambos pensamientos, porque 
          el pensamiento de todo hijo de Dios procede del mismo Padre que 
          nos engendra para el bien de la Esperanza de Salvación Universal 
          que a todos nos alimenta desde el principio de los días del Cristianismo. 
          San Pablo le estaba hablando a cristianos nacidos, creyentes perfectos 
          que se preparaban a seguir a su Héroe y Rey al pináculo de la 
          gloria del Sacrificio. Cuando dice la Justicia que viene de la 
          Fe, que nace no de la Ley sino de la Obediencia a la Voluntad 
          de Dios, San Pablo no está negando el Poder de las Obras hechas 
          por Dios en el cristiano, según el propio Jesús lo dijera mil 
          veces, que la Palabra y las Obras unidas proceden de Dios para 
          la Salvación de todos los hombres. Palabra y Obras que, se entiende, 
          se materializan en el cristiano y tiene por objeto al hombre que 
          aún no ha alcanzado la Fe. Pero que fue por las Obras y la Palabra 
          que Dios engendró en el Hombre la Fe es tan satánico negarlo como 
          de ignorancia absoluta ponerle trabas o pegas. Es por las Obras 
          del cristiano y la Palabra del sacerdote que quien no cree descubre 
          la Fe, es decir, descubre a Dios. A no ser, claro, que su Hijo 
          fuera un mentiroso y afirmando El que se debe hacer lo que los 
          sabios dicen pero no lo que hacen, afirmando de esta manera que 
          el poder de las obras es tan perverso como santo según quien la 
          realice, y que la Palabra sin las Obras no sólo no engendra sino 
          que aleja de Dios a quien oye decir que la Fe salva pero lo que 
          ve hacer al que habla son obras propias de demonios malditos. 
          Dos direcciones claras emergen de la cuestión, por tanto. Primero 
          que a quien tiene la Fe las Obras, ciertamente, no pueden sumarle 
          nada, porque ya está salvado. Pero en cuanto hijo de Dios el cristiano 
          tiene el deber, dentro de su existencia en el mundo, de por las 
          obras hacer que descubra el mundo a Dios. Siendo de esta manera 
          que el sacerdote, que predica la Palabra, y el cristiano, que 
          la pone en Obra, no para su propia salvación, sino para salvar 
          al prójimo, forman por Dios en Cristo un sólo Hombre, con una 
          sola Fe y una sola Obra, a saber, la Salvación de todo hombre. 
          Y la segunda, que la manipulación de un texto bíblico en función 
          de los intereses y la mentalidad temporal es un delito contra 
          Aquel que escribiera su Libro para por las Obras que engendra 
          su Palabra en quien cree atraer a todos los hombres de regreso 
          a su Paraíso. Dicho esto, los pies en la recta final, apretamos 
          el paso y corremos veloces al encuentro de la verdad, diciendo:
           Y ya conocéis el tiempo y que ya es hora de levantaros del sueño, pues nuestra 
          salud está más cercana que cuando creímos.
           Lo dicho, la conciencia del 
          Apóstol sobre la cercanía de la Primera Persecución Romana, que 
          ya flotaba en el aire sobre las cabezas de aquéllos a quienes 
          les dirigía esta Carta, se deja notar y perfilar y nos descubre 
          al verdadero destinatario de la misma, sin conocer al cual el 
          texto se presta a la manipulación, que Lutero, en su desesperación, 
          encerrado entre las cuatro paredes de una celda, manipuló, sin 
          consciencia visible de la perversión que estaba ejecutando al 
          olvidar que el Apóstol le estaba hablando a cristianos perfectos, 
          educados en los misterios de la Salvación por los mismos Discípulos 
          de Cristo, que es decir lo mismo que el Espíritu Santo de la Sabiduría 
          Divina en persona, que se derramó en los Apóstoles, según está 
          escrito en Pentecostés, para edificar en los Primeros Cristianos 
          el Rebaño Inmaculado que testificaría con su Sangre, ante los 
          ojos del Tribunal de la Historia Universal sobre la Veracidad 
          del Testimonio de los Discípulos, a saber, el Hijo Unigénito y 
          Primogénito de Dios se hizo hombre en el seno de la Virgen de 
          las Profecías, fue crucificado para la Expiación del Pecado de 
          Adán, y Resucitó para la Redención de los pecados de todo el mundo. 
          Y ese Hijo se llama Jesucristo. Y hablando para mentes perfectas 
          la disociación luterana entre Fe y Obras, como he suscrito antes, 
          no cabía en sus cuerpos, ni en el alma ni en el espíritu. Tanto 
          menos cuanto iban a coronar su testimonio Inmaculado con la Inmolación 
          de sus propias vidas. Porque si entre los antiguos poner la mano 
          en el fuego o pruebas similares ponía término a la discusión sobre 
          el valor de un testimonio, los Primeros Cristianos, la Primicia 
          como diría el Apóstol, iban a poner no sus manos sino su cuerpo 
          entero en el fuego. De donde se ve que siendo perfectos hijos 
          de Dios esta Obra no podía sumarle nada a la salvación que con 
          su Fe habían conquistado por Obra y Gracia de Dios. Pero que no 
          hacerla, sin embargo, era una negación de la Esperanza de Salvación 
          Universal mirando a la cual el primero de todos, Jesucristo, puso 
          El mismo su Cuerpo en la Cruz. “La Fe sola” en tanto que la alegría 
          de la Salvación ha sido conquistada y la vida eterna es el regalo 
          del Creador a sus criatura. Pero “la Fe sin las Obras de Cristo”, 
          como bien diría el Espíritu Santo en el Apóstol Santiago, que 
          es decir, el Espíritu Santo en persona: la Fe sola sin las obras 
          es fe muerta. Obras que tienen por fruto no la salvación personal, 
          que se da por hecha, sino la salvación del prójimo. Pues ciertamente 
          ni Cristo Jesús ni sus Discípulos tenían necesidad de morir para 
          salvarse a ellos mismos o enriquecer una Fe que era en todo extremo 
          perfecta. Obraron muriendo para la salud del prójimo. De manera 
          que en este sentido tan perfecto es el protestante que anula la 
          obra como medio de salvación personal, como perfecto el católico 
          que obra, desde la fe, para la salud del que no cree. De donde 
          se ve que la crítica de Lutero a las Indulgencias no sólo fue 
          legítima sino que provenía de la conciencia del Espíritu Santo; 
          porque no eran las obras de las indulgencias las que salvan, sino 
          las obras de la fe. Y en cuanto a estas Obras, Divinas, Inmaculadas 
          y Perfectas, todo está escrito: Dar de comer al hambriento, dar 
          de beber al sediento, vestir al desnudo, socorrer a la viuda y 
          al huérfano... Ver a Cristo Jesús es ver esas Obras en movimiento. 
          Obras y Fe, los dos brazos del mismo cuerpo.
           La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las 
          obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz.
           ¿Acaso no se percibe en el horizonte 
          de estas palabras la visión hacia la que, por Predestinación, 
          se dirigía Aquélla Generación Inmaculada, perfecta, en todo extremo 
          Santa y divina, cuerpo del Espíritu Santo, que el Dios de la Eternidad 
          había encarnado en Cristo Jesús para la salud de toda su Creación, 
          dándole todo el Poder y toda la Gloria para Reinar sobre todos 
          los Pueblos y Naciones del Reino de Dios? ¿Y acaso la noche de 
          la que habla el Espíritu Santo en Pablo no es esa parte del ser 
          que, siendo carnal, en su inconsciencia pospone ese Día, esa Hora, 
          arrastrado por el natural horror al espanto de la propia ejecución? 
          Pablo es directo y con su palabra derrota esa inconsciencia y 
          se levanta él el primero para ponerse a la cabeza de Aquéllos 
          bajo cuya luminosa Gloria, siendo Una sola cosa con Cristo Jesús, 
          el Heredero sempiterno del Dios Eterno, gobiernan por la eternidad 
          de las eternidades el Reino de Dios. San Pablo no profetiza, sino 
          que sacude ese horror inconsciente y anuncia el alba del Día y 
          la Hora para la que fueron engendrados en el Espíritu Santo de 
          la Gloria. El Espíritu Santo estaba en Dios, y era Dios, y se 
          hizo hombre para dejar de ser una realidad invisible y adquiriendo 
          Nombre y Cuerpo Gobernar la Casa de Dios por la eternidad de las 
          eternidades. Si la Fe era la única razón que tenían para poner 
          sus cuerpos en el fuego como Prueba del Testimonio de los Discípulos, 
          Dios, para fortalecer esa Fe les dio su Reino, haciendo asi que por las Obras de la Fe del Espíritu Santo, hecho Hombre, viniera 
          sobre todo su Reino la Salud de Su Salvación.
           Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, 
          no en amancebamiento y en libertinajes, no en querellas y envidias,
           La Gloria en el horizonte, como 
          esperanza que dirige con su luz los pasos del ser, el que cree 
          vive con los pies en el suelo, en el día a día, y su deber es 
          para con su Creador y Salvador. No hay ley que prohíba poner en 
          obra lo que la Fe tiene por indigno de la creación de Dios, que 
          nos creó para la eternidad y no para gozar de una vida mortal 
          entre los dos extremos de cuya línea todo está permitido si no 
          está prohibido por las leyes. La Ley de Cristo es superior a la 
          ley humana porque toda ley humana responde a los intereses privados 
          de grupos específicos, pero la Ley Divina mira el bien de todos 
          para hacer que el bien del individuo y el bien universal coincidan 
          en un mismo cuerpo, sin diferencia ni fisura entre ambas bienes. 
          Las leyes humanas, con la excusa de poner el bien universal sobre 
          el bien individual, a la postre no hacen sino aplastar bajo su 
          violencia al individuo. La Ley de Cristo eleva al individuo a 
          la naturaleza del bien universal, haciendo de ambos una sola realidad, 
          un hecho indivisible, aboliendo de esta manera la excusa infernal 
          por la que en el nombre del universo unos pocos aplastan al mismo 
          al que quieren hacer tanto bien. ¿El Modelo sempiterno? ¡Cristo 
          Jesús!
           Antes vestíos del Señor Jesucristo, y no os deis a la carne para satisfacer 
          sus concupiscencias.
           En efecto, más claro imposible. 
          Por culpa de la Caída aquélla Imagen y Semejanza a la que nacimos 
          se perdió en las tinieblas de la Ignorancia que levantara el Propio 
          Juicio contra el Pecado de Adán. Pero Dios, que siendo su Verbo 
          eterno es imposible que no alcance su Fin, quiso materializar 
          lo que al Principio el Hombre conoció como Idea: la Idea del Ser, 
          a fin de que viéramos con los ojos de nuestra cara esa Idea hecha 
          carne. De aquí que en otra parte el mismo Apóstol dijera: Cristo, 
          en quien está vuestra vida. Aquella Imagen no fue anulada, sino 
          que por el Amor de Dios hacia su Creación, vino a ser enriquecida 
          cuando su propio Hijo la encarnó. Estando por la Fe en nosotros 
          la Palabra del Espíritu Santo a los hijos de Dios del Primer Día, 
          su Palabra permanece en nuestra Fe para formar nuestro código 
          de comportamiento delante de los hombres y de Dios
           
           Los fuertes y los débiles en 
          la fe
           
           La Moral es una dimensión del 
          Ser y en cuanto tal genera en la consciencia del ente espiritual, 
          es decir, del ser inteligente modelado a la Imagen y Semejanza 
          Divina, una fuerza, un valor, una actitud de confianza en el YO, 
          comportamiento ontológico del que se deriva una perfección de 
          todos los principios intelectuales sobre los que se basa el comportamiento 
          del hombre frente a sí mismo y sus semejantes. Por eso decimos 
          muchas veces de alguien que tiene una moral como una catedral 
          de grande. Los fundamentos morales del espíritu, en este orden, 
          son la savia que alimenta el árbol de la consciencia, dotando 
          así al ser de las fuerzas que requiere el crecimiento de su YO 
          en el espíritu del Bien a cuya Imagen y Semejanza fue el Ser creado 
          en el Hombre. Pero como ya se ve y se deduce de la propia estructura 
          del Género Humano, la infinita complejidad de la Inteligencia 
          se revela y la descubrimos en la multiforme necesidad que todos 
          tenemos de todos, y aunque en Dios el YO lo tenga todo no es menos 
          cierto que en cuanto Individuo cada uno de nosotros está tan íntimamente 
          ligado a todos los demás que concebir nuestra existencia aislada 
          del Género Humano es un pensamiento sin futuro en ninguna consciencia 
          humana. Únicamente en Dios podemos concebir nuestra existencia 
          como completa, perfecta y ajena a cualquier necesidad de nadie 
          y nada. Ahora bien, vemos que este mismo Dios y Padre nuestro 
          ha querido preservar el Orden de la Vida en su más profunda y 
          extensa manifestación a fin de que la propia Necesidad Vital sea 
          la argamasa que hace de todos los hombres un sólo Hombre, cuya 
          Cabeza, y aquí es donde está la Gracia, es Jesucristo, nuestro 
          Rey y Señor, en cuyas manos ha puesto su Dios y Padre de toda 
          Vida la existencia de todos los seres inteligentes, amadores del 
          Bien, hijos de la Libertad y la Verdad, discípulos de la Justicia 
          y toda Paz, aspirantes sempiternos a la Omnisciencia que procede 
          de la Sabiduría Divina, en cuyas manos toda ciencia, las conocidas 
          y por conocer, crecen como un Árbol cuya copa toca el infinito 
          y cuya raíz se hunde en la propia eternidad. Vana es, pues, la 
          omnipotencia de aquella Razón que hiciera de la Duda su sinequanon y pretendiera 
          hacer de la Ciencia una ideología antidivina ajena a la Moral innata que, formando parte de la estructura ontológica 
          del Ser, es el suelo en el que el YO echa sus raíces en el espíritu 
          del Bien, que es el espíritu de inteligencia, que se manifestó 
          en Cristo a fin de que dirijamos los pasos de nuestro pensamiento 
          a la fuente luminosa de la que procede toda evolución: La Omnisciencia 
          Divina. Será pues desde esta plataforma Moral de valor eterno, 
          perfecta e inmutable a la manera que la necesidad así lo demanda 
          en la Roca que ha de sostener con su solidez el edificio a construir, 
          que la Unidad de todos en el Ser sea nuestro Deber y nuestra Fuerza, 
          con la que, despreciando hasta el infinito la ideología malvada 
          y perversa que ha dispuesto que la Igualdad del Ser sea una farsa 
          y del Fuerte ha hecho su elegido, oh Darwin-Hitler, nos ha dividido 
          en dos clases de entes, fuertes y débiles, cuando el hecho es 
          que la Fuerza del Ser no procede de la Naturaleza sino de la confusión 
          creada a partir del dilema de los siglos, y que los sabios de 
          la Guerra, vestidos una vez de druidas, otra de magos, y ayer 
          mismo y hasta hoy de científicos, quisieron usar como hacha asesina, 
          a saber, existiendo el Mal y siendo Dios el Bien cómo es posible 
          que exista el primero, bla bla bla. La humildad que procede 
          de la Inteligencia no quita la fortaleza que procede de la contemplación 
          del Mal y se alza para abatir la ciencia del infierno. Nuestro 
          Deber Cristiano no es, por tanto, para con quienes en su Fortaleza 
          se asemejan a nosotros sino para quienes en su debilidad intelectual 
          y de espíritu se han dejado confundir por el dilema del Diablo, 
          dejado atrás ahora mismo. Las palabras del Espíritu Santo en Pablo 
          expresan lo que Dios en persona vive, porque de otro modo no nos 
          hubiera socorrido haciéndose hombre en su Hijo, y, de seguir el 
          consejo de los sabios del demonio, hubiera debido socorrer a Satanás 
          y habernos abandonado al Infierno a nosotros. Nosotros somos el 
          mejor testigo sobre la Verdad. Nuestra fuerza es para quien aún 
          cree que hay dilema.
           Acoged al flaco en la fe, sin entrar en disputas de opiniones.
           Arrojados al infierno del conocimiento 
          de la Ciencia del Bien y del Mal, no como quien conoce en hipótesis 
          sino como quien la aprende a golpes y a fuerza de ver arrasada 
          su alma, si es cierto que lo que no mata fortalece y que el que 
          sobrevive a los golpes se hace más fuerte, de la manera que un 
          hueso roto se recompone para ser doblemente más sólido, justamente 
          de esta manera, porque era inevitable que el Juicio Divino abortase 
          en el seno de la Ley, causando su corrupción un agujero negro 
          en el reino de la Justicia eterna, y ya obligados a asistir a 
          la Universidad de la Vida en el medio del país de las tinieblas, 
          gobernado por la Muerte, quiso Dios hacernos más fuertes y redoblar 
          la fuerza moral de nuestro Ser a la manera dicha arriba. El conocimiento 
          de esta verdad es la base de la fuerza que hace más fuerte, y 
          no dejarse aplastar por el golpe que procede de la Muerte la raiz de la fortalece que vence y hace de todos nosotros supervivientes 
          al Infierno en el que fuimos arrojados porque, sin saber lo que 
          hacíamos, creímos que conociendo el Mal y el Bien seríamos como 
          Dios. Qué no daría yo, oh Dios, por no haber conocido jamás esta 
          Ciencia maldita. Pero dejemos las lamentaciones y volvamos a mirarnos 
          los unos a los otros a los ojos. Somos los Cristianos, somos lo 
          mejor y lo más hermoso que luce al sol ante los ojos de Aquel 
          que tiene el Poder para hacer de todas las cosas lo que mejor 
          quiera. Somos el futuro de toda criatura inteligente, somos los 
          hijos de Dios por los que la Tierra y los Cielos se unieron en 
          abrazo perfecto desde el principio de los tiempos. La debilidad 
          de todo pensamiento procede de la Duda, y la Duda es el fruto 
          de la Muerte. Dios es el padre de toda Ciencia bajo cuyos principios 
          y leyes se ordena la Creación y siguiendo cuyos caminos crece 
          el Cosmos. Y no hay ciencia en el universo que no proceda de los 
          principios y leyes a los que El ha conformado todas las cosas. 
          Luego vino la Muerte; sí, es cierto, pero para hacer dudar al 
          pensamiento sobre la verdadera naturaleza del Espíritu del Creador 
          del Hombre. Y esa Duda, cuya máxima expresión de perversidad alcanzó 
          categoría de Método, es la savia maligna que alimentó la desviación 
          del pensamiento científico de la Ciencia de la Creación hacia 
          el reino de la Ciencia de la Destrucción. El siglo XX fue su consecuencia, 
          su obra visible más tremenda. Hemos sobrevivido no por nuestra 
          fuerza sino por el designio de quien en su día dijera: Hagamos 
          al Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza, es decir, indestructibles. 
          Y luego se repitiera en su Voluntad, diciendo: Tu descendencia 
          se apoderará de las puertas de sus enemigos. Somos los Cristianos 
          y somos invencibles por el espíritu que se nos ha dado, espíritu 
          de inteligencia y sabiduría, de entendimiento y fortaleza, consejo 
          y temor de Yavé. Somos los hijos de Dios. ¿Quién se atreverá con 
          nosotros sin cavar su propia tumba? El tiempo, como dice el Apóstol, 
          se acaba. No hay tiempo ya para la Duda. El Universo es nuestro 
          por Derecho Divino. Nuestra batalla no es contra los hombres sino 
          contra la Muerte; dejemos que nos combatan mientras nosotros avanzamos 
          hacia el Siglo que viene y ponemos todas las cosas a los pies 
          de nuestro Rey, Padre y Señor.
           Hay quien cree poder comer de todo; otro, flaco, tiene que contentarse con 
          verduras.
           La multiforme sustancia que 
          derrama la esencia de la inteligencia de la Fe en nuestro Pueblo 
          implica la diversidad de caracteres, pero no de valores morales, 
          que son sempiternos y tienen en el espíritu del Bien su fuente. 
          Cada uno de nosotros tiene su Origen en Aquel que dijo Yo 
            soy el que soy, de cuyo carácter hemos heredado nosotros poder 
          decir: Yo soy el que soy, y siendo cada uno un átomo de su consistencia, 
          una rama del árbol de su existencia, cada YO tiene su propia naturaleza, 
          y conocer cada cual cuál es esa, sin duda alguna, es el epicentro 
          básico desde el que revolucionar nuestra propia conciencia a fin 
          de poder mantenernos de pie ante nuestro Creador, que nos creó 
          para correr a dos piernas a su encuentro y no para vivir de rodillas 
          ni lejos ni asustados dándole la espalda. De nada tenemos que 
          avergonzarnos y todas las razones del universo tenemos para alegrarnos 
          por ser los que somos. Comamos lo que comamos, todos somos uno, 
          el Hombre que creado a Imagen y Semejanza de su Creador llama 
          Padre a Dios, y Dios, mirándole dice: Y tú eres mi hijo.
           El que come no deprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que 
          come, porque Dios le acogió.
           Nada es el momento, sino el 
          hecho. Como en una carrera de relevos donde mientras unos corren 
          otros aguardan su momento y otros descansan, pero la victoria 
          es de todos, la Moral Cristiana implica una concentración del 
          Ser en el Yo que tiene su parte en el Plan Universal de Salvación 
          y corre por la pista de la Historia escribiendo con su Vida la 
          línea que le corresponde. Nadie es insignificante. La insignificancia 
          es para quien duda y no ve al Creador en su Creación, y anodadado por las magnitudes cae en el pozo suicida y homicida de la aniquilación 
          del Ser. El espíritu de hijos de Dios que se nos ha dado y en 
          el que hemos sido engendrados por la Sobrenaturaleza de nuestro 
          Creador, que vimos en Acto aquí abajo en la Tierra, esa Sobrenaturaleza 
          nos alza la cabeza y nos mantiene de pie cuando el terremoto sacude 
          nuestra consciencia, y allá donde otros salen corriendo y se entregan 
          a la Negación del Ser, justificando en la NO Existencia el comportamiento geocida y homicida que representan, 
          nosotros caminamos sobre la carretera del infinito como quien 
          tiene delante la eternidad. El Tiempo y el Espacio no nos asustan, 
          es más, somos tiempo y espacio hecho carne, y sobre esta fusión 
          Dios ha derramado su Espíritu. Nuestro desprecio es el desprecio 
          que late en nuestra sangre contra quienes, diciendo ser sabios, 
          minan el futuro de la Creación. Entre nosotros, los Cristianos, 
          no puede haber sino comprensión y entendimiento, porque la Voluntad 
          de Dios lo pide, y porque todos fuimos mantenidos en la Ignorancia 
          a fin de que por los hechos la creación entera vea por qué odia 
          Dios con tanta fuerza la Ciencia del Bien y del Mal.
           ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Para su amo está en pie o cae, 
          pero se mantendrá en pie, que poderoso es el Señor para sostenerle.
           Ser Cristiano implica la Invencibilidad. 
          No por la fuerza que procede de las armas, como se viera en nuestra 
          Victoria sobre nuestros primeros enemigos a muerte, romanos y 
          judíos, sino por Legado Divino. Somos Descendencia de Dios. La 
          Confianza en nuestra Victoria es el elemento decisivo que nos 
          hace surcar el mar de los siglos y, aunque en apariencia los maremotos 
          y las tormentas apocalípticas anunciando la desaparición de nuestro 
          Linaje de la faz de la Tierra hayan puesto en jaque nuestro futuro, 
          la Historia, madre de todos los acontecimientos escritos, nos 
          abraza con sus páginas de éxito y extiende a nuestros pies páginas 
          en blanco para que escribamos en su cuerpo más éxitos. La goma 
          de borrar no funciona en este libro. Es más, allá donde la sangre 
          cristiana se derrama allí se llena el tintero de la Historia para 
          escribir en sus páginas la ruina de nuestros enemigos. Basta abrir 
          el libro de la Historia Universal para ver el fracaso de todos 
          los movimientos anticristianos que se levantaron para exterminar 
          nuestro Linaje Divino de la faz del mundo, y basta mirar alrededor 
          para ver quiénes serán los próximos que se hundirán en el pozo 
          del olvido y solo su memoria suicida quedará recogida para que 
          le sirva de sabiduría a nuestros hijos, y sepan y comprendan que 
          el Cristiano tiene por raíz de su Linaje a la Divinidad y su Futuro 
          no tiene fin. El fin de todos los demás pueblos, en cambio, sí 
          está escrito y a su tiempo se cumplirá el designio del Creador, 
          que ha llamada en Cristo a todas las Naciones, y la que rehúse 
          sea borrado de la faz de la Creación entera. De Dios, en efecto, 
          es el Poder y el Juicio.
           Hay quien distingue un día de otro y hay quien juzga iguales todos los días; 
          cada uno proceda según su sentir.
           Dejadme ahora que me personalice 
          y diga que yo soy de los primeros. Cada día es un milagro, cada 
          día es una aventura, cada día es un fragmento del camino de una 
          vida, en este caso, la mía. Ahora bien, cada cual tiene su aplomo 
          y su corazón para celebrar un día más que otro, sea el 24 de diciembre 
          como el que sea. De esto, que parece tan tonto, los obispos de 
          las primeras iglesias hicieron un muro de enemistad, llegando 
          incluso a anatematizarse los unos a los otros en razón de ser 
          este día o aquel otro cuando se debiera celebrar la Pasión o el 
          Nacimiento, por ejemplo. Como si en su tontería Jesús naciera 
          o muriera tantas veces como ellos quieran. Nada malo tiene celebrar 
          un día más que otro si es asunto personal, el problema empieza 
          cuando este asunto personal quiere imponerse bajo anatema a todos 
          los que viven el día según su sentir. De donde se ve que si a 
          un tonto se le permite llegar a ser obispo las iglesias, como 
          rebaños que dirigidos por un pastor sin cerebro dirigiera las 
          ovejas hacia el territorio de los lobos, sucumben al pecado y 
          desobedecen el Mandato Divino sobre la Unidad Universal Cristiana. 
          Y vemos, ahora todavía, cómo las propias iglesias siguen enemistándose 
          por razones tan infantiles, por no decir ridículas, como si el 
          bautismo debe hacerse con un chorrito de agua o ahogando al hombre 
          en un río. Cualquiera diría que se tiene más o menos espíritu 
          según se use más o menos agua; dicho conclusorio que debiera hacerle sentir vergüenza ajena a todo el que entra 
          en semejante disputa.
           El que distingue los días, por el Señor los distingue; y el que come, por 
          el Señor come, dando gracias a Dios; y el que no come, por el 
          Señor no come, dando gracias a Dios.
           Esto procede de la transformación 
          de la Fe en un poder personal, como si dijéramos que la esclavitud 
          del cristiano al rito de un sacerdocio o pastoreo concreto viniese 
          a ser una prueba del poder propio sobre el Cristiano. Sabemos 
          con todo que el Cristiano no le debe obediencia a nadie sino a 
          Jesucristo. Aquí en la Tierra como allí en el Cielo la Obediencia 
          Universal es al Rey y sólo ante el Rey dobla sus rodillas toda 
          criatura. De manera que si uno quiere comulgar con pan y vino 
          y otro con pan y otro con el pensamiento, la libertad del cristiano 
          está sobre la forma; pues Dios no mide a sus hijos por el número 
          de ritos y sus manifestaciones sino por sus obras, sus pensamientos 
          y sus palabras. Si tú quieres comulgar con pan y vino, hazlo; 
          si tú con una hostia sencilla, hazlo; pero ni el pan ni el vino 
          ni la hostia son algo, sino tus palabras, tus pensamientos y tus 
          actos delante de Dios y de los hombres. Y el que discuta sobre 
          estas cosas no sirve a Dios sino al Diablo.
           Porque ninguno de nosotros para sí mismo vive y ninguno para sí mismo muere;
           La vida del Cristiano, en verdad, 
          no está enfocada hacia si mismo, sino hacia el prójimo. Es obvio 
          que Jesucristo no vino a salvarse a si mismo, y siendo nuestro 
          Modelo, engendrados en su Espíritu, no hay nada más grotesco que 
          hacer de nuestra vida un camino de salvación personal, cuando 
          por el hecho de Ser Linaje suyo tenemos la vida eterna, en la 
          que, aun siendo mortales y estando sujetos a las cosas de la carne, 
          se mueve nuestro pensamiento.
           Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos. 
          En fin, sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos.
             Su Imagen y Semejanza. Y en 
          tanto que hijos de Dios y Discípulos suyo nuestra existencia es 
          una extensión de la suya a la manera que la rama lo es del tronco, 
          y el fruto de las ramas igualmente del tronco. De donde se ve 
          que nuestros frutos son su fruto en nosotros. Nuestra vida en 
          el mundo, a semejanza de la Suya, no tiene más objetivo que el 
          prójimo. A la manera que El no vivió para sí sino para nosotros, 
          su prójimo, una vez nacidos del Espíritu somos El en nosotros 
          para el prójimo. Ved, pues, cuál es la grandeza de nuestro Linaje 
          y por qué Dios nos ha dado la Invencibilidad. Grandeza que amputamos 
          y mutilamos con nuestras disputas e Invencibilidad que encadenamos 
          con nuestra división.
           Que por esto murió Cristo y resucitó, para dominar sobre vivos y muertos.
           Y lo contrario, que muriera 
          para salvarse a si mismo, se ve que es un error tremendo. Tan 
          grande como es el que limita este Dominio al desgajarse del tronco, 
          en la voluntad, que no en el cuerpo, y despreciando a las demás 
          ramas rompe con el espíritu que mueve al árbol de las iglesias 
          entero en función de cuestiones de primacía o de ritos, mediante 
          esta ruptura limitando el Movimiento Divino de Cristo, el Heredero 
          Vivo del Dios Verdadero y Señor Universal de su Creación entera.
           ¿Y tú, cómo juzgas a tu hermano?, o ¿por qué desprecias a tu hermano? Pues 
          todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios.
           Todos, ciertamente, hemos desobedecido 
          el Mandato de Unidad Universal. Unos rompiendo con los otros por 
          causa de los pecados de éstos, como éstos haciendo que por sus 
          pecados rompan aquéllos. Dios no dijo “todo reino en sí dividido 
          no subsistirá”, como quien excluye de esta Verdad al que con su 
          comportamiento provoca la ruptura de la Unidad; el Juicio se extiende 
          a todo su Reino, por haber dividido el Cuerpo de las iglesias, 
          enemistando a los cristianos entre ellos, causando que Cristo 
          se encontrara en la situación del hombre que está tumbado en el 
          suelo y no puede hacer nada sino ver cómo el mundo sigue su curso. 
          Llamados todos ante el tribunal de Dios no es allí donde debemos 
          acabar con nuestras diferencias sino que, sabios por la Inteligencia 
          recibida, nos ganamos el Juez ante el que debemos presentarnos 
          con la Unidad que procede de la Obediencia a su Voluntad cumplida, 
          justificando su Gracia en nuestra Ignorancia y su Perdón en su 
          Sabiduría.
           Porque escrito está: “Vivo yo, dice el Señor, que a mí se doblará toda rodilla, 
          y toda lengua rendirá homenaje a Dios”.
           Dulce cosa es doblar las rodillas 
          ante quien tanto nos amó que no perdonó a su Hijo Unigénito, al 
          Hijo de sus entrañas, cuando quiso conquistar nuestra voluntad. 
          El jamás nos abandonó, sino por el tiempo debido a la Necesidad 
          Universal expuesta por la Caída. Ahora bien, ¿cómo doblará la 
          rodilla nuestro prójimo si entre nosotros hay quien no lo hace 
          no obedeciendo su Voluntad?
           Por consiguiente, cada uno dará cuentas a Dios de sí.
           Hijos y siervos de Dios que 
          somos, es a su Voluntad a la que debemos Obediencia, y es de esta 
          Obediencia o Desobediencia que cada uno de nosotros tendrá que 
          responder ante el Señor de todas las iglesias. Quien Obedeció 
          su Voluntad Unificadora para rendirle Homenaje con su Fidelidad; 
          quien desobedeció para oír contra él sentencia. Pues como hemos 
          dicho y sabemos siendo Imagen y Semejanza de Cristo nuestro deber 
          es exclusivamente para con la Voluntad Divina, y desde ella y 
          según nuestro comportamiento será medida nuestra Fidelidad a la 
          Fe que nos hizo herederos de la Invencibilidad de los hijos de 
          Dios.
           No nos juzguemos, pues, ya más los unos a los otros y mirad sobre todo que 
          no pongáis tropiezo o escándalo al hermano.
           La Fe es sólo una y el árbol 
          de la vida es igualmente sólo uno y todas las ramas forman parte 
          de su cuerpo, cada una con su singularidad manifiesta, en la sabiduría 
          presciente de ser alimentadas todas con la misma savia. Y sería 
          absurdo y demoníaco si nos ponemos ya al filo del precipicio desde 
          el que se ve el infierno, que una por no ver la savia que alimenta 
          a otra le dijera la una a la otra que no pertenecen al mismo árbol. 
          Siendo la Fe una sola, el Señor de todas las iglesias el mismo 
          Jesús, y el Padre de todos los cristianos el mismo Cristo, en 
          quien todos somos adoptados por Dios para disfrutar de la libertad 
          de la gloria de sus hijos, siendo esto así es absurdo, como dije 
          antes, que por un rito externo o por una celebración según el 
          sentir, la desobediencia en la Ignorancia deviniera en Rebelión 
          abierta contra la Voluntad Unificadora. Es de mutua responsabilidad 
          doblar las rodillas ante el Dios de todos, dejar las disputas 
          y el que quiera casarse que se case, el que quiera comulgar con 
          pan y vino que comulgue, el que quiera celebrar Pentecostés en 
          el verano que lo celebre. Todo esto es nada, y lo es todo la Palabra 
          Profética del Mesías: “Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve 
          sed y no me disteis de beber, estuve desnudo y no me vestisteis, 
          en la cárcel y no me visitasteis, enfermo y no vinisteis a consolarme”. 
          En lo demás, que cada cual haga según le dicte la conciencia, 
          que siendo la Conciencia de todos alimentada por la Conciencia 
          de quien es la Cabeza de todos, nada hará nadie que sea reprochable 
          delante de Dios.
           Yo sé y confío en el Señor Jesús que nada hay de suyo impuro; mas para el 
          que juzga que algo es impuro, para ése lo es.
           ¿Y cómo podría ser impuro el 
          Cuerpo de Cristo siendo Pura su Cabeza? También es cierto, el 
          que esté limpio de pecado que tire la primera piedra. De donde 
          se ve que siendo todas las iglesias ramas del mismo Árbol de la 
          vida es imposible que una rama no sea cristiana y otra lo sea 
          cristianísima. Si ganar gloria en un duelo medievalesco a ver 
          quién tiene más fe es digno o indigno de un hijo de Dios, yo no 
          lo sé; yo solo sé lo que he sido enseñado y de lo que he aprendido 
          deduzco que la Fe es la misma en todos y en cada uno se manifiesta 
          con una fuerza diferente en bien de la salvación de todos los 
          que aún no han descubierto a Cristo en nuestra Fe. Y que nuestra 
          división es causa de que este descubrimiento se halle lejos de 
          quien debiera vivir ya en la Fe. No habiendo nada impuro en La 
          Fe de Cristo, nuestra Fe, es imposible que todo El no sea puro 
          a no ser que alguien venga del Infierno, cosa que, como se ve, 
          es imposible teniendo en cuenta que la Semilla del Diablo no puede 
          dar frutos de cristiano.
           Si por tu comida tu hermano se entristece, ya no andas en caridad. Que no 
          se pierda por tu comida aquél por quien Cristo murió.
             La responsabilidad es universal 
          y le afecta a todos, pero al fuerte principalmente. Porque si 
          en el mundo el fuerte debe aplastar al débil, dominarlo y sacrificarlo 
          a sus intereses, en el Reino de Cristo el Fuerte es quien debe 
          ceder el paso, conceder a fin de que quien por su naturaleza espiritual 
          es más débil se encuentre a sus anchas, no alzar la voz como quien 
          pretende alzarse como trueno del Omnipotente. Porque ni ritos, 
          ni dogmas, ni tradiciones, ni iglesias, ni comunidades justifica 
          la dominación del cristiano sobre el cristiano. Quien recibe inteligencia 
          al ciento por ciento como quien la recibe al treinta por ciento 
          ninguno tiene nada propio, ambos son nada. El, quien da, Jesucristo, 
          es Todo. Y lo que da lo da para el bien de todos y no para el 
          ensalzamiento de la gloria del que recibe. Si pues a ti te ha 
          dado Dios ciencia y a mí sabiduría nada somos nosotros sino el 
          trabajo conjunto de esa ciencia y esa sabiduría en la búsqueda 
          del Bien de todos. De manera que distribuyendo sus dones y poderes 
          entre todos debemos ceder ante todos, porque no es menos el panadero 
          que el ingeniero, sino que cuando Dios eligió a su Heredero entre 
          nosotros, al Principio de los siglos, lo puso a labrar la tierra, 
          el más humilde de todos los trabajos que conocemos porque no necesita 
          de ninguna instrucción en ciencias y letras. Pues quería enseñarle 
          Dios a su hijo que la gloria es Suya y el que la recibe no la 
          recibe por méritos propios sino por disposición de su Omnisciencia 
          Salvífica; y, desde luego, lo último que debe hacer un hijo de 
          Dios es usar lo que recibe para aplastar a su prójimo. Tal fue 
          la causa de la Caída. Burro, pues, el que vuelva a tropezar en 
          la misma piedra. Si un hombre solo es sabio, dos lo son más, y 
          millones forman un esbozo de la Omnisciencia de Dios. Esta Unidad 
          de todos en uno es el Fin Metafísico desde el que Dios creó el 
          Principio. Y lo contrario, que el orgullo del que recibe por lo 
          que recibe se transforme en muro entre el hombre y Dios, es un 
          delito.
           No sea, pues, vuestra buena obra materia de maledicencia
           No buscando la gloria propia 
          como quien se ha dado a sí mismo o se ha hecho a sí mismo, negando 
          con esta doctrina para genios que Dios haya dispuesto casa cosa 
          a la par que afirmando que él, no la Naturaleza, ha conformado 
          sus células y músculos. Ése, lo que tiene de genio se lo debe 
          a la Naturaleza, ciertamente, lo que tiene de necio, en verdad, 
          a sí mismo. Es, por tanto, delito, usar la Fe para glorificarse 
          sobre aquéllos a los que se gana para Cristo.
           Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, y paz, y gozo 
          en el Espíritu Santo.
           ¿Por qué el mundo que juzga 
          al cristiano, aunque sobrevivió a su muerte en el mundo cristiano, 
          predica la comida y la bebida para el pueblo y se reserva la justicia 
          y la paz, negándole la justicia y la paz al pueblo mientras lo 
          emborracha y le embota los sentidos con comilonas enemigas de 
          su salud? La bebida es un mal terrible y la comida, por exceso 
          y vicio, otro mal causa de infinitos males del cuerpo. ¿Quien 
          se propone conquistar grandes metas, y aún las más humildes, no 
          se aleja de la bebida delirante y de la comida bruta para poner 
          a punto su mente y su cuerpo? Cuanto más todo hijo y siervo de 
          Dios está sujeto a este dominio sobre su mente y su cuerpo en 
          razón de la meta que nos proponemos: La Salvación del Género Humano.
           Pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres.
           Pero algunos dicen: Es que Cristo 
          comía y bebía. A lo que yo les respondo: Sí, y también hacía sus 
          necesidades, y sudaba además la gota gorda. Pero esto no justifica 
          que nuestros hijos tengan que seguir sujetos a las leyes del trabajo 
          a las que El lo estuvo. De donde se entiende que la justificación 
          es maligna y apta sólo para  necios. Lo que le conviene a todo hijo de Dios 
          es el alejamiento de la bebida y el uso de la comida en función 
          de la necesidad. El gozo del espíritu eterno que vive en nosotros 
          se complace en la justicia y la paz y no en la satisfacción de 
          unos instintos nacidos de la exposición milenaria de nuestra carne 
          y nuestra sangre a los ardores de los vientos infernales. Mientras 
          un hombre se emborracha una docena cae bajo las ruedas de la injusticia. 
          Mientras un hombre come sin medida diez mueren de hambre. Si no 
          es por la conciencia divina al menos por la humana.
           Por tanto trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.
           No hay en este mundo obra ni 
          fin ni empresa que supere esta meta, la Paz, la reconciliación 
          en la fraternidad universal entre todas las naciones. Ahora bien, 
          su consecución es el fruto de la perfección humana. De manera 
          que como era imposible que un bárbaro entendiera de ciencias y 
          un bruto de leyes, es del todo imposible que una sociedad alcance 
          mediante la corrupción la meta de la paz. La sociedad está formada 
          por aquéllos de quienes depende su perfección, nosotros. Así que 
          empecemos perfeccionándonos a nosotros mismos para combatir la 
          corrupción. Porque la corrupción es el peor enemigo de la convivencia 
          social. Y allá donde la convivencia social es violenta se hallará 
          ser la corrupción su foco. Comenzando por nuestra propia perfección 
          ponemos la primera piedra sobre la que el Edificio de la Paz abrirá 
          sus puertas a las generaciones que nos sucederán.
           No destruyas por amor de la comida la obra de Dios. Todas las cosas son puras, 
          pero es malo para el hombre comer escandalizando.
           Dos son las razones que aconsejan 
          la perfección de las costumbres de nuestro Yo social. La primera 
          la dieron nuestros filósofos hace mucho tiempo: Mente sana en 
          cuerpo sano, ley que hace corresponder los hábitos de nuestra 
          vida diaria con la salud de la mente entendida en tanto que pensamiento. 
          Y la segunda es de orden divino: Da de comer al hambriento. ¿Pero 
          cómo voy a darle si como hasta reventar, de tal forma que ni los 
          cerdos? Es bueno, pues, que las fiestas se queden para los muertos 
          y para los vivos el paso a paso con el que Cristo hizo su camino.
           Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada que en que tu hermano 
          tropiece, o se escandalice o flaquee.
           La individualidad, en efecto, 
          es enemiga del YO en tanto en cuanto este YO se aparta del Ser 
          y forma sociedad con su propia barriga. Que es una forma de hablar 
          como otra cualquiera. Somos hijos de Dios ante todo pero seres 
          sociales sobre todo. Nuestro YO no es un átomo perdido en un universo 
          de moléculas sueltas flotando en los abismos de la inconsistencia 
          del ente. Para nada. Cuando yo tiro un trozo de pan, un niño muere 
          en alguna otra parte del mundo. Cada vez que abro una botella 
          en alguna otra parte del mundo suena un juicio asesino contra 
          un inocente. No por beber más que nadie soy el más fuerte ni por 
          comer mejor y más que todos soy el más grande. A la postre, no 
          soy más que un mal bicho. El vino se creó para apagar la voz de 
          la conciencia contra los crímenes propios, pero la Fe es gozo; 
          y la mesa, para convertir a los hombres en perros a los pies de 
          los poderosos. El Alimento que Cristo tenía y da a los suyos no 
          es pan ni vino, sino Espíritu y Vida eterna. Por esto decía antes 
          que quien quiera celebrar la misa con vino y pan o con hostias 
          benditas, o comerlas de la mano del sacerdote o de la suya propia, 
          que cada cual haga lo que quiera, que ni lo uno ni lo otro es 
          el Alimento con el que Dios alimenta a sus hijos.
           La convicción que tú tienes guárdala para ti y para Dios. Dichoso el que a 
          si mismo no tenga que reprocharse lo que siente.
           Dios es, en primera y última 
          instancia, quien modela el perfil de sus siervos y de sus hijos. 
          Pero a diferencia de las cosas inanimadas y de las criaturas todas 
          del universo, que obedecen el conjunto de leyes o instintos a 
          que quedara sujeto su comportamiento por decreto natural, nosotros 
          tenemos el Poder de mirarnos al espejo y remodelar esa figura 
          según nuestro capricho, bien por impulso bien por ideología. Dentro 
          de la evolución de cada uno de nosotros la experiencia propone 
          pensamientos y razones que pertenecen al ámbito personal y son 
          intransferibles. El delito comienza cuando esta experiencia se 
          propone como transferencia universal obligatoria. De un lado. 
          Y del otro, cuando se pretende divinizar esta experiencia, llegando 
          al extremo de prenderle fuego al mundo, si es necesario, en razón 
          de probar la superioridad del pensamiento propio.  La experiencia y su lección es cosa de cada 
          capullo. Y siendo Dios quien a su tiempo abre la flor y expande 
          su semilla, ¿siendo buena la raíz por qué iba a serlo malo el 
          fruto?
           El que, dudando, come, se condena, porque no obra según la fe; y todo lo que 
          no viene de la fe es pecado.
           Cerrando este tramo. Pregunto: 
          ¿De verdad cree alguien que San Pablo estaba hablando de la comida 
          que entra por la boca?
           Los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin complacernos 
          en nosotros mismos.
           De siempre y más en este punto 
          del camino de la Historia de la Salvación cuando las fuerzas humanas 
          se han desbocado y galopan hacia el final consecuente con la ley: 
          “Polvo eres y al polvo volverás”, referida al mundo entero, puesto 
          que Adán era la Cabeza del Primer Hombre, que por esto dice San 
          Pablo: el Primer Hombre fue alma viviente, el Último; espíritu 
          vivificante. Y en otra parte: Jesús, prototipo de Adán, descubriéndonos 
          por lo visible lo invisible, por lo presente lo pasado. De manera 
          que, inevitable el recorrido, la unidad en el Último Hombre, en 
          quien vive el Futuro, ha de ser más sólida que nunca, pues lo 
          que hemos de ver no fue visto nunca antes y no volverá a verse 
          después de nosotros.
           Que cada uno cuide de complacer al prójimo para su bien, buscando su edificación;
           El Mal y todo lo que representa 
          están próximos a su destierro de la faz del Género Humano. Los 
          fuertes en la Fe, aquéllos que vemos el futuro en la Promesa de 
          vida eterna, debemos sostener el pulso y el paso de quienes no 
          pueden comprender qué hay al otro lado de este siglo. Al otro 
          lado existe un Mundo gobernado por la Sabiduría del Dios de la 
          eternidad. Todos los males que arrastran al hombre a su destrucción 
          y gobiernan su destino desde la Caída están próximos a regresar 
          allá de donde vinieron, la boca de la Muerte. Todas las religiones 
          y todas las sociedades secretas, todas las organizaciones cuyo 
          origen es el mantenimiento del crimen y la delincuencia, están 
          prestas a ser borradas de la faz de la Tierra, a fin de que el 
          Hombre se enfrente a su destino cara a cara, sin presión ni fuerza 
          externa que manipule su Libertad para tomar la Decisión Final: 
          Justicia o Corrupción, Paz o Guerra con Dios, la Verdad o la Mentira, 
          en una palabra: el Bien o el Mal.
           que Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: “Sobre mí 
          cayeron los ultrajes de quienes me ultrajaban”.
           Conociendo este Final, que venía 
          implícito en su resurrección, el Hijo de Dios sufrió por nosotros 
          el golpe maligno de este mundo destinado a desaparecer de la faz 
          del Universo. Nos abrió camino para que nosotros le abramos camino 
          a las generaciones que han de disfrutar de la Victoria de la Esperanza 
          que Dios engendró al principio de los Milenios. El golpe final 
          del mundo salido de la Muerte, y entrado en nuestro Género por 
          la puerta de Adán, como el coletazo de la serpiente antes de expirar 
          para siempre, ha de ser duro, pero no es menos cierto que pensando 
          en este encuentro Dios nos ha hecho a la Imagen de su Hijo. Lo 
          que tiene que ser, será.
           Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza fue escrito, a fin de 
          que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos 
          firmes en la esperanza.
           ¿Y qué Esperanza es ésa sino 
          que el Género Humano, libre de las fuerzas malignas que se alzaron 
          contra el Reino de Dios y convirtieron nuestro mundo en su campo 
          de batalla, tenga la oportunidad de decidir en libertad y con 
          pleno conocimiento de causa entre el Bien y el Mal, entre el Dios 
          de la Creación y la Muerte de la Increación? Nuestra Fe, la Fe 
          de los hijos de Dios, es que libre de esas fuerzas y conociendo 
          la verdad sobre todas las cosas el ser humano dará su Sí a la 
          Creación de Dios.
           Que el Dios paciente y consolador os dé unánime sentir de unos para con otros 
          en Cristo Jesús,
           La Victoria de la Fe vive en 
          la Esperanza y la Esperanza en Aquel que la concibió en su Omnisciencia 
          los ojos puestos en la Bondad del ser humano, cuya maldad, fruto 
          de la Caída, es una enfermedad pasajera ante Aquel que tiene el 
          Poder de hacer que triunfe su Espíritu sobre la herencia carnal 
          de los siglos.
           para que unánimes, a una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro 
          Señor Jesucristo.
           El, Aquel contra quien se alzara 
          la Muerte concibiendo en un hijo de Dios el Imperio del Pecado 
          y del Crimen como estado perfecto de Gobierno del Universo, Ese 
          Mismo Dios, que a Noé y por Abraham se reiteró en su promesa de 
          vida eterna para la Humanidad en Cristo, es el Origen de la Esperanza 
          Universal de Salvación en cuyo seno fuera concebido el Principio 
          después del Fin que procede de la Inteligencia que dice Sí sin 
          necesidad de sufrir el golpe. De una forma abstracta digamos que 
          Adán necesitaba ver para creer que el Fin de todo Mundo y Civilización 
          sujeto a la ley de la Ciencia del Bien y del Mal, esto es, a la 
          ley de la selva, era la autodestrucción. Dios lo sabía por experiencia, 
          pero ninguno de sus hijos podía comprender por qué teniendo a 
          Dios habría de ser así. Esta necesidad impuso su estructura a 
          los Milenios creando según su progreso dos bandos bien diferenciados, 
          los que sin ver más comprenden que el Fin es el dictado, y los 
          que creen que pueden escapar a ese Fin sin necesidad de abolir 
          la ley de la ciencia del Bien y del Mal. Darle gloria a Dios es 
          creer sin ver. Su palabra es verdad y es vida. Dios no miente. 
          No le mintió a sus hijos: “Si coméis, moriréis”. Y en comiendo: 
          “Polvo eres, y al polvo volverás”. La encrucijada en que se nos 
          pone es clara: ver para creer o deduciendo de lo que hemos vivido 
          hacer innecesario el desenlace y doblar las rodillas ante Dios 
          y confesar la verdad. El es verídico, no mintió cuando le prohibió 
          a sus hijos cualquier invocación a esa ley maldita como ley de 
          civilización. Quien la hace su ley, muere.
           Por lo cual acogeos mutuamente, según como Cristo nos acogió a nosotros para 
          gloria de Dios.
           La llamada es para todos los 
          hombres sin excepción, y la responsabilidad de todos los cristianos 
          y sus iglesias para que su conducta interna no sea ocasión de 
          rechazo. Pues si por culpa de la división de las iglesias se pierden 
          las almas por las que Cristo y sus hermanos en Dios derramaron 
          su sangre, la sangre de esas almas le será reclamada a las iglesias, 
          pues Dios no abole su ley: De la sangre del hombre os pediré cuentas.
           Os digo que Cristo fue ministro de la circuncisión en honor de la veracidad 
          de Dios para mantener firmes las promesas hechas a los padres,
           Que tuvieron por núcleo la Revolución 
          que fructificó en la Abolición del Imperio y de toda Corona, en 
          el Cielo como en la Tierra, y el Nacimiento del Día de la Plenitud 
          de las Naciones, cuando el Rey, en la plenitud de la gloria de 
          su Libertad Todopoderosa, al frente de su Casa, había de combatir 
          el Mal y dirigir las fuerzas de su Reino contra el último enemigo, 
          la Muerte, liberando al ser humano de toda enfermedad y carencia. 
          Consciente y porque esta Fe y Esperanza perdió en los hijos de 
          Abraham brazos que la sostuvieran, Dios Eterno no perdonó a su 
          Unigénito -por emplear el símil histórico puesto en escena en 
          el Sacrificio de Isaac, Unigénito de Abraham- para que por Aquel 
          quien es Dios de Dios, engendrado no creado, de la misma Naturaleza 
          Todopoderosa y Sempiterna que el Padre, la Esperanza de los Padres 
          de Israel encontrase la Fuerza Invencible de quien con su Palabra 
          hizo brillar la Luz en las Tinieblas, liberando a la Tierra de 
          la Confusión en que su Soledad y el Silencio de Dios la destinaron. 
          Desde entonces esa Esperanza ha latido en el seno de la Fe, que 
          es la Iglesia, en quien Cristo Jesús había de concebirle a Dios 
          hijos de su Descendencia, herederos de las Promesas de los Padres, 
          para en alas de la virtud del Espíritu de Dios seguir al Rey a 
          la Victoria de Dios sobre el Imperio de la Muerte. Que así sea.
           y mientras que los gentiles glorifican a Dios por su misericordia, según está 
          escrito: “Por eso te alabaré entre los gentes y salmodiaré a tu 
          nombre”.
           Hijos y siervos de Dios, salid 
          a ver la Luz que derrama sobre la Tierra este Nuevo Día. Lo que 
          había de ser, ha sucedido; lo que ha de ser, está ya sucediendo. 
          La Hora y el Día por el que la creación entera suspiró ha roto 
          aguas y se oye la Voz de la Esperanza dando a conocer a todas 
          las naciones el Conocimiento Verdadero de la Divinidad y su Voluntad 
          Presente. Dejad la timidez entre las sábanas de la Noche de los 
          milenios; a la guitarra, al piano, al oboe, a lo poeta y a lo 
          lírico, con odas y cantos, que bailen las letras y las voces al 
          son del Nuevo Día.
           Y otra vez dice: “Regocijaos gentes con su pueblo”;
           ¡Cuánto tiempo, hermanos, ha 
          estado esperando la creación entera este Día! El Día en que Dios 
          se levantaría de su trono y no sujeto ya a más Ley que a la del 
          Amor, desplegaría la plenitud de su potencia su Ser sobre nosotros, 
          el pueblo abandonado a las tinieblas y ejemplo para el universo 
          entero del continente al que conduce la ley prohibida por la eternidad: 
          “El que coma, morirá”.
           y de nuevo: “Alabad al Señor todas las gentes y ensalzadle los pueblos todos”.
           Desde las distancias de los 
          milenios, en Su Mente este Día, porque no podía contener en su 
          pecho esta Hora, queriendo compartir Su Alegría, Dios le abrió 
          Su pensamiento a Sus siervos, los profetas, para que se gozasen 
          viendo el fin al que tendían todos los movimientos del Altísimo. 
          Éramos una visión a lo lejos. Luego se hizo Promesa en el seno 
          de la Iglesia. Y Hoy es ya un Hecho. Dios no abandonó jamás a 
          sus hijos, sino que mirando al Fin de todas las cosas les pidió 
          lo que de otro modo jamás de los jamases les pediría: Bajar la 
          cabeza, cerrar la boca y poner el cuerpo en el fuego. Gloria a 
          los héroes que conquistaron la Eternidad para nosotros. Y toda 
          la Gloria y el Poder a Aquel que tejió sus vidas en el seno, pariendo 
          Israel vencedores natos, conquistadores del Infinito.
           Y otra vez dice Isaías: “Aparecerá la raíz de Jesé y el que se levanta para 
          mandar a las naciones; en El esperarán las naciones”.
           La espera ha concluido. La expectación 
          ansiosa de la creación se ha satisfecho y la Aurora del Día de 
          los hijos de Dios ha roto sobre el horizonte. A la cabeza va su 
          Padre, Rey y Señor. Este es un gran día para la Humanidad, pero 
          aún más lo es para el Cristianismo.
           Que el Dios de la esperanza os llene de cumplida alegría y paz en la fe para 
          que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo.
           
           
           
 
 
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