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Capítulo Octavo
EL FUTURO DE LA LEY INTERNACIONAL
La Vida se basa en un Único
Principio inteligente cuyo radio de acción sujeta a su naturaleza
el comportamiento de todas las naciones del Universo. Siendo el
Origen de todos los seres el mismo, Dios, la estructura básica de
la Inteligencia es Universal. La formación de la cultura del ser
individualizado en tanto que ser en crecimiento procede desde diferentes
puntos, parte desde diferentes bases, acorde a la singularidad objetiva
del mundo de origen y su constitución física, pero el término, la
Inteligencia Creadora, es común a todas las Civilizaciones del Universo.
Es desde esta base que 2+2=4 tiene un valor cósmico y cualquier reflexión
que implique la negación de este principio eterno es un acto de
irracionalidad.
El Lenguaje de la Creación
tiene su origen, pues, en su Creador. Esta Comunidad en el
Origen le permite a todas las Naciones, con independencia de su
cuna en el espacio y el tiempo, reunirse alrededor de una misma
Civilización Universal, polifacética, multiforme y abierta, y entenderse
en lo infinito gracias al Lenguaje Universal que el Creador
de todas las Naciones aporta como Base de Comunicación. Este Lenguaje
es el propio de Dios, que, siendo perfecto en El, es un campo de
conocimiento abierto al infinito para nosotros, y nos implica a
todas las Naciones de la Creación en una Evolución de la Inteligencia,
los límites de cuyo horizonte comienzan en la Omnisciencia Creadora
y tienen en la Ciencia de la Creación su crecimiento natural y lógico.
El Pensamiento es, en efecto,
la actividad del Espíritu en la materia animada de Vida Inteligente
a imagen y semejanza de la Inteligencia de aquel que hizo de su
Pensamiento la Causa de la existencia del Hombre. Es la propia Naturaleza,
dejada libremente, la que llevó al ser humano al encuentro con el
Pensamiento, en quien el hombre se encontró a sí mismo, y este descubrimiento
en sí de la Imagen Divina abrió la revolución que conocemos como
Civilización.
Todos sabemos lo que pasó
luego, cómo la Caída echó abajo aquella Imagen en el Hombre, y la
Humanidad arrojada lejos de su Creador, pero aspirante a la imagen
perdida de su Ser, se inventó una imagen mental con objeto de satisfacer
la necesidad natural de su pensamiento.
El curso de la Historia Universal
desde la Caída a la Redención es lo que llamamos Mundo Antiguo.
Llamamos Era Medieval a la etapa que va de la Caída del Mundo Antiguo
al Nacimiento de la Civilización Cristiana. Y Edad Moderna a la
etapa en la que el Hombre, de nuevo libre, volvió a hacer del
Pensamiento su principio de conducta.
¿Es más importante en la
vida del ser la etapa del niño que la del adolescente o la del adulto?
Únicamente desde un principio de irracionalidad se podría demonizar
al niño, o desear regresar al periodo de la infancia. No hay adulto
si no hay niño y la naturaleza de la infancia no depende del hombre
sino del Universo que forjara su existencia.
La mirada al Pasado desde
una plataforma de juicio es, por tanto, un acto de esquizofrenia,
y las consecuencias de este enfrentamiento con el Pasado conducen
a un proceso patológico. Desde esta plataforma esquizofrenia el
siglo XX fue la consecuencia del enfrentamiento entre Razón y Fe
que el pensamiento científico y filosófico levantó al demonizar
la Infancia de la Civilización Cristiana, es decir, la Edad Medieval; buscando
la alienación de esta Naturaleza en la Civilización como medio de
alcanzar un fin, a saber, la edificación sobre las ruinas del Cristianismo
de un nuevo modelo social, el pensamiento científico y filosófico
no dudaron en arremeter contra la infancia de la Civilización, por
ser Cristiana, sin querer comprender que, una vez el proceso en
marcha, únicamente mediante la destrucción del ser se puede llegar
a impedir que la Criatura alcance su Destino, en este caso: el nacimiento
de un Hombre dotado de Inteligencia a imagen y semejanza de su Creador.
Tenemos, pues, que buscar
la Causa matriz de la ruptura entre el Creador y su Creación, los
efectos de la cual fueron la privación del Hombre de la imagen de
su Ser tal cual fue puesta en movimiento y determinó el movimiento
de la Historia del Universo en función del nacimiento de la criatura
humana. Y al mismo tiempo tenemos que centrar la búsqueda donde
se halla la respuesta, abandonando la postura irracional de la ciencia
aquélla que, ante el fracaso para sin la Fe alcanzar el Conocimiento
de todas las cosas, se inventó un universo a su medida a fin de
satisfacer su necesidad de conocimiento.
El momento determinante en
la Historia de la Humanidad, por sus consecuencias futuras, lo tenemos
grabado en la Memoria del Género Humano. En un tiempo y espacio
concreto, durante la fase final de la Primera Civilización que conociera
la Tierra y Germen de la Plenitud de las Naciones que habían de
llenar su superficie, hablando del final del Neolítico, la Ley Universal
sobre la que fue edificada la Primera Sociedad Humana, a saber,
la Prohibición bajo Pena de Muerte de cualquier y todo tipo de Declaración
de Guerra, esta Ley fue pisada, y por su Transgresión entró en la
Historia de la Humanidad un juego de fuerzas suicidas y fratricidas
cuyo núcleo tuvo en la negación positiva de la Ley su principal
enemigo. Este juego de fuerzas que irrumpió en el curso de
la Historia Humana para imponer su ley propia sobre y contra la
Ley Universal hasta entonces operante: causó la ruptura entre el
Creador y su Creación, efecto de la cual fue el abandono del ser
humano, en tanto que Mundo, a sus propias fuerzas.
¿Cuál fue la naturaleza esencial
y sustancial de aquel juego de fuerzas provocante de la ruptura
entre Dios y el Hombre, origen de la Caída del Mundo Antiguo en
el infierno que vivió el Género Humano desde Adán a Cristo?
El hecho de no haber respondido
la Teología a esta cuestión se debe a la naturaleza determinante
del propio crecimiento de la Civilización desde las ruinas del Mundo
Antiguo. Esta Ignorancia de la Teología es la que puso en juego
eso que llamaron Dogma, tras cuya infalibilidad se oculta la Ignorancia
de los obispos para responder al Por qué Dios abandonó al Hombre
en las manos de quien tenía que destruir al Hombre para salvar
su vida.
La Teología nació de un Hecho:
La Esperanza de la Resurrección. Y toda su filosofía y ciencia
tuvo en este Hecho su Misterio. En razón de la Naturaleza de este
Acontecimiento la propia realidad teológica quedó condicionada a
la defensa y proyección de la RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO a la plenitud
de las naciones. La teología definió la Resurrección como cuerpo
de todo el Misterio de Cristo: Redención, Salvación... pero su radio
de pensamiento quedó limitado a la Resurrección como Respuesta a
la Caída, y viceversa, dejando Dios el Misterio de la Caída fuera
de ese radio de acción que le diera a la Teología, predestinando sus
Secretos a la Generación que había de nacer del Matrimonio entre
Cristo y su Iglesia, por la que fue escrito el Testamento de
Cristo, del que fue depositario la Iglesia.
Cumplidos los tiempos de
la expectación, la libertad de los hijos de Dios define la propia
esencia de la inteligencia de nuestro siglo, y su discurso abre el
espíritu del hombre al Lenguaje de su Creador como fase final
de un Crecimiento centenario que por fin ha dado sus frutos. Ciencia,
Filosofía y Teología, independientemente de sus encuentros, de sus
virtudes y de sus defectos, y aunque en oposición irracional, cada
una por su sitio pero todas unidas en una misma empresa que las
superaba a todas, han cumplido las expectativas que dieron principio
a su cultivo. En efecto, “Si hablándoos de cosas terrenas no creéis,
¿cómo creeréis si os hablase de cosas celestiales?”. El trabajo
de formación de la inteligencia humana quedó, pues, delimitado a
superar ésa limitación impuesta por la que los hombres no estábamos
preparados para creer en “esas cosas celestiales”.
Esto asumido volcamos nuestro
pensamiento en el Principio y abrimos la Puerta que permaneciera
cerrada hasta que naciera este Día. La Respuesta al Porqué Dios
abandonó al Hombre a sus fuerzas, y no precisamente en condiciones
ideales de independencia si no sujeta la existencia de nuestro mundo a
la destrucción buscada por una fuerza no de este mundo, ha encontrado
su Hora. Y la Respuesta es la Ley.
Ya vimos arriba que Dios
le abrió el Futuro a su Creación entera mediante la proclamación
de su Inteligencia como Lenguaje Universal, independientemente del
origen en el espacio y el tiempo del mundo en cuestión. La Lógica
es, por tanto, Universal y el valor de las leyes bajo las que se
gobiernan la materia, el espacio y el tiempo son de valor positivo-absoluto.
Dos y dos son cuatro en todas las partes del universo, en todo tiempo
y lugar aunque cada cual emplee un sistema de señalización típico.
El origen del movimiento es distinto pero el fin es general, y el
punto de encuentro se produce en el mismo punto final.
Pero esta Ley de la Inteligencia
gracias a la cual múltiples civilizaciones, basadas en espacios
científicos distintos, se unen en un mismo Edifico Universal, tal
que ramas de un mismo árbol, ¡el Árbol de la Vida!, fue Creado y
cultivado por Dios sentando como Ley de comportamiento un Espíritu
Universal, único, a cuya Ley se sujetan todas las Naciones. Por
esta Ley todo ser es responsable de sus actos ante la Justicia,
con independencia de la relación de este individuo con Dios y su
situación en el edificio social al que pertenece.
Por esta Ley el Creador entra
en Sociedad con su Creación como Juez, y deviniendo Cabeza de una
Justicia cuyo Tribunal tiene Jurisdicción Universal, en razón de
su Naturaleza Divina la Justicia deviene el Principio Todopoderoso
en cuya Omnipotencia la Paz y la Libertad de todas las Naciones
de su Reino encuentran su Felicidad y su Vida.
Asumiendo la Responsabilidad
del Juez Universal el propio Creador devino garante de la Igualdad
de todas sus criaturas ante la Ley. Y poniendo su Todopoder y su
Omnipotencia al servicio de la Justicia ninguna criatura queda al
margen de la responsabilidad debida sobre sus actos, palabras y
pensamientos, siendo esta Imposibilidad la que levantó, por
su propia Naturaleza, la Prohibición que se nos manifestó en el
Edén al principio de nuestros días. Y es, por su esencia y sustancia,
la garantía invencible en cuyo cuerpo todopoderoso la Paz y la Libertad
de la Creación entera descansan.
La Prohibición es efecto,
como vemos, de la propia naturaleza de la Ley. Porque donde hay
una Ley inoperante o con poder limitado la Prohibición deviene causa
de burla. Pero cuando la Justicia está fundada en un Poder sin límites
para activar la Responsabilidad que levanta la Ley con independencia
de la naturaleza del delincuente, la Ley deviene Prohibición por
efecto de su propia esencia magnífica.
Observamos en el Edén que,
prohibiendo, la Ley no anuló la Libertad. Pues es imposible que
siendo la Libertad la propiedad determinante de la esencia del ser,
la Ley, para afirmarse, venga a negar lo que sin la Libertad la
hace inoperante. La característica sustancial de la Inteligencia
es la Libertad, y precisamente porque esta realidad es inapelable
la Ley alza su prohibición sin abrogar la Naturaleza.
Ciertamente la Ley procede
de la Justicia y la Justicia de un Poder ajeno al propio individuo. Pero
de no ser así la Ley no sería Justicia. Y si la Ley fuera determinada
por el individuo su Justicia sería un acto delictivo en sí, sobre
lo cual el Absolutismo y la propia Historia de la Ciencia del bien
y del mal en la Tierra nos han ofrecido toda una gama de ejemplos.
Al venir el Creador a su Creación como Criatura, es decir,
al entrar en Sociedad con su Criatura en tanto que Juez, Dios extiende
la Ley de lo individual a lo Universal y exalta el espíritu de la
Ley al levantar entre Justicia y Corrupción el indestructible Muro
que es su propio Espíritu, que no necesita de nada ni de nadie para
alcanzar el más grado alto de satisfacción en Su existencia.
Pero la Libertad, como hemos
visto, subsiste. Y siendo la propiedad esencial de su espíritu el
poder de elegir, delinquir o no, aceptar esta Justicia o rechazarla,
queda siempre en la mano del individuo, pues la Creación no puede
basarse en un Principio de Libertad y a la vez en una Regla
de obediencia animal a la Ley.
El animal se rige por la
ley en forma de instinto, tal que siendo parte de su estructura
física es impotente para actuar acorde a una elección consciente,
y esta incapacidad es la que hace del instinto una ley robótica.
El cervatillo no huye ante el olor del depredador, aunque no vea
al enemigo, siguiendo un proceso mental consciente: es la propia
ley la que deviene su instinto y mueve su comportamiento.
Pero en el ser inteligente
esa ley cae por tierra y el principio de la consecuencia se abre
al pensamiento que antecede a la libertad de movimiento. Creando
el ser a su imagen y semejanza el Creador supera la ley animal y
eleva la vida a la consciencia que le es propia, determinando la
relación de su criatura con la Ley de acuerdo al principio de libertad
que procede del conocimiento.
Toda criatura, por tanto,
tiene el poder de amar la Ley y el poder de levantarse en rebelión
contra la Justicia. Como vemos, Dios no puede separar Libertad de
Consciencia. Y la Consciencia implica la Inteligencia, y la Inteligencia
el poder de elección.
Este fue el juego que se
puso en acción en la Caída. El punto contra el que se alzara la
rebelión de quien hasta entonces fue un hijo de Dios, tenía que
ver con la Libertad de la Creación para aceptar o rechazar, en parte
o en su totalidad, la Naturaleza dada por Dios a la Ley. Este punto,
la Igualdad de todos los individuos, independientemente de su relación
con el Juez y de su posición en la Sociedad, ante la Justicia, este
era el punto que no podía aceptar aquélla generación de hijos de
Dios que hablara por boca de aquél que se puso a la cabeza de la
parte descontenta con la Naturaleza Universal y Omnipotente de la
Ley.
Acorde a la Ley: nadie, ni
el que se sienta en el trono del Rey, ni el que vive semejante
a los pajarillos y los lirios del campo, está sobre la Ley, tal
que, cometiendo un delito, en razón de su relación con el Juez se
ve inmune frente a la responsabilidad que se le pide a todas las
demás criaturas.
La Ley es una para todos.
Todo hombre, todo ciudadano está, desde el que se sienta en el Consejo
de Ministros hasta el que cultiva el campo, todos están bajo la
Ley, que es la misma para todos, y el Juez aplica la Ley sin mirar
la función del sujeto en el Reino de Dios.
No hay excusa, nada justifica
el delito contra el que la Ley se alza, ni el nombre de Dios, ni
el nombre de la Iglesia, ni el nombre del Estado, ni el nombre del
interés privado; nada justifica ni excusa ante la Ley el acto delictivo.
Y Dios, para garantizar esta Igualdad Universal se hizo Criatura
para entrando en su creación, sentar a Dios en el Trono del Juez
Universal, garantizando mediante la Naturaleza Divina la Incorrupción
de la Justicia y el Todopoder de la Ley para hacer que el delincuente
pague su delito.
Ahora, nuestra misión es
hacer el Reino de Dios en la Tierra, lo cual significa tomar el
Modelo Divino como base del edificio humano. Sin embargo observamos
que estamos aún lejos, aunque mucho más cerca de lo que estuvieron
nuestros padres, de la perfección. Observamos cómo el Poder y el
Dinero compran al Juez, prostituyen la Ley y cometen impunemente
los delitos contra los que la Ley se alza. Sacerdotes lo mismo que
políticos, empresarios lo mismo que científicos, todos se rigen
por la Ley de la excepcionalidad de sus funciones, en base a la
cual la Ley tiene un poder limitado y debe, por sus funciones, poner
a sus pies la Igualdad que la Ley defiende.
La excepcionalidad de la
Ley, sin embargo, es ignorada por el Universo. Las leyes universales
no tienen excepciones. La creación de Estados como medio de escapar
a la Ley Universal, restringiendo la Jurisdicción de la Justicia,
es un delito contra la Naturaleza del Espíritu de la Ley, que es
Santo.
Observamos, por tanto, que
el sueño de todo delincuente, asociación terrorista o simplemente
criminal, es tener un Estado propio, a fin de imponiendo su ley,
escapar a los delitos cometidos en otro Estado, so pena de declaración
de guerra. Observamos, pues, que este estado de cosas obedece y
responde a la impotencia de la Ley para impedir la creación de Estados
delictivos y la incapacidad de la Justicia para hacer valer
su Jurisdicción sobre la Plenitud de las Naciones. Pero el fin espiritual
de la Justicia es su Universalidad, y su Razón es la omnipotencia
de la Ley, y hacia estos objetivos camina la Historia, como vemos
en la creación de los adecuados organismos con que el Creador está
dotando a nuestra Civilización, y que, si son simples actualmente,
nadie debe ignorar que el árbol que porta la semilla, toda pequeña,
no es visible hasta que despliegue su germen toda su grandeza. Mas
siendo el Creador su Origen se comprende que el Futuro de la Justicia
Internacional camina hacia la Formación del Modelo sobre el que
se funda el Reino de Dios. Los obstáculos no importan; la Fuerza
que mueve el Movimiento Histórico es Invencible y su Libertad para
llevarla a término, llegada la Plenitud de las Naciones, es igual
a su Omnipotencia.
TERCERA PARTERespuesta al problema de la Libertad del Ser
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