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LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO
 

EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIA

 

 

CONCLUSIÓN

 

La enemistad del mundo hacia Dios, la Iglesia Católica y el Cristianismo tiene su procedencia en la Ley de la Ciencia del Bien y del Mal, Ley que bajo diferentes ropajes conduce a la Criatura a querer vivir en un universo hecho a su medida, voluntad patológica que le hace creer que puede ordenar la Naturaleza a su medida, para lo cual mata a Dios en sí mismo, en su demencia olvidando que el Universo y todo lo que existe es Obra de Dios, Padre de Jesucristo, su Hijo Amado,  engendrado de su Naturaleza Increada, y nada ni nadie puede existir sin su Presencia, y lo que es más maravilloso sin su Amor.

Esta Patología del Intelecto, degradado a la condición de la Razón Animal, tuvo su Origen, acorde a la revelación Divina, en la Guerra entre los hijos de Dios por el Trono del Rey del Cielo. Ignorante de esa Guerra, el Primer Hombre y su Mundo fueron arrastrados al campo de batalla al lado de esos hijos de Dios contra cuya ambición sin medida y esperando corregirlos levantó Dios el Decreto de Destierro Eterno de su Creación para todo el que ose declararse en Guerra contra sus hermanos. 

Sin  embargo, sin Miedo al Omnipotente Creador del Cosmos, al igual que aquel Judas Iscariote que tras haber visto con sus ojos el Todopoder del Hijo de Dios en su envidia lo traicionó, igualmente aquel hijo de Dios, llamado Satán, en su envidia por el Trono del Rey  de reyes y Señor de Señores del Imperio del Cielo no dudó en usar a Adán como llave para abrirle a la Muerte la puerta de la Tierra.

Atravesado su Corazón por la Traición de Satán,  Dios Padre revivió  el fin de tantos mundos como conociera durante la Eternidad de su existencia, y sin mover una Pestaña juró por su Gloria y su Nombre que el Peso de la Ley caería con toda su Omnipotencia sobre la Cabeza del Traidor, Bestia Inmunda en la que la Imagen de su Creador había dado paso a una imagen infernal, veneno por sangre, cuya vida eterna que recibiera en el día de su creación le sería condena de infinito tormento.

En respuesta al Juicio de Dios: Los hijos de Dios y toda la Casa de Dios del Cielo dijeron “Gloria al Señor”. Los hijos de Dios de la Tierra decimos : “Bendito el Señor Dios y su Ley por la Eternidad de las eternidades, y todo el que se levante contra su Ley, Hoy y Siempre, siga el camino al Infierno del Traidor”.

Maldito todo el que levante su Mano contra su hermano.  

II

Largo y estrecho fue el camino del Género Humano desde los días de Adán a los días de Cristo. Durante miles de años la creación entera asistió a un espectáculo dantesco, increíble, insoportable, que toda la Casa de Dios tragó como si fuese un veneno lento que le amarga el corazón pero nunca mata. El Silencio que Dios guardó a partir de aquel Día estableció entre la Creación y su Creador un Muro impenetrable. Dios blindó su Mente, su Pensamiento, de manera tan Sólida que ni su propio Hijo  pudo penetrar.

III

El espectáculo que se desarrolló en la Tierra no fue jamás contemplado en el Universo. Hubo guerra entre los reinos del Imperio de Dios, guerras entre Poderes establecidos. Lo que se desarrolló tras la Caída en nuestro Mundo fue  desgarrador. Un Mundo  en su Infancia, desnudo, sin conocimiento del Mal, sin experiencia en la Mentira y la ciencias de la Traición fue entregado para ser arrollado bajo las ruedas de una ley maligna cuyo fin es la extinción de toda vida en el Universo.

Aquel espectáculo insufrible, cuya terminación perversa fue el Imperio Romano, aquella espera de la venida del Vengador de la sangre de Adán que habría de recoger su Corona y restaurar el Reino de Dios entre los hombres, levantó en el Hijo de Dios el fuego que bajando del Cielo, y vestido de  Guerra, se hizo hombre:

 

Vi el cielo cubierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba es llamado Fiel y Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino El mismo, y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y El las regirá con vara de hierro y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores.

 

Es el propio Dios Hijo Unigénito quien encendido en fuego al frente de sus hermanos del Cielo abre la Batalla. Primero es el Duelo a Muerte con el Traidor. Después la Batalla contra el Mundo Antiguo. Quien viene es un Guerrero armado hasta los dientes con un propósito visible, recoger la Corona de David y  conducir a los pueblos de la Tierra lejos y fuera de la Ley de la Ciencia del bien y del Mal.

Mas estas cosas ya las he expuesto en la Historia Divina de Jesucristo, y a ellas debo remitir a todo el que quiera conocer todas las cosas.

IV

Dios cierra su Libro. Un Nuevo Testamento es sellado. No sería abierto, en lo que tocaba a los hijos del Testador hasta el Nacimiento del primogénito de la Generación de los hijos de Dios de la Casa de Cristo. Hasta entonces Dios guarda Silencio y deja en Herencia a su Iglesia la Fe de Cristo para guiar a su Pueblo a través de los próximos milenios.

La Fe no trajo la Inteligencia de todas las cosas sino en Esperanza. Pues como se lee, el espíritu de Inteligencia quedó en Herencia de los hijos de Dios sobre quienes el Espíritu Santo escribió: La creación entera la gloria de la libertad de los hijos de dios.

Ese Día ha llegado. Bendito sea Dios.

 

 

 

 
LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO