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EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIA
PRIMERA PARTE
I
INTRODUCCIÓN GENERAL AL ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia tal cual la conocemos se basa en un Principio Universal Supremo,
que comprende en su cuerpo literario el espíritu de la Ley, el alma Moral de la
Sociedad y la razón Metafísica de la Historia en cuanto Movimiento del Género
Humano en el Tiempo y el Espacio, y por extensión: de la Creación entera. Este
Principio es la Biblia. Sea en cuanto Religión aplicada a la Humanidad en tanto
que Ser, el Cristianismo; sea en cuanto Acto aplicado a una Raza en tanto que
elegida, el Judaísmo, la Biblia es el Principio inconmovible que mantiene la
Historia Universal en evolución constante desde el Caos y la Anarquía: a la
Armonía y el Derecho naturales a la Inteligencia del Ser. El Hombre es anterior
a todo libro escrito y como Ayer igualmente en un Mañana hipotético el Hombre
puede sobrevivir sin libro alguno. Pero la Civilización no puede subsistir sin
la Biblia; la Civilización es el fruto de la Biblia.
Antes de Cristo no hubo Civilización.
La Civilización comienza con el Cristianismo, y es en el Cristianismo y
durante su proceso de crecimiento y edificación que la Civilización se fue
formando hasta devenir consciente de su Ser. Por supuesto, esta declaración
debe parecerle una negación a los historiadores profesionales y, por ende, a
todo el que ha sido habituado a creer en sus ideas y enseñanzas; pero lo cierto
es que antes de Cristo las sociedades se basaron en un principio de Fuerza
Animal Bruta sin conexión alguna con la Naturaleza de lo que es La
Civilización. Todos los progresos del Mundo Antiguo tuvieron una única
realidad, el Poder. Todos los progresos habidos durante los días de los
imperios antiguos tuvieron exclusivamente el Poder como meta. Ahora bien, la
Civilización es todo lo contrario a dicha meta. La Civilización es un espacio
de convivencia para pueblos procedentes de distintos orígenes entregados a
compartir la Existencia en el Tiempo a la luz de una misma Ley Universal. No
vemos que este Sentido haya tenido arte ni parte en los imperios del Mundo
Antiguo; y, concediendo, podemos decir que esta Idea encontró en el Imperio de
Ciro su primer exponente, idea que Alejandro intentó rescatar y César Augusto
quiso materializar.
El fracaso estaba en la propia semilla. No se puede imponer la Civilización
por la Fuerza. La Civilización, en tanto en cuanto Espacio de Convivencia en la
Paz y en la Libertad implica la Fraternidad entre las naciones, y jamás el
Concepto de Superioridad de Raza que animó los imperios antiguos y ha seguido
viajando por los siglos hasta desembocar en la Ideología que la Alemania Nazi
importó del Fascismo inherente a la Concepción Darwinista de una Humanidad
dividida en Débiles y Fuertes. La Concepción darwinista sobre una especie
humana dual no fue sino la resurrección de la antigua ideología imperialista
que dividió a la Humanidad es esclavos y libres, y desde esta base forjara su
ley de fuego y hierro. Evidentemente, al Mundo Británico de los días de Charles
Darwin esa resurrección de la Vieja Ideología de la dualidad Esclavos-Libres en
su forma Fuerte-Débiles le venía a su Imperio, basado en el Fuego y el Hierro,
como anillo al dedo, y de él hizo la Ciencia Anglosajona su Nuevo Evangelio. La
Alemania de la primera parte del Siglo XX no hizo sino aplicarse el cuento.
Alemania vivió durante el período de entreguerras mundiales una generación
de genios y sabios de la talla de Werner von
Braun, Heisenberg, Plank, Konrad Lorenz, Einstein, y un largo
etcétera, creyentes acérrimos todos y uno por uno de la Teoría Fascista Dual de
Darwin, Teoría que exponía al pueblo Alemán a aplicarse la conclusión debida:
el Alemán, vista su Inteligencia, era la Raza Fuerte llamada a dominar el
mundo, y si para ello tenía que aplastar al Débil, el Débil sería aplastado,
sin misericordia ni piedad.
Malignidad, en efecto, se puede ver en el Credo Nazi, pero en ningún
momento incongruencia. Hitler y su generación pusieron en obras lo que el Credo
Darwinista sostenía con palabras.
La Historia de la Civilización, por consiguiente, es la Historia de la
Civilización Cristiana. La Igualdad de todos los hombres sobre la que se fundó
la Sociedad Cristiana es la Roca sin cuyo Fundamento no existe Civilización.
Llamar Civilización al Imperio Asirio, al Babilonio, al Medo, al Romano, es un
ejercicio de estupidez tan vasto que no merece pérdida de nuestro tiempo.
Dicho esto, si desde el principio de su Historia el Cristianismo estuvo
sujeto a proceso de persecución y destrucción, por lógica la Civilización tenía
que estarlo. Como lo estuvo. A nadie se le oculta que la destrucción del
Imperio Romano corrió paralela al intento de la destrucción de la Civilización
Cristiana en su Infancia Ontológica. Desde los días de Arrio y de
Atila, desde los de Mahoma hasta Stalin, la Civilización y el Cristianismo han
crecido y se han desarrollado en lucha desgarradora constante contra una
sucesión imparable de fuerzas destructoras, externas e internas, consecuencias
de las cuales fueron revoluciones y guerras mundiales, el fin interno de cuyo
proceso era la Destrucción del Cristianismo y su Civilización.
Tenemos que felicitarnos por la Victoria. El Cristianismo y la Civilización
siguen en pie. Y aunque al presente se quiera separar Civilización y
Cristianismo en base a razones subjetivas el hecho es que esas fuerzas dejarán
de existir y Cristianismo y Civilización consumarán su proceso de creación en
la Adhesión de todas las naciones al Reino de Dios.
Así pues, desde la Semilla que en Abraham y sus padres comenzó a echar
raíces en la Historia, hasta el Nacimiento del Verdadero Fundador de la
Civilización en la Tierra, nuestro Jesucristo, un Mundo de animales y bestias
racionales buscó la eternidad de su Sociedad Salvaje basando su victoria en el
Poder de la Fuerza Bruta. Pero el salto de una Sociedad Animal-Racional a la Civilización
Espiritual-Ontológica sólo puede basarse en el Poder de Aquel Creador del
Universo que creó al Hombre a su Imagen y Semejanza a fin de establecer entre
la Creación y Dios una Sociedad basada en el Ser en tanto en cuanto sujeto de
Deber y de Derecho. Es decir, engendrar en el devenir de lo Humano un hijo de
Dios.
Este Proceso, expuesto a su fracaso apocalíptico desde los orígenes de la
Historia Universal escrita, cual se refleja en la Biblia, es el que viene a ser
retomado- Redención mediante - con el Nacimiento de Jesús, y en la Muerte de
Cristo se abre a toda la Humanidad, extendiendo Jesucristo con su Resurrección
lo que se hizo a título individual al dominio universal. Es decir, visto que
desde su Nacimiento el Cristianismo, en la Persona de su Fundador, como acabo
de decir, ha estado sometido a constante presión destructora, su fruto: la
Civilización (Cristiana por en cuanto sin el Cristianismo jamás se hubiera
producido el salto de la Sociedad Animal-Político-Racional a la Civilización
del Derecho; y precisamente porque éste era el Fin del Cristianismo que Dios
puso sobre la faz de la Historia al hacerse hombre su Hijo), la Civilización
Cristiana ha sido objeto de constantes ataques destructivos, ya desde fuera
como desde dentro. Pero mientras exista la Biblia el Cristianismo seguirá su
evolución histórica hasta unir la Plenitud de las Naciones del Género Humano en
un Único Reino Universal, cuya Corona reposa en la Cabeza del Hijo Unigénito de
Dios. Este es el Fin de la Historia: la Glorificación del Hijo de Dios.
Dada esta Meta se entiende que Dios y su Libro hayan sido objetos de
persecución y exterminio por parte de todos los poderes ciegos que tuvieron y
tienen en la Unificación del Género Humano en un sólo Cuerpo su enemigo público
número uno. La Coronación del Hijo Unigénito de Dios como Rey Universal, Único
y Sempiterno, sobre la Creación entera de Dios es una Declaración de Abrogación
de todas las Coronas del Universo y un Manifiesto de Libertad por el que la
Obediencia Debida de criatura a criatura queda abolida en Exaltación
Omnipotente del Poder de Aquel en cuyas Manos Dios ha dispuesto que estén todas
las cosas, las del Cielo y las de la Tierra: Por la Eternidad.
La Biblia es, pues, ante todo y sobre todo, la Crónica de una Revolución
Universal que le afecta a la Creación entera y establece la Historia del Futuro
de la Eternidad desde un Principio Nuevo. Desde el Prólogo mismo de la Biblia,
La Creación del Universo, Dios se manifiesta su Autor y expone la Fragilidad de
su Libro a los ojos de un Mundo cuya Ignorancia sobre las Causas de la
Revolución del Reino de Dios, que en la Biblia encuentra su Prehistoria, era
tan grande como inmensa la diferencia entre la Inteligencia del Creador y su
Criatura.
En efecto, el “animal racional” en su versión política o en su versión
filosófica es una criatura impotente frente al abismo que separa la Sola Razón
Humana de la Inteligencia Divina. Y sin embargo el Hombre fue creado para
alcanzar la Inteligencia sin límites a imagen y semejanza de la Naturaleza de
la Inteligencia de su Creador.
Pero privado de esta elevación su Historia tenía, por lógica, que escribir
en las páginas del Universo la Crónica de una Guerra Civil Perpetua cuyo Fin,
por ley, habría de conducir a todo el Mundo a su Apocalipsis Final.
La Biblia es, por consiguiente, la Crónica de la Fundación del Reino
Universal de Dios, Padre e Hijo, en el Espíritu Santo, (Antiguo Testamento), y
el Establecimiento de la Civilización bajo cuya Bandera y Estandarte Cristianos
el Mundo se encuentra en este momento en tensión final: Obediencia a la Corona
del Hijo de Dios o Rebelión contra la Voluntad de Dios, su Padre (Nuevo
Testamento).
En el camino la Historia Universal es reflejada en una Familia, la de Noé,
que se hace Tribu en Abraham el Hebreo, y se desarrolla hasta devenir Nación,
la Judía, en cuyos hijos e hijas todo lo bueno y todo lo malo encontró cuerpo a
fin de que en su carne y en su sangre la Humanidad, como se lee, recibiéramos
un Curso Divino sobre la Ciencia del bien y del mal, cuyo desconocimiento
ocasionó la ruina temporal de nuestro Género.
Desde el conocimiento de esta Ciencia del Bien y del Mal se entiende la
naturaleza del ataque de la Razón contra la Fe y su interés en reducir a fábula
el Libro de los Orígenes del Género Humano.
Mi trabajo en Prehistoria y Fundación del Reino de Dios fue entrar en la
Historia de esa Familia, Tribu y Nación Hebrea a la luz de la Historia
Universal rescatada de su tumba por la Arqueología, contra cuya Historia la
Razón, antes de la Arqueología, se lanzó con la furia de una bestia depredadora
dispuesta a devorar página por página cada uno de los libros de las Sagradas
Escrituras. La necesidad es obvia. Aun cuando la dialéctica de la Razón del XIX
contra la Veracidad Histórica de la Biblia ha sido desmantelada por la
Arqueología, enfangado el Siglo XX en el Apocalipsis de su destrucción total,
los Historiadores del XXI aún no han deshecho lo que la Razón hiciera, y sigue
circulando en el mundo la montaña de sentencias sin fundamento científico que
los profetas del Socialismo y del Evolucionismo escribieron contra el
Cristianismo.
Aun cuando no lo crean, ellos pasarán, ya están pasando: “Pero mi Palabra
no pasará jamás”.
FUNDACION DEL REINO UNIVERSAL
La segunda parte del Libro de Dios, el Evangelio, trata de la Batalla entre
la Vida y la Muerte, del Cielo contra el Infierno, y glorifica la Victoria del
Espíritu Santo contra el espíritu Maligno; de Cristo sobre el Diablo.
Dice el Libro de Dios en su tercera parte que llegado el Día Anunciado le
ordenó Dios a todos sus hijos presentarse ante su Trono y deponer sus coronas a
sus pies. De lo que se lee se ve que unos lo hicieron y otros se negaron, y en
consecuencia los Rebeldes que no lo hicieron fueron perseguidos, destronados y
arrojados del Cielo.
De la lectura del Nuevo Testamento se desprende que mientras los príncipes
Fieles persiguieron a los Rebeldes, Dios llamó a su Primogénito, le dio a
conocer la Doctrina del Reino de los Cielos e inmediatamente le envió a nuestro
mundo, donde se encarnó en María, la Virgen de Nazaret, y nació bajo el reinado
de los Herodes en Belén de Judá durante los días del censo universal decretado
por Octavio César Augusto, sobre cuya historicidad hay mucho que decir .... a
su tiempo.
Ignorante y desconocedor de las medidas revolucionarias que su Padre había
proyectado y empezaban a materializarse a raíz de su Encarnación, el Hijo de
Dios descubrió a Cristo durante el episodio que Él mismo vivió en el Templo, a
la edad de los doce años aproximadamente. En Cristo descubrió Jesús el Pensamiento
de Dios, y lo que es más importante, descubrió el Origen del Espíritu Santo,
que estaba en su Padre, Único Dios Verdadero e Increado que conocieron el
Infinito y la Eternidad.
Se desprende de la lectura del Nuevo Testamento que Dios le descubrió a su
Hijo tanto la identidad del verdadero Enemigo de su Reino cuanto la Naturaleza
de la Revolución que únicamente y nadie más que Cristo Jesús, el Rey Mesías, el
heredero de todas las promesas escritas en el Antiguo Testamento, nacido del
espíritu de Yavé: “espíritu de inteligencia y sabiduría, de entendimiento
y fortaleza, de consejo y temor de Dios”, podía y debía abrir.
Estando sin embargo sujeto por su Origen a la estructura del Mundo Antiguo,
y porque de entre todos los príncipes del Cielo Jesús era el Rey de reyes,
también a Él le tocaba obedecer y sujetarse al decreto de Abolición del Imperio
que su Padre dictara y estuvo en la causa de la Batalla en el Cielo, de la que
habla en Su Libro, el Apocalipsis. Al igual que lo hicieron los Príncipes del Cielo,
también el Rey de reyes y Señor de señores debía poner su Corona a los pies de
Dios.
Y así fue; Jesús, el Primogénito de los hijos de Dios puso su Corona a los
pies del Trono de su Padre.
De manera que sujeto a la condición de los particulares que bajo riesgo y
cuenta propia emprenden una revolución sin contar con más fuerza que el amor a
la Verdad, también Jesús fue atrapado por los poderes reaccionarios de este
mundo, y, consecuentemente, entregado a los jueces de Cristo para que fuera
contado entre los malhechores por enemigo de la Nación al caso.
EL MISTERIO DE CRISTO.
Pero lo que no sabía nadie, porque nadie podía saberlo, era que al regresar
a su Mundo Jesucristo lo hacía como Rey Todopoderoso a imagen y semejanza de su
Padre, y que Glorificado de esta manera llevaba a su Casa una Nueva familia, su
propia Familia, a nacer, pero que estaba en Él: Una Esposa, la Iglesia
Católica, engendrada para unir a todo el Universo en una misma Religión, unos
Hermanos, cuyo Poder es el de Dios, que está en su Palabra, y una Descendencia,
nacida para unir todo su Reino en una misma Inteligencia.
He aquí el Misterio del Espíritu Santo, que es Cristo: La Cabeza es Cristo
Jesús; el Tronco es la Iglesia Católica, y los Miembros los Hijos de Dios. Aquí
está el espíritu de Inteligencia:
“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en
comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros; porque la
expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de los hijos
de Dios, pues las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por
razón de quien las sujeta, con la esperanza de que también ellas serán
libertadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de
la gloria de los hijos de Dios”.
¿Cómo puede, pues, decir la Iglesia Ortodoxa que el Espíritu Santo no
procede del Hijo, siendo el Nombre Nuevo de Jesús: Cristo, y siendo este Cristo
Jesús la Cabeza del Espíritu Santo hecho Hombre, y siendo las iglesias su
Cuerpo, cómo puede moverse el Cuerpo sin la Cabeza o vivir sin recibir todo de
su Cabeza? Y lo que es objeto de Juicio contra los siervos de Dios: ¿Cómo podrá
la Cabeza moverse libremente si el Cuerpo está dividido y se niega a seguir la
dirección marcada por su Mente?
Pero esta División de las iglesias, por la que el Cuerpo y la Cabeza habían
de entrar en Conflicto y por el Cuerpo ser denigrada la Cabeza, ya había sido
dada por descontada en razón de los acontecimientos que la Necesidad de la
Muerte de Cristo vino a poner sobre la mesa de la Historia. La Liberación del
Diablo en el Año Mil, (su consecuencia primera: la División entre Oriente y
Occidente en el 1054), venía dictada por la Necesidad de mostrarle Dios a todos
sus hijos que la Destrucción de quien fuera antes príncipe del Imperio del
Paraíso, miembro de la Casa de Dios, vendría dada como efecto de su absoluta
negación a someterse a la Civilización del Reino de Dios, contra la que
conjurara al precio de ser desterrado por la Eternidad.
Habiendo sido liberado Satán en el año Mil y conociendo a Dios bien hubiera
podido doblar sus rodillas, reconocer su Error y en razón de ser sólo eso, una
Criatura, pedirle Misericordia al Creador de todos, hasta que su
Arrepentimiento hubiese movido el Corazón de Dios a Perdón. Contrariamente a lo
que se hubiese podido esperar de una Criatura tomada del Polvo Cósmico y
revestida de Inmortalidad Indestructible por el Poder del Señor y Dios de la
Eternidad, el Diablo, la Serpiente Antigua, el Dragón, cuya Cabeza fue Satanás,
se mantuvo en su Conjura a eternidad contra el Reino de Dios. Una Rebeldía a
eternidad que Dios ya había visto pero contra la que no se podía hacer nada,
excepto profetizarle a las iglesias las consecuencias de esta Necesidad de
Liberación del enemigo de Cristo, que por lógica buscaría dividir las iglesias
para conducir a las naciones cristianas desde la guerra civil, la Guerra de los
Treinta Años, a la Guerra Mundial de Gog y Magog, Stalin contra
Hitler, de la que confiaba obtener el Diablo la Destrucción del Cristianismo y,
por tanto, humillar a Dios ante su Creación al no poder consumar su Voluntad de
Conducir la Plenitud de las Naciones al Encuentro de su Reino.
Así acaba la Biblia; así cerró Dios su Libro.
Su Hijo hecho Hombre selló con su sangre su Contenido hasta el Día en que la
Expectación de la Creación se consumase y el Nacimiento del Primogénito del
Testador, sobre el que escribiría su Nombre Nuevo, Cristo, y el Nombre de su
Dios, Yavé, y el Nombre del Monte de Dios, Sión, nacido para Heredar
el Espíritu de Inteligencia, viniese a Luz, y la Puerta quedase abierta para
que todo el mundo entrase y viese el Contenido del Libro contra el que los
sabios de las naciones se levantaron para negar su Origen Divino
II
INTRODUCCIÓN ESPECIAL AL ANTIGUO TESTAMENTO
La Historia del Género Humano sin el conocimiento del Antiguo Testamento es
imposible siquiera de conceptuar. Cuando al principio del siglo XIX se rechazó
la historicidad de los libros veterotestamentarios se hizo pensando
en la ausencia de los documentos que avalasen la existencia de los personajes y
países bíblicos. Amparados en aquella ausencia las escuelas intelectuales del
XIX arremetieron contra el Cristianismo en forma cada vez más violenta hasta
desembocar, de la mano del anticristianismo científico-cultural del XIX, en las
masacres mundiales y regionales del XX acometidas por los Estados Bolcheviques
contra las iglesias de las naciones donde instaló el Comunismo su imperio de
terror y muerte. El Socialismo nació para destruir al Cristianismo y con él
enterrar la Historia del Género Humano bajo la Cultura de la Bestia que asolara
el XX.
El final del XIX, sin embargo, trajo con su muerte una revolución
arqueológica de la mano de la cual esos personajes y aquellos países bíblicos
salieron de sus tumbas para dejar por verdaderos necios a todos
aquéllos seudo-sabios de finales del XVIII y principios del XIX que usaron
la ausencia de dichos Documentos como palanca contra el Cristianismo. Con todo,
la Cosecha Anticristiana y Anticivilizadora se había hecho, las mieses
estaban prestas, los segadores en sus sitios a la espera de la orden de la
Batalla Final. A semejanza de un campo capaz de dar dos cosechas en un mismo
año, el Siglo XX dio dos cosechas de Destrucción Total.
Si el Socialismo del XIX fue teórico, el Socialismo del XX fue práctico, y
bajo su práctica decenas y decenas de millones de seres humanos fueron privados
de la vida a la manera que se recoge la mies: aplastando la Bestia Socialista
bajo sus patas todo lo que se le puso en el camino. El Socialismo Bolchevique, o
Comunismo, y el Socialismo Nacionalsocialista, o Nazismo, siendo hijos de la
misma madre putativa, el Ateísmo del XIX, las dos bestias fratricidas-asesinas
se lanzaron la una contra la otra hasta hacer del mundo una cuba
donde las naciones, como viñas, fueron pisoteadas a la salud del Socialismo del
Siglo XX, y del vino bebieron todas las naciones, que, emborrachadas de sangre,
comieron carne humana hasta hartarse.
Sumido el Siglo XX en el mundo del Infierno Socialista, la Revolución
Arqueológica de finales del XIX quedó aparcada, y la Ciencia de la Historia,
aterrorizada por su Objeto a tiempo real, se perdió en alguna parte de la Nada,
para volver a luz en la carne de un mutante sin capacidad intelectual ni
carácter científico alguno que, bajo el nombre de Novela Histórica, quiso
suplir la tarea de los Historiadores de la Segunda Parte del XX, y usar el
escándalo y las lagunas sin solución, como minas de oro. El amor a la Verdad
que implica la existencia misma de la Mente Científica, después de las Dos Grandes
Guerras, fue enterrado, y puesto en su lugar el amor a la fama dorada de los
Nobeles, los Medallones Académicos y demás bagatelas con las que satisfacer la
mente de “los sabios” de la Ciencia de la Posguerra.
Aunque a estas alturas, y a pesar del Anticristianismo de la Ciencia del
XX, únicamente los analfabetos vocacionales (centrando la Cuestión en la
Civilización fundada por el Cristianismo) son los únicos que desconocen la
Cronología Histórico Poli-Milenaria del Mundo en el que vivimos, los Media supliendo
la ausencia de Conocimiento con imágenes estereotipadas creadas para el Control
del Orden en el Caos que caracteriza el Nuevo Pragmatismo del Ateísmo del XXI,
que lenta pero sin pausa va imponiendo su Nuevo Orden Mundial a caballo de la
Razón de su Animalidad para luchar contra los problemas de un Planeta aquejado
de Muerte Biológica por toda perspectiva de Futuro, y contra este Orden Mundial
sin Futuro ni Pasado en el Origen del Universo: el Cristianismo del Siglo XXI
sienta su Base en el Conocimiento Histórico de la Memoria del Género Humano,
Plataforma sobre la que todo el Edificio del Futuro se alza en la Verdad, madre
de la Justicia, cuya hija, la Paz, es la única Casa donde la Prosperidad de las
Naciones encuentra su “tierra de leche y miel”. Y todo lo que sea fundar el
Futuro del Siglo XXI sobre bases pragmáticas es luchar contra la extinción
biológica de la Tierra escondiendo la cabeza en la arena.
Obviamente el Antiguo Testamento es la Plataforma Histórica sobre la que
replantearse la Concepción de la Ciencia no como un instrumento para la
Evolución de la Guerra y la Imposición de Paz a cambio de pérdida de Libertad,
que es el objetivo y fin de la Política del Orden Global del XXI. ¿Para qué
quiero la Paz si no soy libre? ¿Puede ser la democracia la cobertura para una
justificación de la Dictadura en razón de una necesidad para combatir el caos
que observamos en el mundo? ¿No es mejor morir libres que vivir esclavos, ya de
una ideología, ya de un grupo de intereses, ya sea de lo que y de quién sea?
El Antiguo Testamento es ante todo y sobre todo la Lucha de la Libertad del
Hombre en tanto que Género, representado por la Casa de Adán y la Nación de
Israel, contra las fuerzas dictatoriales de los grupos monárquicos que
existieron por todo el planeta desde los últimos días del Neolítico. Y a este
punto de la Historia tenemos que dirigirnos si queremos comprender esa Lucha,
pues es desde esta superficie que comienza la andadura de Adán en la Historia
de la Tierra. A medida que avancemos en el curso del 2020 ya descifraremos en
términos históricos cada paso que recoge el Antiguo Testamento, con objeto de
situarlo en relación a la Historia Universal en tanto que Evolución desde la
materia al espíritu.
Así pues, el Valor del Antiguo Testamento, siendo
un escalómetro respecto al cual referir la Sucesión de los Imperios
desde el Tercer Milenio a.C. hasta nuestra Era es de primer orden. Si su
desconocimiento precede a la esclavización de la Memoria de la Humanidad a los
intereses de ciertos grupos de Poder, su Conocimiento es el principio de la
Liberación del Hombre en tanto que Ser respecto a las cadenas mentales que
vistiéndose de pro, pretenden sumir bajo las botas del imperio de intereses
grupales la Libertad más sagrada que existe, la Libertad del espíritu. No en
vano el Socialismo del Siglo XXI tiende por ley a
la lobotomización de la Memoria del Ser Humano mediante la amputación
de la Educación religiosa. ¿Qué más asesino que ese ateo que bajo el imperio
del progreso es capaz de masacrar por millones a quienes presentan un Plan de
Futuro diametralmente opuesto? ¿No es el Ateísmo Científico quien ha
conducido al Planeta al límite de su existencia biológica mediante su
Radiografía Termonuclear de la Tierra? ¿Qué más manipulable que un analfabeto
bíblico?
Desde el Cuarto Milenio a.C. el Género Humano vivió una epopeya irrepetible
que, por su Consumación en el Nacimiento del Cristianismo, resuelve la
existencia de las naciones en el seno de una Comunidad Universal unida en un
mismo Espíritu. Desde Jesús a nuestros días el Futuro del Género Humano ha
dependido del espíritu cristiano para avanzar desde la Caída de la Civilización
Clásica a nuestra generación, superando por el camino tragedias que, de no
haber impregnado Dios al Hombre de su Pasión por la Libertad, jamás hubiera
podido darse nuestro Siglo.
Es en este contexto que las iglesias, sin distinción, pues Dios a todas las
dejó bajo “la ley de la fe que se corrompe” para tener de todas misericordia en
la Obediencia a su Voluntad Unificadora Presente, bajo esa ley todas las
iglesias, sin excepción, han dejado escritas páginas de errores incalificables
en el Libro de la Vida. Y sin embargo, quien esté libre de pecado que tire la
primera piedra.
De todos los errores de las iglesias el Derecho del Individuo a interpretar
la Biblia es el más grande y el núcleo y el seno donde echaron dientes y uñas
todas las herejías de los primeros siglos, su consecuencia fatal más palpable
la División del Reino de Dios en la Tierra, efecto de cuya División, ajustando
el hecho al Decreto: “Todo reino en Sí dividido será destruido”, la Muerte, el
Diablo y el Infierno esperaban cosechar la Destrucción del Cristianismo de la
Mano de aquél que pusiera la Primera Piedra. Ahora bien, ¿dónde está quién
puede leer en la Omnisciencia del Dios Increado y decir: Yo puedo interpretar
la Palabra de Dios? Y con todo, esta demencia es la que implica el Derecho a la
Interpretación de la Biblia. La Biblia no se interpreta: la Biblia se vive. Fue
a causa de ese “derecho” de los teólogos Judíos que la Nación bíblica de Israel
fue reducida a escombros y sus supervivientes desterrados de la heredad de sus
padres a sufrir la Pena que firmaron contra sus hijos: “Caiga Su sangre sobre
nosotros”.
¿Cómo interpretar lo que está claro como el agua? La Interpretación de la
Biblia implica en la mente del intérprete la carencia total de inteligencia en
aquel a quien se le “interpreta” lo que por su propia claridad supone una
ofensa hacia el que lee la Biblia.
La Biblia es Luz, no existe en el Libro de Dios un solo pasaje oscuro o
parte tenebrosa del que emane confusión.
La Biblia es Verdad. Quien escribe es el Dios de la Eternidad y del
Infinito, quien lee es polvo sacado de las cenizas de la tumba de un Cosmos
Increado, que Dios resucitó por su Poder y su Inteligencia.
La Biblia es Vida: El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es
Dios; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Jesús es la Cabeza de
Cristo, Cristo es la Cabeza de las Iglesias, Dios es la Cabeza de Cristo Jesús.
Todo lo que esté de más y todo lo que esté de menos es enmendarle la plana a
Dios. ¿Y dónde está el necio que se atreverá a ponerle el dedo en la boca a
Dios? ¿Celulario? ¿Calvino? ¿Santo Tomás? ¿Lutero?
El Antiguo Testamento fue escrito para su Hijo por el Dios de la Sabiduría
de la mano de sus Siervos los Profetas. Siendo Dios Padre quien le hablaba a su
Hijo a través de sus Profetas: era imposible que hombre alguno, habiendo Dios
retirado su Espíritu del hombre, sin excepción, lo mismo del Judío que del
Gentil, pudiera comprender el Pensamiento y la Palabra del Creador de los
Cielos y de la Tierra. Y habiendo quedado demostrado en la Cruz que sin el
espíritu de Inteligencia nadie puede comprender a Dios, siendo la Fe la Gracia
por la que sin Hablar la Lengua de Dios el Hombre entiende a Dios en el Amor a
Cristo, y precisamente porque se escribió: “pero la creación espera ansiosa la
manifestación de los hijos de Dios”, esto es, la Descendencia de Cristo, siendo
quien escribía hijo de Dios, de la Descendencia de Abraham, no habiéndose
manifestado la Descendencia de Cristo, siendo para esta Descendencia que se
escribiera el Nuevo Testamento, el deseo de Comprender era universal en el
Cristianismo, y la desolación por la imposibilidad de entrar en la Mente Divina
fue el principio y origen de la Interpretación, que, prosperando, dividió a la
Casa de Dios en la Tierra y la ha expuesto al Juicio del Dios que dijo: “Toda
Casa en Sí dividida no subsistirá”. Y habiendo sido Dios quien dijo “Haya Luz”:
y hubo Luz, y firmado con su sangre del Decreto contra la División de su Reino
y Casa en la Tierra, esto es, las iglesias, quien interpretó la Biblia a la luz
de su Razón, ése trabajó para el Diablo, pues todo el que es de Dios, aún sin
conocer la Mente de Dios, permanece en Dios.
Ahora bien, el Decreto siendo Omnipotente es Maravilloso, y previendo la
Obra del Diablo en los Celularios, Luteros y Borgias, diciendo
“en Sí” dejó la puerta abierta a la Obediencia en la Unificación, de esta
manera en su Omnisciencia Todopoderosa señalando la naturaleza del Futuro en su
Testamento.
El Antiguo Testamento es, pues, ante todo y sobre todo el Discurso a la luz
del día de Dios para su Hijo. Pues la Caída del Género Humano provocó un
Cataclismo en la Creación que debía ser combatido por Dios. Y pues que el
Espíritu de Dios es el enemigo “de la generación de aquéllos hijos rebeldes”
que se alzaron contra Su Ley, y utilizaron al hombre como hacha con el que
declararle la guerra, a fin de derribar la Ley “aquella generación malvada y
perversa” esperaba tentar al Hijo de Dios con el fruto de la Ciencia del bien y
del. La Muerte, el Diablo y el Infierno usaron al hombre como peón y la Tierra
como campo de batalla.
Siguiendo la reglas del Encuentro a Muerte entre el hijo de Eva y el hijo
de la Muerte, Dios le habló a su Hijo utilizando por Tinta la sangre de los
Profetas. El objetivo supremo del Discurso era elevar públicamente y para
siempre delante de toda la Creación la Naturaleza del Espíritu Santo de Dios.
De aquí que se escribiera: El Verbo se Hizo Hombre.
Y si digo que la elevación se hizo pública y para siempre lo hago pensando
en quien no ha entendido aún que el Espíritu Santo es el Ser del Dios Vivo, y
que habiendo sido puesto en tela de juicio esta Naturaleza por aquélla
“generación malvada, rebelde y perversa” de entre los hijos de Dios “no de esta
creación” fue por esta Duda que entró el Infierno en la Creación. La Maldad de
aquélla “generación infernal” fue llevada al extremo de Tentar al Hijo de Dios
con la fruta de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir: la Guerra.
El Hombre devino un simple instrumento, un hacha de Guerra en las manos de
una generación de “dioses” conjurados en Rebelión ad eternum contra
el Reino de Dios; y dado que no pudieron llevar a Dios directamente a poner
entre su Espíritu y sus hijos “no de esta creación” un Muro de Separación, una
Ley de Impunidad Específica en razón de la cual el Poder devenía un Olimpo de
“dioses” más allá del Bien y del Mal, es decir, más allá de la Justicia, ésa
“generación homicida y diabólica” quiso conseguir, ganando para su Causa al
Hijo de Dios, lo que no pudieron conseguir atacando directamente a Su Padre.
El Hombre, usado como un Hacha de Guerra para fines infernales, no pierde
esta condición durante el transcurso de los tiempos de la Biblia. Durante todo
el tiempo Veterotestamentario el ser humano sigue siendo un
Instrumento. Y lo será, sin excepción, durante todo el tiempo del Nuevo
Testamento igualmente.
Pero si en el caso del Maligno y sus “dioses infernales” el Hombre es un
instrumento para la perdición de la Creación entera; en el caso de Dios el
hombre se convierte en instrumento al servicio de su Creador a la manera que lo
es un soldado al servicio de su General, de esta manera engendrando Dios en el
Hombre primero Profetas y luego Apóstoles, “los primeros” como “los últimos”
todos al servicio del mismo Señor, y todos, lo mismo “los últimos” como los
“primeros”, sujetos a la ley que rige la relación Señor-Siervo, donde el Señor
manda y el Siervo obedece, consistiendo todo el trabajo del Siervo en hacer lo
que se le dice.
Todos pues, lo mismo “los primeros”, los Profetas, como “los últimos”, los
Apóstoles, estuvieron sujetos, esclavizados, a la misma Ley de Silencio. Ley de
Silencio que había de permanecer hasta el Final de la Guerra de Dios contra el
Infierno, cuando Dios extendería la Libertad sobre sus hijos, de la
Descendencia de Cristo, y su Inteligencia cubriría, de la Mano de su Padre,
toda la Tierra.
Concluyendo: la Tierra, donde el Futuro de la Creación ha sido puesto en
juego, fue, como se ha visto en la División de las iglesias, el campo de
batalla elegido por quienes le declararon la Guerra al Reino de Dios a la salud
de la transformación de la Casa de los hijos de Dios en un Olimpo de dioses,
todos ellos más allá de la Justicia, todos ellos bajo una Ley de Impunidad
eterna en razón de la cual las Naciones pasarían a ser peones en el Tablero de
la Existencia, con las que “los nuevos dioses” podrían jugar a la Guerra para
matar el tiempo, concibiendo nacimientos y muertes de imperios sin pagar jamás
el precio por sus crímenes.
Fue contra esta Idea Infernal que se alzó Dios en Cólera ante el
cadáver de su hijo pequeño, nuestro Adán, Cólera que los “intelectuales de
la ciencia” condenaron, demostrando de esta manera su Ignorancia suprema cuando
de lo que se trata es del pensamiento de Dios, ¿o acaso pretenden maldecir la
Justicia de Dios por Incorruptible? A esta pregunta tendrá que responder la
Ciencia en este Siglo, y según la respuesta cada cual se juzgará a sí mismo, y
cada cabeza tendrá su parte, quien con el Diablo sueñe con la Guerra como un
derecho Natural del Poder, al Infierno, “la muerte es su parte”; quien con Dios
aborrece ese Derecho y firma el Decreto de Dios contra la Ciencia del Bien y de
Mal, amando la Ley, sin Excepcionalidad, sobre todas las cosas, sobre su cabeza
y para su gozo la vida eterna está dispuesta.
Sobre la marcha iremos entrando en los pormenores de la Guerra del Reino de
Dios contra el Infierno, en mente siempre que la Tierra es un Campo de Batalla
en estado de Guerra desde la Caída de Adán. Olvidar esto es letal y conduce al
primer paso en falso en dirección a la perdición de la propia inteligencia, es
decir : confundir la Cólera de Dios con el Juicio de un Juez Implacable y sin
Misericordia quien, aun siendo su hijo el transgresor, descarga el peso total
de la máxima pena dispuesta para dicha transgresión; de un sitio, y del otro :
no ver que el Hombre fue un instrumento al servicio de una causa no humana :
Tentar del Hijo de Dios con el Fruto del Árbol Maldito, ¡la Guerra!
Todo el Antiguo Testamento es una acción de suspense, en cuya trama la
creación entera guarda el aliento a la espera de la Respuesta del Hijo de Dios.
¿Comería el Hijo de Dios, o no comería? En definitiva, ¿encontraría el Hijo de
Dios agradable la Idea de la transformación de la Casa de “los dioses” en un
Olimpo más allá del Bien y del Mal?
INTRODUCCION A LA HISTORIA DEL GÉNERO HUMANOEL ÁRBOL DE LA VIDA(Continuación de la Creación del Universo según el Génesis)RESPUESTA DE DIOS AL PROBLEMA DEL BIEN Y DEL MAL
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