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EL CORAZÓN DE MARÍA
CAPÍTULO TERCERO “ YO SOY EL PRINCIPIO Y EL FIN ”
SEGUNDA PARTE LA SABIDURIA Y LA CIENCIA DE LA CREACIÓN
XI
La Sabiduría y la Ciencia
de la Creación
En aquellas cenizas, en efecto,
fue enterrada la Infancia de Dios. Pero quien había salido por su
propio pie de las llamas de la destrucción de su Imperio era ahora
un guerrero que había ganado su Primera Batalla y por el camino
había descubierto la Ciencia de la Creación. Buscando sus enemigos
el arma definitiva que le destruyera descubrió Dios los secretos
de la materia, del espacio y del tiempo, y al abrir esa puerta se
encontró con la Sabiduría.
XII
Él la amó desde el primer
día. Y Ella a Él no se le negó, no le dio la espalda, no salió la
Sabiduría huyendo de su Señor. Él fue para Ella, desde el Principio
sin principio de la Increación, la causa metafísica de su existencia,
la razón por la que Ella, la hija del Infinito y la Eternidad, lo
hacía todo. Él fue para Ella, desde el Principio sin principio de
la Increación, el Dios que le exigía cada vez más, que lo retaba
continuamente con su alegría y sus ganas de vivir. Él era para Ella, desde
el Principio sin principio de la Increación, su fuente de inspiración.
Era en Su corazón donde Ella, la hija del Infinito y la Eternidad
miraba para ver los miles de reflejos del Futuro. Su deseo era su
musa, Su capacidad para soñar era para Ella un taller de proyectos.
Cuando Él irrumpió en la estructura de la Realidad poniéndole a
Ella sobre la mesa Su Deseo, Ella supo que de entonces en adelante
ya nada sería ni podría ser igual. Antes que Él viera la primera
llama Ella ya había visto el Infierno; antes que Él oliera la primera
chamusquina, Ella ya había visto el cementerio sobre el que su guerrero
indestructible caminaría descalzo. Inevitable el fin de Su sueño
Ella articuló la garganta de los sabios para hablarle a Dios palabras
de Ciencia. Porque para el día que Él anduviera sobre las cenizas
de su sueño, para ese Día, Ella ya le habría entregado todos los
secretos de la Ciencia de la Creación. Ella le iba a enseñar cómo
se crea una galaxia. Ella le iba a enseñar cómo crear un enjambre
de estrellas, cómo articularlas en redes moleculares, cómo cubrir
regiones enteras de mares gravitatorios flotando entre galaxias,
cordilleras de cuyas cumbres ríos de astros corren por los desfiladeros
de los abismos siderales y van a desembocar en las costas de las
constelaciones. Ella le iba a enseñar a cultivar el árbol de las
especies. Ella le iba a entregar su Poder, ella le iba a entregar
su ser.
XIII
Y así fue cómo el Guerrero
dio paso al Sabio.
El Infinito y la Eternidad
transformaron su cuerpo, el universo, en un laboratorio de aprendizaje
para Dios, y Le dieron por Maestra a su hija, la Sabiduría. Ella
guió Su pensamiento a través de los átomos, dirigió Su brazo hasta
el núcleo de las estrellas. Le enseñó a atrapar un haz de rayos
cósmicos, Le descubrió cuáles son las leyes que rigen su movimiento
en un campo de energía; Le enseñó a manipular ese campo de energía
creadora en razón de los efectos buscados. Le mostró cuál es la
serie de leyes generales y particulares que rigen la relación entre
la materia y la energía. Le descubrió el origen de las supernovas,
las causas por las que las galaxias se atraen, se rechazan, se unen,
se dividen, se transforman pero nunca se destruyen. Corrió Dios
contra la luz y venció al rayo cósmico en pleno vuelo intergaláctico.
Aceleró Dios el pulso de los astros al límite de sus revoluciones
para ver qué sucedía si doblaba al cuadrado la densidad de su campo
gravitatorio. Se sumergió Dios en el microcosmos y sobre una estela
de plata siguió el salto de la energía de una dimensión a la otra.
Más iba conociendo sobre
las fuerzas que mueven el universo y sus leyes, más disfrutaba Dios
creciendo en inteligencia. Su inteligencia no conocía límites, siempre
quería más, y ningún problema se le escapaba. Sólo tenía que enfocar
sus ojos para que su pensamiento encontrara la respuesta. La Sabiduría
se limitaba a ponerle delante el objeto y a dirigir su pensamiento
hacia la solución correcta. Le estimulaba el conocimiento y lo introducía
de ciencia en ciencia hasta el límite que sólo Dios podía alcanzar,
el conocimiento de todas las ciencias, la Omnisciencia Creadora.
Después la Sabiduría le abrió
a su Señor la puerta al tema de la creación de la vida.
Qué condiciones sistemológicas
es necesario crear para obtener esta especie o la otra. Cuáles son
los procesos de selección natural que han de seguirse para que la
fuerza vital dirija sus pasos en una dirección definida y no en
otra.
De Ella aprendió Dios todos
los secretos de la creación y cultivo del Árbol de la vida. Bajo
su dirección creó Dios mundos siguiendo el método de la experimentación.
Y cuando su dominio de todas las leyes y fuerzas del universo lo
convirtieron en el que era, ¡el Señor!, fue a dar el paso hacia
la frontera inconquistable: la creación de la vida a su imagen y
semejanza.
XIV
Pero durante el período de
formación de su Inteligencia Creadora se fue abriendo paso en la
mente de Dios una idea particular. Mientras estuvo atareado en el
dominio de la Ciencia de la Creación fue sólo un pensamiento esporádico
que se le pasó por la cabeza, que Él apartó de sí sin darle más
importancia.
La Idea que se le metió en
el ser es la siguiente:
¿Él era el Único Miembro
de su Familia? Quiero decir, ¿cómo podía saber Él que en alguna
parte al otro lado del Orto donde mora el Infinito no había Alguien
como Él, un Ser de su Naturaleza Increada que en ese mismo momento
incluso pudiera estar pasando por donde Él había pasado?
Este era el pensamiento que
le venía, y, una vez tras otra, Él apartaba de sí. No obstante su
constante darle la espalda, según el Señor fue naciendo en su Ser
la cuestión fue adquiriendo ventaja. Era verdad que Dios no se había
encontrado con su Igual y estaba en que Él era el Único Miembro
de su Familia. Si a alguien llamaba Padre era al Infinito, si a
alguien podía llamar Madre era a la Eternidad; si sentía como Esposa
a alguien era a la Sabiduría.
¿Esto le ahorraba la verdad
de no haber estado nunca al otro lado del Orto de la Increación?
¿Y si no había estado nunca allí cómo podía afirmar que ese pensamiento
que se le había metido en la cabeza no era la llamada de ese Igual?
Sólo había una forma de saberlo.
Lanzarse a recorrer los espacios infinitos.
Que Dios estaba en Él, porque
Él era Dios, ya había quedado claro. ¿Pero Él era el único Dios
vivo?
XV
Sin pensárselo más, Dios
lo dejó todo. Allí, en aquel momento, Él dio por finalizado su aprendizaje
del dominio de la Ciencia de la Creación. Y se lanzó a la aventura,
a la búsqueda de la respuesta a la pregunta que se le instaló en
el pecho y se negaba a ser pasto de la papelera de reciclaje.
¿Era ÉL el único miembro
de su familia? ¿Él era el Único Dios que la Eternidad y el Infinito
conocían?
XVI
¿En qué medida la experiencia
puede permitirle a la inteligencia comprender la historia que Dios
vivió al romper las fronteras del Orto de la Increación? ¿Qué tipo
de entendimiento debemos poseer para hacernos una idea de los sentimientos
de un Dios Vivo recorriendo llanuras de un espacio que le era desconocido
a la búsqueda de ese otro Ser de su misma naturaleza increada y
eterna? ¿Qué tipo de matemáticas del tiempo debemos manejar para
calcular los millones de milenios que aquella aventura duró? ¿Qué
estructura literaria debe encarnarse en las manos de un historiador
de todas las cosas bellas, para que de sus dedos manen ríos de leyendas
y visiones de paisajes más allá de la fantasía de cien mil universos
unidos en el corazón de una perla? ¿Cómo diremos vivió Dios esto
o vivió aquello? ¿Cómo se atreverá la imaginación del poeta de las
cosas alegres a levantar una oda a la conquista de los horizontes
que no se ven, pero que suenan en las orejas de su conquistador
como arpegios de bluses mágicos sacudiendo tristezas? ¿Podemos decirle
a la aurora?: Hazte mujer y bésame. ¿Le hemos dicho nunca a la estrella
de la mañana?: Ven y abrázame ¿Qué emociones vivirá el alma que
goza del amor de la Luna y en sus alas navega por sueños de cristal
líquido en busca de las costas de la felicidad perfecta? ¿Cómo podremos
entrar en la mente de un Ser que se mueve a la velocidad de su pensamiento
y cuyo corazón es fuerte como un sol?
XVII
Sin miedo, indestructible
por naturaleza, el conocimiento de sí mismo forjado en una batalla
que le hirió el alma con heridas profundas que desgarran, el Guerrero
despertó de su descanso en la tienda de la Sabiduría, se despidió
de Ella con un beso de alegría brillante, y recibió de Ella este
adiós: “Tú-Dios, el que buscas, Amado mío, está en ti”. De nuevo
fuerte, más fuerte que nunca, curado de sus heridas con bálsamo
de amores puros, el Guerrero necesitaba descubrir la respuesta por
sí mismo, y allá que subió a las cordilleras del Tiempo, y desde
las fronteras de su universo divisó por fin las tierras donde mora
el Infinito. Sonriente, con el viento de la Eternidad en su cabellera,
sus músculos firmes, sus piernas fuertes como columnas, sus ojos
brillantes de emoción y de nuevo maravillado por la hermosura que
se abría a sus pies, aquél que era Dios, guerrero indestructible,
aventurero enamorado de la existencia, el protegido de la Eternidad
y del Infinito, allá que se lanzó en las alas de los vientos eternos
a la conquista de los horizontes vírgenes.
XVIII
¿Cuánto tiempo duró aquella
aventura? ¿Una eternidad es una medida matemática que quepa en nuestros
manuales de física? ¿Nos atreveremos a dibujar la más humilde de
las aventuras que vivió aquel guerrero indestructible en el lienzo
de nuestras visiones más futuristas?
Al cabo, pasada una eternidad,
descubrió Dios que el mundo al otro lado del Orto donde mora el
Infinito se resolvía en una línea en forma de gran montaña, desde
cuya cima podía contemplar con sus ojos todopoderosos la verdad
que estaba buscando: Él era el Único Dios que la Eternidad y el
Infinito habían conocido y tenido por Señor desde el Principio sin
principio de la Increación.
Mas en esta verdad que os
puede sonar a cosa conocida, en esta declaración formal latió un
pesar.
Porque a medida que más y
más se le fue descubriendo a Dios la Inmensidad de su Mundo, a medida
que la definición de su Ser y las del Infinito y la Eternidad se
le fueron fundiendo en una sola cosa, haciéndose una realidad indivisible,
inseparable, indestructible, a medida que se le descubrió su Naturaleza
en toda su inmensidad sobrenatural, increada y eterna, en esa misma
medida aquél deseo de saber si existía al otro lado del horizonte
desconocido Su Igual, Su Hermano, Su Amigo, en esa misma medida
que fue creciendo en el Sabio el conocimiento sobre su propia sobrenaturaleza
increada y eterna, en esa misma medida creció en Su pecho aquella
lucecita recóndita que al principio latiera con el pulso de
una idea muy pequeñita.
Y así, a la hora en que el
Único Dios Vivo se encontró en la cumbre del Monte del Infinito
y la Eternidad, aquél deseo de conocimiento se había transformado
en un deseo cada vez más fuerte de encontrarlo y abrazarlo, mirarlo
a la cara y decirle: “Por fin, cuánto tiempo te he estado buscando,
mi Igual, mi Hermano, mi Amigo”.
XIX
Aquél que se encontró de
pie en la cima del Monte del Infinito y la Eternidad, donde encontró
a la Sabiduría esperándole para darle el Hola con las mismas palabras
que le diera el Adiós, Aquel Guerrero, Sabio, Dios Único miembro
de su Casa y Familia, se encontró con que aquella lucecita latía
ahora en su pecho con la fuerza de un sol que seguía creciendo.
¡Qué no hubiera dado en ese momento por haber encontrado a Su Igual,
a esa persona con la que reírse de Tú a Tú y juntos lanzarse a la
aventura de la Vida por las llanuras que se desplegaban a los pies
del Monte sobre el que se encontraba!
Pero no, Dios estaba solo.
Él era el único miembro de su Familia. Jamás tendría a ese Alguien
a quien decirle: “Guerrero, te echo una carrera”. Jamás gozaría
del placer de ser tratado de Tú a Tú por esa otra persona divina
que lo necesitase a Él tanto como Él le necesitaba. Pero basta.
¿Acaso Él no era Dios? ¿Por qué entonces se estaba machacando el
corazón? Él le daría vida a ese Hermano, a ese Amigo nacido para
mirarle cara a cara, para reírse con Él cómo se ríen los hermanos
y hablarse como se hablan los amigos, con libertad, con cariño,
con independencia de criterio. ¿Acaso Él no era el Señor? ¿Acaso
se le había olvidado cómo crear un universo, cómo cultivar el Árbol
de la vida? ¿No estaba la Sabiduría a su lado susurrándole al oído?:
“Tú-Dios está en ti. Amado
mío, quien buscas está en ti”.
XX
El Divino Guerrero volvió
a sonreír; se puso el Manto del Sabio y creyendo saber qué significaban
las palabras de la Hija del Infinito y la Eternidad, se dijo: “Entonces,
pongamos manos a la obra”. Enseguida transformó Dios la Montaña
del Infinito y la Eternidad en un Monte de tierra mágica creciendo
a la velocidad de la mirada de su Creador hasta las fronteras que
nunca se alcanzan. Como si fuera un continente creciendo desde su
centro, y ese centro un Monte que crece en altura a la velocidad
que lo hace su superficie en la llanura, maravillando a quien lo
ve porque, no importa dónde te halles, se ve su Cima desde todos
los confines, llamó Dios a ese Monte nacido para ser el centro
de su Creación Universal: “Sión”. Y a ese continente dotado de su
sobrenaturaleza, cual si el Infinito y la Eternidad volvieran a
nacer desde el Monte de Dios, y hubiesen salido disparados hasta
alcanzar los límites naturales a sus cuerpos, a ese Continente en
el corazón del Cosmos lo llamó “el Cielo”. Le dio a la Sabiduría
su tierra por reino, para que en el Cielo echara raíces y le diera
de sus entrañas al Hermano, al Amigo por el que su Corazón suspiraba.
TERCERA PARTE EL ORIGEN DE LOS DIOSES
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