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EL VENCEDOR EDICIONES

Evangelio según San Marcos
     

 

TERCERA PARTE

PASIÓN Y RESURRECCIÓN DEL SALVADOR

 

Capítulo 14
La conspiración de los judíos
1
Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos, y buscaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas cómo apoderarse de El con engaño y darle muerte,
2
porque decían: No en la fiesta, no sea que se alborote el pueblo.
 
 
La unción de Betania
 
3
Hallándose en Betania, en casa de Simón el leproso, cuando estaba recostado a la mesa, vino una mujer trayendo un vaso de alabastro lleno de un ungüento de nardo auténtico de gran valor, y, rompiendo el vaso de alabastro, se lo derramó sobre la cabeza.
4
Había algunos que, indignados, se decían unos a otros: ¿Para qué se ha hecho este derroche de ungüento?
5
Porque pudo venderse en más de trescientos denarios y darlo a los pobres. Y murmuraban de ella.
6
Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la molestáis? Una buena obra es la que ha hecho conmigo;
7
porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y cuando queráis podéis hacerles bien; pero a mí no siempre me tenéis.
8
Ha hecho lo que ha podido, anticipándose a ungir mi cuerpo para la sepultura.
9

En verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio, en todo el mundo se hablará de lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.

 
 
La traición de Judas
 
10
Judas Iscariote, uno de los doce, se fue a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo.
11
Ellos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero, y buscaba ocasión oportuna para entregarle.
 
 
Preparación de la última cena
 
12
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba la Pascua, dijéronle los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos para que preparemos la Pascua y la comas?
13
Envió dos de sus discípulos y les dijo: Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua; seguidle,
14
y donde él entrare, decid al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi departamento, en que pueda comer la Pascua con mis discípulos?
15
El os mostrará una sala alta, grande, alfombrada, dispuesta. Allí haréis los preparativos para nosotros.
16

Sus discípulos se fueron, y vinieron a la ciudad, y hallaron como les había dicho, y prepararon la Pascua.

 
Anuncio de la traición
 
17
Llegada la tarde, vino con los doce,
18
y, recostados y comiendo, dijo Jesús: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará; uno que come conmigo.
19
Comenzaron a entristecerse y a decirle uno en pos de otro: ¿Soy yo?
20
El les dijo: Uno de los doce, el que moja conmigo en el plato,
21

pues el Hijo del hombre sigue su camino, según de El está escrito; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido.

 
 
Institución de la Eucaristía
 
22
Mientras comían, tomó pan, y, bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomad, éste es mi cuerpo.
23
Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó, y bebieron de él todos.
24
Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos.
25
En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
 
 
Tristes predicciones
 
26
Dichos los himnos, salieron para el monte de los Olivos.
27
Díjoles Jesús: Todos os escandalizaréis, porque escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas;
28
pero después de haber resucitado os precederé a Galilea.
29
Mas Pedro le dijo: Aun cuando todos se escandalizaren, no yo.
30
Jesús le respondió: En verdad te digo que tú hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres.
31
Pero él más y más insistía: Aunque fuera preciso morir contigo, jamás te negaré. Otro tanto decían todos.
 
 
La agonía en Getsemaní
 
32
Llegaron a un lugar cuyo nombre era Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí mientras voy a orar.
33
Tomando consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, comenzó a sentir temor y angustia,
34
y les decía: Triste está mi alma hasta la muerte; permaneced aquí y velad.
35
Adelantándose un poco, cayó en tierra, y oraba que, si era posible, pasase de El aquella hora.
36
Decía: Abba, Padre, todo te es posible; aleja de mí este cáliz; mas no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
37
Vino y los encontró dormidos, y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
38
Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está pronto, mas la carne es flaca.
39
De nuevo se retiró y oró haciendo la misma súplica.
40
Viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban sus ojos pesados; y no sabían qué responderle.
41
Llegó por tercera vez y les dijo: Dormid ya y descansad. Basta. Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en mano de los pecadores.
42
Levantaos; vamos. Ya se acerca el que ha de entregarme.
 
 
La prisión de Jesús
 
43
En aquel instante, cuando aún estaba El hablando, llegó Judas, uno de los doce, y con él un tropel con espadas y garrotes, de parte de los escribas y de los ancianos.
44
El traidor les había dado esta señal, diciendo: A quien besare yo, ése es; prendedle y llevadlo a buen recaudo.
45
Al instante llegó y se le acercó, diciendo: Rabí, y le besó.
46
Ellos le echaron mano y se apoderaron de El.
47
Pero uno de los presentes, sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice y le quitó una oreja.
48
Tomando la palabra Jesús, les dijo: ¿Como contra ladrón habéis salido con espadas y garrotes para prenderme?
49
Todos los días estaba yo en medio de vosotros en el templo enseñando y no me prendisteis; mas para que se cumplan las Escrituras.
50
Y abandonándole, huyeron todos.
51
Un cierto joven le seguía envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo, y trataron de apoderarse de él;
52
mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
 
 
Jesús ante el Sanedrín
53
Condujeron a Jesús al pontífice y se juntaron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas.
54
Pedro le siguió de lejos, hasta entrar dentro del atrio del pontífice; y sentado con los servidores, se calentaba a la lumbre.
55
Los príncipes de los sacerdotes y todo el sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús para hacerle morir, y no lo hallaban.
56
Porque muchos testificaban falsamente contra El, pero no eran acordes sus testimonios.
57
Algunos se levantaron a testificar contra El, y decían:
58
Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo, hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas.
59
Ni aun así, sobre esto, era concorde su testimonio.
60
Levantándose en medio el pontífice, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué es esto que testifican contra ti?
61
El se callaba y no respondía palabra. De nuevo el pontífice preguntó y dijo: ¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito?
62
Jesús dijo: Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.
63
El pontífice, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
64
Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos contestaron ser reo de muerte.
65
Comenzaron algunos a escupirle y le cubrían el rostro y le abofeteaban, diciendo: Profetiza. Y los criados le daban bofetadas.
 
 
Las negaciones de Pedro
 
66
Estando Pedro abajo, en el atrio, llegó una de las siervas del pontífice
67
y, viendo a Pedro a la lumbre, fijó en él sus ojos y le dijo: Tú también estabas con el Nazareno, con Jesús.
68
El negó, diciendo: Ni sé ni entiendo lo que tú dices. Salió fuera al vestíbulo y cantó el gallo.
69
Pero la sierva, viéndole, comenzó de nuevo a decir a los presentes: Este es de ellos.
70
El de nuevo negó, y, pasando un poco, otra vez los presentes decían a Pedro: Efectivamente, tú eres de ellos, porque eres galileo.
71
Pero él se puso a maldecir y a jurar: No conozco a ese hombre que vosotros decís.
72
Y al instante, por segunda vez cantó el gallo. Se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres, y rompió a llorar.
Capítulo 15
Cristo ante Pilato
1
En cuanto amaneció celebraron consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y escribas; y todo el Sanedrín; atando a Jesús, le llevaron y entregaron a Pilato.
2
Le preguntó Pilato: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le respondió, diciendo: Tú lo has dicho.
3
E insistentemente le acusaban los príncipes de los sacerdotes.
4
Pilato de nuevo le interrogó, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5
Pero Jesús ya no respondió nada, de manera que Pilato quedó maravillado.
6
Por la fiesta solía soltárseles un preso, el que pedían.
7
Había uno llamado Barrabás, encarcelado con sedicioso que en una revuelta habían cometido un homicidio;
8
y subiendo la muchedumbre, comenzó a pedir lo que solía otorgárseles.
9
Pilato les preguntó diciendo: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
10
Pues conocía que por envidia se lo habían entregado los príncipes de los sacerdotes.
11
Pero los príncipes de los sacerdotes excitaban a la turba para que les soltase a Barrabás.
12
Pilato de nuevo preguntó, y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este que llamáis rey de los judíos?
13
Ellos otra vez gritaron: ¡Crucifícale! Pero Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho?
14
Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale!
15

Pilato, queriendo dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que le crucificasen.

 
Después de la flagelación
 
16
Los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la cohorte,
17
y le vistieron una púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas,
18
y comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos.
19

Y le herían en la cabeza con una caña y le escupían, e hincando la rodilla, le hacían reverencias.

 
 
La crucifixion
 
20
Después de haberse burlado de El, le quitaron la púrpura y le vistieron sus propios vestidos y le sacaron para crucificarle,
21
y requisaron a un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, el padre de Alejandro y Rufo, para que llevase la cruz.
22
Le llevaron al lugar del Gólgota, que quiere decir lugar de la calavera,
23
y le dieron vino mirrado, pero no lo tomó.
24
Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos qué había de tomar cada uno.
25
Era la hora de tercia cuando le crucificaron.
26
El título de su causa estaba escrito: El Rey de los judíos.
27
Crucificaron con El a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda,
28
y se cumplió la escritura que dice: “Fue contado entre los malhechores.”
29
Los transeúntes le injuriaban moviendo la cabeza y diciendo: ¡Ah! tú que destruías el templo de Dios y lo edificabas en tres días,
30
sálvate bajando de la cruz.
31
Igualmente los príncipes de los sacerdotes se mofaban entre sí con los escribas, diciendo: A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse.
32
¡El Mesías, el rey de Israel! Baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos. Y los que estaban con El crucificados le ultrajaban.
33
Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora de nona.
34
Y a la hora de nona gritó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, ¿lama sabachtaní? Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
35
Algunos de los presentes, oyéndole, decían: Mirad, llama a Elias.
36

Corrió uno, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.

 
 
Muerte de Jesús
 
37
Jesús, dando una voz fuerte, expiró.
38
Y el velo del templo se partió en dos partes de arriba abajo.
39
Viendo el centurión, que estaba frente a El, de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
40
Había también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé,
41
las cuales, cuando El estaba en Galilea, le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén.
 
 
La sepultura de Jesús
 
42
Llegada ya la tarde, porque era la Paresceve, es decir, la víspera del sábado,
43
vino José de Arimatea, ilustre consejero del sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, y se atrevió a presentarse a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
44
Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto, y, haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto ya.
45
Informado del centurión, dio el cadáver a Jóse,
46
el cual compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un monumento que estaba cavado en la peña, y volvió la piedra sobre la entrada del monumento.
47
María Magdalena y María la de José miraban dónde se le ponía.
Capítulo 16
Las mujeres visitan el sepulcro
 
1
Pasado el sábado, María Magdalena, y María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungirle.
2
Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento.
3
Se decían entre sí: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del monumento?
4
Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande.
5
Entrando en el monumento, vieron un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto.
6
El les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le pusieron.
7
Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que os precederá a Galilea: allí le veréis, como os ha dicho.
8
Saliendo, huían del monumento, porque el temor y el espanto se habían apoderado de ellas, y a nadie dijeron nada. Tal era el miedo que tenían.
 
 
Aparición a Magdalena
 
9
Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
10
Ella fue quien lo anunció a los que habían vivido con El, que estaban sumidos en la tristeza y el llanto;
11
pero, oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
 
 
Aparición a unos caminantes
 
12
Después de esto se mostró en otra forma a dos de ellos que iban de camino y se dirigían al campo.
13
Estos, vueltos, dieron la noticia a los demás; ni aun a éstos creyeron.
 
 
Aparición a los once
 
14
Al fin se manifestó a los Once, estando recostados a la mesa, y les reprendió su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos.
15
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.
16
El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará.
17
A los que creyeren les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas,
18
tomarán en las manos serpientes, y si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y estos se encontrarán bien.
 
 
Fin del evangelio
 
19
El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue levantado a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios.
20

Ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor y confirmando su palabra con las señales consiguientes.

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