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Cristo Raul.2021.FE DE VIDA;TESTIMONIO DE FEELDIARIO DE LA MOREA
7/10 Paso noches y días en la Morea, antiguo nombre del Peloponeso, aquí donde la guerra
encontró a Tucídides, de la escuela de Herodoto, el
primer historiador de un conflicto en vivo, con la diferencia entre maestro y
discípulo que Tucídides no tuvo que acudir a fuentes de tercera mano para
componer su Guerra del Peloponeso. Herodoto, el padre
de la Ciencia Histórica, tuvo el hombre que recurrir a
mitos, leyendas, tradiciones, seguirle la corriente al montajes de los actores en su ingtento de ocultar sus crímenes y ensalzar
sus gestas. Tucídides vivió en vivo la Guerra del Peloponeso, que, como
la otra de los 30 Años, se tiró treinta años y pico segando vidas, no de extranjeros sino de los propios hermanos. La Historia de aquella guerra
fratricida está escrita, no voy a contarla; sabemos positivamente que la Guerra
del Peloponeso marcó el principio del fin de aquella Grecia. Requiem in pacis.
En ninguna otra tierra como en Grecia se vive el recuerdo del Pasado de Europa y su influencia en el mundo del futuro, salvando siempre la tierra de Israel, la patria de Jesucristo. La Morea, por ejemplo, es un nombre que siempre me chocó; los Platones y los Aristóteles no tuvieron en sus labios jamás este nombre; el Peloponeso era el Peloponeso. Idem de Creta; Creta era Creta, y no Candía. Estos nombres nuevos nacieron durante las Cruzadas. Yo solía leer estos nombres en los libros dedicados a la caída de aquel imperio romano oriental, antes del cumplimiento de su Destrucción total, según klio que Dios escribió en su Libro: "Apartaos de Babilonia la Grande, que va a caer, no sea que os aplaste en su Caida". Pero Bizancio, y con su imperio la iglesia ortodoxa bizantina, prefirió vivir bajo el yugo del Islam, ser esclavo del profeta, a ser hombres libres en el seno de la Comunidad Católica Medieval Europea. Sin venir a cuento, y nadie sabe cómo y por qué, los romanos del imperio oriental se entregaron a un desprecio invencible hacia los nuevos reinos surgidos de la ruina del imperio romano occidental. La destrucción de Roma y su Imperio Latino por los Bárbaros convencieron a Constantinopla de que Europa no volvería a resurgir de sus cenizas, ¡tan descomunal y terrorífica fue la destrucción experimentada por Italia, Hispania y las Galias! Si alguien le hubiera dicho a Bizancio que aquella Hispania hundida bajo los cascos de los caballos de los Bárbaros estaba predestinada a ser la cabeza del mayor imperio jamás creado por Dios en la Tierra, el Patriarca Ortodoxo y el Emperador Bizantino se hubiesen muerto de risa, ¿a los Bárbaros podría sobrevivir la Iglesia Católica Romana?, ¿de las cenizas de Roma podría surgir el Imperio Español? Aquel desprecio hacia el mundo latino nacido de la destrucción de Roma Imperial permaneció vivo en Bizancio hasta el último día de su destrucción. Así fue el
mundo nacido del pecado de Adán. No menos se hubieran burlado el
Emperador de Bizancio y el Patriarca Ortodoxo de quien le hubiera anunciado la
destrucción de Constantinopla bajo los cascos de los caballos de una nueva raza de bárbaros. ¡Cosas de los hijos de Adán!, se rieron de
Dios en sus barbas. Y claro, así les fue. Vinieron los Turcos Otomanos y se
acabó la fiesta.
Lo quisieron, y eso tuvieron. Pidieron
ayuda a los Latinos, pero el desprecio hacia el catolicismo latino se había
instalado tan profundamente en el subconsciente Bizantino que bombardeó
cualquier colaboración fraternal. Bizancio quería utilizar a los Latinos como
escudo de guerra, sacrificarlos a su supervivencia. Los Latinos, cuando se
encontraron entre dos fuegos, por la espalda los Bizantinos y por delante los
Musulmanes, tomaron la única decisión posible: apoderarse del trono bizantino y
organizar la guerra contra el Islam. En fin, esto es Historia, basta abrir los
libros dedicados a las Cruzadas para recrear aquella conquista, la creación de
distintos reinados y la posterior caída de las dinastías latinas.
La cosa es que cuando los Latinos,
Católicos Romanos, llegaron al Peloponeso se encontraron con un
árbol especial, la Morera. La Morera es el árbol de cuyas hojas se alimentan los gusanos de
seda; sus hojas son una delicia para los fabricantes de la seda, árbol del que se obtiene un fruto, unas veces blanco otras morado tirando a negro,
fruto comestible, del que personalmente en mis vagabundeos por Europa he tenido
la ocasión de alimentarme; este árbol, la Morera, llenaba la Península del
Peloponeso desde Corinto a Esparta, desde Argos a Patrás. Aquellos bosques de
árboles de entre 10 y 20 metros de altura alimentaron con sus moras, y la infusión
medicinal que se obtiene de sus hojas, a los nuevos conquistadores de Grecia.
Hablando del origen de la denominación medieval del Peloponeso es la historia que me cuenta Fortis, Griego de pura cepa, de la región de Corinto, profesor en la Universidad de Atenas, una eminencia en la materia, sobre cuyo tema no entiendo ni jota. Creo en su memoria. Fortis es de fiar. Tiene dos Moreras en su propiedad sobre una de las colinas
de Skinos. Algún que otro Morero se ve por aquí y por
allá; no muchos de todos modos, el olivo y los cítricos le han ganado el pulso.
La Morea comienza en Corinto, la puerta del Peloponeso. En medio del fuego cruzado entre
Esparta y Atenas la arqueología de Corinto no se detecta en la ciudad actual.
Se ha convertido en una ciudad como otra cualquiera; pero el tiempo es perfecto
a estas alturas de fines de verano y principios del otoño. Kalamia Beach está a dos pasos del Centro Urbano; suelo pasar el día tocándome el ombligo,
una forma como otra cualquiera de ser feliz.
¡Ser feliz! Es verdad, me olvidé de la felicidad.
Todos mis seres amados son felices, con sus más y sus menos, sus enfermedades y
sus problemas económicos, ¿y qué hay de mí? Me olvidé de acostarme con la felicidad. Mi pecado fue darlo todo por amor. Ya está bien, Raúl.
Con Dios igualmente. Si pequé contra
Él, ya tuve mi castigo. He sido Fiel a su Espíritu. Lo que me dio a conocer lo
he dado a conocer libremente: mantengo la puerta abierta. Le pedí y me dio. De
nada debo arrepentirme. Ahora debo pensar en mi futuro.
No es moco de pavo. Decir que la Tierra es mi casa es afirmar que
estoy solo en el mundo, lo que es igual a confesar que de nadie dependo y nadie
depende de mí. Soy libre para vivir y morirme donde me dé la gana. Vivo con una
renta de unos 450 euros. No da para mucho. Pero si eres yo, da para vivir el
día a día.
El sol brilla, las estrellas salen
todas las noches. Aquí en Corinto la Osa Mayor da paso enseguida a Tauro. Veo
las Pléyades con los ojos de mi cara; es un pedacito de cielo iluminado por una luz
borrosa situada a unos 450 años luz. Parece moco de pavo, pero al nivel de
nuestra tecno es una distancia infinita. Veamos:
300.000 kms/s
x 60 = 21,600,000 kms
21,600,000 x
60 = 1,296,000,000 kms
1,296,000,000
x 24 = 31,104,000,000 kms
31,104,000,000
x 365 = 11,352,960,000,000 kms
11,352,960,000,000
x 450 = 5,108,832,000,000,000 kms
Yo no sé cómo leer
esta cantidad; es un número infinito. Los números infinitos tienen la propiedad
de ser matematizados con símbolos para hacer comprensible lo incomprensible,
pero a la hora de la realidad lo incomprensible vuelve y regresa el
infinito. En la ciencia ficción 450 años luz son nada, una aproximación entre
dos hojas; en el universo real y al nivel de nuestra tecnología de movimiento
en el espacio 5,108,832,000,000,000 kilómetros es un infinito...
cuando el infinito es todo aquello que jamás vas a alcanzar.
En definitiva, es otro cielo distinto al que se ve desde España. Esta es la magia de los Cielos, abrirse al infinito desde distintas ventanas locales. Desde el Sur de la América Latina se ven las Hermanas Magallanes y la propia Galaxia Andrómeda con los ojos de la cara. Andrómeda está a dos millones y medio de años luz. La multiplicación es divina. En el Infinito existe Vida. Desde el Infinito Dios nos contempla.
Aquí abajo el mar está templado, las
olas corintias descansan sin murmurar demasiado, hay poca gente, muchas
mujeres, vienen a cuchichear en el agua, se tiran blablableando horas, es un misterio lo que se cuentan, la mayoría son abuelas, así que ¡de
qué otra cosa se va a hablar!, los hijos, los nietos. Son bellas, la figura
típica es la de “las tres gracias” de nuestros pintores, rellenitas pero
majas.
Kalamia Beach es toda mía. Desde mi playa se
ve el Golfo de Corinto en su plena extensión geográfica. El Istmo a la derecha,
la costa de Grecia continental al frente, la costa del Peloponeso a la
izquierda. En el seno de este cuadro duermo, me ducho, como, nado, me tuesto,
me olvido de mis alas rotas, contemplo la puesta del sol, pienso. ¿Donde iré
después?; Dios dirá.
¡Qué se le va a hacer si el mundo es
un mal lugar para los hijos de la Tierra! ¿Hay lugar en el Universo para un
mundo que trata a sus hijos como si fuesen perros, ganado, bestias para el
sacrificio? Los hombres no se piensan a sí mismos, dejan que otros invadan sus
cerebros y les dicten sus pensamientos, lo que deben sentir, lo que deben
creer, qué es el odio, el amor, el delito, lo bueno, lo malo. Kalamia Beach es mía, pero el mundo no lo he hecho yo. Lo
que digo sí que lo digo yo.
Con un café se piensa mejor, se siente más el pulso de la vida que recorre
el cuerpo y el alma, uno se rehace del pasado con más fuerza y se despierta con más
alegría. El café es más caro que en España, Francia o Italia. Algunos hasta te
cobran hasta tres euros y medio por una cosa blanca que llaman capuchino y es
un café de puchero, ni americano siquiera; hay que tener paciencia para no
arrojarle ese potingue a la cara a la camarera. Yo lo flipo. Quieren salir de la miseria socialista subiendo los
precios, o sea, hundiendo al pueblo… pero en fin, no
quiero hablar de política.
Son las nueve de la mañana, hora de
meterse en la Biblioteca Municipal. Mi urgencia diaria es recargar el móvil y el portátil . Por aquí también la luz ha subido y los
puntos de enganche en los bares se ha restringido, o te cobran dos euros por el
enganche. No es mucho, pero toca los cojones.
Mi pelo es blanco como la nieve y las arrugas del rostro me recuerdan que ser
feliz es alejarse de la crítica política; la misión
del político es tratar al pueblo como a los perrillos a los que se les contentan
con las migajas que se les caen a sus amos de la mesa del perpetuo banquete.
Vade retro. Noli me tangere.
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Aquí Diógenes recibe a Alejandro Magno, y es cuando le dice Diógenes: "Apártate, jovencito, que me quitas el sol". |
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CASA TIPO BIZANTINO-VENECIANO EN RUINAS |
IGESIA CATEDRAL DE SAN PABLO |
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ENSAYO CORINTIOSOBRE EL REINO DEL HIJO DE DIOS Y LA LIBERTAD DEL HOMBRE
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