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ENSAYO CORINTIO
Sobre el Reino del Hijo de Dios y La
Libertad del Hombre
CRISTO RAUL Y &S
PRÓLOGO
La Historia Divina de Jesucristo por su propia naturaleza tiene que
provocar un grave choque intelectual en la mente de todos quienes sus
pensamientos han sido formado por creencias ya precocinadas en las confesiones
de los últimos siglos y milenios. De todos modos, trataré de ser lo más directo
y sencillo posible a fin de que la naturaleza de la Verdad Divina, el Legado de
Cristo a todos los hijos de la Iglesia, no oscurezca la Luz de la inteligencia
que nos ha de guiar a través del Camino de este siglo.
Imposible
sin embargo me ha de ser evitar el choque entre la idea que se tiene del Origen
de la Caída de la Humanidad en el infierno de la Guerra, en cuyo sangriento
campo llevamos viviendo va ya para siete mil años, la Verdad que le impidió a
Dios perdonar el pecado de su hijo Adán sobre el terreno de su tiempo, y la
Fuerza que arrastró a ese otro hijo de Dios, de nombre Satán, a retar a
Dios a consumar su Obra de la Formación de la Plenitud de las naciones del
Género Humano a la imagen y semejanza de los reinos ya existentes en su
Creación. Sujeta esta Respuesta a la Necesidad de la Muerte de Cristo, la
inteligencia cristiana ha deambulado por el mundo del pensamiento a fin de por
el poder de la sola Razón comprender cuál fue la Causa de aquél Abandono
por la parte de nuestro Creador, amantísimo del Género Humano, por el pecado de
un solo hombre entregado a la Muerte, y arrojado a los pies de Satán como si el
ser humano ni hubiese sido creado por Él en persona para ser elevado a la
condición de hijo de Dios, y participar de su Vida Eterna junto a su Hijo
Divino, nuestro Rey, Jesucristo.
La
incapacidad de los teólogos profesionales de todos los tiempos para penetrar en
la mente de Dios, sellada por el Silencio a que el Espíritu Santo hecho Hombre
fue sometido, vino a ser, en definitiva, el terreno en el que la Semilla de la
Cizaña de la División de las iglesias encontró tierra fértil, como la Historia
de la Iglesia nos enseña, en cuyos capítulos vemos una y otra vez cómo la
división mortal que condujo a Caín a matar a su hermano Abel vino a
reproducirse una vez y otra entre los Cristianos: desde el Arrianismo a la
Guerra de los 30 Años.
Cualquiera
que niegue o piense que aquella Guerra Europea Civil Religiosa fue algo
diferente a un Fratricidio Maligno, ése se equivoca. La tarea de este Ensayo no
es otra que, obedeciendo el Poder de la Voluntad de mi Dios, al que mi voluntad
se pliega, y aunque no lo entendiese yo así es Su Voluntad la que me mueve; la
meta de este Ensayo, después de haber analizado en Cristo Raúl contra el
Anticristo, y Lutero, el Papa y el Diablo, las raíces anticristianas de las
Confesiones Protestantes; la meta de este Ensayo es ahora quitarle al Dios
Oculto de la Reforma la máscara y descubrir ante todas las iglesias el
verdadero rostro y el nombre de ese “dios oculto”, no otro que Satán, un hijo
de Dios hasta que se levantó contra el Padre Eterno, y hermano del mismo Adán
contra el que vistiéndose de Enviado del Dios de dioses levantó el hacha
asesina que le puso fin a su Reino.
Pero
si arrancarle al “Dios Oculto de la Reforma luterano-calvinista” su máscara y mostrarles
su verdadero rostro a los ojos de todos los encerrados en la prisión de la
teología anticatólica fuese el último puerto de este Ensayo, aunque bueno de
por sí no conduciría a ninguna otra parte que despertar sentimientos enterrados.
La Promesa Divina “tu Descendencia se apoderará de las puertas de sus enemigos”
no ha consumado su gloria. La Reforma hizo subir del infierno una guerra
fratricida en cuyos fuegos y tragedias se ocultó el Acontecimiento Maravilloso
de la Unión del Hijo de Dios con la Iglesia, de quien deviniendo Él su Señor, y
Ella su Esposa, Dios les suscitaría esa Descendencia sobre la que la Gloria de
la Libertad de los hijos de Dios se haría realidad. Nadie creerá que el
Matrimonio Divino de Cristo con la Iglesia fuese bendecido por Dios con la
esterilidad. Al contrario, en la Unión del Señor con su Esposa, la Iglesia
Católica, la Promesa de Invencibilidad, natural al Señor, pasó a ser la
Herencia de su Descendencia Espiritual. De aquí la Necesidad de la Muerte del
Testador. Realidad Divina sobre la que estando al corriente por Obra y Gracia
del Espíritu Santo habló Pablo cuando escribió aquello de “la creación entera
aguarda con el corazón en un puño la gloria de la libertad de los hijos de Dios”;
sobre lo cual en El Evangelio de Cristo según San
Pablo, ya he dicho lo suficiente, pero que nunca lo suficiente es bastante
cuando la ignorancia pesa como un velo de hierro sobre los ojos de la
inteligencia. De hecho, siendo Ellos verdaderos hijos de Dios acorde a la
Imagen y Semejanza de Cristo Jesús, ¿estaba negando que Ellos tuviesen y
gozasen de esa Libertad? En absoluto debemos decir. La gloria de la libertad de
la que estaba hablando San Pablo se refería a la Libertad de la Inteligencia a
imagen de la Inteligencia Divina una vez el Silencio de Dios, expuesto a la
Necesidad de la Muerte de Cristo, quedase suspendido para su Descendencia,
siendo la Libertad del Espíritu de inteligencia su Herencia. Pues el acceso al
Conocimiento de todas las cosas permaneció cerrado. La Fé devino la Llave a la
Gloria, de manera que sin el Conocimiento de todas las cosas y sólo por la Fe
de San Pedro, que confiesa “Señor mío y Dios mío”, la
Salvación fuese un Hecho. Pero la Libertad que procede de la Inteligencia a la
imagen y semejanza de la Inteligencia de Cristo Jesús, esta Libertad fue
sellada con Su sangre en Su Testamento, legada a su Descendencia, viva en su
Esposa, preñada de la Palabra de Dios, Herederos de la Invencibilidad de su
Señor, Padre y Rey, quien siendo Dios Verdadero de Dios Verdadero es Invencible
en sus Actos y Obras.
Así
pues, quiso Dios que la Respuesta a la Pregunta de su Hijo “Dios mío ¿por qué
me has abandonado?” fuese dada a conocer a todas las naciones cuando los
tiempos se consumasen, sobre cuyo Fin el Espíritu Santo escribió para dar
Testimonio de la Casa de Cristo, cuando aún su Madre era, como quien dice, una
Niña, escribiendo : “La creación entera aguarda expectante la hora de la
libertad de los hijos de Dios”, entendiendo y comprendiendo evidentemente a los
hijos del Cielo, el Unigénito y Primogénito a la Cabeza, pues diciéndole
Dios a su Hijo: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos en el
escabel de tus pies”, limitó el Poder Divino de su Corona, a la vez que
prometiéndole que su Descendencia conquistaría las puertas de sus
enemigos, una vez nacida, dicha Limitación del Todopoderoso Rey y Señor de
Cielos y Tierra a intervenir en el Futuro del Género Humano, su Creación,
cesaría para siempre en beneficio de la Gloria de su Padre, YAVÉ Dios, y la
Salvación de la Plenitud de las naciones.
En
dos direcciones, entonces, mira la Cuestión de la Cruz,
1:
¿por qué aquella Condena sobre todos por el pecado de un hombre?,
y
2: ¿por qué limitar el Todopoder de su Hijo una
vez consumada la Redención?
Aunque
en La Historia Divina de Jesucristo he expuesto las causas generales
desde el Pensamiento de Cristo, acorde a quien es por el Espíritu su hijo, es
hora, una vez abierta la Puerta al Pasado, es hora de recoger el hilo, seguirlo
hasta nuestro Presente y abrirle al Futuro un campo de riqueza sin límites,
natural a la Divinidad del Rey de todos los cristianos y Señor de todas las
iglesias, cabeza de todos, la Fuente desde la que Dios alimenta a su Creación
entera, y por Amor a Él todos devenimos parte de la Vida Eterna del Señor y
Dios de la Sabiduría, YAVÉ, cuya Morada es Sión,
el Monte desde el que su Hijo y su Casa gobiernan su Reino.
Así
pues, no es mi intención, ni me lo permitiría el Espíritu que se me ha dado, en
todo sometido a mi Rey, provocar un terremoto que pudiera poner a prueba los
fundamentos de la Fe Cristiana. La Casa del Rey de la Tierra, morada de su
Esposa, ya ha sido sometida a toda clase de terremotos, diluvios, y tormentas,
y para la gloria de su Esposo, quien le Legó la Indestructibilidad cuando
le dijo: “Las puertas del Infierno no prevalecerán contra tí”,
Victoria que está delante de los ojos de todas las naciones y sus iglesias,
basta sólo levantar la cabeza y posar la vista en la Historia y Vida de la
Iglesia Católica, cuya existencia ha sido causa de Persecución y Genocidio
desde su Origen Divino hasta nuestros propios días, como se ve en las
persecuciones a que están siendo sometidos los cristianos, ante el silencio de
las naciones, silencio que, siguiendo el proverbio: “quien calla consiente”,
bendice la guerra del Islam y del Socialismo contra la Fe Cristiana a lo largo
y ancho del mundo. Es este mundo el que llega a su Fin, pues nacida la Descendencia
de Cristo el Día profetizado por el Espíritu Santo ha amanecido, y con él la
Luz Verdadera del Todopoderoso Hijo de Dios se derrama sobre todos los pueblos
para su Conversión y Adhesión a su Reino Sempiterno.
Obviamente
el choque intelectual que se ha de producir en quienes leáis este Ensayo
procederá de la incepción de los múltiples “cristos” de letras y signos que por
razones de ambición de poder y riquezas forjaron los fundadores de la División
de las iglesias, quienes guiados por su ignorancia, y negando en su
orgullo esa ignorancia, como en los tiempos antiguos los hombres se crearon
dioses de madera y piedra, que vestían con piedras preciosas para hacer más
creíble su farsa, como se ve aún hoy día en el Oriente Lejano, aquellos
teólogos vistieron sus “cristos” con doctrinas seudoteológicas,
en todo punto anticristianas como se ve por sus frutos: Guerras civiles
religiosas, crímenes sin fin de los unos contra los otros, y aunque siendo
todos hermanos por tener el mismo Dios, Señor y Rey, encontraron la manera de
vestir a Caín de santo y a Abel de demonio, de esa manera conduciendo a los más
ignorantes que ellos al campo del odio y del crimen fratricida.
De
todos modos no hay que ir tan lejos. Basta ver cómo la
División de las iglesias fue un Desprecio rotundo contra la Unidad que para
todos los Cristianos, en las personas de los
Apóstoles, palabras que se repiten por todo el mundo católico, pidió el
Todopoderoso Señor a todos los Siervos de Dios. Despreciando esa Unidad Divina,
pedida precisamente cuando la Hora de las Tinieblas rodeaba a la Cruz, quien
era Profeta dejaba ver en esa Hora la Necesidad de mantenerse unido frente a
las Horas futuras que la Muerte y el Diablo harían caer sobre las iglesias.
La
Historia del Cristianismo, siendo una ciencia, de por sí la más alta y
trascendental que se pueda enseñar y adquirir, pues ella comprende la Historia
Divina y la Historia Humana, la dimensión donde Creador y Creación se
encuentran; ciencia suprema nacida para cultivar la inteligencia en las cosas
divinas e inmunizarla contra cualquier manipulación externa, nos enseña una
Verdad que supera a cualquiera otra, a saber, que Jesucristo es el único Espejo
en el que todo ser creado a la imagen y semejanza de Dios debe asomarse para
ver su verdadero rostro y poner a prueba su Pensamiento contra toda Doctrina
que pretenda ir más allá de la Fe del propio Cristo Jesús, Doctrina Divina
legada al Espíritu Santo, que vive en su Esposa, la Iglesia Católica, de cuyo
seno viene a luz su Descendencia, esta Descendencia nacida para conquistar las
puertas de sus enemigos, pues si a su Esposa le legó en su Testamento la
Indestructibilidad, a sus hijos nos legó la Invencibilidad.
Fuera
entonces todo miedo, toda duda, toda confusión, pues como escribió el Espíritu
Santo: “Todo nos pertenece, porque todo le pertenece a nuestro Padre, y siendo
sus herederos en todo participamos de su Gloria como hijos amantísimos de su
Padre, para quien trabajamos en la libertad de los hijos que se saben amados y
tienen en su Padre libertad divina para hacer su Voluntad, no como esclavos
arrastrados al campo por la fuerza del látigo, sino como quienes por amor a su
padre trabajamos para Él en bien de todos los pueblos”.
En
efecto, todo hombre, sea obispo, patriarca, pastor, o líder, todos somos el
reflejo en el espejo de nuestro espíritu de la Luz Verdadera que ilumina los
Milenios con su Sabiduría y Bondad. Únicamente Dios vive para siempre, y
habiéndonos creado a la Imagen y Semejanza de su Hijo somos herederos de su
Espíritu, por el que siendo mortales vivimos aquí en la Tierra como si fuésemos
ya eternos acorde a la Ley del Espíritu Santo que Gobierna su Reino. Fuera de
esta Imagen que se hizo Hombre, cuyas Palabras y Hechos fueron recogidos y
escritos por sus Hermanos en el Espíritu Santo, no hay hombre. Por esto dice
Dios en sus hijos: “Cristo, que vive en vosotros”.
Obviamente
Jesucristo es la Cabeza de un Cuerpo Divino, la Iglesia, y puesto que no puede
tener Dios otro Cuerpo que el que le corresponde a su Naturaleza, siendo Dios
quien le ha dado este Cuerpo a su Hijo, este Cuerpo está sujeto a la Jerarquía
por Dios engendrada, en todo sujeta a su Cabeza, su Hijo, en quienes se cumple
lo que desde el Principio se escribió: “Buscarás con ardor a tu Marido, que te
dominará”, invistiendo así Dios, antes de dar a luz a Cristo el Señorío sobre
la Iglesia, a su Esposa de su propia Divinidad, cumpliéndose la Ley, “Serán una
sola carne”.
Cuando,
por consiguiente, decimos “SÍ” al Cuerpo de Cristo, decimos “SÍ al Cuerpo
Sacerdotal por Dios engendrado” en el seno del Género Humano para la Salvación
de todas las naciones, dado que el Sacerdote de Dios “es cuerpo y sangre de
Cristo”.
“Serán
una sola carne” está escrito. Y como sin la sangre no puede vivir el cuerpo,
sin la carne no puede haber vida para la sangre.
La
Jerarquía Católica fue instituida por Dios para la Salvación y Conversión de la
Plenitud de las naciones a la Fe de Cristo. Y es a través de Ella que recibimos
la Gloria de devenir hijos de Dios y Ciudadanos de su Reino.
Por
tanto, es Deber Sagrado de todos los hijos de Dios de salir al campo de
batalla. Mientras la Esposa permanece en Casa, pues el Deber de la Esposa es
“apacentar los Rebaños” de su Señor, el Deber de los hijos es salir al campo de
batalla y conquistar las puertas de los enemigos de la Verdad, de aquéllos que
encerrando en tradiciones nacidas de su ignorancia durante los siglos de las
tinieblas a que el mundo fue condenado, ésos devienen enemigos, no sólo de su
gente sino también de su propia salvación. NO es pues con el hierro y el fuego
sino con la Verdad de quienes gozamos de la gloria de la libertad de la
inteligencia a imagen y semejanza de la Inteligencia Divina que la
Invencibilidad se hace carne para la Descendencia llamada a vida antes del
Nacimiento de los Esposos: Cristo Jesús y la Iglesia Católica.
Quien
no comprende este sencillo Hecho se erige como Juez de Dios, quien siendo el
Creador de todos tiene la Libertad de dirigir su Creación acorde a su
Sabiduría.
En
verdad, y adelanto reacciones, este Ensayo debe integrar una historia del
Maligno, el Homicida que por Envidia del Trono del Hijo de Dios invocó a la
Muerte y trajo a la Creación el Infierno de las guerras que asolaron el Mundo
Divino y han hecho de la Tierra un cementerio con la boca abierta y el estómago
presto para devorar al género Humano. Aunque haya tocado el origen de aquel
hijo de Dios que eligió el Infierno de la Guerra al Paraíso de la Paz, de
nombre Satán, la integración de esta Historia de Satán en un Ensayo con un fin
más alto y hermoso puede resultar ofensiva, por los acontecimientos que expone,
a todos, tanto católicos como no católicos. Nadie ignora las palabras de San
Pedro: “La Fe, acrisolada en el fuego del Martirio, que se corrompe”.
Corrupción profetizada de antemano a fin de que a nadie le cogiera por sorpresa
sus consecuencias.
En
efecto, la Historia de las iglesias está escrita. No porque unos y otros la
manipulen para ocultar sus pecados lo que está escrito se va a borrar. Que
desde la Barbarie se quiso hacer de la Esposa de Cristo una concubina imperial,
únicamente los que no leen la Historia pueden negarlo. Cuando el Imperio
Bizantino consiguió hacer de la iglesia ortodoxa griega su amante, Dios no
retuvo el Brazo de su Ley, entregando el Imperio a su destrucción y a la
iglesia ortodoxa griega a la esclavitud.
La
Iglesia Católica Romana luchó con todas sus fuerzas contra aquella corrupción
final que el sacro imperio germano quiso establecer, victoria maligna
que abortó el Espíritu Santo mediante la Revolución de Gregorio VII,
llamada también la Lucha de las Investiduras, a quien sus detractores
protestantes demonizaron haciendo del Siervo del Espíritu Santo un
apéndice de Satán, hasta que finalmente consiguieron elevar al trono al
mismo Anticristo, con el mismo nombre pero con otro número, el VIII, en cuyo
trono vimos la meta que Satán buscó al declararle la guerra a Dios, a
saber, sentarse como un dios más allá de la ley y del bien y del mal.
No
en vano, abominando Dios de esta imagen de su Divinidad en su Creación
sentenció a Destierro Eterno a su autor, a quien un día antes de su
Fratricidio, pues Adán era su hermano menor, participó de la plenitud de la
Filiación Divina a la imagen y semejanza de la Casa de los hijos de Dios.
Por
este mismo Destierro y sellada su Sentencia ad eternum gracias a la Resurrección de Jesucristo, una vez Liberado de su Prisión de Mil
años, se entiende que cegado por el Odio Infinito que como fuego infernal le
mantuvo vivo, Satán vino a cumplir la Escritura profética que Dios les anunció
a todas sus sacerdotes hablándoles de la Siembra del Maligno, cuya consumación
sería la División de las iglesias, y viendo la cual Invistió a la Esposa de su
Hijo de la Indestructibilidad manifiesta: “Las puertas del Infierno no
prevalecerán contra ti”. Lo cual no quita que la Siembra se llevase a
cabo, como se ve en la división de las iglesias del año 1000 al 2000.
La
Historia del Cristianismo está abiertas a todas las inteligencias. El sueño de
convertir el Templo de Cristo en un replay del Templo de Aarón, haciendo de la
Fe la mina de oro de la cual extraer infinitas riquezas, estuvo ahí. La
corrupción de los obispos católicos durante la segunda mitad de la primera
parte del segundo milenio no es un bulo.
En La Jhistoria de los Papas y la Noche de los
Obispos he traído a la memoria de todos los que unos cuantos trataron de
ocultar con todas sus fuerzas en la creencia que el conocimiento de esos hechos
nos alejaría de la Fe de Pedro. Contra semejante efecto diré lo que el Apóstol:
¿Quién nos separará de Jesucristo? ¿El conocimiento de las obras de siervos corruptos?
¿Las negaciones de obispos que se creyeron más allá del Juicio de su Señor?
La
repugnancia que causó la visión de las cortes pontificias medievales en las
naciones modernas fue la tierra donde el Maligno sembró la Cizaña Maldita de la
División de las iglesias. De todos es conocido que a las alturas de fines de
las edades medievales la Necesidad de la Reforma del Cuerpo Sacerdotal de
Cristo había sido pedida a gritos y callada a base de fuego. El río de las
Protestas contenido en el dique del Dogma de la Infalibilidad Pontificia y su
Inviolabilidad Divina, que le puso más allá de la Ley de Cristo, admitiendo
para el Papa y su Corte Cardenalicia lo que el Espíritu Santo le prohibió
bajo excomunicación a los reyes de Europa, acabó por reventar la paciencia
cristiana, en todo punto alimentada por la Intervención del Maligno en la
Historia del Cristianismo, quien, buscando la Destrucción de la Humanidad,
necesitaba primero destruir la Unidad Universal Cristiana sobre cuyo fundamento
espiritual se edificó Europa. De la Guerra de los 30 Años a las Guerras
Mundiales sólo había un dique, y ese dique lo echó abajo la Reforma.
Es
decir, separar la Liberación de Satán, el Maligno, de la Historia de la Iglesia
durante el Segundo Milenio de nuestra Era es la viga en los ojos con la que la
Reforma quiso quitarle a la Iglesia Católica la paja en el ojo.
Pero
pasemos a los hechos:
“Capturó
al Dragón, a la Serpiente Antigua, que es el Diablo, Satán,
y lo arrojó en prisión por Mil Años”
Apocalipsis, capítulo 20, versículo 1
Delante
de nosotros tenemos un muro, que los intereses de los unos y de los otros han
levantado y fortificado a fin de que nadie vea al Diablo detrás de los
acontecimientos que ensombrecieron los Cinco Primeros Siglos del Segundo
Milenio. Desde el Cisma de Oriente hasta la Reforma, pasando por el Cisma de
Occidente, la llamada Cautividad Babilónica de la Iglesia, la fuerza en el
origen de la corrupción natural a todos los estamentos humanos, temporales
y espirituales, partió del brazo de Satán una vez
liberado de su Prisión Apocalíptica.
Aquí
cabe la pregunta del por qué Dios liberó al Enemigo del Hombre. La Respuesta la
he dado en la Historia Divina de Jesucristo. Pero la repito. Era necesario que
toda la Casa de Dios viese con sus ojos la Maldad Irredimible de quien un día
perteneció a Su Casa; pues de haber doblado sus rodillas ante Dios pidiendo
Perdón y Misericordia el corazón del Padre hubiese sido conmovido. Contrario a
lo que se pudiese esperar la Irredención de Satán era
Maligna: prefería reinar en el Infierno a ser un simple ciudadano en el Reino
de Dios.
De
no haber Dios dejado en libertad al Enemigo de su Reino se hubiese podido creer
que la Crueldad aplastó en Dios su Misericordia. Nada más infame y maligno que
creer que el Corazón del que se dice es Amor y el Amor es Dios pueda apartar de
su espíritu la Compasión, y Misericordia por seres creados del polvo del
Universo.
Puesto
Satán en Libertad, en la plenitud de sus facultades mentales e intelectuales, a
él y sólo a él le correspondía decidir entre pedir Perdón, aun cuando su Pecado
había sido terrible, o mantenerse en estado de Guerra eterna contra la Casa a
la que una vez perteneció y participó de la Gloria de la libertad de los hijos
de Dios. Sin esa Liberación la Misericordia de la Justicia Divina hubiese sido
puesta en duda y su Amor por sus hijos expuesto al terror.
Mil
Años es tiempo más que suficiente para reflexionar y cambiar ante la Sentencia
de Destierro Eterno de la Creación, y también para incubar el Odio en el fuego
de un infierno que, alimentado por la Muerte, juraba caer como diluvio letal
sobre la Tierra.
La
decisión era de Satán. Y él eligió ser el Diablo, el hijo de la Muerte, el Rey
del Infierno.
Sus
hechos están escritos en la Historia del Mundo; más adelante entraré en ellos,
no los tocaré en este momento.
Sobre
la marcha volveré a ellos cuando el momento lo pida.
Justo
es decir ahora que todas y cada una de las naciones que compartimos el Mundo llevamos
en nuestras almas y nuestras mentes tremendas y profundas cicatrices.
Mismamente como nuestro cuerpo está conectado a la naturaleza de los Cielos y
de la Tierra, así nuestra Mente está conectada a la larga cadena de guerras que
el Género Humano hemos padecido durante estos seis mil largos años pasados.
Pensar
que recibimos de nuestros padres exclusivamente el cuerpo es una ilusión. De
ellos heredamos una Mente forjada en los fuegos de una guerra fratricida
mundial, de proporciones apocalípticas en el último siglo. De la misma forma
que ese cuerpo que recibimos de ellos viene con agujeros negros genéticos que
nos pueden arrastrar, y de hechos arrastran a muchos a una muerte prematura, y
a una vida difícil de soportar, igualmente nuestra mente viene aquejada de
prejuicios nacionales, vicios sociales, conductas perversas. Lo contrario,
creer que cada Mente es una página en blanco, es pura fantasía.
El
Trabajo de nuestra Generación es cerrar estas Corrientes malignas, y legar a
las generaciones futuras una Mente liberada de las taras, tanto corporales
cuantos espirituales, que nosotros hemos heredados de nuestros padres y de las
cuales por el Espíritu de inteligencia que nos ha sido dado nacemos libres.
NO
debemos perpetuar un sistema fundado sobre el fratricidio y la ruptura en
rebelión abierta contra la Ley Natural Divina. Somos “el Hombre”; todos somos
partes de un Mismo Ser, que por Obra y Gracia de Dios ha sido elevado a la
plenitud de la gloria de la libertad de los hijos de Dios a Imagen y Semejanza
de Jesucristo.
Pero
¿quién es ese Satán, la Serpiente Antigua del Edén, el
Diablo, el Dragón mencionado en el Apocalipsis?
CAPÍTULO PRIMERO
ORIGEN DE LOS HIJOS DE DIOS “NO DE ESTA
CREACIÓN”
Buscando
comenzar con buen pie diré que debemos admitir una ignorancia formal sobre
quién fuera o es dicho Satán en cuanto la fuente de nuestro conocimiento sobre
quien desde su Condena Final por Dios y su Hijo conocemos más bien como el
Diablo. Es verdad que, aunque la Biblia no habla mucho de este Satán, una vez
hijo de Dios, el Libro Divino contiene la información suficiente para
identificar su existencia y definir sus propiedades. Dios, en sus siervos, los
Padres de la Iglesia, delinearon la personalidad de este Sujeto Maligno a quien
el Señor apartó de su lado con aquellas palabras célebres para la eternidad:
Vade Retro Satanás.
Así
pues, aunque desde el principio la Biblia sigue la posición del Señor Jesús, lo
cierto es que dice lo suficiente para dibujar en nuestro espíritu la verdadera
personalidad de este monstruo del Mal que consumó su Maldad desterrándose a sí
mismo de la Vida Eterna. Es al Libro de Job adonde debemos dirigirnos para
comprender la naturaleza maligna de aquel que siendo un hijo de Dios desterró
de su Corazón al Padre Divino, eligiendo la Muerte como su verdadero “dios”, y
el Infierno como su reino.
Superficialmente
leída la historia de Job, en su incapacidad intelectual para comprender las
cosas de Dios, alguno podría entregarse a creer que esa manera de tratar la
vida humana como si fuese un trapo de cocina o un actor de relleno, nos debe
abrir los ojos a Dios como un déspota para quien el hombre, el valor del
hombre, está en su uso y disfrute, y una vez consumado el acto, como si fuese
papel usado, se le arroja a la papelera. El absurdo en esta interpretación
es innecesario recalcarlo; todo ignorante habla acorde a su discapacidad
intelectual para penetrar en el Pensamiento de Dios, y nadie puede entrar en la
Mente Divina sino de la mano del Pensamiento de Cristo, con lo cual quiero
decir que si bien amar al prójimo como a uno mismo es de ley
: este amor no obliga a discutir con ignorantes de vocación la
profundidad, extensión y riqueza de la Verdad Divina.
Ver
para creer.
De
todos modos, sin necesidad de mover un paso en dirección a la incredulidad que
procede de la ignorancia por discapacidad intelectual, hay que afirmar el
Derecho Formal de Dios a intervenir en su Creación según en su Sabiduría lo
considere mejor y más bueno para el Universo de sus criaturas. La
Responsabilidad Creadora Divina contempla el Universo como un Reino sin
Fronteras sujeto a una Ley Todopoderosa que gobierna el comportamiento de todos
los Ciudadanos acorde a la Libertad del Espíritu Creador que en todos vive y se
manifiesta en la creatividad de la inteligencia de todos los hijos de Dios.
Creados a su Imagen y Semejanza el Sello de su Naturaleza Creadora es el origen
de la Civilización. Entrar a discutir este Derecho del Creador es operar una autolobotomización en aras de no dar el brazo a torcer,
cuando cualquier creador sobre el terreno puede explicar en qué consiste ese
derecho por el cual sólo él y nadie más que él tiene el derecho universal sobre
su creación; mientras esté bajo su Propiedad puede hacer con su obra lo que
quiera acorde a su voluntad.
El
Caso de Job pertenece a este Derecho del Creador a intervenir en su Creación
mirando a un bien universal, cual es darnos a conocer la relación original
entre Satán y Dios.
Aquel
mismo Satanás contra el que el Hijo de Dios escribió sus palabras: Vade Retro
Satanás, es el mismo Satán que vemos en el libro de Job acercarse a Dios y
hablar con Él como la familiaridad de un hijo a su padre.
La
pregunta cabe: ¿Tanto dolor para una información tan corta?
Pregunta
en verdad sin fundamento cuando vemos que en ninguna otra parte de su Libro nos
habla Dios tan directamente de su relación original con Satán. En Job se nos
presenta a Satán, el mismo Satanás a quien Jesús mandó de paseo al Infierno,
como un hijo de Dios, uno más entre aquellos hijos de Dios quienes “viendo que
las mujeres de los hombres eran hermosas se acostaron con ellas y tuvieron
hijos, que llegaron a ser los héroes de los mitos de la Antigüedad”, mitos que
andando el tiempo pasarían a ser los dioses de los pueblos del mundo nacido de
la Caída del Reino de Adán, forjadores de las religiones sangrientas que
llenaron con sus guerras y sacrificios humanos la Historia de la Humanidad.
Evidentemente
esta conexión entre aquellos hijos de Dios, “no de esta creación”, es decir “no
de nuestro Mundo”, y las Mitologías y Religiones de la Antigüedad, algunas de
ellas aun presentes en nuestro tiempo, ha sido obviada por los historiadores de
la Historia Antigua de la Humanidad una vez asumido el prejuicio anticristiano
como propiedad científica ante el que todo “sabio según el mundo moderno” debe
doblar sus rodillas. La laguna de esa forma creada en la Memoria del Género
Humano es el agujero negro en el que se hundió el Siglo XX.
La
trascendencia de la información que nos pasa Dios en el Libro de Job es vital a
la hora de comprender qué pasó en el Edén y quién fue el Homicida que usando al
Primer Hombre que llamó Padre a Dios le declaró la Guerra al Espíritu Santo. De
hecho, la ignorancia sobre esta Identidad nos descubre la causa de la oposición
de los Judíos a la Redención Cristiana, pues de haber
conocido a aquel Satán “como hijo de Dios” hubiesen podido entender la Ley y
descubrir quién era el Redentor, “porque -en palabras de San Pablo - si
hubiesen conocido quién encarnó al Cristo Redentor, hijo de Eva, el Vengador de
la sangre de Adán, jamás hubiesen puesto un dedo sobre Jesucristo”. Pero no
conociendo a uno ni al otro por lógica tenían que alistarse al lado de Satán y
contra Cristo; es decir, de la misma manera que su padre carnal, Adán, cayó en
la Tentación manipulación mediante, así su hijo, el Judío,
cayó en la Vergüenza Universal que le supuso a su familia haber levantado Cruz
contra el hijo de Eva. En lugar de levantarse en guerra contra Satán se
pusieron de su lado y, contra natura, mataron a su propio hermano, hijo de
Adán, Jesucristo. Mas esto, aunque los Judíos sigan
dándole la espalda al Hecho, es del conocimiento de todos; así que seguiré con
el tema.
De
hecho, reto a cualquiera que conozca la Biblia de la pe a la pa a descubrir, fuera del libro de Job, otro pasaje en el
que la relación e identidad original entre Dios y Satán esté especificada
abierta y sin complejo. Es en el libro de Job y únicamente en el libro de Job
donde Dios nos introduce a su relación original “de padre a hijo” con ese
Satán, quien descubrió en si al “Diablo” y se nos manifestó en el Evangelio
como “el Maligno”. Y finalmente el propio Dios, en el Epílogo de su Libro, el
Apocalipsis, finaliza identificando a la Serpiente del Edén con este Satán, el
Diablo, el Maligno, el Dragón de La Historia Divina de Jesucristo.
Identificación apocalíptica gracias a la cual el propio Génesis se transfigura,
y donde leemos “la Serpiente” leemos “Satán”.
Transfiguración
final que enmarca la Caída a una Guerra entre los hijos de Dios “no de este
mundo”, quienes convirtieron la Tierra en su campo de Batalla, siendo usado el
Primer Hombre, Adán, hijo de Dios, como hacha de Declaración de Guerra Final contra
el Espíritu Santo. Razón por la que el propio Espíritu Santo encarnó a Cristo.
El
Hombre fue sólo el cuerno de guerra que en boca de Satán llamó a todos los
suyos a lanzarse contra el Espíritu Santo.
Discapacitados,
por vergüenza unos, y por intereses privados otros, permaneció vigente la
interpretación absurda, propia de idiotas intelectuales, de haber sido el
Pecado de Adán el Sexo. Y esto cuando unas líneas antes se
lee que Dios bendijo al hombre y a la mujer a multiplicarse y henchir la
tierra. ¿Primero bendice e inmediatamente maldice?
Partiendo
de esta interpretación para discapacitados intelectuales, discapacidad a la que
fue condenado el mundo por efecto de la Transgresión de Adán, las teologías
y teorías que han visto la luz durante los siglos y milenios pasados
supera los límites de acción de este libro. Únicamente recalcar que sostener el Sexo como el Pecado Original es hacer de la discapacidad
intelectual Vocación y de la Ignorancia un modo de vida.
¿O
acaso había otra forma de Procreación y Reproducción de la raza humana que no
implique el acto sexual? ¿No es el acto sexual el modus operandi de
reproducción de todos los Mamíferos que existen sobre la faz de la tierra?
Entonces,
si donde está escrito “la serpiente, la más astuta de todas las bestias”,
ponemos Satán, el dilema encuentra su tumba. Satán era la Serpiente, la
Serpiente estaba en él.
Esto
de un sitio. Del otro, diciendo Dios: “la más astuta de todas las bestias”, el
Autor Divino nos revela que Satán no estuvo solo en la Declaración de Guerra al
Espíritu Santo, a la par que nos lo presenta como el Líder de la Rebelión que
los condujo a todos a usar la Sangre del menor de los hijos de Dios, Adán, como
Tinta con la que declararse en Conjura Abierta a Vida o Muerte contra el Reino
de Dios; una vez el Reino de Adán entregado a la Guerra no habría marcha atrás.
Es
por esto que el Espíritu Santo en los Apóstoles dice: “Cristo, prototipo de
Adán”, de manera que por la Corona del Hijo Mayor de Dios podamos ver la
Corona “que bajó del Cielo” y sentó en el Trono del Edén al menor de los hijos
de Dios, Adán, padre de Abraham, padre de Jesús, hijo de María, y que como el
Reino de éste estaba por extenderse hasta los confines del mundo, igualmente el
de su padre Adán estaba comenzando su andadura universal cuando vino a cruzarse
en su camino ese otro hijo de Dios, de nombre Satán, y sus bestias asesinas,
conjurados para matar al Hombre como medio de alcanzar un Fin diabólico
maligno, infernal: Tentar al Hijo de Dios con la Fruta del Árbol Prohibido: LA
GUERRA.
Lo
otro, interpretar literalmente la Caída, creer que “érase una vez cuando
los animales tenían uso de la palabra”, que realmente el Tentador fue “una
serpiente de cuento de hadas” es arrancarse la inteligencia y renunciar a ser
hombres. Cuando el Hijo de Dios le dijo a sus Discípulos “sed inocentes como
palomas y astutos como serpientes” ¿acaso les estaba pidiendo que se
convirtiesen en palomas y serpientes gracias a un conjuro de magia?
Pero
dejemos de escarbar en este agujero a ninguna parte.
La
Serpiente del Edén estaba en Satán, y Satán era un hijo de Dios. Ambos, Satán y
Adán, hijos del mismo Padre Divino, era natural que Dios tomase como asunto
personal el Homicidio de su hijo menor por parte otro hijo de Dios, quien, como
dice la Escritura, “ya había acorneado antes”, y lo volvía a hacer sin miedo
alguno a la Traición Absoluta que representa intervenir en la Creación de Dios
acorde, no a su Sabiduría sino, a la voluntad propia.
Sobre
si Adán era legítimo hijo de Dios basta recordar la Genealogía de Jesús, hijo
de David, hijo de Abraham, hijo de Adán, hijo de Dios.
Un
hijo de Dios, “no de esta creación”, “no de nuestro mundo”, se levantó, contra
la Voluntad de Dios, traicionando a Dios, su Padre: para matar a otro hijo de
Dios, nacido en la Tierra.
¡Qué
más natural que otro hijo de Dios fuese llamado a Vengar la muerte de su
hermano Adán!
La
Ley de Dios era clara: “De la sangre de un hombre por la mano de otro hombre
clamaré Venganza”. Vemos que la naturaleza del Delito, en
razón de la Traición, clamaba Venganza. Es decir, la Traición de Satán y
sus bestias se había situado más allá de la Misericordia que le es inherente a
la Justicia.
Lógicamente
si de un hombre “por la mano de otro hombre”, de la sangre de un hijo de Dios
“por la mano de otro hijo de Dios” vería la sangre satisfecha su reclamación.
Siendo ambas cosas, hombre e hijo de Dios la Víctima de la Traición de Satán y
sus bestias asesinas, el Misterio de la Encarnación del Todopoderoso Hijo de
Dios se hizo se hizo. Pues si el muerto era hijo de Dios, el Primogénito de
Dios era hermano de Adán.
En
fin, este Tema ya lo he desarrollado en La Historia Divina de Jesucristo; me
limito a refrescar la memoria. Lo que el Traidor y sus aliados no concibieron
jamás, aunque ya Dios lo anunciara diciendo “Haré una obra que aunque os la contara no la creeríais”, era que el Amado de su Padre, la mano
derecha del Creador, “su Niño”, Jesús, fuese a ser el Elegido para el Día de la
Venganza de YAVÉ DIOS, como dice el Profeta, contra el Dragón, la Serpiente
Antigua, el Diablo, Satán: “Día de ira y de cólera, día de venganza”.
Para
todos nosotros “Día de Alegría y Felicidad eterna”.
Discutir
la Legitimidad de la Elección de su Hijo Unigénito, “Dios de Dios”, para Vengar
la Muerte de un hijo de Dios creado del Polvo, y asesinado por otro hijo de
Dios igualmente creado del Polvo, es negar: de un lado, el Derecho de Dios a
intervenir en la Historia de su Creación, y del otro lamentarse por la Muerte
de la Bestia, quien esperando un duelo a vida o muerte contra otro hijo de Dios
de su misma naturaleza creada se vio enfrentado al Todopoderoso Hijo del Señor
del Cosmos, cuyo Verbo es Dios.
Es
más, la Elección de su Unigénito para encarnar al hijo del Hombre invistió a
toda la Creación de la Naturaleza de este Hijo Sagrado, en quien su
Primogenitura dejó de ser “un teatro”, acorde a Satán, para manifestarse como
un Hecho Divino, causa de nuestra Alegría Infinita y Fuente de nuestro Amor
hacia nuestro Creador, porque gracias a ese Hijo sabemos que, aunque hijos por
Adopción, pues que nuestro Padre es ese mismo Jesucristo, “Dios de Dios”, por
Él devenimos “verdaderos hijos de Dios”, amados como hijos, Hoy y por la
Eternidad.
Gracias
a Él, “Nuestro Padre que está en los Cielos”, la Historia Divina y la Historia
Humana se hicieron una sola Realidad, una sola Ciencia, una sola Vida. La
Memoria Viva de esta Unidad Indestructible y Sempiterna vino a encontrar un
Cuerpo en la Iglesia Católica, a su Esposa y a la Madre de su Descendencia:
Romana porque esta Adopción a título Divino se hizo aquí en la Tierra, y
Apostólica porque la propia Historia de la Iglesia es la Vida de la Esposa de
su Señor y Rey Nuestro, Jesucristo, y por tanto Historia Divina.
Nuestra
Madre pagó con lágrimas de sangre el Camino al otro lado de la Caída del
Imperio Romano; resistió el terremoto que derribó los cimientos de su
estructura; y se mantuvo de pie, con las poderosas piernas de su Fe, frente al
tsunamis de las Invasiones de los Bárbaros. Ella y solo Ella, la Santa Madre
Iglesia Católica, aunque la Descendencia de su Esposo estaba en su Seno en
forma de Promesa, levantó los cimientos de la Civilización Europea Cristiana
que, andando el tiempo, cubriría con sus ramas los confines de la Tierra.
De
las cenizas del Mundo Antiguo hizo Dios, en Ella y por Ella, renacer el Ave de
la Civilización.
Negar
su Origen Divino es negar la Divinidad de su Esposo y Señor, Jesucristo. Ergo,
es negarnos la Veracidad de nuestro Origen Espiritual, quien haciéndose Hombre
y tomando Esposa Humana nos ha engendrado para ser hijos de Dios, no como como
quienes viven de prestado en la Casa de Dios sino como quienes tienen por Padre
a Dios.
¿No
ha quedado demostrada la Divinidad de quien se hizo Hombre en la
Indestructibilidad de la Casa que vino a Edificarle a Dios?
Siglo
tras siglo, durante dos milenios esa Casa permaneció atacada por Judíos, Romanos, Bárbaros, el Islam, la Reforma, el Ateísmo
Científico, el Comunismo, el Socialismo, el Liberalismo; guerras internas y
externas, crisis profundas y cismas fratricidas, toda clase de tormentas y
diluvios, terremotos y tsunamis… nada ni nadie ha podido escribir:
“Dios
dijo, y así no fue”.
Le
dijo su Esposo: “Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ti”. Y así ha
sido.
La
Gloria es del Señor, pues como se ve en la Historia del Cristianismo los
siervos de Cristo no fueron precisamente los mejores embajadores de esa
Divinidad Manifiesta, Sin embargo, el que esté limpio de pecado que tire la
primera piedra.
CAPÍTULO SEGUNDO
LA CUESTIÓN DEL CRIMEN DE CAÍN,
O LA RAZÓN COMO FUENTE DE
INTERPRETACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
Lo
que sabemos lo sabemos por el Espíritu Santo en la Iglesia. A través de los
siglos el Espíritu, derramado en sus siervos, y partiendo de la Doctrina de
Cristo, nos ha conducido al Conocimiento de quien es Dios, en cuanto Padre y en
cuanto que Creador. Desde San Pablo a Santo Tomás el pensamiento cristiano nos
ha legado una Sabiduría sin mancha, incorrupta, perfecta en todas sus partes;
independientemente del comportamiento de los siervos de la Iglesia, esta
Sabiduría permanece por la Eternidad. Sobre este capítulo justo es confesar que
nadie puede añadirle o quitarle a la Doctrina del Espíritu Santo sin caer en un
terrible abismo.
Desde
el principio de su existencia la Iglesia ha combatido todos esos intentos de
acomodar la Verdad Divina a la mentalidad de los siglos; sus consecuencias
fueron guerras fratricidas. Pero esto es Historia del Cristianismo y no voy a
detener la marcha de este libro so pena de perder el hilo del relato ya
avanzado hacia este punto.
Evidentemente
el Futuro del Género Humano en la Tierra vino a quedar adscrito a la Condena
por la adhesión de la primera humanidad a la Rebelión de Satanás y sus bestias
homicidas, “no de esta creación” en palabras de los Apóstoles, “no de nuestro
mundo” en palabras nuestras. Sin embargo, incluso en su Juicio por el Pecado
tuvimos al Espíritu Santo de Abogado defendiendo la Causa del Ser Humano. Su
Argumento: la Ignorancia del Primer Hombre sobre la Ciencia del bien y del mal
fue el talón de Aquiles contra el que el verdadero enemigo del Reino de Dios
lanzó la flecha de su Traición, encontró en la Justicia Divina un oído abierto
a la Verdad.
Y
tan poderosa fue la Fe del Espíritu Santo en la Inocencia del Hombre que no
dudó en poner su sangre como Testimonio Vivo delante del Juez Divino. Así pues,
porque hubo Ignorancia hubo Redención.
Ya
lo sabemos, esta es la papilla teológica con la que el propio Espíritu Santo
alimentó a la Esposa del Señor. La Escritura fue validada por la sangre del
Abogado Divino, cuyo Espíritu se posó en los Apóstoles, quienes amando a su
Hermano en Dios siguieron su Ejemplo poniendo su sangre a servicio del
Testimonio de Cristo Jesús, el hijo del Hombre. Y es que Dios Padre, aún en su
Cólera contra la Bestia, no podía olvidar que Adán era una Criatura en su
Infancia Ontológica, preservada de la Sabiduría que viene de la Vivencia del
Árbol Prohibido. El Enemigo del Espíritu Santo usó esta Inocencia para clavarle
la lanza de su Traición a Dios en el pecho.
Lo
que buscaba la Bestia ya lo sabemos, buscaba la transformación del Reino de
Dios en un Corte de dioses más allá del Bien y del Mal.
Fue
contra esta Idea Maligna que Dios levantó la Pena de Muerte, igual a Destierro
Eterno de su Creación, de todo ser que siguiera andando por ese camino. La
Puerta había sido cerrada, cualquiera que la abriese, fuera quien fuese,
firmaría contra sí mismo la Pena escrita por el Delito.
De
la Respuesta del Hijo de Dios al Traidor “Vade retro Satanás”, y por esta
respuesta sabemos que la Envidia que consumía a ese Bestia tuvo su origen en la
Demencia de querer la Criatura ponerse en un plano de Igualdad, en cuestión de
Poder, con su Creador. Y de la Doctrina de Jesucristo, heredada por su Esposa,
la Iglesia, sabemos que la única Relación de Igualdad posible que existe entre
el Creador y su Creación se basa en el Amor. Por esto el Espíritu Santo dice
“Dios es Amor”. En este Amor del Creador a su Creación, Dios deviene Hermano y
Padre, Rey y Esposo. Fuera de este Vínculo Todopoderoso y Eterno, establecer
una relación con Dios desde el Poder es Locura, y quien se detiene en ella sin
querer darle el alma a la Sabiduría dirige su existencia hacia el Abismo.
Insistiré
en este Principio: El Amor de Dios a la Vida marcó el Origen de la Revolución
que le abrió a Dios la Puerta de la Creación. Y este Amor es del que se dice
“Dios es Amor”. En consecuencia, todo paso hacia afuera de este Camino es
principio de locura.
El
caso de Caín y Abel nos enseña una lección inolvidable en ese terreno de
nuestra Relación con nuestro Creador.
Caín
interpretó la Palabra de Dios sobre el hijo de Eva, su madre, según la razón
humana. Era él o su hermano Abel en quien Dios depositaría el Martillo de la
Venganza con el que el heredero de Adán le aplastaría la cabeza a la Serpiente
Maligna, y por su Victoria recogería el Trono Perdido.
Pero
Dios, según la “razón sola” de Caín, tenía puestos sus ojos en Abel. Era él o
su hermano; si quería ser el elegido para vengar a su padre, desterrado de su
reino y recoger su cetro, debía matar a su hermano Abel. Pensando esto Caín
estuvo poniendo a Dios contra las cuerdas. Y aunque Dios intentase corregirle
él siguió en sus trece: Muerto Abel, Dios no tendría más opción para Vengar la
muerte de Adán que al asesino de su propio hermano.
Caín
interpretó la Palabra de Dios desde “su razón sola”.
Olvidando
Caín que Dios no es hombre al interpretar desde “su razón clara” la Palabra
Divina en su ignorancia se puso con Dios en un mismo plano de Poder, se hacía
Igual a Dios al obligar a Dios a elegirle a él, Caín, una vez muerto Abel.
Retar
a Dios a una Guerra a vida o muerte, mediante su Traición, es lo que hizo
Satanás. ¡Satanás pretendió ponerse en pie de Igualdad con el Señor y Creador
del Nuevo Cosmos¡ Su locura era absoluta.
Mas
si en el caso de Caín, como en el de su padre Adán, la Ignorancia fue real, en
el de Satán y sus bestias malignas ni existió Ignorancia ni Inocencia. De
verdad creyeron que podían echarle un pulso al Señor del Infinito y de la
Eternidad: YAVÉ DIOS, Padre de Jesucristo, y poner al Espíritu Santo de
rodillas.
El
Espíritu Santo que vive en el Padre recogió la Ignorancia de Adán para la
Redención, y la Venganza por la Tragedia del Género Humano como Juicio Final
contra la Serpiente, Satanás, el Dragón, el Maligno, el Diablo, la Bestia.
Luego
observamos que aquel comportamiento de Caín, queriendo interpretar la Palabra
del Creador del Nuevo Cosmos y Padre de la Vida, como si se tratase de un igual
el que habló, es decir, desde y con la Razón Sola, fue la herencia que los
hijos de Abraham heredaron por el pecado de su padre Adán y finalmente los
condujo a hacer de Caín contra el Nuevo Abel, Jesús, hijo de David, hijo de
José, hijo de Dios.
Este
comportamiento racional anticristiano no desapareció del mundo con el
Nacimiento de la Iglesia, de quien antes de nacer ya se declaraba el Rey de los
Cielos y de la Tierra : SU Esposo.
Al
contrario, en los días de los mismos Apóstoles la Palabra del Hijo de Dios fue
interpretada, una vez tras otra, desde la Razón Humana, y, Arrio, cayendo en el
mismo error de Caín se entregó a Fratricidio de su hermano Católico.
El Espíritu Santo defendió su Doctrina haciendo Fuerte a la Iglesia, hasta
darle la Victoria en el Concilio de Nicea, estableciendo entonces las
Naturaleza del Dogma como los límites del Pensamiento entre el Hombre y Dios,
entre el Creador y su Creación.
Como
ya dije antes, Dios cerró estos límites profetizando contra quienes usasen su
Razón, clara o sola, iluminada u oscura, para interpretar la Palabra Divina.
Dios
no se interpreta, Dios se revela.
Desde
Arrio a Lutero y Calvino, pasando por los Cerularios Bizantinos, los Caínes que se proclamaron en Guerra
Santa contra el Dogma del Espíritu Santo llenan las páginas de la Historia del
Cristianismo, pues si no hubiesen derramado sangre sus historias pertenecerían
a la Historia del Pensamiento Eclesiástico; desde el momento en que se
declararon por la muerte de los Católicos, sus
hermanos de cuna, sus Guerras pertenecen a la Historia del Cristianismo.
“Haced
lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen” no es un consejo, es
palabra de vida eterna. Pues la Obediencia de toda la Creación está sujeta a
Dios, y sólo a Dios, de tal manera que aquellos que se alzan entre Dios y sus
hijos, entre el Rey y su Pueblo Universal para imponer su voluntad sobre ellos:
se condenan ellos mismos delante de Dios, y Él los juzgará de
acuerdo a su Poder. O como dice el Apóstol, hablando en nombre del
Espíritu Santo en todos, “Nada ni nadie puede separarnos del Amor de y a Dios”.
En
definitiva, la Palabra de Dios no se interpreta, se encarna en su Creación. Y
viniendo de Dios permanece en Dios. Pero quien rechaza la Revelación del
Espíritu Santo en la Iglesia, siendo la Doctrina de su Esposo su Herencia
eterna, y sujeta la Palabra Divina a la Interpretación de su Razón, haciendo de
Dios carne y polvo, ésos no vinieron de Dios. Cometieron el Pecado de Caín,
querer echarle un pulso a Dios, ponerse a la altura del Creador, y obligar al
Señor y Dios del Infinito y de la Eternidad a hacer su voluntad. Y este mal es
el origen del mal en el mundo nacido de la Caída.
La
Iglesia no interpreta la Palabra de Dios, Ella es la Encarnación de la
Revelación legada a la Humanidad por su Esposo y
Señor. La carne es humana, pero el espíritu es Divino. La carne se corrompe,
pero el Espíritu permanece en Ella por la Eternidad.
Estos
son los Hechos. La Historia de los Apóstoles no es una historia de sus
palabras, sino de sus Hechos. Ellos no crearon una Religión Nuevas. Ellos no
crearon un Nuevo Templo de acuerdo a lo que en sus
cabezas creyeron debiera ser el Templo de Dios. Quien le construía Casa a Dios
entre los hombres era su Hijo, ellos trabajaban a su servicio, y su trabajo era
sembrar la Palabra de Dios acorde a la Doctrina de su Hijo. Una vez su trabajo
consumado, el Espíritu Santo viviría en la Casa de su Esposa, protegiendo sus puertas
contra el infierno de las guerras que la Muerte y el Diablo desatarían contra
Ella durante los dos milenios venideros.
La
Vida de la Esposa de Cristo no estaba ni está en interpretar la Palabra de
Dios, sino en defender su Naturaleza Divina y transmitirla en la pureza de su
Santidad. Contra quien siguiendo a Caín busca interpretarla acorde a su Razón,
Dios cerró su Libro diciendo:
“Contra
quienes añadan o quiten palabras a este Libro las plagas descritas en este
Libro sobre ellos”.
Aún así la Historia del Cristianismo está llena de Caínes,
todos “reformadores”, todos y cada uno en Guerra Santa contra la Esposa
del Señor. Y esto en olvido de la Ley Todopoderosa contra la que se estrelló
Satanás y sus bestias: “No comas, o morirás”.
El
Fruto del Árbol Prohibido es la Guerra. Y entre ellas la más Abominable a los
ojos de Dios es la Guerra Santa, pues en ella Caín usa el Nombre de Dios para
bendecir el asesinato contra Abel, su hermano.
Hasta
aquí la Cuestión del Crimen de Caín.
La
cuestión de la Inviolabilidad del Poder, demandada por los hijos de Dios, no de
esta creación, no de nuestro mundo, en razón de su
Filiación exigiendo de Dios Padre la elevación de sus hijos a la condición de
dioses acorde a la imagen intelectual que ellos se habían forjado sobre lo que
debe ser el Poder de tales seres; a esta demanda de tales hijos, liderados por
Satán, Dios Padre respondió elevado la Ley a su Naturaleza Divina: La Ley es
Dios. La Ley Divina tiene su Origen en el propio Ser Creador y participa de la Plenitud
de su Naturaleza. La Omnipotencia y el Todopoder de
Dios se incepta en la Ley, no como un traspaso de
algo que no tiene desde algo que tiene ese Todopoder y Omniptenciapa. Para nada. La Palabra de Dios es
Ley, la Palabra de Dios es el Verbo, el Verbo de Dios es Ley; ergo : la Ley es Dios.
Diciendo
Dios Padre: "Quien coma (del fruto del árbol de la ciencia del bien y del
mal, es decir, haga la Guerra contra sus hermanos), morirá", Dios Padre
alza la Pena de Muerte contra cualquiera, sin excepción, que transgrede la Ley.
Sentenciando a Muerte a todo hijo de Dios que crea que por su Filiación está
más allá de la Ley, Dios establece la Paz Universal de su Reino sobre la base
eterna de una Justicia que no puede admitir ni admite ni admitirá jamás, por la
eternidad, existencia fuera de esta Ley.
“Todos
sois dioses”, (en razón de su Paternidad Creadora) les
dice Dios a todos sus hijos, “pero moriréis como cualquiera de los príncipes”.
Diciendo esto: Dios sujeta la “Divinidad” de sus hijos a la Ley de la Paz
Universal natural a la Fraternidad entre todos los Ciudadanos de su Reino. La
Ley de la Paz no distingue entre hijos e hijos. Desde el más pequeño al más
grande, desde el Ciudadano más humilde de la Creación de Dios hasta el mismo
Primogénito que se sienta a su Derecha, la Ley se alza como un sol de justicia
cuya luz despliega la Gloria de la Libertad Divina sobre la plenitud de las
naciones de su Reino.
La
Paz no es un interludio entre dos estados de guerra sino el Estado Natural del
Reino de Dios. Este Estado Divino no se basa en una Teoría del Poder, adaptable
a los tiempos y al crecimiento de la Inteligencia de los pueblos. Este Estado
se funda y se sostiene en la Palabra del Creador del Cosmos. Su Palabra es Ley.
La Ley marca las lindes del Camino de su Reino en la Eternidad, le abre horizontes
al Infinito y crea un Crecimiento sin límites a la luz de la Paz que esta Ley
engendra.
Dios
es Creador. No crea para a la vuelta de la esquina destruir su propia obra. Su
Obra es el Árbol de la Vida de los Mundos de su Creación, creados para disfrutar
de esa Vida Eterna que le es natural a Dios y le es sobrenatural a todos los
seres. Una Obra de esta Naturaleza que hace del Árbol de la Vida un Reino de
Mundos en constante crecimiento, y mundos creados en universos distintos en el
Espacio y el Tiempo, no es una Creación que pueda concebirse dejando a la
Improvisación los fundamentos de su Estado. El Fruto del Árbol de la Vida en el
Cosmos deviene un Reino, cuyo Rey es el propio Dios, quien como Creador y Padre
establece un Código de Leyes de Valor Universal: al que le deben,
independientemente de su Origen en el Espacio y el Tiempo y de la condición
social en este Reino de cada individuo, Obediencia todos los Ciudadanos de su
Reino.
En
términos concretos decimos que desde el primogénito de
Dios hasta el hijo más pequeño del Creador, todos los Ciudadanos de Su Reino
vivimos y somos por la Ley, de manera que si la Ley no estuviese fundada en el
Verbo Divino y su origen fuese una concepción temporal adaptable a los tiempos:
nuestra existencia no podría realizarse en el seno de la Libertad natural por
el Creador establecida para toda su Creación. Es a Él y sólo a Él a quien le
pertenece establecer los Fundamentos de la Justicia Universal gracias a cuya
Luz todos los pueblos, independientemente de nuestros orígenes en el Espacio y
el Tiempo, somos.
El
Verbo es la Palabra de Dios, la Palabra de Dios es Dios. "Dios dice y así
se hace", es la leche vital con la que el Creador nos saluda. La Palabra
de Dios es Ley para el Cosmos entero. En su Infinito y en su Eternidad el
Cosmos tienen en la Palabra de Creador su Ley. Intelectualmente hablando es
demencia creer que seres creados del cuerpo de este Cosmos podamos existir
fuera del Verbo. Por esto la Iglesia recibe el Dogma como Herencia en el
Testamento de su Esposo. En este terreno la Inteligencia no tiene palabra que
decir.
“El
Verbo es Dios, y el Verbo se hizo carne” no son palabras lanzadas al aire como
carne para lobos.
Dios
dice “Haya Luz”, y la Luz se hace, Dios dice :”Lázaro,
levántate”, y Lázaro se levanta.
Cualquier
posición de duda sobre la Naturaleza de este Verbo es negar a Dios y lanzarse
al abismo de la destrucción, cual le sucedió a Jerusalén. Abismo al que se
lanzaron aquellos hijos de Dios que teniendo delante la Ley: “El que coma del
fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, morirá”, creyeron y pensaron
que podrían enfrentarse a la Sentencia y encontrar un camino de burlar a la
Ley. En palabras directas: creyeron poder poner de rodillas al Verbo de Dios a
sabiendas que el Verbo es Dios.
Aquel
querer ponerse más allá de la Ley Universal que sobre todos los pueblos
extiende la Luz de la Paz del Rey Dios y abre delante de todos nosotros el
camino a la gloria, en cuanto hijos de Dios, de una Libertad Maravillosa; aquel
acto maligno y demencial impregnó la naturaleza del Poder entre los hombres,
tal que por disfrutar de ese Poder Satánico por el que unos hombres se creen
más allá de la Ley y tienen en sus manos el Poder sobre la Vida y la Muerte de
los demás; esta demencia maligna devino natural en los pueblos surgidos de la
Caída del Reino de Adán. Su enfermedad los llevó de la corona a la condición de
los dioses. Ser rey era ser un dios.
La
Historia de la Antigüedad está escrita. Los dioses de las mitologías antiguas
fueron los hombres que elevaron sus coronas a la condición de los dioses a la
imagen y semejanza de Satanás. Dios creó al Hombre, y a todos sus hijos no de
este mundo, a la Imagen y Semejanza de su Hijo Primogénito, Jesús.
Satán
trajo una imagen maligna, que hizo de los reyes de la Tierra verdaderos
demonios para sus semejantes los hombres.
La
Historia de Abraham no es incierta. Cando el hijo de Ur Nammu viste su corona de divinidad la rebelión de las
casas patriarcales que liberaron a la tierra de Ur de
los invasores Gutis requería la alianza de la casa
patriarcal de Noé para consumar la caída de la Tercera Dinastía de Ur. La fuerza militar de la casa de Abraham la vemos en
acción derrotando a los reyes de las ciudades estados vecinos. Pero Dios no le
permite a Abraham a aceptar la corona que se le ofrece; el tiempo del
"hijo de Eva" no había llegado aún. La casa de Sert había aprendido
de la muerte de Abel por Caín que la Venganza y la Redención brillaban muy
lejos en el futuro. Sin mirar atrás e importarle si era llamado cobarde o
traidor por los otros patriarcas de Ur, Abraham
siguió su camino.
Dicho
esto, la pregunta parece evidente. ¿La Ley implica igualmente al Primogénito de
Dios? Porque por la Santa Madre Iglesia sabemos que ese Primogénito es
Unigénito, y siendo Él el Modelo abierto por su Padre a la Creación leemos que
somos creados a su Imagen y Semejanza, comprendiendo en este Acto Creador a
todos los hijos de Dios, de esta creación, o no de esta creación, pero nadie le
es su Igual. Somos creados a Imagen y Semejanza del Primogénito de Dios para
ser hijos de Dios, pero el Primogénito es Unigénito : “Dios
Verdadero de Dios Verdadero, no creado, engendrado de y por y en la misma
Naturaleza Increada del Padre”. Somos dioses, pero todos moriremos como
cualquier ser creado, pero quien es Dios de Dios y su Palabra es el Verbo, Éste
no puede morir. Así pues, la pregunta regresa a su posición: ¿Incluye la Ley de
la Pena de Muerte contra la Transgresión de la Ley contra la Ciencia del bien y
del mal a este Hijo Todopoderoso y Omnipotente, engendrado por el propio Dios
Increado de su propia Naturaleza Increada?
Ya
vimos que Adán, el Género Humano, fuimos un peón en una Guerra contra el
Espíritu Santo que ya había escrito Dos Guerras, no en este mundo, sino antes
de la creación de nuestro mundo. La Tentación tenía por verdadero objetivo
darle a ese Unigénito a probar la fruta del árbol maldito. ¿Mantendría Dios su
Ley si quien encontraba en la Guerra un fruto apetecible era su “Niño”?
La
Ley abole toda Inmunidad, toda Impunidad, toda Inviolabilidad. La Ley establece
que todos los seres son responsables de sus pensamientos, palabras y obras y
son llamados a responder de ellos delante de la Justicia Divina, Justicia
Incorruptible, Todopoderosa e Inmarcesible que sujeta a todo ser a su Paz.
Satán
y sus hermanos malignos quisieron abolir esta Ley y eligieron vivir en
Destierro eterno de la Creación a vivir en un Reino gobernado por una Corona
Incorruptible e Insobornable cuya Cabeza es la primera que se arrodilla ante el
Verbo de Dios. Movidos por su Poder los reyes de los pueblos reclamaron para
ellos este status maligno. Lógico y natural era que la
rebelión se hiciese perpetua entre los pueblos antiguos y que los rebeldes una
vez en el Poder reclamasen para si la Ley que por el fuego y el hierro ellos
abolieron. LA LISTA REAL SUEMRIA nos abre los ojos a las luchas de las Ciudades
Estados Mesopotámicas entre Adán y Noé por el Reino de las Cuatro Regiones,
entre cuyas dinastías se pasaron la Vara del Imperio sin llegar a ninguna parte;
el rebelde contra el tirano devenía el próximo tirano contra el que rebelarse.
Así hasta que la degeneración del comportamiento humano bajo la regencia de
Satanás se le hizo insoportable a Dios. El Diluvio enterró en el barro al mundo
nacido de la Caída.
Pero
como la cabra tira al monte apenas los pueblos superaron el susto y las
generaciones se olvidaron de la pesadilla vivida por sus padres, la Historia
comenzó a repetirse. Tener el Poder era la meta, y como quien tiene el Poder
hace la Ley investirse de divinidad, o sea, vestirse de inmunidad, inmunidad e
inviolabilidad, a imagen y semejanza de Satán, volvió a ser el pan infernal de
cada día que los reyes hicieron tragar a los pueblos hasta la Venida de Cristo.
La
Respuesta del Unigénito y Primogénito de Dios a la Tentación era esperada por
la creación entera con el corazón en un puño. Por la creación entera: sí, pero
por Dios y sus profetas: no.
Por
Obra y Gracia del Espíritu Santo el mismo Verbo se hizo Hombre. Si por la
Encarnación supimos que el Espíritu del Padre es el Espíritu del Hijo, por la
Resurrección sabemos que la Adoración del Hijo por la Sabiduría de su Padre es
infinita y eterna, y que es en esta Sabiduría, no en el Poder Absoluto de un
Dios Tirano y Monstruoso a la imagen que Satanás quería imponerle al propio
Creador, que la Ley tiene su Origen.
El
Todopoderoso Hijo Unigénito y Primogénito de Dios puso su Corona a los pies del
Trono de su Padre y se declaró un Humilde Ciudadano de Su Reino, como todo hijo
de Dios: sujeto a la Ley, en cuyas Manos puso su Vida.
NO
es necesario recalcar el Grito de Victoria que se oyó en el Mundo Divino: “Toda
Gloria, Todo Poder, Toda Majestad al Cordero de Dios".
Así
pues, la Imagen y Semejanza a la que fuimos creados y de la que fuimos
apartados por el Pecado, recibiendo en su lugar un ídolo monstruoso a imagen y
semejanza del monstruo que Satán llevaba, esa Imagen se hizo Hombre. La
Iglesia, su Esposa, heredó el Dogma y la Ley, esa Ley por la que todo ser es
responsable de sus actos, y en razón de la cual la
inviolabilidad, inmunidad e impunidad de los reyes y los poderes civiles
denuncia a sus actores como discapacitados intelectuales por cuya incapacidad
son declarados exentos de toda responsabilidad sobre sus actos.
Primero
en el caso de San Ambrosio contra Teodosio el Grande y después durante la Lucha
entre Enrique IV y Gregorio VII vimos cómo esa Herencia Maravillosa se mantuvo
firme hasta que la Reforma tomó por suya la Defensa de Satán y elevó a los
Reyes Protestantes a la condición de reyes de la Antigüedad, y revistiéndolos
de la condición de los dioses por Dios condenados al Destierro Eterno de su
Creación. La Reforma recreó para nuestro conocimiento el Fratricidio Maligno de
Caín contra Abel; tanto más perversa la Rebelión de los Reformadores contra la
Ley Universal de Dios por en cuanto Caín no conoció a Cristo, pero ellos sí.
En
cuanto cabezas de las iglesias, los reyes protestantes fueron adorados como
dioses a la imagen y semejanza de Satán.
La
Ley Universal Divina por la que todas las criaturas somos Iguales ante una
Justicia Inmaculada la Reforma Protestante la pisó. Aplastada y desterrada del
comportamiento de los Poderes Nacionales, civiles y monárquicos, de Enrique
VIII a Luis XIV, el mal se hizo más y más endémico. Los reyes hicieron
partícipes de su Poder Maligno a sus Cortes. De manera que cuando llegó la
Democracia el Poder adoptó como status quo propio la
condición de inviolabilidad de los reyes.
Tal
es la Herencia del Siglo XXI. Las inmunidades parlamentarias y las inviolabilidades
de los poderes estatales es el núcleo germinal de una corrupción pandémica que
por fuerza debe arrastrar a las naciones a la guerra civil. Donde antes hubo un
rey hoy cientos de cabezas usan corona.
CONCLUSIÓN
Luego
llegamos al punto fundamental, la piedra angular sobre la que esta está
edificado el Templo Cristiano, a saber, la Libertad a la imagen y semejanza de
Dios. En efecto, observamos que el Juicio de Dios contra Adán no fue el mismo
contra Satán. La misma justicia humana levanta una diferencia entre la autoría
intelectual del delito y el brazo ejecutor del acto delictivo. Cuando la
justicia observa que se ha producido una manipulación del brazo ejecutor del
delito en base a su ignorancia sobre la naturaleza de la acción delictiva
consumada y las consecuencias que se derivan de su acción punitiva, el juez
recoge esta ignorancia como causa de beneficio a su favor; beneficio
penitencial para el ignorante en razón de su inocencia en el origen de la
concepción del delito a que fuera arrastrado a ejecutar sin conocimiento de
causa de la intención final buscada por el acto delictivo, es decir, la
naturaleza maligna del efecto buscado; beneficio que sujeta su condena por la
transgresión a redención penal efectiva, de lo que el Cielo y la Tierra es
testigo en el Caso Adán y el Género Humano. Beneficio Redentor, sin embargo,
del que es privado el autor intelectual del Delito Consumado, y al que viene a
sumarse, a la Pena Debida por el Acto : la gravedad
natural a la Manipulación, con intención delictiva, de un inocente, quien,
éste, en su Ignorancia sobre la verdadera Naturaleza Maligna del acto al que
fue arrastrado a ejecutar. Porque usó la Mentira, a saber, que el acto a
ejecutar tenía un Principio y un Fin, en el caso de Adán, Divino, de esta forma
haciéndole creer dicho Autor Intelectual al Brazo Ejecutor en la Bondad de la
Acción; de este modo, porque se sirvió de la Inocencia del Hombre, para quien
la Palabra es Ley, de un sitio, y de su Ignorancia sobre la naturaleza, en este
caso de la Ciencia del Bien y del Mal, guardando el Autor Intelectual del Acto
Criminal silencio sobre la naturaleza del Principio y del Fin inmanente al
Delito, el Juez, mientras al Brazo Ejecutor le abre la puerta de la Redención,
ese mismo Juez, en su Justicia Incorruptible y Todopoderosa, es decir, que no
puede ser burlada ni paralizada, vendida ni comprada, deja caer sobre el Autor
Maligno todo el peso de la Gloria de la Ley, que siendo Dios, como ha quedado
establecido en los anteriores capítulos, descarga la Sentencia sin puerta a la
Redención. Pues como sabemos y el Espíritu Santo en la Iglesia nos lo ha
enseñado, y con su Doctrina hemos crecido, para que la Justicia invoque la
Redención del Transgresor es necesario que la Ignorancia sobre la Naturaleza
del Delito sea Desligada de cualquier posibilidad de Duda sobre la Inocencia
Participativa en la Concepción del mismo. En suma,
este es el Discurso que el Abogado que Jesucristo nos dio al Género Humano invocó
delante de la Casa entera de Dios. Discurso Divino que requiriendo de Prueba
Viva de Veracidad sobre su Sustancia Argumentativa movió a los Discípulos,
nuestros Divinos Apóstoles, a andar el Camino al Testimonio de Sangre, que
llamamos Martirio, y por el que el Tribunal Todopoderoso e Incorruptible de
Dios que movido a Misericordia. Porque en efecto, por la Sangre de las Primera
Generación Católica Romana, liderada por los hijos de Dios de la Casa de
Abraham, el Tribunal Divino desplegó toda su Gloria de su Misericordia y la
Gracia de su Bendición Omnipotente sobre el Argumento por la Sangre de los
Edificadores de la Iglesia Católica Apostólica Romana sellado, a saber, que de
haber conocido Adán y en él el Género Humano la Naturaleza Maligna de la
Palabra del Tentador antes, como Abel, poner su cabeza a los pies de Caín, que
alzarse contra el Espíritu Santo del Padre de la Vida en el Universo y Señor
del Cosmos: YAVÉ Dios, Padre de JESUCRISTO.
Es
por esto que el Juez Divino en el caso de Satán, una vez hijo de Dios, en razón
de su conocimiento íntegro de la naturaleza y gravedad de su delito, concebido
desde Principio a Fin por él, no aplica en ningún momento beneficio a favor
suyo, pues si en primera instancia concibe un mal, penado por la Ley, por el
otro se sirve de la ignorancia de otra persona para ejecutar el delito,
confiando en que lanzada la piedra por otra mano no será reconocido el brazo
del autor intelectual del crimen ejecutado.
Es
decir, en el caso del Cristo contra Satán, el Juez Divino vio en Satán perfecto
conocimiento de causa y efecto sobre la naturaleza de un delito, en ejercicio
de sus plenas facultades intelectuales y mentales, concebido contra la Ley
misma, es decir, contra Dios.
La
conclusión, establecida en CRISTO RAÚL CONTRA EL ANTICRISTO, mantiene que la
Libertad a la imagen y semejanza de Dios en el autor intelectual de la Caída
era absoluta.
Si
en la Caída de nuestro Mundo en el Infierno de la Guerra Civil Mundial, que
llevamos sufriendo tantos Milenios, hubiese habido Predestinación a la manera
Luterano-Calvinista, la Creación a la Imagen y semejanza del ser del Creador
sería una quimera, y la Biblia enterase descubriría como una farsa colosal:
farsa que haría de todo Creyente un criminal y del propio Dios un Monstruo
Creador viviendo su Eternidad a costa de devorar Mundos; Creador Monstruoso
ante el que únicamente un Cobarde y un Terrorista doblarían sus rodillas;
Creador Maligno en el que la Revelación Apostólica : DIOS ES AMOR, descubriría
ser una gigantesca farsa cósmica.
Así
pues, si con su Sangre el Hijo de Dios nos reveló la Inocencia de YAVÉ DIOS, su
Padre, en la Concepción de la Caída y su Rechazo, en Abominación sempiterna,
hacia la estructura de la Predestinación Luterano-Calvinista, con su Sangre el
Abogado Divino que descendió del Padre y del Hijo expuso delante del Tribunal
de la Casa de Dios: Tanto la Inocencia de Adán en la Concepción del Delito
cuanto la Ignorancia de nuestro Mundo sobre la Causa de la Caída y su Efecto
Dramático, recogido por el propio Redentor desde su Cruz: “¿Por qué me has
abandonado, Dios mío?”
Se
ve, por consiguiente, que la Santidad de la Doctrina de la Santa Madre Iglesia
Católica Romana da por Doctrina de Error el Anti-Dogma de las Iglesias
Ortodoxas nacidas de la Desolación de la Iglesia Imperial Bizantina al negar
que el Espíritu Santo descendiera del Padre y del Hijo; al afirmar esto se
Niega la Veracidad Divina del Hijo, quien siendo el Verbo, esto es, la Palabra
de Dios encarnada, en Unidad Divina con su Padre les prometió a sus Discípulos
que si ÉL no se iba no vendría sobre ELLOS el Espíritu Santo, pero que si ÉL se
iba ÉL les enviaría el Abogado cuyo Discurso Divino a favor del Género Humano
sería expuesto delante del Tribunal de Dios; Discurso que apoyado en la Sangre
extendería sobre la Plenitud de las naciones la Salvación de YAVÉ DIOS, padre
de toda criatura.
Porque
la iglesia ortodoxa bizantina negó esta Verdad Todopoderosa, que si el HIJO
hubiese permanecido el Abogado no hubiese descendido sobre los Discípulos,
elevándolos por Obra y Gracia del Espíritu Santo que vino sobre ELLOS, por el
Hijo, a la Divinidad Natural a Dios Hijo, y porque permaneció negando que el
Espíritu Santo hubiese venido de todos modos al Mundo sin la Necesidad de la
Venida del Hijo, la iglesia bizantina ortodoxa fue echada abajo por el Padre
Divino.
Porque
quien niega que el Espíritu Santo es independiente del Hijo, y desciende sólo
del Padre : niega que el Hijo se hiciese Hombre por
Obra y Gracia del Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo estaba en el Hijo, por esto dice de él Dios : “Cuando vieron la estrella, la adoraron”.
Negando
que el Espíritu Santo descendiera y desciende del Padre y del Hijo se niega al
Espíritu Santo que, abriendo la boca de la Esposa Divina de Cristo, confesó
delante de la Eternidad: “Engendrado de la misma Naturaleza del Padre, no
creado, Dios Verdadero de Dios Verdadero... Amén”.
Negando,
pues, que el Espíritu Santo desciende del Hijo se afirma que, sin el Hijo, de
todos modos, el Hombre hubiese alcanzado, sin Necesidad de SU Discurso, la
Gracia de Dios para todo el Género Humano. Afirmación maligna que condujo, por
su continuación en el tiempo, a Bizancio y su imperio a la destrucción y a las
iglesias nacidas de su Caída a la esclavitud bajo el yugo Islámico.
Diciendo
que el Espíritu Santo no viene del Hijo se niega la Doctrina del propio Cristo,
cuando dice: “Quien me ve a mí ve al Padre y al Hijo”; y “YO y el Padre somos
una sola Cosa”: ergo, un solo Dios. Y esta Unidad a la manera del Dogma por el
Espíritu Santo revelado: Tres Personas, un sólo Dios Verdadero. En palabras de
Dios, tomando como ejemplo al hombre y a la mujer: dos personas, una sola
carne. Esto es: Dos Personas Divinas, el Padre y el Hijo, pero un sólo Espíritu,
el Espíritu Santo. Y este Espíritu es el que se hizo Hombre, recibió un Nombre,
Cristo, y deviniendo Cabeza de la Iglesia, su Esposa, Ella misma se hizo
partícipe de la Divinidad de su Esposo y Señor, como se ve por los Hechos:
Indestructible a pesar de los ataques de los siglos, Invencible contra todos
los que han intentado derribar sus puertas, y preñada de vida divina, a la
manera de Sara, de una Descendencia, investida de la Gloria de la Libertad de
los hijos de Dios, nacida para conquistar las puertas de sus enemigos.
Cuando,
por tanto, el Mundo Protestante declaró Cabeza de las iglesias nacionales a sus
reyes, contra Dios, que le dio al Árbol de la Vida de las iglesias por Cabeza
Divina a su Hijo; contra Dios, Padre e Hijo, digo: Abominaron de Cristo y se
declararon por el Anticristo. No hay justificación para semejante Delito.
Pues
si por horror al Cuerpo Sacerdotal de Cristo, sucumbido en el Sueño de la Noche
de los Obispos, la Protesta se hubiese dirigido contra los siervos y no contra
la Esposa, permaneciendo en la insistencia, aun al precio de la sangre, en la
Necesidad de la Conversión de los Obispos a la Doctrina de las Obras de Cristo,
el Delito de la Decapitación de las cuerpos eclesiásticos nacionales, y la elevación
a la condición Divina de Cristo, Cabeza Universal del Cuerpo de las iglesias,
de los reyes locales, el Delito de Anticristianismo, es decir, entregar a los
siervos del Maligno las coronas de las naciones cristianas, no se hubiese
consumado. Pero desde el momento que proclamaron cabezas de las iglesias
nacionales a sus reyes cometieron delante de Dios: Delito de Rebelión contra la
Corona de su Hijo, y en consecuencia se entregaron al Anticristo como rey bajo
el imperio del Maligno, ante quien, contra Cristo, si doblaron sus rodillas en
pago por el Imperio.
Ahora
bien, el que esté limpio de pecado que tire la primera piedra. El Espíritu de
Jesús es el espíritu de la profecía. Es lo que está escrito desde siglos antes
de su Nacimiento por Moisés : “Después de mí vendrá un
Profeta más grande que yo, quien no le escuche será borrado del Pueblo de YAVÉ
DIOS”. Sobre lo cual es testigo la a destrucción del pueblo judío por los
romanos.
Conociendo
la Naturaleza Divina de Jesús, creer que sus Profecías sobre la Siembra del
Maligno, la Liberación del Diablo, el Futuro de la Iglesia y sus siervos los
Obispos, eran palabras de hombre y no había que darle más importancia fue la
tierra en la que la semilla del Maligno encontró suelo fértil, y su Cizaña de
la división de las iglesias se hizo. Los Obispos, dormidos en la Fe sobre la
Indestructibilidad de la Esposa de Cristo, y los otros movidos por el espíritu
de las tinieblas que en la Noche buscaba siervos para realizar su Siembra
Maligna, y por lógica tenía que esconder su verdadero rostro en el hábito de un
monje, tanto los unos como los otros condujeron al mundo cristiano a la Guerra
Civil de los Treinta Años, legando a la Edad Moderna un Odio anticristiano
cuyos fuegos n se consumarían hasta arrastrar a las naciones a las guerras del
Siglo XX.
Repito,
quien esté limpio de Pecado que tire la primera PIEDRA.
La
Revelación Divina, entonces, dije: “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y a
nuestra semejanza”, fuera de este Discurso del Abogado Divino, que por Amor al
Hombre descendió del Padre y del Hijo sobre la Casa de Cristo, sería una
Mentira gigantesca. Y en esa farsa Dios se descubriría como el verdadero autor
intelectual de la Caída, aquel “dios oculto maligno” de Lutero y Calvino, quien vistiendo a su creación con apariencia de Libertad, a
la hora de los Hechos su criatura, en apariencia creada a su imagen y semejanza
no sería más que una máquina programada para acometer una acción por su Creador
escrita para ser acometida antes de su misma creación.
Juzgando
a Dios desde esta Premisa Protestante, el dios oculto luterano se quitaría la
máscara y descubriría en su rostro la cara del Maligno.
La
Libertad a la Imagen y Semejanza de la Libertad Divina implica el conocimiento
perfecto de la naturaleza del Acto a acometer, sea la que fuese esa acción.
Vemos
en los “Hechos de los Apóstoles” que antes de tomar la Decisión de continuar la
Obra de su Maestro Divino, el Creador mismo llueve en forma de Fuego ese
Conocimiento Pleno y Perfecto del que el propio Señor disfrutó, y en base a la
Libertad que viene de la Verdad tomó la Decisión de subir a la Cruz. Sin esta
Verdad Plena y Perfecta, de la que el Maestro disfrutó, sus Discípulos no
hubiesen podido gozar de su misma “Libertad a su Imagen y Semejanza para
elegir, en la plenitud de las facultades intelectuales y mentales de las que
disfrutó el Hijo de Dios, natural a Dios, entre seguirle a la Cruz o volverle
la espalda”.
La
Iglesia ha conservado la Palabra de su Esposo a este respecto hablando sobre
Pentecostés, es decir, el día en que el Espíritu de Jesús, espíritu de
Sabiduría, vendría a sus Discípulos, y por él comprenderían los fundamentos
divinos de su Decisión.
Dios
y su Hijo hicieron esa Promesa y la cumplieron conscientes de que una vez la
Puerta a su Sabiduría abierta los Apóstoles seguirían el Camino del Espíritu
Santo, Cristo, hecho Hombre.
Sin
este Conocimiento perfecto del Hijo de Dios la elección no hubiese sido posible
“a la Imagen y Semejanza” de su Maestro.
Así
pues, tanto más gloriosa fue la Decisión de los Discípulos por en cuanto
conociendo los Fundamentos de la Sabiduría de Cristo, y aún cuando vieron en Jesús adonde les conduciría seguir su Camino, apenas el
Espíritu Santo entró en Ellos, derramando por Obra Divina en sus Mentes e
Inteligencias el Pensamiento del Señor, no sólo no dudaron, sino que no
tardaron en abrir la Puerta y comenzar a llamar a todos a la vida eterna en
Nombre de Jesús.
Creer
que hicieron lo que hicieron sin Conocimiento Perfecto del Hijo de Dios, y
movidos por el Espíritu del Pensamiento de Cristo hicieron lo que hicieron,
elegir entre Seguirle o Rechazarse, y creer que hicieron lo que hicieron no
como una Decisión Personal sino como arrastrados por una
fuerza superar a ellos que los conducía a la Cruz sin tener Conocimiento
del por qué su Señor, siendo el Todopoderoso Hijo que abriendo su Boca dijo “Haya
Luz”, puso en las manos de su Padre Eterno su Espíritu, esto es negar al Dios
que dijo “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y a nuestra Semejanza”, o sea, un
hijo de Dios, a la vez que es acusar al Creador de ser un Monstruo que Ocultó
su verdadero Rostro y engañando a su Creación con esas Palabras, “a nuestra
Imagen y Semejanza”, en realidad lo que hizo fue crear animales programados
para ejecutar una acción frente a la que ellos no tenían poder para aprobar o
rechazar, y de cuya naturaleza no tenían conocimiento en cuanto a sus
consecuencias y a su naturaleza.
Esta
irracionalidad maligna es la que puso Satán en la mano de Calvino, hablando
sobre “la predestinación desde la eternidad”, y en la boca de Lutero, hablando
“del dios oculto”.
Nada
más lejos de la Verdad. Las Epístolas de los Apóstoles es la Afirmación
Perfecta de la Libertad que el Conocimiento de la Verdad abrió delante de
Ellos. “Nada ni nadie podía apartarlos del Amor de Cristo”. Y este Amor estuvo
basado en el Conocimiento Perfecto del Espíritu de Inteligencia de Jesús, el
Primogénito de todos los hijos de Dios.
Pero en fin, esta Sabiduría es la Doctrina de la Iglesia Católica desde su
Nacimiento en Roma hasta nuestros días.
YO,
regresando al Juicio sobre Satán y Adán, y asumiendo la Veracidad de la Palabra
Divina, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”, entiendo
que la Autoría Intelectual del Maligno era absoluta y en pleno uso y disfrute
de sus facultades mentales, perfecto conocedor de la naturaleza y las
consecuencias de su Acto, que a los ojos de Dios sería una Traición a su
Voluntad, y como tal Traición le sería imputado su Crimen, creado “a la Imagen
y Semejanza de los hijos de Dios”: Satán asumió su Acción con todas las
consecuencias.
La
Ley era clara y todopoderosa: “Si comes, morirás”. Arrastrando a Adán a la
Transgresión, Satán sabía que la Pena caería sobre su cabeza. Y, tal cual, se
lo juró Dios: “El hijo de Eva te aplastará la cabeza”, así sucedió.
Dios
dice, y así se hace. El Verbo es la Palabra de Dios, la Palabra de Dios es
Dios.
El
Juicio Divino contra el Traidor a la Voluntad del Creador era inapelable, se
dio a conocer en la Escritura por el Padre, y el Hijo lo selló con su Sangre.
Ahora
bien, en el caso de Adán el Juez Divino vio Ignorancia sobre la Naturaleza del
Delito, pues no conocía la Malignidad de quien haciéndose pasar por un
Mensajero del Dios de los dioses le anunciaba que por la Transgresión devendría
un dios a la imagen y semejanza de los hijos de Dios. En base a esa Ignorancia
sobre la naturaleza maligna del Mensaje, el Juez Divino, aunque administrando
según Ley, dictó una Condena a Prisión en el Tiempo bajo la Ley de la Muerte,
contra Adán, cuyo Tiempo se consumiría una vez el Vengador de Adán se alzase
como el Redentor de la Humanidad.
Mas
la Apertura de la Puerta de la Gloria de la Libertad de los hijos de Dios, a la
Imagen y Semejanza de Cristo, que vivieron los Hermanos de Jesús en el Espíritu
Santo, quedaba sellada hasta el Nacimiento de la Descendencia del propio
Cristo. He aquí por qué escribía San Pablo en Futuro sobre esta Descendencia a
la que en su Testamento le legó el Testador la Promesa de Invencibilidad
anunciada por Dios antes del Nacimiento de “Nuestro Padre que está en los
Cielos”: “Tu Descendencia se apoderará de las puertas de sus enemigos”.
El
fin de todo esto es que la Libertad está en la Verdad Plena del Pensamiento de
Cristo, y esta Libertad que viene de la Verdad es la que permite a todo hombre
tomar la Decisión de querer vivir eternamente o rechazar la vida eterna y
preferir morir, es decir “volver al polvo”. Pues es evidente que creados a
Imagen y Semejanza de su Hijo la Libertad es sagrada, y Dios no puede
violentarla en tanto que Creador, y privar de la Libertad a su Creación a fin
de creando animales predestinados, es decir, programados, no tengamos poder de
decisión, así obligándonos “irracionalmente” a vivir eternamente.
Este
acto monstruoso de predestinación anularía la Palabra de Creación a la Imagen
de Dios; lo cual nos lleva a lo dicho antes, la Biblia sería una farsa, Dios no
sería la Verdad, y la Creación sería un Circo dirigido por un dios que oculta
su rostro detrás de palabras sin sustancia.
Al
contrario, la Libertad es sagrada, decidir querer vivir eternamente o elegir morir y ser como el polvo que el viento mueve hacia el
mar, esta es una decisión personal que cada hombre debe tomar.
Como
Dios no podía obligar a Satán a no intervenir en su Voluntad sino a través de
la Ley, a fin de que por el Temor a la Ley él mismo corrigiese su pensamiento,
mismamente Dios no puede obligar al hombre a elegir entre la vida eterna y la
muerte y privarle de decantarse por “la Muerte” violentando su naturaleza
“divina”.
Mas
habiendo existido hasta nosotros un Silencio sobre la Sabiduría del Espíritu
Santo en Cristo es natural que Dios, como Padre, quiera que la Verdad Divina de
Jesús se conozca a nivel universal en la Esperanza de que por el Conocimiento
de la Verdad los hombres tomen la Decisión de participar en la Vida Eterna de
su Creador como Ciudadanos del Reino de su Hijo.
Es
por esto que se ha escrito la HISTORIA DIVINA DE
JESUCRISTO y Dios ha dado a conocer su Voluntad Unificadora Presente, a fin de
que por el Amor a la Verdad y a la Vida de nuestros semejantes todos
participemos, por Amor a todos, en la Decisión de todos: Ser Ciudadanos del
Reino Eterno del Hijo de Dios.
Pues
la Libertad de elegir y tomar una Decisión de esta Naturaleza y Consecuencias
sólo puede venir de la Verdad. Y creyendo que así como los Discípulos en cuanto
conocieron la Verdad de su Maestro abrieron la Puerta de la Vida a todos,
así los hijos de Dios creemos que en la Verdad está la Libertad, y que,
cumpliéndose la Palabra de Vida: “Hagamos al Hombre a nuestra imagen y a
nuestra semejanza”, o sea: hijo de Dios, sin violentar la Voluntad de nadie
todo hombre abrazará la Respuesta que el propio Hijo de Dios abrazó: Sí a la
Vida eterna en el Reino de Dios, paraíso de Paz y Justicia, de Libertad y Gozo,
de Inteligencia y Sabiduría, de Felicidad, y de Amor a Dios, Padre de todos.
De
todo lo cual, una vez leído lo expuesto, se entiende que la Libertad no es un
acto gratuito ajeno a la inteligencia a la imagen y la semejanza Divina
encarnada en Cristo Jesús. Sin el conocimiento de la Verdad Divina, por Divina:
eterna, no puede darse el ejercicio de facultades mentales en plenitud de
desarrollo necesario para la determinación personal sobre la que se basa una
elección, cualquier elección, en este caso la Elección de vivir la Eternidad en
un Reino Universal en el que su Rey y Dios viven el mismo Espíritu. Querer
vivir en el Reino del Creador es una Elección Personal fruto del Conocimiento
Perfecto de la Verdad que vive Dios, Padre e Hijo. La Eternidad y el Infinito
le pertenecen al Dios que revolucionó la Existencia del Cosmos Increado creando
en su Cuerpo un Universo en el que el Árbol de la Vida de los Mundos tiene su
Origen, siendo el Fruto de este Árbol : Vida a imagen
y semejanza de la Vida de su Creador, es decir, para vivir la Inmortalidad a
imagen y semejanza de la Inmortalidad Divina.
Revestida
de esta manera de la Indestructibilidad natural a su Creador la Vida creada en
el Universo por ÉL, YAVÉ DIOS, por esta Participación en la Vida Divina de
todos los Mundos creados en el seno de SU Universo, todos los seres compartimos
un mismo Mundo cuyo Gobierno Universal le pertenece directamente a ÉL, YAVÉ
DIOS, Creador de este Universo. Se entiende, y si no se puede comprender, se
cree que un Mundo, ese Mundo del que vino Jesús, y al que regresó como
Jesucristo, la Administración de los Poderes de Pueblos nacidos en diferentes
partes del Universo y en diferentes tiempos, con sus propias civilizaciones, no
podrían coexistir eternamente sin una Ley Universal de la que emanan los Deberes
y los Derechos de todos los Ciudadanos de semejante Reino Divino. Realidad que
implica la necesidad de una Inteligencia Universal, común a todos, con Raíz en
la Verdad que vive Dios; pues si es cierto que cada cual se puede inventar la
verdad que quiera e imponerla a base de fuego y látigo sobre quienes no puedan
o no quieran aceptar esa verdad personal, el hecho es que Dios no sólo tiene la Suya sino que vive su Verdad.
Y
esta Verdad se hizo Hombre, y vivió como el Cristo delante de su tiempo. Los
principio de esta Verdad Divina han sido comunicados a todos los hombres por
obra y gracia del Espíritu Santo que vive en la Iglesia, y sin, a saber: que
Dios es Padre, que este Padre tiene un Hijo nacido de su mismo Ser Increado,
que este Hijo es Dios Verdadero de Dios Verdadero, que Fios ha configurado su
Mundo como un Reino Universal, y ha sentado en el Trono de este Reino Universal
a su Hijo, Jesús por Nombre, el mismo Jesús que vino y se hizo Hombre para
mostrarnos la Verdad que vive en Dios, su Padre, y en Él, su Hijo.
Y
esta Verdad es que Dios es el Creador de todas las cosas y Padre de todos los
Pueblos que viven en su Reino. Y como Padre ama a todas sus criaturas, y las
ama hasta el punto de elevarlas a la naturaleza de quien es Su Familia, su Hijo
Amado, Jesús, su Unigénito, quien por este Amor deviene el Primogénito de los
hijos de Dios. Es en este Jesús, de quien su Padre dice: TÚ Dios, y la Casa
entera de Dios dice : Dios Verdadero de Dios Verdadero, en quien YAVÉ DIOS,
Señor de Moisés, Amigo de Abraham y Padre de Adán; este mismo Jesús sobre cuya
cabeza nuestro mundo colocó una corona de espinas, sobre esa misma Cabeza puso
YAVÉ DIOS, SU Padre, la Corona de Señor Todopoderoso, natural al Creador
Divino, sobre su Creación Viva entera, y sentándole a su Diestra en el Trono
del Rey Universal, declaró toda Criatura sujeta a la Ciudadanía de su Reino,
Reino de Justicia y Paz, regido por la Verdad que vive en el Dios de la
Eternidad y del Infinito, Padre de este Hijo cuya Vida es el latido de Su
Corazón y la luz de Sus ojos.
Dios,
en su Amor por la Vida de su Creación, nos presentó a su Hijo Amado, en quien
vive el Espíritu de su Padre, el Espíritu de Dios, a fin de que viéndole,
tocándole y oyéndole todos los hombres desechemos la fuerza del Miedo a vivir
la Eternidad como Ciudadanos de su Reino, Reino de Amor y de Libertad, Reino de
Fraternidad y de Creatividad, Reino, en definitiva, del Espíritu Santo, ese
Espíritu que se hizo hombre, y como hombre nos llamó a todos no tener Miedo al
Reto de la Vida Eterna, pues lo que ha pasado en la Tierra no volverá a suceder
nunca jamás por la Eternidad en el Universo.
En
efecto, sucedida la Caída, había una pregunta en el aire, a saber: ¿Caería el
Hijo de Dios en la Tentación y encontrando el fruto de la Ciencia del bien y
del mal, la Guerra, digno de su Divinidad defendería su
Cultivo en el Paraíso de Dios, su Padre, como herencia de la Casa de los hijos
de Dios, bendiciendo, con su adhesión, la transformación de la Casa de los
hijos de Dios en un olimpo de doses todos más allá del bien y del mal?
La
Respuesta de este Hijo, en cuyas manos el Futuro de la Creación entera fue
puesto en sus manos, a esa Pregunta del Maligno, la dio ese mismo Hijo desde la
Cruz, diciendo: “Dios mío, en tus manos encomiendo mi Espíritu”. Es decir,
antes muerto que vivir en un Mundo sujeto a la Ley de la Ciencia del bien y del
mal, en el que la creación, indefensa frente a la Muerte, ve convertirse el
Paraíso que fue su Origen en un Infierno sin término.
Dios
conocía perfectamente a su Hijo, y siendo Ser de su Ser, sabía con seguridad
divina que la respuesta de su Hijo a esa pregunta sería la respuesta que el
propio Dios, su Padre ,dio a conocer de su Boca: “Maldito
todo el que coma del fruto del árbol prohibido”.
Pero
como dice el Espíritu Santo: Quiso Dios perfeccionar a su Hijo haciéndole vivir
en carne de Hombre la ley del infierno a cuyos pies fue arrojado el ser humano.
No porque el Amor de su Hijo hacia Su Creación no fuese perfecto, sino a fin de
que la Verdad amada por el Conocimiento fuese sellada por la Eternidad con la
Sabiduría que viene de la experiencia vivida en la propia carne.
La
Indefensión de la Creación, vivida por el Género Humano, y experimentada en su
propio ser hasta su última consecuencia, la Cruz que procede de la injusticia
del Poder y del Miedo a la Muerte, selló en el Unigénito de Dios la Abominación
que su Padre vive contra la integración en su Universo de la Ley de la Muerte.
Fue
sobre la Cabeza de este Hijo, en cuyas Manos estuvo el Futuro de la Creación
entera, que Dios depositó su Corona, y sentó como Señor de su Reino en calidad
de Juez Universal sempiterno Todopoderoso y Omnipotente. “Toda Gloria y todo
Poder al Cordero de Dios” fue la Exclamación de la Casa entera de YAVÉ DIOS.
El
Reto de la Vida Eterna en un Universo sujeto a un Creador cuya Personalidad
pudiese dar un giro, acudiendo a la Duda Descartiana,
o quitándose una máscara ponerse la contraria al día siguiente, según la
Reforma Luterana, deviniendo quien hoy es Dios Amor en el Dios Maligno de
mañana, este Dilema quedó resuelto en la Persona de Cristo: Dios es Espíritu y
Dios es Santo; ergo, el Espíritu Santo es Dios.
El
Amor en el Origen de la Creación de Vida a su Imagen y Semejanza permanece en
Dios en tanto en cuanto Dios. Y siendo Dios, en tanto en cuanto Dios este Amor
es Dios. Y pues que en tanto en cuando Dios, Dios es Indestructible y Eterno,
el Amor del Creador por su Creación se reviste de la Divinidad Natural del
Creador para vivir por la Eternidad en el Corazón de Dios.
SU
Reino es SU Paraíso, SU Casa, SU Mundo, SU Cielo, SU Universo. SUS Ciudadanos
somos SUS hijos, SU Pueblo, el Fruto del Árbol de SU Vida, la Casa de SU HIJO
AMADO.
El
Futuro de este Reino ha sido Blindado e Inmunizado por Dios, Padre e Hijo,
engendrando en el Hombre a Cristo, el Espíritu Santo hecho carne, DIOS CON
NOSOTROS.
En
efecto, el espíritu de libertad del Creador y la Necesidad de la Creación de
tener a Dios siempre con nosotros, ha hallado en la Casa de los Hermanos de
Cristo ese Dios con Nosotros en el que el Padre y el Hijo viven, y se sienta a
su alrededor para Administrar y gobernar Su Reino en la Plenitud del Poder de
Dios a la Imagen y Semejanza del propio Señor Jesús.
NO
hay Miedo, no hay Duda, no hay sino Temor a perder este Amor de Dios, Temor
Santo, que unos hijos de Dios desecharon de sus corazones en su MALDAD
queriendo enfrentar al Padre con el Creador, olvidando así que ambos son la
misma Persona. Por Amor Dios lo da todo, incluso exponer a su propio Hijo a la
Pasión de su Cristo, pero su Respuesta al Desprecio a la Ley de la Paz de su
Reino es el Infierno.
Cada
cual debe elegir entre Vivir en el Paraíso del Creador del Universo, en
Expansión eterna por los campos infinitos de su Mundo, como Ciudadano del Reino
de su Hijo, sujeto de Derechos y Deberes, viviendo a la Luz de la Verdad Divina
y su Ley de Libertad sin límites en el seno de la Fraternidad Universal; o, por
el contrario, elegir combatir este Reino aquí en la Tierra.
NO
hay término medio. Con el Reino del Hijo de Dios o contra su Trono de Gloria,
fundado sobre la Verdad, la Justicia y las Paz.
Lo
Decisión es personal, y sin embargo el Deber de todos los hijos de Dios es
echar abajo todas las puertas tras las cuales los poderes de este mundo,
fundados sobre el Odio de Caín contra Abel, impiden que todos los hombres
conozcan la Verdad Divina y tengan la libertad de hacer por sí mismos su propia
elección, en pro de la cual, Cristo Jesús creyó que conociéndola todos los hombres
adorarían a su Dios y Padre, Fe que heredó la Iglesia del Espíritu Santo de los
Apóstoles y ha llegado a nosotros, Descendencia espiritual de Cristo, para
combatir las tinieblas y despertar en todos los hombres el Amor a la Verdad
Divina.
CRISTO RAUL DE YAVÉ Y SIÓN.
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