cristoraul.org |
EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIAINTRODUCCION AL ÉXODO
1
La revolución
en la ciencia histórica, a través de la Arqueología, que tuvo lugar
a finales del siglo XIX no pudo ejercer influencia de ninguna clase
en la estructura neopagana de la ciencia del siglo XX por razones
obvias. Si ya el Mal a escala individual es de por sí suficiente para
ejercer una presión sistemática sobre la mente de las naciones, la
caída de las naciones en las dos guerras mundiales del XX por lógica
había de anular cualquier efecto, en pro del acercamiento de la Criatura
a su Creador, que la revolución arqueológica de la segunda parte del
XIX puso sobre la mesa. La devastación masiva de generaciones enteras,
a nivel mundial, ejerció en la mentalidad de la ciencia una presión
tremenda, causando el empujón que se echaba de menos para desterrar
de su conciencia cualquier tipo de valor moral, cruzando de esta manera,
por inercia, la línea que separa el Bien del Mal, para moverse, en
todo punto, como lo demuestra la Edad Atómica, dentro de la esfera
del Delito contra la Humanidad, esfera legalizada por el poder simbiótico
Ciencia-Industria-Política.
En circunstancias
normales la Revolución Arqueológica del XIX hubiera debido conducir
a la Búsqueda del ejército del Faraón de Moisés bajo las aguas del
Mar Rojo. El frenesí intelectual que comenzó a vivirse a ambos lados
del Atlántico a raíz de la resurrección de Nínive, Acad, Ur,
Larsa, Nippur…, sus leyendas, sus dioses y sus reyes, dirigía el movimiento
de los maestros del Oriente Próximo Antiguo, los Maspero, Rawlingson y compañía, a la playa sobre cuyas rocas Moisés
mantuvo levantado su brazo... pero … entonces ... la Primera Guerra
Mundial se hizo.
El horror
desplegado durante aquellos años no consumió sin embargo la capacidad
de las naciones para aterrorizarse mutuamente y, apenas a las nuevas
generaciones les salió la barba, el Infierno de nuevo se hizo.
Si con la
Primera Guerra Mundial la conciencia científica, ya de por sí anticristiana
en sus axiomas, sufrió un varapalo fatal, el efecto de la Segunda
Guerra Mundial sobre esa conciencia fue definitivo a la hora de dar
la comunidad científica el paso al otro lado de la línea que separa
el Bien y Mal. A partir de la Segunda Guerra Mundial al Científico
de la Edad Atómica se le impuso, como condición sine qua non para
ejercer su título, su conversión en Enemigo de la Creación de los
Cielos y de la Tierra por el Dios de Cristo; ergo, en enemigo del
Género Humano.
Las grandes
matanzas que a día de Hoy está ejerciendo la Transgenia en las naciones paupérrimas y desprotegidas, la India un ejemplo,
son el efecto del trabajo dentro de la Esfera Legal del Delito contra
la Humanidad en el que se mueve el monstruo simbiótico Ciencia-Industria-Política.
Los entre
600 y 700 megatones lanzados contra la Biosfera, tal cual si un mundo
alienígena se hubiese propuesto destruir la vida humana sobre la Tierra,
demuestran que la Edad Atómica se levantó para cometer el Pecado del
Primer Hombre: creerse más allá de las leyes de la Creación, arrogarse,
en nombre de la Ciencia, el Poder de la destrucción del Hábitat del
Hombre sobre la Tierra.
Visto, pues,
que la Ciencia dejó de ser un instrumento de Civilización y se puso
de rodillas al servicio de sus socios naturales, el Caso Patarroyo
una excepción, y otras donde los hubiere, la Guerra de los Drones
el nuevo juguete, como lo fuera en su día la bomba atómica, con el
que el monstruo se entretiene a día de Hoy, y porque los historiadores
y los filósofos están muertos, y porque los teólogos no son, a día
de Hoy, otra cosa que instrumentos de capitalización de la Fe al servicio
de unos y otros, nos toca a nosotros, aquéllos que amamos la Inteligencia
sobre todas las cosas, resumir el trabajo de los maestros y cerrar
de una vez y para siempre el Problema del Origen de la Civilización,
respecto a cuyo problema la Historia de Moisés y el Éxodo de los Israelitas
forman un episodio central, de valor específico y maravilloso en el
concierto del Renacimiento de la Civilización en su Nueva Naturaleza
Espiritual Cristiana.
Recuperando
entonces el hilo que en la Introducción al Génesis dejamos para ser
recuperado en este momento, tenemos que volver a reafirmar la Cronología
desde el Quinto Milenio al presente.
Considerando
que una discusión sobre lo que es Historia Pura, a saber, los hechos
de los reyes de Sumer, Acad, Ur, Babilonia,
Susa, etcétera, están ya recopilados en Manuales Académicos, nos queda
mantenernos en la posición ya expuesta por algunos maestros, si bien
su alejamiento de la posición oficial determinó que sus pensamientos
no alcanzasen el valor de Hechos y se quedasen sólo en el mundo de
las opiniones, o lo que es lo mismo, en palabras de necios.
Afortunadamente
lo que le compete a la Universidad Oficial es la Vulgaridad y la Mediocridad,
de aquí que el genio sea algo tan raro, no porque el genio sea extraño
a la naturaleza humana, más bien porque la comodidad del que no tiene
que pensar y sólo debe limitarse a aprenderse una lección y repetirla
como un papagayo es siempre más sutil e ingrávida que el trabajo de
abstracción que la personalidad del genio requiere. Para el movimiento
de la Civilización la compacticidad de este gremio de Mediocridad Universitaria
es un obstáculo tremendo a superar, porque a falta de la individualidad
arrolladora e innovadora del genio, el científico mediocre del Gremio
sigue las pautas de comportamiento del menor esfuerzo, y siendo la
Ciencia de la Destrucción la que menos esfuerzo requiere, es por ahí
por donde, arrastrado por su Vulgaridad, se dirige, de esta manera
deviniendo la Mediocridad que la Academia exige para recibir el título
el peor enemigo de la Civilización. A día de hoy, aparte de los Nuevos
Modelos de Guerra que se han impuesto los Neo-Imperios del Siglo XXI,
la Mediocridad ha abierto un nuevo frente a su Ciencia: la Salvación
de la Humanidad mediante el desarrollo de una Tecnología Anti-Meteoritos.
Las Vulgaridad
de la Comunidad Científica al servicio de los poderes financieros
de las potencias militares de nuestro siglo es patética. ¡Qué felices
las décadas aquellas con las que se regalaban años paradisiacos, utópicos,
los unos a los otros los historiadores del final del siglo XIX y principios
del siglo XX!
Grandes
maestros de las más grandes universidades del planeta se repartieron
décadas de felicidad paradisiaca, apenas nacido ese Siglo XX llamado
a realizar sin Cristo lo que Dios con los Cristianos no había podido.
¡Qué sueño
aquel el de los Historiadores Británicos, Franceses, y Alemanes de
finales del Siglo XIX, todos Testigos vivos de la Gran Revolución
Arqueológica que dejó en ridículo a aquella Ciencia Moderna que en
su anticristianismo visceral le negó a la Biblia incluso la existencia
de las ciudades de Nínive y Ur.
¿El propio Tiglat Pileser III no fue objeto de escarnio por los historiadores de la primera
parte del siglo XIX?
En la opinión
de sus majestades divinas científicas: Ur,
Nínive, Acad..., ¡cuentos de viejas!
¡Y qué cuentos!
Unos cuentos que hoy se estudian en toda las Universidades del Mundo
como si fuesen sus protagonistas los mismos dioses que bajaron al
principio del cielo y condujeron de la mano a las primeras familias
de las naciones a las puertas de la Civilización.
El ridículo
hecho por sus progenitores no le sirvió de ejemplo a sus hijos, quienes,
en cuanto se recuperaron del delito cometido, regresaron a la cruzada
antibíblica tan patéticamente defendida por los dueños de las espaldas
sobre las que hicieron su camino, según el dicho. Apenas recuperados
del shock: “la Biblia tenía razón, existieron Ur y Nínive”, los discípulos de tan avezados maestros, pues que no podían
volver a enterrar lo que sus maestros habían desenterrado, sí podían
pervertir la Cronología de manera que la Biblia volviese a ser un
cuento de viejas, algo más sabias, pero al fin y al cabo: viejas.
Increíble
pero cierto, James Breasted, gran historiador
egiptólogo, abrió la batalla poniendo a un pelele, Amenofis IV, Tutankamón
para los turistas, de pie sobre la gloria de un gigante, Moisés, trasponiendo
así las fechas en dos siglos. Según el antibiblicismo natural a todo científico que se precie, y sin una buena carga de antibiblicismo no se puede ser buen científico, y menos aspirar
a la gloria de los siglos, el Fundador del Monoteísmo Universal, Moisés
el Hebreo, se inspiró en un faraón pelele para construir el edificio
del Monoteísmo Universal que, recogido por Jesucristo, alcanzó la
cota de Divinidad que vemos viva en la Iglesia Católica Romana.
La lógica
dice que lo inferior toma por modelo lo superior a fin de levantarse
de su postración. Pero, para cuando Breastad el Historiador irrumpe en los trabajos de los grandes Arqueólogos
de la segunda mitad del Siglo XIX, las leyes de la Lógica hacía ya
tiempos que habían sido desechadas de los manuales científicos. Con
la bendición de las universidades de todo el mundo Breadsted, el Historiador de Egipto, pudo permitirse levantar
la locura de ser Tutankamón el modelo de Moisés, y no viceversa. Esta
demencia una vez impuesta le abrió la puerta a la descolocación de
toda la Cronología Bíblica, que en lugar de ser inspiradora de acontecimientos,
devino imitadora de hombres y pueblos en decadencia.
2
Cronología
Final del Éxodo
En la cuestión
de la Cronología absoluta siempre hay unos flecos, e incluso pasa
con estos siglos lo que con las estrellas, dependiendo del manual
de Astronomía cada uno da una distancia distinta a la Tierra. Los
manuales de Historia Antigua padecen el mismo defecto. De cualquier
forma, obligarnos a tomar por un acontecimiento absolutamente desligado
del proceso causa-efecto Éxodo y Caída de los Hicsos, aparte de ser
un ejercicio apto sólo para inteligencias mediocres, es además un
signo de despotismo universitario que refleja en toda su potencia
las pocas luces de los Historiadores Modernos.
Con todo,
el final de la discusión, en la que entrar es signo de mediocridad
y propio de esclavos científicos, el tema no se cerrará sino cuando
en este Siglo el mismo Dios que hundiera al Faraón de Moisés bajo
las aguas del Mar Rojo ponga sobre la mesa los restos del ejército
Hicso. ¡Una Revolución Mundial pide permiso!
Tenemos
entonces que la legitimidad de la Cronología del Éxodo en cuanto el
Motor del Cambio de Dinastía que le devolvió a los Egipcios su Independencia
del reino de los Hicsos viene atestiguada por la Arqueología, que
le da a la última destrucción de Jericó, tras la cual desaparece la
ciudad de Josué, la fecha del 1550 a.C.
Josué y
su Invasión de la Palestina bíblica no pudo, en consecuencia, haberse
realizado ni antes ni después de esta fecha.
Sin ir más
lejos esta fecha coincide con la llegada al trono de Amosis I, quien, tras tomar la ciudad de Avaris,
consiguió expulsar definitivamente a los hicsos de Egipto, aproximadamente
hacia 1550 a. C.
Las fechas
no son tontas. Son los hombres los que en sus prejuicios se pierden
y entre ser sabios delante de Dios o ignorantes delante de los hombres
prefieren lo segundo a lo primero. Tanto la desaparición final de
Jericó como la reconquista de Egipto son sucesos que tienen lugar
a ambos lados del Mar Rojo, y ambos están conectados por un mismo
Hecho Divino: la destrucción del ejército del ultimo faraón Hicso
por Moisés, Fundador del Monoteísmo Universal.
Sería aprovechando
esta Caída Final, sin por ello anular la Guerra de Reconquista que Amosis I estuvo dirigiendo, que el ejército
egipcio barrió de su tierra aquella dinastía extranjera que se hizo
dueña de la tierra del Nilo unas generaciones después de la muerte
de José el Hebreo.
Dos veces,
pues, salvaron los hijos de Israel a Egipto de su miseria y postración;
la primera sería José, hijo de Israel, la segunda Moisés, hijo de
Leví, hijo de Israel.
La discusión
sobre si Dios puede o no puede abrir las aguas de un mar es carne
para animales políticos, y siendo de mi condición no emplear mi tiempo
en conversaciones con quienes ofrecen la ignorancia como el estado
de felicidad que le conviene al hombre, considero mejor conservar
el oro de este tiempo y pasar a desenredar algunos de los dogmas clásicos
que, a tenor de la ignorancia, encontraron sus puertas hacia el sancta
sanctorum de la teología de todos los tiempos.
3
Sobre el
ángel de Dios que hablaba cara a cara con Moisés
Una vez
descubierto cómo Dios creó los Cielos y la Tierra, en su parte teológica
siguiendo la Historia Divina de Jesús, y en su parte científica siguiendo
los derroteros de la Introducción a la CSXXI, a nosotros nos toca
desechar todas las opiniones, y especialmente con más fuerza las teológicas
que se atrevieron a poner en duda la Veracidad de la Sagrada Escritura
e inventándose disciplinas subteológicas quisieron validar sus argumentos, apto sólo para fieles de ellos,
más de ellos que de Dios, sobre el valor metafórico de la Palabra
Divina.
En Dios
no hay metáfora, y no porque el Padre de la Poesía no ame el verso;
en Dios no hay Metáfora cuando se trata de su Verbo. Dios dijo y Dios
hizo, punto y final. Se puede saber o no se puede saber cómo hizo
Dios la Luz; si se sabe, se debe a la Inteligencia, si no se sabe
a la Ignorancia, mas el Dogma no está en
el Conocimiento sino en la Fe: “Dios dice y así se hace”. Y cualquier
argumento que quiera añadirle o quitarle punto o coma a esta Fe es
rebelión abierta contra la Naturaleza misma de la Creación.
Por esto
todos los Traductores de la Biblia que para justificar su Ignorancia
cambiaron el Texto sufrieron las consecuencias de su Delito, Pena
ya determinada cuando dijera Dios: “Al que añada o le quite a las
palabras de la profecía de este libro yo le añadiré las plagas descritas
en este libro”. Que Alemania fuese la tierra sobre la que cayeran
esas plagas no debe maravillarnos a quienes conocemos la manipulación
tan monstruosa del Texto que los Traductores Alemanes, comenzando
por Lutero, consumaron.
Y aunque
el título de este párrafo sonare a discusión fecunda, cierro el tema
con la Llave suya: “A Dios no le ha visto nadie jamás, sino sólo el
Hijo”.
Quien hablaba
cara a cara con Moisés, en consecuencia, no fue Dios en persona sino
uno de aquellos hijos de Dios a los que se dirigía su “Hagamos al
hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”; y de entre los cuales
salieron aquellos hijos de Dios sobre los que el mismo Moisés escribiera
que “viendo hermosas a las hijas de los hombres se unieron a ellas
y les nacieron los héroes de muy antiguo”.
Independientemente
de la discusión de si con quien hablaba con Moisés era uno de ésos
“padres de héroes”, sobre lo cual la respuesta es firme: “No, un absoluto
no”, se entiende que la Afirmación de Jesús : “A Dios nadie le ha
visto jamás”, tenía que concluirse con una sentencia a muerte contra
Cristo por echar abajo la teología que los Luteros judíos habían creado contra el Texto, que, aunque dice claramente
que no Dios sino “un ángel que llevaba el nombre de Dios era quien
hablaba cara a cara con Moisés”, los teólogos judíos habían logrado
darle al Texto el nuevo sentido por el que, contra el que alzándose
Cristo, tenía que morir Jesús.
No olvidemos
que la Caída del Reino del Edén no significó que Dios abandonase a
su hijo, el Hombre, a su suerte final. Dios condenó por un tiempo
al Género Humano a vivir sin su Creador; hasta que el hombre y la
creación entera comprendiésemos que sin el Creador todo el Edificio
de la Creación se viene abajo.
Evidentemente
el Hombre se sintió Abandonado de su Creador. Un Abandono que recoge
el mismo Hijo de Dios, y que desde la Cruz Él lanza a los siglos
venideros. No que el Hijo de Dios se sintiese abandonado; pues su
Resurrección era invencible. Pero sí que, a la par que nos abría la
puerta a un fin de esta situación, de la que su Resurrección era el
Anuncio Vivo más poderoso, nos daba la clave del drama de nuestro
mundo: El Origen de toda la Tragedia del Género Humano se halla en
el Alejamiento del Creador de su Criatura, alejamiento provocado por
el Pecado, es decir, querer ser el Hombre la fuente de la ley.
De aquí
el Decálogo. La Fuente de la Ley Universal es Dios. Apartarse de la
Ley sobre cuyas raíces ha fundado Dios su Creación es negarse a vivir,
y, en consecuencia, querer morir.
La Ley no
es un Invento de Dios, la Ley es la expresión final y visible del
Espíritu de la Vida, que está en Dios y en Dios se hace Dios, de manera
que quien no vive a la luz de la Ley que rige el Universo y promueve
su Crecimiento por la Eternidad, siendo el Infinito su Horizonte Legal,
ese sujeto, desde el ciudadano más grande al más pequeño del Reino
de Dios, se condena a sí mismo a la muerte.
El Árbol
de la Vida no puede subsistir sin la Fuente Divina que le da la Existencia.
Este Agua es la Ley: Ley que el propio Dios tiene por Código Moral
Personal de Conducta. Es en el seno de esta Ley que el Creador se
relaciona con su Creación. Es en el seno de esta Ley que todas las
criaturas encuentran el principio y Crecimiento de su Civilización.
Y esta Ley es el Puente que conduce a todos los Pueblos de la Creación
al Paraíso de Dios, en el que la Vida, una vez sujeta a la Muerte,
por la Ley se viste de Inmortalidad a la Imagen y Semejanza de la
Indestructibilidad de Dios; y vida eterna.
Hay otro
tema que deberíamos tocar, a saber, una vez abierto el Sello de acceso
al Conocimiento Científico de la Creación según el Génesis, y por
Cristo Raúl expuesto a la Lectura de todos, cabe la pregunta: ¿Acaso
Moisés tenía conocimiento científico sobre lo que estaba escribiendo
cuando escribió “y Dijo Dios “Haya Luz”; y la Luz se hizo”?
La respuesta
es obvia: Moisés fue un Escriba a las órdenes de la Casa del Faraón.
El Escriba copia al dictado de su señor. La gloria de Moisés el Egipcio
estuvo en pasar de ser un Siervo del Faraón a ser un Siervo de Dios
que con su Gloria salvó a Israel, su Pueblo, de la Esclavitud, y le
dio una patria entre las naciones para ser suya hasta el Fin de los
Siglos.
C.R.Y&S
|
|||