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EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIAINTRODUCCIÓN ESPECIAL AL ANTIGUO TESTAMENTO
La Historia
del Género Humano sin el conocimiento del Antiguo Testamento es imposible,
siquiera, de conceptuar. Cuando al principio del siglo XIX se rechazó
la historicidad de los libros veterotestamentarios se hizo pensando
en la ausencia de los documentos que avalasen la existencia de los personajes
y países bíblicos. Amparados en aquella ausencia las escuelas intelectuales
del XIX arremetieron contra el Cristianismo en forma cada vez más violenta
hasta desembocar, de la mano del anticristianismo científico-cultural
del XIX, en las masacres mundiales y regionales del XX, acometidas por
los Estados Bolcheviques contra las iglesias de las naciones donde instaló
el Comunismo su imperio de terror y muerte. El Socialismo nació para
destruir al Cristianismo y con él enterrar la Historia del Género Humano
bajo la Cultura de la Bestia que asolara el XX.
El final
del XIX, sin embargo, trajo con su muerte una revolución arqueológica
de la mano de la cual esos personajes y aquellos países bíblicos salieron
de sus tumbas para dejar por verdaderos necios a todos aquéllos seudo-sabios de finales del XVIII y principios del XIX que usaron la ausencia de
dichos Documentos como palanca contra el Cristianismo. Con todo, la
Cosecha Anticristiana y Anticivilizadora se
había hecho, las mieses estaban prestas, los segadores en sus sitios
a la espera de la orden de la Batalla Final. A semejanza de un campo
capaz de dar dos cosechas en un mismo año, el Siglo XX dio dos cosechas
de Destrucción Total.
Si el Socialismo
del XIX fue teórico, el Socialismo del XX fue práctico, y bajo su práctica
decenas y decenas de millones de seres humanos fueron privados de la
vida a la manera que se recoge la mies: aplastando la Bestia Socialista
bajo sus patas todo lo que se le puso en el camino. El Socialismo Bolchevique,
o Comunismo, y el Socialismo Nacionalsocialista, o Nazismo, siendo hijos
de la misma madre putativa, el Ateísmo del XIX, las dos bestias fratricidas-asesinas
se lanzaron la una contra la otra hasta hacer del mundo una cuba donde
las naciones, como viñas, fueron pisoteadas a la salud del Socialismo
del Siglo XX, y del vino bebieron todas las naciones, que, emborrachadas
de sangre, comieron carne humana hasta hartarse.
Sumido el
Siglo XX en el mundo del Infierno Socialista, la Revolución Arqueológica
de finales del XIX quedó aparcada, y la Ciencia de la Historia, aterrorizada
por su Objeto a tiempo real, se perdió en alguna parte de la Nada, para
volver a luz en la carne de un mutante sin capacidad intelectual ni
carácter científico alguno que, bajo el nombre de Novela Histórica,
quiso suplir la tarea de los Historiadores de la Segunda Parte del XX,
y usar el escándalo y las lagunas sin solución, como minas de oro. El
amor a la Verdad que implica la existencia misma de la Mente Científica,
después de las Dos Grandes Guerras, fue enterrado, y puesto en su lugar
el amor a la fama dorada de los Nobeles, los Medallones Académicos y
demás bagatelas con las que satisfacer la mente de “los sabios” de la
Ciencia de la Posguerra.
Aunque a
estas alturas, y a pesar del Anticristianismo de la Ciencia del XX,
únicamente los analfabetos vocacionales (centrando la Cuestión en la
Civilización fundada por el Cristianismo) son los únicos que desconocen
la Cronología Histórico Poli-Milenaria del Mundo en el que vivimos,
los Media supliendo la ausencia de Conocimiento con imágenes estereotipadas
creadas para el Control del Orden en el Caos que caracteriza el Nuevo
Pragmatismo del Ateísmo del XXI, que lenta pero sin pausa va imponiendo
su Nuevo Orden Mundial a caballo de la Razón de su Animalidad para luchar
contra los problemas de un Planeta aquejado de Muerte Biológica por
toda perspectiva de Futuro, y contra este Orden Mundial sin Futuro ni
Pasado en el Origen del Universo: el Cristianismo del Siglo XXI sienta
su Base en el Conocimiento Histórico de la Memoria del Género Humano,
Plataforma sobre la que todo el Edificio del Futuro se alza en la Verdad,
madre de la Justicia, cuya hija, la Paz, es la única Casa donde la Prosperidad
de las Naciones encuentra su “tierra de leche y miel”. Y todo lo que
sea fundar el Futuro del Siglo XXI sobre bases pragmáticas es luchar
contra la extinción biológica de la Tierra escondiendo la cabeza en
la arena.
Obviamente
el Antiguo Testamento es la Plataforma Histórica sobre la que replantearse
la Concepción de la Ciencia no como un instrumento para la Evolución
de la Guerra y la Imposición de Paz a cambio de pérdida de Libertad,
que es el objetivo y fin de la Política del Orden Global del XXI. ¿Para
qué quiero la Paz si no soy libre? ¿Puede ser la democracia la cobertura
para una justificación de la Dictadura en razón de una necesidad para
combatir el caos que observamos en el mundo? ¿No es mejor morir libre
que vivir esclavo, ya de una ideología, ya de un grupo de intereses,
ya sea de lo que y de quien sea?
El Antiguo
Testamento es ante todo y sobre todo la Lucha de la Libertad del Hombre
en tanto que Género, representado por la Casa de Adán y la Nación de
Israel, contra las fuerzas dictatoriales de los grupos monárquicos que
existieron por todo el planeta desde los últimos días del Neolítico.
Y a este punto de la Historia tenemos que dirigirnos si queremos comprender
esa Lucha, pues es desde esta superficie que comienza la andadura de
Adán en la Historia de la Tierra. A medida que avancemos en el curso
del 2010 ya descifraremos en términos históricos cada paso que recoge
el Antiguo Testamento, con objeto de situarlo en relación a la Historia
Universal en tanto que Evolución desde la materia al espíritu.
Así pues,
el Valor del Antiguo Testamento, siendo un escalómetro respecto al cual referir la Sucesión de los Imperios desde el Tercer
Milenio a.C. hasta nuestra Era, es de primer orden. Si su desconocimiento
precede a la esclavización de la Memoria de la Humanidad a los intereses
de ciertos grupos de Poder, su Conocimiento es el principio de la Liberación
del Hombre en tanto que Ser respecto a las cadenas mentales que vistiéndose
de pro, pretenden sumir bajo las botas del imperio de intereses grupales
la Libertad más sagrada que existe, la Libertad del espíritu. No en
vano el Socialismo del Siglo XXI tiende por ley a la lobotomización de la Memoria del Ser Humano mediante la amputación de la Educación
religiosa. ¿Qué más asesino que un ateo, que bajo el imperio del progreso
es capaz de masacrar por millones a quienes presentan un Plan de Futuro
diametralmente opuesto? ¿No es el Ateísmo Científico quien ha conducido
al Planeta al límite de su existencia biológica mediante su Radiografía
Termonuclear de la Tierra? ¿Qué más manipulable que un analfabeto bíblico?
Desde el
Cuarto Milenio a.C. el Género Humano vivió una epopeya irrepetible que,
por su Consumación en el Nacimiento del Cristianismo, resuelve la existencia
de las naciones en el seno de una Comunidad Universal unida en un mismo
Espíritu. Desde Jesús a nuestros días el Futuro del Género Humano ha
dependido del espíritu cristiano para avanzar desde la Caída de la Civilización
Clásica a nuestra generación, superando por el camino tragedias que,
de no haber impregnado Dios al Hombre de su Pasión por la Libertad,
jamás hubiera podido darse nuestro Siglo.
Es en este
contexto que las iglesias, sin distinción, pues Dios a todas las dejó
bajo “la ley de la fe que se corrompe” para tener de todas misericordia
en la Obediencia a su Voluntad Unificadora Presente, bajo esa ley todas
las iglesias, sin excepción, han dejado escritas páginas de errores
incalificables en el Libro de la Vida. Y sin embargo, quien esté libre
de pecado que tire la primera piedra.
De todos
los errores de las iglesias el Derecho del Individuo a interpretar la
Biblia es el más grande y el núcleo y el seno donde echaron dientes
y uñas todas las herejías de los primeros siglos, su consecuencia fatal
más palpable la División del Reino de Dios en la Tierra, efecto de cuya
División, ajustando el hecho al Decreto: “Todo reino en Sí dividido
será destruido”, la Muerte, el Diablo y el Infierno esperaban cosechar
la Destrucción del Cristianismo de la Mano de aquél que pusiera la Primera
Piedra. Ahora bien, ¿dónde está quién puede leer en la Omnisciencia
del Dios Increado y decir: Yo puedo interpretar la Palabra de Dios?
Y con todo, esta demencia es la que implica el Derecho a la Interpretación
de la Biblia. La Biblia no se interpreta: la Biblia se vive. Fue a causa
de ese “derecho” de los teólogos Judíos que la Nación bíblica de Israel
fue reducida a escombros y sus supervivientes desterrados de la heredad
de sus padres a sufrir la Pena que firmaron contra sus hijos: “Caiga
Su sangre sobre nosotros”.
¿Cómo interpretar
lo que está claro como el agua? La Interpretación de la Biblia implica
en la mente del intérprete una total carencia de inteligencia en aquel
a quien se le “interpreta” lo que por su propia claridad supone una
ofensa contra el que lee la Biblia.
La Biblia
es Luz, no existe en el Libro de Dios un solo pasaje oscuro o parte
tenebrosa del que emane confusión.
La Biblia
es Verdad, Quien escribe es el Dios de la Eternidad y del Infinito,
quien lee es polvo sacado de las cenizas de la tumba de un Cosmos Increado,
que Dios resucitó por su Poder y su Inteligencia.
La Biblia
es Vida: El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios;
el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Jesús es la Cabeza de
Cristo, Cristo es la Cabeza de las Iglesias, Dios es la Cabeza de Cristo
Jesús. Todo lo que esté de más y todo lo que esté de menos es enmendarle
la plana a Dios. ¿Y dónde está el necio que se atreverá a ponerle el
dedo en la boca a Dios? ¿Calvino? ¿Santo Tomás? ¿Lutero? ¿Benedicto
XVI?
El Antiguo
Testamento fue escrito para su Hijo por el Dios de la Sabiduría de la
mano de sus Siervos los Profetas. Siendo Dios, Padre, quien le hablaba
a Dios, Hijo, a través de sus Profetas: era imposible que hombre alguno,
habiendo Dios retirado su Espíritu del hombre, sin excepción, lo mismo
del Judío que del Gentil, pudiera comprender el Pensamiento y la Palabra
del Creador de los Cielos y de la Tierra. Y habiendo quedado demostrado
en la Cruz que sin el espíritu de Inteligencia nadie puede comprender
a Dios, siendo la Fe la Gracia por la que sin Hablar la Lengua de Dios
el Hombre entiende a Dios en el Amor a Cristo, y precisamente porque
se escribió: “pero la creación espera ansiosa la manifestación de los
hijos de Dios”, esto es, la Descendencia de Cristo, siendo quien escribía
hijo de Dios, de la Descendencia de Abraham, no habiéndose manifestado
la Descendencia de Cristo, siendo para esta Descendencia que se escribiera
el Nuevo Testamento, el deseo de Comprender era universal en el Cristianismo,
y la desolación por la imposibilidad de entrar en la Mente Divina el
principio y origen de la Interpretación, que, prosperando, dividió a
la Casa de Dios en la Tierra y la ha expuesto al Juicio del Dios que
dijo: “Toda Casa en Sí dividida no subsistirá”. Y habiendo sido Dios
quien dijo “Haya Luz”: y hubo Luz, y firmado con su sangre del Decreto
contra la División de su Reino y Casa en la Tierra, esto es, las iglesias,
quien interpretó la Biblia a la luz de su Razón, ése trabajó para el
Diablo, pues todo el que es de Dios, aún sin conocer la Mente de Dios,
permanece en Dios.
Ahora bien,
el Decreto, siendo Omnipotente, es Maravilloso, y previendo la Obra
del Diablo en los Cerularios, Luteros y Borgias, diciendo “en Sí” dejó la puerta
abierta a la Obediencia en la Unificación, de esta manera en su Omnisciencia
Todopoderosa señalando la naturaleza del Futuro en su Testamento.
El Antiguo
Testamento es, pues, ante todo y sobre todo el Discurso, a la luz del
día, de Dios para su Hijo Unigénito. Pues la Caída del Género Humano
provocó un Cataclismo en la Creación de Dios que sólo podía y debía
ser combatido por Dios, y pues que el Espíritu Santo del Padre era el
enemigo “de la generación de aquéllos hijos rebeldes” que se alzaron
contra Su Ley, utilizando al hombre como hacha de guerra con el que
declararle la guerra al Imperio de la Paz y la Justicia, esperando “ésa
generación malvada y perversa” tentar al Hijo de Dios con el fruto de
la Ciencia del bien y del mal, es decir, la Guerra, a fin de levantar
en el seno de Dios una Muralla contra el Espíritu Santo en razón del
amor del Padre al Hijo, y porque la Caída de Adán puso en juego el Futuro
de la Creación entera, a la manera que la Muerte, el Diablo y el Infierno
usaron al hombre como peón y la Tierra como campo de batalla, siguiendo
la reglas del Encuentro a Muerte entre el hijo de Eva y el hijo de la
Muerte, Dios le habló a Dios utilizando por lengua la sangre de los
Profetas, quedando el resto del Género Humano ajeno a la Contienda,
la cuya Consumación de cuya Guerra habría de elevar, públicamente y
para siempre delante de toda la Creación, al Espíritu Santo a la Naturaleza
de Dios, que, encarnándose, recibió el Nombre Nuevo de Jesús, Cristo.
Y si digo
que la elevación se hizo pública y para siempre lo hago pensando en
quien no ha entendido aún que el Espíritu Santo es el Espíritu del Dios
de la Eternidad, y que habiendo sido puesto en tela de juicio esta Naturaleza
del espíritu de Dios por una parte de aquélla “generación malvada, rebelde
y perversa” de entre los hijos de Dios “no de esta creación” que creyeron
poder separar Dios y Espíritu Santo mediante la Caída de Adán, fue por
esta Duda que entró el Infierno en la Creación. La Maldad de aquélla
“generación infernal” fue llevada al extremo de Tentar al Hijo de Dios
con la fruta de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir: la Guerra,
el Fin real buscado por los rebeldes mediante la Caída de Adán.
El Hombre
devino un simple instrumento, un hacha de Guerra en las manos de una
generación de “dioses” conjurados en Rebelión ad eternum contra el Espíritu Santo; y dado que no pudieron
llevar al Padre directamente a poner entre su Espíritu y sus hijos “no
de esta creación” un Muro de Separación, una Ley de Impunidad Específica,
en razón de la cual el Poder devenía un Olimpo de “dioses” más allá
del Bien y del Mal, es decir, más allá de la Justicia, ésa “generación
homicida y diabólica” quiso conseguir, ganando para su Causa al Hijo
de Dios, lo que no pudieron conseguir atacando directamente a Dios,
Su Padre.
El Hombre,
usado como un Hacha de Guerra para fines infernales, no pierde esta
condición durante el transcurso de los tiempos de la Biblia. Durante
todo el tiempo Veterotestamentario el ser humano sigue siendo un Instrumento.
Y lo será, sin excepción durante todo el tiempo del Nuevo Testamento
igualmente.
Pero si
en el caso del Maligno y sus “dioses infernales” el Hombre es un instrumento
para la perdición de la Creación entera; en el caso de Dios el hombre
se convierte en instrumento al servicio de su Creador lo es a la manera
que lo es un soldado al servicio de su General, de esta manera engendrando
Dios en el Hombre primero Profetas y luego Apóstoles, “los primeros”
como “los últimos” todos al servicio del mismo Señor, y todos, lo mismo
“los últimos” como los “primeros”, sujetos a la ley que rige la relación
Señor-Siervo, donde el Señor manda y el Siervo obedece, consistiendo
todo el trabajo del Siervo en hacer lo que se le dice.
Todos pues,
lo mismo “los primeros”, los Profetas, como “los últimos”, los Apóstoles,
estuvieron sujetos, esclavizados, a la misma Ley de Silencio. Ley de
Silencio que había de permanecer hasta el Final de la Guerra de Dios
contra el Infierno, cuando, acorde al Espíritu Santo, Dios extendería
la Libertad sobre sus hijos, de la Descendencia de Cristo, y su Inteligencia
cubriría, de la Mano de su Padre, toda la Tierra.
Concluyendo,
sin introducir esta Guerra contra el Espíritu Santo, que le declararan
“aquéllos hijos de Dios no de esta creación” mediante la Caída de Adán,
el objetivo de cuya Caída era Tentar al Hijo de Dios con la Fruta del
Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, a saber, la Guerra; sin entrar
en el campo de Batalla, la Tierra, donde el Futuro de la Creación se
puso en juego, con los ojos de la Inteligencia de Dios abiertos es,
como se ha visto en la División de las iglesias, sin querer pero inevitablemente
cayendo, caer en las redes de quienes le declararon la Guerra al Espíritu
Santo en nombre de la transformación de la Casa de Dios en un Olimpo
de dioses, todos ellos más allá de la Justicia, todos ellos bajo una
Ley de Impunidad infinita y eterna en razón de la cual las Naciones
pasaban a ser peones en el Tablero de la Existencia, con las que ellos,
“los nuevos dioses”, podrían jugar a la Guerra como quien mata el tiempo
concibiendo nacimientos y muertes de imperios, sin pagar jamás el precio
de sus crímenes inmundos.
Fue contra
esta Idea Inmunda e Infernal que se alzó Dios Padre en Cólera eterna
sobre el cadáver de su hijo pequeño, nuestro Adán, Cólera que los
“intelectuales de la ciencia” condenaron, demostrando de esta manera
su Ignorancia suprema cuando de lo que se trata es del pensamiento de
Dios, ¿o acaso pretenden maldecir la Justicia de Dios por Incorruptible?
A esta pregunta tendrá que responder la Ciencia en este Siglo, y según
la respuesta cada cual se juzgará a sí mismo, y cada cabeza tendrá su
parte, quien con el Diablo sueñe con la Guerra como un derecho Natural
del Poder, al Infierno, “la muerte es su parte”; quien con Dios aborrece
ese Derecho y firma el Decreto de Dios contra la Ciencia del Bien y
de Mal, amando la Ley, sin Excepcionalidad, sobre todas las cosas, sobre
su cabeza y para su gozo la vida eterna está dispuesta.
Sobre la
marcha iremos entrando en los pormenores de la Guerra del Cielo contra
el Infierno, del Espíritu Santo contra el Diablo, en mente siempre que
la Tierra es un Campo de Batalla en estado de Guerra desde la Caída
de Adán. Olvidar esto es letal y conduce al primer paso en falso en
dirección a la perdición de la propia inteligencia, es decir : confundir
la Cólera de Dios con el Juicio de un Juez Implacable y sin Misericordia
quien, aun siendo su hijo el transgresor, descarga el peso total de
la máxima pena dispuesta para dicha transgresión; de un sitio, y del
otro : no ver que el Hombre fue un instrumento al servicio de una causa
no humana : Tentar del Hijo de Dios con el Fruto del Árbol Maldito,
¡la Guerra!
Todo el
Antiguo Testamento es una acción de suspense, en cuya trama la creación
entera guarda el aliento a la espera de la Respuesta del Hijo de Dios.
¿Comería el Hijo de Dios, o no comería? En definitiva, ¿encontraría
el Hijo de Dios agradable la Idea de la transformación de la Casa de
“los dioses” en un Olimpo más allá del Bien y del Mal?
C.R.Y&S
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