Los Godos comúnmente
se cree que salieron de los países helados del Norte, y buscando climas
más templados y más fértiles, se establecieron en las riberas de la
laguna Meótida y del mar Negro hacia las bocas del Danubio. Los antiguos
historiadores les dan el nombre de Socitas y Getas, palabra que era
común a todas las tribus y naciones que habitaban las partes septentrionales
de la Europa y del Asia, que les eran poco conocidas. Estos bárbaros,
habiendo llegado a los confines del Imperio Romano, empezaron a hacer
correrías en las provincias vecinas a su país únicamente para robar,
y luego llenos de botín se volvían a sus antiguas moradas. Con el
tiempo se hicieron más audaces; y antes de concluirse el segundo siglo
de la Era cristiana habían pasado el Danubio y penetrado hasta la
Tracia. Poco tiempo después saquearon la Macedonia. Es muy regular
que muchas tribus de estos salvajes se reunirían bajo unos mismos
jefes con el deseo de enriquecerse a ejemplo de los demás, y así formarían
una nación poderosa que tantas veces hizo temblar a los Romanos antes
de destruir su imperio. Quizás tomó el nombre de Godos porque la tribu
de estos era la más fuerte, y los Generales que la gobernaban eran
más valerosos y más prudentes.
Los Godos se dividieron
en Ostrogodos o Godos orientales, y Visigodos o Godos occidentales,
llamando así a los primeros porque vivían a la parte izquierda del
Danubio que es la oriental, y Visigodos a los que ocupaban la parte
derecha del mismo rio que es la occidental. No se sabe cuándo se hizo
esta división, pero constaron toda certeza que en tiempo del Emperador
Valente formaban ya dos naciones muy poderosas, que cada una de ellas
tenía su Rey diferente. Atanarico lo era de los Ostrogodos, y Fritigernes
gobernaba los Visigodos, los cuales atacaron el Imperio diferentes
veces, siendo unas vencedores y otras vencidos. En tiempo de Teodosio
el Grande estuvieron quietos y tranquilos, más después de su muerte
bajo el mando de Radagaiso y de Alarico invadieron la Italia. Estilicón
fue en busca del primero con un ejército poderoso, y habiéndolo encontrado
cerca de Florencia, apenas vieron los bárbaros las águilas Romanas
se llenaron de terror y espanto, y se retiraron a las asperezas del
Apenino, donde fueron sitiados y el hambre les obligó a rendirse a
discreción, y su General fue cogido y pagó con la vida su temeridad.
Los Vándalos , los
Suevos, los Silingos y los Alanos, naciones salvajes que estaban establecidas
en Alemania, aprovechándose de estas turbulencias, pasaron poco tiempo
después el Rin, y saqueando y quemando las provincias de las Galias
llegaron hasta los Pirineos sin resistencia.
Alarico al mismo
tiempo se dirigió a la Italia pidiendo el tributo que le habían prometido
alguna provincia donde fijar su residencia. Las legiones Romanas que
había en Inglaterra proclamaron Emperador a Constantino, soldado raso
y sin ningún mérito, y habiendo pasado a las Galias derrotaron a los
bárbaros cerca de Cambray. Esta victoria llenó de orgullo al usurpador,
el cual para asegurarse en el trono hizo ocupar los desfiladeros de
los Alpes, y conociendo que su principal apoyo había de ser la España,
envió a ella Legados para atraerla a su partido. Dídimo y Veriniano,
parientes de Honorio, levantaron gentes para defender la España de
la irrupción de los bárbaros, y mantenerla en la devoción del Emperador
legítimo, y fueron a ocupar los pasos de los Pirineos. Constantino
envió con tropas a su hijo Constante, que había sacado de un Monasterio,
y le había nombrado César y sucesor en el trono: derrotó fácilmente
el ejército de los Pirineos, persiguió a los dos hermanos que huyeron
hacia la Lusitania, y con nuevas tropas que levantaron, tentaron otra
vez la suerte de la batalla; pero fueron desbaratados y presos. Toda
la España quedó sujeta a Constantino; y Constante desando por Gobernador
al Conde Geroncio con las tropas auxiliares de los bárbaros que tenía
en su ejército, se volvió a las Galias, llevando consigo los prisioneros
Dídimo y Veriniano, a quienes mandó decapitar su padre en Arlés. Se
dice que en este tiempo Alarico en virtud del tratado que había hecho
con Honorio el año anterior, se puso en marcha con su ejército para
librar a las Galias y a la España del imperio del tirano, y que al
pasar por los Alpes Cotios fue derrotado por el General Saulo que
Estilicón había enviado contra él, violando expresamente sin conocimiento
de Honorio la fe de los tratados; y que irritado Alarico por esta
perfidia, volvió con sus tropas hacia la Italia y se encaminó a Roma.
En este mismo año
los Vándalos con su Rey Gunderico, los Alanos mandados por Attace,
los Suevos bajo las órdenes de Ermenerico, y los Silingos que tenían
a su frente al General Respendial, que todos se habían reunido después
de haber sido derrotados por Constantino, convidados por los bárbaros
que guardaban los pasos de los Pirineos, que eran sus amigos, pasaron
a gozar de las riquezas de España y a establecerse en ella.
Luego que estas naciones
feroces entraron en España, empezaron a destruir y a quemar cuantos
pueblos encontraban, degollando a niños, mujeres y viejos; de manera
que todas las gentes llenas de terror y espanto se refugiaban en las
ciudades fuertes llevando consigo lo que podían; pero encerrados en
ellas, y faltos de comestibles, padecieron un hambre tan cruel que
se comían hasta los animales más inmundos, y hubo madres que se comieron
a sus hijos. Entradas estas ciudades por la fuerza todo lo pasaban
a degüello sin tener ninguna compasión; de manera que muchos huyeron
a los montes queriendo más vivir con las fieras que con hombres que
eran más feroces que ellas: los lobos y otros animales monteses cebados
con la carne humana, no hallando cadáveres, embestían a los vivos,
los despedazaban y los devoraban; y para colmo de la desgracia se
encendió una peste tan horrorosa que casi quedó enteramente desierta.
Alarico engañado
muchas veces por Honorio sin querer jamás consentir en hacer
la paz, puso sitio a Roma, la tomó, la saqueó, y la destruyó. Después
se encaminó a Sicilia, y habiendo embarcado una gran parte de su ejército
para pasar al África, en las costas de Sicilia le acometió una tempestad
tan horrorosa, que naufragó a su misma vista. Esta desgracia le causó
tanto sentimiento que murió de repente en Cosenza: el ejército le
lloró, y lo enterró en el rio Busento con las alhajas más preciosas
del saco de Roma.
Después de la muerte
de Alarico subió al trono Ataulfo, que era hermano de su mujer, general
activo, que había dado muchas pruebas de valor en los combates en
que se había hallado, y se encaminó a la conquista de los dominios
de la Galia y España que se habían cedido a los Godos, llevando consigo
a Gala Placidia hermana del Emperador que se había hecho prisionera
en el saco de Roma. En este tiempo el Conde Geroncio que había sido
dos años antes depuesto por Constante, para vengarse de esta injuria,
pasó los Pirineos con un cuerpo de bárbaros, quitó el gobierno de
la España a Justo, y le mató; y reunidas con él las tropas imperiales
veteranas que éste tenía, hizo proclamar Emperador a Máximo, y dejándolo
en Tarragona volvió a Francia para hacer la guerra a los tiranos:
se apoderó de Viena, y hecho prisionero Constante, luego le quitó
la vida: desde allí pasó a Arlés donde estaba el tirano Constantino
y puso sitio a esta ciudad; mas habiendo llegado contra él el conde
Constancio, General del Emperador Honorio, le abandonaron la mayor
parte de los soldados, y con los pocos que le quedaron se huyó a España.
Constancio puso sitio a Arlés, se apoderó de Constantino y de su hijo
Juliano, y les envió a Honorio el cual les mandó quitar inmediatamente
la vida. Llegado Geroncio a España, los soldados se alborotaron contra
él, y retirado á su casa se defendió contra ellos mientras tuvo armas:
los alborotados pusieron fuego en ella, y viéndose sin recurso para
salvarse, mató a su mujer Noniquia, a un criado suyo, y después a
sí mismo para no caer en manos de sus enemigos.
Las naciones bárbaras
que habían entrado en España sortearon entre sí de común acuerdo las
provincias donde debían establecerse: a los Suevos con algunos Vándalos
cupo el Reino de Galicia, que entonces comprendía Asturias y tierra
de Campos hasta el rio Duero : los Alanos se establecieron en la Lusitania,
que entonces comprendía la Extremadura con los Obispados de Coria
, Ciudad-Rodrigo y Salamanca; y los Vándalos en la mayor parte de
la Bética.
El tirano Máximo
viéndose sin fuerzas para sostenerse en el trono, abandonó la púrpura
y se pasó a los bárbaros que ocupaban las otras partes de España.
Ataulfo entrado en las Galias con su ejército saqueaba todos los pueblos;
y para apresurar la paz que tanto deseaba, hizo proponer a Honorio
que si quería consentir en ella le enviaría las cabezas de los dos
tiranos Jovino y Sebastián su hermano que se habían levantado contra
él. Honorio accedió a la proposición ofreciéndole a él y a los Godos
la Aquitania para establecerse en ella como súbditos del Imperio,
y darles sueldos y víveres para que viviesen en paz con tal que le
restituyese a su hermana Gala Placidia. Ataulfo admitió estas condiciones,
y luego se apoderó de los dos tiranos y se los envió. El Conde Constancio
volvió a las Galias para que Ataulfo, en cumplimiento del tratado,
le entregase la hermana del Emperador; mas como el Godo estaba enamorado
de ella se excusó con diferentes pretextos, y fue necesario venir
a las armas. Los Godos se apoderaron de muchas ciudades marítimas
con pérdida de mucha gente porque se defendieron con el mayor valor,
y puso su cuartel general en Narbona con el ánimo de continuar sus
conquistas. En esta ciudad celebró en público su matrimonio con Gala
Placidia, con la mayor pompa y solemnidad. Las tropas de los Romanos
le incomodaban por todas partes, y por este motivo pasó a España,
y se apoderó de Barcelona. Poco tiempo después de haber llegado a
esta ciudad fue asesinado hacia el mes de Agosto o de Setiembre en
la caballeriza de su palacio por un criado suyo llamado Dobio para
vengar la muerte del Príncipe Saro, a quien él había servido antes
y estimaba mucho; Ataulfo encargó antes de su muerte a su hermano,
que no se nombra, que entregase su mujer Placidia a Honorio, y conservase
la paz que tenía sentada con los Romanos, después de lo cual murió
y fue enterrado en Barcelona.
Subió al trono de
los Godos Sigerico, hermano de Saro, a quien Ataulfo había mandado
matar; y luego que fue proclamado Rey hizo quitar la vida a todos
los hijos que Ataulfo había tenido de su primera mujer, y trató con
el mayor desprecio a Gala Placidia haciéndola andar a pie delante
de su caballo cuando salía a paseo. Siete días después de haber subido
al trono fue asesinado, y fui proclamado en su lugar Walia, el cual
hizo la paz con los Romanos contra la voluntad de sus gentes. Los
Vándalos sospechando que los Godos habían venido a hacerles la guerra,
empezaron a hacer irrupciones en las provincias de los Romanos llevándolo
todo a sangre y fuego, obligando a los labradores y otras gentes del
campo a refugiarse en las ciudades fortificadas para librarse de su
furor. Walia se embarcó con los suyos en la gran flota que había quedado
de su predecesor para pasar a África; mas apenas se habían hecho a
la mar fueron acometidos de una tempestad tan deshecha, que se vieron
en peligro de perderse, y volvieron a tomar tierra en España.
En vista de esta
desgracia todos se inclinaron a hacer la paz con los Romanos, y Honorio
que deseaba recobrar a su hermana que tanto tiempo había estado cautiva,
consintió en ello; y por medio de su Embajador Empluciano se concluyó
un tratado con las condiciones siguientes : que los Godos entregasen
a Gala Placidia : que echasen a los bárbaros de España y restituyesen
al Imperio las provincias que ocupaban: que por parte del Emperador
se les darían tierras en la Aquitania para establecerse y 6oo fanegas
de trigo para sustentarse, quedando dependientes y confederados del
Imperio. Firmado este tratado por ambas partes, Walia entregó al
Embajador a Gala Placidia, y empezaron a hacer los preparativos para
la guerra contra los bárbaros. Luego que llegó Gala Placidia a la
corte, Honorio la casó con el Conde Constancio, que había dado tantas
pruebas de valor, para asegurarse más de su fidelidad, y después puso
a su mando las tropas del Imperio. Walia se dirigió con sus gentes
a la Andalucía para atacar a los Vándalos, y habiéndolos encontrado
en los campos de Córdova los derrotó, les fue siguiendo, y cerca de
Cádiz donde estaban ya reunidos les dio otra batalla, consiguió una
victoria completa, y toda esta provincia quedó sometida al Imperio
de los Romanos, refugiándose los restos de esta nación feroz con
su Rey Gunderico en los estados de los Suevos en Galicia.
El año siguiente
(418) Walia continuó sus conquistas por la Lusitania , derrotó enteramente
a los Alanos quedando muerto en la batalla su Rey Attace, y se juntaron
los que escaparon de la derrota con los Vándalos que ocupaban la parte
occidental de Galicia; y así la Lusitania volvió otra vez al poder
de los Romanos. Los Vándalos y Suevos, temerosos de las armas de Walia,
pidieron la paz al Conde Constancio, ofreciéndole que vivirían sujetos
y dependientes del Imperio. El General Romano condescendió con sus
súplicas, y mandó suspender las hostilidades a los Godos; y confirmada
la paz que se había hecho con ellos, pasaron los Pirineos a tomar
posesión de las tierras de Aquitania, y Walia estableció su corte
en Tolosa, donde murió con gran sentimiento de sus súbditos, desando
una hija que casó con 457 un caballero Suevo de los que estaban en
Galicia, la cual fue madre del famoso Ricimer.
Sucedió en el trono
de los Godos Teodoredo pariente de Walia, que otros llaman Teodorico.
En este tiempo se hicieron una cruel guerra los Vándalos y Suevos
que estaban en Galicia. Ermenerico Rey de los Suevos, que con tanta
generosidad había recibido en sus estados a los Vándalos cuando estaban
del todo perdidos, fue atacado por estos, y habiendo sido derrotado
se retiró a la aspereza de los montes Nervasios, donde lo sitió Gunderico;
mas el Conde Asterio, que gobernaba la España por el Emperador, voló
a su socorro y obligó a los Vándalos a levantar el sitio. Irritados
estos se echaron sobre la Lusitania, y saquearon y destruyeron Braga
y las demás ciudades de esta provincia. Después (421) entraron en
la Bética, y sin que los Generales Romanos se atreviesen a medir las
armas con ellos, se apoderaron de todas las costas del Mediterráneo
hasta el Ebro derramando por todas partes el terror. El Emperador
Honorio entró en la mayor consternación: levantó nuevas tropas y pidió
socorro a Teodorico Rey de los Godos; y el año siguiente para exterminar
de una vez a estos bárbaros envió un ejército muy fuerte compuesto
de Romanos, Godos y Francos bajo las órdenes del General Castino;
y para asegurar mejor la empresa hizo pasar también a España al Conde
Bonifacio con las tropas que mandaba en África. Castino lleno de arrogancia
le trató con mucho desprecio y le hizo volver a su provincia: después
se fue a atacar a los Vándalos y tuvo al principio algunos sucesos
favorables, de manera que les obligó a encerrarse en una ciudad donde
estaban tan apretados que querían rendirse a discreción; mas Gunderico,
ganados los Godos y los Francos teniendo con ellos correspondencias
secretas, salió a dar la batalla a Castino. El combate empezó por
una y otra parte con el mayor denuedo; mas habiéndose retirado los
Godos, la victoria se declaró por los Vandalos, quedando enteramente
destrozado el ejército Romano, y Castino para salvar su vida huyó
a Tarragona de donde pasó a Italia, dejando a los enemigos dueños
de toda la Andalucía.
Gunderico aprestó
una armada, y con ella pasó a saquear las Islas Baleares y las costas
de Cataluña y Valencia: después puso sitio a Cartagena donde halló
más resistencia de la que él pensaba; pero al fin habiéndola tomado
por fuerza, la saqueó y la demolió entregándola a las llamas. Al mismo
tiempo Ermenerico Rey de los Suevos empezó a hacer irrupciones en
la Galicia saqueando y destruyendo las ciudades: los Gallegos se reunieron,
cayeron sobre ellos, los derrotaron, y les quitaron todo el botín
que habían hecho. Gunderico pasó desde Cartagena por lo interior de
la Bética hasta Sevilla saqueándolo todo, y habiendo tomado por fuerza
esta ciudad, cometió mil atrocidades en ella no perdonando a ninguna
clase de personas: después queriendo saquear el templo de S. Vicente
Mártir, apenas puso el pie en la Iglesia cuando quedó muerto de repente.
Los Vándalos eligieron para sucederle en el trono a su hijo natural
Genserico, joven de mucho valor y de grandes talentos militares. El
Conde Bonifacio pasó el año siguiente (426) por orden de la Emperatriz
Placidia a España para tratar de la paz con los Vándalos, la que se
concluyó inmediatamente, porque a Genserico le convenía librarse de
estos enemigos tan poderosos para asegurarse más en el trono.
El Rey de los Godos
Teodorico, queriendo dilatar su imperio en las Galias, puso sitio
a Arlés. Placidia envió al socorro de la plaza al General Aecio. Anaulfo
ó Ataulfo le salió al encuentro con un ejército considerable, y habiendo
venido a las manos fue derrotado por los Romanos, y Teodorico se vio
precisado a levantar el sitio y retirarse; y pedida la paz, la Emperatriz
Placidia se la concedió. El Conde Bonifacio, que mandaba en África
y había hecho tantos servicios al Imperio, derribado de la gracia
de la Emperatriz por los artificios y calumnias del ambicioso Aecio,
se sublevó y llamó a su socorro a los Vándalos con quienes tenía contraída
una estrecha amistad y parentesco por medio de su mujer. Placidia
envió un ejército para reducirlo por fuerza a la obediencia, mas fue
derrotado por Bonifacio, y como había perdido mucha gente en diferentes
acciones, volvió a instar a Genserico a que pasase con sus tropas
a África, lo que ejecutó sin pérdida de tiempo. Entre tanto Ermengario
Rey de los Suevos, viendo que los Vándalos habían atravesado el Estrecho,
se entró por la Lusitania llevándolo todo a sangre y fuego. Sabida
esta noticia por Genserico retrocedió inmediatamente con su ejército,
fue en busca de los Suevos, y hallándolos cerca de Mérida los hizo
pedazos; de manera que Ermengario para salvarse huyó a uña de caballo,
y habiendo entrado en el Guadiana se ahogó. Estando ya por esta parte
seguro Genserico, volvió a pasar el Estrecho para ayudar al Conde
Bonifacio y conquistar las provincias de África. Los Suevos eligieron
por su Rey a Ermenerico, el cual, para asegurarse en el trono, vivió
en paz con los Gallegos.
En el año siguiente
floreció el famoso poeta Draconcio, que escribió en verso exámetro
un poema de los seis primeros días de la Creación del Mundo, y una
elegía al Emperador Teodosio el menor; comúnmente se cree que fue
Español. Los Vándalos sitiaron a Hipona, y durante el sitio murió
el gran S. Agustín Obispo de aquella ciudad que con tanta gloria ilustró
la Iglesia con sus escritos. Los Suevos empezaron a saquear a los
Gallegos, los cuales no teniendo fuerzas bastantes para resistirles,
imploraron la protección del General Aecio que estaba en las Galias,
enviándole para este fin al Obispo Idacio. Al mismo tiempo los Gallegos
que se habían retirado a los lugares y castillos fuertes, reunidos,
hicieron algunas salidas, mataron y cautivaron a muchos de los enemigos.
El General Aecio por medio del Conde Censorio, que envió al Rey Ermenerico,
restableció la tranquilidad en aquel reino. Viendo la Emperatriz que
no podía arrojar a los Vándalos del África con sus armas, propuso
la paz a Genserico, el cual la aceptó con mucho gusto, porque habiendo
perdido mucha gente en las dos últimas batallas, necesitaba reforzar
sus ejércitos para asegurarse en la conquista. Teodorico, Rey de los
Godos, que estaba lleno de ambición, no haciendo caso de los tratados,
empezó a extender sus dominios conquistando muchos pueblos. Llegado
a Narbona, puso sitio a esta ciudad, y guando estaba ya muy apretada,
el Capitán Litorio entró por medio de los enemigos en la plaza introduciendo
los víveres que llevaba. Entretanto juntó un grande ejército Aecio
para castigar la insolencia de los Godos y arrojarles de todas las
Galias, pero al mismo tiempo quiso asegurarse de los Suevos haciendo
con ellos una firme confederación. Por su parte Teodorico también
quiso atraer a Ermenerico Rey de los Suevos enviándole un Embajador
para solicitar que hiciese con él una liga ofensiva y defensiva, preparándose
él al mismo tiempo contra los Romanos. Aecio pasó con un ejército
muy numeroso a las Galias, y en varios encuentros que tuvo contra
los Godos les mató mucha gente, pero sin llegar a darse una batalla
decisiva : al mismo tiempo Ermenerico que se hallaba bastante debilitado
por los achaques que padecía, con consentimiento de los principales
señores, trasladó la corona a su hijo Rechila, joven de mucho espíritu
y de grandes talentos militares, el cual habiendo juntado luego un
ejército se entró por Andalucía saqueando todos los pueblos; y habiéndole
salido al encuentro Andeboto General de los imperiales, junto al rio
Genil vinieron a las manos los dos ejércitos en la comarca de Antequera:
la victoria quedó por los Suevos, y se apoderaron de todo aquel país.
Aecio, que deseaba acabar de sujetar a los Godos, envió contra ellos
con un ejército fuerte al General Litorio, y cerca de Narbona se dio
una batalla que fue muy reñida. El Rey Teodorico y el General imperial
hicieron por su parte quinto pudieron para animar a los soldados:
la victoria estuvo mucho tiempo indecisa; pero después de haber combatido
una gran parte del día quedó vencedor el Rey de los Godos y hecho
prisionero Litorio; mas como la pérdida que había tenido Teodorico
había sido muy grande, pidió la paz a Aecio y se concluyó sin dificultad
ninguna.
Al mismo tiempo continuaba
sus conquistas el Rey de los Suevos, rindió á Mérida, y se apoderó
de casi toda la Lusitania. Para contener sus progresos el Emperador
Valentiniano le envió por Embajador al Conde Censorio, pidiéndole
en virtud de los tratados que se abstuviese de conquistas y de inquietar
a los súbditos del Imperio. Rechila despreció sus proposiciones, y
el Conde tuvo que retirarse a Mertola, lugar situado cerca del rio
Guadiana, que antiguamente se llamaba Mirtilis. Los Suevos le siguieron
con su ejército, pusieron sitio a la plaza, y la tomaron quedando
prisionero el Embajador (441). El Rey Ermenerico murió en Mérida después
de haber sufrido una larga enfermedad, y habiéndole sepultado con
la magnificencia correspondiente a su dignidad, Rechila se puso en
campaña, conquistó muchos pueblos de Andalucía, puso sitio a Sevilla,
y a poco tiempo se le rindió. Tomadas las demás ciudades de la Bética
sin hallar oposición, redujo a su obediencia la Carpetania que hoy
se llama el reino de Toledo. Al mismo tiempo los soldados de la provincia
Tarraconense, porque no se les pagaba, se juntaron con los bandidos
y todo lo llenaron de robos y muertes. El Emperador Valentiniano envió
al Conde Asturio con tropas para perseguir y castigar a estos forajidos
y ladrones, el cual luego que llegó a la provincia cumplió tan bien
con su comisión, que la dejó limpia de gente tan malvada matando a
muchos de ellos en diferentes acciones que tuvo, y haciendo quitar
la vida a los que cogía prisioneros. El año siguiente se le envió
por sucesor en el mando a su yerno Merobaudes, que se cree fue Español,
el cual acabó de exterminar a los forajidos que se habían retirado
a los montes ásperos que hay entre Vizcaya y Navarra. Los Suevos en
este año parece que estuvieron quietos y no continuaron sus conquistas.
Los Vándalos infestaron
con sus naves las costas del Mediterráneo y del Océano saltando en
tierra en muchas partes, robando y matando a las gentes: en las costas
de Galicia hicieron un desembarco (445), y habiendo apresado muchas
personas, las llevaron cautivas a Cartago. El Emperador Valentiniano
envió con un ejército al General Avito a España para recobrar las
provincias de la Bética y de Cartagena, que los Suevos le habían conquistado.
Las tropas auxiliares de los Godos que llevaba en su ejército cometían
tantos robos, y el General Romano hacia tales exacciones en los naturales,
que todo el país estaba más descontento de ellos que de sus enemigos.
Rechila le salió al encuentro, y habiendo venido a las manos le derrotó
tan completamente, que apenas se salvó el General con algunos pocos
huyendo; y después de esta victoria entró en las provincias del Imperio,
llevándolo todo a sangre y fuego. Concluida esta campaña se retiró
a sus Estados lleno de gloria y de riquezas, cayó enfermo, y murió
en el mes de Agosto. Después de su muerte le sucedió en el trono su
hijo Rechiario.
El Conde Censorio,
que estaba prisionero en Sevilla hacia algunos años , trataba en secreto
de hacer levantar la ciudad y declararse por el Emperador, lo cual
sabido por el Gobernador de ella llamado Ayulfo, le mandó degollar
(449). Rechiario pidió por su esposa una hija de Teodorico Rey de
los Godos, y habiéndosela concedido salió a recibirla hacia los confines
de Navarra, y saqueó todos aquellos pueblos. Poco tiempo después una
cuadrilla de bandidos, que tenían por Capitán a uno llamado Basilio,
entraron en Tarazona, y engañando con falsas promesas a los vecinos
que se habían hecho fuertes en la Iglesia, los pasaron todos a cuchillo
sin perdonar al Obispo. En el mes de Julio Rechiario pasó a Francia
a verse con su suegro Teodorico para tratar con él negocios importantes
de Estado; y cuando se volvía, unido con los bandidos, saqueó todo
el territorio de Zaragoza: después hizo lo mismo con Lérida y los
pueblos de su comarca; y se volvió lleno de riquezas y con muchos
prisioneros a sus estados, concluida esta expedición, más de ladrones
que de conquistadores, estuvieron los Suevos quietos y tranquilos,
ocupándose Rechiario en arreglar los negocios de sus Estados y en
el gobierno de las provincias. El Rey Genserico de los Vándalos, que
había casado a su hijo Hunerico con una hija de Teodoredo Rey de los
Visigodos, poco tiempo después de celebrado el matrimonio sospechando
que su nuera le quería matar con veneno para que su marido subiese
al trono, sin hacer más informaciones la mandó cortar las narices
y las orejas y la envió a su padre; y temeroso de que no había de
dejar esta injuria sin venganza, envió Embajadores a Atila Rey de
los Hunos para que hiciese la guerra a los Godos, pues vencidos
éstos le sería fácil apoderarse de las Galias, de la España, y de
todas las Provincias del Imperio. Atila se dejó persuadir fácilmente
porque estaba lleno de ambición, y juntó un ejército de 500,000 hombres
para esta empresa. Los Godos y los Romanos hicieron entre sí una liga
ofensiva y defensiva para resistirle, levantaron gentes, y juntaron
un ejército formidable compuesto de visigodos, Romanos, Francos y
otras naciones, siendo Generalísimo de todos ellos Aecio, que ya en
otras ocasiones había dado pruebas de valor y prudencia. Atila al
principio de la primavera salió de las Panonias, atravesó la Alemania,
y entró en las Galias saqueando y quemando todos los pueblos : una
división de su ejército sitió Orleans, y guando ya había capitulado
esta plaza y los sitiadores habían entrado en ella, llegaron los aliados,
y casi todos los Hunos fueron degollados dentro de la ciudad. Después
fueron siguiendo a Atila que se iba retirando con el fin de ponerse
en una situación propia para dar la batalla. Los dos ejércitos llegaron
a unos llanos muy dilatados llamados Campos Cataláunicos, y habiendo
descansado una noche, a la mañana siguiente se prepararon para dar
la batalla. Los aliados dividieron su ejército en tres cuerpos: ocupaba
la derecha Teodorico mandando a los visigodos : la izquierda Meroveo
con los Francos; y el centro Aecio con los Romanos y con las otras
tropas de su ejército. Atila distribuyó de la misma manera el suyo:
puso en la derecha a los Ostrogodos mandados por el Rey Valamiro y
sus dos hermanos: en la izquierda los Gépidas estaban con su Rey Alarico,
y él mismo mandaba el centro con los Hunos. Se empezó el combate con
la mayor obstinación y furor, que duró sin intermisión hasta el anochecer
en que se retiró Atila a sus reales dejando muertos en el campo 200,000
hombres: de parte de los aliados quedó también el campo cubierto
de muertos, y entre ellos el Rey Teodorico, que todo el día había
animado la tropa peleando con el mayor valor. Aecio que podía haber
acabado con Atila, lo dejó escapar y volverse a las Panonias. Los
Visigodos después de haber enterrado con la mayor magnificencia a
Teodorico, eligieron por su Rey a Turismundo su hijo mayor, y vueltos
a Tolosa fue proclamado solemnemente como tenían de costumbre.
El Rey Rechiario
de los Suevos, mientras que los imperiales y Visigodos estaban ocupados
en esta guerra, se entró por las provincias de los Romanos saqueando
y destruyéndolo todo (452). Valentiniano y Aecio le enviaron de Embajadores
a Mansueto y Frontón para quedarse de la infracción del tratado. Atila
volvió a las Galias reforzado su ejército. Turismundo le salió al
encuentro, le dio la batalla, le derrotó, le hizo retirar a su país,
y se volvió a Tolosa triunfante y lleno de gloria, donde sus dos hermanos
Teodorico y Frederico le asesinaron; y después el primero fue proclamado
Rey por los Godos.
Frederico pasó con
sus tropas a la provincia Tarraconense, a solicitación de Valentiniano,
para exterminar a los bandidos que la infestaban; y se dio tan buena
maña en perseguirles, que en poco tiempo dejó tranquila la provincia.
Aecio, que era la única columna del Imperio, hecho sospechoso al Emperador
Valentiniano por las calumnias con que le había infamado el ambicioso
Senador Máximo, fue llamado a palacio y muerto a puñaladas. Los soldados
de su guardia que lo estimaban se llenaron de indignación, y a persuasión
del mismo Máximo asesinaron a Valentiniano, y le proclamaron Emperador.
Este hombre ambicioso, calumniador y artificioso obligó a la Emperatriz
Eudoxia, viuda del difunto Valentiniano, a casarse con él. La Emperatriz
irritada por la esclavitud en que estaba imploró la protección de
Genserico Rey de los Vándalos, suplicándole encarecidamente que tomase
las armas y viniese a vengar la muerte de su fiel aliado el Emperador,
y sacarla a ella del cautiverio. Genserico, que era sumamente avaro
y deseaba saquear Roma, inmediatamente se hizo a la vela con una escuadra
poderosa y desembarcó en el puerto de Ostia. Con esta noticia tan
inesperada se consternó Roma, y todos se salían apresuradamente para
salvarse. Máximo viéndose sin defensa intentó escaparse, mas el pueblo
y los soldados le cogieron, le quitaron la vida, arrastraron su cadáver,
y lo echaron en el Tíber. Genserico entró sin obstáculo en la ciudad
y la entregó a saqueo catorce días; y después llevándose riquezas
inmensas, muchos cautivos, y a la Emperatriz Eudoxia con sus dos hijas
Eudoxia y Placidia, se volvió a Cartago (456).
Teodorico Rey de
los Godos hizo elegir Emperador a Avito, General de las tropas imperiales
de las Galias, el cual agradecido a este favor hizo con él una estrechísima
alianza ofensiva y defensiva. Entre tanto Rechiario se entró en la
provincia Cartaginense, y se apoderó sin resistencia de los principales
pueblos de ella. Avito le envió Embajadores para reclamar el cumplimiento
de los tratados. El Rey de los Suevos los recibió con el mayor desprecio,
y les mandó salir inmediatamente de sus estados, y después se entró
por la provincia Tarraconense saqueando sus pueblos y cometiendo en
ellos muchas atrocidades. Teodorico le envió Embajadores amenazándole
que si despreciaba su mediación, y no desistía de su empresa, se vería
en la precisión de usar de las armas. Rechiario lleno de orgullo respondió
que tenía fuerzas para resistir a su Rey y aun para conquistar Tolosa,
y los despidió con esta insolente respuesta. Teodorico pasó a España
para castigar esta injuria. Rechiario se retiró de Tarragona, y reforzado
el ejército en sus estados, salió a atacar a Teodorico que le seguía.
Los dos ejércitos se encontraron a cuatro leguas de Astorga junto
al rio Orbigo en el lugar llamado el Páramo: vinieron a las manos,
se combatió con mucho valor por una y otra parte, los Suevos fueron
vencidos, y su Rey herido se salvó huyendo a lo último de Galicia.
Teodorico le siguió con la mayor presteza, púsose sobre la ciudad
de Braga que hallándose sin defensa le abrió las puertas, y la entregó
al saqueo de los soldados mandándoles que no derramasen sangre, y
pusiesen presos a los principales Suevos. Rechiario fue preso en la
ciudad de Porto donde se hallaba enfermo de la herida que había recibido
en la batalla; y traído a presencia de Teodorico le hizo quitar la
vida con los Suevos que habían fomentado su orgullo, y a los demás
les dio libertad.
Los Hérulos que infestaban
las costas del Océano llegaron con siete naves a las de Galicia, y
saltaron en tierra hacia la parte de Mondoñedo: los Gallegos se reunieron,
y les obligaron a retirarse mal de su grado. Después desembarcaron
en las costas de Cantabria, y habiendo saqueado muchos pueblos se
retiraron a su país.
Teodorico continuó
las conquistas por la Lusitania para restituirla a los Romanos: se
apoderó de Mérida que era su capital, donde habiendo sabido la muerte
del Emperador Avito, se retiró de España con parte de sus tropas mandando
que las demás pasasen a tierra de Campos; y luego que llegaron, una
partida de soldados entró en Astorga con el pretexto de que iban a
asegurarla de orden del Emperador. Poco tiempo después sobrevinieron
las demás tropas, y sin hacer diferencia de edad ni de sexo pasaron
a todos los habitantes a cuchillo y entregaron la plaza a las llamas,
haciendo lo mismo con Palencia y los demás pueblos de tierra de Campos;
y habiendo llegado a Coyanca, plaza fuerte situada sobre el Ezla,
la pusieron sitio: los sitiados se defendieron con el mayor valor
e intrepidez; y el General viendo que sacrificaba y perdía tanta gente,
abandonó su empresa y se fue a la Aquitania.
A Avito sucedió en
el Imperio Mayorano, el cual tomó inmediatamente las medidas correspondientes
para la defensa de las provincias, y envió por General a las Galias
al Conde Egidio. Ayulpho, que se había escapado de las manos de los
Godos, quiso hacer levantar de nuevo a los Suevos; pero cogido en
Braga fue degollado
Mayorano pasó a las
Galias para asegurar la tranquilidad de ellas, reducir las ciudades
que no querian reconocerle, y contener a los Godos. Los Suevos pidieron
permiso a Teodorico para elegir un Rey que los gobernase, el cual
parece se lo concedió, aunque no se sabe con qué condiciones; lo que
consta es, que habiéndose juntado para la elección, se dividieron
en dos partidos, y unos eligieron a Franta, y otros a Maldras. Teodorico
aprobó la elección de Franta, y muerto éste en la Pascua del mismo
año, los de su partido eligieron a Remismundo. Los de Maldras se entraron
por la Lusitania en las posesiones de los Romanos y lo saquearon todo:
se apoderaron de Lisboa, e hicieron lo mismo con esta ciudad: después
volvieron sus armas a la parte de Galicia que baña el Duero, cometiendo
los mismos desórdenes en este país. Teodorico volvió a enviar otro
ejército a España bajo el mando de Cyrila, el cual entró en Andalucía
en el mes de Julio, y se fue apoderando de las ciudades que estaban
por los Romanos. Mayorano y sus Generales en las Galias extendían
sus conquistas haciendo retirar a los Godos, lo que obligó a Teodorico
llamar a Cyrila, que era un General excelente, enviando en su lugar
a Suenerico con algunas tropas de refuerzo. Poco tiempo después de
haber llegado tuvo una acción con Egidio que mandaba las tropas Romanas
en que perdió mucha gente, lo que humilló a los Godos y les obligó
a hacer la paz con Mayorano. Los Suevos que eran del partido de Maldras
hicieron las acostumbradas irrupciones en la Lusitania para saquear
y robar; y los del partido de Remismundo hicieron lo mismo con los
Gallegos que estaban bajo la dependencia de los Romanos, los cuales
habiéndose reunido para defenderse, se dio una batalla en que de una
y otra parte hubo muchos muertos. Nepociano, que había llegado a España
con refuerzo de tropas para defender las posesiones del Imperio,
hizo saber a los Gallegos que estuviesen firmes que pronto les socorrería.
Al mismo tiempo de orden del Emperador Mayorano se estaba preparando
una escuadra poderosa para pasar al África a hacer la guerra a Genserico,
que se había apoderado de todas aquellas provincias. Los Hérulos volvieron
este año a desembarcar en las costas de Galicia, donde cometieron
muchas crueldades saqueando los pueblos y cautivando las gentes, y
desde allí pasaron a las de Andalucía. El Rey Maldras en este tiempo
mató a su hermano y se hizo dueño de la ciudad de Porto.
Mayorano, habiendo
juntado un ejército poderoso en las Galias (460), pasó a España con
el ánimo de hacerse a la vela en la escuadra que tenía preparada en
las costas de Cartagena, para hacer la guerra a los Vándalos en África.
Genserico, que estaba advertido de todo lo que pasaba, hizo inmediatamente
salir la suya, pasó a las costas de España, y sorprendida la del Emperador
que estaba desprevenida, quemó una gran parte de ella, apresó la otra
y se volvió a África; y Mayorano se retiró a las Gallias con sus tropas
para pasar a Italia. Maldras fue asesinado por los suyos, y en su
lugar eligieron a Frumario. Los del partido de Remismundo sorprendieron
la ciudad de Lugo en tiempo de Pascua, y pasaron a cuchillo a sus
habitantes y a la guarnición. Con esta noticia tan funesta los Generales
Romano y Godo enviaron tropas para castigar esta crueldad, las cuales
habiendo saqueado varios pueblos de la comarca de Lugo, se incorporaron
con las demás que había en la provincia. Frumario pasó con un cuerpo
de Suevos a la ciudad de Aguas Flavias, que hoy es Chaves en la frontera
de Portugal, la saqueó, y la hizo en gran parte demoler; se llevó
preso al Obispo, y después de tres meses lo puso en libertad. Remismundo
con los suyos hizo incursiones por las costas de Galicia, y por todo
el territorio de Iria y de Orense, y encontrándose con Frumario, se
dió la batalla, y quedando con pérdidas iguales hicieron entre sí
la paz, y de común consentimiento enviaron Embajadores a Teodorico
para pedírsela. Entre tanto Suenerico General Godo se apoderó de Scalabis,
que hoy es Samaren en Portugal.
Genserico para asegurar
las conquistas que había hecho en África, envió Embajadores a Mayorano
(614) que estaba aún en las Galias, la cual se ajustó muy en breve,
porque le convenía no tener enemigo alguno que le divirtiese para
reducir al tirano Recimer que estaba apoderado de la Italia. Llegado
Mayorano a Dertona fue asesinado por la tropa, y en su lugar fue elegido
Severo. El Conde Egidio que mandaba las tropas de las Galias no quiso
reconocer por Emperadores a los usurpadores, mas estos para reducirle
confirmaron la paz antigua con Teodorico, entregándole la ciudad de
Narbona y sus dependencias. En virtud de este tratado Teodorico hizo
apresurar la paz con los Gallegos, y con su orden, y la del usurpador
Severo, el General Suenerico y el Conde Nepociano pasaron a las Galias
con sus tropas quedando Arborio en España por Gobernador de las Provincias
del Imperio. Los Suevos no obstante la paz que se había hecho con
los Gallegos, continuaban en hacer entradas y saqueos en su país;
y por medio del Embajador Cyrila que Teodorico les envió, se asentó
y firmó la paz de nuevo entre todos en Lugo, la que poco después que
Cyrila se volvió a Tolosa, se quebrantó por los Suevos, haciendo sufrir
las mismas violencias y vejaciones a los Gallegos; de manera que fue
necesario que Teodorico volviese a enviar a Cyrila para ajustar sus
diferencias y disensiones. Muerto Frumario, todos los Suevos se reunieron
sujetándose a Remismundo y reconociéndole por su Rey, el cual viéndose
ya tranquilo en el trono envió Embajadores a Teodorico a pedirle una
hija suya para casarse con ella. El Rey de los Godos consintió en
esta solicitud, y la envió con los mismos Embajadores con mucha dote
y acompañada de un cuerpo de tropas; y luego que llegó se celebraron
las bodas con mucha solemnidad y alegría de sus súbditos. Teodorico
continuaba haciendo la guerra al Conde Egidio: envió contra él un
ejército poderoso bajo las órdenes de su hermano Frederico, el cual
pasando el Loira entró en la Galia Armórica, en donde se dio una batalla
y fueron derrotados los Godos quedando muerto en el campo su General.
El Conde Egidio,
para vengar la muerte de Mayorano y poder sujetar a los tiranos Severo
y Ricimer, pidió a Genserico que les hiciese la guerra en la Italia.
Remismundo que se había hecho más orgulloso con el parentesco de Teodorico,
y deseaba con ansia extender sus dominios, se apoderó de Coimbra con
engaño; y de resultas de haberse hecho Arriano a persuasión de su
mujer, hubo algunos alborotos en sus Estados. Teodorico envió a llamar
al General Arborio para que le informase de lo que pasaba. Entre tanto
Remismundo no dejaba de extender sus dominios por la Galicia: se apoderó
por sorpresa de Aunona, pueblo situado entre Duero y Miño, que acaso
en lo antiguo se llamó Abona por estar situado sobre el Rio Abus,
que hoy se llama Abes: sus habitantes imploraron la protección de
Teodorico, el cual envió Embajadores a Remismundo para que no los
molestase y los desase en libertad; pero éste los despreció y no hizo
caso de su mediación. Poco tiempo después Teodorico fue asesinado
por algunos Godos que estaban descontentos, excitados para este fin
por Evarico o Eurico su hermano.
Eurico, Euborico,
Ebarico, o Eutorico, subió al trono (457) y fue proclamado Rey porque
era muy estimado por su gran valor e intrepidez. Luego que se vio
en la pacífica posesión del Reino hizo alianza con Remismundo Rey
de los Suevos, y unidas sus fuerzas, estos dos reyes hicieron la guerra
a los Romanos. Remismundo conquistó Lisboa y la mayor parte de la
Lusitania. Eurico entró por las demás provincias, y habiéndolas saqueado
se retiró a la Galia.
Reforzado su ejército
pasó los Pirineos, tomó Pamplona casi sin resistencia, se apoderó
de Zaragoza y de otras plazas, derrotó un ejército que le salió al
encuentro; y en poco tiempo se hizo dueño de Cataluña, Valencia y
de todas las posesiones de los Romanos. Estableció un gobierno justo
en los países conquistados, y dejando la tropa necesaria para su defensa,
se volvió a Tolosa.
No contento Eurico
con las conquistas que acababa de hacer en España, quiso extender
también sus dominios por las provincias de las Galias que ocupaban
los Romanos, y derrotado Siagrio su General se apoderó de Tours, Bourges,
Clermont; y después puso su corte en Burdeos donde recibió con una
magnificencia Real los Embajadores de todos los Príncipes vecinos.
Deseoso siempre de
aumentar su imperio conquistó las plazas que Odoacro Rey de Italia
le había cedido por el tratado que había hecho con él. Arlés y Marsella,
después de alguna resistencia se le rindieron, y derrotados los Borgoñones
que habían hecho una irrupción en sus estados, se retiró a Arlés,
donde estando ya quieto y tranquilo estableció reglas fijas para el
gobierno de sus estados. Hizo compilar en un código las leyes que
él y sus predecesores habían publicado, y después de haber gobernado
su reino con mucha prudencia y valor, murió en el mes de Setiembre
del año 484 el 19 de su reinado.
Su hijo Alarico II
que había tenido de Rabachílda su mujer fue proclamado Rey con la
mayor alegría de todos sus súbditos, porque era de un carácter amable,
y había dado muchas pruebas de su valor en tiempo de sus padres. Casó
con Teudicoda, hija natural de Teodorico Rey de los Ostrogodos, que
se había apoderado de Italia. Poco tiempo después se encendió la guerra
entre Alarico y Clodoveo Rey de los Franceses, la cual se hizo con
el mayor furor: se dio una batalla cerca de Poitiers, en la cual fueron
derrotados los visigodos y Alarico perdió la vida. Algunos Generales
de los visigodos se retiraron a España con Amalarico, hijo único de
Alarico y de la Reyna Teudicoda, mas los demás Godos no quisieron
reconocerle por su Rey y proclamaron a Gesalaico su hijo natural,
el cual habiendo ido a atacar a los Borgoñones para recobrar sus estados,
fue derrotado por éstos y se refugió en España (507).
Iba, General de Teodorico,
reconquistó lo que los Visigodos habían perdido en las Galias : después
pasó a España persiguiendo al usurpador que se había apoderado de
Barcelona, tomó esta ciudad, y le obligó a pasar al África, donde
Trasimondo Rey de los Vándalos le recibió bajo su protección. Teodorico
se quedó con la Provenza para recompensarse de los gastos de la guerra,
y encargó a Teudis, Ostrogodo de nacimiento y hombre de un gran mérito
y de mucha prudencia, la educación del joven Amalarico y el gobierno
de sus estados.
Gesalaico, llamado
por sus partidarios, hizo esfuerzos para recobrar el trono que había
perdido, y tentada la suerte de la batalla fue derrotado por las
tropas de Teodorico (513), y se vio precisado a huirse a las Galias;
pero habiendo caído en una partida de los Ostrogodos le quitaron la
vida, y así se quedaron tranquilos los visigodos.
Teudis gobernaba
con mucha prudencia los estados de Amalarico, y aunque executiva con
puntualidad las órdenes de Teodorico, no dejaba de serle muy sospechoso
porque no podía hacerlo volver a Italia para dar cuenta de su administración.
Teudis casó con una Española muy rica, levantó dos mil hombres que
le servían para la guardia de su persona. Para librarse Teodorico
de los temores que le causaba Teudis por su demasiado poder, y asegurar
a su nieto sobre el trono, mandó que se le pusiera en posesión de
los estados de su padre, y obedeciendo sus órdenes fue proclamado
Amalarico. Muerto Teodorico dejó por su sucesor a su nieto Atalarico,
que era hijo de Amalasunta y de Eutarico, y para precaver todas las
disputas que pudieran nacer entre éste y Amalarico, se convino que
el Ródano sería la frontera de los dos Estados; que las rentas de
España no irían a Italia; y que Atalarico restituiría todos los tesoros
que Teodorico había cobrado. Concluido este tratado Amalarico casó
con Clotilde hija de Clodoveo, y las bodas se celebraron con la mayor
pompa y solemnidad creyendo todos que harían la felicidad del Rey
y la tranquilidad del reino.
Poco tiempo después
de haberse casado empezaron las divisiones entre estos dos esposos
por ser de diferente religión, lo que encendió la guerra entre Childeberto
y Amalarico: los dos se pusieron en campaña con fuerzas muy considerables,
y se dio la batalla que fue muy reñida (531). Derrotados los visigodos
Amalarico huyó, y se dice que perdió la vida a manos de sus súbditos
en Barcelona, o por los enemigos en Narbona. Childeberto se apoderó
de todos sus tesoros, entre los cuáles se hallaban muchos cálices
y patenas de oro que distribuyó a las iglesias de su reino, y se
llevó consigo a Clotilde su hermana.
La familia Real de
los visigodos quedó enteramente extinguida con la muerte de Amalarico;
y la corona que hasta entonces había sido hereditaria se hizo enteramente
electiva disponiendo de ella a su arbitrio los Grandes de la nación.
Teudis fue elegido el primero, porque era bien conocida su prudencia
y su valor desde el tiempo que había gobernado el reino en la menor
edad del difunto Amalarico: reconquistó las plazas que los Franceses
le habían quitado; y algunos años después, habiendo reunido sus fuerzas
Childeberto y Clotario, Príncipes Franceses, hicieron la guerra a
los visigodos, les tomaron muchas plazas que tenían en las Galias,
y entrados en la España pusieron sitio a Zaragoza (543). Teudis, no
teniendo fuerzas para resistirles, mandó a su General Teudiselo que
ocupase los desfiladeros de los Pirineos para atacarles en su retirada.
Los habitantes de Zaragoza se defendieron con valor, y los Franceses
abandonaron el sitio retirándose con todo el botín que habían hecho.
Teudiselo les siguió incomodándoles en su retirada, y dada la batalla
los derrotó enteramente. Los dos Reyes viendo la imposibilidad de
retirarse consiguieron por el dinero lo que no podían por la fuerza,
y así pasaron las gargantas de los Pirineos y salvaron la mayor parte
del ejército.
Acabada esta guerra
con los Franceses volvió las armas Teudis contra las tropas del Emperador
Justiniano que sitiaban Ceuta; pero antes de llegar el socorro se
había ya rendido la plaza. Sin embargo se puso sobre ella para reconquistarla;
pero los sitiados hicieron una salida, le mataron mucha gente, y le
obligaron a levantar el sitio. Retirado a España(548), cuando estaba
más descuidado se acercó a él uno que se fingía loco, le hirió con
una espada, y poco tiempo después murió.
Después de su muerte
los grandes eligieron a Teudiselo, 0 Teodigelo, Teodiges, que mandaba
el ejército, el cual luego que subió al trono se hizo muy odioso por
su sensualidad, pues para satisfacerla se servía muchas veces de los
medios más crueles haciendo morir a las personas más distinguidas,
por cuyo motivo tomaron la resolución de quitarle la vida; y así en
un convite, guando estaba ya tomado del vino, los conjurados apagadas
las luces se echaron sobre él y le asesinaron el año 549, después
de haber reinado un año y algunos meses, y pusieron sobre el trono
a Agila. Los demás Grandes con muchas ciudades del reino no quisieron
reconocerle. Córdova se declaró la primera, y luego siguieron otras
su ejemplo, y proclamaron a Atanagildo que era de los más ilustres
de los Godos, pero tan ambicioso, que él mismo formó este partido
para subir al trono. Pidió socorro al Emperador Justiniano ofreciéndole
que le cedería una parte de las provincias meridionales de España;
y habiéndole enviado un ejército bajo el mando del General Liberio,
reunidas sus fuerzas fueron en busca de Agila, le dieron la batalla
y le derrotaron, y habiéndose encerrado en Mérida fue asesinado por
los de su partido. Atanagildo fue proclamado Rey por el ejército de
común consentimiento, y se quedó pacífico poseedor del trono.
Este príncipe de
un genio amable y bondadoso se granjeó la estimación de todos sus
súbditos. Los Imperiales extendían sus posesiones, o por la fuerza,
o por el artificio, o excitados de los mismos naturales, que aborrecían
el imperio de los Godos porque eran Arríanos. Irritado Atanagildo
reunió sus fuerzas, recobró lo que le habían quitado, y se hizo temer
y respetar de los Imperiales. Casó a Brunehilda su hija menor, que
era de una rara hermosura y de mucho talento, con Sigiberto Rey de
Austrasia, y celebradas sus bodas se hizo luego Católica. Su hija
primera llamada Galsuinda casó el año siguiente con Chilperico Rey
de Soissons , que era el más joven de los príncipes Franceses. Atanagildo
consintió con el mayor dolor en este matrimonio porque el Príncipe
Francés era un joven vicioso, cruel, y que tenía ya dos mujeres. Galsuinda
fue tan desgraciada en este matrimonio que su marido a instigación
de la infame Fredegunda le quitó la vida. Atanagildo después de haber
reinado trece años con mucha gloria murió el año 567.
Después de su muerte
hubo un interregno de cinco meses, porque los Grandes llenos de ambición
y de envidia no se convenían en la elección; entre tanto los Imperiales
se apoderaban de muchas plazas, y los Señores hacían sentir el peso
de su autoridad a sus vasallos, lo que excitó las quejas de todo el
pueblo, especialmente de las ciudades principales, y les obligó a
proceder inmediatamente a la elección de un Rey. Para aplacar al pueblo
se juntaron, y de común consentimiento eligieron a Liuva, Gobernador
de la Galia Gótica, hombre de una piedad conocida, de prudencia y
de valor, y de otras virtudes que le hacían digno del trono.
Luego que supo su
elección, propuso a los Grandes que asociasen a su imperio a su hermano
Leovigildo para que de este modo pudieran mejor defender los estados
de la Galia contra los Príncipes Franceses, y los de España contra
los Imperiales. El pueblo aplaudió esta generosa resolución y les
obligó a aprobarla. Liuva reinó felizmente conservando la paz y la
tranquilidad en su reino, y haciendo felices a sus súbditos: murió
con gran sentimiento de todo el rey no dejando a Leovigildo solo Rey
de los Godos.
Leovigildo era un
hombre poderoso, y de las familias más ilustres, que había casado
en primeras nupcias con Teodosia hija de Severiano, Duque o Gobernador
de la provincia de Cartagena, que se cree fue hijo de Teudis. De ella
tuvo dos hijos antes de subir al trono (572), a saber, Hermenegildo
y Recaredo. Después casó con Gosuinda, viuda de Atanagildo, lo que
contribuyó mucho a confirmar su autoridad: levantó un ejército poderoso
y atacó a los Imperiales que ocupaban las provincias meridionales:
sitió Medina Sidonia, en donde halló una fuerte resistencia; pero
entrada la plaza por traición todos fueron pasados a cuchillo para
inspirar terror a los que en las últimas turbaciones se habían sublevado:
después pasó a Córdova que estaba por los Imperiales, la cual hizo
una resistencia obstinada, pero por medio del oro se apoderó de ella
y sometió las demás plazas y fortalezas, más por el terror de sus
armas que por la fuerza: así lo redujo todo a su obediencia y obligó
a los Grandes a someterse o por el temor o por afecto: les insinuó
que convenía al bien del Estado que sus dos hijos fuesen asociados
al trono y declarados herederos presuntivos de la corona; y por común
consentimiento fueron proclamados Príncipes de los Godos. Hecho esto
volvió sus armas contra los Cántabros que se habían rebelado, y los
redujo a su obediencia obligándoles a someterse a la forma de gobierno
que estableció, lo que aumentó su autoridad y reputación. Sometidos
los Cántabros se fue con su ejército a castigar a los Suevos que habían
auxiliado a los rebeldes; pero Mir o Miron, Rey de ellos, le envió
Embajadores prometiéndole obediencia y sumisión, y de este modo apartó
la tempestad que le amenazaba. Después sujetó a los habitantes del
monte Orospeda, y los castigó rigorosamente porque por dos veces se
habían rebelado. Pacificados los Estados casó a Hermenegildo con Ingunde
hija de Brunehilda y nieta de Gosuinda, Princesa de mucha piedad y
religión, y les dio la Bética para que pudiesen vivir con todo el
aparato y magnificencia Real. Hermenegildo puso su corte en Sevilla,
se hizo Católico a persuasión de su mujer y de las instrucciones de
S. Leandro Arzobispo de aquella ciudad; y luego se encendió la guerra
entre el padre y el hijo: mas éste, abandonado de los Imperiales
que le habían ofrecido su socorro, se vio en la precisión de rendirse
y echarse a los pies de su padre, el cual le hizo despojar de sus
vestidos Reales y lo envió preso a Toledo. Leovigildo se irritó contra
los Católicos que estaban a favor de su hijo y empezó a perseguirles:
la Reina Brunehilda intercedió por el Príncipe y su hija, pero fue
desatendida. Los Vascones se rebelaron contra Leovigildo, pero fueron
luego reducidos a su obediencia; mas ellos por no estar sometidos
a un Príncipe Arriano abandonaron su país, pasaron los Pirineos, se
apoderaron de una parte de la Aquitania, y se establecieron en ella
dándole el nombre de Vasconia o Gascuña. Entre tanto Hermenegildo
se escapó de la prisión y se fue a Sevilla contando con el socorro
de los Suevos. Mir, que era su Rey, levantó pronto tropas y se fue
a socorrerle; pero Leovigildo hizo tanta diligencia que se puso con
un ejército poderoso entre los dos, les cortó enteramente la comunicación,
y el Suevo se vio precisado a retirarse y hacer la paz. Leovigildo,
tomada Mérida y las otras plazas, se puso sobre Sevilla en donde estaba
encerrado su hijo, el cual viéndose muy apretado salió de ella y se
fue a Córdova. Rendida Sevilla se fue a sitiar a su hijo en aquella
ciudad, y habiéndole hecho prisionero lo envió a Sevilla cargado de
cadenas. Después lo pasó a Tarragona, mas acercándose a esta ciudad
el General de los Imperiales para librarle, fue vuelto a Sevilla
y encerrado en una torre, donde por no querer recibir la comunión
de un Obispo Arriano fue decapitado en secreto por orden de su padre
el 13 de Abril del año 584. Tuvo de la Princesa Ingunde un hijo llamado
Atanagildo como su abuelo, que después de la muerte del padre fue
enviado a Constantinopla.
Leovigildo continuó
en hacer la guerra a los Imperiales con tanta actividad y diligencia,
que no teniendo fuerzas bastantes para resistirle, el Patricio le
pidió la paz y se concluyó con las condiciones más ventajosas para
los Godos. Desembarazado de estos enemigos fue a atacar a los Suevos
que estaban dominados por el usurpador Andeca, el cual había arrancado
el cetro de las manos de Evorico su legítimo Soberano, y le había
encerrado en un monasterio, por cuyo motivo se había conciliado el
odio de toda la nación; y así hallando poca resistencia se fue en
derechura a poner sitio a Braga que era la corte en donde estaba el
usurpador. La plaza, aunque fuerte, no tardó en rendirse; y hecho
prisionero Andeca fue enviado a Badajoz, se le cortó el cabello, y
se le ordenó de Presbítero; y toda la nación de los Suevos quedó reunida
bajo un mismo Soberano. Al mismo tiempo los Franceses con el pretexto
de vengar la muerte de Hermenegildo, invadieron sus estados. El Rey
que estaba viejo, y conocía que su presencia era necesaria en España,
envió a su hijo Recaredo con un ejército poderoso, el cual obró con
tanta prudencia y valor que los hizo retirar, y el año siguiente los
derrotó enteramente; y restablecida la tranquilidad en la Galia Narbonense,
se volvió a España y se casó con Bada hija de uno de los principales
Señores Godos. Poco tiempo después murió su padre Leovigildo al fin
del año 585 después de haber reinado diez y ocho años. Fue el héroe
de su tiempo con una mezcla de vicios y virtudes, ambicioso y avaro
en extremo, severo e inflexible sin medida, valiente, de mucha economía,
justo, y amigo de que todos sus súbditos siendo obedientes gozasen
de toda su protección. Restableció el orden en el estado, publicó
leyes buenas para el gobierno acomodadas al tiempo y a las circunstancias:
estableció el Fisco Real, y puso orden en la hacienda : mostró en
todas las ocasiones mucha grandeza de alma, firmeza, prudencia y
majestad: ningún Príncipe de los Godos se hizo obedecer y respetar
mejor que él, ya por el temor, ya por la persuasión en que estaban
de que su gobierno era excelente : poseía perfectamente el talento
de saberse acomodar a las circunstancias en que se hallaba; y así
hacia servir sus vicios y sus virtudes para refirmar su autoridad.
Corrigió los defectos que tenía el gobierno de sus predecesores: restableció
la disciplina militar en el ejército; y teniendo siempre la tropa
ocupada en guerras, hizo respetar su autoridad de los Cántabros y
de los Montañeses, haciéndose obedecer igualmente de todos sus súbditos.
Su habilidad principal consistía en saber ganar a sus enemigos con
dinero, dividirlos entre sí para atacarlos separadamente y vencerlos,
y los engañaba con mucha facilidad. Hacía grandes preparativos para
emprender contra alguno de ellos la guerra según se creía , y de repente
hacia secretamente la paz con él y se iba a atacar a los otros que
estaban desprevenidos : supo aprovecharse de todas las circunstancias,
y tomar tan bien todas las medidas, que jamás le salió mal ningún
proyecto. Los Imperiales le temieron y respetaron, venció a los Suevos,
y agregó toda la España a su Imperio.
Recaredo su hijo,
que había manifestado tanto valor en las campañas contra los Franceses,
fue generalmente reconocido y proclamado Rey, y luego trató de restablecer
la paz con los Reyes de Francia; pero al mismo tiempo, Sisberto Capitán
de las guardias de Leovigildo, el cual había asesinado a Hermenegildo,
tramó una conjuración contra el Rey, la cual descubierta perdió la
vida en un cadalso. Gontran Rey de Orleans y de Borgoña, que no había
querido hacer la paz, se entró en los estados que los Godos tenían
en las Galias. Sus tropas, mandadas por Didier y Austrobaldo, al principio
hicieron grandes progresos y pusieron en huida las tropas de Recaredo.
Didier llegó hasta Carcasona, donde reunidos los Godos cayeron sobre
él y le hicieron pedazos. Después fueron a atacar a Austrobaldo, lo
derrotaron, y reconquistaron todos sus estados. En el mes de Octubre
propuso el Rey, que estaba ya convertido a la Religión por el celo
de Leandro Metropolitano de Sevilla, a los Grandes y los Obispos Arríanos
que se introdujera la Religión Católica en todos sus estados, y todos
manifestaron su aprobación y contento (587); pero al principio del
año siguiente se excitó un alboroto por Autolaro Obispo Arriano muy
celoso de su secta, tomaron las armas, y echándose sobre los Católicos
mataron a muchos. Las tropas del Rey cayeron sobre los rebeldes,
y en un momento aplacaron la sedición. No bien se había apagado ésta
guando Sunna Obispo Arriano con algunas personas principales excitó
otra rebelión mucho más peligrosa en Mérida, la que habiendo sido
descubierta fueron presos los principales conjurados y castigados
severísimamente. El año siguiente la Reina Gosuinda, viuda de Atanagildo
y de Leovigildo, se conjuró con Ubila Obispo Arriano para matar al
Rey; pero también se descubrió por más precauciones que tomasen los
conjurados, y el Obispo fue desterrado de los dominios del Rey: y
guando se trataba el género de pena que se había de imponer a la Reina
viuda, se murió de rabia, de dolor y desesperación; y Recaredo resolvió,
para precaver semejantes alteraciones, que se quemasen todos los libros
de los Arrianos. Después renovó las negociaciones de paz con Gontran,
el cual se mostró más inflexible que nunca, pues habiendo reforzado
sus ejércitos Austrobaldo se apoderó de Carcasona; y Bosón, que mandaba
sesenta mil hombres, fue derrotado completamente por el ejército de
los Godos mandado por Claudio, que era Gobernador de la Lusitania.
El Rey Recaredo,
para desarraigar totalmente la herejía, juntó un Concilio en Toledo,
donde se ratificó por un acto nacional la conversión de los visigodos
a la Fé Católica; pero Argimundo, que era uno de los empleados en
el palacio Real, y Gobernador de una provincia, hizo una conspiración
contra el Rey, la cual fue descubierta y todos los cómplices principales
castigados como era justo. Muerta la Reyna Bada, Recaredo casó con
Clodosuinda hija de Brunehilda y hermana de Ingonda, y después escribió
al Papa San Gregorio el Grande suplicándole que le enviase un extracto
de los tratados que el Rey Atanagildo había hecho con el Emperador
Justiniano, para saber con qué título poseían los Imperiales las tierras
que tenían en España: reprimió al General de éstos que hacia incursiones
en sus estados, y aunque superior en fuerzas, no quiso desposeerlos
de sus tierras, y les concedió condiciones de paz razonables. Dos
años después los Gascones o Cántabros que se habían retirado en tiempo
de su padre a la Aquitania, pasaron con armas los Pirineos para volver
a recobrar las tierras que habían abandonado; pero las tropas de Recaredo
los echaron de ellas, y les obligaron a repasar a Francia; y luego
que se restableció la tranquilidad, se aplicó a arreglar los negocios
del Estado y a corregir las leyes de los Godos, acomodándolas a los
usos y costumbres de su tiempo; y guando estaba ocupado en estos negocios
le sobrevino una enfermedad que le hizo bajar al sepulcro con sentimiento
universal de todos los súbditos.
Liuva su hijo, que
había tenido antes de subir al trono de una mujer de bajo nacimiento,
le sucedió por elección de los Grandes siendo de edad de 20 años;
y aunque fuese un Príncipe de grandes esperanzas, fue asesinado por
Viterico y los principales oficiales del ejército corrompidos por
este traidor, el cual fue proclamado Rey por los cómplices de tan
infame atentado. Continuó la guerra que el infeliz Liuva había empezado
contra los Imperiales, y los derrotó completamente cerca de Segoncia,
lo que le adquirió alguna reputación y aquietó al pueblo; mas habiendo
sabido después que era Arriano, se sublevó todo el rey no, y los que
estaban más irritados contra él entraron en palacio guando estaba
comiendo, le asesinaron, y el populacho lleno de furor lo arrastró
por las calles, llenándole de injurias y haciendo mil imprecaciones
contra su persona; y después lo enterraron en el lugar destinado para
los criminales.
Después de la muerte
de este usurpador, fue elegido y proclamado Rey Gundemaro, que procuró
conservar la buena armonía con los Reyes de Francia; y sabido que
los Gascones se habían rebelado, fue con su ejército a sujetarlos,
entró en su país, y todo lo puso a sangre y fuego, obligando a sus
habitantes a huir a las montañas. El año siguiente volvió las armas
contra los Imperiales, que hacían incursiones en sus estados, los
derrotó completamente, y puso en estado de no poder hacer, en mucho
tiempo ninguna invasión. A la vuelta de esta expedición cayó enfermo,
y murió llorado de todos por su piedad, valor y celo por el bien del
Estado.
Sisebuto subió al
trono por consentimiento unánime de todos los electores, que conocían
muy bien las virtudes que le hacían digno de ocuparlo. Los Asturianos
y los Rucones se rebelaron , pero luego los sujetó enviando dos ejércitos
al mando de Rechila y de Suintila: después juntó un poderoso ejército
para ejecutar el proyecto que tantas veces habían intentado sus predecesores
de arrojar de la España los Imperiales: se puso inmediatamente en
marcha, y luego que lo supo el Patricio Cesáreo salió con sus tropas
al encuentro de este Príncipe, se dio la batalla, y los Imperiales
fueron enteramente derrotados. Sisebuto como gran Capitán aprovechándose
de la victoria se apoderó de muchas plazas: entre tanto Cesáreo levantó
tropas y reforzó su ejército para tentar de nuevo la suerte de la
guerra , y se dio otra batalla de poder a poder, en la cual la victoria
estuvo mucho tiempo indecisa; pero al fin se declaró por los Godos,
y los Imperiales fueron enteramente derrotados con mucha mayor pérdida;
de manera que viendo Cesáreo que ya no podía restablecer su ejército
le envió Embajadores para pedir la paz (615). Sisebuto dictó las condiciones
a su voluntad, y Cesáreo las aceptó con la protesta de enviarlas al
Emperador Heraclio para que ratificase el tratado. El Emperador lo
ratificó con la condición de que arrojase de todos sus estados a los
Judíos, cedió todos los dominios que tenía en la España, y no se reservó
sino el reino de Algarbe que poseía en Portugal. Sisebuto puso en
buena defensa todas las plazas, para que siendo acometidas por los
Imperiales pudieran defenderse: después de acabar una conquista tan
importante, pasó con todas sus tropas a castigar a los habitantes
de la costa de África que con sus piraterías infestaban las de España.
Desembarcó en la Mauritania Tingitana, se apoderó de Tánger, de Ceuta,
y de las otras plazas marítimas, y dejando en ellas buenas guarniciones
se retiró a España; y habiéndose ocupado algún tiempo en arreglar
los negocios de su reino, viviendo con tranquilidad y sin temor de
sus enemigos, murió en paz con gran sentimiento de todos sus súbditos
en la primavera del año 621.
Después de su muerte
fue proclamado Rey su hijo aunque muy joven con el nombre de Recaredo
II, en el cual veían todos las raras cualidades de su padre, por cuyo
motivo se aplaudió generalmente la elección que los Grandes habían
hecho de él, prometiéndose todos un feliz reinado; pero apenas se
había sentado en el trono, bajó al sepulcro, y luego después de su
muerte fue elegido Suintila, el cual había ya manifestado mucha prudencia
y valor mandando los ejércitos, y se había adquirido la reputación
de un General feliz. Empezó su reinado arreglando la administración
de justicia para asegurar la tranquilidad interior de sus súbditos.
Los Gascones hicieron una irrupción en sus estados, causando la desolación
de todos los pueblos donde penetraron. Llegada al Rey esta noticia
mandó a los Gobernadores de las provincias se apoderasen de los desfiladeros
de las montañas, y él se puso en marcha con un ejército numeroso de
soldados aguerridos para castigarles. Estos se retiraron precipitadamente;
mas viéndose rodeados por todas partes imploraron la clemencia del
Rey, prometiendo someterse a todo lo que les mandase. Suintila recibió
con bondad a los diputados, les mandó dejar todo el botín que habían
hecho, les hizo trabajar en la construcción de una ciudad para impedir
en adelante semejantes incursiones, y les permitió volverse a su país;
y concluida esta expedición se volvió triunfante a Toledo, donde fue
recibido con demostraciones de la mayor alegría. Poco tiempo después
formó el proyecto de arrojar enteramente a los Imperiales del pequeño
reino de los Algarbes que poseían, y se puso en marcha para esta expedición
con un ejército fuerte. El Patricio que gobernaba salió a su encuentro,
se dio la batalla, y fue muerto en ella. El que le sucedió en el mando
se defendió con el mayor valor, y el Rey no pudo penetrar en este
pequeño reino. La corte Imperial envió un nuevo Patricio para defenderlo,
el que inmediatamente reunió todas las tropas, y dio las órdenes necesarias
para hacer la mayor defensa. Viendo el Rey esta generosa resolución,
no quiso exponer el ejército que le había hecho tan buenos servicios,
y le mandó decir al Patricio que si quería retirarse con unas tropas
tan valientes como las que tenía, le concedería las condiciones que
pidiese. El Patricio aceptó estas ofertas, y arreglada la evacuación
del país, y recibidas las recompensas proporcionadas a lo que abandonaban,
quedó Suintila enteramente dueño de toda España.
Concluida esta expedición
con tanta felicidad (625), consiguió de los Grandes que su hijo Ricimer
fuese asociado al trono como heredero presuntivo de la corona; y hecho
esto se convirtió de un Príncipe justo y moderado, en un tirano y
perseguidor. Se llenó de orgullo, de sensualidad y de avaricia; trató
con desprecio a los Grandes, y cometía violencias con los que no aprobaban
su conducta; impuso tributos insoportables a sus pueblos reduciéndolos
a la mayor miseria, lo que causó un descontento general, y dispuso
los ánimos a la revolución. En este tiempo gobernaba la Galia Narbonense
Sisenando, hombre de la primera distinción, de raras cualidades para
el gobierno acompañadas de la ambición más excesiva, el cual instruido
de lo que pasaba en España formó el proyecto de subir al trono, e
hizo entrar en su intriga muchos Españoles, y ganó con regalos a Dagoberto
Rey de Francia para que le ayudase en su empresa, y éste mandó que
las tropas que tenía en Borgoña bajo la conducta de Abundancio, juntas
con las que Benerando tenía en Tolosa a sus órdenes, pasasen con Sisenando
a España. Luego que Suintila tuvo aviso de esta rebelión, se puso
al frente de sus tropas, y se fue a buscar al usurpador. Los dos ejércitos
se encontraron en Zaragoza, y guando se disponía para darla batalla,
quedó sorprendido al oír a su ejército proclamar por Rey a Sisenando,
y de ver que Geilán su hermano era uno de los más acalorados; y así
se retiró para conservar su vida pues había perdido la corona. Poco
después llegado al campo Sisenando fue recibido con las mayores aclamaciones,
hizo grandes regalos a los generales Franceses los cuáles volvieron
a pasar los Pirineos, y él se fue a Toledo, entró triunfante en la
ciudad, y fue de nuevo proclamado Rey con gran satisfacción de los
Godos (632).
Apenas había subido
al trono, Geilán tramó una conjuración contra él, la cual descubierta
le causó su ruina; fue despojado de todos sus empleos, confiscados
todos sus bienes, y pasó lo restante de su vida despreciado y abandonado
de todos. El año tercero de su reinado se juntó el Concilio IV de
Toledo, el cual mandó que se observase inviolablemente la Fé jurada
al Príncipe, prohibiendo con pena de excomunión atacar su autoridad
y su vida. El Rey Sisenando después de un reinado de cinco años murió
pacíficamente en el mes de Marzo del año 636.
Chintila fué elegido
y proclamado Rey, el cual la primera cosa que hizo fue convocar un
Concilio en Toledo para arreglar los negocios del Estado y de la Iglesia.
Este Concilio igualmente declara que será excomulgado el que falte
a la fidelidad que debe a su Soberano, y que incurrirá en la misma
pena el que se atreva a maldecirle. Dos años después este piadoso
Príncipe declaró que quería que todos sus súbditos y soldados profesasen
la Religión Católica, y arrojó de todos sus estados a los Judíos:
después se juntó el VI Concilio de Toledo, y este Príncipe justo continuó
gobernando sus estados con la mayor equidad y moderación, granjeándose
la estimación y amor de sus súbditos, haciéndoles gozar de una profunda
paz dentro y fuera del reino, y murió al principio del año 640 llorado
generalmente de todos.
Le sucedió en el
trono su hijo Tulga por la elección que los Grandes hicieron de él,
conformándose con los deseos de toda la nación. Este joven era muy
semejante a su padre en la piedad, la caridad y las demás virtudes;
pero por ser de tan pocos años, hubo algunos Godos que despreciando
su autoridad cometieron excesos muy perjudiciales al bien público
: este desorden se aumentó de manera que con el pretexto de remediarlo
e impedir la ruina de la nación, los principales de los Godos convinieron
en hacerle descender del trono, y poner en su lugar a Chindasvinto
que era un viejo respetable por su edad y por sus talentos. Este hombre
ambicioso aceptó la proposición que se le hizo, y ayudado de sus partidarios,
destronó al joven Tulga, le hizo cortar el cabello a fin de inhabilitarle
para el trono como era de costumbre.
Chindasvinto empezó
a reinar en el mes de Mayo del año 642, mas apenas se había sentado
en el trono guando se encendió una guerra civil casi por todo el reino,
no queriendo someterse los Godos a un hombre que había usurpado por
violencia el cetro. Chindasvinto reunió su ejército y muy en breve
los redujo a todos a su obediencia. El año sexto de su reinado se
celebró el Concilio VII de Toledo, el cual hizo diversos cánones para
mantener la autoridad Real, excomulgando por toda la vida a los que
recurriesen a los extranjeros para sostener la rebelión, y si son
Eclesiásticos los condena a ser degradados. El Rey gobernaba con tanta
prudencia y humanidad, que se granjeó el respeto y el amor de todas
las gentes, y los Grandes consintieron en que su hijo Recesvinto fuese
asociado al trono: después pasó la vida con más tranquilidad ocupándose
en las letras y en los ejercicios de piedad. Era gran político, conocía
a fondo la constitución de los visigodos, y procuró restablecerla
en su vigor y fuerza: envió al Obispo Tajón de Zaragoza a Roma a buscar
las obras del Papa San Gregorio el Grande : se dice que fundó el Monasterio
de San Román de Ornija, pueblo que está entre Toro y Tordesillas cerca
del Duero. Chindasvinto murió el 1 de Octubre del año 650 de edad
de 90 años y a los once de su reinado.
Después de su muerte
fue reconocido Rey Recesvinto por la mayor parte de los Grandes, aunque
hubo muchos muy descontentos de su elección, y esperaron coyuntura
favorable para declarar sus resentimientos y levantarse. Froya era
del número de estos, hombre rico, poderoso, y que tenía muchos amigos
y partidarios. Tomó las armas e hizo entrar en su partido a los Gascones
que estaban resentidos por haberles arrojado de su país Suintila la
primera vez que entraron en él. Luego que pasaron los Pirineos estos
hombres feroces, lo llevaron todo a sangre y fuego sin perdonar ninguna
clase de personas, ni las Iglesias, ni los Monasterios. Recesvinto
cayó sobre ellos con un ejército aguerrido, y los hizo pedazos quedando
la mayor parte muertos: Froya se salvó con muy pocos repasando los
Pirineos. Después de esta victoria el Rey publicó una amnistía general,
prometiendo satisfacer los agravios que hubiesen sufrido las ciudades
rebeldes, y de este modo se pacificó todo y fue generalmente reconocido.
El 17 de Diciembre del año 653 se convocó el VIII Concilio de Toledo,
en el cual se arregló todo lo que debía hacerse para hacer cesar el
desorden que había causado la rebelión, y precaver en adelante semejantes
abusos; y después de este tiempo gobernó pacíficamente y con mucha
tranquilidad ocupándose más en la felicidad pública que en la suya
propia, de manera que se granjeó la estimación y el amor de todos
sus súbditos. Los Sarracenos hacían grandes conquistas en el África,
lo que tenía al Rey con mucha inquietud porque se habían acercado
a la Mauritania Tingitana, y derrotado al Conde Gregorio en una acción
que tuvo con ellos. La proximidad de estos enemigos le causó tal sobresalto
que cayó enfermo, se fue al lugar de Gérticos que está en el territorio
de Salamanca a cuarenta leguas de Toledo para restablecer su salud
con la mudanza de aires; mas su enfermedad se aumentó y murió el 1
de Septiembre del año 672 el veinte y cuatro de su reinado, justamente
llorado de todos sus súbditos.
Después de haber
celebrado las exequias de este Príncipe con la mayor solemnidad, los
Obispos y Señores de la corte eligieron a Wamba de común consentimiento,
porque sus virtudes y la experiencia que tenia de los negocios eran
bien conocidas. Wamba se resistió a admitir la elección, y no cedió
hasta que amenazado con la espada por uno de los electores, se le
dio a escoger entre la corona y la muerte; y entonces consintió en
tomar el cetro con la condición que se dilataría su coronación hasta
que toda la nación aprobase su elección. Pusiéronse en camino para
Toledo, y el 19 de Septiembre del año 672 fue coronado con aplauso
general de todos los Grandes y del pueblo. Los Gascones de España
y los Asturianos se rebelaron con el pretexto de que estaban sobrecargados
de impuestos, y guando trataba de reducirlos a la obediencia, le
llegó noticia de que Hilderico Conde de Nimes, ayudado de otras gentes
principales, había ganado toda la tropa que tenía en las Galias, y
se había levantado con todos sus Estados de la Narbonense. El Rey
envió contra ellos una gran parte de sus tropas veteranas bajo las
órdenes del Conde Paulo, Capitán viejo, de mucho valor y prudencia;
mas apenas entró en la provincia Tarraconense guando formó el proyecto
de levantarse Rey, y para efectuar este detestable designio ganó a
su partido al Duque Ranosindo y al Gardingo Hidegiso que mandaban
las tropas de la provincia. Descubierta esta traición Argebaudo Arzobispo
de Narbona le quiso cerrar las puertas de la ciudad; pero Paulo hizo
tanta diligencia, que antes de disponerse para resistirle se había
apoderado de esta plaza. Este Prelado fiel a su Rey no dejaba de darle
aviso de todo lo que pasaba: entretanto el Conde Paulo tomaba todas
las medidas para hacerse elegir Rey, y engañar de este modo los soldados
y al pueblo. En una junta que tuvo de los principales oficiales del
ejército y del pueblo fue proclamado Rey; e Hilderico mismo que se
había rebelado se declaró también por él, y los Franceses le ofrecieron
socorrerle con hombres y dinero para mantenerse en el trono. Los habitantes
de Cataluña abrazaron su partido, y luego hizo ocupar las plazas que
están al pie de los Pirineos y las gargantas de estos montes, para
tener tiempo de levantar tropas y formar un ejército considerable.
El Rey se hallaba entonces en las fronteras de Navarra, y sabida la
rebelión tomó consejo de los principales del ejército, y aunque algunos
querían que se volviese a Toledo para aumentar más gente, y poder
resistir a los enemigos, Wamba que era un Capitán viejo y de mucha
experiencia les declaró con gran resolución que no era decente a la
Majestad huir delante de los rebeldes, y que estaba resuelto a sujetar
primero los Gascones, y pasar inmediatamente los Pirineos para castigar
a los traidores: dio las órdenes correspondientes para que todas las
tropas del reino se pusieran en movimiento para los puntos señalados,
y a la flota que se presentase delante de las costas de Francia y
esperase allí el ejército: entró en Navarra, y llevándolo todo a sangre
y fuego, llenó de tanta consternación a los habitantes que imploraran
su clemencia : les perdonó con mucha benignidad, les agregó a su ejército,
y a marchas forzadas se puso luego sobre Barcelona, se apoderó de
ella y de las demás ciudades sin resistencia porque no estaban preparadas
para la defensa: después dividió en cuatro cuerpos todo su ejército,
pasó los Pirineos por diferentes puntos, y con el cuarto formó el
cuerpo de reserva. Él ejército no halló resistencia sino en un fuerte
que los rebeldes defendieron con la mayor desesperación, mas fue tomado
muy pronto, y se cogieron en él a Ranosindo e Hildegiso, los cuáles
fueron enviados al Rey atados de pies y manos: de allí pasaron a Sardonia
donde mandaba Witimiro General del rebelde, el cual lleno de terror
tomó el partido de retirarse antes que llegase el ejército, y las
tropas se rindieron sin hacer resistencia. Pasados los Pirineos se
reunieron todos los cuerpos: Wamba les mandó poner sitio a Narbona
donde se hallaba encerrado Paulo, el cual no creyéndose seguro, se
escapó a Nimes dejando el mando con una guarnición fuerte a Witimiro.
Luego que pusieron sitio a la plaza citaron a Witimiro que se rindiese,
pero su respuesta fue fiera e insolente: irritados los Generales y
toda la tropa dieron el asalto, los sitiados se defendieron tres horas
con un valor que no tiene ejemplo; pero las tropas del Rey la tomaron,
y todo lo pasaron a cuchillo. Witimiro se refugió con algunos soldados
en una Iglesia donde se defendió con la última desesperación: un soldado
le descargó un golpe y le echó en tierra, y atado y preso con los
demás oficiales fue enviado al Rey. Las demás ciudades entraron en
la obediencia, y las guarniciones se retiraron a Nimes donde estaba
el rebelde Paulo, el cual como Capitán experimentado hizo todos los
preparativos para la mejor defensa. El ejército Real se presentó
delante de esta plaza dividido en cuatro cuerpos todos mandados por
Generales muy hábiles, y la invistieron por todas partes. Los sitiados
los despreciaban porque eran más en número, y aun querían salir a
atacarles si Paulo no los hubiera contenido. Los Generales irritados,
y llenos de vanidad y de orgullo por la victoria que habían conseguido
en Narbona, dieron el asalto; pero fueron rechazados con tanta pérdida,
que sin nuevo socorro era imposible continuar el sitio. El Rey les
envió un cuerpo de diez mil hombres de la tropa mejor que tenía, los
cuales llegaron al tiempo que se iba a dar un nuevo asalto a la plaza.
Paulo lleno de terror con esta noticia, disimuló y animó a la tropa
a la defensa: se empezó el ataque, y de una parte y de otra se combatió
con un furor obstinado y desesperado. Los Franceses se cansaron, y
temerosos de ser pasados a cuchillo se amotinaron contra el rebelde,
lo que causó una confusión grande en todo el ejército. Los sitiadores
se aprovecharon de este momento, continuaron el ataque y tomaron la
plaza. Los habitantes de la ciudad se echaron contra los Españoles
del partido de Paulo , acusándolos de traición mientras que la tropa
lo pasaba todo a cuchillo. Paulo con sus más celosos partidarios se
retiró al Anfiteatro llamado Arenas que estaba bien fortificado, y
no era fácil forzarle: a la noche cesó la matanza, y restablecida
la tranquilidad, se celebró la victoria con grandes fiestas y alegría.
Después de tres días el Rey se acercó a ella con su ejército. Paulo
y sus cómplices le enviaron a Argebaudo Metropolitano de Narbona para
implorar su clemencia, el cual lo hizo en términos tan patéticos y
tiernos, que el Rey prometió perdonar a los rebeldes, pero sin hacer
mención de las cabezas de la rebelión: después entró en la ciudad,
y mandó que las tropas se pusiesen en las montañas para impedir que
los Franceses viniesen al socorro de sus aliados. Rendido Paulo fue
presentado al Rey, llevándole dos Capitanes de caballería agarrado
de sus cabellos: estando en su presencia se arrodilló, se quitó él
mismo el cíngulo militar, que era degradarse, y después fue puesto
bajo buena guardia con los demás oficiales que habían sido hechos
prisioneros. Mandó restituir a las Iglesias, Monasterios, y a las
personas particulares lo que se les había quitado, y reedificar las
murallas de la ciudad. Hecho esto puso en orden de batalla la tropa
alrededor del tribunal que había mandado erigir donde estaba él sentado,
los Generales de su ejército y demás señores, e hizo traer a Paulo
y a sus cómplices, y puestos en su presencia le preguntó si le había
ofendido en alguna cosa, o le había hecho alguna injusticia, o le
habida dado algún motivo de disgusto; y el reo le respondió que no
había recibido sino beneficios, que la misma confianza que le había
manifestado había sido causa de su rebelión, y que no tenía razón
alguna para justificarla; los demás confesaron lo mismo. Después se
leyó el juramento de fidelidad y de obediencia que habían prestado
al Rey, y las leyes contra los rebeldes; y los jueces pronunciaron
la sentencia de muerte contra todos ellos. El Rey la moderó contentándose
con que se les rasurase el cabello y se les encerrase por toda su
vida para hacer penitencia. Puso buenos Gobernadores en las plazas
con las guarniciones correspondientes para su defensa, recompensó
a los soldados que se habían distinguido más, y se volvió a Toledo
donde entró triunfante con su tropa ricamente vestida. Los rebeldes
iban en una carreta en medio de la tropa raídas las cejas, la barba,
y los cabellos, con los pies descalzos, malos vestidos, y entre ellos
se distinguía Paulo que llevaba una corona de cuero negro: el Rey
cerraba la marcha, y todo el pueblo lo recibió con grandes vivas y
aclamaciones. Después se fue a la Iglesia a dar gracias a Dios, despidió
las tropas, y se aplicó a remediar los desórdenes que había en el
estado y en la Iglesia empezando por su capital: juntó dos Concilios,
el uno en Braga y el otro en Toledo, en los cuáles se hicieron muchos
cánones para corregir algunos abusos que se habían introducido entre
los Eclesiásticos, y se arregló la extensión y límites de las diócesis.
Cuando estaba más ocupado en arreglar su estado, los Árabes infestaban
las costas de España con sus flotas: Wamba reunió sus fuerzas navales
para contenerles y castigarles: los Sarracenos juntaron una escuadra
muy considerable para destruir de una vez las fuerzas de la España
y hacer desembarco en ella: se dio una batalla naval, en la cual los
Godos no mostraron menos valor que en las de tierra. Por una y otra
parte se hicieron esfuerzos extraordinarios; pero al fin los Godos
vencieron, hicieron un inmenso botín y muchos esclavos. Los Sarracenos
perdieron doscientas setenta embarcaciones, y esta pérdida retardó
las desgracias que después causaron en la España por la indolencia
de sus sucesores.
Mientras Wamba estaba
ocupado en conservar el honor del trono de la nación, Ervigio, hijo
de Ardabasto, dominado de la ambición maquinaba el modo de derribarle
de él; y para conseguirlo, le dio una bebida ponzoñosa que le hizo
perder el juicio por algún tiempo , y estando en este estado le hizo
cortar los cabellos y vestir el hábito de penitente. Vuelto en sí
el Rey, aunque conocía el artificio de que se habían servido para
ponerlo en este estado, disimuló, y prefiriendo la tranquilidad del
Estado y el bien de sus súbditos, y evitar una guerra civil que les
había de ser fatal, nombró por su sucesor a Ervigio, y él se retiró
al Monasterio de Pampliega para consagrar lo restante de sus días
al servicio de Dios.
Ervigio fue proclamado
Rey en virtud del nombramiento de Wamba y consentimiento de la nobleza
el 10 de octubre del año 680, y el día siguiente fue consagrado por
Juliano Metropolitano de Toledo, que sin saber nada de la trama había
contribuido a la ambición de Ervigio. Este Príncipe se sentó pacíficamente
en el trono aunque subió a él por una acción tan execrable, la que
muchos no dejaban de murmurar; y temeroso de que sucediera algún alboroto
general, hizo juntar un Concilio para hacerse confirmar en la posesión
del trono de una manera auténtica. El Concilio se celebró el año siguiente
desde el 9 de enero hasta el 25 del mismo mes, en el cual se hicieron
algunos cánones para calmar el espíritu del pueblo, y refirmarle sobre
el trono; y para aplacar el resentimiento de la familia de Wamba,
casó su hija Cigilona con Egica, sobrino y heredero de este Monarca:
esto no obstante hubo algunas revoluciones o levantamientos en algunas
provincias que Ervigio supo apagar con su valor y prudencia. Después
procuró ganar el amor de sus súbditos evitando todo lo que podía descontentarles,
y ocupándose más que ninguno de sus predecesores en hacerlos felices;
y así por más descontento que tuvieran algunos Señores contra él,
lo disimularon, porque vieron que el pueblo, la mayor parte de la
nobleza, y la clerecía lo estimaban. Para remediar los males que afligía
a la Iglesia y al Estado hizo celebrar otros dos Concilios en los
años siguientes. Después hubo una grande hambre en España, a la cual
siguió una epidemia que hizo morir muchísimas gentes. Puestos en buen
orden los negocios públicos, y establecida la tranquilidad en el Estado
que no podía gozar en su conciencia, cayó enfermo de una enfermedad
muy grave que él juzgó mortal. Nombró por su sucesor a Egica el 14
de agosto del año 687, le hizo jurar que administraría justicia a
todo el mundo, y habiendo absuelto el juramento de fidelidad que le
habían prestado los Señores, se hizo rasurar, tomó el hábito de penitente,
y poco después murió el año octavo de su reinado cuando Wamba vivía
todavía en el Monasterio, donde supo con mucha alegría que la corona
había recaído en aquel para quien él mismo la destinaba.
Egica fue proclamado
Rey con gran satisfacción de todos sus súbditos por el grande amor
y respeto que tenían a su tío Wamba, que todavía vivía en el Monasterio
de Pampliega, donde murió algún tiempo después lleno de gloria y de
virtudes, y en opinión de santidad (688). El Rey hizo celebrar un
Concilio en Toledo, en el cual se revocaron algunas cosas del año
precedente. Presentóles él mismo una memoria manifestando los motivos
de su convocación, y pidiéndoles consejo sobre el modo de cumplir
los juramentos que Ervigio había exigido de él que le parecían contradictorios,
es a saber, de administrar justicia a todos sus súbditos, y de proteger
y sostener en todo a la mujer, hijos, yernos, y demás parientes de
su predecesor, deseando saber hasta dónde se extendía esta obligación
de proteger a la familia del difunto Rey contra los que le pedirían
justicia por haberles despojado de sus bienes y habérselos dado a
su familia; y suplicaba al Concilio que le dijese a cuál de los dos
juramentos había de dar la preferencia. Los Padres del Concilio, después
de una madura deliberación, le respondieron que la justicia se debe
a todo el mundo, y que solo debía proteger a la familia de Ervigio
cuando se pidiese alguna cosa injusta contra ella; que el juramento
que es contrario a la justicia no obliga, y ni los Jueces ni las demás
personas deben guardarlo. Dos años después de este Concilio murió
Juliano Arzobispo de Toledo y le sucedió Sisberto, hombre de un ilustre
nacimiento entre los Godos, pero orgulloso y lleno de ambición, el
cual poco tiempo después de estar en la silla tramó la conspiración
más horrible contra el Rey para quitarle la vida a él, a su mujer,
y a todos sus hijos, haciendo entrar en su infame proyecto una infinidad
de personas de todas clases y condiciones. Descubierta la conjuración,
el Rey hizo prender al Arzobispo, convocó un Concilio en Toledo, donde
juzgado este turbulento Prelado fue depuesto; y el Rey se contentó,
por respeto al carácter, con desterrarle de su Reino. El año siguiente
hizo juntar otro Concilio para determinar sobre la conjuración que
habían tramado los Judíos dispersados por todo el Reino juntamente
con los de Africa, y se tomaron en él las medidas correspondientes;
y el Rey por su parte dio las órdenes para tenerlos sujetos.
Los Sarracenos después
de haber conquistado la Mauritania, infestaban nuestras costas con
su flota: el Rey hizo equipar la suya, y dio el mando de ella a Teodemiro,
joven de una rara prudencia y valor, que era hijo 0 yerno de Egica,
el cual se hizo a la vela en busca de los Sarracenos y con ánimo de
atacarles donde quiera que los hallase. Los Sarracenos llenos de orgullo,
y despreciando al Almirante Español por su poca edad y experiencia,
le atacaron : la batalla fue terrible: los Godos pelearon con un valor
extraordinario, y fueron derrotados los Musulmanes. Después se encendió
la guerra con los Franceses, acaso por haber hecho los Duques de la
Gascuña una irrupción en la España o en la Galia Narbonense. Egica
envió un ejército considerable, se dieron tres batallas consecutivas,
en las cuáles los dos partidos perdieron mucha gente, y se quedaron
reducidos a los mismos dominios que antes tenían. Dejó buenas guarniciones
en las plazas para su defensa, y así se les quitó la gana de hacer
nuevas invasiones. Hallándose ya muy viejo, y deseando que su hijo
Witiza subiese al trono, propuso a los Grandes del Reino la intención
que tenia de asociarlo al Imperio para conservar mejor la tranquilidad
del Estado, y no dejarlo expuesto a las turbaciones que acompañan
las elecciones de un nuevo Monarca. Los Grandes aprobaron esta asociación.
Egica dio a su hijo el gobierno de la antigua Galicia, y estableció
su corte en Tuy para que de este modo aprendiera el arte de gobernar
una monarquía tan vasta guando fuese solo Rey de una nación tan poderosa.
Luego que vio Egica que su hijo se había ganado el afecto del pueblo
por sus talentos y bellas cualidades, convocó un Concilio en Toledo
para hacer confirmar esta elección que los Grandes habían aprobado,
lo que se ejecutó como él mismo deseaba; y así después de un largo
y feliz reinado, murió de enfermedad en el mes de octubre del año
700.
Luego que Witiza
supo la muerte de su padre pasó a Toledo, y por los actos de clemencia
y de liberalidad que ejerció se granjeó la estimación de todos sus
súbditos, concedió inmediatamente una amnistía general, llamó a los
que su padre había desterrado por la traición contra Wamba y la conspiración
de Sisberto, les devolvió todos sus bienes, y los restableció en sus
cargos; perdonó a todos los pueblos de su vasta monarquía todas las
contribuciones atrasadas que estaban debiendo, mandando echar al fuego
todos los registros; su nombre se pronunciaba con admiración, y le
llenaron de elogios; esto quizás, y la ponzoña de los aduladores de
la corte, corrompió su corazón que era de un carácter dulce y generoso,
y poco a poco se hizo cruel, sensual, y cayó en los últimos excesos
del vicio y del crimen.
El primer año de
su reinado convocó un Concilio en Toledo, que fue presidido por Gunderico
Metropolitano de la misma Ciudad, hombre muy virtuoso, y de tanto
celo y firmeza que representó al Rey los perniciosos efectos que de
sus vicios se habían de seguir, debilitando su autoridad, y corrompiendo
sus súbditos: se dice que en este mismo Concilio se hizo un Cánon
por el cual se permitía a los Sacerdotes seculares casarse, poniendo
de este modo un freno al libertinaje de los Eclesiásticos.
Witiza después de
la muerte de su padre soltó la rienda a sus pasiones, y se abandonó
a la disolución más desenfrenada : esta pasión aumentó en él el deseo
de mandar, y luego le hizo injusto, abandonó a la Reina, y cometió
el crimen con las mujeres casadas: de este modo perdió muy pronto
la estimación del público, y se hizo execrable a todos, sordo a las
advertencias que se le hacían. Engañado con los testimonios de fidelidad
que le daban, creyó que le habían de conservar siempre el amor que
sus virtudes habían hecho nacer al principio; mas pasados algunos
años conoció que sus súbditos le aborrecían, lo que animó a los Grandes
a tomar las armas contra él. Descubierta esta trama se hizo más cruel,
y por esta razón cayó en mayor execración. Continuando sus vicios
atropello sin respeto ninguno el pudor de las mujeres y de las hijas
de los Grandes: esta conducta tan imprudente y tan infame irritó tanto
a estos hombres poderosos que formaron muchas conjuraciones contra
él, las cuales descubiertas se contentó con desterrarlos. La vida
de Witiza se hizo más licenciosa después de la muerte de Gunderico
Metropolitano de Toledo, a quien tenía algún respeto; y el pueblo
con el ejemplo del Príncipe y las personas de las demás clases del
Estado, cayeron en el lujo, en la indolencia, y se dejaron arrastrar
de los vicios , lo que hizo perder la estimación a la nación, y la
llevó poco a poco a su ruina.
Muza, uno de los
Generales del Califa Walid, había ya conquistado la mayor parte de
la Mauritania, y estaba resuelto a acabar de arrojar a los Godos de
todo lo que poseían en esta costa, y se puso con un ejército formidable
sobre Ceuta. El Conde D. Julián que se dice estaba casado con la hermana
de Witiza y de Oppas, defendió la plaza con tanto valor e intrepidez,
que el General Árabe después de haber perdido mucha gente se vio precisado
a levantar el sitio: se puso en la mar con una poderosa flota que
también fue derrotada por la de los Godos mandada por Teodemiro, lo
que llenó de furor a Muza y le hizo buscar los medios para vengar
su honor. Estas empresas de los Sarracenos deberían de haber excitado
a Witiza a poner las costas del reino en estado de defensa, mas estaba
este Príncipe ciego tan sepultado en sus vicios, que era insensible
a los peligros que le amenazaban. Por otra parte siendo aborrecido
de sus súbditos no se atrevía a poner tropas en las diferentes partes
del Reino porque no volvieran las armas contra él. Esto mismo parece
que convidaba a los Moros, nación inquieta y belicosa a hacer una
invasión, y ponía a los Godos en la impotencia de resistirles. En
este desorden en que se hallaba toda la nación, las provincias que
estaban más distantes de la corte perdieron todo el respeto a su
autoridad. D. Rodrigo hijo de Teodefredo se aprovechó de esta coyuntura
para subir al trono, y se encendió la guerra civil que fue el principio
de nuestra ruina. Witiza lleno de confusión no pensó sino en la seguridad
de su persona y de su familia : los descontentos y revoltosos en reforzar
su partido; y los Sarracenos siempre vigilantes y atentos para aprovecharse
de la primera ocasión que se presentase, en extender sus conquistas
y entrar en España para saquear, robar, y matar. Para ejecutar este
proyecto y satisfacer sus deseos, Muza conoció que era necesario tener
un puerto o alguna plaza dentro del Reino, y así envió a Tarif, o
Tarifa Abuzara, con un pequeño cuerpo de tropas para apoderarse de
alguna de ellas; desembarcó en Calpe y se apoderó de este pueblo,
que él llamó Geizira Haladra, que quiere decir Isla verde, de donde
se ha formado por corrupción Algeciras; y al cabo y fortaleza que
hizo construir en él llamó Gebel Tarif, de donde se ha formado el
nombre de Gibraltar: esta es la primera entrada de los Moros en España,
y el primer paso que dieron para su conquista.
Entre tanto la guerra
civil continuaba entre Witiza y D. Rodrigo, hasta que la muerte del
primero dejó al segundo en la posesión del Reino; mas Eba y Sisebuto
hijos de Witiza continuaron la guerra civil para subir al trono de
su padre, pidieron socorro a los Sarracenos, y estos hicieron pasar
un ejército a España. El Conde D. Julián sin que se sepa el motivo
les facilitó la entrada acaso para vengarse de alguna injuria personal
que había recibido. Oppas Metropolitano de Sevilla, y tío de Witiza,
contribuyó también mucho para este efecto; y así a persuasión de todos
estos envió Muza un cuerpo de siete mil hombres bajo el mando de un
General llamado Tarif Abdalahy acompañado del Conde D. Julián, y
desembarcó cerca de Gibraltar desde donde hizo entradas en las tierras
vecinas; y noticioso de las divisiones de los Godos y de las pocas
fuerzas que tenía D. Rodrigo para resistirle, determinó con este pequeño
ejército conquistar toda la España. Avisó a Muza del plan que había
formado, y para que no fuera trastornado por sus soldados, hizo quemar
todos los barcos para quitarles la esperanza de volver al África.
Muza no aprobó este proyecto por que juzgó que no tenía fuerzas bastantes
para ejecutarlo, mas estaba sumamente contento de saber que tenía
un puerto y una plaza donde poder desembarcar sus tropas guando lo
necesitase : reunió muchas embarcaciones, y puso en ellas doce mil
hombres levantados en la Mauritania, y los hizo pasar al puerto donde
estaban los primeros nombrando por General de todo el ejército a Tarif
Abincier, con orden de continuar sus conquistas lo más lejos que le
fuese posible, sin exponer demasiado el ejército internándose en el
país. Este General se puso en campaña en el verano del año 711. Empezó
sus hostilidades haciendo correrías con su caballería por todo el
país inmediato, cometiendo horribles crueldades en los pueblos y
sobre los habitantes desarmados y sin defensa, por consejo del Conde
D. Julián, para inspirar terror y hallar menos resistencia.
D. Rodrigo viendo
que estando solamente a la defensa su ejército se disipaba y arruinaba
los pueblos, y que por otra parte no tenía fuerzas bastantes para
acometer por las divisiones que había entre los Españoles, hizo proponer
a los hijos de Witiza un tratado de reconciliación, los cuáles aceptaron
las ofertas del Rey, y vinieron a reunir sus fuerzas con las suyas.
Sabido esto por Tarif avisó a Muza pidiéndole refuerzos para poder
venir a las manos con los Godos, o para defenderse en caso de ataque.
Muza le envió cinco mil hombres con los cuáles se creyó bastante fuerte
para sostenerse, y aun para dar la batalla si se veía en la necesidad
de ello. D. Rodrigo tenía más fuerzas y la flor de la nobleza consigo,
y conocía muy bien que no podían estar las cosas en este mismo estado,
si no daba la batalla y obligaba a los Moros a repasar al Africa,
y así preparó todas sus cosas para una acción que fuera decisiva:
animó a sus tropas con un discurso breve y enérgico, inspirándoles
la esperanza de la victoria, y acordándoles el antiguo valor que los
había llenado de gloria. Este discurso hizo tanta impresión sobre
ellos, que pidieron a grandes gritos de venir a las manos con los
Moros llenos de ardor y de vivos deseos de librarse de una vez para
siempre de vecinos tan incómodos y peligrosos. El Rey dio las órdenes
correspondientes a sus Generales, y luego se empezó el combate: los
dos ejércitos se hallaron en un llano cerca de Jerez de la Frontera
en las riberas del Guadalete a tres leguas de Arcos. Los Godos acometieron
con todo el furor que inspira la desesperación; mas los Moros, que
eran soldados viejos y aguerridos, los recibieron con tanta intrepidez
y firmeza, que por más esfuerzos que hicieron nunca pudieron romperlos,
conservando siempre los oficiales excelentes que tenían los Moros
el orden en la tropa; y guando ya los Godos estaban cansados, la caballería
enemiga cayó precipitadamente sobre ellos, los puso en desorden y
confusión, dejó el campo cubierto de muertos, y consiguieron una victoria
tan completa que el ejército de los Godos quedó enteramente dispersado,
y fue imposible poderlo reunir. No se sabe el número de muertos y
prisioneros que hicieron. Esta famosa batalla, que puso fin a la monarquía
de las Godos, se dio el día 11 de Noviembre del año 711 0 712, porque
en esto no convienen los historiadores. La suerte de D. Rodrigo se
ignora; lo que consta es que manifestó el mayor valor y prudencia
en esta batalla, y así es muy regular que fuese herido en ella o acaso
muerto, pues si no hubiera sido así se habría retirado a alguna de
las provincias más distantes, reunido todas las fuerzas, e instruido
por la experiencia hubiera ocupado los terrenos más escabrosos para
poder defenderse mejor allí, aumentar sus fuerzas, y salvar a lo menos
una parte de sus estados.
Tarif se aprovechó
de la victoria y de la consternación en que se hallaban los pueblos:
se apoderó de Sevilla, Córdova, y otras ciudades que no estaban en
estado de resistir, y permitió a sus soldados ejercer toda especie
de crueldades, para que de este modo consternados los demás pueblos
perdiesen el valor y se sometiesen a las condiciones que quisiera
imponerles. Luego avisó a Muza de todo lo que había pasado, de lo
fácil que era apoderarse de toda la España, y que si él venía con
algunos refuerzos podría penetrar hasta las extremidades del reino,
porque las tropas que tenía a su mando no eran suficientes sino para
guardar las ciudades y proteger el país conquistado. Muza reunió tantas
fuerzas, que no tenía barcos suficientes para poderlas transportar:
desembarcó en Gibraltar o en sus cercanías, juntó un consejo de guerra,
y se resolvió emprender a un mismo tiempo la conquista de todo el
reino. A consecuencia de esta resolución dividió el ejército en tres
cuerpos, el primero fue mandado por Abdalasis su hijo con orden de
conquistar las costas del Mediterráneo, el segundo fue dado a otro
General para conquistar las del Océano, y con el tercero, que era
el más considerable, él mismo emprendió la conquista de lo interior
del reino llevando consigo por su teniente a Tarif. Dio orden a los
tres Generales que concediesen una honrosa capitulación a las plazas
que se rindiesen, y las que hiciesen resistencia las entregasen a
discreción del soldado. Muza se presentó delante de Mérida, los habitantes
se defendieron con valor, pero al fin tuvieron que rendirse con la
condición de que se les dejara libre el ejercicio de su religión
y conservarían sus leyes. Desde allí pasó a Toledo: Sinderedo su Arzobispo
se había ido a Roma abandonando su grey en el mayor peligro : muchos
Eclesiásticos de esta, y de las demás ciudades, llevándose las riquezas
de sus Iglesias, se retiraron a las montañas de León y de Asturias.
Los principales señores y cortesanos que hasta entonces habían estado
con la mayor indolencia sin hacer nada en defensa de la patria, cuando
supieron que se acercaban los Moros, abandonadas sus casas huyeron;
mas D. Oppas que acompañaba a Muza les siguió con un cuerpo de caballería,
y habiéndolos alcanzado los hizo pedazos para vengarse del desprecio
que habían mostrado a su familia. Los habitantes de Toledo aunque
se defendieron con el mayor valor, tuvieron que rendirse estipulando
que los Cristianos conservarían siete Iglesias para su uso, y que
se gobernarían por sus leyes; y para seguridad del tratado los diputados
de la ciudad declararon que no querían sino la palabra de Muza.
El General encargado
de la conquista de las costas occidentales entró en Portugal, arruinó
las ciudades de Egitania y Ossonova que le habían hecho resistencia.
Ébora, Lisboa, Viseo, y Lamego, llenas de consternación se rindieron
por capitulación. Coimbra, que hizo una vigorosa defensa, fue enteramente
destruida, y quedó todo el reino reducido. El General Abdalacid entró
por las tierras de Jaén, Granada, Valencia, y Murcia, y su caballería
lo desoló todo. El Príncipe Teodemiro que les había vencido en dos
batallas navales, había juntado un pequeño ejército en los confines
de Valencia, con el cual estaba resuelto a defender el honor de la
nación, en varias acciones incomodó de tal manera a los Moros que
les impidió pasar adelante hasta dar aviso a Muza. Este General envió
parte de su ejército para envolver a Teodemiro, y le obligó a hacer
una capitulación honrosa, la cual se puso por escrito y se firmó,
quedando en virtud de ella Gobernador del país como era antes.
Hecho esto dividió
su ejército en dos cuerpos para acabar de conquistar la España, el
uno se dirigió a Castilla la Vieja y León, el cual destruyó las ciudades
que le hicieron resistencia, y llegó hasta las montañas de Asturias,
al mismo tiempo que Abdalasis se apoderó de todas las provincias hasta
Tarragona. Esta ciudad después de haber hecho una resistencia bastante
gloriosa capituló con las mejores condiciones que le fue posible,
y el General Moro conquistó toda la Cataluña. Muza se adelantó per
el reino de Aragón rindiendo todas las ciudades hasta llegar a los
Pirineos. Así todos los Godos que no quisieron ceder a los Moros,
buscáron su seguridad en las montañas de Asturias, de Burgos, de Vizcaya,
de Navarra, de Aragón, y Cataluña. El Califa Walid llamó a Damasco
a Muza para dar cuenta de su conducta porque tenía disensiones con
Tarif, atribuyéndose éste todos los buenos sucesos, y aquél todo el
fruto de sus conquistas. Muza obraba como Soberano independiente,
y después que había recogido inmensas riquezas, deseaba hacer sentir
a Tarif todos los efectos de la ira y de la indignación que tenía
contra él. Cuando se embarcó llevó para el Califa tesoros inmensos
de oro, plata, y piedras preciosas, y muchos esclavos de los Godos
de ambos sexos, y con ellos a Tarif para que no hiciese daño en España,
y a Teodemiro para que el tratado que había concluido con Abdalasis
fuese confirmado por el Califa. Muza fue muy mal recibido, pero Teodemiro
por el contrario fue tratado con el mayor decoro así por Walid como
por Solimán su hermano sucesor en el Califato. Abdalasis se quedó
con el gobierno general de España, y por medio de éste se hizo una
descripción general de este reyno, y de todos los tributos que debía
pagar, visitando por sí mismo las provincias, tratando con la mayor
benignidad a sus habitantes, y concediéndoles muchas gracias. Mandó
a los Gobernadores de las ciudades que hiciesen reparar sus ruinas
y construir fortalezas; restableció el comercio interior del reino
para que todos gozasen de los frutos de la paz, y estuviesen contentos
con el nuevo gobierno. Abdalasis tenía talento, vivía con gran magnificencia,
y estaba lleno de ambición y con una inclinación violenta a las mujeres.
En su serrallo tenia a Egilona viuda del Rey D. Rodrigo, a la cual
amaba tiernamente, y aun se dice que se casó con ella. Sus Oficiales
irritados de que les trataba con demasiada dureza tomaron la resolución
de asesinarle, y solo esperaban la ocasión oportuna para ejecutar
su depravado designio; y así un día que fue a la Mezquita acompañado
con muy pocas gentes, Ayud Oficial viejo, entró con los demás conjurados
cuando estaba haciendo oración, y le dieron de puñaladas pretextando
que era traidor al Califa, y que se quería hacer Rey de España. Después
eligieron a Ayud por Gobernador interino hasta que el Califa nombrase
otro, el cual gobernó con mucha sabiduría, moderación y vigilancia,
lo que no impidió sin embargo que se cometiesen mil vejaciones contra
los Cristianos en las provincias. Entretanto llegó Alahor, Virrey
nombrado por el Califa, fijó su residencia en Córdova, llamó a los
Gobernadores de las provincias, y castigó los excesos que habían cometido.
Hecho esto juntó un ejército muy numeroso para acabar de conquistar
todos los estados de los Godos en cumplimiento de la orden que Omar
II, que había sucedido a Soliman en el Califato, le había enviado.
Abrió su campaña llevándolo todo a sangre y fuego para llenar de terror
a todos los habitantes: pasó los Pirineos, y en muy pocas semanas
se apoderó de Elna, Carcasona, Agreda, Narbona, Béziers, Nimes, y
de toda la Galia Gótica; de manera que no quedaron por los Godos sino
los países ásperos y montañosos de la península.