PRIMERA PARTE
La Sabiduría, Fuente de Felicidad e Inmortalidad
Capítulo 1
Naturaleza
de la Sabiduría
1. Amad la
justicia los que gobernáis la tierra; pensad rectamente del Señor y buscadle
con sencillez de corazón.
2 Porque se
deja hallar de los que no le tientan, se manifiesta a los que no le son
incrédulos.
3 Los
pensamientos perversos apartan de Dios, y el poder, puesta a prueba, reprende a
los necios.
4 Porque en
alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en cuerpo esclavo del pecado.
5 Porque el
Espíritu Santo de la disciplina huye del engaño, y se aleja de los pensamientos
insensatos, y al sobrevenir la iniquidad queda confundido.
6 Porque la
sabiduría es un espíritu amador del hombre, y no dejará impune al de blasfemos
labios; que Dios es testigo de sus intimidades, y veraz observador de su
corazón, y oidor de su lengua.
7 Porque el
Espíritu del Señor llena el universo, y el que todo lo abarca, tiene
conocimiento de todo cuanto se dice.
8 Por esto
nadie que hable impiedades quedará oculto, ni pasará de largo ante él la
justicia vengadora;
9 porque los
designios del impío serán examinados, y hasta al Señor llegará el sonido de sus
palabras, para castigo de sus iniquidades;
10 que su
celoso oído lo oye todo, y el rumor de las murmuraciones no quedará oculto.
11 Guardaos,
pues, de murmuraciones inútiles, preservaos de la lengua mal hablada; porque la
palabra más secreta no quedará impune, y la boca embustera da muerte al alma.
Destino del
hombre
12 No
provoquéis la muerte con los extravíos de vuestra vida, ni os atraigáis la
ruina con las obras de vuestras manos.
13 Que Dios
no hizo la muerte; ni se goza en la pérdida de los vivientes.
14 Pues El
creó todas las cosas para la existencia e hizo saludables a todas sus
criaturas, saludable es todo lo que engendra el cosmos, y no hay en ello veneno
mortal, ni el reino del hades impera sobre la tierra.
15 Porque la
justicia no está sometida a la muerte.
16 Pero los
impíos la llaman con sus manos y palabras; mirándola como amiga, por ella se
consumen; con ella hacen pacto, pues son dignos de pertenecerle.
Capítulo 2
1 Pues se
dijeron a sí mismos, discurriendo no rectamente: “Corta y triste es nuestra
vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie
haya escapado del hades.
2 De
improviso hemos sido engendrados, y después de esta vida seremos como si no
hubiéramos sido; porque humo es la respiración en nuestras narices, y el
pensamiento una centella del latido de nuestro corazón.
3 Extinguido
éste, el cuerpo se vuelve ceniza, y el espíritu se disipa como tenue aire.
4 Nuestro
nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras
obras; y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla
acosada por los rayos del sol y recargada por su cal;
5 Pues el
paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se
pone el sello y ya no hay quien salga.
6 Venid,
pues, y gocemos de los bienes presentes. Disfrutemos de lo creado ardorosamente
como en la juventud.
7 Hartémonos
de generosos vinos y de perfumes y no se nos escape ninguna flor primaveral.
8 Coronémonos
de capullos de rosas antes de que se marchiten; no haya prado que no huelle
nuestra voluptuosidad.
9 Ninguno de
nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras
liviandades, porque ésta es nuestra porción y nuestra suerte.
10 Oprimamos
al justo desvalido, no perdonemos a la viuda ni respetemos las canas añosas del
anciano.
11 Sea
nuestra fuerza norma de la justicia, pues la debilidad bien se ve que no sirve
para nada.
12 Pongamos
garlitos al justo, que nos fastidia y se opone a nuestro modo de obrar, pues
nos echa en cara las infracciones de la Ley y nos reprocha las faltas de
nuestra educación.
13 Pretende
tener la ciencia de Dios y llamarse hijo del Señor.
14 Es censor
de nuestra conducta; hasta el verle nos es insoportable.
15 Porque su
vida en nada se parece a la de los otros, y sus sendas son extrañas.
16 Nos tiene
por escorias y se aparta de nuestras sendas como de impurezas; proclama
dichosas las postrimerías de los justos y se gloría de tener a Dios por padre.
17 Veremos
si sus palabras son verdaderas y probaremos cuál es su salida.
18 Porque si
el justo es hijo de Dios, El le acogerá y le librará de las manos de sus
enemigos.
19 Probémosle
con ultrajes y tormentos, y veamos su resignación, y probemos su paciencia.
20 Condenémosle
a muerte afrentosa, pues según su palabra, "hay quien vele por él.”
21 Estos son
sus pensamientos, pero se equivocan, porque los ciega su maldad.
22 Y
desconocen los secretos de Dios, y no esperan la recompensa de santidad ni
estiman el galardón de las almas irreprensibles.
23 Porque
Dios creó al hombre incorruptible y le hizo a imagen de su propia naturaleza;
24 mas por
envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le
pertenecen.
Capítulo
3
Vida
y muerte de los justos y de los impíos
1 Las almas de
los justos están en las manos de Dios, y el tormento no los alcanzará.
2 A los ojos
de los necios parecen haber muerto, y su partida es reputada por desdicha;
3 su salida
de entre nosotros, por aniquilamiento; pero están en paz.
4 Pues
aunque a los ojos de los hombres fueran atormentados, su esperanza está llena
de inmortalidad.
5 Después de
un ligero castigo serán colmados de bendiciones, porque Dios los probó, y los
halló dignos de sí.
6 Como el
oro en el crisol los probó, y le fueron aceptos como sacrificio de holocausto.
7 Al tiempo
de ser visitados brillarán y propagarán como centellas en cañaveral.
8 Juzgarán a
las naciones y dominarán sobre los pueblos, y su Señor reinará por los siglos.
9 Los que
confían en El conocerán la verdad, y los fieles a su amor permanecerán con El,
porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.
10 Pero los
impíos, conforme a sus pensamientos, tendrán su castigo, pues despreciaron al
justo y se apartaron del Señor.
11 Porque
desdichado el que desecha la sabiduría y la disciplina; su esperanza es vana,
sus afanes estériles, e inútiles sus obras.
12 Sus
mujeres son insensatas, y perversos sus hijos, y su posteridad maldita.
13 Pero,
aunque estériles, dichosa es la incontaminada, que no conoció el lecho
pecaminoso; tendrá fruto al ser visitadas las almas.
14 Dichoso
también aun el eunuco que no obró maldad con sus manos ni ha concebido malos
pensamientos contra el Señor, porque le será otorgado un galardón escogido por
su fe y una suerte más deseable en el tiempo del Señor.
15 Porque
glorioso es el fruto de los buenos trabajos, y la raíz de la prudencia es
imperecedera.
16
Pero los
hijos de las adúlteras no lograrán madurez; la descendencia de la unión ilegal
desaparecerá;
17 Y aun si
alcanzan larga vida, serán tenidos en nada, y su ancianidad será al fin
deshonrosa.
18 Y si
muriesen prematuramente, no tendrán esperanza ni consuelo en el día del juicio.
El fin del injusto linaje es nefasto.
Capítulo
4
1 Mejor es
la esterilidad con virtud, pues su memoria es inmortal, porque es conocida de
Dios y de los hombres.
2 Presente,
se la imita; ausente, se la desea; en el siglo venidero triunfará coronada,
después de haber raportado la victoria en combates
inmaculados.
3 Pero la
numerosa prole de los impíos es sin provecho, y los troncos bastardos no
echarán hondas raíces ni tendrán suelo seguro.
4 Pues
aunque sus ramas verdeen por un tiempo, no estando fuertemente fijas, serán
sacudidas por el viento, y por la violencia del vendaval arrancadas de cuajo.
5 Las ramas
serán quebradas antes de su desarrollo; su fruto será inútil, sin sazón para
ser comido, de nada servirá.
6 Porque los
hijos nacidos de sueños ilegítimos serán testigos contra sus viciosos padres al
ser interrogados.
7 Pero el
justo, si muriese prematuramente, estará en reposo.
8 Que la
honrada vejez no es la de muchos años, ni se mide por el número de días.
9 La
prudencia es la verdadera canicie del hombre, y la verdadera ancianidad es una
vida inmaculada.
10 El que se
hizo grato a Dios fue amado de Él, y viviendo entre los pecadores, fue
trasladado.
11 Fue
arrebatado porque la maldad no pervirtiese su inteligencia y el engaño no
extraviase su alma;
12 pues la
fascinación del mal oscurece el bien; el vértigo de la concupiscencia mina la
mente que no tiene malicia.
13 Llegado
en poco tiempo a la perfección, vivió una larga vida.
14 Pues su
alma era grata al Señor; y por esto se dio prisa a sacarle de en medio de la
maldad. Los pueblos lo vieron, pero no lo entendieron, ni sobre ello
reflexionaron,
15 pues la
gracia y la misericordia es para los elegidos, y la visitación para los santos.
16 El justo
muerto condena a los impíos vivos, y la juventud pronto acabada condena los
muchos años del impío.
17 Verán el
fin del sabio, sin entender los designios del Señor sobre él, ni por qué le
puso en seguridad.
18 Verán y
lo despreciarán, pero el Señor se reirá de ellos.
19 Y después
de esto caerán sin honra, y serán entre los muertos en el oprobio sempiterno;
porque los quebrantará, cabeza abajo, sin habla, y los sacudirá en sus
cimientos, y serán del todo desolados, y serán sumergidos en el dolor hasta
perecer su memoria.
20 Y al
hacer el recuento de sus pecados vendrán temerosos, y sus crímenes se
levantarán contra ellos, acusándolos.
Capítulo
5
Último
fin de los justos
1 Entonces
estará el justo en gran seguridad frente a los que le afligían y menospreciaron
sus obras.
2 Al verlo
se turbarán con terrible espanto, y quedarán fuera de sí ante lo inesperado de
aquella salud.
3 Arrepentidos, se dirán, gimiendo por la
angustia de su espíritu: “Este es el que algún tiempo tomamos a risa y fue
objeto de escarnio.
4 Nosotros,
insensatos, tuvimos su vida por locura y su fin por deshonra.
5 ¡Cómo son
contados entre los hijos de Dios, y tienen su heredad entre los santos!
6 Luego nos
extraviamos de la senda de la verdad, y la luz de la justicia no nos alumbró, y
el sol no salió para nosotros.
7 Nos
cansamos de andar por sendas de iniquidad y perdición, y caminamos por
desiertos intransitables, sin conocer el camino del Señor.
8¿Qué nos
aprovechó la altanería, qué ventaja nos trajeron la riqueza y la jactancia?
9 Pasó como
una sombra todo aquello, y como correo que va por la posta.
10 Como nave
que atraviesa las agitadas aguas, de cuyo paso no es posible hallar huella, ni
el camino de su quilla por las olas;
11 o como
ave que corta los aires, sin que se encuentre señal de su paso, y golpea el
aire ligero al batirlo con sus plumas, y lo corta con la violencia de su
ímpetu, y se abre camino con el movimiento de sus alas, después ya no se halla
señal de su paso.
12 O como
flecha que se tira al blanco, que, aunque hienda el aire, luego éste vuelve a
cerrarse, y no se conoce por donde pasó.
13 Así
también nosotros, en naciendo morimos; sin dar muestra alguna de nuestra
virtud, nos extinguimos en nuestra maldad.”
14 Sí, la
esperanza del impío es como polvo arrebatado por el viento, como ligera espuma
deshecha por el huracán, como humo que en el aire se disipa, cual recuerdo del
huésped de un día que pasó de largo.
15 Pero los
justos viven para siempre, y su recompensa está en el Señor, y el cuidado de
ellos en el Altísimo.
16 Por esto
recibirán un glorioso reino, una hermosa corona de mano del Señor, que con su
diestra los protege y los defiende con su brazo.
17 Se armará
de su celo como armadura, y armará a las criaturas todas para rechazar a sus
enemigos.
18 Vestirá
por coraza la justicia y se pondrá por yelmo el sincero juicio.
19 Embrazará
por escudo impenetrable la santidad.
20 Y afilará
su fuerte cólera cual espada, y todo el universo luchará con El contra los
insensatos.
21 Los
dardos de los rayos partirán bien dirigidos, y volarán de las nubes al blanco
como de arco .
22 Y la ira,
como lanzada por una catapulta, arrojará violentas granizadas; y el agua del
mar se enfurecerá contra ellos, y los ríos del todo los anegarán.
23 Un soplo
poderoso los embestirá y los aventará como torbellino. La iniquidad desolará
toda la tierra, y la maldad derribará los tronos de los poderosos.
Capítulo
6
La
Sabiduría y los reyes
1 Oíd pues
reyes y entended. Aprended los que domináis los confines de la tierra.
2 Aplicad el
oído los que imperáis sobre las muchedumbres y os engreís sobre la multitud de
las naciones .
3 Porque el
poder os fue dado por el Señor, y la soberanía por el Altísimo, que examinará
vuestras obras y escudriñará vuestros pensamientos;
4 Porque
siendo ministros de su reino no juzgasteis rectamente y no guardasteis la Ley,
ni según la voluntad de Dios caminasteis.
5 Terrible y
repentina vendrás sobre vosotros, porque de los que mandan se ha de haber
severo juicio;
6 Pues el
pequeño hallará misericordia, pero los poderosos serán poderosamente
atormentados.
7 Que el
Señor de todos de nadie teme ni se inmutará ante grandeza alguna; porque Él ha
hecho al pequeño y al grande, e igualmente cuida de todos;
8 Pero a los
poderosos amenaza poderosa inquisición.
9 A
vosotros, pues, gobernantes, se dirigen mis palabras, para que aprendáis la
sabiduría y no pequéis.
10 Pues los
que guardan santamente las cosas santas serán santificados, y quienes hubieren
aprendido encontrarán excusa.
11 Ansiad,
pues, mis palabras, deseadlas e instruíos.
12 Esplendente
e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente se deja ver de los que la aman y es
hallada de los que la buscan.
13 Y aun se
anticipa a darse a conocer a los que la desean.
14 El que
temprano la busca no tendrá que fatigarse, pues a su puerta la hallará sentada;
15 Pues
pensar en ella es ya prudencia consumada, y el que vela por ella pronto se verá
sin afanes.
16 Porque
ella misma busca por todas partes a los dignos y en los caminos se les muestra
benigna, y en todos sus pensamientos les sale al encuentro.
17 Pues su
principio es el deseo sincerísimo de la instrucción, y procurar la disciplina
es ya amarla.
18 Este amor
es la guarda de sus preceptos; la observancia de las leyes asegura la
incorrupción.
19 Y la
incorrupción nos acerca a Dios.
20 Por
tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino.
21 Si os
complacéis, pues, en los tronos y en los cetros, reyes de los pueblos, estimad
la sabiduría, para que reinéis por siempre
Salomón,
enamorado de la Sabiduría
22
Yo os
contaré qué es la sabiduría y cuál es su origen; y no os ocultaré sus
misterios, sino que desde su primer origen seguiré sus huellas, y no daré de
lado a la verdad.
23 No iré
con el que de envidia se consume, porque la envidia no tiene que ver nada con
la sabiduría.
24 Los
muchos sabios son la salud del mundo, y un rey prudente, la prosperidad de su
pueblo.
25 Así,
pues, aprended mis palabras y os serán de provecho.
Capítulo
7
1 Yo soy
hombre mortal, semejante a todos, nacido del que primero fue formado de la
tierra, y en el seno de mi madre se formó mi carne.
2 Fui
tomando consistencia en la sangre durante diez meses, producto del esperma
viril y del placer que acompaña al sueño.
3 Y, nacido,
respiré el aire común, y caí en la tierra, que igualmente soporta a todos; y mi
primera voz fue el llanto, igual que todos.
4 Y fui
criado entre pañales y con cuidados;
5 Porque no
hay rey que tenga otro modo de venir a ser;
6 una es la
entrada de todos en la vida, e igual la salida.
7 Por eso
oré y me fue dada la prudencia. Invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de
la sabiduría.
8 Y la
preferí a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la
riqueza.
9 No la
comparé a las piedras preciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de
arena, y como el lodo es la plata ante ella.
10 La amé
más que a la salud y a la hermosura y antepuse a la luz su posesión, porque el
resplandor que de ella brota no tiene descanso.
11 Todos los
bienes me vinieron juntamente con ella, y en sus manos me trajo una riqueza
incalculable.
12 Yo me
gocé en todos estos bienes, porque es la sabiduría quien los trae, pero
ignoraba que fuese ella la madre de todos.
13 Sin
engaños la aprendí y sin envidia la comunico, y a nadie escondo sus riquezas.
14 Es para
los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen
partícipes de la amistad de Dios, recomendados a Él por los dones adquiridos
con la disciplina.
15 Concédame
Dios hablar juiciosamente y pensar dignamente de los dones recibidos, porque Él
es el guía de la sabiduría y el que corrige a los sabios.
16 Porque en
sus manos estamos nosotros y nuestras palabras y toda la prudencia y la pericia
de nuestras obras;
17 porque Él
me dio la ciencia verdadera de las cosas, y el conocer la constitución del
universo y la fuerza de los elementos;
18 el
principio, el fin y el medio de los tiempos; la alternancia de los solsticios y
los cambios de las estaciones;
19 el ciclo
de los años y la posición de las estrellas;
20 la
naturaleza de los animales y los instintos de las fieras; la fuerza de los
vientos y los razonamientos de los hombres; las diferencias de las plantas y
las virtudes de las raíces.
21 Todo lo
oculto y lo manifiesto lo conocía, porque la sabiduría, artífice de todo, me lo
enseñó.
Propiedades
de la sabiduría
22 Pues en
ella hay un espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil,
penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, benévolo, agudo, libre, bienhechor.
23 Amante de
los hombres, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra
todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles.
24 Porque la
sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve; se difunde su pureza y lo
penetra todo;
25 porque es
un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios
omnipotente, por lo cual nada manchado hay en ella.
26 Es el
resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de
su bondad.
27 Y siendo
una, todo lo puede, y permaneciendo la misma, todo lo renueva, y a través de
las edades se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas.
28 Que Dios
a nadie ama sino al que mora con la sabiduría.
29 Es más
hermosa que el sol; supera a todo el conjunto de las estrellas, y, comparada
con la luz, queda en primer lugar.
30 Porque a
la luz sucede la noche, pero la maldad no triunfa sobre la sabiduría.
Capítulo
8
Riquezas
que reparte la sabiduría
1 Se
extiende poderosa del uno al otro extremo y lo gobierna todo con suavidad.
2 La amé y
la busqué desde mi juventud; procuré desposarme con ella, enamorado de su
belleza,
3 Se
manifiesta su excelsa nobleza por su convivencia con Dios, y el Señor de todas
las cosas la ama.
4 Porque
está en los secretos de la ciencia de Dios y es la que discierne de sus obras.
5 Si la
riqueza es un bien codiciable en la vida, ¿qué cosa más rica que la sabiduría,
que todo lo obra?
6 Si la
inteligencia es activa, ¿quién más activo que ella, artífice de cuanto existe?
7 Si alguno
ama la justicia, las virtudes son frutos de su trabajo, porque ella enseña la
templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más
provechosas para los hombres en la vida.
8 Y si
deseas una rica experiencia, ella conoce lo pasado y entrevé lo venidero;
conoce las falacias de los discursos y las soluciones de los enigmas,
interpreta los signos y los prodigios, la sucesión de las estaciones y los
tiempos.
9 Resolví,
pues, tomarla para que conviviera conmigo, sabiendo que sería buena consejera
de lo bueno y consuelo en mis cuidados y tristezas.
10 Y por
ella alcanzaré gloria ante las muchedumbres, y, joven aún, honor entre los
ancianos.
11 En los
juicios me mostraré agudo, y seré admirado ante los poderosos.
12 Cuando yo
calle, esperarán, y si hablo, me prestarán atención, y si prolongo mis
discursos, pondrán mano a la boca.
13 Por ella
gozaré de la inmortalidad y dejaré a mi descendencia una memoria eterna.
14 Gobernaré
los pueblos, y las naciones me estarán sometidas.
15 Oyendo
hablar de mí temerán los terribles tiranos, y me mostraré entre la muchedumbre
bueno, y en la guerra valeroso.
16 Entrando
en mi casa, descansaré en ella, porque no es amarga su conversación, ni
dolorosa su convivencia, sino placer y gozo.
17 Pensando
esto conmigo mismo y meditando en mi corazón que la inmortalidad está en la
compañía de la sabiduría,
18 y que su
amistad es delicioso placer y los trabajos de sus manos riqueza inagotable, y
pericia el trato de su conversaciones, y fama participar en sus discursos,
corrí de una parte a otra buscando tomarla conmigo.
19 Era yo un
niño de buen natural, que recibió en suerte un alma buena.
20 Porque
era bueno, vine a un cuerpo sin mancilla;
21 pero,
conociendo que no podía alcanzarla si Dios no me la daba y que era parte de la
prudencia conocer de quién es don, me dirigí al Señor y le supliqué, diciéndole
con todo mi corazón:
Capítulo
9
Oración
de Salomón para alcanzar la Sabiduría
1 Dios de
los padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las
cosas.
2 Y en tu
sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas,
3 y para
regir el mundo con santidad y justicia, para administrar justicia con rectitud
de corazón:
4 Dame la
sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos.
5 Porque
siervo tuyo soy; hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado
pequeño para conocer el juicio y las leyes.
6 Pues
aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que
procede de ti, será estimado en nada.
7 Tú me
elegiste para rey de tu pueblo y juez de tus hijos y tus hijas.
8 Tú me
dijiste que edificase un templo en tu monte santo y un altar en la ciudad de tu
morada, según el modelo del santo tabernáculo que al principio habías
preparado.
9 Contigo
está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el
mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus
preceptos.
10 Mándala
de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en
mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato.
11 Porque
ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras
y me guardará en su esplendor;
12 y mis
obras te serán aceptas, y regiré tu pueblo con justicia, y seré digno del trono
de mi padre.
13 Pues ¿qué
hombre podrá conocer el consejo de Dios y quién podrá atinar con lo que quiere
el Señor?
14 Porque
inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros cálculos muy
aventurados;
15 pues el
cuerpo corruptible agrava el alma, y la morada terrestre oprime la mente
pensativa;
16 pues si
apenas adivinamos lo que en la tierra sucede y con trabajo hallamos lo que está
en nuestras manos, ¿quién rastreará lo que sucede en el Cielo?
17 ¿Quién
conoció tu consejo, si tú no le diste la sabiduría y enviaste de lo alto tu
espíritu santo?
18 Así es
como se han enderezado los caminos de los que moran sobre la tierra, y los
hombres supieron lo que te es grato,
19 y por la
sabiduría fueron salvos.
SEGUNDA
PARTE
LA
SABIDURÍA EN ISRAEL
Capítulo
10
La
Sabiduría, guía de los patriarcas
1 Ella fue
la que guardó al primer hombre; al que primeramente formaste para ser padre del
mundo, le salvó en su caída,
2 y le dio
poder para dominar sobre todas las cosas.
3 Por
haberse apartado de ella en su cólera, el injusto se perdió por su furor
fratricida.
4 Cuando por
causa de él la tierra fue inundada, de nuevo le salvó la sabiduría, rigiendo al
justo en leño deleznable.
5 Cuando las
naciones en una concordia inicua fueron confundidas, conoció al justo y le
conservó irreprochable ante Dios y le mantuvo fuerte contra la ternura paternal
por su hijo.
6 Ella salvó
de la ruina de los impíos al justo en su huida del fuego que descendía sobre
Pentápolis;
7 y en
testimonio de la maldad continúa la tierra desolada, humeante, y sus árboles
dan frutos que no maduran, y una estatua de sal quedó cual monumento de un alma
desobediente.
8 Pues los
que despreciaron la sabiduría no sólo sufrieron el daño de no conocer el bien,
sino que dejaron a los vivientes un monumento de su insensatez, para que no
cayesen en olvido sus pecados.
9 Pero la
sabiduría libró de las penas a los que la servían.
10 Libró al
justo que huía de la ira fraterna, le condujo por caminos rectos, le mostró el
reino de Dios y le dio a conocer las cosas santas; le prosperó en sus fatigas y
multiplicó el fruto de sus trabajos;
11 le
asistió contra la avaricia de quien le oprimía y le enriqueció;
12 le
preservó de sus enemigos y le protegió contra los que le acechaban, y le dio el
premio de un rudo combate para que aprendiera que la piedad es más fuerte que
todo.
13 No
abandonó al justo vendido y le salvó del pecado; descendió con él al calabozo.
14 Y no le
abandonó en la prisión hasta entregarle los poderes del reino y el poder sobre los
opresores. Descubrió la mentira de sus acusadores y le dio una gloria eterna.
Moisés
e Israel, guiados por la sabiduría
15 Libró de
la nación opresora al pueblo santo, al pueblo puro, a la descendencia
irreprochable.
16 Entró en
el alma del servidor de Dios e hizo frente a reyes temibles con prodigios y
señales.
17 Dio a los
santos la recompensa de sus trabajos, guiándolos por un camino de prodigios, y
fue para ellos sombra por el día y luz de astros por la noche.
18 Les hizo
atravesar el mar Rojo y los condujo a través de las muchas aguas.
19 Sumergió
a sus enemigos, y los vomitó del profundo del abismo.
20 Por esto
los justos despojaron a los impíos; celebraron, Señor, tu santo nombre y a una
alabaron tu mano defensora.
21 Porque la
sabiduría abrió la boca de los mudos e hizo elocuentes las lenguas de los
niños.
Capítulo
11
1 Hizo
prosperar sus obras por mano de un profeta santo;
2 atravesaron
el desierto inhabitable y fijaron sus tiendas en lugares intransitables;
3 resistieron
a los enemigos y rechazaron a sus adversarios.
4 Tuvieron
sed y te invocaron, y les fue dada agua de la dura roca, y para saciar su sed,
de la áspera piedra.
Castigo
de los Egipcios
5 Pues por donde fueron castigados sus enemigos,
6 por ahí
fueron socorridos los indigentes.
7 En vez de
las aguas perennes del río, se vieron aquéllos turbados con sangre podrida;
8 en castigo
del decreto infanticida. Dísteles a ellos, contra toda esperanza, aguas
abundantes.
9 Y
mostraste por aquella sed el castigo infligido a los adversarios, juzgados con
ira.
10 Porque
aquéllos, probados y corregidos con misericordia, conocieron cómo eran
atormentados los impíos con ira.
11 Pues a
unos, como padre que amonesta, los probaste; pero a los otros, como rey severo
que condena, los castigaste.
12 Pues
ausentes y presentes eran igualmente atormentados.
13 Y heridos
por un doble pesar, gimieron por la memoria de lo pasado.
14 Porque,
oyendo que sus propios tormentos beneficiaban a los otros, conocieron al Señor.
15 Pues
aquel que ellos arrojaron y despreciaron le admiraron al fin de los sucesos,
cuando sintieron una sed muy diferente de la de los justos.
16 En
castigo de los pensamientos insensatos y estúpidos con que, extraviados,
adoraban a reptiles miserables y viles brutos, les enviaste en castigo
muchedumbre de animales irracionales.
17 Para que
conocieran que por donde uno peca, por ahí es atormentado.
18 Pues no
era difícil a tu mano omnipotente, que creó el mundo de la materia informe,
enviarles muchedumbre de osos o feroces leones,
19 o fieras
desconocidas, llenas de furor, creadas nuevamente, que respirasen un aliento
inflamable, lanzando rugidos humeantes, y por sus ojos echasen terribles
centellas.
20 Que no
sólo con su daño pudieran destrozarlos, sino que ya sólo con su vista
espantable los mataran;
21 pero aun
sin esto, por un simple soplo podrían perecer perseguidos por la justicia y
disipados por tu soplo poderoso; pero todo lo dispusiste con medida, número y
peso.
22 Porque el
realizar cosas grandes siempre está en tu mano, y al poder de tu brazo, ¿quién
puede resistir?
23 Pues todo
el mundo es delante de ti como un grano de arena en la balanza y como una gota
de rocío de la mañana que cae sobre la tierra.
24 Pero
tienes piedad de todos, porque todo lo puedes, y disimulas los pecados de los
hombres para traerlos a penitencia;
25 pues amas
todo cuanto existe y nada aborreces de lo que has hecho; pues si tú hubieras
odiado cosa alguna no la habrías formado.
26 ¿Y cómo
podría subsistir nada si tú no quisieras o cómo podría conservarse sin ti?
27 Pero a
todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amador de las almas.
Capítulo
12
Castigo
de los cananeos
1 Porque en
todas las cosas está Tu espíritu incorruptible.
2 Y por eso
corriges poco a poco a los que caen, y a los que pecan los amonestas,
despertando la memoria de su pecado, para que, apartándose de la maldad, crean,
Señor, en ti.
3 Y porque
aborrecías a los antiguos habitantes de tu tierra santa,
4 que
practicaban obras detestables de magia, ritos impíos,
5 y eran
crueles asesinos de sus hijos, que se daban banquetes con la carne humana y se
iniciaban en orgías.
6 A esos
padres, asesinos de seres inocentes, determinaste perderlos por mano de
nuestros padres,
7 para que
recibiese una digna colonia de hijos de Dios esta tierra, ante ti la más
estimada de todas.
8 Pero a
éstos, como a hombres, los perdonaste, y enviaste tábanos como precursores de
tu ejército, para que poco a poco los exterminaran.
9 No porque
fueras impotente para someter por las armas los impíos a los justos o para de
una vez destruirlos por fieras feroces o por una palabra dura;
10 pero,
castigándolos poco a poco les diste lugar a penitencia, no ignorando que era el
suyo un origen perverso, y que era ingénita su maldad, y que jamás se mudaría
su pensamiento.
11 Que era
semilla maldita desde su origen y no por temor de nadie dilataste el castigo de
sus pecados.
12 Pues
¿quién te dirá: Por qué haces esto, o quién se opondrá a tu juicio, o quién te
llamará a juicio por la pérdida de naciones que tú hiciste, o quién vendrá a
abogar contra ti por hombres impíos?
13 Que no
hay más Dios que tú, que de todo cuidas, para mostrar que no juzgas
injustamente.
14 Y no hay
rey ni tirano que te pueda pedir cuenta de tus castigos.
15 Siendo
justo, todo lo dispones con justicia y no condenas al que no merece ser
castigado, pues lo tienes por indigno de tu poder.
16 Porque tu
poder es el principio de la justicia y tu poder soberano te autoriza para
perdonar a todos.
17 Sólo si
no eres creído perfecto en poder haces alarde de tu fuerza, confundes la
audacia de los que dudan de ella.
18 Pero tú,
Señor de la fuerza, juzgas con benignidad y con mucha indulgencia nos
gobiernas, pues cuando quieres tienes el poder en la mano.
Lecciones
que de lo dicho se infieren
19 Por tales
obras enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humanitario, y diste a tus
hijos buenas esperanzas de que das tiempo para hacer penitencia de los pecados.
20 Porque si
a los enemigos de tus hijos y reos de muerte los castigaste con tantos
miramientos e indulgencia, dándoles tiempo y espacio para arrepentirse de su
maldad,
21 ¿con qué
circunspección juzgarás a tus hijos, cuyos padres recibieron de ti juramentos y
alianza de buenas promesas?
22 Pues
corrigiéndonos a nosotros, azotas mil veces más a nuestros enemigos, para que,
cuando nosotros juzguemos, pensemos en tu bondad y, al ser juzgados, esperemos
misericordia.
23 Pues a
los injustos, que pasan la vida en la insensatez, los atormentaste por sus
propias abominaciones.
24 Cuando
mucho más se extraviaron por los caminos del error, teniendo por dioses los más
viles animales, engañados a manera de niños insensatos.
25 Y por
esto, como a niños sin juicio, les enviaste un castigo de burla;
26 y los que
no se corrigieron con amonestaciones de burla, sufrieron un castigo digno de
Dios.
27 Pues
fueron castigados por medio de aquellos mismos que tenían por dioses y por
ellos mismos azotados al ver que aquel que antes se negaron a reconocer por
Dios era el Dios verdadero, que echó sobre ellos la suprema condenación.
Capítulo
13
Necedad
de los que adoran a las criaturas
1 Vanos son
por naturaleza todos los hombres, en quienes hay desconocimiento de Dios, y que
a partir de los bienes visibles son incapaces de ver al que es, ni por la
consideración de las obras conocieron al artífice.
2 Sino que
al fuego, al viento, al aire ligero, o al círculo de los astros, o al agua
impetuosa, o a las lumbreras del cielo tomaron por dioses rectores del
universo.
3 Pues si,
seducidos por su hermosura, los tuvieron por dioses, debieron conocer cuánto
mejor es el Señor de ellos, pues es el autor de la belleza quien hizo todas
estas cosas.
4 Y si se
admiraron del poder y de la fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más
poderoso es su plasmador;
5 pues en la
grandeza y hermosura de las criaturas, proporcionalmente se puede contemplar a
su Hacedor original.
6 Pero sobre
éstos no cae tan gran reproche, pues por ventura yerran buscando realmente a
Dios y queriendo hallarle;
7 y ocupados
en la investigación de sus obra, a la vista de ellas, se persuaden de la
hermosura de lo que ven,
8 aunque no
son excusables.
9 Porque, si
pueden alcanzar tanta ciencia y son capaces de investigar el universo, ¿cómo no
conocen más fácilmente al Señor de él?
El
culto a los ídolos
10 Desdichados
los que han puesto sus esperanzas en muertos, cuantos llaman dioses a las obras
de sus manos, oro y plata, obra de artífice e imágenes de animales, o piedra
inútil, obra de mano antigua.
11 Corta
experto leñador un tronco manejable, lo descorteza diestramente y, haciendo uso
de su destreza y arte, fabrica un mueble útil para las necesidades de la vida;
12 Y los
despojos de la obra los consume en preparar su comida y satisfacer su
necesidad;
13 pero el
último resto, que para nada sirve, un leño torcido y lleno de nudos, lo toma y
lo labra en sus ratos de ocio, y con su arte le da una figura, semejanza de
hombre;
14 o,
dándole la semejanza de un vil animal y pintándole de minio, le da un color
rojo y cubre de pintura todas las manchas que hay en él,
15 y,
preparándole una morada digna, le coloca en el muro, asegurándole con hierros,
cuidando bien que no caiga,
16 pues sabe
que no puede valerse por sí mismo, siendo una imagen que necesita de ayuda.
17 Y luego,
al dirigirle oraciones por su hacienda, por sus mujeres y sus hijos, no se
avergüenza de hablar con quien carece de alma,
18 de
invocar al impotente pidiéndole la salud, y ruega al muerto por la vida, y
suplica la ayuda de quien es lo más inútil.
19 Y pide un
feliz viaje al que no puede usar de sus pies, y ganancias y empresas y el éxito
de sus obras y energía al más incapaz de hacer nada con sus manos.
Capítulo
14
1 Pongamos
otro caso. Uno se propone navegar, se dispone a atravesar por las furiosas
ondas, e invoca a un leño más frágil que la nave que le lleva,
2 pues ésta
fue inventada por la codicia del lucro y fabricada con sabiduría por un
artífice.
3 Pero tu
providencia, Padre, la gobierna, porque tu preparaste un camino en el mar, y en
las ondas senda segura.
4 Mostrando
que puedes salvar del peligro, para que cualquiera, aun sin el conocimiento del
arte, pueda embarcarse.
5 No quieres
que las obras de tu sabiduría estén ociosas. Por esto los hombres confían sus
vidas a un frágil leño, y, atravesando las ondas en una balsa, llegan a salvo.
6 Y habiendo
perecido al principio los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo escapó al
peligro en una balsa, que, gobernada por tus manos, dejó al mundo semilla de
posteridad.
7 Bendito
sea, pues, el leño de que se hace recto uso.
8 Pero el
ídolo, obra del hombre, es maldito él y quien lo hace. Este porque lo hizo;
aquél porque, siendo corruptible, es llamado dios.
9 Igualmente
son a Dios aborrecibles el impío y su impiedad.
10 Y así
serán castigados la obra y el que la hace.
11 Por esto
serán visitados los ídolos de las naciones; porque las criaturas de Dios se
convirtieron en abominación, en escándalo para las almas de los hombres y en
lazo para los pies de los insensatos.
12 Pues el
principio de la fornicación es la invención de los ídolos, y su invención es la
corrupción de la vida.
13 No
existieron desde el principio ni existirán para siempre.
14 Fue la
vanagloria de los hombres la que los introdujo en el mundo, y por esto está
decidido su próximo fin.
La
apoteosis humana
15 Un padre,
presa de acerbo dolor, hace la imagen del hijo que acaba de serle arrebatado, y
al hombre entonces muerto le honra ahora como dios, estableciendo entre sus
siervos misterios e iniciaciones.
16 Luego,
con el tiempo, se consolida esta costumbre impía y es guardada como ley, y por
los decretos de los príncipes son veneradas las estatuas.
17 Y a
quienes los hombres no pueden de presente honrar por estar lejos, de lejos se
imaginan su semblante y hacen la imagen visible de un rey venerado para adular
al ausente con igual diligencia que si estuviera presente.
18 Y
progresando la superstición, también a los ignorantes los indujo la ambición
del artista.
19 En
efecto, éste, queriendo congraciarse con el soberano, extremó el arte para
superar la semejanza;
20 y la
muchedumbre, seducida por la perfección de la obra, al que hasta entonces
honraba como hombre le miró como cosa sagrada.
21 Y esto se
convirtió en lazo para los hombres, porque los hombres, queriendo servir a la
fortuna o a la tiranía, atribuyeron a la piedra y a los leños el nombre
incomunicable.
Consecuencias
de la idolatría
22 Y como si
no bastara errar sobre el conocimiento de Dios, los hombres, viviendo en
violenta guerra de ignorancia, llamaron paz a tan grandes males;
23 pues
celebran iniciaciones infanticidas, o misterios ocultos, o desenfrenadas orgías
de ritos extraños;
24 y ya no
guardan la pureza de su vida ni la del lecho conyugal, pues unos a otros se
matan con asechanzas o con el adulterio se infaman.
25 Y en todo
domina la sangre y el homicidio, el robo y el engaño, la corrupción y la
infidelidad, la rebelión y el perjurio;
26 la
vejación de los buenos, el olvido de los beneficios, la contaminación de las
almas, los crímenes contra naturaleza, la perturbación de los matrimonios, el
adulterio y la lascivia;
27 pues el
culto de los abominables ídolos es principio, causa y fin de todo mal,
28 pues en
sus regocijos son locos, y en sus profecías embusteros; viven en la injusticia
y de ligero perjuran,
29 pues
poniendo su confianza en ídolos sin alma, juran falsamente sin temer ningún
daño.
30 Pero un
doble castigo vendrá sobre ellos, porque sintieron mal de Dios adorando a los
ídolos y juraron falsamente, con menosprecio de la santidad.
31 Pues no
es el poder de los ídolos por quienes juran, sino la venganza sobre los
pecadores lo que siempre sigue a la prevaricación de los justos.
Capítulo
15
Dicha
de los amigos de Dios
1 Pero tú,
Dios nuestro, bondadoso y veraz, paciente y que todo lo gobiernas con
misericordia;
2 si
pecamos, tuyos somos, reconocemos tu poder, mas no queremos pecar sabiendo que
somos contados tuyos;
3 pues el
conocerte es la justicia perfecta, y conocer tu poder es raíz de inmortalidad.
4 No nos
extravió la invención artificiosa de los hombres, ni el trabajo estéril de la
pintura, la imagen emborronada con varios colores.
5 Cuya vista
atrae el oprobio sobre los insensatos, que se enamoran de la figura inanimada
de una imagen muerta.
6 Amadores
de la maldad, dignos de tales esperanzas, son tanto los que los hacen como los
que los aman y los que los veneran.
Necedad
de los idólatras
7 Pues el
alfarero, que amasa fatigosamente el barro, fabrica todo género de vasos para
nuestro uso, y del mismo barro modela vasos útiles para los servicios limpios y
otros para usos contrarios; pero sobre cuál ha de ser el destino de cada uno es
juez el alfarero.
8 Y con un
trabajo inútil modela de la misma masa un dios vano, que, salido poco antes de
la tierra, vuelve poco después a aquella de donde fue tomado al exigírsele la
deuda de una vida prestada.
9 Pero no le
dan cuidado sus fatigas ni de que su vida es corta. Rivaliza con los orífices y
plateros e imita a los broncistas, y tiene por gloria el hacer figuras
engañosas.
10 Su
corazón es ceniza, y su esperanza más vil que la tierra; su vida es de menos
estima que el barro.
11 Porque
desconoce a quien le hizo, al que le infundió la semejanza con un alma activa y
al que le dio espíritu vital.
12 Mas para
los hombres nuestra existencia es un pasatiempo, y la vida, una feria en que
hacer ganancias;
13 pues
dicen que es preciso ganar aun por malos medios, y éste sabe que peca más que
todos, pues de la misma tierra fabrica vasos frágiles y estatuas de ídolos.
14 Son en
sumo grado insensatos y desdichados, más que el alma de un niño, los enemigos
de tu pueblo que dominan sobre él.
15 Porque
tuvieron por dioses a todos los ídolos de las naciones, que no pueden ver con
sus ojos, ni pueden respirar el aire por sus narices, ni oír con sus oídos, ni
tocar con los dedos de sus manos, ni andar con sus inmóviles pies,
16 pues es
el hombre quien los hace y los modela; sólo de prestado recibieron aliento de
vida, pues no hay hombre capaz de modelar un dios semejante a sí.
17 Siendo
mortal, fabrica con sus manos impías un muerto; él es mejor que los objetos que
venera, pues él goza de vida y aquéllos no.
La
zoolatría
18 Adoran a
los animales más odiosos, que, comparados con los otros, son los más
repugnantes.
19 Nada hay
en ellos que los haga estimables como los otros animales en que hay bellas
cualidades, y hasta fueron excluidos de la aprobación y de la bendición de
Dios.
Capítulo
16
Castigo
de este pecado
1 Por esto,
mediante ellos fueron dignamente castigados por semejantes criaturas y por
muchedumbre de bestias fueron atormentados.
2 En vez de
este castigo, colmaste de beneficios a tu pueblo, y para satisfacción de su
apetito le diste un manjar exquisito y le preparaste las codornices para
alimento.
3 De suerte
que aquéllos, ansiosos de alimento, por asco de los animales enviados contra
ellos, sintieron aversión al alimento necesario; mientras que éstos, pasada una
breve privación, gustaron un manjar maravilloso.
4 Pues
convenía que los opresores sintiesen una necesidad insaciable y a éstos sólo se
les diese a conocer el tormento de los enemigos;
5 mas cuando
sobre éstos vino la terrible furia de las bestias y perecían por las mordeduras
de las tortuosas serpientes, tu cólera no duró hasta el fin.
6 Para su
corrección fueron por un poco turbados; tuvieron una señal de salud para
traerles a la memoria los preceptos de la Ley;
7 pues el
que se volvía a mirarla no era curado por lo que veía, sino por ti, Salvador de
todos.
8 Y con esto
mostraste a nuestros enemigos que tú eres el que salvas de todo mal;
9 pues a
ellos los mataron la voracidad de las langostas y las picaduras de las moscas,
sin encontrar remedio para su mal, porque merecían ser por tales medios
castigados;
10 pero
sobre tus hijos no vencieron los dientes de las venenosas serpientes, porque tu
misericordia los socorrió y los sanó.
11 Para
memoria de tus palabras eran picados, aunque pronto fueran curados, para que no
las echasen en olvido y quedasen excluidos de tus beneficios.
12 Pues ni
hierba ni emplasto los curó, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana.
13 Que tú
tienes el poder de la vida y de la muerte y llevas a los fuertes al hades y
sacas de él.
14 Por su
maldad puede el hombre dar la muerte, pero no hacer que torne el espíritu que
se fue, ni hacer volver al alma ya encerrada en el hades.
15 Imposible
es huir de tu mano.
16 Y los
impíos que negaron conocerte, por el poder de tu brazo fueron castigados,
perseguidos con extraordinarias lluvias, con granizadas y aguaceros inevitables
y por el fuego abrasador.
17 Y lo más
maravilloso era que en medio del agua, que todo lo extingue, el fuego se
mostraba más activo, porque la naturaleza combate por los justos.
18 Pues unas
veces la llama se aplacaba para que no fuesen consumidos los animales enviados
contra los impíos, para que, viéndolo, entendiesen que eran empujados por el
juicio de Dios;
19 otras
veces el fuego se encendía, contra su naturaleza, en medio del agua, para
destruir los productos de una tierra impía.
20 En lugar
de esto proveíste a tu pueblo de alimento de ángeles, y sin trabajo les
enviaste del cielo pan preparado, que, teniendo en sí todo sabor, se amoldaba a
todos los gustos.
21 Y ese
alimento tuyo mostraba tu dulzura hacia tus hijos, ajustándose al deseo de
quien lo cogía, y se acomodaba al gusto que cada uno quería.
22 La nieve
y el hielo soportaban el fuego sin derretirse, para que conociesen que los
frutos de los enemigos los destruía el fuego, encendido por la tempestad y que
fulguraba en medio de la lluvia.
23 Y para
que de nuevo se alimentasen los justos, se olvidaba de su propia naturaleza.
24 Pues la
creación, sirviéndote a ti, que la hiciste, despliega su energía para
atormentar a los malos y la mitiga para hacer bien a los que en ti confían.
25 Por esto,
amoldándose a todo, servía a tu generosidad universal, nodriza de todos, según
la voluntad de los necesitados.
26 Para que
aprendan, Señor, tus amados hijos que no tanto la producción de los frutos
alimenta al hombre cuanto tu palabra, que conserva a los que creen en ti.
27 Pues lo
que resistía a la acción del fuego, al punto se derretía calentado por un tenue
rayo de sol;
28 para que
a todos sea manifiesto que es preciso anticiparse al sol para darte gracias y
salirte al encuentro a la aparición de la luz.
29 Pues la
esperanza del ingrato se derrite como el hielo y se derrama como agua inútil.
Capítulo
17
Las
Tinieblas de Egipto y la columna de fuego
1 Grandes e
inescrutables son tus juicios, y por esto las almas en tinieblas se
extraviaron.
2 Pues
suponiendo los inicuos que podían dominar sobre la nación santa, quedaron
presos de las tinieblas y encadenados por una larga noche, encerrados bajo tus
techos, excluidos de tu eterna providencia.
3 Imaginándose
poder ocultar sus pecados secretos bajo el oscuro velo del olvido, fueron
dispersados, sobrecogidos de terrible espanto y turbados por espectros.
4 Pues ni el
escondrijo que los protegía los preservaba del terror y rumores aterradores les
infundían espanto, y espectros tristes y de rostros tétricos se les aparecían;
5 y ninguna
fuerza de fuego era capaz de darles luz, ni la llama brillante de los astros
podía iluminar aquella horrenda noche.
6 Sólo les
aparecía un fuego repentino y temeroso; y espantados de la visión, cuya causa
no veían, juzgaban más terribles las cosas que estaban a su vista.
7 Las
ilusiones del arte mágica quedaban por los suelos, afrentosa corrección para
los que presumían de sabiduría.
8 Pues los
que prometían expulsar los miedos y las turbaciones del alma enferma, esos
mismos padecían de un miedo ridículo;
9 pues
aunque nada hubiese que les pudiera infundir espanto, aterrados por el paso de
los animales y el silbido de las serpientes, se morían de miedo, y ni querían
mirar lo que por ninguna vía podían evitar.
10 La maldad
es cobarde y da testimonio contra sí misma, y siempre sospecha lo más grave,
perturbada por su conciencia.
11 Pues la
causa del temor no es otra que la renuncia a los auxilios que proceden de la
reflexión.
12 Porque
cuanto menor ayuda se recibe del fondo del alma, tanto mayor se cree lo
desconocido que atormenta.
13 Ellos, en
medio de una noche realmente impenetrable salida del fondo del insondable
hades, durmieron el mismo sueño.
14 Unos,
agitados por prodigiosos fantasmas, otros desfallecidos por el abatimiento del
ánimo, sorprendidos por un repentino e inesperado terror.
15 Luego, si
alguno de ellos caía rendido, quedaba como encerrado en una cárcel sin cadenas.
16 El
labrador o el pastor, el obrero ocupado en los trabajos del campo,
sorprendidos, esperaban lo inevitable.
17 ligados
todos por una misma cadena de tinieblas. Fuera el viento que silba, o el canto
suave de los pájaros entre la espesa enramada, o el rumor de las aguas que se
precipitan con violencia,
18 o el
estrépito horrísono de las piedras que se despeñan, o la carrera invisible de
animales que retozan, o el rugido de las fieras que espantosamente rugen, o el
eco que resuena en los hondos valles, todo los aterraba y los helaba de
espanto.
19 Mientras
todo el universo era iluminado por una brillante luz y libremente se entregaban
todos a sus trabajos,
20 sólo
sobre aquéllos se extendía una densa noche, imagen de las tinieblas que a poco
les aguardaban; pero ellos se eran para sí mismos más graves que las tinieblas.
Capítulo
18
1 Mientras
que para tus santos brillaba una espléndida luz, aquéllos, oyendo sus voces sin
ver a las personas, las proclamaban felices aunque hubieran sufrido.
2 Y aunque
maltratados injustamente, no se habían vengado, antes daban y pedían perdón de
ser tenidos por enemigos.
3 Y en lugar
de las tinieblas encendiste una columna, que les diste para su camino, guía
desconocido, un sol inofensivo para una gloriosa peregrinación.
4 Pues
dignos eran de ser privados de luz y encerrados en tinieblas los que guardaban
en prisión a tus hijos, por quienes había de ser dada al mundo la luz
incorruptible de la ley.
5 Y a los
que habían resuelto dar muerte a los hijos de tus santos, uno de los cuales fue
expuesto y salvado para castigo de ellos, les quitaste la muchedumbre de sus
hijos y a una los ahogaste en las impetuosas aguas
6 Aquella
noche fue de antemano conocida por nuestros padres; porque, sabiendo con
certidumbre a qué juramentos habían dado fe, tuvieron más ánimo.
7 Y fue
esperada por tu pueblo la salud de los justos y la perdición de los enemigos.
8 Pues con
lo mismo que castigaste a los enemigos, con eso nos fortificaste llamándonos a
ti.
9 En secreto
hicieron sus sacrificios los hijos santos de los buenos, y de común acuerdo
hicieron este pacto divino, de que los santos participasen igualmente de los
mismos bienes y peligros, cantando antes las alabanzas de sus padres.
10 Entre
tanto resonaba el grito discordante de los enemigos y se oía el triste llanto
por los hijos muertos;
11 y con
igual pena fue castigado el siervo que el amo, y la plebe padecía lo mismo que
el rey.
12 Y todos a
una, con un sólo género de muerte, tenían muertos innumerables, y no bastaban
los vivos para sepultarlos, pues en un instante sus más nobles nacidos fueron
muertos.
13 A causa
de sus magias no habían creído todos los castigos pasados, pero con la muerte
de los primogénitos confesaron que el pueblo era hijo de Dios.
14 Un
profundo silencio lo envolvía todo, y, en el preciso momento de la medianoche,
15 tu
palabra omnipotente de los cielos, de tu trono real, cual invencible guerrero,
se lanzó en medio de la tierra destinada a la ruina.
16 Llevando
por aguda espada tu decreto irrevocable; e irguiéndose, todo lo llenó de
muerte, y caminando por la tierra tocaba el cielo.
17 Al
instante visiones de sueños terriblemente los turbaron, cayendo sobre ellos
temores inesperados;
18 y,
arrojados por tierra aquí y allí, manifestaban la causa por que morían.
19 Las
visiones que los turbaron les habían advertido, para que al morir no ignorasen
por qué sufrían aquellos males.
20 La prueba
de la muerte alcanzó también a los justos, y en el desierto se produjo una
mortandad en la muchedumbre; pero la cólera no duró mucho tiempo.
21 Porque un
varón irreprensible se apresuró a combatir por el pueblo con las armas de su
propio ministerio, la oración y la expiación del incienso, y resistió a la
cólera y puso fin al azote, mostrando que era tu siervo.
22 Y venció
a la muchedumbre, no con el poder del cuerpo ni con la fuerza de las armas,
sino que con la palabra sujetó al que los castigaba, recordando los juramentos
y la alianza de los padres.
23 Y caídos
los muertos a montones unos sobre otros, levantándose en medio, aplacó la
cólera y le cortó el camino hacia los vivos.
24 Pues
sobre sus vestiduras llevaba grabado a todo el pueblo, los nombres gloriosos de
los padres grabados en las cuatro series de piedras, y tu gloria sobre la
diadema de su cabeza.
25 A la
vista de esto retrocedió con temor el exterminador y dio por suficiente la
manifestación de la cólera divina.
Capítulo
19
Israel
y los egipcios ante el mar Rojo
1 Pero sobre
los impíos llegó hasta el colmo la cólera sin misericordia, porque Dios sabía
de antemano lo que iba a sucederles:
2 que
habiéndose permitido partir y dándoles prisa para que partiesen, luego,
arrepentidos, los persiguieron.
3 Aún no
habían terminado el luto y aún lloraban sobre los sepulcros de los muertos,
cuando se lanzaron a nuevos planes insensatos, y a los que suplicantes habían
arrojado, los persiguieron como a fugitivos.
4 Una
merecida necesidad los arrastraba a este fin, haciéndoles olvidar los
precedentes sucesos para que recibiesen el pleno castigo que faltaba a sus
tormentos.
5 Y mientras
que tu pueblo hacía una maravillosa travesía, encontraron ellos una extraña
muerte;
6 porque
toda la creación, en su propia naturaleza, recibió de lo alto una forma nueva,
sirviendo a tus mandatos para que tus hijos fuesen guardados incólumes.
7 La nube
daba sombra al campamento; de las aguas que antes la invadían se vio emerger la
tierra seca, y en el mar Rojo un camino sin tropiezos; y las ondas impetuosas
dieron lugar a un verde campo,
8 por donde
atravesaron en masa, los que por tu mano eran cubiertos, después de haber
contemplado prodigios estupendos.
9 Pues como
los potros en sus pastos y como los corderos retozones, te alababan a ti,
Señor, que los libraste;
10 y se
acordaban de que aun en su destierro, en vez de producir otros animales,
produjo la tierra mosquitos, y en vez de peces produjo el río multitud de
ranas.
11 Al fin
vieron una nueva producción de aves cuando, llevados del apetito, pidieron los
placeres de la comida,
12 y para su
satisfacción salieron del mar las codornices.
El
castigo de los sodomitas
Mientras que
sobre los pecadores cayeron los castigos, de que fueron indicios los violentos
rayos, pues justamente padecían por sus maldades.
13 Los que
habían practicado tan detestable inhospitalidad. Porque unos no quisieron
recibir a desconocidos que llegaban, y otros pretendieron esclavizar a los
extranjeros, sus bienhechores.
14 Y sobre
el castigo entonces recibido tendrán otro al fin por haber acogido con tan mala
voluntad a los extranjeros.
15 Los
egipcios recibieron con festivas manifestaciones a los que fueron partícipes en
sus beneficios, mas luego los afligieron imponiéndoles crueles faenas.
16 También
fueron heridos de ceguera, como los que a las puertas del justo, envueltos en
densa tiniebla, buscaban la entrada de la puerta.
17 Y para
ejercer en ellos la justicia se pusieron de acuerdo los elementos, como en el
salterio se acuerdan los sonidos en una inalterable armonía, como claramente
puede verse por los sucesos.
18 Pues los
animales terrestres se mudan en acuáticos, y los que nadan caminan sobre la
tierra.
19 El fuego
supera con el agua su propia virtud, y el agua se olvida de su propiedad de
extinguirlo.
20 Al
contrario, las llamas no atacaron las carnes de los ligeros animales que
caminan por todas partes, ni derritieron aquel alimento celestial fusible como
el rocío, pues en todas las cosas, Señor, engrandeces a tu pueblo y le
glorificas, y no le has despreciado, antes le asistes en todo tiempo y lugar.