JUVENTUD, DIVINO TESORO
PRINCIPIO
Felicity regresó a Kiwilandia. Era una ballena
fantástica. Le fascinaba Londres. ¡England, la Madre Patria! La Kiwi
Girl valía su peso en oro. Bye bye love. Por fin solo. Todo el
espacio y el tiempo del mundo a mis pies. ¿Qué vas a hacer? Alquilar un estudio
en Finsbury Park, ni cerca ni lejos del Museo Británico, el punto medio exacto
entre las dos puntas del cosmos arqueológico, la cueva perfecta de ermitaño
para dejar a un lado mis libros sobre la Historia del Próximo Oriente Antiguo y
darle forma al libro del siglo. No pensaba escribir un best-seller, pensaba
escribir lo siguiente: LA HISTORIA DIVINA.
Aquel estudio londinense podía estar al otro lado de la
galaxia, o fuera del cosmos, me daba igual. Iba a subir al Cielo. Iba a
conquistar el Olimpo. Asgard iba ser mío. Ni blanco ni negro, todo o nada.
Cuando se habla con Dios no se puede ser tan tonto como para hablar del tiempo.
“Un día frío, ¿eh?”. Venga hombre, échale guindas al pavo.
Me compro una máquina de escribir eléctrica. Las
sufridas Olivettis de tambor manual han pasado de moda; no puedo permitirme ser
historia. Jamás. La eternidad no es una broma. No moriré nunca, mientras mis
libros existan seré inmortal. Dios crea universos con estrellas, yo creo mi
universo con letras, en él seré su dios. Pero basta de darme una ducha de
moral; cuando me haga mayor seré sabio, mientras sea joven mi fuerza es mi pan
de cada día. Compraré una montaña de papel, hallaré la puerta a la mina de
diamante que en su interior encierra. Cierra la puerta. “Don’t disturb,
girls”.
Es otoño. Estúpido afirmarlo, lluvioso. Londres y
lluvia son amantes hasta la tumba. Tiempo ideal para encerrarse en la cueva del
escritor buscando el camino al corazón de la gloria. El sol de la fama aprieta;
afuera el grito de Jack el destripador aun resuena. ¡Qué de extraño tiene que
el marciano que creó las Pirámides de Egipto se encerrase en el corazón de la
Keops a soñar con su mundo! ¿Dónde se está mejor que en una cueva? OK, déjate
de tonterías, ¿vas a escribir un libro o el guión de una película? Venga, manos
a la obra. Gástate una fortuna en tomos de papel virgen.
Pero lo primero es lo primero. El ermitaño de los
dioses se alimenta de sus propios sueños mientras el alma se le desvanece en
los pliegues del espíritu. El ermitaño de las letras se baña en un mar de café
negro como la noche; gasofa para el cuerpo: en la sartén pimientos, tomates,
cebollas, ajo, champiñones, aceite, sal, carne, fuego… ya está. Mi conocimiento
no da para más. El potingue está bueno, nutre, le da carne a los huesos.
La noche y el día no cuentan. Las hojas lo son todo.
Hasta que las palabras no estén en sus capítulos, con su fecha de nacimiento,
su número, se perderán en el camino cientos y cientos de hojas; el árbol crece,
echa ramas, pasa por las cuatro estaciones en un mes; en un año puedes llegar a
vivir hasta doce veces las cuatro estaciones. Al final del último verano, te
morirás.
Es otoño, los folios caen como las hojas. Es natural,
así debe ser. Una página no es un ladrillo. Los ladrillos los colocas, pones
otro encima, a ladrillo por página: una docena de libros de mil páginas al día.
Nada más importa.
Lo importante es saber lo que quieres, cómo lo quieres,
qué pretendes. Yo lo tengo muy claro, lo que quiero, lo que pretendo. Y para
tenerlo aún más claras me iré a Tierra Santa. Los libros ponen al servicio del
pensador datos, hechos, leyendas, mitos, fábulas, habladurías, mentiras,
dolores de barriga, pedos coronados, asesinos en serie elevados a las alturas
de los dioses, bastardos nacidos de adulterios sagrados quemándose por dentro
con la pasión de aquellos héroes antiguos nacidos del cruce cósmico entre un
marciano y una terrícola, paridos en el agujero negro de los G20, cretinos sin
cerebros conjurados en misión sagrada, resetear el universo. Amén.
¿Qué es la Historia escrita por el Louvre y el
Británico más que la distorsión de una polla buscando desesperadamente un coño
trans? La llave no está en los mapas. Está en el culo de Europa.
Cosas de mujeres. Anne, my new English lover,
necesita hacerse de mí un retrato robot que compagine con su forma de verme.
Ella jura, metiéndome las tetas por los ojos que yo, moi, egó, mi
menda está usando mi película de escritor para bañarme en la fuente de la
juventud eterna, darme la vida padre, no madurar jamás, seguir siendo un
adolescente con la barba de chivo y la sonrisa de profidén que a todas las
vuelve locas. ¡Cosas de mujeres! A la hora echar las campanas al vuelo Anne se
apunta a la fiesta. De Londres a Jerusalén en autostop. Yes Yes Yes.
Ok ok darling.
Métete las tetas en la funda, has matado mi resiliencia. ¿Lo coges? Este es el
plan. Desde París a Atenas nos pateamos el Viejo Mundo saltando de diligencia
en diligencia, cuando proceda asaltamos un caballo de hierro, autostop se llama
lo primero, ride the free train, lo segundo. ¿Los buses? Demasiado
lentos cuando tienes un cruce de carreteras, una siesta, un guitarreo, un making
love a la luz de la Luna … Siempre hacia al Sur, donde todos los caminos
mueren, ¡Roma! ¿Quieres conocer la Ciudad de los santos pecadores? ¿No te has
sentado nunca delante de los Frescos de la Capilla Sixtina? Admira el cuadro
del Juicio Final, Jesucristo todopoderoso dándole hostias al Diablo,
emperadores, reyes, Epulones y cía.
acordándose del maldito día que los parieron. Eso es Poder, baby, una Palabra y
el mundo de los Think Tanks cagando patas arriba. ¿Te lo imaginas? ¡Haya Luz! Y todos al Infierno a seguir dando
por culo. Una eternidad. Pero no te lo voy a explicar, la Capilla Sixtina te lo
explicará, es como morir, la única forma de entender la muerte es estando vivo.
¿Lo entiendes? No se trata de ver monumentos, piedras con olor a sangre y
guerras y fantasmas pidiendo un entierro decente en los libros de Historia. Que
va. Se trata de bañarse en pelotas bajo un sol sin piedad en las fuentes
cristalinas y heladas de la Piazza del Popolo, dormir a la luz de la Luna de la
Acrópolis, hacerse amigos sin fronteras perdidos en los pliegues del tiempo,
conquistar la risa de rostros hablando otros idiomas viviendo en mundos
diferentes. Darling, aparta las tetas, la Tierra es un Universo, cada cual
tiene su planeta y cada planeta tiene su tribu. Allí está Jonatán, apaleado por
un clan enemigo venido de otra galaxia. ¿Para qué quieren venir los marcianos a
este mundo? ¿Por una mirada llena de esperma, por unas nalgas calientes
pidiendo guerra? En el espacio y el tiempo nada importa, carretera y manta es
lo que cuenta. ¿Lo entiendes, Anne? Deja de mirarme con ojos de golfa chupando
caramelo. Piensa, los hijos de Dios colonizaron un día este Planeta,
esparcieron un gen de más, el gen del terror, el gen del diablo, entre los
cavernícolas adoradores de montañas y putas, madres sin vergüenza vendiendo sus
coños al más fuerte. La ley de la supervivencia. Hay que follar con el más
fuerte, ser la puta del Poder, parir hijos con el dedo en el gatillo. Parir
hijos de perra, los demonios de ETA, basiliscos con veneno por sangre, hijos
del infierno, retoños de madres paridas en prostíbulos y padres con cuernos de
alce adornados con balas de oro. ¿Lo entiendes, Anne? Estamos en pie de guerra.
Pero entre batalla y batalla hay que echar un polvo. ¿Empatía por el Diablo? Vade
retro Satanás. Yes yes yes. ¿Es todo lo que sabes decir, sweetheart?
Me gustaba Anne. Nos conocimos en los pasillos del
Gusano. Yo iba de okupa; mis colegas transformaron el viejo hospital de
West Knightsbridge en una fortaleza. Componían música al por mayor. El pianista
padece miedo escénico. Es francés, parisino prototípico: Ué ué ué.
“Tío, vente conmigo a la calle, el miedo se te va a
caer en pedazos, el mundo es un circo, la risa es una droga, las titis te
devorarán con los ojos, no tienes más que decirles hello love y se les
caen las bragas ¿Cuál es tu problema? ¿Eres un pedé?”.
“No no no, pas pas pas, moi, François, moi, no
ser maricón”
“Un genio aquejado de complejo de personalidad
externa, pues”.
Lo dejé por imposible. Era malo consigo mismo. No
debía gustarle su jeta. Le hubiese gustado nacer con careto Beethoviano. ¡Qué
sé yo! El mundo está lleno de acomplejados. Vas a vivir una sola vez con la
polla al aire, regálala, colega. Ten paciencia con tu picha. Sal, échate el
piano a las espaldas, te plantas en la
esquina del 10 de Downing Street. Aquí
estoy. Miss Iron Maiden, quítate las bragas; Maggie, haz la perra.
¿Dónde está tu problema, François? Deja de flagelarte con el látigo de los
dorremifasoles en el salón de la muerte eterna. Anne se ríe, se suelta la
melena, alucina, ve a François allí solo, en la oscuridad perpetua, con su
super piano de cola en el hall de operaciones de corcheas semicorcheas,
sostenidos y bemoles, sin ventanas, sin luz, fundido en el espacio absoluto,
navegando con Chopin entre las piernas.
“Tío, necesitas una titi que te la chupe, chip chups
chups, mientras aporreas esa maravilla”.
“Tu est fou. ¿Todos los españoles están tan
locos como tú, Max?”
Me echa fuera de su santuario. Desde el mío, un piso
más arriba, puedo oír ese piano mágico suyo llorando el complejo infantil de su
amo. Anne pontifica: “Definitivamente el Pianista necesitaba una hembra que le
ponga las pilas. Pásamelo un rato…” “No shit, woman”. Anne tiene tela. O
la matas o te suicidas por ella. Sonríe con el coño abierto.
“Si sobrevives a mi noche, te asesinaré al alba, sweetheart”.
Suicidarme por ella, dejarla asesinarme por la noche,
la verdadera cruzada es aguantarla todo el día, ¡qué locura! La eterna guerra
de los sexos. Muere la noche en medio de un océano de órdenes : date la vuelta,
sube arriba, más tranquilo, despacito, dale duro, dame por el agujero negro, no
me muerdas el coño… Mientras está dura
eres el héroe. Te levantas, ella desaparece, deja de existir. ¿Lo entiendes? No
importa. Somos un regalo de los dioses; no seas ateo, obedece: “Procread y
multiplicaos”. Amén.
Yo me río, la vuelvo a mirar, es la luz del hipogeo,
la reina del Underground recogiendo miradas de deseo, la estrella de la flauta
iluminando las caras de los músicos de
los pasillos del Metro Londinense.
“¿Y tú quién eres?” me dice.
“Soy el pan”, le digo, “de tu cuerpo hambriento de
besos, de tu alma sedienta de poesía, del mar de tu coño a la deriva. Esta
noche soy tu universo”. Se pone a mi lado, saca su flauta, y me sigue la
corriente.
Le cuento la historia de mi conquista a François; el
pianista galo me mira con los ojos abiertos. “Dehors, dehors” y me echa
a patadas de su santuario oscuro.
El bajista, Paul, es londinense, un elfo todo
pequeñito tejido por las lluvias etéreas de la City, un tío casi invisible,
siempre sonriente, se parte la polla viéndole la cara al Franchuti. Me explica.
“No le gustan las tías. Los tíos tampoco. Está
enamorado de su piano. Get it? Tiene celos”.
“¿De qué?”
“I don't know. Los genios están locos. Su
locura es a prueba de coño”.
El cantante, John, tiene cara de Bowie y también pasa
de arrojarle carne de hembra al Pianista.
“En ese santuario no entra ni la Virgen. He’s a
wonderful musician. No te preocupes por él”.
John explota su look de Bowie. Los chochos son su pan y su vino. Para ellas, John es carne deliciosa. En los ratos que le dejan con su guitarra su cerebro no duerme nunca. Se me confiesa, mi presencia le inspira. Se sienta en mi habitación sin decir palabra; verme aporrear las teclas le fascina. Observa mis dedos aporreando las teclas. Se fuma un pitillo, entra en trance, se suelta. “¿De verdad estás escribiendo una historia divina?”. Echo el
ancla, dejo de navegar por el teclado, aparco el barco de mi mente, lo miro a
los ojos.
“¿Qué es la fama?, my friend”, le suelto, y me
mira todo Pequeño Saltamontes esperando de su santón palabras mágicas.
“¡La fama! Agua y limón, bro. Un vaso, unas
gotas, los dientes limpios, la boca fresca, y los güevos duros”
“Fuck me!”, escupe humo. Lo acabo de descolocar. Soy el rey del flipe. Los dejo con cara de medio tonto. Piensan,
creen, intuyen, que porque escribo la Historia Divina mi alma es la de
un bicho raro entre beato y colgado cagando paridas sobre pecados diabólicos y
santurrones gregorianos estigmatizando las cosas de la vida diaria. ¿Están
tontos?
“Fuck the Devil, John! En el mundo de Euterpe
no hay reglas absolutas, cada genio se inventa su receta. Cada Mozart crea el
universo en el que va a ser su dios. Si quieres la fama tú también tienes que
crearte el tuyo, John; Euterpe es una zorra con cara de virgen, le encanta los
chulos, nada de tímidos y vergonzosos, ¿quiero ... no puedo? Fuck off, agárrala
por la cintura, cómele el cuello, híncale el diente en las nalgas. Díselo, eres
mía: si tienes celos la cagas; en su cama cabe el cosmos. Es así; no puedes
creer que la Fama vaya a bajar de las alturas y se ponga de rodillas delante de
ti; Euterpe tiene cuerpo de diosa, no folla gratis, ni tiene el mismo amante
hasta el fin de los tiempos. Move on, move on, man ”.
John termina el pitillo, lo Lanza con dos dedos al aire. “I see” dice. Soy su guru.
Una banda estupenda. Los conocí en Paris, un año atrás.
Durante la fiesta del Bicentenario de la Revolución Francesa. Acabado el show
de los Campos Elíseos a la gloria de Mitterrand “el Camaleón” tiré para el
Barrio Latino. La verdadera fiesta parisina es patearse la Ville plus belle
du monde cuando las estrellas se miran en el espejo del Sena. Desde los
Campos Elíseos a Notre Dame hay una caminata; subes por la rivera del Louvre,
enfilas a la Isla de la Cité, aterrizas en Saint Michel. A la altura del
Mercado de las Flores suena una voz. “Mister, Mister”. John y Paul. ¿Se están dirigiendo a mí? Les dejo que me
aborden. Invaden mi aura; me cuentan su problema. Necesitan una guitarra para
pegarse una sonata en un pub de los alrededores.
“¿Y aquí entro yo como bajado del cielo, isn’t?”.
Sonríen. La cara de Bowie de John, y la sonrisa inocente de Paul, me desarman.
“Le hemos visto con su guitarra”.
“I see”.
“Please”
“Ok. Ok.”
Fuimos al pub, nos pusimos hasta el culo de birra,
hicimos amistad, me dejaron la dirección en Londres, “Puedes venir cuando
quieras, Max. Tenemos un castillo entero para nosotros”. Y cumplieron su
palabra. Un año más tarde pegué en la
puerta. El antiguo hospital de West Knightsbridge, abandonado años
atrás, había renacido por obra y gracia de los tres colegas, John, Paul y
François en forma de santuario artístico. “Coge la habitación que quieras en la
planta que quieras”, frase de bienvenida y abrazo. Y allí me planto, con mi
vieja Olivetti, un saco de hojas en blanco y la cabeza llena de libros.
Max, Raul, Paul, Starbook para los amigos, un Okupa de lux. Ok,Ok, de lujo y todo lo que quieras, pero tienes que buscarte la vida.
No sólo del pan del espíritu vive el hombre. Si no te pones las pilas puede que
ese futuro te coja siendo cadáver. Así que una vez a la semana saco mi guitarra
y me voy a la City a dar la lata por las esquinas: Leceister Square, Covent
Garden, Picadilly ... Mi acento europeo y mi look hacen el milagro. Los
músicos callejeros ingleses se sienten un gremio. Si eres un fucking alien debes tener algo especial para abrirte paso y te vean como uno más; yo tengo
ese algo, en Roma, en Paris, en Praga, en Helsinki, en San Francisco, por todo
el mundo soy ese alienígena de visita en el planeta de los Neandertales de la
Edad Atómica, uno de esos ángeles de Abraham que comen pero no la cagan, vienen
y se van y no los vuelves a ver más. ¿Dónde está el problema? Cada hijo de Dios
brilla con la estrella que nuestro Padre que está en los Cielos le regala para
buscarse la vida. Soy un hijo de la Tierra, pero paso de sentirme un terrícola.
No tengo gremio; no me interesa la peli de nadie. Anne, de Gales, pelo rojo,
cuerpo escultural, 1,75, ojos mediterráneos, una belleza, va por libre también;
es lo que me gusta de ella, formamos parte de ese gremio exclusivo londinense
porque nos apetece y podemos. Mañana desaparecemos, ella de mi vida, yo de la
de ella, y los dos tan felices. ¿Los demás? El mundo es un escenario repleto de
actores de relleno, tú eres la estrella de tu vida, el héroe de tu historia, la
escena es tuya. Anne me mira, se sienta a mi lado, bebemos un té.
“Y yo, Max, ¿quién soy en esa escena tuya?”.
“Calíope”
“And…?”
“Tonight lo decidiremos”.
Marc se retiró alegre del escenario, él también tiene
su historia. Marc le da a la guitarra española con la clase de un maestro
clásico. Convierte el pasillo del Tubo en un disco de Yepes. Obligado
detenerse. Me apalanco. Marc sigue convirtiendo cuerdas de plástico en voces de
ángeles. Mi aplauso de colega a colega. Me presento.
“Me has dejado de piedra, tronco; lo que nunca creí
ver lo estoy viendo, un Inglés interpretando a los maestros españoles. Soy español, para tu información”
“I know, te he visto por ahí, tu acento te
delata. So what?, los Españoles inventasteis la guitarra, los Ingleses
la convertimos en estrella”.
Congeniamos del tirón. Marc es lo que las titis llaman
un tío guapo. Con solo mirarle a la cara a las girls se les hace las
bragas agua. Marc pasa olímpicamente del rollo; si no pasara no podría
aguantarlo ni su madre, yo aún menos. ¿Eres tonto? No puedes tirarte todo el
día comiendo helados; pierdes los dientes, te resfrías. Con el tiempo te
acostumbras a tu jeta, la ves en el espejo todos los días. Naciste con ella, no
tienes ninguna intención de vivir por la cara. De la cara sólo viven las
comepollas y los chupaculos. Los hombres y las mujeres vamos y venimos, unas
veces te toca ser el plato y otras veces te lo sirven. ¿Y qué? El sexo es
circunstancial. Sólo el amor es absoluto. La pasión es la verdadera fuerza del
héroe. Y su talón de Aquiles. El que la tiene es como hoja en el viento, si se
opone está perdido, si se deja llevar vuela sobre el fuego, y puede que toque
pie al otro lado del infierno. ¿Y qué? Allí estaba yo, atrapado entre las hojas
de una Historia Divina que se me estaba yendo de las manos. En fin, nada nuevo
bajo el Sol.
Marc, Anne y yo habíamos pasado por SNOW, la central
de inteligencia de los okupas de la City. Les doy mi amistad por razones
distintas. Marc habla un Inglés divino. No hace con las palabras un moco que baja a la garganta y se escupe. Una
gran parte de la población isleña escupe las palabras. Si Shakespeare levantase
la cabeza se creería en el infierno de la Lengua. La vocalización de Marc es
impecable, se le puede entender sin necesidad de abrir las orejas. Tampoco
estaba con el “Fucking shit, fucking hell, motherfocker, fuck fuck
fuck” todo el fucking día. Conversar con Marc es un placer, una lección de Inglés que de tener que
pagar me costaría una fortuna. ¡Qué diferencia, colega, entre el Francés de
Raymonde, mi amante parisina, cirujano dentista, y el Macron que comiendo pan
de coño ha llegado a la Presidencia de la República! Cada vez que Macron abre
la boca … escupe pelos de chocho.
Anne es mi Calíope. Su Inglés de Gales es como el
sonido de una flauta de concierto, magia pura. Vive el efecto que provoca en
la sangre de un macho su belleza: para una hembra no hay nada más grande que la hagan
sentirse divina. Nos mudamos al mismo Okupa, un apartamento en las nubes al que
se entra por la azotea, caminando al filo del precipicio, y yo con fobia a las
alturas. La pasión vence incluso al diablo.
Solíamos reunirnos en Leicester Square a beber unas
birras, hablar de viajes. Cosas de pájaros. Marc quiere saltar el charco y
darle la vuelta a los USA con la guitarra en los brazos. Un proyecto fantástico.
Pero… le falta la experiencia de quien no ha dejado el nido todavía. Para Marc
lo mío es un libro de aventuras. Un tío saltando de nación en nación con la
tranquilidad de quien salta de cama en cama, ¿ese soy yo, el colega ideal para
darle la vuelta a los USA tocando por las calles?. “Hey, Max, tenemos
que hacerlo”.
Qué quieres que te diga, las estrellas se contemplan,
se saludan, se acercan, se alejan, pero nunca se juntan. En mi universo solo
quepo yo. Hay coincidencias en universos que se cruzan, mundos paralelos que se
tocan, conversaciones de luces estelares desde las distancias, pero la fuerza
que mueve el cosmos de los seres y lo mantiene todo en movimiento le da a cada
estrella su propia dirección. Dicen que es el destino, yo lo llamo Dios.
No me disgustó la idea de Marc, darle la vuelta a los
USA; pero en aquel tiempo y lugar yo tenía mi propio plan, asaltar el Cielo,
meterme en el Olimpo, conquistar el corazón del Edén.
De niño, en mis sueños yo solía verme en un campo
cuajado de joyas. Podía llevármelas todas. Sin límites. Intrigado regresaba a
ese sueño noche tras noche, pero nunca pude arrancarle su secreto. A los 19
años lo conseguí, sería escritor. No de sexo, sangre y lágrimas. No no, de
viajes y aventuras. Una especie de Henry Miller firmando un On the Road
Again. Algo muy raro, imposible de resistir. Cuando le anuncié mi decisión
a mi Viejo, el hombre se volvió loco.
“¿Estás tonto, hijo?; la Universidad te espera. ¿Y te
vas a la India?”.
Tu Viejo es la última persona que te entiende; es el
hombre que más te quiere en este mundo, pero es él quien peores consejos te da.
Por su boca salen palabras de un mundo que ya no existe, que él vivió, pero que
ya murió.
Veni vidi vincit. Dije al regresar de la India. Un año en autostop con una guitarra por
esos mundos de dios, sin un euro en el bolsillo, viviendo el día a día,
pateando kms, docenas y docenas de horizontes vírgenes cayendo rendidos a mis
pies, el placer de pisar los Montes Tauros, perderme en alguna carretera
de Pakistán, dormir a los pies de la Esginge de Gizet, echar la siesta
en la Colina donde subieron a Jesucristo a la Cruz... Un poco loco para la
mentalidad de los Viejos sí que estaba. E incluso para los Jóvenes de mi época.
¡Sin dinero, perdido en el mapa, bebiendo de
riachuelos y buscando un árbol o un campo de flores para comer! ¿Qué pasa, no
habéis comido nunca flores?
Había que reírse o dejarme por caso perdido. Fue mi
primer viaje. París, Amsterdam, Bruselas, Roma, Atenas, Estambul, El Cairo,
Jartum, Damasco, Kabul, Delhi, Goa. Un sueño hecho realidad, una victoria en un
campo de batalla apto sólo para locos. Soy un héroe, hablo con los dioses, el
mundo se mueve al pulso de mis deseos. La Muerte tiene prohibido el acceso a
este Adán viajando por el tiempo. Vade retro Satanás, vete con tu mierda al
infierno. Maldecido por la eternidad por un coño de hembra sapiens, ¿quién
compadecerá a un loco de tu especie? En el mercado de los siglos los coños se
regalan, se rifan, se compran y se venden, rosas abiertas a la polla del Poder,
ábreme las puertas del Palacio de los dioses y seré tu esclava, te comeré lo
que quieras, cuando quieras y con quien quieras, seré tu zorra virgen, tu puta
inmaculada, tu comeculos con labios de miel. ¡Cretino de Satanás, pagaste con
tu alma lo que se obtiene por una migaja del pan de los tontos!
Hago autostop en la autopista de la eternidad. La
gloria me espera. Horst vuelve la cara, no para de fumar Marlboro, conduce la
cara de Dylan, me pone cara de estrella:
“OK. Adivina a dónde vamos” dice Horst.
“¿Qué importa? Lo importante es ir. Por dónde…
intrascendente. El principio y el fin es lo que cuenta. El trayecto es la
aventura”.
“Egipto”. Quiso sorprenderme. “¿Por qué no te
sorprendes y pones cara de wow wow wow?”
“No esperaba menos de ti, Horst. Haces lo que yo
hubiera hecho de ser tú”.
“Tipo listo”.
“Horst, cambian las circunstancias, el Ser permanece.
Iguales condiciones, iguales opciones”.
“¿De verdad hubieras hecho tú lo mismo que yo he hecho
por ti de haber estado tú en mi lugar y yo en el tuyo?”.
“¿De qué te sorprendes, Horst? ¿De ser hombre o de no
ser un dios?”
“¿Ser un dios?”
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra
semejanza, dijo Dios. La elección es de cada cual. ¿Prefieres ser una bestia
política? Aquí yace uno que tuvo la oportunidad de ser un hijo de dios y eligió
ser gusano; no pudo creer en algo tan fantástico, espectacular, gigante,
colosal, infinito, hablar con los dioses, abrazar la eternidad”.
“Buen discurso, Raúl, pero quien va al volante soy
yo”, me suelta Horst.
“¿De verdad... tú?”
“Menos filosofía, Raúl. Atenas, Cairo, Jerusalén, Bagdad,
Damasco, Teherán, Kabul, Delhi, Goa. ¿Es el plan digno de un hijo de dios?”
“Seamos inmortales sin importarnos el qué o quiénes”
“Seamos”.
El viento se hizo tormenta, cayeron rayos, se oyeron
truenos, una batalla entre estrellas vomitó granizos sobre nuestras cabezas. En
el Edén solo cabe un dios, Adán o Satán. Eva prefirió ser una zorra del diablo
a ser la diosa del amor inmaculado. Satán se la metió por las orejas, la
condujo a un orgasmo mental, se corrió en la boca de Eva hasta que sus ovarios
se transformaron en un volcán erupcionando mierda, la peor de todas, la que
caga el infierno de la guerra. El cornudo de su marido se cagó en los muertos
del gran cabrón. Demasiado tarde; los cuernos de la guerra civil hicieron
temblar la tierra del paraíso original. Los Rojos perdieron comba, no tuvieron
los güevos de Lenin, declarar la España Federal de las Repúblicas Socialistas.
Desde entonces el fantasma capado de las Izquierdas Nacionalistas Españolas
carga con la cruz de los Cobardes reclamando una segunda oportunidad, una
Segunda Guerra Civil. Caín II se arma, Abel II is ready for war, “cuando
quieras, donde quieras”, VOX dixit. “Caín va a volver a comerse otra
mierda”. La Eva Roja tiene el coño abierto. Ha perdido la vergüenza, es diosa
de templos de prostitución, quien no la adora no se la folla, el sacrilegio es
mortal, que sea sacrificado el Borbón en los campos de la Segunda Guerra Civil.
Huele a humo. Habrá guerra. Las nubes rojas envían sus
mensajes de colina a colina. Todo por la Dictadura de las Repúblicas
Socialistas del Siglo XXI.
Yo he hablado con el Gran Espíritu y se lo he oído
decir: No habrá vencidos, únicamente habrá vencedores. Terrible será la
venganza. Caerá el puño del vencedor como martillo pilón sobre casa en ruina.
El que viva dentro será aplastado bajo la fuerza del odio. El burro será
acorneado sin misericordia por un toro herido. Los vencidos no serán
enterrados, se les quemará, y con sus cenizas al viento del Mar Grande
desaparecerá la memoria de su locura: ser la Casa de un dios de barro.
Horst tiene un plan. Marc tiene otro, dos guitarristas
europeos pateándose los USA de punta a punta, darle la vuelta a AMÉRICA, de New
York a Miami, de Miami a L.A., de L.A. a Seattle, de Seattle a Nueva York.
¿Tiempo? El tiempo es un factor incógnito. Los dioses no se preocupan de la
edad, si pasan cuatrocientos años o cientos de milenios, a ellos ¿qué? Que sea
lo que tenga que ser. No se entra en el campo de batalla creyendo que una bala
perdida te va a robar la gloria. Antes de la implosión que les augura un
brillante lugar en los cielos el destino de las estrellas está escrito en el
átomo madre. No hay nada que pensar. Descartes fue un discapacitado
intelectual. ¡Las piedras no piensan, luego ¿las piedras no existen?! Por
favor... La visión de los cadáveres y el olor de la pólvora taró su cerebro.
“Profe, si yo dejara de pensar en usted, ¿dejaría
usted de existir?”
“Niño, no empieces con tus tonterías. Si quieres irte,
vete”.
“Conclusión deductiva ad hoc. Me largo”.
Ser o no ser, cosa de poetas. Creer o no creer, he
aquí la realidad. Marc no cree en sí mismo; necesita apoyarse en un lobo de mar
experto en muchas batallas por esos océanos con horizontes abiertos a tierras
remotas. Le faltan cuatro cicatrices en el alma. Marc es algo más joven que yo,
su guitarra es muy clásica, reflejo perfecto en madera y acero de su
personalidad, el tipo al que se le puede confiar la mujer, pero no la vida. Mi
guitarra está siempre desafiando a la muerte, nos adoramos; ella me da todo lo
que yo le pido, sin celos, y yo le doy todo lo que ella quiere, mi amor
perfecto. A mí todas las tormentas perfectas, todos los tsunamis del planeta,
mis muros han sido construidos a prueba de bomba, como la Casa de la Virgen de
Nazaret, o la de la Virgen de Guadalupe.
A la misma edad que yo las rompí, mi Viejo rompió
aguas y se fue a Rusia a matar Diablos Rojos. Cuando su hijo Raúl regresó sano
y salvo de aquel viaje imposible a la India, sin un euro en el bolsillo, con su
guitarra por fusil, aquel viejo guerrero que sobrevivió a la carnicería de la
División Azul se sintió el hombre más orgulloso del mundo, “he aquí mi hijo”.
Su otro hijo, el Antonio, le dedicó al Viejo una obra póstuma sobre su épica en
la Rusia Soviética matando diablos: “Morid bestias, hijos de la demencia. ¿Cuántos
llevo, Cano? Diez, veinte, cien, todos al infierno”. La Guerra de los hijos de
Eva condenada a repetirse eternamente. No hay antídoto contra la locura de
Caín.
“Ve siempre con la verdad por delante, mira a los ojos
a quien tienes enfrente, no le tengas miedo ni al diablo, nacer y morir son
cosas divinas, no juegues ni pretendas ser el dios de los dioses, vive como
uno, pero no lo olvides nunca, eres un mortal volando por la autopista del
tiempo”, palabra de mi Viejo.
El Viejo no estaba loco, yo heredé su sabiduría, matas
o mueres; mientras no estés enterrado, estás vivo; mientras respiras hay lucha;
baila sobre la tumba de tu enemigo mientras él está vivo; el muerto es una nube
estéril, no da ni sombra ni lluvia; sé el fuego que consume; la Fe es un seguro
de vida que nunca expira. Vive contra la muerte. Camina camina camina...
Marc está virgen. Le daba repeluco ir solo por la
vida. Aquella era una aventura demasiado grande para un novato... Con un socio
de mi experiencia...
En otro momento, en otro universo, en otro mundo… tal
vez Marc.
Marc piensa que es por Anne. No, en absoluto. Anne se va
a las Canarias. Yo me voy a Jerusalén; necesito salir de Londres, comer luz de
estrellas, beber rayos de Luna.
El primer borrador del manuscrito de LA HISTORIA
DIVINA, 800 páginas, había consumido mis fuerzas, y para mayor inri caí en lo
comercial, ¡tonto de mí!, le dí una oportunidad a los mortales. Dios me lo
arrancó de las manos.
“Ahora tira para Jerusalén”.
All right all right, Tú mandas.
Resistirse a Dios, de locos. Aunque seas un hijo dios
siempre vives de prestado. Él es el Dios de dioses, no lo puedes olvidar. Si le
pegas una patada en los cojones al Dios de los dioses mejor ten preparada tu
tumba, siempre será mejor el silencio de la paz eterna que vagar por la
eternidad como un maldito fantasma atrapado en un agujero negro, perdido en un
cosmos oscuro como la garganta de un pozo son fondo. No te resistas, la Verdad
y la Fama no se casan. La Verdad se casa con la Gloria. La Fama es una burbuja
alucinando a chiquillos de paseo de la mano de su papá; existe un segundo y
desaparece un minuto después. La Gloria es trofeo de dioses.
“No más bla bla bla. Tira para Jerusalén”.
No se diga más.
Mi decisión contrarió a Marc, pero no a Anne. Anne
había sido flautista de conciertos folclóricos galeses, se aburrió de la
parafernalia clásica, se soltó la melena y bajó al underground londinense. Ella
era feliz. Por un tiempo nos saludábamos. Yo siempre estaba alegre y ella
estaba cada día más guapa. Cosa de mis ojos. Alguna vez que otra Anne se unía a
mis conciertos callejeros en Leicester Square, Covent Garden... Yo componía mis
propias canciones, canciones fáciles. Una noche de aquel final de la primavera
del 90, mientras nos buscábamos bajo las sábanas, Anne me comunicó su decisión
de unirse a mi aventura. Aparcaba su plan de irse a las Canarias; le gustaba
más la idea de Jerusalén. Le dije lo que había: Autostop, buscarse la vida,
dormir a la luz de las estrellas, pasar de historias raras. Cuando estás On
the Road no le das nunca a nadie la oportunidad de hacerte perder el
control. Puedes acabar sin pasaporte, sin guitarra.
“A nadie, ¿lo entiendes?”.
“Yes darling. Lo entiendo. De Atenas a
Jerusalén yo pago el billete de ida y vuelta. ¿Cuándo nos vamos?”.
Fuimos, vencimos, y regresamos. Demasiado pronto para
mi gusto. El viaje fue una maravilla; sin teléfonos, sin televisiones, sin
periódicos, dos tortolitos cruzando Europa sin prisas de ninguna clase. ¿No has
estado nunca en Klagenfurt? Vamos, te va a encantar. ¿No conoces Florencia? ¿Ni
Venecia?
Desde los ojos de Anne, Roma me volvió a enamorar. Y
también aquella Atenas lujuriosa, espléndida, antes de la esclavitud en que
vive hoy, la de ayer siempre risueña, orgullosa, magnífica, adorable, la ciudad
de los filósofos eternos.
Finalmente, Haifa, Nazaret, Belén, Jerusalén.
Pero al pisar Ciudad Santa notamos algo muy raro. Algo
excepcional está pasando. ¿Qué parte de la película del Próximo Oriente nos hemos perdido?
Viniendo de Francia, Holanda, Alemania, Austria, Suiza, Italia y Grecia, fuera
de onda, disfrutando de una pasión in crescendo a los pies de Florencia,
Roma y Atenas, nos habíamos desconectado del mundo, de este mundo siempre
dispuesto a meterse en problemas, adorador iconoclasta de la Paz, siempre
amante de la Guerra. Bajamos del buque, dejamos atrás Nazaret, con el corazón a
cien entramos en Jerusalén. Allí están los Muros de la Ciudad Santa. Pero al
lío, love, necesitamos llenar la cartera. Vamos a buscarnos la vida. “La
Calle del Rey David, please?”.
Allí está. Peatonal, llena de vida. Una calle como
otra cualquiera de las ciudades europeas. De no ser por la aridez del paisaje
las Murallas de Jerusalén podría ser las de la Ciudad de Ávila.
“Stop dreaming, Max. Necesitamos Money”.
“Money money money,
Ok Ok”
La Mujer, siempre tan materialista. Listo fue Dios
cuando la creó de una de nuestras costillas. Yo, con la cabeza siempre en las
nubes, ella con los pies en la tierra. La compañera perfecta.
“I love you, girl, pero aquí pasa algo raro”.
Como quien pasea su chucho por la Madrileña Calle
Princesa, las parejas israelíes pasean sus armas de fuego por la Calle del Rey
David. La Calle del Rey David está hasta la bandera de parejas jóvenes, alegres
y enamoradas, paseando sus ametralladoras portátiles, ellas besando las
metralletas de sus guerreros, ellos cogiéndolas fuerte de la cintura y
comiéndolas a besos. Nunca se sabe quién será el próximo soldado anónimo.
“¿Qué pasa aquí?”
Reprimir la curiosidad es un pecado capital,
especialmente cuando cientos de máquinas de matar pasean su naturaleza a calle
desnuda. A alguno se le puede ir la olla y ponerse a pegar tiros.
“No somos
terroristas. Where you from, guys? ¿No
lo sabéis? ¿De qué mundo venís? Iraq ha invadido Kuwait”.
“¿Y eso?”
Bueno, pasando. El olor a muerte atiza las chispas del
fuego de la vida y ayuda a las almas a desprenderse de todo lo que pueda atar
sus cuerpos a este mundo.
Anne a trabajar.
Un concierto callejero es como subir al cielo. Ganas
en un par de horas lo que un currante en un día entero. Si eres yo; si eres
otro, te puedes morir de pena. ¿El secreto? Tener una estrella. El ser y el
tener son las dos caras de la misma moneda. Si eres, pero no tienes no pasarás
nunca de pretencioso; si tienes y no eres siempre serás un iluso. El universo
está formado por estrellas y tinieblas; cada cual decide en qué campo va a
moverse. ¿Va a vivir mi vida el vecino? El paraíso está en el alma, todo lo
demás es un absurdo... hasta que caes en el infierno... Anyway, estás en
Jerusalén, la Ciudad Santa de los pecadores que tomaron la decisión valiente de
sacrificar a un hombre en bien de la supervivencia de todo el pueblo, con la
mala suerte que fueron a elegir por cordero al mismísimo Hijo de Dios. Durante
dos mil años han estado pagando aquel error. Desde la destrucción de Jerusalén
al Holocausto la historia de Jerusalén es una historia con moraleja: Dios es
Padre y quien le toca a su Hijo le toca a Él los güevos, y por lo que se ve de
la Historia de Jerusalén hay que andarse con pies de plomo antes de echar mano para
sacrificar a alguien en pro de nadie. “NO MATARÁS”. La Ley lo dice todo. En
fin, si estás en Jerusalén la visita a la Green Door Pizzeria es de
manual del buen turista callejero, lo mismo que coger una habitación en Jerusalén
la Vieja. Los peregrinos guardan sus esqueletos por la noche en la Jerusalén la
Nueva, fuera de los Muros, y por supuesto nunca van al Pub del Profeta. En el Prophet
Pub nos reunimos todos los europeos y americanos, melenudos, tías buenas,
cerveza negra, música jipi de toda la vida, long life to rock'n'roll, y
se habla libremente de lo que pasa en el mundo.
“Tíos, sois europeos ¿y no lo sabéis? Sois los últimos
en saber que os habéis muertos, y sois tan tontos que queréis asistir a vuestro
propio funeral y darle el pésame a la familia. Ok, sois buena gente. Os pinto
el panorama. El enano Kuwaití tejió su red bursátil en el Mercado Libre Europeo
hasta legar a convertirse en el accionista mayor de la British Petroleum. ¿Lo
coges? La B.P., la Joya de la Corona Británica. ¿Os lo imagináis? El Gigante
Británico trabajando para el enano kuwaití. ¿Cogéis la payasada? Son las cosas
del Free World Market. La Reina, God save the Queen, trató de comprarle
¡por las buenas! al enano kuwaití las acciones por las que iba a convertirse en
el mayor accionista de la B.P. ¿Dónde está tu problema? Vendes lo que
compraste, ganas un pastón en la transacción, ¿dónde coño tienes la cabeza? Guys,
no hubo forma. También Spain y los USA sufrieron la invasión del Enano kuwaití.
El Enano se había introducido legítimamente en sus Bolsas y se ponía las botas
con los Beneficios. Legítimamente, pero más allá de toda prudencia quisieron
usar esa parte del pastel para meterse en política. Retar a Tres Grandes de la
Economía Mundial, ufff, error tremendo. ¿Respuesta? De manual. Los reinos de
España e Inglaterra se alían con los USA y contratan al dictador iraquí para
invadir Kuwait, barrer toda su riqueza y regresar a su casa una vez finalizada
la Operación Tormenta del Desierto. Puro Teatro. Iraq se retira, se ocultan las
huellas del Contrato, y Kuwait se desprende por las malas de lo que no quiso
vender por las buenas. Welcome to the real world”.
El israelí que habla con nosotros en el Pub del
Profeta bebe su cerveza Guinness a trago lento, como si quisiera suicidarse
despacito. Anne y yo pagamos la cerveza con canciones. Anne está espléndida.
Sus ojos brillan como galaxias en las distancias infinitas, su cuerpo se ha
hecho un planeta gigante. Cuando cae la noche es la Luna la que debe brillar,
así que la dejo a su bola y sigo con mi charla con el tipo israelí hablando sobre
cosas secretas.
Contra el grito palestino llamando a Iraq a invadir
Israel, los periódicos israelíes hablan de sacar la bomba de neutrones. Nada de
pistolitas de agua, nada de tanques de lata. Israel tiene el arma de
destrucción masiva más potente jamás creada, la bomba de neutrones; mata a todo
bicho viviente, deja intactos los edificios. ¿Te lo imaginas? En cinco minutos
el mundo árabe entero borrado del mapa. Los Israelíes se ríen. “Dejadlos
venir”.
“Entonces toda la parafernalia de la bomba de neutrones,
el ejército en estado de alerta…”
“Parafernalia. Los dos Reinos europeos se alían con
los USA, contratan a Saddam Husein para saquear los tesoros de Kuwait a placer;
y obligan a Kuwait a vender las Acciones que por las buenas no quiso”.
No puedo evitar reírme. Los señores de la Guerra
retados al Póker por un jugador de la Bolsa del Mercado Libre. ¡Qué bajo ha
caído el mundo! El Reino de España, el Reino Unido y los Estados Unidos de
América contratando a un Dictador mercenario para sacarles las castañas del
fuego. Todas las cadenas de noticias del free world de rodillas delante
de los nuevos dioses del olimpo global.
“Una última canción, guys. Una Dura lluvia
va a caer, Bob Dylan”.
La presión mediática contra Israel por parte del mundo
árabe fue fuerte. Los periódicos locales pasaron de proponer la bomba de
neutrones como arma disuasoria a exigir su utilización. Normal que Washington
se volviera loca intentando calmar los ánimos de Tel Aviv. La situación era la
que era; Jerusalén estaba casi dispuesta a sacar a pasear a las
hermanitas de la Trinity. Por lo menos de boca para afuera. The Show must go on.
Anne comenzó a sentir miedo. A decir verdad, pasó del
temor al pánico en cuestión de semanas. Quería salir de Israel, regresar a
Londres. Intenté calmarla, todo es un teatro, pero cuando a una mujer se le
mete entre teta y teta el miedo, mejor dejarla a su bola. Regresamos a Londres.
Una vez de regreso a Londres, Anne siguió su camino y yo el mío.
Pronto las aguas se calmaron y la Tierra volvió a
seguir girando como desde el Principio del mundo, y hasta el Fin de los tiempos
lo hará. No sé por qué la gente cree que un día antes del Fin del Mundo un
meteorito se estrellará contra la Tierra. Me imagino que será porque la gente
necesita creer en cosas estúpidas que le hagan olvidar la estupidez con la que
les han lavado el cerebro en las escuelas. Yo soy un hijo de Dios y hablo con
mi Dios. “Están tontos, hijo”, me dice, “no les hagas caso, tú sigue adelante”
“On the road, siempre.”
En el 92, no sé por qué historia, a las mujeres no hay
quien las entienda, hoy te quieren y mañana te odian, mi ex quiso regresar al
nido de amor que un día fuera nuestro paraíso y al siguiente se convirtió en el
infierno de ir por casa. La historia de Adán y Eva no se acaba nunca. Cambian las
pichas y las tetas, el drama permanece. Juntos hasta que la muerte nos separe.
Ok Ok, pero júrame que te vas a morir mañana. La verdad es que trajimos un niño
a este mundo. Cosas de Dios. Pudo haber hecho Dios al hombre para vivir
sin sexo. Ser eterno. ¿Para qué tanto ganado? Pero quien tiene el Poder es
quien manda. Le dio a Dios por crear un mundo poblado por infinitos cabezones,
ellos y ellas, y aquí estamos. Amando y odiando. Dando la vida y matando.
Saltando del paraíso al infierno un día sí y al otro también. Es lo que hay. Y
aunque las segundas partes nunca sean buenas por amor a un hijo uno comete el
error imperdonable de darle esa oportunidad al fuego que arde. Quemarse y no
salir chamuscado, ¡qué tontería!
Ok Ok, here we are. En Roma, en París; trabajando en Segovia para unos marqueses y en
Toledo para un millonario de la construcción. Todo ¿para qué? El guión está
escrito, la producción está firmada, el director está en su sillón, los actores
están siendo movidos por los hilos del destino. No les pertenece a las
estrellas elegir su papel y su posición en los cielos. Lo que hay es lo que hay.
El amor y el odio no pueden convivir juntos. Por mucho que quieras a tu hijo
cuando el amor entre los padres no funciona quien acaba sufriendo el infierno
es el niño. Lo mejor es dar por finalizada la actuación.
En el 93 envié a la ex de regreso a la casa de sus
padres. Separación y divorcio. Regresé a Inglaterra. Conocí a Felicity en un
bar. Era una ballena con cara de virgen, nos apareamos en el océano hasta que
regresó a Nueva Zelanda. Yo me metí en aquel estudio de Finsbury Park. La hora
de la verdad había llegado.
Cerré una puerta en la Tierra y abrí una en el Cielo.
En aquel momento no estaba para nadie. Dejé de existir. Desaparecí del mapa. Teléfono
fuera. Había Llegado la hora de quemar libros, meterle fuego a la librería
universal que amuebla mi cabeza. Comer una vez al día, dormir una noche de cada
tres, caer rendido sobre una mesa sufriendo el caos. “Do not disturb”.
No acepto hembras. Ni alcohol, ni tabaco. Bebo leche, como frito con carne
fresca y verduras. Estoy subiendo la escalera al Cielo.
El Cielo está al otro lado del infinito. La eternidad
es una escalera que ríe.
“¿Qué buscas, hijo?”
“La Verdad, Padre”.
“¿Y cómo conquistarás el corazón del Dios de los
dioses?”
“Entregándoles el mío”
Vencí.
Me corté el pelo, me afeité, me vestí de los pies a la
cabeza, salí a respirar aire, welcome back to Earth.
Comencé el asedio a los castillos de los editores
londinenses.
-¿El editor, please?
-¿Tiene cita, sir?
-Tengo algo mejor, el libro del siglo: LA HISTORIA
DIVINA.
Mi fe en mí mismo es cosa de otro mundo; entro en una
editorial, me salto todos los protocolos, abro la puerta, me siento frente por
frente del editor y lo fascino. El espíritu del escritor llena la sala, inunda
la atmósfera a su alrededor. Es el señor de la palabra. El escritor se revela,
se descubre, conquista, seduce, inspira. Sólo él sabe encontrar a ese editor
que cree que la palabra es dios, y tú eres ese dios.
Se acerca la Navidad. Un hijo de Dios aterriza en la
Tierra. El hombre, hijo, hermano, ha regresado a su mundo. Me encuentro en una
fascinante plenitud física, moral, intelectual. Mi corazón vuelve a pulsar
novas, a pintar nebulosas en el firmamento. Vivo en un big bang:
“Dios creó al Hombre a su Imagen y Semejanza,
yo soy Hombre, ergo:
soy un hijo de dios”.
Y sin embargo la realidad es vivir bajo la tormenta.
Seas un dios o una bestia la tormenta de la Muerte sigue lanzando sus rayos
sobre pecadores y santos. Como el Sol, la Muerte sale todos los días a cosechar
cuerpos para su cementerio de polvo y ceniza.
Una cabina telefónica. Tecleo un número.
-Buenos días, mamá. Feliz Navidad.
-¿Eres tú, hijo mío?
-¿Cómo estás, mamá?
-Bien, hijo.
-¿Cómo están mis hermanos?
-Todos bien, hijo.
¿Cómo están mis hermanas?
-Todas bien, hijo mío.
-¿Pasa algo?
-Nada hijo.
-Mamá, ¿qué ha pasado?
-Todos estamos bien, hijo mío. Feliz Navidad.
-¿Qué pasa? ¿Qué tienes?
-¿No es nada, hijo? Te quiero. No me preguntes más.
¿Qué precio tiene una sola de las lágrimas de la mujer
que más quieres en este mundo? ¿Un millón de euros, un billón tal vez?
¿De verdad valen más la fama y el dinero que una
lágrima de la mujer que te llevó en las entrañas y de cuyos huesos se tejieron
los tuyos?
-Vale. Bajo enseguida.
-No hace falta, hijo. No es nada.
El alma amada que llora en silencio tiene más fuerza
que diez mil soles. Y aunque Londres diste de Málaga más de lo que dista la Vía
Láctea de la galaxia Andrómeda los pájaros de mi especie volamos sin miedo a
las distancias. El tiempo es un caballo con alas acudiendo a nuestra llamada, a
cualquier hora, en cualquier momento. Las grandes llanuras europeas a la
velocidad del AVE Francés; Londres, Paris, Madrid, Málaga, un rato entre dos
Lunas.
Entro en casa. Están mis Viejos sentados en la
oscuridad. El silencio es un muro. Algo ha pasado. ¿Pero el qué? La respuesta
me hiela la sangre. Su hija pequeña, mi hermana Celia, a las puertas de su
boda, sufre una trombosis de camino al hospital, se duerme y no vuelve a
despertarse. Sus padres quedan devastados.
De la Tierra al Cielo hay una distancia feliz, divina,
tan hermosa que no hay palabras para darle forma. De la Tierra al Infierno ¿qué
distancia hay? La Muerte se los llevaba, a mis Viejos, y yo no podía permitir
bajo ningún concepto que el alma de mis padres fuese privada de vivir la
Eternidad en el Paraíso con esa niña que les había sido arrebatada. Aquella
Celia era una niña que no había estado enferma en su vida. Practicaba Judo. Era
bella, fuerte, alta. Tuvo un único amor en su vida y con él preparaba el día
más feliz de una mujer, el día de su boda. Sus padres le habían financiado su
negocio. Era una mujer independiente. No se le conocía historial clínico. Un
día siente un dolor en la pierna, viene la ambulancia, la trasladan al Clínico
de Málaga, la sientan en una silla de rueda a la espera del médico, no se la ve
para urgencias. No hizo falta que la llamasen para su turno. La niña se durmió.
Se fue al Cielo. España tiene el mejor sistema de salud del mundo. Te dejan
morir y se limpian las manos.
No podía regresar a Londres y dejar a la Muerte
llevarse aquellas dos almas a su cementerio de desolación. Yo ya le había
arrebatado antes a la Muerte un alma y había aprendido a verla en los ojos de
su víctima. Las almas de aquellos dos seres de cuya sangre y cuya carne se
tejió la mía no iban a ser privadas de despedirse de sus hijos con el corazón
alegre, y llenos de paz. El hijo de Dios que vive en mí se plantó vestido de
todas sus armas de guerra entre ellos y la Muerte
Triunfé. Pero mi libro, mi trabajo… todo se quedó en
Londres.
Ese mismo año mi madre fue sentenciada a muerte por el
cáncer. Uno de mis hermanos por el SIDA.
La tormenta no remitía. El show final estaba en el
aire. Me trasladé a Madrid por unos meses. Allí conocí a una estudiante belga.
Nos movimos a Bruselas. Mi madre se fue al Cielo durante esos días. Era el
1995. Mi colega belga estaba preñada. Iba a tener una niña. Vivíamos en
Bruselas, pero ella se fue a parir a Lovaina. La criatura nacida salió del
hospital sin mi apellido.
“¿No le has dado mi apellido a la niña?”
“Es la ley de la tierra”, me contestó.
Según la ley de la Bélgica Flamenca el nascituru se acoge a la ley de la tierra, lo que significa que de haber sido parido la
niña en Bruselas, donde vivíamos, la ley le hubiese dado ipso facto mi apellido
a la niña. Al trasladarse de Bruselas a Lovaina para parirla su madre apartaba
a su hija de llevar el apellido de su padre. La ley de los nazis. ¿Qué historia
era esa? ¿Me estaba tomando por idiota? El problema era mi corazón. Mi alma
estaba aún sumida en la muerte recién acaecida de mi madre. Moría una Juana y
nacía otra. Estaba centrado en “aquellos trámites sin importancia del apellido”
hasta que un día la Belga, su madre y su abuela me acompañaron a la oficina de
un juez, amigo de la familia, para firmar los papeles de la paternidad y darle
el apellido a la niña. Eso me dijeron. Todo normal. Firmé el documento, escrito
en Flamenco. Tras haber sido firmado en la confianza de haberse solucionado el
tema del apellido el Juez me tradujo al Inglés el documento que acababa de
firmar. En efecto, yo era el padre de la niña, pero las allí presentes habían
decidido a mis espaldas que la niña fuese reconocida por su padre pero sin llevar su apellido.
De vivir bajo la tormenta, pasé a ser la tormenta. O
me iba, o cometía una locura.
Necesitaba darle a mi vida una vuelta de tuerca.
Lanzarme a las aguas, dejarme llevar por la corriente lejos de este mundo
cubierto de tinieblas.
Cogí el primer vuelo que salía para Méjico. Me metí en
la barriga de aquella ballena de metal sin mirar para atrás.
Las 16 o 18 horas de vuelo entre Ámsterdam y Méjico
City corren rápido. Ver los continentes desde las nubes es una droga. ¡Qué poca
cosa es el hombre! Desde las nubes el hombre es nada; bajas a tierra y desde
los pies a la cabeza algunos se creen un superdios. ¡Qué locura! Basta un
movimiento de tierra para enterrar diez mil Pompeyas, un despertar del océano
para tragarse una Atlántida, y sin embargo la tentación de ser igual al Dios de
los dioses es un virus okupa instalado en las profundidades del inconsciente
que se niega al desahucio. ¿No podría quedarme en las nubes para siempre? Lo
fácil que sería cerrar los ojos, darle la espalda y dejar al hombre desaparecer
del Universo. ¿Por qué se empeñan Dios y el Diablo en mantener su guerra entre
los hombres? Todo es bello, perfecto, espléndido, hasta que pisas tierra y
hueles ese aire sofocado por el olor de una guerra que parece no tener fin.
El aeropuerto Benito Juárez abre la puerta a una polla
de millones de muertos vivientes atrapados entre ese Cielo e Infierno que es
Méjico Capital Federal. Un diluvio de 10 días bastaría para borrarlos a todos
del libro de la vida. ¡Qué paciencia tiene Dios!
Los mejicanos aguacateros del avión me aconsejan no
salirme de la Zona Rosa. ¿Me están llamando maricón? Se ríen. No le veo la
gracia. Se me explican. En la Capital Federal hay dos mundos, uno para
mejicanos y otro para turistas, si el turista se mete en el mundo de los mejicanos,
pues eso, “que le llore a su mamaíta”, todos a una revientan a carcajadas.
Siguieron bebiendo hasta dejar el bar del avión sin alcohol. Siguiendo el
consejo de los sabios aguacateros me instalé en una Pensión de toda la vida,
entre Mejicanos.
No tardas en comprender por qué eso de meter a los
turistas en la ratonera de la Zona Rosa. Tienes que pisar la Zona Rosa porque
así lo mandan los manuales del buen turista. Allí puedes comprar una
adolescente mejicana por cinco dólares, entrar en los garitos nocturnos y ver a
vírgenes derrumbarse en lágrimas en plena actuación de striptease para turistas
babosos. O sentarte en una terraza bajo la Luna y ser servido por una mujer
bellísima al lado de la cual la belleza de una miss universo no pasa de ser la guapura
de una furcia; se sienta ella a tu lado, te regala la sonrisa más seductora del
mundo, y entre plato y plato te mira a los ojos buscando ver en los tuyos
visiones del otro lado del Océano, la mítica Europa de los Conquistadores, el
Viejo Mundo, la Cuna de todo lo bueno y lo malo del universo. No hay suficiente
agua en el cosmos entero para saciar la sed de felicidad de esta cosa, el ser
humano.
Al otro lado, en la ciudad de los mejicanos, el coste
de la vida está por los suelos. Paseando por las calles de la Ciudad Prohibida
para los Gringos los montes de basura son escalados por mujeres y niños a la
rebusca de desperdicios. Desde la Zona Rosa no se ve esta ruina. ¡Pobre gente!
Lógico que la Ciudad esté en torbellino revolucionario perpetuo. El PAN y el
PRIM eran a Méjico lo que los Laboristas y los Tories a Inglaterra, y el PP y
el PSOE a España, dos dinosaurios ocupándolo todo, pisando a todo el mundo,
dirigiendo el futuro acorde a los intereses de sus majestades. Aquí, en Méjico,
sus majestades son los Carteles del Narcotráfico y los señores del Petróleo.
Fuera de esta dicotomía entre ricos y pobres, igual o
más terrible a la que yo ya había vivido en las ciudades del Tercer Mundo
Asiático, la miseria de la Capital Federal de Méjico me impresionó. Por muchas
razones. En Delhi el cosmos se ordena en castas teológicas. Naces piojo porque
fuiste una cucaracha en la vida anterior, y si aceptas tu destino en la próxima
serás una rata. Pero estás de suerte. Algún día en la eternidad romperás el
ciclo. La llave está en tu mano, “adora a tu guru”. ¡Pobre gente! Las
naciones convertidas en loqueros, y los más locos entre los locos dirigiendo la
orquesta de las reencarnaciones.
Pero no todo tiene que ser pensamientos oscuros.
Aunque el humor esté por los suelos siempre hay una columna a la que asirse, en
la que apoyarse y contra la que descansar bajo la tormenta.
La elección la hice mucho tiempo atrás. No me había
arrepentido nunca, y no iba a arrepentirme ahora. Ahora menos que nunca. A todo
nacido de hijo de hombre se le da una opción, caer desde el homo sapiens a la
bestia racional y vivir bajo la ley de la Muerte; o elevarse a la Inmortalidad
y vivir bajo la ley de la Eternidad. Elegí la Inmortalidad. ¡Vivir como un hijo
de dios bajo la ley de un Dios de dioses! ¡Qué me importa a mí la opinión de
quienes eligieron ser una bestia racional, adorar a otras bestias y matarse por
la posesión de piedras! Polvo al polvo. Todos pasarán. Serán una cita en el
libro de la Historia de la Creación. Mi existencia es cosa mía, y solo a mí le
corresponde el Ser o no Ser. Creado a Imagen y Semejanza de Dios, nacido para
ser un hijo de Dios, teniendo a Dios por padre ¿qué será el hijo del hombre?
Creer o no Creer, he aquí la Respuesta.
Sí señor, cada cual tiene su librillo, su caballo de
batalla para vencer una psique atacada a muerte. Los mortales se mueven por
intereses en la creencia de que no hay nada más después de la Muerte. Los hijos
de Dios vivimos la eternidad aquí y ahora, sujetos a la Ley del Creador del
Universo. La Muerte nos puede perseguir, pero jamás darnos caza. El Diablo nos
puede tentar, pero jamás arrancarnos el Sí al infierno. El Infierno nos puede
sitiar, pero el Cielo está de nuestra parte. “Basta de lamentaciones, hijo de
Dios, levanta tu alma, mira a tu alrededor. Has nacido Invencible a la imagen
de los dioses, recoge tu corazón y anda”.
A la Virgen de Guadalupe la llaman “Reina de Méjico y
Emperatriz de las Américas”. Su Templo Nuevo se parece mucho al Templo de la
Anunciación de Nazaret, no tanto por su arquitectura cuanto por su sentido;
ambos están construidos contra bombas atómicas. El Viejo Templo, de finales del
XVII y principios del XVIII, construido bajo inspiración española, como todo lo
que en Méjico tiene un valor histórico, es una maravilla única, como lo es la
Plaza Mayor de Méjico Capital Federal, de tamaño cien veces la de Madrid, como
lo son esas Grandes Avenidas que hacen de la famosa Avenida de la Castellana
Madrileña una calle menor de la ciudad de Cortés. Vivir en este planeta y morir
sin pisar esta tierra mejicana es un insulto a la dignidad humana. Pero no voy
a regresar a mi tristeza. Para lacerarme con el látigo de la tristeza ya están
los mejicanos.
Un día sí y otro también las manifestaciones obreras
recorren aquellas Avenidas e invaden aquella Plaza Mayor ciclópea en la que
tanto me gusta sentarme a admirar la Catedral, otra de esas joyas heredadas de
los Españoles. La Miseria Obrera se sienta a mi lado un día sí, otro día
también, y al siguiente más de lo mismo. Los mejicanos en cuanto ven a este
Gringo no pierden tiempo en ponerlo al corriente de las cloacas de aquel Estado
que creyó ver en la Independencia un futuro de libertades y todo lo que han
descubierto desde entonces es Miseria.
En otro momento, en otra situación, mi corazón hubiese
derramado una lágrima. En ese momento mi corazón estaba luchando con la Muerte.
Necesitaba respirar aire fresco, disociarme de todo aquel griterío pidiendo
justicia. Cogí el bus y bajé a Acapulco.
¡La famosa Acapulco! Otra frustración. Más de lo
mismo. Los turistas a un lado; los mejicanos al otro; en medio, la Playa de los
Pelícanos. Nada nuevo bajo el Sol. A la hora de la Luna cada uno a su cueva. Yo
me quedo en la playa a hablar con las estrellas. Tres enanos tamaño maya se me
acercan; me rodean con sus pinchos; demonios más bravos hubiera debido el
diablo mandarme si pretendía acojonarme. Me pongo de pie, trueno con la voz de
un Conquistador recién salido del mundo de los muertos. “Id a robarles a los
ricos, pendejos”, se quedan de piedra.
Harto de aquella Acapulco viviendo entre los extremos,
de regreso a la Capital se me ocurre darme una vuelta por el Valle de
Teotihuacán. Para bajarme la adrenalina. Si eso fuese posible.
El bus vale unos cuantos pesos; pura calderilla. Los
70 kilómetros de distancia entre la Capital y San Martín de las Pirámides
iluminan. Entendí por qué los Conquistadores la llamaron Nueva España. Pones
Extremadura y Andalucía juntas en el corazón de un valle típico del Sur, le
pintas unos toros y algún que otro cerdo comiendo bellotas entre la arboleda de
la dehesa de Teotihuacán, y ahí la tienes, Nueva Extremadura. En el centro de
aquel valle de árboles esparcidos hasta las faldas de las montañas a lo lejos,
está ella, la Pirámide del Sol, reina y señora de un mundo en ruinas.
El bus apaga el motor a la puerta de la Antigua
Teotihuacán. La Pirámide del Sol son unos 70 y pico de metros para arriba, la
escalera de la Muerte, cada nivel más empinado, cada piso los escalones más
pequeños. Un peligro para esqueletos tirando de carne tocada por la vejez.
Llegar a la cumbre es el reto. Más de un guiri renuncia en la tercera fase,
fracaso que se agradece cuando lo que se busca es contemplar los siglos en soledad
y silencio.
Un día espléndido. El paisaje es de mitología. El
humor tenebroso se diluye según se acerca uno a la cumbre. Respiro. Abro los
brazos, cierro los ojos. Me invaden los siglos. Estoy en el trono de Moctezuma.
La sangre de miríadas de mujeres y niños corre escaleras abajo. Son los hijos
de los Asirios y Babilonios que se salvaron del Diluvio. Trajeron a este lado
del Océano sus ritos sangrientos, sus crímenes sacrílegos, sus religiones
demoníacas. Cada año los hombres de Moctezuma salían de razzias a la caza de
esclavos para los sacrificios. Aquí en lo alto, en la sala de los sacrificios
de la Pirámide del Sol, se huele aún la sangre; siglos más tarde aquel olor
maligno aun impregna las paredes y no hay lejía que disuelva el recuerdo de
aquel crimen. Abajo, en la llanura, la Calzada de los Muertos, y, a distancia
corta, la pirámide de la Luna.
No tengo más ganas de pensar. Que mi mente me lleve
adonde quisiera. A Egipto. Horst está a mi lado. Estamos sentados en la cima de
la Mastaba de Gizet. Horst fuma Marlboro con cara de Dylan soplando humo a lo
Churchill. Está encantado. Contemplamos el paisaje. El desierto a las espaldas,
el Cairo al frente, el Nilo a la izquierda, las estrellas por miles se
posicionan en la bóveda celeste. Puedo escuchar la voz de Horst. Pero no es la
voz de Horst la que oigo.
-You look happy - dijo, y sin más se sentó a mi lado-. Beautiful, isn’t? - continuó casi sin mirarme.
La miré. Era bella. En otro momento, en otro lugar.
-¿Y tú eres?
- Claudia, de Suiza. ¿Molesto?
-Para nada.
-Magnífico. Todo esto. ¿De dónde eres?
-Spain.
Poco más. Hay momentos y momentos. Horst está a mi
lado, apostándome lo que sea a que él llega antes a la cumbre de la Keops. Le
miro a la cara con cara de incredulidad, un banquero retando a un deportista
nato. Corro hacia la Keops; Horst hace como que me persigue. Cuando vuelvo la
cara le veo morirse de risa, está subiendo la Micerinos. ¡Capullo!
Así se me fue aquel primer mes en Méjico. Y mi alma
seguía sin encontrar su sitio en mi pecho. En mis sueños me retaba a mí mismo a
arrojarme a la corriente, dejarme llevar, sin miedo. ¡Vámonos a los Estados
Unidos de América!
La gente no cree en el mundo de los sueños. Cree que
el alma muere durante la noche. Como la vida bajo el Sol, la vida bajo la Luna
tiene sueños para pasar el rato y sueños que marcan de por vida. Que cada cual
piense lo que quiera. Yo soy yo; tengo mi vida, es todo lo que tengo, nací para
vivirla, y excepto a mi Dios a nadie le he permitido nunca que me diga cómo
tengo que vivirla. Unos se retiran a un monte a encontrar su alma, otros se
retiran al desierto a encontrar a Dios, otros meditan bajo un árbol sobre la
nueva era. Cada cual tiene su librillo. El mío es vivir la vida de día y de
noche, a la luz del Sol y a la luz de la Luna. La cuestión existencial final
es: ¿Qué eres: un animal o un hijo de Dios?
Me subí al Caballo de hierro, y planté mi esqueleto en
Laredo, la Frontera con Texas, USA.
El policía de la Frontera al ver mi pasaporte y mi
billete de vuelta a Europa me pregunta como quien habla con un extraterrestre:
-¿Ha visto alguna vez a un Hombre Negro, Mister
Palmer?
-Si todos son como usted, Mister, creo que no
tendré ningún problema en beber con ellos una cerveza.
Sonríe y me desea lo mejor.
Un bus sale para San Antonio, Texas. A las pocas horas
veo la primera ciudad de los Estados Unidos de América, San Antonio. Lo primero
que me salió del alma fue: “Home sweet home”.
Era el Día de Acción de Gracias del 1995.
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