EL DEMONIO, EL MUNDO Y LA CARNE
LA HISTORIA DE SATÁN.
EL DIABLO,
La Serpiente Antigua, el Dragón
CRISTO RAUL Y &S
PRÓLOGO
Esta Historia por su propia naturaleza tiene que provocar un grave
choque intelectual en la mente de todos quienes sus pensamientos han sido
formado por creencias ya precocinadas en las confesiones de los últimos siglos
y milenios. De todos modos, trataré de ser lo más directo y sencillo posible a
fin de que la naturaleza de la Verdad Divina, el Legado de Cristo a todos los
hijos de la Iglesia, no oscurezca la Luz de la inteligencia que nos ha de guiar
a través del Camino de este siglo.
Imposible sin embargo me ha de ser evitar el choque entre la idea
que se tiene del Origen de la Caída de la Humanidad en el infierno de la
Guerra, en cuyo sangriento campo llevamos viviendo va ya para siete mil años, y
la Verdad que le impidió a Dios perdonar el pecado de su hijo Adán sobre el terreno de su tiempo,
y la Fuerza que arrastró a ese otro hijo de Dios, de nombre Satán, a retar a Dios a consumar su Obra de la
Formación de la Plenitud de las naciones del Género Humano a la imagen y semejanza de los reinos ya existentes en su
Creación. Sujeta esta Respuesta a la Necesidad de la Muerte de Cristo, la
inteligencia cristiana ha deambulado por el mundo del pensamiento a fin de por
el poder de la sola Razón comprender cuál fue la Causa de aquél Abandono por la parte de nuestro Creador,
amantísimo del Género Humano, por el pecado de un solo hombre entregado a la
Muerte, arrojado a los pies de Satán como si el ser humano ni hubiese sido
creado por Él en persona para ser elevado a la condición de hijo de Dios y
participar de su Vida Eterna junto a su Hijo Divino, nuestro Rey, Jesucristo.
La incapacidad de los teólogos de todos los tiempos para penetrar
en la mente de Dios, sellada por el Silencio a que el Espíritu Santo hecho
Hombre fue sometido, vino a ser, en definitiva, el terreno en el que la Semilla
de la Cizaña de la División de las iglesias encontró tierra fértil, como la
Historia de la Iglesia nos enseña, en cuyos capítulos vemos una y otra vez cómo
la división mortal que condujo a Caín a matar a su hermano Abel vino a
reproducirse una vez y otra entre los Cristianos: desde el Arrianismo a la
Guerra de los 30 Años.
Cualquiera que niegue o piense que aquella Guerra Europea Civil
Religiosa fue algo diferente a un Fratricidio Satánico, ése se equivoca. La
tarea de este libro no es otra que, obedeciendo el Poder de la Voluntad de mi
Dios, al que mi voluntad se pliega, y aunque no lo entendiese yo así es Su
Voluntad la que me mueve; la meta de este libro, después de haber analizado en Cristo
Raúl contra el Anticristo, y Lutero, el Papa y el Diablo, las raíces
anticristianas de las Confesiones Protestantes, la meta de este libro es ahora
quitarle al Dios Oculto de la Reforma la máscara y descubrir ante todas las
iglesias el verdadero rostro y el nombre de ese “dios oculto”, no otro que
Satán, un hijo de Dios hasta que se levantó contra el Padre Eterno, y hermano
del mismo Adán contra el que vistiéndose de Enviado del Dios de dioses levantó
el hacha asesina que le puso fin a su Reino.
Dios quiso que la Respuesta a la Pregunta de su Hijo “Dios mío
¿por qué me has abandonado?” fuese dada a conocer a todas las naciones cuando
los tiempos se consumasen, sobre cuyo
Fin el Espíritu Santo escribió para dar Testimonio de la Casa de Cristo, cuando
aún su Madre era, como quien dice, una Niña, escribiendo : “La creación entera aguarda expectante la hora de la libertad de los hijos de
Dios”, entendiendo y comprendiendo evidentemente a los hijos del Cielo, el Unigénito y Primogénito a la Cabeza, pues
diciéndole Dios a su Hijo: “Siéntete a mi diestra hasta que ponga a tus
enemigos en el escabel de tus pies”, limitó el Poder Divino de su Corona, a la
vez que prometiéndole que su Descendencia conquistaría las puertas de sus enemigos, una vez nacida, dicha
Limitación del Todopoderoso Rey y Señor de Cielos y Tierra a intervenir en el Futuro del Género Humano, su Creación,
cesaría para siempre en beneficio de la Gloria de su Padre, YAVÉ Dios, y la
Salvación de la Plenitud de las naciones.
En dos direcciones mira, pues, la Cuestión de la Cruz,
1: por qué aquella Condena sobre todos por el pecado cometido por
uno solo,
y 2: por qué
limitar el Todopoder de su Hijo una vez consumada la Redención.
Aunque en La Historia Divina de Jesucristo he expuesto las
causas generales desde el Pensamiento de Cristo, acorde a quien es por el
Espíritu su hijo, es hora, una vez abierta la Puerta al Pasado, es hora de
recoger el hilo, seguirlo hasta nuestro Presente y abrirle al Futuro un campo
de riqueza sin límites, natural a la Divinidad del Rey de todos los cristianos y
Señor de todas las iglesias, cabeza de todos, la Fuente desde la que Dios
alimenta a su Creación entera, y por Amor a Él todos devenimos parte de la Vida
Eterna del Señor y Dios de la Sabiduría, YAVÉ, cuya Morada es Sión, el Monte desde el que su Hijo y su
Casa gobiernan su Reino.
Así pues, no es mi intención, ni me lo permitiría el Espíritu que
se me ha dado, en todo sometido a mi Rey, provocar un terremoto que pudiera
poner a prueba los fundamentos de la Fe Cristiana. La Casa del Rey de la
Tierra, morada de su Esposa, ya ha sido sometida a toda clase de terremotos,
diluvios, y tormentas, y para la gloria de su Esposo, quien le Legó la Indestructibilidad cuando le dijo:
“Las puertas del Infierno no podrán contigo”, su Victoria está a ojos vista en
la Vida de la Iglesia Católica, cuya existencia fue causa de Persecución y
genocidio desde el principio a nuestros días, como se ve en las persecuciones a
que están siendo sometidos los cristianos, ante el silencio de las naciones,
silencio que, siguiendo el proverbio: “quien calla consiente”, bendice la
guerra del Islam y del Socialismo contra la Fe Cristiana a lo largo y ancho del
mundo. Es este mundo el que llega a su Fin, pues nacida la Descendencia de
Cristo el Día profetizado por el Espíritu Santo ha amanecido, y con él la Luz
Verdadera del Todopoderoso Hijo de Dios se derrama sobre todos los pueblos para
su Conversión y Adhesión a su Reino Sempiterno.
Obviamente el choque intelectual que se ha de producir en quienes
leeréis este libro procederá de la incepción de los múltiples “cristos” de
letras y signos que por razones de ambición de poder y riquezas forjaron los
hombres del Pasado, quienes guiados por su ignorancia, y negando en su orgullo esa ignorancia, como en
los tiempos antiguos los hombres se crearon dioses de madera y piedra, que
vestían con piedras preciosas para hacer más creíble su farsa, como se ve aún
hoy día en el Oriente Lejano, aquellos teólogos vistieron sus “cristos” de
doctrinas seudoteológicas, en todo punto
anticristianas, como se ve por sus frutos: Guerras civiles religiosas, crímenes
sin fin de los unos contra los otros, y aunque siendo todos hermanos por tener
el mismo Dios, Señor y Rey, encontraron la manera de vestir a Caín de santo y a
Abel de demonio, de esa manera conduciendo a los más ignorantes que ellos al
campo del odio y del crimen fratricida.
La Historia del Cristianismo, siendo una ciencia, de por sí la más
alta y trascendental que se pueda
enseñar y adquirir, pues ella comprende la Historia Divina y la Historia
Humana, la dimensión donde Creador y Creación se encuentran, y cultivar la
inteligencia para inmunizarla contra cualquier manipulación externa, nos enseña
una Verdad que supera a cualquier otra, a saber, que Jesucristo es el único
Espejo en el que todo ser creado a la imagen y semejanza de Dios debe asomarse
para ver su verdadero rostro y poner a prueba su Pensamiento contra toda
Doctrina que pretenda ir más allá de la Fe del propio Cristo Jesús, Doctrina
Divina legada al Espíritu Santo, que vive en su Esposa, la Iglesia Católica, de
cuyo seno viene a luz su Descendencia, esta Descendencia nacida para conquistar
las puertas de sus enemigos, pues si a su Esposa le legó en su Testamento la
Indestructibilidad, a sus hijos nos legó la Invencibilidad.
Fuera entonces todo miedo, toda duda, toda confusión, pues como
escribió el Espíritu Santo: “Todo nos pertenece, porque todo le pertenece a
nuestro Padre, y siendo sus herederos en todo participamos de su Gloria como
hijos amantísimos de su Padre, para quien trabajamos en la libertad de los
hijos que se saben amados y tienen en su Padre libertad divina para hacer su
Voluntad, no como esclavos arrastrados al campo por la fuerza del látigo, sino
como quienes por amor a su padre trabajando trabajamos para Él en bien de todos
los pueblos”.
En efecto, todo hombre, sea obispo, patriarca, pastor, o líder,
todos somos el reflejo en el espejo de nuestro espíritu de la Luz Verdadera que
ilumina los Milenios con su Sabiduría y Bondad. Únicamente Dios vive para
siempre, y habiéndonos creado a la Imagen y Semejanza de su Hijo somos
herederos de su Espíritu, por el que siendo mortales vivimos aquí en la Tierra
como si fuésemos ya eternos acorde a la Ley del Espíritu Santo que Gobierna su
Reino. Fuera de esta Imagen que se hizo Hombre, cuyas Palabras y Hechos fueron
recogidos y escritos por sus Hermanos en el Espíritu Santo, no hay hombre. Por
esto dice Dios en sus hijos: “Cristo, que vive en vosotros”.
Obviamente Jesucristo es la Cabeza de un Cuerpo Divino, la
Iglesia, y puesto que no puede tener Dios otro Cuerpo que el que le corresponde
a su Naturaleza, siendo Dios quien le ha dado este Cuerpo a su Hijo, este
Cuerpo está sujeto a la Jerarquía por Dios engendrada, en todo sujeta a su
Cabeza, su Hijo, en quienes se cumple lo que desde el Principio se escribió:
“Buscarás con ardor a tu Marido, que te dominará”, invistiendo así Dios, antes
de dar a luz a Cristo el Señorío sobre la Iglesia, a su Esposa de su propia
Divinidad, cumpliéndose la Ley, “Serán una sola carne”.
Cuando, por consiguiente, decimos “SÍ” al Cuerpo de Cristo,
decimos “SÍ al Cuerpo Sacerdotal por Dios engendrado” en el seno del Género Humano
para la Salvación de todas las naciones, dado que el Sacerdote de Dios “es
cuerpo y sangre de Cristo”.
“Serán una sola carne” está escrito. Y como sin la sangre no puede
vivir el cuerpo, sin la carne no puede haber vida para la sangre.
La Jerarquía Católica fue instituida por Dios para la Salvación y
Conversión de la Plenitud de las naciones a la Fe de Cristo. Y es a través de
Ella que recibimos la Gloria de devenir hijos de Dios y Ciudadanos de su Reino.
Por tanto, es Deber Sagrado de todos los hijos de Dios de salir al
campo de batalla. Mientras la Esposa permanece en Casa, pues el Deber
de la Esposa es “apacentar los Rebaños” de su Señor, el Deber de los hijos es salir
al campo de batalla y conquistar a los enemigos de su propia Salvación.
Quien no comprende este sencillo Hecho se erige como Juez de Dios,
quien siendo el Creador de todos tiene la Libertad de dirigir su Creación
acorde a su Sabiduría y Bondad sin límites.
En verdad, y adelanto reacciones, esta Historia de Satán puede
resultar ofensiva, por los acontecimientos que expone, a todos, tanto católicos
como no católicos. Nadie ignora las palabras de San Pedro: “La Fe, acrisolada
en el Martirio, que se corrompe”. Corrupción profetizada de antemano a fin de
que a nadie le coja por sorpresa sus consecuencias. La Historia de las iglesias
está escrita. No porque unos y otros la manipulen para ocultar sus pecados lo
que está escrito se va a borrar. Que desde la Barbarie se quiso hacer de la
Esposa de Cristo una concubina imperial, únicamente los que no leen la Historia
pueden negarlo. Cuando el Imperio Bizantino consiguió hacer de la iglesia
ortodoxa griega su amante, Dios no retuvo el Brazo de su Ley, entregando el
Imperio a su destrucción y a la iglesia ortodoxa griega a la esclavitud.
La Iglesia Católica Romana luchó con todas sus fuerzas contra esa
corrupción final que el imperio germano
quiso establecer, victoria maligna que abortó el Espíritu Santo mediante la Revolución de Gregorio VII, llamada
también la Lucha de las Investiduras, y que sus detractores protestantes demonizaron haciendo del Espíritu Santo un
apéndice de Satán, hasta que finalmente consiguieron elevar al trono al mismo Anticristo con el mismo nombre
pero con otro número, el VIII, en cuyo trono vimos la meta que Satán buscó al declararle la guerra a Dios, a saber,
sentarse como un dios más allá de la ley y del bien y del mal, compartiendo con
Dios mismo el Poder sobre la Vida y la Muerte, sobre la Guerra y la Paz. No en
vano, abominando Dios de esta imagen de su Divinidad sentenció a Destierro
Eterno de su Creación a quien un día antes de su Fratricidio, pues Adán era si
hermano menor, participó de la plenitud de la Filiación Divina a la imagen y
semejanza de la Casa de los hijos de Dios
Por este mismo Destierro y sellada su Sentencia ad eternum gracias a la Resurrección de Jesucristo, una vez
Liberado de su Prisión de Mil años, se entiende que cegado por el Odio Infinito
que como fuego infernal le mantuvo vivo, Satán vino a cumplir la Escritura
profética que Dios les anunció a todas sus sacerdotes hablándoles de la Siembra
del Maligno, cuya consumación sería la División de las iglesias, y viendo la
cual Invistió a la Esposa de su Hijo de la Indestructibilidad manifiesta: “Las
puertas del Infierno no prevalecerán contra ti”. Lo cual no quita que la Siembra se llevase a
cabo, como se ve en la división de las iglesias del año 1000 al 2000.
La Historia del Cristianismo está abiertas a todas las
inteligencias. El sueño de convertir el Templo de Cristo en un replay del
Templo de Aarón, haciendo de la Fe la mina de oro de la cual extraer infinitas
riquezas, estuvo ahí. La corrupción de los obispos católicos durante la segunda
mitad de la primera parte del segundo milenio no es un bulo. La repugnancia que
causó la visión de las cortes pontificias en las naciones cristianas fue la
tierra donde el Maligno sembró su Cizaña Maldita. La Necesidad de la Reforma
del Cuerpo Sacerdotal de Cristo había sido pedida a gritos y callada a base de
fuego. El río de las Protestas contenido en el dique del Dogma de la
Infalibilidad Pontificia y su Inviolabilidad Divina, que le puso más allá de la
Ley de Cristo, admitiendo para el Papa y su Corte Cardinalicia lo que el Espíritu Santo
le prohibió bajo excomunicación a los reyes de Europa, acabó por reventar la
paciencia cristiana, en todo punto alimentada por la Intervención del Maligno
en la Historia del Cristianismo, quien, buscando la Destrucción de la
Humanidad, necesitaba primero destruir la Unidad Universal Cristiana sobre cuyo
fundamento espiritual se edificó Europa. De la Guerra de los 30 Años a las
Guerras Mundiales sólo había un dique, y ese dique lo echó abajo la Reforma.
Es decir, separar la Liberación de Satán, el Maligno, de la
Historia de la Iglesia durante el Segundo Milenio de nuestra Era es la viga en
los ojos con la que la Reforma quiso quitarle a la Iglesia Católica la paja en
el ojo.
Pero pasemos a los hechos:
“Capturó al Dragón, a la Serpiente
Antigua, que es el Diablo, Satán, y lo arrojó en prisión por Mil Años”
Apocalipsis,
capítulo 20, versículo 1
Delante de nosotros tenemos un muro, que los intereses de los unos
y de los otros, han levantado y fortificado a fin de que nadie vea al Diablo
detrás de los acontecimientos que ensombrecieron los siglos del Segundo
Milenio. Desde el Cisma de Oriente hasta la Reforma, pasando por el Cisma de
Occidente, o Cautividad Babilónica de la Iglesia, la fuerza en el origen de la
corrupción natural a todos los estamentos humanos, temporales y espirituales,
partió del brazo de Satán una vez liberado de su Prisión. Aquí cabe la
pregunta de por qué Dios liberó al Enemigo del Hombre. La Respuesta la he dado
en la Historia Divina de Jesucristo. Pero la repito. Era necesario que toda la
Casa de Dios viese con sus ojos la Maldad Irredimible de quien un día
perteneció a esa Casa; pues de haber doblado sus rodillas ante Dios pidiendo
Perdón y Misericordia el corazón del Padre hubiese sido conmovido. Contrario a
lo que se pudiese esperar la Irredención de Satán era
Maligna: prefería reinar en el Infierno a ser un simple ciudadano en el Reino
de Dios.
De no haber Dios dejado en
libertad al Enemigo de su Reino se hubiese podido creer que su Misericordia no
es infinita.
Puesto Satán en Libertad, en la plenitud de sus facultades
mentales e intelectuales, a él y sólo a él le correspondía decidir entre pedir
Perdón, aun cuando su Pecado había sido terrible, o mantenerse en estado de
Guerra eterna contra la Casa a la que una vez perteneció y participó de la
Gloria de la libertad de los hijos de Dios. Sin esa Liberación la Misericordia
de la Justicia Divina hubiese sido puesta en duda y su Amor por sus hijos
expuesto al terror.
Mil Años es tiempo más que suficiente para reflexionar y cambiar
ante la Sentencia de Destierro Eterno de la Creación, y también para incubar el Odio en el
fuego de un infierno que, alimentado por la Muerte, juraba caer como diluvio
letal sobre la Tierra.
La decisión era de Satán. Y él eligió ser el Diablo, el hijo de la
Muerte y Rey del Infierno. Sus hechos están escritos en la Historia del Mundo,
así que, pues que más adelante entraré en ellos, no los tocaré en este momento.
Sobre la marcha volveré a ellos cuando el momento lo pida.
Decir ahora que todas y cada una de las naciones que compartimos Mundo
llevamos en nuestras almas y nuestras mentes tremendas y profundas cicatrices.
Mismamente como nuestro cuerpo está conectado a la naturaleza de los Cielos y
de la Tierra, así nuestra Mente está conectada a la larga cadena de guerras que
el Género Humano hemos padecido durante estos seis mil largos años. Pensar que
recibimos de nuestros padres exclusivamente el cuerpo es una ilusión. De ellos
heredamos una Mente forjada en los fuegos de una guerra fratricida mundial, de
proporciones apocalípticas en el último siglo. De la misma forma que ese cuerpo
que recibimos de ellos viene con agujeros negros genéticos que nos pueden arrastrar,
y de hechos arrastran a muchos a una muerte prematura, y a una vida difícil de
soportar, igualmente nuestra mente viene aquejada de prejuicios nacionales,
vicios sociales, conductas familiares perversas. Lo contrario, creer que cada
Mente es una página en blanco, es pura fantasía.
El Trabajo de la Fe Cristiana es cerrar esas Corrientes malignas,
y legar a las generaciones futuras una Mente liberada de las taras, tanto
corporales cuantos espirituales, que nosotros hemos heredados de nuestros
padres. NO debemos perpetuar un sistema fundado sobre el fratricidio y la
ruptura en rebelión abierta contra la Ley Natural Divina. Somos “el Hombre”;
todos somos partes de un Mismo Ser, que por Obra y Gracia de Dios ha sido
elevado a la plenitud de la gloria de la libertad de los hijos de Dios a Imagen
y Semejanza de Jesucristo.
Pero ¿quién es ese Satán, la Serpiente Antigua del
Edén, el Diablo, el Dragón mencionado en el Apocalipsis?
CAPÍTULO PRIMERO
ORIGEN DE LOS HIJOS DE DIOS NO DE ESTA CREACIÓN
Buscando comenzar con buen pie diré que debemos admitir una
ignorancia formal sobre quién fuera o es dicho Satán en cuanto la fuente de
nuestro conocimiento sobre quien desde su Condena Final por Dios y su Hijo
conocemos más bien como el Diablo. Es verdad que aunque la Biblia no habla mucho de este Satán, una vez hijo de Dios, el Libro
Divino contiene la información suficiente para identificar su existencia y
definir sus propiedades. Dios, en sus siervos, los Padres de la Iglesia, delinearon
la personalidad de este Sujeto Maligno a quien el Señor apartó de su lado con
aquellas palabras célebres para la eternidad: Vade Retro Satanás.
Así pues,
aunque desde el principio la Biblia sigue la posición del Señor Jesús, lo
cierto es que dice lo suficiente para dibujar en nuestro espíritu la verdadera
personalidad de este monstruo del Mal que consumó su Maldad desterrándose a sí
mismo de la Vida Eterna. Es al Libro de Job adonde debemos dirigirnos para
comprender la naturaleza maligna de aquel que siendo un hijo de Dios desterró
de su Corazón al Padre Divino, eligiendo la Muerte como su verdadero “dios”, y
el Infierno como su reino.
Superficialmente leída la historia de Job, en su incapacidad
intelectual para comprender las cosas de Dios, alguno podría entregarse a creer
que esa manera de tratar la vida humana como si fuese un trapo de cocina o un
actor de relleno, nos debe abrir los ojos a Dios como un déspota para quien el
hombre, el valor del hombre, está en su uso y disfrute, y una vez consumado el
acto como si fuese papel usado se le arroja a la papelera. El absurdo en esta interpretación es
innecesario recalcarlo; todo ignorante habla acorde a su discapacidad
intelectual para penetrar en el Pensamiento de Dios, y nadie puede entrar en la
Mente Divina sino de la mano del Pensamiento de Cristo, con lo cual quiero decir que si bien amar al
prójimo como a uno mismo es de ley este amor no obliga a discutir con ignorantes de
vocación la profundidad, extensión y riqueza de la Verdad Divina. A quien no
cree en el Testimonio de Sangre del Hijo de Dios ninguna palabra humana lo
moverá de su ignorancia.
Ver para creer.
De todos modos, sin necesidad de mover un paso en dirección a la
incredulidad que procede de la ignorancia por discapacidad intelectual, hay que
afirmar el Derecho Formal de Dios a intervenir en su Creación según en su
Sabiduría lo considere mejor y más bueno para el Universo de sus criaturas. La
Responsabilidad Creadora Divina contempla el Universo como un Reino sin
Fronteras sujeto a una Ley Todopoderosa que gobierna el comportamiento de todos
los Ciudadanos acorde a la Libertad del Espíritu Creador que en todos vive y se
manifiesta en la creatividad de la inteligencia de todos los hijos de Dios.
Creados a su Imagen y Semejanza el Sello de su Naturaleza Creadora es el origen
de la Civilización. Entrar a discutir este Derecho del Creador es operar una autolobotomización en aras de no dar el brazo a torcer,
cuando cualquier creador sobre el terreno puede explicar en qué consiste ese
derecho por el cual sólo él y nadie más que él tiene el derecho universal sobre
su creación; mientras esté bajo su Propiedad puede hacer con su obra lo que
quiera acorde a su voluntad.
El Caso de Job pertenece a este Derecho del Creador a intervenir
en su Creación mirando a un bien universal, cual es darnos a conocer la
relación original entre Satán y Dios. Aquel mismo Satanás contra el que el Hijo
de Dios escribió sus palabras, para ser recogidas por todo hombre: Vade Retro
Satanás, es el mismo Satán que vemos en el libro de Job acercarse a Dios y
hablar con Él como la familiaridad de un hijo a su padre.
La pregunta cabe: ¿Tanto dolor para una información tan corta?
Pregunta en verdad sin fundamento cuando vemos que en ninguna otra
parte de su Libro nos habla Dios tan directamente de su relación original con
Satán. En Job se nos presenta a Satán, el mismo Satanás a quien Jesús mandó de
paseo al Infierno, como un hijo de Dios, uno más entre aquellos hijos de Dios
quienes “viendo que las mujeres de los hombres eran hermosas se acostaron con
ellas y tuvieron hijos, que llegaron a ser los héroes de los mitos de la
Antigüedad”, mitos que andando el tiempo pasarían a ser los dioses de los
pueblos del mundo nacido de la Caída del Reino de Adán, forjadores de las
religiones sangrientas que llenaron con sus guerras y sacrificios humanos la
Historia de la Humanidad.
Evidentemente esta conexión entre aquellos hijos de
Dios, “no de esta creación”, es decir “no de nuestro Mundo”, y las Mitologías y
Religiones de la Antigüedad, algunas de ellas aun presentes en nuestro tiempo,
ha sido obviada por los historiadores de la Historia Antigua de la Humanidad
una vez asumido el prejuicio anticristiano como propiedad científica ante el
que todo “sabio según el mundo moderno” debe doblar sus rodillas. La laguna de
esa forma creada en la Memoria del Género Humano es el agujero negro en el que
se hundió el Siglo XX.
La trascendencia de la información que nos pasa Dios en el Libro
de Job es vital a la hora de comprender qué pasó en el Edén y quién fue el
Homicida que usando al Primer Hombre que llamó Padre a Dios le declaró la
Guerra al Espíritu Santo. De hecho, la ignorancia sobre esta Identidad nos
descubre la causa de la oposición de los Judíos a la
Redención Cristiana, pues de haber conocido a aquel Satán “como hijo de Dios”
hubiesen podido entender la Ley y descubrir quién era el Redentor, “porque, en
palabras de San Pablo, si hubiesen conocido quién encarnó al Cristo Redentor,
hijo de Eva, el Vengador de la sangre de Adán, jamás hubiesen puesto un dedo
sobre Jesucristo”. Pero no conociendo a uno ni al otro por lógica tenían que
alistarse al lado de Satán y contra Cristo; es decir, de la misma manera que su
padre carnal, Adán, cayó en la Tentación, manipulación mediante, así su hijo,
el Judío, cayó en la Vergüenza Universal que le supuso
a su familia haber levantado Cruz contra el hijo de Eva. En lugar de
levantarse en guerra contra Satán se pusieron de su lado y, contra natura,
mataron a su propio hermano, hijo de Adán, Jesucristo. Mas esto, aunque los Judíos sigan dándole la espalda al Hecho, es del
conocimiento de todos; así que seguiré con el tema.
De hecho reto a cualquiera que conozca la
Biblia de la pe a la pa a descubrir, fuera del libro
de Job, otro pasaje en el que la relación e identidad original entre Dios y
Satán esté especificada abierta y sin complejo. Es en el libro de Job y
únicamente en el libro de Job donde Dios nos introduce a su relación original
“de padre a hijo” con ese Satán, quien descubrió en si al “Diablo” y se nos
manifestó en el Evangelio como “el Maligno”. Y finalmente el propio Dios, en el
Epílogo de su Libro, el Apocalipsis, finaliza identificando a la Serpiente del
Edén con este Satán, el Diablo, el Maligno, el Dragón de La Historia Divina
de Jesucristo. Identificación apocalíptica gracias a la cual el propio
Génesis se transfigura, y donde leemos “la Serpiente” leemos “Satán”.
Transfiguración final que enmarca la Caída a una Guerra entre los
hijos de Dios “no de este mundo”, quienes convirtieron la Tierra en su campo de
Batalla, siendo usado el Primer Hombre, Adán, hijo de Dios, como hacha de
Declaración de Guerra Final contra el Espíritu Santo. Razón por la que el
propio Espíritu Santo encarnó a Cristo. El Hombre fue sólo el cuerno de guerra
que en boca de Satán llamó a todos los suyos a lanzarse contra el Espíritu
Santo.
Discapacitados, por vergüenza unos, y por intereses privados
otros, permaneció vigente la interpretación absurda, propia de idiotas intelectuales,
de haber sido el Pecado de Adán el Sexo. Y esto cuando unas
líneas antes se lee que Dios bendijo al hombre y a la mujer a
multiplicarse y henchir la tierra. ¿Primero bendice e inmediatamente maldice?
Partiendo de esta interpretación para discapacitados
intelectuales, discapacidad a la que fue condenado el mundo por efecto de la
Transgresión de Adán, las teologías y teorías que han visto la luz durante
los siglos y milenios pasados supera los
límites de acción de este libro. Únicamente recalcar que
sostener el Sexo como el Pecado Original es hacer de la discapacidad
intelectual Vocación y de la Ignorancia un modo de vida.
¿O acaso había otra forma de Procreación y Reproducción de la raza
humana que no implique el acto sexual? ¿No es el acto sexual el modus operandi
de reproducción de todos los Mamíferos que existen sobre la faz de la tierra?
Entonces, si donde esta escrito “la serpiente, la más astuta de
todas las bestias”, ponemos Satán, el dilema encuentra su tumba. Satán era la
Serpiente, la Serpiente estaba en él.
Esto de un sitio. Del otro, diciendo Dios: “la más astuta de todas
las bestias” nos revela que Satán no estuvo solo en la Declaración de Guerra al
Espíritu Santo, a la par que nos lo presenta como el Líder de la Rebelión que
los condujo a todos a usar la Sangre del menor de los hijos de Dios, Adán, como
Tinta con la que declararse en Conjura Abierta a Vida o Muerte contra el Reino
de Dios; una vez el Reino de Adán entregado a la Guerra no habría marcha atrás.
Es por esto que el Espíritu Santo en los Apóstoles dice:
“Cristo, prototipo de Adán”, de manera que por la Corona del Hijo Mayor de Dios podamos ver la Corona “que
bajó del Cielo” y sentó en el Trono del Edén al menor de los hijos de Dios,
Adán, padre de Abraham, padre de Jesús, hijo de María, y que como el Reino de
éste estaba por extenderse hasta los confines del mundo, igualmente el de su padre
Adán estaba comenzando su andadura universal cuando vino a cruzarse en su
camino ese otro hijo de Dios, de nombre Satán, y sus bestias asesinas,
conjurados para matar al Hombre como medio de alcanzar un Fin diabólico
maligno, infernal: Tentar al Hijo de Dios con la Fruta del Árbol Prohibido: LA
GUERRA.
Lo otro, interpretar literalmente la Caída, creer que “érase una vez
cuando los animales tenían uso de la palabra”, que realmente el Tentador fue
“una serpiente de cuento de hadas” es arrancarse la inteligencia y renunciar a
ser hombres. Cuando el Hijo de Dios le dijo a sus Discípulos “sed inocentes
como palomas y astutos como serpientes” ¿acaso les estaba pidiendo que se
convirtiesen en palomas y serpientes gracias a un conjuro de magia?
Pero dejemos de escarbar en este agujero a ninguna parte.
La Serpiente del Edén estaba en Satán, y Satán era un hijo de Dios.
Ambos, Satán y Adán, hijos del mismo Padre Divino, era natural que Dios tomase
como asunto personal el Homicidio de su hijo menor por parte otro hijo de Dios,
quien, como dice la Escritura, “ya había acorneado antes”, y lo volvía a hacer sin
miedo alguno a la Traición Absoluta que representa intervenir en la Creación
de Dios acorde, no a su Sabiduría sino, a la voluntad propia.
Sobre si Adán era legítimo hijo de Dios basta recordar la
Genealogía de Jesús, hijo de David, hijo de Abraham, hijo de Adán, hijo de
Dios.
Un hijo de Dios, “no de esta creación”, “no de nuestro
mundo”, se levantó, contra la Voluntad de Dios, traicionando a Dios, su
Padre: para matar a otro hijo de Dios, nacido en la Tierra.
¡Qué más natural que otro hijo de Dios fuese llamado a Vengar la muerte
de su hermano Adán!
La Ley de Dios era clara: “De la sangre de un hombre por la mano
de otro hombre clamaré Venganza”. Vemos que la naturaleza del Delito, en razón de la Traición, clamaba Venganza. Es decir, la
Traición de Satán y sus bestias se había situado más allá de la Misericordia
que le es inherente a la Justicia.
Lógicamente si de un hombre “por la mano de otro hombre”, de la
sangre de un hijo de Dios “por la mano de otro hijo de Dios” vería la sangre
satisfecha su reclamación. Siendo ambas cosas, hombre e hijo de Dios la Víctima
de la Traición de Satán y sus bestias asesinas, el Misterio de la Encarnación
del Todopoderoso Hijo de Dios se hizo se hizo. Pues si el muerto era hijo de
Dios, el Primogénito de Dios era hermano de Adán.
En fin, este Tema ya lo he desarrollado en La Historia Divina de
Jesucristo; me limito a refrescar la memoria. Lo que el Traidor y sus aliados
no concibieron jamás, aunque ya Dios lo anunciara diciendo “Haré una obra que aunque os la contara no la creeríais”, era que el Amado
de su Padre, la mano derecha del Creador, “su Niño”, Jesús, fuese a ser el
Elegido para el Día de la Venganza de YAVÉ DIOS, como dice el Profeta, contra
el Dragón, la Serpiente Antigua, el Diablo, Satán: “Día de ira y de cólera, día
de venganza y satisfacción”.
Para todos nosotros “Día de Alegría y Felicidad eterna”.
Discutir la Legitimidad de la Elección de su Hijo Unigénito, “Dios
de Dios”, para Vengar la Muerte de un hijo de Dios creado del Polvo, y
asesinado por otro hijo de Dios igualmente creado del Polvo es negar, de un
lado, el Derecho de Dios a intervenir en la Historia de su Creación, y del otro
lamentarse por la Muerte de la Bestia, quien esperando un duelo a vida o muerte
contra otro hijo de Dios de su misma naturaleza creada se vio enfrentado al
Todopoderoso Hijo del Señor del Cosmos, cuyo Verbo es Dios.
Es más, la Elección de su Unigénito
para encarnar al hijo del Hombre invistió a toda la Creación de la Naturaleza
de este Hijo Sagrado, en quien su Primogenitura dejó de ser “un teatro”, acorde
a Satán, para manifestarse como un Hecho Divino, causa de nuestra Alegría
Infinita y Fuente de nuestro Amor hacia nuestro Creador, porque gracias a ese
Hijo sabemos que, aunque hijos por Adopción, pues que nuestro Padre es ese
mismo Jesucristo, “Dios de Dios”, por Él devenimos “verdaderos hijos de Dios”,
amados como hijos, Hoy y por la Eternidad.
Gracias a Él, “Nuestro Padre que está en los Cielos”, la Historia
Divina y la Historia Humana se hicieron una sola Realidad, una sola Ciencia,
una sola Vida. La Memoria Viva de esta Unidad Indestructible y Sempiterna vino
a encontrar un Cuerpo en la Iglesia Católica, su Esposa y Madre de su Descendencia:
Romana porque esta Adopción a título Divino se hizo aquí en la Tierra, y
Apostólica porque la propia Historia de la Iglesia es la Vida de la Esposa de
su Señor y Rey Nuestro, Jesucristo, y por tanto Historia Divina.
Nuestra Madre pagó con lágrimas de sangre el Camino al otro lado
de la Caída del Imperio Romano; resistió el terremoto que derribó los cimientos
de su estructura; y se mantuvo de pie, con las poderosas piernas de su Fe,
frente al tsunamis de las Invasiones de los Bárbaros. Ella y solo Ella, la
Santa Madre Iglesia Católica, aunque la Descendencia de su Esposo estaba en su
Seno en forma de Promesa, levantó los cimientos de la Civilización Europea
Cristiana que, andando el tiempo, cubriría con sus ramas los confines de la
Tierra. De las cenizas del Mundo Antiguo hizo Dios, en Ella y por Ella, renacer
el Ave de la Civilización. Negar su Origen Divino es negar la Divinidad de su
Esposo y Señor, Jesucristo. Ergo, es negarnos la Veracidad de nuestro Origen
Espiritual, quien haciéndose Hombre y tomando Esposa Humana nos ha engendrado
para ser hijos de Dios, no como como quienes viven de prestado en la Casa de Dios sino
como quienes tienen por Padre a Dios.
¿No ha quedado demostrada la Divinidad de quien se hizo Hombre en
la Indestructibilidad de la Casa que vio a Edificarle a Dios? Siglo
tras siglo, durante dos milenios esa Casa permaneció atacada por Judíos, Romanos, Bárbaros, el Islam, la Reforma, el Ateísmo
Científico, el Comunismo, el Socialismo, el Liberalismo; guerras internas y externas,
crisis profundas y cismas fratricidas, toda clase de tormentas y diluvios,
terremotos y tsunamis… nada ni nadie ha podido escribir:
“Dios dijo, y así no
fue”.
Le dijo su Esposo: “Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ti”. Y
así ha sido.
La Gloria es del Señor, pues como se ve en la Historia del
Cristianismo los siervos de Cristo no fueron precisamente los mejores
embajadores de esa Divinidad Manifiesta, Sin embargo, el que esté limpio de
pecado que tire la primera piedra.
CAPÍTULO SEGUNDO
LA CUESTIÓN DEL CRIMEN DE CAÍN,
O LA RAZÓN COMO FUENTE DE INTERPRETACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
Lo que sabemos lo sabemos por el Espíritu Santo en la Iglesia. A través
de los siglos el Espíritu, derramado en sus siervos, y partiendo de la Doctrina
de Cristo, nos ha conducido al Conocimiento de quien es Dios, en cuanto Padre y
en cuanto que Creador. Desde San Pablo a San Agustín y Santo Tomás el
pensamiento cristiano nos ha legado una Sabiduría sin mancha, incorrupta, perfecta
en todas sus partes; independientemente del comportamiento de los siervos de la
Iglesia, esta Sabiduría permanece por la Eternidad. En este capítulo nadie
puede añadirle o quitarle a la Doctrina del Espíritu Santo sin caer en un
terrible abismo. Desde el principio de su existencia la Iglesia ha combatido
todos esos intentos de acomodar la Verdad Divina a la mentalidad de los siglos;
sus consecuencias fueron guerras fratricidas. Pero esto es Historia del
Cristianismo y no voy a detener la marcha de este libro so pena de perder el hilo
del relato ya avanzado hacia este punto.
Evidentemente el Futuro del Género Humano en la Tierra vino a
quedar adscrito a la Condena por la adhesión de la primera humanidad a la
Rebelión de Satanás y sus bestias homicidas, “no de esta creación” en palabras
de los Apóstoles, “no de nuestro mundo” en palabras nuestras. Sin embargo, incluso
en su Juicio por el Pecado tuvimos al Espíritu Santo de Abogado defendiendo la Causa
del Ser Humano. Su Argumento: la Ignorancia del Primer Hombre sobre la Ciencia
del bien y del mal fue el talón de Aquiles contra el que el verdadero enemigo
del Reino de Dios lanzó la flecha de su Traición, encontró en la Justicia Divina
un oído abierto a la Verdad.
Y tan poderosa fue la Fe del Espíritu Santo en la Inocencia del Hombre
que no dudó en poner su sangre como Testimonio Vivo delante del Juez Divino. Así
pues, porque hubo Ignorancia hubo Redención.
Ya los sabemos, esta es la papilla teológica con la que el propio Espíritu
Santo alimentó a la Esposa del Señor. La Escritura fue validada por la sangre
del Abogado Divino, cuyo Espíritu se posó en los Apóstoles, quienes siguiendo a
su Hermano en Abraham siguieron su Ejemplo poniendo su sangre a servicio del
Testimonio de Cristo Jesús, el hijo del Hombre. Y es que Dios Padre, aún en su
Cólera contra la Bestia no podía olvidar que Adán era una Criatura en su Infancia
Ontológica, preservada de la Sabiduría que viene de la Vivencia del Árbol Prohibido.
El Enemigo del Espíritu Santo usó esta Inocencia para clavarle la lanza de su
Traición a Dios en el pecho.
Lo que buscaba la Bestia ya lo sabemos, buscaba la legalización del
Reino de Dios en un Corte de dioses más allá del Bien y del Mal.
Fue contra esta Idea Maligna que Dios levantó la Pena de Muerte,
igual a Destierro Eterno de su Creación, de todo ser que siguiera andando por
ese camino. La Puerta había sido cerrada, cualquiera que la abriese, fuera quien
fuese, firmaría contra sí mismo la Pena escrita por el Delito.
De la Respuesta del Hijo de Dios al Traidor “Vade retro Satanás”,
y por esta respuesta sabemos que la Envidia que consumía a ese Bestia tuvo su
origen en la Demencia de querer la Criatura ponerse en un plano de Igualdad, en
cuestión de Poder, con su Creador. Y de la Doctrina de Jesucristo, heredada por
su Esposa, la Iglesia, sabemos que la única Relación de Igualdad posible que
existe entre el Creador y su Creación se basa en el Amor. Por esto el Espíritu
Santo dice “Dios es Amor”. En este Amor del Creador a su Creación, Dios deviene
Hermano y Padre, Rey y Esposo. Fuera de este Vínculo Todopoderoso y Eterno,
establecer una relación con Dios desde el Poder es Locura, y quien se detiene
en ella sin querer darle el alma a la Sabiduría dirige su existencia hacia el Abismo.
Insistiré en este Principio: El Amor de Dios a la Vida marcó el Origen
de la Revolución que le abrió a Dios la Puerta de la Creación. Y es este Amor del
que se dice “Dios es Amor”. En consecuencia, todo paso hacia afuera de este Camino
es principio de locura.
El caso de Caín y Abel nos enseña una lección inolvidable en ese
terreno de nuestra Relación con nuestro Creador.
Caín interpretó la Palabra de Dios sobre el hijo de Eva, su madre,
según la razón humana. Era él o su hermano Abel en quien Dios depositaría el
Martillo de la Venganza con el que el heredero de Adán le aplastaría la cabeza
a la Serpiente Maligna, y por su Victoria recogería el Trono Perdido.
Pero Dios, según su “razón sola”, tenía puestos sus ojos en Abel.
Era él o su hermano; si quería ser el elegido para vengar a su padre, desterrado
de su reino, y recoger su cetro, debía matar a su hermano Abel, poniendo así a Dios
contra las cuerdas. Muerto Abel, Dios no tendría más opción que el asesino de
su propio hermano.
Caín interpretó la Palabra de Dios desde “su razón sola”;
olvidando Caín que Dios no es hombre al interpretar desde “su razón clara” la
Palabra Divina en su ignorancia se puso con Dios en un mismo plano de Poder, se hacía Igual a
Dios al obligar a Dios a elegirle a él, Caín, una vez muerto Abel.
Retar a Dios a una Guerra a vida o muerte, mediante su Traición, es
lo que hizo Satanás. ¡Querer ponerse en pie de Igualdad con Señor y Creador del
Nuevo Cosmos¡. Su locura era absoluta.
Mas si en el caso de Caín, como en el de su pare Adán, la
Ignorancia fue real, en el de Satán y sus bestias malignas ni existió
Ignorancia ni Inocencia. De verdad creyeron que podían echarle un pulso al Señor
del Infinito y de la Eternidad: YAVÉ DIOS, Padre de Jesucristo, y poner al
Espíritu Santo de rodillas.
El Espíritu Santo que vive en el Padre recogió la Ignorancia de
Adán para la Redención, y la Venganza por la Tragedia del Género Humano como Juicio
Final contra la Serpiente, Satanás, el Dragón, el Maligno, el Diablo, la Bestia.
Luego observamos que aquel comportamiento de Caín, queriendo interpretar
la Palaba del Creador del Nuevo Cosmos y Padre de la Vida, como si se tratase de
un igual el que habló, es decir, desde y con la Razón Sola, fue la herencia que
los hijos de Abraham heredaron por el pecado de su padre Adán y finalmente los
condujo a hacer de Caín contra el Nuevo Abel, Jesús, hijo de David, hijo de José,
hijo de Dios.
Este comportamiento racional anticristiano no desapareció del
mundo con el Nacimiento de la Iglesia, de quien antes de nacer ya se declaraba Su
Esposo el Rey de los Cielos y de la Tierra. Al contrario, en los días de los mismos
Apóstoles la Palabra del Hijo de Dios fue interpretada, una vez tras otra,
desde la Razón Humana, y cayendo en el mismo error de Caín se entregaron a Fratricidio
de su hermano Católico. El Espíritu Santo defendió su
Doctrina haciendo Fuerte a la Iglesia, hasta darle la Victoria en el Concilio
de Nicea, estableciendo entonces las Naturaleza del Dogma como los límites del
Pensamiento entre el Hombre y Dios, entre el Creador y su Creación.
Como ya dije antes, Dios cerró estos límites profetizando comtra quienes usasen su Razón, clara o sola, iluminada u
oscura, para interpretar la Palabra Divina.
Dios no se interpreta, Dios se revela.
Desde Arrio a Lutero y Calvino, pasando por los Cerularios Bizantinos, los Caínes que se proclamaron en Guerra Santa contra el Dogma del Espíritu Santo llenan
las páginas de la Historia del Cristianismo, pues si no hubiesen derramado
sangre sus historias pertenecerían a la Historia del Pensamiento Eclesiástico;
desde el momento en que se declararon por la muerte de los Católicos,
sus hermanos de cuna, sus Guerras pertenecen a la Historia del Cristianismo.
“Haced lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen” no es
un consejo, es palabra de vida eterna. Pues la Obediencia de toda la Creación
está sujeta a Dios, y sólo a Dios, de tal manera que aquellos que se alzan
entre Dios y sus hijos, entre el Rey y su Pueblo Universal para imponer su voluntad
sobre ellos: se condenan ellos mismos delante de Dios, y Él los juzgará de acuerdo a su Poder. O como dice el Apóstol, hablando en
nombre del Espíritu Santo en todos, “Nada ni nadie puede separarnos del Amor de
y a Dios”.
En definitiva, la Palabra de Dios no se interpreta, se encarna en
su Creación. Y viniendo de Dios permanece en Dios. Pero quien rechaza la Revelación
del Espíritu Santo en la Iglesia, siendo la Doctrina de su Esposo su Herencia
eterna, y sujeta la Palabra Divina a la Interpretación de su Razón, haciendo de
Dios carne y polvo, ésos no vinieron de Dios. Cometen el Pecado de Caín, querer
echarle un pulso a Dios, ponerse a la altura del Creador, y obligar al Señor y Dios
del Infinito y de la Eternidad a hacer su voluntad. Y este mal es el origen del
mal en el mundo nacido de la Caída.
La Iglesia no interpreta la
Palabra de Dios, Ella es la Encarnación de la Revelación legada a la Humanidad por su Esposo y Señor. La carne es humana, pero el espíritu es Divino.
La carne se corrompe, pero el Espíritu permanece en Ella por la Eternidad.
Estos son los Hechos. La Historia de los Apóstoles no es una
historia de sus palabras, sino de sus Hechos. Ellos no crearon una Religión Nuevas.
Ellos no crearon un Nuevo Templo de acuerdo a lo que
en sus cabezas creyeron debiera ser el Templo de Dios. Quien le construía Casa
a Dios entre los hombres era su Hijo, ellos trabajaban a su servicio, y su
trabajo era sembrar la Palabra de Dios acorde a la Doctrina de su Hijo. Una vez
su trabajo consumado, el Espíritu Santo viviría en la Casa de su Esposa, protegiendo
sus puertas contra el infierno de las guerras que la Muerte y el Diablo
desatarían contra Ella durante los dos milenios venideros.
La Vida de la Esposa de Cristo no estaba ni está en interpretar la
Palabra de Dios, sino en defender su Naturaleza Divina y transmitirla en la
pureza de su Santidad. Contra quien siguiendo a Caín busca interpretarla acorde
a su Razón, Dios cerró su Libro diciendo:
“Contra quienes añadan o quiten palabras a este Libro las plagas descritas
en este Libro sobre ellos”.
Aún así la Historia del Cristianismo está llena de Caínes, todos “reformadores”, todos y cada uno en Guerra
Santa contra la Esposa del Señor. Y esto en olvido de la Ley Todopoderosa
contra la que se estrelló Satanás y sus bestias: “No comas, o morirás”. El
Fruto del Árbol Prohibido es la Guerra, y entre ellas la más Abominable a los ojos
de Dios es la Guerra Santa, pues en ella Caín usa el Nombre de Dios para bendecir
el asesinato contra Abel, su hermano.
Hasta aquí la Cuestión del Crimen de Caín.