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LA

LA HISTORIA DIVINA DE JESUCRISTO

 

DIOS ES REY, EL REY ES DIOS

 

En el Nombre de Jesucristo:

Cristo Raúl, hijo de Dios, a todos los Cristianos de todas las iglesias y a todos los hombres que aman la Vida y aspiran a la vida eterna.

Es bueno saber, creer y vivir que la Sabiduría, ésa de quien las Sagradas Escrituras dicen ser la Consejera del Creador Divino desde el Origen de la Creación,  no sólo es su Consejera sino la Madre de la Vida, que portando en su Seno el Espíritu de su Señor, trae a luz hijos para, siendo formados a la Imagen y Semejanza de su Hijo, ser Ciudadanos de su Reino. Dicho esto, y habiendo alcanzado nuestra Formación Intelectual  el estadio por Dios querido desde el Principio de la Historia, tenemos que asentar las bases de nuestro Pensamiento sobre pilares inconmovibles.

La creación de la Vida a Imagen y Semejanza de la Personalidad y de la Inteligencia Divina no es ni forma parte del proceso de la evolución de la Materia al Espíritu en el Cosmos. En el Universo anterior a la Creación, de tipo newtoniano,  la Vida con origen en la Materia alcanzaba su estadio final de desarrollo en la Razón Animal. La Razón Animal era su límite, el estadio final de lucha por la supervivencia tras el cual se sucedía inevitablemente la extinción de las especies, en cuya fosa cayeron durante la Eternidad infinitos mundos. Aquel estado cósmico que sujetaba la Vida a la Muerte fue derogado por Dios: Dios trajo su Ley de Inmortalidad a Imagen y Semejanza de su propio Ser, aboliendo con su Voluntad Todopoderosa y Omnisciente la Ley de la Muerte sobre toda su Creación.

La Apertura del Cosmos a Esta Nueva Ley de Inmortalidad para la Vida con Origen en la Materia trajo al Universo una Nueva Existencia, ya Liberada de la Ley de la Muerte que imperó en el Cosmos desde la Eternidad. La Revolución causada por la Voluntad de Dios de elevar la Vida a su propia  Naturaleza Eterna concluyó Su Victoria sobre la Muerte. Desde aquel Día en la Eternidad, marcando un Ante y un Después, la Vida en el Universo nace investida de un Alma Inmortal. Esta fue y es Victoria Personal de Dios  en cuanto Creador.

Pero traer la Vida a Su Naturaleza Inmortal y abandonarla a su suerte en el Universo hubiese sido más cruel que dejar que la Ley de la Increación siguiera su curso y la Muerte hiciese su trabajo sin oposición. Recibir la Inmortalidad no significa ser Dios. Los límites de la Naturaleza permanecen en el ser creado. Dios no podía, ni quiere concebir que tras su Victoria la Vida fuese o sea abandonada a su suerte; la Inmortalidad sólo puede alcanzar la Vida Eterna en la Convivencia con su Creador. Y aquí es donde entra, entró y entrará por siempre la Necesidad de formar al Ser de la Vida Creada en la Personalidad de su Creador a fin de que la Convivencia entre el Creador y su Criatura sea la de un Padre con su hijo, la de un Rey con su Pueblo.

La Personalidad de Dios la tenemos afirmada en la declaración para la Eternidad recogida por Moisés en el Monte Sinaí: “YO SOY EL QUE SOY”, dice Dios. Esta Declaración de Consciencia Introspectiva sobre Su Pensamiento y Sus Sentimientos nos pone delante de los ojos una Personalidad establecida sobre Pilares Indestructibles, Inconmovibles. Consciencia del Ser que Dios tiene de sí mismo en lo inmediato y en lo absoluto Conocimiento necesario para todos los Pueblos de su Reino por en cuanto no se nos llama a participar en la Vida de una Personalidad cuyos cimientos morales, intelectuales y psicológicos nos están fundados en una contingencia temporal sujeta a cambios   circunstanciales. La Personalidad de Dios ha sido forjada durante las Eras de la Eternidad del Cosmos.

En el Antiguo Testamento vemos al Dios que es Ley para Sí mismo, y esta Ley es la del Universo. Dios en cuanto Creador, en efecto, no abole la Ley Natural: Dios se hace Una sola Realidad con la Ley del Universo. Dios articula la Creación desde el Conocimiento íntimo e infinito de las leyes que  gobiernan su Movimiento Cosmológico, tanto a nivel de galaxias como de  creación de Mundos. Dios no impone una Ley contraria a la Ley del Cosmos. Dios se hace una sola Realidad con el Cosmos. Dios eleva la Ley a su propia Naturaleza. Dios deviene la Vida de la Ley.

La relación de Dios con la Ley del Universo es íntima, en efecto; y en consecuencia la relación de todos los Pueblos de su Reino con la Ley, Dios en Sí mismo, debe ser la del Amor, de un sitio, y la del Temor, del otro. La del Amor porque conociendo a Dios la Luz de la Ley es la de la Verdad, la Justicia y la Paz, raíces de las que surge ese Maravilloso Árbol cuyos frutos son la Fraternidad, la Igualdad y la Libertad. La Ley es el sustento de la Vida. La Ley es árbol de cuyo fruto se alimenta toda la existencia de todos los pueblos del Universo. Nada malo hay en ella, nada perjudicial ni venenoso. Sin Ley el mundo abre la puerta de la Muerte y la consumación es la extinción de la vida. El Amor a la Ley se sustenta por tanto en la Incorruptibilidad de la Personalidad del Creador. La Omnipotencia Divina sitúa al Creador de los Mundos y del Cosmos más allá de toda concepción de Poder, natural a sus criaturas. La sola Idea de mantener una relación de Poder con su Creación es una Ofensa de la Criatura a su Creador. El Amor es el Origen de la Creación. Fuera de este Origen, todo procede de la Muerte.

El Temor Perfecto es aquel que se siente ante la idea de perder al ser amado. Este Temor, en verdad, es natural en el Amor Verdadero. Pero sin duda alguna la perfección está en el Conocimiento Verdadero de quien nos dijo : “El que me ve a mí ve: al Padre!”. Habiendo visto a Dios en Persona, entre Nosotros, el Temor a Dios, en cuanto Poder, es una Ofensa cuando no procede de este Amor que  nos ha sido revelado en su Hijo.

El Temor  no se pierde, sino que se mantiene a fin de que perfectos conocedores de la Ciencia del Bien y del Mal, la tentación  no tenga Poder sobre nuestra voluntad. Pues siendo la Ley y Dios una sola Realidad el Transgresor es juzgado por la naturaleza de su propia Transgresión. Y no hay hijo ni siervo ni amigo que pueda comprar el perdón a su Delito cuando este Delito afecta a la subversión de la Ley Divina, es decir, de su Reino. En la misma Garantía Eterna e Infinita que tenemos en el Amor a la Incorruptibilidad del Espíritu de Dios,  tiene quien   no ama la Ley Universal su Caída.

¿Cómo bajo una Naturaleza distinta podría Dios mantener su Convivencia con mundos en constante crecimiento en el Universo si no es abriendo sobre todos ellos una misma Ley Eterna a la que se sujeten todos los Pueblos de la Creación!? Esta es la Lección que Dios nos sirve en el Antiguo Testamento: La Ley es Dios. La Palabra de Dios es Dios. La Palabra de Dios es Ley. Porque la transgredió en el pensamiento de  no tener la Ley poder sobre los hijos de Dios, el Mundo de Adán fue condenado a su destrucción. No escapó Roma, no escapó Jerusalén. La Ley no conoce hijos ni siervos ni amigos, la Ley sólo conoce la Obediencia y la Transgresión. Es su esencia, su sustancia: la Ley es la garantía de la Convivencia en Libertad y Paz entre todos los Pueblos de la Creación.

Amar u odiar la Ley es un acto de voluntad personal libre que cada criatura, sea de este mundo o de cualquier otro mundo de entre los pueblos del Universo, toma por cuenta propia. Rebelarse contra la Ley de la Creación en el nombre de una la ley propia es un acto de libre juicio que cada pueblo puede realizar, asumiendo las consecuencias plenas derivadas de su ejercicio.

La Creación de un Reino Eterno con Dios por Rey fue Decisión Personal del Creador antes de dar Origen al Universo. La Fundación de este Reino de Mundos con Dios por Rey surge en su Espíritu como plenitud de su Victoria sobre la Vida Mortal. Sentándose Dios en el Trono del Rey del Universo une a todos los Pueblos de la Creación en una Misma Sociedad Sempiterna gobernada por su Ley. No importa el Origen en el Universo, todos habitamos a la luz de la Misma Justicia.

Pero si el temor a Dios  es bueno y necesario en la realización de Su Personalidad, la Formación a la Imagen y Semejanza de Dios conduce a su Creación al encuentro con Dios en cuanto Padre.  Encuentro que nos lleva al Nuevo Testamento, donde vemos a Hijo mostrándonos la Raíz de esta revolución Cósmica que condujo a la Vida a la Inmortalidad y por fin a la Vida Eterna. El Amor de Dios a la Vida fue el Campo en el que el Árbol de la Vida encontró su tierra, donde sus Raíces se invistieron de Inmortalidad y da sus frutos, todos hijos de Dios. ¡Dios es Padre!

¡Y Dios es Rey! Quien ama a Dios, ama al Rey, y quien ama al Rey, ama la Ley.

No el Temor, el Amor es el que vence al Miedo y a la Tentación.  El que teme sin amar acaba perdiendo la libertad que viene del Amor.

La Ley no es dada para que los Pueblos vivamos bajo el terror, sino para que viviendo todos bajo la misma Ley el amor a la Libertad que viene de su Justicia haga de todos un solo Pueblo Universal. Pues la Ley es el nexo de unión entre todos los ciudadanos del Reino de Dios, la Puerta abierta que hermana a todos los seres en una Familia Universal, que tiene en el Rey Vínculo Espiritual.

Por esto quiso Dios, dadas las rebeliones de una parte de sus hijos, acabar con las luchas por el Poder, elevando a su Hijo a su Trono, al Trono del Rey, e invistiéndolo del Señorío sobre todas las obras de sus Manos depositó Su Corona sobre su Cabeza, aboliendo así el Imperio y fundando el Reino Universal Único, sempiterno y Todopoderoso de su Hijo Jesús, Dios Hijo Unigénito e Hijo Primogénito, en cuya Primogenitura toda la Casa de Dios  es elevada, a su Imagen y Semejanza, a la condición de hijos de Dios.

Quiso pues Dios presentarnos a su Hijo Unigénito y Primogénito a todos los hombres, y a vez dándole la Corona Universal declarar abolidas todas las coronas, las del Cielo como las de la Tierra.

Las del Cielo fueron abolidas al instante, y habiendo llamado Dios a todos sus hijos para depositar sus coronas a Sus pies, aquellos que no lo hicieron fueron expulsados de su presencia y arrojados a la Tierra, tras la Resurrección del Rey, encarcelados.

Las de la Tierra tendrían igualmente su momento de elección entre doblar sus rodillas ante el Rey y Señor, Dios Hijo Unigénito, Jesucristo, o alzarse en rebelión. La decisión que cada pueblo tome pertenece a cada consciencia e inteligencia. El Juicio de Dios sobre todo pueblo y reino que no doble sus rodillas ante el Rey y Señor del Universo, su Hijo Jesús, y no ponga sus coronas a los pies de la Iglesia, su Esposa, será de destierro de la Creación de Dios.

Los pueblos de la Tierra sujetos a coronas deben decidir su futuro. Las naciones deben dar a conocer su Adhesión al reino de Dios y su Integración en el Reino de Dios a la luz de su Ley.

La Vida o la Muerte es una elección personal que ningún hombre debe dejar en las manos de poderes establecidos sobre la sangre de Abel. Desde el Fratricidio contra Abel la ley bajo la que han vivido los pueblos de la Tierra es la ley de terror a los poderes nacidos del crimen de Caín. Es hora de que sin miedo a la Muerte la Libertad hable y la palabra de los hombres sea oída.

El Decreto de Dios sobe la Abolición de toda Corona dado Ayer es Eterno. El trono del Hijo de Dios es único y Sempiterno.

En efecto, la Creación ha sido reconfigurada por Dios Padre tras los últimos acontecimientos, de los que el Hombre fue Víctima y un hijo suyo, no de nuestro mundo, fue el verdugo, y Rebelde contra la Ley de Dios, su Creador. Nunca estuvo en el Corazón de Dios la concepción de mal alguno contra su Creación.

Aquel Dios que durante toda una Eternidad de eternidades luchó y buscó los secretos de la Vida hasta levantar la Cortina de la Muerte y abrirle a la Vida la Puerta de la Inmortalidad, Dios Padre, la Pureza y Santidad de cuya Corazón la hemos visto en Jesucristo, su Hijo, Dios, Rey, Señor y Padre Nuestro, el mismo Dios que en su Justicia no podía dejar inmune el delito de transgresión de su hijo Adán, no podía absolver de su Crimen al Homicida que o no siendo de nuestro Mundo trajo su Rebelión al nuestro, Aquel Dios es el Dios Eterno  que decretando el Fin de todo Poder ha puesto el Gobierno de todos los Pueblos de su Reino en las manos de este Hijo Suyo, único Corazón en que reflejándose en su Plenitud la Infinita belleza del Corazón de su Padre, por su Luz nos viene a todos la Salvación. Y en esta Plenitud de Manifestación nos rebela Dios el Corazón de su Hijo, este Hijo por el que  vive Dios y sin cuya Vida “Su Existencia no tendría sentido, ni significado ni valor”.

Ni la de Dios ni la de nadie. Dios Hijo, Jesús, es el Corazón de Dios Padre. Él es el Corazón de la Creación entera. Dios amó la Vida hasta el punto de elevarla a la vida eterna.

Su Hijo es la Vida; Su Vida, nuestra vida, la Vida de la creación entera. El hombre, acostumbrado al delito, al crimen, a la demencia del Poder, del Oro y de todos los males, sumido en su tragedia milenaria no podía comprender este Amor, ni entender qué es el Amor. Acostumbrados a comprar mujeres y niños, a matar hombres y jóvenes por diversión, a devorar seres humanos en guerras malditas, en ser una bestia para sus semejantes, ¡cómo podían los hombres, ante este Amor Vivo en persona, Dios Hijo hecho hombre, el Corazón de Dios en carne viva, abierto, a pecho descubierto; cómo podían los hombres reconocer al Dios Omnipotente Creador de Cielos y Tierra, o ver en su Amor por la Vida de sus criaturas abandonadas en las tinieblas de la Muerte el Corazón de Ese Omnipotente Padre, el Creador del Nuevo Cosmos cuyas galaxias son del Creador y de su Hijo delicias a sus ojos!

Poder, Poder, Poder, he aquí todo lo que el hombre ha sido acostumbrado desde la última rebelión de los hijos de Dios. Corazones transformados en piedras, sangre en hielo, la carne humana devenida en campo de cultivo de todos los vicios, demencias y delitos; inteligencia por garras, la ciencia por colmillos, el arte de la guerra, abominación convertida en arte, la locura de las locuras habitando en palacios, elevada a la categoría de las artes bellas, ¿cómo podía esta bestia reconocer el Corazón de su Creador en su forma más pura y desnuda, caminando entre sus criaturas, sintiendo su tragedia en su propio ser? ¿No debería Dios brillar como un sol y caer a sus pies muerto todo el mundo? Pero he ahí que el Creador le abre los brazos a su Creación, acoge a sus criaturas de tú a tú, ríe, duerme, siente y sufre con ellos, ¿Puede concebirse semejante fraternidad, igualdad y libertad en Dios? ¿No se supone que el Poder está para desgarrar, cometer genocidios, dirigir los ríos de oros a los pies de los tronos?

Dios sentó en su trono al Amor. Y este Amor es su Hijo, Jesucristo.

El Decreto de Dios permanece, Todos los reyes de la Tierra pondrán sus coronas a los pies del Rey, quien lo haga, vivirá. Quien no lo haga,  sobre él la Ley: No vivirá.

 

20/7/2020