Estas letras
que vais a leer tuvieron su Principio en la Isla de Creta, donde en el año 1986
me encontré movido allí por el viento que viene del Espíritu. Una de aquellas noches,
frente al fuego, con la Biblia en las manos, el Espíritu se apoderó de mí. “Hijo,
arroja al fuego el Libro y escribe todo lo que veas” me dijo Dios. Yo lo hice
así. He aquí lo que Dios me mostró.
No he cambiado ni una tilde, ni he adaptado
a la inteligencia de los tiempos la Historia que Dios me abrió para que la
escribiera y la diera a leer a las gentes de todas las naciones. Esta es su
Historia, Su Vida: la Vida y la Historia de YAVÉ DIOS, Creador del Nuevo Cosmos,
Señor Dios Padre de JESUCRISTO. Esta
Historia ha permanecido en el Silencio por disposición Divina para el Bien de
toda su Creación.
Nadie,
excepto aquéllos para los que se escribió: “Hablamos entre los efectos una sabiduría
que no es de este siglo”, ha conocido esta Historia. En efecto, esa Sabiduría
fue silenciada para que las generaciones de nuestro siglo, el XXI de la Era de
Cristo, nos alzásemos contra las puertas del Infierno y conquistásemos las
puertas de nuestros enemigos.
¿Quién juzgará
la Sabiduría del Señor Dios YAVÉ? ¿No quedó demostrado su Amor por el Hombre al elegir a su Hijo Amado para ser el Cordero
de la Redención del Mundo? ¿Quién es el Hombre para decidir qué es lo mejor para
la Creación de Dios, aun cuando su futuro esté implicado en una Decisión que le
corresponde exclusivamente al Señor Dios Creador del Universo? ¿O acaso hay en el
Cielo o en la Tierra viviente capaz de dialogar
con Dios cara a cara como se habla entre
Sabios forjados en el mismo FUEGO?
¿Hasta dónde
puede elevar su orgullo la criatura delante de su Creador para atreverse
incluso a ponerle delante al Señor Dios
del Infinito y la Eternidad un nuevo modelo de Civilización Universal? ¿No fue
este el Delito de aquel hijo de Dios que vistiéndose de ángel de luz, haciéndose
pasar por mensajero del Dios de los dioses, administrador de su Palabra,
matando al Primer Hombre le declaró la Guerra al Reino del Hijo de Dios?
¡Cómo me
atrevería yo a cambiar una sola palabra de lo que Dios me mostró al abrirme su
Mente! ¡Bajo qué ley legitimaría yo la adaptación de la Inteligencia de la
Eternidad a tiempos humanos nacidos en la ignorancia y cultivados por el mal! Lo
que los hombres nacidos de la sangre vertida por Caín piensen sobre la Vida del
Creador es humo que sube del Infierno. El Humo de la Guerra de quienes elevaron
su orgullo hasta pretender sentarse en el Trono de la Gloria del Hijo de Dios
ha intoxicado la mente de los hombres de ciencia.
Dios nos ha
muerto, ellos sí murieron, y en su demencia se llevaron a su tumba las
almas que la Muerte segó durante las dos
guerras mundiales del siglo XX, que ellos parieron en el fuego de sus pensamientos. Sus herederos,
engendrados en la maldición de sus padres, caminan firmes hacia el destino
grabado en sus genes, destruir al Hombre que Dios creó a la imagen y semejanza
de su Hijo. ¿No es esta la gloria del Hombre: elevarse a la condición de los hijos
de Dios?
Nada me invento.
Dios vive, quien quiera ver con sus ojos la Verdad en el Origen de estas letras
puede acercarse a ÉL y recibir respuesta. A quien pregunta se le responde. Mas
a los cobardes todo se le niega, y haciendo de su cobardía victoria condenan a todos los que murieron
en el campo de batalla. Al valor del cobarde para huir y abandonar a sus
hermanos se la llama Ciencia. A la traición de Judas se la llama Política. Imperio
a la justificación de la Muerte de Abel. Los enemigos de la Verdad han inventado
una nueva lengua, forjada en el Crimen, nacida para legalizar la Destrucción
del Hombre que Dios ha creado a la Imagen y Semejanza de su Hijo.
El acto
de cambiar, añadir o restar una sola
palabra a lo que mi Padre que está en los cielos me mostró sería Traición
imperdonable contra mi propia alma. La Historia de la Vida del Señor Dios YAVÉ nos
pertenece a todos a la manera que la vida de los padres le pertenece a sus
hijos. Saber quiénes son nuestros padres nos ayuda a comprendernos a nosotros
mismos. Conocer a nuestro Creador es conocernos a nosotros mismos. Y no puede haber
conocimiento real y veraz de nosotros mismos si no conocemos a nuestro Creador:
su Personalidad, su Historia, su Mente, su Vida, su Realidad, su Sabiduría, su Corazón. El
agua que nace cristalina en las entrañas de la tierra conserva su esencia hasta
llegar al mar; aunque durante su recorrido los hombres la envenenen el agua
permanece ella misma. Así con el Hombre, aunque su esencia haya sido envenenada por la ciencia y las religiones el
Alma que Dios engendró en la Vida en la Tierra permanece viva. Volver a nacer
es liberarse de ese veneno y hacer que emerja en el ser ese hijo de Dios que
levanta su voz al Cielo y reconoce en su Creador a su Padre que está en los
cielos. Pues, efectivamente, nunca hemos sido abandonados; el Creador jamás ha
renunciado a la Creación del Hombre a la imagen y semejanza de su Hijo. No nos
dio como Modelo de Ser a uno cualquiera de sus hijos, nos dio a su Primogénito,
JESÚS. Y haciéndolo nos eleva a todos a su Casa y Familia. Este es YAVÉ, Dios
Padre, esta es la Historia de su Vida